Solo el amor (2018) es una comedia romántica que cuenta el ascenso de una banda juvenil hacia el éxito mientras el vocalista, Noah (Franco Masini), se enamora por un encuentro fortuito de Emma (Yamila Saud), una abogada que dejó a un lado su pasión por la pintura para trabajar en el bufete de su padre. Lo más fascinante de la película de Diego Corsini y Andy Caballero es la paleta de colores planteada para los contextos musicales, los amorosos y los laborales. Por un lado, cuando Noah y Emma se encuentran rigen tonos como el blanco y el gris claro. También es así en el trabajo de ella, donde el blanco podría representar la obligación y la indiferencia frente a su pasión por la pintura. Por otro, en el contexto musical de Noah rigen el verde y el magenta, aquí están en contraste la composición de las canciones, los ensayos de la banda y las propuestas creativas. Hay quien podría cuestionar la diferencia tan marcada en esa paleta de colores, pero ella propone dos mundos enfrentados e introduce sugerencias provocativas en torno a la historia. Por lo menos allí observamos mucho más que en relatos convencionales de chica conoce chico. Este recurso, con todo, no compensa los baches en el guión. La película cae en los lugares comunes de la banda que se vuelve famosa. Los giros en los que termina tropezando la trama son planteados de una manera algo previsible y bastante melodramática. Y si revisten algún interés las escenas de composición de las canciones, son pocas y demasiado breves como para dejar una impresión duradera. Franco Masini, el protagonista, es uno de los que rescata la película del desconcierto. Tiene la energía para ser, como dice la amiga de Emma, un Ryan Gosling versión adolescente, al menos de a ratos. El resto de las actuaciones varían pobremente en efectividad. Desde lo excéntrico de la manager de la banda que bordea lo ridículo hasta la villanía del padre, los lugares comunes del guión no logran ser solventados por actuaciones que tienen pocas escenas. Una de las fortalezas de la película, ya en el último tramo, es resolver el típico momento de la gira por varias ciudades, que suele acompañar el éxito de cualquier banda, con un videoclip. En este son referidos los nombres de las ciudades visitadas mientras ellos cantan uno de los hits de su nuevo disco. Una vez más, la fotografía de Sol Lopatin apela a las tonalidades, ahora de colores pasteles, para evidenciar el estilo renovado de los músicos. Si al final no cierran algunas subtramas o están forzadas, la recurrencia de escenas musicales deja un buen sabor de boca porque construye una historia por sí sola, la cual resulta más atractiva que el resto de la película.
Sin letra y con música Emma es una joven abogada estructurada que vive siguiendo el mandato familiar impuesto por un padre estricto. Noah es el líder de una banda de rock de garaje, en búsqueda del éxito comercial. Pero a sus canciones les falta algo y su golpe de suerte parece lejano. Todo cambia un buen día cuando ambos literalmente chocan por accidente y sus vidas se entrelazan en un apasionado romance. Gracias a ese amor, Noah consigue la inspiración que tanto buscaba y sus temas musicales se convierten en hits. Llega la tan esperada fama, seguidores que se multiplican en las redes sociales y pasar del anonimato a transformarse en una sensación adolescente. Al mismo tiempo, Emma encara sus verdaderas pasiones y ante el descubrimiento de algo oscuro debe decidir qué hacer con su vida. La pareja se somete entonces a diferentes presiones, una manager invasiva y amistades que se ponen siempre a prueba. Flota el interrogante: ¿Pueden ambos mundos convivir?; ¿Puede una nueva pareja afrontar ese tipo de vida? ¿Alcanza tan sólo con el amor? Gerardo Romano interpreta a un padre alcohólico y autoritario, aunque muy desaprovechado en términos de contenido dramático. La premisa del relato apunta a un mundo ideal o idealizado, sin conflictos de la vida real y tampoco esfuerzo para alcanzar las metas. En el film todo sucede mágicamente y es evidente la intención comercial respecto a la banda sonora y el destino adolescente como blanco del marketing detrás de la película, utilizando toda una batería de recursos que nos remiten a lugares comunes, trillados y banales. Es clara la idea de captar la atención de un público adolescente que consigue así ver a sus ídolos en pantalla grande. Por su parte, Andrea Frigerio interpreta a una manager muy grotesca, que nos recuerda a Cruela de Vil, quien habla mitad en inglés, mitad en castellano y que resulta muy divertida. No obstante, no queda claro si el grotesco fue buscado o simplemente intentaron construir un personaje creíble y les salió mal el tiro. Con un guión plagado de incoherencias, y carente de consistencia, el protagonista canta mejor de lo que actúa, eso sin mencionar las actuaciones en general, que son regulares. No vemos nunca un músico como tampoco a una abogada, pues los personajes no son creíbles. Un adolescente que busca la fama y la consigue de una manera mágica en un mundo efímero, nada realista, no nos invita a la reflexión, aunque tampoco es la búsqueda de la película dirigida por Diego Corsini y Andy Caballero. Solo el amor cumple con el objetivo de entretener a cierto público adolescente que busca su satisfacción en presenciar una historia de amor en el marco de un mundo irreal.
“Solo el amor” es una película argentina dirigida por Diego Corsini y Andy Caballero y está escrita por ambos directores junto a Yamila Saud. La cinta está protagonizada por Franco Masini, Yamila Saud, Facundo Gambandé, Victorio D’Alessandro, entre otros. La historia trata sobre Emma (Yamila Saud), una joven y estructurada abogada que sigue el mandato impuesto por un padre estricto. Noah (Franco Masini) es el líder de una banda de rock que busca triunfar, pero a sus canciones les falta algo y no les llega su golpe de suerte. Un día todo cambia cuando ambos chocan literalmente por accidente y sus vidas se entrelazan en un apasionado romance. “Solo el amor” marca el debut cinematográfico de Andy Caballero, tanto en la dirección como en el guión de una película. Mientras que por otro lado, Diego Corsini logra dirigir su cuarta cinta con un poco de experiencia en el género de romance y drama, ya que ha realizado películas como “Solos en la ciudad” (2005), “Pasaje de vida” (2015) y “Artax, un nuevo comienzo” (2017). La trama que nos traen ambos directores es algo que ya hemos visto varias veces en otras películas, pero eso no significa que ésta sea mala, al contrario, podemos ver que está bien estructurada y que se respeta el orden para explicar todo lo que va ocurriendo en el filme. La única cuestión sucede en el final, donde observamos que quedan algunas cuestiones en el aire sobre ciertos personajes que no sabemos dónde terminan o qué hicieron o harán de sus vidas. Tenemos un muy buen elenco presente, tanto principales como secundarios, y que además tienen muy buena química, sobre todo el dúo protagónico de Yamila Saud y Franco Masini. La gran mayoría de los personajes suelen ser carismáticos, graciosos y a su vez bastante potentes al momento de dramatizar o demostrar enojo. Vemos que la gran mayoría de momentos de humor son muy divertidos y muy pocos se pueden llegar a sentir fuera de lugar. También destacamos la hermosa banda sonora presente en el largometraje. Muy buenas canciones y sobre todo muy buena voz de Masini, que acompañan de excelente manera a todos esos momentos y escenas donde se requiere de la música para poder expresarse. En resumen, “Solo el amor” es una muy entretenida película argentina con la que podemos sentirnos identificados con los personajes y con una trama que no es original del todo pero es muy linda de apreciar.
Pueden robarte el corazón... Solo el amor es la cuarta película bajo la dirección de Diego Corsini, esta vez acompañado de Andy Caballero. Ellos se encargan de que Solo el amor sea una película completamente adolescente. Todos los géneros que recorre la narración (romance, comedia, drama, musical) los hace bajo el principio básico del público al que apunta. Conocemos la vida de Noah (Franco Masini), el líder de una banda de rock que todavía no la pegó. Por las vueltas de la vida se encuentra con Emma (Yamila Saud) y se enamora perdidamente. La banda toca en un bar donde literalmente no había más de 10 personas pero entre ellas estaba la mejor manager del mundo, Maia Levin (Andrea Frigerio). Ella los contrata de forma extraña y repentinamente les cambia el baterista, la vestimenta, el nombre del grupo musical, prácticamente todo. “Capricho” suena en todas las radios y esto genera problemas entre los protagonistas. Narrativamente el primer fallo es la falta de desarrollo en la relación, no se puede pensar que con una secuencia de montaje basta para que se haga verosímil el cariño de ambos. Por otra parte, el uso desmedido de la elipsis no ayuda. El guion merece una revisión importante, ya que es su punto más flojo. La película tropieza cargada de clichés, con diálogos que carecen de realidad y que perjudican directamente a todas las actuaciones, a pesar que alguna de ellas salen ilesas. La música es lo que más se destaca, Franco Masini le pone la voz a las canciones que seguramente se escuchen en más de un hogar. A pesar de la inocencia del film y las libertades que se permiten por apuntar a un público entre niños y adolescentes, el mensaje moral y ético no queda del todo claro. Se toman decisiones que no se consideran válidas en esta época, como llamar “estúpida” a una chica. Y se falla en los recursos técnicos usados para contar el relato, como simular la cámara de Instagram de una forma bizarra.
Una nueva comedia romántica llega a las pantallas de nuestro país. En su cuarto film, Diego Corsini, (director de una gran película como “Pasaje de Vida”), formó dupla tanto en el guión como en la dirección con Andy Caballero. La historia es muy simple y relata la lucha de tres jóvenes por trascender y alcanzar la fama con su música y su banda. El vocalista y compositor es Noah (Franco Masini) y sus amigos son Victorio D’Alessandro y Facundo Gambandé. Las canciones van encontrando su forma y su nicho muy lentamente, pero necesitan un golpe de suerte y éste llega de la mano de una excesivamente excéntrica representante de artistas llamada Maia Levin (Andrea Frigerio) quien les cambia el nombre, (ahora se llaman “Capricho”) la vestimenta, y la vida. Un poco antes del ascenso, Noah había conocido por accidente a Emma Salomé (Yamila Saud) una joven amante de la pintura, que en lugar de seguir su pasión ejerce la abogacía por mandato paterno (Gerardo Romano). Ellos se enamoran al instante, lo que complica la carrera de Noah con sus fans y las redes. Planteadas así las cosas, el guión no tiene un conflicto de peso, todo se ve algo forzado y la película no termina de encontrar un buen camino. De todas formas apunta a un público adolescente que puede disfrutar sus canciones pegadizas y el manejo de la estética y el color. --->https://www.youtube.com/watch?v=9tYh_r7I0zk DIRECCIÓN: Diego Corsini, Andy Caballero. ACTORES: Franco Masini, Yamila Saud. ACTORES SECUNDARIOS: Facundo Gambandé, Andrea Frigerio, Gerardo Romano, Victorio D'Alessandro. GUION: Diego Corsini, Andy Caballero, Yamila Saud. FOTOGRAFIA: Sol Lopatín. MÚSICA: Luis Cervi. GENERO: Romance , Drama . ORIGEN: Argentina. DURACION: 96 Minutos CALIFICACION: Apta mayores de 13 años DISTRIBUIDORA: Digicine FORMATOS: 2D.
Vacía y superficial Solo el amor (2018), de Diego Corsini y -Andy Caballero, es una comedia romántica adolescente Naive hasta el hartazgo, sobrecargada de clichés y con algunos momentos reprochables. Noah (Franco Masini) es el cantante de una banda de “punk”. Emma (Yamila Saud), una jovencita abogada que trabaja con su padre (Gerardo Romano) aunque su deseo real es pintar. Ambos vivirán un noviazgo en conflicto por la diferencia de sus mundos. La estructura de la comedia romántica adolescente es clásica y se recicla constantemente porque siempre hay algo que sigue funcionando. El problema con Solo el amor es la sobrecarga de clichés que no aportan ninguna vuelta de tuerca que los reformule para reavivar el encanto o para volver a sorprender de alguna forma. En principio los personajes son delineados con un trazo grueso casi caricaturesco: Muy maquillados, muy peinados y muy limpios incluso, cuando se pretende lo contrario cual tira televisiva, la prolijidad extrema y estática expone el artificio. Este tono excesivo no la favorece: busca ser tierna pero exagera de ingenuidad provocando un desconcierto que causa gracia por sobre cualquier pretensión de la película. Sobre el guion surgen constantes preguntas y saltan las incoherencias, con un verosímil mal sostenido y pocos instantes efectivos. La participación de Andy Caballero, conllevaba la expectativa de una estética con momentos cliperos que aporten un ritmo diferente, pero tampoco. Porque hay un videoclip muy clásico que corta y se despega de la trama para luego volver a la normalidad de una forma poco orgánica. Sin embargo, lo más insólito es el factor social que los directores añaden en la trama: En una cita los jóvenes enamorados visitan una exposición de fotografías. En primer plano -ocupando toda la pantalla- irrumpe la imagen de personas en situación de marginalidad. La pareja pasea entre estas imágenes, se divierten y coquetean indiferentes. Esta muestra es objeto de asombro para estos jóvenes pertenecientes a una clase social alejada años luz de lo que ven. Comentan entre ellos sus impresiones superficiales y vacías de un mundo que claramente desconocen, “uno creería que no se puede ser feliz en ese contexto, pero mirala a ella”, afirman sobre la foto de una nena sonriendo y metiéndose el dedo en la nariz en el medio de la indigencia, por ejemplo. Varias veces durante la película se vuelve a este momento, que funciona como una suerte de “inspiración”, para los personajes que en ningún momento siquiera se acercan a hacer una lectura más profunda del tema, cuestionarse o sentirse afectados por lo visto. Les pasa por el cuerpo de la misma forma que si hubieran ido a pasear por una feria. En resumen, queda ese sabor amargo del mensaje con “onda” del mundo cool metido donde no encaja.
Hace tiempo que el cine nacional tiene deudas pendientes con el musical y el cine para jóvenes, deuda que esta producción dirigida por Diego Corsini y Andy Caballero viene a saldar. Aquellos que vayan con prejuicios a la sala perderán la oportunidad de dejarse llevar por la pasión de la pareja protagónica (Yamila Saud y Franco Masini), la construcción de un ídolo musical, y la mirada de Caballero en la puesta de la banda y la fotografía. Tal vez la excesiva incorporación de canciones haga perder de vista la historia central.
Música, fama, chicos y chicas lindas, un poco de romance y algunas lágrimas. Esa es la fórmula que sigue casi al pie de la letra la película de Andy Caballero y Diego Corsini, sin salirse de la rigidez de esa construcción ni de los deberes de esos ingredientes. La historia de Noah (Franco Masini), un cantante que descubre a su musa (Yamila Saud) y a las mieles y amarguras de la fama casi en el mismo abrir y cerrar de ojos, podría haber tenido, no originalidad, pero sí atractivo y entusiasmo. Sin embargo, todas las escenas que hacen avanzar la trama están ideadas como montajes en un largo videoclip, desprovistas de verdadero relato y sumergidas en una fragmentación innecesaria. Lo que más simpatía despierta es el spanglish de Andrea Frigerio, que se divierte en secreto sin que nadie se dé cuenta, con sus pelucas, sus falsas sonrisas y sus juegos de palabras.
Más allá del fracaso, se debe reconocer el riesgo asumido. Solo el Amor es un buen ejemplo de algo que quiso ser, pero no pudo. Se arriesga a ser algo más, se pretende una comedia romántica propia del cine norteamericano, y tacha varias casillas de elementos trillados que se presume un proyecto del estilo debe tener. No lo logra y de hecho tiene varios problemas groseros, pero uno puede valorar el intento.
La ópera prima de Andy Caballero y cuarta de Diego Corsini, "Solo el amor", es un pre fabricado producto para adolescentes que nos trae otra vez ante la dicotomía de apreciar o no el consumo irónico. Hacer cine en esta región para un público joven adolescente, debe ser el más difícil. Tratar de contentar a un público moldeado y acostumbrado a un estilo de propuestas importadas desde el mainstream extranjero, con fórmulas que no son las nuestras, y no es sencillo de aplicarlas, y el mural a priori inquebrantable del “si es argentina, es mala”. Algunos intentan traer una impronta propia, autóctona, otros hacen el mayor esfuerzo por copiar la fórmula de Hollywood. A algunos les sale bien, y a otros les sale Solo el amor. "Solo el amor"es un film romántico, atravesado por la música, no un musical. Un joven llega a un puente, un día lluvioso, y quiere tirarse, suicidarse... ¿Por qué? Veremos su flashback. Su nombre es Noah Langdom – sí, se llama así – (Franco Massini) un joven músico, guitarrista y cantante, que tiene junto a sus amigos Eric (Facundo Gambandé), y Danny (Victorio D’Alessandro) una banda rocker que según lo que nos dicen (no lo que se oye, para nada) es punk. En el medio de los deseos por triunfar (porque no hay anhelo mayor para el punkrocker que ser famoso), y juntar seguidores en sus vivos por redes sociales; Noah se cruza accidentalmente con Emma (Yamila Saud), una abogada, que quería ser pintora, pero se somete a la presión de su padre (Gerardo Romano). Catarata de lugares comunes, al principio ella lo rechaza, se confunden los papeles, tienen que encontrarse otra vez, ella lo va a ver a un recital, y en unos elipsis gigantes, pasan a tener una relación super establecida en la que no entendemos si pasaron semanas, meses, o años. Paralelamente, la misma noche en que Emma lo va a ver a Noah, hay una productora, Maia Levin (Andrea Frigerio), que se interesa por la banda, o mejor dicho por Noah, y quiere convertirlo en una estrellita. Noah no quiere, menos cuando se entera que la propuesta es sólo para él. Pero son sus propios amigos los que lo convencen de aceptar, y así, Noah comienza un meteórico camino al estrellato que lo hace llegar a momentos cumbres como un show final en Niceto. El romance entre Noah y Emma va creciendo y se va troncando a medida que Noah se hace popular, y le van modificando su estilo. Todos y cada uno de los lugares comunes estarán ahí, los celos de la novia que debe ser ocultada, las fans desesperadas, la mercadotecnia, el amigo que se va, el nuevo integrante, y por supuesto, la tramoya oculta detrás de la fama de Noah, en la que Emma encima se verá involucrada. Directo y sin vueltas, Solo el amor es un derrape. Cuesta creer que el director de una película tan sensible como Pasaje de vida sea co-director de algo tan obvio y vacío de alma y contenido. Sin embargo, atentos, hay una salvación, Solo el amor funciona como un gran consumo irónico. La propuesta mete tanto la pata, es tan ridícula e inverosímil en lo que propone, que rápidamente se convierte en una comedia involuntaria muy divertida, y al final de cuentas, su hora y media pasan volando y, si se la acepta así, se la pasa bastante bien. Los actores son presos de diálogos imposibles. No hay un rumbo estético claro, y hay muchísimas escenas en la que nos preguntamos en qué estaban pensando o qué habrán querido decir. Franco Massini demostró en otras ficciones ser un actor competente, acá lucha contra un personaje imposible. Noah es odioso, no tiene carisma, y nunca nos interesa si le va bien o mal, tampoco es que entendemos mucho cuál es el gran problema, porque nunca nos lo explican. El actor de "Cuéntame como pasó" saca a flote su trabajo, pero es difícil. Saud no tiene química con su pareja, y ni lo intenta. A lo más que atina es rodearse de otras actrices peores que ella (tarea difícil que habrá tenido el casting) para disimularla. Si Emma es un personaje insípido, su trabajo lo dificulta más. Del resto del elenco joven, Facundo Gambandé demuestra que puede superar a un a los personajes menos carismáticos como este. Lo suyo es bueno. El secreto está en los adultos. Andrea Frigerio y Gerardo Romano, parecen haber entendido hacia dónde iba la mano. Frigerio compone al personaje más ridículo, pero a consciencia, y se divierte haciéndolo. Maia arroja frase en medio castellano y medio inglés, aleatoriamente, habla con voz gola, se viste estrafalario, y porta una peluca rubia espantosa. Frigerio lo hace divertido, como en "Desearás al hombre de tu hermana", se rescata, y es, por lejos, lo mejor de la película. Romano aparece para arrojar frases y puteadas despectivas que, claramente, le están hablando a la propia película, como un “Esto es horrible”. Su pseudo villano también es tan exagerado, que nos gusta. Hay errores de montaje, baches narrativos, pésima construcción de personajes, y situaciones de “ver para creer” por todos lados. En ese cambalache, "Solo el amor", no saca ni una sonrisa, saca carcajadas completas si aceptamos que podemos reírnos aún de algo que salió ¿mal? Polémico.
Polos opuestos “Solo el Amor” es una película nacional romántica y musical dirigida por Andy Caballero y Diego Corsini (Solos en la Ciudad, Pasaje de Vida). Ellos también se encargaron del guión junto a Yamila Saud (Hipersomnia), actriz que comparte el protagónico con Franco Masini (El Clan, Inseparables). Filmada en la Ciudad de Buenos Aires, completan el reparto Facundo Gambandé, Bautista Lena, Andrea Frigerio, Gerardo Romano, Josefina Ramírez y Victorio D’Alessandro. La historia se centra en Noah Langdon (Franco Masini), un joven cantante que, con sus amigos Eric (Facundo Gambandé) y Danny (Victorio D’Alessandro), tiene una banda de rock llamada “Beso Cósmico”. Una mañana, Noah está apurado por llegar al garaje para ponerse a ensayar por lo que inevitablemente termina chocando con la abogada Emma Salomé (Yamila Saud), tirándole todos sus papeles. Noah queda maravillado por la belleza de Emma y, gracias a que sin darse cuenta se quedó con uno de sus expedientes, puede volverla a ver e invitarla a un bar donde Beso Cósmico hará una presentación. El comienzo de una relación amorosa se verá truncado por la repentina fama de Noah, que desde que tiene como mánager a Maia Levin (Andrea Frigerio) causa furor tanto en la prensa como en cada lugar al que se dirige. Las películas nacionales para adolescentes son casi inexistentes, en especial si tenemos en cuenta el aspecto musical. “Solo el Amor” viene a llenar este vacío en el género, sin embargo lo hace de la peor manera posible. La cinta tiene un exceso increíble de clichés que, sumado a lo idiotas que resultan los personajes, solo consigue que sea imposible tomársela en serio. Por otro lado, los guionistas copiaron descaradamente elementos de “Diario de una Pasión” (The Notebook, 2004): sin ir más lejos, el protagonista se llama Noah, la chica adora pintar pero lleva una vida estructurada debido a su estricto padre y los dos provienen de “mundos diferentes”. Incluso en cierto momento del filme se hace referencia a esa película, lo que deja aún más claro que cada vez hay menos inspiración y originalidad. En cuanto a la dirección, el film luce más como un videoclip súper extenso que un largometraje en sí. Esto era de esperarse si tenemos en cuenta que Andy Caballero es reconocido por haber dirigido más de 150 videos musicales. El problema no es la banda de sonido, sino cómo se la utilizó en la trama. Al no tener tanto contenido por narrar, las escenas en las que Noah practica con su guitarra se vuelven repetitivas y monótonas, aparte de que la edición no es fluida ni por asomo. Para colmo, la química entre Franco Masini y Yamila Saud no da resultado. Los actores no dan buenas interpretaciones, aunque hay que tener en cuenta que es muy complicado sobrellevar un guión tan pobre e inverosímil. Sus personajes son extremadamente planos e ingenuos, además de que toman decisiones erróneas que hacen que la poca simpatía que les teníamos se pierda. Párrafo aparte para la ridiculez que constituye Andrea Frigerio en el filme. La actriz, lookeada con una peluca rubia platinada corta e impoluto traje blanco, se la pasa hablando en una combinación de inglés con español cero creíble que solo da gracia por lo bizarras que son todas sus escenas. Empalagosa y sin creatividad, “Solo el Amor” únicamente será aceptada por niñas de 13 y 14 años que sean fanáticas de Masini. Para los demás, la cinta será otra historia de amor mal desarrollada que pasará directamente al olvido.
Una producción pensada para un público preadolescente que tiene en la figura de Franco Masini el máximo atractivo para sus fans. La idea es el nacimiento de una estrella rockera, con una manager que lo engaña y lo hace participar de un delito. Y al mismo tiempo una historia de amor con una joven abogada que pertenece a un mundo estructurado y distinto. Con buenas canciones, la transformación del músico sencillo e inspirado por el amor en un rockstar esta bien mostrado, con momentos musicales similares a videoclips dentro de la historia. El punto mas flojo es el guión que plantea desde el comienzo una situación limite que no se resuelve ni se explica, salvo con un recurso de titulares de gráfica contradictorios. En lo demás Andrea Frigerio construye a una manager manipuladora y excéntrica y Gerardo Romano a un padre severo. Yamila Saud, productora y guionista, es la heroína inspiradora. Para los fans de Massini, el actor y cantante cumple con creces.
Directamente y sin anestesia, antes del comienzo de la proyección del filme nos dicen dura 115 minutos, lo que dispara la respuesta en forma de pregunta ¿Tanto para una comedia romántica? Nos corrigen. No es tal cosa, se puede decir que es un drama musical. Pero nadie, ninguno de nosotros es tan malvado, suponemos que, quienes hicieron el como se llame esto que hicieron, lo realizaron. “con las mejores intenciones”. Al final de la proyección esto casi queda demostrado. Lo de las buenas intenciones, digo. También desde el lugar de espectadores, con un poco más que una mirada ingenua sobre un texto fílmico, podemos circular sobre los buenos propósitos, sin dejar de protegernos mutuamente. ¿Una remake de “Moulin Rouge” (2000), o de “Amor sin barreras” (1961), tal vez, o más cercano a “La la land” (2016)? Lo que sea que haya querido ser, se quedó en deseo. Absolutamente nada es rescatable, para eso se utilizan cuatro guionistas y ningún dialogo interesante, dos directores, todos los personajes a la deriva, un actor carilindo, sumado a una chica linda, muchos cuadros musicales, sin ningún tipo de innovación o búsqueda en tanto construcción armónica, melódica, rítmica. Por supuesto no vaya a pretender que la poesía se haga presente, el Flaco Spinetta, lamentablemente falleció demasiado joven. Dicho esto en el sentido de la creatividad inagotable, Charlie García cada tanto sigue dando muestras de su genialidad. Pocos son, recemos para que sigan. No es el caso de este “nuevo” ídolo juvenil, al menos por lo mostrado en esta oportunidad- El narrador de la historia es el propio protagonista masculino, al momento de decidir poner fin a su vida, bajo la lluvia, en un puente, a punto de arrojarse al vacío, por según sus propias palabras, un desengaño amoroso. Después de ver la película el deseo que acaeciese en ese momento dice presente, hubiese sido un lindo corto de un minuto. Emma Salomé (Yamila Saud) es una joven abogada, vive siguiendo el mandato familiar impuesto por el Dr. Cesar Salomé (Gerardo Romano) su padre, abogado, viudo, alcohólico recuperado y violento, no dejaron nada fuera. ¿Salomé para el Cesar? No, nada, esto es un divague. Noah Langdon (Franco Masini) es el líder, cantante y compositor de una banda de rock más cerca del amateurismo que del profesionalismo, su deseo es el éxito pero no a cualquier precio… No voy a pretender desentrañar todos los nombres de los personajes, pero éste me suena de algún lado. Su encuentro casual se da de la manera menos esperada, él se la lleva por delante, un carilindo que subyuga a la mujer de ley. ¿Alguna novedad? ¡Ah! Si comienzan un apasionado romance. Sorpresa y media. Esto establecerá que las musas que nunca tuvo recalarán en él, (Perdón Nano, por el uso indebido) le llega la inspiración. Maia Levin (Andrea Frigerio), huelga el análisis del nombre, una promotora musical (sin que tenga toda la culpa la actriz, una de las peores construcciones de personaje cinematográfico de los últimos 124 años, exagerando un poco, claro) los ve y reconoce el negocio, ergo: sus canciones se convierten en éxito. Llega la fama. Cuando el ascenso es vertiginoso, hay que tener cuidado con la caída que suele ser estrepitosa. Algo de eso hay, y muchos hilos truncos sin explicar nada. No se le pueden llamar subtramas, pues eso daría cuenta de la existencia de una trama. Falacia extrema. Con estética de videoclip, mezclada con registro televisivo, pero de los años ´60, diálogos tan banales que atacan el cerebro de los espectadores. Así todo. Los productores, que tienen buenas intenciones, acortaron y lo dejaron en 95 minutos. La culminación se precipita, se hace evidente, sino hubiese sido así me hubiese tenido que retirar de la sala sin ver el final, aunque ya lo sabía. Hubiese caído la tarea de escribir sobre esto en nuestro jefe, que ya entrado en años, no está para ponerlo a que se torture, además de verla, pensarla, hay que protegerlo. Razón que da lugar a que sea quien suscribe, el autor de esta nota.
“Sólo el amor”, de Andy Caballero y Diego Corsini Por Jorge Bernárdez Emma (Yamila Saud) es abogada y trabaja en el estudio de su padre. No hubiera querido ser abogada pero cuando era chica la muerte de su madre derivó en que le padre de Emma se dedicara a la bebida y ella tuviera que cuidar de él. Ahora ya la familia está en orden y Emma que siempre había querido ser artista plástica, se dedicó al derecho. Por su parte, Noah (Franco Masini) es el líder de una banda de punk rock -hay que decir que por suerte Malcolm McLaren está muerto y no se va enterar de esta visión de lo punk-. Volvamos al hilo argumental, la banda de Noah busca la fama y se la está por dar a los pocos minutos de película, pero antes de que eso pase necesitamos que Emma y Noah que viven en mundos distantes, se encuentren, así que Noah se la lleva por delante a Emma en la calle y le tira por los aires unos papeles del trabajo. Noah la ayuda, se torean, pero el rocker le tira onda y la abogada por supuesto lo rechaza. No queda ahí la cosa, porque Noah la llama por cuestiones que no vamos a revelar y la termina invitando a ver a la banda. La noche en que Emma va con una amiga a ver al grupo hay en el bar otra interesad, Maia Levin (Andrea Frigerio) una manager de rock que sabe fabricar famosos. Maia los escucha y decide que Noah vale la pena, aunque la banda apesta. Así que mientras la abogada y el rockero se enamoran, la representante aparece en la vida de la banda de barrio para desplazar al baterista y contratarlos, haciéndoles firmar el típico contrato leonino que les han hecho firmar a muchas bandas a lo largo de la historia. El grupo, que hasta ese momento decía ser de punk barrial pasa a llamarse “Capricho”, algo digno de Fantástico pongamos, y empieza grabar temas pop gancheros. ¿Les parece trillado el argumento?. Si claro, pero además tiene problemas de verosimilitud y de guion y para agregar desatinos, alguien hizo que el personaje de Andrea Frigerio hable en un spanglish demoníaco. Suponemos que ya adivinaron lo que sigue, el rocker se marea con la fama y entra en una vorágine típica de esas carreras en ascenso, la pareja se pelea pero Emma descubre que Maia lava guita, pero el que firmó los papeles que lo incriminan en el lavado es Noah. Fábula pop de ascenso y caída con una estrella mediática, Solo el amor no cuenta nada nuevo y tampoco lo hace bien. Sandro y Palito filmaron cosas parecidas y podemos rastrear en la historia del pop otros productos tan vacíos como este. Hay un clip simpático en el medio y está Gerardo Romano haciendo de padre de Emma. A las fanáticas de Franco Massini nada de lo que escribimos les va a importar, ya lo sabemos. SÓLO EL AMOR Sólo el amor. Argentina, 2018. Dirección: Andy Caballero, Diego Corsini. Guión: A. Caballero, D. Corsini, Yamila Saud, Luis Cervi. Intérpretes: Franco Masini, Yamila Saud, Facundo Gambandé, Victorio D’Alessandro, Andrea Frigerio, Gerardo Romano, Bautista Lena, Josefina Ramírez. Fotografía: Sol Lopatin. Música: Luis Cervi. Dirección de arte: Coca Oderigo. Diseño de vestuario: Tamara Blnaco. Edición de sonido: Sebastián Levy Polat. Dirección de sonido: Jesica Suárez. Compaginación: Alberto Ponce. Duración: 95 minutos.
Llega a los cines Sólo el amor, un film para jóvenes plagado de canciones, pero con pocas buenas ideas. Noah (Franco Masini) es el cantante de una banda de rock/pop independiente que busca hacerse conocida. Por casualidad conoce a Emma (Yamila Saud) y ambos conectan casi instantáneamente. Al mismo tiempo un aparente golpe de suerte le da al grupo musical la posibilidad de triunfar de la mano de una nueva manager que cambia al baterista y el nombre de la banda, y los dispara a la fama, haciendo que en el camino Noah pierda la amistad con su amigo percusionista y ponga en peligro su relación con Emma, llevándolo además al borde del suicidio. Sólo el amor es una película para adolescentes que cuenta una historia de amor sencilla y una escalada a la fama con la que muchos sueñan. El punto más destacable del film es Franco Masini, su protagonista, que sin destacarse demasiado cumple con el carisma necesario para que el público, mayormente adolescente, quede fascinado con él. Su performance, vocalmente hablando, también está muy bien. El resto del film parece no tener un hilo conductor. Todos los conflictos (legales, la separación de los amigos, el distanciamiento de Emma con su padre, etc.) son reemplazados por elipsis y así las partes de la trama que podrían acercar al público, desaparecen. Las situaciones que sí se ven en pantalla son absurdas, carentes de realismo y el código de actuación de algunos personajes se vuelve casi intolerable por lo forzado. En ese proceso se pierde la posibilidad de disfrutar por ejemplo del personaje de Andrea Frigerio, una manager sin escrúpulos que, según dice el padre de Emma, hace algo malo, pero que el espectador nunca llega a saber qué es. Plantear un intento de suicidio en un joven no es una tarea sencilla para un film y esta película demuestra el por qué. El guion se olvida de desarrollar la parte emocional de los conflictos, dejando las decisiones del personaje como algo más cercano a un capricho que a la desesperación en sí. Eso sumado a que realmente nunca se sabe qué es lo que pasó, no hay forma de que el espectador se conecte con la historia. La fotografía tiene momentos interesantes en algunos videoclips, pero la mayor parte del tiempo opera como un cliché reproduciendo estéticas elaboradas del cine noir o expresionista, que no sirven para reemplazar un conflicto que no se termina nunca de desarrollar en la pantalla.
La trama del film no resulta novedosa en ningún momento, cuenta con la buena fotografía de Sol Lopatin (“Casi leyendas”; “El hilo rojo”), pero tiene como protagonistas a: Yamila Saud y Franco Masini, que poseen buena química, ellos tienen muchos seguidores, además cuenta con las canciones que interpreta Masini, que son del gusto de las adolescentes. Intenta alcanzar alguna similitud a “Diario de una pasión” con el beso de amor bajo la lluvia y casualmente el nombre del personaje es Noah (interpretado por Ryan Gosling) pero a través de situaciones que no terminan de parecerse a la película anteriormente citada. Dentro del elenco se encuentran dos actores que intentan sacarla a flote desde la manager de la banda Maia Levin (Andrea Frigerio) con un estilo similar a una Cruela de Vil, habla un poco en inglés y un poco en castellano y un padre (Gerardo Romano, desaprovechado ante un pobre guion) que desea lo mejor para su hija y el resto del elenco es bastante pobre. Su desarrollo cae en lugares comunes y está llena de clichés, con diálogos pobres en un relato que resulta convencional, previsible y con algunas escenas melodramáticas. Este film tiene como pretensión entretener a cierto público adolescente.
“Solo el amor” supone el debut detrás de cámaras de Andy Caballero, acompañado por el experimentado Diego Corsini (“Pasaje de vida”, 2015). La película sigue el devenir de la historia de amor entre Noah (interpretado por Franco Masini) y Emma (protagonizada por Yamila Saud). Él es un cantante que busca triunfar junto a sus amigos con su banda de rock, mientras ella es una principiante abogada que trabaja para su padre. Pese a la diferencia abismal entre sus universos, lo fortuito unirá sus caminos y vivirán un apasionado romance que cambiará sus vidas. El film se presenta como una comedia romántica adolescente, un formato que sigue persistiendo por un motivo evidente: rinde bien en taquilla. Sucede que, teniendo en cuenta que el público adolescente consumirá este tipo de propuestas, estamos en presencia de un film que recicla viejas fórmulas sin el más mínimo atisbo de originalidad. Los personajes desbordan de clichés, las situaciones son resueltas mediante lugares comunes y la estética de videoclip parece pertenecer más a una tira televisiva que a un producto cinematográfico. Lo artificial y superfluo de la propuesta se debe, en gran parte, al tratamiento poco verosímil del guión, el cual atraviesa temáticas conocidas sin demasiadas sutilezas: el aprovechamiento del manager, la inspiración en el amor, la rebeldía de la juventud y las presiones familiares. Los personajes principales encargados de dar vida a esta historia de amor rozan la incoherencia y la antítesis de lo que una estrella de rock en ciernes y una incipiente abogada ‘deberían’ ser. Por su parte, Andrea Frigerio y Gerardo Romano, dos grandes actores de nuestro medio, son desaprovechados en una trama que naufraga sin sorpresas. La banda sonora, sin embargo, acompaña acertada con ritmos y melodías que remueven, de a ratos, el sopor de la propuesta. El gran defecto radica en la falsa concepción de que el éxito se alcanza sin más y los conflictos se resuelven de forma edulcorada. Síntesis que reduce el film a un compendio de soluciones trilladas en donde todo es posible. Dame un poquito de amor.