La voluntad individual Muy deudora de los engranajes narrativos del querido Nuevo Cine Alemán de la década del 70, Sólo una Mujer (Nur eine Frau, 2019) es una película muy interesante que analiza el caso real de Hatun “Aynur” Sürücü, una joven que pertenecía a una familia de inmigrantes turcos en Berlín, compuesta por los progenitores kurdos suníes y nueve vástagos, y que fue asesinada en 2005 a los 23 años por el hermano menor del clan, aunque con el evidente beneplácito de gran parte de la familia en una coyuntura de fundamentalismo musulmán que derivó en un llamado “asesinato de honor”. El episodio, sin duda tristemente célebre en Alemania, continúa siendo al día de hoy un ejemplo perfecto de la locura instalada en cierta ortodoxia dogmática del Islam que pretende garantizar la subordinación de las mujeres bajo cualquier circunstancia, sin jamás valorar su opinión o su derecho a la autodeterminación. Sirviéndose de un ajustado guión de Florian Öller, a su vez inspirado en un libro sobre el caso de Matthias Deiß y Jo Goll, la directora Sherry Hormann construye el relato a través de soliloquios de la propia Aynur (interpretada con gran solvencia por Almila Bagriacik) y hasta intercala material de archivo verídico con imágenes de la verdadera Hatun, lo que genera un atractivo collage formal en el que el dejo documental y la crudeza naturalista se complementan con las interpelaciones a cámara y la estructura símil crónica pormenorizada de los acontecimientos. De hecho, la historia comienza con el homicidio -tres disparos en la cabeza en una parada de autobús- y luego nos presenta una serie de viñetas en formato de flashbacks que sistematizan la espiral de injusticias, acoso y violencia de la que fue víctima la protagonista a manos de su parentela, tanto de los hombres como de las mujeres del clan. A posteriori de ser obligada a abandonar el colegio secundario para casarse a los 16 años con un primo en las afueras de Estambul, la chica termina escapando producto de los golpes a la que era sometida por el susodicho y regresa a la morada familiar en Berlín, la cual en esencia es sostenida por el padre, Rohat (Mürtüz Yolcu), quien trabaja en una panadería mayorista desde hace 20 años. De por sí casi todos comienzan a basurearla y a aislarla por osar abandonar a su marido, pero la cosa termina de explotar cuando uno de sus hermanos, Sinan (Mehmet Atesci), una noche la manosea mientras se masturba, lo que desencadena que sea expulsado por Rohat. Etiquetada como la “problemática”, la joven se gana el desprecio de su madre, Deniya (Meral Perin), cuando se marcha del hogar familiar para primero vivir en un asilo estatal para madres solteras con su bebé Can y después buscar trabajo y estudiar para convertirse en electricista, ya sacándose el velo del cabello con el objetivo de avanzar en la occidentalización y cortar con unas tradiciones musulmanes que sólo le han traído desgracia vía delirios, caprichos y una constante sumisión a los varones. El film traza las diferencias existentes dentro del Islam para no meter a todos en la misma bolsa, enfatizando que la bondad y comprensión de Aram (Armin Wahedi Yeganeh), el único hermano al que ella considera además un amigo, se contrapone a la intolerancia fanática de Nuri (Rauand Taleb), el eventual verdugo de ocasión al momento del inicio de una relación amorosa entre la protagonista y un germano, Tim (Jacob Matschenz). Ahora bien, las mejores películas de Hormann tuvieron un costado de denuncia social muy fuerte y la que nos ocupa no es precisamente la excepción, basta con recordar Guys and Balls (Männer Wie Wir, 2004), sobre la estigmatización de la homosexualidad masculina -y la sexualidad en general- en el deporte moderno, Desert Flower (Wüstenblume, 2009), acerca de la terrorífica infibulación femenina en África y los matrimonios por conveniencia de cadencia tribal, y 3096 Days (3096 Tage, 2013), sobre el secuestro de la austríaca Natascha Kampusch durante ocho años y el fetiche esclavista sexual de la burguesía europea; todos tópicos que de una forma más o menos tangencial hoy regresan al candelero una vez más. Los grandes puntos a favor de Sólo una Mujer pasan por su capacidad de resumen (no hay escenas de menos ni de más porque cada minuto cumple su función específica dentro del lienzo retórico) y por su realismo prosaico sin mayor pompa involucrada (bien lejos de la parafernalia melosa y/ o exagerada a la que Hollywood es adepto, aquí queda bien en claro que en la cotidianeidad no hay nada más insoportable que no sentirse querido por aquellos a los que se estima, agresiones verbales permanentes de por medio). Es en la insistencia de los llamados telefónicos insultantes de sus hermanos, la poca importancia que se le da a la mujer cuando por fin se decide a hacer la denuncia policial y la falta de verdadera justicia luego de su muerte donde aparecen más nítidos los rasgos de un fundamentalismo religioso que muchas veces es tomado como una “curiosidad” por los países del Primer Mundo en términos de las distintas colectividades que los habitan, así se maquilla la típica abulia estatal a través de argumentos mentirosos como el respeto a las “costumbres” foráneas, por más que éstas sean regresivas y bárbaras. La obstaculización de la eclosión de la voluntad individual -sea femenina o masculina- en un contexto social/ laboral/ familiar opresivo continúa siendo un tema cargado de una urgente vigencia debido a la multiplicación actual de los dispositivos comunales uniformizadores tendientes a la manipulación, ya sea que hablemos de los aquí retratados de “vieja escuela” o los posmodernos que invitan -desde la ilusión del egoísmo consumista- a repetir conductas cual títeres que ignoran su condición…
“Solo una mujer” (“Nur eine Frau”, en su título original) es una película dirigida por Sherry Hormann, quien toma un suceso que sacudió a Alemania en 2005 para contar la historia de Hatun “Aynur” Sürücü, una joven de 23 años que fue asesinada por su hermano menor debido a que había deshonrado a su familia. Aynur es una alemana de ascendencia turca perteneciente a una familia musulmana ultra religiosa. Sin embargo, ella irá en contra de las creencias y tradiciones, luego de que su matrimonio arreglado no funcionara y se convierta en una víctima de golpes y abusos estando embarazada. De regreso en su hogar, empezará a tener actitudes “rebeldes” que no serán aceptadas por su familia, aunque ella solo quiera una vida feliz e independiente. En esta búsqueda deberá enfrentarse a insultos y amenazas que irán escalando cada vez con más violencia. Como mencionábamos, “Solo una mujer” está basada en hechos reales y su narración nos lo recuerda constantemente mediante fotos y videos que se cuelan dentro de la ficción para ilustrar algunos de los momentos que vivió Aynur. Este recurso sirve también para mostrar algunos instantes dolorosos o más sensibles que no son recreados a través de la actuación, sino de flashes fotográficos que dejan los hechos a la imaginación del espectador. Por otro lado, nos encontramos con una voz en off de la protagonista y víctima, la cual narra en primera persona lo sucedido, incorporando sentimientos y pensamientos propios sobre la historia. Esto interpela más al público y genera un impacto mayor. La película aborda una historia fuerte, donde la directora propone una crítica social a las tradiciones de los musulmanes más ortodoxos y extremistas, muchas de las cuales tienen a la mujer en un segundo plano, mostrándonos su sumisión y el hecho de que cualquiera que salga de aquel rol traerá deshonra a la familia y consecuencias fatales para ellas. Asimismo, estas costumbres se contraponen a la forma de vida occidental de otros personajes que rodean a la protagonista. Por otro lado, tenemos que destacar la labor de todo el elenco, quienes interpretan muy bien cada uno su papel y su rol en la sociedad: los hombres con su machismo reinante y su rol de proveedores y guardianes, las mujeres más sumisas que respetan la decisión de sus padres o hermanos, y aquellos que no comparten esa visión del mundo que miran a la religión ortodoxa como algo arcaico y peligroso. Pero sobre todo tenemos que subrayar el trabajo que realiza Almila Bagriacik, quien se pone en la piel de Aynur y lleva adelante esta lucha por la libertad sin querer dejar de lado a su familia. En síntesis, “Solo una mujer” es una película que interpela al espectador por su sensibilidad, su crudeza, su necesidad de ser conocida dentro de la sociedad. Una historia basada en hechos reales que a través de sus recursos de montaje y fotográficos nos propone una narración original y atrapante, como también se sustenta de una buena manera gracias a su protagonista. Una cinta impactante y necesaria, sobre todo en los tiempos que corren, para que ninguna mujer deba transitar por situaciones semejantes ni vivir en contra de su voluntad.
Sin velo Más allá de estar basada en un hecho real que conmovió a los alemanes en 2005, muestra de la intolerancia y el dogmatismo de una manera de entender el Islam, existe un velo no necesariamente relacionado con el de la cultura musulmana y que de cierta manera rodea a esta película: la liviana mirada de Occidente hacia ciertas tradiciones de Oriente que conllevan fundamentalismos como base, incluso en lo que a educación se refiere. El velo de la negación también oculta la hipocresía de una Europa xenófoba, escudada en la corrección política. Este es el primer discurso sobre el cual la directora Sherry Hormann trabaja desde la trama de una película que reconstruye, a modo de pequeños hitos, la tragedia de Hatun “Aynur” Sürücü. El recurso del soliloquio desde la voz en off y el anticipo de una muerte supone siempre riesgos para construir cualquier historia, pero rápidamente ese fantasma desaparece porque lo que en realidad se genera desde ese final anunciado a todo el desarrollo no es otra cosa que una compleja radiografía de lo que implica oponerse a los mandatos de una religión fundamentalista como la musulmana; a la propia familia que ve mancillado el honor de una tradición ancestral que de inmediato deviene en traición y justificación de cualquier hecho de sangre posterior. El avance de los años de Aynur desde que infringe la primera ley sagrada, que es la fuga de un esposo golpeador, su primo, con quien fue obligada a casarse a los 16 años desde el mandato paterno hasta su retorno al hogar con un bebé, va en paralelo con la construcción de ese círculo vicioso que alimenta el odio y el desprecio por aquel que busca separarse desde su individualidad de todo dogmatismo cultural ó social. El mosaico de las diferentes expresiones del Islamismo entonces se reconoce en cada uno de los miembros de la familia de Aynur, tanto en la intolerancia y machismo de sus hermanos como también en hermanas quienes la consideran sumamente impura y por ende pretenden que se vaya del seno familiar y que no busque siquiera una gota de comprensión o afecto de sus padres. En cada hermano también la búsqueda de la palabra ó consejo espiritual desde lo religioso operan como elemento de retórica ideal para justificar la cerrazón de la cabeza y también del corazón. Sin bajada de línea y con un tono sostenido que oscila entre el drama social, el documental porque se insertan materiales de archivo o imágenes de la verdadera Aynur, con una estética que trabaja con rigurosidad la puesta en escena y los colores vivos ante tanto oscurantismo de lo dogmático, Sólo una mujer es un excelente retrato de las consecuencias de los dogmas cuando la libertad parece letra muerta en un contrato social tan falso como hipócrita.
Las películas basadas en historias reales tienen un atractivo extra, aunque éste caso sea triste e injusto a causa de una devota familia kurda-turca ultra religiosa arraigada en su fe de manera ortodoxa. Romper con esa tradición originó el odio y desprecio de todos sus integrantes. El 7 de Febrero de 2005, Aynur, (23) (Almila Bagriacik), es asesinada de tres tiros en la calle por su hermano Nuri (Rauand Taleb) en Berlín-Kreuzberg. El le pide que lo acompañe a tomar un autobús y en el medio de la calle encuentra la muerte dejando a su hijo de cinco años, Can, sin madre. Sherry Hormann retrató el caso de Hatun Aynur Sürücü, quien fue asesinada porque quería ser una mujer libre. Basada en el libro "Asesinato de honor: un destino alemán" de Matthias Deiß y Jo Goll, el film comienza en 1998, cuando Aynur (15), cuando todavía cubría su cabeza con un pañuelo y fue obligada a dejar el colegio para casarse con un primo en Turquía. El matrimonio no resultó ya que su marido ejercía violencia física contra su mujer y, aún embarazada, huyó y regresó a la casa paterna. Aunque tuviera que vivir con sus padres y ocho hermanos. Como Aynur molestaba a sus hermanas con su bebé, la mandaron a un cuarto mínimo. La película mezcla ficción con escasos minutos de material casero y fotos de la verdadera protagonista. Como es mi costumbre, no voy a spoilear por qué debe mudarse primero a una Hogar y luego a su propio departamento, pero hace todo lo que está en contra de lo que su familia pretende, deja de usar el pañuelo, fuma, se enamora de un alemán llamado Tim (Jacob Matschenz) y comienza un curso para ser electricista. A pesar de todo sigue amando a su familia, por eso desestima sus amenazas. Las actuaciones del elenco son muy buenas, destacándose especialmente Almila Bagriacik como Aynur. Presentada este año en el Festival de Cine Tribeca de NY, es un drama conmovedor que nos transmite impotencia por no ser comprendida en la forma de querer vivir su vida al no acatar las normas de su país de origen. Mejor muerta antes que desobediente, autodeterminada y con pensamiento occidental. Vivir como una alemana estaba fuera de discusión. En todos éstos casos una mujer puede ser víctima de un “asesinato por honor”, por eso el crimen fue planeado en forma colectiva pero ejecutado por uno de sus miembros. Hay mucho más para descubrir en este más que interesante film. ---> https://www.youtube.com/watch?v=DSWr-DtLOpU TITULO ORIGINAL: Nur Eine Frau TITULO ALTERNATIVO: A Regular Woman DIRECCIÓN: Sherry Hormann. ACTORES: Almila Bagriacik, Ozgur Karadeniz, Jacob Matschenz. GUION: Florian Oeller. FOTOGRAFIA: Judith Kaufmann. MÚSICA: Fabian Römer. GENERO: Drama . ORIGEN: Alemania. DURACION: 93 Minutos CALIFICACION: Apta mayores de 13 años DISTRIBUIDORA: Mirada FORMATOS: 2D. ESTRENO: 17 de Octubre de 2019
La mujer pública Solo una mujer es la historia de muchas mujeres representadas en Aynur Sürücü, una mujer turca-alemana asesinada por uno de sus hermanos en Berlín a principios de 2005. A riesgo de ser vilipendiado por los fanáticos de “me spoileaste la película”, hay que mencionar que este femicidio es lo primero que se narra al comenzar el relato y es así que partimos desde ese final para entender lo sucedido, o al menos para conocer la corta vida de Aynur. A sus 16 años su familia arregla un casamiento con su primo, en lo que se entiende como parte de la tradición kurda, para que ambos vivan en Estambul. Poco tiempo transcurre para que Aynur (embarazada) escape de una convivencia tóxica y violenta, pero su refugio, de vuelta en Berlín, será el inicio de una pesadilla. De regreso en su casa paterna (y el sintagma aquí no es azaroso) la convivencia con sus hermanos y hermanas se vuelve insostenible por la indiferencia y la marginación espacial, tanto para ella como para su hijo recién nacido. Por una costumbre kurda, ella necesita la autorización de su padre para abandonar la casa familiar y vivir sola en otro lugar. No tardará mucho para que una situación particular la obligue a mudarse, aunque su padre no se lo permita. Allí comienza un nuevo ciclo: su vida como occidental, su vida como “alemana”. La película maneja tres niveles: el de la narración ficcional, el de la incorporación de material de archivo y el de la voz en off casi omnipresente. En los dos últimos niveles está la idea de refuerzo, sin embargo se trata de una historia que tiene los elementos y la fortaleza necesaria para ser narrada a partir de una reconstrucción ficcional clásica. Cierto didactismo hace que también la película elija el andarivel del telefilm algo rancio. La forma contamina una historia que merece conocerse. Si bien la actuación de su protagonista (debut de Almila Bagriacik) sostiene toda la carga emotiva, la muñeca de la directora Sherry Hormann no muestra el pulso preciso para balancear la veracidad y las facultades que tiene el cine para contar un relato. Cuando el curso de los hechos parece encontrar una salida del hermetismo dramático surge una voz en off para acomodar todo en un orden casi escolar, porque no existe peor voz en off que la que relata lo que se ve, es decir una suerte de estéreo de información por dos canales. Podría surgir, más allá de estas torpezas retóricas, una pregunta válida: ¿Es más importante la historia? o ¿Es importante cómo está contada la película? ¿Le importa a un espectador poco cinéfilo si la voz en off está bien utilizada? Puede haber una aproximación a una respuesta: la historia siempre aparece en el primer plano de la recepción, la forma es un paquete que puede ser más conservador, más estrafalario, o bien equilibrado. En Sólo una mujer las tres maneras aparecen: el plano-contraplano, el uso de fotos fijas montadas de modo secuencial para componer una situación y la cámara que parece no estar allí. La mezcla de Hormann en la formalidad visual desconcierta, molesta y hasta opaca esta historia tan cargada de aristas, que no solo circundan la sustancia de un femicidio icónico para el mundo musulmán en occidente sino que también bordean el nuevo terrorismo post 11 de Septiembre, las tradiciones familiares y, sobre todo, el odio a que otro pueda ser feliz por fuera de una estructura marcada a fuego desde su propia concepción. Quizás el mayor mérito de Sólo una mujer sea el riesgo asumido de arrancar por un final para desarmar desde allí una historia imposible de comprender, a menos que se advierta que se trata de hechos reales. El sabor amargo de un final anticipado tiene su toque dulce en la representación icónica que se ha erigido a partir de este “crimen de honor” y que significa un acontecimiento en la dinámica vetusta de las familias musulmanes; dinámica que oprime a la mujer obligándola a llevar una vida miserable fundamentada en creencias religiosas y que tristemente se transmite de generación en generación. En Alemania, dentro de la comunidad musulmana, el asesinato de Aynur es el emblema de las mujeres que exigen igualdad de derechos. Lo frustrante es que, más allá de la puesta en conocimiento sobre el tema que pueda hacer la película, poco de cine deja la experiencia de ver Sólo una mujer. Es probable que, en estos tiempos, el relato reconstruido de un femicidio que marcó un antes y un después sea más valioso que un puñado de valores cinematográficos ausentes, al menos para el grueso del público.
Una muerte. Otra. De una mujer. Esta vez a manos de su familia, o de buena parte de ella, con el brazo ejecutor de uno de sus hermanos. Ese es el final de Aynur, anunciado desde el principio de la película, asesinada a los 23 años para lavar "el honor" de su familia turca, de religión musulmana y de prácticas ortodoxas. Aynur es la voz narrativa omnisciente de la película. Es decir, como pasaba en Sunset Boulevard, este relato es contado por alguien que ha muerto, y que presenta el escenario de esa muerte para volver a él habiéndonos contado lo que pasó antes. Una de las diferencias de Solo una mujercon el clásico de Billy Wilder es que aquí estamos ante un caso policial real; incluso hay imágenes de la verdadera Aynur, intercaladas con fluidez y sin morigerar el shock. Otras diferencias son que esta es una película de menor espesor, de búsqueda de un impacto más claro, más directo, de decantación más gruesa, que no resignifica tanto esa muerte cuando regresa a ella con mayor detalle, con mayor conocimiento de los senderos siniestros y obcecados que derivaron en el crimen. Hay algo de simplicidad en la exposición narrativa de las influencias religiosas de los personajes, y también hay recursos de material más noble, o más insospechados, que aligeran en términos rítmicos una de esas películas que algunos tienden a denominar "necesarias", tal vez a partir del deseo de que alguna vez se conviertan en innecesarias.
“No nos avergüences”. Esas tres palabras resumirían lo que sucede en Sólo una mujer, la película de Sherry Hormann (neoyorquina de nacimiento, afincada desde chica en Alemania) sobre una joven alemana de padres turcos, integrante de una familia que sigue las tradiciones musulmanas y que, ni bien comienza el relato, sabemos que ha sido asesinada. Y quien la mató fue el menor de sus ocho hermanos. Lo habría hecho “por honor”. La película es narrada por una voz en off, que no es otra que la de Hatun “Aynur” Sürücü, cuya vida terminó muy pronto, a los 23 años. Basada en hechos reales -el homicidio se cometió en 2005, y fue el primero de varios “asesinatos por honor”-, la realizadora apela a la ficción, pero también a registros de Aynur en su vida real. Siete años antes, Aynur debe dejar Berlín para viajar a Estambul, donde contraerá un matrimonio arreglado por sus padres. Pero ya de regreso, cuando deje a su marido -que es su primo, y quien la golpea y la abusa estando embarazada- no tendrá todas las de ganar, ni tampoco contará con el apoyo familiar. Lo que sigue es, año por año, las vicisitudes de Aynur, que a la fuerza debe convivir con sus padres -es una de las condiciones por haber abandonado a su esposo-, pero cuando su hijo nazca, y crezca, y ella quiera forjarse su propio destino lejos del ala paterna y comience a emanciparse y mostrarse como una occidental más, las amenazas del clan se harán más frecuentes, por aquello de que es una familia musulmana estrictamente religiosa. Con un guión más prometedor que la realización en sí, y actuaciones por cierto desparejas, Sólo una mujer expone una situación extrema, que puede parecer increíble, pero que no lo fue. El caso de Aynur sirvió para que muchos tomaran conciencia, pero una cosa son los hechos y otra la realización.
"Sólo una mujer": femicidio por honor La película narra los hechos que llevaron al homicidio de una joven berlinesa de origen turco-kurdo asesinada por uno de sus hermanos. A la manera de El ocaso de una vida, el último largometraje de la realizadora alemana Sherry Hormann es narrado post mortem por su protagonista. Más allá de tratarse de un film de ficción, el hecho de estar basado en un acontecimiento muy real (y muy terrible) hace que esa narración en off incorpore de entrada un elemento de denuncia concreto, transparente. Sólo una mujerreconstruye los hechos que llevaron al homicidio de Hatun "Aynur" Sürücü, una joven berlinesa de origen turco-kurdo asesinada por uno de sus hermanos en 2005, en un típico ejemplo de “asesinato por honor”. Un caso poco conocido por aquí, pero muy recordado en Alemania: las imágenes reales de noticieros de la época que Hormann incluye durante los primeros minutos reflejan su inmediata mediatización. El mismo femicidio dio origen, hace casi una década, a otro largometraje estrenado en nuestro país, La extraña, de Feo Aladag, en el cual, curiosamente, Almila Bagriacik, la encargada de darle nueva vida en la pantalla a Aynur, debutó como actriz en un rol secundario. Los modos narrativos de Hormann son frontales, a tono con los tiempos del “Ni una menos”, corriendo por momentos el riesgo de caer en subrayados dramáticos: la voz de la narradora se transforma en metáfora de todas esas voces acalladas, aquí y allá, antes y ahora. Con el hiyab cubriendo prolijamente el cabello, Aynur, una chica de dieciséis años, camina por las calles de Berlín, a sabiendas de que en breve deberá regresar a Turquía para desposar a su primo, en un casamiento arreglado desde tiempos inmemoriales. Conservadora como sus padres, aunque con una tibia rebeldía que no logra salir a la superficie, la chica acata a rajatabla las estrictas reglas culturales. Tiempo después, con un avanzado embarazo y las marcas de la violencia en el cuerpo, la protagonista se aparece en la casa paterna, a miles de kilómetros de distancia de su marido. Primera afrenta a las tradiciones, que Sólo una mujer irá repasando, una por una, como motivos suficientes para acabar con la vida de una mujer “infiel”, en el sentido más religioso de la palabra. Con el correr de los años, Aynur romperá varios de esos códigos de conducta: se irá a vivir sola junto a su hijo, dejará de usar velos y polleras largas, comenzará a fumar, se enamorará de un muchacho alemán. Tironeada entre dos mundos, el de las nuevas libertades obtenidas y el de su crianza y educación religiosa, Aynur transita los primeros años de la adultez con una férrea división interna, estigmatizada por los suyos pero aun así imposibilitada de cortar esos vínculos. A fin de cuentas, no se trata de otra cosa que de la crónica de una muerte anunciada, la ilustración audiovisual de un salvajismo muchas veces relativizado por tratarse de “diferencias culturales”. Lo más interesante del film de Hormann, sin embargo, es precisamente el retrato de la difícil existencia cotidiana de Aynur, ansiosa por sacarse de encima los dictados del mega patriarcado al que fue sometida desde pequeña pero, al mismo tiempo, incapaz de lanzarse por completo a una nueva existencia. Ayuda, y mucho, la potente presencia de la turco-germana Bagriacik, quien a pesar de su juventud ya es dueña de una prolífica filmografía en el cine y la televisión alemanas.
Crimen de (des)honor El 7 febrero de 2005, Hatun “Aynur” Surucu, una mujer alemana de ascendencia turca de tan sólo 23 años, fue asesinada por su hermano menor de tres disparos en la cabeza. La policía y la prensa desde un primer momento hablaron de un “crimen de honor”. La familia Surucu había emigrado años antes hacia Berlin, pero seguía manteniendo sus creencias y tradiciones religiosas. Por ello, Aynur fue obligada a abandonar sus estudios y a viajar a Estambul para casarse con su primo. Tenía 16 años. Su matrimonio forzado resultó un calvario, ya que su primo resultó ser un abusivo que la golpeaba, por lo que decide abandonarlo y buscar refugio en su propia familia. Contrariamente a lo esperado, el fundamentalismo de sus padres y sus hermanos, someten a la protagonista a un cotidiano infierno por desobedecer los principios religiosos. Cansada del maltrato, junto a su pequeño hijo logra su independencia, comienza a estudiar para ser electricista, comienza a disfrutar de la vida nocturna y hasta se pone de novia con un joven alemán. Todas estas acciones de Aynur, son una afrenta directa a los valores conservadores de su familia, desencadenando el trágico final de esta historia, que al mismo tiempo es el punto de partida de Solo una mujer (Nur Eine Frau, 2018). El film comienza con imágenes documentales del asesinato, y la voz en off de la protagonista nos habla sobre su muerte. La directora Sherry Hormann, establece el tono de su relato intercalando imágenes documentales, voz en off, fotos fijas y un estilo semi-documental. La inteligente decisión de que la mujer asesinada sea la narradora, sirve como una caja de resonancia de la gravedad de la tragedia desencadenada. Al mismo tiempo, le devuelve la voz a la víctima, para que conozcamos sus anhelos y sus deseos truncados a tan corta edad. Desde el comienzo conocemos el triste final de la protagonista, brillantemente interpretada por Almila Bagriacik. Sin embargo, la historia irá revelando el progresivo maltrato al que fue sometida a lo largo de su vida por el sólo hecho de alejarse de los principios dogmáticos de su religión. Sin embargo, como nos revela el final de la película, la violencia que padeció Aynur, siguió hasta incluso después de su muerte. Su asesino y hermano, fue condenado a solamente nueve años y tres meses de prisión y liberado el 4 de julio de 2014. La violencia sufrida por Hatun “Aynur” Surucu no sólo fue intrafamiliar.
En el cine alemán lo que ocurre con los inmigrantes de culturas patriarcales y violentas impacta con fuerza. La directora Sherry Horman reconstruye con inteligencia un caso que conmovió a su país un “crimen de odio” más. Una mujer alemana con padres inmigrantes kurdos es mandada al país de origen para casarse con un primo que no conoce, un hombre violento que la castiga. Ya madre de un bebe huye y regresa a la casa paterna en Alemania. Allí para ser perdonada debe ser menos que una esclava, recluIrse, no salir sola, sufrir abusos. El precio de atreverse a una vida plena del siglo XXI en Europa se paga con una muerte anunciada. De hecho el film comienza con la voz de la muerta, su cuerpo sangrante en la calle apenas cubierto. Una disección del fanatismo, mandatos asesinos, exacerbación del machismo, mujeres cómplices o inducidas, para un plan siniestro. Madres que dictan cátedra de tradición nefasta y condenable. Pero también la directora se encarga de mostrar como las políticas de estado no están acordes con la defensa de esas mujeres alemanas que merecen plenos derechos garantizados y no los tienen. Una tragedia bien actuada, realizada con inteligencia y compromiso.
«Basada en un hecho real» adelanta el afiche y confirman los primeros minutos de Sólo una mujer. En efecto la película de Sherry Hormann recrea los entretelones de un crimen de honor que conmovió a la opinión pública europea en 2005. La realizadora nacida en Nueva York y criada en suelo teutón propone una ficción conmovedora y bien documentada sobre el caso de Hatun Aynur Sürücü, joven alemana de ascendencia turca, repudiada por su familia y asesinada por su hermano menor. Hormann trabajó con el guionista Florian Öller, que a su vez se inspiró en este libro que Matthias Deiß y Jo Goll publicaron en 2011. El soporte periodístico se manifiesta en una reconstrucción rigurosa del calvario que comenzó con un matrimonio arreglado, y en la decisión de acompañar el trabajo actoral con fotos verdaderas de la víctima y sus victimarios. El compromiso de la directora con la mujer asesinada («sólo una mujer») asoma apenas comienza el film, a partir de la voz en off que representa a Aynur y que adelanta el desenlace fatal de su historia. La narración en primera persona del singular y la ocasional interpelación al espectador estrechan la relación con esta madre soltera de 23 años que Almila Bagriacik encarna atenta a las fortalezas, debilidades y contradicciones de su personaje. Es notable el esfuerzo por evitar azuzar el sentimiento xeno o islamófobo: Hormann aclara en más de una ocasión que no todos los turcos son musulmanes fundamentalistas y por ende misóginos. Quizás también debería haber recordado la existencia de femicidas de otras nacionalidades y religiones. En su afán de ecuanimidad, la realizadora y su guionista señalan las limitaciones del Estado germano a la hora de proteger a las mujeres violentadas en nombre del Corán, y de sancionar con mayor severidad a los agresores. Acaso deberían haber abordado la hipótesis de que las alemanas de ascendencia turca son consideradas ciudadanas de segunda. Sólo una mujer desembarcó hoy en la cartelera porteña. Antes circuló por el Festival de Cine de Tribeca y el 19° Festival de Cine Alemán en Buenos Aires.
Solo una mujer: Lucha por la libertad. La directora Sherry Hormann nos ofrece un potente drama familiar basado en hechos reales, donde una mujer de origen turco perdió la vida en 2005 a manos de su propio hermano menor, quien no pudo tolerar que su joven hermana decida alejarse de la ortodoxia musulmana. Solo una Mujer (Nur eine Frau en su título original) es un film alemán que intenta reconstruir los hechos del crimen de Hatun Ayhrun Sürücü (interpretada maravillosamente por Almila Bagriacik), una joven mujer de 23 años perteneciente a una familia de inmigrantes turcos en Berlín. Su clan de origen kurdo, compuesto por sus padres y por nueve hermanos, pertenece a una corriente dogmática del Islam bastante ortodoxa y fundamentalista que no pudo tolerar que Ayhrun luche por una vida libre e independiente. El periplo de Ayhrun comienza con un matrimonio arreglado, en el cual fue víctima de violencia de género. Por ello se vio obligada a dejar Estambul para volver a Alemania. Ante la falta de empatía de su familia comienza a cuestionarse ciertos aspectos arcaicos de su religión por lo que decide emprender su propio camino a la liberación. Sus hermanos se niegan a aceptar su nuevo estilo de vida alejado de las tradiciones y es por ello que se dedican a insultarla y amenazarla. El problema radica en que el nivel de violencia va escalando y termina desencadenando el femicidio de la muchacha. El relato busca denunciar cualquier tipo de exacerbación dogmática impuesta por un sector radical del Islam que ya trasciende la frontera del machismo para incurrir en una serie de prácticas violentas contra las mujeres que desembocan en el repudiablemente llamado “asesinato de honor”. A Hormann no le tiembla el pulso para construir una historia bien encarada cuya piedra angular resulta ser el inspirado guion de Florian Öller. Entre ambos logran erigir una narración que toma el foco de la protagonista luego de haberse producido el crimen, y quien decide recapitular hacia atrás cómo fueron los acontecimientos que desencadenaron en el asesinato a sangre fría de Ayhrun. La película, además, yuxtapone la reconstrucción de los hechos con algunas imágenes y segmentos compuestos por material de archivo que acrecientan ese sentido de veracidad y cuasi documental al que apunta la cinta. La voz en off nos hace transitar por las sucesivas escenas con un clima de tensión y suspense latente, producto del siniestro destino de la protagonista. Este relato no sería posible sin el compromiso de Bagriacik que brinda una actuación consagratoria en el rol principal, y sin otros aspectos determinantes de la obra, como lo son la lograda dirección de fotografía de Judith Kaufmann y el tremendo trabajo de montaje que ayuda a fundar los cimientos sobre los que reposa el aire verídico de la película. Además, el montaje se vale de ciertos recursos estéticos bastante atractivos y funcionales como lo son las fotografías “animadas” para acrecentar el efecto de crónica policial. Por otra parte, cabe destacar que la película no busca demonizar a los musulmanes, ya que se destaca el apoyo de Aram (Armin Wahedi Yeganeh), el único hermano al que Ayhrun pudo recurrir y que constantemente le recomendaba huir de la familia, y después también está el personaje de Evin (Lara Aylin Winkler), la novia de Nuri (el homicida), que se vio seducida por aquella corriente ortodoxa hasta que se dio cuenta de lo aborrecible que había hecho su pareja y atestiguó en su contra en el posterior juicio. La denuncia es contra aquellas corrientes radicales que buscan la subordinación y la humillación de la mujer. Un film que se estrena en el momento justo con toda la corriente del #MeToo en pleno movimiento. Sherry Hormann busca una denuncia social para evitar que todas las mujeres sigan siendo sometidas, algo sumamente noble pero también lo hace a través de un relato inteligente sin entrar en sensacionalismos. Algunos podrán dudar de la voz que se le dio al personaje principal y su correspondencia con la realidad, pero lo cierto es que la cinta es intensamente necesaria, más si tenemos en cuenta cuáles fueron los fallos del juicio real. Solo una Mujer es cine para reflexionar, con grandes actuaciones y con un apartado técnico más que correcto.
Auténtico testimonio de la situación límite de una mujer joven ante las limitaciones que impone la asunción ortodoxa de la religión, ésta es la historia de Hatun Aynur Surucu, hija de una familia de Anatolia que reinició su vida en Alemania en los 70. Con técnicas del documental, la directora Sherry Hormann desarrolla un atrapante drama familiar basado en el caso real ocurrido en Alemania en 2005 cuando la joven hija de un matrimonio de tradición suni-kurda es víctima de un crimen de honor. Hatun, de 23 años dejó el tradicional velo, abandonó a su esposo por violencia doméstica y con su pequeño hijo logró retomar sus estudios, conseguir una vivienda social digna y reinsertarse en la sociedad. Su familia no lo aceptó, para ellos, según sus tradiciones se convirtieron en seres deshonrados y el menor de los hermanos la asesinó. CONTAR LA MUERTE El filme está contado por la muerta (a la manera del protagonista de "Sunset Boulevard" de Billy Wilder, el inolvidable filme negro de Billy Wilder), cómo su vida se convirtió en una verdadera odisea por ser mujer y la importancia que tuvo su muerte para que salieran a la luz "los crímenes de honor" en los titulares de diarios europeos de primera línea. Los "crímenes de honor" llevados a cabo generalmente por aquellos que profesan creencias ortodoxas, suponen que la víctima es propiedad de la familia y la deshonra provocada justifica el crimen. No contraer un matrimonio aceptado por los padres, mantener una relación no permitida por la familia, cometer adulterio, no usar el velo o mantener relaciones homosexuales presupone el castigo. "Solo una mujer" tiene un buen ritmo, estupendos actores y se alimenta en el documental con su utilización de fotos fijas, videos caseros, fotos o películas de la verdadera protagonista, más carteleria fijada a fotos con titulares a la manera de las imágenes de archivos policiales. Acceder al calvario real de esta joven kurdo-alemana que terminó asesinada es descender al infierno del sojuzgamiento y la discriminación del individuo.
“Sólo una mujer”, de Sherry Hormann Por Mariana Zabaleta Este folletín posmoderno oscila entre premisas de la deconstrucción critica más ranciamente idealista y la atomización multiculturalista. Enunciación por demás progresista que habla el idioma abstracto del occidente más colonial. La historia versa sobre Hatun “Aynur” Sürücü, una joven musulmana que, criada en Alemania, narra los múltiples casos de acoso que sufrió a lo largo de su vida por su familia ultra religiosa. Basada en un caso real se trata de un dialogo “anulado” entre identidades culturales diferentes. Un intento pueril de “desoccidentalizar” una problemática que nace de un disentimiento plenamente político. Para la Aynur reconstruida por la voz en off el “reconocimiento del otro-familia” equivale a incrustar su imagen en un catálogo de diferencias. Su voz omnipresente conmina a sus familiares a responder a la brutalidad del culto como la privación de libertades. En contraparte su accionar durante toda la trama es juzgada como crítica y resistente a estos dictámenes de poder e imposiciones convencionales. Lo que lleva a pensar qué clase de resistencia resulta más dramática, si la de la preservación de tradiciones e identidades colectivas debilitadas por la globalización y el exilio o la de las propias realizaciones individuales de una mujer en Alemania contemporánea. Claramente la propuesta toma partida por la última, el polo de la anunciada víctima, para denostar la noble necesidad que el material documental presenta en la película. Información y ejercicio de compresión se ven claramente degradados ante la potencia del morbo que alimenta el drama completo. Lo único que nos permiten las fotos y el video de la escena del crimen, como también los retratos de Aynur viva, son conectar los signos del crimen con la referente real. Menuda manipulación por demás perversa. La escena posmoderna vuelve a representar incesantemente el hiato entre el colono y lo colonizado, el amo y el esclavo: negación doble, sorderas repetidas. El pensamiento posmoderno se presenta como una metodología de la descolonización, cuyo centro la deconstrucción sirve supuestamente para debilitar y quitarle legitimidad a la lengua del amo, aquí no veremos las aristas y rispideces del desacuerdo más bien toda metodología abreva al drama que toma partido en la vida de Aynur conduciéndola a la tragedia anunciada. La propuesta no inaugura un espacio de discusión honesto sobre la problemática de los migrantes en Alemania, más bien opera sintetizando y caricaturizando un culto bajo esquemas capitalistas ideales para el consumo de un público distante y la “bien fundada” critica occidental. La diferencia, la multiplicidad de culturas, el mestizaje y la diversidad serán banderas de la libertad cristalizados en la polaridad de los esquemas binarios y jerárquicos que se auto-señalan como perversos. SÓLO UNA MUJER Nur eine Frau, Alemania, 2019. Dirección: Sherry Hormann. Guión: Florian Öller. Elenco: Almila Bagriacik, Meral Perin, Mürtüz Yolcu, Jacob Matschenz, Rauand Taleb, Armin Wahedi Yeganeh, Mehmet Atesci, Merve Aksoy, Özgür Karadeniz, Lara Aylin Winkler. Producción: Sandra Maischberger. Distribuidora: Mirada Distribution. Duración: 90 minutos.
La Hija Rebelde Fue en 2005 en Berlín que Hatun «Aynur» Sürücü fue asesinada en plena calle a pocos metros de su casa. Era madre soltera, tenía apenas 23 años, y fue su hermano menor quien finalmente confesó ser el responsable del femicidio, alegando haberlo hecho para restaurar el honor de su familia. En un formato que hace equilibrio entre la biopic y el documental, Solo una Mujer narra en primera persona desde la voz de Aynur (Almila Bagriacik) los años previos a su muerte, desde que se casó a los 16 con un primo en Turquía siguiendo las órdenes de su familia. Apenas un año después, estando embarazada, ella huyó de los abusos de su marido y se instaló de regreso con su numerosa y tradicional familia en Berlín. Con poca gente de su lado incluso dentro de su propio hogar, Aynur eventualmente intentó construir un futuro independiente para ella y su hijo, ganándose el progresivo desprecio de su comunidad por abandonar algunas de sus costumbres más reaccionarias. Se desconocen algunos de los detalles, pero poco a poco se va reconstruyendo la vida de esta joven de 23 años que decidió que la vida que su familia había decidido para ella no era la que quería tener, pero que tampoco podía odiarlos o alejarse de ellos. A pesar de las amenazas y de los maltratos de los que fue víctima durante años, Aynur nunca sospechó que alejarse de las tradiciones kurdas y musulmanas de su familia podrían llegar a materializarse en un crimen por el que sería condenado su hermano menor, pero del que todo el resto también fue cómplice. En general no tiene sentido buscar el suspenso ni la intriga cuando se narra un caso real y reciente, por lo que Solo una Mujer se saca ese peso de encima revelando inmediatamente de lo que va a hablar y cómo termina, porque lo que importa es el cómo se llegó hasta ese punto. La voz en off de la protagonista relata en primera persona los puntos más relevantes de sus últimos años, rememorando y analizando los puntos de quiebre a los que en su momento nadie prestó la atención que merecían y que eventualmente desembocaron en su asesinato. Con un estilo ficcional pero al borde del documental, alternando con algunas fotos fijas y hasta material en video de la Aynur real, el resultado es un producto de estética bastante televisiva pero con algunas pretensiones en lo visual. Se concentra más que nada en desarrollar a sus personajes principales, dándole cuerpo a una historia tan dura como interesante de ver, la que se convirtió en un emblema de algo que no fue un caso aislado: los «asesinatos de honor» ocurrieron antes y ocurren aún, pero recién comienzan a llamar la atención de este lado del mundo cuando suceden en sociedades occidentales donde se los considera un delito castigable por la ley.
"Sólo Una Mujer" es una radiografía de un caso que puede representar a muchos actores de la sociedad como críticos o padecientes. La locura de llevar al extremo una posición religiosa que se convierte en una ley de muerte y con la excusa defensiva que es el honor de la familia. Aynur es una joven mujer turca viviendo en Berlin, Alemania. La presentación con una voz en off y paneo que registra las imágenes de otras mujeres de su edad, nos dice que ella puede ser cualquiera de ellas. Sin embargo, lo trágico se desnuda cuando el espectador repara en que Aynur, que en turco significa "luna resplandeciente" fue asesinada por su propio hermano. Ése es sólo el comienzo; de allí en más, los acontecimientos que derivaron en el femicidio de Aynur. La voz de la sin voz, que se quita el velo y deja su cabello al viento, irá presentando uno a uno a los eslabones de la trama desde que recibe el mandato de volver a Turquía y casarse con el candidato elegido por los varones de la familia. Luego, la primera afrenta, cuando escapa de ese marido que la asfixia y la golpea. Vuelve a Berlín con un hijo varón, cuyo nombkre es Vida y por el que Aynur soportará todo tipo de desprecios e insultos por querer educarlo fuera del fundamentalismo de su entorno familiar. El pequeño podrá ser motivo de reconciliación o de una batalla más allá de la muerte. La trama va a desencadenarse con el filtro de la visión femenina de Aynur que encontró un lugar en una sociedad más libre pero que no entiende demasiado el por qué del peligro que denuncia. Por otro lado, el de que los que podrían ayudarla y no tienen todas las herramientas ante una desesperada mujer con un hijo y finalmente, el de la familia turca que se radica en una cultura totamente diferente a la que viven en su país de origen y quieren seguir, como en una burbuja, en sus costumbres, incomprensibles en muchos sentidos, incompatibles con el presente de Aynur. Un cine comprometido con realidades sociales, sin golpes bajos y filmado con formato de documental ficcionado, en el que por momentos veremos imágenes de un noticiero, más tarde, fotos de diversos momentos o personajes y escenas que desarrollan los eventos dramáticos en los que un peinado. una mirada, un tema musical y la elección de las compañías pueden convertirse en un motivo para un crimen de honor de esa persona que deshonra a la familia. Dirigida por Sherry Hormann, film basado en el libro de Matthias Delb y Jo Goll y con la destacada actuación de Almila Bagriacick, quien fuera nominada como Mejor Actriz en Alemania por su papel en el filme Hördur (2015).
Aynur tenía 23 años cuando fue asesinada por su hermano, porque había deshonrado a la familia. El episodio conmovió a la sociedad alemana cuando lo difundieron las noticias, en 2005. A partir de él, esta película se mete en las historias (creencias, tradiciones, tensiones) de musulmanes muy religiosos en los que jóvenes como ella tienen pocas opciones. Ficción, con anclajes en lo documental, impacta por su crudeza y se sostiene con una narración atrapante.
En ciertas culturas el honor es mucho más importante que el amor. La mirada de los otros importa demasiado y es intolerable ser el blanco de las críticas solapadas de parientes y vecinos. Respetar las costumbres religiosas es sagrado. Bajo estos rígidos preceptos nació y se crió Hatun o Aynur (Almila Bagriacik), como la llaman sus parientes. Ella es musulmana, sus padres nacieron en Turquía y se fueron a vivir a Alemania donde ella y sus hermanos nacieron. Pero la particularidad de esta película dirigida por Sherry Hormann, si bien es una ficción, está basada en una historia real ocurrida en 2005. La historia es un flashback que abarca los últimos siete años de la chica. Porque su vida cambió para siempre cuando ella aún cursaba sus estudios secundarios y los padres decidieron casarla con alguien que no conocía, un primo que vivía en Turquía. Su destino, como el de todas las chicas jóvenes que profesan esa religión, lo tienen marcado desde el día que llegaron al mundo, porque sólo las preparan para ser esposas y madres. Esa es su obligación indiscutible. Pero, la protagonista, si bien aceptó casarse y ser madre, ante los maltratos de su marido decidió separarse y volver a la casa de sus padres. El film narra cronológicamente los padecimientos de Aynur, año por año. Porque ese hecho es una vergüenza familiar y sólo hay una manera de repararlo, aunque es una decisión demasiado drástica para comprenderla dentro de nuestra cultura occidental. Y, quién asumió el compromiso de llevarla a cabo fue su hermano menor Nuri (Rauand Taleb), quién siempre demostró su enojo hacia las actitudes liberales de su hermana. La directora hace una reconstrucción cronológica de un hecho que conmovió a la opinión pública alemana, para intentar comprender el martirio que sufrió Aynur dentro del seno de su propia familia. Quién cuenta los sucesos es ella misma con la voz en off, y luego con acciones, profundas, crudas y dramáticas. Prácticamente no hay música de respaldo, las imágenes lo dicen todo y no hace falta realzar o suavizar nada. Todo está expuesto en la pantalla, la ira, la intolerancia, el desprecio, las torturas psicológicas, la incomprensión, etc. Descripto de un modo tradicional, cuyos artilugios más llamativos son durante ciertas tomas, realizar una especie de foto fija, y en otras, cuadro por cuadro, bajo el relato en off de la chica. En los últimos años, en nuestro país se estrenaron algunas producciones que tratan sobre la misma temática, los mismos sufrimientos de las mujeres que son condenadas a un final similar. Aunque, en pleno Siglo XXI todavía es incomprensible que este tipo de costumbres ancestrales, aún perduren.
Tensión constante y atractiva La historia de una joven de ascendencia turca que debe enfrentar a su familia para lograr su autonomía. Basada en una historia real, esta historia de una joven de ascendencia turca que debe enfrentar a su familia para lograr su autonomía es de una notable precisión narrativa, lo que contribuye a que sus ideas se comuniquen de manera fluida al espectador. Aun con algunos subrayados que podrían obviarse, la tensión del relato nunca disminuye y lo vuelve siempre atractivo.
GENEALOGÍA DE UN CRIMEN Este drama alemán basado en hechos reales se instala en el discurso del presente y la representación de la violencia contra la mujer con una fuerza enorme: Sólo una mujer cuenta la trágica historia de Hatun Sürücü, una joven alemana descendiente de turcos que quiere tomar distancia de las tradiciones musulmanas de su familia, y que termina siendo asesinada, luego de un asedio tremendo, por uno de sus hermanos. No estamos anticipando nada, el asesinato es presentado en el arranque de la película y a la manera de Sunset Boulevard, desde la muerte, la protagonista irá narrando los hechos que fueron desembocando en ese final. Lo que sigue, entonces, es el minimalista retrato de ese ambiente familiar violento, y el repaso de usos y costumbres de una cultura machista que la mayoría de las veces funciona en paralelo con un Estado que no atiende estos temas con la atención que debiera. La directora Sherry Hormann narra esta historia valiéndose de algunos recursos del thriller. No por trabajar el misterio en la resolución (aunque sí hay algunos datos que conoceremos recién en el desenlace), sino por la forma en que la información ve siendo decodificada para el espectador. El círculo familiar de Hatun se va revelando de a poco, el entramado de poder dentro de ese hogar de varios hermanos y los detalles que fortalecen el círculo violento que sufre la protagonista: todo nace con un matrimonio arreglado que termina con violencia doméstica, un regreso al hogar paterno conflictivo, con un desprecio manifiesto hacia su decisión de separarse, una huida a través de la asistencia social alemana y una aceptación de los modos de vida occidental que son vistos con desconfianza. Hormann hace un retrato singular de esa familia, pone el foco en miserias varias, pero a la vez ofrece una mirada más general sobre la comunidad musulmana que vive en Alemania, especialmente sobre sus referentes espirituales y las curiosas interpretaciones que hacen de los libros sagrados. Si Hatun logra tomar distancia de su hogar, hay un poder más amplio aún, que la asedia y la espía, y que nunca le impedirá cortar los lazos. Si Hormann demuestra no tener demasiadas concesiones a la hora de mostrar un conflicto y registrar sus diversas aristas, es cierto que hace alguna concesión hacia el melodrama y algunos pasajes son un poco banales y repetitivos. Incluso algunos detalles, que son un poco escabrosos, son expuestos sin que tengan demasiado valor desde lo narrativo más que el de caer en cierto morbo y recargar las tintas innecesariamente. En esos momentos Sólo una mujer cae en el peor pecado del cine basado en hechos reales, que es el de ampararse en lo verídico para justificar algunos recursos discutibles. Pero a favor de la directora hay que reconocer que la historia es lo suficientemente interesante e inquietante como para mantener nuestra atención, que maneja la tensión de la historia con fluidez, y que incluso podemos relacionar a los Sürücü con una de las principales familias de la ficción, los Corleone, y sus códigos de sangre de los que no parece haber escapatoria: incluso para la pobre Hatun, que ingenuamente confía que el amor vencerá el odio y hará recapacitar a sus padres y hermanos. Como detalle principal, Sólo una mujer cuenta con una actuación sobresaliente de Almila Bagriacik como esa víctima de una familia y de su sistema de creencias.
Película alemana basada en la historia real de Aynur, de 23 años, quien fuera asesinada en 2005 por su hermano menor basándose en la «deshonra» de ella hacia su familia. Hatun “Aynur” Sürücü es una alemana de ascendencia turca perteneciente a una familia musulmana ultra religiosa. Luego de que su matrimonio arreglado no funcionara y sufriera, estando embarazada, violencia doméstica por parte de su marido, ella comenzará a luchar por una vida libre e independiente en oposición a su familia. De esta manera deberá enfrentarse a su comunidad, padres y hermanos, quienes se niegan a aceptar su “rebeldía” llenándola de insultos, amenazas y desaires hasta que la joven decide denunciar a su hermano mayor luego de un aberrante episodio, lo que será el disparador del comienzo del fin de su vida. El film abre con un plano de acompañamiento de personaje sobre una mujer que camina de espaldas y que lleva un niñe en brazos. El plano está asistido por una voz en off que se autopresenta como “Aynur” (“luna resplandeciente”). Desde el comienzo entenderemos que será el relato en off quien nos direccione la historia y, por consecuente, la cámara se convertirá en herramienta descriptiva de apoyo. Esta secuencia de inicio, encargada de realizar la presentación de personaje, culminará cuando el dispositivo, luego de reencuadrarse en varias mujeres que transitan por la calle, se detiene por sobre la protagonista, a quien veremos muerta, literalmente, sobre la vereda y cubierta por una sábana blanca; comprendiendo también, por la materialidad de la imagen, que dicho registro es netamente documental, perteneciendo a imágenes de archivo del asesinato sobre la verdadera Aynur. Desde ahí intuiremos que la película se convertirá en un gran flashback sobre la historia de vida de esta mujer y su consecuente perspectiva del asesinato; y también de que la directora hará uso de materiales de archivos personales, como fotografías y videos caseros, cruzados en el film, que servirán como «prueba» de que si bien estamos transitando una ficción, la historia no deja de ser un suceso real acontecido. Este comienzo, donde la difunta nos interpela como espectadores, nos retrotrae al comienzo narrativo de Sunset Boulevard de Billy Wilder, pero anulando cualquier vinculación con el cine negro, pues aquí sabemos de primera mano quién es su asesino. En cuanto a la forma, podría acercarse al tono de Amelie de Jean-Pierre Jeunet, con un tecnicismo impecable de los departamentos de arte y foto. Hay una elección de estilo que quizás le quite fuerza a la temática, es que la directora nos plantea una construcción “amable” del relato desde la imagen, y si bien utiliza registros documentales de Aynur, puede que no alcancen y su construcción estética termine suavizando, lamentablemente, el femicidio. Sólo una mujer es una película necesaria, sobre todo en estos tiempos que atravesamos las mujeres. Logra interpelar a les espectadores por su sensibilidad en el relato, pero la elección artificial del tono en su imagen terminará restándole importancia al femicidio de Hatun “Aynur” Sürücü, tema principal del film.
Hatun “Ayhrun” Sürücü, una alemana de ascendencia turca, lucha por una vida libre frente a la oposición de su familia. Sus hermanos se niegan a aceptar su “rebeldía”. Los insultos y las amenazas irán en aumento hasta que la joven decida denunciar a su hermano mayor. Este hecho – que traerá consecuencias trágicas – marcará un antes y un después en su vida. El filme está basado en una historia real que conmovió a toda Alemania. La protagonista de la historia está muerta al comienzo del film. Son varios flashbacks los que cuenta esta trágica historia de machismo en la cultura musulmana. La película es clara, didáctica, indiscutible por la manera directa y potente con la que cuenta la historia. Los hechos ocurrieron ya hace algún tiempo, pero las mujeres siguen siendo víctimas de la violencia machista vinculada con la religión, el supuesto honor de los hombres y el apañamiento de muchos grupos que en su corrección política terminan permitiendo que estas monstruosidades sigan pasando.
MECANISMOS ARBITRARIOS “Podría ser ella”, sugiere la voz en off, mientras la cámara persigue a una joven de espaldas con camisa floreada y una niña en brazos. “O esa chica”, indica cuando otra se cruza por la calle y vira de forma abrupta el punto de vista. “O, tal vez, ésta”, propone en un nuevo seguimiento. “Pero no, soy esa”. El día soleado se convierte en noche cerrada, la gente que pasea da lugar a un cerco de policías o dispersos transeúntes, el registro digital cambia de textura frente al material de archivo y todas aquellas posibilidades se disuelven en un cuerpo cubierto por una sábana blanca de la que sobresalen las zapatillas junto con los restos de la taza destruida contra el piso. La voz de Aynur busca contar su historia en un gran flashback de siete años donde se descubren los motivos que llevaron al hermano menor a cometer el asesinato de honor y a la familia a avalarlo. Sin embargo, la estructura narrativa, el sometimiento de la mirada del público y los diversos artilugios audiovisuales empleados por Sherry Hormann atentan contra el propio discurso. El principal inconveniente del filme es que se erige y avanza sobre una delgada línea entre la denuncia –no sólo de las tradiciones culturales y religiosas ortodoxas, sino también de las falencias dentro de las políticas inmigratorias alemanas– y la mediatización volviéndose ésta última la favorita. Ya se evidencia durante los primeros minutos con los desplazamientos laterales abruptos o la composición que remite a un videoclip, el contraste casi difuso entre lo construido cinematográficamente y lo periodístico, las pancartas con la imagen de la verdadera Aynur sobre su tumba o el desdoblamiento simbólico de Gettin’ jiggy wi it de Will Smith como tema preferido de la joven y guiño a occidente, sobre todo, Estados Unidos, los letreros grandes con nombres de algunos personajes o los intentos por convertir encuadres o zoom in en fotos del caso. Semejante tratamiento no hace más que realzar un punto de vista controlado, donde el espectador queda rehén del bombardeo de datos y acciones e imposibilitado de conformar una lectura personal, mientras que el argumento le cede protagonismo a lo espectacular, a lo manipulado y al efectismo. De esta forma, Sólo una mujer termina por desdibujar el espíritu de compromiso y visibilización que pretende alcanzar a través de una temática urgente y contemporánea. A final de cuentas, ya no importa la historia de Aynur ni de todas aquellas mujeres que padecieron maltrato, abuso o fueron asesinadas por intentar ser libres, sino su mostración mediante todos los recursos posibles para transformarlo en una corriente de pensamiento indiscutido. Por Brenda Caletti @117Brenn