El nuevo film del realizador argentino Alberto Lecchi (El Dedo en la Llaga, 1996) construye un vínculo entre varios personajes españoles y argentinos a partir de la figura de un revolucionario catalán asesinado durante la última dictadura cívico militar en Argentina tras participar de diversos alzamientos insurgentes alrededor del mundo. El hallazgo de los restos de Miguel Creu y su esposa Esther en una fosa común en Buenos Aires por parte de un equipo de antropología forense en las investigaciones recientes sobre los crímenes de lesa humanidad cometidos por los militares y sus cómplices civiles sacuden los recuerdos apartados de su hijo Ariel (Dario Grandinetti) y la admiración del hijo de este, Federico (Juan Grandinetti), pero también movilizan el interés y la curiosidad de Juan Benítez (Juan Echanove), un exitoso escritor español que investiga y escribe sobre un personaje revolucionario basado en las vivencias de Miguel Creu. El descubrimiento de los restos y el juicio al responsable militar que lo ejecutó lo llevan a viajar a Buenos Aires junto a su novia ayudante (Blanca Jara) para completar su investigación y escritor el tercer tomo de la biografía de este extraordinario revolucionario del Siglo XX que parece competir con la figura de Ernesto Guevara. Mientras que Federico se emociona con el agradecimiento y el cariño de los movimientos revolucionarios que quieren despedir a su abuelo, Ariel se enfrenta a cuestiones del pasado que busca olvidar mientras construye su obra magna, una iglesia, lo que además desata ciertas contradicciones con su ateísmo y su amistad con un cura progresista con llegada a las altas esferas de la Curia católica. El complejo relato escrito por el propio Lecchi junto al guionista Daniel García Molt (Una Estrella y Dos Cafés, 2006) comienza durante la guerra civil española para continuar en la época actual trazando las secuelas del heroísmo revolucionario de Miguel Creu en la vida de sus familiares. La construcción del mito revolucionario y la historia se conectan con la investigación de una fiscal de los crímenes de lesa humanidad de un coronel interpretado por Hugo Arana. El guión retrata muy bien diversas cuestiones como la desprotección de los testigos, el miedo a declarar por las amenazas, la impunidad y la falta de rigor que acompaña en general a todo proceso en nuestro país. La dirección de actores, por el contrario, es muy pobre. Desaprovecha todas las interpretaciones, y le otorga una importancia desmedida a personajes anodinos al relato. La fotografía, además, utiliza primenos planos que exacerban esta cuestión en lugar de ocultarla; pero el problema principal es que finalmente la complejidad termina enmarañando y empantanando la historia para rematar el drama como un thriller de forma absolutamente innecesaria y con un pésimo resultado. De esta manera, lo que parecía un buen film sobre la historia de un revolucionario excepcional, el recuerdo de dos generaciones de su figura, las contradicciones alrededor su vida y la recuperación de la idea de revolución y cambio social, se hunden en un marasmo debido a las fallas de un guión que a pesar de los pequeños errores se mantiene a flote hasta que cambia abruptamente de dirección para tirar todo por la borda en un capricho absurdo. Te Esperaré (2017) es así un film que se pierde en una complicación innecesaria debido a pequeños errores que se acumulan y un desenlace fallido de un relato con un gran potencial desperdiciado.
Te esperaré, de Alberto Lecchi Por Mariana Zabaleta La esperada nueva película de Alberto Lecchi (la última película del director de Perdido por perdido, El juego de Arcibel y El dedo en la llaga había sido Sola contigo, en 2004), la apuesta sobre una temática necesariamente pendiente, la dictadura cívico militar Argentina es parte de un nosotros que necesita ser contado. El hallazgo de los restos, de victimas de delito de lesa humanidad, es el disparador de esta historia. Entre los múltiples cadáveres se encuentra una pareja, Miguel Creu y su esposa Esther. El misterio inicia la partida de este thriller, en el centro Miguel y Esther son dos siluetas que comienzan a recortarse a través de los dichos de otros personajes. Tensión se alza presente desde el inicio, nuestro héroe Miguel es una especie de Ulises, venido desde tierras lejanas trajo consigo el espíritu de la revolución. Esta vez no habrá regreso, sino más bien reencuentro de una siguiente generación. Su hijo Ariel (Dario Grandinetti) muestra un resquemor extraño ante la aparición de sus padres, este carácter se acentúa ante el hecho de tener que participar como declarante en el juicio contra el coronel Leiva (Hugo Arana). La sombra de la duda se instala otra vez sumando tensión al film. Ariel se muestra inmóvil, arrastrado por los sucesos, inhibido por sentimientos y pensamientos, tensionado por su familia y por un excéntrico investigador español (Juan Echanove), que dedicó su vida a escribir sobre este héroe revolucionario. El guion es interesante, denota dedicación en conectar los sucesos y los personajes, es la dirección de actores la que resta por completo al film. Ello sumado a una puesta fotográfica extremadamente limpia, que rompe continuamente el verosímil. Estas cuestiones subrayan la puesta liviana del relato, la desprotección de los testigos en el juicio, motor de la acción en la última hora, desestima los procesos judiciales y sociales en nuestro país. El pueblo está ausente, solo aparece tibiamente retratado a través de la absurda figura de los albañiles, mandados a hacer por Ariel (arquitecto-patrón). Que picardía, más elogio rotundo a las interpretaciones de Hugo Arana y Jorge Marrale, que construyen personajes pregnantes de discusión. TE ESPERARÉ Te esperaré. Argentina/España, 2017. Dirección: Alberto Lecchi. Guión: Alberto Lecchi y Daniel García Molt. Intérpretes: Darío Grandinetti, Juan Echanove, Inés Estévez, Hugo Arana, Jorge Marrale, Blanca Jara, Juan Grandinetti, Ana Celentano, Luisina Quarleri, Lucas Ferraro. Producción: Alejandro Piñeyro. Distribuidora: Distribution Company. Duración: 90 minutos.
Un joven en búsqueda de la historia de su familia, más precisamente de sus abuelos. Me hizo acordar cuando me había agarrado la loca de hacer el árbol genealógico de mi familia y buscaba datos o pistas para completarlo. Creo que todos pasamos por esa necesidad, esa búsqueda de identidad. Es algo inefable, surge repentinamente y ahí estamos, tratando de armar un rompecabezas que muchas veces, o la mayoría, queda incompleto. Así es como Federico (Juan Grandinetti), quiere saberlo todo sobre su abuelo que participó en la Guerra Civil Española y luego tuvo que exiliarse en Argentina. Una historia en el marco de los ’70 con un destino trágico. Su padre Ariel Creu (Darío Grandinetti), lucha con este pasado, no muy contento con los movimientos y averiguaciones que hace su hijo. Hay un tercer personaje español, Juan Benítez (Juan Echanove) que vendrá a modificar y cambiar la historia. Una película que atrapa, con un contar lento, pero no por ello aburrido. Las actuaciones son correctas, aunque no destacables. En algunas ocasiones el thriller se funde en un drama, y camina sobre un borde que hace tambalear el relato. Sin embargo, es una película de lazos, de encuentros, de revelaciones, de historia, de pasado, de emoción e identidad que te tocarán alguna fibra íntima.
Película que analiza desde un lugar diferente la última dictadura cívico militar Argentina, a partir de la pesquisa familiar por conocer la verdad sobre un hombre. Darío Grandinetti compone con oficio un personaje de dudosa honorabilidad, pero que así y todo, con sus contradicciones, puede generar empatía en los espectadores.
Mi papá es un héroe Alberto Lecchi (El dedo en la llaga) sigue las reglas del género al hacer su última producción. Su estilo narrativo lo lleva al abordaje de un enigma sobre la identidad de un revolucionario desde el punto de vista de sus descendientes directos. El resultado es una película filmada al viejo modo, que desde su cuento busca reflexionar sobre un tema de actualidad. Un soldado de la Guerra Civil española abandona a una mujer para ir al campo de batalla. Ella le dice “te esperaré” y elipsis mediante nos encontramos en la España actual, en la presentación de un libro dedicado a Miguel Creu, el héroe en cuestión. La identidad real de este personaje se vuelve incierta y abre la trama en dos líneas narrativas: La investigación para un nuevo tomo de la biografía de Creu que lleva al escritor Juan Benitez (Juan Echanove) a Buenos Aires, donde Creu termina su vida en manos de la última dictadura militar. Ahí vive su hijo Ariel Creu (Dario Grandinetti), un arquitecto que construye su obra cumbre –una suerte de altar- y nada quiere saber acerca de su padre pero su propio hijo (Juan Grandinetti) lo empuja a indagar en el pasado. En la búsqueda de los motivos que impulsaron al admirado héroe de guerra, aparece la película que traza vínculos y conexiones –algunas obvias, otras forzadas- entre los personajes a la sombra del idealizado revolucionario. Te esperaré (2017) no se plantea profunda ni en cuanto a los derechos humanos ni a la crisis de identidad. Con simpleza cuenta el cuento, narra una historia con estos elementos de contexto y se permite articular a modo de espejo relaciones y composiciones de carácter a través de las generaciones. Mensaje trasmitido mediante una estructura cinematográfica de antaño, que fuerza situaciones, espacios y épocas en función de la moraleja que construye. Sobre el final hay una intención de virar del thriller sentimental al policial de héroes y villanos. Se busca así reforzar la similitud entre personalidades y sus vínculos, tal vez, demasiado explícitas e innecesarias. Sin embargo, la película cumple su cometido, el mensaje no deja de ser correcto y apropiado a la época, más allá de la literalidad de su enunciado.
Te esperaré es algo que no abunda: una buen thriller nacional. Una película al nivel de guión (o superior en muchos casos) que los films que suelen llegar de Hollywood de forma mensual. Más allá de algunas arbitrariedades y resoluciones, la historia es sólida, muy entretenida y atrapa al espectador. Con un presupuesto mayor (tanto en producción como lanzamiento) hubiera sido uno de los grandes tanques argentinos del año. Alberto Lecchi, director de larga trayectoria y cuya última película fue Sola contigo (2013), presenta su mejor y más comprometido trabajo desde que realizó Nueces para el amor (2000). Con analogías y metáforas (algunas bastante directas) repasa parte de lo peor de la historia española, argentina y norteamericana a través del héroe muerto de la historia. El punto de partida que nos hace conocer a la familia protagonista. Y hablando de familias, muy bien la dupla padre e hijo (en la ficción y la realidad) de Darío y Juan Grandinetti. El personaje del padre genera mucho en el espectador y tiene unos cuantos giros muy buenos. Lo mismo sucede con el co-protagonista español Juan Echanove, (no muy conocido aquí pero de gran prestigio en su tierra). Está bien desarrollado. El resto del elenco está bien pero no para destacar. Dos grandes actores como lo son Jorge Marrale e Inés Estévez legitiman sus roles pero son personajes que les quedan chicos. El film fluye, está bien narrado pese a ciertos tropiezos y posee un final de los buenos. De los que llenan. Te esperaré es un gran exponente de thriller nacional que merece ser apreciado y reconocido.
¿Qué tanto puede repercutir el accionar y el legado de una persona sobre todos aquellos que lo rodean? Este es uno de los temas centrales que vamos a encontrar en Te Esperaré, nuevo film escrito y dirigido por Alberto Lecchi, reconocido por sus dos importantes trabajos en televisión: Epitafios y Mujeres Asesinas. En esta ocasión, el director nos trae un drama entretejido de secretos e incertidumbres, que poco a poco irán saliendo a la luz.
Más relato Sin duda alguna Te esperaré encaja perfectamente como otro ejemplo del cine político de propaganda que desde hace ya más de una década convierte al cine argentino es un bloque obsecuente con la política estatal llevada adelante por el kirchnerismo. A juzgar por lo que pasa en la realidad argentina, es completamente disparado que la inmensa mayoría, casi la totalidad, de los films nacionales se dediquen a expresar sistemáticamente las mismas ideas, algunas heredadas directamente de la década del setenta y otra revisadas por el tamiz ideológico del período 2003-2015. No hay otra cinematografía realizada en gobiernos democráticos que sea tan carente de crítica al presente y que idealice de forma sistemática y sin matiz alguno lo ocurrido en el pasado. No es lo que pasa en la sociedad, no es lo que se vive en Argentina. Pero los cineastas militantes se encargan de reproducir ese discurso sin importarles en lo más mínimo si sus películas son un éxito un fracaso, el negocio para ellos ya está hecho. Cada película, cada obra de arte, tiene derecho a mirar y mostrar el mundo como quiera, es la suma de los más de mil films realizados desde el 2003 hasta la fecha lo que da un promedio de bloque propagandístico infame. Las excepciones, que las hay, son muy pocas. Pero Te esperaré tiene algunos elementos diferentes, conceptos estéticos más cercanos al peor cine argentino anterior a los noventa, con diálogos impostados, actuaciones solemnes, bajadas de línea demasiado obvias. En ese aspecto tiene lo peor del pasado y lo peor del presente. La combinación no podría ser peor. El realizador Alberto Lecchi, interesado desde su ópera prima por los policiales, busca darle potencia narrativa por ese lado, pero es poco lo que puede producir allí. Otra vez aparece la dictadura militar, otra vez los desaparecidos, otra vez una mirada de cartón sobre la lucha armada. Nunca una crítica, un pequeño esbozo de autocrítica aunque sea, del accionar de las organizaciones armadas o del gobierno previo a la dictadura militar. ¿Para qué sirve tratar estos temas si no se los va a tocar de forma adulta y compleja o con un mínimo de honestidad intelectual? Acá el protagonista es hijo de un hombre que luchó en la Guerra Civil española, estuvo a favor de la revolución cubana y terminó siendo desaparecido al asociarse con los grupos militantes de los setenta en Argentina. Este héroe absoluto y sin matices es ayudado por un guión que mete en la misma bolsa tres situaciones y países diferentes. Hasta se da el lujo de decir que si le hubieran dados las fechas habría participado de la revolución bolchevique. Este hijo parece renegar de su padre, con quien tiene cuentas pendientes que se reavivaron al haberse encontrado sus restos. Al mismo tiempo, un escritor español que ha creado un personaje de ficción basado en este revolucionario, se encuentra con el hijo y se enfrentan con respecto a cómo ha sido retratado en los libros. El broche de oro es el nieto, que es quien lleva la voz cantante de la revolución, bajándole línea a su padre acerca de la importancia de los revolucionarios. Para ser una película tan chupamedia de la ideología reinante en el cine argentino, revolución es una palabra que le queda muy grande. Pero esa es una característica del mal cine, decir cosas que no suenan verdaderas, que no respiran credibilidad alguna. Tal vez sea demasiado hacer un análisis minucioso de una película simplemente torpe. Tal vez vincular los casos que mezcla el film con hechos de nuestra realidad sería pedirle demasiado a un guión que termina cerrando de forma ridícula. Un esfuerzo excesivo para esta película. Incluso las mujeres, adornos sin fuerza, personajes aun más chatos, parecen sacadas de un cine argentino viejo, rancio, ya abandonado hace muchos años. En cuanto a los temas abiertos y las discusiones que todo país tiene sobre sus temas más dolorosos, Argentina las podrá ir cerrando cuando desde uno de los sectores se dejen de discutir hechos concretos y se discutan ideas. Los hechos son indiscutibles, no importa cuando haya durado el relato y cuantas películas se hagan para reforzarlo. Te esperaré es, antes que cualquier otra cosa, una mala película, no solo una película más en la larga fila de films de propaganda que aun hoy debemos soportar.
El director de El dedo en la llaga, Secretos compartidos, Apariencias, Nueces para el amor, Déjala correr, El juego de Arcibel, Una estrella y dos cafés y Sola contigo combina el drama familiar y el thriller político con resultados no siempre convincentes. De larga trayectoria en el cine (su ópera prima, Perdido por perdido, data de 1993) y últimamente sobre todo en el ámbito de la televisión, Alberto Lecchi regresó a la pantalla grande con esta película que mixtura elementos del pasado más trágico de España (la Guerra Civil) y la Argentina (las heridas aún abiertas de la última dictadura militar). Tras un prólogo ambientado -entre amores y bombas- en la convulsionada Tarragona de 1938, Te esperaré se concentra en la actualidad: Ariel Creu (Darío Grandinetti) es un arquitecto porteño que está casado con una psicóloga llamada Laura (Inés Estévez) y con la que tienen un hijo de 23 años, Federico (Juan Grandinetti). El protagonista -un marxista ya bastante cínico, escéptico y desencantado con la realidad argentina- entra en una crisis absoluta cuando se entera de que los restos de su padre han sido encontrados e identificados por el equipo de Antropología Forense en una fosa común. Miguel Creu fue un héroe de la República y luego -en su exilio en nuestro país- abrazó la lucha armada en los '70. La aparición del cadáver empieza a remover todo aquello que estaba tapado (negado) y genera fuertes contradicciones no sólo íntimas sino también con su hijo Federico. Las cosas se complican aún más con la llegada a Buenos Aires de Juan Benítez (Juan Echanove), un veterano e incisivo autor de best sellers que está escribiendo el tercer libro inspirado en la figura de Miguel Creu. El film tiene buenas intenciones, algunos pasajes valiosos y sensibles (sobre todo cuando expone la incapacidad del padre para conectar emocionalmente con su hijo) y ciertos conflictos inquietantes, pero en la acumulación de subtramas y personajes (el cura amigo de Ariel que interpreta Jorge Marrale, el represor que encarna Hugo Arana, la fiscal de Ana Celentano o el escaso aporte de la española Blanca Jara) la película pierde cohesión y cede a la tentación de no pocos diálogos altisonantes y subrayados. Así, más allá de ciertos hallazgos narrativos de Lecchi y del impecable acabado técnico, Te esperaré nunca llega a funcionar del todo en el terreno del drama familiar ni -sobre la segunda mitad- en el del thriller.
Te esperaré: paternidad, memoria y compromiso Ariel Creu es un arquitecto argentino casado con Laura y ambos tienen en Federico, su joven hijo, a alguien que no cesa de enfrentarlos. Miguel Creu, padre de Ariel, participó en el bando republicano en la Guerra Civil Española, luego de la cual debió exiliarse en la Argentina, donde formó una familia y fue asesinado durante la dictadura. Este arquitecto taciturno siempre tuvo con su padre una difícil relación, en la que conflictos y resquemores quedaron pendientes de resolución durante las décadas intervinientes. Federico, mientras tanto, crece con una fuerte presencia simbólica de su abuelo, en tanto que la vida de Miguel Creu se desarrolla en pantalla a través de dos libros biográficos escritos por Juan Benítez, un ficticio literato español que llega a la Argentina para darle forma al tercer tomo de su obra. En este contexto se desarrollan intrincadas relaciones en el universo del profundo legado familiar dejado por Miguel Creu, con secretos que se encuentran en un final sorprendente. El director Alberto Lecchi, que retorna a la pantalla luego de rodar en 2013 el film Sola contigo, logró en Te esperaré apuntalar una historia familiar que combina el pasado con el presente dentro de un clima turbulento que va deshojando esos secretos que los protagonistas tenían guardados dentro de sus almas. Darío Grandinetti, Juan Echanove e Inés Estévez logran darle los necesarios matices a esta trama que habla de amores y de rencores.
Familia disfuncional, pero con componente revolucionario A veces, el hijo de un héroe puede aborrecer un poco a su padre. Si el hombre se dedicó más a su misión que a su familia, si arrastró consigo a la esposa enamorada, dejando a la criatura con quien sea, y si encima la famosa misión brindó apenas un discutido triunfo moral, ese hijo tiene razones atendibles. Tal es el entripado que tiene en esta película un arquitecto ya grande con un hijo medio rebelde. Es que el abuelo del pibe fue un libertario de armas tomar. Desde la Guerra Civil Española en adelante anduvo por todas las revoluciones del Siglo XX, según dicen, y así murió. Para colmo en España alguien lo ha tomado como modelo de un personaje literario, con gran éxito, y ahora viene porque quiere saber los detalles de su muerte. Algo más tiene en su mente ese sujeto, pero lo sabremos recién al final, un final, diríamos, gratificante para todos. O casi todos. Entre medio hay unos huesos, una capilla en construcción para un cura descreído, vaivenes, discusiones, seducciones (por ahí anda una españolita blanda de boca), amenazas, reconciliaciones, regresos del pasado, algo de thriller, un juicio que crea suspenso, un rescate bien resuelto, y un elenco bien recomendable. Y una camiseta de Temperley. Se explica: quien supo llevar todo esto es el veterano Alberto Lecchi, coguionista de "Un lugar en el mundo", autor de "Perdido por perdido" y otras buenas películas, e hincha eterno y actual presidente del Atlético Temperley. En eso forma un tridente con el director Francisco Lombardi, que condujo el Sporting Cristal de Lima, y el productor Enrique Cerezo, cabeza del Atlético de Madrid. No está mal.
Es el pasado que vuelve Un padre que quiere enterrar la historia familiar y un hijo que lucha por la memoria, eje de este drama policial. La frase fue dicha una y mil veces: aunque se lo esconda debajo de la alfombra durante décadas, tarde o temprano el pasado reaparecerá y habrá que enfrentarlo. Una máxima aplicable a la historia de un país y también a la de una familia: es precisamente lo que les ocurre a los Creu. Ariel (Darío Grandinetti) reniega de la leyenda de su padre, Miguel, combatiente en la Guerra Civil Española, en la Cuba revolucionaria y en la Argentina de los años ’70, donde fue abatido. Pero su propio hijo, Federico (Juan Grandinetti), está empeñado en desempolvar el recuerdo de su abuelo y averiguar todo sobre su vida y, sobre todo, su muerte. En desmedro de una trama policial no muy bien resuelta, el conflicto entre padre e hijo es lo más rico que ofrece Te esperaré. A partir de esa tensión surgen las contradicciones internas de los personajes y quedan expuestos los matices de una cuestión existencial: la fe. Sobre todo, la fe política: las eternas preguntas que vuelven a plantearse son cuáles son los límites para imponer los ideales y para qué sirve luchar. Por otro lado, la fe religiosa: Ariel es un arquitecto marxista que está construyendo una iglesia; en sus diálogos con un cura (Jorge Marrale) están algunas de las líneas más jugosas de la película. Hace tiempo que la temática de los años ’70 parece sobreexplotada por el cine nacional. Pero si en la Argentina de hoy reaparecen discusiones que ya parecían saldadas -como los juicios por las violaciones a los derechos humanos-, significa que, mal que nos pese, todavía quedan problemáticas por plantear en torno a la última dictadura en el terreno de la ficción. Con frases como “en democracia todavía se dan casos de desaparecidos”, Te esperaré cobra una actualidad estremecedora y pone sobre el tapete un conflicto que no está resuelto, y tal vez nunca lo esté.
Alberto Lecchi (Operación Fangio, Apariencias) dirige esta historia que cruza distintas generaciones familiares, a partir de un escritor español que corre el velo de secreto sobre un origen vinculado a la lucha republicana en la guerra civil española. Eso rebota con distintos ecos en sus descendientes: el hijo arquitecto exitoso -Darío Grandinetti- y el nieto políticamente sensible -Juan Grandinetti-, que se enfrentan de distintas maneras, o ninguna, al pasado familiar: España y la dictadura argentina, en la que terminó el héroe republicano. Las buenas intenciones -¡el mensaje!- están aquí en primera línea, tanto que la narración se resiente con diálogos declamatorios y fallidos intentos por constuir un clima. Hay tanto de drama familiar como de cierto suspenso.
EL PASADO Y LOS SECRETOS QUE SALEN A LA LUZ GUARDADOS EN FAMILIA Alberto Lecchi tiene un sello propio en sus películas, donde el compromiso de sus protagonistas siempre sale a flote, la solidaridad y la verdad se abren paso a pesar de todo Y la fuerza de los sentimientos es vital. En este film, cuyo guión escribió con Daniel García Molt, arranca desde la guerra civil española, hasta nuestros días. La historia de un revolucionario que no se perdió ningún movimiento libertario en el mundo reflejada secretamente en dos tomos de una novela. El autor viaja a la Argentina para contactarse con los descendientes del protagonista de su trabajo literario. Se encontrará primero con negativas a recordar ese pasado, tan cercano con la reciente identificación de sus restos. Desarmará así una trama de protección familiar, conflictos dobles de padres a hijos, miedos por un aparato represor que aun tiene poder, dolorosas verdades que salen a la luz, con un juicio incluido. El elenco es una suma de talentos, Darío Grandinetti, su hijo en ficción y realidad Juan, Juan Echavone, Inés Estévez, Jorge Marrale, Ana Celentano y un sorprendente Hugo Arana. Una historia intrincada donde cierran todos los cabos y se cuestionan valores como la lucha política, la falta de comunicación entre distintas generaciones, el nivel de ayuda que uno puede recibir impensadamente, los miedos hasta por la propia vida y la de su familia. Un interesante film, bien llevado, con picos emotivos, muy buenas actuaciones.
Con el fusil en la mano. Como tantos de su generación, Miguel Creu comenzó como un joven español que a finales de la década del treinta tomó las armas para enfrentarse a las falanges franquistas y que, tras resultar derrotados, pasaron los años siguientes combatiendo al fascismo en el resto del mundo para no regresar nunca a su hogar. La muerte lo encontró finalmente en Argentina en la década del setenta, y durante cuatro décadas no se supo cuál había sido su destino hasta que el Equipo de Antropología Forense encuentra sus restos en una fosa común, junto a varias decenas de otros cuerpos. El descubrimiento se incorpora a la causa judicial contra el militar acusado de esos y otros crímenes, obligando al hijo de Miguel a rememorar una época de su vida que quiere olvidar. Porque muy a su pesar, el padre al que acusa de sus desgracias es considerado un héroe por mucha otra gente. Atraído por la noticia, viaja un afamado escritor español que lleva varios años ficcionando la vida de Miguel Creu en una serie de novelas. Necesita investigar sobre sus últimos años para poder escribir su próximo libro, por lo que pretende ponerse en contacto con su familia. Narrada desde varios frentes simultáneos, Te Esperaré cuenta a la vez una historia sobre el poder de las convicciones y las relaciones entre padres e hijos, pero sobre todo de cómo silenciar el pasado solo lo hace regresar con más ruido. Y la causa en el corazón: Hay películas que dejan la sensación de tener una historia muy interesante que es contada de una forma que no le hace justicia; este es uno de esos casos. La trama de Te Esperaré tarda demasiado en asentarse y tomar impulso, algo que curiosamente no parece ser tanto un problema de guión sino de realización y montaje. Después de una primera parte que sobreexplica de forma casi ofensiva todo lo que cuenta -como si temiera que el público no entienda lo que está viendo- la película parece encaminarse y aprender a regular mejor la información que entrega. Esto le permite contar una historia relativamente coherente que logra pasar por varios temas sin desdibujarse, permitiéndose incluso algunas dosis de humor que aunque no aportan a la trama no llegan a quebrar el clima. Pero que sea medianamente coherente no implica que la narración sea prolija y se generan escenas que no soportan mucho análisis, especialmente algunas subtramas que entran a presión en el conjunto, sin mucha más justificación que tachar ítems en una lista o darle tiempo de pantalla a algunos nombres aunque sus personajes no lo justifiquen. No, no todas las películas necesitan una escena pseudo romántica. Anoten. El pico ascendente que alcanza en el desarrollo, lo derrocha con un desenlace anticlimático y apresurado que pretende cerrar en pocos minutos lo que se tomó tanto tiempo en preparar, acomodando los distintos factores que finalmente intervienen. Esta forma de narrar es coherente con su estética visual chata, clásica de una tira televisiva donde las ambientaciones pocas veces aportan algo a la historia que se cuenta. La cámara no hace más que seguir de cerca a los personajes mientras se ven forzados a relatar en palabras lo que la imagen no cuenta, con diálogos que salvo un par de honrosas excepciones de los intérpretes más experimentados, suenan acartonados y recitados. Los personajes principales logran tener cierto volumen a fuerza de un oficio actoral que contrarresta un texto por momentos endeble, algo en lo que no suelen acompañar con el mismo éxito una serie de secundarios que no justifican mucho su presencia. Quizás lo decepcionante de Te Esperaré es que no es una mala película, sino que deja la sensación de que con una propuesta un poco más pulida y un elenco mejor orientado, tenía material como para ser algo mucho más trascendente de lo que termina siendo. Conclusión: Aunque con un resultado finalmente positivo, Te Esperaré es una película despareja que tarda en asentarse y deja con la decepcionante sensación de que tenía cuerda para más si lograba deshacerse del estilo televisivo que carga.
Todo se desata cuando un grupo de antropólogos forensesencuentran los restos de Miguel Creu y su esposa Esther, cuerpos que fueron castigados y torturados, esto moviliza a sus familiares a su hijo Ariel (Dario Grandinetti) a su nieto Federico (Juan Grandinetti), de 23 años y la curiosidad de un exitoso escritor español Juan Benítez (Juan Echanove) quien ha dedicado varios libros a las vivencias de este personaje Miguel Creu. Un hombre valiente que participó de la Guerra Civil Española, estuvo en la Cuba revolucionaria y en Argentina de los 70, lo que se dice “un héroe”. Este viajó desde Barcelona a Buenos Aires junto a su joven novia (Blanca Jara) periodista y fotógrafa, para estar más cerca de los acontecimientos. Por otra parte una serie de recuerdos y contradicciones se meten en la memoria de Ariel, un arquitecto marxista, que pese a suateísmo está construyendo una iglesia, donde van intercambiando sus ideasen un cruce interesante entre Ariel y el cura Ernesto (Jorge Marrale). Su desarrollo va tomando cierto ritmo de thriller, reflota recuerdos, misterio, secretos, dolor, impunidad, tiene varios momentos de tensión y está relacionada con los delitos de lesa humanidad cometidos por la última dictadura cívico militar en Argentina. Una realidad que mantiene las heridas abiertas y que no permite que cierren.
Publicada en edición impresa.
Crítica emitida en "Cartelera 1030" Radio Del Plata (AM 1030) el sábado 4/11/17 de 20-21hs.
LA BAJADA DE LÍNEA COMO ÚNICO RECURSO Alberto Lecchi forma parte de una parte de la generación de los noventa en el cine argentino que en verdad se formó a partir de ciertos preceptos discursivos y estéticos del cine nacional de los setenta y ochenta. Ya en sus dos primeras películas, Perdido por perdido (1993) y El dedo en la llaga (1996), se podía ver una tensión no resuelta entre la necesidad bajar línea desde lo discursivo y un mayor apego a las herramientas genéricas. Simplificando, un debate entre el cine de Adolfo Aristarain y el de Héctor Olivera. Pero si en su ópera prima parecía pesar más la vertiente propia del realizador de Tiempo de revancha, en su segundo film la que se terminaba imponiendo era la línea del director de La Patagonia rebelde. Sus siguientes películas continuaron por esa misma senda, con lo narrativo siempre condicionado por la necesidad de una discursividad explícita. En Te esperaré, ese proceso vuelve a repetirse, a partir de un relato centrado en la figura cuasi simbólica de un tal Miguel Creu, que en el film es presentado como un eterno luchador que participó de casi todas las luchas revolucionarias del Siglo XX y que terminó encontrando la muerte durante la última dictadura militar en la Argentina. Mientras un escritor español llamado Juan Benítez (Juan Echanove) ha ido siguiendo y retratando toda su trayectoria, convirtiéndose prácticamente en su biógrafo oficial; para su hijo, Ariel (Darío Grandinetti), desarrolló un vínculo dificultoso, con varias cuestiones que quedaron pendientes, que se agravan porque su hijo Federico (Juan Grandinetti) tiene a su abuelo como un referente político y simbólico. A partir del hallazgo del cuerpo de Miguel y su esposa en una fosa común por parte del Cuerpo Forense, esas líneas de conflicto empiezan a confluir, en una historia que gira alrededor de los lazos afectivos y las relaciones paterno-filiales. Durante la primera hora, se puede intuir que Lecchi no termina de contar algo porque pareciera estar buscando precisamente qué contar, mientras va presentando a los distintos personajes. Y si durante esos minutos Te esperaré exhibe pasajes donde se permite encontrar rangos aceptables de fluidez en la construcción de climas dramáticos, ya hay un cierto entorpecimiento en la falta de rigor para construir diálogos –el primer encuentro entre Juan y una fotógrafa está plagado de inverosimilitudes- o retratar mundos profesionales: Ariel, por ejemplo, es un arquitecto que trabaja en una obra en construcción vestido como si estuviera en una oficina de Puerto Madero. Pero lo peor llega, llamativamente, en la última media hora, cuando Lecchi encuentra por fin eso que quiere contar. Allí, la estructura narrativa de Te esperaré se cae a pedazos sin remedio. Lo dramático se da la mano con el thriller policial, pero es un Coronel interpretado por Hugo Arana –en plan villano caricaturesco- el que marca el ritmo y las ambiciones de la película, que van en consonancia con bajar línea a favor de una idealización absoluta de los métodos y motivaciones de la lucha revolucionaria contra el imperialismo y las dictaduras como la de Videla. El problema no pasa solamente por la mirada esquemática, lineal y superficial que construye Lecchi –casi no hay problematización de ese padre ausente que es Creu, porque lo que se impone claramente es la admiración por sus causas y acciones-, sino también por esa ausencia de rigor que ya venía de antes pero que en los últimos minutos llega a niveles casi risibles. Lo que parece importar en Te esperaré es decir algo reivindicatorio sobre las luchas revolucionarias del siglo pasado. Lo que sea y cómo sea. Por eso las frases invadidas de impostación, las actuaciones desbordadas (hay una escena entre Grandinetti y Echanove que se ubica entre los primeros puestos de los excesos actorales que han sabido darnos las co-producciones entre Argentina y España), los personajes –como el de Jorge Marrale- sin verdadero sentido dentro de la historia y los giros insostenibles en la trama. Lo que no hay es narración y construcción de personajes, herramientas cinematográficas a las que Lecchi nunca toma en cuenta.
La nueva película de Alberto Lecchi es un entrecruzamiento de generaciones con epicentro en un padre y en un torbellino de períodos de la historia política que afectan a cada personaje. El origen del conflicto está en la Guerra Civil española y de ahí pasa a formar parte de la última dictadura militar argentina. Te esperaré es una película emocionante aunque sin golpes bajos. Y va montada sobre un elenco que es creíble, y que permite sintetizar varias de las incógnitas que todavía arrastramos en nuestro acervo cultural, fundado sobre años oscuros y vidas perdidas. Darío Grandinetti compone a un arquitecto cuya relación con la figura de su padre fallecido es un gran conflicto. El hombre fue un héroe de guerra, y su nieto (hijo de Grandinetti) quiere conocer a fondo la historia. El abuelo murió también peleando pero en Argentina. Mientras los intereses de padre e hijo se alinean en pugna, aparece el español Juan Echanove, quien tiene un libro exitoso inspirado en la vida del abuelo fallecido. Los conflictos del núcleo duro de la familia irán entrelazándose con intereses más grandes, ajenos y siniestros. La sombra de un pasado horroroso todavía opaca las jornadas del presente, y los Grandinetti –cada uno en su personaje– se volverán las antípodas, las dos caras de una misma moneda acuñada en el miedo y en la sospecha. Contra su voluntad, el personaje de Darío Grandinetti deberá tomar una serie de decisiones que cambiarán el curso de la vida de quienes tenga cerca, para siempre. Con actuaciones bien logradas y un guion que sostiene el paso firme hasta el final, Te esperaré no es sólo un buen thriller con factura nacional, también puede ser un llamado de atención para no cerrar los ojos ante una realidad es parte de nuestro ADN.
Como un manual de instrucciones O se narra o se predica. Si se hace esto último, el relato se resiente, la película se torna explicativa y preocupada por decir(se). Es por esto que la importancia de un film está en su abordaje formal, no en su temática. Si fuese ésta quien tuviere el acento, bastaría por validar a Te esperaré, en donde la relación padre/hijo (Darío y Juan Grandinetti) provoca un enfrentamiento que toca a la memoria del abuelo, una de las víctimas de la última dictadura militar. Pero esto no es todo, el abuelo peleó contra los fascistas en España y tuvo vínculo con la revolución cubana, entre mucho más. Se trata de un personaje que el film postula de manera "legendaria", y que ha sido recreado desde una ficción casi documental por la literatura; aquí es donde se inscribe el personaje que interpreta Juan Echanove, en tanto literato dedicado a completar una trilogía sobre este personaje casi mítico. Por eso, el viaje a Buenos Aires y el contacto histórico y familiar sobre el que descansa el film de Alberto Lecchi. Como se decía, en Te esperaré hay predilección por la declamación antes que por el relato. Pareciera que la película no se cree lo que está contando, y culmina por caer víctima de sí misma. Puesto que se trata del realizador Alberto Lecchi, uno extraña aquí mejores resultados, como los que significan, por caso, Operación Fangio y Secretos compartidos. Allí, el relato está por delante de lo que sucede, mientras que en Te esperaré las resoluciones son prácticamente inverosímiles, y no llegan a sentir ni encarnan lo que la película procura tematizar. En este sentido, los diálogos amenazan con llevarse por delante todo lo demás, de tan evidentemente escritos (y recitados). Como si cada una de las líneas dichas tuviese encima la carga de tener que enunciar algo importante. El efecto, justamente, es el inverso. Así como el subrayado que las acciones suscitan, como lo supone la coincidencia entre el diálogo entre padre e hijo en el automóvil, en tanto pie a la discusión violenta que a continuación se genera con otro automovilista. Esta caracterización logra una caricaturización que termina por hacer perder la seriedad que se pretende. Como caso suficiente aparece el militar interpretado por Hugo Arana, cuyas gesticulaciones lo sitúan al límite del cartoon. Ni qué decir de la resolución en la iglesia, entre mordazas y armas de fuego. No queda claro qué es lo que persigue la película luego de algo semejante. De paso, sí viene bien destacar el hacer de Jorge Marrale como el cura en cuestión, con ciertos diálogos algo afilados, a los cuales el actor les imprime ironía propia. Pero lo cierto es que no alcanza. Mucho menos con los amoríos que el escritor español lleva adelante, con un Echanove que parece explicar lo que sus respuestas aparentemente ingeniosas dicen. Seguramente, la participación de los Grandinetti sea una especie de espejo de límite difuso entre pantalla grande y realidad. Pero sus enfrentamientos están tan diagramados en palabras y poses y gestos, que no se alcanza a respirar conflicto alguno. Mucho menos desde las intromisiones "psicoanalíticas" de la esposa y madre que compone Inés Estévez, cuyos decires parecen rúbricas perspicaces. En otras palabras, Te esperaré está llena de buenas intenciones, pero la virtud que guía al cine es la acción. A partir de ella, lo demás.
Te esperaré", marcas de la historia La historia familiar -sus conflictos, la ideología, los afectos, el abandono, entre otros temas- es el eje de "Te esperaré", la película que reunió por quinta vez a Darío Grandinetti y el director Alberto Lecchi. La historia comienza en 1938 con una pareja teniendo sexo en el campo. Ruido de balas, promesa de amor y él parte a la batalla. Ochenta años después, en Argentina, se verá qué consecuencias tuvo aquella historia fugaz de dos adolescentes sobre dos generaciones. Los afectados son Ariel Creu (Grandinetti), su hijo Federico (Juan Grandinetti) y el escritor español Juan Benítez (Juan Echanove), que llega al país para completar su trilogía sobre Miguel Creu, un militante que luchó en el bando republicano y del cual se dice que "estuvo en todas las revoluciones del siglo XX". Emigrado a Argentina continuó con su convicción política y se involucró en la militancia de los 70. Décadas después, sus restos son identificados por antropólogos forenses. Lecchi construyó un relato potente por su significado, con buenas actuaciones y un guión que hace un efectivo equilibrio entre la tragedia personal, las emociones, la historia y las convicciones que trascienden el tiempo y las generaciones.
El director Alberto Lecchi vuelve a la gran pantalla con Te esperaré, un drama lleno de incertidumbre que busca reflexionar sobre los vínculos familiares y la idea de revolución a través de diferentes contextos políticos. En medio de la Guerra Civil española, un soldado catalán aprovecha el poco tiempo que le queda para despedirse de una joven antes de partir al campo de batalla. Como es de imaginar, en medio de esa conversación ella pronuncia: Te esperaré. Esas dos palabras son suficientes para que se sumerja en un mar de incertidumbre, a la espera de cualquier señal de su amado que le dé tranquilidad y que, al mismo tiempo, le ayude a construir su ilusión de una vida juntos. El tiempo pasa. El escritor español Juan Benítez (Juan Echanove) presenta su último libro dedicado a ese soldado catalán, a ese auténtico revolucionario llamado Miguel Creu. Benítez lleva años ficcionalizando esa vida, en sus libros investiga sobre sus trayectos y cómo atravesó diversas luchas libertarias alrededor del mundo. En medio de una nueva investigación para otra novela el escritor viaja a Buenos Aires, el último destino del revolucionario luego de luchar y finalmente morir en plena dictadura militar. Sus restos y los de su mujer Esther son hallados por parte del equipo de antropología forense en las investigaciones recientes sobre crímenes de lesa humanidad. Este descubrimiento perturba los recuerdos de su hijo Ariel Creu (Dario Grandinetti), quien le guarda rencor por no haber estado más presente y priorizar sus ansias de lucha en vez de su familia. En cambio su nieto Federico (Juan Grandinetti) lo admira profundamente. Y es él que se empeña en buscar datos sobre su trayectoria y estar en contacto con su historia. Esto hace que inevitablemente se encuentre con Benítez, quien necesita conocer a los descendientes de su admirado personaje. En medio de esta nueva investigación se observan no sólo los motivos que impulsaron al héroe revolucionario sino también los vínculos entre los diferentes personajes que, a pesar de venir de diferentes orígenes, guardan muchas cosas en común. El guion escrito por Lecchi junto con Daniel Garcia Molt atraviesa diferentes contextos políticos para trazar los efectos del heroísmo revolucionario de Miguel Creu en la vida de sus familiares. Este revisionismo histórico se conecta con un tema actual en el país: los juicios por crímenes de lesa humanidad. A través de una ficción se observan diferentes cuestiones del proceso como la desprotección de los testigos, el miedo a declarar por amenazas y, por sobre todo, la impunidad con la que se manejan los acusados. Su principal problema es desaprovechar un tema tan complejo para conseguir un suspenso innecesario y con un pobre resultado. Por otro lado prioriza a personajes que no ayudan a la trama y no enfatiza las grandes actuaciones con las que cuenta, entre ellas la de Darío Grandinetti e Inés Estévez (que cumple el rol de su mujer). Y también con la idea de exacerbar el drama, la narración se enreda en diversos recursos mal logrados que la convierten en irrelevante y con un flojo desenlace.
Crítica emitida por radio.