Tiempo dialogado El cine argentino suele ser esquivo al género fantástico (Moebius es uno de los pocos casos), pocas películas apuestan a un tipo de relatos que necesitan desde la teoría grandes presupuestos con inciertos resultados de taquilla. La película escrita y dirigida por Victor Postiglione funciona en esa línea con una premisa atractiva de paradoja temporal. La historia presenta a la pareja que componen Franco (Guillermo Pfening) y Julia (María Nela Sinisterra), cuyas vidas cambian una mañana, al enterarse él que ella falleció en un accidente. El dolor de la pérdida y la aparición del personaje de Luis Luque, suerte de tutor de la chica, lo involucran en una investigación acerca de las causas de su muerte. Mediante información aportada por una agenda, internet y varios personajes misteriosos, Franco se involucra en un mito urbano llamado “tiempo muerto” que trae aparejado magia negra y sesiones de espiritismo con el fin de reencontrarse una vez más con su amada. La premisa, una mezcla de Ghost, la sombra del amor (Ghost, 1990) con una película de terror de fantasmas, sigue a su vez el camino del relato policial: Franco es quién recopila los datos para que el espectador ate cabos sobre lo sucedido. Pero también es el héroe romántico, sufrido por el dolor existencial que le genera perder a un ser querido al estilo de Víctor Frankenstein. En ese juego de citas Tiempo muerto (2016) construye su particularidad, al destacarse en el abordaje de un género poco transitado del resto de la producción nacional. No obstante la película carece de un desarrollo visual acorde a su propuesta. El propio relato empuja a la película a una serie de diálogos entre dos personajes intercambiando datos. Esta información es trasmitida verbalmente al espectador siendo redundante y hasta desprovista de atractivo visual. Escenas resueltas de manera simplista, con una puesta en escena televisiva que presenta a dos personajes hablando en reiteradas ocasiones. El progreso de la trama obligaba a situaciones físicas (persecución, peleas coreografiadas o algunos simbolismos) para no caer en información sólo proporcionada por boca de los protagonistas, como sucede. Esta particularidad también trae aparejada una consecuencia: la explicación en demasía, que la cantidad de información hablada supone, sin contar con la ambigüedad de la imagen, muchas veces más interesante. Sin embargo se valora la iniciativa de esta coproducción filmada en Buenos Aires y Colombia. Con directores que arriesgan con sus propuestas, el futuro de un cine de género de calidad es posible. Las limitaciones de producción pueden solucionarse, no así la falta de riesgo que aquí celebramos.
Volverte a ver. El cine de género es un terreno fértil y aún debe ser explorado a partir de la dinámica que permite el ensayo y error como punto de partida, pero con la suficiente espalda como para echar a volar ideas como es el caso de Tiempo muerto (2016), que no debe confundirse con el documental basquetbolístico Tiempo muerto de 2010, relato que cuenta con una premisa más que interesante pero que por estar atravesado con la ley de las paradojas temporales a veces pierde consistencia en la propuesta integral.
El suspenso y los toques sobrenaturales impulsan una historia en la que el protagonista puede revivir el recuerdo con su esposa fallecida en un accidente. El clima inquietante queda relegado por las explicaciones que dan los personajes. Una historia que mezcla suspenso y toques sobrenaturales es la que impulsa el director Víctor Postiglione en esta coproducción argentino-colombiana que intenta jugar más con los climas que con los efectos. Tiempo Muerto parte de una idea interesante: la posibilidad de revivir los recuerdos y reencontrarse con los seres queridos fallecidos, un tópico utilizado generalmente por las realizaciones de terror. Franco -Guillermo Pfening- sufre la pérdida de su mujer Julia -María Nela Sinisterra-, una periodista, en un accidente de auto. La presencia de un extraño, Luis Ayala -Luis Luque- en el cementerio le abre la posibilidad de acceder a una leyenda urbana, llamada Tiempo Muerto, por medio de la cual es posible revivir los recuerdos con personas fallecidas. Entre el estudio de fenómenos científicos cuánticos, las dudas que aquejan a Franco, imágenes difusas que distorsionan la realidad y la aparición de los recuerdos como una posibilidad de existencia paralela, la película va enhebrando una trama que acumula personajes misteriosos, una suerte de secta que realiza estas actividades, y encamina al protagonista a una situación tan peligrosa como confusa. Tiempo Muerto alcanza los momentos de mayor interés sobre el final pero su desarrollo presenta demasiadas explicaciones en lugar de plasmarlas en imágenes, lo que resta interés al film. Un elenco conformado por artistas locales y colombianos se suman a este thriller que plantea lo infinito como una anhelada probabilidad.
Víctor Postiglione escribe y dirige otra de las películas que apuestan al género en la industria nacional. Esta vez, un thriller con cierto toque fantástico, una historia sobre la muerte y las decisiones en vida. ¿Qué es un tiempo muerto? En el cine, es un momento en el que no sucede nada que haga avanzar a la historia, como un flashback, que nos ayuda a conocer algún costado de la trama pero no la modifica. En esta película, es algo parecido. Un tiempo muerto es un momento que se puede contratar (tras una suma bastante grande de dinero) para volver a vivir cierta escena con una persona ya fallecida, una oportunidad para decir algo que en su momento no se creyó importante porque supuestamente habría mucho tiempo para eso. “La muerte es un paso inexorable. Vuelve a su origen, al nacimiento, al principio”. Franco (Guillermo Pfening) queda devastado tras la trágica y repentina muerte de su mujer. Sumergido en su propia tristeza, la aparición de Luis Ayala (Luis Luque), un aparente amigo de su mujer, lo mueve a introducirse en un mundo desconocido. Es que los diarios que ella, periodista, dejó y comentarios que este hombre le realiza le hacen creer que realmente puede haber habido algo extraño en su muerte, que puede no haber sido casual. De repente, Franco se encuentra dándole la espalda a su racionalidad y apostando casi ciegamente (algo que hay que decirlo, hace un poco de ruido en el guión) en una mujer a la que le paga 20.000 dólares que no tenía con la esperanza de volver a ver a su amada. Y de a poco se va encontrando con una historia más oscura de lo que esperaba. Hay una correcta construcción de climas y atmósferas en esta película rodada mayormente en Colombia pero un guión plagado de diálogos sobreexplicativos y un desborde de tonos (es una de terror, una de suspenso, una dramática y una romántica, todo al mismo tiempo) derivan en un resultado más bien desparejo. Aun así cabe destacar que esta ópera prima no deja de ser una muestra más de un cine que no deja de buscar nuevas historias y no temen apostar al género.
Interesante semana la del paraguayo Victor Postiglione, con varios cortometrajes en su haber, el mismo día convergen en cartelera dos estrenos que lo tienen como protagonista. Por un lado es el director y guionista de uno de los ocho cortos que integran la decimosegunda edición de Historias Breves; y además estrena su ópera primera en el largometraje Tiempo Muerto. Lo sorpresivo, son las variadas diferencias que se presentan entre uno y otro. En El Plan, el trabajo de Postiglione que integra Historias Breves, uno de los mejores del conjunto, la apuesta es por un montaje fraccionado y ligero que gira en torno a una denuncia de violencia familiar. Imágenes crudas, gráficas, pero a la vez con un tratamiento cálido otorgado por el punto de vista de dos menores; y principalmente, la casi ausencia de diálogos en sus poco más de diez minutos. Este trabajo quizás sea más acorde a los trabajos anteriores del realizador. Por el contrario, en Tiempo Muerto hay una inclinación hacia lo fantástico, desde el drama y también asomándose al terror. Es la historia de un amor, con la muerte como interferencia; pero en donde las palabras cobran una importancia quizás mayor de la necesaria, quitándole fuerza a lo que podría expresarse desde lo visual. Se nos presenta la historia de Franco (Guillermo Pfening, casualmente también el padre de El Plan), casado con Julia (la ascendente Marianela Sinisterra). Julia muere intempestivamente en un accidente. Franco sumido en un espiral de dolor no puede salir adelante. Una serie de hechos, lo llevan a la necesidad de investigar las razones de su fallecimiento. Es así como termina involucrándose con algo conocido como Tiempo Muerto. Diferentes personajes y una investigación por varios medios alternativos (o no tanto) terminan convenciéndolo de que esta mezcla de esoterismo y otras yerbas pueden ser la vía, primero para poder despedirse de su amada, y luego como la posibilidad de retenerla. Hay acá varios elementos que se conjugan. Por un lado saber qué es lo pasó con el hecho que causó la muerte, y también el elemento fantástico que puede resultar más peligroso de lo que aparenta. Las reminiscencias son muchas y evidentes. Desde el Subiela de No te mueras sin decirme a dónde vas, al John Dahl de Unforgettable, o más aún la aún no estrenada en nuestro país The other side of the door. No obstante, en la mixtura, la premisa no deja de ser original, más para nuestra filmografía que siempre se muestra reticente a adentrarse al género fantástico mezclándolo con otro género. El argumento se sigue con interés y hay un cierto ritmo logrado. Pero no podemos dejar pasar ciertas dificultades en el desarrollo. En el terreno de la ciencia ficción o el terror no es necesario que todo sea explicado hasta el detalle. El verosímil se logra solo desde que el espectador acepta que se adentra a una propuesta en donde no todo lo que se cuenta es real. Quizás por una falta de presupuesto para un mejor despliegue visual, Postiglione elige dejar en palabras, muchas veces reiterativas, hechos que podrían resumirse en acciones. Se explica una y otra vez en qué consiste el Tiempo Muerto, desde diferentes posturas, pero redundando sobre el mismo asunto. En cuanto al rubro interpretativo, es probable que Guillermo Pfening no sea el intérprete ideal para este tipo de propuestas, se lo haya fuera de registro, incómodo; extraño en un actor que en el mundo del drama ha sabido entregar roles más que destacables. Marianela Sinisterra demuestra que es mucho más que una cara y un cuerpo bonito, aunque se le exija exponer piel, la morocha tiene lugar para desarrollar talento sólido en la creación de personajes, y hay que reconocerle ya una interesante y fiel trayectoria dentro de nuestro cine de género. Luis Luque, en un papel más chico pero no sin importancia, comprueba lo que todos sabemos, es un todoterreno del magnetismo. Aún con sus desaciertos, Tiempo Muerto es una propuesta atrayente, jugada, que despierta interés y ofrece una resolución lógica. Su mejor carta es decidir no transitar los caminos convencionales y disimular sus aspectos limitados en el presupuesto. Todavía le queda un largo camino por recorrer y aspectos a mejorar, pero su realizador Victor Postiglione demuestra ser un creador inquieto, dispuesto a nuevos estilos y cambios en su carrera. Tiempo Muerto es una correcta carta de presentación
ROMANCE Y LEYENDA URBANA Co producida con Colombia, escrita y dirigida por Víctor Postiglione, abreva en una supuesta leyenda urbana que permite una comunicación con los muertos, reviviendo un recuerdo específico. A eso se refiere el título. Una historia romántica y fantástica que se da vuelta como un guante y recuerda algo de cuentos de Bradbury y Cortázar. Guillermo Pfening y Luis Luque le ponen firmeza a sus personajes y le dan carnadura a una interesante opera prima.
Imperfecto, pero original I "Todos me dicen lo mismo... Es que vieron tantas películas de terror que se les quemó la cabeza". Este tipo de parlamentos no sólo aporta ironía a "Tiempo muerto", sino que también, pronunciado en un momento culminante de la historia, define la diferencia entre un film de terror y un melodrama fantástico como el que propone el director Víctor Postiglione. La trama plantea una original mezcla de espiritismo y paradoja temporal. Guillermo Pfening es un argentino que vive en Colombia por motivos no demasiado claros y, cuando su mujer, María Nela Sinisterra, muere en un accidente de tránsito, otro personaje argentino en Colombia, Luis Luque, especie de padre adoptivo de la difunta, aparece con la idea de que detrás de ese accidente hay algo sospechoso. La trama da mucha vueltas para arrancar y está llena de detalles poco convincentes, pero justamente es este personaje, a cargo de Luis Luque, el que deja claro cómo un eficaz trabajo actoral puede remontar y mejorar evidentes problemas argumentales. De todos modos, cuando la historia empieza a tomar forma, prácticamente promediando la proyección, el asunto se vuelve realmente interesante, ya que aborda un tema sobrenatural original y nada remanido, además de hacerlo en un tono bastante distinto a las convenciones del género. Otro punto a favor son algunos personajes secundarios interpretados por actores y actrices colombianos, por ejemplo la especie de mánager de un vidente que compone con mucho humor Consuelo Luzardo. Por otro lado, "Tiempo muerto" tiene muy lindas imágenes, gracias a las atractivas locaciones colombianas muy bien fotografiadas por el talentoso Hugo Colace. Con un poco más de pulso narrativo la película funcionaría mejor, pero de todos modos este original melodrama fantástico tiene muchos aspectos interesantes.
Tiempos extraños. Franco (Guillermo Pfening) y Julia (María Nela Sinisterra) forman una joven pareja, están muy enamorados y tienen planes para el futuro. Cuando ella muere, Franco cae en una enorme depresión hasta que un amigo en común (Luis Luque) le dice que la muerte de su novia no fue un accidente sino un asesinato relacionado a una investigación que realizaba en su trabajo como periodista. Julia estaba investigando el mito de los tiempos muertos, según el cual hay un hombre que por una gran cantidad de dinero puede hacer que revivas un momento con alguien que ya no está en este mundo, a eso se le llama tiempo muerto. Siguiendo las pistas del trabajo de Julia, Franco encuentra la manera de llegar a este hombre para poder volver a ver a su novia y encontrar la manera de advertirla y salvar su vida. Pero, como en toda película que sobre este tema, sabemos que tratar de modificar el pasado siempre es peligroso. Victor Postiglione se arriesga con un género que pocas veces eligen los directores argentinos. Sin necesidad de efectos especiales o una gran producción, nos introduce en un thriller de ciencia ficción donde lo irreal y lo sobrenatural puede estar a la vuelta de la esquina. "Tiempo Muerto" es una historia interesante, pero con un final un previsible. El guión no es muy sólido al tratar las idas y vueltas en el tiempo y la historia pierde un poco de fuerza y dinamismo, pero es un filme con una buena dirección y correctas interpretaciones que logra enganchar al espectador y generar buenos climas de suspenso.
Terreno poblado de marionetas. Aunque forma parte de su ADN, el guión nunca hace a la película, por más que muchos sigan empeñándose en la idea de que de su escritura dependen en gran medida los resultados finales. El caso de Tiempo muerto es paradigmático: es posible imaginar otra película radicalmente diferente, tal vez más estimulante, a partir de su bosquejo narrativo, de sus situaciones y elementos dramáticos constitutivos. De su trama esencial, en definitiva. La ópera prima de Víctor Postiglione (nacido en Paraguay, de padres argentinos de paso por el país vecino) se acerca al terreno del thriller sobrenatural –muy poco abordado por estas latitudes– con un evidente respeto por sus (teóricas) reglas, establecidas por decenas y decenas de títulos previos, y un paquete de ideas formales que la acercan a un formato televisivo en el peor sentido: expositivo, a partir de unos diálogos muchas veces farragosos, e hiperbólico en la construcción de los personajes, casi siempre al borde de la caricatura no intencional. Rodada completamente en Colombia (se trata de una coproducción con ese país), el film arranca con una de esas escenas de amor idílico que suelen anticipar el desastre. Franco (el experimentado Guillermo Pfening) y Julia (la colombiana María Nela Sinisterra, quien viene desarrollando una aún breve pero constante carrera como actriz en nuestro país) se aman, lógicamente, con locura. Y el desastre llega bajo la forma de la muerte de la joven morena, atropellada por un auto luego de un encuentro con su mentor en el mundo del periodismo, Ayala (Luis Luque), casi un padre putativo. Es precisamente Ayala quien, luego del entierro, le confiesa a Franco la sospecha de que el accidente de quien iba a ser su esposa no es tal. Los primeros cuarenta y cinco minutos de Tiempo muerto están dedicados a la investigación de uno y otro de los rastros dejados por la difunta, acerca de un mito urbano que bien podría tener un componente real: un hombre es capaz de entablar contacto con el mundo de los espíritus a partir de los “tiempos muertos”, momentos fugaces durante los cuales aquellos que están aquí pueden volver a encontrarse con los que ya pasaron hacia el otro lado. Mientras el loft del joven comienza a vaciarse de muebles y decoraciones, cuya venta es esencial para hacerse del dinero necesario para pagar ese “viaje” de reencuentro, la trama avanza en una línea recta hacia el desenlace y los personajes se convierten esencialmente en marionetas atadas al texto escrito: Franco se deprime y, por lo tanto, deja crecer su barba, al tiempo que convive con las cucarachas más grandes de Colombia; Ayala comienza a mostrar un costado oscuro, que la película explicita a partir de la puesta en escena y el uso de la música. La iluminación preciosista y funcional de Hugo Colace es un ejemplo más del profesionalismo que inunda el debut de Postiglione, donde todo parece estar en su lugar, pero pocas cosas generan entusiasmo. El de Tiempo muerto es un terreno semidesértico, resecado merced a su punto de partida y destino final: proveer un producto competente a costa de evitar cualquier clase de riesgo.
Este thriller fantástico parte de una idea interesante que termina opacada por el exceso de diálogos explicativos. La relación entre Franco (Guillermo Pfening) y Julia (María Nela Sinisterra, atención a esta bomba colombiana, y no por sus dotes actorales) parece estar en su mejor momento: son jóvenes, bellos, están enamoradísimos, les va bien en sus trabajos. Pero a ella algo la atormenta: tiene pesadillas y actúa misteriosamente. Su intempestiva muerte, en un accidente de tránsito, llevará a Franco a investigar sus últimos pasos, a instancias del mentor de su novia, el viejo periodista Luis Ayala (Luis Luque). El guión del primer largometraje de Víctor Postiglione -ayer también estrenó el corto El plan, dentro de Historias breves 12- ganó el concurso de operas primas del Incaa. La historia tiene su atractivo: empieza como un thriller convencional, va incorporando ribetes fantásticos y consigue generar intriga, con un final inesperado, capaz de despertar preguntas y discusiones. Pero en esto último también está la mayor debilidad de Tiempo muerto. Porque la interesante idea de la que parte es un tanto enrevesada, y para poder desarrollarla con cierta claridad, Postiglione se ve obligado a incluir largos diálogos explicativos que enturbian la dinámica y hacen que el suspenso se pierda mientras intentamos procesar toda la información que acaban de darnos. Diálogos que, además, a los actores les cuesta hacer creíbles: Pfening y Luque están lejos de sus mejores trabajos. Y la película también sufre un mal frecuente en las coproducciones -en este caso, con Colombia-, donde la mezcla de acentos es justificada con fórceps y termina conspirando contra el fluir del misterio.
Si algo hay que destacar de "Tiempo Muerto" es la dupla Guillermo Pfening / Luis Luque, que al menos a mí, fue lo que más me atrapo durante todo el trayecto de la película. La historia plantea algo interesante que se torna aburrido con el pasar de los minutos y le genera, a uno como espectador, las ganas de querer gritarle a la pantalla para que accionen aún más. El armado de los personajes de Pfening y Luque son lo más destacable de todo y hasta te diría que los últimos 10 minutos, en los que sucede algo inesperado, también son para subrayar. En síntesis: una peli con una buena idea, buenas actuaciones por parte de los dos actores que nombré anteriormente pero que como resultado total nos deja saldo desfavorable.
Esta es una historia de género, que va mezclando el thriller, lo sobrenatural y el suspenso. La trama va generando climas entre fantasmas, informes y la leyenda urbana. Cuenta con la actuación de Guillermo Pfening y Luis Luque.
Un género con vida Una nueva obra de cine fantástico nacional llega a los cines locales protagonizada por los siempre efectivos Guillermo Pfening y Luis Luque y la participación de un importante elenco colombiano. El cine fantástico nacional es quizá uno de los que más en deuda está con los espectadores no por la falta de títulos sino más que nada porque no ha logrado la masividad que sí tiene en otros países, sobre todo en el mundo sajón o en remotos lugares como la India o Rusia. La cruda realidad, los policiales o las comedias tontonas parecen ser el tipo de película favorita de los argentinos pero sin embargo, a lo largo de la última década y media, los cineastas locales han logrado poco a poco hacerse de un público fiel que sigue los avatares de este género del cual Tiempo Muerto es el último exponente en estrenarse. Y si bien la película cuenta con capitales y manufactura argentina, el guionista y director Víctor Postiglione es paraguayo, y debuta en los cines de este país con este largometraje que para hacerlo bien latinoamericano está filmado en Colombia con un gran reparto local. Y quizá sea esa locación lo que más aporta a que Tiempo Muerto sea un buen filme ya que al ubicarlo en el extranjero, el público local se puede concentrar mejor en la historia que en los pormenores. La historia da cuenta de cómo Franco (Guillermo Pfening) pierde a su novia, una periodista llamada Julia (la morena María Nela Sinisterra) en un accidente vial y, al investigar qué estaba haciendo ella, toma conocimiento de un ritual llamado "tiempo muerto" que permite a los vivos revivir una determinada etapa con sus muertos. Ahora Franco intentará encontrar al hombre capaz de invocar este encuentro y para ello cuenta con la ayuda de otro periodista llamado Luis Ayala, que además era figura paterna para Julia. El film, para ser una ópera prima, presenta un muy buen ritmo narrativo, apoyado sobre todo por la gran presencia de los enormes Luque y Pfening (en ese orden) que se encuentran como subrayados por sobre un muy buen casting de actores colombianos. Sin ser sobresaliente, la película mantiene el interés durante sus cien minutos de duración y el final está muy bien ideado, al mejor estilo de El Sexto Sentido, sin querer con esto arruinar la sorpresa que Postiglione prepara con mucho cuidado para el espectador. De esta manera, Tiempo Muerto se convierte en una de las mejores opciones para este fin de semana, y con suerte para los del resto del mes si el Capitán América, los X-Men y los Angry Birds le dan un poco de respiro en esta continua batalla entre los superhéroes y las películas convencionales.
La vida feliz de una pareja termina abrupta y trágicamente con la muerte de ella, pero eso es sólo principio. Lo que pareció un accidente esconde un secreto oscuro: la experiencia de ella con un tiempo muerto, la posibilidad de pasar un rato con un ser querido que ya no está. La idea es interesante, pero este thriller psicológico, con un ritmo extraño, tiene problemas -de puesta, de guión- que impiden que uno se deje atrapar en su historia.
Caminos y elecciones Hay dos secuencias seguidas que contraponen fallas y logros de Tiempo muerto. En la primera, vemos a Franco (Guillermo Pfening), quien está obsesionado con volver a ver a su esposa recientemente fallecida, anotando desesperadamente lo que necesita para conseguir su objetivo. Es una escena que pretende mostrar la espiral emocional del protagonista, pero que sólo puede informar esto a través de la banda sonora, porque las imágenes están lejos de transmitir eso. La siguiente secuencia es onírica y está construida, con total acierto, desde un punto de vista subjetivo: allí el protagonista ve una aparición fantasmal de su esposa, que nunca responde a sus llamados pero lo contempla con ojos vacíos. Se hace presente la inquietud e incomodidad, la fascinación que puede ejercer el cine cuando apela a temores y deseos con los que todos podemos sentirnos identificados. Entre estos vaivenes transcurre la ópera prima de Víctor Postiglione, quien por esas casualidades que sólo puede dar la cartelera del cine argentino, también estrena esta semana un corto, El plan, que forma parte de Historias breves 12. En ese cortometraje -y también en sus anteriores, Violencia madre (2012), Trata (2010), Oscuro y Par de ases (ambos del 2009)- se nota una preocupación del realizador por mantenerse siempre en una vertiente genérica ligada al suspenso, usándola como vehículo para abordar vínculos interpersonales relacionados con lo íntimo, como lo paterno-filial y la pareja. Tiempo muerto es esencialmente la historia de un hombre tratando de recuperar a su mujer, de recomponer un lazo cortado. Ese lazo se cortó por la tragedia: Julia (María Nela Sinisterra), la mujer de Franco, falleció en un accidente, y la historia que formaban entre ambos se vio interrumpida. Entonces él recurre a una especie de leyenda urbana: un hombre que tiene el poder de volver a hacer vivir a las personas un recuerdo con un ser cercano fallecido, en un fenómeno denominado “tiempo muerto”. El pacto que firma el protagonista puede llevarlo no sólo a volver a ver a su mujer, sino incluso a traerla de vuelta a la vida, aunque claro, no todo es tan simple y el precio a pagar puede ser alto. Hay indudablemente unas cuantas ideas interesantes en Tiempo muerto, pero sólo de a ratos Postiglione termina de concretarlas con la fluidez y sutileza necesarias. Eso se nota esencialmente en la permanente necesidad de explicar todo lo que sucede (o les pasa a los personajes) a través de diálogos o incluso monólogos, intentando profundizar la veta dramática de la trama, pero sólo consiguiendo un empantanamiento de las acciones. En esto, el personaje que interpreta Luis Luque es muy representativo: está ahí como gancho para disparar el conflicto central o para aportar algunos elementos al relato, pero no tiene vida propia, es apenas un envase para determinadas cosas que el film quiere decir. No molesta, pero no posee verdadero sentido su inserción dentro de lo que se está contando. Es llamativo el contraste que surge entonces cuando Tiempo muerto concentra su mirada en Franco y las atmósferas que lo rodean, o que él mismo crea con su desesperación, sin descansar tanto en las explicaciones: el film toma verdaderos riesgos y toma caminos verdaderamente vinculados al cine, confiando en la capacidad deductiva del espectador, sin subrayados, con una puesta en escena que es interesante aún cuando no termina de acertar. Si muchas óperas primas fallan porque quieren poner de una toda la carne en el asador, a Postiglione le sucede lo contrario: es demasiado correcto y explicativo en su planteo, y eso le termina restando. La lección a futuro probablemente pase por atreverse más a romper con los esquemas, lo cual no es simple pero seguramente le dará más réditos.
Metafísica en estado de loop. El cine de género ha tenido varias experiencias intentando combinar el drama con lo fantástico, especialmente si nos referimos a ese subgénero que involucra realidades alternas, líneas temporales paralelas y demás elementos circundantes, como sucede en Desafío al Tiempo (Frequency, 2000), Donnie Darko (2001) y Te Amaré por Siempre (The Time Traveler’s Wife, 2009). El director argentino Víctor Postiglione intenta adentrarse en ese particular nicho con su largometraje Tiempo Muerto (2016). Es la historia de Franco (Guillermo Pfening), un argentino viviendo en Colombia que sufre la muerte de su esposa (María Nela Sinisterra) en un accidente. Mientras intenta superar la tragedia, descubre que su mujer había pasado sus últimos días frecuentando un extraño culto que supuestamente brinda la posibilidad de volver en el tiempo para ver una vez más a algún ser querido que ya no esté entre los vivos. Luis Luque interpreta al personaje que intentará ayudar a Franco a develar el misterio, uno de tal naturaleza que involucra mitos urbanos, realidades paralelas y alteraciones temporales. El mayor problema de Postiglione es una imposibilidad absoluta de dotar a su obra con un ritmo interesante. La historia es atractiva, la mixtura de géneros es bien recibida, pero el relato no avanza a una velocidad suficientemente aceptable como para atrapar al espectador. Todo se percibe cansino, repetitivo, con escenas que hubiesen funcionado mejor con un par de tijeretazos en la sala de edición. Llegamos al momento del clímax sospechando demasiado aquello que podría suceder y el factor sorpresa, que se intenta colocar en el cierre del tercer acto, no es tanto una sorpresa como un alivio tras 103 minutos de una historia con mucho potencial que no encuentra nunca el ritmo.
Dirigida por Víctor Postiglione, Tiempo muerto (2016) no es una película romántica, claramente. Pero en ella se refleja lo que un hombre es capaz de hacer por ver una vez más al amor de su vida. Guillermo Pfening y Luis Luque protagonizan un film que combina el género fantástico con el policial, algo que no está demasiado desarrollado en el cine argentino. Franco (Guillermo Pfening) y Julia (Maria Nela Sinisterra) son una pareja que lleva varios años juntos. Todo transcurre con normalidad hasta que ella muere en un accidente. La terrible situación produce una profunda tristeza en él, quien no encuentra consuelo. Y en ese escenario aparece Ayala (Luis Luque), un amigo del padre de Julia que considera que existe la posibilidad de que la hayan asesinado. A partir de ese momento los dos comienzan a averiguar qué pudo haber ocurrido, y Franco se contacta con un hombre que tiene la capacidad de conceder “tiempos muertos”: volver a vivir un recuerdo con la persona fallecida. Postiglione expone una temática que capta la atención del público desde los primeros minutos. Y la necesidad de saber cómo va a finalizar la historia es lo más atractivo. Quizás le faltan recursos fílmicos que acompañen el relato (en algunos momentos la imagen se asemeja a la televisiva), y que hubieran sido una herramienta para ilustrar lo que se cuenta, pero el argumento es suficiente para compensar esa ausencia. A través de sus gestos, silencios y miradas, Pfening demuestra una vez más que está a la altura de un protagónico. Y junto a Luque llevan el ritmo de una historia basada en los diálogos que mantienen sus personajes. La interpretación de Sinisterra es correcta, porque aunque no sobresale, tampoco desentona. El film de Postiglione tiene una buena idea de base. Y como ocurre con todas las películas se puede debatir sobre la forma en la que la desarrolla, pero el propósito de inmiscuirse en lo fantástico ya es rescatable. No sólo los amantes de los fenómenos paranormales y aquellos que creen en la existencia de vidas pasadas encontrarán atractivo el argumento. Porque Tiempo muerto no pasa desapercibida y genera la necesidad de seguir reflexionando sobre lo que muestra después de retirarse del cine.
Tiempo muerto (Dead Time), the Argentine-Colombian co-production written and directed by Víctor Postiglione, tells the story of Franco (Guillermo Pfening), a man in his thirties who is shattered into pieces when his loving wife, Julia (María Nela Sinisterra), dies in a car accident. The idea of not seeing her again is too overwhelming and so he feels his life has no meaning anymore. Desperate, he is drawn into the power of an urban legend which says that a strange man has the power to make you travel back in time so that you get to have one last moment with your loved one. Such phenomenon is called tiempo muerto (dead time). Sooner than later, Franco meets the mysterious man in question and embarks himself into this time warp experience. Before doing so, he is told not to try to modify the past at any cost. But how is he supposed to accept that when he realizes he can bring her back from the dead? While not original, the overall premise of Tiempo muerto could be good enough to deliver a merely average feature. Thing is that considering you’ve seen this kind of stuff before, then its execution is what really matters — as is the case with all films who rely strictly on a safe formula. Within the conventions, a sense of suspense and a minimum degree of unpredictability are mandatory. And characters that can be described with more than two or three words are also a must; or at least performances that can turn sketched figures into something more gripping. Remember this is also meant to be a drama. Too bad you won’t find much of any of these things in Postiglione’s film. Consider there’s not much here other than the twists and turns of the plot itself and if too early in the film you can already guess all that there’s yet to come, then boredom is bound to take over. And suspense doesn’t mean to resort to intendedly tense incidental music in an obvious and repetitive manner. A dose of fair surprises is also necessary, which you don’t have here. So in the end what you watch is too much dead time even if things do happen. Call it a paradox of time travelling... Technical credits are fine, mostly the cinematography — both in terms of composition and lighting. Aesthetically speaking, the visuals for the past aren’t exactly alluring, but they are not a mess either. Even with these achievements, Tiempo muerto falls below average for this subgenre. production notes Tiempo muerto (Argentina / Colombia 2016) Written and directed by Víctor Postiglione. With Guillermo Pfening, María Nela Sinisterra, Luis Luque, María Eugenia Arboleda, Claudio Cataño, Consuelo Luzardo. Produced by Mauricio Brunetti, Nastassja Bischitz, Deisy Marroquin. Running time: 102 minutes.
Lo último de Victor Postiglione, una apuesta al cine fantástico, está en cartelera hace algunas semanas ya, principalmente en los espacios INCAA. Cuenta la historia de Franco (Guillermo Pfening) quien, desesperado ante la muerte de su esposa Paula, interpretada por Maria Nela Sinisterra, recurre a contratar un Tiempo Muerto (luego explicaremos en detalle) para volver a pasar un momento con ella. La propuesta de innovar en un género poco abordado en el cine nacional es sin dudas lo mejor de este proyecto. El hecho que sea una coproducción con Colombia y que se sitúe espacialmente allá no solo favorece el verosímil a nivel guión sino que también enriquece la película a nivel estético: al desarrollarse en bares, plazas, espacios que no son típicamente argentinos le da un aire fresco a la historia. Como comentábamos en la introducción, a grandes rasgos, Franco y Julia son una pareja que convive felizmente, pero un accidente lo deja a Franco solo. Queriendo superar el dolor por la muerte de su esposa, y ayudado por Luis Ayala (Luis Luque), Franco empieza a seguir los últimos pasos que dio Julia, descubriendo que había contratado un Tiempo Muerto. ¿Qué es un Tiempo Muerto? es una especie de viaje astral, una proyección de la consciencia que te permite volver a un recuerdo que tengas con un ser querido fallecido para despedirte de él, y que implica, obviamente, la nula posibilidad de cambiar el destino. La trama en general deja cabos sueltos, pero parecen ser cuestiones que el propio autor no sabía como cerraban. No es una sensación de final abierto, de ciclicidad de la historia, en absoluto. Transmite mucha incertidumbre, desazón, un enorme ¿¿¿y??? que te deja con ganas de saber más. Se asemeja más a una historia inconclusa que a un final abierto. Por otro lado, no hay ningun tipo de propuesta de autor respecto a lo formal, es simplemente contar la historia, dar la información, tanto, que sumado al poco ritmo del montaje hace que comiences a leer entre lineas el plan de rodaje: "primero grabaron los planos de tal actor, después los contraplanos y después el plano conjunto". Y entiendo que en parte no se podía innovar mucho formalmente porque introducir el concepto de Tiempo Muerto no es simple, y perder claridad en este aspecto haría aun más innentendible la película. Hallé en el uso esporádico del humor un obstáculo para poder meterme de lleno en la historia. No se si es un nuevo capricho mio, pero últimamente cualquier chiste me saca completamente de la historia y la empatía dramática que estaba logrando con la historia y los personajes vuelve completamente a cero. Soy partidaria que, si estamos ante un drama, la ausencia total de humor ayuda a construir y sostener la tensión que debería estallar en el climax. Porque sino, no se te termina de movilizar nada. Si bien no se trata de una seguidilla de gags a lo Naked Gun, algunos personajes por momentos bromean, lo que te transmite cierta liviandad con respecto a si logran su objetivo o no, y tu interés en la peripecia se va diluyendo (igual,insisto, creo que radica más que nada en una cuestión de gusto personal). Lo bueno es que el concepto es novedoso en el cine no under local. Una mezcla de elementos fantásticos como viajes en el tiempo y contacto con seres fallecidos que no remiten de manera directa a ninguna otra cinta reciente. ¿Viste cuando estas viendo algo y de pronto decís: aaaaahh, siii, esto es re Sexto Sentido!? Bueno,no, eso no pasa. Y es lo más importante de este experiencia, porque la puesta de cámaras, el ritmo, y la manera de ir contando una historia se van aprendiendo, se van encontrando, no hay que olvidar que es el primer largometraje de Postiglione. VEREDICTO: 6.00 - OTRA OPORTUNIDAD! Lo más rescatable es la originalidad de la idea y la intención de abordar un género poco explotado en la cinematografía local. Pero se diluye en sus propios huecos y en cierto desgano formal a la hora de la narración.
Crítica emitida en Cartelera 1030-sábados de 20-22hs. Radio Del Plata AM 1030