Mientras esperaba que Todo el año es navidad comenzara, me encontraba hablando con un colega sentado a mi izquierda. Le conté sobre la película que había visto el día anterior, un documental descomunalmente flojo que -pese a su corta duración- me hizo abandonar la proyección antes de que finalizara. Estaba apenado, ya que tenía una gran ilusión para con esa película; pero más que nada, para con el personaje que ésta retrataba, un personaje tan importante como interesante. Fue una lástima recordar sólo comentarios tendenciosos, anécdotas parciales y contradicciones permanentes. En todo ese desvarío -y para detrimento de mi ilusión-, el sujeto principal -un hombre entrado en años, canoso y rechoncho- se desdibujaba irremediablemente, tal vez hubiese sido una mayor justicia que él participase en un documental donde fuera mejor retratado. Qué lástima que Néstor Frenkel no conoció a este hombre; porque hubiera sido un gran Papá Noel. Todo el año es navidad se separa de la polémica inherente al tema del film. Se aleja de la bajada de linea ideológica (Santa Claus = Coca Cola = consumismo) partidista sin -y esto es una gran virtud- desmerecer una conciencia política definida. Ordenemos un poco. La película se desarrolla a través del seguimiento episódico de una docena de hombres muy diferentes. De diferentes vidas y ocupaciones, pasiones y vicios; pero con una fundamental similitud. Todos son, durante el caluroso mes de diciembre, Papá Noel. La excentricidad es la regla. Un Papá Noel es instructor de jiu-jitsu mientras que otro es masajista y plomero (al mismo tiempo), uno es alfarero -hace unos lindos pesebres- mientras que otro representa guerreros medievales. De todas formas, todos estos datos, dispuestos en situaciones imaginativas y extravagantes, brillan cuando son puestos bajo la lupa de Frenkel. Gloriosos momentos se desprenden de certeros contrastes: Mientras un Papá Noel dedica horas y horas de su tiempo en la peluquería para teñir su pelo; otro Papá Noel, pelado y motoquero, se coloca una barba postiza en el momento de su acto. Por otro lado coexisten Papás Noel profundamente contradictorios. En Todo el año es navidad aparecen al mismo tiempo un militante -emparentado con el sindicalismo y el Cordobazo- y un cartón publicitario -uno de ellos actúa de Santa Claus en las publicidades de Coca Cola-. Aquí, justamente lo que hablábamos del apartamiento; estos personajes rotundamente diversos conviven amablemente. La clave de este proceder está en el comienzo del film, cuando Papá Noel explica: “Mi mamá quería que fuera sacerdote, mientras mi papá quería que fuera empresario. Terminé siendo las dos cosas.” El procedimiento de Frenkel es cuasi fenomenológico; toma un fenómeno especial -Papá Noel- y lo desarrolla en sus más ínfimas particularidades. Por eso, cada vez que vemos un nuevo sujeto -y las grandes diferencias que tiene con el que lo antecede y procede- tenemos la sensación de ver una unidad constante. Unidad conceptual -por lo que decíamos- y formal -las tomas parcialmente en monocromos o el uso extensivo del set y artilugios comunes de montaje, por ejemplo-. Vemos a Papá Noel, vemos doce veces a Papá Noel; siendo siempre igual, y siempre diferente. Todo el año es navidad mezcla la extravagancia más manifiesta con la interioridad más recóndita. Luego de terminada la proyección me sorprendí de ver, esta vez a mi derecha, a uno de los Papá Noel retratados, siendo este un espectador más en la función. Debo decir, de todas manera, que mi ilusión quedo restablecida, ya que a lo largo del film me sentí nuevamente un niño; esperando por ver, vez tras vez, a Papá Noel. Habiendo visto varias de las grandes películas de este festival; no considero una hipérbole, ni mucho menos una exageración, pensar en Todo el año es navidad como la mejor película de este Bafici. ¡Feliz Navidad!
Yo soy Papá Noel La nueva película de Néstor Frenkel es una comedia cercana al homenaje acerca de los personajes que portan el disfraz de Santa, en la anual recreación del imaginario navideño en pleno verano. Con esa premisa, Frenkel realiza un “casting de Santas”, por el que desfilan un sin número de personajes de distintas índoles explicando sus motivos para, en todos los diciembres, convertirse en Papá Noel. Todo el año es Navidad (2018) presenta la farsa navideña con encanto, esquivando el tono delator de Los ganadores (2016) para hacer un sentido homenaje a estos personajes que ponen sus motivos sobre la mesa. La comedia se desprende de los distintos relatos, haciendo foco en los estrafalarios. Hay un Papá Noel nórdico que se cree un señor inglés “Me llaman para hacer de Quijote o caballero medieval”. Otro que asegura que su mandato navideño surge de un encuentro cercano con duendes en el sur (¿?), mientras que la mayoría acusan a su físic-du-rol su razón de ser. Además de los diversos relatos, Frenkel utiliza una película del período clásico argentino sobre la Navidad para abrir su film, y como separadores entre personajes, contrasta un Papá Noel en su habitual traje rojo caminado por una Buenos Aires blanco y negro. La gran diferencia es que en esta oportunidad el director de El gran simulador (2013) no filma personas como si fueran personajes, sino personajes que son conscientes de serlo. La representación es siempre evidente (el casting, las luces, el set) y los personajes se prestan a ella. En todo caso, si hay algo que se desenmascara es “el mito navideño” recreado al modo invernal en pleno verano por la sociedad de consumo argentina. Todo el año es Navidad es una película que no molesta pero tampoco se destaca. Y aunque se vuelva reiterativa en su segunda mitad sirve para pasar un buen rato y compartir con el extrañado ojo con que Néstor Frenkel observa a la sociedad argentina, los tópicos navideños.
Cuando los Santas vienen marchando. Hay una imagen recurrente en este nuevo documental del realizador Néstor Frenkel -nuevamente sorprendiendo por la galería de personajes encontrados en el universo callejero- que puede sintetizar de manera acabada el espíritu detrás de esta película que evoca el título de un film argentino de 1960, dirigido por Román Viñoly Barreto con un Papá Noel interpretado por Raúl Rossi, acompañado de Olga Zubarry y un gran elenco. La imagen en cuestión tiene por fondo una pantalla verde, elemento de gran utilidad para recrear espacios que no existen en historias que no existen, para el entretenimiento de niños y de adultos capaces de suspender el juicio sobre lo real y sumarse al juego de la imaginación. En el medio, hombres disfrazados de Papá Noel, quienes se presentan a cámara y cuentan su pequeña historia y el nexo -más allá de la necesidad laboral- con la navidad pero más aún con el popular San Nicolás, deformado por el consumismo primero como Santa Claus y luego en la América Hispano parlante bajo el nombre de Papá Noel a secas. De eso se trata a grandes rasgos el nuevo opus de Néstor Frenkel, por un lado celebrar la importancia que la fantasía genera en los niños desde los testimonios conmovedores de cada entrevistado, y por otro dejar en claro el negocio de la explotación de esa figura asociada a los regalos, a la navidad propiamente dicha y a la tradición que se transmite por generaciones. Así las cosas, el director de El gran simulador (2013) y equipo reunieron diferentes Papá Noeles, (Juan Carlos Marino, Ricardo Castro, Hugo Taddei, Néstor Gallo, Eduardo Cuevas) todos ellos con características particulares como algunos que creen en la misión a partir del encuentro con duendes o experiencias de epifanía devenidas calzarse el traje, la bolsa y contar con la alegría de los niños y estupideces de los padres, quienes muchas veces someten a las criaturas a torturas para satisfacer sus propias inquietudes y no la de sus hijos. El humor como es característico surge en los momentos más oportunos, desde el diálogo desopilante o alguna salida extraña para la norma del documental de cabezas parlantes, estilo algo caduco al que Frenkel supera apenas surge el indicio para trazar distintas líneas narrativas. Sin demasiadas sorpresas, Todo el año es Navidad funciona como homenaje a la fantasía, despojado de otro sentido que no sea el de conservar la felicidad y la creencia inocente en aquel benefactor que baja del Polo Norte a fin de año y toma Coca-Cola todos los días.
Generaciones y generaciones han creído en Papá Noel y han celebrado su llegada cada Navidad. Pero esta magia es alimentada no solo por una creencia o cuentos populares narrados por los padres, sino también por aquellas personas que encarnan a dicho personaje. Esos Papá Noel que cada año se disfrazan para darle vida a una figura mística y hacer crecer dicha fantasía, posándose en Shoppings, plazas o cualquier sitio dispuesto a recibir a los niños y a sus cartas con pedidos de regalos. Néstor Frenkel toma este particular hecho como puntapié inicial para abordar en “Todo el año es Navidad” el trabajo que realizan estas personas durante un mes cada año. Cómo llegan a tomar la decisión de convertirse en Papá Noel, cómo se transforman, qué cuidados toman, cómo son sus experiencias con los niños, qué es lo que les termina dejando este empleo tan peculiar. En forma de documental, con algunas entrevistas, imágenes de seguimiento en la preparación y el trabajo en sí de Papá Noel, y algunas escenas de una película en blanco y negro que sirve como hilo conductor, Frenkel nos muestra las distintas experiencias de este oficio. Hay quienes se toman más en serio el empleo, otros que consideran que están destinados para encarnar a este ser místico por una orden más divina (los momentos más bizarros e hilarantes del film, que generan comicidad en el espectador). Si bien tenemos una infinidad de películas de Navidad, que suelen ser explotadas en dicha época del año, este film es algo totalmente distinto. Porque no nos cuenta una historia ficcional sobre los milagros navideños, sino que vemos, en su corta duración, el detrás de escena de la magia. Y no solo nos da un pantallazo de aquellas personas que se convierten en Papá Noel, sino que también nos ofrece una profundización sobre la industria publicitaria y comercial que rodea a este personaje, que ha sabido sostenerse de una buena manera. Con respecto a los aspectos técnicos, debemos resaltar el trabajo realizado en montaje. Tiene un buen ritmo narrativo, como también una buena elección de las imágenes. Cada una de las entrevistas y del seguimiento cotidiano de los Papá Noel, están atravesadas, como mencionamos anteriormente, por un hilo conductor con el contexto en blanco y negro y la figura navideña a color. La banda sonora también acompaña muy bien al desarrollo de la historia. En síntesis, Néstor Frenkel nos ofrece una película navideña distinta, donde podemos ver esta fiesta desde una perspectiva diferente; el lado b del que todos somos partícipes pero que no conocíamos. El documental nos permite abordar sobre el detrás de escena de aquellos hombres que toman como tarea disfrazarse de Papá Noel para alegrar a los niños durante el mes de diciembre, adaptando esta tradición norteamericana a nuestro clima y país. Asimismo, podemos ver el tratamiento publicitario y comercial que rodea a la Navidad. Un agradable film con unos cuantos momentos de comedia.
El nuevo trabajo de Nestor Frenkel nos acerca una propuesta tan sencilla como extravagante. Todo el año es Navidad reúne testimonios de hombres que se dedican (entre otras cosas) a personificar a Papá Noel en eventos, shoppings y comerciales. Y el resultado, tal como nos tienen acostumbrados las producciones de Vamos Viendo Cine, es desopilante. La estructura del documental es muy sencilla. Nos presenta a cada uno de los involucrados, que nos relata su vínculo con el personaje, cómo consiguieron ese trabajo, a qué otra cosa se dedican (hay ferreteros, actores, profesores de educación física) y anécdotas varias sobre el proceso de caracterización que deben atravesar. Muestran las variantes de vestuario que tienen, su preparación física, sus visitas a la peluquería para tapar los pocos cabellos negros que les quedan. Más allá de lo heterogéneas de sus vidas, todos comparten una misma filosofía: hay que preservar la ilusión de los más chicos. Da la sensación que, a través de la pasión y la minuciosidad con que componen al personaje, quieren resguardar la ilusión propia. Y eso es lo que los hace personajes tan queribles. La elección de entrevistar a estos personajes en un sillón blanco delante de un chroma verde genera un efecto curioso. El fondo verde resalta el artificio, lo falso: son hombres que se disfrazan de un personaje que no existe, para seguir una tradición comercial (recordemos que los colores de Papá Noel fueron inventados para la marca Coca Cola) anclada a una festividad religiosa, cuya autenticidad no corresponde debatir en esta reseña. Y, sin embargo, los testimonios no dejan de sentirse completamente genuinos, aunque nos demos cuenta que algunos se apasionan tanto al contar su historia que exageran y la llenan de condimentos. La ausencia de quien los interroga es un factor fundamental para dar esa sensación de espontaneidad: al obviarnos la pregunta queda enmascarada la capacidad de Frenkel de sacar lo mejor de ellos, colocando en un enorme acto de humildad todo el mérito del documental en los personajes. Además de quienes le ponen el cuerpo a Papá Noel, aparece un curioso personaje que opera como administrador de estos profesionales. Existe un productor siempre alerta que se encarga de buscarlos en todos los lugares que frecuenta y ofrecerles el trabajo. Organiza reuniones, importa vestuarios y consigue ofertas laborales, constituyéndose como una especie de manager. Con una galería de personajes pintorescos que ya quisiéramos cruzarnos en la calle, Frenkel nos demuestra que la fórmula usada en Los ganadores (su recomendadísimo trabajo anterior) puede repetirse hasta el infinito sin aburrir nunca: captar un micro universo tan sencillo como estrafalario y acercarle al espectador lo más significativo, siempre respetando la esencia y con el foco puesto en hacer protagonistas absolutos a sus participantes. Lo que no nos deja en claro este documental, y no tenía por qué hacerlo pues pone el foco en otro lado, es una duda que nos carcome a quienes frecuentamos el microcentro porteño ¿Cómo se mantiene en funcionamiento esa casa navideña cercana al Obelisco?
Todo el año es Navidad: Quiero ser Papá Noel. La Navidad y su víspera representan una época del año tan agitada como esperada. Dicha fecha está atravesada por mitos, costumbres y culturas de índole universal, pero a su estrella principal (Papá Noel o Santa Claus) no la inventamos los argentinos. El realizador Néstor Frenkel, quien cuenta con una interesante trayectoria en el género documental, se propone ahondar en esta figura emblemática por medio de una película con personajes pintorescos. “Todo el año es Navidad (2018)” no se centra en una, sino en varias historias: las de aquellos hombres de carne y hueso bajo el traje de Papá Noel. Como los artistas que confeccionan su vestimenta para algún Carnaval de verano, estos hombres están los 365 del año pensando en esta festividad, porque para ellos no sólo es un trabajo, sino que es una misión de vida. A estos “seres angelicales” no les importa el calor ni las largas jornadas que pasan sentados en un shopping, para ellos construir un momento único, construir esa fantasía y alegrar a los más chicos ya se volvió una necesidad. El documental de Frenkel, además, es interesante en otro sentido, ya que es inevitable comparar todo trabajo seriado, repetitivo, con horarios fijos y paga media como éste con un régimen capitalista, en el cual justamente la figura de Papá Noel es un mero producto de marketing. Entonces, se puede decir que todos estos Santa Claus vendrían a ser “los explotados por el sistema”. Y si hilamos más profundo, el círculo continúa: las marcas y empresas multinacionales se instalan en la mayoría de los países del mundo (a esta altura también es inevitable recordar la imagen de Coca-Cola con el Papá Noel saludando e impartiendo “felicidad” en los ploteados de los camiones de carga) y nosotros asimilamos y consumimos sus productos sin ningún cuestionamiento. De igual modo, estos hombres asumen el trabajo sin más. El retrato de Frenkel nos vuelve a tirar de las orejas exclamando a viva voz “Así funciona el mundo”. El film igualmente tiene su contrapartida puesto que ninguno de estos hombres es oficinista, ninguno cumple un horario específico –excepto quizá el profesor de Educación Física-, a ninguno se lo ve estresado o agobiado por el ritmo laboral de todos los días. Todos, o casi todos, tienen otros trabajos y hobbies, claro, pero ninguno se relaciona con el “régimen capitalista” tal como lo conocemos ya que algunos hacen manualidades, deporte, tienen bastante tiempo de ocio, disfrutan de la vida (según se nos muestra en el documental). Por último, algo por demás atractivo en la película de Frenkel es el homenaje directo a otro film: “Todo el año es Navidad (1960)”, de Román Viñoly Barreto protagonizado por Raúl Rossi y basado en el éxito de la serie de TV protagonizada también por Rossi y dirigida por Roberto Herraiz. En esta escena elegida por Frenkel para iniciar, dos niños miran al cielo esperando la llegada de Santa Claus. A uno de los protagonistas de la película de Frenkel en un momento se lo ve decir “Yo vine a este mundo para interpretar a Papá Noel”. Sobre esta premisa, somos testigos de un relato sobre los sueños, las identidades, las satisfacciones e insatisfacciones, y sobre los artífices de una farsa llamada Navidad.
Néstor Frenkel provoca, ama la cultura y costumbres populares. Recorrer su obra permite comprender la comunión con el objeto/persona que analiza. Todo el año es Navidad convierte la expresión en un dogma de quienes hacen del personaje icónico de la fecha (no el hijo de Dios) su profesión. El que nunca se afeitó, el que decolora de manera dolorosa su barba, el pelado, el metalúrgico, el de izquierda, el estatua viviente, Frenkel contempla y revela sin resentir la dinámica narrativa. En cada seudo Papá Noel que entrevista reflexiona, con humor, inteligencia y pasión, sobre la construcción de la ilusión.
Néstor Frenkel se ha convertido en un buceador curioso de lo excepcional en la realidad cotidiana. En este caso nos ubica en Navidad (con el recuerdo del programa que hacía Raúl Rossi y le título a este trabajo) pero especialmente en los hombres que trabajar de “Papá Noel” Esos que con pelo propio o peluquín se transforman en “gorditos” buenos y que sus trajes rojos hacen las delicias de los más chicos. Ser de profesión “Papá Noel” esconde riquísimos casos de personajes que si bien se quejan de diciembres cargados de trabajo, no pocas veces participan de una mística. No faltan los que sienten que tienen una misión que cumplir, que saben o intuyen que no se trata solo de la pura personificación del símbolo navideño. El director, guionista y también montajista tiene el ojo entrenado para descubrir a estos personajes y seguirlos en sus actos y pensamientos, para sorprendernos con ternuras, ironías y realidades desconocidas.
El director de Buscando a Reynols, Construcción de una ciudad, Amateur, El mercado y El gran simulador continúa indagando en universos reconocibles a la vez que extraños para cualquier ciudadano de a pie. Así como en su película inmediatamente anterior, Los ganadores, exploraba el enorme submundo detrás de las premiaciones, ahora el ojo curioso de Frenkel focaliza en quienes dedican todos los diciembres a vestirse de Papá Noel. Todo el año es Navidad se estructura a través del seguimiento de una docena de hombres de orígenes muy disímiles: está desde el que vive de entrenamientos de defensa personal y fue un avezado luchador grecorromano hasta un ferretero y un artesano, pasando por un dirigente social perseguido durante la época de la Triple A y otro cuya misión en el mundo es, afirma, difundir a los duendes. A todos ellos acompaña en sus rutinas diarias y los entrevista… envueltos en el clásico traje rojo. Porque en común tienen el haber encontrado en sus parecidos físicos con Papá Noel no sólo una salida laboral estacional, sino también una forma de ver el mundo. En ese sentido, y más allá de una mayor o menor pasión por el trabajo, todos coinciden en que no hay retribución más grande que la alegría de un chico ante la figura del oriundo del Polo Norte. Quizá sea esa motivación noble, profundamente genuina, la que convierte a Todo el año es navidad en la película más amable y menos incómoda de la filmografía de Frenkel. Sucede que si el director suele apelar a un humor que brota en el finísimo límite que separa el reírse “de” sus protagonistas y reírse “con” ellos, aquí se desplaza hacia la segunda opción. Los “Papá Noeles” son conscientes de la propuesta del film y se prestan al juego con espíritu lúdico. El mismo espíritu que los mueve a pasarse largas horas sudando la gota gorda envueltos en un traje de invierno en pleno verano.
Entre las pestes varias que acarrea consigo la Navidad están las películas navideñas. Pero he aquí la excepción que confirma la regla: Néstor Frenkel filmó una de las pocas que valen la pena, porque muestra las costuras de esa alegría impostada. Y lo hace deconstruyendo a uno de sus mayores símbolos: Papá Noel. La marca registrada de Frenkel, atípica para un cineasta nacional y más aún para un documentalista, es una mirada a veces tierna, a veces burlona, siempre juguetona y atenta a captar los recovecos absurdos del alma. Ese tono es el que hace de Construcción de una ciudad (2007) o Los ganadores (2016) verdaderas joyas. Y es el que vuelve a usar para presentar esta antiheroica galería de papanoeles. Casi todos gordos (aunque los hay flacos), casi todos canosos de pelo y barbas largas (aunque hay un pelado lampiño), estos señores dedican sus diciembres a sacarse fotos con niños en shoppings, clubes de barrio, plazas. Como en un gran backstage de la Navidad, Frenkel los entrevista en sus propios hábitats y en un estudio que no disimula su artificio. Y descubre a unos personajes maravillosos. Está el ceramista, que vende papanoeles en miniatura (“el Papá Noel con mate fue el que más pegó”). El que se dedica a pintura de brocha gorda, reflexología y digipuntura. El que acicala su barba y melena en la peluquería y es miembro de un club de osos. El devoto de los duendes (“Ellos me dijeron ‘tenés que hacer este personaje’”). El que fue militante, delegado sindical, y ahora se disfraza para los chicos de un comedor popular. El que hace de estatua viviente (“¿No se te ocurrió llevar a Papá Noel al estatuismo?”, le consulta Frenkel). Hay también una empresa de papanoeles, donde todos se juntan a tomar una capacitación y terminan en una suerte de reunión de autoayuda contando sus vivencias con el traje rojo. La cámara retrata todo con una mezcla de cariño e ironía y le da una paradojal magia navideña a la película, que habla tanto del artificio de las Fiestas como de la capacidad humana para rebuscárselas y sobrevivir.
Todo el año es navidad fue presentada en el pasado BAFICI, organizado por el Ministerio de Cultura y celebrado en el mes de abril. En formato documental, valiéndose de entrevistas y secuencias de seguimiento, la película hace hincapié en la preparación y el trabajo metódico que requiere ponerse en la piel de Papá Noel. El director construye, de esta manera, una evocación acerca de cómo se instaura el mito a lo largo de diferentes personajes anónimos. A lo largo de poco más de una hora, el autor va trazando una suerte de radiografía colectiva en donde sus diferentes intérpretes poseen personalidades distintas e historias personales singulares que se enmascaran tras el disfraz rojo y blanco.
Papá Noel trata de solucionar distintos problemas en su visita a la Tierra. Ese era el argumento de una exitosa serie televisiva de fines de los años "50, con un actor llamado Raúl Rossi, tema que se prolongó en una película que dirigió Roman Vignoly Barreto en la década del "60. Con fragmentos de esta película, "Todo el año es Navidad", comienza el filme de Néstor Frenkel, que pretende indagar en los señores que disfrazados de Papá Noel alegran fiestas y reuniones en el mes de diciembre, o reparten regalos en kermesses, asociaciones de amigos y lugares benéficos. Frenkel sigue la línea de otro de sus filmes, "Los ganadores", donde tomaba una serie de premiaciones a personajes un tanto experimentales que aman los premios y están dispuestos a pagarlos muy bien a los vivillos que organizan ceremonias, en algunos casos, tarifables. FAUNA HUMANA Dando por terminado el asunto premiaciones (menos mal que no se metió con las organizadas por instituciones serias), ávido de paz y buena onda, Frenkel instala a un señor en el centro de la escena y va haciendo reportajes a quienes, en algún momento, se transforman en Papá Noel. Encantadores o patéticos, esperanzados o border, todos interesan porque forman parte de la fauna humana que vive dándonos sorpresas. Así, desfilan los que ejercen ese rol simplemente por conveniencia o temporalmente, como un rebusque a sus profesiones, generalmente artesanales, bohemias o excéntricas. Pero también aparecen los karmáticos, los que afirman estar predestinados, que remiten a un padre que hacía lo mismo o a una señal que los convocó a tomar ese papel o simplemente asumen el rol con la misma naturalidad del que, circunstancial Papá Noel, cambió su modo de pensar a partir de haber visto alguna vez un duende en el Sur. Si aparecen los que hacen de Papá Noel como cualquier otro personaje, también los hay perfeccionistas que mejoran el disfraz, lo modernizan, "lo perfuman" o le agregan elementos que refuerzan la magia, y hasta los que comparten el oficio con actividades terapéuticas relacionadas con los pies (reflexólogos). El caso es que a través de distintas entrevistas en un sillón navideño, vestidos como Santa Claus, Frenkel nos hace pasar un muy buen rato con compañeros de la especie humana que, eso sí, siempre rescatan algo "iluminado" de este rol que temporal o con cierta continuidad asumen con barba blanca y el clásico "¡Jo, Jo, Jo!", que no puede faltar.
Detrás de la barba de Papá Noel El trabajo documental de Néstor Frenkel tiene características bien definidas: desde hace quince años, este director viene consiguiendo generar estimulantes discusiones en torno a su cine, ocupándose de temáticas singulares y retratando personajes exóticos con picardía y humor filoso. Está claro que sabe cómo encontrar materiales útiles para la elaboración de ese estilo particular que un interlocutor ocurrente definió como "antropología lúdica".
Esos personajes únicos que se encargan de la felicidad Cuando le preguntaron cuál sería su próxima película Nicolás Frenkel, especialista en documentales humorísticos, dijo que mostraría a unos hombres con doble personalidad, que fingen ser otra persona, y en algunos casos ellos mismos se lo creen. Hombres que visten de un modo, digamos, inapropiado, llaman la atención de las almas ingenuas y no pueden confesar ciertas cosas. En suma, dijo que iba a hacer una película sobre los tipos que trabajan de Papá Noel. Ahí están, todavía fuera de temporada, esos "barbas" más o menos parecidos a la imagen oficial, naturalmente gordos o con relleno bajo la casaca, naturalmente felices de llevar alegría a los niños o ya medio cansados de tanto jo-jo-jo. Ahí está la agencia que contrata, prepara y viste a los Papá Noel, y cuyo impulsor se siente en la más hermosa de las misiones. Ahí toman el espíritu que les hace soportar los calores, ignorar el descreimiento, y brindar un poco de ilusión a las criaturas, y un puñado de recuerdos lindos a los sufridos padres. Detrás de los disfraces, Frenkel descubre personajes únicos, de esos que solo él encuentra, y solo ante su cámara aceptan mostrarse como son, y nos hacen llorar de risa o de ternura, hasta volvernos cómplices. Tan cómplices que más de uno, aun sabiendo que es todo cuento, volverá a tener ganas de dejar su cartita a la salida del negocio. Dicho sea de paso, "Todo el año es Navidad" se llamaba un programa de Raúl Rossi, muy popular en radio y televisión a fines de los 50. Incluso se hizo una película, dos de cuyas partes el documental aprovecha debida y gozosamente.
Néstor Frenkel tiene una larga trayectoria dentro del cine documental y todos aquellos que hayan visto "El gran simulador", "El Mercado" , "Construcción de una ciudad" o la reciente "Los Ganadores", sólo para mencionar algunos ejemplos, saben perfectamente de su particular mirada sobre la realidad. Frenkel tiene el ojo perfectamente entrenado, sagaz e inteligente, para ir encontrando historias novedosas y pintorescos personajes, allí donde no cualquier otro cineasta podría ubicarlos tan exitosamente. Así como Raúl Rossi en el clásico de los ´60 hacía realidad el hecho de que Papa Noel bajara a la tierra, en “TODO EL AÑO ES NAVIDAD”, Frenkel sale en busca de todos aquellos Santa Claus que conviven en nuestra ciudad y que durante todo el mes de Diciembre de cada año, pueblan los shoppings, los desfiles, los sorteos y los eventos comerciales en donde este entrañable personaje se hace presente. Y, después de un riguroso trabajo de casting, conoceremos un poco más en profundidad de la historia de cada uno los que aseguran, sin la menor duda, ser el "verdadero" Papa Noel. Mediante un esquema de entrevistas y fragmentos de sus historias personales, iremos conociendo más datos sobre sus vidas, sus familias, sus ocupaciones, de qué trabajan durante el resto del año, sus sueños, sus anhelos: Frenkel los humaniza y hace que de un mundo de ilusión, pasen a tener vida propia, más allá del disfraz. Tienen en común, todos los elementos típicos de la figura icónica navideña. Los une el cabello y la barba blanca (hay uno de ellos que tiene un riguroso trabajo de horas de peluquería para mantenerla impecablemente blanca), el traje rojo, la panza, la bolsa llena de regalos. Pero se diferencian, y he ahí quizás el rasgo más interesante, por sus historias de vida tan heterogéneas. Desde los que están más emparentados con el mundo de la publicidad, hasta el que vende en las ferias artesanales los Papá Noel de cerámica de todo tipo –“el más exitoso es el Papá Noel con mate”, subraya-, pasando por el que es plomero y devino en masajista cuando fue a hacer un trabajo de plomería a un instituto en donde daban clases de masajes. Cada uno de ellos tendrá una particularidad que le permita ser singular y diferente frente a los otros barbudos. Algunos son más mundanos (uno de ellos se dedica a llamar año tras año a algunos chicos con los que continúa el contacto), otros son más excéntricos (uno de ellos hace estatuismo –aunque no le parece bien llevarlo a Santa Claus como personaje- y otro ha representado a Papá Noel, a Dios, al Quijote y a un caballero medieval sin solución de continuidad y ha ganado premios internacionales con nuevos proyectos en el exterior). Cada uno de ellos tendrá su posibilidad de lucimiento frente a esa cámara que los despoja, los humaniza, y los describe a través del humor -a veces completamente poco complaciente-, en sus propias realidades. Y como si esto fuese poco, llega a dar con el empresario que provee, distribuye y “regentea” a los Papá Noel por la ciudad, quienes previamente al inicio de la temporada se reúnen y comparten anécdotas laborales, además de darles la bienvenida y el consiguiente “coaching” a los recién llegados que irán forjando experiencia a través de los futuros Diciembres, como un gran grupo de autoayuda navideño. Frenkel logra, una vez más, marcar la diferencia respecto de cualquier otro documentalista. Encuentra, tal como es su estilo, una propuesta completamente novedosa y a través de su particular sentido del humor, logra atravesarla con una mirada que jamás queda exenta de esa ironía que lo caracteriza. Les brinda a sus protagonistas, aquellos quince minutos de fama de los que hablaba Andy Warhol –o un poco más todavía- y a cambio, logra encontrar en cada uno de ellos, una total entrega con la que se enriquece el documental. Sabe poner el ojo en cada detalle, esa mirada inquieta que todo lo ve y todo lo registra. Y es así como en un momento logra imaginar una Buenos Aires invadida por Santa Claus y Papá Noel en todas partes, en uno de los fragmentos más lúdicos del filme. Si bien el "humor Frenkel" está sobrevolando todos sus trabajos, particularmente en el caso de “TODO EL AÑO ES NAVIDAD”, los protagonistas, esos actores- Papá Noel, traen consigo cierta melancolía. Esa tristeza se ve plasmada en el hecho de que durante el mes de Diciembre se enciende una intensa felicidad dentro de sus vidas, para apagarse –al menos un poco- durante los restantes once meses del año en donde dejan el personaje (aunque podríamos plantearnos si es que alguna vez logran efectivamente dejarlo…) y regresan a sus vidas. Esa melancolía subyacente con la que se deconstruye el mito navideño, nos deja un sabor semiamargo, pero rápidamente Frenkel hará maravillas con su material: lo recicla, lo reanima y nos invita a encontrar cada vez más Papá Noel(es) en cada rincón de nuestra ciudad. Simpático, correcto y divertido, "TODO EL AÑO ES NAVIDAD" nos presenta un lado “b”, un detrás de la escena navideña, nutrida por esos pintorescos personajes que se esconden detrás de una barba blanca, bien blanca, gorro con pompón y el típico "jo jo jo" que los hace únicos.
CONSTRUCCIÓN DE UNA FICCIÓN Progresivamente, el humor ha ido tomando por completo la obra de Néstor Frenkel. Lo realmente destacable, en su caso, es que el género donde brilla es el documental y precisamente documentales con una mirada humorística no son lo que sobra en el cine nacional. Claro que Frenkel camina por una cornisa muy delgada, en la que a veces ofrece una mirada cómplice con el objeto analizado (Amateur) y en otras se posa con tono burlón sobre universos decididamente ridículos (Los ganadores). Que en Todo el año es Navidad, su nueva película, se detenga en un grupo de laburantes que se disfrazan de Papá Noel y trabajan en tiendas y shoppings para las Fiestas, es una invitación a reírnos con ganas de lo kitsch. Y si bien algo de eso hay, a partir de un desfile de personajes increíbles, esta vez el director deja de lado la burla un poco cuestionable de Los ganadores para proteger a sus criaturas. Que al fin de cuentas se trata de laburantes que encontraron una salida laboral inusitada y que hasta son conscientes del rol que cumplen y que, por cierto, terminan disfrutando. Si el universo navideño puede ser habitado con una distancia cínica, y hasta sería fácil hacerlo, Frenkel tiene la habilidad para poner el foco en lo que importa y encontrar la verdadera tesis de su proyecto. Porque el carácter de farsa, de simulación y de puesta en escena que conlleva esta festividad, de pacto implícito entre el creador y el consumidor, no es algo que esté demasiado lejos de la experiencia cinematográfica. Desde su título, incluso desde un fragmento que aparece por allí, la película se refleja en el mismo cine al recordar un film de 1960 de Román Viñoly Barreto. Más allá de las entrevistas, de los personajes increíbles que aparecen ante cámara, de lo que muchas veces queda en un fuera de campo sugerente, Todo el año es Navidad se termina definiendo en su hermoso epílogo: porque Frenkel y su cámara no pueden más que admirar con fascinación el poder subyugante de la Navidad, empezando por una serie de objetos del más prosaico merchandising festivo y concluyendo en un espíritu de bondad y amabilidad que todo lo envuelve. Entonces, Frenkel se rinde ante el poder de encanto de la ficción sugerida aquí a través de un señor vestido de rojo y blanco que deja regalos por todo el mundo, durante una noche, en tiempo récord. Una película sobre la construcción de la mentira y cómo convertirla en realidad.
El ojo bisturí ¿Será Frenkel el director actual que mejor nos retrata? A los que somos medio aparatos, que operamos autogestionados por fuera de las grandes ligas de lo que sea (cine, radio, música, etc.) seguramente que sí; pero lo de Frenkel va más allá de los grupos que retrata (en la película que nos ocupa, los Papá Noeles). La diferencia con otros directores que también tienen esa ambición de retratar a la sociedad, como por ejemplo Gastón Duprat en Mi Obra Maestra (sobre todo en aquella escena en la que el personaje interpretado por Francella se pone a sacarle la ficha a los extraños que pasan por Plaza San Martín), es que las sensaciones que dispara el cine de Frenkel parecieran ser una consecuencia de su relato (de su ojo) y de su curiosidad, y no una arbitrariedad de un guión ni una idea del director metida a presión en una trama. En Todo el Año es Navidad (que toma su nombre de un viejo programa de televisión y de la película homónima del uruguayo Román Viñoly Barreto de 1960 que anda dando vueltas por Youtube) basta con mostrar un desfile de un Papá Noel por el barrio de Montecastro para que un extraterrestre tenga una muestra cabal de lo que somos, y de lo indescifrables que podemos ser. Ya desde uno de los primeros planos en el que vemos una bandera argentina sabemos que Frenkel va a seguir haciendo, como ya hizo en sus documentales anteriores en mayor o menor medida, un registro sin caretas de la argentinidad. En ese procedimiento en el que no se caretea, volvemos a ver las costuras de la realización como parte de los aspectos formales (por ejemplo, planos desde atrás de los planos y demás desprolijidades controladas); aunque también, cuando Frenkel quiere, hay planos que parecen técnicamente superiores a los del resto de su filmografía y que contrastan con algunos geniales de cine de guerrilla en los que el director parece sorprender a diversos Papá Noeles de civil que andan yirando por la ciudad de Buenos Aires. En las entrevistas a los laburantes del disfraz y la fantasía, quedan expuestas las diferentes motivaciones: el Papá Noel changarín, el que encontró el sentido de su vida, el que lo hace como parte de su militancia social, o el que parece homenajear a uno de los primeros osos fetichistas. Frenkel aprovecha una festividad que se presta casi naturalmente para su tratamiento camp; postura que llega a su clímax con una genial versión cumbianchera de Noche de Paz.
Un despliegue de casos excéntricos Lo que trabaja Néstor Frenkel (Buenos Aires, 1967) en sus “comedias documentales” (Construcción de una ciudad, Amateur, Los ganadores) es la distancia entre lo que el dibujante Rep llamaría “la grandeza y la chiqueza”. Grandeza de pretensiones en los vecinos de la ciudad entrerriana de Federación, que se conciben como protagonistas de una resurrección urbana. Grandeza en la chiqueza, la de Jorge Mario, cineasta aficionado que parecería empeñado en igualar a Hollywood, filmando en super-8 con elencos de amigos. Grandeza ilusoria de un grupo de gente que se dedica a ganar premios que no valen nada. En Todo el año es Navidad Frenkel investiga uno de esos micromundos que tanto le llaman la atención, el de aquellos que “hacen” de Papá Noel en Navidad, confrontando en esta ocasión la grandeza (o gordura, si se prefiere) del mito con la chiqueza del simple rebusque. Lo que halla la cámara de Frenkel es, como en otros casos, un despliegue de casos curiosos, excéntricos, a veces dignos de piedad. El hombre inflado de dignidad que enumera todos sus talentos y capacidades para, a la hora de los bifes, pararse en una plaza a cantar un verdadero himno a la falta de métrica. El que en el curso del año oficia albañilería, plomería, masajes y reflexología. El que se hace hacer todo el vestuario a medida, incluyendo variantes veraniegas del sofocante traje, “para countries o la playa”. El que decidió dedicarse a esto en una noche llena de visiones místicas, que incluyeron la presencia de Dios en el capó del auto. O el otro al que un duende patagónico puso en el buen camino. El que concilia el disfraz del hombre más pacífico del mundo con la práctica de la lucha grecorromana y las clases de defensa personal, con arma de fuego o arma blanca. El Papá Noel trosko. El megalómano desatado que a los 80 años presenta una agenda sobrecargada, que incluye actuaciones en Estados Unidos, y que practica abdominales mientras su perrito –también sobrecargado– no deja de montárselo. Están aquéllos que al hacer su trabajo se llenan de emoción, casi como si fueran Papá Noel mismo, y los que lo asumen como un rebusque para ganarse unos mangos. A la mayoría le cuesta enormemente hablar de plata, trabajo o sustento, como si eso fuera indigno. Si no fuera por los reiterados planos de shoppings, que dan un golpe de realidad a tanta sarasa, bajando las ilusiones mágicas al verdadero país de Papá Noel (el del Centro de Compras), daría la impresión de que a Frenkel le basta con exponer esta galería de rarezas mayormente cómicas, como si Todo el año es Navidad aspirara a ser una variante amigable de los shows de “fenómenos” de las ferias de atracciones de un siglo atrás.
A fines de los años ’50, el guionista Horacio Santiago Meyrialle imagina que, por designio divino, el verdadero Papá Noel baja del cielo, no del Polo Norte, para darles una mano a los argentinos en apuros. Santa Claus actúa de incógnito, disfrazado de hombre común: obrero, empleado, barman según la ocasión. La ocurrencia se transforma en película que Román Viñoly Barreto dirige al poco tiempo. Protagonizada por Raúl Rossi, Todo el año es Navidad se estrena el 25 de febrero de 1960. Más de medio siglo después, Néstor Frenkel rescata aquella fábula cinematográfica (también existió una versión televisiva) para darla vuelta y retratar a los mortales –actores, artesanos, changarines– que encarnan a Papá Noel en centros comerciales, desfiles, publicidades, a modo de ganapán. Algunos se sienten emisarios divinos; todos encarnan el personaje con profesionalismo. La película no es una ficción sino un documental; también se titula Todo el año es Navidad. Como en producciones anteriores, en ésta también Frenkel hace gala de un ojo clínico a la hora de identificar a ciudadanos tan desconocidos como dignos de los quince minutos de fama warholianos. En esta ocasión, el autor de Los ganadores, El gran simulador, Amateur, Buscando a Reynols ofrece un llamativo muestrario de hombres maduros que trabajan para una empresa especializada en proveer Papá-Noeles a shoppings, supermercados, agencias de publicidad, intendencias y demás clientes interesados en explotar la veta comercial y/o electoral del legendario San Nicolás. A contramano del discurso que insiste en la naturaleza mágica de la Navidad, el realizador dirige su mirada y sus preguntas hacia la construcción de un personaje cada vez más sujeto a la lógica del consumo masivo y del trabajo informal. La voluntad de mostrar esta arista artificiosa lo lleva a mostrarse como parte integrante de la puesta en escena en cuestión, por ejemplo cuando se filma detrás de cámara y cuando filtra algunas de sus intervenciones en las entrevistas así como sus directivas para la escena final. Por momentos Todo el año es Navidad exuda la misma sorna que destilan otros retratos de “persona(je)s de la vida real” según reza el lugar común. Además de aquéllos que llevan la firma de Frenkel, vale citar dos trabajos de Mariano Cohn y Gastón Duprat: Living stars y Todo sobre el asado. Las pinceladas socarronas constituyen el aspecto más discutible, acaso reprochable, de este tipo de documental. Por lo pronto, invitan a reflexionar sobre cierta tendencia cinematográfica a retratar a individuos atípicos –o extraordinarios en el sentido literal del término– a partir de la mirada condescendiente que a veces despliega la gente supuestamente normal.
Todo el año es Navidad es un documental realizado por Néstor Frenkel (Construcción de una ciudad) que se enfoca en la Navidad y, sobre todo, en el protagonista de esta fecha tan especial para muchos: Papá Noel. El documental parte de una especie de casting a aquellos hombres que cada fin de año se ponen el traje rojo de pana para interpretar a una de las figuras favoritas de los más chicos: Papá Noel. En Todo el año es Navidad, Néstor Frenkel rompe con la idea de que existe un solo Papá Noel. En este documental demuestra que, más allá de compartir un traje rojo, una botas negras y un pelo blanco y largo (también la barba), todos los Papás Noel son diferentes entre sí. Durante el resto del año estas personas dejan atrás este mítico personaje para ocupar otro tipo de oficios tales como masajistas, estatuas vivientes, artesanos, luchadores, etc. El documental está dividido en diferentes especies de capítulos. Cada uno de ellos desarrolla la historia de cada Papá Noel: desde los trabajos que realiza durante el año, hasta cómo llegó a convertirse en la figura del Polo Norte -algunos de ellos con historias tan excéntricas como la existencia/presencia de duendes–. Esta fórmula, pese a darle un orden a la historia para que no se mezclen los personajes en sí, hace que la trama termine volviéndose reiterativa a la larga. Néstor Frenkel consigue darle una vuelta de tuerca a una premisa por demás explotada en la historia del cine. Todo el año es Navidad muestra otra cara de esta fecha. El cineasta se enfoca en Santa Claus, pero lejos de ahondar en los supuestos milagros que este ser realiza -como otorgarle a los pequeños lo que más desean-, se enfoca en qué hay detrás de estas personas que, en cada diciembre, se sientan en una silla (normalmente en un shopping) a escuchar a cientos de pequeños que pasan a visitarlos y pedirles un regalo para el 25. El documental además está narrado desde un punto de vista más bien cómico. Las historias que cuentan esta decena de Papás Noel son divertidas y logran que uno empatice con ellos. Todo el año es Navidad además consigue que el espectador regrese por unos minutos a su infancia, a aquella época en la que creía en la existencia de esta figura. Más allá de rendir un homenaje a San Nicolás (y de reconocer el trabajo de esta decena de hombres), Todo el año es Navidad también es una crítica al consumismo que se acentúa con la llegada de esta fecha. Frenkel deja ver cómo Papá Noel, más allá de traer felicidad e ilusión para los más chicos, además es una imagen clara del sistema capitalista.
Este documental comienza con una escena en blanco y negro contando una historia, luego pasamos al color con una charla frente a cámara con un ceramista, un especialista en pesebres que trabaja haciendo cerámicas de Papá Noel. Se arma esta figura inflable en la plaza y existen distintas personas que recorren las calles de algún barrio representando a este personaje y ellos te ofrecen sacarte una foto y vivir un rato de ilusión. Están hasta las estatuas vivientes y personajes medievales que se lucen todos los años, en cambio Papá Noel pertenece solo a una fecha especial. Ofrece una buena fotografía además entremezclando el color y el blanco y negro. Distintos momentos transcurren hasta las movilizaciones callejeras. Varias personas participan a través de buenas entrevistas, imágenes que van mostrando cómo se prepara la navidad en cada casa y centros comerciales. Están los preparativos para ser Papá Noel, los mensajes en facebook, los diálogos con los niños a través de un llamado telefónico y también la emoción y el espíritu navideño. Nos deja un lindo mensaje cada uno de los protagonistas que hicieron de Papá Noel en este film.
Ya se acerca Navidad y, como todos los años, desde principios de diciembre se pone en marcha la maquinaria organizativa de la festividad más popular del catolicismo. Un actor fundamental de la generación de ilusiones y esperanzas es Papá Noel, y este documental argentino se refiere exclusivamente a ese personaje indispensable, al cómplice de que la farsa siga funcionando, siendo lo más creíble y real posible en ese mundo ficticio, permitiéndole, de ese modo, perdurar a través de los siglos sin inconvenientes. Porque no hay pruebas fehacientes de que esa individuo haya existido. Hay elucubraciones varias, pero nada concluyente. El director Néstor Frenkel a lo largo del film entrevista a varias personas que hacen de Papá Noel en distintos ámbitos, como plazas, shoppings, calles, ferias populares, clubes, etc. A varios de ellos los interceptaron en la vía pública y los convencieron para interpretarlo por su parecido físico, y otros, tuvieron una suerte de revelación mística, y ellos mismos necesitaron hacerlo. El realizador acompaña un rato a cada uno, podemos apreciar qué es lo que hacen en sus actividades diarias, cuando dejan el disfraz guardado y trabajan de civil. Con un sencillo y prolijo trabajo de producción, pero con escaso valor cinematográfico, se desarrolla una historia desabrida, meramente descriptiva, sin momentos emotivos o, aunque sea, informativos, acerca de cómo crearon esta mítica personalidad por parte de alguna persona entendida en el tema. Seguramente al director le haya parecido atractivo filmar un documental referido a un emblema de las fiestas, tan popular y querido por los chicos, pero es eso sólo. No hay profundidad ni dinamismo, dando como resultado una realización aburrida y sin gracia alguna. Lo único aceptable del relato es la construcción de un verosímil sobre la leyenda, para que quede a criterio de cada uno si cree o no, en Papá Noel.
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.
Cuando vender ilusión es el trabajo ideal La película comienza con una escena correspondiente a otro film que lleva el mismo título, donde dos niños miran al cielo y creen ver a Papá Noel entre las nubes. Santa pregunta confundido: “¿Tan lejos de Navidad?”, a lo que el arcángel Miguel (proviente del hebreo Mikael que significa “el que es como Dios”) responde: “Es que te olvidas! Todo el año es navidad” (Román Viñoly Barreto, 1960). Esta forma de introducirnos en el relato no solo homenajea al cine analógico, esa materialidad del fílmico en blanco y negro que siempre produce cierta melancolía, sino que además esta secuencia nos conecta con la ternura característica del recuerdo infantil. “¿Será una propaganda? Será, pero dicen que bajó del cielo”, remarca otro fragmento que retoma el film. El documental de Frenkel combina la ilusión con la parodia, mostrando ese mundo fotografiable de Papá Noel de cartón, a la vez que lo reivindica desde su costado más inocente, en lo que podemos pensar como un desdoblamiento constante en la película. Por un lado la magia, la fantasía, la ilusión, por otro el gran aparato comercial, la convivencia de ambas, haciendo prevalecer la diferencia, mostrando el artificio, no solo de la construcción del personaje, sino también del espacio. Mediante la inclusión del fondo monocromo en escena, que por el contrario generalmente se utiliza para hacerlo desaparecer en postproducción, se evidencia la situación real de gente buscando trabajo. Esa dualidad también la podemos encontrar en el registro del proceso de casting, aspecto central en la película, donde nos topamos con una docena de hombres totalmente opuestos que se transformarán en Papá Noel por un mes, desde un militante sindical, un ferretero, o un actor publicitario de CocaCola, instancia a partir de la que se pone el foco en las particularidades de cada uno. Es allí donde radica una de las claves más interesantes de este documental que trabaja sobre la figura de una tradición casi mitológica, a partir de la diferencia, mostrándonos doce versiones de Papá Noel, que son iguales pero distintos a la vez. En un intercambio con el director, Frenkel nos cuenta que le interesaba filmar el casting puntualmente por dos motivos, por un lado para registrar el encuentro con el entrevistado como primer contacto, evitando una charla previa, no se trata de recrear, sino que surja cierta espontaneidad de ese primer momento. Por otro lado, mostrar la situación de casting de Papá Noel buscando trabajo, “como puntapié inicial de la película, vemos la transformación, cómo los incorpora y los retrata, mostrar que estamos en un estudio, el set, las cámaras, las luces, y el fondo verde como posibilidad abierta a la ilusión de cada espectador”, explica el director. Es precisamente allí donde surgen las individualidades, cómo cada uno construye su mundo según sus propias reglas, un mismo papel interpretado de formas diversas. Como el carnaval, estos hombres se preparan durante todo el año, entrenan, ensayan, se capacitan, para la gran función de Navidad. Hacia el final aparece en el film una especie de “coach” (sí, un entrenador de Papá Noeles), en lo que podemos pensar como un juego que dialoga entre persona/personaje, papá noel/actor, vestuario/disfraz, aconsejándolos en favor de lograr un personaje armónico con lo que vende, la ilusión como pacto ficcional. El trabajo de Papá Noel fusionado con el trabajo actoral, tornándose borrosos los límites del universo diegético, entre ficción y realidad. Ficha técnica Todo el año es Navidad (Argentina, 2018) Dirección, guión y producción: Néstor Frenkel / Producción: Sofía Mora / Sonido: Fernando Vega – Hernán Gerard / Asistencia de Dirección: Tomás Pernich / Colaboración en Montaje: Iair Attias / Producción Ejecutiva: Daniel Werner / Sonido Directo: Enrique Migliorelli (ASA) / Dirección de Fotografía: Diego Poleri / Música: Gonzalo Córdoba / Reparto: Juan Carlos Marino, Ricardo Castro, Hugo Taddei, Néstor Gallo, Eduardo Cuevas. Producida por Vamosviendo Cine y Mandacha Pickchers y con el apoyo del INCAA, fue preestrenada en el BAFICI 2018 /Trailer: https://vimeo.com/242615026
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“Todo el año es Navidad” es una película en blanco y negro de 1960, dirigida por Román Viñoly Barreto, inspirada en un programa televisivo de la época. Frenkel tomó como disparador las imágenes de ese filme, con un Papá Noel caracterizado por Raúl Rossi junto al recordado Miguel Ligero, para contrastarlo con el Papá Noel de esta época, el que sale a laburar, el buscavidas que piensa en llevar un mango a casa, pero también el que dice “me siento querido”. En todo ese arco incluye al místico, al inocente que busca la felicidad de los niños, al que especula con una carrera internacional y hasta el que raya con la locura. El realizador hizo un casting de 30 personas que trabajan con el uniforme rojo cuidando la barba blanca y seleccionó a 11 que aparecen en el filme. Hay imágenes de ese diálogo con el director y también otras con la intimidad de los personajes, donde se los ve vulnerables. Y que pueden trabajar tanto de Papá Noel como de luchador grecorromano o de estatua viviente con el disfraz de Don Quijote de la Mancha. El director también atraviesa el gen argentino, la trasculturalidad y el negocio del comerciante de turno. Y acierta al no juzgar. Sólo muestra la otra cara de la Navidad.
Este viaje cinematográfico del excelente documentalista argentino Néstor Frenkel nos sumerge en un acontecimiento tan naturalizado como extraño a la vez: la navidad y sus mitos. En este caso el objeto de la observación es la icónica figura de “Santa Claus”, “Papá Noel” o el mágico señor de barba blanca que nos traía los regalos en la infancia. A partir de su iconografía histórica: el traje, el cabello, la barba, las botas, la sonrisa, la carcajada navideña y muchos otros detalles más una serie de “Papás Noeles” se hacen presentes en el relato a través de distintos hombres con sus cuerpos dispuestos a reconstruir la fantasía de diciembre. Como buenos trabajadores de la vida cotidiana se ponen la escena al hombro y reviven por un rato aquel mito navideño de antaño. La narración de Frenkel abre con un homenaje de singular calibre cinéfilo. Un fragmento de material de archivo nos deja ver una secuencia de otro filme. En blanco y negro vemos dos niños mirando al cielo que se preguntan por tan mágica visión – ¿No te parece un ángel? ¿Mirá ese? ¿No es Santa Claus?. Y es que creen verlo entre las nubes. Pero es cierto, allí está, mirando hacia la tierra y hablando con el arcángel Miguel que le indica ni más ni menos que bajar a la brevedad. Santa pregunta confundido: ¿Tan lejos de Navidad? y el arcángel responde: Es que te olvidas! Todo el año es navidad. Títulos. Raúl Rossi encarna a este Papa Noel de los años sesenta en la película Todo el año es navidad de Román Viñoly Barreto, y Frenkel nos remite en esas imágenes elegidas a un cine popular, secular, lleno de las fantasías casi ingenuas, pero que hoy con más tecnología y menos tiempo, aún siguen vigentes. El documental nos acerca a la punta de la nariz la constitución aún vigente del mito con los rituales que construimos en torno a él. Frenkel nos empuja con inteligencia a un viaje de evocación, a un mirar en pasado y presente para observar la humanidad de estos hombres que hacen de “otro hombre ausente”. Entonces, el mito es una buena excusa, genuina y singular, para observar otra faceta de nuestra condición humana a través del cristal de un hombre imaginario a todos los hombreas reales. Obsesionado por Santa y sus variables, se nos presenta un hombre tras otro, un personaje tras otro, un tipo de Papá Noel diferente en cada caso, tantos, como el sujeto real que lo encarna. Si la similitud es la barba blanca, el traje, la panza, el cabello, o las botas acá queda eso como parte de la superficie ya que cada uno de estos “Papá Noeles” anidan personalidades muy diversas, historias personales claramente divergentes, y hasta trabajos a los que se dedican (por fuera del navideño) muy distintos unos de otros. Así, la idea de que hay UN SOLO Papá Noel, se cae al vacío en 15 segundos. Cuando se multiplican las facetas y los sujetos que lo encarnan, aquel ausente imaginario se transforma en todas las versiones de sí mismo. Tan distintos y opuestos a la vez, ellos nos dejan en claro que la realidad se aleja de la idealización de un mágico hombre de rojo que viene de lejanas tierras, aquella narrativa que nos inculcaron en la infancia. Esa misma trama de la que fuimos cómplices repitiendo a nuestros descendientes las idénticas alegorías un poco y sin duda, de cartón pintado. Las escenas con los protagonistas dejan entrever en cada uno, un sueño, una fantasía, una necesidad interior en el deseo de ser ese personaje mítico, y la fantasía casi épica de asumir esta tarea como una misión del destino. Todos queremos tener una misión en la vida. La tarea de misionar queriendo ser ese personaje se completa con las carencias que viven cada uno detrás del disfraz. La búsqueda de un trabajo, la vida con sus vaivenes y la supervivencia que es ardua de andar en su derrotero. Un trabajo único y especialmente sacrificado ya que dura solo un mes y tiene un mundo de condiciones. Entre ellas las del mercado, y a eso me refiero, al modelo de consumo en un esquema capitalista, donde Papá Noel es otro fetiche consumible de la lista navideña. El sistema y sus voracidades funcionales no queda afuera de la realidad de este mito en el siglo XXI. Hay otro fragmento del filme de Viñoly Barreto donde una mujer dice –¿Es una propaganda? ¿Qué es?…. Esta cita intertextual no deja dudas, Frenkel siempre tiene el ojo en los sistemas de poder. Más allá de cierto divertido romanticismo navideño o la amorosa parodia al personaje esta temática hace pie en el documental como una clave más de la mirada autoral: el mundo vendible, el mundo bebible, masticable y fotografiable de Papá Noel. El documental tiene a su vez cierta impronta bucólica que genera la figura de Santa Claus y la temática navideña. No son payasos pero esa sensación extraña de saber que detrás de ese traje existe un otro, que habita con la intención de sostener algo inexistente. Esto genera indirectamente una cierta melancolía en este retrato del mito, en especial por la conciencia de mismos personajes sobre esta nostalgia que Santa Claus implica. Aún así el documental no está sostenido por penosos tonos dramáticos, sino que deja que el humor sea la puerta con la que se abren los diversos caminos discursivos. Humor y nostalgia, además, han sido siempre buenos amigos. La secuencia final presenta un armado de montaje corte a corte donde todo el “mundo Noel” se despliega en la pantalla: objetos varios, fetiches de todo tipo, decenas de gente barbuda, un mix de realidad y navidad a toda marcha. Nos queda un filme de esos que uno vive a través de un autor lleno de pasión por narrar, por contarnos ciertas micro historias que se agigantan en la pantalla, plagadas de sutiles miradas que rozan otros mundos más complejos. Como el universo que construimos cada año donde coexisten tanto un sueño de unión, una fantasía renovada, una esperada solución mágica, y el deseo voraz de comprarnos todo porque el 24 queremos ser dueños del ritual sobre la mesa. Todo el año es navidad es la revelación de una cara de nuestra mitología hecha con retazos de pura realidad. Una película que te hace pensar en aquello que se nos hace invisble. Y se impone, como todo, con el tiempo. Por Victoria Leven @LevenVictoria