Viaje Repetido Hace bastante tiempo, cuando era adolescente tardío, vi una película en la línea American Pie, que siendo muy tonta, me divirtió bastante. Se llamaba Viaje Censurado. Una road movie acerca de cuatro amigos que realizan un viaje para visitar a la novia de uno de ellos una universidad a otra. Drogas, sexo y Rock and Roll. Según pude leer por entonces el director, Todd Phillips, nunca vio El Ciudadano o alguna película de Bergman mientras estudiaba cine. A Phillips no le fue nada mal en sus comienzos. Viaje… fue un relativo éxito. Al que le siguió, una aún mejor, Aquellos Buenos Tiempos (Old School) con Will Ferrell. Después esta vinieron la versión cinematográfica de Starsky y Hutch con Stiller y Wilson que no cumplió las expectativas y la aún peor Escuela para Tontos con la dupla Thorton / Heder. Parecía que esta promesa de director de comedias “zafadas” se había agotado hasta que salió, ¿Qué Pasó Ayer? el año pasado, que se convirtió en la sorpresa de la taquilla de la temporada estadounidense. Si bien me pareció divertida, ¿Qué Pasó Ayer? no me parecía una gran película. Buenas actuaciones, alguna que otra situación inesperada y paro de contar. Lo original era la premisa. Tres amigos que debían reconstruir lo que hicieron la noche anterior y encontrar al cuarto amigo antes de que se case. Una de las claves del éxito fue el elenco prácticamente desconocido, especialmente el gran Galifianakis. Extraña mezcla entre John Goodman, John Belushi y Jack Black, este actor gordito y barbudo sorprendió a todo el mundo con su personaje estrafalario, y de repente apareció también en Amor sin Escalas, y la comedie “Indie” inédita It’s a Kind of a Funny Story con la sobrina de Julia Roberts y la remake estadounidense de La Cena de los Tontos. Pero todos esperaban Todo un Parto. Nuevamente, Phillips toma el volante de la película, y en el viaje los acompaña Robert Downey Jr, uno de los actores del momento: desde Una Guerra de Película, pasando por Iron Man 1 y 2, y Sherlock Holmes, el intérprete que debutó en las comedias de John Hughes, pero ganó fama y respeto gracias a la magnífica interpretación de Charles Chaplin, en la biografía dirigida por Richard Attemborough, la viene pegando, y generalmente lo que levanta la película, es su presencia. Todo un Parto no es la excepción, solo que esta vez Galifianakis da una gran mano. Peter es un arquitecto “exitoso”, un empresario serio que está en Atlanta por viaje de negocios, pero debe volver a su casa a Los Angeles para el nacimiento de su primer hijo. Allá lo espera Sarah (Monahan que trabajó con Downey en Entre Besos y Tiros). Ni bien llega al aeropuerto empiezan los problemas con Ethan, un supuesto actor que viaja a Hollywood para buscar trabajo junto con su pequeño perro. Al igual que en Mejor Solo que Mal Acompañado de John Hughes, Peter y Ethan serán la típica “pareja despareja”. La pulcritud y seriedad de Peter contrasta con la locura y estrafalaria personalidad de Ethan, con quien finalmente tendrá que cruzar los Estados Unidos en auto para llegar bien al parto de Sarah. En el medio sucede lo de siempre: drogas (Peter nunca consumió, chiste extra cinematográfico sobre el pasado de Downey), golpes, persecuciones policiales, etc. No vale la pena develar mucho. Nuevamente Phillips hace una comedia road movie con personajes estereotipados de convencionales. Es más, son pocas las diferencias que hay entre el Alan de Galifianakis en ¿Qué Paso Ayer? y Ethan. El grave problema es que esta vez, Phillips ha madurado. Sus personajes no son siquiera adolescentes en traje de adulto. Son adultos y el tema de la película es paternidad. Ethan acaba de perder al padre, Peter va a ser padre. Y surgen las dudas, las dudas llevan a momentos sentimentales previsibles, que si Phillips sería una gran director de comedias habría evitado. El guión es bastante simplón y superficial. Muchos chistes son obvios, otros sorprenden y son efectivos, pero siempre termina dando la sensación que el gag se podría explotar mejor, que falta el remate final. Aún sin el “ingenio” de ¿Qué Pasó Ayer? y los chistes más morbosos de sus anteriores comedias, Todo un Parto es una comedia “liviana” de Phillips, pasatista, de transición hasta que se estrene la segunda parte de ¿Qué Pasó Ayer? con los mismos actores. Y si esta crítica no lleva un puntaje bajo es porque la fórmula, si bien no es extraordinaria, funciona gracias al humor y la espontaneidad de la pareja interpretativa que cumple con los roles correspondientes de forma previsible. Aportan el perro (sin dudas el tercer personaje relevante) y la apariciones de Lewis (trabajó con Downey en Asesinos por Naturaleza), Danny McBride (actuó en Una Guerra de Película con Downey y Amor sin Escalas con Galifiniakis), Jamie Foxx (trabajó con Downey en El Solista) y el propio Phillips con mayor tiempo frente a cámara que en otras películas. Se me ocurre al voleo, que en vez de hacer un guión “original” que deja un gusto a deja vú impresionante, con un fin tan banal, Phillips con ambos actores y fanático de las road buddy comedy movies podría haber hecho directamente y sin vueltas la remake perfecta de Los Hermanos Caradura. Por supuesto, la influencia está y la fórmula Aykroyd/Belushi/Landis es irremplazable, pero prefiero la remake honesta, antes que un híbrido de muchas cosas vistas, que terminan siendo prácticamente… nada. Pero bueno, para distraerse de los paros, cortes, caos diario, divertirse un rato y entretenerse sirve. No creo que haya otra pretensión más que esa. Un viaje muy efímero de ida y vuelta, que se olvida a los 5 minutos de terminarse.
En la primera escena de la película vemos a Robert Downey Jr acostado en la cama de un hotel, la cámara lo toma en un sutil plano picado y se lo muestra hablando solo, casi un monologo de alguien depresivo que no quiere levantarse de la cama. De golpe Downey levanta la cabeza de la almohada y vemos un aparato bluetooht en su oído. Lo que parecía un discurso de un tipo con problemas se convierte automáticamente en el rosqueo de un empresario a un posible cliente. Este es el dispositivo que utiliza Todd Phillips para su cine; la sorpresa, el humor que no se ve venir, el chiste que rompe la estructura de manera inesperada. Peter Highman (Robert Downey Jr) y Ethan Tremblay (el enorme Zach Galifianakis) tienen un incidente dentro de un avión en el aeropuerto de Atlanta y son echados del mismo por la fuerza. Highman deja arriba del avión todas sus pertenencias y queda varado en la costa Este mientras su esposa Sarah Highman (la bella Michelle Monaghan) lo espera en Los Ángeles para una cesárea programada para tener a su hijo. La única posibilidad de regresar es con el auto alquilado por Ethan Tremblay, que acaba de cremar al padre y va a Hollywood a conseguir trabajo como actor, ya que el logró bajar sus cosas del avión. La necesidad de llegar a un lugar es un tópico común en las películas de Todd Phillips donde el personaje principal debe llegar un destino para encontrarse con su pareja en alguna situación límite. En Viaje Censurado, Breckin Meyer cruzaba todo el país para evitar que su novia reciba un video de él engañándolo con otra mujer, Bradley Cooper avisa desde Las Vegas que el novio no va a llegar al casamiento en ¿Qué Pasó Ayer? Y en Todo un Parto, Robert Downey Jr lucha por llegar a tiempo para ver a su mujer dar a luz a su hijo. En todos estos episodios el personaje principal de la película cambia; parece ser que Phillips reflexiona sobre las dificultades que se presentan ante los grandes cambios (nacimientos, casamientos, rompimientos de parejas) Esta necesidad de llegar a la mujer tiene un claro anclaje en el cine clásico americano (a pesar de que Phillips afirma ser un desconocedor del mismo al menos durante su formación cinematográfica) y lo muestra de manera libre y anárquica. Todo un Parto es una road movie de personajes diametralmente opuestos (casi una “buddy movie” ochentosa) y la apuesta de Phillips esta basada en la estupenda química entre los personajes de Downey Jr y de Galifianakis a lo largo del viaje que los transporta a Los Ángeles donde el humor que no se ve llegar se apodera de la diégesis , desde la impagable piña de Downey Jr a un nene hasta la paja de Galifianakis “para poder dormir como un bebe” o el trip de Robert “yo nunca me drogue” Downey Jr con las estrellas de fondo viajando a toda velocidad. Las drogas y el robo de vehículos a instituciones son obligatorios en las películas de Phillips, en Viaje Censurado le robaban el micro escolar a una ciega, en ¿Qué Pasó Ayer? un patrullero y en Todo un Parto una patrulla inmigratoria en la frontera de México. Para Phillips si sus personajes quieren llegar para cumplir con el status quo antes tienen que llevarlo al límite y demolerlo. Incluso el director destruye el canon cinematográfico sobre la relación hijo/ padre o el nacimiento/muerte; el café de cenizas le quita la solemnidad a cualquier tipo de análisis. Una notable comedia, descocada y anárquica que eleva a Todd Phillips a ser uno de los mejores directores de comedia de hoy en día.
Los opuestos se atraen Luego del inmenso éxito conseguido el año pasado con la notable ¿Qué pasó ayer? (en estos momentos se está filmando la secuela con el mismo equipo), Todd Phillips -el nuevo Rey Midas del humor norteamericano en reemplazo del alicaído Judd Apatow- nos regala otra comedia arrolladora, delirante y, aunque bastante más despareja que The Hangover, muy disfrutable por su desparpajo y por el duelo actoral que propone entre dos grandes talentos como Robert Downey Jr., Zach Galifianakis. Buddy-movie trabajada a partir de la comicidad que se genera entre dos protagonistas opuestos unidos por una sucesión de eventos desafortunados (el yuppie serio y sobrador que debe llegar a tiempo para el parto de su futuro hijo interpretado por Downey Jr. y el impresentable, patético y bienintencionado loser y aspirante a actor de Galifianakis, que carga con un perro y con las cenizas de su padre), Todo un parto aborda temas como la paternidad y la amistad masculina a partir de un esquema tradicional como el de la road-movie (luego de un incidente inicial en un aeropuerto ambos deben recorrer juntos en auto los 3.200 kilómetros que separan la Costa Este de la Oeste) y, en ese trayecto entre Atlanta y Los Angeles (con más de un desvío y contratiempo), pasarán del odio inicial a una hilarante camaradería. El film aborda cuestiones "zafadas" (el consumo de drogas que permiten cierta veta alucionatoria), escatológicas (vómitos incluídos), políticamente incorrectas (como un incidente con la policía mexicana) y hasta míticas (como un paso por el Gran Cañón del Colorado), pero todo transita dentro de los cánones algo previsibles y aceptables de la comedia mainstream hollywoodense (algo que la sorprendente ¿Qué pasó ayer? logró subvertir en no pocos pasajes). Todo un parto, por lo tanto, no es una gran película, pero sí una más que digna comedia, con razonables momentos de inspiración y no pocos gags (físicos y verbales) como para sacar un "aprobado". Phillips pasó la prueba sin sobrarle demasiado. Esperemos que la continuación de ¿Qué pasó ayer? nos ratifique y amplifique sus indudables condiciones dentro de un género tan difícil y traicionero como el del humor absurdo que él tan bien cultiva.
Una mirada hilarante sobre la amistad El director Todd Phillips vuelve a la carga con una comedia disparatada después del éxito (exagerado) de su anterior trabajo: ¿Qué pasó ayer?. Y para lograrlo trae a dos intérpretes ideales: Robert Downey Jr. y Zach Galifianakis. El resultado es Todo un parto, un eficaz relato que juega con la pareja de opuestos luego de un confuso episodio ocurrido a bordo de un avión. Peter (Downey Jr.) es un arrogante hombre de negocios y futuro padre que intenta volver a tiempo para presenciar el parto de su esposa. Y, en el otro wing, aparece Ethan (Galifianakis), un actor entrado en kilos, desprolijo (recuerda a Santiago Segura en Torrente), con permanente, y acompañado por su inseparable boxer (y por las cenizas de su padre que lleva en un tarrito de café), cuyo objetivo es llegar a Hollywood inspirado por los capítulos de la serie Two and a half men. El encuentro entre ambos no tardará en llegar y tampoco la obligada travesía que juntos deberán emprender desde Atlanta hasta Los Angeles, entre persecuciones con la policía mexicana, consumo de drogas, peleas con amigos y escenas escatológicas. El realizador sumerge al espectador en una catarata de gags constantes que se alimentan de las contradicciones que surgen entre los protagonistas. Hacer comedia no es sencillo y el director sale airoso con un producto certero y menos disperso que su anterior film, mientras propone una mirada hilarante sobre los límites de la amistad y la masculinidad.
Refrito de ideas...sin ideas Endilgarle su génesis mercantilista a una película es remar contra la corriente de una industria experta en reiterar fórmulas de éxito probado: no hay nada malo en la concepción de Todo un parto (Due date, 2010) como un spin off que amalgame la trama de Mejor solo que mal acompañado (Planes, Trains and Automóviles, 1987) con un estilo narrativo y jirones del humor del film previo de Todd Phillips,Qué pasó ayer? (The hangover, 2009). La cuestión es que esa cercanía temática entre dos grandes, enormes películas la ubican en un raro limbo de desajustes e imperfecciones. Peter Highman (Robert Downey Jr.) es un empresario exitoso que corre contra el reloj esperando llegar a tiempo para el nacimiento de su primogénito. Ethan Tremblay (Zach Galifianakis) es, obvio, su opuesto: tosco, frontal, sin demasiadas luces, aspira a conquistar Hollywood actuando en la exitosa serie Two and a half men. Como en el clásico de John Hughes, Todo un parto narra la historia de esta pareja despareja que debe atravesar transversalmente Estados Unidos luego de un entuerto aéreo. Es inevitable ubicar la piedra basal de este proyecto en el inesperado éxito que fue Qué pasó ayer?, cuyo costo de 45 millones de dólares y su taquilla global de casi 280 millones la convirtieron en una de las producciones más rentables de 2009. Fue además la catapulta al estrellato para el siempre subvalorado Todd Phillips y el cómico de origen stand up Zach Galifianakis, quien puso sus voluminosas carnes al servicio del cuñado del novio desaparecido a horas de su boda, en lo que era un auténtico pelmazo con destino de mito. Brillaban demasiado los dientes de ese caballo como para no encandilarse aún más. Y así se concibió la secuela, actualmente en rodaje, y seguramente ésta, una película que repite director y actor protagónico –no por nada el trailer anuncia con bombos y platillos lo nuevo del “director de Qué pasó ayer?”- y le suma a una estrella re-cotizada en las huestes de la comedia gracias al díptico de Iron Man (2007) y Una Guerra de película (Tropic Thunder, 2008) como es Robert Downey Jr. El banquete se imaginaba completo con la premisa salpimentada por el brío del gran John Hughes. Pero la promesa se arruina en una larga seguidilla de chistes vetustos y personajes lineales creados con fibrón grueso, una larga perorata de situaciones previsibles que incluyen redenciones y arrepentimientos. Más allá del absoluto inverosímil de las situaciones (la de la frontera mexicana gana por varios cuerpos) y de su carencia de lógica en el universo narrativo de la película, Todo un parto es un mero viaje rumbo al temido mensaje igualitario y tranquilizador que empapaban las películas un tiempo atrás, una película que, sí, funciona, pero que luce anacrónica luego de la frescura y desparpajo la factoría Apatow. Es curioso notar cómo Phillips borronea aquí toda una línea autoral trazada desde Viaje censurado (Road Trip, 2000) y hasta Qué pasó ayer?, donde construía historias primadas por la amistad por sobre el prejuicio, poblacada por criaturas que consentían el utilitarismo mutuo en post de un bienestar mayor, casualmente en ambos casos se trataba de un viaje para salvaguardar una relación. Esa conciencia de la manipulación los dotaba de una franqueza y una sinceridad ausente en Todo un parto, donde Peter aparece un pedestal arriba del naif Ethan, siempre dispuesto a pisotearlo y traicionarlo, a dejarlo de lado ante la primer oportunidad. Como si fuera poco, el vínculo inicialmente utilitarista que vinculaba al primero con el segundo deviene no hacia la amistad o la aceptación de las diferencias irreconciliables, sino a la lástima. Todo un parto es poco de lo que promete. Lejos de las vertientes fílmicas que nutren su raíz, sólo queda esperar poco más de seis meses para el estreno de la nueva aventura de los cuatro amigos aún resacados o aprovechar el merecidísimo homenaje al director de El club de los cinco (The brealfast club, 1985) que programó el festival de Mar del Plata. No estará Mejor solo que mal acompañado, pero igual vale recuperar la filmografía de un tipo que sobre la amistad sabía bastante.
Como un viaje alucinante Robert Downey Jr. debe cruzar los EE.UU. por ruta con una, cómo decirlo, molesta compañía. Como una buena -y probada- idea no debe pasarse por alto (y si es en Hollywood, menos que menos desaprovecharla), el director y guionista Todd Phillips tomó desembozadamente Mejor solo que mal acompañado (1987), de John Hughes, puso a Robert Downey Jr. en el papel que sufriera Steve Martin, y a su amigo y coestrella de ¿Qué pasó ayer? , Zach Galifianakis, por el malogrado John Candy, como acompañante de un viaje impensado que deben compartir dos completos desconocidos. Si allí el apuro era por llegar a festejar el Día de Acción de gracias, ahora es porque el arquitecto que interpreta Downey Jr. teme no llegar al parto de su primer hijo, y Ethan, interpretado por el hombre del apellido difícil, en vez de llorar la muerte de su esposa, pena por la de su padre. Hasta allí, las comparaciones más obvias. Porque Martin es un comediante de raza, pero Downey Jr. no le va en zaga, y porque Hughes era un maestro de la comedia más o menos blanca, y Phillips es mucho más osado, hasta llegar a ofrecer momentos de dudoso gusto: la comedia de tintes sexuales del siglo XXI. La película es políticamente incorrecta desde la pintura de los dos personajes. Ethan y Peter suben al mismo vuelo, desde Atlanta hacia Los Angeles. Pertenecen a clases diferentes, uno es adicto a las drogas, el otro jamás las ha probado -todo un guiño para el personaje de Downey Jr.-, pero ambos se trenzan en una discusión que los dejará abajo del avión, por temor a que sean terroristas (!), y con Peter sin su billetera ni portadocumentos teniendo que acceder a viajar por tierra junto a Ethan para poder llegar a tiempo a la sala de partos. De más está decir que Ethan es insoportable, y capaz de sacar de juicio a cualquiera. Lo de políticamente incorrecto va no tanto por todo lo que consume y fuma Ethan (Galifianakis hizo campaña por la legalización de la marihuana), sino por lo que llega a hacer el personaje de Downey Jr. No cualquier actor sale indemne de doblar de un golpe en el estómado a un niño y amenazarlo a que no le diga nada a la madre, y de escupirle en la cara a un perrito... Phillips conoce del tema: sus anteriores éxitos en la materia ( Viaje censurado , la aquí editada en DVD Old School , autor de la historia de Borat , y hasta la comedia de acción Starsky & Hutch ) siempre fueron de un humor grueso, adulto cuando no pasado de rosca. No es una catarata de gags, sino la construcción propia de situaciones hilarantes lo que vuelve divertida la acción, ya que la trama tiene un final esperable desde el primer fotograma. Jamie Foxx y Michelle Monaghan, como el amigo salvador y la esposa de Peter, ayudan a que el relato llegue a buen puerto.
Mejor sufrir solo que mal acompañado Llevar las cosas al extremo, empujarlas a la violencia, el sexo duro y el desastroso choque contra la ley y las instituciones le da su plus a esta remake no declarada de un viejo film de John Hughes, a cargo del director y del actor de ¿Qué pasó ayer? Reunión del director de ¿Qué pasó ayer? con uno de los grandes hallazgos de esa película, la flamante Todo un parto puede ser vista como addenda, desprendimiento o spin-off de aquélla: una vez más, un ligero desplazamiento físico convierte la realidad en pesadilla cómica. Pero la nueva de Todd Philips es también una retorcida forma de homenajear a John Hughes, fallecido realizador de El club de los cinco y Mi pobre angelito. A fines de los ’80, Hughes estrenó una película aquí llamada Mejor solo que mal acompañado (Planes, Trains and Automobiles, en el original), donde el también fallecido John Candy le hacía la vida imposible a Steve Martin, a través de medio Estados Unidos. Mutatis mutandi, Todo un parto es una notoria remake no acreditada de aquélla. O, para decirlo mal y pronto, un plagio liso y llano. Lo primero que hace Ethan Tremblay (Zach Galifianakis) cuando él y Peter Highman (Robert Downey Jr.) todavía ni se conocen es arrancar la puerta del taxi que acaba de depositar al otro en el aeropuerto. Bah, no él, sino el chofer que lo lleva. Lo que Ethan hace por su cuenta es llevarse por delante el equipaje de Highman. Desparrama parte del contenido, no lo recoge (“en los aeropuertos recomiendan no tocar el equipaje de un desconocido”) y, finalmente, se lo cambia sin querer por el suyo, provocando un primer incidente del otro a bordo del avión. Es, claro, el comienzo de una larga pesadilla –3200 km de ida y otro tanto de vuelta– para el muy compuesto Highman, que antes de cruzarse con el otro parecía tener toda su vida –profesión, dinero, esposa, hijo en camino– perfectamente encaminada. Recuérdese: en Mejor solo que mal acompañado, Steve Martin era un muy compuesto ejecutivo publicitario. John Candy, vendedor de anillos para cortinas de baño. Truéqueselos por un arquitecto y un cochambroso aspirante a actor de televisión, manténgase la oposición entre el orden y el desastre, súmense una barba y una permanente (las de Galifianakis, of course) y una esposa a punto de parir (la del personaje de Downey) y Todo un parto estará parida. Repetir una comedia de por sí apoyada en una mecánica de la repetición (el gordo catástrofe provoca un primer tsunami y de allí en más son más y más olas), aprovechando la pegada de Galifianakis en ¿Qué pasó ayer? con un personaje muy parecido (allí el freakacho lunar, acá el pain-in-the-ass a la enésima) y casi el mismo look hacen de la nueva de Todd Philips una apuesta no precisamente arriesgada. Como toda road movie, a la mecánica del accidente se le superpone una estructura episódica, pie para una serie de cuasi cameos celebratorios. El de una Juliette Lewis casi cuarentona –dealer que da la impresión de haber probado todo lo que vende–, el de Jamie Foxx y, en el episodio más salvaje, el del menos conocido Danny McBride (secundario de culto de las películas de Will Ferrell, Seth Rogen, Judd Apatow & Cia.) como violento mutilado de guerra. Llevar las cosas al extremo, empujarlas a la violencia (Downey bañado en sangre, con un brazo enyesado y la otra mano esposada), el sexo duro (Galifianakis masturbándose largamente delante de su compañero, en compañía de su perro pug... ¡que también se masturba!) y el desastroso choque contra la ley y las instituciones (la policía, los hospitales, toda clase de agentes de seguridad) le da su plus a Todo un parto, contrapesando las fórmulas de Neil Simon aggiornado y volviéndola un nuevo viaje al lado salvaje. Una celebración del caos, digna de ¿Qué pasó ayer? Filmada una vez más con desconcertante combinación de finesse y brutalidad, con una química perfecta entre un Downey puro timing y Galifianakis ignorando su condición de gordo catástrofe, Todo un parto puede considerarse una decepción jubilosa, si algo así fuera acaso concebible.
Me acuerdo que cuando vi Snatch me había quedado la sensación de que había visto una película buena, pero si la comparábamos con Juegos, trampas y dos armas humeantes, quedaba sabor a poco. Algo similar me pasó con Todo un parto, en la comparación de "¿Que pasó ayer?" o The hangover. Sin lugar a dudas los que no hayan visto esa comedia desopilante del año pasado, se encontrarán con una comedia muy loca y que los agarrará desprevenidos en un montón de cosas. La fuerza de sus protagonistas es increíble. Robert Downey Jr está genial en su papel soberbio y a su vez resignado. Zach Galifianakis (el barbeta para los amigos) le da un toque afrancesado a su papel anterior, pero seguramente no se pueda correr mucho de su personaje en toda su carrera. Acá está muy bien. Todo un parto es una película mucho más chica, porque está sostenida solo por el viaje de estos dos personajes, donde le pasan muchas cosas y donde se mueve de una situación a otra, sin mucho cuidado y continuidad lógica. Por lo que hay en cartel, sin lugar a dudas es la comedia que hay que ver en este mes. Pero le tengo más fe a la secuela de The hangover.
Una comedia sin mucho brillo Lo mejor de la película son las actuaciones de Robert Downey Jr. y Zach Galifianakis Para los seguidores de la comedia norteamericana más reciente, la combinación de los nombres de Todd Phillips, director de la divertida ¿Qué pasó ayer?; Zach Galifianakis, el comediante del momento, que se hizo conocido por aquella película, y Robert Downey Jr. sólo podía generar expectativas altísimas. Casi tan altas como la decepción que genera Todo un parto , la road movie cómica dirigida por Phillips y protagonizada por Galifianakis y Downey Jr. A diferencia de lo que sucedía con ¿Qué pasó ayer? -la comparación es inevitable-, a este film le falta frescura, ese aire de originalidad que posibilitaba que situaciones vistas mil veces antes parecieran de algún modo nuevas. Y muy graciosas. Si la anterior película de Phillips y compañía provocaba carcajadas continuas, ésta logra apenas un puñado de risas aisladas. Aunque lo que aquel éxito no tenía era a un actor como Downey Jr., su presencia y el dúo cómico que forma con el comediante Galifianakis son los elementos que inclinan la balanza en favor de Todo un parto. En el film, el protagonista de Iron Man interpreta a Peter, un arquitecto a punto de ser padre que debe tomarse un avión para regresar a su casa en Los Angeles a tiempo para el nacimiento de su primer hijo. En su camino se cruza con Ethan Tremblay, un aspirante a actor cuyo padre acaba de fallecer y está decidido a triunfar en Hollywood. Aunque este hombre de permanente en el pelo y perrito siempre en brazos es apenas una versión del personaje que el propio Galifianakis exprimió al máximo en ¿Qué pasó ayer?, resulta gracioso en contraste con el iracundo Peter de Downey Jr. Esto, a pesar de una tendencia de la historia a caer en chistes de mal gusto -el peleador veterano de guerra redefine el concepto de incorrección política- o al recurrir a bromas demasiado cercanas al humor de inodoro de los hermanos Farrelly ( Loco por Mary). Referencias del pasado Claro que, más allá de los puntos de contacto con ¿Qué pasó ayer?, esta película tiene una referencia temática y argumental bastante más cercana. Se trata de Mejor so lo que mal acompañado, el film que protagonizaron John Candy y Steve Martin y que dirigió John Hughes en 1987. Allí, como aquí, un hombre de familia (Martin) se veía obligado a un viaje con un personaje insoportable (Candy) que le complicaba la existencia hasta hacerle perder todas las formas. A pesar de la falta de originalidad, Todo un parto logra explotar al máximo el inmenso talento para la comedia de Downey Jr., que unos años atrás, y con muchos más vicios encima, bien podría haber interpretado al fumador empedernido de marihuana que le tocó en suerte a su compañero de elenco. Más maduro y seguro de su lugar en la industria del cine, ahora, Downey puede dejar que Galifianakis sea quien diga las frases más desopilantes -"conozco a Shakespeare, es un pirata y su nombre correcto es Shakesbeard"-, mientras él lo mira, mostrando sus fantasías asesinas apenas con abrir y cerrar sus expresivos ojos.
Mejor solo que mal acompañado El título de esta crítica es también el que se le puso en castellano al filme que en 1987 protagonizaron Steve Martin y John Candy. En aquella cinta Martin interpretaba a un melindroso sujeto que debía llegar a su casa para pasar junto a su familia la cena de Acción de Gracias, mientras Candy era un excesivamente amigable vendedor de argollas para baño que tenía el mismo plan. Con todos los vuelos cancelados por el mal tiempo ambos deben emprender el viaje por el medio que sea, y complicaciones mediante se ven obligados a compartir la travesía a pesar de no tolerarse mutuamente. En "Todo un Parto" Robert Downey Jr. ocuparía el rol de Martin y el sobrevalorado Galifianakis el de Candy. No estamos ante un remake oficial, pero la estructura del filme es prácticamente idéntica a su predecesora. Sólo que en esta ocasión Downey debe llegar a tiempo para el parto de su mujer y Galifianakis para ver a un agente de Hollywood, y que ambos logran subirse a un avión pero son bajados de él por tener un comportamiento poco acorde a los tiempos de paranoia que rigen. La diferencia también está en que el filme de 1987 era gracioso y hoy ya es un clásico, en tanto el que nos ocupa no causa gracia alguna y lejos está de ser considerado a futuro. Los guionistas abusan del recurso de la "bola de nieve" que el director supo aprovechar en "Qué pasó ayer?", mediante el cual una situación va creciendo hasta el disparate. En este caso las situaciones son llevadas a extremos por momentos realmente exacerbados e inverosímiles por demás, olvidando completamente la regla de oro de la comicidad: el remate. Consideran los escritores que el simple hecho de impactar con una acción inesperada, y hasta violenta, es graciosa per se. Y no lo es. Desconocemos por qué Robert Downey jr. en el mejor momento de su carrera accede a participar en este fiasco, sin embargo le pone el pecho a la situación y todo su talento al servicio de un filme olvidable. Zach Galifianakis, en tanto, no aporta nada a la historia cómica del cine, sólo el hecho de intentar ser gracioso con una tupida barba como rasgo característico, pero poco efectivo.
Choque de gigantes Todd Phillips había demostrado ya en su película anterior (¿Qué pasó ayer?, inesperado éxito del año pasado) un sentido de la comedia único y preciso. Con una película sin grandes estrellas y con recursos no particularmente originales, Phillips logró una pequeña obra maestra de la comedia americana, un nuevo rumbo para ese cine. Además, fue el encargado de llevar al panorama internacional a Zach Galifianakis. Qué es lo que hacía tan especial a ¿Qué pasó ayer?, es difícil decirlo, pero no sorprende que ya esté en producción la secuela. Con Todo un parto Phillips parece haber refinado sus herramientas. Por un lado (gran decisión), cede el protagonismo a Zach Galifianakis, que si bien se había robado la película anterior, en realidad en ella solo tenía un papel secundario. Por otro, cuenta con la colaboración de Robert Downey Jr., ese genio de la actuación que demuestra una vez más sus dotes para la comedia. El dúo funciona a la perfección (casi una relectura de los dúos cómicos clásicos), la película fluye impecable y Phillips despliega toda su creatividad. Hay por lo menos tres características en esta película de Phillips que vale la pena destacar. La primera es, como dijimos, la naturalidad con la que fluye la narración de Todo un parto. Hay un aire clásico que sobrevuela la película, como esas tomas aéreas en las que vemos los paisajes de Estados Unidos por los que avanzan los protagonistas. Uno de los problemas de la comedia americana suele ser ese: concentrada en los gags o en lo grotesco de los personajes, deja de lado la narración, se empantana o se entrega sin reservas a los lugares más comunes. No es el caso de Phillips; ya sea por la fluidez con la que cuenta, ya sea por el interés que logra generar hacia los personajes, el espectador se deja arrastrar por el río de esa narración que es siempre tensa, siempre activa, que nos obliga a avanzar sin que podamos detenernos a pensar en lo que estamos viendo. La segunda es el ritmo y la imprevisibilidad del humor. Como toda buena comedia, Todo un parto es una película veloz, los chistes pasan corriendo. Y se acumulan. Pero más allá de la cantidad de chistes (y su "calidad"), lo que parece distinguir el humor en estas películas es que el chiste llega siempre de donde uno menos lo espera. Las situaciones giran siempre, se doblan por los recovecos menos pensados. La risa llega como una piña al estómago y pasa en seguida: Phillips no se detiene nunca sobre un chiste logrado, pasa al siguiente. Esa velocidad le permite un humor que no conoce límites y puede atacar cualquier tema. La tercera es la constitución de sus personajes. Aunque al principio puede parecerlo, Todo un parto no maneja estereotipos. Las figuras grotescas/humorísticas de la comedia americana reciben varias capas en su tratamiento hasta que al final uno no puede sino conmoverse ante su humanidad. Esto es particularmente notorio en el caso de Ethan Tremblay (interpretado por Galifianakis), que empieza en la película como un chiste ambulante y termina como centro emotivo de la relación de amistad. Por supuesto, en estos dos últimos puntos Phillips recibe la gran ayuda de sus dos protagonistas. A pesar de la maestría del director, son estos dos actores los que dan vida a los personajes, los que les prestan sus cuerpos y voces. Y, fundamentalmente, los que encuentran el tono perfecto para esta comedia tan difícil de lograr. Por un lado, Downey Jr. maneja el perfil de la "persona normal" a la perfección. Por otro, Galifianakis, entregado al que parecería ser su mejor personaje, logra una actuación cómica/humana/seca que no para de soltar chistes que casi no parecen chistes. Ese probablemente sea otro mérito de Phillips: lo hace todo como si no le costara nada. Suelta gags uno tras otro (verbales y físicos) como si le sobraran, los deja caer al pasar o los hace estallar en pantalla y en ningún momento subestima al espectador subrayando demasiado aquello que se sostiene por sí mismo. El timing es todo.
Un viaje hacia ninguna parte Robert Downey Jr. sigue desmarcándose con desafíos actorales inusuales: sin la coraza de Iron Man, ahora se mete con una comedia estilo buddy movie junto a Zach Galifianakis. Peter Highman (Robert Downey Jr.) es un exitoso arquitecto que se hizo solo, está a punto de ser padre y tiene una vida ordenada, correcta y previsible. Ethan Tremblay (Zach Galifianakis) quiere ser actor, se maneja con planes que no va más allá del día que vive y posee un optimismo casi naïf. Ambos toman un avión en Atlanta para viajar a Los Ángeles, uno para asistir al nacimiento de su primer hijo, el otro para cumplir el sueño de convertirse en actor. Pero algo, muchas cosas, salen mal y expulsados de la nave –“bomba” es la palabra definitiva–, se ven obligados a recorrer en auto algo más de 3000 kilómetros juntos. Después del éxito que significó ¿Qué pasó ayer?, aquel film sobre cuatro amigos en un trip desopilante por Las Vegas, Todd Phillips vuelve con otra buddy movie (películas con parejas desparejas asociadas por algún factor externo), en la que, a través del humor y algunas situaciones dramáticas, se explota la diferencia entre los protagonistas, mientras los lazos se van estrechando hasta llegar a un final más o menos feliz, con dos amigos que aprendieron a respetarse. Si la intención de Todo un parto era hacer una remake de Mejor solo que mal acompañado (1987), que protagonizaban Steve Martin y John Candy, el relato adaptado a estos tiempos feroces no tiene ni por asomo la misma efectividad de la primera, aun cuando la dupla Downey Jr.-Galifianakis funciona bastante bien. Y es que una serie de gags bien logrados, que van desde una taza de “café” hecha con restos humanos, pasando por una muy incorrecta trompada a un niño díscolo o la masturbación como eficaz método contra el insomnio, no alcanzan para enhebrar un relato que se sostenga, sobre todo porque se alternan con momentos supuestamente emotivos que recorren la historia de los personajes, para completar el recorrido que los lleva a ser como son y estar en la situación que están. Aunque es cierto que todos estos elementos narrativos también estaban en Mejor solo…, la diferencia es que se exploraba con ternura el cliché de los opuestos pero inevitablemente complementarios. Y claro, el otro factor decisivo era que detrás de la cámara estaba nada menos que John Hughes.
Un loco viaje hacia la amistad No hace falta ser un analista muy sesudo para descubrir que Todo un parto es, entre otras cosas, una película sobre la construcción de la amistad a partir de las diferencias, y por ende una actualización a través del cine del concepto de tolerancia, tan fácil de invocar incluso aquí en esta nota, pero tan difícil de llevar a la práctica en la vida cotidiana. Peter y Ethan se conocen por accidente en un aeropuerto. Lucen radicalmente diferentes no sólo a simple vista, sino durante toda una primera etapa de la relación en la que se están tratando de manera superficial, el único modo en que pueden hacerlo pues recién están empezando a compartir un viaje casi forzado. Después de una serie de absurdos incidentes, ambos han optado por cruzar juntos en automóvil la distancia que separa la costa este de la oeste de Norteamérica. Llegar a Los Ángeles es para ambos una necesidad vital: Peter no quiere perderse el nacimiento de su primer vástago; Ethan va hacia allí en busca de su sueño de convertirse en estrella de Hollywood y, si fuera posible, actuar en la teleserie Two and a half men (que acaba de empezar a emitir su nueva temporada en Córdoba). El juego de espejos que propone el relato hace que esta comedia sea mucho menos banal de lo que parece de antemano. Si el espectador se identifica con alguno de los protagonistas, “entenderá” el rechazo que a Peter, con su percepción pulida y formal del prójimo, le provoca Ethan; o bien, por el contrario, ese espectador “compartirá” la afinidad que Ethan siente por Peter, pues registrará que, de los dos, el que se muestra más desaliñado por fuera es, paradójicamente, muy cuidadoso en su voz interior, y es capaz de poner aparte los prejuicios y confiar mucho más que el otro en sus impulsos. En fin, una interesante propuesta cinematográfica, con buenas interpretaciones y gran banda sonora de rock y pop, como para sacudir los preconceptos, reírse de algunas situaciones muy originales y pasar revista a esos sentimientos “inconfesables” que en este tipo de cine encuentran una saludable vía de catarsis (ejemplo: la escena en que Ethan intenta hacerle primeros auxilios a Peter después de dispararle involuntariamente a quemarropa). El título original de la película es pasto fértil para los buenos traductores: “Due date” puede querer decir tanto “Fecha de vencimiento” (porque los personajes corren contrareloj para llegar al parto), o “Gracias a esa cita”, refiriéndose al impensado destino que une a ese padre acelerado y a ese hijo (Ethan) que empieza a vivir el duelo por la pérdida del suyo.
Aunque es imposible no recordar a la pasada Mejor solo que mal acompañado con el entrañable John Candy hacia finales de los 80, Todo un parto se relaciona directa e indirectamente con aquella película pero también lo hace con ¿Qué pasó ayer? al poner en práctica la teoría del caos y el show de la incorrección política como dos de sus mayores logros. El otro atractivo, sin dudas, lo constituye la pareja protagónica que se saca chispas, explotando la veta cómica de Robert Downey Jr. en todo su esplendor y el contrapunto adecuado con el sorprendente Zach Galifianakis para completar una comedia ácida, con numerosos gags logrados -y otros pifiados- con los cuales es casi imposible no soltar alguna carcajada...
LA COMEDIA COMO FORMA INTELIGENTE DE LA SOCIEDAD Hay que ver Todo un parto Se dice por ahí que el sentido común es el menos común de los sentidos. No podría decir si estoy o no de acuerdo. Sí, es cierto, veo gente que toma líquidos de falso dulzor y colores intimidantes porque “no tienen calorías” (¡el agua tampoco!), otros que usan palabras inventadas de muchas sílabas para sonar solemnes... En fin. Pero no quiero hablar del sentido común, sino de un sentido hermoso: el sentido del humor. Por razones a veces desconocidas y en general altamente nocivas, mucha (pero mucha) gente desprecia las comedias. O no las desprecia. Pero sí, las desprecia. Es decir, dice que le gustan las comedias pero íntimamente las desmerece, y en sus listas de mejores películas siempre estarán primeras las películas serias, las solemnes, las que tienen colgada la credencial de “film importante”. Esta gente rescatará todo lo que huela a prestigio y nada de lo que huela a Hollywood (y en Hollywood, hoy en día, es en donde se hacen las mejores comedias). Hace poco, revisando con enorme placer Un gran chico (About a Boy, con Hugh Grant, de 2002), me dije: ¿la habré votado entre las mejores películas del año? Tuve miedo de no haberlo hecho, la película se había estrenado en 2002 y vaya uno a saber cuánto más equivocado que hoy estaba yo en ese entonces. Me tranquilicé (y me felicité): ahí estaba Un gran chico en el puesto número 8 de mi lista de mejores del año. Me felicité y me reté: tendría que haber estado más arriba. Un gran chico está basada en un libro de Nick Hornby, y libro y película (y todos los libros de Nick Hornby) saben contar los temas más peliagudos y profundos (depresiones, intentos de suicidio, separaciones, dolores de maduración y un largo etcétera) con un enorme y brillante sentido del humor (hagan la prueba de analizar los temas y frustraciones y miedos tratados por Hornby en sus libros y en las películas basadas en sus libros y van a descubrir que ahí, en esas tremendas comedias, están algunas de las variantes de la verdadera profundidad en el cine, y no necesariamente en La cinta blanca o La vida de los otros). En fin, esta introducción es para decir que... ¡Todo un parto es una de las grandes películas del año! Sí, lo es. Ah, usted se pregunta qué es Todo un parto. ¡Es Due Date, la nueva película de Todd Phillips! Ah, sí, Todd Phillips: el director de Road Trip (Viaje censurado), Old School (Aquellos viejos tiempos), Starsky & Hutch y The Hangover (¿Qué pasó ayer?). The Hangover es una gran comedia (como otras grandes comedias) que tuvo la suerte de que buena parte de la crítica mundial decidió que era buenísima. Y entonces gente que habitualmente no ve comedias la vio, y la disfrutó con la “autorización” de unos cuantos que tal vez ni se habían molestado en ver Zoolander o A Night at The Roxbury (El triunfo de los nerds), dos ejemplos de grandes comedias menos valoradas. Bueno, ya saben, Todd Phillips es el de The Hangover. Y ahora se estrenó Todo un parto, una película que: 1. Confirma un estilo de humor, que es parte de un estilo de autor. Un humor desfasado, irreverente y sorpresivo: allí cuando uno no espera el chiste, está el chiste. Y no se trata de chistes necesariamente nuevos (ver el párrafo final de esta nota), sino de su ejecución en un momento inesperado, que los hace sonar distintos, deslumbrantes. El humor de Phillips busca tomarnos desprevenidos con chistes agazapados, ejecutados con un timing perfecto aunque no convencional (ver esta nota sobre el asunto). 2. Muestra a dos actores en su esplendor: Robert Downey Jr. tiene un carisma incandescente, y una enorme versatilidad (vean cómo George Clooney demuestra, en El ocaso de un asesino, que no le va necesariamente bien cualquier película en la que no se haga el canchero). Zach Galifianakis (el “colado” de The Hangover) es la mayor revelación cómica en varios años, y casa perfectamente con el estilo de humor de Phillips porque es otro humorista agazapado, desfasado, que explota en los momentos menos esperados. 3. Prueba que en el cine la originalidad no es, ni de lejos, lo más importante. Y eso nos lleva al último párrafo. Todo un parto no es una película original. La originalidad, luego de 115 años de cine, puede llegar a ser un valor muy difícil de alcanzar, y no es algo que se disfruta por sí mismo. Todo un parto se enmarca, en general, en la road movie y en la buddy movie (la “pareja despareja”). Y, en particular, es una relectura de Mejor solo que mal acompañado (1987), de John Hughes, con John Candy (que murió en 1994) y Steve Martin (puede decirse que murió como comediante cuando su rostro, remixado, dejó de moverse). Una relectura actual, potenciada, mejorada, más seca, emotiva pero con menor necesidad de apelar a resortes clásicos (hay menos música de comentario, no hay grandes revelaciones al final). Ya lo sabemos, lo mejor del Hollywood actual no pasa necesariamente por ser el pionero sino por la capacidad de reescribir con gracia, con la capacidad narrativa bien aprendida. Y con sentido del humor, el más extraordinario de los sentidos.
Si bien esta película tiene sus situaciones originales y totalmente delirantes, la premisa principal por la que su historia gira es extremadamente similar al film que dirigió John Hughes en 1987, titulado "Mejor solo que mal acompañado", al mismo tiempo que el histrionismo y el talento de sus intérpretes no está profundamente expresado.
Todd Phillis tiene buen ojo para el reparto. También para elegir en qué gastar el dinero, en este caso el que le cayó como una catarata con “¿Qué pasó ayer?”. A Zach Galifianakis, la revelación de la película que lo elevó a las ligas mayores de la industria del cine, le sumó a una gran estrella de Hollywood, un nombre que por sí solo calienta la taquilla y que, como si eso fuera poco, además tiene talento: Robert Downey Jr. Caro, pero el mejor. La historia es simple y efectiva. Un arquitecto tiene que volver contra reloj de Atlanta a Los Angeles porque su mujer está a punto de dar a luz, pero una serie de contratiempos, causada por su encuentro con un disparatado aspirante a actor que viaja a Hollywood, desatan el delirio. Hay química, guión y, sobre todo, un modo de hacer reír que no le escapa a la exceso. No se necesita más para pasar un buen rato.
Todd Phillips vuelve a entregar una propuesta fallida a la que le falta originalidad, desarrollo de personajes y un mínimo de inteligencia. Como ocurría en las lamentables ¿Qué pasó ayer? (The Hangover, 2009), Starsky & Hutch (2004) y Viaje Censurado (Road Trip, 2000), el film no pasa de ser un catálogo de situaciones robadas y chistes ineficaces que apenas si se deja ver por la labor del elenco: en conjunto funciona como una “versión grasa” de Mejor solo que mal acompañado (Planes, Trains & Automobiles, 1987)...
Quien firma estas palabras adora hasta la exageración visceral a The Hangover, aquí conocida como ¿Qué pasó ayer?, opus anterior de Todd Phillips y verdadera odisea de guarradas a cargo de un grupo de perdedores barranca abajo. Nivel alto el que estaba obligado a alcanzar este nuevo trabajo, que, sin embargo, se encuentra varios escalones por debajo, más allá de la apuesta a cierta anarquía, que en este caso recae exclusivamente en los dos personajes excluyentes. El film remite desde su planteo inicial al clásico ochentoso de John Hughes Mejor solo que mal acompañado (Planes, Trains and Automobiles), protagonizado por Steve Martin y John Candy, el primero como un sufriente viajero que se ve obligado a compartir ruta y hoteles con un aborrecible compañero ocasional, interpretado por el regordete actor. La trama aquí es básicamente la misma, más allá de que cambian las motivaciones y las causas y consecuencias de lo que sucede durante la bizarra aventura rutera (sin embargo, no se trata de una remake, al menos no oficial, ni tampoco existe mención alguna en los créditos a aquel largometraje). Tenemos por un lado a Peter (Robert Downey Jr.), quien debe atravesar los Estados Unidos de una punta a la otra porque su esposa está a un par de días de tener a su hijo. La hecatombe llega en el aeropuerto, donde se topa con un indeseable (Zach Galifianakis) que causa su expulsión del avión tras relacionarlo con actitudes terroristas. A partir de ese momento, los hechos se suceden y agigantan como una bola de nieve frenética, un disparate continuo y en loop, en el que, otra vez, el gordito es el insoportable del dúo, el jinete del apocalipsis, el padre de todos los males. Philips trazó un mapa de ruta simple; acumuló situaciones catastróficas a partir de un punto de partida que, y aquí el principal punto en contra, se transforma demasiado rápido en previsible, porque el mérito de Hangover era poner en duda de forma permanente el destino de los personajes, hacerlos saltar vallas pero sin que pudiéramos ver en qué estado estaba la meta. Hay un par de muy buenos momentos, en los que la jugada es llevar la incorrección un pasito más allá y hacer que ese personaje que nos cae bien haga eso que está tan mal. Claro que el gordito de marras es bonachón y el gran Downey Jr. tiene sus miserias, como en aquel bocariver entre Martin y Candy. Como opción pochoclera la película funciona y asegura un par (no mucho más) de carcajadas o al menos de francas risotadas, lo cual no es poco y quizá haya sido, en realidad, la única cosa que se propuso el amigo Todd que, ya sabemos, no ha llegado a pararse detrás de la cámara para discutir ninguno de los grandes asuntos de la metafísica. Y tampoco queremos que lo haga.
¿Se acuerdan de ¿Qúe pasó ayer?? ¡Más les vale! Antes de meterse de lleno con la secuela de esa película, Todd Phillips vuelve con otra comedia inolvidable. Todo un parto es tanto una road movie como una buddy movie, es decir una película donde dos personajes opuestos están unidos en un largo viaje. Uno, un arquitecto sobrador que busca llegar a tiempo al nacimiento de su hijo; el otro, un actor fracasado que quiere esparcir las cenizas de su padre. El primero es Robert Downey Jr, que las pasó por todas y está en el mejor momento y el más canchero de su carrera. El otro es Zack Galifianakis, que esta semana tocó el techo de su autodestructiva carrera al fumarse un porro en vivo en tv. La incorrección política de Phillips se potencia con protagonistas tan desaforados, pero el director consigue el más sentido homenaje al difunto John Hughes y su inmortal Mejor solo que mal acompañado.
Otro parto Por la simultaneidad con la que fueron entregadas, resulta casi imposible desligar a ¿Qué pasó ayer? de este nuevo film de Todd Phillips. Sin embargo el planteo, la construcción del film es distinta. Aquí estamos ante una comedia contenida entre la road-movie y la buddy-movie que avanza con un guión prácticamente episódico, sólo que esas partes se definen mejor aisladas que en la integridad del film. Esto no quita que sea una buena comedia y que a esta altura estemos en condiciones de decir que Zach Galifianakis es un gran comediante, no, de hecho, es un gran actor, y que Robert Downey Jr. también puede ser un gran comediante como ya lo demostró en la antológica comedia de Ben Stiller, Una guerra de película. Pero no todo aparece tan logrado, a veces algún chiste se diluye en la obviedad y en otros la misma trama se diluye porque, al plantearse como una buddy-movie, no faltan ocasiones en que veamos que el nexo entre los personajes aparece forzado e inverosímil. Aún con este lastre a cuesta la comedia se sostiene a fuerza de una energía y una rusticidad a la cual el director nos tiene acostumbrados, siempre trabajando sobre un hecho cotidiano (o que se asume cotidiano) llevado a una alucinación pesadillesca. En ¿Qué pasó ayer? teníamos a un grupo de muchachitos aburguesados que se van de joda a Las Vegas para terminar “dados vuelta” literalmente, metidos en una trama detectivesca donde todas las partes adquirían cohesividad cuando averiguábamos que diablos pasó durante el desenfreno causado por alcohol y otras sustancias. El mérito estaba en un guión quirúrgico donde lo situacional del gag fluía con la trama convirtiendo, precisamente, esa salida aparentemente inofensiva en una auténtica pesadilla descontrolada. En Todo un parto hay varios elementos en común con su película anterior. Ya dijimos lo del elemento pesadillesco y en esta ocasión está trasladado a Peter Highman (Robert Downey Jr.), un tipo corriente que desea asistir al nacimiento de su hijo luego de dar una conferencia. La cuestión es que luego de un malentendido a raíz de su encuentro con un tal Ethan Tremblay (Zach Galifianakis), le será imposible utilizar la vía aérea y perderá su billetera y casi todas sus pertenencias en el camino. Lo que parecía sencillo se transforma entonces en una odisea a través del continente americano para llegar a Los Ángeles. Entonces aquí la formula cambia pero, me aventuraría a decir, no la cosmovisión del punto de vista desde donde se concibe el film. Ambas películas juegan con esa coherencia ya que en ambos hay una cuestión conservadora o, en todo caso, asimilada y normalizada institucionalmente que se termina subvirtiendo, saliéndose de los límites, para luego volver a la aparente “normalidad”. Con esto lo que quiero decir es: la fiesta, el “descontrol” previsto (no sus consecuencias) por los personajes de ¿Qué paso ayer?, es semejante al viaje previsto (no sus consecuencias) para la asistencia al nacimiento de su hijo por parte de Peter Highman. Ambas premisas involucran a un mundo burgués donde la incoherencia y la paranoia acechan a presas ingenuas que caen en un sitio donde todos sus temores hacen que lo que hubiera resultado normal se transforme en una pesadilla. Por eso estimo que son relatos complementarios, a pesar de que son películas completamente distintas en la forma en que fueron concebidas. Y aquí es donde entramos en el terreno donde hablamos de porque Todo un parto resulta irregular. Se trata de una comedia que en su planteo de buddy-movie resulta un tanto forzada porque el nexo entre Peter y Ethan resulta prácticamente insostenible para cualquier tipo de verosímil ni bien pase la mitad del film. Esto no quita que alcance a mantenerse, pero el guión se muestra más quebradizo en cuanto al desarrollo de personajes, particularmente porque a diferencia de ¿Qué pasó ayer? este factor es determinante debido al subgénero en el que se enmarca. Antes que lo situacional esta es una película de personajes y no alcanza el excelente nivel actoral para compensar lo que entiendo como un bache en el guión. Pero, y sin embargo, el film tiene grandes secuencias que, después de todo, son guionadas. Esto genera que nos acordemos de la secuencia en la frontera con México, del viaje psicodélico con el “Hey you” de Pink Floyd o del delirante enfrentamiento con un ex combatiente, pero no tanto de la relación entre Peter y Ethan que es, después de todo, el disparador del film. En todo caso, la habilidad para los gags, particularmente la brusquedad con la que son resueltos algunos, sigue siendo una marca registrada que se mantiene gracias a la innegable destreza de Phillips para filmar secuencias de acción y por la particular intensidad en el trabajo de montaje. En definitiva, Todo un parto es una buena comedia que confirma el talento de Galifianakis pero que se vale más por sus partes que por el todo. De alguna manera intuye sus fallas pero queda atrapada en una trama fragmentaria sin cohesividad que, a pesar de todo, logra entretener.
VideoComentario (ver link).
Ya pasada la primera década del siglo XXI, y a punto de festejarse el cumpleaños numero 115 (28 de diciembre) de la creación del cine, no esta demás decir, sobre todo después de ver esta realización, que la originalidad parece estar reclamando el certificado de defunción. Todavía tengo alguna esperanza para que resurja como el “Ave Fénix” en relación al séptimo arte y desde sus propias entrañas. No es este el caso desde ningún punto de vista, ni desde el relato, ni desde la construcción, ni desde el diseño de producción, ni desde el guión. Copia directa (hoy se lo podría llamar homenaje, o más propiamente remake, cuyo termino en idioma español es refrito, que le cabe como añillo al dedo), del film “Mejor solo que mal Acompañado” (1987). Con algunos pequeños cambios. En esta ocasión Peter (Robert Downey Jr.) un serio, exitoso y acartonado arquitecto, desea llegar a Los Ángeles para asistir al nacimiento de su primogénito (y no a festejar el día de Acción de Gracias) Ya desde el aeropuerto las cosas empiezan a andar mal. Se cruza en su camino Ethan (Zach Galifianakis), un aspirante a actor que en su momento perdió el tren y el rumbo de su vida, y ahora parece que descubrió su vocación, desalineado, irreverente, rayano en lo borderline en relación al coeficiente de inteligencia. Ya esta cumplida una premisa clásica de las comedias muy superficialmente, forjar que los contradictorios se unan, el generador de conflicto a partir del contrapunto, esto es tratar de hacer juntar al agua y el aceite. La segunda premisa, que también la cumple en forma casi inmediata, es que ambos tengan necesidad mutua para lograr sus objetivos personales. Todo encerrado en una road movie que tiene como condición el recorrido, y la acumulación de realidades que se van generando para terminar convirtiéndose en una comedia de situaciones clásica, muy clásica y así de previsible. Pero esto no es todo lo que promueve a su desvalorización, pues podría estar bien realizada, constituida con lo verosímil que atrape al espectador, o en su defecto ser muy sutil a la hora de tratar de hacer reír. No, todo lo contrario, el relato se hace predecible, y la jugada del realizador es tratar de romper con la línea del humor ingenuo, pero se pasa de la raya y termina siendo escatológico y de mal gusto. Sólo se rescatan alguno que otro sketch y la actuación soberbia de Robert Downey Jr., quien demuestra poseer la versatilidad de los grandes actores de la historia del cine, bien acompañado por Zach Galifianakis como coprotagonista, aunque en su caso repite la actuación de producciones anteriores.
Todo un Parto es el nuevo largometraje de Todd Phillips, uno de los principales directores dentro de la comedia en Hollywood. De la mano de películas como Viaje Censurado, Old School y Starsky & Hutch, este realizador comenzó a ganar notoriedad, pero con el estreno de ¿Qué Pasó Ayer? el año pasado su nombre se ubicó entre los nuevos reyes del humor en los Estados Unidos. La historia que nos contará Due Date será la de Peter Highman (Robert Downey Jr.), un obsesivo empresario que debe viajar a Los Ángeles para presenciar el nacimiento de su primer hijo. Todo parece marchar sobre rieles en el viaje de Peter hasta que tiene un abrupto encuentro con Ethan Tremblay (Zach Galifianakis), un inmaduro e inconsciente aspirante a actor que busca viajar a Hollywood para triunfar con su carrera. Ese casual encuentro deriva en toda clase de accidentes y fatalidades que hacen que Peter ponga en peligro su participación en el esperado día. Jugando con la efectiva fórmula de la atracción de los opuestos, Phillips vuelve a incursionar en ese humor incorrecto que pudimos ver en varios pasajes de The Hangover. En la cinta estrenada el año pasado veíamos varios chistes realizados a un bebé, algo totalmente atípico proveniente de una comedia de Hollywood. Para desarrollar este tema debo contar ciertos detalles de algunas escenas, por ende invito a quienes no quieran leerlos a que salteen este párrafo. En Todo un Parto se redobla la apuesta anterior y vemos varios chistes negros, como el "percance" con las cenizas del padre de Ethan o la pelea con Danny McBride postrado en una silla de ruedas; como así también varios momentos de humor sexual como la masturbación del perro imitando a su querido dueño. Estos elementos dan como resultado un humor único para Phillips, debido a que no existe otro director en su género que vaya tan lejos como va él y el terrible gancho de Peter al estómago del irritable niño es otro ejemplo de esto. Considero a Todo un Parto la mejor comedia del año sin ninguna duda, justamente en una cartelera donde no sobran opciones dentro de ese género. Por otro lado, si bien es lo más gracioso en lo que va de este año, también debo admitir que este tipo de películas no son para cualquiera e incluso son muy complejas de recomendar, debido a que el humor que poseen es tan característico que solo se puede confiar su visión obligatoria a quienes disfrutaron de los anteriores films de este director. Entrando de lleno en las actuaciones, me pareció muy acertada la incorporación de un medido pero grandioso Robert Downey Jr. que captó perfecto el personaje, además de darle un empujón importante para promocionar el film. Peter es un empresario que parece tener todo en orden, hasta que alguien totalmente opuesto lo descontrola. El personaje de Downey Jr. obviamente que sufrirá modificaciones por la invasiva compañía de su compañero de viaje, y este cambio el actor de Iron Man lo realiza de manera muy medida y sólida. Por otro lado encontramos al loco de Zach Galifianakis llevándose los mejores momentos de la película, algo totalmente esperable. Aquí Zach tiene mucha más pantalla que en The Hangover -gran revelación de esa cinta- y esto es una decisión totalmente acertada. Muy graciosas las intervenciones de Zach practicando actuación, justamente cuando en su personaje lo que no abunda es la expresión en su rostro. Este actor de apellido difícil de pronunciar entiende perfectamente el tipo de humor de Phillips y lo eleva a la máxima expresión. Como conclusión hay que decir que Todo un Parto representa la mejor comedia del año y la recomiendo abiertamente a todos los fanáticos de ¿Qué Pasó Ayer? sin ningún tipo de dudas.
Viaje Complicado Seguro todos o por lo menos lo que ya pasamos por la segunda década de nuestra vida recordarán la excelente comedia que aquí se llamó “Mejor solo que mal acompañado (”Planes, trains and automóviles”, su título original), la cual fue protagonizada por dos grandes comediantes: Steve Martin y Jhon Candy. Bueno, aquí estamos ante un homenaje o copia o “inspiración” en esta gran comedia de fines de los ’80. Esta “nueva” historia es protagonizada por Robert Downey Jr. como “Peter” y Zach Galifianakis como “Ethan”. Peter es un empresario que se encuentra de viajes de negocios en Atlanta y pretende abordar un avión, cuando por error sus valijas son cambiadas con un completo extraño que resulta ser Ethan. Luego de ponerse nervioso por una situación es puesto en la lista de “No volar” y pierde su billetera con sus documentos, tarjetas, etc. Por lo que se ve obligado a atravesar el gran país del norte hasta Los Ángeles en auto, y nada menos que con el insoportable Ethan en una travesía que durará varios días pero todo sea con tal de que Peter llegue al nacimiento de su primer hijo. Situaciones impensadas, llevarán a estos dos personajes a vivir las mas locas aventuras en las rutas estadounidenses, en sus diferentes paradas y durante el viaje, llegando a confundirse y terminar queriendo cruzar la frontera con México solo para “dar la vuelta”. Estupefacientes de por medio, harán de este un viaje inolvidable para ambos en que no faltarán las peleas, amistades, de nuevo pelea, etc. Con el simpático aditivo de “Sonny” el pequeño perro que se masturba y buenas actuaciones completan un buen producto a pesar de ser “inspirado en” no llega al nivel de la original mencionada pero es una aceptable opción para pasar un rato de distensión en el cine.
Inconsciente colectivo Luego de los buenos resultados que provocó la sorprendente comedia ¿Qué pasó ayer?, el director Todd Phillips vuelve a la carga con una película “de transición” en la cual reúne a una pareja que funciona con buena química y buen timing, a pesar de la decadencia en la que entra el film con el correr de los minutos. No se trata de pensar en Todo un parto como un título arriesgado, porque de hecho no lo es. En cambio sí, busca revitalizar el valor de la amistad masculina generado en situaciones que rozan el inverosímil (la escena en la frontera con México es prueba de ello) y que apunta, con mal tino, al costado más humano del espectador. Peter Highman (un revitalizado Robert Downey Jr.) es un arquitecto que debe llegar a Los Ángeles para asistir al nacimiento de su primer hijo. En el aeropuerto, se cruzará con Ethan Tremblay (Zach Galifianakis) un aspirante a actor que busca triunfar en el mundo televisivo de Hollywood. Luego de un incidente en el avión, ambos deberán cruzar gran parte de Estados Unidos en auto, antes que el parto se produzca, debiendo enfrentar -por supuesto- más de una extraña situación en el medio. Hay que decirlo, la química entre los protagonistas funciona más que bien. Nada se puede agregar respecto a la nueva etapa en la carrera de Downey Jr, luego del batacazo que le produjo ponerse en la piel de Tony Stark en Iron Man y su ingeniosa participación en Una guerra de película. Aquí encarna al personaje serio que la pareja necesita para que el otro destaque. Ése opuesto, a cargo de Galifianakis, sirve para reivindicar a un intérprete que ha demostrado su capacidad cómica en la mencionada ¿Qué pasó ayer? y la posibilidad de otros matices en cintas como Fuerza G, de Disney. A pesar de las buenas actuaciones, el verdadero problema de Todo un parto aparece cuando el director da rienda suelta a situaciones que por groseras (lo cual no sería necesariamente malo) parece por momentos insultar no la inteligencia del público, sino a su sensibilidad. A pesar del desarrollo que Phillips le dio a títulos como Aquellos viejos tiempos, Starsky & Hutch, y El viaje censurado –con impares resultados- lo que hace en esta comedia es presentar temas sensibles como gags chocarreros que sirven de puente a una historia que dice ser llevada adelante por la amistad, aunque por momentos muestre lo contrario (la lástima es el único nexo entre un personaje y otro en un principio). En este sentido, accidentes de autos, enfermedades terminales, disparos accidentales con armas de fuego, violencia contra menores, irresponsabilidades detrás del volante, secuelas de la guerra, abandono infantil, el proceso del duelo… es decir, la tragedia de la vida es aquí el leiv motiv de una comedia que busca reírse de las miserias humanas, pero que termina afectando la sensibilidad de cualquiera que conozca estas desdichas aquí disfrazadas. Imposible no mencionar también la sospechosa relación de Todo un parto con la mítica cinta de John Hughes, Mejor solo que mal acompañado, referencia que ni siquiera se menciona y que, otra vez, genera al menos cierta displicencia. A pesar de tratarse de un director que ha demostrado más de una vez sus dotes para la comedia, parece no haber elegido el camino correcto esta vez. Después de los cuantiosos elogiosos recibidos por su último trabajo, Todd Phillips comete el error de intentar sacar provecho con elementos que definitivamente no son graciosos. Sólo tres cosas pueden salvar a este título del estrepitoso fracaso: el interesante duelo actoral, una gran banda de sonido y la constante referencia a ese ejemplo televisivo de comedia llamado Two and a half men. Por el resto, aquel que busque dejar de lado los problemas por unos 90 minutos, corre el riesgo de salir más lastimado de lo que entró.
LA QUE TE PARIÓ Mucho leí acerca de esta película, y mucho me sorprende que en la mayoría de los portales se ocupen más de compararla con otras que en realizar una crítica puntual. Si bien es cierto, y no se puede omitir, el guiño (¿remake escondido?) a MEJOR SOLO QUE MAL ACOMPAÑADO (PLANES, TRAINS & AUTOMOBILES, 1987) de John Hughes, la repetición de una fórmula que da buenos resultados en taquilla o el hecho de que en los créditos se repiten director (Todd Phillips) y actor protagonista (Zach Galifianakis) hay que remarcar un par de cosas: esta película no es la continuación de ¿QUÉ PASÓ AYER? (THE HANGOVER, 2009) y, si bien es políticamente incorrecta, no escapa a los cánones de la comedia standard estadounidense. Por tanto, endilgarle a Phillips el no superar a su predecesora o repetir elementos típicos de la comedia resulta irrisorio. DUE DATE (prefiero no escribir el nombre traducido porque sinceramente me da alergia) resulta una película que cumple su objetivo de entretener; que, rozando lo grotesco por momentos, posiciona al director en los puestos de vanguardia dentro de la comedia Hollywoodense. Peter (Robert Downey Jr. de IRON MAN) es un arquitecto que debe viajar a Los Ángeles para presenciar el nacimiento de su hijo. En el aeropuerto conocerá a Ethan Tremblay (Zach Galifianakis de THE HANGOVER), un intento de actor que viaja al mismo destino para intentar consagrarse en Hollywood. Luego de una discusión en el avión, ambos deberán emprender el viaje de regreso a casa en un auto alquilado, tras quedar marcados como no autorizados para volar. Desde la primera escena de esta película reconocemos que estamos ante la fórmula “dos hombres polarmente opuestos recorrerán una gran distancia juntos en la que pasarán del odio a la amistad”, incluso tenemos, en esta primera escena, un claro guiño a como será el desenlace de la historia. Con todo esto a cuestas el desarrollo no deja de ser bien llevado, al tiempo de tener momentos hilarantes alternados con picos dramáticos muy bien logrados. Lamentablemente, el final deja bastante que desear, mostrándose endeble y falto de ideas (salvo por el gran fragmento final, con un guiño especial para el público asiduo a las sit-com norteamericanas). La película se apoya tanto en las situaciones cómicas, bien escalonadas durante la evolución de la historia así como en la gran interpretación de ambos actores. Downey Jr., que sigue demostrando que está en un buen momento de su carrera, encarna perfectamente al arquitecto con aires de superioridad un tanto neurótico. Pero incluso con esta gran actuación se ve superado en varios fragmentos por un Galifianakis, quien lleva el peso mayor del film con su personaje naif, despreocupado y positivista ante todo. No obstante, los puntos altos de ambos personajes son sus contrapartes a la comedia: Peter con sus accesos de ira y Ethan oscilando entre el optimismo y la persona absolutamente derrotada y solitaria. Ambos aprueban con creces sus interpretaciones logrando estos vaivenes emocionales (casi inmediatos), generando que el viaje oscile entre momentos graciosos, violentos, escatológicos, memorables (la escena del Gran Cañón es una breve condensación de todo esto), etc. Quizás lo mas innovador del guión de esta historia resulte en el hecho de que la evolución en la relación entre los personajes funciona en un nivel distinto a la mayoría de las buddy-movies de este estilo. Si bien existe la línea de odio-amistad, no está tan arraigado el concepto de evolución como sinónimo de transformación del personaje. Y esto lo podemos notar en las últimas escenas, en las que vemos a ambos personajes con un lazo de amistad pero sin cambiar ellos mismos como personas. Peter se mantiene con aires de superioridad, con dificultad para mostrar el afecto que finalmente empieza a sentir por su compañero. En contraparte Ethan nunca pierde su aire naif de ingenuidad casi infantil. El lazo se genera, pero sin necesidad de transformar a los personajes. En oposición a esto, los puntos bajos del film se encuentran cuando el guión (y la realización) intenta ir mas allá de lo, visual e históricamente, común o normal. Ejemplo de esto es la escena en que ambos se encuentran bajo los efectos de lo que fuma Ethan visto a partir de las sensaciones de Peter; esta suerte de viaje cósmico del arquitecto resulta un bache importante en la narración. Por otro lado, oponiéndose a la buena composición de los personajes protagonistas, los secundarios quedaron demasiado relegados. Así Jamie Foxx no aporta más que un par de gags y solo da pie para una nueva situación cómica, mientras que Michelle Monaghan se convierte solo en poco más que atrezzo, apareciendo cada tanto (llamada telefónica mediante) para recordar que el viaje se realiza por un inminente parto. Ambos actores y su relación se desaprovechan totalmente, pudiendo haber aportado una subtrama mucho más fuerte. Siguiendo esta línea, Sonny (el perro que acompaña a Ethan) pasa totalmente desapercibido, salvo por la extraña costumbre que tiene; puesto al mismo nivel que la lata con las cenizas del padre del actor. Desde el plano técnico no hay mucho para decir. Como casi todo el cine Hollywoodense, la película se apoya en elementos técnicos casi trasparentes (salvo por algunas escenas con cámara en mano), usados en virtud de una narración fluida que muestre a los actores. Quizás lo más destacable sea su banda musical que, no solo acompaña el film, sino que apoya los momentos dramáticos y acentúa la evolución de la relación entre los personajes. Destacable: Ethan cantando Hey You de Pink Floyd, absolutamente alucinado. Resumiendo, DUE DATE no es una revolución humorística ni la película que marque un antes y un después en el género. Se trata de una comedia más de Todd Phillips (convenientemente ubicada para mantener las expectativas altas frente a la próxima THE HANGOVER 2), pero no por eso menos recomendable.
El guionista y director Todd Phillips ya tiene, al menos, dos hitos perdurables en el terreno de la comedia disparatada: ¿Qué pasó ayer? y Borat. En el caso del desopilante y exitoso film con Bradley Cooper, Ed Helms y el propio Zach Galifianakis (protagonista de este estreno), hay que decir que ya está en rodaje su secuela, y la genial comedia sobre el reportero de Kazajistán y su incalificable documental en Estados Unidos, partió de un argumento original de Phillips, y significó el lanzamiento del fenomenal Sacha Baron Cohen. Todo un Parto propone una pieza humorística con un espíritu afín pero con una trama de otras características. Que propone confrontar dos personalidades opuestas pero complementarias, la de Peter (Robert Downey Jr.) padre primerizo que intenta regresar a su hogar de un viaje de negocios para estar presente en el parto de su mujer, y la de Ethan (Galifianakis), sujeto –al igual que su perro- intolerable y calamitoso pero de buenos sentimientos, con el que el primero probará su paciencia e instinto asesino. Lo que acontezca con ese yuppie impoluto y ese actor aficionado que lleva a las cenizas de su padre en un tarro de café (que dará pie a un predeterminado pero antológico gag) será fundamentalmente descontracturado y divertido como para pasar un momento entretenido, y no mucho más que eso. Con toques de road-movie y claros puntos de contacto con Mejor solo que mal acompañado de John Hughes con Steve Martin y John Candy, esta nueva entrega de Phillips no alcanza la eficacia de ¿Qué pasó ayer?, porque aquella suculenta idea tenía una pareja acumulación de alternativas. En este caso el espacio de diversión se reduce mucho y por momentos flaquea. De todas maneras es indudable que, con el aporte significativo del dueto de comediantes protagónico, Todo un parto provoca, merecidamente o no, un puñado considerable de sonrisas, risas y risotadas a lo largo de su metraje. Y eso siempre se agradece.
Mejor solo... Hay un problema esencial que tiene la última película de Todd Philips, nuevo niño mimado de la crítica y de la audiencia norteamericana, luego de la hiperpromocionada -aunque bastante divertida al fin- ¿Qué pasó ayer?: pese a sus esfuerzos por ser irreverente, socarrona, soez, chabacana y al límite, Todo un parto se reescribe sobre el esquema argumental de Mejor solo que mal acompañado (Trains, airplanes and automobiles, John Hughes, 1987) y no lo abandona jamás. Esta vez está Robert Downey Jr. en el lugar de Steve Martin y el rimbombante Zack Galifianakis en el papel que hacía aquella vez John Candy, pero la historia es exactamente la misma. Peter Highman (Downey Jr.) tuvo que viajar a lo largo del país por trabajo y tiene todo planeado para llegar justo a tiempo para el nacimiento de su primer hijo. Una serie de eventos desafortunados lo llevarán a tener que compartir un auto alquilado con un hombre insoportable (Zack Galifianakis) con el que se había topado un rato antes y que es el responsable de que le impidan viajar en avión. Sin dinero ni documentos, despachados en el vuelo del que tuvo que bajarse forzosamente, Peter sube al auto de Ethan al saber que no tiene otra opción si quiere ver el nacimiento de su bebé. Y su compañero ocasional no sólo es un joven irresponsable y tontuelo que se queda dormido manejando, fuma marihuana por montones y tiene extrañas costumbres antes de irse a la cama -qué curioso, ¡el personaje de John Candy también!-, además está atravesando una etapa de duelo por la muerte de su padre, cuyas cenizas transporta en una lata de café porque venía "envasado al vacío". El juego de oposiciones es claro y clásico: mientras que Peter es la sobriedad y el raciocinio, Ethan representa la inocencia, la falta de responsabilidad y la estupidez. Sin embargo, como la comedia la dirige Todd Philips (que ya nos trajo comedias "sacadas" como Viaje censurado, Old school o la particular versión de la serie Starsky y Hutch) y no John Hughes (responsable de las sagas de Mi pobre angelito y Bethoveen) estos personajes son llevados a los límites más insospechados. Peter tendrá la particularidad de ser una persona violenta y alterarse en exceso, mientras que Ethan será poco más que un niño imbécil en el cuerpo de un gordo fumón y, por momentos, asqueroso. Todo un parto cuenta también con participaciones estelares en papeles menores, como la de Juliette Lewis (Del crepúsculo al amanecer, Asesinos por naturaleza) en el papel de una vendedora de drogas, Jamie Foxx (ganador del Oscar por Ray, y coprotagonista de Colateral) y Michelle Monaghan (Desapareció una noche) como la mujer de Peter. Sus apariciones son un tanto anecdóticas y no suman demasiado a una historia que se sostiene por la química de la dupla protagónica en cada momento. En eso no hay vuelta atrás, si los actores no son del agrado del lector, va a tener que elegir otra película de la cartelera. Si hay algo que tienen en común las dos últimas cintas de Todd Philips es que ninguna de las dos tiene un marco de verosimilitud demasiado estricto. Si en ¿Qué pasó ayer? las peripecias del personaje de Justin Bartha, las ocurrencias del de Galifianakis o las exageraciones del de Bradley Cooper eran poco creíbles, aquí también nos encontramos con personajes y situaciones forzadas al extremo con el único fin de generar la sorpresa y, consecuentemente, la risa. ¿Cuánto tiempo se les ocurre que se puede escapar por las rutas norteamericanas con una camioneta robada a la aduana mexicana? Según el filme, mucho más de lo que nos imaginaríamos. Y a pesar de que desde el comienzo de la historia sabemos que después de todo los personajes van a terminar siendo grandes amigos, en el guión esa amistad se forja de manera automática, sin demasiadas explicaciones y como por arte de magia. Todo un parto es un ejemplo de lo que uno de los representantes de la nueva comedia americana nos puede brindar: políticamente incorrecta, con un humor exagerado al extremo y con figuras fuertes en los roles protagónicos. Su mayor problema es que es una vil copia de un clásico de la comedia blanca y que, a pesar de que es una película entretenida, sólo apunta al público más eufórico y menos reservado.
Hay películas donde la desgracia de los protagonistas redunda en la felicidad de los espectadores. Solemos llamarlas “comedias”, donde se nos permite ver lo real desde otro lado. “Todo un parto” es, sí, una comedia donde dos personas que no están destinadas a conocerse deben atravesar kilómetros y kilómetros de los Estados Unidos, uno de ellos para llegar a tiempo al nacimiento de su hijo. Alcanzaría con decir que los protagonistas son ese yacimiento inacabable de talento humorístico llamado Robert Downey Jr, y que su extraño, excéntrico acompañante es Zach Galifianakis, el genial barbado de “¿Qué pasó ayer?”. Pero no es suficiente: para que este film lleno de momentos hilarantes y absurdos que se basan en la urgencia, la angustia y la tensión siempre peligrosa entre dos personas, nos haga reír: es absolutamente necesario que alguien ponga la cámara a la distancia justa. Eso es lo que hace el director Todd Phillips, quien ya lo había demostrado en “Starsky & Hutch” y en “¿Qué pasó ayer”?
Tras el éxito de la sobrevalorada "The Hangover", el director Todd Phillips entrega una nueva comedia que resulta una burda copia de la genial película de los años 80, "Planes, Trains & Automobiles". Repitiendo la misma estructura de esa divertida comedia creada por John Hughes, esta "road movie" enfrenta a dos personajes opuestos que deben atravesar parte de los Estados Unidos para llegar a casa. A pesar de contar con un elenco atractivo encabezado por el versátil Robert Downey Jr. y el insoportable Zach Galifianakis, sumado a las pequeñas participaciones de Jamie Foxx, Juliette Lewis y Danny McBride, "Due Date" no consigue captar la esencia ni el humor de aquella inolvidable comedia y, al igual que "The Hangover", recurre a un sinfín de situaciones ordinarias, escatológicas, inverosímiles, penosas y ridículas para intentar robar un sonrisa. Una comedia más que aplica una fórmula que viene funcionando bien en el cine comercial norteamericano, caracterizada por un humor que no disfruto ni me entretiene.
El buen sentido de la urgencia Parece mentira que se hayan necesitado tantas cabezas para idear un film tan sencillo, pero así se hacían las cosas en los viejos tiempos. Todd Phillips se consagra con esta película como un auténtico explotador de fórmulas básicas, que con el cine las potencia para convertirlas en un gran espectáculo, digno de la talla de la era de oro de Hollywood. Timing sobresaliente, respeto en el desarrollo de los personajes, y narrativa ante todas las cosas. Bendito sea el cine; bendita sea la comedia. Si con The hangover (2009) Phillips logró deslumbrar con una historia que mezclaba Fear and Loathing in Las Vegas (1998) con un capítulo de Los Simpsons que parodia dicho film de Terry Gilliam, ¿qué queda para una cinta que hasta juega peligrosamente con el auto-homenaje? (hay quienes incluso la tratan de versión libre de Planes, Trains & Automobiles -1987-). Due date (2010) nace y muere con la clásica redondez de un encuentro forzado entre dos seres diametralmente opuestos (Downey Jr. y Galifianakis en la dupla actoral del año), y se nutre de cánones cinematográficos para impulsar una trama insalvable, pero riquísima. Phillips juega con fuego al idear una locura como Due date, porque no todos se bancan que una película tan básica sea tan, pero tan buena. A nadie le cae bien (nadie, siempre intentando despersonalizar a aquellos que no tengan pudor al disfrutar algo que hace reír) que una fórmula ultra-clásica como la dirección del realizador de la ganadora del Golden Globe 2009 a Mejor Comedia llegue tan bien a los espectadores (la sala con la que compartí la proyección no paró de estallar en risotadas descontroladas en cada una de las secuencias ideadas para ese fin). ¿Y saben qué? Está bien. No importa, porque yo no voy a escatimar al decir que Due Date es, sino la mejor, una de las mejores comedias de la temporada. Insistía con el timing porque la película goza de un ritmo asombrosamente pegadizo. Cada secuencia, cada escena, cada golpe de efecto, es como una droga para el espectador. Y es una droga casi mortal, que Phillips -apoyado en los maravillosos aportes de sus protagonistas- utiliza sin reparos para no dar respiro ni un segundo: cuando termina un gag implícito (las insinuaciones sobre infidelidad), arremete con otro (la ácida y negrísima escena del "café" que se toman los muchachos), y no contento con eso, nos da un zarpazo de dramatismo (la penosa situación del personaje de Galifianakis). Y así hasta el final. Puede pecar de grotesca (chistes físicos como reventarse contra una puerta de auto y sacarla de los goznes), puede pecar de exagerada (innecesario el acto en la frontera mexicana), pero es una historia que está muy bien equilibrada (la escena en el Gran Cañón, impagable). Due Date hace reír y nos hace pensar que, es cierto, la comedia americana pasa por tiempos muy difíciles, aunque siempre sabe como quedar bien parada. Lo último de Phillips no aporta nada al género, no brinda novedades. Al contrario, se reinventa una y otra vez con alusiones a su pasado filmográfico (por cierto, que técnicamente va mejorando) y así se concibe como un disfrute que sólo los que estén despiertos y sobrios de vieja usanza podrán esquivar. El resto, atrapados por la risa y la prisa.
La dupla de Downey Jr. y Galifianakis está bien lograda, destacándose la carismática actuación de Robert, que con sólo un gesto ya hace divertir al espectador. Si te gusta como este actor interpreta los personajes de comedia, no te podés perder esta película. El perrito, si bien abunda en el trailer y está incluido en el afiche...
El viaje a la adultez Todo un parto (Due Date, Todd Phillips, 2010) tiene como excusa justamente un parto para ofrecernos el desarrollo de una relación de amistad entre dos hombres dispares y sus procesos a partir de esto. Puedo decir, para comenzar, que la nueva comedia dramática de Todd Phillips ha sido un deleite. Habiendo escuchado y leído buenos comentarios, aún así entré a la sala con poca fe, con la (casi) certeza de encontrarme con un film cómico pero un tanto decadente. Y es exactamente la decadencia el ingrediente que hace de esta película una obra profunda. No creo realmente exagerar al decir esto ya que esta vez Phillips ha elegido mostrarnos un camino personal, un tránsito de la adolescencia hacia la adultez. Pero, ¡qué tedioso es hablar siempre de la madurez, adultez, niñez, etc. etc. cuando muchas veces estos términos no determinan nada! Por eso, podríamos hablar con otra perspectiva y ver a Todo un parto como un viaje introspectivo, a partir y desde el otro hacia algún lugar no descubierto de nuestro ser, suena mejor, ¿no? Entonces, partiendo de nuestra propuesta vemos en Todo un parto un fantástico camino que transita todas las etapas, un camino que se bifurca y se hace uno a la vez: dos personas desconocidas y opuestas son las puertas del descubrimiento de cada uno; conocerme a partir del otro, moneda corriente y práctica diaria. Y con un plus (no menor) que otorga un gran equilibrio al film: el humor. La historia rapidito: Peter (Downey Jr.), arquitecto, high society, canchero se encuentra en un avión fortuitamente con Ethan (Galifianakis) un aspirante actor, excéntrico y algo (bastante) pesado. Por razones también fortuitas (o no tanto) los bajan del avión y Peter, al perder sus valijas queda a merced de Ethan, a quien considera un completo idiota e insoportable y dependerá de él para que lo lleve Los Ángeles para poder asistir al nacimiento de su primer hijo. Bien, el viaje se presenta un tanto complejo, alocado y con peripecias inolvidables, mechadas con gags de primera línea (pero accesibles para prácticamente cualquier público) y con intervenciones fugaces pero valorables de Juliette Lewis y Jamie Foxx, sobre todo ella. Ethan se presenta como el aspirante a ganador del sueño americano, buscando ir a Hollywood a triunfar, mostrando su talento con imitaciones bajísimas de Don Corleone y siendo un fiel admirador de Two and a half man. Él parece vivir permanentemente en un mundo adolescente e irreal: trata a su perro como humano, tiene a la masturbación como ritual, no toma dimensión de ninguna situación extrema, etc. Y es este punto donde más se opone a Peter, quien se presenta a sí mismo como un adulto con su vida resuelta, como un superado total, diríamos. Claro, imagen que se la puede creer él y su mujer, y será por la intervención en su vida de Ethan que empezará a dudar de todo el circo armado en su vida. A la vez, para Ethan comienzan a caerse algunos de telones que rodean su vida un tanto ilusoria, desde su contacto con la personalidad fáctica y práctica de su compañero de viaje, que siendo frío y duro a veces hace caer (aunque sea por unos minutos) en la realidad a tal personaje. Todo un parto1 Todo un parto: o el viaje a la adultez cine Pero, además de todos estos contactos entre sí que transforman hay un vínculo afectivo que se forja y que también habla de la atracción de los opuestos, de cómo una amistad se alimenta de la diversidad, encontrar en el otro lo que no encuentro en mí mismo. El ritmo que toma la historia es impecable. Sí podría decirse que la inclusión de momentos de alto riesgo (como choques automovilísticos) o la sesión escapista no fueron de lo más agradable, porque rozó lo fantástico, dejando atrás el ridículo que tal vez se intentó mostrar. Lo cierto es que podemos ver a este viaje como aquel viaje hacia uno mismo, como el descubrimiento de esas zonas oscuras que intentamos con tanto fervor ocultar; y que de repente aparece algo o alguien que desbarajusta nuestro mundo de cristal, lo que creíamos ser, y que pensábamos que era inmutable. Y precisamente eso es Todo un parto, la intromisión de un ser opuesto a uno en la propia vida. Y Todd Phillips ha sabido perfectamente cómo representar esto con un guión impecable, con un humor escatológico que hace reír a carcajadas. Y, por supuesto, es obra de los dos increíbles intérpretes llevar al extremo las dos personalidades tan bien creadas.
Peter (Robert Downey Jr.) está a punto de convertirse en padre primerizo: su esposa tiene fecha de cesárea programada para dentro de cuatro días. Mientras se encuentra abordando el avión que lo llevará a Los Ángeles conoce a Ethan (Zach Galifianakis, más de lo que ya vimos en “¿Qué pasó ayer?”), un aspirante a actor que desea instalarse en Hollywood. Cuando ambos sean incluidos en una lista de personas inhabilitadas para subir a un avión, deberán improvisar un viaje en auto atravesando más de tres mil kilómetros. El director Todd Phillips hico una prolija puesta en escena, pero los grandes contratiempos que presenta “Todo un Parto” se deben a su enclenque guión, deslucido, poco gracioso, con algún desagradable gag escatológico… Hay que reconocer que cuando las clavijas se ajustan somos testigos de momentos auténticamente cómicos y sentimientos genuinos cuando se apela al costado sentimental de los integrantes de esta improbable pareja de compinches.
El cine y sus límites El cine que solemos ver se mueve entre fronteras conocidas: hay todo un sistema perfeccionado a lo largo de décadas (aquél famoso Modo Institucional de Representación, M.I.R.), fácilmente reconocible aunque en constante cambio, que establece reglas y formas implícitas que lo vuelven manejable, previsible y efectivo, tanto para el productor como para el espectador, garantizando la satisfacción de ambos. La crítica participa de dicho sistema, y en sus peores versiones se limita a clasificar y explicar los filmes, ordenando las expectativas e incluso las experiencias del espectador, naturalizando un modo de interpretación de las imágenes que clausura toda libertad, pues dicho sistema puede regular hasta las formas de disidencia, hasta las pequeñas rebeldías permitidas a los iconoclastas. Acaso el mejor ejemplo sea la celebrada Nueva Comedia Americana, cuyo mayor logro parece ser el de transgredir las buenas costumbres norteamericanas: el culto al exceso de JuddApatow puede constituir una forma de rebelión, un modo de trascender los límites y doblegarlos, pero también corre el riesgo de convertirse en otra forma de naturalizar lo extraño. La última película del nuevo nombre de este movimiento impreciso y hasta antojadizo camina por éste límite. Todo un parto, de Todd Philips (celebrado director de ¿Qué pasó ayer?) puede justificarse apenas por un par de momentos en los que consigue precisamente transgredir los límites, sorprender a los espectadores y desafiar al buen gusto. Remake nunca reconocida de aquel clásico de los ´80 que fue Mejor solo que mal acompañado, de John Hughes, Todo un parto es también, como aquélla, una típica “buddy-movie”, aquellas películas de parejas desparejas que suelen atravesar una sucesión de catástrofes humanas que, a fin de cuentas, terminarán generando una férrea amistad. También como aquella, el nudo del conflicto se generará cuando un exitoso empresario deba compartir un extenso viaje en auto con su exacto opuesto, un bohemio desastroso que le hará la vida imposible. El primero es Peter Highman (Robert Downey Jr.), arquitecto cuya mujer se encuentra a las puertas de parir su primer hijo, por lo que el hombre tiene cierta prisa por regresar a su hogar en Los Angeles, aunque para ello deba viajar más de tres mil kilómetros con el aspirante a actor EthanTremblay (el hallazgo de ¿Qué pasó ayer?, ZachGalifianakis, que confirma sus condiciones), un cero a la izquierda que sólo se preocupa por conseguir hierba. La serie de incidentes irá por supuesto en ascenso, y acaso Philips consiga darle su sello en los pocos momentos donde la incorrección llega al extremo, como cierta masturbación que no por quedar fuera de campo será menos explícita, o cuando ambos protagonistas se enfrenten a un lisiado veterano de Irak. Adaptada a estos tiempos, la película refleja también la paranoia institucional que reina en el norte, con las instituciones del orden en desquicio perpetuo, aunque estos logros apenas alcancen para salvarla de la mediocridad; pero para nada más. ¿Qué decir, en cambio, de una película como Los límites del control? ¿Cómo hacer para explicarla, domesticarla, encontrarle significado y volverla inteligible para el lector? Especie de ovni cinematográfico, la última película del gran JimJarmusch (que esta semana llegará a los DVD clubes) será una misión imposible para los amantes del M.I.R., ya que ahora sí estamos ante un filme que arrasa con todas las previsiones, que desafía todos los cánones y se arriesga a abrazar la incertidumbre. Thriller filosófico y existencial, Los límites del control tiene, empero, una clara lectura política y hasta se diría que cinematográfica, pues su resolución parece apuntar directamente al séptimo arte (¿o acaso el cine no es el gran mecanismo de control de nuestro tiempo?). Su protagonista es un supuesto asesino a sueldo que viajará por diferentes poblados de España mientras se cruza con numerosos personajes que le transmitirán instrucciones para llegar a una misión final. En cada encuentro, sus interlocutores irán discurriendo sobre diversos temas filosóficos (que abarcan desde las moléculas al arte, la bohemia o el cine), dejando numerosas reflexiones sobre dichos tópicos (“el mejor cine es aquel que no podemos distinguir del sueño”) aunque con una perspectiva común, un escepticismo filosófico anunciado desde el primer encuentro: “Quien se tenga por grande, que vaya al cementerio: allí descubrirá lo que el mundo realmente es, un pedazo de tierra”. Dicha perspectiva es la que guía también al propio filme, que hace del desconcierto su ethos narrativo, aunque tendrá su justificación final cuando el asesino (sin nombre, identificado como el “hombre solitario”) se enfrente a su blanco final, acaso el “enemigo ideológico” de Jarmusch (interpretado por Bill Murray), como afirmó el crítico Roger Koza. El trabajo formal es excepcional, y el minimalismo de su puesta en escena se ve contrapesado con el modo en que el director filma y atrapa las geografías del mundo, sean naturales o artificiales. Múltiple de sentidos, un lema cerrará sin embargo al filme, dotándolo de una lectura precisa: “Sin límites, no hay control”. Por Martín Ipa