Si tuviese que valorar esta película en función de las risas que me despertó, diría que es una de las mejores comedias de los últimos años. Lo concreto es que me reí como hacía mucho no me reía con una película, y aunque esto no es un dato menor, hay que ponerlo en la balanza junto con la enorme cantidad de situaciones grotescas o burdas que se dan cita, y que hacen derrapar la unidad cómica del film, llevándola hacia el lado del humor más estúpido. Estamos ante otra película de hombres solos que deciden enloquecer por última vez, como The hangover, o alguna que otra de Adam Sandler o de algunos de los ex Saturday Night Live (podríamos hacer un recuento de las comedias últimas que plantean esto, pero nos llevaría todo el espacio de la crítica). Sin ir más lejos, la próxima en estrenarse, Grown ups, va por el mismo camino. En este caso, la fórmula está apoyada en un John Cusack felizmente volcado a la comedia (con mayor tendencia al descalabro que en High fidelity, escrita y producida por el director de ésta) y en dos actores que ya brillaban desde papeles secundarios (Rob Corddry en The Heartbreak Kid, I Now Pronounce You Chuck & Larry, Blades of Glory y What Happens in Vegas, Craig Robinson en Knocked Up, Walk Hard, Pineapple Express, Zack and Miri Make a Porno y Miss March), y que ahora se dan el lujo de coprotagonizar junto con Cusack, un actor que entiende el talento de ambos y sabe colocarse a la par de ellos. Adam (Cusack) y Nick (Robinson) deciden dejar por un instante sus vidas en crisis y ayudar a Lou (Corddry), que, supuestamente, se quiso suicidar. Los tres viajan junto con el sobrino de Adam, Jacob (Clark Duke, otro gran secundario, pero de la última camada de actores, recientemente visto en Kick Ass), quien es, a todas luces, el más cuerdo de los cuatro. La idea del viaje es volver a un hotel en el que estuvieron veinte años atrás, cuando vivían plenamente felices, y este viaje termina, insólitamente, en un regreso al pasado, por el efecto de una gaseosa rusa sobre el jacuzzi de la habitación. Más allá del cúmulo de gags que hacen alusión al desmadre de los muchachotes, llevados por Lou, el más inmaduro de todos, y de muchos chistes un tanto misóginos (las chicas son el elemento utilitario de turno, se muestra que aquella época eran jóvenes, lindas y se acostaban con ellos), la película resulta una clara celebración de la década del ochenta, con sus excentricidades, su sensualidad, su vestuario de moda, y su humor, bastante chato pero fresco. No es casual, dado este homenaje, que aparezca Chevy Chase, un avejentado integrante de la camada de cómicos más famosos de aquella década, cuya carrera, a diferencia de las de muchos, quedó anclada en esos años. Chase es una suerte de fantasma que intenta reparar el jacuzzi, pero sólo consigue demorar más el regreso de los cuatro. Si el planteo en concreto ya presenta un elemento tan delirante como afín a los desequilibrados excesos del grupo, cuando la película se acerca a las resoluciones de gags más disparatadas es cuando consigue arrancar más risas, pese a su tendencia a lo escatológico, que por momentos hace que nos preguntemos cuál es la razón que los llevó a caer en esos chistes. No se trata de una mera preferencia por el absurdo antes que por el mal gusto, sino de cuál es el humor que mejor le cabe a la propuesta. Si los excesos del cuarteto habilitan el delirio, la naturaleza simplona y grotesca de los que llevan adelante la acción impulsa el humor más facilista de la película. Una mera elección entre uno o el otro hubiera definido mejor el estilo cómico, que aquí se inclina por ambas vertientes. Tal vez el aspecto que más se le puede achacar a la película, es la necesidad de resolver las vidas de todos con una vuelta de tuerca más inverosímil que el propio planteo. Algo curioso, dado que esa suerte de deus ex machina ocurre una vez que regresan de los ochenta. Pese a este giro sumamente facilista, y aceptable sólo dentro de los códigos más básicos del humor de esta comedia, nos encontramos con una película tan sencilla como radiante, aún en sus aspectos más bajos, y que se beneficia ampliamente por las formidables actuaciones de Rob Corddry y Craig Robinson, y por la fresca pintura de la década del ochenta, servida en bandeja a los propósitos cómicos de la propuesta. De todas maneras, a nivel integral, no llega al nivel de solidez de The hangover y, ya que estamos, un coqueteo referencial con Volver al futuro no hubiera venido nada mal.
Intentando repetir el increíble éxito obtenido el año pasado por la comedia "The Hangover", en el 2010 se estrenó otra "comedia de amigos" que no tuvo la misma suerte. El ridículo título lo dice todo, "Hot Tub Time Machine", en donde un grupo de amigos, pasando un fin de semana en un centro de ski, derraman una bebida sobre los controles de un jacuzzi y son transportados al año 1986. Creo que no hace falta aclarar el nivel de esta comedia, que con apenas veinte minutos de iniciada ya era mi candidata a una de las peores del año. Continuando con el estilo de la sobrevalorada "The Hangover", es una película cero graciosa y ordinaria, cargada de malos gags con referencias sexuales, vómito, semen y todo ese humor típico de la saga "American Pie". Aquí se le suma el viaje a la década de los 80, con el que se intenta imitar (sin lograrlo) el humor del clásico "Back to the Future", haciendo referencias retro, burlando los peinados y moda de la época, y mencionando avances tecnológicos (e-mail, internet) que en esa época no existían. Incluso participa Crispin Glover (McFly) como un guiño a ese film. A John Cusack, un actor con buenos títulos en los 80 como "The Sure Thing" y "Say Anything...", se lo ve incómodo en este fallido homenaje a esas películas. Seguramente su participación está ligada a que el director Steve Pink fue co-productor y co-guionista junto a Cusack de los films "High Fidelity" y "Grosse Pointe Blank". Rob Corddry interpreta a uno de sus amigos, gritando y sobreactuando siempre. Chevy Chase, otro referente de los 80, interpreta con poca gracia al "arreglatutti". Lo único que disfruté fueron los hits de los 80.
Tres amigos cuarentones, aburridos de sus vidas de yankys gordos, descubren la fuente de la felicidad en un jacuzzi que también funciona ¡como una máquina del tiempo que los lleva de vuelta a los 80s! Comedia guasa y bien pavota que mezcla “Volver al futuro” con “¿Qué pasó ayer?” con temas de Poison, INXS y New Order de fondo. Divertida a full.
Existen muchas películas en las que los personajes van, por error o por decisión propia, al pasado con la premisa de que no deben modificar nada porque cualquier situación que no haya pasado puede afectar el desarrollo de los hechos. Esta cinta parodia a dichas producciones y concluye siendo una correcta, pero poco destacable comedia cuyos errores son camuflados por el delirio y diferentes escenas bien logradas en lo respectivo al humor.
Si el humor escatológico no te molesta, lo vas a pasar bárbaro, y sobre todo te vas a reír mucho, ya que la historia si bien es absurda y tontuela, es muy dinámica y divertida. El problema radica en que al existir...
Son como niños Recientemente se vio Son como niños y ahora estos amigos cuarentones deciden pasar un fin se semana en un hotel de montaña en el que estuvieron veinte años antes y del que guardan recuerdos de juventud, sexo y descontrol. Un loco viaje al pasado juega con los viajes en el tiempo a partir del momento en que ellos se sumergen en el jacuzzi de un destartalado hotel y aparecen mágicamente en el año 1986. El director Steve Pink (guionista de Alta fidelidad, también con John Cusack) elige un tono burlón, de chiste grueso, pero efectivo en lo que propone: choque de culturas, moda y música. Aunque ellos quieren sentirse jóvenes nuevamente, se darán cuenta que la vida les dará sorpresas y una segunda oportunidad. Una producción filmada (se nota) entre amigos que desliza permanentes referencias a los años ochenta, a través de su poderosa banda sonora, afiches de Rocky y en el cameo de Chevy Chase (de la maravillosa Juego sucio), como el empleado de mantenimiento del hotel, el hombre que aparece y desaparece misteriosamente y conoce el secreto de la "máquina del tiempo" del título original. También se lo ve a Grispin Glover como el conserje que ha perdido su brazo y enciende momentos hilarantes. John Cusack (Adam), Rob Corddry (Lou), Craig Robinson (Nick) y Clark Duke (Jacob) forman parte de este grupo de "hombres adolescentes" que aparece actualmente sumergido en el alcohol, infidelidades, separaciones, bromas pesadas, kilos de más y caída del cabello (pero no de las mañas). Si bien el relato se excede con toques escatológicos, da en el blanco como entretenimiento liviano (bien resuelta la escena de la comunicación telefónica). No hay que pedirle más. Quizás, un jacuzzi, sea una excentricidad.
Pájaros Volando en los años ‘80 Llámenlo destino. Llámenlo competencia de distribuidoras, pero los años ’80 se vuelven a cruzar en nuestras vidas a partir de esta semana. Saquemos de lado Miss Tacuarembó, acaso la celebración más opulenta y original que se haya visto en mucho tiempo que se desarrolla en la década en que volvió la democracia, Argentina ganó el mundial y el primer Oscar de su historia. Si con Pájaros Volando, volvía el humor de las mejores comedias de Enrique Carreras, con Un Loco Viaje al Pasado vuelven todos los íconos de la moda y la estética estadounidense que se podían ver en las pantallas allá por 1988. Para muchos, veintidós años no es nada, pero para este grupo de amigos, significa la pérdida total de los sueños, de la esperanza. Adam, Nick y Lou (Cusack, Robinson y Croddry respectivamente) tienen 40 años y son infelices. Odian sus trabajos, están divorciados o sometidos por sus matrimonios, se encuentran pasando una depresión que parece imposible de remontar. A este grupo de perdedores se suma, Jacob, el sobrino de Adam, un nerd fanático de los video juegos. Para tratar de levantarle los ánimos a Lou, los cuatro viajan a un hotel con pista de sky junto a las montañas. Allá pasaron los mejores momentos de su vida cuando eran jóvenes. Después de una borrachera, los cuatro se dan un baño en un jacuzzi caliente. El tablero de mando se rompe, y todos viajan a 1988. Para poder volver al presente deben pasar todo un día en ese año y hacer exactamente las mismas cosas que hicieron el día en cuestión, ya que ante los ojos de los demás, ellos tienen la apariencia que tenían en ese año… menos Jacob, que mantiene misteriosamente su apariencia adolescente. Sin embargo, ven la oportunidad de cambiar lo que hicieron para que en el presente tengan una mejor vida. El mayor mérito de la película es la poca seriedad con que están tomados todos los temas “relevantes”. Aquel que quiera buscarle cierta coherencia o verosimilitud al viaje en el tiempo, no lo va a encontrar. De hecho la película se burla de todas las reglas y las películas relacionadas con el tema. Aquellos que recordamos la década, encontraremos citas por todas partes: desde la moda, la forma de hablar, las referencias musicales, etc. En cierta forma, es como Volver al Futuro… al revés. Todo está exagerado. Es fácil acusar de misoginia a la película, pero lo cierto es que estos “chicos” quieren divertirse con todo. Sexo, alcohol y rock and roll. Como si mezcláramos la saga creada por Robert Zemeckis (con Crispin Glover inclusive) con las burdas comedias que le siguieron a American Pie. Clisés y humor de traso grueso, no pasan desapercibidos, pero lo cierto es que la película no decae en ritmo en ningún momento, tampoco cansa y mantiene su humor delirante hasta el final de los créditos. Aquellos que entiendan las referencias que abundan en cada diálogo, cada decorado van a comprender mejor el humor que impera. No digo que el guión sea perfecto o sea la mejor comedia de los últimos tiempos, algunos chistes son más efectivos que otros, pero nunca terminan por desagradar o molestar los gags menos logrados. Pink (guionista de Tiro al Blanco y Alta Fidelidad, ambas películas con Cusak y director de Aceptado), muestra gran capacidad para manejar el timing humorístico sin caer en momentos sensibleros, ni en redundancias narrativas. Se apoya en una gran director de fotografía como Jack N. Green (habitual colaborador de Clint Eastwood) para crear una estética ochentosa creible y cinefila. Cusack deja un poco de lado el rol serio con el que trató de involucrarse en los últimos años y vuelve a ser el muchacho desilusionado románticamente de sus comedias de fines de los ’80. Además de Glover, se destaca en un rol imposible de describir, acaso, el humorista más popular de la década, el olvidado Chevy Chase. Pero sin duda es la locuacidad y personalidad desfachatada de Coddryn y Robinson, dos maduros descubrimientos de los últimos años, que se destacan sobre el resto del elenco. También dos jóvenes promesas vistas en Kick- Ass como Clark Duke y la hermosa Lindsy Fonseca logran solventes interpretaciones. Para divertirse sin pretensión alguna, para recordar los ’80 y reflexionar sobre como a veces, es mejor seguir nuestros instinto, nuestros impulsos, nuestros sueños. Nuestra vida será mejor, siempre y cuando tengamos amigos, twittagra y una lata de “Chernobly”. Si no saben que es, búsquenlo en Louggle.
De vuelta a los 80 Atención: si usted tiene entre treinta y cuarenta años, su posibilidad de disfrute de esta película será extrema. Un loco viaje al pasado (Hot Tub: Time Machine, 2010) no sólo recrea la década de los ochenta sino que brinda un placentero homenaje a los tópicos de aquellos años. Sus protagonistas, con John Cusack a la cabeza, viajan al pasado pero también el espectador, gracias a la estructura narrativa del film similar al cine shampoo de la época. Tres amigos fracasados en su vida amorosa y social, se reencuentran después de varios años y deciden hacer un viaje a un pueblo para revivir viejas épocas. Lo que no saben, es que revivirán literalmente la época del pelo con spray y los pantalones elastisados gracias a un jacuzzi que sirve de máquina del tiempo. Allí tendrán que elegir entre repetir la historia, aprovechar el reviente o rehacer sus vidas. La nostalgia vista a través del boom de los ochenta es quizás la mejor interpretación que se pueda hacer del film. Parecieran ser dos cuestiones imposibles de ligar. La nostalgia es recuperada mediante fotografías -de los amigos en su niñez y adolescencia- que se intercalan con figuras icono de esa década. Allí se produce el registro nostálgico-cómico que el film no dejará hasta los títulos de crédito. Pero no será hasta que el personaje de Lou (Rob Corddry), completamente borracho, acelere su auto y el ruido de su motor rechine al compás de Kickstart my heart de Mötley Crue, que se comprenderá el sentido que el director Steve Pink le imprime al film. Nunca una escena de una película de este estilo expresó tan claramente un estado de ánimo. Un loco viaje al pasado aprovecha como ninguna otra película la oportunidad de recrear los ochenta. El reviente de drogas y alcohol, los peinados extravagantes, las vestimentas extrañas y demás cuestiones, son acompañadas por la música de Poison, Mötley Crue, Autograph, entre otras bandas clave, y una estructura narrativa que respeta todos los tópicos de los filmes de la época. ¿Ejemplos? El elemento sobrenatural que posibilita el punto de giro de la trama (el jacuzzi que viaja en el tiempo) rememora a films del estilo Billy & Ted (Billy & Ted’s Excellent Adventure, 1989), Volver al Futuro (Back to the Future, 1985) o Novia se alquila (Can’t buy me love, 1987); o el clan de jóvenes que se distinguían por atosigar a otros, también presente en películas del estilo de Porky’s (1982), Amanecer Rojo (Red Down, 1984) y La venganza de los Nerds (Revenge of the Nerds, 1984). No sólo la “estructura homenaje” ayuda a revivir en el espectador la añoranza mientras disfruta de los vericuetos de la trama. También se apoya en las apariciones de Chevy Chase y Crispin Glover -actor que interpretaría a George McFlay, padre del personaje de Michael Fox en Volver al Futuro. Y si a usted no le alcanza, lo tiene a John Cusack, actor prototipo que comenzó su carrera protagonizando muchos de los filmes que la película –de la cual también es productor- menciona de una u otra manera. Así, como una fábula de los ochenta pero siempre anclada en el presente, Un loco viaje al pasado invita a rememorar los años felices donde todo parecía posible y los problemas se solucionaban tan mágicamente como comenzaban. Eso mismo le sucede al espectador en este viaje retro. Y es cierto, la nostalgia está cimentada en la fantasía…pero quien le quita lo bailado.
Un baño pop Los viajes en el tiempo siempre son atractivos al momento de contar una historia. Activan en el público una fantasía común, igual que cuando se trata de volver rico a un pobre o cambiar de sexo a un individuo. En este caso tres amigos cuarentones se reencuentran luego de que uno de ellos intentara suicidarse, y junto al sobrino de uno de ellos viajan hasta un hotel en la montaña para recordar viejos tiempos. Sólo que el lugar no luce como imaginaban; descuidado, en pésimas condiciones, ofrece un servicio deplorable, especialmente por su botones manco. De todas formas los muchachos deciden quedarse a pasar unos días y es cuando se dan un baño en el jacuzzi que se produce lo inesperado. Los ochentas están de vuelta, 1986 para ser exactos, en el mismo sitio y ante situaciones ya vividas, que ahora deberán respetar si es que no quieren alterar el orden del universo. Es obvio que estamos ante una parodia, pero que se toma muy en serio. Claro que en lugar de usar un DeLorean para viajar en el tiempo, usan un Jacuzzi. Pero que el botones del hotel sea Crispin Glover, el George McFly de "Volver al Futuro", es toda una referencia. Como lo es la participación de Chevy Chase, ícono de la comedia tonta estadounidense de lo ochentas. Los gags se suceden unos tras otros con diversa suerte. Muchos escatológicos, otros localistas, varios en referencia a la cultura pop de la época que serán disfrutados por los consumidores de VH1, además de la banda de sonido que ofrece canciones de INXS, Scritti Politti, Poison y Talking Heads, entre otros. John Cusack ya demostró en varias ocasiones lo versátil que es para moverse bien tanto en el drama como en la comedia; en tanto Clark Duke, a quien ya vimos en "Supercool", "Sex Drive" y "Kick Ass", se va volviendo un rostro conocido y, hay que decirlo, algo monótono si no cambia por lo menos el peinado y su rol de "mister sarcasmo" para el próximo filme.
La máquina del tiempo es un jacuzzi Otra comedia que homenajea a los 80 ¿Qué hacer cuando la mejor parte de tu vida ya pasó? Para los amigos cuarentones Adam, Nick y Lou, la respuesta es quejarse, rememorar su juventud supuestamente gloriosa y andar por el mundo con una mirada de continuo desagrado por todo. Muy malos en la tarea de ser adultos, estos tres hombres creen, en cambio, haber sido excelentes en el arte de la adolescencia tardía. Así comienza Un loco viaje al pasado, una nueva película que explora y explota la nostalgia por los años ochenta. Claro que, a diferencia de Karate Kid y Brigada A , versiones actuales de éxitos ochentosos, este film no sólo mira hacia el pasado, sino que literalmente viaja hasta él. Ante el aparente intento de suicidio de Lou -interpretado por el comediante Rob Corddry-, Adam y Nick deciden distraerlo llevándolo a ese lugar de vacaciones en el que fueron tan felices más de veinte años atrás. Lejos de su pasado esplendor, el centro de esquí les reserva una sorpresa en forma de un jacuzzi que los transportará a aquel fin de semana de 1986 pico de sus tristes vidas. "Eramos jóvenes, era nuestro momento, estábamos ganando", dirá Adam, interpretado por John Cusack, que es también productor del film que dirige su amigo y socio Steve Pink (productor de Alta fidelidad, que debuta aquí como realizador). Cusack, protagonista de una buena cantidad de películas emblemáticas de los ochenta (si hasta usa un sobretodo tan parecido al que tenía en la película Digan lo que quieran , la ópera prima de Cameron Crowe), parece estar burlándose de sus propios comienzos. O tal vez se trate de un homenaje a esos tiempos en que se podía fumar en los bares, las luces de neón eran obligatorias y Michael Jackson era negro. A modo de guiño para memoriosos aparece Crispin Glover, que no es otro que el actor que interpretaba a George McFly en la saga Volver al futuro, clave en la tan citada década. Con un humor de trazo grueso, algunas bromas desagradablemente escatológicas y unos cuantos hallazgos a la hora de marcar los paralelismos entre los jóvenes de aquel entonces y los de ahora, la película tiene un desenfado que la hace divertida y tierna. Al menos cuando deja de lado los chistes que involucran vómitos y otros accidentes estomacales.
Los ‘80, aquí y ahora Divertida comedia, por momentos hilarante, de Steve Pink, con John Cusack. Al ver películas como Un loco viaje al pasado es imposible no imaginarse al guionista, director, elenco, productores y amigos -todos ellos, de 40 para arriba- recordando los ‘80 en cada mínimo detalle: la canción de moda, la ropa, los productos, las marcas... Pero, y sobre todo, las películas. El filme de Steve Pink parece haber encontrado un dispositivo que permite hacer revivir a todos los filmes de mediados de los ‘80 con una impronta, si se quiere, algo más ácida. Esta historia en la que tres cuarentones con una vida personal complicada terminan viajando en el tiempo y cayendo en los ‘80 combina la estética, la narrativa y hasta el estilo de Volver al futuro y de las obras completas de John Hughes ( El club de los cinco , La chica de rosa , Experto en diversión ) para contar una historia tan absurda omo simpática, una que seguramente Adam Sandler y sus amigos se estarán arrepintiendo por no haberla pensado antes. John Cusack -otro referente de esa época de cine- encarna a Adam, un hombre al que su mujer acaba de dejar. Craig Robinson es Nick, quien descubrió que su esposa lo engañó. Lou (Rob Corddry) es el que peor está y el que motiva la reunión del trío: alcohólico, acaba de tener un accidente/intento de suicidio, y zafó por muy poco. Con el sobrino de Adam a cuestas (Jacob/Clark Duke), el grupete decide hacer un viaje para “animar” al amigo y rehacer lazos. Así van a parar a un hotel/spa que en los ‘80 fue el lugar donde sus vidas cambiaron de rumbo (entre romances, alcohol, drogas y peleas) y que hoy es casi un lugar abandonado. Tras reparar el jacuzzi, se meten en él y, por culpa de un curioso accidente, terminan transportados en el tiempo hacia mediados de los ‘80. Nosotros los vemos en sus cuerpos actuales (y ellos se ven así también), pero los espejos revelan el look que tenían entonces y que es como los demás los ven. Salvo Jacob, que está idéntico. El viaje al pasado les permitirá repasar ciertas decisiones de esa noche siempre con una duda imposible de resolver: si cambiamos algo de lo que hicimos, ¿cambiarán nuestras vidas futuras? ¿Y eso es bueno o malo? Con una banda de sonido que es un grandes éxitos de esos años (David Bowie, Talking Heads, INXS, Men Without Hats, Poison, Spandau Ballet) y apariciones de íconos ochentosos como Crispin Glover y Chevy Chase, Cusack y sus amigos atravesarán situaciones que parecen extrapoladas de las películas antes citadas, pero con el ingenio suficiente como para que tengan valor narrativo por sí mismas. Divertida -hilarante, por momentos-, sin ningún tipo de mirada cínica ni gesto de superioridad sobre la época (de hecho, los adolescentes de entonces parecen mucho más conectados, sociales, en “el mundo real”, de lo que podrían serlo los de hoy), Un loco viaje... es una comedia que, desde el disparate, resulta una divertida forma de conectar generaciones y de ver que, más allá de las obvias diferencias puntuales (“¿qué es un email?”), los placeres y complicaciones de las distintas épocas no son tan diferentes. Eso sí: los ‘80 a la distancia, parecen increíblemente divertidos. Créanme, no lo fueron tanto. Pero en las películas sí lo eran...
Un loco viaje al pasado volvió a reunir al guionista de Alta fidelidad, Steve Pink, con John Cusack. En este caso Pink debutó como director en una buena película que brinda una comedia del estilo de ¿Qué pasó ayer? con la particularidad que esta tiene elementos fantásticos. El director presenta rápidamente a los protagonistas y enseguida se mete de lleno en el conflicto principal, que tiene la gracia que todo se desarrolla en 1986, cuando los personajes principales viajan al pasado. Es una película nostálgica ideal para quienes vivieron su adolescencia en los ´80. La película está plagada de referencias a todo lo que era la cultura de esa década. Desde películas como Red Dawn o la serie de Johnny Depp, Comando Especial hasta la música de Poison, el humor juega mucho con este tema. Inclusive hay un cameo de Chavy Chase, quien para 1986 era uno de los actores mejores pagos que hacía exítos taquilleros y hoy participa en filmes que casi ni llegan a los cines. Otra miembro del elenco que se destaca en un pequeño papel es Crispin Glover (Volver al Futuro), quien acá tiene un rol secundario y la verdad que debieron darle un rol más importante porque es genial para este tipo de propuestas. Un loco viaje al pasado es una comedia retro que emula lo que eran los filmes de este género en los ´80, donde la referencia a Volver al Futuro es más que obvia por los inconvenientes que enfrentan los protagonistas. La verdad que la película es más entretenida de lo que vendían los trailers. John Cusack es quién se carga toda la producción al hombro y representa lo mejor de este estreno. No es un peliculón memorable pero después de ver lo último de Adam Sandler esto por lo menos entretiene y no te hace tirar la plata en el cine.
Los viajes en el tiempo. Un concepto que jamás deja de fascinar. El cine lo utilizó innumerables veces, y dentro de varios géneros. Como en las comedias. Tal como sucede en Un loco viaje al pasado. Cuatro amigos (bah, tres amigos y el sobrino de uno de ellos), todos muy en la mala, deciden hacer un viaje a un centro de esquí; un lugar donde varios de ellos vivieron momentos importantes de su juventud. Cuando se meten en el yacuzzi de su habitación, y tras una noche de parranda, terminan viajando al pasado. Más precisamente, a 1986. Al principio, ninguno de los cuatro quiere cambiar el curso de los acontecimientos para no generar paradojas temporales, pero luego verán que será una nueva oportunidad de reparar errores del pasado y modificar, para bien, el porvenir. En el medio, miles de situaciones desopilantes. El director Steve Pink y los guionistas crearon esta suerte de versión reventada de Volver al futuro, con drogas, alcohol, desnudos y sexo, con momentos de humor escatológico, al estilo del que los hermanos Farrelly patentaron en los ’90. Además de homenajear a aquella genialidad de Robert Zemeckis (la presencia de Crispin “George McFly” Glover, por ejemplo), también hay menciones a otros exponentes del subgénero, como Hechizo del tiempo y El efecto mariposa. John Cusack interpreta a Adam, el menos anormal de los viajeros. El talentoso actor (también productor de esta obra) comenzó su carrera en los ochenta y actuó en films como Se busca novio —película que John Hughes que es homenajeada en Un loco... —, Quiero decirte que te amo y Digan lo que quieran. Dato inútil: ¿Sabían que J. C. fue la primera elección de Hughes para el papel del rebelde Jack Bender en El club de los cinco, un rol inmortalizado por Judd Nelson? El resto del elenco no se queda atrás. Rob Corddy hace de Lou, un alcohólico con tendencias suicidas que tiene la oportunidad de redimirse y cambiar su patética vida. Craig Robinson es Nick, un músico frustrado, sometido por su esposa, ante la posibilidad de retornar a su viejo amor. Clark Duke compone a Jacob, el sobrino de Adam; un nerd que se la pasa encerrado con su laptop, jugando a los videojuegos, a punto de descubrir el pasado parrandero de su propia madre. Si a todo esto le sumamos la aparición del mencionado Crispin y de Chevy Chase, que en aquella década protagonizó la saga de Vacaciones... Mejor, imposible. Como corresponde, no faltan las referencias a la cultura pop de los ’80: programas de televisión (Alf, Blanco y negro), películas (Rojo amanecer, la favorita del villano de la película, obsesionado con los comunistas), ropa... Pero, sobre todo, la música. Ya lo dijo mi colega Tomás M. Luzzani: “Es imposible hacer una película ambientada en los ’80 que tenga un soundtrack malo”. En esta oportunidad, suenan David Bowie, bandas pertenecientes al Glam Rock ochentoso —Mötley Crue y Poison, citadas de manera muy graciosa, además de "Turn Up the Radio", de Autograph—, grupos como New Order y Echo & The Bunnymen, y one hits wonders de la talla de "I Can't Wait", de Nu Shooz; "Obsession", de Animotion; "Perfect Way", de Scritti Politti, y "(I Just) Died in Your Arms", de Cutting Crew. Por supuesto, cada tema está colocado en el momento justo, no de manera gratuita. Además de ser una divertida comedia sin pretensiones, ideal para nostálgicos, Un loco viaje al pasado, al igual que las mejores películas sobre viajes en el tiempo, nos lleva a desear poder volver al pasado, arreglar nuestros problemas y que nuestro futuro se parezca a lo que alguna vez soñamos. Sin embargo, como le dicen a Adam en un momento: “Acepta el caos. La vida te tiene muchas sorpresas”.
Para joda temporal Sin lugar a dudas la onda revival o retro paga dividendos siempre porque no faltan entre el público aquellos nostálgicos -que ahora bordean los 40- y que crecieron con comedias estudiantinas donde la ingenuidad funcionaba como parte de un código o devoraron algunos clásicos de la época como Volver al futuro, Los jóvenes defensores, Terminator, por citar algunos ejemplos. Si a eso le sumamos aquellas melodías pop o baladas que tantos recuerdos de asaltos o fiestas arrastran podríamos decir que la fórmula parece infalible. Precisamente de esa fuente de inspiración (lo de inspiración es un eufemismo) se nutre esta mediocre comedia que tiene como mayor protagonista a un ícono de los 80 de la talla de John Cusack a la cabeza y como subtexto argumental a muchas películas de paradojas temporales, aunque la referencia más obvia sea la de Volver al futuro con la clara inclusión de Crispin Glover (un George McFly devenido botones de un resort de esquí) entre uno de los personajes secundarios que intenta levantar la puntería de un guión bastante hueco. Pese a estas advertencias parece imposible no dejarse llevar, aunque más no sea unos minutos, por esta suerte de ejercicio de la nostalgia por los tiempos pasados donde todo parecía más divertido que ahora y existían algunos gags que no necesitaban apelar a la escatología o a lo autorreferencial para quitarnos una sonrisa. Ese es básicamente el único atractivo de Un loco viaje al pasado, llamativamente dirigida por el co-escritor de Alta fidelidad Steve Pink, quien -a grandes rasgos- mezcló tres elementos en un cóctel y los sirvió en la mesa: grupo de cuarentones fracasados junto a un adolecente de la era facebook que deben revivir episodios del pasado de juventud por haberse zambullido en un jacuzzi que se transforma, tras un accidente involuntario, en una máquina de tiempo que los transporta al año 1986, bajo las reglas de las causalidades y los efectos mariposa si es que se modifica algún acontecimiento del pasado. Ese cóctel desabrido sacia demasiado rápido el paladar de aquellos que, más allá del juego de volver al pasado o participar de manera cómplice de la trillada premisa "qué pasaría si...", pretenden encontrarse con una comedia que haga del absurdo su fuerte y no que se enrosque en su propia limitación de ideas y chistes recurrentes; además de generar cierta tristeza por ver a un Cusack pasado de moda y un tanto decadente, de la misma forma que encontrarse a Chevy Chase en un ridículo personaje secundario muy poco gracioso. Más allá de algún gag ingenioso con la Reaganomix (recordemos que por ese entonces el actor norteamericano era presidente de los Estados Unidos) o la inclusión de elementos característicos de los 80, entre los que se suman una banda sonora que recorre el cancionero obligado de esa generación, no hay mucho más que se pueda rescatar de una película a la que le sobran escenas y le faltan buenas ideas. Un chiste malo como el título de esta nota.
¿EN LOS 80´S ESTÁBAMOS MEJOR? Un loco viaje al pasado es una rara combinación entre una comedia con buen timing y decisiones narrativas acertadas y una ideología rancia, gastada, que a esta altura ya no puede caer simpática. La historia no es remanida, sino directamente insufrible. Tres amigos han descubierto que su vida ha llegado a una encrucijada donde el fracaso parece ser lo único que habita en el horizonte de sus existencias. Frustrados, pero fundamentalmente solidarios con uno de ellos que parece haber intentado suicidarse, viajan al pueblo donde su adolescencia les prometía un futuro mejor. Los acompaña el sobrino de uno de ellos, testigo indiferente de esa nostalgia y habitante de una nueva generación. A esta fórmula que prometía un desastre –aunque la presencia de John Cusack siempre invita a pensar que algo bueno puede pasar- la película logra hacerle algunos aportes notables, muchos de ellos originados en la intertextualidad con la década de los ochenta, que le insuflan una indudable originalidad a algo que parecía condenado al fracaso. La aparición de Chevy Chase podría ser en sí misma la clave para entender este producto sobre los ochenta originado como homenaje –lo que es por lo menos aburrido- pero a la vez llevado a los códigos genéricos y narrativos de aquella década. Como si de un film de esa época se tratara, sin ton ni son los protagonistas viajan en el tiempo cuando se combinan ciertos elementos mientras ellos están en el jacuzzi de su cabaña. A partir de allí vuelven a repetir aquel momento en el cual sus vidas parecieron haber cambiado para siempre. No hay que adelantar más de la trama, ni contar los varios y muy buenos gags que tiene esta comedia bien filmada y narrada. Lo que si cabe destacar es esta rancia cultura machista que la película no logra disimular y que realmente no causa ninguna gracia. Los años ochenta, tal como los describe el film, no tienen ningún mérito, y aunque los personajes parecen muy felices en ese contexto, lo cierto es que pensar el mundo sexista de aquellos años como el paraíso perdido es por lo menos discutible. Los hombres que eran unos adolescentes en aquel tiempo, ahora tienen la posibilidad de ser los que crean estas obras cinematográficas y, por lo tanto, controlar y explotar la nostalgia de cualquier persona al llegar a ciertas etapas de su vida. Por mi parte, no encuentro nada simpático en esta película y sus ideas del mundo. Para peor, el lado más escatológico de la comedia contemporánea se hace aquí presente para terminar de arruinar el potencial de buenos actores y excelente timing que esta comedia disparatada parecía tener. No quisiera que llegara el día en el que alguien insinúe que las comedias de Porcel y el Olmedo eran excelentes películas y se dispongan a imitarlas. A pesar de sus varios méritos, Un loco viaje al pasado es justamente eso, un viaje al pasado en más de un sentido.
Volver a los años ’80 Comedia resueltamente post-hermanos Farrelly, la película dirigida por el perfecto desconocido Steven Pink es una de esas guarradas tan impresentables como irresistibles. Si no fuera por su horrible remate –que arruina todo, con un brote de exitismo social totalmente fuera de lugar–, esta comedia vulgarota y chapucera sería una versión mejorada de Son como niños, la más reciente fealdad de Adam Sandler, estrenada aquí un par de semanas atrás (decir que es una versión mejorada es pura ucronía, porque en realidad se estrenó antes). Ambas películas son sendas variantes del motivo de la vuelta al pasado, como forma de reparar el presente. Motivo que cuenta con algunas representantes obvias (Volver al futuro y Terminator, notoriamente) y otras menos evidentes (Reencuentro y, en general, todas las películas que tratan sobre reuniones familiares o amistosas). En ambas películas, un grupo de amigos largamente distanciado vuelve, con distintas excusas, al lugar en el que pasaron su época de oro, donde tendrán ocasión de reescribir su futuro. ¿Por qué versión mejorada? Porque es graciosa, logra hacer creíbles sus estereotipos humanos y no está protagonizada, como la de Sandler, por un grupo de actores malos, tontos y desagradables. A los años ’80 –nueva obsesión de la cultura contemporánea– es donde vuelven los cuatro amigos. Que, al revés que los mosqueteros, en realidad son tres. El cuarto es el sobrino de uno de ellos, que resulta ser... No, eso no puede contarse aquí. Sí puede contarse que, tras el intento de suicidio falso o real del desaforado Lou (Rob Corddry, ideal para encarnar a un tipo tan grosero, frenético y pasado de revoluciones), sus amigos Adam (John Cusack, que también produjo la película) y Nick (el enternecedor morochazo Craig Robinson, de Zack y Miri filman una porno y la versión USA de The Office) deciden, tras largas décadas de distanciamiento, dejar todo y volver por unos días al centro de esquí donde, siendo pichones, vivieron su golden hour. Se llevan con ellos a Jacob (Clark Duke, recién visto en Kick-Ass), sobrino de Adam y nerd reclusivo, para quien la gente son figuras que flotan en una pantallita de Mac. Deseosos de ser jóvenes otra vez, el deseo les será concedido como condena, en la forma de una pileta de jacuzzi que se convierte en... máquina del tiempo. Y back to the 80’s. Comedia resueltamente post-hermanos Farrelly, Hot Tube Time Machine (título original, mil veces mejor que el que le pusieron acá) no tiene deudas para con el buen gusto y otras ñoñerías. A partir del momento en que, para reconocer en qué época están, los amigos le preguntan a uno de qué color es Michael Jackson, la película dirigida por el perfecto desconocido Steven Pink desata un humor francamente capusottiano. Humor que, paradójicamente, es lo que le falta a Pájaros volando y que halla algunos de sus puntos altos en el jacuzzi giratorio, las referencias a Alf, Reagan, el grupo Poison y el Modern Love de Bowie, las presencias absolutamente ochentosas de Chevy Chase y Crispin Glover (el padre de Volver al futuro), el suspenso sobre cuándo perderá este último su brazo derecho y el riesgo de fellatio al que conduce una apuesta perdida. Hot Tube Time Machine es una de esas películas tan impresentables como irresistibles, en las que el humor de vestuario deviene arma al servicio del “rompan todo”. Lástima, eso sí, ese final que quiere reconvertir a todos en triunfadores sociales y que parece escrito por el enemigo...
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No se sabe a ciencia cierta qué tienen los años ochenta de bueno más allá de algunas músicas (no justamente las más reconocibles a priori como parte de la década). El caso es que el cine americano (aunque no solo él) parece volver a ese período con sospechosa insistencia. Como prácticamente en ese cine no hay registro de películas ambientadas en los ochenta con adultos como protagonistas, la época parece remitir con exclusividad a un territorio de ilusión: el domicilio ideal de la inocencia y la credulidad pero también de un supuesto espíritu salvaje cuyos ardores se añoran en la adultez. En Adventureland, un verano memorable, acaso la película sobre esos años construida con mayor sofisticación y lucidez, se tenía la deferencia de ahorrarle al espectador el pasatiempo dudosamente risible de situarse en una altura olímpica desde la que relevar con más comodidad las taras de la época. Pero, al mismo tiempo, se evitaba cualquier gazmoñería sentimental que la señalara como una verdadera “edad de oro” en la que la ineptitud y las bajezas se hacen perdonar en nombre de una improbable vitalidad primigenia. Loco viaje al pasado (pocas veces un título sonó tan torpe y sin embargo fue tan preciso en su descripción de la película a la que alude) se erige como muestrario de las posiciones más frecuentes del cine mainstream con respecto a los ochenta. No importa explicar acá de qué modo tres adultos más bien desgraciados de esta década del 2010 que nos toca vuelven sin solicitarlo mediante un viaje en el tiempo a aquella otra en la que fueron jóvenes. Basta decir que la estratagema que presenta el guión se presta bien a la hora obtener una doble mirada capaz de conciliar superioridad y sensiblería, cancherismo y condescendencia respecto del período retratado. La película se solaza en esos males, deslizándose con indisimulada fruición sobre el infortunio de los personajes y sus toscas desventuras en ese tiempo flotante que resulta utópico no por deseable sino por insostenible. Sobre un previsible fondo de anacronismos, dispuestos con más voluntad que gracia, los tres hombres tratan de orientarse en ese mundo que es el suyo pero a la vez ha dejado de serlo hace rato. En tanto, el chico que los acompaña en el obligado viaje, el apocado y tímido sobrino de uno de ellos (la película se guarda para los tramos finales una sorpresa irrelevante con respecto a la filiación del personaje), sirve para establecer la comparación entre cómo se la gastaban estos locos muchachos de entonces y este deslucido presente del cual él vendría a ser un involuntario representante. Los protagonistas solo quieren regresar lo antes posible al futuro, por mal que la estuvieran pasando allí, y para ello se ven impelidos a seguir con docilidad la senda de todos y cada uno de los actos realizados en aquellos días bajo el peligro de que la menor alteración los condene a un destino diferente al alcanzado. Sin embargo, en contravención con su propio sistema, la moral utilitaria de la película (en la que conviven la misoginia más trasnochada y la amistad viril como bien supremo) no se priva de ofrecer una oportuna trampa ejercida en el espacio-tiempo con la que los amigos ven cambiado su futuro de desdichas por uno distinto, en el que el éxito económico y la prosperidad que les habían sido negados hasta entonces se establecen como las cifras a partir de las cuales se consigue la felicidad y se consolida el afecto entre las personas. ¿Triunfan la intrepidez y el espíritu de aventura en un mundo cuyas posibilidades parecen cruelmente selladas de antemano? No tanto. Más bien se impone una cierta idea del mundo y de los Estados Unidos. Como en las comedias malas de los ochentas con las que Loco viaje al pasado se solidariza, el humor no establece distancias críticas sino que, en alianza estrecha con el sentimentalismo, resulta el eslabón necesario con el que todo conflicto se suaviza hasta ocultar sus causas. Para colmo de males, ninguna poética de cuerpos enloquecidos como la puesta en práctica por algunos cómicos americanos de los años noventa viene en auxilio, aunque fuera transitorio, de este viaje al pasado cuyo regreso se corona en una larga mesa familiar. Loco viaje al pasado es lo que queda de la comedia cuando se le extirpa el misterio desestabilizante de la risa y se deja en su lugar la moral triunfante: puros gracejos avejentados bajo cuya mueca el protocolo del orden puede retomar imperturbable su curso.
El guión tiene tanta imaginación que el humor surge imparable y frenético. Es imposible pensar Un loco viaje al pasado sin tener en cuenta el éxito (de público y -llamativamente- de crítica) obtenido el año pasado por ¿Qué pasó ayer? : el film de Steve Pink sigue aquella estructura narrativa, por la cual un grupo de hombres en viaje supera cierta carga de frustración de su presente a la vez que remeda, de esta forma, el estilo de las comedias de la década del ’80. En ese sentido, se haría imposible separarlo de la ida de subproducto. Y si bien Pink no parece tener el talento formal de Todd Phillips (había en The hangover un juego con la elipsis y el flashback que funcionaba para negar su punto de vista machista, que lo tenía), sí tiene un timing cómico y una precisión para encontrar el chiste que empequeñece los logros de aquella comedia que -bajo mi punto de vista- fue bastante sobrevalorada. Un loco viaje al pasado muestra a Adam y Nick (John Cusack y Craig Robinson), dos amigos que tienen que hacerse cargo de Lou (un Rob Corddry al borde de la exasperación y con ese nivel de desquicio que se le extraña a Jack Black), que viene de un intento de suicidio y necesita “tomar aire”. Son tres adultos frustrados, fracasados en sus intentos sentimentales o laborales. Por eso deciden irse unos días a una cabaña donde 20 años atrás vivieron una gran experiencia, entre sexo, drogas y bastante descontrol, para ver si algo de aquella chispa aflora en sus vidas. Al grupo se suma Jacob (Clark Duke), sobrino de Adam y un joven de estos tiempos: de esos que cuando piensan en “levantarse una mina” no conciben la idea de que sea cara a cara. Lo que esta comedia hace, y es su acierto fundamental, es que no homenajea a aquellas comedias con cinismo y algo de culpa (como pasaba en ¿Qué pasó ayer? ) sino que se tira de cabeza en un registro que puede incomodar a algunos. Instalados en el hotel, Adam, Nick, Lou y Jacob sufren un desperfecto en el hidromasaje y viajan -de manera literal- a los años 80’s, que los encuentra jóvenes y de nuevo ante la posibilidad de redibujar su destino. Como en aquellas películas, un elemento fantástico totalmente incomprensible los sitúa ante la posibilidad de redimirse: si bien ese ir y venir constante, entre lo que estaba bien antes y está mal ahora, puede generar algo de lastre, el guión de Josh Heald, Sean Anders y John Morris tiene tanta imaginación que el humor surge imparable y frenético. Efectivamente la clave aquí es la conexión que el film establece con el pasado. No en vano, la participación de Chevy Chase es fundamental: uno de los grandes comediantes de aquella década es el encargado aquí de posibilitar que los personajes retornen al presente. Un loco viaje al pasado funciona, además, como relectura de Volver al futuro, y no sólo por la aparición de Crispin Glover: en ese nexo con una saga icónica de los 80’s el film de Steve Pink presenta sus credenciales. Porque si bien es verdad que el humor de aquellas comedias no era para nada elaborado y, por el contrario, era bastante cuestionable desde un punto de vista ideológico (con su sexismo y su escatología), lo que se hace aquí es aceptarlo como tono pero nunca convertirlo en dogma: hay nostalgia, pero nunca celebración. En esa distancia casi invisible, pero existente al fin, Un loco viaje al pasado sostiene su éxito como película. Y esto, por cierto, es mérito de tres actores que saben poner la distancia necesaria como para no quedar como meros bufones: hay en Cusack, Robinson y Corddry -sobre todo en este último- una conciencia absoluta de aquello que se está recordando y poder reconvertirlo en algo cercano al arte. El trío parodia lo que ya era poco serio y esto se logra a fuerza de excesos y de un corrimiento de los límites. Si bien el desenlace de Un loco viaje al pasado no está a la altura, se agradecen los varios excelentes pasos de comedia que tiene.
Toda una decepción. Cuando uno sabe que el actor principal es John Cusack, va como bien predispuesto, es un muy buen actor, (aquí lo demuestra), que sabe elegir muy bien los proyectos en los que participa (siempre hay una excepción que confirma la regla, y es esta). Corre el año ¿2009?, Lou (Rob Corddry) llega muy tarde y muy borracho a su casa, provoca un accidente, debe ser internado, todos creen que intento suicidarse. Sus dos amigos Adam (John Cusack) y Nick (Craig Robinson) deciden llevarlo a pasar un fin de semana en un hotel de montaña en el que los 3 estuvieron cuando eran jóvenes y del que les ha quedado recuerdos inolvidables. A ellos se les pliega el sobrino de Adam. Deciden relajarse y recordar las buenas épocas sumergidos en el jacuzzi del hotel, descubriendo que la bañera es una máquina del tiempo que los ha transportado al pasado, exactamente al año 1986. Inicialmente creerán que deben hacer exactamente lo mismo que hicieron entonces, pero luego se darán cuenta de que están ante una oportunidad única de cambiar sus vidas. Sólo hay un pequeño problema: el pasado y el futuro no son tan sencillo de modificar como ellos creen. Si usted ve aquí un refrito de “Volver al Futuro” (1985) esta en lo correcto, salvo por las intenciones de posicionarse como políticamente incorrecto, perturbador o movilizante, que en realidad no lo logra, con el agravante que todos los gags son tontos y previsibles, que además, por momentos, algunos resultas groseros, en tanto otros, de referencias sexuales y escatológicas, de muy mal gusto.
Un Loco Viaje al Pasado es otra comedia de cuarentones calentones haciendo cosas adolescentes, género que se puso de moda con Old School (2003) y Virgen a los 40 (2005). Acá decidieron meter algo de ciencia ficción a la coctelera, terminando en un mix del tipo Qué Pasó Ayer? (The Hangover) encuentra a Volver al Futuro. El resultado final es bastante cómico y entretenido, sin ser nada memorable. Acá hay un grupo de amigos que tienen la vida arruinada y que, para colmo, deben hacerse cargo del más bardero del grupo (el insufrible Rob Corddry, el mismo que arruinara Harold y Kumar Escapan de Guantanamo y Operación Proyecto Final, que por lo menos aquí está levemente más contenido y es un poco más gracioso), y deciden irse de vacaciones al mismo lugar a donde iban en su adolescencia. Los tipos se embriagan mal (tal como en The Hangover), mojan los controles del jacuzzi, se descontrolan y caen inconscientes (como The Hangover), y se despietan en medio de un despiole de proporciones bíblicas. Sí... como The Hangover. ofertas en software de facturacion para empresas de Sistema Isis Luego el filme pasa a sintonizar Volver al Futuro, parodiando a los años 80, y metiéndose en los enredos propios de los viajes en el tiempo - a quién hay que conocer y en qué momento, o si se puede alterar o no determinada cosa y si la misma repercutirá en el futuro -. En sí las escenas son bastante divertidas y uno pasa un buen rato; el problema es que el libreto hace una mezcla de tipos de comedia que a veces resulta chocante. Por un lado John Cusack intenta hacer sus rutinas de cuarentón carismático y algo torpe, las cuales se estrellan contra un muro en cuanto aparece Rob Corddry y empieza a lanzar todo tipo de fluidos y puteadas al aire. Es notable ver lo incómodo y descolocado que queda Cusack cuando Corddry está en pantalla - el tipo vomita, se pasea desnudo por todos lados, comete todo tipo de excesos -, que pareciera que estuvieran en dos películas diferentes. El otro tema es que Corddry y el otro integrante del trío principal, Craig Robinson, tienen el nivel actoral de una sitcom y son incapaces de dar una nota mesurada o sutil, aún en los supuestos momentos emotivos del filme. Es tan enorme la diferencia de nivel en las perfomances, que pareciera que a Laurence Olivier lo hubieran empardado con las versiones de Jim Carrey y Jeff Daniels de Tonto y Retonto (1994). Por lo menos el pendex Clark Duke demuestra tener mucho más rango y calidad que el dúo de palurdos que acompaña a Cusack. Pero aparte de enredos y chistes fáciles, no hay nada más en Un Loco Viaje al Pasado. Está ok, aunque su calidad sea dispar, y uno mata el rato sin remordimiento. Pero si uno la compara con su fuente de inspiración - The Hangover -, verá que es una pálida imitación. Al menos en The Hangover había desarrollo de caracteres y una lenta construcción del momentum cómico, que empezaba a explotar en grande cuando llegábamos a mitad del filme. Acá producen de entrada un gag tras otro, y en el conjunto son más los que aciertan que los que fallan. Uno se ríe, pero a las dos horas de terminado el filme apenas se acuerda de haberlo visto.
Rock y un lugar soñado No es una comedia para cualquiera, pero tampoco es cerrada o inaccesible. Por sobre todas las cosas, consigue tocar algo adentro, con su caótico, rockero, melancólico, bizarro, guarango, ocurrente e incluso asqueroso estilo. No hay faltas de respeto, eso no. Sólo marcas de esta generación, tan típicas como las de la generación a la que le rinde un tributo: la de la cultura juvenil norteamericana de la década del 80 (que tuvo sus ecos en muchos otros lugares del planeta). Un loco viaje en el tiempo (Hot tube time machine, o La bañera caliente máquina del tiempo) tiene las características de un filme diferente. De esos que no hacen demasiado ruido pero se acomodan en lugares muy especiales de la memoria de la gente. Si con un cuchillo en la panza obligaran a emparentarlo con alguno, podría ser con Alta fidelidad, con quien también comparte a quien es su intérprete más famoso y también productor al paso: John Cusack. Pero si a aquélla, que dirigió el genial Stephen Frears, la protagonizaba un grupo de amigos dueños o casi de una disquería sólo para “entendidos”, los muchachos de Un loco viaje… no tienen ninguna pasión en funcionamiento cuando deciden emprender un viaje a las montañas nevadas para recordar la mejor etapa de sus vidas. Pero qué decepción. Todo parece empeorar al llegar a ese lugar devorado por el tiempo. Hasta que un hecho sobrenatural, de ciencia ficción, los empuja a la aventura que anhelaban volver a tener. La gigantesca bañera de agua caliente tipo jacuzzi en que se sumergen los transporta veinte años hacia atrás. Y les coloca frente a la duda de no hacer nada diferente para que nada cambie, o a salirse del libreto y abrir los ojos ante un mundo imprevisible cuando estén de regreso. Entretenida, con mucho buen humor, una estupenda banda sonora con clásicos de la época (mucho rock metálico), simpáticos efectos especiales y sorprendente por su resolución en todo momento. Las cualidades abundan. Hay cierto público que no necesita las recomendaciones para ir a ver esta película. Si no está entre ellos, corra un pequeño riesgo. Tal vez no la pase tan mal.
Recuerdos del futuro. Hace tiempo que John Cusack dejó de elegir bien las películas que filma. Atrás dejó su busqueda de calidad y diversión con “Alta fidelidad” para sumarse a proyectos industriales como “1408”, la historia de terror basada en el cuento de Stephen King, y la apocalíptica “2012”. “Una loco viaje al pasado” sigue la misma línea. Una historia mínima, un reparto eficaz, un zarpazo a la taquilla. Nada más. La película gira en torno a las peripecias de un grupo de amigos que viaja al lugar donde pasaban las vacaciones cuando eran jóvenes. Un viaje al pasado con el que esperan redimir sus vidas. La experiencia se conviedrte en real cuando descubren que el jacuzzi de la habitación del hotel donde paran es una máquina del tiempo. Idas y venidas, chistes tontos, una solución exagerada. En suma, un nuevo tropiezo en la carrera de John Cusack.
Con un exquisito olor a huevos Es bueno empezar diciendo que Un loco viaje al pasado es LA comedia tapada del año, y más si tomamos en cuenta las reacciones que provocó en comparación con ¿Qué pasó ayer?, un filme que, con todas las virtudes que podía tener, es, en mi opinión, una de las comedias más sobrevaloradas de la década. Como bien señala Mex Faliero en su crítica sobre esta película en el sitio cineramaplus.com.ar, Hot tube time machine no posee la habilidad y sutileza narrativa de The hangover (que a la vez disimula su machismo), pero sí mucho más timing cómico y habilidad para el chiste. Habría que agregar que si el talento formal de Todd Phillips encubre el machismo y la misoginia de su filme, la honestidad de Steve Pink pone bien en evidencia los comportamientos machistas y misóginos de sus personajes, sin juzgarlos, pero delatando su imperfección y demostrando mucha más inteligencia y atrevimiento. La historia es simple, básica y a la vez, completamente alocada. Tres amigos desde su juventud, ahora en sus cuarenta y completamente desilusionados con sus respectivas vidas, deciden –tomando como excusa el “posible” intento de suicidio de uno de ellos- ir de vacaciones al lugar que fue testigo de sus mayores alegrías cuando eran adolescentes. Llevan medio de los pelos al sobrino de uno de ellos, un muchacho ultra freak que sólo es capaz de acercarse a una mujer a través de la bendita internet. En un momento de la primera noche juntos, deciden tomar un baño en el jacuzzi de la habitación del hotel, que –por esas bienvenidas arbitrariedades del guión- funcionará como máquina del tiempo, llevándolos de vuelta a la década del ochenta, con sus cuerpos rejuvenecidos. Uno de los principales méritos del filme es que se hace cargo de lo disparatado de su premisa inicial. A la vez, se emparienta con las comedias de Judd Apatow (Virgen a los 40 años, Ligeramente embarazada) y Adam McKay (El reportero, Hermanastros) en cómo hace referencias permanentes a la cultura popular, tanto la de los ochenta como la actual, utilizándolas como mecanismos para la construcción de personajes. Asimismo, no teme hilvanar secuencias donde los insultos y la escatología prevalecen, pero no de forma gratuita y arbitraria, sino coherentemente, porque lo piden el relato y sus protagonistas. La honestidad de Un loco viaje al pasado pasa por mostrar sin tapujos una gran cantidad de códigos representativos de la masculinidad, pero no precisamente para aplaudirlos sin distinción alguna. Se celebra la amistad, la lealtad, la honestidad, la fidelidad, el sexo sin culpas. No sucede lo mismo con la institución matrimonial cuando es sostenida porque sí; la mujer vista como objeto –positivo o negativo-; y el sexo como arma física o culposa. Frente al conformismo o la grosería a media máquina de ¿Qué pasó ayer?, Un loco viaje al pasado opone una permanente voluntad de cambio y superación, pisando el acelerador a fondo. Esto se intuye también en los personajes y los actores que los interpretan. Es un filme construido en base a gente de carne y hueso, esencialmente humana, y la carnadura de los intérpretes calza perfecto. John Cusack (quien también produce la película) realiza una actualización del Rob de Alta fidelidad, recorriendo el mismo camino de autocrítica que le permite madurar hacia al final; Craig Robinson le pone todo su cuerpo y pureza cómica a su papel; Clark Duke es tremendamente efectivo; y Rob Corddry consigue aquí su mejor actuación, en la que todas sus puteadas y gestos incorrectos aparecen en los momentos y lugares justos. Todos exhiben una gran capacidad para conseguir la distancia justa con sus roles, causando de ahí en más el adecuado balance entre empatía y distanciamiento que requiere el género. Se leyeron unos cuantos cuestionamientos a los últimos minutos del filme, donde se cierran todos los conflictos de una manera recargadamente feliz, hasta podría decirse que conservadora. Razones no les faltan a estos argumentos, que son bastante pertinentes. Parece un tanto apresurado cómo se soluciona todo, pero puede verse también como un conjunto de decisiones afines a la trama, ya que antes que nada Un loco viaje al pasado es una historia de aprendizaje, donde las consecuencias guardan una lógica casi implacable. Hay una evolución, una toma de conciencia, una serie de sucesos que obligan a los protagonistas a poner los huevos sobre la mesa de una vez por todas. El filme, con su humilde pero sólido concepto de puesta en escena, acompaña con fervor. Y el espectador no puede dejar de sentirse entre amigos, entre gente a la que le da la impresión de conocer de toda la vida.
Una ardilla + un energizante + un jacuzzi + un guionista carente de ideas = un pequeño bodrio Un grupo de amigos decide pasar un fin de semana en un hotel de montaña en el que estuvieron 20 años antes, como una cierta forma de revivir los buenos momentos juntos. Si bien las instalaciones no están tal como las recordaban, encuentran a un famoso jacuzzi en la habitación que por un "error" se convierte en una máquina del tiempo que los transporta a 1986. Con esta idea bastante poco original, "Un loco viaje al pasado" (fallida traducción del título original) intenta mezclar algunos elementos de "Volver al futuro", "La máquina del tiempo" con otros ingredientes típicos de cualquier otra comedia en donde los protagonistas cambian de época y/o de cuerpos como en "Quisiera ser grande" "13 going on 30" o la clásica "Freaky Friday - Un viernes de locos" para caer finalmente en el lugar común de que cambiando supuestamente alguna vivencia del pasado, se modificarán sus vidas actuales: no les suena conocido? El argumento es completamente artificial, sustancialmente increíble pero como si esto fuese poco, el estilo que elige en los tramos de mayor humor es totalmente desacertado, bordeando el mal gusto y desplegando la escatología de la que ya hicieron escuela los hermanos Farrelly ("Loco por Mary" "Amor Ciego"), un perfil que no le queda para nada bien a John Cusack a pesar de que su personaje es el que mantiene mayormente la línea y no da mucho lugar a la grosería. La confrontación de sus vidas como adolescentes contra la época actual podría haber dado lugar a que se homenajearan algunos momentos adolescentes o que sirviera para analizar la década de los '80 con una mirada más cargada de ironía y lograr un producto que podría haber estado más cercano a esta nueva corriente de comedias de hollywood que transita por este humor "zarpado" pero con un mejor guión y con situaciones mucho más creíbles que pueden empatizar más con el público, como es el caso de las comedias de Judd Apatow ("Ligeramente Embarazada" "Virgen a los 40" o "Forgetting Sarah Marshall"). Como ícono de las comedias blancas de los '80 aparece en un papel de reparto Chevy Chase (el mismo de "Juego Sucio" "Parece que fue ayer" y "Vacaciones") a quien no solamente lo lastima el paso del tiempo sino que se presta a un papel donde el guión no le ofrece la mínima oportunidad de lucimiento. Hasta una ardillita que se pasea por algunos momentos de la película tiene escenas más divertidas e interesantes que las que le tocan en suerte a Chase. Ni empatiza con un homenaje a los '80 ni aprovecha a fondo el tema que propone, "Un loco viaje al pasado" queda sencillamente como una comedia que no sirve más que para pasar el rato y en algún punto uno se pregunta si habiendo tanto guionista suelto no hubiesen podido encontrar una mejor manera de viajar al pasado que sumergiéndose en un jacuzzi "poseido" por un energizante (?!). Un pastiche que apenas califica para una tarde de DVD sin mayores pretenciones que matar el tiempo.