El tiempo en espiral. Como muchos otros realizadores especializados en distintos géneros a lo largo de la historia del cine, Vincenzo Natali irrumpió en la escena del terror internacional a fines de la década del 90 con la extraordinaria El Cubo (Cube, 1997), una epopeya minimalista y avant-garde que anticipó en buena medida a lo más interesante del “porno de torturas” de los años venideros, para posteriormente ir apagándose de a poco con películas que se ubicaban en una medianía digna aunque un tanto olvidable. Así las cosas, Cypher (2002) y Nothing (2003) fueron films correctos que no llegaron al nivel de aquella obra, en otra paradójica vuelta del destino que convirtió a su ópera prima en el “mojón” central a superar a futuro. Luego de un período de ostracismo, el director regresó de improviso con la sugestiva Splice (2009), una suerte de reformulación a la David Cronenberg de Especies (Species, 1995), portadora de algunas inconsistencias en cuanto al desarrollo narrativo. Hoy tenemos el “segundo eslabón” de este retorno al mainstream, Un Pasado Infernal (Haunter, 2013), en esencia una historia de fantasmas que escapa a los esquemas tradicionales al ofrecer dos “novedades” significativas: la propuesta adopta el punto de vista del espectro de turno e incluye una cronología en espiral vinculada a las gestas superadoras de Hechizo del Tiempo (Groundhog Day, 1993), léase las exquisitas Los Cronocrímenes (2007) y Triangle (2009). En esta oportunidad el eje de la trama es la adolescente Lisa, interpretada por Abigail Breslin, aquella niña de Pequeña Miss Sunshine (Little Miss Sunshine, 2006). La joven lleva una semana viviendo el mismo día en la casa familiar, con su padre, madre y hermano menor comportándose de la misma manera cíclicamente. Pronto la protagonista descubre que en realidad está muerta y mantiene una conexión con una chica del futuro, quien a su vez le señala que el responsable de tantas calamidades sigue merodeando este misterioso purgatorio. El convite trae a colación elementos de El Resplandor (The Shining, 1980), Pesadilla en lo Profundo de la Noche (A Nightmare on Elm Street, 1984) y Ju-on (2002). Gracias a la eficacia del guión de Brian King y la prolijidad de la ejecución de Natali, lo que podría haber sido una serie de lugares comunes sin alma o un collage vacuo de piezas superpuestas bordeando el caos, se revela cercano al horror gótico y apesadumbrado de Los Otros (The Others, 2001). Si bien Un Pasado Infernal nunca sobrepasa sus modestas pretensiones, por lo menos le saca el jugo a una segunda mitad de estructura laberíntica símil Oculus (2013) y a ese villano etéreo que compone el gran Stephen McHattie. Entre citas a Siouxsie and the Banshees, The Smiths, David Bowie, The Cure, Joy Division y Depeche Mode, el relato avanza firme y supera al promedio cualitativo actual del género…
Un pasado infernal es una entretenidísima propuesta, con un muy buen ritmo, que no podés dejar escapar si sos un adepto a este género. La intriga está a la orden del día, y si bien no hay sustos como para andar brincando en la butaca, hay tensión suficiente como para no despegar los ojos de la pantalla...
El limbo adolescente. Lisa (Abigail Breslin) es una adolescente de 1985 que vive el mismo día junto a su familia una y otra vez dentro de su casa. No importa lo que haga, al día siguiente despertará para volver a vivir lo mismo ad infinitum. Pero sospecha algo, y sus inquietudes la llevan a descubrir que en realidad ella y su familia están muertos, en una suerte de limbo hogareño, y han sido víctimas del espíritu de un asesino en serie que supo ser dueño de la casa décadas atrás. Lisa descubre que puede contactarse con los espíritus de otras jovenes asesinadas antes que ella, cuyas almas aún descansan sin paz atrapadas en la casa. Al encontrarse la familia confinada a una eternidad no del todo asumida, el film se vuelve un relato bastante claustrofóbico. El director Vincenzo Natali es definitivamente un hombre que sabe sobre estas cuestiones, para mayor información siempre podemos remitirnos a algunos de sus trabajos previos como El Cubo (Cube, 1997) y Splice (2009), donde también contamos con personajes diametralmente opuestos y vemos sus diversas reacciones cuando se los expone a situaciones extremas que escapan a su comprensión. Si bien la historia parece tomarse un tiempo más que prudente en arrancar, cuando lo hace logra atraparnos de forma bastante efectiva, aumentando la intriga respecto de si aquello que se nos expone forma parte del presente, el pasado o el futuro, y si se trata de gente viva, gente muerta o espíritus con asuntos pendientes. Breslin se pone la película al hombro. Pero a pesar de haber dado muestras claras de su talento en otros géneros, en esta propuesta de terror sobrenatural se la nota un poco "limitada" por el guión y tal vez la dirección: se la percibe encasillada en el rol de adolescente a la que todo la altera y la pone al borde de la crisis nerviosa (como las sucesivas puertas que se cierran solas, las extrañas figuras debajo de las sábanas, los pasos chirriantes que se acercan, y el resto de los archi conocidos tropos del género). Teniendo en cuenta que es una pequeña producción canadiense que se filmó en apenas 25 días, son más las cosas positivas a resaltar -como un correcto diseño de arte y fotografìa, junto a un elenco que cumple- que las negativas, que terminan siendo en última instancia las mismas que se le recriminan a otras producciones del género provenientes de los grandes estudios y con mayor prespuesto. Así que aquí no hay nada de qué avergonzarse para Natali y su equipo. Estamos ante un intento más que valedero de tomar la típica historia de fantasmas, aunque sazonada con elementos de dimensiones temporales paralelas y asesinos en serie.
Casa tomada De inmediato surge la referencia a Los otros (2001), película en la que Alejandro Amenábar ensayaba una vuelta de tuerca a las prototípicas historias de fantasmas o aparecidos -con un juego de inversión de roles- al tomar contacto con Un pasado infernal, nuevo opus de Vicenzo Natali. También no puede dejar de pensarse, al menos desde la idea del encierro y estar atrapado en un espacio, en otro film del mismo director como El cubo (1997). Sencillamente y a modo de referencia las similitudes entre Un pasado infernal con aquella película de Amenábar, incluidas algunas ideas de puesta en escena, son más que evidentes pero eso no implica que el italiano se haya copiado sino que las historias toman como punto de partida el punto de vista de los muertos antes que de los vivos. Algo que rápidamente queda revelado en los primeros 15 minutos de metraje cuando Lisa (Abigail Breslin) descubre que una rutina de lo cotidiano se repite y que todo lo que la rodea, inclusive su familia, parece no percibir lo que ocurre a su alrededor. El elemento extraño se inserta en la trama cuando la protagonista puede comunicarse con otra niña que la alerta de los peligros en esa casa donde parece haber quedado atrapada luego de morir en la década del 80 junto a su familia: padre, madre y hermano menor. Vicenzo Natali de esta manera organiza un relato a modo laberintico valiéndose de recursos de puesta en escena para superponer planos y tiempos de manera organizada, aunque en el vértigo que aporta la trama a veces resultan un tanto caóticos. Para un mejor funcionamiento del andamiaje es necesario la introducción de un antagonista muy sólido y que en este caso llega gracias a la gran interpretación de Stephen McHattie para dotar al film de un costado siniestro y atractivo. Las situaciones por las que pasa la protagonista marcan su curva de transformación en un juego de cajas chinas que crece dramáticamente hablando por la buena actuación de Abigail Breslin, mucho más madura en este papel que en anteriores performances y que además le aporta un costado trágico a su derrotero por la casa y como nexo entre los dos mundos. Un pasado infernal supera la media del género, se despega de los lugares comunes a fuerza de un guión inteligente.
Un Día de la Marmota, pero en plan tenebroso El canadiense (nacido en Estados Unidos, torontiano por adopción) Vincenzo Natali es un nombre consuetudinario para los fans del terror y el fantástico cinematográficos, desde que su ópera prima Cube (1997) adquiriera estatus de culto y su excusa argumental básica fuera imitada en una docena de films posteriores. Con ese título y algunos otros como Cypher y Splice - Experimento mortal, logró cimentar una reputación como realizador de films de bajo presupuesto rendidores en taquilla. Sus películas nunca son del todo originales –ni pretenden serlo–, usualmente incluyen uno o más tramos donde el manejo del suspenso y cierto ingenio narrativo logran mantener la atención e, inevitablemente, derrapan tarde o temprano por exceso de golpes de efecto y/o la repetición a mansalva de lugares comunes revisitados con desfachatez. Un pasado infernal no es la excepción a la regla, aunque la confirma con creces.La cosa arranca, como quien no quiere la cosa, como un (otro, y van...) despiadado robo a Hechizo del tiempo, el ya clásico y fantástico en todo sentido largometraje de Harold Ramis. Quien está atrapada en la vivencia a repetición de un mismo y único día del año 1985 es Lisa, una adolescente darkie (Abigail Breslin, la chiquita de Pequeña Miss Sunshine y La isla de Nim) que, rebelde al fin, adora escuchar en su walkman a The Cure y Siouxsie and the Banshees. A tal punto el concepto de aquella comedia es tomado literalmente que la canción de Sonny & Cher es reemplazada por la voz en un walkie-talkie del hermano menor de la chica. Claro que aquí el tono es bien distinto: al hecho de transitar siempre la misma jornada, súmesele la complicación de no poder abandonar la casa en la que se vive, que además parece estar amenazada por alguna presencia sobrenatural. Cuando el callejón sin salida del concepto “día de la marmota” comienza a agotarse, como cierre del primer acto Natali y el guionista Brian King rotan la tuerca y le asestan al espectador un giro alla Sexto sentido o Los otros: los supuestos fantasmas no son otra cosa que seres vivos y viceversa.A pesar del efecto batidora de casos y cosas ya vistas –a los cuales se suman un asesino en serie, pequeñas puertas clausuradas y tablas Ouija encontradas en el altillo–, Un pasado infernal encuentra el mejor camino en su tercio central. Puro artificio de guión y ritmo de montaje, es cierto –y no precisamente ayudados por los previsibles sonidos tenebrosos y luces que se apagan súbitamente–, pero con la suficiente fe en el material para resultar verosímil y moderadamente atractivo. Pero lo bueno no dura demasiado y el viejo truco de la casa embrujada –reciclada por medio de mundos temporales paralelos– deviene fábula de venganza espectral basada en los antiquísimos conceptos religiosos de infierno (o purgatorio) y paraíso. Claro que, una vez que la maldición es exorcizada y el cuco desaparece, el edén sigue siendo demasiado parecido a un limbo de publicidad, puro reencuentro con seres queridos, familias nucleares recuperadas y regalos de cumpleaños a imagen y semejanza de los terrenos. ¿Tanto despelote para ese cielito? 5-UN PASADO INFERNAL (Haunter, Canadá/Francia, 2013.)Dirección: Vincenzo Natali.Guión: Brian King.Fotografía: Jon Joffin.Duración: 97 minutos.Intérpretes: Abigail Breslin, Peter Outerbridge, Michelle Nolden, Stephen McHattie, Peter DaChuna.
El 2014 no fue un buen año para el género de terror en los cines y Un pasado infernal lamentablemente no logró cambiar esta situación. Esta película protagonizada por Abigail Breslin (Pequeña Miss Sunshine, Zombieland) fue dirigida por Vicenzo Natali, quien se hizo conocido en 1997 por su ópera prima, El cubo, que fue una buena propuesta de ciencia ficción. Este estreno en realidad no es un film de terror, pese a que se lo vende de esa manera desde los afiches promocionales y el trailer. La película ofrece una historia de misterio con elementos sobrenaturales que tal vez logre capturar la atención de los espectadores que todavía no se hartaron de este tipo de propuestas. El director Natali hizo una buena labor con las ambientaciones claustrofóbicas, que también se habían destacado en El cubo, y contó además con una buena actriz joven como Abigail Breslin, quien se carga la película al hombro y la saca adelante con su interpretación. Si bien la premisa que propone la trama es interesante, el film carece de grandes momentos de suspenso y termina siendo muy aburrido. Por ese motivo, los 97 minutos de duración se hacen interminables. Todo lo contrario a lo que fue Los Otros, de Alejandro Amenábar, donde el director te mantenía intrigado por la situaciones de tensión que construía en su narración. Una película que trabajó una temática muy similar a Un pasado infernal pero con mejores resultados. El nuevo film del director Natali no es completamente malo pero tampoco lo suficientemente recomendable como para pagar la entrada al cine. Si te intriga la premisa de la sinopsis la podés esperar tranquilamente en la televisión que no te perdés nada.
Menos de lo mismo Vincenzo Natali irrumpió en el ámbito del cine de terror en 1997 con El Cubo, que con el correr de los años se convertiría en una película de culto. Poco más de una década después se estrenaría aquí la interesante Splice: Experimento mortal (2009). Es, entonces, un nombre con cierto reconocimiento dentro del género. Lástima que Un pasado infernal no esté a la altura de sus antecedentes. Lisa (Abigail Breslin, la niña de Pequeña Miss Sunshine ya bastante crecida) es una adolescente que hace una semana se levanta, al igual que Phil en Hechizo del tiempo, todas las mañanas para vivir el mismo día. En ese contexto, ella ve cómo su familia repite todos y cada uno de sus movimientos y frases. Hasta que, de buenas a primeras, descubre que se trata de algo así como un purgatorio y que en realidad está muerta. A partir de ese planteo Natali propone una película de terror que transita todos y cada uno de los lugares comunes (el “amigo imaginario” del hermano, un asesino serial, fantasmas que buscan ser “liberados”, conexiones con otro mundo -que en realidad es “este”-, corridas, gritos y llantos) sin ningún tipo de autoconciencia, convirtiendo a Un pasado infernal en un exponente tan genérico y desangelado como la traducción local de su título. Lo único relativamente original es el punto de vista fantasmagórico. El resto, queda dicho, es más de lo mismo. O menos.
De Haunted a Haunter: La casa embrujada de Natali Un Pasado Infernal (pésima traducción de Haunter, título original, por lo que no voy a usarla más a partir de acá) es el nuevo film de Vincenzo Natali. Medio estadounidense, medio canadiense y de descendencia italiana e inglesa, puede afirmarse que es recién en esta obra en donde finalmente une todas las influencias de su origen de manera consciente. La película nos presenta a Lisa, una joven que un día antes de su cumpleaños 16 cae junto a sus padres y su hermano en un loop temporal, viviendo una y otra vez el mismo día. Lisa es la única que tiene consciencia de esto y no tarda en descubrir que tanto ella como su familia están básicamente muertos. Esta información y la decisión de qué hacer con ella son los motores que impulsan la trama.Podemos decir que es una clásica película de casas encantadas, pero existe una variante, la focalización no está sobre el mortal que habita la casa sino sobre el espíritu-espectro-fantasma y sobre todo, ese no es el giro final sino el planteo inicial (El título Haunter en lugar de Haunted como uno esperaría en obras de este tipo es un juego respecto a la focalización también). El director hizo su debut con El Cubo en 1997. Aquel film se destacaba por su visceralidad, no tanto en cuanto a gore sino porque era una de esas operas prima en donde se traduce con claridad la pasión del realizador por hacerla. Entre aquella y Haunter se traza un diálogo continuo. En ese dialogo lo importante no son las similitudes entre ambas sino sus diferencias ya que ahí está el sentido de tal comparación y el mensaje que quiere trasmitirse. Natali abandona aquello sanguíneo de su primera obra para sumergirseen un ambiente estilísticamente propio del Romanticismo, en una historia que se ubica en 1985 según su diégesis. La habitación de la protagonista está decorada por los rostros de David Bowie y Siouxsie Sioux, dos músicos que llevaron el punk desde lo minimalista y visceral a los climas casi operísticos. La referencia, por supuesto, está puesta para que no queden dudas de que la película es un camino desde un punto a otro del propio cine del director y de la tradición del subgénero. Vale recordar que las casas Victorianas y Románticas (aunque a veces se utilizan erróneamente las Neogóticas) solían ser escenarios de estas historias porque representaban el estancamiento del aristócrata dedicado a la vida cortesana y alejado ya del campo, o sea, con mucho tiempo libre y melancólico. Esa misma angustia por el tiempo libre es representada por Lisa con la misma precisión con la que lo hace el personaje de Vincent Price en La Caida de la Casa Usher. La diferencia es clara, Lisa está encerrada no sólo espacialmente sino además temporalmente. Natali realiza en Un Pasado Infernal un dialogo con su opera prima y con las obras clásicas del genero de casas embrujadas llevándolo a un lugar difícil de superar para los que vengan detrás. Haunter comienza donde las demás obras terminan, sea chiste interno o defensa para no correr con la misma suerte que con El Cubo, lo cierto es que permite una experiencia novedosa en más de un sentido. Natali entiende que a estas alturas el espectador promedio que se acerca a ver films de esta clase ya tiene una cierta conducta cinéfila y usa esto para explicar tomando referencias de los clásicos. Es así como una espesa niebla rodeando la casa (Los Otros) alcanza para mostrar que la protagonista es un espectro y un padre violento sin razón (The Amityville Horror) expresa mejor que ningún dialogo que hay una fuerza maligna manejando sus acciones. También están Poltergeist y Al Final de la Escalera pero puede decirse que ambas están presentes en la gramática misma de cualquier exponente de este subgénero. Una vez terminado el film puede hacerse el ejercicio de correr la focalización desde Lisa hacia su padre o hacia Olivia e imaginarse la película a través de ellos. En ese ejercicio puede verse lo sólido del guión de Brian King que no sólo muestra un buen pulso narrativo sino además un conocimiento sustancial (y superior a la media de los casos) sobre embrujos e imágenes egregóricas. Natali maduró su cine con su última obra, esta vez de verdad. Dejó de lado su absurda pretensión de combinar la clase B con el mainstream (Cypher, Splice) y aposto por el rumbo de las buenas ideas como en Nothing, esta vez concretándolas en una narración coherente y repleta de significaciones que la desbordan (más de las que se pueden analizar en este espacio). Un film en apariencia menor que merece varios visionados que refuten esa primera impresión.
Atrapados en los 80´s Lisa Johnson (Abigail Breslin) vive con su familia en una hermosa casa de los suburbios. Papá, mamá, y un hermano pequeño, todos viven en armonía, un día tras otro, pero apenas pasados unos minutos de la película notamos que esa armonía tiene algo extraño, que se torna monótono, rutinario, porque cada día es exactamente igual al otro, todo en el mismo lugar, en el mismo horario, y siempre dentro de la casa, la familia no tiene conexión alguna con el exterior. Algunos elementos como un Atari, un antiguo teléfono con cable o algunos pósters en la habitación nos señalan que la familia vive en la década del ochenta. Lisa sabe que algo no anda bien, conoce de memoria todo lo que va a suceder en esa agobiante rutina, porque Lisa es la única que sabe que los cuatro estan muertos. Atrapados en la casa, como una especie de limbo del que no pueden salir. Agobiada por la situación trata de averiguar qué ha pasado con su familia, cómo murieron, y tal vez de esa forma pueda despertar a los demás. Las respuestas llegan cuando Lisa logra conectarse con una chica que vive en la casa en la actualidad, es ella quien la ayudará a obtener respuestas, al mismo tiempo que un extraño y amenazante personaje (Stephen McHattie) visitará la casa y tratará por todos los medios de que Lisa no obtenga información y que la familia nunca pueda salir de allí. La historia construye un clima opresivo y angustioso, que logra que empaticemos con la protagonista, que podamos compartir su encierro y sus ansias de libertad. A medida que Lisa se conecta con el presente y el pasado de la casa, la película se torna más dinámica y se suman elementos de terror y suspenso. La trama es un tanto predecible, ya hemos visto varias historias similares sobre muertos que no saben que lo son, o que quedan atrapados en este mundo hasta que logran pasar a otro plano. Vincenzo Natali construye de forma minuciosa una espiral de situaciones que al llegar al final nos deja un poco con las ganas, ya que de algun modo, todos sabemos como terminan este tipo de historias. Abigail Breslin logra una muy buena interpretación de esta heroína adolescente que se pone al hombro la situación y enfrenta todo tipo de penurias para llegar a la verdad, y Stephen McHattie encarna a un siniestro personaje que realmente da miedo. "Un pasado infernal" es una entretenida película de suspenso, filmada de forma prolija, con una muy buena fotografía y una interesante estética, que utiliza elementos clásicos y conocidos, y que sabe enganchar al espectador logrando que salga del cine bastante asustado.
Demasiada arbitrariedad Las películas de fantasmas tienen algunas reglas tácitas. Para esta crítica vamos a recordar dos que son las que usa y abusa Un pasado infernal: 1 – Los fantasmas son almas de personas que murieron de manera traumática y que continúan deambulando después de muertas por los lugares que frecuentaban cuando estaban vivas. 2 – Para que los fantasmas se vayan hay que resolver alguna clase de acertijo celestial que en general tiene que ver con resolver el trauma que mencionamos en la regla anterior. Habiendo avisado esto, podemos decir que Un pasado infernal cuenta la historia de Lisa (Abigail Breslin), una chica que es un fantasma condenado a repetir, junto a su familia, el día anterior a su muerte traumática. Es una historia simple que tiene el mismo atractivo que Los otros o cualquier otra adaptación de Otra vuelta de tuerca, de Henry James. El director Vincenzo Natali -que hizo El cubo (1997), uno de los últimos films con reputación de ser “de culto” en la era del VHS y más recientemente Splice (2009), con Adrien Brody- arroja a Lisa a un ambiente de incertidumbre y alienación, del que intentará escapar utilizando todo lo que tiene a su alcance. Pero cuando ella es finalmente consciente de su condición, comienza la historia de cómo escapar a esa condena. Allí Natali abre el juego a un par de posibilidades dentro de la historia y también entra en la misma incertidumbre que su protagonista y nos empieza a confundir. A la pregunta “¿qué es lo que tiene que hacer Lisa?”, el director la contesta obligándola resolver un montón de acertijos simbólicos inconducentes (con tabla de ouija incluida). No sabemos por qué, pero vamos saltando entre dimensiones y tiempos con la justa sospecha de que todo se resolverá mediante alguna acción insignificante y estúpida. Un punto a favor es el exagerado villano interpretado correctamente por Stephen McHattie, una especie de Freddy Krueger de segunda que lamentablemente no termina de encajar en el registro general de la película. Llama la atención quizás lo poco natural de la actuación de Breslin, que suele ser confiable y tiene algunos buenos antecedentes (Pequeña Miss Sunshine, Tierra de zombies), aunque filma demasiado y tiene una leve tendencia a caer en estos proyectos de terror Clase B de los cuales no todos salen airosos. Finalmente, Natali termina cruzando el límite de credulidad que todo espectador le entrega a una película de terror, con lo que Un pasado infernal no logra sobreponerse nunca a la certeza de que es una pavada, por lo que termina aburriendo.
Una trama de terror, previsible y obvia El director canadiense Vincenzo Natali es capaz de dirigir audaces y retorcidas películas de ciencia ficción como "Splice", a niveles adultos dignos de su compatriota David Cronenberg, además de de producir o escribir todo proyecto televisivo que se le ponga a tiro. Pero cuando se pone frío y cerebral, como en el caso de "Cube", básicamente aplica la formula de las historias de de series tipo "The Twilight Zone" a largometrajes que, sin dejar de ser interesantes, resultan estiradísimos y no demasiado intensos. Eso es sólo uno de los problemas de esta alargada historia de ultratumba, que presenta una situación que cualquier fan del género percibirá antes de los 15 minutos de proyección, aunque el director recién decida revelar el asunto pasada la hora de metraje. Abigail Breslin, la chica de "Little Miss Sunhine" ahora convertida en una adolescente incapaz de sacarse la remera de Siousie&The Banshees (esto es un chiste, dado que en realidad debido a la trama no puede haber muchos cambios de vestuario). Es que ella, justo antes de su cumpleaños, es la única integrante de la familia que se da cuenta de que están en un kafkiano día rutinario que se repite permanentemente en un raro loop de espacio-tiempo, que en realidad se parece más a un limbo del Más Allá. Es una historia de fantasmas obvia y alargada, bien filmada y con detalles atendibles, pero sin nada que la haga merecer más que una ojeada en un zapping del cable. Ojalá Natali saque de la galera pronto otra gema como "Splice" en vez de perder tiempo con estos espectros rutinarios y estirados, en todas las acepciones del término.
Haunter llega a fines de 2014 a las pantallas argentinas, para ir cerrando un año que no le hizo nada bien al género del terror. Hubo un bastardeo absoluto con respecto a las propuestas que llegaron a las salas y hasta la muy esperada Annabelle decepcionó, aunque siga recaudando dinero cada semana que pasa. Para ser más específicos, no recuerdo en cartelera un estreno de género que sea digno, con la excepción de Oculos, y hasta ahí llegamos. Luego de la sugerente Splice, el canadiense Vincenzo Natali -al que muchos recordarán por ese clásico del '97 llamado Cube- se propuso contar esta suerte de Groundhog Day onírico y tenebroso, en donde una adolescente está atrapada con su familia en el mismo día, fruto de un crimen inexplicable allá lejos y hace tiempo. Descubrir por qué repiten el mismo día es una de las mayores incógnitas del guión de Brian King, un misterio a resolver que atrae al comienzo pero que se enmaraña cada vez más con el incurrir de nuevos artificios de la trama. Abigail Breslin, lejos ya de su memorable Little Miss Sunshine, tiene ese atractivo adolescente a medio camino entre la frustración y el pavor que encaja perfecto en su papel, pero que no resulta creíble en sus primeros momentos y luego va arrastrando el peso de la propia historia, con un talante cansino y agotado. No es algo que le haya sucedido el año pasado en la frenética The Call, donde encarnaba a otra adolescente en peligro con mayor convicción, pero para los propósitos de la historia, funciona. Hay muchos momentos en donde Haunter se propone escapar de sus propias falencias y ahí es donde recae la belleza de su trama. El haber cambiado la rutina tergiversa ese mismo día y diferentes variables comienzan a aparecer, y es donde el villano del genial Stephen McHattie se hace presente. Es una pena que las motivaciones detrás del antagonista sean tan etéreas como la niebla persistente que rodea la casa de Lisa y su familia, y que su plan final no sea tan maquiavélico como uno lo hubiese esperado. Todo lo bueno que haya ido construyendo la película se pierde entre el segundo y el tercer acto, donde la arbitrariedad del guión conduce a una conclusión demasiado sentida. Haunter no es una película mala, pero el haber comenzado de una manera extraña y terminar de una demasiado convencional la afecta bastante. Lejos está en la filmografía de Natali esa irreverencia propia del canadiense de sorprender e innovar.
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Atrapada en el tiempo El director de las estimulantes El cubo y Splice, el canadiense Vincenzo Natali, vuelve a encerrarse -como en la primera película- para contar una historia de personajes encerrados. En este caso, encerrados en el tiempo y en el espacio, en una casa y en un día, por lo menos en un principio, en el que se extraen varios recursos de Hechizo del tiempo: una adolescente es consciente de vivir un día a repetición, mientras el resto de su familia no se da cuenta. Luego, el film revisita Los otros, de Alejandro Amenábar. Aunque demasiado directas, son nobles influencias que se van desgastando con más encierro, más tiempos involucrados y unos cuantos sustos mediante recursos no demasiado elaborados. Debería ganar algún premio a la sobriedad en el cine de terror Abigail Breslin (Pequeña Miss Sunshine, Zombieland), una admirable joven actriz en el centro de una película que se diluye al estirar sus planteos y abusar de revelaciones macabras que se vuelven mecánicas.
Fantasma protector Un pasado infernal es un filme de terror con buenos climas que se excede con la complejidad de sus tramas. En la década y media que transcurrió desde el estreno de El cubo hasta el de Un pasado infernal, el director Vincenzo Natali (apellido italiano, documento estadounidense) pasó de ser una gran promesa del cine a un engranaje más de la industria audiovisual. Sin embargo, el gusto por las tramas complejas no lo abandonó. Y la verdad es que hay más de una conexión entre aquel enigma geométrico de varias dimensiones y esta actual película de fantasmas perdidos en una especie de laberinto temporal. El problema con los argumentos que tienen la forma de un acertijo es que en algún momento hay que encontrarles una solución y el tamaño de la decepción suele ser inversamente proporcional al misterio planteado. Un pasado infernal se desarrolla en realidad en un presente absoluto. Una familia que vive en un limbo temporal, una y otra vez en el mismo día de 1985, justo en la víspera del décimosexto cumpleaños de Lisa (Abigail Breslin). Es esta adolescente la que comprende que la eterna repetición significa que su madre, su padre, su hermanito y ella están muertos. Al revés de lo que ocurría en Sexto sentido o en Los otros, por ejemplo, aquí el punto de vista de los fantasmas no es el secreto mejor guardado de la trama sino un componente dramático más. Se lo expone desde el principio, porque Natali es un especialista en complicaciones argumentales y les tiene reservado más de un giro inesperado a sus personajes y a sus espectadores. Si bien todas las piezas del rompecabezas encajan tarde o temprano en una figura completa, es difícil generar empatía con una adolescente muerta que se sabe muerta y que por lo tanto es inmune a cualquier peligro. Además, aquella maravillosa nena que era Abigail Breslin en Pequeña Miss Sunshine se ha convertido en una adolescente que no distingue muy bien entre actuar y poner caras. Un defecto que vaya saber por qué razón se contagia a todo el elenco. Esa distancia emocional entre la protagonista y su destino se acorta un poco, sólo un poco, cuando esta entiende que debe luchar contra la maldición de la casa donde están encerrados para conseguir la paz de las víctimas pasadas y salvar a las víctimas futuras. En esas peripecias temporales hay más suspenso que terror, y el escaso terror aparece vinculado a situaciones y escenas que no se condicen con la sutileza del argumento. No obstante, en la maquinaria de repetición que es la industria del terror, Un pasado infernal ofrece un interesante repertorio de novedades y una idea griega clásica de la muerte (o de las almas en pena) cuyas posibilidades aún no fueron muy exploradas en el cine.
La propuesta de terror para esta semana es Un pasado infernal, una película que lo intenta pero sin mucho efecto en el espectador. Lisa (Abigail Breslin), mejor conocida por Little Miss Sunshine, es una adolescente que por algún motivo extraño vive el mismo día una y otra vez dentro de su casa junto a sus padres y su pequeño hermano en el año 1985. Cada jornada transcurrirá, y ella despertará al día siguiente para volver a vivir exactamente lo mismo. Cuando toma conciencia de esto, comienza a investigar para darse cuenta el por que y como hacer para cambiarlo. La historia no esta mal, tiene sus buenos momentos y situaciones efectistas en las que uno, como suele pasar con el genero de terror, sabe que algo esta por pasar y lo espera agarrado a su butaca. El problema recae en otras cuestiones, como el tiempo que se demora en arrancar la verdadera historia, demasiados “vivir el mismo día” y un guion limitado. Un pasado infernal, tiene una vuelta de turca en su historia que puede decirse que es original, pero no por eso la hace mejor o mas interesante. Cumple a medias con lo que tiene que tener una película de terror, pero al terminar de verla uno sabe que no se lleva nada mas que unas horas adentro de un cine viendo una historia. Todo, o casi todo transcurre en una sola locación, la casa donde esta “atrapada” esta familia y se filmo en solo 25 días. Digamos que tiene una linda fotografía y una buena ambientación, peor que las actuaciones rozan los exagerado. En resumen, no es de las mejores opciones del genero en este 2014, pero funciona, a medias, para poder pasar un rato en un cine. Un pasado infernal, como tantas otras, lo intenta, pero no termina funcionando del todo para quedar en la retina del espectador.
Una película pequeña pero bien hecha “Un pasado infernal” es un film de terror, basado en el suspenso. Una película pequeña, sin pretensiones, pero muy bien hecha. Últimamente las películas de terror dejaron de lado el suspenso, como lo era en la época del setenta “El exorcista” o “Poltergeist”, para aterrorizar a través del sadismo y de inundar la pantalla de sangre. “Un pasado infernal” es un film independiente que quiere retomar esa impronta. Por momentos lo consigue, haciendo que el público este expectante a lo que puede o va a suceder. Y aunque a veces es bastante previsible, el film tiene algunos giros que le dan valor al mismo. La historia se sitúa en 1986 y en una familia compuesta por los padres, un niño de alrededor de 9 años y una adolescente de 15. Lisa, tal el nombre de la adolescente, se da cuenta que siempre se repite el mismo día que es el día anterior al de su cumpleaños de 16. Y el día se repite una y otra vez con la misma rutina, palabras y acciones que el día anterior. Lisa quiere saber que es lo que pasa pero aparentemente es la única que se da cuenta de esto. Hasta que en un momento dado empieza a ver cosas en la casa, una casa de la que no pueden salir. A partir de allí comienza toda una historia donde se va y viene en el tiempo y donde se trata de descubrir que pasa y de poder salir de esa especia de embrujo que no es tal. El film tiene un guion mas que correcto, un efectivo manejo de cámaras (no apela casi a los golpes bajos) y de una increíble actuación de Abigail Breslin en el papel de Lisa. La joven se pone a cuestas el film y lo lleva con su actuación a muy buen puerto. El film parece que tendría dos finales, como si le hubieran tener que agregar dos minutos más como sucede en los films estadounidenses, pero esta bien hecho. Una película chiquita, de bajo presupuesto pero muy bien hecha.
El director y guionista Vincenzo Natali nos regaló obras bastante interesantes como “El Cubo” (Cube, 1997), “Splice: Experimento Mortal” (Splice, 2009) y varios episodios de la gustosa “Hannibal”. Ahora se mete de lleno con los sustos, los fantasmas y un asesino en serie, pero esta vez el resultado no es tan satisfactorio. El gran problema que sufre el género de terror de hoy en día, al menos el mainstream, es la poca originalidad de la que goza y la facilidad de caer en todos los lugares comunes recontra conocidos. James Wan logró darle un toque de aire fresco con “El Conjuro” (The Conjuring, 2013), rescatando ese cine más clásico que se sustenta en climas, buenas actuaciones y una gran historia con espíritus; pero este “fenómeno” se da muy de vez en cuando y suele venir de la mano de un realizador intuitivo y con ganas de experimentar. Pensemos en Drew Goddard y “La Cabaña del Terror” (The Cabin in the Woods, 2012), para tener una idea más amplia de lo que acá queremos ejemplificar. Uno puede acercarse a la sala de cine para ver “una de Natali” por pura curiosidad, pero “Un Pasado Infernal” (Haunter, 2013) termina siendo una sucesión de clichés que molestan más de lo que impresionan. Por algún motivo (inexplicable) el género de terror funciona muy bien por estas pampas y es la primera explicación que se nos viene a la cabeza cuando tratamos de entender por qué este tipo de films se estrenan comercialmente y no pasan derechito a DVD como otras obras que se lo merecen mucho más (¡¿Snowpiercer?!). Igual no se preocupen, los que gusten de sustos fáciles e historias trilladas sin mucha pretensión, no se van a decepcionar y podrán disfrutar de esta nueva entrega terrorífica. Lisa (la ya crecidita Abigail Breslin –si, la nena de “Pequeña Miss Sunshine” (Little Miss Sunshine, 2006) y “Tierra de Zombies” (Zombieland, 2009)- es una adolescente rebelde que vive junto a su familia tipo en una casita que alberga varios secretos macabros. Pronto descubre que algo no está bien y, como Bill Murray en “Hechizo del Tiempo” (Groundhog Day, 1993), esta condenada a revivir el mismo día una y otra vez. El temita es que toda la familia falleció a mediados de los años ochenta y por algún motivo ella logró despertar de este “sueño en loop” que mantiene a los fantasmas más controlados y felices. Lisa trata de averiguar porque sus espíritus siguen atrapados en la propiedad sin poder salir ni seguir “adelante”, y la curiosidad la cruza con Olivia, otra jovencita que, tal vez, necesite de su ayuda, y con un pálido y macabro personaje (Stephen McHattie) que amenaza la integridad de su familia. Al parecer, los fantasmas también pueden sufrir a montones. Más allá de esta vuelta de tuerca al subgénero de “casa embrujada” -que igual no deja de tener similitudes con otras películas que ya vimos hasta el hartazgo- donde la protagonista es consciente de que está fiambre, la trama no deja de caer en todos esos lugares conocidos: la chica va a investigar recovecos oscuros y misteriosos que están cerrados bajo ocho llaves, puertas que se cierran de improvisto pero igual hay que abrirlas para ver que ocurre del otro lado, contactar a los “espíritus” o en este caso a los “vivos” a través de una tabla Ouija, familiares que se comportan en formas extrañas y así podríamos seguir indefinidamente, porque seguro que cualquier cosa que se imaginan ocurre en “Un Pasado Infernal”. Más allá de esta proliferación de clichés que, a esta altura, cualquier espectador (más o menos) entrenado es capaz de anticipar, el guión de Brian King está repleto de baches e incoherencias que no permiten disfrutar de los pocos sustos que contiene. La verdad, no queda mucho (bah, nada) para destacar: ni las actuaciones, ni la estética, tal vez la música de Alex Khaskin y, si alguien la ve y tiene la deferencia… por favor que me explique que corno tienen que ver las mariposas. Gracias.
La historia contiene misterio y suspenso, cuenta con algunos elementos sobrenaturales y de claustrofobia que ayudan a su relato y la buena actuación de Beslin (a sus 18 años se pone la película sobre los hombros), las primeras secuencias logran mantener al espectador atento. Pero lamentablemente todo esto en la mitad del film se diluye, llegando a aburrir y llevando a mirar el reloj queriendo que termine.
Lisa (Abigail Breslin) anda con el mismo problema que tenía Bill Murray en “Hechizo del tiempo· (o “El día de la marmota”, 1993,, justo antes de cumplir 16 añitos. Se imagina la ansiedad de la nena, aunque su padre (Peter Outerbridge) le promete que va a haber fiesta. La nena trata de hacerle ver a su familia que hay gato encerrado, pero claro, el problema principal no es tanto que se repita el día sino que están todos muertos desde hace varios años. Y hay una razón por la cual el fantasmita toma conciencia de su situación: saber que no es la única victima de asesinato y que alguien en el presente anda con la posibilidad de tener el mismo problemita. Con estos elementos el director Vincenzo Natali propone un juego de lógica que lentamente va perdiendo sustento, en especial cuando aparece el "villano". El infierno está en casa. Es interno. Nada va a poder salir adelante si antes no se resuelve esta cuestión. El realizador de “Un pasado infernal” (título que revela gran parte de la vuelta de tuerca del guión) enfrenta varios problemas, entre los cuales están: un elenco espantoso, empezando por la horrible sobre actuación de Abigail Breslin, y el esfuerzo denodado de Michelle Nolden y Peter Outerbridge por creerse al menos una de las líneas de diálogo del guión. Este factor es fundamental porque el terror depende, vive prácticamente, de actuaciones creíbles que puedan sustentar el costado fantástico del asunto. Otro problema es el que tiene que ver con la contemporaneidad de las formas de esta época del género, como molestar con efectos de sonido que hacen sonar un alfiler en la alfombra como la bomba de Hiroshima. Por último, se nota que “Un pasado infernal” puede ser una buena idea, pero se extiende demasiado cuando los nudos de la historia ya están desatados. Apenas un discreto trabajo de Stephen McHattie como el villano, es lo que ofrece esta película. Por lo demás, ver “Un pasado infernal” hace insoportable el presente.
El rol de una Abigail que maduró en su actuación Protagonista de la película Un pasado infernal, sigue probando que puede sostener el primer plano. Fue Pequeña Miss Sunshine, "la" película, donde una Abigail Breslin aún niña demostró su altura interpretativa, capaz de brillar entre grandes en un drama de situaciones complejas, y de convertirse en la actriz más joven a ser nominada a un premio Oscar. Su don le dio una carrera profusa --y llena de premios y candidaturas-- a edad muy temprana, mucho antes, y después de ese filme de 2006. Breslin tenía entonces 10 años. A sus 17 ( el año pasado) realizó entre otras Un pasado infernal, de suspenso, dirigida por el mismo realizador de El cubo (1997), que se carga al hombro para interpretar a Liza, la hermana mayor de una familia que, a días de fallecida, sigue habitando la casa cuyo secreto provocó el fatal desenlace. Sólo su espíritu ha despertado de la irrealidad de una vida que ya no es, pero debe seguir sosteniendo por sus padres y su hermano menor, una farsa cotidiana. Ese ensueño se trastoca luego de que Liza comienza a detectar otras presencias en la casona: son las de los miembros de otra familia que vino a habitarla, y la de innumerables víctimas del mismo fenómeno. Asustada y desesperada, la chica decide ayudar a los vivos y a los muertos, para evitar más dolor. La idea de que no son los muertos los peligrosos, y de que el espíritu teme al mal, más allá de la experiencia física, resulta interesante y los climas creados contribuyen a exaltar esos temores. Pero en un desarrollo narrativo irregular y, por momentos, repetitivo, Breslin se hace cargo con solidez de un rol que la coloca en el centro de casi todas las acciones. El conjunto no es malo, pero pudo haber sido mejor.