“Old” de M. Night Shyamalan. Crítica. Formato equivocado. Aquel que conozca la fluctuante carrera del director se hace una idea de lo que puede llegar a encontrar. Odiado por muchos, querido por otros, el director M. Night Shyamalan sigue dándonos de qué hablar. Mañana jueves 29 de julio se estrena en todo los cines del país su última película, “Old”. Compuesta por un interesante elenco, encabezado por Gael García Bernal, Rufus Sewell y los prometedores jóvenes Thomasin McKenzie y Alex Wolff. Se trata de una adaptación de la novela gráfica “Castillo de arena” de Pierre Oscar Lévy y el siempre interesante Frederik Peeters. Podríamos decir que las películas del director indu son como lanzar una moneda al aire. Veamos de qué lado cae en esta oportunidad. Para crear un bello recuerdo y poner una pausa en sus problemas, la familia Capa se va de viaje a un lujoso hotel. Allí les recomiendan pasar el día en una playa oculta, un paraíso natural. El staff del hotel se encarga de llevarlos y traerlos, junto a otra familia. La belleza y tranquilidad del lugar son inigualables, hasta que se ven interrumpidas por la aparición de un cadáver. Este será el menor de sus problemas, ya que además, comienzan a notar que están envejeciendo mucho más rápido de lo que deberían. Tenemos aquí todos los elementos característicos que componen la filmografía del director. Comenzando por el manejo del suspense, el cual nunca llega a sostenerse demasiado. Una vez en la playa ya casi nada importa. En los últimos años, además, las técnicas y formas del manejo del suspenso fueron mutando. por lo cual, las que vemos en este audiovisual, se sienten viejas y por momentos trilladas. Llegando pocas veces a sorprender al espectador. Ni siquiera con sus característicos plot twist finales, que en este caso particular, no es uno de los mejores. Sin inmiscuirnos mucho en la trama, probablemente no pasaría ningún pitching en ninguna facultad de cine (puntos para Shyamalan por convencer a Universal), se queda mucho más en la acción y la sorpresa, que en las implicaciones poéticas que podría generar. Dosificando torpemente la información, hasta el punto de repetirla varias veces. Cualquier espectador entiende los poderes de la playa, la cuarta vez que se los explican. Y si bien, tenemos aquí una ficción, por momentos la fantasía es tan hiperbólica que rosa la tontería. haciendo que los momentos donde los personajes intentan plasmar la angustia existencial de morir ante de tiempo, quede rústico y poco logrado. Uno de los principales problemas que pueden presentar las películas situadas por mucho tiempo en una misma locación, es la repetición de planos. Empero, esto no sucede, ya que tenemos una infinita diversidad de movimientos de cámara, angulaciones y extrañas coreografías de steady cam. La diversidad siempre se celebra, siempre y cuando no se convierta en exceso. Por momentos planos muy diferentes, parecieran yuxtapuestos unos con otros sin motivo alguno. Tal vez buscando transmitir los sentimientos de los personajes, como la incertidumbre o la desorientación. Una vez más, la moneda no cayó del lado correcto. De todas maneras, el espectáculo es disfrutable y entretenido. “Old” es otra de esas películas de M. Night Shyamalan que nos hacen preguntarnos, qué pasó con el prometedor director de finde del siglo pasado y comienzos de este. Como una banda exitosa que sacó muy buenos primeros discos, algún que otro hit, pero que seguimos escuchando por su fama inicial. Pero una realidad prepondera, por más que a la crítica no le guste lo que hace y a muchos espectadores tampoco, las productoras siguen confiando en él para llenar las salas de cine y cortar todos los tickets que se puedan.
Lost Una buena, una mala. Una muy buena, dos más o menos. Una buenísima, tres infumables. Y así. Sabe dónde poner la cámara, sabe cuánto hacer durar durar un plano, sabe generar tensión narrativa. Incluso en sus películas más horribles (o casi). Podría pensarse que la debilidad de M. Night Shyamalan reside sistemáticamente en los guiones, y el panfleto católico en el que se convierte la segunda mitad de Señales (después de una primera mitad ominosa), así como La dama en el agua, El último maestro del aire y Después de la Tierra completitas confirman esa hipótesis. Sin embargo, no en todos los casos pasa lo mismo: ver Sexto sentido, El protegido, La aldea, El fin de los tiempos (para mí estas dos están entre las buenas y muy buenas) y la primera parte de Señales. No cuento la excelente serie Servant entre los logros, porque sólo la produjo y dirigió, es la única que no escribió. Tampoco incluyo Split y Glass entre los pifios, aunque para mí sean sendos bodrios, porque hay gente muy respetable que las aprecia y eso me lleva a suponer que tal vez sea yo el equivocado. Dejando de lado la cuestión del guion, creo que un problema más grave es la seriedad, el escaso espíritu clase-B con el que Shyamalan emprende disparates como los mencionados. Esa seriedad es lo que las convierte en ridículas. Otro problema, creo, es la autoindulgencia, la falta de autocrítica que lo lleva a creer que todas las ideas que se le ocurren son muy buenas, y que tiene la suficiente muñeca para llevarlas a buen puerto. Está claro que no es un chanta, que cree en lo que hace. Solo Después de la Tierra fue un proyecto meramente “alimenticio”, en las demás me parece que se involucra por completo. Lo cual es un problema. Se involucra tanto, cree tan ciegamente en el proyecto, que pierde perspectiva, la necesaria distancia, sentido del humor. Porque el sentido del humor es una forma de la distancia. Podría decir que otra cosa que le falta es inteligencia. Sin embargo, Sexto sentido y El protegido me desmienten. En el caso de Viejos (Old) se le ocurrió adaptar una novela gráfica escrita por el holandés Frederic Peeters. No la leí. No sé cómo resolverá las cosas el comic, pero para Shyamalan la premisa se convierte en una encerrona de la que no sabe cómo salir. La idea es que en un balneario tropical existe un resort que incluye una playa alejada en la que te vas viniendo viejo de golpe, a razón de 50 años por día. O sea: si no sos un pibe, antes de cumplirse 24 horas fuiste. ¿Qué podés hacer con eso? Una posible respuesta es una versión fantástica y más poblada de Náufrago, que se basa en una premisa más irremontable todavía. Sin embargo Robert Zemeckis -que no es santo de mi devoción, ésta y Autos usados son mis favoritas- se las ingenió para sacar de ahí una gran película. Náufrago fluye con naturalidad, no acumula peripecias a lo bobo, tiene sentido del humor y te hace identificar como bestia con el protagonista. Sí, es una versión no acreditada de Robinson Crusoe, pero lo que importa no es el afano sino lo que se logra con él. Viejos comete todas las decisiones equivocadas que Náufragos no tomaba. No fluye con naturalidad, se ve obligada a acumular peripecias forzadas, que en lugar de sumar simplemente se alinean una detrás de otra, se expone permanentemente al ridículo para caer en él. El comienzo no está mal, porque cuando sabe dónde ir Shyamalan narra bien. Un matrimonio (Gael García Bernal y la luxemburguesa Vicky Krieps, peleándose para ver a quién de los dos se le hace más trabado hablar en inglés) y sus dos hijos llegan a un resort estilo Meditarrenee, que según dice el gerente es “nuestra versión del paraíso”. Y que, a estar por su asombro extasiado, para el (in)feliz matrimonio por lo visto también lo es, aunque sea una grasada. Hay un entripado entre ellos que en esos primeros minutos no se aclara del todo en qué consiste, quedando pendiente la respuesta, y al día siguiente de su llegada el gerente les ofrece ir a una isla para unos pocos elegidos, que según el tipo constituye “una anomalía natural”. Se les suma una familia y un matrimonio (él es de origen asiático y ella, negra, cuestión de cumplir con el mínimo racial exigido por la Academia). Como comienzo está bien. Si en un thriller o película fantástica (no es estrictamente una de terror, como tampoco lo son Sexto sentido, El protegido o El fin de los tiempos) un lugar se presenta como paraíso, seguramente va a resultar un infierno. Y si se habla de “anomalía” es un indicio de que la cosa viene bien. O sea, mal (para los protagonistas). Nada del otro mundo, pero está bien. Ahora, el tema es cómo la seguimos. A la playa se llega atravesando una cueva oscura. Bien también. Cada uno de los vacacionistas dice sus profesiones, y entre ellas se destacan un cirujano torácico y un enfermero. La mujer negra es epiléptica. Okey. En un estanque el pibe se choca con un cadáver a la deriva. Bueno, muy bien, qué más. Ahí empieza la sucesión de licencias no poéticas. Se extirpa un tumor del tamaño de un melón y se practica un parto. Todo a mano limpia, sin alcohol siquiera. Uno se vuelve loco y la emprende a cuchillazos, después de preguntarse cuál es la película en la que Marlon Brando y Jack Nicholson actuaron juntos (¿cuál es?). Los celulares se descomponen. En las grutas hay como una radiación rara, que te tira sobre la playa. Los chicos crecen, pero no a lo largo de los años sino en cuestión de minutos. La que al principio era una nena de seis años ahora es una adolescente embarazada. Acá viene lo de antes: si vas a narrar una premisa descabellada, la única forma de evitar que el espectador se ría de ella cuando se supone que debería angustiarse es hacer evidente el disparate. Recordarle que it’s only a movie, con el disparate como código compartido para pasar un rato entretenido. Pero Shyamalan Rastafá no conoce el sentido del humor, siempre parece estar buscando alguna clase de trascendencia espiritual o intelectual. De lo que todavía no se enteró es que filma historias clase-B. Como no sabe generar esa suspensión de la incredulidad, el espectador empieza a encontrar el pelo en la sopa. La cabellera entera, en este caso. Un hombre se va, cuando se supone que de esa playa no se puede salir. Está el tema de las operaciones (el tumor se extrae de un solo tirón, el bebé también), el extraño hecho de que los pibes van pegando el estirón de escena en escena, mientras los adultos siguen iguales aunque tengan, no sé, 80 años (la explicación “científica” es que mientras en los jóvenes los cambios son físicos, lo único que envejece en la edad adulta son las células; ¿?). Los pibes pasan de la niñez a los 50 años y la pilcha parece ir creciendo junto con ellos, porque siempre les va a medida. El síntoma de envejecimiento de una señora es que se le corre el maquillaje, y al extraviarse en una gruta se le tuercen todos los miembros, quedándole como una especie de esvástica física. Y todo tan serio que no da para reírse.
La alegoría sobre el tiempo en pandemia de M. Night Shyamalan El cineasta indio-estadounidense regresa con otra historia de terror con tintes fantásticos que deviene en una ocurrente vuelta de tuerca. Una marca de estilo en su filmografía. Viejos (Old, 2021) pasará a la historia como “la película de la playa que envejece”, por tener ese storyline que puede definirse en una frase. Sin embargo cuenta con varios de los temas “candentes” de la sociedad actual, sobre todo en tiempos de pandemia: el vertiginoso paso del tiempo, el encierro y las complicaciones de salud. Cuestiones que se resumen en una sola pregunta ¿no es terrorífico envejecer en esta época? Como buen guionista el director de Glass (2019) y responsable de la serie Servant (2019), que experimenta un resurgimiento en su carrera desde Fragmentado (Split, 2016), desperdiga todos los elementos en la trama a la vieja usanza. Una familia llega a un desconocido paraíso tropical con el fin de relajarse y esquivar sus problemas (la pareja compuesta por Gael Garcia Bernal y Vicky Krieps está por separarse y ella enfrenta un tumor). El tiempo es vital para ellos y se trasladan a una playa “escondida” detrás de un acantilado recomendada por el gerente del hotel. A ese paraíso caen otros huéspedes del All Inclusive donde se hospedan: el estresado doctor que compone Rufus Sewell con su esposa, obsesionada con el físico, su madre y pequeña hija, y la pareja compuesta por un hombre asiático y una psicóloga y epiléptica mujer negra. Este coctel de personalidades dispares, planteadas como estereotipos sociales alrededor de la familia protagónica, brindan un mosaico de problemas y saberes reflejados en un multiétnico grupo humano. Shyamalan se toma sus treinta minutos para contar personajes y conflictos para, una vez en la playa, explotar el encierro a plena luz del día, con un inteligente manejo de cámara que le permite simular con maestría el paso veloz del tiempo (en un día envejecen 50 años), sin depender del maquillaje y efectos especiales en exceso. Como buen conocedor del dispositivo cinematográfico, el director lleva el tiempo y el espacio a los límites de lo imposible. La playa es ese “no lugar” en el que los personajes exorcizan sus culpas cuando “su” tiempo se agota. El paso del tiempo genera dolor físico pero también emocional. El paraíso terrenal puede ser el ideal de belleza natural pero de igual manera la zona de la tragedia metafísica. El terror se desprende del suspenso y juntos provocan un miedo que parece surgir de la coyuntura actual. La imposibilidad de controlar el tiempo que avanza de manera veloz sin el proceso psicológico necesario para comprender situaciones, el deterioro físico y mental que dinamita la cordura entre pares, y la inevitable vuelta de tuerca final con conspiración incluida, son los tópicos que atraviesan este relato inspirado en la novela gráfica Sandcastle, de Pierre Oscar Levy y Frederik Peeters. Viejos es una película interesante y entretenida que obliga a entregarse a la propuesta que roza lo inverosímil en cada tramo de su recorrido. Para disfrutarla hay que pensarla como una alegoría -¿del Covid? ¿del confinamiento?- sobre los “tiempos que corren”, en ambos sentidos del término.
Otra que la isla bonita De M. Night Shyamalan, el director de “Sexto sentido”, la película transcurre en una misteriosa playa. Con M. Night Shyamalan tengo sentimientos encontrados. Me encantan y defiendo Sexto sentido, El protegido, Fragmentado y Los huéspedes, no entiendo cómo hizo El fin de los tiempos y Después de la Tierra. Cuando leí que Viejos la había producido él mismo, me ilusioné. Recordé que Los huéspedes, de bajísimo presupuesto (¡5 millones de dólares!), la hizo después de superproducciones y en la que sólo apostaba al ingenio de la trama, sin un super elenco ni costos desproporcionados, era casi redondita. No diría que me froté las manos, pero me dispuse a ver Viejos, sí, con ganas. Bueno. No entiendo por qué el afiche ya revela algo importante en la trama, por lo que cuando se entra al cine ya no habrá tal sorpresa. Ni que la novela gráfica en la que se basa fuera super popular. Gael García Bernal, el padre de la familia en la playa. Foto UIP Gael García Bernal, el padre de la familia en la playa. Foto UIP Igual, como toda película de Shyamalan, tiene cómo engancharnos y hacia el final hay como un gambito de dama. Allí explica lo que parecía inexplicable. O casi. La trama Gael García Bernal es el pater familiae que llega a un resort en una isla que su esposa (Vicky Krieps, de El hilo fantasma) contrató online. Están con sus dos hijos, pequeños Trent (Nolan River), de 6 años, y Maddox (Alexa Swinton), de 11. La pareja no está pasando por un buen momento, la ruptura es más que una salida, aunque se lleven bien, se note que hubo amor y el fin de semana de vacaciones servirá, sin que los hijos se enteren, como una despedida. El gerente del hotel les tiene reservada una sorpresa. Hay una playa, algo alejada del resort, del otro lado de la isla, que es como un paraíso, les dice. También les comenta que sólo a ellos los invita a pasar allí el día, porque le cayeron bárbaro, y que un chofer los llevará hasta ahí. El que maneja es M. Night Shyamalan, que siempre se reserva un cameo o algo más en las películas que dirige. No lo hace para ahorrarse un cachet. No. Pero, y siempre hay un pero, a la familia se suma otra (una pareja, una niña pequeña y la abuelita) en el minibús. Con alguna excusa, el conductor no los acompaña hasta la playa misma, a la que llegan, cargados de comida, atravesando una suerte de cueva de rocas. Al llegar a la playa, espectacular, hay otro hombre. Y luego se sumará otra pareja. Y, de a poco, las cosas se empezarán a salir de cauce. No voy a develar aquí qué es lo que sucede en la playa de la isla bonita. Vicky Krieps ("El hilo fantasma"), la esposa de Gael. Foto UIP Vicky Krieps ("El hilo fantasma"), la esposa de Gael. Foto UIP Sólo que ocurren una suerte de eventos desafortunados, que cuestionan toda lógica, física y anatómicamente hablando, y que, aparentemente, ninguno de ellos puede salir de la playa. Shyamalan sólo gastó dinero en los efectos visuales, ya que el hotel donde rodó en República Dominicana existe, y la playa, también. Hay películas en las que algunos elementos pueden resultarle a algunos espectadores una tontería. Algunas de Shyamalan los tienen -ninguna de las cuatro que mencioné al principio- y Viejos trata de hacer equilibrio, balanceando frases explicativas con efectos logrados. En fin, que Viejos va a seguir separando a los que aman y odian al director. Y a otros nos dejará con gusto a poco, pero siempre confiando en que ya vendrá una mejor. Y cada tanto, le sale una.
Otra película del director de Sexto sentido destinada a la polémica cinéfila. El universo del cine de género se divide entre los shyamalanistas y sus detractores. Hay quienes encuentran en el director de Sexto sentido, El protegido, Señales, La aldea, La dama en el agua, El fin de los tiempos, El último maestro del aire, Después de la Tierra, Los huéspedes, Fragmentado y Glass a un cineasta ingenioso, un guionista sorprendente, un narrador audaz, un artista lírico y existencialista. Y del otro lado de la grieta cinéfila están quienes lo perciben como un farsante, un encantador de serpientes, un falso predicador, un creador que la va de ambicioso y termina siendo bastante banal. De más está decir que, con matices (algunas de sus películas me gustan un poco), quien esto escribe se ubica dentro del segundo grupo. Sí, M. Night me parece uno de los realizadores más sobrevalorados del últimos cuarto de siglo. Para ratificar que lo suyo son planteos atractivos que luego resultan desaprovechados y vueltas de tuerca que más que impactantes terminan siendo ridículas ahí está este nuevo opus del “Hitchcock indio” (léanse las comillas). Lo mejor del film es una premisa inicial (digna de La dimensión desconocida o Black Mirror) que no es precisamente de su autoría sino tomada prestada de Sandcastle, un cómic publicado en 2010 por el escritor francés Pierre Oscar Lévy y el ilustrador Frederik Peeters. El resto, más allá de cierto talento para los vertiginosos movimientos de cámara, los encuadres, el uso dramático del sonido y el fuera de campo, es pura pirotecnia con una caprichosa acumulación de capas y vueltas de tuercas, la mayoría de ellas bastante tontas. La película arranca con el matrimonio de Guy y Prisca Capa (Gael García Bernal y Vicky Krieps) que llega con su hija Maddox (Alexa Swinton), de 11 años, y su hijo Trent (Nolan River), de 6, a un lujoso resort all inclusive ubicado en un paraíso tropical que la madre contrató por Internet. Los reciben con tragos y sonrisas, pero esa alegría inicial contrasta con la situación de la pareja (que está en pleno proceso de divorcio) y los serios problemas de salud de Prisca. El gerente del lugar (Gustaf Hammarsten) los invita a conocer juno a unos pocos huéspedes del hotel una playa escondida. Todos van gustosos (los lleva una camioneta conducida por... M. Night Shyamalan) y a los pocos minutos aparecerá un cadáver. Y, luego, Madox ya no tendrán 11 y 6 sino 16 y 11 ¿Qué está pasando? Todos empiezan a envejecer de forma súbita. Unos minutos pueden equivaler a un año; y un día, a una vida entera. El director suma personajes (Ken Leung, Nikki Amuka-Bird, Rufus Sewell, Aaron Pierre, Abbey Lee, Mikaya Fisher, Kathleen Chalfant), revelaciones y giros que en principio generan cierta intriga e interés, pero que poco a poco se van desvaneciendo como la arena entre las manos hasta terminar en el terreno de la irritación, el sinsentido y el típico golpe de efecto final que obviamente no revelaremos pero es decididamente frustrante. Se podrán hacer miles de bromas respecto del tiempo perdido, lo más viejos que salimos luego de ver Old, pero algo queda claro: estamos ante un film reservado solo a los shyamalanistas más dogmáticos y extremos, esos que eligen creer que estamos frente a un cineasta verdaderamente importante.
La relación disfuncional con el tiempo De la mente de M. Night Shyamalan llega esta nueva pesadilla protagonizada por Gael García Bernal (Y tu mamá también, 2001) basada en el libro “Sandcastle” de Pierre Oscar Lévy y Frederik Peeters que nos pone en una isla donde el tiempo es el enemigo y cada minuto cuenta Tenía muchas ganas de ver Viejos, porque cualquier pieza de publicidad de esta película te dejaba con muchas preguntas más que con respuestas. A raíz de su premisa se disparan muchas situaciones que ponen en peligro a nuestros protagonistas con un montón de giros inesperados, a los cuales nos tiene acostumbrados el director, pero que en esta película no tienen el mismo efecto que mantuvo en las anteriores, porque falla en muchos niveles, desde el guion hasta la puesta en escena. Hay cosas que funcionan y otras que no, como por ejemplo nunca sentir que se tratara de una familia real. Por algún problema de la trama esa relación básicamente no se plasma y se siente muy forzado con muchas situaciones y personajes que no llegan a ningún lado o que uno llega a pensar que son parte importante de la historia, pero después de una escena eso que nos muestra no tiene ningún peso en todo lo que sucede. Hay planos que se sienten raros o fuera de lugar en la narrativa, y sin dudas la falla más notoria es en los movimientos bruscos que plantea el director y que no suman nada y terminan mareando al espectador. Me hubiera gustado que la historia se centre más en la familia, porque el resto de los personajes no tienen razón de estar más que el solo hecho de estar: no suman ni aportan nada. Ya sabemos que el director suele hacer estas cosas pero se siente todo muy anti natural que te deja con gusto a poco; y el abuso de los giros en la trama que, si bien funcionan en sus anteriores películas y nos sorprendían, por el contrario acá no sucede. Se siente fuera de lugar y el impacto que trata de generar, no resulta. El concepto que presenta es interesante, pero no logra desarrollarse con un elenco lleno de estrellas que seguramente tenían mucho por explorar. Si quieren ver algo que los haga agarrarse de la cabeza y estar pegado al asiento este no es el caso, sinceramente creo que es una de las películas del director más flojas en años. Se queda estancado en algo que podría ser una experiencia inolvidable.
El director de “Fragmentado” (2016), “El protegido” (2000), y “El sexto sentido” (1999), entre otras películas, y quien también creó la serie que se puede ver en Apple TV, “Servant”, nos presenta en esta oportunidad un filme en el cual un grupo de huéspedes de un hotel de lujo son invitados a pasar un dia de playa en una reserva natural poco conocida y en la cual el “tiempo”, factor central en esta historia, transcurre de forma demasiado veloz como para sobrevivir más de un día. Shyamalan va directo al asunto principal sin demasiados rodeos. En un primer momento el director presenta el contexto en el cual se desarrolla la trama, un hotel resort ubicado en un lugar paradisiaco, y a la familia protagonista de la historia, un matrimonio a punto de disolverse con dos hijos pequeños. Por otro lado, otro dos grupos de huéspedes son presentados en breves escenas. Algo que caracteriza a los personajes de este filme son sus diferencias, el director ha decidido poner un foco muy importante en naturalizar las particularidades de edad, altura y raza de estos matrimonios y grupos familiares. La trama principal de “Old” transcurre en la playa a la cual estos grupos son invitados por el gerente. Al poco tiempo de estar allí comienzan a suceder una serie de eventos que parecen no tener relación entre sí y generan el caos y la confusión. Luego de ciertos detalles (quizás sobre explicados o demasiados obvios), el grupo comprende que el factor tiempo es su principal enemigo, pues en aquel lugar las horas son años y la vejez, las enfermedades o la locura no tardarán en llegar. Las consecuencias con el transcurrir de las horas traen consigo la tragedia, la desesperación y la muerte. Shyamalan construye a lo largo de sus casi dos horas de duración una película que sin dudas entretiene, la cantidad de sucesos que acontecen en la isla no dan respiro ni pausas, como tampoco lo da el tiempo. Si todo transcurre tan rápido y abruptamente entre los personajes de esta película es porque también lo hacen, y en esa inteligencia es que se desarrollan los hechos. Si bien la “Old” puede leerse como una invitación a reflexionar sobre el paso del tiempo, tambien puede pensarse de una manera menos profunda, eso dependerá de cada espectador y sus circunstancias. Más allá que la historia puede predecirse, mantiene al espectador atento a lo que sucede, expectante de cómo se desarrollará. Con recursos técnicos muy bien utilizados, como los planos de las cámaras, los fuera de foco y los PPP, el maquillaje y el uso del sonido, “Old” tiene a su favor un elenco de reconocidos actores que sostienen la intensidad que la trama requiere, entre ellos se encuentran Gael García Bernal, Vicky Krieps,Rufus Sewell, Abbey Lee, Thomasin McKenzie y Alex Wolff. “Old” es una película destinada a las grandes masas, a la pantalla grande y el pochoclo de por medio. No hay lugar en la historia para hacerse preguntas, todo está descrito y explicado. Cierto público no verá en esto un punto a criticar, pues si quieren que les cuenten un cuento, por más trágico que este sea, aquí lo tendrán. Más allá de esto “Old” no defraudará a los seguidores de Night Shyamalan, que son muchos, ni a quienes disfruten de este género de películas.
En 1999 M. Night Shyamalan sorprendió a todos con "Sexto Sentido", una película inquietante donde todo está en su lugar. A partir de allí el director tuvo altibajos, algunas buenas y otras decepcionantes. "Old" está basada en la novela "Sandcastle" ("Castillo de Arena") de 2010 de Pierre-Oscar Lévy y Frederick Peeters y relata la odisea de una familia formada por Guy (Gael García Bernal) su mujer Prisca (Vicky Krieps) y sus hijos Trent (Nolan River, Luca Faustino Rodríguez, Alex Wolff y Emun Elliott) y Maddox (Alexa Swinton, Thomasin McKenzie y Embeth Davidtz) al llegar a un lugar paradisíaco para pasar sus vacaciones. El "Anamika Resort" parece ideal. Al día siguiente de su llegada el Gerente les ofrece como"regalo" una visita a una playa privada a la que pocos tienen acceso. Allí son transportados por un chofer que resulta ser el director (ya sabemos que le gusta aparecer en todos sus films, antes en cameos, acá en un rol pequeño). Ellos no son los únicos invitados, los acompañan otros huéspedes, el médico Charles (Rufus Sewell), su mujer Chrystal (Abbey Lee), su madre Agnes (Kathleen Chalfant),y su hija Kara (Mikaya Fisher, Kyle Baily y Eliza Scanlen). A los pocos minutos arriban Patricia (Nikki Amuka-Bird) una psicóloga negra que sufre convulsiones y su marido asiático, el enfermero Jarin (Ken Leung). En el lugar se encontraba previamente un famoso rapero llamado Mid-Sized Sedan (Aaron Pierre) (Me pregunto hace cuánto estaba ahí (?). Con una muy buena fotografía de Mike Gioulakis el film muta de la tentadora propuesta inicial de vacacionar al horror en minutos cuando descubren el cadáver de una joven mujer. A partir de ese momento comienzan a envejecer rápidamente, a razón de dos años por hora. Este hecho es el puntapié inicial de varias tragedias, algunas bien ejecutadas, otras sin sentido. Rescatando lo bueno: El guion es original, las actuaciones son convincentes, e impacta desde lo visual. Lo que menos me convenció es el final, que, aunque intenta tener un sentido, es rebuscado. De todas formas, entretiene.
Old, la nueva película de Shyamalan es, en primera instancia una invitación a reflexionar sobre el paso del tiempo. De la mano de uno de los mejores realizadores de los últimos tiempos, la propuesta gira en torno a mostrarnos cómo no existe nada más importante que disfrutar del momento presente. Una familia tipo viaja a una isla paradisíaca para pasar las últimas vacaciones juntos. Los padres, Guy (Gael García Bernal) y Prisca Cappa (Vicky Krieps) están en el medio de una separación que, por supuesto, tiene como rehenes a sus dos pequeños hijos Madox (Tomasin McKenzie) y Trent (Alex Wolff). La idea de disfrutar un último verano ya suena lo suficientemente aterradora como para creer que lo que están a punto de vivir lo es aún más. El hotel es soñado y lo único que queda es relajarse en el buffet de comidas exquisitas o nadando con delfines en las cálidas aguas del mar. Durante el primer desayuno llega una tentadora propuesta: hay una playa ultra secreta a la que solo acceden algunos privilegiados designados por los dueños de las lujosas instalaciones. Los Cappa aceptan y junto con ellos otra familia. El paraíso es real, al llegar se encuentran con una costa desoladamente pacífica y de inigualable belleza. Sin dudas van a recordar esta playa por siempre. Lo que todavía no saben es que sus recuerdos no van a basarse en la belleza del lugar, sino en la espantosa maldición a la que acababan de ser condenados. Algo extraño ocurre en la playa y sea lo que sea no podrán detenerlo. La cámara inmersiva de Shyamalan es un viaje a las profundidades del ser humano. Con un ritmo interno marcado por la desesperación de los personajes una vez que descubren lo que les está sucediendo, y primerísimos primeros planos que resaltan el paso del tiempo, la puesta en escena de Old es ingeniosa para llevar adelante este relato de esencia surreal. A su vez, la propuesta visual se intensifica con imponentes escenarios naturales que no hacen más que disminuir la presencia humana ante la grandeza de la perenne naturaleza. No hay nada más débil que un humano luchando en contra de fuerzas que ni siquiera llega a descifrar. Además, la intensidad de la imagen se ve potenciada por un uso muy acertado del fuera de campo. Hay un recorte de cuadro especialmente diseñado para hacernos desear. Una demora del tiempo de representación que podría poner nervioso a más de un espectador. La necesidad de ver es tan imperiosa (y humana), que de forma inteligente Shyamalan sabe cómo dosificar y entregar en cuotas. Hay un fluir incesante del tiempo, y según las condiciones presentes eso sucede muchísimo más rápido de lo normal. Con una interesante propuesta que nos habla acerca de la intensidad de la vida, Old llega con un relato sencillo a uno de los problemas existenciales más consultados de la humanidad: el paso del tiempo ¿Qué harías si te quedaras varado en la playa secreta junto con los Cappa?
Viejos no quedará en el recuerdo entre las grandes películas de M.Night Shyamalan pero tampoco representa un regreso a su etapa más decadente. Esta es la tercera oportunidad en la que gesta un proyecto basado en una idea ajena, ya que por lo general el cineasta suele ser el autor de sus historias. Los casos anteriores quedaron asociados con algunos de sus peores trabajos, como fueron Avatar: The Last Airbender (2010) y Después de la Tierra (2013), que fue una propuesta por encargo que hizo para Will Smith. En esta ocasión adaptó el cómic europeo Sandcastle, del autor Pierre Oscar Levy y el ilustrador Frederick Peetes, conocido por esa excelente novela gráfica que fue Blue Pills. La particularidad de este caso es que la obra original jugaba con algunos elementos del terror sobrenatural que la mayoría de la gente asociaría con el cine de Shyamalan, por eso no es tan extraño que él se encargara de llevar este relato al cine. El film sigue la misma premisa que la historieta con la diferencia que al director no le interesa tanto plantear una reflexión profunda sobre la mortalidad, como lo hacía el cómic, sino entretener al público con una propuesta de misterio. Algo que logra con solidez durante la mayor parte de su narración. El concepto de la trama, que es muy atractivo, está bien presentado y el realizador juega con elementos del cine de terror y el thriller donde elabora los giros sorpresivos necesarios para capturar la atención del público. La labor del reparto en general es muy correcta si bien no hay ninguna figura que sobresalga especialmente. Como suele ocurrir habitualmente con el cine de este artista el tercer acto siempre es complicado porque puede ofrecer una genialidad o una tontería. En el caso de Viejos se da la particularidad que tanto la historieta como su adaptación en el cine no terminan de brindar una conclusión satisfactoria. Al menos para mi gusto. La historia original era demasiado ambigua y el misterio de la isla quedaba en la nada. Por el contrario, Shyamalan en su película explica demasiado y construye su propio final con un concepto más hollywoodense. Su idea delirante para cerrar el relato tampoco es un desastre pero no está a la altura de la intriga que se había construido hasta ese momento. En esta cuestión las opiniones del público probablemente se dividan bastante. En resumen, Viejos propone un entretenimiento pasatista que se disfruta un poco más si llegás al cine con las expectativas moderadas, ya que se trata de una obra menor de este realizador.
El estreno de Old, lo nuevo de M. Night Shyamalan, nos trae de nuevo la grieta cinéfila que desde Sexto sentido en adelante -pasando por El protegido, Señales, La dama en el agua, El fin de los tiempos, Fragmentado, Glass, entre otros trabajos-, se va ampliando con respecto al cine del director indio-estadounidense y que esta película está lejos de cerrar. Un matrimonio y sus dos hijos (Maddox de 11 años y Trent de 6) llegan a un paradisíaco hotel en el que son recibidos por un conserje, que muestra una amplia y franca sonrisa que enseguida le da a los dos adultos unos tragos de esos que se sirven con una sombrillita agarrada a la copa y les indica a los niños el sitio donde pueden divertirse. Todo parece felicidad pero Guy (Gael García Bernal) y Prisca (Vicky Krieps) están a punto de separarse y este viaje es como una última aventura con los chicos a los que después de esta excursión, les informarán lo que pasa en la pareja y que su su madre tiene un “problema de salud”. Así que detrás de las sonrisas, la situación es tensa y eso no se les escapa a los chicos. El conserje del hotel les propone una aventura extra, un rincón de la playa al que se llega en camioneta. La familia se dispone a esa excursión pero al llegar a la camioneta descubren que no estarán solos porque se agrega otro grupo familiar (padre, madre, hija chiquita, la madre de él y su perrito). Una vez que llegan al lugar empiezan a pasar cosas raras, nadie parece estar demasiado a gusto y hay alguien más en la playa. Lo más perturbador y visible que ocurre es que Maddox tiene el aspecto de una chica de 16 y Trent también ha envejecido. Agregar algo más de lo que pasa en esa playa oculta arruinaría las sorpresas porque desde ese momento en adelante, Shyamalan despliega su magia y sus trucos. Old está inspirada en un comic book Sandcatle, escrito por Pierre Oscar Lévy e ilustrado por Frederick Peeters y es la primera de las dos películas que Shyamalan se comprometió a filmar con Universal. Se sabe que el director tiene la capacidad de crear climas incómodos, que ha filmado varias películas exitosas y otras cuyo planteo inicial interesó pero el resultado final no siempre fue satisfactorio. Old también es incómoda y caprichosa. Lo cierto es que la película es algo así como un capítulo largo y con actuaciones crispadas de la serie “Twiligth Zone”. Un producto que reafirma a Shyamalan en su estilo desconcertante. VIEJOS Old. Estados Unidos, 2021. Guion y dirección: M. Night Shyamalan. Intérpretes: Gael García Bernal, Vicky Krieps, Rufus Sewell, Ken Leung, Alex Wolff, Abbey Lee, Nikki Amuka-Bird, Eliza Scanlen, Kathleen Chalfant, Gustaf Hammarsten, Thomasin McKenzie y Embeth Davidtz. Fotografía: Mike Gioulakis. Edición: Brett M. Reed. Música: Trevor Gureckis. Distribuidora: UIP (Universal Pictures). Duración: 108 minutos.
Hubo un tiempo en que el director indio M. Night Shyamalan convenció a Hollywood y al mundo, con un puñado de películas como Sexto Sentido, El Protegido y Señales, de que estábamos ante un director que no había que perder de vista. Si bien esas películas me parecen buenas, lo cierto es que terminó siendo definido más por las vueltas de tuerca del final que por otros aspectos. Sin embargo, después de La Aldea, su cine fue perdiendo poco a poco el interés excepto para quienes aún lo admiran y lo siguen de manera ferviente aun tras varios fracasos de taquilla y películas olvidables, con una especie de resurgimiento gracias a Split y Glass, quizás porque junto a El Protegido crearon su propio universo. Su última película, la adaptación de una novela gráfica escrita por Pierre Oscar Lévy e ilustrada por Frederik Peeters llamada Sandcastle, fue rodada en plena pandemia y se convirtió rápidamente en un éxito de taquilla en los Estados Unidos. Eso puede hablar de un interés por ver qué historia sorpresiva nos trae ahora pero también de la época en la que nos encontramos: después de mucho tiempo sin cine queremos absorber historias, queremos escaparnos un poco de la realidad que todo el tiempo nos abruma. Y para eso el director esta vez se metió en una temática en la cual también se pensó mucho en esta época tan particular que vivimos: el tiempo. «Viejos» empieza con una familia típica arribando a un hotel en una zona tropical paradisíaca. Todo se ve demasiado perfecto y con un personal muy atento y amable. Lo que no se encuentra tan bien como aparenta es el matrimonio: les esconden a sus hijos que están por separarse y por eso querían que estas vacaciones fuesen tan especiales. Los dos niños juegan pero también los escuchan discutir por las noches. A la mañana siguiente, mientras arman planes para pasar el día, el dueño del hotel se les acerca y les ofrece una excursión a una playa escondida reservada para sus clientes más especiales. Nada resulta sospechoso y se suben, junto a unos pocos huéspedes más, a una camioneta (manejada por el propio Shyamalan, que siempre se reserva un pequeño papel para sí). La playa resulta un lugar hermoso y, sobre todo, muy tranquilo. Hasta que no tarda en suceder algo: aparece un cadáver y hay otra persona, un rapero negro, que se convierte en el punto de mira por haber sido el único en estar presente desde antes de que llegaran. A partir de ahí el tiempo se acelera, al principio sin darse cuenta, y luego los personajes sufrirán cambios propios del envejecimiento, cosa que se nota más en los niños que pronto se convierten en adolescentes. En resumen: el tiempo en esa playa avanza tan rápido que si no encuentran la forma de salir -algo que no parece tan sencillo cuando se lo intenta- muchos no van a llegar a pasar la noche; la vida queda reducida a un solo día. El principal problema que tiene la película es el tono. Shyamalan se toma demasiado en serio una historia llena de momentos absurdos y ridículos. Al no permitirse jugar y querer quedarse en lo solemne y la reflexión obvia sobre la importancia de aprovechar el tiempo (algo en lo que ya de por sí todxs pensamos mucho en esta época), con algunos pequeños momentos de terror y sin muchas sorpresas para quien ya vio el trailer, «Viejos» desaprovecha una premisa al menos llamativa. También se introduce toda una galería de personajes para que, cuando estalle el conflicto principal, nos preguntemos quiénes son y por qué fueron elegidos, además del para qué, claro. Entre ese abanico de personajes quien quizás se destaca un poco más y mejor es Rufus Sewell, como un doctor que llega con su novia joven (interpretada por la modelo devenida en actriz Abbey Lee), su madre y su pequeña hija. En cambio, el matrimonio conformado por los actores Vicky Krieps (la protagonista de esa obra maestra de Paul Thomas Anderson, «El Hilo Fantasma») y Gael García Bernal es la prueba de que no importa qué tan talentoso seas, lo que se necesita es un guion que sepa construir tanto trama como personajes. Y la familia protagonista nunca tiene el peso suficiente como para llevar adelante la historia, aunque sí hay que resaltar el casting de diferentes actores que interpretan a los niños en diferentes edades. Es que si bien es cierto que va en tono con el argumento, todo sucede tan rápido que no da tiempo de nada: ni de conocer ni encariñarse con los personajes, así como tampoco sufrir con ellos. Cada sorpresa rápidamente se da por sentada y pierde el efecto. Y si bien en algún momento todo se intenta justificar aunque sea con trazo grueso, parece ser condición necesaria para adentrarse en el relato dejar de lado toda lógica; a la larga, en esta playa las leyes son otras. Shyamalan rueda su película de manera cuidada, con planos que muestran sólo lo quiere mostrar y es cierto que algunos son desconcertantes, también utiliza mucho el paneo como para transmitir la idea del paso del tiempo que corre. Sin dudas es mejor director que guionista, sobre todo si se tiene en cuenta que en las primeras líneas de la película ya aparecen las palabras viejo y joven, como para que no queden dudas. Los diálogos, todo un tema aparte. Se valora la intención de abarcar un miedo universal y más latente que nunca: el de que se nos vaya el tiempo. Salvo por el personaje más superficial, la película no habla del miedo a envejecer en sí, si no al de perder oportunidades, al de no disfrutar lo que tenemos. De la resolución conviene no hablar mucho porque es un director cuyas películas no parecen resistir un spoiler. Personalmente sólo dejaré sentado que una parte se ve venir por dónde viene, que la última sorpresita se siente apresurada y forzosa, y que hay otros tantos aspectos que quedan en el aire. En resumen, «Viejos» es una película fallida, apenas entretenida, que podría haber sido muy divertida o mucho más oscura y en lugar de eso se queda en un par de imágenes truculentas, aunque no tengan mucho sentido, y la solemne reflexión sobre lo importante de utilizar bien el tiempo que tenemos en nuestras manos, porque a la larga es sobre lo que menos control tenemos, una idea que ya por sí misma resulta aterradora.
El ambiguo M. Night Shyamalan. Solía disfrutar al director M. Night Shyamalan en filmes como Sexto sentido, El protegido o Fragmentado. Hoy esa imagen quedó en el recuerdo. Las propuestas más recientes no tuvieron la repercusión que supo tener en aquel entonces. Intentando innovarse -pensemos en títulos como El último maestro del aire o Después de La Tierra– tenemos Viejos que sigue la línea en la que Shyamalan no es autor del material que trabaja y esa es una de las primeras debilidades que vemos en su filme. Viejos se basa en Sandcastle, un cómic escrito por Pierre-Oscar Lévy con dibujos de Frederick Peeters publicado en 2010. La obra describe a los turistas de una playa utópica que oculta un enorme misterio. La película se centra en una familia que va a pasar unas vacaciones en un hotel en la playa y al poco tiempo notan que el tiempo transcurre de manera diferente, convirtiendo a sus hijos en adultos en cuestión de días. La premisa es interesante y Shyamalan la lleva bien en los primeros dos actos, jugando con sus elementos de intriga que tanto supo deleitarnos con Sexto sentido, pero a la hora del tercer acto, las intrigas y todo el relato que supo construir se desmoronan. Aunque no me gustó, tampoco me sorprende. El tan mentado sello o estilo Shyamalan arruina por completo el filme, ya lo vimos antes. Por citar un ejemplo, Glass, la tercera entrega que comenzó con El protegido, también tiene esa debilidad donde el film en sí nos quiso vender el regreso de Samuel L. Jackson y, sin embargo, el relato se cae a pedazos con un final a las apuradas. Pese a tener un mal tercer acto Viejos tampoco está en el paupérrimo nivel de El último maestro del aire (visualmente muy buena pero mal ejecutada) o de la defenestrada Después de la Tierra (no dejo de asociarlo como una copia de Oblivion). Viejos podrá ser un poco mejor que sus peores trabajos pero aún estamos lejos de que Shaymalan vuelva a su antigua gloria.
COMO ARENA ENTRE LOS DEDOS… Siempre hay cierta expectativa ante una nueva película de Shyamalan porque, a pesar de tener una filmografía en algún punto despareja, nunca deja de aportar una mirada autoral. Una filmografía en donde la incomunicación y el trauma son conceptos que funcionan como dos de sus grandes tópicos; y a pesar de que Old está basada en la novela gráfica Sandcastle de Pierre Oscar Lévy y Frederik Peeters, no será la excepción. Todo comienza cuando una familia tipo, matrimonio y dos hijos, aparentemente feliz, llega a una paradisiaca isla a disfrutar de sus vacaciones. Con el pronto correr del tiempo (concepto que será clave en la historia), nos damos cuento que la felicidad de esta familia no es tan plena. La mujer parece tener una enfermedad, además de discutir ambos su futura separación. Los niños son testigos de esta cotidianidad dolorosa, que varía en una sinfonía de gritos y peleas. Más allá de estos momentos, se disfruta del sol y de las lujosas instalaciones que brinda el resort. Una mañana, en pleno desayuno, el encargado del hotel le sugiere a la familia realizar a una especie de tour a una playa secreta soñada, a la que muy pocos privilegiados tienen acceso. Es así que los cuatro, junto a otra familia que allí se hospeda, deciden disfrutar de este beneficio. Atravesando unas oscuras cavidades rocosas, llegan a esta playa virgen, perfecta. Cuando se disponen a disfrutar del lugar, comienza el primero de los fatales incidentes que ocurrirán en esta especie de limbo, donde el tiempo tiene otra lógica. Encuentran el cadáver de una mujer desnuda, que proviene del mar. Y así seguirá un derrotero de situaciones muy difíciles de asimilar, podríamos decir surreales. Una pesadilla materializada. En esta historia, Shyamalan hace un uso de la puesta en escena más que inteligente. Un tramo de arena y mar contiene a estos personajes que literalmente no tienen escapatoria; donde el primer plano funciona para reforzar su emocionalidad, así como el fuera del campo apunta a exasperar al espectador. Aquí no hay lugar para la catarsis, solo hay angustia, sentimiento que ayuda a identificarnos con este particular grupo. Una cotidianidad que se ve alterada por la intromisión de un elemento fantástico, extraordinario, donde se acentúa el conflicto dramático; acompañado de un relato ambiguo e incierto para el espectador. El realizador indaga sobre la existencia humana, cuyos conflictos se relacionan con una interpretación de la realidad. Problemas que generalmente son resueltos por niños, dado que no han perdido la capacidad de asombro (hay una escena de los hermanos construyendo un castillo de arena en la playa que es clave). En Old se crea una especie de mitología propia, en donde las personas se enfrentan con sus peores temores; donde hay un propósito de reflexión a partir de lo vincular, la incomunicación, el paso del tiempo… donde desde lo cinematográfico no hay concesiones: el humor negro no perdona, así como las pocas escenas de terror no se toman licencia con ningún personaje, por más injusto que parezca. Vale la pena hacer este viaje íntimo y lisérgico, en donde el paraíso transmuta en el mismo infierno.
Nueva incursión en el horror de M. Night Shyamalan, con un film cargado de preguntas filosóficas El director de Sexto Sentido adaptó para la pantalla grande la novela gráfica Sandcastle, del francés Pierre Oscar Levy, con un resultado algo dispar Tras leer la novela gráfica Sandcastle (2011), escrita por el francés Pierre Oscar Levy y dibujada por el suizo Frederik Peeters, M. Night Shyamalan dijo que su vida cambió. Es comprensible el interés del realizador nacido en la India por este relato que presenta, tal como sus propias películas, un interrogante filosófico universal envuelto en un misterio inescrutable y cautivante. En el proceso de adaptación al cine, Shyamalan incorporó algunos de sus rasgos autorales recurrentes para hacer propia la historia: los peores diálogos imaginables fuera del mundo del doblaje de las telenovelas turcas y un final “inesperado” tan forzado que degrada todo lo que se contó hasta ese momento a un episodio fallido de La dimensión desconocida. El resto, que se mantiene más cerca del cómic original, resulta más ameno y consistente. Dado que tanto el afiche como el trailer exponen la mayor revelación de la historia, no hay razón para no hacer lo mismo: los protagonistas (una familia con dos hijos que intenta capear un divorcio, un cirujano con una esposa mucho más joven y una niña pequeña, una pareja interracial y un rapero famoso) llegan a una playa paradisíaca en la que pronto descubren un horror inefable. Y es que a través de cambios cada vez más notorios en la fisonomía de los niños, se hace evidente que, por más inexplicable que resulte, en ese lugar el reloj biológico avanza de modo anormalmente rápido. Alguien calcula que todos sufren un año de envejecimiento cada media hora. A ese paso, la mayoría de los varados (por un sortilegio apenas explicado no es posible abandonar la playa) no pasará la noche. Esta temporalidad voraz tiene otras consecuencias como heridas que se cierran al instante o enfermedades que se desarrollan a un ritmo exponencial y con efectos monstruosos para sus víctimas. La metáfora de este elemento fantástico refiere a la futilidad de la existencia, a la angustia ante la fuga de cada instante, que se vuelve mucho más notoria cuando todo lo que podemos hacer con nuestro tiempo es un castillo de arena que será lavado por el mar. A escala cósmica, los hechos una vida normal no dejan una huella mayor. El comic siembra este viejo tópico de la filosofía de modo evocativo y enigmático, mientras que en la película de Shyamalan se diluye en la preparación de una vuelta de tuerca “sorpresiva” e innecesaria porque M. Night no puede consigo mismo. A pesar de que nos enrostra nuestra finitud, Viejos no es el peor modo en que podemos pasar 108 minutos de nuestra breve vida.
En plenas vacaciones tropicales, una familia visita una misteriosa playa donde el tiempo va más rápido, y unas horas significan años de vida. «La vida es como una nueva película de M. Night Shyamalan, nunca sabes lo que te puede tocar». Un director con una carrera variada, con puntos muy altos (Unbreakable), medios (The village), pésimos (The Happening, The Last Airbender), y altos otra vez (The Visit, Split). Ya con su trilogía de superhéroes terminada vuelve inspirado en una novela gráfica para enfocarse en los impactos del tiempo con un giro fantástico. En vez de distanciarse del dudoso camino en el que quedó con Glass, Old lo mantiene por ese rumbo estándar que lo aleja de la prometedora redención que parecía asomarse hace unos años. La película sigue a una pareja que junto a sus dos hijos van de vacaciones a una hermosa isla tropical. Cuando llegan a una playa separada del resto junto a otro grupo de gente, empiezan a darse cuenta que en ese lugar el tiempo va mucho más rápido, y que pasar un día ahí es igual a envejecer lo que es toda una vida. Una premisa sumamente interesante que, a pesar de su aparente simpleza, la exprime al máximo. Si bien los misterios enganchan rápido al aparecer desde el principio, resta que los personajes tarden tanto en entender el tan obvio suceso temporal. Cuando finalmente es descubierto, la peli gana un poco de ritmo al presentar varios conflictos que individualmente tienen sentido con las características de los personajes, y que en conjunto suman a la idea de cuánto el tiempo afecta nuestras vidas. Incluso en este mundo fantástico que Shyamalan presenta, la mayoría de situaciones que surgen siguen una lógica que coincide con la realidad que conocemos. El gran (casi) suceso de Old es hacerte preguntar «¿qué me pasaría a mi si estuviera en esa situación?«, pero lamentablemente esa curiosidad queda arruinada cuando ocurren eventos mucho más apegados al lado fantasioso, que irrumpen con la verosimilitud que se mantenía. Old, M. Night Shyamalan Al tener tantos personajes, se presentan muchas situaciones que se adecuan a la vida y problemas de cada uno, y cada quien le aporta un interés diferente no solo al conflicto entre ellos, sino al filosófico que surge al espectador. Es una lástima que hayan diálogos tan chatos, forzados y cargados de exposición, con lo que los actores tienen poco por hacer. Gael García Bernal (Amores perros) intenta pero falla y a Vicky Krieps (Phanton Thread) no le crees ni una palabra. Los únicos que llegan a hacer algo decente son Alex Wolff (Hereditary) y Thomasin McKenzie (JoJo Rabbit), que sí van de la mano con excelentes elecciones en el casting para otras versiones de sus personajes. En comparación al resto de sus otros trabajos, Old definitivamente apunta a otro lado. No es tanto el terror o el thriller, sino más la curiosidad y la intriga de saber qué va a pasar, sin el suspenso de estar al borde del asiento. La fantasía nos invita a ver qué es lo que el tiempo hace de nosotros, y no al revés. Resume cómo nos afecta; cómo no es lo mismo para nadie, e incluso ante su inevitabilidad, cómo se le puede hacer frente. Hay personas que por diferentes motivos (tanto en la película como en la vida) van a tenerla más fácil que otras, pero al final el tiempo nos mueve a todos para el mismo lado. Shyamalan aprovecha el paso acelerado para demostrar con mucha más explosión e impacto las emociones, y en sus puntos más fuertes le da lugar tanto a los sentimientos más desesperantes como a los más emotivos. Definitivamente es una gran recomendación para cualquiera que siga el cine de M. Night Shyamalan, aunque quienes no probablemente la sientan como una pérdida de su (valioso) tiempo. Así y todo, no hay dudas de que si bien Old era una gran oportunidad para rectificar su camino, no lo fue. Con diálogos que dejan mucho que desear -más para un director con bastante trayectoria- y actuaciones en su mayoría poco creíbles; lo único que la rescata y la hace valer es la idea que guía toda la película. Con un poco de suerte, esa inquietud ante lo inevitable del tiempo va a pasar la pantalla y llegar a quien la esté mirando.
El control y el paso del tiempo son cuestiones que siempre fueron de gran preocupación para la especia humana. Si bien la invención del reloj permitió una regularidad de tiempo, no se puede negar que lo intangible es difícil de abarcar. Por su parte, comprender la totalidad el fenómeno del paso del tiempo, también puede llegar a resultar incomprensible. A tal punto de ya aceptar esta falta de entendimiento, y, simplemente, seguir viviendo. Mucho de esto agarra ‘Old’ para su desarrollo. M. Night Shyamalan narra, en su nueva película, un retrato que intenta explorar y medir el paso del tiempo. En esta actualidad donde las velocidades aumentan y donde todo hay que conseguirlo rápido, la vida queda en segundo plano. A día de hoy, estamos más preocupados por tener un control del tiempo, que por vivirlo, y hacer que cada minuto cuente. No es que se trate de un largometraje emocionante, donde el mensaje final es del estilo “aprovecha el día”, sino todo lo contrario. En ‘Old’, Shyamalan crea un universo, que se va a regir en base a sus propias reglas. La película ya forma cierta personalidad de sí misma. Al estar bajo el mando de un director peculiar y al contar con semejante premisa. Una familia que se va de vacaciones a un lugar soñado, pero que una excursión en particular convertirá sus días de descanso en sus últimos días. En una playa escondida, recomendada específicamente por el mánager del hotel donde se hospedan, dos familias, un matrimonio y un misterioso hombre vivirán una historia del tipo que Shyamalan nos tiene acostumbrados. En esa playa casi paradisíaca, todos y cada uno de los personajes empiezan a envejecer en un tiempo inimaginable. Luego de un par de cuentas, aproximadamente, media hora en aquella playa es un día de vida. El lugar no solo tiene esa particularidad, sino que también está rodeado de un mural enorme de piedras, que encierran a los protagonistas. Esto permite que la historia cumpla con la estructura típica de los personajes encerrados en un mismo lugar. Y tal y como en ‘El Angel Exterminador’ (1962 – Luis Buñuel), estas personas, por un medio u otro, no pueden escapar de allí. Shyamalan se hace eco de una realidad para representar uno de los mayores miedos del ser humano. El director se aprovecha del mínimo entendimiento sobre el manejo del tiempo y lo utiliza a su favor, para ejecutar una obra a la que no le sobra ni un simple detalle. Será él mismo el conductor de la historia. El cineasta interpreta en la película a un empleado del hotel, que tiene la tarea de ser el chofer de los personajes elegidos para que visiten la isla misteriosa. Aparte de eso, será el encargado de vigilarlos todo el tiempo que permanezcan en ese lugar. Ejerciendo así un control sobre los personajes. Es decir, Shyamalan es quien, de alguna u otra manera, es el conductor (literalmente) de la historia, y es el que ubica a los personajes donde tienen que estar. No por algo cuando lo vemos del otro lado de la isla, su aparición es detrás de un lente. A esta historia fantástica, se le suma la marca autoral. Y es que Shyamalan siempre presenta este tipo de historias, que rozan lo irreal y el terror. Pero que, al fin y al cabo, esas narraciones tienen una solución racional, dentro de todo lo considerado real y tangible. Por lo general, los finales de sus películas tienden a ser la solución realista a los problemas. Si bien surge este juego con lo fantástico en la isla, se termina explicando en base a hechos sumamente concretos, y para nada novelescos. Sin embargo, la ficción para Shyamalan, no deja de ser una vía de escape para presentar una realidad determinada. En este caso, su preocupación constante por el paso del tiempo y por una sociedad tan despreocupada, deriva en la narración de una historia que también tiene sus problemas propios. Es decir, no solo retrata el terror de diferentes familias, sino que también se ocupa de interferir en el espectador. Hace uso de su maestría para exponer una gran duda: ¿Hasta cuándo puede ir la ciencia? ‘Old’ no deja de ser una respuesta a cierto grupo de personas de que Shyamalan presenta historias. Que nada lo detendrá para seguir haciendo su trabajo, y que siempre lo ejecutará de la mejor manera que él puede. Porque, al fin y al cabo, las cosas se hacen ahora. No mañana, no la semana que viene, sino ahora. Y a eso, este autor en específico, lo entiende muy bien.
La pareja protagónica está en crisis y a punto de separarse. Los niños lo intuyen, los padres aún no lo han comunicado. Los primeros momentos se circunscriben a situar la angustia de los cuatro. Pero Viejos no es una película familiar propia de la cultura estadounidense en la que se perpetúa el ideal de institución familiar; es una película del cineasta indio M. Night Shyamalan, y si bien a este no le es indiferente la importancia de los sentimientos primarios que circulan entre padres e hijos, su interés recae siempre en lo fantástico y en sintonía con angustias menos enraizadas en la dinámica sentimental de un matrimonio que en formas del malestar contemporáneo. La especialidad del cineasta siempre ha sido detectar los signos de las fantasías en las que se expresan miedos y ansiedades no del todo conscientes en el imaginario colectivo. El desenlace de Viejos, sin ir más lejos, pone en imágenes la paranoia global en torno a la medicina.
Crítica publicada en Youtube
ESTA VEZ M. NIGHT SHYAMALN NOS LLEVA A UNA PLAYA DE TIEMPO ACELERADO Cuando se anuncia una película de M. Night Shyamalan, el mismo de “Sexto sentido”, “Señales”, “La aldea”, “El protector”, siempre se genera una expectativa. Tiene seguidores y detractores pero ha conseguido visualmente una manera inmersiva de contar y atrapar los sentidos del espectador, aunque, como en este caso, el guión no está a la altura de las pretensiones. No contaremos nada que no se muestre en el tráiler promocional del film. Un grupo de turistas en busca de un lugar paradisíaco ansían llegar a una playa soñada. Creen que serán los únicos pero no es asi: Estan en un lugar de increíble belleza, un mar transparente, arena, rodeados altas rocas en semicírculo y a poco de instalarse comienzan los problemas: un cadáver, chicos que envejecen muy rápido, y entender que no pueden salir de ahí, el esfuerzo que requiere los agota. Como si se tratara de un episodio de ese genial programa que fue “La dimensión desconocida” (The Twilight zone) pero muy alargado. Es que el guion del director, basado en la novela grafica “Sandcastle” de Frederic Peeters, falla no pocos momentos. Sobre una idea fascinante, las situaciones que se suceden van desde la desesperación o lo exasperante, desde la angustia hasta la calma, atrapados sin salida. Los actores tratan de hacer creíble lo que pasa, Gael Garcia Bernal, Vicky Krieps, Rufus Sewell y buen elenco. La belleza del lugar es deslumbrante. Lo que ocurre no tanto. Entretiene pretende ser una reflexión sobre el paso del tiempo pero antes de terminar la película, aun con una resolución inesperada y forzada, las piezas no parecen encajar del todo bien.
Genio o chanta, el director de origen indio M. Night Shyamalan se convirtió con El sexto sentido (1999) en un realizador, guionista, productor (y actor ocasional) a tener en cuenta. A aquella película, con su memorable vuelta de tuerca final, le siguieron una serie de films que, por un lado, confirmaron su interés en historias vinculadas a fenómenos inexplicables y misteriosos, a veces sobrenaturales (Señales, La Aldea, El Protegido, La dama en el agua, Glass, o la más reciente Fragmentado), con un estilo visual ambicioso (encuadres sofisticados, movimientos de cámara vistosos) que buscaba transmitir una angustia existencial emanada de la que vivían sus personajes. Pero no siempre el resultado de sus películas parece estar a la altura de sus ambiciosas propuestas. Varios de los films citados, que parten de premisas atractivas e ingeniosas, bordean el exceso y el ridículo, a punto de que lo inexplicable termina perdiendo interés, con la trama ahogada bajo capas de giros caprichosos e innecesarios. Basada en una novela gráfica, Viejos traslada al cine un planteo que llama a la curiosidad: la posibilidad de un territorio secreto, una playa espectacular, en la que el tiempo transcurre aceleradamente, según sus propias reglas. Hasta allí llega una pareja en vías de disolución (Gael García Bernal y Vicky Krieps), junto a sus hijos pequeños y otra familia que también se aloja en el hotel. Transportados por un chofer (Shyamalan, en uno de sus cameos “hitchcockianos”), son depositados ahí con la perspectiva de pasar un día en el paraíso. Pero la aparición del cuerpo de una mujer, traído por el mar, se vuelve el núcleo alrededor del cual los distintos personajes construyen el drástico cambio hacia el clima de pesadilla. Mientras se suman otros personajes, recién llegados, a los que vimos de pasada en el resort, también se lo hacen (rápido, una detrás de otra), situaciones de alarma y horror. Y de pronto, los hijos pequeños de los protagonistas son adolescentes, y en un rato más, jóvenes adultos. Como una hija de Lost, en sus primeras temporadas, y La Dimensión Desconocida, Viejos hace estallar el misterio con una acumulación de situaciones que van más allá de cualquier explicación posible. Los personajes no tienen tiempo ni de llorar a los suyos, porque ya deben correr hacia el otro lado de la playa, de grito en grito. Una acumulación que va tan —demasiado— rápido como pasa el tiempo en la maldita isla, de la que no parece posible salir por ninguna parte y en la que, por supuesto, no hay señal. Aunque el espectador tire la toalla hacia la mitad, o mire la hora de reojo, saturado por los caprichos del guión, el resultado sostiene cierto morbo divertido. Quién sabe si Viejos no tiene hasta pasta para clásico bizarro del futuro.
El indio M. Night Shyamalan probablemente sea uno de los más singulares cineastas contemporáneos que podamos encontrar a nivel mundial. Acaso, uno de los exiguos representantes que puedan calzarse con honores la etiqueta de autor. En Shyamalan, la forma acompaña al contenido, vertiendo cada uno de sus films sus obsesiones y mirada del mundo, jamás sometiendo la trama argumental a merced de fines pasatistas. Se trata de un realizador que no deja detalle librado al azar. De un artesano de la imagen y la narración. De un exquisito escultor de personajes. De un storyteller de esos que escasean. En tiempos de cine de super héroes y productos licuados, Shyamalan devuelve a nosotros, cinéfilos, el placer de disfrutar de sus películas en una sala a oscuras. Perpetuando el acto mágico y folclórico de contemplar en la gran pantalla la última de sus creaciones, “Viejos” impacta nuestro intelecto y sentidos en múltiples direcciones. Capas profundas dentro de sí, la película escudriña rostros y surca las superficies de la piel humana, también indaga en el alma de sus criaturas y se abre ante nosotros como un prisma. Quizás, como una precisa maquinaria de cajas chinas, que ocultan (o develan, según convenga) intrincados mecanismos. Lo sabemos, el cine del creador de “Sexto Sentido” (1999) jamás escatimará el factor sorpresa. Lo esperamos, su inventiva no escatimará nivel de asombro alcanzado. Lo vemos venir, esa vuelta de tuerca final que altera significativamente el sentido de lo contado hasta el momento, Camino a la isla remota que emplaza el relato, tendremos pistas más que apreciables acerca de lo que acontecerá. Shyamalan, experto prestidigitador, nos lo deja servido desde un principio…si sabemos estar atentos a los diálogos que acontecen durante los primeros veinte minutos de metraje, antes de que el misterio haga su irrupción. Cuando Alfred Hitchcock encuentra a Stephen King. Entre las transparentes arenas de una paradisíaca isla, un cadáver aparece. ¿Quién es el culpable? Resulta inevitable trazar un paralelo con la filmografía del maestro británico y un sinfín de películas que recurrieron a tal recurso. Algo flota en la orilla y se descompone con espeluznante rapidez. Puede que el culpable se encuentre allí, no hay aquí, sin embargo, un inocente a salvo. No menos directa resulta la referencia al genio literario del suspenso psicológico y sobrenatural literario. ¿Recuerdan “Thiner”, de King? Allí, un perverso abogado era maldecido por un chamán y comenzaba a adelgazar progresivamente. En “Viejos”, Shyamalan coloca en una isla desierta a sus personajes, haciéndolos envejecer con inusitada rapidez. El deterioro físico no escatimará referencias al terror sci-fi, conformando su propio paradigma alrededor de cuerpos descompuestos, mutaciones cercanas al cine de monstruos y patologías diversas diseminadas en la isla en tiempos donde las posibles teorías conspirativas sobre un contagio mundial encienden la alarma acerca del nivel metafórico que adquiere el film…mientras tanto, permanece latente la pregunta: ¿quién dispuso ese grupo humano allí? Y sobre todo, ¿por qué? “Viejos” funciona, también, como una parábola siniestra, una fábula moral que nos alerta acerca de la perversidad del sistema a la hora de violar los derechos y las libertades del ciudadano común. ¿Cualquier similitud con la realidad implica una mera coincidencia? Observemos más de cerca y tomaremos dimensión del grado de denuncia que se oculta tras los experimentos farmacéuticos y las oscuras corporaciones que otorgan sentido al último cuarto de hora de metraje. Shyamalan no pretende disimular el control estatal ni desenmascarar las maléficas (¿o sanadoras?) intenciones que se ocultan tras un plan maquiavélico (¿o salvador?) que resuena en nuestro presente inserto en una emergencia sanitaria mundial. Allí aparece, agazapado detrás de la lente, el genio de Shyamalan, camuflándose tras la hilera rocosa de poderes divinos (pueden tanto dar la vida como quitarla) que protege a la misteriosa isla, postal paradisíaca y auténtico infierno en la Tierra, del mundo exterior. Prolongando el sentido implícitio de aquella mirada que se asoma tras una cámara (el guiño es evidente) se multiplica en la importancia que adquiere ese misterioso comodín que el realizador indio se reserva para sí mismo…jugando a ser el todopoderoso Hitchcock con sus cameos habituales marca registrada. Cumple el cineasta un rol fundamental en el desenlace de la fachada científica que enmarca la historia tras el telón de un hotel de lujo que ofrece paquetes turísticos especiales a sus clientes…cuando en realidad, el viaje sin retorno no promete, en absoluto, un descanso reparador. “Viejos” es un thriller inquietante, cuya profundidad existencial, metafísica y filosófica implosiona en nuestra capacidad de asimilación. El paso del tiempo, testimoniado en las huellas impresas en la arena nos hablan acerca de la inquietud atemporal que porta el film de Shyamalan. Las olas rompen en la orilla por los siglos de los siglos y el tiempo cíclico derrite las fronteras de tiempo-espacio. Un fenomenal trabajo de maquillaje sobre los intérpretes grafica el indetenible avance cronológico siempre y cuando compremos el verosímil que nos es ofrecido sin posibilidad de cuestionarlo: el crecimiento emocional e intelectual no sería posible, ni resistiría el mínimo análisis, solo podemos cotejarlo bajo las coordenadas “mágicas” planteadas por el autor. “Viejos” estipula su propio paradigma de realidad alternativa en este micromundo que alberga a la historia. Shyamalan se muestra, por enésima vez, como un curioso y versátil ejecutor de la cámara cinematográfica. No deja movimiento de cámara por explorar, y su sutileza no escatima en dimensionar el impacto de la voz en off para jugar con nuestros nervios y capacidad de imaginación acerca de aquello que no muestra, pero sugiere. Su habilidad para mover la cámara en travelling, sugerir estados de ánimo con angulaciones exageradas, regalarnos planos detalle y primeros planos valiosísimos o decodificar información suministrada al espectador a través del preciso uso de los recursos del lenguaje (para reflejar el punto de un vista de un personaje que ve algunos de sus sentidos deteriorarse) resulta, francamente, magnífico. Confirmándose como un genio de la puesta en escena, un proverbial uso emotivo de la música y el recurso poético de utilizar al fuego ancestral como rito tribal inclaudicable nos devuelve la parábola acerca de relaciones humanas y roles parentales disfuncionales. Un drama de pareja como ocaso irrefrenable de un trayecto de vida, reflexionando acerca de la perdurabilidad de los vínculos, en consonancia con el real sentido de aquello que comprendemos como verdad y que, escurrida como agua entre los dedos o marca borrada en la arena, podría esfumarse en cada instante. Esa sensación de liviandad grafica la honda reflexión de Shyamalan sobre la finitud humana y en su profundidad conceptual vertebra el destino del grupo familiar protagonista (cuyo rostro conocido resulta el actor mexicano Gael García Bernal), epítome de la familia modelo que enfrentará su destino como núcleo indivisible al tiempo que dilucide filias, neuras y trastornos de lo más heterogéneos, espejando sus dramas en los otros dos grupos familiares que confluyen en la isla. Mucho quiere decir el autor acerca del destino de sus personajes, en tanto y en cuanto el deterioro cognitivo que los acecha (y una cámara impresionista que se pronuncia implacable) da cuenta del paso del tiempo, de las batallas ideológicas libradas, de la finitud y la insignificancia humana. Debemos sumergirnos en el verosímil planteado por Shyamalan, siendo partícipes de uno de los eventos cinematográficos más novedosos de las últimas dos décadas. Comprender la evolución física y emotiva de cada personaje, mensurando el limite a rebasar en el aspecto moral, en consonancia con el nivel de aislamiento al que cada individuo es sometido, no solo borra las fronteras espacio-temporales, sino también todo resquicio ético bien pensante. Detallista hasta el extremo, el coral blanco que asoma como mágico poder salvador contrarresta cualquier esperable porcentaje que grafique la mortandad imperante en la isla. Allí, cumple un rol fundamental el agua como elemento de vida al proliferar de peces como si de una enseñanza bíblica se tratara, para aleccionarnos acerca del perpetuo y pulsional sentido de supervivencia humana. Más allá de la rompiente, aguarda la salvación, tramada por un Shyamalan que se calza las ropas de artista demiurgo para tramar un fantástico deus exmachina final. La última película de Shyamalan dividirá las aguas entre sus acérrimos fans y sus críticos más implacables. Así como ocurriera tras el estreno de polémicos films como “Señales” (2002) o “La Aldea” (2005). Al fin y al cabo, su cine nos emociona, en otros motivos, porque no pierde en su esencia el sentido lúdico de su existir. Así es como la fraternal dupla que planea la última posibilidad de escape a vertiginoso contrarrleoj de este Alcatraz sin cadenas, pero antes, se permite burlarse de los crueles designios del tiempo, retornando la memoria infantil de un enternecedor juego en la arena. Si tan solo se trata de vivir…
CREER O REVENTAR Hay algo que resulta tan adorable como irritante en el cine de M. Night Shyamalan y que viene expandiéndose desde los tiempos de La dama en el agua, la película que terminó de generar la grieta definitiva sobre su obra. Shyamalan filma universos fantásticos pero reproducidos en un ámbito mundano, trivial, donde lo fantástico se traduce en enrarecimiento. Y muchas veces esa anormalidad que registra de manera bastante impávida con su puesta en escena tan virtuosa como ascética, surge de situaciones que no temen lanzarse de cabeza hacia lo ridículo. Así, las películas de Shyamlan se convierten en un constante creer o reventar. Y esto no es tan ilógico si pensamos en la materia que compone muchas veces los films del director de Sexto sentido, consumidas por una espiritualidad y religiosidad más que evidente. Viejos, su nuevo opus, es una película que parece sostenerse casi exclusivamente en esta idea rectora del cine de Shyamalan: una sucesión de hechos absolutamente inusitados que explotan en la cara de los personajes (y del espectador), y sobre los que conviene no detenerse demasiado si uno decide creer. Y si bien el director recupera aquí su cualidad para construir tensión, el problema a veces es que la religión de Shyamalan exige mucho a cambio. Una escena de Viejos parece sintetizar los límites sobre los que trabaja Shyamalan aquí, y en cualquier película. En ella, al personaje de Vicky Krieps le tienen que extirpar un tumor que venía amenazando con representarse casi desde la primera escena. Uno de los que rodea a Krieps dice que el tumor “tiene el tamaño de un melón”, frase que es casi siempre una exageración literaria, una licencia poética que tenemos para llevar las cosas a los extremos. Finalmente, cuando le extirpan el tumor, el mismo tiene efectivamente el tamaño de un melón y ahí uno no sabe si liberar la tensión que la escena tenía o decididamente soltar la carcajada por lo increíblemente grosero y pavote que es todo. Claro que Shyamalan suele filmar con una solemnidad enorme que no solo impide la risa, sino que también demuestra que él cree absolutamente en lo que está contando. Y uno respeta esa determinación, esa honestidad y coherencia, aunque no puede dejar de notar que en ocasiones sus películas se construyen sobre truquitos de prestidigitador (o evangelizador, el término cabe) un poco chanta. En el centro de Viejos, Shyamalan retoma uno sus temas, que es la disolución de la pareja y la búsqueda de aquello que nos une, aún en medio de la tragedia, que es lo que les ocurre a los personajes de Gael García Bernal y Vicky Krieps. No deja de ser divertido -otra vez- que para el director el matrimonio termine siendo el pacto entre una sorda y un ciego. Sin embargo, ese asunto queda como una anécdota detrás de una trama que termina resolviéndose en un largo y fallido epílogo. Viejos falla ahí porque no logra que el misterio se resuelva a la par de los conflictos de sus personajes, que era lo que sí alcanzaba en la magnífica y ajustadísima Sexto sentido. Lo que nos queda en definitiva es todo ese largo tramo en la playa con el relato coral de un grupo humano en absoluta putrefacción, y no solo porque los personajes se van volviendo cada vez más viejos hasta la descomposición de sus cuerpos. Shyamalan registra todo esto con su calidad narrativa habitual, con movimientos de cámara extraños que profundizan el enrarecimiento constante, aunque las actuaciones exasperadas y el trazo grueso nos saquen por momentos del encantamiento de la puesta en escena.
El terror de envejecer según M. Night Shyamalan El especialista en jugar con nuestras mentes ataca nuevamente con su arma más fuerte. Uno de los pocos directores de la actualidad que pese a tener algunos trabajos cuestionables, siempre que estrena algo nuevo es motivo de salida cinéfila. Creador de quizás una de las mejores películas de suspenso de los últimos 5 años como lo es Split (2016) como así también responsable de estrenar en el medio una secuela Glass (2019) con altas expectativas que no terminaron de convencer en general. La historia de su carrera se basa en eso. Algo bueno y algo no tan bueno. En esta ocasión, con la pandemia del COVID-19 en su pico máximo, M. Night Shyamalan junto a su equipo y sus barbijos filmaron Old (Viejos en Argentina y Latinoamérica) durante 2020 y un año después, llega a los cines con aires de revancha y una reivindicación de que el director y escritor aún tiene historias locas por contar. Con la playa como principal recurso y siendo la verdadera protagonista, Shyamalan nos invita a pasar casi dos horas en un lugar que a la gran mayoría (iba a poner a todos, pero existen los haters del mar) les puede parecer una de las opciones más lindas para vacacionar y divertirse que tiene nuestro mundo. Vacaciones, arena, sol, mar, todo parece más que placentero, pero poco a poco la película se encargará de incomodarnos y de hacernos sufrir junto a los protagonistas. El director agarra un concepto tan humano y tangible en la sociedad como es el miedo a envejecer y lo combina con la magia del cine para contarnos la historia de una playa que a pesar de ser hermosa a la vista, esconde algo tenebroso y oscuro. De las mejores cosas que se le puede destacar a Old y teniendo absoluta lógica con su idea principal, es que el tiempo transcurre de manera tan rápido que ni siquiera hay muchos minutos para explicar de lleno lo que está sucediendo. Por eso digo que ésta película se encarga de que el espectador sufra y sienta las situaciones inexplicables casi a la par de los protagonistas. La inmersión a la historia es contundente y no deja de ser un misterio en todo momento. No hay una actuación mala. Desde el mexicano Gael García Bernal y el británico Rufus Sewell, pasando por las varias versiones que tienen los pequeños Trent (un gran Alex Wolff), Maddox y Kara de ésta película. En sus interpretaciones se podrá sentir a flor de piel la desolación y la angustia que les genera estar atrapados en una playa mientras envejecen de manera inexplicable con el correr de los minutos. Sin entrar en muchos detalles y ni hablar de spoilers, sinceramente la experiencia de éste film se basa en ir a verlo con la menor información posible. Hay una buena historia, totalmente nueva y original de M. Night y muchos conceptos muy bien ejecutados, principalmente el del terror. El horror no siempre tiene que ser una persona despedazando a alguien o fantasmas demonios, lo que muchas veces más nos asusta es lo que podemos ser capaces como seres humanos en situaciones extremas y eso es el gran acierto de la película. Por eso es muy importante destacar el gran nivel actoral de los protagonistas para transmitir desde un principio la naturalidad, su humanidad, la tristeza y el sufrimiento de sus personajes. Ya como una fija del cineasta y su extensa carrera en el género, en esta película se encargará de lograr escenas que difícilmente salgan de nuestras cabezas y eso lo convierte en un verdadero crack. Con varios momentos incómodos y casi desagradables de ver, por pasajes estaremos recordando de alguna manera a las grandes pelis que supo presentar el macabro estudio A24 como Midsommar o Hereditary, aquí M. Night Shyamalan demuestra que con un estudio gigante como Universal Pictures se puede hacer una peli en el mainstream, pero con sello de autor.
M. Night Shyamalan regresa con una película basada en una novela gráfica que podría haber sido mucho mejor de lo que es. Las obras cinematográficas de M. Night Shyamalan siempre consiguen obtener un público fiel que le interesa una historia innovadora. Que no quieren pensar mucho y solo disfrutar el clásico entretenido thriller del director que prometió y nunca cumplió. Pero no logra escapar de las fuertes críticas. Más aun cuando se mete en films que intentan tocar algo profundo, pero nunca llegan, o cuando algo científico o “sin mucha explicación” como en The Happening (2008) sucede. Por suerte este film, Old (Viejos-2021) no llega al bajo nivel de aquella, pero si deja mucho que desear. Esta película estrenada en pandemia trata sobre una familia que se va de vacaciones y descubren una playa alejada de todo. En este lugar rodeado de piedras de gran altura y acantilados sucede algo muy extraño, ellos empiezan a envejecer. Básicamente esta película ya es spoileada desde los tráilers y la forma de venderla. SIN SPOILERS Para comenzar vale decir que hay varios errores narrativos que posiblemente no sean tan apreciados por el espectador común, porque la trama resulta original y atrapante y a veces quedará como «no le busques el pelo al huevo». Es decir, a veces con un tipo de trama que involucra un dato científico vinculado al paso del tiempo, es solo una excusa para mostrar algo intrigante y profundo. Una profundidad que se alcanza muy pocas veces. Porque las preguntas surgen apenas revelan el gancho del film, y por desgracia no se obtienen buenas respuestas. Siendo Glass (2019) la última película dirigida por M. Night Shyamalan ahora decide volver a una historia quizá más pequeña, con pocas locaciones y muchos personajes. Al principio ya comienza mal con ciertas actuaciones mal elegidas. Gael García Bernal transmite de forma casual a un simple hombre que justamente se llama “Guy”, como si no fuera más que un sujeto al que le pasan cosas. Además, puede llegar a recordar al personaje John Leguizamo en “The Happening” con sus insoportables estadísticas. Un desacierto fue Vicky Krieps que no llega a contagiarnos ese drama y desesperación que seguramente obtendríamos si vemos los que pasa. Los niños al principio entregan un potencial que recuerda a The Visit (2015) un buen thriller del mismo director. Aunque esto decaiga debido a la excusa dramática. Otras actrices como Abbey Lee (Chrystal) que hace de la típica esposa fanática de la belleza y verse bien, o las actrices que hacen de la pequeña Maddox, hija de la familia que se va de vacaciones, entregan buenos papeles. Además del conocido Alex Wolff (Hereditary). Todos son personajes que ya hemos visto pero con una vueltita interesante, como el cirujano creído, pero con problemas mentales, o una psicóloga social con un problema de salud. Aunque de lo más irritante es el cómo se presentan y dicen “yo soy esto y hagamos esto”, en vez de solo hacerlo y que nosotros identifiquemos que son. Muchas veces dicen lo que hacen, algo completamente innecesario y de un primer borrador de guion. El film es una gran idea adaptada de una novela gráfica del 2010 del escritor Pierre Oscar Lévy y el artista Frederik Peeters llamada Sandcastle. El director explicó en una entrevista que el libro le dio una oportunidad de superar muchas de las ansiedades que tenía en torno a la muerte y del envejecimiento de sus padres. Desgraciadamente ese toque personal y sentimental nunca golpea al espectador. Con ciertas sobrexplotaciones o escenas repetidas que vuelven a explicar algo que ya estamos viendo y vimos escenas anteriores, cansan y hasta alteran. Quizá el director solo pretende mostrarnos la inmadurez que ciertas personas adultas tienen, a veces tratándonos como niños que no sabemos entender y por eso repite la información. Nunca llega a ser profundo el film y solo se queda en el cliché del “paso del tiempo”, aunque con una buena resolución final a nivel de trama. Con respecto a la zona de playa y que todo suceda de día le quita ese tono tétrico que podría llegar a tener. Lo alarmante a veces no se siente. No consigue ser Picnic at Hanging Rock (1975). De todas formas, vale rescatar algunos fundidos encadenados del director junto a unos paneos de la cámara en medio de los personajes, que nos integran a la confusión de la situación. Además de momentos tétricos y cercanos al horror como aquello que hace referencia al calcio o un bebe recién nacido. Otra vez Shyamalan cae en el ser humano contra la fuerza de la naturaleza, y esto no le sale muy bien. No son aliens, ni un pueblo, ni fantasmas. Es como “el viento” que mata a gente, salvo que en este caso es el lugar que envejece a la gente. Una buena idea, mal implementada. Este film puede ser totalmente más disfrutable si es encontrado en el cable o visto en alguna parte sin saber de qué trata. Así que por eso ahora se viene la zona de spoilers. CON SPOILERS Todo pasa en poco tiempo. Un día puede equivaler toda una vida. Por eso cada uno va muriendo de alguna u otra forma. Pero esta trama está llena de huecos narrativos y equivocaciones. En un momento se explica que, a pesar del rápido envejecimiento, el cabello y las uñas no crecen, ya que se componen de material muerto, sin embargo, el niño hijo de la familia, Trent, desarrolla el crecimiento de la barba y otros vellos corporales cuando pasa de 6 años a la edad adulta. No hay congruencias en términos de la ropa que usan desde que son niños hasta que crecen. O con respecto a las infecciones. O con el personaje Mid-Size Sedan que vemos en una escena de noche y al día siguiente se ve igual. ¿No envejeció? Y si en unos minutos ya pasan bastantes semanas u horas o meses, no se los ve comer demasiado. Solo a veces. Existe una de las muertes que tranquilamente podría haber sido mucho más shockeante y pasa bastante desapercibida. Sea por el tono y el ritmo el cual es manejado. Hacia el final, cuando la emoción está por llegar, casi alcanza a tocar nuestros corazones cuando la vejez de los padres llega. La mala visión y audición. Que es casi arruinada por la típica pelea de esposos. Por lo que vemos hay varios huecos y equivocaciones que pueden llegar desconcentrar al que presta atención. Con una explicación final satisfactoria, este último film de M. Night Shyamalan trae consigo algo innovador con buenos maquillajes y desenlace, pero sin llegar a emocionar. Pura trama (que encima tiene huecos) sin corazón, como un reloj (de arena) que solo cumple su trabajo de hacernos pasar el tiempo sin dejarnos más que eso.
La decadencia acelerada Honestamente debemos agradecer al Infierno por gente talentosa activa como M. Night Shyamalan que continúan ofreciendo obras valiosas y originales en una época dominada por las franquicias infinitas, las remakes, los bodrios gigantescos, las reinterpretaciones baratas de premisas harto quemadas y demás productos para retrasados mentales que en otros tiempos serían catalogados de muy infantiles y que hoy están dirigidos a un público general vago e inculto que se la pasa varado en los mares del escapismo más burdo. La nueva película del hindú nacionalizado norteamericano, Viejos (Old, 2021), sigue la senda del renacimiento creativo reciente que había empezado Los Huéspedes (The Visit, 2015) y la amena serie televisiva Wayward Pines (2015-2016), realizada para la Fox, y continuado Fragmentado (Split, 2016), Glass (2019) y una extraordinaria serie de Apple TV+, Servant (2019-2021), período que le permitió levantar la puntería a escala artística luego de las muy flojas El Fin de los Tiempos (The Happening, 2008), El Último Maestro del Aire (The Last Airbender, 2010) y Después de la Tierra (After Earth, 2013). En esta ocasión el señor adapta la novela gráfica Castillo de Arena (Sandcastle, 2010), del suizo Frederik Peeters y el documentalista francés Pierre-Oscar Lévy, en una película que retoma su viejo amor para con las premisas minimalistas y cerebrales a lo La Dimensión Desconocida (The Twilight Zone, 1959-1964), hito de la TV del eterno Rod Serling, aunque ahora jugueteando con los vaivenes del tiempo trastocado en sintonía con El Curioso Caso de Benjamín Button (The Curious Case of Benjamin Button, 2008), de David Fincher, pero intercambiando el drama y el romance por los engranajes del horror ecológico tácito, la denuncia de la manipulación social y el thriller angustioso y freak de un entorno cerrado paradójicamente a cielo abierto. El relato es de tipo coral pero en la propuesta se hace todo lo posible para enmascarar este detalle centrándose en una familia en particular, la compuesta por el actuario Guy Cappa (Gael García Bernal), su esposa Prisca (Vicky Krieps), una curadora de un museo, y los dos hijos pequeños, Trent (Nolan River) y Maddox (Alexa Swinton), quienes viajan a un resort tropical encabezado por una figura misteriosa (Gustaf Hammarsten) que los invita a una playa supuestamente paradisíaca y exclusiva rodeada por una enorme formación rocosa, donde se encuentran con otros dos grupos de turistas, uno compuesto por el enfermero Jarin (Ken Leung) y su esposa psicóloga, Patricia (Nikki Amuka-Bird), y una familia de la alta burguesía que abarca al cirujano y director de una clínica Charles (Rufus Sewell), su esposa símil modelo Chrystal (Abbey Lee), la hija de ambos Kara (Mikaya Fisher) y la madre del hombre Agnes (Kathleen Chalfant). Las primeros síntomas de la debacle por venir son el descubrimiento del cadáver de una mujer, la acompañante del célebre rapero Mid-Sized Sedan (Aaron Pierre), y la muerte repentina de Agnes, lo que indica que la zona arenosa es sinónimo de un electromagnetismo natural insólito que envejece con suma celeridad a las personas y por consiguiente agrava cualquier problema de salud preexistente, como por ejemplo ese tumor de Prisca, la esquizofrenia de Charles, la hipocalcemia de Chrystal, la epilepsia de Patricia y la hemofilia del músico hiphopero, amén de desencadenar la ceguera progresiva de Guy, la sordera de su mujer y el crecimiento acelerado de los purretes, tanto Maddox (Thomasin McKenzie y Embeth Davidtz) como un Trent (Alex Wolff y Emun Elliott) que tiene sexo con Kara (Eliza Scanlen), adolescentes automáticos que sin darse cuenta generan un bebé que no sobrevive más que unos segundos en esta terrorífica playa. Shyamalan, asimismo autor del guión, le pasa el trapo a todos sus colegas porque redondea una epopeya apasionante que aprovecha con furia cada una de las pequeñas catástrofes de la naturaleza descontrolada de fondo, planteo retórico que calza perfecto con su obsesión de siempre con las vueltas de tuerca prosaicas, hitchcockianas y sutiles que niegan la pompa hueca y los “fuegos artificiales” digitales del mainstream descerebrado correspondiente al Hollywood tradicional y la mayoría de los servicios de streaming contemporáneos: en esta oportunidad tenemos a un loquito peligroso con un cuchillo que termina atrapado en las garras de su propia paranoia cual tendencia a inventarse enemigos por todos lados, ese tremendo Charles que como buen oligarca vive estresado y posee una esposa trivial y bella de adorno, la también soberbia y distante Chrystal, asimismo se da cita un doble elemento de horror enigmático coyuntural símil Lost (2004-2010), aquella serie de Jeffrey Lieber, J.J. Abrams y Damon Lindelof para la ABC, porque a la decadencia física y psicológica veloz se agrega un monitoreo a la distancia y el hecho de que los intentos por abandonar el lugar derivan en desmayos similares a las incompatibilidades de presión entre estar bajo el agua y en la superficie, además la fórmula narrativa permite secuencias en verdad geniales como la de la operación improvisada sobre Prisca para extirparle su tumor estomacal antes de que los cortes en el abdomen cicatricen y las de las muertes en simultáneo de Chrystal, en una cueva y reconvertida en un engendro bien deforme, y de su marido, infectado después de ser cortado con un arma blanca oxidada por una Prisca que salva a Guy de una andanada de laceraciones cortesía del médico, cuyo juramento hipocrático se cae a pedazos al punto de apuñalar a Mid-Sized Sedan con frenesí y sin que medie otra explicación que su demencia. Más allá del prodigioso manejo del suspenso y la exploración de la idiosincrasia y temores humanos en tanto principales enemigos de los propios sujetos, Viejos retoma tópicos muy caros al hindú como el aislamiento, la familia fragmentada posmoderna, el discurrir del tiempo, la tranquilidad existencial, la rauda psicopatía, la paternidad, el rol redentor de la naturaleza, las crisis que trae aparejada la vejez, la presencia de inseguridades en cada individuo, la enajenación escalonada, las diferencias de concepciones, el desapego entre iguales, la mediocridad y la adicción laboral, la altanería de la burguesía, la mega estupidez promedio de los turistas, esa banalidad pueril y antiintelectual extendida, la dignidad de la niñez y finalmente los traumas, fracasos y compulsiones que aquí aparecen sobre todo mediante el motivo excluyente del viaje de los Cappa, una intentona de broche de oro para la unión del clan antes del divorcio tanto por el cáncer como por una infidelidad de ella, y que nos retrotraen a la primera fase de la carrera del cineasta en su modalidad “thriller con desenlace sorpresa o algún remate más o menos enrevesado”, aquella de Sexto Sentido (The Sixth Sense, 1999), El Protegido (Unbreakable, 2000), Señales (Signs, 2002), La Aldea (The Village, 2004) y La Dama en el Agua (Lady in the Water, 2006). Shyamalan presiona al máximo al elenco en su conjunto, uno que debe enfrentar situaciones ultra desesperantes o exacerbadas vinculadas con el crepúsculo de la vida o una madurez imposible en apenas horas que deja a psiquis de niños con cuerpos de adultos, y la apuesta resulta exitosa porque Viejos, sin ser una joya del cine al cien por ciento, atrapa desde el mismo inicio del metraje, moviliza las entrañas y hace pensar al espectador en un contexto mundial de pandemia de coronavirus que también modificó la perspectiva del tiempo mediante el encierro, el miedo contagioso, los caprichos políticos de las dirigencias internacionales y el maquiavelismo de los capitalistas del rubro de la salud, laboratorios responsables de vacunas y medicamentos que en el relato pasan a ser representados por la gerencia del resort tropical y sus ensayos clínicos involuntarios sobre las pobres víctimas de turno, los protagonistas, alegoría muy inteligente alrededor de la distribución global de vacunas no del todo testeadas y tomando a la población del planeta como conejillos de Indias, o clientela cautiva en pos del milagro, para vaya a saber qué resultados futuros no previstos -o sí augurados, nunca se sabe- por este nauseabundo establishment farmacéutico y sus socios de la oligarquía estatal, comunal, mediática y económica macro. El film, como siempre en el caso del acervo ideológico del hindú, indaga en el pavor atávico ante lo desconocido y propone al respeto por el diferente y al cariño hacia los seres queridos como bálsamos contra los imprevistos ambientales y la típica maldad y codicia del ser humano, hoy incluso sintiéndose maravillosamente genuina la pluralidad de etnias y nacionalidades del elenco porque el propio creador máximo conoce de primera mano los dilemas y la riqueza de la multiculturalidad, pensemos en el mexicano Bernal, la linda luxemburguesa Krieps, el británico Sewell, la neozelandesa McKenzie, la sudafricana Davidtz, la australiana Lee, la nigeriana Amuka-Bird y el norteamericano de ascendencia asiática Leung. Shyamalan, quien se reserva un pequeño e irónico rol como el chófer que lleva a los ilusos a su mazmorra semi metafísica, incluso trabaja bien el tema de la carne sensual a la intemperie porque en pantalla consigue una solución negociada entre no mostrar nada, de seguro la exigencia del Hollywood castrado actual, y mostrar desnudez en serio, como debe haber querido el señor ya que -al fin y al cabo- hablamos de una playa, logrando que el erotismo esté algo maquillado pero aun así diga presente desobedeciendo a los mojigatos patéticos de hoy en día, las feminazis ridículas del montón y los sultanes del marketing y de las calificaciones bajas por edades a lo populacho oligofrénico inofensivo…
La semana pasada se estrenó VIEJOS (#old 2021) escrita y dirigida por M. Night Shyamalan (El sexto sentido, El protegido, Señales, La aldea, Los huéspedes, Fragmentado), a partir de un guion basado en la novela gráfica "Sandcastle" de Pierre Oscar Lévy y Frederik Peeters. Una familia tipo compuesta por Guy (Gael Garcia Bernal) casado con Prisca (Vicky Krieps) y sus dos hijos, decide tomar unas vacaciones en una isla paradisíaca. Lo que sus hijos no saben es que es un viaje de despedida porque sus padres se divorciarán. Todo parece armonioso en ese hotel, hasta que el gerente del mismo invita a dicha familia y otros pocos selectos turistas a pasar el día en una playa muy peculiar dentro de una "reserva natural". A partir de allí, el misterio de este thriller se pone en marcha. Cosas extrañas comienzan a suceder en esta playa circular de la que parece no haber salida posible, allí es fácil ingresar pero no salir. La muerte comienza a hacerse presente, y notarán que lo que normalmente tomaba años en esta tenebrosa playa es cuestión de horas. De ahí el título del filme, ¿qué pasaría si descubrieras que de golpe todo resto de tu vida se reduce a un solo día de vida? Al llegar la noche a la isla todo se enfatiza, este relato que sabe atrapar la atención del espectador sin embargo, se vuelve al monótono. Asimismo, a pesar de su lógica interna, su coherencia se ve tambaleada debido a lo desparejo de algunas "normas" que varían según cada personaje. Por ejemplo, esta paradoja entre envejecer más rápido pero que a su vez las heridas cicatrices más rápido, resulta contradictoria cuando algún personaje muere a causa de heridas de cuchillo y otro no. Y estas cuestiones no tan sólidas del guión hacen tambalear la verosimilitud del relato. Como así también cierta falta de temperamento en los padres que ven a sus hijos crecer de golpe, hay poca sorpresa por parte de los mismos. Hacia el final del relato, las sospechas obvias del espectador serán confirmadas y se revelará el misterio. Por un lado, #viejos ofrece una crítica a la inescrupulosidad científica (a tono con el contexto actual) y por el otro esboza una metáfora sobre la importancia de disfrutar la vida...
Hoy llega a los cines argentinos Viejos, la última película de M. Night Shyamalan, director que bien o mal nunca pasa desapercibido. Esta vez lo acompañan en el elenco Gael García Bernal, Vicky Krieps, Rufus Sewell, Alex Wolff y Thomasin McKenzie. Viejos trata sobre una familia que decide pasar unas vacaciones en un resort de lujo en el caribe para intentar reparar los problemas de pareja, pronto, son invitados por el gerente a pasar el día en una playa paradisíaca y oculta. Sin embargo, ese bello lugar es una trampa, ya que cada hora que pasan ahí son, para sus cuerpos, siete años. Vamos a aclarar el primer punto sobre Viejos, ya que se trata de un film de M. Night Shyamalan, y el director suele ser bastante irregular. Sin más preámbulos, lo digo: Viejos es una buena película y vale la pena su visionado, entretiene de principio a fin y tiene momentos destacables. Hablemos un poco sobre su director, el principio de la carrera de M. Night Shyamalan fue brillante; nos trajo grandes cintas como Sexto Sentido, El Protegido o Señales, pero poco a poco ese brillo fue disminuyendo hasta hacer películas completamente olvidables. Logró resurgir con Fragmentado, pero volvió a caer con Glass. Viejos se encuentra a mitad del pedestal, no es mala pero tampoco es brillante. La falla del film es que cuanto más pensamos en la potencialidad de cosas que pueden causarle al cuerpo humano el traspaso del tiempo acelerado, más incongruencias encontramos. No obstante, es algo que notamos luego de los créditos y no durante el transcurso de la historia y, esto es gracias al ritmo de la película. En este sentido la duración del film es completamente acertada. Otro de los puntos flojos son las actuaciones, Gael García Bernal parece no tener expresiones, lo mismo pasa con Alex Wolff, sin embargo, Vicky Krieps y Rufus Sewell se destacan. La joven Thomasin McKenzie se siente cómoda pero no es su mejor papel. Por momentos hay demasiada calma en situaciones que necesitaban mayor dramatismo. Ya dijimos que uno de los puntos fuertes de Viejos es su duración, el otro es el misterio que rodea la historia y los acontecimientos en creciente tensión. En Viejos el enemigo es el tiempo y nuestros propios cuerpos. Esta vez, M. Night Shyamalan jugó a lo seguro y le salió bien. Juega desde el principio a darnos pistas para intentar descifrar qué está ocurriendo en la playa, logra poner en conflicto a los personajes con situaciones inesperadas y tiene un par de escenas dignas del cine terror. Con Viejos, Shyamalan se redime sin ser pretensioso. En fin, Viejos es una buena opción para ir al cine, principalmente si son seguidores del director, pero también para todos aquellos que deseen ver una película de suspenso fantástico y les guste la tensión, porque una vez que empieza no da respiro.
"Viejos": en una playa junto al mar La nueva realización del director de "Sexto sentido" parece un remedo tardío de las primeras temporadas de "Lost", con dosis aún mayores de fantasía y capricho. ¿Qué tan distinto hubiera sido todo si, en lugar de la seriedad y la circunspección, Shyamalan hubiera narrado esta historia disparatada de manera menos solemne? No debe ser fácil estar en la piel de M. Night Shyamalan. Tenía casi 30 años y dos películas previas cuando Sexto sentido (1999) lo catapultó a la fama internacional y le dio luz verde para hacer lo que se le cantara. El público aprobó (es uno de los pocos directores que llegó al primer puesto de la taquilla en tres décadas distintas), hasta que dejó hacerlo. Es así que, después de El protegido, Señales y La aldea, siguió una filmografía pantanosa, capaz de ir de una espiritualidad entre religiosa y ecofriendly (La dama del agua, El fin de los tiempos, Después de la Tierra) al delirio absoluto (El último maestro del aire). La vuelta a las fuentes con Los huéspedes (2015) pareció abrir una nueva faceta para Mr. Noche, incluyendo por primera vez la posibilidad del humor. Pero con Fragmentado y, sobre todo, Glass volvió al cine solemne y de auto asumida importancia. ¿Qué haría Shyamalan en Viejos? ¿Cuál de sus múltiples personalidades timonearía su última película? M. Night Shyamalan es de esos directores encerrados en sí mismos que piensan que todas sus ideas son geniales. Un artista enamorado de sí mismo: nada nuevo bajo el sol. Las huellas de su estilo (climas enrarecidos, una trama hecha de detalles que podrán o no resolverse, personajes enfrentados a situaciones sobrenaturales sin explicación, un minucioso trabajo de montaje y sonido, la vuelta de tuerca final) se mantienen en plena forma. Sí llama la atención su incapacidad para calibrar el tono con lo que cuenta, pues con los créditos llega la pregunta de qué tan distinto hubiera sido todo si, en lugar de la seriedad y la circunspección, hubiera narrado esta historia disparatada de manera más descontracturada, mucho menos solemne de lo que lo hizo. Como La dama del agua y Después de la Tierra, Viejos es una película clase B no reconocida como tal, un remedo tardío de las primeras temporadas de Lost –las que reinaba el misterio y no el caos– con dosis aún mayores de fantasía y capricho. Habituado a los cameos o los roles secundarios en sus películas, el indio se reserva aquí el papel del chofer que lleva a los protagonistas a la playa paradisíaca donde transcurre la acción, como si quisiera dejar en claro que el conductor, el dueño de los destinos de Viejos y de sus criaturas, es solamente él. A esa camioneta se sube una familia que intenta dejar atrás sus problemas con unas vacaciones en un hotel de lujo. Papá se llama Guy (Gael García Bernal) y es un actuario obsesionado con calcular el riesgo y la probabilidad de todo; mamá es Prisca (Vicky Krieps), trabaja en un museo y está enferma, una noticia que los pequeños Trent y Maddox desconocen. En un desayuno a todo trapo, el gerente propone una excursión a una playa de arenas blancas, agua transparente y corales. Aceptan sin dudarlo, lo mismo que un médico algo chiflado con su esposa, la hija de ambos y la mamá de ella, y una pareja. Una vez en la costa, descubren la presencia de un rapero famoso no muy predispuesto a la sociabilidad. La compañía de este muchacho es una mujer que entra a nadar y nunca más vuelve. O sí, pero gracias a la marea y flotando boca abajo. Apenas después, los chicos ya no son chicos sino preadolescentes. Y, más tarde, jóvenes adultos. Una herida que se cura al instante y la aparición de achaques físicos repentinos validan lo que el grupo suponía imposible: que cada media hora allí equivale a un año de vida. Todo se vuelve peor cuando se descubran atrapados y observados desde las alturas por el director-chofer-controlador, una idea que Shyamalan debería tratar en terapia. Uno a uno irán cayendo los veraneantes, al tiempo que la temporalidad acelerada genera una acumulación de situaciones bizarras que incluyen un embarazo y nacimiento. Tantas situaciones hay, que nadie se pregunta por qué pasa lo que pasa ni tampoco mira hacia atrás para poner en perspectiva el pasado, clausurando así toda posibilidad de reflexión sobre el tiempo. A Shyamalan le interesa el concepto, el “qué pasaría si metemos gente en una isla donde envejezcan rápido”. Cómo convertir una buena anécdota en una buena película es otra cuestión.
Una playa paradisíaca que esconde un perturbador secreto Sol, mar, un hotel elegante, gente sonriente, tragos gratis. Una postal que cualquiera, más aún en pandemia, desea que se convierta en realidad. Las vacaciones soñadas. Pero no. Es la apertura de "Old", el más reciente film del director M. Night Shyamalan. Algo raro seguro esconde la arena, piensa el espectador. Y está en lo cierto. No se “ve gente muerta” como en "Sexto sentido", no hay “héroes irrompibles” como en "El protegido", tampoco hay “extraterrestres amistosos” como en "Señales". La película cuenta cómo una familia -Guy y Prisca con sus hijos pequeños Trent y Maddox- intenta escapar de la rutina en un aparente paraíso. “Intenta” y “aparente”, palabras clave. "Old" es “Viejos” en la traducción para América latina y “Tiempo” en España. Dos formas de interpretar la propuesta de M. Night Shyamalan: en ese espacio donde llega la familia el tiempo se mueve diferente, la edad es relativa. Curioso caso el del realizador indio, que para algunos es un genio y para otros está sobrevalorado. Todo depende de a quién se le pregunte. Y lo mismo ocurre en este film, que viene dividiendo las aguas entre los espectadores y la crítica desde su estreno. Protagonizada por un elenco liderado por el mexicano Gael García Bernal, "Old" está inspirada en la novela gráfica "Sandcastle" ("Castillo de arena"), de Pierre Oscar Levy y Frederik Peeters. Podría ser un episodio de "Los Expedientes Secretos X" pero no es tan redondita. Tampoco sus protagonistas generan la empatía de Mulder y Scully, ni tienen su química. "Old" tiene cierto encanto. Es “easy in the eyes”, como dirían los norteamericanos, un placer para la vista. Y en su tramo inicial, hace algunos planteos existenciales que dejan al espectador cavilando horas después de salir del cine. Pero en la segunda mitad el film tiene los pies en la tierra, algo enterrados. El castillo de arena de buenas intenciones es erosionado por las continuas y desordenadas olas de la trama. Una historia que, luego de dejar varios cabos sueltos, termina de manera sospechosa y extremadamente prolija. Casi como si fuera otra película (dato no menor: en la novela gráfica se deja el final abierto). Lejos, muy lejos de "Sexto sentido", "Old" podría analizarse en paralelo a "El fin de los tiempos", ese thriller psicológico también de M. Night Shyamalan en el que la gente un día comenzaba a suicidarse en masa sin motivo aparente. Un film que arrancaba con una gran premisa que seducía al espectador pero después se desinflaba. Una película cuya mejor escena era el trailer.
La nueva película de misterio y suspenso del realizador de «Sexto sentido» se centra en un grupo de personas que viaja a una playa en la que el tiempo pasa mucho más rápido de lo normal. Con Gael García Bernal, Rufus Sewell y Vicky Krieps. Hay dos maneras de acercarse a VIEJOS, la nueva película de M. Night Shyamalan. Y dependerá de eso, en más de un sentido, en cómo uno se relacione con la propuesta. La más ambiciosa es pensarla como una reflexión sobre el paso del tiempo, un film pequeño y concentrado –como casi todos los del realizador– en el que una serie de personajes se ven enfrentados a la inesperada noticia de que su vida durará mucho menos de lo que esperaban y descubren en el proceso algunas cosas sobre sí mismos, sobre sus relaciones y sobre el mundo. La otra es verla como algo un tanto más trash, ampuloso y clase B, un largo episodio de alguna serie televisiva fantástica (LA DIMENSION DESCONOCIDA sería la referencia más obvia) en el que a ese mismo grupo de personajes les pasan un montón de cosas extrañas a lo largo de un día rarísimo en una playa. Si esperan encontrarse con la primera, probablemente se sientan decepcionados. Lejos está el director de EL SEXTO SENTIDO de llevar al espectador a territorios de angustia existencial que lo hicieron famoso en sus primeras películas, de SEXTO SENTIDO a SEÑALES. No es que no lo intente –la propia lógica de la trama impone ese tipo de reflexiones–, pero no lo consigue, quizás porque armó un guión tan lleno de pequeñas peripecias, trampas y problemas a resolver que es poco lo que la película tiene para ofrecer en términos, si se quiere, filosóficos. No es BOYHOOD –por citar un film que hace que el tiempo sea, en sí mismo, su tema– y el que quiera extraer algo así de VIEJOS lo hará más por deseo y voluntad que por evidencia cinematográfica comprobable. Si van por la segunda, en cambio, se encontrarán con algo más entretenido. Simple, quizás, y bordeando siempre el ridículo con el que coquetean muchas de las películas de Shyamalan, pero divertido si uno lo toma como un remedo de algún thriller de ciencia ficción de bajo presupuesto de los años ’50, con diálogo expositivo y actuaciones fuera de tono. O, por usar una referencia de este siglo, más cerca del LOST de las primeras temporadas que de las más enredadas y ampulosas que las siguieron. Y podrá, además, observar cuestiones de puesta en escena, trabajos con la cámara, la imagen y el sonido que tienen las peculiaridades que caracterizan al realizador. VIEJOS (que en España se llama TIEMPO) comienza, como la serie THE WHITE LOTUS, con un grupo de personajes llegando a un hotel de lujo en una playa paradisíaca. El film se centra especialmente en una familia con algunos problemitas, compuesta por Guy (Gael García Bernal), un actuario que se la pasa sacando cálculos de probabilidades de todo; su esposa Prisca (Vicky Krieps), una curadora de museo con acento europeo; y sus hijos pequeños Trent (Nolan River) y Maddox (Alexa Swinton). A la mañana siguiente, el gerente del hotel les recomienda un paseo perfecto para ir en familia: una playa alejada y bella, rodeada de corales, en la que pasar el día. Y ellos aceptan, los muy tontuelos, claramente sin saber que están en una película de Shyamalan, aún cuando el director interprete al chofer que los lleva con cara de «no saben lo que les espera». No son los únicos que viajan a la playita escondida ya que se les van sumando personajes que ya conocimos en el hotel. Un grupo lo integra un médico un tanto soberbio llamado Charles (Rufus Sewell), su joven esposa Christal (Abbey Lee), obsesionada con la belleza y el físico; la abuelita Agnes (Kathleen Chalfant) y la hija de ambos, la pequeña Kara (Miyaka Fisher). Luego vendrá otra pareja, compuesta por Jarin, un enfermero (Ken Leung) y Patricia (Nikki Amuka-Bird), psicóloga que sufre ataques de epilepsia. Y allá se encontrarán con un famoso rapero que se hace llamar Mid-Sized Sedan (Aaron Pierre) y que parece no querer juntarse con los demás. La película plantea su estructura de entrada ya que, en lugar de esperar a que la rara manera en la que pasa en la tiempo en la isla se haga presente por sí sola, les tira a los personajes (y a los espectadores) un cadáver. Una mujer –a la que vimos antes entrar al agua– es depositada en la arena sin vida. Y todos sospechan que el misterioso rapero algo tuvo que ver. Pero mientras intentan resolver ese entuerto se dan cuenta que algo más extraño que eso sucede. Y la evidencia más rápida son los chicos, que luego de un par de horas de estar ahí ya lucen cuatro o cinco años más grandes de lo que entraron. Shyamalán intentará responder las preguntas que cualquiera se haría ante una situación así: ¿Qué cuernos está pasando en esa isla? ¿Por qué? ¿Cómo salir de ahí? ¿Cómo evitar morir en el intento? ¿Por qué los eligieron a ellos para ir? Ocupado con todos estos asuntos –y la manera de ponerlos en funcionamiento dramáticamente–, M. Night no desarrolla lo que quizás sea lo más importante de todo: ¿Qué hacer con el poco tiempo que aparentemente les queda? Escrita antes (se basa en una novela gráfica) pero filmada en plena pandemia, la trama de VIEJOS daba mucho espacio para jugar con ese tipo de cuestiones, algo que el realizador hacía en las épocas que sus películas lograban ser reposadas y angustiantes a la vez, misteriosas sin ser apresuradas. Aquí, acaso para no seguir angustiando a los espectadores que habitan el mundo real, prefiere dejar el tema de lado casi por completo. Lo que queda es un entretenido pero un tanto caótico film de veloces 109 minutos en los que pasan decenas de cosas, una tras otra, como si la playa fuera una casa en la que encuentran todo el tiempo otro caño roto, otra gotera, otra pérdida de gas. Hay sorpresas y revelaciones (algunas muy bizarras) ligadas a lo que produce el rápido paso del tiempo, pero raramente se siente el dolor, la pérdida o el drama. Todos están demasiado preocupados por resolver cada nuevo problema que se suscita como para llorar a alguien que muere o entrar en alguna crisis existencial. A lo que se apunta es al miedo y al suspenso, al terror y a la comedia (y a las dos cosas juntas, voluntaria o involuntariamente) y a esperar que, mientras el asunto se vuelve un «sálvese quién pueda», el guión haga su magia y aclare un poco las cosas. El espíritu caótico del film permite apreciar algunos diseños visuales del director de EL PROTEGIDO, ver cómo se las arregla para resolver cuestiones como el paso del tiempo, introducir a otros actores a partir de eso (ya verán que el elenco incluye a Eliza Scanlen, Alex Wolff y Thomasin McKenzie) y lidiar con algunos horrores –o pobres efectos especiales– que no puede mostrar y que evita mediante el desenfoque (hay un largo plano fuera de foco particularmente extraño e ingenioso), el fuera de cuadro, giros raros de la cámara y, en una situación particular, el uso del sonido como casi única referencia. La magia de sus grandes películas no está presente (la mezcla de lo pretencioso y lo banal, lo grandilocuente y lo cotidiano se busca pero no se encuentra casi nunca), pero como ejercicio de estilo, de esos que requieren una complicidad entre director y espectador, usualmente funciona. No hay más –ni menos– que eso.
M. Night Shyamalan es un gran apostador. Y como buen apostador, a veces se gana y otras, se pierde. Old llega con otra premisa singular del estilo de las que el director nos tiene acostumbrados. Una familia se va de vacaciones a un lujoso hotel y, al pasar el día en una escondida playa, comienzan a notar que el tiempo en ese lugar pasa más rápido de lo normal. Con este tipo de tramas que llaman la atención de antemano, es muy importante genera el efecto deseado de incredulidad, de asombro, al momento de ver la película. Sin embargo, ésta es una de las principales fallas del film. A pesar de lo que ocurre, no se aprovecharon los personajes y las situaciones para interpelar a la audiencia como era de esperar. Las reacciones en esa playa, por más que suceda algo de fantasía o ciencia ficción, le quitan verosimilitud y coherencia. Las actuaciones del reparto y la exagerada cantidad de personajes secundarios no ayudan demasiado. Ni hablar de algunas conseciones que toma sin ofrecer explicaciones. De todos modos, existen varios momentos de la cinta que son bien capturados con el ojo de esa extraña cámara errante e incrementan la tensión. Algunas escenas del más morboso horror son las que mejor terminan funcionando en la película. Shyamalan, sobre el final, pareciera querer abarcar más cuestiones que no son profundizadas ni en lo más mínimo, sumado a las historias de cada personajes que no captan el interés del espectador en ningún momento. Quizás sea producto de la información arrojada a la pantalla sin pensar demasiado el cómo. Old es una película olvidable que, si bien se apoya en el desconcierto y los (demasiados) misterios de la playa, genera una sensación antagónica a la trama en la sala de cine: aquí pareciera pasar el tiempo mucho más lento. Shyamalan apostó una vez más -algo valiente en las producciones de estos días-, aunque en esta ocasión no puedo ganar. Puntuación: 4/10 Por Manuel Otero
M. Night Shyamalan es un director cuyo esplendor fue a fines de la década del noventa, con la película Sexto sentido. Confirmó su talento con El protegido y luego las aguas comenzaron a dividirse con Señales y La aldea. Luego cayó en desgracia y hoy tiene fans pero también es uno de los favoritos de los odiadores, que suelen cargar su furia contra él más que con casi cualquier otro director. Cada película suya sigue mostrando ambición y estética, pero hay algo que parece no encajar como lo hizo con aquellos films de hace veinte años. Viejos (Old, 2021) es la nueva película del director y viene a confirmar que ya entró en la categoría de mito del eterno retorno. Es decir que algunos anuncian que ha vuelto a su mejor forma mientras que otros difícilmente puedan seguir digiriendo sus películas. Old está llamada a dividir aguas, lo que es un disparate, ya que se trata de cualquier cosa menos de una película lograda. Un matrimonio y sus hijos consiguen unas vacaciones soñadas en un hotel paradisíaco en el Caribe. Ellos están en crisis de pareja y además ella está enferma. Intentan ocultarle esto a su hija preadolescente y a su hijo de seis años. Todo es más que soñado, hasta que les ofrecen un día en una playa secreta escondida detrás de unas rocas. Ellos y otros visitantes son llevados allí pero algo ocurre en el lugar, el tiempo transcurre de manera diferente, y ellos quedan atrapados en una situación de la que deben escapar si quieren vivir. La película estaba basada en una novela gráfica, pero si no lo supiéramos daría la sensación de estar inspirada en un cuento de ciencia ficción. Gran parte de las escenas catastróficamente resueltas serían más lógicas leídas que vistas. Muchas cosas no tienen sentido alguno y se nota. En un buen film de Shyamalan no podrían decir muchos de estos disparates y no nos daríamos cuenta por la fuerza narrativa. Pero acá la locación casi excluyente, los pocos personajes y el conflicto principal nos llevan a concentrarnos aun más en la película. Pocas películas profesionales he visto con tal cantidad de agujeros de guión y contradicciones. Hay muchos elementos aislados que son verdaderamente interesantes, pero son arrasados por la siguiente mala escena. Además, la película tiene un particular fervor por explicar todo con los diálogos, desde el comienzo hasta el último minuto. Algunos diálogos son obligatorios porque no hay manera de entender lo que pasa sin ellos, pero otros subestiman al espectador sin más. En cuanto a la puesta en escena M. Night Shyamalan tiene sus pequeños detalles visuales, pero en general se concentra en un encuadre de tipo vanguardista estilo década del sesenta. Es decir: está mal encuadra pero a propósito. Esto le agrega solemnidad y un elemento pretencioso que arrasa con cualquier empatía que pudiéramos sentir por la historia. No llega a ser una comedia porque el guión no lo permite, pero está a punto de serlo todo el tiempo. Incluso para los estándares de los últimos films de Shyamalan esta película falla. Una vez más: su verosímil es más literario que cinematográfico. El mostrar obliga al espectador a preguntarse cosas y la película no tiene respuesta alguna. Las resoluciones finales son particularmente perezosas y decepcionantes. No hay sorpresa, solo hay fastidio.
Marca el gran regreso al cine del realizador especializado en suspenso, Night Shyamalan, donde Gael García Bernal encabeza el reparto de una propuesta que tiene a una familia que, estando de vacaciones en un paraíso tropical, descubre que la playa apartada donde deciden relajarse por unas horas, de alguna manera los transforma para siempre. Tensión y climas logrados en una propuesta convencional.
Un cuento macabro que saca lo mejor y lo peor de M. Night Shyamalan El amado y odiado director de cine indio estadounidense estrenó un largometraje con planteos metafísicos interesantes pero con un deplorable trabajo de diálogos. Una vez más, la grieta se abrió en el universo Shyamalan. Viejos parte de una idea original cuyo planteo es atractivo y, en opinión de quien escribe, se posiciona entre lo mejor de estos últimos años fílmicos de M. Night Shyamalan, que viene con una racha de fracasos estrepitosos. Aún así el director indio estadounidene repite "viejos" (¡Ja!) y clásicos errores típicos de su estilo, como los finales poco convincentes que contribuyen al disgusto de más de un cinéfilo. Basándose en la escalofriante novela gráfica Sandcastle (Castillo de arena), de Frederick Peeters y Pierre-Oscar Levy, Viejos es la historia de una familia que, durante unas vacaciones, opta por pasar un tiempo en un paraíso tropical. Sin embargo,pronto descubrirán que aquella playa lejana, en la que sólo proyectaban pasar unas horas de relajación, comienza a hacerles envejecer con gran rapidez, al grado de reducir la vida de todos a una cuestión de horas. Tras 15 innecesarios minutos de presentación se desata el misterio y la película se vuelve condenadamente adictiva pese a los bobos (no hay un adjetivo más liviano para calificarlos) diálogos entre los personajes de esta pesadilla veraniega. Conocedor inteligente de su audiencia, Shyamalan sabe utilizar sus recursos visuales y de filmación para generar tensión y provocar reacciones intensas. Y parecía que en sus manos, una idea así daría como resultado una gema fantástica de terror psicológico; el resultado divierte pero es bastante tibio. Viejos es tan extraña que se vuelve algo difícil de recomendar con fervor porque no encaja en ningún género. La inconsistente resolución diluye toda muestra de inquietud que se construyó en las casi dos horas de película, reafirmando los graves problemas del director para cerrar sus historias de manera efectiva. Si de polémicas de amor y odio en el cine se trata, M. Night Shyamalan es el rey de las grietas.
“OLD” (Viejos) de M. Night Shyamalan se instaló en la pantalla grande para hacernos gozar de una experiencia al filo de lo que podría consagrarse como una de las películas más polémicas del año. El director de ‘Sexto Sentido’ continúa explorando el terreno de un cine que interpela directamente al espectador con secuencias escalofriantes y giros inesperados, sin reparar en demasías ni excesos. Prisca (Vicky Krieps) y Guy (Gael Garcia Bernal) deciden tomarse un fin de semana vacacional junto a sus dos hijos en un paradisíaco destino turístico. La idea de relajarse al calor del sol se ve interrumpida por una seguidilla de situaciones que rápidamente perturban a la familia y a los demás visitantes: por algún extraño motivo, el lugar en el que se encuentran les está causando un envejecimiento acelerado, pudiendo llegar a reducir toda su vida a tan solo ese mismo día. Sobre gustos no hay nada escrito, pero si hay algo que Shyamalan lleva por debajo de su piel innegablemente, es una gran pasión por el cine. Durante todo el avance de la película podemos encontrarlo a él y a su esencia tomando el control del relato, transformándolo en un discurso visual lleno de personalidad. Acertadas o no, sabemos que sus decisiones fueron tomadas con mucha impronta, dejándonos un sabor exótico en el paladar. La premisa es atractiva por donde se la mire, aunque si nos enfocamos en el desarrollo de la trama, puede que no sea el ideal. Estamos frente a una historia puramente enfocada en acontecimientos, en donde cada personaje tiene una función para con su desarrollo, no permitiendo que generemos demasiada empatía o identificación con alguno de ellos. Además, la gran sucesión de conflictos genera un clima cargado de intensidad -muy interesante para el espectador- pero que lamentablemente muchas veces se ve interrumpido por diálogos vagos e interpretaciones poco logradas. No creo que este sea un film que tenga al campo de las actuaciones como un pilar. No pude evitar sentir cierta incomodidad con una de las actrices , ya que bajo mi percepción no se sintió como interpretación profunda, ni mucho menos con el drama necesario para contar semejantes sucesos que procuran de una gran carga emocional. El resto del cast cumple a la perfección con cada uno de sus roles de forma justa y precisa, destacándose la labor de Alex Wolff (Jumanji, Hereditary). Más allá de los puntos más y menos fuertes que presenta esta pieza, soy consciente de que estoy frente a una película totalmente diferente y genuina. Puedo ver más allá del producto final y percibir la profundidad del mensaje colocado detrás de la obra visual. M. Night Shyamalan se arriesgó de forma concreta a romper una gran barrera vinculada con la delicadeza y la sutilidad, generando un ambiente con cierta crudeza que muchos pueden no digerir. Para lograr apreciar la obra en su máximo esplendor puede que sea muy necesario que el espectador tenga que eliminar su prejuicio y dejarse llevar por el gran juego que se nos propone: analizar el concepto del tiempo. La riqueza de “OLD” se encuentra en las reflexiones que uno haga luego de verla. Sin dudas, es un film que recomendaría ver una vez en nuestra vida. Por Milena Orlando
Toda historia que lleve el sello de M. Night Shyamalan tiene aciertos y tropiezos. Acá recurre otra vez a esa necesidad de tener que sobreexplicar sus entramados con diálogos imposibles. Igual es de los pocos que defienden un cine tan personal.
Critica emitida en radio. Escuchar en link.
Reseña emitida en la radio
M. Night Shyamalan es un director a quien la crítica amo amar y a quien esa misma critica, a mediados de la década del 2000 adoro odiar ¿Razones? No cumplía las expectativas de la crítica lo cual puede ubicar el problema en la crítica y no en el artista en si ya que Shyamalan nunca mostro una decadencia en su modo de filmar o de relatar historias, es más se podría decir que hubo un crecimiento constante en su técnica y habilidad para hacer uso de las herramientas fílmicas y la narración a la hora de construir una historia. Entonces debemos entender que el problema del odio o desprecio a la obra de este director reside en la crítica ya que de alguna manera anticipaba un mal de estos tiempos: la ansiedad ante el no cumplimiento de expectativas, un mal que es común en nuestros tiempos que consiste en pedirle a las obras y los artistas más de lo que estos en si ofrecen, siempre se espera que la obra les cambie la vida y las formas de entender el arte pero si esta no lo cumple la culpa es del artista no de quién se generó las expectativas, esta no es una regla general ya que algunos artistas se envuelven en un halo de misticismo y supuesta genialidad que la mayoría de las veces no cumplen; esto último no es el caso Shyamalan. La carrera Shyamalan, para el gran público, arranco con un fuerte golpe sobre la mesa, el cual género que desde la crítica se esperara más de eso, depositando fuerte expectativas sobre el artista al mismo tiempo que de alguna manera se lo encasillaba ¿Error del autor? No o si, porque con El Protegido (Unbreakable, 2000) de alguna manera género el mismo efecto que El sexto sentido (The Sixth Sense,1999) pero con ciertos toques que nos trajo muestras de un fenómeno que es mucho más intenso en esta década. Como todo bien vanguardista el director que nos toca hoy trajo con sigo la necesidad de que le expliquen todo al público (sin él miles de youtubers hoy pasarían hambre) lo cual en última instancia trajo también el desencanto ya que o la explicación no era tan compleja como se esperaba o porque simplemente esta no hacía falta. M.Night Shyamalan no es el primer artista víctima de este tipo de reacción, pero si es un caso inevitable de mencionar. La carrera de este director, si bien arranca con dos películas de la década de 1990 (Wide Awake de 1998 y Praying with Anger de 1992 ) llega al gran público con un sexteto de muy buenas películas que si bien recibieron cierto maltrato de la crítica no pueden ser consideradas malas, si bien son diferentes a sus producciones anteriores. La dama en el agua (Lady in the water, 2006) y El fin de los tiempos ( The Hapenning, 2008) no son películas desastrosas, ni siquiera malas, aunque pecan de cierta inocencia que transmite una extrañeza que al público que esperaba un poco más del thriller oscuro y desconcertante que había ofrecido en sus producciones anteriores. De hecho, solo podemos colgarle el mote de producción mediocre a aquellas películas que nos hacen leer cierta calidad de encargo y no creación total del artista. The Last Airbender (2010) es quizás la producción de más baja factura de este director y tal vez eso sea a causa de que debió someterse a los requerimientos del estudio lo cual le quito la libertad creativa necesaria. En The Last Airbender no se ve nada de lo que Shyamalan había mostrado en sus creaciones anteriores y es ahí en donde reside su déficit ya que aun en producciones menores como en Después de la tierra (After Earth, 2013) y El fin de los tiempos ( The Hapenning, 2008) vemos algo de la filosofía del director, la postura Gaia que supone a la tierra como un ser vivo que utiliza sus anticuerpos para deshacerse de su enemigo, es decir el ser humano. Solo por esa postura, muy enarbolada por grupos ecologistas en estos tiempos de pandemia, ambas películas a pesar de sus errores están por arriba de muchas producciones contemporáneas que a pesar de ser muy ensalzadas y defendidas por la crítica carecen de cualquier significante extra. Old (2021) es la última producción de este director, basada en la novela gráfica de Frederick Peeters, El castillo de arena. Debo decir al respecto que los principales males de los que padece esta película son cuestiones paratextuales, es decir su calificación PG 13 y el hecho de pertenecer a un gran estudio lo cual reduce a una historia que presenta un gran potencial a un film que de alguna manera se siente contenido, como incomodo dentro de la forma en que debe elegir contar aquellos que puede contar. Esta película tiene un potencial de brutalidad que a diferencia de otras películas podría enriquecer la historia en lugar de contenerla. Shyamalan toma la decrepitud como tema la historia y nos presenta a la vejez misma como el verdadero enemigo, enemigo invisible, imparable e ineludible por lo cual cada uno de los personajes vive en una constante sensación de peligro y fragilidad. En Old nos presentan al matrimonio Capa, Guy y Prisca, quienes ante una crisis de pareja y los serios problemas de salud de Prisca deciden pasar unos días junto a sus dos hijos pequeños, Maddox (Alexa Swinton), de 11 años, y su hijo Trent (Nolan River), de 6, a un lujoso resort all inclusive ubicado en un paraíso tropical que la madre contrató por Internet, a modo de compensación por el dolor que saben que la separación les va a causar a los niños. Luego de unas presentaciones llenas de risas y comentarios simpáticos el gerente del lugar (Gustaf Hammarsten) los invita junto a unos pocos huéspedes del hotel a conocer una playa escondida. Nuestros protagonistas acceden gustosos a esta experiencia, pero a los pocos minutos de instalarnos en este lugar se desata el drama a través de un cadáver que aparece en la playa, a partir de ahí todo dentro de ese ambiente se llena de una cierta extrañeza ya que los niños pasan rápidamente de tener 11 y 6 años a 16 y 11, es ahí donde de a poco todos empiezan a envejecer de forma súbita. Unos minutos pueden equivaler a un año; y un día, a una vida entera. EL director elige ante esta historia que de forma muy verosímil genera desconfianza y miedo en sus protagonistas narra desde un punto de vista que parece fuera de escena, la cámara nunca se enfoca en lo que sucede sino en un tercer lugar que aparece más como espectador que como narrador omnisciente. En la historia se suman personajes (Ken Leung, Nikki Amuka-Bird, Rufus Sewell, Aaron Pierre, Abbey Lee, Mikaya Fisher, Kathleen Chalfant), revelaciones y giros que en principio generan cierta intriga e interés, pero que poco a poco se van desvaneciendo hasta terminar en el terreno de la irritación, el sinsentido lo cual de a poco nos va dejando con los protagonistas y sus propios dramas personales. Presbicia, tinitus, reuma, problemas cardiacos, déficits de calcio, artrosis, artritis, demencia senil, Alzheimer e inclusive el simple hecho de nacer nos hacen sentir que en esta película el peligro es la existencia misma. Shyamalan nos entrega un drama intenso que de haber elegido cierta brutalidad en las imágenes se habría convertido en una verdadera historia de horror a la luz del día pero que a pesar de eso es satisfactorio. Tal vez dentro de lo que se puede entender como negativo en esta historia deba incluir el epilogo que peca del mal contemporáneo del que hablé al principio: la necesidad de explicarlo todo quitándole esa sensación de extrañeza que fue tan satisfactoria al comienzo.
M. Night Shyamalan tuvo un éxito bastante tempranero al inicio de su carrera (su tercer largometraje) con «The Sixth Sense» (1999), probablemente la película más exitosa y lograda de toda su filmografía. Luego de aquel hito tuvo la oportunidad de seguir contando grandes historias en el marco hollywoodense con una aceptación moderada tanto de crítica como de público. El problema estuvo llegando a la segunda década de los 2000 cuando su creatividad comenzó a ir en una dirección inversamente proporcional a los presupuestos astronómicos que empezaron a manejar sus proyectos. «The Happening» (2008), «The Last Air Bender» (2010) y «After Earth» (2013) comenzaron a marcar un camino bastante adverso en su carrera o al menos alejado del de sus prometedores inicios. Lo cierto es que, tras esa especie de trilogía de proyectos fallidos, el realizador de origen hindú pareció encontrar nuevamente el rumbo con historias más pequeñas, alejadas de toda pomposidad y artificialidad para nuevamente volver a los orígenes y al cine de género que mejor le sienta. En el 2015, volvió con «The Visit», un thriller pequeño que se beneficiaba de la atmósfera opresiva que generaba el relato, y también dio sus primeros pasos en la TV con la extraña e interesante «Wayward Pines». Estos productos lejos de ser perfectos sí mostraron que Shyamalan no había perdido su estilo ni tampoco la memoria, volviendo a retomar los recursos y elementos que lo hicieron conocido. En 2016, «Split» volvería a ratificar la tendencia y a demostrar que el director de «Unbreakable» (2000) había vuelto a su mejor forma. Aquel film además sorprendería a la audiencia demostrando que aparentemente había una especie de trilogía en formación con los dos films antes mencionados y la posterior «Glass» (2019) que pese a ser la más floja de la trilogía fue un éxito rotundo. Esto nos lleva a la actualidad y más precisamente a «Old», su vuelta a la pantalla grande tras su paso por el streaming con «Servant», otra extraña y escalofriante serie que cuenta con su sello distintivo. El nuevo largometraje de M. Night, nos trae un atractivo y seductor «High Concept», donde un grupo de personas cae en una extraña playa en la cual el tiempo transcurre más rápido y las personas comienzan a envejecer velozmente. Allí deberán encontrar la forma de salir antes de que sea demasiado tarde. Con una premisa digna de «The Twilight Zone» (1959 – 1964), serie que sirvió de inspiración a Shyamalan para la creación de su nuevo opus, el relato cuenta con los habituales mecanismos de suspense que tanto le gusta trabajar al director (algo que probablemente haya adoptado del cine de Hitchcock), la tensión y el terror más sugestivo y puesto en lo que no se puede ver más que en lo literal o escabroso (más allá de que pueda tener algún momento de esa índole). La película está basada en una novela gráfica de Pierre-Oscar Lévy y Frederick Peeters, la cual fue adaptada por el propio Shyamalan y en la cual podemos ver varias referencias a distintos films y productos audiovisuales entre los cuales se destaca la propia película del director de «The Village» (2004), que generaba algunos climas similares en el marco de una comunidad aislada y acechada por unas extrañas criaturas que la rodeaban. Aquí la fuerza opresora es más abstracta y parece ir más en consonancia con «El ángel Exterminador» (1962) de Luis Buñel. Por otro lado, algunos momentos pueden remitirnos a la serie «Lost» e incluso a «Jaws» (1975) de Steven Spielberg al presentar a esa amenaza de tipo invisible que acecha dicha playa. Si nos ponemos a analizar minuciosamente el film, podremos encontrar varias desprolijidades a nivel narrativo, algunos desatinos en cuanto a registro interpretativo de parte de ciertos actores/actrices que se encargan de ponerle el cuerpo a los distintos personajes en sus diversas edades, así como también una polémica revelación final que como suele ser habitual en las películas que se manejan sobre un gran concepto puede llegar a decepcionar, pero lo que es innegable es la pericia de Shyamalan como director y narrador, llevando el relato hacia lugares más que interesantes y dándole desde la puesta escena y el uso de la cámara un estilo visual sólido que priorice la tensión y el manejo del suspense. Los encuadres y la elección de dejar fuera de foco o fuera de campo ciertos elementos para finalmente revelar el envejecimiento o el deterioro de los personajes hacen que la experiencia sea realmente gratificante. «Viejos» es un film entretenido que tiene varios de los vicios de Shyamalan tanto para bien como para mal. Sin embargo, y pese a los desaciertos, la experiencia cinematográfica vale la pena realmente gracias al pulso de Shyamalan para llevar adelante la narración. Un film dispar que no cerrará la grieta entre los fans y los detractores del director pero que sí mantiene su estilo y nos da algunos pocos buenos momentos pese a ciertas salidas fáciles y caprichosas.