Entre las tierras áridas de Ragastán, India, rodeado de yacimientos de mármol, existe un pequeño pueblo llamado Piplantri en el que las mujeres ya no tienen miedo de dar a luz a una niña. En algunas culturas de ese país los niños son considerados más valiosos que las niñas. Desde 2005, cada vez que nace una niña en ese lugar se plantan 111 árboles con su nombre para celebrar este acontecimiento y en medio de todas ellas un hombre decidió plantar un árbol en memoria de su hija muerta. En su dolor se da cuenta de que los árboles deberán plantarse para recordar la vida, y así transita entre esas mujeres de rostros sonrientes próximas a dar a luz o con sus pequeñas hijas en sus brazos. Los directores Camila Menéndez y Lucas Peñafort viajaron con su cámara hasta esa aldea casi perdida en el mundo y así lograron una cálida muestra de ese poblado rico en tradiciones en el que descubrieron la magia de los nacimientos de esas niñas que suman árboles a esa tradición. Con una impecable fotografía, este documental va descubriendo la necesidad de ser madres a esas mujeres de costumbres ancestrales y se detiene en recorrer ese micromundo. Así el film va imponiéndose en su deseo de mostrar una forma de vida tan distinta a la del resto del mundo.
A fines del siglo XIX y principios del XX llegó al puerto de Buenos Aires, procedente de los más alejados países, una ola inmigratoria que buscaba aquí el trabajo y la comida que se les negaba en sus lugares de origen. Entre ellos se hallaba Francisco Piria, un italiano que ya traía en su cabeza la idea de encontrar en esta Argentina todo el caudal de proyectos que no había podido desarrollar en su tierra natal. Sin embargo aquí la suerte le fue esquiva en sus muchos intentos y decidió viajar hacia Montevideo donde encontró, a varios kilómetros de la capital, decenas de tierras fértiles ideales para el cultivo de frutas y de verduras y para planificar viviendas que atraerían a personajes de la alta burguesía porteña. Así Piria no tardará en convertirse en un visionario que construyó una ciudad sofisticada que bautizó con su nombre y que no mucho después se convertiría en la elegante Piriápolis. Comerciante, escritor y alquimista este hombre desarrolló a lo largo de su vida los más variados oficios, pero su deseo satisfecho fue esa ciudad que crecía sin cesar. El director Sebastián Martínez (París Marsella), sigue en este cálido documental el derrotero de ese Piria que, hasta su muerte, trabajó con tesón para que sus sueños se convirtieran en realidades de alguien enigmático y, para muchos, desconocido.
No importa cuántos años hayamos cumplido, nunca es tarde para vivir nuestros sueños. Sobre la base de estas entrañables palabras, el director Víctor Cruz (La noche de las cámaras despiertas, El perseguidor, Boxing Club) apunta con su cámara a una serie de personajes longevos que hablan de sus sueños, de sus ilusiones y de sus recuerdos más queridos. El film se compone de breves historias que se inician en Costa Rica, con una madre de 109 años y sus hijos de 90, quienes tratan de sobrevivir a la pobreza y a las mezquindades para, seguidamente, viajar a Italia, donde un piloto jubilado sueña con volver a conducir su ahora derruido avión. Hay también aquí un policía que da clases de salsa, un jinete centenario y una banda pop de abuelas japonesas. ¿Es posible vivir muchos años, estar en forma y disfrutar de la vida? Con extrema ternura y delicadeza, el realizador se convence y convence a los demás que la edad sólo reside en la mente y que es nada más que una circunstancia a la que hay que llegar, pero con el optimismo a flor de piel. Así el film se convierte en una obra emocionante y profunda, que logra poner en jaque las suposiciones sobre la vejez del espectador e invita a pensar en la forma en que invertimos en experiencias.
Un hombre mayor, tan seductor como estafador, lleva una vida tranquila tras haber cumplido una condena por una antigua estafa, lo que cortó la relación con su hijo. Hoy ese hijo es un hombre honrado que se desempeña como empleado en una joyería y, al ser víctima de un robo, se verá obligado a pedir ayuda a su progenitor. No es fácil para este muchacho acercarse a quien durante mucho tiempo se mantuvo alejado de su lado, pero para él la única solución a su problema monetario es tratar de convivir con quien ahora desea ayudarlo a pesar de ese enojo que los tuvo separados. galería de personajes que transitan por sendas delictivas y por la necesidad de solucionar sus cotidianos problemas, Beda Docampo Feijóo logró una comedia tan simpática como atrevida en la que surge a cada momento la tirantez y la cordialidad de sus protagonistas. Sin caer en las reiteradas situaciones por las que suelen transitar exponentes del género, el realizador logró aquí mostrar, entre sonrisas y calidez, una historia fresca y humana en la que padre e hijo luchan, cada cual a su modo, por trascender sus respectivas cicatrices producto de ese largo alejamiento. Por su parte, Gonzalo de Castro y Juan Grandinetti supieron adornar con calidad interpretativa a este par de socios en desventura en una trama que entretiene y da lugar a una sonrisa.
Alba es una niña de 11 años que pasa la mayor parte de su tiempo en silencio. Su mayor placer es entretenerse con pequeños animales, pero su vida se verá problematizada cuando su madre, gravemente enferma, es internada en un hospital y ella deberá mudarse con Igor, un padre a quien casi no conoce. Los intentos de éste por acercarse a la muchachita se hacen cada día más difíciles mientras ella, siempre solitaria e introvertida, se mantiene alejada de sus compañeras de colegio, quienes se burlan de su extraño comportamiento. Sin embargo Alba hallará en una de esas colegialas a alguien con la que podrá disfrutar de su monótona vida, y así ambas se unirán en cotidianas anécdotas y en una sincera amistad de la que surgirá el descubrimiento sexual y la emoción de poder abrirse al siempre deseado mundo cotidiano. La directora ecuatoriana Ana Cristina Barragán logró en ésta, su ópera prima, narrar esa historia con enorme calidez en la que se muestra el descubrimiento y el florecer de una extraña femineidad que explora el contraste entre la ternura y el dolor de una niña que se hace adulta. Con un elenco encabezado con convicción por Macarena Arias, la realizadora logró alejarse de una narrativa fría y trabajar desde el instinto y así surge este film que marca el camino de Alba hacia la entrada de la adolescencia y de la aceptación familiar.
Luego de permanecer en la cárcel por un delito menor, Pablo Silva decide rehacer su vida y, por la recomendación de un amigo, logra emplearse como guardaparque en un lugar olvidado y conflictivo al que pocos quieren ir: el parque Pereyra Iraola. Sus primeros pasos en su nuevo empleo lo obligan a recorrer el escenario casi selvático del lugar, aunque su inmediato futuro se verá inserto en inesperadas situaciones cuando descubre una red de cazadores furtivos, y así comenzará para él una serie de peligrosas situaciones en las que pondrá en juego su viejo instinto de cazador. Con indudable astucia, rastreará a esos hombres que han invadido el bosque, aunque su íntimo deseo de lograr dinero lo convertirá en un secuaz de esos violentos cazadores que lo asocian en sus turbios negocios y lo obligarán, además, a conocer una tragedia nunca esperada. Sobre la base de estas aventura y desventuras de su personaje central (muy buen trabajo de Rodrigo de la Serna), el director Francisco D'Eufemia logró un film en el que, con la suficiente dosis de suspenso, muestra la sutil manera en la que ese guardaparque puede esconderse de todos, menos de sí mismo. Una música que aporta emoción a la historia y una fotografía de calidad suman puntos a este entramado que habla de traiciones pero también de la necesidad de jugarse la vida en pos de un ideal.
En Corrientes, en la época de la guerra de la Triple Alianza, de la peste amarilla y de disputas armadas entre gauchos desertores y paisanos dispuestos a la lucha sin cuartel se destacó Antonio Mamerto Gil Núñez quien, desde su juventud, necesitó enfrentarse a las injusticias sociales y a la ley establecida por los militares. Este hombre solitario y siempre dispuesto a tender su mano a los necesitados vuelve de esa guerra en la que la Argentina, Brasil y Uruguay se enfrentaron al pueblo paraguayo y lo hace con el deseo de asentarse en sus pagos de Mercedes, pero la violencia vuelve a llamar a su puerta. Bautizado "Gauchito" Gil por quienes lo consideran un cálido sanador de niños y de mujeres, este hombre de honda ternura se convierte en un perseguido por el Estado, quienes ven en él a un peligroso enemigo. El paso de los años prosigue manteniendo vigente a ese gaucho ya convertido en leyenda y foco de la devoción popular, y con indudable emotividad el novel director Fernando del Castillo retrata a su personaje y a su entorno hasta convertirlos en un canto de amor, de amistad, de injusticia y, sobre todo, de libertad. Para ello contó con la muy buena actuación de Claudio Da Passano y con un equipo técnico que supo reinventar los variados y tristes escenarios por los que ese gauchito Gil transitó con sus poéticos sueños y sus duras realidades a cuesta.
Estefanía es una adolescente que comienza a darse cuenta de la crisis en la que está sumida su familia. Cuando ella y sus padres llegan a un campamento para pasar unos días de vacaciones, la muchachita se irá descubriendo sí misma en esa nueva etapa de su vida y allí, en ese lugar bendecido por la naturaleza, comprenderá también que los adultos que la rodean tienen sus propios problemas y no pueden percibir lo que le está pasando a ella. En torno de este entramado, la novel directora mendocina Luciana Bilotti retrató con ternura y dolor el camino de la joven protagonista (muy buen trabajo de Martina Pannachio), que en medio de la cotidianidad deberá vivir entre la incomprensión y el dolor de quienes la rodean. Con una cámara atenta a los gestos y a las palabras de esos personajes que viven encerrados en sus propios mundos, la realizadora logró imponer la necesaria soltura para que su film debut recreara con indudable solvencia el devenir de quienes buscan cambiar sus dolorosos y patéticos destinos. Una muy buena fotografía y una música que va pautando con calidad el paso de los protagonistas apoyan esta historia que habla con emoción de los muy escondidos reductos de esa triste adolescente y de quienes, a veces con amor y comprensión, intentarán comprender su íntimo sentimiento, a pesar de sus constantes y problematizados caminos.
Los misterios de la literatura En una muy peculiar biblioteca que alberga cientos de libros rechazados por las editoriales, una joven editora descubre una novela magistral. Su autor es alguien llamado Henri Pick, un cocinero fallecido dos años antes. Según su viuda, Pick jamás había leído un libro en su vida y lo único que escribió fue las listas del supermercado en el que se abastecía para preparar sus comidas. Cuando la novela se convierte en un fabuloso éxito de ventas, un crítico literario tan escéptico como obstinado se une a la hija de ese anónimo autor para desentrañar el misterio que envuelve a ese texto que juntaba polvo en un estante de la biblioteca. Ambos comenzarán así una serie de aventuras en las que, como modernos Sherlock Holmes y Watson, vislumbrarán con paciencia y adecuados pasos la secreta vida de ese Pick ya convertido en un misterioso escritor. Con estos entretenidos elementos, el director Rémi Bezançon logró un thriller humorístico que mide con exactitud tanto el suspenso como las vueltas de tuerca de un guion que no les pierde pisada a las alocadas travesuras de sus dos protagonistas. El dúo, conformado por Fabrice Luchini y Camille Cotin (de la serie Ten Per Cent ), supo apuntalar con calidad esta lograda y divertida historia sostenida, además, por una música de alegres ritmos y por una excelente fotografía.
Leonardo (Lautaro Delgado Tymruk) es un piloto que se queda sin trabajo. Frente a esta situación su esposa (Sofía Gala Castiglione) le propone trasladarse, con el hijo adolescente de ambos, hasta un pequeño pueblo del interior donde podrá conseguir un puesto de piloto fumigador en una empresa del lugar. Sin embargo no tardará en descubrir que muchos de sus habitantes padecen graves enfermedades y, de pronto, queda atrapado por los dueños de esa empresa y en medio de una guerra entre dos bandos. En torno de esta temática el director Gabriel Grieco logró componer un interesante film que muestra los peligros que parten del veneno con los que los aviones fumigan los campos.