¿Podría ser que el cuco esté en la casa? En la fauna de la cartelera local, se ha vuelto una práctica común lanzar películas de terror con un título en castellano que dista mucho del original, para disimular el hecho de que se trata de una secuela de un film que no tuvo estreno comercial en nuestras tierras. Este viene a ser el caso de Regreso del Infierno (The Pact 2, 2014). De todas formas la condición de sucuela no es algo que pese sobre Regreso del Infierno al momento de verla, porque aquello que la une a su antecesora no tiene el más mínimo peso argumental ni dramático y es utilizado simplemente para anclar la nueva producción a la anterior, que sin ser una revelación tuvo una cálida recepción dentro del género. Pero desgraciadamente así no funcionan las cosas y los films no se vuelven mejores por asociación a otros, a pesar de que muchos ansíen de esa forma atraer a las salas a algún que otro despistado. A todo esto, la trama gira en torno a June Abbott (Camilla Luddington), una ilustradora que se gana la vida limpiando sangrientas escenas de crimen hasta que comienza a tener extraños sueños y alucinaciones, al mismo tiempo que se entera que su madre biológica fue asesinada hace años por un antiguo asesino serial llamado Judas. Sus sueños continuan y parecen estar relacionados con el difunto asesino, mientras casualmente más gente comienza a morir a manos de lo que podría ser un imitador del asesino serial. Y es en este momento cuando la trama criminalística/policial empieza a acaparar la historia por sobre todo lo relacionado con el Terror propiamente dicho, se trazan lineas argumentales que unen débilmente la secuela con la obra original, el sospechoso que parece recontra sospechoso no lo es y cuando nos queremos dar cuenta estamos en presencia de un whodunnit (sub-género de misterio que gira en torno de quien es el asesino) que intenta sorprendernos con un giro argumental que no se sostiene ni se construye desde ningún lugar y parece metido en el baile sólo para asombrar, de forma ineficiente claro está. La frutilla del postre para un final anti-climático que no suma nada a la historia llega con una suerte de final abierto, una coda dónde la dupla de directores Dallas Richard Hallam y Patrick Horvath -con antecedentes casi nulos en la posición- se tiran el lance de ver si por una de esas casualidades alguien sale medianamente satisfecho después de ver Regreso del Infierno y eso ayuda a que algún ejecutivo trasnochado ponga el gancho y conceda luz verde para una tercera parte, cuyo nombre castellanizado será seguramente para nuestro país un enigma mucho más grande que la identidad del asesino serial más terrorífico en el cual podamos pensar.
Pueblo chico, cura grande En todos lados se cuecen habas, incluso en pequeños pueblos irlandeses. Una mezcla de cuestionamientos religiosos, expiación de culpas y la búsqueda de una salida a través de la redención se dan lugar en Calvario (Calvary, 2014) segundo largometraje del inglés John Michael McDonagh, más acostumbrado a la escritura de guiones que a la dirección detrás de cámara. Todo en Calvario gira en torno del Padre James, cura de un pequeño pueblo irlandés perdido en el medio de la nada. Y no perdido simplemente en el sentido geográfico de la palabra. El párroco es interpretado por el también irlandés Brendan Gleeson, un actor de extensísima trayectoria y mayormente conocido por sus papeles en Corazón Valiente(Braveheart, 1995), Escondidos en Brujas (In Bruges, 2008) y la saga de Harry Potter. Una sucesión de hechos confusos y circunstancias poco claras comienzan a tener lugar en el pueblo después de que un hombre confiesa al Padre James que planea asesinarlo el próximo domingo, y no porque dicho eclesiástico le haya hecho el mal directamente, sino en represalia por los abusos sexuales que el hombre ha sufrido de pequeño por parte de un miembro de la iglesia. Al haber sucedido dentro de la privacidad del confesionario, la identidad del hombre amenazante se vuelve un misterio. El Padre James decide contar el hecho al obispo del pueblo pero sin tomar medida alguna y los días transcurren en dirección a ese domingo cargado de incertidumbre. El relato se nutre de una multiplicidad de personajes que componen el núcleo central del pueblo, todos con sus coloridas particularidades: la mujer adúltera, el carnicero golpeador, el inmigrante africano, el dueño del bar, el anciano ermitaño, el enfermero sádico y algunos más. Sus lineas argumentales siempre tendrán como elemento común al Padre James, un hombre que con la palabra siempre intenta mediar y ser un hombro en el cual pueda apoyarse su comunidad. Es curioso que John Michael McDonagh -aquí en rol de director/escritor- haya elegido desarrollar una historia que cuestiona la Fe y el papel de la iglesia dentro de la comunidad actual, en particular un país tan devoto como es la República de Irlanda. Si bien el film concentra pequeñas dosis de un humor bastante negro, con la sólida labor de un Gleeson con un timming impecable al momento de sacarnos una sonrisa socarrona o transmitirnos seriedad, conforme la trama avanza se puede percibir como la pesadez del drama representado va ganándole terreno al humor y al cinismo. Párrafo aparte para el diseño de arte y las increíbles locaciones naturales, que sabe explotar en pantalla toda la belleza de la isla y sus paisajes característicos. Calvario es de esas películas que a primera instancia no parecen tener grandes aspiraciones ni momentos memorables, pero conforme el espectador se adentra en la historia comienza a descubrir todo aquello que se esconde más allá de lo que dictan las primeras impresiones. Si, también en una pequeña isla perdida al noroeste del Reino Unido los habitantes tiene planteos teológicos y crisis existenciales, no todo es beber pintas y tocar la gaita muchachos.
De ensambles corales y familias disfuncionales. Shawn Levy es de esos directores que uno identifica con la comedia "familiar", pero con un tipo de comedia familiar extremadamente ATP, llena de risas y enredos jocosos para todas las edades, como Más Barato por Docena (Cheaper By The Dozen, 2003), Una Noche en el Museo (Night At The Museum, 2006) o Una Noche fuera de Serie (Date Night, 2010). Pero con Hasta que la Muerte los Juntó (This is Where I Leave You, 2014) el realizador se adentra en un drama familiar de tono liviano aunque un poco más espeso y con una multiplicidad de voces que nutre al relato. Dentro de un elenco compuesto por diversas estrellas en una suerte de estructura coral, entre las que se destacan Jane Fonda, Jason Bateman (Quiero Matar a mi Jefe, Arrested Development), Tina Fey (30 Rock, Saturday Night Live) y Rose Byrne (X-Men: Primera Generación, Insidious, Buenos Vecinos), la historia sigue el derrotero de Judd Altman, interpretado por Bateman, un productor radial que descubre que su esposa lo engaña con su propio jefe. La mala noticia llega en medio de otra mala noticia: recibe una llamada telefónica de su familia informándole que ha fallecido su padre. El núcleo de la historia se desarrolla durante la semana en que la familia entera debe volver a vivir bajo el mismo techo para honrar la memoria y cumplir con el último deseo de su difunto padre. Obviamente esta reunión repentina servirá para avivar viejos romances, antiguos rencores y limar asperezas varias entre los integrantes de la familia y aquellos de su universo más próximo. Como en todo esquema coral, cada uno de los personajes tiene un campo de acción perfectamente delimitado. Bateman parece no poder escapar a ese karma que lo lleva a interpretar siempre al tipo bueno que trata de hacer lo mejor para que todos esten felices y es víctima de su propia bondad. Fey es la hermana con lengua filosa y espirítu varonero, y Jane Fonda es la mamá sexy que no tiene tapujos a la hora de ventilar las intimidades de sus cuatro hijos ante cualquiera que esté dispuesto a prestar el oído. En el mejor espíritu de las comedias dramáticas estándar, las distintas líneas argumentales irán tomando cada una su camino, con algunas resoluciones cercanas al status quo y otras que intentarán romper con lo tradicional. Cuestión de que todos se vayan a casa contentos habiendo visto algo que tiene un poquito para cada gusto, en el sentido más genérico posible.
El Osito Mimosito (made in England). Inglaterra es una tierra plagada de símbolos de rápida identificación: el Big Ben, la guardia real, los buses rojos de dos pisos, etc. Otro símbolo tradicional de los británicos -tal vez no tan conocido en nuestras tierras- es el oso Paddington. Hablamos de un personaje clásico protagonista de una serie de libros infantiles: su primera aparición se remonta a 1958 y su creador fue un tal Michael Bond (cualquier similitud con el agente secreto obra de Ian Flemming es mera coincidencia). En esta ocasión Paddington hace su debut en la pantalla grande con una producción que mezcla actores de carne y hueso con personajes animados por computadora. La primera incursión cinematográfica del osito de sombrero y montgomery nos cuenta sobre sus orígenes y cómo se ve obligado a dejar su hogar en la profunda selva peruana para embarcarse en una aventura transatlántica hasta tierras inglesas, donde conocerá a los Brown, una familia que lo encontrará por pura obra del azar en la estación de tren Paddington (ya pueden ir sospechando el origen de su nombre). Mientras Paddington intenta encontrar al explorador que hace tiempo lo visitó en su hogar selvático, deberá cuidarse de Millicent (Nicole Kidman) una taxidermista que quiere aplicar su oficio en el úrsido. Sorprende ver a Kidman es un papel de villana bastante caricaturesca, más allá de que esté perfectamente justificado dentro de los cánones del género infantil/ familiar. Es apenas la segunda película en la cual la australiana hace de villana, la otra fue La Brújula Dorada (2007). Si bien la historia es la del típico "pez fuera del agua" que busca adaptarse a un nuevo ámbito, los personajes tienen la mezcla justa para no ser excesivamente empalagosos ni riesgosamente sosos. Y a pesar de vivir en una época en la que ya casi nada nos sorprende como espectadores en cuanto a 3D, pantallas monstruosas y animación computada, hay que reconocer la enorme labor hecha con Paddington: el oso se siente como un personaje real. Sus movimientos, sus gestos, sus miradas y hasta su pelaje parecen extremadamente reales; generando que la interacción con el resto de los actores humanos no se sienta estéril o sintética. Resultará difícil hacer creer a cualquier menor de 6 años que no es un oso superdotado con rasgos antropomorfos. Podemos decir que el director Paul King sale bien parado de su primera aventura en el cine infantil, aportando un aire de magia y nostalgia que se mezcla con un humor sano, en el que la cadena de acontecimientos siempre decanta en situaciones algo absurdas pero a tono con la lógica interna. Si bien nunca se desvía del género, logra poner en pantalla un relato que desde la calidez de sus personajes y sus secuencias aventureras hará que muchos de los padres que acompañen a sus hijos la pasen mejor de lo que tal vez sospechaban inicialmente, cuestión no menor en este tipo de producciones.
El limbo adolescente. Lisa (Abigail Breslin) es una adolescente de 1985 que vive el mismo día junto a su familia una y otra vez dentro de su casa. No importa lo que haga, al día siguiente despertará para volver a vivir lo mismo ad infinitum. Pero sospecha algo, y sus inquietudes la llevan a descubrir que en realidad ella y su familia están muertos, en una suerte de limbo hogareño, y han sido víctimas del espíritu de un asesino en serie que supo ser dueño de la casa décadas atrás. Lisa descubre que puede contactarse con los espíritus de otras jovenes asesinadas antes que ella, cuyas almas aún descansan sin paz atrapadas en la casa. Al encontrarse la familia confinada a una eternidad no del todo asumida, el film se vuelve un relato bastante claustrofóbico. El director Vincenzo Natali es definitivamente un hombre que sabe sobre estas cuestiones, para mayor información siempre podemos remitirnos a algunos de sus trabajos previos como El Cubo (Cube, 1997) y Splice (2009), donde también contamos con personajes diametralmente opuestos y vemos sus diversas reacciones cuando se los expone a situaciones extremas que escapan a su comprensión. Si bien la historia parece tomarse un tiempo más que prudente en arrancar, cuando lo hace logra atraparnos de forma bastante efectiva, aumentando la intriga respecto de si aquello que se nos expone forma parte del presente, el pasado o el futuro, y si se trata de gente viva, gente muerta o espíritus con asuntos pendientes. Breslin se pone la película al hombro. Pero a pesar de haber dado muestras claras de su talento en otros géneros, en esta propuesta de terror sobrenatural se la nota un poco "limitada" por el guión y tal vez la dirección: se la percibe encasillada en el rol de adolescente a la que todo la altera y la pone al borde de la crisis nerviosa (como las sucesivas puertas que se cierran solas, las extrañas figuras debajo de las sábanas, los pasos chirriantes que se acercan, y el resto de los archi conocidos tropos del género). Teniendo en cuenta que es una pequeña producción canadiense que se filmó en apenas 25 días, son más las cosas positivas a resaltar -como un correcto diseño de arte y fotografìa, junto a un elenco que cumple- que las negativas, que terminan siendo en última instancia las mismas que se le recriminan a otras producciones del género provenientes de los grandes estudios y con mayor prespuesto. Así que aquí no hay nada de qué avergonzarse para Natali y su equipo. Estamos ante un intento más que valedero de tomar la típica historia de fantasmas, aunque sazonada con elementos de dimensiones temporales paralelas y asesinos en serie.
Quiero secuestrar a mi jefe. El universo de las secuelas se maneja bajo reglas inamovibles: si la primera película funcionó, que la segunda no se aleje mucho de esa premisa exitosa. Si los protagonistas enfrentaron un conflicto determinado, en esta segunda vuelta que enfrenten un conflicto similar pero a mayor escala. Si un personaje secundario funcionó en la primera, traigámoslo de nuevo para llenar los huecos. Estas reglas y algunas más están muy bien resumidas en el viejo dicho "si no está roto, no lo arregles". Algo de todo eso sucede en Quiero Matar a mi Jefe 2 (Horrible Bosses 2, 2014), que por momentos sale airosa del karma de las secuelas, y por otros lo padece. Por si alguno no lo recuerda, la primer película (Horrible Bosses, 2011) contaba la historia de tres amigos (Jason Bateman, Charlie Day y Jason Sudeikis) cansados de los abusos de sus respectivos jefes, quienes deciden asesinarlos con la ayuda de un criminal de poca monta, lo que llevaba a un sinfín de enredos aptos para mayores de 18 por su naturaleza sexual y soez. En esta segunda entrega nos encontramos nuevamente con los tres amigos, quienes ahora son sus propios jefes y desean llevar adelante el sueño americano de fundar su propia compañía y hacerse millonarios con un producto revolucionario. Pero los problemas no tardarán en surgir cuando un codicioso empresario (Christoph Waltz) y su malcriado hijo (Chris Pine) los engañen, poniendo en peligro el futuro de la aventura empresarial. Ante esta situación el trío no tiene mejor idea que desarrollar un elaborado plan para secuestrar al hijo del magnate, y conseguir el dinero suficiente para mantener su empresa a flote. La premisa inicial es lo de menos en este tipo de films de la nueva comedia americana en clave Judd Apatow. Lo importante es ver a los protagonistas haciendo lo suyo, léase meter la pata, confundir los planes y complicarse a causa de sus propias limitaciones. Todos queremos llegar al momento en que la desgracia de estos personajes se catalice en forma de comedia. Y esos momentos son más eficientes cuando el trío Bateman-Day-Sudeikis entra en sincronía y no sobrecarga cada una de las escenas, potenciandos también por las participaciones de los enormes actores secundarios sobrevivientes de la primera parte, Kevin Spacey, Jamie Foxx y Jennifer Aniston. Los tres funcionan como ancla: cuando la historia parece ir a la deriva, su presencia acomoda todo en su lugar. Pocas películas pueden darse el gusto de tener a tres ganadores del Oscar de la Academia (Spacey, Foxx y Waltz) en roles secundarios. De igual forma sorprende Chris Pine, moviéndose con soltura en un terreno cómico que no suele ser su hábitat natural. Y cuando hablamos de comedia en clave Apatow, nos referimos específicamente a un humor cuya base siempre son los gags sexuales y escatológicos en todas sus formas y colores. La película se apoya en esto para lograr el golpe de efecto, para sacar la risa fácil del espectador sentado en la butaca, y tal vez no se da cuenta que el real potencial humorístico, su verdadero capital, yace en la performance de sus actores y cómo estos interactúan. Sin duda los mejores momentos de Quiero Matar a mi Jefe 2 son aquellos en que la química de sus intérpretes toma por asalto la pantalla. Dentro del extensísimo universo de las secuelas, podemos decir que Quiero Matar a mi Jefe 2 es una continuación que responde relativamente al desafío, sabiendo mantener las claves que funcionaron previamente, repitiéndose lo mínimo y necesario, y agregando nuevos elementos que refresquen sin separarnos demasiado de la premisa original.
Elige tu propia catacumba Paris es hermosa. El cliché y el lugar común dictan que es "la capital del amor"; la Torre Eiffel, Champs Élisée, el Musée des Invalides (donde se encuentra la tumba de Napoleón Bonaparte) y el puente de los enamorados entre otras atracciones... y tambíen están las Catacumbas de Paris, uno de los osarios más grandes del mundo creado hacia fines del Siglo XVIII cuando la cuidad comenzó a quedarse sin espacio para dar santa sepultura a los occisos galos. En esta ocasión, la excusa de Así en la tierra como en el infierno (As above, so below, 2014) para andentrarnos en las laberinticas catacumbas viene de la mano de Scarlet Marlow (Perdita Weeks) una estudiante de posgrado en Arqueología que se encuentra tras la pista de la Piedra Filosofal, una sustancia alquemica capaz de convertir cualquier metal en oro y conceder vida eterna. Si, la misma piedra filosofal de Harry Potter... pero adentro de un osario masivo que mete miedo. Marlow busca continuar con el trabajo que era la obsesión de su difunto padre, un reconocido arqueólogo. El director John Erick Dowdle pone el film al hombro, literalemente. La estética cámara en mano combinada con una palpitante claustrofobia no le es ajena. Estas dos temáticas atraviesan algunos de sus films previos como Quarentena (Quarantine, 2008), La reunión del diablo (Devil, 2010) y la nunca estrenada en nuestro país The Poughkeepsie Tapes (2007). La primera mitad del film transcurre básicamente como cualquier otra película del género, con muchos lugares comunes dispuestos de manera tal que encaminen la historia y pongan a los personajes en el lugar donde necesitan estar para hacer avanzar el relato. Tip: a no perderse la forma "casual" en que los arqueólogos dan con los guías que los llevarán a través de las catacumbas... los arqueólogos más afortunados del universo. Pero lo interesante tiene lugar en la segunda mitad del film, cuando nos damos cuenta que no estamos ante el típico film de terror con la clásica formula "Grupo de Jóvenes+Territorio Desconocido+Monstruo/s". En este caso el elemento terrorífico no es una entidad propiamente dicha, ni una fuerza malévola: se trata del mismo Infierno. Conforme los protagonistas avanzan dentro del laberinto de las catacumbas se encaminan más y más en las entrañas del infierno, un infierno que toma la forma particular de los miedos y traumas de cada uno de los personajes y los enfrenta con sus propios demonios. Creemos estar viendo otra película de terror del montón, llena de sinsentido y gente por la cual no sentimos ningún tipo de interés; y es en ese momento cuando Dowdle -también co-guionista- nos sorprende con una historia que se esfuerza por salirse de los lugares comunes del género, y entrega una interesante reinterpretación del infierno, la muerte, y los demonios ocultos dentro de cada uno de nosotros. Este es un infierno que podría estar más cerca de lo que creemos, apenas unos metros por debajo de nuestros pies.
Como si fuera la primera vez, pero mal En la primer década de este milenio Adam Sandler y Drew Barrymore nos deleitaron con una comédia romántica -Como si Fuera la Primera Vez (50 First Dates, 2004)- en la cual el personaje de Barrymore sufría una rara condición a raíz de la cual olvidaba todo aquello que había hecho el día anterior, su memoria había quedado frenada en una fecha determinada y no retenía nada más allá de ese punto. Y es ahí donde entraba en juego ese personaje arquetípico que expone Sandler en cada una de sus comedias, a ganarse el corazón de la muchacha olvidadiza con sus particular personalidad, y hacer frente al desafío de recorarle todos los días su amor por ella. Podríamos decir que Antes de despertar (Before I Go To Sleep, 2014) plantea la contracara, un potencial lado oscuro de esa comedia azucarada de Sandler. Aquí todo comienza con una Nicole Kidman (no es necesario hacer un racconto de sus films, no?) que despierta todos los días junto a un hombre que no conoce, en una casa que no recuerda e incluso sin saber quién és ella. Unos instantes después del desoncierto inicial se enterará que su nombre es Christine y quien duerme a su lado es Ben -Colin Firth (El Discurso del Rey [2011], Magia a la luz de la luna [2014])- su fiel esposo, quien le explica que a causa de un accidente ha sufrido un daño en la memoria que no le permite recordar, y todo la información que logre obtener recuperar sobre su vida se perderá al irse a dormir y despertar al día siguiente. El film esta basado en el Best-Seller hómonimo del inglés S. J. Watson del año 2011. Ridley Scott compró los derechos de la novela y contrató a Rowan Joffe para que se ponga detrás de cámara. Joffe cuenta con una discreta carrera como director, sin películas destacables, pero ha sido guionista de producciones como El ocaso de un asesino (The American, 2010). En esta ocasión también colabora en el guión junto al autor de la novela original. La historia se desarrolla como una suerte de thriller hitchcockiano, donde el espectador accede a la información a través de la particular memoria de Christine, lo que envuelve el relato en un velo de misterio e intriga que planteará más dudas que certezas. Las interpretaciones de Kidman y Firth elevan por sobre nivel la producción y llenan de humanidad a personajes simples y terrenales expuestos a una situación dificil de sobrellevar, donde las sospechas afloran por todos lados y una delgada línea divide lo real de aquello que podría ser una muy perversa y elaborada ilusión. En el tercer acto se percibe un esfuerzo bastante extremo por mantener al espectador en la nebulosa sobre qué és real y que podría ser una distorsión de la memoria de Christine, pero el abuso de este recurso debilita un poco la resolución final, que si llegase cinco minutos antes nos dejaría un poquito más satisfechos y menos agotados.
Policial evangélico con drama social Pasa algo raro cuando uno ve las primeras escenas de El otro, no todo lo que ves (2014), algo parece fuera de eje... uno cree estar viendo un drama, tal vez un policial, una historia simple sobre un robo a un banco que hace esfuerzos un tanto evidentes por lograr deslizar a través de sus personajes críticas respecto de la sociedad, la violencia, el crimen y la justicia entre otros temas que se asumen del día a día. Pero como dicen los infomerciales yanquis sobre parrillas, maquinas de hacer ejercicios y aspiradoras: "But wait, there's more!" (Espere, aún hay más!) Ir a la galería de imágenes Película relacionada El otro, no todo lo que ves (2014) La historia gira en torno a Marcos (Guillermo Pfening), un joven que vive con su madre y su hermano y la lucha día a día. Marcos consigue trabajo como cartero y tiene tanta pero tanta mala suerte que en su primer día va a dejar una carta a un banco que es robado por una banda de ladrones integrada por su propio hermano. El bueno de Marcos busca evitar que un policía que bien podríamos denominar como "el facho" -interpretado por Víctor Laplace- abra fuego contra su hermano, y en medio del complejo episodio es confundido como parte de la banda de malhechores y herido de muerte. Y es acá donde la cuestión se pone interesante. De manera milagrosa Marcos revive en la morgue judicial, sus heridas de bala desaparecen y un misterioso hombre de barba -con una apariencia y proceder similares a los de cierta deidad biblica- comienza a presentarse ante él de forma esporádica en distintas situaciones con frases enigmáticas como "siempre voy a estar con vos" o "hay que tener fe" entre otras de un tono sospechosamente relacionado con otro ámbito. Este personaje fantástico aparecerá caprichosamente durante el relato sin otro objetivo más allá de bajar línea. Volviendo a la trama, a causa de toda la confusión generada Marcos deberá entregar la plata que no tiene de un robo que no cometió para evitar que las consecuencias las pague su hermano. La ficha del film nos dirá que está dirigida por Daniel De Felippo (Plumíferos, Aventuras Voladoras, 2010, Los Superagentes: La Nueva Generación [2008]), pero al mismo tiempo figura un Pablo Muñiz a cargo de la "Dirección General" -sea lo que fuere que ese cargo implique- y todo se vuelve mucho más extraño cuando después de investigar un poco uno se entera que es una película producida -entre otras- por Oramos Por Vos, que según dice su página web son un grupo de Pastores que forman parte de una red de iglesias evangélicas de todo nuestro país. Y es ahí donde nos termina de caer la ficha. Más allá de los orígenes de la producción, si analizamos al film fríamente podemos decir que a pesar de contar con un buen elenco -Víctor Laplace, Laura Azcurra, Alejandro Awada- se nota la caricaturización de personajes sin grises: los buenos son muy buenos y los malos son muy malos, y ninguno de ellos hará o dirá algo que no cuadre dentro de su -limitado- marco de competencia. A nivel técnico es un film que no desentona, con buen nivel de fotografía y trabajo de cámara, encuadres y movimientos de cámara que buscan dar valor agregado a aquello que se cuenta. Pero todos estos esfuerzos se ven bastante empañados por una historia cuya ideología intenta mostrar su costado evangelizador de forma demasiado denotativa, y eso lo corre a uno constantemente de aquello que plantea la trama, atentando contra una suspensión de nuestra incredulidad que nos permita disfrutar la película sin tener la sospecha constante de que al prenderse las luces en la sala nos darán un panfleto de la Iglesia Universal.
Ahí está el Detalle! En su momento se solía decir que Estados Unidos tenía a Charles Chaplin y México tenía a Mario Moreno -mejor conocido artísticamente como Cantinflas- en calidad de estandarte humorístico de la época dorada del cine mexicano. Sebastian del Amo rinde homenaje a quien supo ser en su momento el máximo humorista latino del planeta con la biopic Cantinflas, una vida de película (2014), repasando la vida y la carrera del comediante de los famoso bigotes separados. El núcleo del film gira alrededor de la participación de Cantinflas en la producción estadounidense La vuelta al mundo en ochenta días (Around The World In Eighty Days, 1956), film que significó un hito internacional en la carrera del actor sobrepasando los límites del mundo hispano parlante, el cual lo hizo ganador de un Globo de Oro. La estructura narrativa del film da saltos entre diferentes épocas en la vida de Moreno, rememorando sus inicios y su progresiva consolidación como primer figura del cine cómico mexicano en su época dorada, al mismo tiempo que va desmenuzando los pormenores, contramarchas e idas y vueltas de como llegó a participar de aquello que en su momento se consideró una de las mayores súper producciones norteamericanas. Del Amo ya había experimentado con el formato biográfico hace unos años con El fantástico mundo de Juan Orol (2012), donde narraba vida y obra del actor conocido como "el rey del cine negro mexicano". En esta ocasión vuelve a demostrar -junto a un soberbio trabajo de producción y diseño de arte- su capacidad para retratar con precisión el México del siglo veinte a través de las distintas décadas. El alto nivel de la producción se deja ver claramente en el vestuario, las locaciones y una soberbia reconstrucción histórica. Detalle no menor: la producción fue elegida por la academia de cine de su país para ser la representante en la próxima edición de los Premios Oscar como Mejor Película Extranjera. El español Óscar Jaenada se luce interpretando a Moreno. Su parecido físico es tan asombroso como la facilidad con que adapta su acento y copia hasta el más mínimo del humorista para utilizarlo en pos de una interpretación impecable. Michael Imperioli (Buenos Muchachos [Godfellas, 1990]) se pone en la piel de Mike Todd, el productor que se valdrá de todos sus trucos y artilugios para poner a Cantinflas en La vuelta al mundo en ochenta días junto a un desfile de súper estrellas del cine de la época. El film busca celebrar la carrera de Cantinflas haciendo hincapié en sus dotes humorísticos y actorales, su habilidad innata para la improvisación y su dedicación por el trabajo. De forma liviana y pasando muy de costado sugiere algo de su costado mujeriego y adúltero, cuestiones que parecen no tener un lugar de relevancia en esta visión de Del Amo sobre la vida del comediante icono del cine de su país.