Ningún encuentro es casual Maktub en árabe significa "estaba escrito" y es además un libro de Paulo Coelho, en el que el autor asegura que es "el destino" el que fija y marca ciertas conexiones entre la vida, el alma y el Plan Divino. Sobre estos tópicos gira Cambio de Planes, el film de Paco Arango, director televisivo que se sumerge en la pantalla grande con esta comedia que, además de hacer hincapié en la idea del libro del escritor brasilero, se inspiró en la vida real de un niño llamado Antonio Gonzáles, a quien se le detectó un cáncer y decide vivir la vida al máximo. La historia transcurre en España, donde el argentino Manolo (interpretado por Diego Peretti, otra vez en una comedia luego de Fuera de juego) vive el día a día como un verdadero pesar. El tiene una complicada relación con su esposa Beatriz (Aitana Sánchez-Gijón), un trabajo monótono, una madre en el geriátrico (Goya Toledo) y dos hermosos hijos que notan el derrumbe matrimonial. Una fiesta podría cambiar su vida, ya que es ahí donde entra en escena Antonio, mientras ambos esperan ser atendidos por el médico. Maktub enseña que uno puede seguir adelante por el camino más difícil hasta llegar al lugar deseado, que ningún encuentro es casual y que nunca es tarde para hacer las cosas bien. Cambio de Planes tiene una estética televisiva, pero se mantiene a flote debido a su buena combinación de humor y elementos fantásticos que entran a jugar en la trama. Algunas respuestas llegarán sobre el desenlace en esta realización riesgosa si se tiene en cuenta el tema que aborda. El elenco no presenta fisuras y cuenta con Jorge Garcia (Lost); Rosa María Sardà, en el papel de una enfermera; Enrique Villén, en el rol de un vecino de profesión psicólogo-albañil y Laura Esquivel (Patito Feo) en una pequeña participación como la hermana de otro niño internado. Cambio de Planes emociona, entretiene y ayuda a reflexionar que la vida no es sólo lo que hacemos, sino aquello que dejamos sembrado en el camino.
Una pelea que no tiene fin La actriz Milla Jovovich vuelve a calzarse la indumentaria de la guerrera Alice, en el quinto eslabón de la saga de ciencia ficción y terror que lleva el sello del director Paul W.S. Anderson (esposo de la actriz). Con un comienzo en "slow motion" y, a su vez, en flashBack, se suceden los primeros tres minutos del film, donde luego se podrá entender el por qué de ese cuadro. La acción se desarrolla en Tokio, Nueva York, Washington y Moscú, y la protagonista deberá escapar con la ayuda de un grupo comando (con rostros conocidos y otros nuevos). Esta quinta aventura incluye a la villana encarnada por Michelle Rodriguez, alguien ya comprometida con el género de acción, en títulos como Rápido y Furioso, Avatar y Machete. Esta producción se acerca más a la estética del video game, y sostiene detalles de la misma, aunque tiene menos ritmo que sus antecesoras (Resident Evil 4: La resurrección). Resident Evil 5: La Venganza, mantiene la atención del espectador y pasa como un rayo. Al igual que en La Resurrección, llega a la pantalla grande en formato 3D, quizás dando un plus a la producción, con algún elemento que da la sensación de volar hacia las butacas. Con buenas secuencias, aunque con situaciones vistas hasta el hartazgo y con una gran influencia de Matrix, llega esta nueva lucha de Alice contra los zombies mutantes y la Corporación Umbrella, una pelea que parece no tener fin.
El círculo perfecto El responsable de poner en pantalla esta realización es el paulista Fernando Meirelles, quien en 2005 se hiciera cargo de El jardinero fiel, que también protagonizó Rachel Weisz, y Ceguera. Si hay algo que caracteriza al cineasta es su habilidad para contar historias y saber hilvanar los distintos relatos, para que la obra finalizada tenga su merecido cierre. En esta ocasión se basó en “La ronda”, la conocida obra de Arthur Schnitzler, donde los personajes se entrelazan y vinculan mediante las relaciones humanas y sexuales. Pero el sexo no es la parte fuerte de la historia, sino las consecuencias que trae: la infidelidad, los trastornos psicológicos y el trabajo del sexo. Esto, más el agregado (en medidas exactas) de la culpa, las creencias religiosas y hasta la extorsión, hacen el resto. Pero sin duda, Meirelle traslada al espectador a través de ciudades como Colorado, Viena, Londres, París y hasta la pintoresca Bratislava, con interpretes que en su totalidad supieron qué hacer con sus papeles. Un Jude Law arrepentido, una Rachel Weisz en camino a su redención y Anthony Hopkins encarnando a un hombre en busca de su hija desaparecida, quien se encuentra con Laura (la brasileña Maria Flor), una mujer cuyo novio le ha sido infiel. Y párrafo aparte para el siempre convincente Ben Foster, en la piel de un ser traumado y con serios problemas. 360 es minuciosa y convincente y se construye a partir de planos dinámicos y del recurso de la pantalla partida para lograr su cometido: cierra el circulo desde su punto de partida y pasa por los 360 grados.
El Muñeco atrevido El film narra la historia de John (Mark Wahlberg, quien, cuando era un niño, carecía de amistades y no lograba ser el más aceptado del barrio. Pero, como bien dice la voz en off de Patrick Stewart, “Lo que deseas puede hacerse realidad”, John pidió que su osito de peluche (con voz de MacFarlane) se volviera real. Con este disparatado y tierno comienzo, el realizador Seth MacFarlane, el creador de la serie de televisión Padre de familia, lanza su artillería pesada y cuenta que le sucede a estos inseparables amigos veinticinco años después. Seth MacFarlane, quien se caracteriza por el humor ácido y directo, vierte en la pantalla las andanzas de este osito algo peculiar, que no se priva de fiestas nocturnas, alcohol y mujeres. Aunque el foco de narración gira unos grados hacia las dificultades que tiene John con su pareja (Mila Kunis, la actriz de Amigos con Beneficios) en consecuencia del aprecio del protagonista por Ted, nada empaña al humor y las ramificaciones de esta historia. Bifurcaciones que van desde un psicópata secuestrador (el siempre creíble Giovanni Ribisi) con su hijo, hasta la vuelta al cine de Sam J. Jones, el legendario actor rubio de Flash Gordon. Pero este exótico menú no se termina acá y se ven pasar artistas de la talla de Ted Danson, Joel McHale, la cantante Norah Jones, Tom Skerritt y Ryan Reynolds en un papel muy original. Con buen ritmo, banda sonora genialmente seleccionada, correctas actuaciones y un cierre perfecto del relato, Ted es irreverente y creativa, pero antes que nada, es el osito que muchos “no” quisieran tener.
Mel Gibson tras las rejas Get the Gringo o como se titula en nuestro país, Vacaciones Explosivas, encaja perfectamente para un intérprete como Mel Gibson, quien se encargó de co producir y escribir el film. Sin lugar a dudas, el ámbito de la acción y la supervivencia son escenarios que le vienen cómodo a Gibson, aunque esta vez se encuentre más del lado de los villanos en proceso de redención. Driver (Gibson), luego de una muy bien lograda persecución policial, cae en las tierras del buen tequila y con un botín de varios millones de dólares, es trasladado a la prisión de máxima seguridad de México, conocida bajo el nombre de El pueblito. Allí las leyes son otras y sobrevivir para un gringo, no es tarea fácil. El personaje central se une a un pequeño de diez años y tratará de entender las movidas internas del penal. Su misión es salir vivo de ese infierno; salvar la vida del chico y recuperar el dinero. Con mucho ritmo, logradas escenas de riesgo, toques de humor y música apropiada (incluso de Vicentico), el realizador argentino Adrian Grunberg supo amalgamar las situaciones y generar un clima presidiario, donde la escala de poderes no es tan distinta a la que existen fuera de El Pueblito. Las buenas interpretaciones, la trama y el correcto cierre de la historia, hacen que Vacaciones Explosivas se disfrute y acomode efectivamente al actor en su regreso a la acción.
Cuando los canales conducen al crimen "Todos Tenemos un Plan" o, al menos así, lo sostiene su realizadora Ana Piterbarg, que cuenta aquí la historia de dos gemelos, encarnados por Viggo Mortensen, que luego de varios años se encuentran en sus propias decadencias. Agustín es médico, vive en San Telmo con su esposa (Soledad Villamil) y se encuentra en pleno conflicto matrimonial ante la incertidumbre de una posible adopción. Por su parte, Pedro, vive en el Delta y tampoco está en su mejor momento, sumamente enfermo y con las manos salpicadas de sangre. Este cruce le permitirá a Agustín salir de su mundo y meterse en otro mucho más peligroso, en el que los límites se desdibujan. El cambio de identidad abre la puerta a un conflicto aún mayor alimentado por venganza y secuestros. Con formato de thriller y policial negro, la directora juega con la creación de climas, el peligro que crece minuto a minuto y con la incertidumbre de un personaje que decide vivir la tragedia existencial del otro. Los dos papeles que asume Viggo Mortensen están diferenciados por los aspectos físicos y también por las maneras forzadas del parlamento (hay frases que no resultan convincentes) y se encuentran alejados de la buena composición que logra Daniel Fanego, el villano del relato, o de la isleña que ayuda a Pedro en las colmenas, interpretada con buenos recursos por Sofía Gala Castiglione. El elenco lo completan el español Javier Godino y Soledad Villamil (ambos coincidieron en El secreto de sus ojos) como la esposa de buen corazón que se transforma en una mujer de carácter cuando las cosas no salen como estaban planificadas. Piterbarg construye un film con buena factura técnica (el espíritu isleño plasma el misterio y es un personaje más) pero la historia no siempre logra el suspenso y la intriga que el thriller exige. La escena del secuestro y del enfrentamiento final está resuelta de manera apresurada. Todos Tenemos un Plan, muestra a cinco personajes con su lado oscuro, donde la mentira es moneda corriente y el amor funciona de modo utópico. Todos los canales de la historia conducen a un mismo río: el crimen.
Canciones ochentosas y poco más Se dice que en Hollywood las estrellas brillan con más intensidad, pero lo difícil es llegar a ser estrella. Algo de eso tiene este film del mismo realizador de Hairspray, el director Adam Shankman, quien relata la llegada de una joven de las afueras (Julianne Hough, la actriz de la versión 2011 de Footloose) a Sunset Strip club Rock of Ages donde se enamora de una promesa del rock, interpretada por Diego Boneta. La Era del Rock entremezcla a la mujer de un senador (Catherine Zeta-Jones ) intentando cerrar el lugar que administra Alec Baldwin y su apasionado socio Russell Brand (quien no se despega de su eterno papel de rockero). Mientras todo corre sobre los carriles de la música de los ´80, gran parte de los diálogos pasan entre canciones de Styx, Journey, Bon Jovi, Pat Benatar, Twisted Sister, Steve Perry, Poison y Asia, que hacen muy llevadero el film, aunque por momentos termine aburriendo. Con indudable puntos en común con musicales como Hairspray, Mamma Mia, Moulin Rouge y Noches de Encanto (Burlesque, donde también participó Julianne Hough) entre otras, Rock of Ages no es la excepción y logra convencer a medias al espectador. Sin embardo, como en las producciones antes mencionadas, cuenta con un reparto de lujo compuesto entre otros por Paul Giamatti como un manager embaucador; Gwyneth Paltrow, Amy Adams, Taylor Swift, Mary J. Blige y con un Tom Cruise desdibujado, que logra ser opacado por un simio muy temperamental. Buena música, recordadas bandas, mucho sexo y la eterna pelea entre el pop y el rock de la época, hacen de La Era del Rock una película que no sorprende como se esperaba.
Un camino al corazón Se puede tornar difícil comenzar a ver un film como éste, con prejuicios, pensando que es una manera más de vender un producto valorado como el vino. Prejuicio que en el trascurso de los minutos desaparece y permite meterse en la historia y en todo el trabajo que existe dentro de una botella. El film pone a dos protagonistas en primer plano, uno el esfuerzo y dedicación detrás del vino y otro en Charlie Arturaola, un gran sommelier que en medio del prestigioso evento Masters of Food and Wine, en Mendoza pierde su don: El Paladar. Con básicos elementos cinematográficos, el realizador Nicolás Carreras (un amante del vino) logra generar un camino directo a las raíces del vino, pasando por la tierra, el cuidado, el inmaculado trabajo de la vid y los más profundos secretos de elaboración. Ya que Charlie, en esta intensa búsqueda por recuperar su herramienta de trabajo, recorrerá todos los famosos y tradicionales viñedos del país, e incluso los muy pequeños y familiares, pensando que encontrar el mejor vino es la ayuda que necesita para volver a sentir ese magnifico sabor en su paladar. Carreras supo caracterizar a este incansable sommelier con todos los vértices que puede tener el ser humano en momentos de supervivencia, pasando por la mentira, el robo, la ayuda de sus amigos (entre ellos Donato de Santis), la de sus conocidos bodegueros, hasta su diminuto núcleo familiar. El Camino del Vino es mucho más profundo de lo que parece, no sólo se mete en la raíz de la vid para descubrir el sabor de un producto único, sino también en los sentimientos de un Charlie que busca recuperar su paladar y su lugar en el mundo.
Hay algo allí! Existen sitios que de por sí dan escalofríos y, sin lugar a duda, uno de ellos es la ciudad de Pripyat, el hogar de los obreros que trabajaron en la central nuclear de Chernobyl, una suburbio que aún hoy se encuentra desierto, pero mantiene viva la memoria de la catástrofe. Solo basta recordar lo sucedido para saber que no es uno de los mejores sitios para visitar en Rusia y menos para pasar la noche. Sin embargo un grupo de seis jóvenes decide visitarlo y se embarca en un “tour extremo” de la mano de un ex militar que auspicia de guía. Para los jóvenes la acción no tarda en llegar y la sensación de intranquilidad logra contagiar al espectador. La ciudad fantasma presenta sorpresas que sacuden de igual modo a los personajes como a quienes los están viendo desde la butaca: lo desolado se vuelve peligroso y la quietud se transforma en amenazante. Los personajes no están solos. Si bien el registro con "cámara en mano" es un recurso muy visto, en Terror en Chernobyl logra su cometido, sumándole a esto, un ingrediente más: el efecto claustrofóbico de la oscuridad. El juego del gato y del ratón se amplía aun más con el correr de los minutos y lo que pretendía ser un paseo, se convierte en una verdaderal pesadilla. Dentro de la producción se encuentra el creador de Actividad Parnormal, Oren Peli, quien trabajó acá en el guión, mientras que la dirección estuvo en manos del realizador Brad Parker, uno de los encargados de los efectos visuales de películas como El Club de la Lucha y Déjame Entrar, entre otras. Terror en Chernobyl (Chernobyl Diaries) genera un buen clima a partir de una idea atrapante y deja un final para futuras secuelas.
El humor con piquete de ojos Estructurada en tres episodios que tienen como hilo conductor la misma historia, el retorno de Moe, Larry y Curly a la pantalla grande creaba expectativas. Por un lado, porque los personajes están en el imaginario colectivo y, por otro, porque adaptarlos era un riesgo. La película hace gala de la violencia física con golpes, piquetes de ojos y sonidos para acentuarlos. Los personajes actuales siguen de cerca los pasos de la serie original y los directores salen al final de la proyección para advertir a los niños que todo es una ficción y que los golpes son realizados por profesionales y con elementos de goma. Los Tres Chiflados, la película basada en el clásico show televisivo de comedia, encuentra su mejor momento en las escenas que tienen lugar en el orfanato (con Jane Lynch como la Madre Superiora y Larry David como una monja) donde son dejados los tres bebés. La acción salta luego a diez y veinticinco años después. Y el resultado comienza a resquebrajarse con las escenas del "reality", que convierten a Moe en una celebridad. El film se estrena en Argentina en castellano y da la sensación de estar viendo una película de Olmedo y Porcel, por la inconsistencia de una trama repartida en tres cortos de más de veinte minutos cada uno, que funcionan a la manera de "sketches". La producción de los realizadores Bobby y Peter Farrelly, marca un pequeño homenaje a los Tres Chiflados, un verdadero grupo cómico norteamericano que se mantuvo activo hasta 1970, y luego de 190 cortos de aproximadamente 16 minutos cada uno (1934 y 1958) llegaron a la pantalla chica gracias a Columbia Pictures, lugar que los hizo mundialmente conocidos. Los divertidísimos e inolvidables Curly (Will Sasso), Moe (Chris Diamantopoulos) y Larry (Sean Hayes) se colocan en primer plano por sus torpezas y los trabajos de los actores son lo mejor de esta propuesta que llega para las vacaciones invernales de los chicos. Homenaje o no, Los Tres chiflados: la película, mantienen el espíritu intacto de quienes hicieron reír a largas generaciones y hoy se dan a conocer en esta versión renovada.