"¿Dónde está el protagonista?" Después de dos somníferas incursiones en las comedias románticas como lo fueron “La Cruda Realidad” y “Asesinos con estilo”, Robert Luketic vuelve a mostrar la cara más interesante de su filmografía en esta nueva producción. Con “21 Blackjack” el realizador había demostrado que tenia habilidad para moverse de forma genuina y entretenida por el terreno de los thrillers y el suspenso, pero se alejó de esa faceta para realizar los films mencionados anteriormente que fueron completamente irrelevantes y aburridos. “Paranoia” supone una nueva incursión de Luketic dentro de esos géneros, nuevamente de la mano de una historia que tiene adolescentes ambiciosos decididos a participar de complots y estafas sin medir las consecuencias que estas acarrean. A diferencia de “21 Blackjack” donde el protagonismo se repartía de forma equitativa entre un grupo de jóvenes actores y un par de actores de peso (Kevin Spacey y Laurence Fishburne) ofreciendo un resultado mucho más aceptable, en “Paranoia” gran parte del peso del relato cae sobre Liam Hemsworth, quien como no podía ser de otra forma, hace honor al apellido y ofrece mucho musculo y poco talento. Ese es uno de los puntos más flojos de ésta película, ya que Hemsworth que no genera empatía en ningún momento y ni hablamos de transmitir credibilidad. Su personaje pasa de ser un joven emprendedor de una importante compañía multinacional a un infiltrado que trabaja para la competencia de la noche a la mañana y en ningún momento notamos los efectos de semejante cambio ni a través de su actuación, ni por merito del film. Hemsworth, quien homenajea a Zoolander al poner la misma cara en todas las escenas, no parece ser el único responsable de esto, ya que los guionistas (Jason Hall y Barry Levy) tampoco logran justificar la mayoría de las situaciones ni mantener el buen ritmo que la película logra por momentos. Por si fuera poco en “Paranoia” hay un pobre y llamativo trabajo de edición que no se entiende demasiado. Ver algunas caras conocidas en personajes que a priori parecen interesantes pero ocupan pequeños huecos dentro de la historia (Richard Dreyfuss, Julian McMahon, Lucas Till y Josh Holloway) da a entender que a ésta película la cortaron con los dientes por motivos que no se entienden demasiado. Sucede todo lo opuesto con los roles de Gary Oldman y Harrison Ford, quienes en sus todas sus apariciones (incluso las más pequeñas) terminan siendo el foco de atención, ya sea gracias al trabajo de estos dos grandes actores o al peso de sus personajes en determinadas situaciones. De todas formas los editores se encargaron de dejar por un lado todo aquello que buscan los más jóvenes (Hemsworth y Amber Head liderando una cuadrilla de carilindos que aparecen y desaparecen del relato cada tanto) y migajas de un thriller, que recuerda a “Duplicidad” de Tony Gilroy (2009), y por momentos es interesante y llevadero. El acertado trabajo de cámaras de Luketic, una correcta fotografía, las actuaciones de Ford y Oldman sumadas a una banda sonora que le pone ritmo hasta a lo más irrelevante (muy buen trabajo de Junkie XL) hacen llevadero el camino llano y sencillo que hay que recorrer para entender, disfrutar y entretenerse sin demasiadas expectativas con una película bastante chica como lo es “Paranoia”.
"Explorando recuerdos" En 1947 el explorador noruego Thor Heyerdal partió desde Perú junto a un grupo de 5 personas hacia la Polinesia para comprobar su teoría (sobre la cual venía trabajando desde hace varios años) de que algunas de las islas ubicadas en el océano pacifico habían sido pobladas por tribus sudamericanas precolombinas. Debido a que dicha hipótesis sonaba como un disparate en los círculos profesionales donde frecuentaba, Heyerdal no tuvo mejor idea que realizar esa hazaña al borde de una balsa construida completamente con materiales que, en su momento, podrían haber utilizado las antiguas tribus sudamericanas. Incluso para la construcción de dicha balsa se utilizó un modelo autóctono de tribus peruanas precolombinas, además de maderas y cuerdas hechas con cáñamo. Los tripulantes solamente llevaron consigo algunos elementos modernos como brújulas, una radio y herramientas necesarias para una sobrevivir en una odisea que duraría alrededor de 100 días. La radio, al igual que una cámara de video, fue utilizada para dejar registro de su epopeya. Años más tarde el material filmado en dicha travesía se convirtió en una película de 77 minutos que ganaría un Óscar en la categoría “Mejor Documental”. “Kon-Tiki: Un viaje fantástico” es el resultado del gran riesgo que corrieron los realizadores noruegos Joachim Ronning y Espen Sandberg, al decidir llevar adelante una película de ficción, basada en estos increíbles hechos reales, para contar la historia detrás de los mismos. Relatar de forma más humana todavía aquella travesía marítima que ya fue reflejada de forma precisa en el documental que filmaron sus propios protagonistas con el material recopilado en el lugar de los hechos no era tarea fácil. Sin embargo Ronning y Sandberg se valen de tres aspectos claves a la hora de construir su film: El increíble apartado técnico, las correctísimas actuaciones y el firme guión. Visualmente “Kon-Tiki” es abrumadora y espectacular. El trabajo que hicieron con los efectos especiales no solo para reflejar todo el viaje marítimo, sino también para la recreación de ciudades y paisajes, es cautivador y paga por completo la entrada del cine. Lo mismo ocurre con la edición de sonido y la banda sonora. La primera es un trabajo que también, al igual que el plano visual, vale la pena disfrutarlo completamente dentro de una sala de cine. Por su parte las partituras épicas y emotivas de Johan Soderqvist que musicalizan el film son sencillamente el mejor acompañante que tienen algunas de las hermosas escenas de “Kon-Tiki”. Por su parte las actuaciones de Pål Sverre Valheim Hagen, Anders Baasmo Christiansen, Gustaf Skarsgård, Odd-Magnus Williamson, Tobias Santelmann y Jakob Oftebro son correctísimas y se distribuyen el peso de la película en sus hombros a medida que avanza el relato, logrando crear esa tan importante química de tripulantes dispuestos a dejar todo por el bien común. Finalmente el guión, firmado por Petter Skavlan y el mismísimo Sandberg, te mantiene atrapado de principio a fin, con varias cuotas de suspenso, sin caer en demasiados clichés y emocionándote sin necesidad de golpes bajos o giros imprevistos en su parte final. La convicción al sostener una idea propia, el entusiasmo a la hora de hablar de ella, el asumir riesgos para defender una hipótesis, la felicidad de embarcase en un viaje que tiene como objetivos cumplir un sueño y la emoción de saber que todo el esfuerzo valió en algún punto la pena son algunas de las aristas que se lograron explotar de forma correcta en este relato ficticio sobre la travesía de los tripulantes del Kon-Tiki. El cómo se dice y el qué se dice son puntos claves a la hora de hablar del séptimo arte. Cuando ambos se combinan de forma perfecta, salen grandes películas para recomendar como es el caso de “Kon-Tiki: Un viaje fantástico”.
"Nos vemos en el espacio, Sr Machete" Machete se hizo muy popular gracias a un falso tráiler que se proyectó en “Grindhouse”, película que fue un fracaso comercial impresionante en los Estados Unidos. Sin embargo sus primeras apariciones se remontan a la saga de “Pequeños Espías” (dirigida también por Rodríguez) en donde era el popular y siempre mencionado tío “Machete Cortez” de los pequeños protagonistas. En el 2010 Robert Rodríguez se animó y realizó la primera película en solitario de este personaje y puso a Danny Trejo al frente de un elenco compuesto por Robert De Niro, Don Johnson, Michel Rodríguez, Jessica Alba, Steven Seagal y Lindsay Lohan. Acompañando de una historia que parecía simple pero criticaba abiertamente la política de control de inmigrantes que ejerce los Estados Unidos, Trejo (actor que hizo una carrera en base a papeles secundarios y protagónicos en films destinados al videoclub) se subió a una montaña rusa en donde él era el eje del universo bizarro y descabellado concebido por Rodríguez. Pese a que Rodríguez siempre fantaseó con la idea de una saga con este personaje, tal como lo hizo en su momento con el Mariachi (protagonizado por Antonio Banderas), el imprevisible éxito de aquella producción del 2010 le jugó una muy buena pasada a la hora de concebir esta segunda entrega de las aventuras de Machete. En la primera película el realizador se vio obligado a seguir una línea argumental muy similar a la del tráiler que popularizó al personaje, en cambio ahora se nota que Rodriguez se tomó libertad absoluta para contar una historia mucho más exagerada, entretenida y por momentos más ambiciosa que su antecesora. Dejando de lado esa camuflada crítica social que decía presente en el film del 2010, “Machete Kills” es puro entretenimiento dirigido a aquellos que buscan pasar un gran momento dentro de una sala de cine viendo una película con aroma a “clase b” pero llena de talento de primer nivel. Un hilarante Mel Gibson, una deleitante Amber Head, un excelente Demian Bichir (se roba la película por completo) y momentos divertidísimos de parte de Sofia Vergara, Antonio Banderas, Lady Gaga y el gran Tom Savini, son algunas de las migajas que Rodriguez arroja al publico más exigente mientras conduce los hilos de esta aventura al terreno donde él se siente más cómodo: el delirio total. Párrafo aparte para Carlos Estévez, una de las mejores interpretaciones que se hizo del presidente de los Estados Unidos en los últimos años dentro de Hollywood. Con “Machete Kills” Robert Rodriguez escribe, edita, produce, musicaliza, se encarga de la fotografía y dirige una de sus mejores películas hasta la fecha, llenándola de momentos memorables y guiños hacia el cine que lo marcó en su infancia y que lo convirtió en este monstruo imprevisible que es hoy, capaz de hacer una película de forma atípica (anticipándote el final apenas arranca el film) y mantenerte en vilo igual durante 107 minutos. Eso lo logra gracias a que desde el arranque aprovecha los personajes viejos, se toma su tiempo para desarrollar los nuevos y después sin muchas vueltas te mete de lleno en el conflicto central, cerrando todo con un desenlace a pura acción que termina por ofrecer una de las escenas más bizarras e impensadas de este 2013. Que quede claro: “Machete Kills” no es mejor que la primera, pero es una gran secuela que respeta el esquema de segunda parte de forma perfecta y te deja al borde de una más que necesaria tercera parte donde el control absoluto lo tiene su realizador. De concretarse esa locura, Robert Rodriguez dará por finalizada su misión de conquistar Hollywood ni más ni menos que poniendo un mexicano en el espacio. Definitivamente Machete es el Austin Powers de esta generación.
En la actualidad vivimos tiempos difíciles. Donde las imponentes estructuras y las bases de este mundo de pronto se tambalean por razones obvias, se quiebran de forma inexplicable y forman una grieta, pequeña pero lo suficientemente visible, que se convierte en la entrada principal hacia nuestro mundo para aquellos monstruos que nos dejarán con la boca abierta y nos pondrán a todos de rodillas a sus pies. Para hablar de este film primero hay que hablar de Hollywood, y todo lo que leyeron anteriormente se refería a la meca del entretenimiento y no al nuevo trabajo del realizador mexicano Guillermo del Toro, el cual dentro de esas palabras, vendría a ser “el monstruo”. “Titanes del Pacífico” es otra muestra más, que se suma a las que obtuvimos en los últimos años, de que la industria de cine más importante y reconocida del mundo está atravesando un problema difícil de resolver y que a medida que pase el tiempo las cosas se les irán cada vez más de las manos. Esa grieta de la cual hablaba al principio de este texto es la misma de donde salieron sin ir más lejos “John Carter” de Andrew Stanton (2012), “Tron: Legacy” de Joseph Kosinski (2010), “Watchmen” (2009) y “Sucker Punch” (2011) de Zack Snyder e “Inception” de Christopher Nolan (2011), pese a que esta ultima presenta una diferencia muy grande que la aleja en cierto punto del resto: Fue rentable económicamente. El resto de esos films no, al menos desde la ambiciosa mirada de sus productores y los estudios que, por razones inexplicables, le dieron luz verde a estos trabajos completamente atípicos y explosivos para lo que es el mercado de cine moderno. “John Carter” significó un terrible déficit económico para Disney, dejando a más de un dirigente de la compañía del ratón con problemas del corazón y con los pies fuera de la mesa donde se toman las decisiones importantes. ¿Era una mala película? No, al contrario, una de las mejores y más interesantes producciones del cine de aventuras que ofreció el 2012. Lo mismo sucedió con “Tron: Legacy“, que fue un riesgo gigante que corrió el mismo estudio dejando en manos del debutante Joseph Kosinski un presupuesto de 150 millones de dolares (y vaya a saber uno cuantos millones más en publicidad) para que este continuará la historia de Kevin Flynn, protagonista de una de las ovejas negras por excelencia del cine producido por la casa de Mickey Mouse. Tampoco era una mala película. Previo a estos dos ejemplos estuvo “Watchmen” de Zack Snyder, producida por Warner, que había tomado coraje de una vez por todas para adaptar al cine el cómic para adultos más importante de la historia, con un presupuesto que también rondaba por los 120 millones de dolares y que iba a estar a disposición de un buen director, pero al mismo tiempo, de un elenco repleto de caras desconocidas (o poco populares) y al servicio de una historia que apuntaba a un publico bastante especifico y minoritario. Pese a ser una de las mejores películas basadas en un cómic, “Watchmen” fue uno de los fracasos más importantes del 2009 y muchos creen que esto se debió a su calificación R (Apta para mayores de 16 años). No obstante, el estudio insistió con darle rienda suelta a la creatividad de Snyder y le dio en bandeja de plata otros 100 millones de dolares para que hiciera un proyecto completamente personal llamado “Sucker Punch“. Obviamente, el resultado fue muy similar al de “Watchmen“, ya que las chicas que peleaban en poca ropa con zombies, dragones y demases personajes extraños para tratar de evitar una lobotomia (sí, leyeron bien) pasaron sin pena ni gloria por los cines aquel año. La calidad del argumento de aquel film, si se quiere, es discutible. La originalidad y lo refrescante de la idea, no. El gran acierto de ese 2011 fue para Warner “Inception” de Christopher Nolan, quien venía de realizar la exitosa “The Dark Knight” (2008), por lo que el estudio le dio total libertad para que hiciera con 150 millones de dolares lo que se le cante en su próximo proyecto. Más que un regalo, se trataba de una devolución de gentilezas. Como dije anteriormente, si bien “Inception” no fue un fracaso económico (tampoco un éxito descomunal), se trataba de un proyecto personal de Nolan que parecía haber pasado por alto todos las luces rojas que suele imponer el mercado hollywoodense a la hora de producir sus films. Historia para un publico adulto, muchas caras poco conocidas (lo cual no quiere decir nunca malos actores), duración extensa, finales no convencionales y relatos que pueden tomarse como una unidad y no como el inicio de una saga que pueda explotarse a lo largo del tiempo. Todo esto sirve para tratar de entender de donde viene “Pacific Rim” de Guillermo del Toro, película que presenta las mismas características que las anteriores y que quedará en la historia del cine moderno, pese a quien le pese. Guillermo del Toro no es un tipo convencional. Personalmente creo que su mayor desventaja es que peca de ambicioso y por momentos queda parado fuera de la linea, dejando asi una imagen de vende humo difícil de borrar. Previo a la realización de “Pacific Rim” estuvo involucrado en “At The Mountain of Madness“, adaptación de la obra homónima de Lovecraft, proyecto por el cual Universal y Warner le cerraron las puertas en la cara cuando el mexicano les pidió un presupuesto no inferior a los 200 millones de dolares. También estuvo vinculado a “The Hobbit“, de la cual se bajó a ultima hora pese a haber realizado toda la pre-producción del film junto a Peter Jackson (quien acabaría dirigiendo aquel film). Las razones de aquella decisión son un poco confusas, pero están los pesimistas que dicen que hubo fuertes diferencias creativas y los optimistas que hablan de que del Toro ya estaba, por aquel entonces, trabajando en “Titanes del Pacífico“. Sea cual sea la verdad sobre aquel asunto, la realidad hoy nos muestra que del Toro logró lo mismo que Snyder, Stanton, Kosinski y Nolan, que es ni más ni menos sacarse de la manga un proyecto personal, poco convencional para Hollywood y romper una vez más con los contenidos estandarizados generados por y para gente con cabeza cerrada. “Titanes del Pacífico” al igual que “John Carter” y “Tron: El Legado” (esta ultima en menor medida) viene a tratar de revitalizar un género que murió hace rato en el cine moderno: el de aventuras para todas las edades, con algún que otro mensaje poco convencional. Con un prologo bastante rápido y eficaz (que recuerda al de “Reign of Fire” de Rob Bowman), del Toro nos introduce a un mundo apocalíptico donde unas enormes y violentas criaturas que salen de las inmensidades del océano pacifico, llamadas Kaijus, tienen como único objetivo destruir a la humanidad. Por esa misma razón, los países de todo el mundo (quizás el mas visible de estos mensajes no convencionales, el de la unión de los lideres de los distintos países de los continentes más afectados) deciden formar una liga de robots gigantes, conocidos como Jaegers, para combatir esta amenaza. Liga independiente del ejercito de estos países (segundo mensaje) y con un mensaje más que esperanzador y optimista que consiste en defender a toda costa a las poblaciones de las ciudades al borde del ataque, sin caer en el plan de “rompan todo con una bomba nuclear”, idea que se desliza por la boca de uno de los personajes en un momento del film y es rechazado inmediatamente por otro. Desde esos detalles que pueden parecer inocentes, hasta conformar un guión solido, donde el principal riesgo era que la inmensidad del relato puede hacerlo caer en el ridículo (cosa que no sucede) para filmarlo con un grupo de actores jóvenes en su mayoría y completamente desconocidos (acompañados de un par de pesos medianamente pesados), del Toro estuvo presente en todo lo que concierne a “Titanes del Pacifico” y el resultado se nota. Con el relato dividido en tres actos bien marcados, siendo el primero el convincente, el segundo el más solido y el tercero el de la espectacularidad y el entretenimiento garantizado, “Pacific Rim” se erige como la mayor propuesta en términos de cine de aventuras de los últimos tiempos, solo comparable con “Avatar” de James Cameron (2009). Y no solo por la inmensidad de su universo, el cual fue concebido para una película, pero podría explotarse hasta el hartazgo en cualquier otro medio u plataforma debido a la complejidad y variedad de matices que ofrece, sino también por el soberbio e imponente trabajo técnico que planta la bandera de revolución en términos de efectos especiales. “Titanes del Pacífico” es la película más impresionante de los últimos años en estos términos. Lo que hizo la gente de Light and Magic en todo el film es soberbio, pero sobre todo en su ultima hora, es para alquilar balcones y contemplar mil veces. Que puedas ver cada detalle, cada tornillo, cada cable de un robot en pleno combate contra un monstruo (que tiene mil detalles y sorpresas más) es algo que te deja la mandíbula por el piso y no tiene precio en comparación a la emoción que provoca. Desde los Jaegers peleando con los Kaijus en el agua como si se tratara de un ring de la UFC, hasta el Gipsy Danger caminando entre medio de los edificios de Hong Kong con un barco en la mano como si fuera un palo con el cual un chico quiere defender su casa de los monstruos imaginarios. Light and Magic lo hizo todo posible. Ni hablar de los minutos finales, donde nuestros ojos gritan gracias por la cantidad de colores y espectacularidad que ofrecen esas escenas. Por si fuera poco, el 3-D esta perfectamente utilizado, pese a no haberse filmado integramente en ese formato. Otro acierto para del Toro. Claro está que hay más puntos que suman a la grandeza de “Pacific Rim“: Ramin Djwadi y su pegadiza banda sonora (algo que considero esencial a la hora de hablar del genero de aventuras), Guillermo Navarro y su inmejorable trabajo como director de fotografía en un film que esta casi íntegramente filmado con efectos especiales y el reparto que cumple, algunos más y otros menos, con la difícil tarea que les asigna del Toro dentro del relato. Es decir, no podemos caer en el equívoco de juzgar con la misma vara al grupo formado por Charlie Hunnam, Riko Kikuchi, Idris Elba y Max Martini, que son quienes llevan las riendas de la emoción, el compañerismo, el liderazgo y la valentía dentro de la historia, y al grupo que conforman Charlie Day, Burn Gorman y Ron Perlman, que son los encargados de aportar el humor. Sobre todos estos aspectos del Toro puso la lupa, no dejando entrever ningún clavo salido, ninguna tuerca sin ajustar, dentro de la que es sin dudas su mejor película hasta la fecha, la cual a su vez es, como dijimos antes, su proyecto más personal. Como me gusta decir a mi: “Todos los géneros se definen por su objetivo”. Una buena película de terror, tiene que asustar (sin importar el método). Una buena comedia, tiene que despegar sonrisas. Una buena película de aventuras tiene que entretener y emocionar. Y “Titanes del Pacífico” lo logra de principio a fin. Por que la emoción atraviesa todo el relato. Porque detrás de esos colosales jaegers, debajo de esos escombros, hay personas que con camaradería, solidaridad, esperanza y sacrificio van a hacer lo que para muchos es casi imposible de concebir e imaginar: ponerte la piel de gallina y provocarte un nudo en la garganta con una historia de robots y monstruos gigantes. Difícilmente tengamos este año alguna otra película que, al igual que este último trabajo de del Toro, logre romper todos los estereotipos hollywoodenses y toda la mediocridad con la que esa meca se llena los bolsillos en base a secuelas, spin-off, adaptaciones y remakes. Mientras esa grieta siga abierta y hollywood no pueda controlarla completamente, mientras algún que otro loco, ambicioso y soñador (con muchísima suerte) llegue a pasar por ahí con una idea descabellada y audaz, el cine moderno todavía tiene algo de luz y esperanza en su futuro. “Pacific Rim” es eso: la prueba más fuerte y actual que tenemos para demostrar que no hay limites ni barreras que no puedan romperse, porque con la magia del séptimo arte no existe sueño que no pueda verse reflejado dentro de una sala de cine.
El género del terror (uno de mis favoritos por lejos) desde su desembarco en el cine moderno, luego de la sobre-explotación del subgénero slasher, ha buscado las mil y un formas de tratar de reconquistar al publico con diferentes propuestas. Quizás una de las que mayores éxito tuvo fue la de resucitar ese modo de filmar conocido como “cámara en mano” o “P.O.V” (point of view) que da origen al sub-género conocido como “Found Footage“, justificadas por el boom que generó en su momento “The Blair Witcht Project” de Daniel Myrick y Eduardo Sánchez (1999). Si bien no fue inmediato, el éxito que obtuvieron películas como “Rec“ de Jaume Balagueró y Paco Plaza (2007) y sobre todo de “Actividad Paranormal” de Oren Peli (2007), provocaron una avalancha enorme de producciones que explotaban esta renovada manera de contar historias de terror que básicamente se sustentó en el tiempo (hasta el día de hoy incluso, es una de las más vigentes) por dos razones más que interesantes. En primer lugar el “found footage” es económico, lo cual lo hace accesible a cualquiera que tenga un dispositivo tecnológico que le permita filmar la historia que se le plazca. Un punto de vista subjetivo recorta abruptabmente costos de producción como los de montaje, maquillaje, locaciones, efectos especiales, luz, fotografía, actores, etc, etc. Este sub-género es, si se quiere, el más democrático de todos, no solo por lo anteriormente mencionado (¿Quien no tiene hoy en día un dispositivo que pueda filmar?) sino porque hasta la distribución del mismo contenido parece facilitada por su segunda característica: el escepticismo que generan las múltiples plataformas que lo albergan. La subjetividad no es contundente, pero puede ser más que eficaz. Filmar una historia a través de este método, rodearla de misterio y lanzarla a las amplias plataformas modernas que permiten su almacenamiento y distribución (el ejemplo más grande es Youtube) es tan fácil y sencillo que en cuestión de años, sin dudas, esto representará un dolor de cabeza para los productores de cine y su estrecha mirada sobre una industria que por estos días sufre cambios enormes. Si filmar es accesible, si hacer publicidad sobre eso que filmaste es también algo que no requiere de mayores conocimientos (abrir un blog, una cuenta de twitter, facebook, o de cualquier otra red social, es cosa de niños en la actualidad) y si, sobre todo, hay un publico dispuesto a consumir esas producciones, ya sea por escepticismo o porque simplemente disfruta de su visionado, el negocio tiene las bases sentadas y difícilmente puedan derrumbarse fácilmente. Los desafío a entrar a youtube y buscar vídeos de fantasmas, brujas, monstruos, extraterrestres y demás personajes u elementos que pertenezcan al ámbito de lo fantástico. Les aseguro que pueden estar horas y horas viendo material de pésima, buena, muy buena y hasta algunos de una calidad que los hará dudar de sus propias creencias. La clave radica, también como dije anteriormente, en que estas plataformas donde se albergan o almacenan estos contenidos son muy amplias y posen muy pocas restricciones a la hora de controlarlos. Siguiendo con el ejemple de Youtube, el portal de videos adquiridos por google, ofrece desde canales oficiales de grandes medios periodísticos, de grandes estudios de hollywood, de bandas de música y hasta de distintos gobiernos a lo largo y ancho del mundo. Todo eso en una misma plataforma, donde podes encontrar desde el ultimo discurso de un presidente latinoamericano, el ultimo tema de tu banda favorita, el anuncio de una película que esperas, el backstage de una sesión de fotos de una modelo que parte la tierra y el registro de un sobreviviente al accidente nuclear de Fukushima. Eso genera confusión, por un exceso de información. Esa convergencia de realidad-noticias-ficción-entretenimiento, además de ser democrática y realmente fascinante para los tiempos que corren, vamos a ser sinceros también, es un quilombo de proporciones considerables que en algún momento habrá que ordenar. No quiero irme mucho más lejos hablando de este tema, pero los desafío también a que vean la televisión de hoy en día, sobre todo los canales informativos y saquen sus propias cuentas de cuanta es la cantidad de información, registros o simplemente materiales audiovisuales que se utilizany proviene de internet, siendo este un espacio donde se puede encontrar de todo, y no todo es verídico. Así fue como en su momento se generó el misticismo alrededor de “The Blair Witch Project“, de la mismísima “Actividad Paranormal” y de “Encuentros de la 4º fase“, entre otras películas. Pero así fue como también esta idea se metió dentro de las propias producciones del genero para formar parte de sus tramas. ¿Acaso Rachel (Naomi Watts) no era una periodista que buscaba revelar la historia de un vídeo sin titulo que encontraba en una cabaña, el cual supuestamente era el motivo por el cual las personas morían 7 días después de su visionado, en la película “La Llamada” de Gore Verbinski? ¿Jennifer Mash (Diane Lane) no buscaba desesperadamente sacar de la web una serie de vídeos subidos por un asesino serial , luego de haber dudado de su veracidad en “Sin Rastros” de Gregory Hoblit? “Las Crónicas del Miedo” o “V/H/S“, como también se conoce a esta producción, ahonda en lo mismo: Un grupo de jóvenes (que poseen todos los rasgos característicos de nuestra generación), decide por razones un poco confusas, ingresar a un domicilio particular para robar una cinta de vhs por encargo. El problema es que una vez que están dentro de esta casa no se encuentran con todo lo que esperaban y además hay miles de cintas de vídeo de origen desconocido, lo que hará más ardua y difícil la tarea de cumplir su objetivo. Ese relato, que puede considerarse la linea argumental de la película en si misma, si bien es muy precario y desorganizado (sobre todo su primera parte), sirve para reflejar todo lo que mencione al principio de esta opinión: en los tiempos que vivimos, todos somos generadores de contenidos por razones inexplicables y a la vez somos consumidores casi devotos e inconscientes de contenidos generados por fuentes que no conocemos, o no nos interesa conocer. Dentro de ese circulo vicioso, compuesto por personajes que son emisores y receptores de contenido, es donde aparece el manto que tapa la verdadera y antigua identidad de “V/H/S” que es básicamente el de la antología, razón por la cual considero (yo al menos) necesario hablar de cada una de las partes que la componen y no solo del resultado que ofrece el conjunto en sí. Si vamos directamente a eso podemos decir que “V/H/S“, al igual que toda antología, tiene altos y bajos, aciertos y errores, ventajas y desventajas, lo cual la convierte en un producto regular pero no por eso una mala película. El primero de los cortos que presenta “Las Crónicas del Miedo” se titula “Amateur Night” y está dirigido por David Bruckner, quien ya había trabajado en otro film de terror bajo el mismo concepto de la antología, como lo fue “The Signal” (2008). En aquella producción, en cambio, existía una bajada de linea en cuanto a contenido y todos los cortos giraban alrededor de una extraña señal que convertía a las personas en una especie de zombies paranoicos. En “V/H/S“, como no podía ser de otra forma, la libertad es absoluta y sin dudas es Bruckner quien se tomó más a pecho estas palabras porque su cortometraje es un delirio absoluto. Filmado desde unos lentes similares a los “Google Glass“, “Amateur Night” sigue los pasos de un grupo de adolescentes que planea filmar una peli porno amateur sin el consentimiento de las mujeres involucradas. Por eso, luego de una larga noche de boliche, bares, alcohol y drogas, terminan en un hotel alojamiento y cuando viene el momento de los bifes, viene el machacazo y la gran sorpresa. Sorpresa que, dicho sea de paso, ofrece reveladores detalles hasta el plano final, el cual demuestra que la idea del corto es una cosa de locos. Un gran arranque, plagado de sangre y giros inesperados, pero que también posee personajes bastantes imbéciles y con los que uno genera poca empatía, a excepción del que lo filma todo. Quizás ese es el punto más flojo, la idiotez de sus protagonistas, pero de todas formas, como arranque de esta antología no podrían haber hecho mejor elección que ésta. El segundo cortometraje, dirigido por el ya conocido (para los amantes del buen terror moderno) Ti West, se titula “My Second Honeymoon” y está protagonizado por uno de los mejores amigos de West, Joe Swanberg, con quien ya trabajó en “Silver Bullets” y varias producciones más que no tienen mucho que ver con el terror. Precisamente el salto más abrupto que presenta “Las Crónicas del Miedo” es pasar del trabajo de Bruckner al de West, ya que en definitiva son dos cosas completamente opuestas. Lo que veías en “Amateur Night” era irracional y violento. Lo que ofrece “My Second Honeymoon” es más perverso, pero también realista. Tal como lo dice su titulo, la trama del corto gira en torno a una pareja que viaja alrededor de Estados Unidos en lo que se supone es un esfuerzo por tratar de reforzar el vinculo. Obviamente registran casi todo el viaje con una cámara de vídeo. Una noche de esas, en las que no se puede conducir más por el cansancio, la pareja decide dormir en un hotel al lado de la ruta y vivirán en carne propia un extraño acontecimiento que los asustará, pero que no es lo que parece… Como dije anteriormente, el corto de West es el más realista de los que presenta esta antología, por lo que si a eso le sumamos el talento del realizador para crear climas de suspenso donde no respiran ni las moscas, estamos frente al mejor, más serio, mejor filmado, actuado y más eficaz de toda la antología. Eso si, al igual que “Amateur Night“, hasta el plano final no sabemos bien que pasa y el giro sorpresa define todo el relato. Luego del gran arranque y el muy buen segundo cortometraje que nos presenta “V/H/S” viene su historia más floja, titulada “Tuesday the 17th” dirigida por Glenn McQuaid, quien cuenta en su filmografía con la correcta y bizarra “I Sell the Dead” (2008). “Tuesday the 17th” precisamente se destaca por ser bizarra, pero lo malo es que el envase que acompaña a esta historia es peor de lo que se merecía. Es decir: personajes realmente estúpidos (los más boludos, por lejos, de todos los que presenta “V/H/S“), un montón de sangre sin justificativo, un asesino ridículo y un desenlace patético e irrelevante. A pocos minutos del inicio de este corto ya sabes por donde viene la mano y no hay sorpresas, ni giros, ni nada de eso. Un slasher en toda regla, de esos que abundaban en los 90, pero que hoy en día detestamos tanto porque realmente aburren y cansan. El cuarto capitulo que tiene para ofrecer esta antología vuelve a levantar un poco la calidad que ofrecían los dos primeros, y si bien no es mejor que ellos, se destaca por sobre todos los que componen esta película por una característica esencial: es el único que realmente logra asustar por algunos momentos. “The sick thing that happened to Emily when she was youger” es el corto dirigido por Joe Swanberg, a quien mencionamos anteriormente por actuar en “The second honeymoon” de Ti West, y escrito por Simon Barrett, quien tiene un largo historial como guionista del cine de terror moderno. Esta historia como dije antes logra asustar y mucho: Una joven (bastante linda por cierto) conversa habitualmente con su novio a través de Skype por razones de distancia. Durante una de esas llamadas, la chica manifiesta que desde hace unas noches experimenta situaciones bastantes aterradoras como escuchar voces y ruidos en una parte de su departamento donde no vive nadie. Cuando su novio decide ayudarla (todo a través de videochat), las cosas empiezan a empeorar y estos fenómenos paranormales se hacen más violentos y visibles. La trama se va desenvolviendo de a poco, tiene algunas similitudes con “Actividad Paranormal”, pero a diferencia de esta ofrece algo de sangre (un momento más que desagradable) y el clima va incrementando en materia de suspenso y tensión hasta el final donde, al igual que los dos primeros cortos que ofrece “Las Crónicas del Miedo”, hay un giro sorpresa más que interesante y llamativo. Swanberg y Barrett muestran sus credenciales en los minutos que dura este corto. Por algo son, junto con Ti West, algunas de las grandes promesas del cine de terror para los tiempos que vienen. Finalmente lo ultimo que tiene para ofrecer esta antología es “10/31/98“, el corto dirigido por el cuarteto de directores conocido como “Radio Silence“, formado por los realizadores Matt Bettinelli-Olpin, Tyler Gillett, Justin Martinez y Chad Villella. Que 4 tipos se pongan detrás de las cámaras para dirigir un corto que forma parte de una película donde hay otras producciones dirigidas por otros realizadores individualmente parece una forma sutil de hacer trampa, pero no importa, ya que el resultado es bastante positivo. Si bien no es un delirio como la primera producción, no tiene el realismo ni la gran dirección del segundo ni tampoco asusta tanto como el cuarto, “10/31/98” (Halloween del 98) es una buena historia que sigue los pasos de un grupo de amigos (comparados con el resto, son unos eruditos) que asiste a una casa abandonada en búsqueda de una fiesta de Halloween y termina encontrándose con algo siniestro. Por la estética, la trama y el modo en el que está filmada, hay que decir que la historia se parece mucho a “The House of Devil” de Ti West (2009). Obviamente no le llega ni a los talones a esa gran película, pero de todas formas el corto final se erige como una gran propuesta para cerrar la antología que propone “V/H/S“. En definitiva, “Las crónicas del miedo” está lejos de los dos polos opuestos donde la posicionó la critica. Ni es la peor película de terror de los últimos tiempos, ni mucho menos el clásico que viene a revolucionar el género. Es una producción que reúne a varios realizadores con talento bajo una premisa interesante y que les permitió explayarse libremente sobre un terreno que conocen y sobre el cual van a trabajar durante los próximos años, porque son el futuro de este género. ¿Por qué? Básicamente porque se adaptan a las necesidades y a los gustos de las nuevas generaciones y ofrecen, dentro de ese amplio terreno, producciones cortas, eficaces, originales, llamativas y de calidad, sin dejar de lado el estilo y sello propio que los caracteriza. Si el tiempo en la actualidad es poco, la rapidez es la clave, la necesidad de expresarse es demasiada, los recursos están al alcance de la mano y la demanda de contenidos es grande, “V/H/S” es el primer esfuerzo organizado por tratar de responder todas esas necesidades. Como primer paso, es más que alentador. Pero todavía falta un largo camino por recorrer, porque las necesidades de esta generación cambian rápidamente, convirtiendo una película en tan solo una fotografía del panorama actual. Si querés saber donde está parado el género, tenes que ver “V/H/S”: una fotografía que lo describe de pies a cabeza.
Somos parte de una generación que es contemporánea a una de las etapas doradas más importantes que vive el cine comercial moderno, la cual puede resumirse en una sola palabra clave: superhéroes. Muchos críticos y analistas del cine reconocen que esta etapa se inició en 1998 con el estreno de “Blade” de Stephen Norrington, protagonizada por Wesley Snipes y basada en el cómic publicado por la editorial Marvel, fundada por el mítico Stan Lee en 1939. La película, que contaba las andanzas de un vampiro que se convertía precisamente en un cazador de los de su raza motivado por la venganza, tuvo un éxito aceptable en términos económicos, pero su mayor acierto fue abrir el camino para las futuras producciones de ese estilo. Vale destacar que un año antes del estreno de “Blade”, llegaba a los cines “Spawn” de Mark A.Z Dippé, una producción de Warner Bros que intentaba imitar el éxito de “El Cuervo” de Alex Proyas, film taquillero, polémico y bordeado por la tragedia, que se estrenó en 1994. Tanto “Spawn” como “El Cuervo” eran films que estaban basados también en cómics, creados por Todd McFarlane y James O’Barr respectivamente. ¿Por qué se dejan afuera estos films que también forman parte de la década del 90, al igual que las producciones que Burton y Schumacher hicieron con Batman? Los que saben dicen que no hubiera existido etapa dorada del cine de superhéroes sin el desembarco de los personajes de Marvel en el cine. Siguiendo con esa linea y ese razonamiento, dos años después del desembarco de “Blade” en la pantalla grande (personaje que continuaría sus aventuras en el 2002 y el 2004) llegaría el quiebre de la mano de Bryan Singer y sus “X-Men“, film que tenia varios puntos en común con el trabajo de Norrigton (por ejemplo el contenido adulto para un publico especifico), pero que a su vez empezaba a diferenciarse y se preocupaba por sentar bases que el cine de superhéroes después se encargaría de respetar. Por ejemplo, los repartos con actores de peso, el apartado técnico más que cuidado y el respeto hacia las obras originales. El éxito mundial y rotundo de “X-Men” fue clave para que otros estudios empezaran a comprar derechos de los personajes de Marvel y se decidieran por concretar proyectos que tenían años dando vueltas por las oficinas de los productores. Entre ellos se encontraba “Spiderman” de Sam Raimi (2002), que al igual que “X-Men” de Singer, con el paso de los años se convertiría en una de las sagas cinematográficas más rentable de la historia del cine. Actualmente “Spiderman” tiene 4 películas estrenadas (el próximo año llega la quinta) desde su irrupción en el 2002, mientras que “X-Men” tiene 6 películas (el próximo año llega la séptima) desde su desembarco en la pantalla grande en el 2000. Durante el periodo de tiempo que se comprende entre el 2002 y el 2012, hubo solamente, basadas en personajes de la editorial Marvel, 25 películas. Es decir, un promedio de dos films por año, solamente basada en los personajes creados (directa o indirectamente) por Stan Lee. Frente a este colosal desembarco de personajes salidos de su principal competidora, DC Comics embistió con tan solo 6 películas en ese mismo periodo, 3 de las cuales fueron rotundos fracasos, mientras que las otras 3 conformaron la mejor (hasta ahora) saga cinematográfica en términos de calidad y eficacia (sobre todo en aspectos económicos y de cosecha de criticas). Estamos hablando de Batman señores y señoras, ese personaje que Christopher Nolan devolvió a su trono en lo mas alto del olimpo y que es para muchos (entre los que me incluyo) el estandarte y, al mismo tiempo, la cátedra de todo lo que debería hacerse a la hora de adaptar a la pantalla grande a un personaje salido de un cómic. Batman representa eso y mucho más: Es el caballo de guerra que le hizo frente solitariamente a todo ese despliegue de personajes que hizo Marvel (el cual culminó con “Los Vengadores” de Josh Whedon) y si bien no salió lujosamente victorioso, su mayor éxito radica en haber establecido las nuevas y fortalecidas bases en las que se basará esta segunda mitad de la etapa dorada de los superhéroes dentro del cine moderno, donde DC Comics (devenida en DC Enterteinment al hora de hablar de cine) jugará el rol clave. Y si bien la saga Batman terminó el año pasado con la espectacular “The Dark Knight Rises“, cual leyenda del fenix, DC Comics hizo el movimiento más inteligente de todos los que tenía a mano y decidió poner a prueba esas bases, fortalecer esos cimientos establecidos por Nolan y su Caballero de la Noche con el primero y el más importante de los superhéroes de toda la historia. Pónganse de pie señores y señoras porque ahora sí vamos a hablar de Superman, el personaje que nació en 1939 y hasta la fecha sigue siendo un estandarte para chicos muy chicos y grandes muy grandes. Siguiendo con la premisa de la etapa dorada de los superhéroes dentro del cine y la consolidación de sus películas como un género mismo a partir del 2002, seria ilógico hablar de las primeras producciones que se hicieron con el hombre de acero, o ir más allá de la aceptable “Superman Regresa” de Brian Synger (2006). Sin embargo, seria injusto también de nuestra parte tratar de hablar de “Man of Steel” de Zack Snyder sin referirnos a las grandes influencias que recibió por parte de “Superman” (1978) y “Superman II” (1980) de Richard Donner (la segunda dirigida en conjunto con Richard Lester). David S. Goyer (guionista del film), Snyder (director) y Nolan (productor del film) sacaron lo mejor de aquellas dos historias y la combinaron en un solo relato que sirve para presentarnos algunos de los hilos más importantes que puede ofrecer el ultimo hijo de Krypton. Es decir: El por qué tuvo que abandonar su planeta de pequeño, su difícil adaptación al planeta tierra (sobre todo a los humanos), la incansable búsqueda de su verdadera identidad y su enfrentamiento con el poderoso General Zod. Esos aspectos son los que los tres realizadores del film (Goyer, Snyder y Nolan) aplican a un esquema calcado y a prueba de fuego, como lo es el de las películas de Batman, para contarnos de la mejor forma que se hizo hasta ahora, los inicios de este personaje tan popular como lo es Superman. Ahí radica el principal acierto de este film, en elegir que es lo que se va a contar dentro de la amplia variedad de aristas que ofrece el personaje (merito de Goyer). Obviamente el cómo se lo cuenta también juega un rol central, aunque en este aspecto son dos los responsables (aciertos de Nolan y Snyder). “Man of Steel” podría dividirse, al igual que un libro, en 4 grandes capítulos, que a medida que avanza el relato van haciéndose cada vez más importantes jerarquicamente y ofrecen un resultado superior a su antecesor. Personalmente divido al film en: Orígenes, Clark Kent, Superman y el sacrificio. En “Orígenes” que forma parte del primer acto, conocemos Krypton, su organización social, sus dirigentes y su avanzada tecnología, pero también a Jor-El (interpretado de forma magistral por Russell Crowe) y a Lara Lor-Van (Ayelet Zurer), padres biológicos de Kal-El, quien será enviado por sus padres al planeta tierra para salvar su vida. La emoción implícita que conlleva toda esa situación, a la cual Snyder le agrega un poderío visual imponente, mientras que Goyer se encarga de presentarnos sin muchos preámbulos al gran villano del film, el General Zod (soberbio Michael Shannon), termina por convertirse en un prologo cargado de acción en el que todo esta atravesado por un tono épico que recién volverá a aparecer en la ultima parte del film. De ahí saltamos a “Clark Kent“, segundo capitulo del film, que también forma parte del primer acto del relato, donde el foco se centra precisamente en la identidad humana que asumió Kal-El en el planeta tierra, luego de ser adoptado por Papa Kent (Kevin Costner, el mejor actor de todo el film) y Martha Kent (correctisima Diane Lane). Este segundo capitulo, lejos de tener el tono épico, la dinámica y el ritmo del soberbio primero, se enfoca más en lo dramático y en lo humano del personaje. Clark Kent (Cooper Timberline, Dylan Sprayberry y Henry Cavill, quienes lo interpretan en diferentes etapas de su vida) lejos de ser el periodista que la mayoría conoce, es un hombre que recorre todo el continente en búsqueda de respuestas, sabiendo que su naturaleza no es humana y que su objetivo en este planeta, claramente no es pasar desapercibido. Los puntos más altos de esta parte son las actuaciones, que sirven para tejer la emoción que acompañara de aqui hasta el final del relato a nuestros personajes. La relación padre e hijo es la piedra angular que se erige como el principal motor de la historia, con emoción genuina y algún que otro golpe bajo necesario, que supone cambios con respecto a la historia original del personaje en los cómics. Durante esta parte también conocemos a una Louisa Lane (la hermosa Amy Adams) muy diferente a lo que podíamos imaginarnos previamente, la cual sirve para darle más dinamismo y rapidez al cierre del primer acto. El tercer capitulo, al cual denominé “Superman“, es tan extenso, tan completo y esta tan bien trabajado, que conforma por si solo todo el segundo acto del film ya que en él tenemos el surgimiento del superhéroe, los primeros desafíos y dilemas que debe atravesar, y ademas vuelve a poner en escena al villano del film, esta vez acompañado de todos sus secuaces, lo que conforma la introducción al conflicto central de la historia. La segunda parte de “El Hombre de Acero” es la que la consolida como la gran película que es, sin lugar a dudas. Aquí es donde el actor Henry Cavill toma la posta durante este tramo del film y se consolida como una excelente elección para este personaje. Volver a ver a Superman en acción es el elixir que todos buscamos a la hora de ver este film. Luego de una emotiva primera aparición (la imagen del ultimo hijo de krypton caminando por la Antártida pone la piel de gallina) y un primer vuelo que realmente te convence de que “un hombre puede volar”, tenemos el marcado paralelismo que caracteriza a esta historia con la del mesías y el salvador que viene a la tierra para sacrificarse. El ultimo hijo de Krypton es retratado como una especie de Moisés y Jesús al mismo tiempo, y los realizadores juegan con esa idea constantemente, no para la polémica sino para enderezar el rumbo del film y definir un subgénero del mismo, que es la ciencia ficción, cuyos elementos marcan completamente el tramo final de la película. Superman no deja de ser un extraterrestre (no es humano), alguien que al venir a la tierra rompe con todos los esquemas morales, religiosos y científicos que ordenan y organizan la vida actual, y es por eso que su riqueza como personaje va más allá de su virtud de ser un superhombre, devenido en superhéroe. Como personaje, además, es grandioso porque presenta, al igual que algunas figuras religiosas, un dilema muy fuerte e interesante, como lo es la idea de hacer un sacrificio por una sociedad que él mismo altera con su presencia, la cual provoca el rechazo, violencia y el miedo hacia su figura. Pese a todo esto, asume su rol como salvador (ya sea por que piense que es parte de su destino, o para cumplir la voluntad de su padre/creador) y el hombre de acero está dispuesto a sacrificarse por una raza humana que le tiene miedo, no lo entiende, lo rechaza, pero que en algún momento de su vida (su infancia sobre todo) supo ofrecerle muestras de bondad, solidaridad y amor pese a ser diferente. Ojo que de todas formas, el segundo acto esta repleto de acción y presenta una de las secuencias más impactantes en materia de capacidad destructiva que ofreció el cine en lo que va del año: La primera pelea de Superman con Zod y sus muchachos en Smallville es un derroche de adrenalina, efectos especiales e impacto visual como nunca vimos en una película con este superhéroe. En esta parte es donde Josh Whedon y sus Vengadores ya quedan fuera de juego, para que quede más claro. Aquí es donde ya empiezan a entrelazarse el tono épico del capitulo “Origenes“, la parte emotiva y humana de “Clark Kent” y la complejidad de “Superman” para empezar a formar el estilo que marcará el tercer y ultimo acto del film, al cual denomine “El sacrificio“. Todo lo anterior tiene como objetivo llegar a ese momento, a ese clímax, a ese final que ofrece todo lo que uno buscaba en una película de este genero, pero que hasta ahora jamás habíamos visto. La espectacularidad, al servicio de un buen argumento y en los hombros de un solo personaje. El mejor de todos. El único: Superman. “El Sacrificio“, pese a ser tan solo el tercer acto del film de Snyder, es el punto de quiebre y renacimiento de esta etapa dorada de los superhéroes dentro del cine moderno. El tercer acto de “Man Of Steel” significa para este genero lo que “X-Men” significó en su momento. Es decir: sentar las bases, clavar la bandera en la luna, inflar el pecho y tratar de que el resto logre superar esa marca, mientras los responsables de tamaño éxito se las ingenian para ver como se superan a si mismos. La ultima parte de “Man Of Steel” hace que “Los Vengadores” se vea como una película hecha para la televisión, que “The Dark Knight Rises” parezca un pequeño relato sobre la valentía y que todo el resto de las producciones que tienen a supehéroes como protagonistas sean de “clase b”. Lo que hizo Snyder (principal responsable de esta parte del film) es imponente. Mete miedo pensar que toda esa capacidad de imaginación a la hora de como contar una batalla final pueda entrar en la cabeza de un solo hombre. Personalmente lo vengo sosteniendo desde hace un tiempo: Snyder es un tipo que técnicamente viene a revolucionar a toda una generación, como lo hizo en su momento James Cameron. Desde “Dawn of the Dead” (2004), “300” (2006), “Watchmen” (2009) y “Sucker Punch” (2011) que el tipo se las ingenia por ofrecer algo nuevo en materia visual en sus películas. Un estilo nunca visto, una marca personal que muchos van a intentar copiar y que seguramente pocos lograrán hacerlo con éxito. En el caso de “Man of Steel” esa marca, ese estilo, es con el que filma toda la batalla final entre Zod y Superman. Un plano secuencia que alterna primera persona, segunda y tercera persona tantas veces que se vuelve adictivo y que encima, en 3-D, provoca la sensación realmente de estar volando junto a los protagonistas. Snyder no habrá escrito el guión, ni tampoco concibió la idea para “Man of Steel“, pero lo que si hizo fue ponerle la firma, SU FIRMA, con este tercer y último acto, dejando bien en claro que sin importar quienes sean los que están detrás de esta gran producción, es él el mayor responsable de todo lo bueno que tiene para ofrecer. “Man of Steel” es una película 100% Snyder, la mejor de su filmografía y para la cual parece haber entrado a este mundo de los superhéroes dentro del cine. “Man of Steel” es un antes y un después en esta etapa. No podrás ver con los mismos ojos ninguna otra película que tenga a estos personajes (me refiero a todos los superhéroes) luego de haber visto la que a su vez es la mejor película que se hizo con Superman en el cine. Antes del cierre, mención especial para Hans Zimmer, quien musicaliza de principio a fin como no nos hubiéramos imaginado ni en nuestros mejores sueños la historia del superhéroe más importante que tiene a partir de ahora el cine moderno. “Man Of Steel” es el inicio de una nueva y más que prometedora etapa en la generación dorada que viven los superhéroes dentro del cine. Es y será por mucho tiempo, la marca a vencer. El nivel de calidad a superar. La cátedra a seguir. Batman ya quedó en el pasado. El defensor de ciudad gótica, como dije en su momento, es el héroe que todos podemos ser. Superman, en cambio, vuelve a ocupar su trono, el del superhéroe que todos soñamos ser. Por esa razón, “El Hombre de Acero” es, entonces, la película que todos alguna vez soñamos ver dentro de una sala de cine.
Hace más de 10 años hubo en la televisión una gran serie argentina llamada “Tiempo Final”, cuyo éxito radicaba en que sus episodios contaban en menos de 60 minutos una historia de suspenso, con tintes policiales y a veces con algunos toques de terror. Había grandes capítulos en aquella producción, algunos incluso dignos de ser desarrollados en otros formatos donde el tiempo y el presupuesto les jugaran más a su favor. “Omisión” de Marcelo Páez Cubells tranquilamente podría haber encajado en aquel formato televisivo, ya que si bien es una buena historia de suspenso que logra mantener enganchado al espectador hasta su final, por momentos el cine, sus tiempos y los espacios que este tiene que atravesar le quedan muy grandes a esta película. El guión (que también lleva la firma de Cubells) es sin dudas el punto más interesante de esta propuesta, donde además de presentarnos una serie de personajes bastantes oscuros, de pasado dudoso y con un accionar impredecible, hay una serie de pasajes bastantes perversos y sorprendentes en la trama que son dignos de un buen thriller. Sin embargo, repito, el problema de “Omisión” es que no logra aprovechar todos los recursos del cine de forma correcta. Desde una edición bastante floja que utiliza mucho el recurso de fundir en negro la pantalla para saltar de escenarios, una musicalización que por momentos se vuelve repetitiva y monótona (aunque en otros instantes, es una pieza clave a favor del desarrollo del film) y hasta un grupo de actores secundarios que deja mucho que desear, “Omisión” presenta falencias que se notan y los 100 minutos en los que se extiende el film nos las hacen sentir mucho más pesadas aún. La fotografía de Leandro Martínez en cambio es un punto a su favor, como así también el trío protagónico en el que se apoya la película, compuesto por Gonzalo Heredia, Carlos Belloso y Eleonora Wexler. Obviamente hay momentos en los que la irregularidad de la película, la falta de ritmo y las idas y vueltas sobre un mismo hilo, les pasa factura a los personajes de estos actores, poniéndolos en situaciones innecesarias y de las cuales no salen tan bien parados. Por eso digo que si bien la historia de “Omisión” no es mala, sino que al contrario tiene mucho viento a su favor, termina estirándose demasiado dentro del cine, desaprovechando gran parte de las buenas herramientas que éste ofrece y dejando como saldo final una película regular que no aburre y hasta puede recomendarse sin problemas, pero no con gritos de entusiasmo y alegría. Quizás lo que si pueda festejarse es que, de a poquito, son cada vez más los realizadores que se animan a hacer cine comercial de género en nuestro país, donde existe un amplio público dispuesto a consumir esta clase de productos. Pero todavía falta, aunque parece que no demasiado, para que alguien termine de acomodar las piezas en las medidas justas y tengamos así los grandes thrillers locales que todos queremos ver y soñamos con alguna vez poder ver.
"Las cosas de la vida" El cine trabaja casi siempre con ficción. Y si nos ponemos más rigurosos, podemos decir que realmente la objetividad no existe dentro de ningún ámbito, por lo tanto el séptimo arte definitivamente siempre ahonda en una visión de la realidad distorsionada o en el plano de lo ficticio. Eso no quiere decir que no existan películas, realizadores y guionistas que intenten mostrar el lado más humano y realista de una historia sino que, en general, es algo complicado trabajar sobre lo cotidiano sin caer en el aburrimiento y también lo es tratar de garantizar el entretenimiento en base a no distorsionar demasiado esa realidad. Por eso no suelen hacerse muchas producciones de este estilo. Al menos destinadas a la pantalla grande donde el tiempo, por ejemplo, es un factor clave. Los dramas y las comedias (géneros que suelen mezclarse con resultados ambiguos) hacen equilibrio entre lo racional y lo absurdo de sus argumentos. A veces la balanza se inclina demasiado hacia un lado, otras veces hacia el otro y la realidad es que los extremos nunca ofrecen resultados completamente buenos. “Una segunda oportunidad” tiene un merito que se destaca por encima de todas las cosas y es que el guión escrito por Nicole Holofcener (directora también del film) logra combinar en pequeñas dosis el drama y la comedia en el contexto realista, simple y cotidiano donde se desenvuelven sus personajes. Y la verdad es que es interesante ya que el disparador del film es lo suficientemente consistente como para dispararse a cualquiera de los dos extremos (real o absurdo) dentro de cualquiera de estos dos géneros. Sin embargo, siguiendo su tradición de pequeños trabajos simplistas, Holofcener vuelve a demostrar que la clave siempre radica en el pulso y el tacto que se tiene a la hora de escribir una historia y dirigir un film. Por eso seguimos los pasos de Eva (gran trabajo de Julia Louis-Dreyfus), una masajista que lleva 10 años divorciada y está al borde de afrontar un momento importante de su vida como lo es la partida de su única hija, Ellen (Tracey Farewey), a la universidad. Dentro de ese contexto de cambios, conoce en una fiesta a Marianne (Catherine Keener) una cliente que de a poco se irá convirtiendo en su nueva amiga y a Albert (el ya entrañable James Gandolfini), con quien empieza una relación amorosa sin conocer una extraña coincidencia que le depara el destino: Él es el ex esposo de Marianne y también se prepara para la partida de su hija. Con buenos y genuinos momentos de humor, enredos y situaciones no tan descabelladas que agitan un poco el relato y pequeños pincelazos de un drama que no es más que una leve y sencilla reflexión sobre el paso del tiempo, el amor y las inevitables vueltas de la vida, “Una segunda oportunidad” es un film que se deja ver y se disfruta bastante. Quizás lleve el peso de ser una película chica, con una historia más idónea para desarrollarse en otros medios, pero no por eso el nuevo trabajo de Holofcener deja de ser una linda y colorida anécdota retratada de forma precisa dentro del séptimo arte que, sin ser perfecta (nunca lo aspira), es muy reconfortante y digna. Vale la pena darle una oportunidad.
Es difícil generalizar sobre por qué el cine nos genera tanta atracción y alegría a través de toda su historia. Por eso se habla, obviamente, del séptimo arte ya que estamos frente a una expresión artística de magnitud inigualable e histórica que modificó la cultura de todo el mundo a través de su sola existencia como lo hicieron en su momento otros medios. Este análisis es a nivel macro, en una escala masiva e histórica. Ahora les propongo que antes de seguir con estas palabras cada uno tome conciencia e intente recordar cómo fue que el cine llegó a sus vidas para cambiarlas sin que ustedes se hayan dado cuenta de eso de forma inmediata. Seguramente es una tarea difícil, como lo fue para mí también, recordar aquella primera vez en la que dentro de una sala de cine me sentí completamente feliz adentrándome un mundo que no existe, o al cual no puedo acceder, pero sin embargo pudiendo experimentar todas esas sensaciones y emociones como si realmente yo estuviera ahí. Durante esa experiencia, ese viaje, uno deja de ser uno mismo por unas cuantas horas hasta que finalmente llega el momento clave, el cual siempre me pareció el más importante de todos los que tiene para ofrecer el séptimo arte: levantarse de la butaca, dar los primeros pasos fuera de ese mundo y empezar a asimilar a nuestra realidad todo aquello que recibimos gracias a una película. Hay veces que ese proceso de asimilación está determinado por un mensaje, por un personaje, por una escena, por una situación, por un dialogo o simplemente por la experiencia en sí misma. Si el cine es un arte que apela principalmente a lo emotivo (por lo tanto la subjetividad es la regla) cualquiera sea la razón que conduzca a ese proceso interno de apropiación de lo que transmite el cine es válido y solo uno mismo puede darse cuenta de si valió la pena o no. A nivel personal con “Gravedad” de Alfonso Cuarón pude volver a experimentar aquella primera vez en la que el cine me dio la posibilidad de disfrutar de una experiencia de proporciones inmensas, emocionarme y dejarme completamente feliz porque el proceso de interiorización de aquello que viví se desató por dos razones que como cinéfilo y trabajador dentro de este ámbito amo con locura: la experiencia y el mensaje. “Gravedad” es un exponente inigualable de lo mucho que el cine puede ofrecer al espectador dentro de una sala. Es un ejemplo perfecto y hermoso que de solo pensarlo puede ponerte la piel de gallina. Estamos frente a una película que te ofrece sentarte en una butaca, dentro de un cine con otras personas y de un momento a otro te transforma en un astronauta y pasas a experimentar en carne propia una de las experiencias más impactantes que debe existir en la realidad como lo es viajar al espacio. El apartado técnico de esta producción de Cuarón es inexplicable, su magnitud es inmensa y el resultado es simplemente cautivador. Desde los efectos visuales más correctos y realistas que pudiste ver en una sala de cine, la edición de sonido (pese a que en el espacio no hay ruido existe la sensación de vacío) que por momentos te deja con el oído cansado, la fotografía de Emmanuel Lubezki que retrata de forma hermosa el espacio y ese trabajo que todos algunas vez soñamos realizar mirando a las estrellas, hasta la música emotiva y estimulante de Steven Price que atraviesa hasta los huesos, “Gravedad” tiene todo los ingredientes para ofrecer una experiencia que nunca antes habías disfrutado dentro de una sala de cine. De más esta hablar del uso del 3-D que define también por completo a esta película, la cual carece de sentido al no ser vista en este formato. Todo eso, obviamente, comandado por Cuarón quien en tan solo 90 minutos puede regalarte en medidas justas las dosis de suspenso, acción y drama que necesitas para que ese viaje sea inolvidable. Una verdadera experiencia. Para lograr eso Cuarón cuenta con dos aliados: El guión y las actuaciones de Sandra Bullock y George Clooney. Quiero arrancar por los segundos, ya que el análisis me parece más acotado sin que eso signifique que son pocos relevantes. Bullock y Clooney se toman la enorme responsabilidad de transmitir de forma idónea todo lo trascendental que puede resultar la experiencia de viajar al espacio, agregándole (sobre todo Bullock) tremendas cuotas de emoción en base a un trabajo actoral descomunal que la posiciona y la consolida como la gran actriz que es. Sandra Bullock está en todo su derecho de hacer con su talento lo que le parezca conveniente o redituable para su carrera, no quedan dudas. Nosotros como espectadores podemos pensar y decir cualquier cosa, menos que estamos frente a una mala actriz, sino que al contrario, nos encontramos frente a una de las mujeres que con sus trabajos marcó casi por completo a una generación. Lo mismo ocurre con Clooney, de quien podes pensar lo que sea, pero cuando le ves en la pantalla sabes que estás frente a uno de los pocos actores que puede hoy en día convencerte plenamente de que es otra persona. Ambos actores son piedras angulares, las bases que sostienen toda la inmensidad que intenta transmitir Cuarón con este proyecto el cual, sin embargo, se justifica definitivamente por su guión. “Gravedad” tiene una premisa simple que consiste en contar la odisea de un grupo de astronautas que queda varado no en una nave ni en un planeta, sino flotando en la inmensidad del espacio luego de un accidente. Pese a esa sencillez, nunca habíamos visto una película de este estilo. Obviamente hay más, porque a esa historia le tenes que sumar mucho suspenso (de ese que no te deja sacar los ojos de la pantalla en ningún momento), mucha acción (de aquella que solo los grandes realizadores pueden ofrecer y que puede consistir en algo tan simple como desajustar un cable en poco tiempo) y un componente dramático que la atraviesa por completo y le da el empujón necesario para convertirla en una película de lucha personal por la supervivencia que alcanza limites increíbles y apabullantes. Y ahí es donde me quiero centrar para ir cerrando estas palabras, ya que precisamente creo que es en ese aspecto donde se encuentra la clave que convierte al film de Cuarón en la inmensa película que es, destinada a ser vista y analizada tantas veces como estrellas hay en el cielo: Su mensaje. El realizador mexicano no cuenta una película de supervivencia del hombre frente a la naturaleza ni frente a otras amenazas de la vida actual cotidiana (que pueden ser inesperadas o no), sino lo que hace es poner al hombre frente a la inmensidad, lo infinito, lo desconocido, lo que rodea todo, lo que sostiene nuestro mundo y lo que todavía no podemos racionalizar después de miles de años de vida originada precisamente en ese lugar. Hablamos del espacio. Tranquilamente podes ver “Gravedad” como una enorme experiencia dentro del cine o como una película de supervivencia humana en un contexto desfavorable y está perfecto, porque así y todo te vas a encontrar con algo que nunca antes habías visto y te va a volar la cabeza, además de emocionarte. Yo pude hacer eso, pero lo que no logré es dejar de interpretar en el trabajo de Cuarón la necesidad del realizador de tratar de explicarnos de forma visualmente imponente como tratar de llevar con nosotros mismos todos los días de nuestras vidas la mayor de las responsabilidades y la única realidad que no podemos negar: algún día todos vamos a morir. La muerte es, al igual que el espacio, algo inmenso, desconocido, irracional y que de solo pensarlo nos provoca miedo y temor, pero sobre todas las cosas nos genera muchas dudas existenciales que, supongo (al igual que ustedes), la vida nos ira ayudando a resolver según el camino que recorramos. Quizás el mayor de estos interrogantes, el que más urgente queremos responder es aquel al que, sin pensarlo, todos los días le damos una respuesta válida viviendo nuestras vidas con un solo objetivo y una única verdad: El de disfrutar este viaje sabiendo que nadie puede escapar de nuestro inevitable destino. Aceptar eso, lo desconocido, lo inmenso y el miedo, seguramente nos define día a día como las personas que somos y como las personas que queremos y soñamos ser. Algún día, quien dice, entenderemos el resto de las cosas. Nunca antes sentí dentro de una sala todo lo que tiene para ofrecer Alfonso Cuarón en este trabajo. Nunca había visto una película tan grande como “Gravedad”.
Pueden pasar los años pero yo cada vez estoy más convencido y firme en mi postura sobre cuál es el mejor género cinematográfico: Creo fervientemente que no hay con que darle a la ciencia ficción. Como marco es perfecto para una liberación artística de un realizador o guionista, porque permite la expresión de ideas en forma de alegorías, críticas e imágenes, todo en un combo donde además convergen de forma necesaria algunos de los aspectos más importantes del séptimo arte, como lo son el campo visual y sonoro. No quiero irme del tema, pero piensen en cualquier gran película de ciencia ficción y verán que lo visual y lo sonoro tiene que estar a la misma altura de lo argumental. Cuando se rompe ese balance, estamos frente a propuestas que encajan en otros géneros o subgéneros y no propiamente en el de la ciencia ficción. Hace un par de años cuando Joseph Kosinski hacia su debut tras las cámaras con “Tron: El Legado” (2010) me resultó muy interesante la forma en que logró aprovechar al máximo una historia impresionante (personalmente la considero un lobo con piel de cordero) no solo para demostrar su talento, sino también para darle un sello personal muy marcado y esencial a ese producto a través de la fotografía y la utilización de la música. Junto a Neill Blomkamp, director y guionista de “Sector 9” (District 9, 2009) y Duncan Jones, responsable de “En la Luna” (Moon, 2009) y “8 minutos antes de morir” (Source Code, 2011), me parece que Kosinski forma parte de una nueva y prometedora camada de realizadores que aportarán mucho al género de la ciencia ficción desde un punto de vista muy personal y original en los próximos años. En ese contexto es donde aparece “Oblivion”, su primer trabajo cinematográfico 100% personal, ya que está basado en un cómic que él mismo escribió mientras trabajaba en “Tron: Legacy” y que, luego del éxito de aquella producción, fue visto con buenos ojos por parte de algunos de los grandes estudios de Hollywood, dándole luz verde a este proyecto. “Oblivion: El tiempo del olvido” es un buen exponente del género, no solo porque su historia sirve para reflexionar sobre aspectos presentes que sin dudas serán determinantes en nuestro futuro (la carrera armamentística, el cuidado ambiental, los avances tecnológicos y su impacto) sino porque también se permite ofrecernos visualmente un espectáculo soberbio, acompañado de una brillante banda sonora. El responsable de lo visual es, nuevamente, Claudio Miranda (ganador del oscar por su trabajo en “Life of Pi” de Ang Lee), con quien Kosinski ya había trabajado en su anterior proyecto. Aquí, una vez más, el realizador y el director de fotografía se pusieron nuevamente de acuerdo para impactar con imágenes hermosas, desoladoras, muy coloridas y planos que parecen cuadros pintados a mano. Por otro lado, los responsables de la impecable banda sonora, son los integrantes de la banda M-83, liderada por Anthony Gonzalez quien contó también con colaboración de Joseph Trapanese para brindarnos una serie de melodías nostálgicas, amargas, imponentes y estruendosas a medida que avanza el relato. Sin embargo no podemos dejar que el envase opaque al contenido, el cual es ni más ni menos que su argumento. Si bien arranca de forma ascendiente durante su primera parte y arremete y sorprende durante el clímax, una vez que llega el momento del cierre parece que el guión firmado por Michael deBruyn y Karl Gajdusek se conformara con lo mostrado previamente y ofrece una floja resolución, en comparación a lo que uno podría esperarse de semejante historia. Porque si hay algo que “Oblivion” tiene a su favor es que a través de un interesante y dinámico prologo que da inicio a dos primeros actos bastantes, logra su objetivo de hacernos pasar un muy buen momento dentro de un futuro desolador y solitario. Quiero remarcar algo que no me parece coincidencia, debido a que es la segunda vez que Kosinski lo hace, y es la forma en que este realizador logra insertar elementos muy humanos de forma acertada a relatos de ciencia ficción fríos y distantes. Nuevamente el amor, la relación entre creador y creación, la subversión y la búsqueda de la perfección son algunas de las aristas que se tocan de forma no tan sutil en la trama que presenta “Oblivion”. Gran parte de eso también se debe también a tres piezas claves del elenco: Tom Cruise (quien ya es una cara repetida dentro de algunas muy buenas producciones de este género), Andrea Riseborough y Olga Kurylenko, quienes se cargan al hombro casi el 75% de la película sin tambalear en ningún momento. En otras palabras, “Oblivion: El tiempo del Olvido” ofrece un pasatiempo de factura técnica notable, digno de ser disfrutado en las mejores condiciones que puede ofrecer una sala de cine, como así también una historia que entretiene porque atrapa, sorprende y reflexiona sobre temáticas interesantes dentro del amplio espectro que puede ofrecer la ciencia ficción. Sin embargo, durante su parte final, la historia pierde consistencia y le cuesta aterrizar de forma cómoda, optando así por una salida viable, pero que no está a la altura de lo ofrecido previamente. La sombra de “Tron: El Legado” es muy grande para Kosinski y eso está bueno, porque seguramente a medida que vaya ofreciéndonos nuevos trabajos intentara superar aquella impresionante carta de presentación. Esta vez se quedó en el medio.