Segunda parte de una futura trilogía, "4 Lonkos: Vida, muerte, y profanación, de Sebastián Diaz", es un documental contundente y descarnado que desnuda la verdad detrás de figuras históricas injustamente vanagloriadas en nuestro país; y el destrato y deshumanización sistemática a la que fueron sometidos nuestros pueblos originarios. Un Lonko es el jefe o cacique de una comunidad o grupo de familias que viven en conjunto y se alinean por un antepasado común. Se lo considera la autoridad principal de ese grupo, y suelen ser personas mayores por ser los más cercanos a ese linaje compartido. Un Lonko es un líder, y si tuviésemos mayor consciencia de los habitantes originario de nuestras tierras, estos 4 Lonkos a los que hace mención el segundo documental de Sebastián Diaz deberían ser figuras populares reconocidas históricamente. Sin embargo, probablemente sus nombres ni les suenen. Por el contrario, nombrar a Francisco Pascacio “El perito” Moreno, es sinónimo para cualquiera de patriotismo y valor; de lucha por el país, y defender nuestras tierras y soberanía. Gracias a él tenemos delimitado gran parte de nuestro territorio. Esto es lo que siempre nos cuentan. Prueben hacer una excursión a cualquier punto turístico del Sur argentino, y notarán como su figura es la de un semidios; o pueden visitar el museo histórico de La Plata que él fundó y lleva su nombre. La realidad es un poco distinta. Al entrar a dicho museo, al recorrer los muchos pisos y salones que lo habitan, lo más impactante es observar el sector dedicado a nuestros pueblos originarios. No vamos a encontrar sólo información y objetos arqueológicos, hay también restos humanos. Desde cráneos a fetos, pasando por cadáveres de tumbas profanadas. Por supuesto, todo de la colección personal de ese patriota que lucho por nuestras tierras… además de coleccionista de restos humanos. Sebastián Díaz ya había sorprendido hace tres años con "La muralla criolla", su ópera prima, y primera parte de lo que, asegura, será una trilogía sobre el destierro y la masacre a la que fueron sometidas las comunidades originarias en manos de los supuestamente civilizados. Si en aquella oportunidad nos hablaba de la construcción de la Zanja de Alsina, exponiendo cómo en base a una salvaje matanza fueron despojados de sus tierras; en "4 Lonkos", aborda el qué se hizo después con los restos. Emprender una investigación así no es sencillo. Díaz se encontró con puertas cerradas, negaciones, y poco aporte de material. Es esa parte de la historia en la que pareciera que no se debe hurgar. A raíz de esto, utiliza recursos como unas descarnadas animaciones, para graficarlos hechos, y entrevista al historiador Osvaldo Bayer, y al antropólogo Caros Martínez Sarasola; además de los puntos de vista de los herederos de los Lonkos Mariano Rosas, Cipriano Catriel, Juan Calfucurá, y Vicente Pinzón. Escudándose en una supuesta investigación y análisis científicos, los cadáveres de los tres primeros fueron ultrajados, y ni hablar de respetar la sepultura mediante el ritual de sus culturas. El caso de Pinzón es más complejo, se encuentra envuelto en un misterio aún mayor. Quizás por estas sucesivas trabas en la investigación, "4 Lonkos: Vida, muerte y profanación" es formalmente un documental sencillo. De cabezas parlantes, no tanto archivo, y un aireado gráfico mediante las animaciones. Su riqueza está en lo apabullante de su contenido que nos deja pasmado, cala bien hondo. Cuando nos hablan de una grieta reciente, es importante recordar que las divisiones se remontan, como mínimo, a estas épocas, en las que en nombre de la ciencia, de la religión, y de la patria, se deshumanizo a toda una comunidad, despojándolos no sólo de todo lo material, hasta de su propia integridad, aún después de muertos. Entrar a esos salones del Museo de La Plata (que recién en el Siglo XXI fue devuelto parte del material a las comunidades, pero aún falta mucho), es encontrarse con la cosificación. Nuestros originarios son ni siquiera animales, son objetos de exposición, curiosidades; y durante más de un siglo fue algo que no se cuestionó. Este es el verdadero valor de un documental como el de Sebastián Díaz. Otro aporte interesante lo harán los propios herederos de las comunidades, con dos vertientes representadas en el ahora. Estarán aquellos que intentan mantener sus tradiciones y quieren la verdad a toda costa; y los que mantienen una postura más conciliadora, los más jóvenes, que intentan recuperar el ahora, ubicando cada hecho en su contexto. En este punto sí será más objetivo y dejará que cada uno saque sus conclusiones. En el resto, Díaz no juega a la falsa lejanía, adopta una postura, y la fundamenta contundentemente. Durante décadas, más de un siglo, se nos mintió, se reinvindicó a figuras que no eran más que terratenientes aprovechadores y sanguinarios. Ya es hora de que el velo se corra definitivamente, caiga quien tenga que caer, nuestra verdadera historia como identidad cultural lo merece. La tierra llora, y los pueblos originarios claman por ser realmente escuchados. "4 Lonkos: Vida, muerte y profanación de Sebastián Díaz", quizás no sea la mirada definitiva, pero es un complemento junto a otros testimonios de gran valor que resultan indispensables para empezar a mirar más allá del cuento.
Un hombre de mundo Probablemente hayan escuchado alguna vez hablar de él. Su nombre está asociado a grandes hazañas y de inmediato pensamos en grandes viajes, pero… ¿realmente sabemos quién fue Vito Dumas? El documental biográfico sabe tener estas riquezas, el poder abordar la figura de personalidades a las que el tiempo envolvió en un halo de misterio. Quitarles la figurita y volverlas humanas con sus claroscuros y contradicciones, desentrañar el por qué hay tantos interrogantes a su alrededor. Al pensar en este tipo de documentales, la primera referencia que se nos vendrá a la mente es la mítica y excelente Yo no sé qué me han hecho tus ojos de Lorena Muñoz y Sergio Wolf, alrededor de Ada Falcón y su repentina reclusión de la luz pública. Podríamos pensar que nada tiene que ver Vito dumas con eso; sin embargo, podrían trazarse algunos paralelos en sus devenires. Nacido a inicios del Siglo XX, Vito Dumas fue un deportista y reconocido navegante argentino, famoso por haber realizado cuatro grandes viajes en solitario, principalmente aquel en que dio la vuelta al mundo. Algo que parecía imposible en aquel entonces. Como suele suceder, su figura puede tener una mejor posición a nivel mundial en el ambiente de la navegación, comparando con la que tiene en su propio país, en donde recién a inicios del Siglo XXI se le entregó (obviamente post morten) un reconocimiento estatal. El navegante solitario es la ópera prima de su realizador, Rodolfo Petriz, lo cual hace doblemente destacable su labor. Lejos de tomar un camino sencillo para su concreción, aborda una figura sobre la cual investigar no es tarea sencilla. Pareciera que en los clubs náuticos hablar de Vito Dumas fuese algo sacrílego ¿por qué es esto? De eso se trata en gran parte El navegante solitario. ¿Cómo un hombre que se embarcó en una proeza por todo el mundo y la documentó en valiosos volúmenes escritos, es a su vez un hombre del que se habla poco y que durante muchos años fue vilipendiado y olvidado? De ese no se habla Petriz se vio en la difícil tarea de tener que investigar sobre una figura de la que muchos se niegan a hablar y de la que no abunda el material, más allá de sus propios textos y cartas marítimas. De hecho, este es el mayor inconveniente de El navegante solitario y lo que termina marcando su tono y estilo. Petriz planeó una estructura documental básica, tradicional, pero cuenta con poco material de archivo y no muchos testimonios. Obviamente, tampoco posee un abultado presupuesto. Por ello se vale de otros recursos para poder suplir y complementar, entregando así un resultado dinámico que termina contagiando ese espíritu aventurero. A través de las típicas entrevistas con el director omnipresente, algunas fotos y documentos, animaciones instructivas, y una ficcionalización del propio Dumas (con una voz en off que relata en primera persona sus textos de navegación), conoceremos su travesía a la par que su devenir, muy atravesado por la coyuntura histórica. Si bien se divide en los cuatro viajes, hay dos tramos marcadamente diferentes en El navegante solitario. Con una duración algo extensa (108 minutos que se alargan), en la primera mitad, además de conocer sus orígenes y primeros viajes, veremos cómo antojadizamente fue “nombrado” como mufa en el ambiente de la navegación de ese entonces, por lo que casi nadie quería relacionarse con él. Esto, que parecería una zoncera, le trajo más de una complicación. Una dictadura y un amor Pero eso no es todo. En la segunda mitad del documental, veremos cómo cuasi caprichosamente queda en medio de una grieta coyuntural entre el peronismo y el antiperonismo. Aquí se permite desplegar mayores aristas, y es bastante más rica que la inicial. Un testimonio se anima a adelantar que Dumas no era peronista y simplemente quedó relacionado como figura popular. Su viaje alrededor del mundo fue realizado en plena Segunda Guerra Mundial, y el advenimiento del primer gobierno de Perón lo “sorprende” en medio de un viaje en donde es víctima de un sospechoso hecho/atentado perpetrado por los EE.UU. A su regreso, recibe un nombramiento naval por parte del gobierno; y cuando este es derrocado por la infame Revolución Libertadora, trayendo consigo la proscripción de todo lo que se considerase peronista, Vito Dumas “cayó en la volteada” y fue presa de una desidia y abandono que lo terminó liquidando. En este tramo se puede utilizar su figura para hablar de tantas otras, de la historia de un país, y de una grieta que claramente no se inició en los años recientes. Hay también otro misterio que guía a El navegante solitario, el de las iniciales con que fueron nombradas sus dos primeras embarcaciones. LEHG, aparentemente un gran amor que los testimonios conocen pero se rehúsan a revelárselo al director/entrevistador, quizás para enaltecer esa figura misteriosa de los mares. El navegante solitario es un sólido trabajo documental que intenta desentrañar los secretos alrededor de Vito Dumas. Inteligentemente deja varios interrogantes abiertos y así planta la curiosidad en el espectador. Una película en definitiva sencilla, pero con sus contados recursos logra su principal propósito de transmitir esa pasión por el deporte, las aguas, y la aventura del conocimiento.
Melenas deshilachadas Para quienes ya no lo recuerdan o no habían nacido, a comienzos del Siglo XXI vivimos una explosión de J-Horror. Quizás cansados de ver una y otra vez el mismo estilo de película de terror de Hollywood, comenzamos a prestarle atención a un puñado de películas provenientes de Asia. Repetían ciertos parámetros comunes, pero trayendo un aire fresco y sugestivo de la mano de un mayor misticismo y una cultura que no es la occidental. Hasta tuvieron su “propio personaje de referencia”, fantasmas de mujeres jóvenes delgadas, de grandes ojos tapados por una extensa y lacia cabellera morocha, que se arrastraban como arañas enfundadas en túnicas blancas… también estaba la variante de niños con corte de pelo taza. Si bien este estilo es antológico en Oriente, la moda llegó a Occidente de la mano de Ringu, un hito del terror japonés de 1998, basada en una serie de novelas de Koji Suzuki acerca de unos VHS que al reproducirse maldecían al espectador, quien moriría exactamente siete días después. Ringu se convirtió en culto de inmediato, y se popularizó en todo el mundo cuando en 2002 Hollywood la adaptó con el mega éxito de La llamada. Claro, no sería raro que no conozcan Ringu, porque de hecho en nuestro país nunca tuvo estreno comercial (solo estuvo una semana en una sala no oficial, post estreno de La llamada, ya habiéndose editado en video y emitido por TV Cable hasta la tercera entrega). No solo eso, Ringu es una saga de siete películas (u ocho si se tiene en cuenta que hay dos versiones de la primera secuela), y también hay adaptaciones para otros territorios de Oriente como China, Tailandia y Hong Kong. Pero nada de todo eso se conoció en las salas locales, hasta ahora. ¿Qué es lo que motiva el estreno de El aro: Capítulo final? ¿Será que acaso devuelve la saga a su mejor forma y vale la pena celebrarla? No, más bien todo lo contrario. ¿Por qué tan seria? Japón tiene la costumbre de estrenar decenas de secuelas y spin-offs de sus sagas exitosas, sean del género que sean, al punto de que ya no quede (casi) nada de la esencia original. Piensen en el cine de artes marciales o en los Kaijus como Godzilla. El J-Horror, como vemos, no fue la excepción, y entre otras sagas como Ju-On, a Ringu la explotaron a más no poder, llevando su argumento original hacia zonas cada vez más incongruentes, cambiando los orígenes, y hasta variando el estilo desde lo más solemne a lo más camp. En este sentido, El aro: Capítulo final parecía traer algo de esperanza a los fans originales. Regresa al sillón de director Hideo Nakata, director de las primeras tres partes (las mejores), y por lo que se veía en los avances el tono se alejaba de ese “clase Z” divertido deliberado de la anterior Sadako vs Kayako, para volver a la vena dramática del terror. Promesas, solo promesas. Sí, El aro: Capítulo final es más seria que las últimas entregas, pero también es (por mucho) la peor y más descabellada de las siete, confirmando que de ese supuesto maestro del terror que se perfilaba no queda más que humo. Supuestamente basada en Tide(Marea) la última novela de la saga de Suzuki, El aro: Capítulo finalconfunde el crear clima sugestivo con aburrir. En sus escasos 99 minutos jamás la imprime ritmo ni interés al asunto. Para rematar, en un intento por hacer un borrón y cuenta nueva, un reboot para las nuevas generaciones que también atraiga a los clásicos e inicie todo de nuevo (sí, eso del local “capítulo final” mejor tómenlo con muchas pinzas), su argumento es confuso, remanido y mayormente inentendible. Es un extraño reboot exigiendo para entender todo lo que pasa, más o menos haber visto no la película original, sino las seis siguientes. Hay cosas que la asocian directamente. Dicho esto, dato para entendidos, El aro: Capítulo final toma el arco narrativo que se inició en la cuarta y quinta entrega (Sadako 3D y Sadako 3D 2), que ya reiniciaba todo; y no continúa la sexta, de la que solo toma un dato que también es relevante. Además hace referencia a los hechos de Ringu 2 (obvio que de Ringu 1) y de su primera secuela alternativa Rasen. Una ensalada un poco indigesta. Personajes chatos, pocas escenas de terror, mucho relleno de algo que podría usarse acá para una campaña de “salvemos las dos vidas”. Para colmo, lo que todos queremos ver cuando miramos algo de Ringu (casi) no está. YouTube killed the video star Es como si no supiese muy bien qué quiere contar. Todo empieza con una anciana posada en una cueva sobre un acantilado relatando una leyenda. Ahí se nos adelanta algo de una niña que sufrió el maltrato de su madre, quien la termina abandonando a su muerte en ese lugar. Esa nena es una Sadako, ¿pero es “Sadako”? De inmediato pasamos al presente en donde la asistente social hospitalaria Mayu Akikawa (Elaiza Ikeda) atiende a una mujer algo extraña, muy efusiva; y también debe analizar el caso de una niña que llegó al hospital en grave estado y con amnesia, desconociéndose su origen. Nada de todo esto alarmará a Mayu, que tiene preocupaciones más grandes como saber qué le pasó a su hermano Kazuma (Hiroya Shimizu), un youtuber muy estúpido que suma fans realizando distintos desafíos. El último de esos desafíos fue adentrarse en una residencia supuestamente maldita; a los días de ocurrido esto, el joven desapareció luego de una serie de conductas erráticas. Mayu comienza a investigar. Cada vez se le suman más sucesos inexplicables y sobrenaturales, a medida que desentraña una historia que tratará de unir los mil cabos sueltos que se plantearon desde el inicio (spoiler, no lo logra). Las explicaciones llegan de un modo tan traído de los pelos, tan falto de lógica mínima y en un tono tan irresoluto, que suma confusión. Al final, saldremos con más dudas de qué fue lo que pasó de las que teníamos al inicio. Llamativamente, este traspaso del VHS al mundo de internet y YouTube (u otra plataforma de streaming similar), era un recurso que también se utilizó en la tercera entrega de La llamada. Aún con los muchísimos problemas que tenía esa película, con lo olvidable que es, mínimamente guardaba algo de coherencia y le sacaba provecho a la masividad de estas plataformas en contraste con una sola copia de VHS. El aro: Capítulo final ni siquiera tiene ese ingenio. El arco argumental del video es prácticamente inexistente e irrelevante, y el modo en que aparece casi que no deja lugar a que la maldición pueda ser adquirida por cualquiera. El video aparece “porque sí”, como las publicidades de YouTube, y no genera todo el rito de introducir el cassette, darle play y caer preso de una muerte a futuro próximo. Si queríamos un argumento de por qué el formato analógico es mejor que lo digital, acá tenemos uno sólido. Muy mal actuada (el que hace de hermano es un caso serio), con problemas graves de montaje y encuadre, más escenas y diálogos irritantes. Carece del clima y la atmósfera propias del terror. Es una historia con muchísimas vueltas que la hacen inentendible e insoportable. El aro: Capítulo final es un gran, enorme ¿para qué?
Un poco más de hielo No es ninguna novedad decir que la casa del ratón no siempre innova. Si bien es indiscutible que en materia de cine de animación llevan la cabecera por una amplia distancia, también es verdad que cuando una fórmula les funciona, la exprimen lo más que pueden. Son capaces de volver una y otra vez sobre sus ideas. En 2013, Frozen fue la estocada final para imponer a la factoría Disney no asociada con Pixar como líder en el terreno de la animación 3D, tal cual lo había sido en los dorados ’90. Esto a la par que sus competidoras más fuertes, Dreamworks y Fox/Blue Sky, sufrían una merma significativa, y otra como Sony Animation tomaba un camino diferenciado. La historia, basada muy levemente en el clásico cuento de Han Christian Andersen La reina de las nieves, apuntaba fuertemente a aquello que había hecho de Disney un gigante resurgido hacía poco más de 20 años atrás. Fuerte apuesta al musical, una historia “más apuntada a las niñas” aunque con clara intención de actualizar este concepto a los tiempos actuales. Todos recordamos cómo en Frozen importaba más la relación entre las hermanas que el amor romántico, y esa gran vuelta de tuerca que fue poner un casamiento prematuro fallido y parte del plan del villano. También recordamos que Leti t go – Libre soy es una de las canciones de soundtrack animado más famosas, por lo menos de los últimos tiempos; quizás hasta el punto de saturar. Seis años después, es hora de ir por más para demostrarnos que los puntos no han cambiado (tanto). Más bien, se han agrandado. Es hora de Frozen 2. La (ex) princesa que quería vivir En Frozen 2 las cosas están bien claras y se cuenta a favor con la posibilidad de no tener que presentar un universo y personajes otra vez. Casi de inmediato entramos en acción. Mediante un flashback inicial conoceremos un dato fundamental que nunca antes se nos había mencionado. Sí, no queda bien, es algo sacado de la galera, y como saga no es fluido… pero es un ¿defecto? de casi todas o muchísimas secuelas, más las que deben presentar una aventura nueva. Es así, de golpe todos van a estar hablando de algo que antes ni mencionaban. Siendo niñas, a Anna y Elsa sus padres les cuentan un cuento y una canción antes de dormir, relacionado a un bosque encantado y un espíritu protector que rodea al reinado de Arendelle. Ellas creen que solo se trataba de un cuento de ficción, pero hasta el día de hoy la siguen recordando. Recientemente designada como reina, habiéndose reconciliado con su ser y dejando atrás su pasado de aislamiento, una noche Elsa comienza a escuchar en sueños una voz que la llama. No la pronuncia directamente, es una voz con un canto coral muy similar al que entonaba su madre en aquella canción. Siguiendo aquella voz que incentiva sus poderes, terminará accidentalmente despertando al espíritu del bosque que pondrá en peligro a todo Arendelle, al hacer desaparecer los cuatro elementos básicos de la naturaleza. Aunque ella está segura de que ese espíritu no es maligno. Es así que Elsa, en compañía de su hermana Anna, Kristoff (acompañado del reno Sven), y el muñeco de nieve Olaf, se adentrarán en el bosque para encontrar una solución para su pueblo. Por supuesto, en el medio Elsa encontrará más sentido a su propia historia y aprenderá a llevar una nueva etapa en su vida con sus poderes acrecentados aunque algo alborotados. Hacia lo conocido Uno de los aspectos más positivos de Frozen 2 es contar con el mismo equipo de su antecesora, tanto en pantalla como detrás de cámara; con el agregado de dos guionistas secundarios. Frozen 2 podría resumirse como una Frozen recargada. Lo que no necesariamente significa una Frozen mejor. Hay más aventura, la historia es un poco más compleja, se suman algunos personajes extra (aunque es más notoria la falta de un villano), y también hay más elementos propios de la cultura/mitología nórdica danesa. También se siente una intención más marcada en hacer de esto un musical puro de Broadway, con un estilo de canciones “escénicas”. Hay más humor y el girl power se siente mucho más remarcado. También es notorio cómo en Frozen “prendió” más el personaje de Elsa: acá toma un claro protagonismo por sobre Anna. Si bien es cierto que lo mitológico y fantástico ahora está más presente, ninguno de estos elementos es tan impactante como el castillo de cristal de la primera. En remplazo de Leti t Go, que hasta se permiten parodiarla, ahora tenemos Into the Unknow – Mucho más allá. El tiempo dirá si es tan efectiva como aquella. Que es muy pegadiza y no se puede dejar de tararearla aun bastante tiempo después de haberla visto, no hay dudas. Todas las canciones de Frozen 2parecen hechas para ser montadas en un escenario y entonadas por actores que las interpreten actuando. Es Broadway puro. Claro, el musical de la primera película es uno de los más exitosos de los últimos tiempos. Si se rieron con Olaf en la original, prepárense acá para llorar de la risa con sus gags existencialistas, sencillamente geniales. También se guarda un gran momento para la lágrima o la emoción. Fuera de Olaf, hay una cierta intención de autoparodiar al género, lo cual es muy bienvenido. Mujeres floreciendo Lo más notorio en esta apuesta de ir a más, es el mensaje feminista. La clara analogía de los poderes de Elsa en referencia a la menstruación, y los cambios en el cuerpo de la mujer teniendo que asumir un nuevo rol y aprender a cuidarse. Todo es mucho, pero mucho, más notorio en esta secuela. La relación entre Anna y Elsa es de sororidad absoluta, con el típico vínculo de poder comunicarse “sin necesidad de hablar” y comprendiéndose en un lazo que deja a los hombres afuera. Hay otro personaje que no figura “físicamente” pero al que se menciona mucho, y también tendrá su historia de feminismo… pueden imaginarse quién es. También el cambio de paradigma lo vemos en el rol masculino. Si en Frozen ya nos dijeron que ese ideal de la joven casándose prematuramente e idealizando el romance no es correcto, ahora lo refuerzan mediante una subtrama en la cual Kristoff será quien busca ponerle un moño al romance. Algo que antes siempre hacía la mujer. Hasta hay segmento videoclipero, en clave paródica a lo boy band, que es de lo mejor del film. Visualmente impactante (aunque ya no sorprendente) y con un trabajo de voces exquisito (por favor, remuevan cielo y tierra buscando funciones en idioma original para poder escuchar a esa diosa que es Idina Menzel), Frozen 2 puede que no supere a su antecesora, pero trata de ubicarse a la par (quizás perdiendo el factor sorpresa). Entrega un producto muy dinámico, actual, entretenido, que no subestima a su público infantil ni adulto. Disney es el líder absoluto en animación industrial, y con películas como Frozen 2 demuestra el por qué. Quédense después de los créditos que hay escena graciosa, y hasta les puede hacer recordar al corto Frozen Fever.
El episodio que promete poner fin a la saga de los Skywalker por fín está entre nosotros. "Star Wars: Episodio IX: El ascenso de Skywalker", de J.J. Abrams recupera bastante de la magia que se creía perdida y lleva el asunto a un ¿final? feliz. Antes de seguir, voy a hacer una aclaración fundamental. Este texto está escrito por un fanático (y como todo fanático, incondicional) de Star Wars. No pretendan en esta oportunidad objetividad porque me resultaría imposible, más allá de tratar de controlar mi emoción tribunera a la hora de escribir. ¿Con cuántas películas, o mejor dicho sagas, hay posibilidades de encontrarse con una aclaración como la que hice en el párrafo anterior? Star Wars tiene la mística de ser una saga que atraviesa generaciones. Se mantiene en plena vigencia hace más de cuarenta años, y su hype a veces descansa, pero nunca se muere Vamos rápido. Hasta 1999 se mantuvo casi como una trilogía sagrada e intocable, hiper respetada hasta por los medios que excepcionalmente ni siquiera la transmitían con regularidad en televisión, ni contaba con tantas ediciones en video. A partir la segunda trilogía, precuelas, ese cascarón comenzó a romperse; y con la llegada de la adquisición de la franquicia por Disney, lo que se logró fue una “popularización” de eso que antes se veía como especial. Disney nos invadió de Star Wars, con los pro y los contra del caso. Por un lado, tenemos más y más para nuestros gustos, y en abanico muy amplio y expandido. También significa que cuando algo deja de ser sagrado, algo lo mancha. Todo venía más o menos bien hasta que en 2017 se estrenó "Star Wars: Episodio VIII: El último Jedi". A partir de entonces, haya gustado o no la película, las aguas se dividieron fuertes, y todo se desmoronó para el estreno de "Solo", a la que prácticamente no le dieron chance (y deberían, es excelente). El paso de Ryan Johnson por la franquicia movió el avispero, básicamente porque cambió partes esenciales de la franquicia; cosas que uno creía intocables. Como los fan y, básicamente, la taquilla hablan; "Star Wars: Episodio IX: El último Skywalker" viene precedida por todo el peso de tener que mejorar lo que sucedió hace dos años, con bastante desconfianza por un sector grande. Por suerte, el nombre clave está de regreso como en 2015. J.J. Abrams, uno de los directores que mejor entiende el cine de aventuras en la actualidad; y el resultado es digno de esa categorización. Sí El último Jedi buscaba complejizar el espíritu aportando sensaciones nuevas, y cambiando el tono de raíz; "El ascenso de Skywalker" intenta llevar las cosas hacia donde estaban, priorizar la aventura clásica, centrarse en la época, hacerle guiños a la nostalgia, y traer algo de la inocencia peplum que siempre caracterizó a Star Wars. En su anterior paso por la franquicia, con "Star Wars: Episodio VII: El despertar de la fuerza", Abrams había dejado bases sólidas para continuar explorando. Más allá de los que dicen que es un reboot de Episodio IV, los pilares de un “nueva” historia estaban sembrados. Los mismos que Johnson en el episodio siguiente decidió dirigir hacia otro lado. Abrams se las ingenia para, lógicamente sin ningunear lo que sucedió, tomar los hechos de su antecesora, y encausarlos hacia un espíritu similar a lo que originalmente se tenía planeado. Sí, los parches se notan, digamos que se hizo lo que pudo. Tómenlo o déjenlo. De la historia no conviene contar demasiado. Simplemente que sigue la historia de la búsqueda personal de Rey (Daisy Ridley) tratando de lidiar con sus orígenes y enfrentando lo que cree puede ser un oscuro destino. En la vereda contraria, Kylo Ren (Adam Driver) que trata de imponerse como líder y le es asignada la misión de aniquilar a Rey, a la cual tratará de manipular con fines que no diremos por acá. La química entre Ridley y Driver es un pilar fuerte del film, y se nota más fortalecida que en las entregas anteriores. Individualmente, Ridley es algo más convincente que un Driver que no puede dejar de recurrir al puchero. Las fuerzas del nuevo Imperio se están despertando y planean ataques masivos a varios planetas para desestabilizar el orden. La rebelión a cargo de Leia (Carrie Fisher en un CGI casi impecable) debe impedirlo, y para eso, deben descubrir la ubicación de la nueva base imperial en un desconocido planeta llamado Exogol. Finn (John Boyega) y Poe (Oscar Isaacs) recuperan el protagonismo perdido, y junto a Rey forman un trío aventurero muy sólido, acompañados por Chewbacca y C3PO que vuelve a estar en su mejor forma (se lo extraña un poco a R2D2 que participa bastante menos). Hay también droide simpático nuevo D-O de forma simple y casera (¡como para hacer el muñequito en casa!), además del ya clásico BB8. Hay nuevos personajes, regreso de antiguos, y un ritmo que, sin apurar las cosas, ofrece aventura constante. Boyega e Isaacs tienen el carisma necesario para hacer crecer sus personajes en tándem, funcionan muy bien como dúo. Entre los nuevos, Zorii Bliss, una cazarecompensas enmascarada, interpretada por Keri Russell, es quien más destaca, y queremos más de ella. Sí, si El despertar de la Fuerza era Una Nueva Esperanza, y El último Jedi era El Imperio Contraataca, los cultores de esa teoría pueden ver en "El ascenso de Skywalker" a "El regreso del Jedi". Como en aquella, abunda la aventura terrestre, hay que dirigirse a un planeta desconocido, impedir un ataque, y se dirimen los orígenes de los personajes. Hasta se permite “reírse” de esa teoría con un regreso que algunos pedíamos… y otros no. Hay mucho para recordar, y es que Abrams apunta a que los fans se sientan cómodos; pero también le da de comer a las nuevas generaciones. Se abren puertas a futuro, se presentan nuevos e interesantes personajes, y hay alguna vuelta de tuerca para celebrar. Es llamativo y celebratorio un clima de terror espacial gótico, entre "Alien" y "Event Horizon", inédito en la saga, que implanta Abrams, y diferencia, para bien. "El ascenso de Skywalker" toma varias decisiones que nuevamente dividirán las aguas. Pueden ser polémicas para los fans. Hechos algo abruptos, cambios ¿inesperados?, algunas cosas que salen de la galera (el clásico Deux ex Machina). Pero siendo sinceros, Star Wars siempre se caracterizó por una lógica interna en donde las sorpresas constantes pueden ocurrir, son parte de la magia de una saga pensada para el más puro entretenimiento. Otro dato positivo es el regreso de un humor clásico, alejado de la modernidad videoclipero, de sitcom o film de superhéroes actúa. Ese humor más simple, inocente, y efectivo vuelve de la mano de un C3PO que nos recuerda por qué lo amamos. En equilibrio con el humor, sobran los momentos emotivos, para fans y para los que están siguiendo la historia como nóveles. Todo envuelto en un gran halo de épica que abrazamos felices. "Star Wars: Episodio IX: El ascenso de Skywalker" puede no ser perfecta, pero es un más que digno final luego de las dudas que se nos habían planteado. Abrams sabe entregar lo que estábamos buscando, y dentro de sus posibilidades, recupera la magia como si la tormenta no hubiese sucedido. Podemos aplaudir, reír, y llorar, y aferrarnos a la butaca. Celebremos, la Fuerza aún está viva.
La nueva película de Eduardo Pinto, "La sabiduría" es otra muestra de su cine salvaje, actual, y potente; con grandes actuaciones de todo su elenco y una factura técnica impecable. Una de las mejores propuestas del año. En los últimos tiempos, el feminismo pasó de la agenda político social, a las diferentes expresiones artísticas, entre ellas, el cine. Como sucede siempre, están quienes lo hacen por verdadero compromiso y entendimiento de la causa; y quienes sólo lo hacen como gesto “para quedar bien” sin llegar al núcleo del asunto, y muchas, hasta entendiendo mal de lo que se habla (como la reciente versión de "Los Angeles de Charlie"). Así como este movimiento late fuerte en nuestro país, el cine argentino no es ajeno. Muchas directoras auto descubriéndose, muchos roles de sexo femenino fuertes y empoderados. "La sabiduría", el séptimo film del también destacado director de fotografía, Eduardo Pinto, es una de las películas más audaces, provocativas, y mejor enfocadas sobre esta materia. Dejemos de lado (aunque sea en esta ocasión) la discusión de la mirada masculina sobre un tema de neto corte femenino. En el guión, que Pinto co-escribió a seis mano junto a Diego Fleischer, podemos encontrar la firma de María Eugenia Marazzi. La clave de "La sabiduría" pareciera ser la de entender el empoderamiento femenino dentro de un contexto global de otras problemáticas y reclamos sociales generales tan o más antiquísimas y graves. La pintura se pinta rápido. Mara (Sofía Gala Castiglione), Luz (Analía Couceyro), y Tini (Paloma Contreras) son tres amigas de Buenos Aires que viven a pleno su independencia, o más o menos. Van a bailar, fisuran, hacen after, y casi sin respiro salen a la ruta rumbo a un descanso en una estancia, la que le da título al film, en plena llanura pampeana. Luz piensa aceptar la propuesta de casamiento de su novio reciente, y al que ni siquiera le dice que sale con sus amigas, o que se va de viaje. Tini, y sobre todo Mara (que vende su postura anti sistema trabajando para una financiera y está “caliente” con Tini) tratan de persuadirla; y quizás este viaje le sirva para aclarar sus ideas. La película, que comienza como una versión actualizada de "Sólo ellas"... Los muchachos a un lado; pronto muestra sus primeras pinceladas oscuras. La madre de Tini (Leonor Manso, madre de real de Paloma) le advierte que no haga ese viaje… Luego de unos inconvenientes, al llegar a la estancia, en medio de la nada, las cosas comienzan a ser sospechosas. Quienes las reciben son Américo (Diego Cremonesi) y Faustino (Lautaro Delgado Tymruk); nos huelen mal de entrada. Faustino se muestra como algo retraído, “básico”, y Américo “engatusa” a una Luz confundida. La cosa recién comienza. Luego de un paso por la simpática comedia infantil "Natacha: La película"; Eduardo Pinto vuelve a sus aguas. Un experto en el cine de género más salvaje, punk rockero, y descarnado; y no por eso morboso. Hace dos años atrás, presentaba en BAFICI, y luego comercialmente, la iracunda "Corralón"; una excelente pintura de la lucha de clases que interrogaba al espectador sobre qué postura tomar frente las actitudes violentísimas tanto de un lado como del otro de la grieta. En "La sabiduría" vuelve a poner al espectador en una situación, si se quiere, incómoda. El espectador más conservador y alejado de la realidad que vivimos podrá cuestionarse si este trío de amigas no “se lo buscaron”. Claramente "La sabiduría" mantiene una postura contraria bien posicionada. En un combo en el que entran el terror/suspenso, la acción, el rape & revenge, la road movie, el western, las sectas de ahora y de siempre, la lucha y la opresión de clase históricas, y hasta los mitos de pueblos originarios ancestrales llevados a la actualidad; digamos que se permite ser una coctelera explosiva de la cual queremos beber hasta el último sorbo. Sacude, es frenética sin recurrir a lo convulsivo, frenética por su tratamiento voraz, no por un movimiento abrupto. Hipnótica, poderosa, rabiosa, poseedora de una síntesis narrativa soberbia. Durante un largo tramo del film pareciera que no sucede demasiado, pero siempre sentimos que el peligro está latente, a la vuelta de la esquina, y aguardamos (im)pacientes el estallido. El excelente manejo de la tensión y el suspenso se logra gracias a un gran trabajo en el montaje, la fotografía, y la composición de cuadro. Muchas escenas hablan por sí solas, haciendo que el diálogo sobre, nada está librado al azar. También hay que destacar un gran trabajo de vestuario minimalista. Eduardo Pinto no sólo destaca su trabajo en la fotografía en las películas que dirige (como este caso), también podemos ver su huella oscura y potente cuando “solo” se desempeña en la dirección de fotografía. Un rubro en el que se mueve como pez en el agua. Ese campo abierto y desolado nunca se vio tan peligroso como en "La sabiduría"; los cuadros plagados de objetos ritualísticos, lo onírico como concepción de la unión de los desprotegidos. Como se destacó en la reciente "Midsommar", aquí también la acción recurre mayormente a la penetrante luz del día. Un sol que lejos de iluminar, quiebra la tierra e inunda de aridez, ciega. Como en "Corralón", los “bandos” están bien definidos. Estas mujeres sólo recibirán una ayuda proveniente de un mínimo personaje femenino, que poco puede hacer en un contexto de fuerte preponderancia masculina, machista. Los hombres forman una cofradía, se protegen, no van a permitir perder su lugar de poder. En este contexto de lucha por el poder, "La sabiduría" lleva el asunto mucho más allá, hacia lugares que al inicio ni nos imaginamos, y lo hace con sabiduría, valga la redundancia. Las mujeres son entendidas como un objeto más dentro de otras minorías que, según la mirada de estos machos patriarcales, merecen ser hostigades. Esa segunda mitad del film, cuando todo se desata y las cartas de quién es quién quedan claras, resulta arrolladora, y tranquilamente puede ser una de las mejores y más contundentes declaraciones de principios que el cine argentino entregó en mucho tiempo. Hay que reconocer que no sólo es sobresaliente en lo técnico, y superadora en su manejo del guion de género y abordaje social; destaca por un conjunto de actuaciones formidables. Sofía Gala Castiglione (cada día más convencido de calificarla como la mejor actriz de esta generación), Analía Couceyro, y Paloma Contreras, no sólo tienen una química real de amigas cómplices, cada una se cree su rol bien definido; remarcan sus posturas y sensaciones, y nos hacen sentir lo que les sucede… en los momentos calmos, y también cuando sufran el asedio. Lautaro Delgado (idem Sofía Gala Castiglione remplazando actriz por actor) y Diego Cremonesi, no son los únicos hombres que entregan grandes interpretaciones. Luís Ziembrowski, Juan Palomino, y Pablo Pinto no se quedan atrás. Quizás sus personajes sean algo estereotipados, pero son lo que "La sabiduría" necesitaba, y no se los siente como cliché, sabemos que “los reales” son así en serio. Mención especial para Daniel Fanego, el patrón de estancia. Espérenlo, aguárdenlo. Si algo le quedaba por demostrar al gran actor de "El ángel", entre otras, en "La sabiduría" nos da una de las mejores actuaciones de su carrera. Simplemente lo suyo es impresionante. Es justo decir que esta cinta habla de muchísimas cosas, más de las que se pueden expresar en este texto. Es feminista, es social, y es política. Nos interpela sobre varias cuestiones, y se convierte en una bomba incómoda. Eduardo Pinto lo hizo de nuevo, demuestra ser uno de los realizadores que mejor entiende el cine de género en la región. No se propone hacer un film vacío, de violencia por la violencia misma, le entrega contexto y contenido, hace de la violencia extrema algo funcional. Más allá de un rol universal de la mujer, "La sabiduría" es un film bien nuestro, que nos cachetea y nos llama a despertarnos. Es una película fundamental para entender de lo que se debe hablar. Imperdible.
Comedia de supuesto tono infantil, "Jugando con fuego", de Andy Fickman, intenta posicionar al luchador John Cena como actor de comedia, pero hace aguas al inundar la propuesta de un dudoso humor de trazo grueso. Debe existir alguna máxima que diga que a todo actor musculoso le llega su comedia infantil. Desde los ‘80/’90 que la mayoría (por no decir todos) de los astros de acción, una vez que alcanzan la fama en el género, el siguiente paso para afianzarse y ampliar su público, es estrenar una comedia, casi siempre infantil, en la que se lo pueda ver simpático y más relajado que cuando anda a los tiros y patadas. Lo hicieron desde Arnold Schwarzenneger a Jackie Chan, con suerte dispar. Los luchadores de la WWE entran también en esa ecuación. Hulk Hogan (o Lou Ferrigno, aunque este en sí no integraba esa liga) dio el puntapié inicial; y le siguieron varios, entre los que, por lejos, al que mejor le fue es a Dwayne “La Roca” Johnson, hoy ya considerado tanto un actor de comedia como de acción. Recordemos que, a diferencia de lo que sucede en Argentina con programas con "Titanes en el ring" y "Lucha fuerte", en EE.UU. los shows de lucha fuerte son “cosa seria”, apuntan a un público joven no tan infantil y se caracterizan por una extrema violencia. Hace rato que John Cena viene siguiéndole los pasos a La Roca. Aunque claramente el actor de "Rascacielos" le saca varias cabezas de ventaja; en todo sentido. Lo más “conocido” de Cena como actor protagónico es el film de pura acción ’80s style "The Marine", y en comedia ya probó suerte con la más joven adolescente y pretendidamente zafada, "Blockers"… y muy bien no le fue. Ahora insiste, y cumple la regla infantil con "Jugando con fuego", una comedia que suma a un guion de manual, problemas de todo tipo. Ni lo intenta, el guion del novel Dan Ewen, y el más experimentado en la comedia infantil Matt Lieberman ("The Christmas Chronicles", "The Addams Family 2019", y las futuras "Scoobs" y "Free Guy") se recuesta en ideas que ya vimos mil veces, y ni siquiera parece molestarle que podamos adivinarle todos sus pasos sin siquiera haber iniciado la película; es más, sin siquiera leer una sinopsis. Con ver el afiche, alcanza. Lo llamativo de este guion plagado de lugares comunes de la-comedia-con-musculoso-lidiando- con-niños, es que, lejos de evolucionar o superar algún exponente de años anteriores (a los que no les fue bien), francamente ni siquiera las emparda, involuciona, y en gran medida. Cena es Jake Carson, un bombero, o aerorescatista, como gusta que los llamen, que lidera un pequeño escuadrón de apenas cuatro integrantes, contándolo, perteneciente a un pueblo montañéz alejado. Su sueño es honrar a su ya fallecido padre siendo lo mejor rescatista posible. Por lo que no se permite ningún tipo de distracción. Su oportunidad llega cuando el jefe de bomberos de la ciudad piensa en retirarse y busca su remplazo. Puesto para el que Jake suena fuerte. Paralelamente, Jake y los suyos acuden al incendio de un hogar, y en su interior se encuentran a tres hermanos que abarcan los rangos de mujer adolescente (la ex calva de Deadpool), niño púber, y niña chillona que no es un bebé pero casi no habla palabras concretas; pero no a sus padres, que supuestamente están de viaje. A regañadientes, Jake deberá aceptar que los tres chicos pasen el fin de semana en el cuartel junto a los cuatro bomberos, mientras espera que regresen sus padres a recogerlos. Obviamente, los niños van a dar vuelta el lugar cometiendo todo tipo de “travesuras”, ante la mirada severa de Carson, y en menor medida los demás, que por supuesto, con el correr del metraje se irán ablandando, porque sí. Hay una subtrama romántica entre Jake, que es torpe para relacionarse socialmente, y una guardaparques interpretada por Judy Greer, que no entendemos bien por qué – o sí pero lo negamos – está enamorada de este macho alfa. ¿Por dónde empezar? Ya dejamos establecido que el guion de Jugando con fuego es de todo, menos original. Bueno, de todo no, porque principalmente lo que no es, es divertido y/o gracioso. Filmada como si fuese una sitcom de Disney Channel o Nickelodeon (empresa que produce el film), "Jugando con fuego" abusa de prácticamente una sola locación cerrada, primeros planos gestuales televisivos, burdos PNT, personajes que aparecen al costado del cuadro repentinamente, y el sonido a latigazo cada vez que uno hace una aparición así para enfatizar lo “espontáneo”. Para más claridad, es lo menos cinematográfico que hay, y por algo, las sitcom duran 20 minutos, y no más de hora y media. Debemos agradecer que no hayan puesto las risas grabadas. "Jugando con fuego" es irritante, molesta, y aburrida. Lejos de causar gracia, suma chistes muy desagradables, y no se esfuerza en hacer que los personajes nos caigan bien. Como si los chistes escatológicos no fuesen suficiente (y ni siquiera escatológicos graciosos a los Farelly Brothers), se emperra en sexualizar la imagen musculosa de Cena, buscando cualquier oportunidad para mostrarlo con el pecho descubierto, mostrando sus brillosos y sudados músculos, y hasta se permite arrancarse a tirones una ajustadísima remera en cámara lenta. A menos de cinco minutos de iniciada, ya nos invade un interrogante ¿Qué les pasa? ¿En qué pensaban cuando hicieron esto? ¡Se supone que esto apunta a un público menor a los 12 años! Una película que trata de estúpido a su público por ser menor (¿En serio quieren mantener la intriga sobre los padres de los chicos más de la mitad de la película cuando es algo que no debió durar más de dos minutos?), que no hace nada por hacer que alguien nos caiga bien (lo chicos no son simpáticos, hacen cosas malas sin ninguna razón), y para colmo tiene mensajes que hace años ya van quedando atrás. Es muy, pero muy, misógina, machista, homofóbica, y racista. Todo lo que está mal. Todo lo que no queremos que nuestro chicos aprendan. Del elenco adulto, Cena no es buen actor, pero sobre todo, no tiene ni un gramo del carisma de Dwayne Johnson. Es anodino, es como ver a Aldo Rico intentando ser simpático con niños. Amamos a Judy Greer, pero la película se empeña en que esta vez nos caiga mal, y lo logra. Se la siente incómoda, forzada a hacer escenas denigrantes para cualquier actriz, y repetir diálogos que ni al ex diputado Alfredo Olmedo se le hubiese ocurrido que una mujer pudiera decir. Obviamente, la química entre ambos es inexistente. Los compañeros de Jake son interpretados por un penoso John Leguizamo, alejadísimo de sus mejores años, relegado a como-soy-latino-en-el-pasado-estuve-preso y a ser el blanco del descarado PNT de Mi pequeño Pony (básicamente nos va contando toda la historia de la serie de Nickelodeon e incita a comprar todo el merchandising). Su única humorada es un chiste sobre comida mexicana que no tiene remate, y una inclinación por citar frases famosas pero mal, y cuyo remate siempre lo termina arruinando el otro integrante. Keegan Michael Key. El actor de "Predator" es lo peor de la película. Como si estuviese bajo los efectos de anfetaminas, no para un solo segundo de interrumpir, forzar la gracia donde no la hay, hablar permanentemente a los gritos, y querer tragarse todas las escenas. En él recae otro de lo PNT, el de los pañuelos Kleeenex (y no son los únicos dos). El tercer compañero es un barbudo, al estilo Paul Bunyan, cuya única gracia es no hablar ni gesticular. A Andy Fickman le salió mucho mejor cuando lanzó a la comedia infantil a La roca en la simpática y agradable "The game plan". Acá no ofrece ningún tipo de salvación, todo lo contrario. Los gags de humor físico, están bastante mal filmados, y hasta se producen una serie de incómodos silencios. Jugando con fuego falla en todo lo que podía fallar. Es incómoda (mal) y desagradable. No es graciosa y está mal actuada y filmada. Atrasa y aburre. Sinceramente, si Nickelodeon quería vendernos los productos de sus series animadas, un institucional hubiese sido más divertido.
La ópera prima de Ana García Blaya, "Las buenas intenciones", de reciente paso por el Festival de Mar del Plata, narra una cálida historia familiar autobiográfica, con el sello de unos años ’90 muy identificables como as bajo la manga. Sí, los ’80 van quedando atrás. Durante años cuando el cine quería recurrir a las referencias pop, y a hacer guiños a la infancia del espectador, los ’80 quedaban a la vuelta de la esquina. Sin embargo, el público, y los realizadores, crecen y se renuevan las generaciones. Desde el año pasado con "Capitana Marvel" y "Mids 90’s" los ’90 parecen haber ocupado la cancha de la nostalgia, hasta se habla de que la serie evocativa de los ’80 "Strangers Things", pegaría un salto temporal hasta la siguiente década. Argentina no podía ser menos, y ya tiene su homenaje a esa década en la que el uno a uno y las casas de Todo x $2 eran moneda corriente, y se llama "Las buenas intenciones". Al igual que Arnaldo André en el estreno de la semana pasada Lectura según Justino, Ana García Blaya eligió para su ópera prima hablar de su propia infancia. Afortunadamente, a ella le salió mucho mejor. Los créditos iniciales se abren con "Si yo soy así", casi un himno de los ’90 entonado por los punks barriales de Flema. Desde entonces, se nos da una llave para abrir la puerta a esa época que mezcla decadencia, con descreimiento, y la falsa creencia de pertenecer al mundo. Ana García Blaya nos habla de ella y la relación con su padre Javier García Blaya integrante de la banda Sorry (cuyas canciones también forman parte de la banda sonora), ya fallecido. Todo en base a la construcción de alter egos. Gustavo (Javier Drolas) es un padre de tres hijos en la puerta de los 40, y sin ninguna intención de asumir responsabilidades o sentar cabeza. Separado de Cecilia (Jazmín Stuart), la madre de sus hijos, Gustavo quiere a los chicos, pero difícilmente asume el rol paternal. Cecilia es consciente de eso, y prepara a sus hijos frente a posibles decepciones. Gustavo maneja una disquería junto a su amigo Néstor (Sebastián Arzeno), más responsable que él. Lo único que le preocupa es mantener su independencia y no dejara que el tiempo le pase por encima, es un espíritu adolescente. Sin mucho dinero, rascando para llegar a subsistir, las cosas se le complican cuando Cecilia llega con la noticia de que a su actual pareja le salió un trabajo importante en Asunción, Paraguay, y se va a mudar allá con los chicos. Cuando Gustavo se estaba haciendo a regañadientes a la idea de que su ex se lleva a los chicos, su hija mayor, Amanda (Amanda Minujín), aún una niña, le comunica su deseo de quedarse en Argentina viviendo con él. De un momento al otro, a gustavo se le trastoca ese mundo de armonía del caos en el que vivía. Debe salir a buscar una viviendo más grande, y una cierta estabilidad que le permita mantener a su hija; o no, también puede dejar que las cosas sucedan. Las buenas intenciones claramente es la visión cariñosa de una hija hacia su padre. Gustavo es un personaje problemático, pero no es juzgado despectivamente por la película. La realizadora se la rebusca para que siempre nos caiga simpático, y tengamos en claro, que amor y cariño hacia sus hijos es lo que le sobra. Aún cuando Amanda deba cumplir el rol de madre de su propio padre. Con un tono muy amable y ameno, Las buenas intenciones transita el camino de la comedia dramática con mucha soltura, y se palpa el verosímil en cada fotograma. Su ambientación de época está plagada de detalles, desde los más notorios, hasta lo mínimo. Tanto, que a veces bordea lo sobrecargado de memorabilia; el típico de encuadrar a sus personajes como muy propios de la época a la que pertenecen, rodeados de objetos, vestimentas, y modismos típicos y referencias inmediatas. Más allá de este quisquilloso detalle de acumulación de referencias, lo cierto es que, tratándose de una producción chica e independiente, el trabajo de recreación de época y dirección de arte es asombroso. Ana García Blaya juega a mezclar algunos inserts de filmaciones reales de su familia, de su infancia, con filmaciones caseras de los personajes de ficción, y el ensamble es tan perfecto e imperceptible que no queda más que aplaudirla y felicitarla. Javier Drolas compone un personaje querible, un perdedor que se cree ganador, un tipo que a su modo la pelea, y resiste en un país que se viene a pique, aunque todavía le faltaban épocas bastante peores. Un gran actor que finalmente consigue un protagónico justo. La participación de Jazmín Stuart es más acotada, pero cumple, como lo hace usualmente. En el rol secundario, Sebastián Arzénico se destaca como otro gran intérprete, el bastón y tapa bache de su amigo. Amanda Minujín es todo un hallazgo, actúa con sus gestos, su mirada, logra el comportamiento adulto de una niña. No es fácil lo que tenía que hacer, y lo cumple. Puede tener un gran futuro. Los otros dos niños, Ezequiel Fontenla y Carmela Minujín (sí, son las hijas de Juan que compone un pequeñísimo papel como la pareja de Cecilia), también actúan con mucha soltura. La conexión que Gustavo/Drolas logra con los niños, es todo una gran labor de la dirección actoral. Destacada en rubros de fotografía, montaje, y obviamente banda sonora, Las buenas intenciones es técnicamente un film impecable. Una historia sencilla, muy identificable para muchos de nosotros que vivimos en aquellas familias divididas, o que vimos a nuestros padres atravesar la crisis económica peleándola como sea. "Las buenas intenciones" suma cameos punk rockers, recuerdos y buena nostalgia; porque es cierto, la infancia, para cada uno de nosotros, es ese lugar que siempre idealizamos.
Algo tardíamente, finalmente llega a las carteleras locales, "Boda sangrienta", sorpresa de terror del año, de Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett, una comedia negra salvaje y violenta que no se priva de un mordaz lenguaje sobre la clase aristócrata más déspota. ¿Existe alguna situación de mayor nerviosismo y posible incomodidad que conocer a la familia de la pareja? Imagínense si se le suma que la misma tiene un instinto asesino y planea aplicarlo hacia nosotros en un juego de cacería. Esto es la que sucede en la descabellada y divertida "Boda sangrienta", la nueva película de los directores de "Heredero del diablo". El cine de género muchas veces es utilizado como “pantalla” para hablar de otras cuestiones que van más allá de la pura matanza o el vértigo de la acción. Desde el miedo a las invasiones extranjeras, a las consecuencias de un comportamiento desviado, todo puede pasar por el tamiz de una “simple” película de terror. Films como "La noche de la expiación", "Hostel", o "Society", entre muchísimos otros, ya se han adentrado en el morboso mundo de los placeres de la clase alta. "Boda sangrienta" vuelve sobre esos pasos y lo hace de un modo liviano, divertido, y punzante a la vez. Las familias aristocráticas pueden tener tradiciones antiquísimas que desconocemos, los Le Domas no escapan a la regla. Grace (Samara Weaving) va a casarse con Alex (Mark O’Brien), a la par que conocerá a sus suegros, cuñados, y la tía mayor – y matriarca – de su esposo. En ese mundo en el que el tiempo parece haberse detenido, en donde nos cuesta darnos cuenta que la historia transcurre en la actualidad y no en una ambientación victoriana o del Siglo XIX; Grace está nerviosa al no saber si será aceptada en ese círculo social tan cerrado al que pertenece la acaudalada familia de su esposo. La boda se oficia con alguna incomodidad menor, pero pronto las tradiciones del grupo interrumpen la ansiada noche de bodas que pasarán en la mansión familiar. Para ser integrada al círculo familiar, los Le Domas cumplen un simpático ritual en el que todos juegan algún juego elegido al azar sacando una carta por el propio nuevo integrante. Son todos juegos inofensivos, tonterías, salvo uno ¿Pero qué posibilidades hay de que salga la carta para jugar a las escondidas? En efecto, ante la familia reunida en el salón, Grace extrae el naipe que resulta ser el de la escondida. Ella deberá esconderse en algún lugar de la casa, su suegro contará, y luego toda la familia saldrá a buscarla. Hay un detalle, un giro, luego de que Grace se esconda con el deseo de finalizar esta pavada rápidamente y pasar a la intimidad con su reciente esposo; cada integrante de la familia escoge un arma (desde ballesta, hacha a escopetas) y saldrá a encontrarla como reza el tradicional juego, pero cazándola y matándola. Sólo si llega viva al amanecer será aceptada por la familia. Por supuesto que harán todo lo posible por impedirlo, Grace debe ser entregada en sacrificio, su destino está sellado. Así de absurda e ilógica es "Boda sangrienta"; o mejor dicho, poseedora de una lógica interna. Porque una vez que se acepta cómo son las cosas, todo tiene sentido en esta historia en la que cualquier cosa puede pasar. Como buena familia de clase alta, los Le Domas entienden que el resto son seres brindados a su utilidad. Hasta el mayordomo entra en ese juego como uno más. Eso sí, las que están debajo de él, las sirvientas; esas sí pueden ser carne de cañón. Están convencidos de que deben cumplir con ese rito para mantener su poder y status, y preservar el linaje. Son tan temerosos de perder lo que creen que les pertenece por herencia histórica. Tampoco se llevan del todo bien entre ellos, obviamente. La codicia, los juegos de poder, los celos, y la pelea por los bienes familiares, también se dirimen esa noche en la que todo se saldrá de control. Porque Grace no será un hueso fácil de roer, o una presa fácil de cazar. "Boda sangrienta" hace uso de todos los clichés posibles, los integrantes de esa familia son caricaturescos, y Grace es la mirada de espectador. Desde la tía desquiciada (o más psicótica aún que el resto) a la cuñada estúpida y cocainómana, hay de todo en esa jungla numerosa. Los suegros también son de temer, entre el desprecio y la indiferencia. Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett tienen como antecedentes segmentos de los fallidos films colectivos "V/H/S" y "Southbound"; así como el olvidable (mejor olvidarlo que recordarlo) y tardío exponente de found footage sobre posesiones "Devil’s Due/Heredero del diablo". Sí, el CV no es muy alentador, pero con "Boda sangrienta" finalmente dieron el clavo, en gran parte gracias al ingenioso guion de Guy Busick y Ryan Murphy (que no es el de "Glee", "Nip/Tuck", "AHS", y "Comer- Rezar-Amar") al que le otorgaron, ritmo, tensión, y vértigo. Tan sangrienta como graciosa, "Boda sangrienta" es una salvajada de principio a fin, que no se toma nunca en serio, y hace de esa cosa delirante un arma muy positiva. Por el tono, la mecánica familiar, y el ritmo salvaje, es imposible no pensar en esa joya subvalorada que es You’re Next/Cacería macabra. De hecho Grace es una final (u only) girl muy similar a lo que era el aguerrido personaje de Sharni Vinson, Erin, en el film de Adam Wingard. También, llegado el momento, recordará a "Cabin in the Woods/La cabaña del terror". Producción chica (para ser algo que proviene del mainstream), aquí la historia transcurre (casi) en su totalidad puertas adentro de la mansión, y hace de ese encierro un elemento favorable. El estilo muy british, ese limbo en el que todo parece de siglos pasados pero hay cámaras y celulares, y los diálogos de una fuerte irrealidad – por lo menos para el espectador promedio de clase media – , parecieran estar saliendo de una versión deforme (¿más realista?) de "Downton Abbey" o un film de James Ivory. Samara Weaving, que ya había demostrado ser una gran villana en "The Babysitter", ahora se ubica del otro lado del mostrador, y otra vez demuestra que el terror es lo suyo. Gran Scream queen, gran mujer empoderada. Entre la familia nos vamos a encontrar a Andie McDowell, que parece estar siempre volviendo. Esta vez en plan suegra asquerosa, alejada de sus personajes angelicales; una mujer que acata el patriarcado. Verla sigue siendo un placer, posee mucha clase. "Boda sangrienta" es de esas películas tapadas que hay que descubrir. Sin mucha publicidad, sin plantearse como una gran producción; logra una montaña rusa de entretenimiento sin freno, con gran manejo del suspenso y la tensión, sumado a los litros de sangre derramada sin culpa. Una perlita que no conviene dejar pasar.
La nueva comedia de Paul Feig, "Last Christmas: Otra oportunidad para amar"; es una divertida producción acorde a su época, ligera, no muy profunda, y con tres actrices que se roban toda la escena. Todo al ritmo de las canciones de George Michael. ¿Podríamos decir que 2019 es el año de las películas discográficas? A mitad de año, con sólo semanas de diferencia, se estrenaron "Blinded By The Light" y "Yesterday", dos películas que, sin ser musicales, incluían las canciones de un artista o banda en particular como elemento fundamental de sus argumentos. En el primer caso fue el disco debut de Bruce Springsteen, y en el segundo un recorrido por lo más conocido de The Beatles. Ahora, para coronar, le toca el turno a George Michael. No son sólo las canciones incluidas en una banda sonora. No, las propias canciones son las que van guiando diferentes momentos de la historia, funcionan como motor, y reconocen la existencia del artista como influyente socialmente. La elección de los tres no pareciera ser casual. De más está decir cuál es el impacto cultural de los cuatro de Liverpool, considerada la mejor banda de la historia. Springsteen, y esa placa en particular le dio voz a una clase obrera que nadie oía, fue música de protesta popular en medio de una década plástica. Michael irrumpió en la escena pop con un estilo único, se despegó de ser encasillado como un galán sexy, e introdujo letras amargas, habló de un estilo de amor no tradicional, y se convirtió en un ícono queer alejado del cliché. Cada uno a su manera, fueron revolucionarios. "Last Christmas: Otra oportunidad para amar" (horrible agregado local que le hicieron al original), quizás sea de las tres, la que utiliza al artista y a las canciones de modo más relativo. No es que su argumento gire alrededor del fanatismo por el artista, simplemente ilustra cada momento particular del film con una canción del mismo (además de unos covers a cargo de la protagonista), como si se hubiesen inspirado en la canciones para escribir el guion – que de hecho es lo que dicen en los créditos –. Claro, como lo dice su título, "Last Christmas: Otra oportunidad para amar", es también una película navideña, como lo era la canción especial que Wham! editó para esa época festiva. Pero no se trata de algo típico para estas fechas en donde todo es alegría, felicidad, buenas intenciones, y corrección política. Si la canción de dúo de Michael y Andrew Ridgeley hablaba de un engaño y decepción amorosa, y empezar de nuevo para el año siguiente; el film de Feig lo que hace es plantearse fuera de los paradigmas usuales de los films pensados para el público femenino, con una protagonista que necesita una redención. Katarina, o Kate – como se hace llamar – (Emilia Clarke) es una inmigrante yugoslava viviendo con su familia en Londres. Los treinta le pisa los talones, y no tiene ninguna base sólida en su vida. Es empleada en un bazar de objetos navideños al que ya no le pone ningún empeño. Quiere ser actriz de musical para vive rebotando en castings, en parte por culpa de sus malas elecciones. No se compromete con ningún hombre, y busca mantener encuentro sexuales muy frecuentemente. Es egocéntrica, egoísta, y una amiga bastante dudosa. Quizá sólo busca algo de amor rápido. En un encuentro casual conoce a Tom (Henry Golding), un hombre algo misterioso, muy alegre, y persistente. Aunque al inicio ella se resiste, se irá formando una relación entre ellos, lo cual ayudará a que Katarina comience a replantearse muchas cuestiones, y la necesidad de un cambio. Dicho así, el guion no pareciera diferenciarse de algo muy tradicional sobre una mujer que necesita de un hombre para estabilizarse. Es en el desarrollo donde "Last Christmas: Otra oportunidad para amar" irá planteando sus diferencias. Quizás el mayor acierto del film sea no haber puesto a una comediante como protagonista. Katarina no es el típico personaje histriónico, lleno de mohines, con una actitud graciosa frente al desbarranco. Si la película causa gracia en varios tramos será gracias a la escena, no a su personaje. Katarina se siente una mujer de veintitreinta verosímil, creíble, real. Alguien que debe hacer frente a un montón de imposiciones frente a lo que una mujer debería ser en ese momento, que quizás no eligió el camino correcto por más buenas intenciones que tenga, y a la cual el destino tampoco la acompaña y no toma las mejores decisiones, hace lo que le sale. Si a alguien recuerda esta Katarina es a la Annie de Kristen Wig en Bridesmaid, casualmente la comedia más popular de Paul Feig. Pero a diferencia de aquella, tanto personaje como película son menos satíricos o volcados a la comedia pura. Es acá en donde entra a jugar el factor George Michael. Las canciones del autor de "Careless Whisper" que ilustran la película tienen un tono agridulce, un poco amargo en sus letras, acompañadas de un ritmo movido (algo usual en el cantante). Lo mismo sucede con el film que aprovecha la parafernalia navideña (en una Londres que se siente muy EE.UU.) para recargarse de colores y un tono arriba, ágil, dinámico, que hasta recurre (a veces innecesariamente) al flashback; pero deja en su historia varios dejos agrios o amargos. Por un lado esta Katarina que hace del mal camino un estandarte; pero también en el trasfondo que hay sobre la situación de los inmigrantes en Inglaterra. La madre de Katarina (Emma Thompson) es una mujer que sufre el desarraigo y se quedó anclada en la guerra, culposa, no se permite ser feliz. También hay una sutil, y bienvenida, escena respecto a la discriminación entre nativos y migrantes. Esta sensación de un film con personajes bien intencionados, pero torcidos; la hace ver lejanamente como un film de Richard Curtis ("Love Actually", "Yesterday"), pero si este se hubiese despertado en un día contrariado o nublado. Emilia Clarke es todo un hallazgo. La actriz, conocida por su rol en la serie Games of Thrones y ser la fallida Sarah Connor de "Terminator Genisys", vuelve a incursionar en los roles mas alegres luego de "Me Before You". Si en aquella, ella era lo ¿único? bueno de la película; ahora le aporta toda la luminosidad. Emilia sonríe y los ojos verdes destellan la pantalla, interpreta con brío y gracia natural sin recurrir ni al histrionismo, ni al estereotipo. Su presencia está entre lo más positivo. En lo secundarios, encontramos otros dos motores importantes. Michelle Yeoh vuelve a la comedia después de "Crazy Rich Assians" en un rol completamente diferente al de aquella; simplemente está simpatiquísima. El otro gran aporte, lo mejor de "Last Christmas: Otra oportunidad para amar" es esa excelente actriz llamada Emma Thompson. Thompson, que también oficia como una de las guionistas y quien posee la idea original, compone un personaje tan desopilante como triste. Algunos de su diálogos no sabemos si reírnos a carcajadas, incomodarnos, o llorar junto a ella. Lo suyo es soberbio. Feig aporta dinamismo, y amalgama fluidamente las canciones para que no se sienta forzado. "Last Christmas" incorpora un mensaje feminista bastante correcto, no tan forzado o de agenda “para quedar bien”. Nos dice que las mujeres, a veces, hacen lo que pueden, que pueden decidir por ellas mismas, y hasta permitirse equivo En este armado, el personaje masculino de Henry Golding queda bastante deslucido, funcional. "Last Christmas", canción, fue un clásico navideño instantáneo, reversionado muchísimas veces, eterno, probablemente por su ritmo tan pegadizo y ser una de las pocas canciones amargas (aunque esperanzadora) sobre la navidad. Esta cinta quizá no se convierta en un clásico de los films navideños, pero logra casi hora cuarenta y cinco muy entretenidos, bien elaborados, y con un par de buenos mensajes. Nada mal.