La nueva versión de Tomb Raider quedará en el recuerdo entre las mejores adaptaciones que se hicieron en Hollywood sobre un video juego. Un grupo muy selecto por cierto, ya que por lo general esta temática suele brindar decepciones constantes, como vimos hace poco en la olvidable Assassin's Creed Me encantó esta película y estoy convencido que no se puede adaptar Tomb Raider mejor que esto en términos visuales y técnicos. Si bien no está exenta de objeciones y tiene cuestiones para mejorar en el caso de una futura continuación, la nueva producción captura muy bien el espíritu de aventura de esta propuesta y lo que es más importante, las características esenciales de la versión moderna de Lara Croft. Un personaje que fue un producto de su tiempo cuando surgió a mediados de los años ´90. Por entonces se habían puesto de moda, especialmente en los cómics, las heroínas voluptuosas que llamaban la atención por sus físicos exagerados y las vestimentas sugerentes que utilizaban. Dentro de ese contexto, Lara era un objeto sexual que se destacaba en la acción y no tenía más profundidad que eso. En el cine Angelina Jolie encarnó esa versión de la exploradora en filmes olvidables donde ella era la principal atracción. Recién en el 2013 Tomb Raider experimentó cambios radicales cuando la guionista Rhianna Prachett (hija del célebre autor Terry Prachett) concibió el aclamado relanzamiento de la franquicia, que fue un enorme suceso y presentó una encarnación más compleja y dramática de la popular heroína. Esta adaptación cinematográfíca que se estrena esta semana está basada exclusivamente en las últimas entregas del juego y la serie de cómics de Gail Simone (Wonder Woman). Atrás quedó la aventurera sexualizada que era una millonaria excéntrica y llamaba la atención por sus ajustadas vestimentas. La nueva Lara Croft ahora se desenvuelve en pantalones largos, cambió los revólveres por el arco y la flecha y tiene una personalidad más vulnerable. Alicia Vikander (La chica danesa) que es una actriz con formación en roles dramáticos y no contaba con experiencia en el género, brinda una composición brillante de esta encarnación moderna del personaje. Si bien su presencia física no llama la atención como lo hacía Angelina, Vikander le puso tanta dedicación y corazón a su rol que es imposible no sentir empatía por ella. Una característica interesante para resaltar de este film es que la nueva Lara Croft no es la protagonista perfecta a la que todo le sale bien de un modo cool y estilizado. A diferencia de Rey de Star Wars, que se convirtió en Jedi por un tutorial de You Tube o las heroínas de Milla Jovovich que aciertan todas las balas, en esta historia Lara es presionada física y emocionalmente al extremo. En ocasiones toma malas decisiones, la vencen en combate y sus eventuales victorias le cuestan literalmente sangre, sudor y lágrimas. Al margen que esto le da una mayor riqueza al personaje, estas falencias que presenta la protagonista se debe a que nos encontramos ante una heroína en construcción, que todavía no surgió como la aventurera famosa que llegará a ser. La transformación que tiene Alicia Vikander desde su aparición inicial hasta la conclusión está muy bien trabajada y rara vez podemos disfrutar estas cosas en filmes basados en videos juegos, que tienden a enfocarse más en los aspectos visuales. Esta es una película que le otorgó un foco importante al desarrollo del personaje principal y sus vínculos familiares. La dirección de Tomb Raider corrió por cuenta del noruego Roar Uthaug, quien fue responsable de La ola, una muy buena propuesta de cine catástrofe que pasó por los cines hace un tiempo. Al igual que en aquella producción, Uthaug abordó los efectos especiales con mucho equilibro y la gran mayoría de las secuencias de acción fueron trabajadas de un modo práctico, donde sobresale el desempeño físico de Vikander. La puesta en escena en ese sentido es brillante y hay numerosas escenas que tienen referencias directas al video juego. En estos días donde se abusa permanentemente del CGI, Tomb Raider sorprende con un extraordinario diseño de producción que se luce especialmente en la media hora final del film. Dentro del reparto secundario en lo personal esperaba mucho más de Walton Goggins (Justified , The Shield), un gran actor que suele destacarse en roles de villano. Lamentablemente en esta película estuvo muy limitado por el guión y si bien su trabajo es muy correcto no explota el potencial del artista con este tipo de personajes. Dominic West (The Wire) logra lucirse un poco más como el padre de Lara Croft que tiene más relevancia en la trama. En la ausencia de un villano más sólido y el modo acelerado en que se desarrolla el tercer acto se encuentran las debilidades más fuertes que tiene la dirección de Uthaug. La mitología que presenta se podía haber expandido un poco más y la trama se embrolla en la resolución donde faltó una pulida del guión. No obstante, son cuestiones que se podrían resolver en una potencial continuación y en el balance general las cosas que se hicieron bien tienen más peso. Tomb Raider captura el espíritu de las viejas historias de Indiana Jones, quien no fue otra cosa que el padre espiritual de esta heroína, al mismo tiempo que le hace justicia a la fuente original de esta propuesta. Vuelvo a reiterar, ante tantas decepciones que dejaron numerosos filmes horrendos basados en video juegos, en este caso al menos hubo un esfuerzo por brindar una buena película. El relanzamiento de esta franquicia supera con facilidad a los filmes previos y en la interpretación de Alicia Vikander encontramos a la mejor Lara Croft del cine.
Deseo de matar es la remake oficial del clásico con Charles Bronson, El vengador anónimo, que en 1974 generó una gran polémica en los medios de comunicación por la glorificación que expresaba sobre la justicia por mano propia. Desde entonces se hicieron numerosas producciones que clonaron, en algunos casos sin escrúpulos, la misma historia. La mejor remake hasta la fecha la brindó en el 2007 el director James Wan (El conjuro) con Kevin Bacon en Sentencia de muerte, cuya historia estaba basada en la novela original de Brian Garfield. Una producción más dramática e intensa que estaba en sintonía con el mensaje original que intentó expresar el autor y fue distorsionado por el cineasta Michael Winner en el film original del ´74. La remake de Eli Roth presenta una de las peores versiones de El vengador anónimo que vi hasta la fecha y fracasa por completo a la hora de adaptar este relato en un contexto moderno. Ningún cinéfilo pensante podría esperar ver una propuesta interesante dirigida por Roth, ya que sus trabajos tienen la madurez emocional de un chico de 11 años. Desgarrarse las vestiduras porque hace filmes violentos enfocados en el gore es una perdida de tiempo, debido a que el cineasta hasta ahora demostró una incapacidad absoluta para presentar algo diferente. En consecuencia, era de esperarse que El vengador anónimo en sus manos resultara una estupidez. Sin embargo, los problemas de esta remake pasan por otro lado. Deseo de matar es una producción afectada por una enorme crisis de identidad entre la película que quería filmar el director y la historia que concibió el guionista Joe Carnahan (Narc). Eli Roth decidió filmar una remake de El vengador anónimo 3, mientras que Carnahan intentó adaptar la historia original de 1974 en la actualidad y eso son dos enfoques incompatibles. Paso a explicarlo. En 1985 Charles Bronson protagonizó la tercera entrega de la saga, que quedó en el recuerdo por ser una de las películas de acción más zarpadas de aquella década . El actor que por entonces tenía 64 años ya no estaba para correr a los delincuentes, entonces les disparaba directamente con una bazuca o la ametralladora de un tanque. Era un film extremadamente exagerado y violento que además incluía situaciones humorísticas. Hay una recordada escena donde Bronson comparte una cena con un matrimonio de jubilados. En un momento se disculpa para salir a la calle, ejecuta a un par de pandilleros y vuelve al departamento de sus amigos como si nada para retomar la cena. Por entonces El vengador anónimo se había convertido en un chiste y eso es lo que hace justamente Eli Roth con el tratamiento de la acción. Todas las secuencias violentas son exageradas y tienen el estilo de la película del ´85. De hecho, el film en más de una ocasión está al límite de la parodia. El inconveniente es que al mismo tiempo el guión de Carnahan pretende hacer un comentario social de la justicia por mano propia, con escenas donde periodistas y conductores de radio discuten las ejecuciones de Kersey. El tema es que nada de lo que se ve en este film se puede tomar en serio y los momentos dramáticos parecen pertenecer a una película diferente. La otra desgracia de este estreno pasa por el lamentable casting de Bruce Willis que vuelve a ofrecer otra actuación aburrida en piloto automático, donde se lo ve desganado y apático. Un tema que el actor acarrea en los últimos años y acá se hace más evidente porque alguna vez fue una de las grandes figuras del cine de acción y hoy su carisma desapareció por completo. Willis hace que el film sea más aburrido de lo que ya es el cine de Eli Roth. Si a esto le sumamos que el justiciero Paul Kersey ahora es gracioso y parece un psicópata salido de los filmes de la saga Hostel, la verdad que no hay mucho para recomendar en este estreno. Igual seguramente tendrá sus defensores entre los seguidores del director, pero en mi caso creo que no vale la pena el costo de una entrada al cine.
En el 2001 Jerry Bruckheimer fue responsable de producir La caída del Halcón Negro, esa gran obra de Ridley Scott, que sobresalió entre las mejores películas bélicas estrenadas en la primera década del siglo 21. Tras desarrollar numerosos proyectos para Disney en los últimos años, Bruckheimer regresa al género con una nueva propuesta que difícilmente quedará en el recuerdo. Nos encontramos ante una película que aborda la guerra de un modo bastante optimista y cuando llega a su conclusión parecería que Estados Unidos resolvió todo el conflicto de Oriente Medio en un solo combate, cuando es un tema que sigue vigente. La premisa del argumento es atractiva y gira en torno a la misión de lo que fue la primera unidad de soldados norteamericanos que enfrentaron a los talibanes en Afganistán, un mes después de los atentados de 11 de Septiembre. Superados por un número mayor de enemigos los soldados estadounidenses terminaron involucrados en primitivos combates a caballos, que es una particularidad que hizo popular a este caso y no en vano esta cuestión se retrató en los pósters del film. La historia de la primera campaña militar contra los talibanes recién se hizo púbica en el 2010 y la verdad que es muy interesante por el caos político de la región. Sin embargo, el tratamiento cinematográfico en la dirección es lo que tira abajo esta película. Bruckheimer delegó la realización en el debutante Nicolai Fulgsig, quien se hizo conocido en el campo publicitario por un famoso comercial de Sony Bravia que incluía 250 mil pelotas de colores. En Tropas de héroes presenta una película bastante ordinaria y aburrida que no tienen tanta acción como se muestra en los avances y se centra más en la organización de los procedimientos militares. Durante la primera hora no pasa gran cosa y el director inserta tiroteos genéricos que luego se vuelven redundantes y carecen de tensión. En el último tiempo pudimos ver obras bélicas que presentaban secuencias de acción intensas, como la miniserie de Steven Spielberg, The Pacific, la excelente obra de Peter Berg, El sobreviviente, 13 horas (Michael Bay), Hasta el último hombre (Mel Gibson) y más recientemente Dunkerke que al menos manejaban mejor el suspenso. A lo largo del conflicto esta película en ningún momento transmite la sensación que los personajes se encuentren en peligro, cuando en la vida real estaban en una situación complicada. Por otra parte, Fulgsig desperdicia criminalmente a tremendos actores como Michael Shannon y Michael Peña que no aportan demasiado. Un actor desconocido podía haber interpretado cualquiera de esos personajes y esta producción no se alteraba en absoluto. Chris Hemsworth es la figura que se carga en sus hombros el film y logra sacarlo adelante con un trabajo decente. Recién en los 15 minutos finales aparecen las grandes secuencias de acción que se muestran en los trailers, con los talibanes que mueren como si fueran personajes de un video juego. Tropa de héroes no es una película mala, pero frente a los últimos estrenos que se conocieron en este género resulta una producción televisiva de los años ´90.
Yo soy Tonya es mucho más que una simple biografía deportiva, esta producción de Margot Robbie además de brindar una gran película consigue redimir la figura de la patinadora sobre hielo Tonya Harding, quien durante más de dos décadas fue víctima de un ensañamiento desmedido en los medios sensacionalistas de prensa. En el inconsciente colectivo de la cultura popular quedó la imagen que ella odiaba tanto a su principal competencia, Nancy Kerrigan, que la agredió físicamente para dejarla fuera de los Juegos Olímpicos de invierno de 1994. De hecho, hay una escena de este film que juega con esa cuestión. Si bien es cierto que Kerrigan fue agredida, durante mucho tiempo sólo se escuchó su versión de los hechos, mientras que a Harding se la condenó como la peor escoria en la historia del deporte. La realidad es que en cierta manera Tonya también fue víctima de ese incidente, debido a las compañías que integraban su círculo íntimo y eventualmente lo terminó pagando muy caro. Una particularidad muy interesante de este film es que retrata en detalle los hechos detrás del famoso escándalo, pero también revela los orígenes oscuros de la patinadora, marcado por los abusos físicos que sufrió primero de su madre y luego de su esposo. Si a esto se suma la discriminación que sufría en el circuito del patinaje artístico, donde la consideraban una redneck ordinaria, las actitudes rebeldes que solía manifestar terminan por tener una explicación. El director Craig Guillespie, quien fue responsable de la remake de Noche de miedo, evitó narrar esta historia a través de la biografía convencional para construir un documental falso que se habría filmado en los años ´90. La película presenta un retrato contundente de la idiosincrasia de esa sociedad sureña de los Estados Unidos que en el propio país se tiende a esconder debajo de una alfombra. Guillespie inclusive logra generar momentos cómicos con situaciones incómodas, como la primera cita de la protagonista que brinda momentos fabulosos. Dentro del reparto la labor de Margot Robbie en rol de Harding es impresionante por la humanidad y vulnerabilidad con la que compuso el personaje. Tonya tenía todos los números del bingo para ser absolutamente desagradable y aunque no es una santa y cometió errores, es imposible no tenerle simpatía y comprender su ira por toda la basura que sufrió. Allison Janney, quien no en vano se llevó un Oscar el domingo pasado como Mejor Actriz de Reparto, tiene momento brillantes en el rol de la abusiva madre de Harding y Sebastian Stan (Bucky Barnes en la franquicia Marvel) resulta muy convincente como el esposo de la deportista. Yo soy Tonya es una gran película que sobresale por contar esta historia con mucha honestidad y no tiene reparos en retratar al personaje principal con sus miserias y virtudes. Durante los créditos finales se puede ver las cosas increíbles que hacía Harding en la pista de hielo y resulta inevitable pensar en lo que pudo ser su carrera deportiva de haberse criado en un ambiente familiar más afectivo que estimulara su talento. En resumen, una excelente película que a partir de esta semana se incorpora entre las mejores opciones de la cartelera.
Después del famoso caso de Amityville, la maldición de la casa Winchester es la leyenda más popular dentro de la parapsicología en los Estados Unidos. La historia de la mansión embrujada de San Francisco inspiró numerosas obras en la literatura de terror y los cómics, sin embargo esta película que se estrena esta semana en los cines es la primera obra cinematográfica en trabajar el tema. Sara Winchester fue la esposa del inventor del famoso rifle de repetición Winchester que jugó un papel clave en la conquista del Oeste a fines del siglo 19. Tras la muerte de su esposo y de su hija pequeña en un breve período de tiempo, la mujer vivió convencida que su familia era acechada por los espíritus de las personas que habían sido asesinadas con el rifle. La leyenda urbana sobre la mansión embrujada se originó en 1884 y en la actualidad el lugar es una popular atracción turística en San José, California. Los hermanos Spierig, quienes en el pasado brindaron una buena historia de vampiros en Daybreaker y otra sólida película en el thriller de ciencia ficción Predestination, en este caso decepcionan con el trabajo más desapasionado de sus carreras. Se nota que la hicieron para cumplir un compromiso comercial y nunca estuvieron comprometidos con la historia y la temática de hechos paranormales. Winchester es una película tediosamente aburrida donde no pasa nada relevante durante la mayor parte de la historia y los directores abusan de los momentos de sustos falsos. Cada vez que aparece algún fantasma o se genera alguna situación paranormal el film lo presenta de la manera más burda posible, tal cual se lo puede imaginar el espectador. Los Spierig en este caso no hicieron el menor esfuerzo por construir situaciones decentes de suspenso y por ese motivo la película resulta un collage de lugares comunes. Una lástima porque tenían una gran actriz como Hellen Mirren y muy buenos colaboradores en el diseño de producción quienes se lucieron con la ambientación de la casa. Teniendo en cuenta los trabajos previos de los directores y la presencia de una artista del nivel de Mirren se podía esperar mucho más de esta producción que no dejar ser otra propuesta mediocre sobre hechos paranormales. Un dato loco. Debido a esta película, la productora Lionsgate compró los derechos de las imágenes de la mansión Winchester y por ese motivo los turistas que visitan el lugar ya no pueden tomar fotos en la interiores de la vivienda.
La primera media hora de Operación Red Sparrow amaga con presentar la verdadera adaptación de la Viuda Negra de Marvel en el cine. Un anti-heroína del cómic fascinante y compleja, cuya oscuridad fue atenuada en los filmes de Iron Man y Los Vengadores para que pudiera ser incluida dentro de una propuesta familiar. El personaje que interpreta Jennifer Lawrence en este film, al igual que la Viuda Negra, es rusa, tiene el mismo corte de pelo, cuenta con una formación como bailarina y también terminó involucrada en un programa especial de espías. Lamentablemente el trabajo del director Francis Lawrence (Los juegos del hambre) luego de una buena presentación de la protagonista se convierte en una historia aburrida que no consigue ofrecer nada interesante dentro de este género. Operación Red Sparrow es una producción desesperada por brindar un relato de espionaje inteligente y provocativo en la línea de lo que suelen ser las historias de John Le Carré (El topo). Tiene un buen primer acto donde se establece el conflicto principal pero después decae con una intriga tediosa que se vuelve interminable. A esto se suma una subtrama romántica que no tiene razón de ser y se ve afectada por la ausencia de química entre Jennifer Lawrence y Joel Edgerton. El director optó por evitar las secuencias de acción elaboradas para trabajar la violencia a través de escenas de tortura, dirigidas en su gran mayoría a los personajes femeninos. En este punto encontramos el gran problema de Operación Sparrow y el motivo principal por el que la espía Dominika Egorova no resulta atractiva como personaje. Francis Larwrence y el guionista Justin Haythe (El llanero solitario) a lo largo del film confunden el empoderamiento femenino con la degradación física. La película intenta vender a la protagonista como una heroína fuerte cuando se trata de una mujer miserable que es permanentemente vejada y manipulada por los hombres que la rodean. Dentro de los hechos terribles que sufre, ella intenta sobrevivir como puede pero eso no la convierte en la femme fatale que busca retratar la trama. A diferencia de Lorraine Broughton (Charlize Theron en Atomic Blonde), la Viuda Negra de Marvel o la agente de Salt de Angelina Jolie, quienes escogieron encaminar su vida por el espionaje, Doninika es forzada a vivir situaciones extremas donde asume el rol de víctima. Durante el desarrollo de la trama la protagonista es violada y golpeada y esos hechos no tienen ningún tipo de secuela emocional en el personaje, ya que el director aborda la violencia de un modo superficial. Sin ir más lejos, hay un momento donde torturan al personaje de Jennifer Lawrence y la composición estética de la escena parece salida del libro de fotos erótico de Madonna. Aunque en ocasiones el arquetipo de la femme fatale se trabajó en el cine con el perfil de la víctima acorralada en una situación sin salida (como Rita Hayworth en La dama de Shanghái o la Nikita de Luc Besson), en Red Sparrow el director Lawrence estanca a la protagonista en situaciones traumáticas y no hay ninguna virtud en el personaje, más allá de su capacidad de sufrir abusos por “el sacrificio a la patria”. Hay un elemento sexista en esta producción bastante jodido que me hizo mucho ruido y no puedo ignorar. Pese a todo, Jennifer Lawrence se entrega por completo a un rol que representaba una enorme demanda física y brinda una correcta labor, más allá de su acento ruso, que es tan forzado como el reclutamiento de la bailarina en los servicios de inteligencia. Los estudios Fox hicieron esta producción con la intención de lanzar una nueva saga y la verdad que cuesta bastante imaginar más relatos con el personaje de esta supuesta espía rusa. Si bien no llega a ser un film completamente malo y se beneficia con un reparto decente, dentro del género Operación Sparrow resulta una propuesta olvidable.
El robo perfecto es una propuesta policial producida por el actor Gerard Butler, quien desarrollo este film clase B en la línea de lo que suelen ser los trabajos de la productora Millennium (Ataque a la casa Blanca, Londres bajo fuego). En este caso fusionaron sin escrúpulos La gran estafa (Steven Soderbergh) con Fuego contra fuego de Michael Mann. La trama resulta muy familiar porque ya vimos trabajada la misma premisa en otros filmes clásicos. No obstante, el director Christian Gudecast, quien fue guionista de Londres bajo fuego, logra que el relato sea bastante ameno. El film no tiene más ambiciones que ofrecer un entretenimiento decente dentro del cine y en ese sentido no defrauda, si bien a la trama le sobran 30 minutos. La historia tiene los giros suficientes para sostener el misterio del conflicto y las secuencias de acción son impecables y no arruinan la película con situaciones exageradas o artificiales generadas con animación computada. El inconveniente con El robo perfecto es que los numerosos elementos que copia de Fuego contra fuego son tan obvios que esta producción carece de identidad propia, ya que el “homenaje” al cine de Michael Mann es permanente. Dentro del reparto las figuras más destacadas son Gerard Butler, quien compone un antihéroe interesante y O´Shea Jackson, el hijo del rapero Ice Cube, quien vuelve a demostrar que tiene condiciones para la actuación. Hace un tiempo se había destacado en la biografía Straight Outta of Compton (que se centraba en los orígenes del rap gángster en los años ´80) y en este film ofrece un buen trabajo. Reitero, es una opción clase B que se puede esperar en los canales de películas del cable pero si elegís verla en el cine y sos aficionado al género no la vas a pasar mal. En Estados Unidos le fue bien en la taquilla y hace unos días se anunció la continuación que será realizada por el mismo director.
Dentro de los monstruos clásicos del estudio Universal, que integraron la franquicia Dark Universe, la criatura de la laguna negra tuvo una característica particular. A diferencia de otros villanos como Drácula o el hombre lobo, el denominado Gill-man, que tuvo su debut en 1954, cumplía un rol de anti-héroe en la historia y en realidad era víctima del sadismo de los personajes humanos que lo acechaban. Aunque la criatura con el paso del tiempo se convirtió en una figura de culto dentro del género de terror, Universal no lo utilizó tanto en sus producciones (que sólo generó dos continuaciones) pero tuvo un enorme impacto en varias generaciones de cineastas que aparecieron después. Guillermo del Toro es uno de esos casos y en La forma del agua no hace otra cosa que presentar un poema cinematográfico dedicado a este personaje y a toda esa primera camada de monstruos clásicos, como el jorobado de Notre Damme y el Fantasma de la Ópera, que pasaron a la historia como figuras trágicas más que representantes del mal. Nos encontramos ante una película muy personal del cineasta mexicano donde le rinde culto a todas esas manifestaciones artísticas que lo formaron como realizador. A través de un cuento de hadas para adultos, del Toro expresa su amor por las historias de monstruos pero también homenajea a la era dorada del cine hollywoodense y muy especialmente al género musical. Una sorpresa que no anticipaban los avances. Esta producción, que llega a la cartelera aclamada por los amigos de la exageración, tal vez no es la historia más original del director y el exceso de referencias a películas clásicas atenta contra esta cuestión, pero quienes disfrutaron sus trabajos previos seguramente encontrarán una grata experiencia. Las mayores virtudes de La forma del agua se encuentran obviamente en los aspectos técnicos, donde del Toro ofrece el espectáculo que uno espera a esta altura en sus filmes y el trabajo del reparto donde se destaca especialmente Sally Hawkins (Paddingtong) en un rol extraño, pero interesante, que revierte la mitología de La Bella y la Bestia. En esta película disfruté especialmente todos esos momentos donde el director se permite desconcertar al público con situaciones bizarras. Hay una escena en particular que retrata este punto a la perfección. Desde la bellísima secuencia de créditos iniciales la trama resulta rara de entrada. Sin embargo, cuando uno creía que la historia de amor no podía ser más delirante, a del Toro no le importa nada e inserta un homenaje al cine de Vincente Minnelli (Gigi). De repente, el bicho acuático aparece bailando con Sally Hawkins (¡vestida de gala!) delante de una orquesta y es imposible no tenerle cariño a estos personajes. Lamentablemente en la intención de abarcar tantos temas juntos la trama se debilita cada vez que el film hace hincapié en el comentario social. Guillermo del Toro utiliza el racismo y la homofobia de la década de 1960 para construir una analogía sobre la intolerancia de la actualidad y termina por convertir a su obra en una víctima de la infumable corrección política del Hollywood de estos días. De ese modo, los héroes sensibles comprometidos con la justicia social están representados exclusivamente por una mujer con una discapacidad física, la amiga negra maltratada por el todo el mundo debido a su color de piel, el artista gay rechazado por la sociedad y el comunista ruso con corazón de oro. En la vereda del mal, las peores características de las condición humana son encarnadas por el clásico y diabólico hombre blanco norteamericano, que por supuesto es militar y religioso y encima trabaja para el Pentágono donde son todos tarados. Michael Shannon más que un personaje interpreta una caricatura trillada, cuyas conductas racistas y misóginas se fundamentan en el hecho que la sociedad del Tío Sam lo convirtió en el verdadero monstruo de la historia. El guardia Strickland es malo de nacimiento, como la canción de George Thorogood, “Bad to the Bone”, y resulta un personaje sin ningún tipo de complejidad. El problema con La forma del agua es que Guillermo del Toro invita a los espectadores a disfrutar de un cuento de hadas para adultos, pero nunca les suelta la correa del cuello para que piensen la película por sí mismos. A lo largo de la historia no hay espacio para la libre interpretación de los hechos, las simbologías sutiles o la ambigüedad, ya que todo se desarrolla de un modo burdo y predecible dentro de la mirada simplista que tiene el director del mundo, donde todo es blanco y negro. El mensaje progresista a favor de la tolerancia es muy noble y tiene las mejores intenciones, el tema es el modo en que se inserta en el conflicto. Cada vez que del Toro expresa un comentario social en el film te lo tira en la cabeza con una topadora, algo que no ocurría en El laberinto del fauno donde respetaba más la inteligencia del público. Por supuesto esto no opaca las enormes virtudes artísticas que tiene esta producción, pero es una cuestión que al menos en mi caso me cuesta mucho pasar por alto. La disfruté y la recomiendo, aunque no creo que sea la obra maestra suprema del género de fantasía y de la filmografía del director, quien hizo películas muy superiores en su carrera.
En Las horas más oscuras el director Joe Wright (Orgullo y prejuicio) presenta un interesante drama histórico sobre las primeras semanas de Winston Churchill como Primer Ministro de Inglaterra, en los albores de la Segunda Guerra Mundial. Con una fuerte oposición en el Parlamento británico, Churchill tuvo que ganarse la confianza de la clase política inglesa y el pueblo de su país para liderar la resistencia a la amenaza de Hitler que comenzaba a consolidarse en Europa. El director desarrolla un apasionante relato sobre la construcción de poder, donde además tenemos la posibilidad de ver una versión más humana de este hombre que trascendió como uno de los grandes estadistas del siglo 20. Joe Wright evitó contar la historia de Winston Churchill desde el pedestal para retratarlo con todos los defectos y virtudes que tenía su carácter. Además de un temperamento explosivo que lo convertía en una persona difícil de tratar, su franqueza extrema para expresar una opinión generaba incomodidad en sus colegas y hasta en el propio Rey Jorge VI, como se retrata con acierto en esta película. En este film nos encontramos con el viejo cascarrabias que se enojaba por situaciones triviales pero también sobresale el político apasionado que asumió el liderazgo de su país durante la mayor crisis internacional del siglo 20. Nadie que sea amante del cine va a descubrir en esta producción que Gary Oldman es un gran actor, ya que en su filmografía abundan las buenas películas. Sin embargo, en Las horas más oscuras tenemos la posibilidad de disfrutarlo en la labor más grande de su carrera. Se trata de esa clase de interpretaciones donde el artista se pierde por completo en el personaje. El actor le da vida a Churchill con tanto realismo que por momentos uno se olvida que se encuentra frente a una película de ficción. En esta cuestión también jugó un rol clave la brillante caracterización que brindó el equipo de maquillaje. Aunque Oldman es la figura principal de esta producción también estuvo rodeado de un gran reparto secundario donde se lucen Kristin Scott Thomas como la esposa de Churchill y Lily James en el rol de la secretaria personal del Primer Ministro inglés. Un aspecto muy interesante para resaltar de este film es que también funciona como un gran complemento de Dunkerke, de Christopher Nolan, ya que el director Wright describe en detalle el rescate de las tropas inglesas, acorraladas por las fuerzas alemanas, desde el contexto político de la operación militar. Motivo por el cual en el futuro será un ejercicio interesante ver estas películas juntas para tener un panorama completo de ese hecho histórico. Otro detalle llamativo de Las horas más oscuras reside en el tratamiento del contenido humorístico, que tal vez no hubiéramos esperado encontrar en este relato y está perfectamente insertado en el film. El director trabaja esta cuestión a través de situaciones y diálogos sutiles pero efectivos que hacen muy ameno el retrato de Churchill. Como ya es costumbre en todos los dramas históricos de Joe Wright la película sobresale en la puesta en escena, donde sobresale la fotografía y el diseño de producción que ofrecen un espectáculo impecable. Hacia el final el relato del director se vuelve algo sentimentalista, pero es un placer tan grande disfrutar a Gary Oldman en este rol que son imperfecciones de esta producción que se pueden dejar pasar. Dentro de las películas nominadas al Oscar este año Las horas más oscuras se destaca entre las más relevantes y no defraudará a los amantes de los dramas históricos.
Pantera Negra no sólo es la mejor película de Marvel desde Capitán América: el soldado del invierno, sino que además sobresale como una obra de autor dentro de las propuestas de una compañía que se había estancado en la estupidez. Desde la original secuencia inicial, que de entrada establece una clima diferente, hasta la última escena, cada fotograma de esta producción tiene la impronta del estilo narrativo de Ryan Coogler (Creed). Resulta muy interesante ver como un cineasta toma el proyecto de una franquicia que podría haber ofrecido otro producto genérico y lo convierte en un film personal con identidad propia. El director se adueña por completo del personaje y la historia para romper la fórmula de comedias infantiles con la que Disney venía distorsionando a estos personajes en el último tiempo. Más que la clásica historia de origen, el director Coogler (quien además es guionista) presenta en este caso una introducción a la cultura y mitología del país de Wakanda, que resulta un mundo fascinante para ambientar íntegramente la aventura del personaje. Pantera Negra pasó a la historia en el campo de los cómics por ser el primer superhéroe negro del género. Su creación tuvo lugar en la revista de los Cuatro Fantásticos en 1966, en un momento en que la comunidad negra de los Estados Unidos empezaba a manifestarse por los derechos civiles. No obstante, en esas primeras aventuras del príncipe T´Challa, Stan Lee y el ilustrador Jack Kirby evitaron abordar cuestiones sociales y los conflictos se desarrollaban en el terreno de la fantasía. A mediados de los años ´70, Pantera Negra se volvió un personaje más complejo cuando los argumentos empezaron a incluir temáticas políticas que reflejaban la sociedad norteamericana de ese momento. En una de las tramas más famosas el superhéroe tenía un enfrentamiento con el Ku Klux Klan, algo que fue bastante controversial cuando la historia se publicó en 1976. En esta película Ryan Coogler se basa en esa versión del personaje para desarrollar una propuesta más dramática que inclusive tiene el atrevimiento de incluir tintes geopolíticos en el conflicto. T´Challa no es un millonario con tiempo libre que se dedica a combatir el crimen o un soldado como el Capitán América que está vinculado con las autoridades de Washington. En este caso no encontramos con el líder político de una nación africana que busca conducir de la mejor manera posible a su pueblo y eventualmente se ve obligado a pelear por su condición natural de guerrero. Ese simple concepto genera una atracción directa por el personaje. Probablemente quienes aclamaron Thor 3 y buscaban más comedias idiotas del estilo de Taika Waititi se aburran con esto, ya que es la antítesis del cine descerebrado que Marvel presentó el año pasado. Pantera Negra si bien no inventa nada en este género al menos propone un enfoque diferente en la manera de contar la historia y esto le da una variedad de matices interesantes a este universo cinematográfico. Coogler no tuvo reparos en relegar el humor a un espacio marginal, con el objetivo de hacerle justicia a un personaje que no daba para ser representado como otro comediante con superpoderes. T´challa viene de perder a un padre, tiene la obligación de asumir la conducción de un país y se encuentra con problemas en todos los frentes de su vida. Dentro de ese contexto era imposible que el personaje siguiera la línea de los que fueron las últimas producciones de esta compañía. El director tuvo el ingenio de centrar los momentos humorísticos en la adorable hermana del protagonista, quien presenta un contraste perfecto con la seriedad que tiene el personaje principal. La princesa Shuri interpretada por Letitia Wright, que es una adición relativamente nueva en el mundo de Pantera Negra, en este caso domina la mayoría de los diálogos graciosos sin caer en la redundancia. Lo mismo ocurre con el rol de Martin Freeman que es mucho más cómico en las historietas y el director lo retrata con un perfil más serio. Otra gran virtud de esta película pasa por el tratamiento de los personajes femeninos que hasta la fecha eran paupérrimos en estas películas, por más que las gacetillas de prensa de Marvel intentaran comunicar lo contrario. Una particularidad interesante de Pantera Negra, que no vimos en otros personajes, es que el héroe está rodeado permanentemente de mujeres fuertes que tienen una enorme influencia en su vida y no aparecen en la trama como un elemento decorativo. De hecho, su círculo íntimo de aliados es estrictamente femenino. El carácter de T´Challa está muy influenciado por el sostén emocional de su madre (Angela Basset), la asistencia técnica de su hermana (que funciona también coma una versión femenina de Q en la saga Bond), su amante (Lupita Nyong´o) y su consejera militar, Odoke que sobresale por lejos como la mejor heroína femenina que se vio hasta el momento en las producciones de este estudio. La actriz Danai Gurira, conocida por el rol del Michonne en la serie The Walking Dead, se roba más de una escena de este film con un personaje muy sólido y carismático que se destaca más allá de las escenas de acción. En el terreno de los villanos Michael B. Jordan y Andy Serkis cumplen con personajes funcionales a la historia central. Muy especialmente Jordan, quien encarna al enemigo clásico de Pantera Negra y cuya historia personal en los cómics estuvo muy bien integrada en el argumento de la película. Killmonger no es un villano popular y tampoco pasará a la historia en el universo cinematográfico de Marvel, pero contribuye en este caso a desarrollar el arco argumental del personaje principal. Desde los aspectos técnicos Coogler sorprende con una puesta en escena ambiciosa que encuentra su mayor fortaleza en el diseño de los escenarios y los vestuarios que le dan mucha personalidad al mundo cultural de Wakanda. También se puede percibir elementos distintivos del cine del director, como el tratamiento de la música en la narración y los planos secuencias en las peleas del protagonista, que fueron parte de la identidad de Creed. Por otra parte, la dirección de Coogler logró resolver con éxito una gran desventaja que tenía esta propuesta. Debido a que el personaje principal aparece en el avance del nuevo film de Los Vengadores, el espectador ya sabe de entrada que el héroe saldrá airoso de cualquier drama o peligro que enfrente, porque en un par de meses regresará en otra producción. Sin embargo el director logra mantener la intriga del conflicto hasta el final por el modo en que abordó la narración de la historia y el tratamiento que tuvieron los personajes. El simple hecho de poder disfrutar otra vez una película de Marvel sin los continuos remates chistosos, donde los protagonistas tienen espacio para desenvolverse en un terreno más dramático, me pareció fascinante. Ryan Coogler, quien suma otra gran película a su filmografía, vuelve a sorprender con un film inteligente que se permite jugar con cuestiones políticas sin olvidarse que se trata de la historia de un superhéroe. Por todo lo mencionado, Pantera Negra sobresale como una de las grandes producciones de esta franquicia, que esperemos pueda conservar el mismo nivel artístico durante el resto del año.