Desde “El gabinete del Dr. Caligari” en adelante, el tópico del científico que desafía las leyes naturales para crear vida en laboratorio, es una tentación recurrente para el cine. Acá, una pareja de profesionales brillantes, que diseña híbridos de especies para un laboratorio farmacéutico, decide ir un paso más allá. Utilizan ADN humano para obtener una criatura que podría revolucionar la medicina actual. Llevan adelante la prueba a espaldas de sus empleadores. Dren, a medida que crece (y lo hace muy rápido) muestra un aspecto cada vez más humano. Luce como una mujer, pero alberga los dos sexos y puede ser peligrosamente seductora si se lo propone. Cuando disfruta le crecen alas. Sus creadores están en serios problemas. Los ata una relación de amor-odio con Dren: los fascina y, a la vez, le temen. Intentan destruirla pero se les impone. Trama tensa, con suspenso que no decae, y un desenlace inesperado.
Piero es gay y lleva 14 años en pareja con Re. No le teme a nada y en esa ciudad rica y conservadora de Italia, asoma como un líder nato a la hora de llevar adelante la lucha contra todo tipo de discriminación. Se presenta en las preliminares representando a un partido de centro-izquierda, y cuando se quiere acordar parece el candidato seguro para asumir la intendencia de la región. Eso sí, hay un serio inconveniente a salvar: su compañera de fórmula es bella, formal y terriblemente conservadora. Tan atractiva, sin embargo, como para hacer tambalear las inclinaciones sexuales de Piero. Los italianos siempre se han destacado en el rubro comedia. Lejos de las grandes muestras del género que dejaron huella en los `60 y `70, a cargo de Dino Risi, Moniccelli y Scola, la propuesta es simpática, juega con una serie de prejuicios que todavía perduran en buena parte de la sociedad peninsular, con desparpajo moderado y cierta gracia.
La popular saga que ha sumado ocho películas, fieles adaptaciones de los libros de J. K. Rowling, seguidas con fervor por legiones de fanáticos, llega a su fin. Las fuerzas del Bien y el Mal se enfrentan en una batalla definitiva y Harry Potter será el encargado de protagonizarla para recuperar la luz en ese espacio de tinieblas sembrado por Lord Voldemort. Los días de aprendizaje en la Escuela Hogwarts han quedado atrás. También , las contiendas entre estudiantes y los romances juveniles. Ahora habrá que jugar a todo o nada. Pactar alianzas y enfrentar lo que venga. El Relicario de la Muerte contiene una varita mágica que todo lo puede, una capa que volverá invisible a quien se la ponga y una piedra que alberga la resurrección. Para alcanzar estas maravillas, habrá que lidiar con dragones que escupen fuego y demás calamidades, siempre en escenarios góticos cargados de presagios.
Hace ya casi dos décadas, “El sabor de la cereza” puso de moda durante un tiempo al cine iraní y lanzó a la fama internacional al director Abbas Kiarostami. La gente se removía bastante en las butacas, pero había que callarse porque esa aparente morosidad respondía a otra cultura. El fenómeno trajo una serie de películas para el olvido. Ahora, Kiarostami filma en Europa con figuras prestigiosas, pero su manera de narrar no ha cambiado mayormente. Un ensayista inglés viaja hacia la Toscana a presentar un libro (que lleva el título del film). En el lugar conoce a una galerista francesa. Pasean en coche, toman café, comen, asisten a una boda, hablan sobre arte y sobre la vida misma. No sucede nada espectacular, pero por suerte está allí Juliette Binoche para disimular los tiempos muertos. Siempre da gusto verla. Se supone que los silencios, una vez más, esconden revelaciones.
Desde “Alice” en adelante, Woody Allen apeló a elementos mágicos en sus comedias sentimentales. Así, sus personajes neuróticos y abrumados encuentran una salida a su rutina y sus tormentos por la irrupción de lo inesperado. “Medianoche en París” luce como una feliz combinación entre “La rosa púrpura de El Cairo” y “Todos dicen te quiero”. Gil, guionista americano de paso por París, al llegar la hora de las brujas se despide de su pareja y de sus amigos con cualquier pretexto y sale a callejear, hasta que encuentra lo que busca y lo trasladan al París de los años locos, cuando la ciudad era una fiesta disfrutada por Hemingway, Scott Fitzgerald, Gertrude Stein, Buñuel y Dalí. El arte, la bohemia y la libertad a cada paso. Y la posibilidad de enamorarse de una desconocida a la que podría perder irremediablemente. Lo mejor de Allen en mucho tiempo.
Todavía quedan películas hechas al servicio de grandes actores. Martin Landau tuvo su debut en 1959, en “Intriga internacional”, a las órdenes de Alfred Hitchcock, y desde entonces no ha dado una sola nota en falso. Woody Allen le dio la oportunidad de alzarse con un merecido Oscar por “Crímenes y pecados”, y ahora, ya anciano, vuelve a sorprendernos con la posibilidad de reencontrar el amor cuando llega el invierno. Robert Malone está en edad de quedarse tranquilo en la paz del hogar, pero sigue trabajando en una tienda y una tarde helada, cuando vuelve a casa, se topa con una vecina y siente que le mueven la estantería. Ella tampoco es una criatura y los dos arrastran experiencias de todo tipo, pero el amor no tiene edad y una química inmediata los junta y amenaza con cambiarles el libreto. Emociona con los recursos más nobles. Ellen Burstyn, espléndida.
Empeñarse en seguir repitiendo la rutina familiar, como si nada hubiera sucedido, al cabo de una tragedia, es la arriesgada tarea que parecen haberse impuesto Becca y Howie Corbett, una familia feliz hasta que estalla el infierno tan temido. En ese retrato de familia, nada suena natural, porque ya nada será como antes, aunque se empeñen en llevar adelante, cada día esa comedia del hogar equilibrado. Hay pérdidas irreparables y heridas que no van a cerrar así nomás. Seis meses atrás, su hijito de cuatro años, había salido corriendo a la calle y murió atropellado por un automóvil. Falta saber, ahora, cómo, de qué manera elaborar esa ausencia. ¿Podrán soportarlo? ¿Podrán ellos seguir conviviendo y enfrentando lo que les espera, con una actitud que no se cargue de remordimientos y reproches? La película dispara todos estos interrogantes que sobrevienen ante una muerte inesperada.
La historia es real y transcurre a fines de los `90, en el Monasterio de Atlas, en Argelia. Ocho monjes han vivido hasta ese momento en plena armonía con la población musulmana. Nada parece vulnerar esa calma. De pronto estalla la violencia y un grupo de fundamentalistas islámicos asesina a un equipo de trabajadores extranjeros. El pánico invade la región. El ejército ofrece protección a los monjes, pero éstos la rechazan. No confían en un gobierno viciado de corrupción. La opción entonces sería regresar a Francia, su país de origen, o quedarse en ese lugar que consideran su hogar, y aceptar los riesgos. Los hechos, ocurridos en 1996, conmovieron a Francia cuando un grupo de religiosos de Atlas fueron secuestrados y luego asesinados sin la menor piedad. El film es un registro puntual de lo ocurrido y enfrenta a esos hombres a una decisión crucial ante la agresión externa. Mereció el Premio Especial en el último Festival de Cannes.
El cine argentino se va animando a tópicos que antes, apegado al realismo, no se atrevía a transitar. Coco y Pipi, matrimonio joven, ella con un embarazo avanzado, se mudan a un departamento que se convertirá en la peor de las trampas. El asunto arranca con compras en el supermercado, pero el clima se va enrareciendo. Apenas están conociendo a los vecinos del edificio y alguien golpea a la puerta para pedir una herramienta. Luego resulta que ese vecino se ha convertido en una amenaza para el resto. De pronto, el edificio es sellado y declarado en cuarentena a causa de un virus extraño. Tratar de salir se convierte en serio riesgo. La gente se pone fatal. Los víveres escasean y el vecino sospechoso saca a tiros a quienes pretenden entrar en su casa. El encargado encabeza la resistencia, pero ya nadie es confiable. En pleno caos, Pipi amenaza con dar a luz en cualquier momento. Un cuadro de extrema tensión.
François Ozon encara con la misma eficacia un drama psicológico (“Bajo la arena”), un thriller (“La piscina”) o una historia fantástica (“Ricky”). “Potiche” parece estar en la línea de “8 mujeres”, también de origen teatral. La acción transcurre en Sainte-Gudule, al Norte de Francia, en 1977. Robert Pujol maneja con mano dura y despótica su fábrica de paraguas y somete con las mismas reglas inalterables a su mujer y a sus hijos. Para él, Suzanne es poco más que un florero, consagrada a la atención del hogar. La cosas cambiarán, sorpresivamente, cuando Pujol sea tomado como rehén durante una huelga y su mujer deba hacerse cargo de la empresa. Suzanne demostrará, de pronto, una capacidad formidable para la tarea. Buena administradora, se ganará la confianza de todos. El conflicto estallará cuando Pujol pretenda retomar sus funciones. El film está al servicio de Catherine Deneuve, espléndida en su madurez.