Un niño genio Dirigida por Nadav Lapid, La maestra de jardín (Haganenet, 2015) es una película que ya marca el estilo del director de origen isralerí. Un film frio y quirúrgico que maneja sus propios tiempos y montaje rozando lo experimental. Con mucho sonido de ambiente en distintos niveles para construir un ambiente natural y onírico bello y a la vez inquietante. Nira es una maestra de jardín en Tel-aviv. Todos los días recibe a los niños y los hace jugar, cantar y darles de comer. Entre aquellos esta Yoav de 5 años de aspecto frágil y extraño, muy ensimismado sobre si, y que camina dando vueltas de una lado para el otro repitiendo frases en voz alta. Conforme pasan los días y lo sigue de cerca descubre que Yoav recita increíbles poemas de su propia autoría, con la misma gracia de un genio prematuro. Los poemas son de lo más profundos. Nira que estudia poesía en un taller comienza a llevar los poemas de Yoav como suyos y se le descubre un nuevo mundo. Entonces se obsesiona con Yoav, cree que tiene que protegerlo del mundo que lo echará a perder, sobre todo porque tiene un padre, divorciado y poderoso empresario gastronómico, a quien no le importa la poesía de su hijo. Nira enceguecida será capaz de todo para tener la inspiración de Yoav, incluso de poner en peligro su vida y la de su familia. Nadav Lapid construye un mundo desde la mirada de Nira, pero también desde juegos en el montaje y las posiciones de cámara, uno puede confundirse entre una cámara objetiva (la que pertenece al relato de la película) y otra subjetiva (que pertenezca a la mirada de un personaje), además los niños vistos desde su posición a nivel del suelo, hay cortes abruptos, y primeros planos y juego de miradas, escenas que en su excesiva naturalidad comienzan a resultar incomodas y extrañas. Es decir, crea una atmosfera psicológica donde el espectador está al borde de distanciarse y comprometerse completamente. Una frialdad que hace recordar por un momento a las películas de Michael Haneke y que Lapid ya había trabajado en Policeman (2011), pero que en aquel film, quedo todo de forma superlativa. Sin ser pretenciosa y sin utilizar banda sonora, la película nos coloca en una posición incómoda a tal punto de estar en camino a una mirada pedófila de la maestra, un mirada muy sexual de las cosas y al mismo tiempo es la mirada de una mujer obsesionada con su poesía, sin duda un lenguaje ambiguo que es lo más atractivo de la película, pero que no llega a cerrar del todo a pesar de tener interesantes y buenos momentos. Un drama con aires de suspenso que no termina de dibujarse del todo. La propuesta de la poesía que es un tema muy importante queda un poco relegado, y entre la actuación y el montaje experimental y cierto quiebre con enrarecer a todos los personajes, hacen que la distancia característica de Lapid esta vez dejen un aire interesante pero muy gélido.
La secta de uno Silo (2014), dirigido por Leandro Bartoletti, es un documental sobre la figura de Mario Rodríguez más conocido como “Silo” quien fuera escritor y también predicador, pensador y sobre todo líder de un movimiento humanista en los Andes. El film toma la forma de un retrato y perfil bibliográfico pero sin llegar a impactar ni generar ninguna curiosidad por el personaje. Todo porque está hecho con un esquema muy simple y poco cautivador. Mario Rodríguez nació 1938 en Mendoza, Argentina. De ascendencia española, padre andaluz y madre vasca, desde muy joven su vida transcurrió bajo la figura del viajero constante. Entre estudios sin terminar y distintos trabajos, se establece en Argentina luego de recorrer en interior de su país y bajo un impulso personal se muda a una casita en las montañas de los Andes. Ahí comienza a predicar lo que sería el mensaje de su fundado Movimiento Humanista. Poco a poco ganaría mayores adeptos, escribiría libros y sería llamado el líder de una secta y hasta lo acusarían de tomarse la impostura de un personaje mesiánico. Sin duda el film presenta a un personaje divertido y enigmático, muy rico en cuanto a su biografía con todas las aristas explorables y explotables, pero su mismo diseño y estructura lo hacen cada vez más olvidable. Una película que toma la forma clásica de un perfil, comienza por la obviedad cronológica tan igual a millones de perfiles que ya existen, sin jugarse a algún cambio o detalle particular, o replanteamiento de algo ya conocido, y luego deja que todo descanse en la voz de los entrevistados de por si desconocidos. Lo que se genera con ello es distancia con el espectador, más si este desconoce del tema y ve todo sin llegar a compenetrarse con nada. El documental carece de cualquier arma para crear emoción con la forma narrativa, sea de suspenso, drama o alegría. La forma que deja en evidencia un film hecho rápido y con pocas ganas de profundizar, está al querer ensalzar al personaje de Silo. La mayor parte del tiempo se lo quiere dejar como alguien muy carismático tan igual a un film publicitario que pretende “armar” la mejor imagen de un ser del que poco se sabe, con su final emotivo, abrazando gente y dando discursos alegres. La parte polémica que sería interesante y hasta entretenida, nunca se conforma. Silo por cómo se lo presenta, resulta muy superficial entre sus risas y frases para llenar contenido. Todo el clima que podría haberse construido se diluye porque se deja en manos del mundo mediático que lo haga, pero este mundo es todo el tiempo efímero y poco sustancial. Finalmente el tema del material de archivo es lo que termina por cerrar un film hecho a medias, pues cada hecho histórico es pintado por imágenes genéricas como descargadas de internet y decoradas con marcos de televisor, fondos infantiles o de cuadros de Power Point y frases escritas en coloridas pestañas, con lo que se cierra la idea del poco interés para atrapar a un espectador que desconoce a Silo. Lástima pues los entrevistados dan lo mejor de sí, y se termina perdiendo la figura del escritor que no luce cautivante pero si enérgico en sus pensamientos. Mucho personaje y nada de película.
Mi sombra y yo 327 cuadernos (2014), documental dirigido por Andrés Di Tella, es un diario fílmico y a la vez un autorretrato sobre el gran escritor Ricardo Piglia. Una interesante propuesta sobre el hecho de traer a la luz los diarios que el escritor anduvo almacenando a lo largo de la vida en cuadernos que fueron quedando en olvidadas cajas de cartón, y como se genera el eterno problema entre el autor y su creación, ya que resultan figuras fantasmales. ¿Quién era ese Ricardo Piglia que escribió sobre sí mismo?¿En qué tiempo sucede cuando se habla del pasado, presente y futuro? ¿Dónde esta esa voz? Desde los 16 años Ricardo Piglia escribía los sucesos de vida en un diario. Eran los años 50-60s cuando comenzó a redactar lo que sentía y durante esa época nunca dejo de hacerlo. Todo comenzó debido a la dedicación política de su padre, quien debido al contexto político del país, tuvo que mudarse con toda la familia a Mar del Plata. Un viaje que necesitaba liberarse en forma de lenguaje escrito. El mismo Piglia señala que escribir su diario lo condujo a la escritura y a su profesión de escritor. Poco a poco se fueron acumulando los cuadernos y hoy en día ya son 327 de distintas formas y empastes. Con 73 años, Ricardo Piglia ha decidido dejar su mundo de docencia en Princeton y volver a Buenos Aires. Su reencuentro con su ciudad natal es también el regreso de toda su vida acumulada en papel. Esos cuadernos comenzarán a releerse pues es tiempo de pasarlos en limpio Andrés Di Tella se encarga de cubrir el evento de la apertura de esos cuadernos. Se mantiene junto a él, lo sigue mientras busca distintas maneras de aproximarse a la representación de un tiempo fantasmal del pasado. Organizado en fragmentos, el documental está marcado por la estrecha relación de convertirse a la par en un diario fílmico. Lo interesante está en cómo se prueban distintos modelos de otros diarios fílmicos de otros escritores para ver si funciona y después seguir otras formas. Dejando en claro la combinación de subjetividades. Por un lado el director que intenta narrar el evento, y del otro, la subjetividad real del personaje autorretratado. Así se ve lo complicado que es mostrar el tiempo creativo, más si fue en el pasado y solo existe la relación el escritor y su propio texto. Con vergüenza y nostalgia, Ricardo lee los cuadernos a cámara, los acomoda y toca, en ciertos momentos no comprende su letra, y nunca faltan el encuentro de papeles sueltos y fotos muy antiguas de niño. Es decir, es una reflexión constante, si bien sobre el tiempo, también sobre la memoria. Ricardo es entrevistado y menciona a Emilio Renzi: el personaje que ha sido su alter-ego a lo largo de sus libros. Y asi aparece la idea del doble, el haber tenido otra vida, incluso la misma Buenos Aires deja de tener una sola posibilidad y se vuelve presente y pasado, Piglia es joven y ya mayor, entonces todo gana capas fantasmagóricas sobre el autor, y el resultado se va enriqueciendo. En esa difícil aproximación visual hacia lo vivido en los diarios, 327 cuadernos utiliza innumerable material de archivo. Con ello logra darle un anclaje de realidad a lo leído frente a cámara y hacerle un marco histórico para provocar un efecto de cercanía con la subjetividad de aquel joven que escribía sobre si mismo y; sin embargo, resulta atractivo como al mismo tiempo, si uno lo ve de otra manera y extiende la idea del párrafo anterior, se abren aún más las posibilidades y aumentan los fantasmas e incluso aparece la sombra de la ficción, pues la voz de Ricardo Piglia de fondo junto con las imágenes de otras vidas construyen de efecto inmediato, nuevas vidas y nuevas historias, nuevas voces, que casi podría decirse que los diarios hablan de la vida de una tercera persona, casi una persona inventada.
Sin cena, sin hambre El espejo de los otros (2015), dirigida por Marcos Carnevale, es una comedia dramática con impulsos de convertirse en un melodrama oscuro y lleno de humor negro. Compuesto de pequeños relatos, donde van pasando personajes de los más desbocados, desesperados, exagerados, grotescos y sensibles, termina por ser una gran idea con un espacio espectacular, que poco a poco se plaga de somnolencia al punto de aburrir, sin aprovechar los elementos de que goza. En los restos de una ruina gótica que dibuja a una perdida y olvidada Catedral en el mismísimo barrio porteño de San Telmo, hoy se sitúa un restaurante atendido por dos misteriosos hermanos interpretados por Graciela Borges y Pepe Cibrián. Un restaurante sin techo y lleno de majestuosos vitrales llamado “Cenáculo” que consta de una sola mesa y que funciona al anochecer. Aquí irán llegando comensales extraños, parejas sobre todo, que poco a poco sacan su furia e historias ocultas. La película no deja de ser atractiva en un comienzo, pues el lugar y la música abren la atención en el restaurante con la comida mostrada al detalle. La primera historia parece ser un buen síntoma, pero todo poco a poco se va desinflando. Si bien es un gran elenco, hay actuaciones desiguales, diálogos que empujan hacia lugares y discusiones sin mayor trascendencia, más preocupados por un tema moral que por la ficción. Todo termina siendo muy plástico, superficial y nada novedoso, que apela a lo teatral dado que pierde su perfil cinematográfico. Un espacio tan impresionante es poco utilizado y dejado de lado dando la impresión de que las historias podrían haber ocurrido en algún bar o restaurant porteño y el resultado incluso pudo ser mucho más enriquecedor y divertido. Esa idea inicial de última cena en el gran teatro de la vida oscura y siniestra y de penitencia religiosa, como en un texto de Calderón de la Barca, jamás aparece. Lo mejor son Graciela Borges y Pepe Cibrián, pero juntos no logran resguardar al resto. También puede nombrarse a Favio Posca y Luis Machín pero el tremendo elenco no es llevado a puntos interesantes. Por ejemplo las actuaciones del staff de la cocina, están hechas con tan poco interés y desgano, al igual que los papeles femeninos, todos encasillados y forzados a ser protagonistas de manera histérica e innecesaria. Junto a sus ganas de ser moralmente correcta y dejar ese famoso mensaje positivo, es que a Carnevale le queda mejor Corazón de León (2013) gracias a Guillermo Francella. Se puede notar la escritura de un guion feminista queriendo enaltecer algo que no tiene relación al argumento de la película o a lo que intenta ser, pues el perfil estético y dramático va en otra dirección. Y frente a un material tan rico y actores muy buenos, se termina siendo tradicional y utilizando un montaje pretencioso. Salvo claro, el gran epilogo en el que los dos hermanos nos intentan mostrar aquello que la película nunca llega a ser.
De vuelta a la vida Revancha (Southpaw, 2015), dirigida por Antoine Fuqua, es un thriller que trae nuevamente al boxeo como metáfora del héroe que lo pierde todo y tiene que resurgir para recuperar su honor. Jake Gyllenhaal vuelve a sorprender en un film oscuro y dramático en el que su personaje lo es todo, en una transformación que sigue demostrando su versatilidad. Billy Hope (Jake Gyllenhaal) es el boxeador campeón en su categoría y uno de los mejores del mundo. Con la cara destrozada y sangrante, paradójicamente completa su mundo perfecto: tiene el dinero y las mejores comodidades, el éxito asegurado, a Maureen (Rachel McAdams), su hermosa mujer que lo alienta y le ordena la vida. Ambos tienen una pequeña hija con la cual se completa el círculo de la felicidad. Sin embargo, aparece un retador extranjero, que lo hace caer a Billy en lo más profundo para quedarse con su corona. En un hecho accidental pero develado al espectador, Maureen muere asesinada en una conferencia de prensa. A partir de ahí comienza el derrotero de Billy, que termina en la pobreza extrema y sin la posibilidad de volver al ring hasta que aparece Tick Wills (Forest Whitaker) quien lo prepara para volver por todo. Es notable como el suceso trágico cambia totalmente la película. Antes había tranquilidad y pasividad, incluso uno podía perder cierto interés en lo que venía sucediendo. Una vez que llega el inesperado punto de giro, el mundo armonioso con dosis de violencia deportiva se revela en la oscuridad, cuerpos que generan sombras y un vacío existencial, donde el regreso del héroe parece ser lo más complicado. La idea de pérdida absoluta se trasmite con la noción de pozo profundo en toda sus dimensiones. Uno se siente familiarizado pues sabe que Billy volverá y recuperará su honor, al recordar con este género muchas películas que han tocado este tema. Ejemplos sobran pero hay uno en particular y que estéticamente viene rápidamente a la memoria: Toro Salvaje (Raging Bull, 1980) de Martin Scorsese. Aunque no está al nivel de aquella obra maestra, se pueden hallar en Revancha el cómo los problemas del protagonista exceden al box, un sinfín de cuestiones se complican para entonces darle a la recuperación y duelo final el carácter de redención. Además, la violencia del boxeo se presenta también de manera estética. Eso se ve en los primeros planos, silencios, ojos amorotoneados, sangre en las sogas del ring, cámaras rápidas y lentas en cada golpe, los rostros en los espectadores, etc.; para darle un ritmo propio que Antoine Fuqua consigue en su trabajo. Este film no tendrá aire de “película que rompa esquemas” pero se encierra en la expectativa de ver a Billy revivir para volver a ser el campeón. No obstante todo lo definen las actuaciones -definitivamente lo mejor- con un Forest Whitaker que se vuelve muy importante en la segunda parte de la historia, y un Jake Gyllenhaal cuya metamorfosis genera buena empatía para mantener al relato emocionante hasta el final.
Bailando entre las sombras Un nuevo despertar (The Humbling, 2015), dirigida por Barry Levinson, es una película tragicómica, sublime e intensa sobre los espejismos, fantasías y declives que atraviesa un actor veterano cuando la ficción y la realidad le resultan lo mismo. Basada en la novela del escritor estadounidense Philip Roth, tiene como actor protagonista al más idóneo: Al Pacino, quien muestra una vez más que en el olimpo del cine se mantiene vivo, conmovedor e inquebrantable. Simon Axler (Al Pacino) es un actor que ha llegado a la cúspide de su carrera. Afamado y de una enorme reputación, está a punto de estrenar Macbeth de William Shakespeare. Sin embargo, se encuentra atravesando un momento particular, está viviendo una crisis existencial donde su realidad y la ficción (demasiados papeles en películas y obras de teatro), se le mezclan. Y cual Quijote su mundo parece ser un delirio constante y, al borde de un perenne insomnio, su mirada más artística sobre el mundo se vuelve turbulenta. El día de dicho estreno sale al escenario y se cae de cara hacia el público. Esto lo lleva a hacer una pausa. Retirado en largas conversaciones con un psiquiatra y recluido de todo, conoce a la hija de una amiga actriz Pegeen (Greta Gerwig), con quien tendrá un romance peculiar. Además, desfilaran delante de él una serie de personajes hilarantes. Nuevamente el dueto Levinson- Pacino trae un drama duro y vertiginoso. Ya habían trabajado sobre los lindes de la vejez en You Don't Know Jack (2010), con un personaje como Jack Kevorkian, quién también posee un pensamiento por fuera de la realidad. Y en Un nuevo despertar vuelven sobre un personaje similar, también aplacado por el tema de la edad pero, en este caso, las voces provienen de las innumerables personalidades que se mezclan cuando uno ha dedicado toda su vida a ser actor. Al ver esta película, se encuentra cierta similitud con Birdman (o la inesperada virtud de la ignorancia) (2014), pues en este caso también el protagonista podría ser el mismo Pacino que no quiere recordar sus papeles anteriores y más bien vivir su confusión sobre lo que es real y creíble. Pero lo que en la película de Alejandro González Iñárritu es exceso acá es un viaje más acertado y preciso hacia el propio delirio de Axler, quien dispuesto a todo desea encontrar su sentimiento en el mundo y más aún en el arte. Pacino de una fuerza vigorosa toma las riendas y puede solo contra todo el mar de la locura. Si bien este film es extraño por la mezcla de monólogos, fantasía y realidad, es de esa misma rareza de la que se alimenta. Cada parte parece abrir hacia algo nuevo y más oscuro en la personalidad de Axler. No se puede dejar de mencionar el humor, muy constante y trabajado de manera mesurada y bien proporcionada. Y Al Pacino, también controlado y dando muestras que sigue más intacto que nunca. Ya lo había demostrado en Directo al corazón (Danny Collins, 2014) y aquí nuevamente lo hace: el Dios de la actuación, Al Pacino, vuelve a dejar sin lugar a dudas la muestra de su nuevo despertar.
Mi parte incompleta Dirigido por Ivo Aichenbaum, el documental La parte automática (2012) es el relato personal sobre el viaje a Israel del director para reencontrarse con su padre y también con su identidad judía. Una obra que se dota de una plena subjetividad, intensamente atraída por el diario literario. Construcción desde una sola mirada, pero que logra de manera creciente, momentos álgidos y muy atractivos, aunque otros dispersos y extraños. Ivo inicia contando sobre su padre médico que vive en Israel después del exilio económico del 2001 en Argentina. Un ex militante del Partido Comunista que viajo de joven por muchos países y tuvo muchas aventuras diversas, culturales y políticas. El hecho de viajar también Ivo lo tiene en la sangre. En ese momento decide ir a ver a su padre exiliado. Toma un avión con destino a Israel, la ciudad de su identidad: El judaísmo. De esa forma, y con cámara en mano, emprende un tour junto a otros jóvenes por Israel, para luego meterse en Alemania y Medio Oriente. El film es una propuesta interesante. Sin embargo transita entre dos polos muy marcados. Por momentos desde el vacío mismo y la dificultad de construir un relato concreto y trabajado, en otro se construye de manera precisa y solemne. Como las dos caras de una moneda, produce apego y desapego, somnolencia y atención, vació y reflexión. Si bien puede ser una virtud, estos dos polos lo dejan a mitad de camino. El sabor final es disperso, incompleto, de fragmentos logrados y otros llenos de interrogantes. Lo mejor sin duda viene hacia el final. Todo se evidencia desde el inicio. Las secuencias introductoras mezclan un excesivo uso de la voz oral con imágenes sobre un montaje pausado, casi como si a la película le costara empezar, a pesar de ser muy clara en lo que quiere decir. Por momentos se convierte en una melodía que se salta un compás. Si bien es cierto que no busca caer sobre lo lugares comunes (y eso la hace atractiva), conforme avanza se sienten los dos polos y perciben pasajes traídos para cubrir cierta inconexión. En este punto aparece el interrogante de si el director se podría haber adueñado más del material, jugar con cada parte. Esta impresión surge porque, constantemente, se dan situaciones donde parece ser más subjetivo: Las imágenes dejan en claro una voz y una psicológica fuerte y directa. Ivo termina siendo espectador de su propia historia. Más allá de que el viaje sea fantasmal, absurdo y gris, resulta excesiva la elección de un tour ya que se sabe que es lo menos profundo e idóneo para conocer una ciudad en serio. Ahí es donde el narrador -o la voz personal- parece que surgirá para elevar más el contenido, pero se detiene. O mejor dicho, se salta esos vacíos sujetándose a sus dos matices. Empero, y como se dijo, lo mejor transcurre hacia el final. La historia de amor judeo-alemán, el recuentro con su padre, y los momentos donde todo el fotograma se llena de gris, son los más logrados, ahí cuando el autor da por perdido el propósito inicial y el viaje no debería terminarse.
La poesía de la infelicidad Leopardi, el Joven Fabuloso (2014), dirigida por Mario Martone, es el biopic del poeta italiano Giacomo Leopardi quien cimento y trazo las bases del romanticismo en una época donde la religión profesaba la mirada que debía tener el mundo. Ambientada en los principios del siglo XIX, una película que se llena de toda la poesía de Leopardi y al mismo tiempo describe un contexto que empieza a cambiar, sin duda con aires Pasolinianos, aunque también de una Italia destinada a destruirse. En 1798 nace en Italia, Giacomo Leopardi (Elio Germano), quién vive en Recanati bajo la sombra y protección de su padre, el conde Monaldo, que lo tiene destinado a ser un erudito en las letras -pero bajo su protección- dedicado en el abastecimiento de una gran biblioteca, en la enorme casa del conde Manoldo, un centro donde convergen curas y personalidades religiosas dedicadas a la literatura. Rodeado de nobleza y el amor incondicional de sus hermanos, Giacomo desde muy joven demuestra ser un dotado de las letras. Logra aprender lenguas extranjeras con facilidad (como el hebreo) y sobre todo, se dedica a escribir poesía mientras desea librarse de su padre para tener una vida literaria reconocida por otros literatos. Sin embargo, desde muy pequeño sufre la enfermad de Pott: sus huesos se van deteriorando y perdiendo las formas originales. Los dolores son cada vez más intensos hasta el punto de no poder caminar. Poco a poco se va deformando, encorvando hasta utilizar un bastón y parecer un hombre de noventa años. Al ser un biopic lo más altivo es el argumento y cómo se nutre la puesta en escena. Atrae ver al poeta que sufre y como su poesía sufre con él. Al estilo de Beethoven, Mozart, Proust, todo dura la existencia de Giacomo Leopardi. Y es interesante como sigue adelante con su mirada sobre el sufrimiento del hombre frente a la decadente naturaleza y sus críticos lo relacionen con su enfermedad, pero él todo el tiempo defiende su poesía. No es venganza por lo que sufre, es la poesía sobre la infelicidad. Y sobre ello se sostiene la película, sobre cómo la fuerza oral y la palabra, es tan importante. Una película directa y hecha al detalle. Una fascinante experiencia que hace recordar al genio de Pier Paolo Pasolini en algunos detalles tales como el paso de la poesía a la imagen, y sobre todo el uso del espacio italiano que, mezclado con lo religioso y la fantasía, se vuelve participe de toda el alma de lo dicho. Estos espacios se vuelven tan importantes además porque componen el andar y la creación figurativa de Leopardi a quien le va creciendo una enorme joroba. Es en ese momento que la película del italiano Martore toma su propia identidad y logra despegarse de todos sus referentes para mostrar a Leopardi frente a una naturaleza que lo destruye al mismo tiempo que se autodestruye. Eso lo ve cuando logra escapar de sus aires de nobleza y viaja, en sus ganas de conocer otros lugares, pero descubre un mundo apocalíptico y a punto de desaparecer.
Sálvese quien pueda Terremoto: La falla de San Andrés (San Andreas, 2015), dirigía por Brad Peyton, es un película de tono apocalíptico en todo sentido, de extremo desarrollo visual, sobre la destrucción misma -debido a razones inexplicables primero, científicas después- que provocan la catástrofe de varias ciudades de Estados Unidos. Todo se vuelve cada vez más intenso para remover los sentidos y pensar que nada quedará vivo sobre la pantalla. Sin embargo, es la único apuesta de esta película, ya que lo demás queda poco creíble, plástico e impostado. En ciudades de Estados Unidos comienzan a haber movimientos telúricos que son inexplicables por su magnitud y origen. Los movimientos se están yendo hacia el norte. Un grupo de científicos especialistas en dicha rama, van sacando las razones: todo tiene que ver con la Falla de San Andrés que al erosionar sus bloques desatarán terremotos de mayor intensidad, casi nivel 9 o 10. En ese contexto un piloto rescatista (Dwayne Johnson) logra ponerse en contacto con su ex mujer (Carla Gugino) para ir a buscarla en el estado de California y sacarla de allí. Lo mismo sucede con su hija en San Francisco. Viaja en su helicóptero pero al intentar rescatarlas unos impresionantes terremotos harán que la tarea parezca imposible. Sin duda la idea de Dwayne Johnson como salvador, capaz de todo, con pasado trágico, con familia desarmada, resulta poco creíble. Aunque ponga toda su entereza y fuerza en un film que también es de acción, poco es lo que puede ofrecer. Además, la película es un constante cliché, altamente predecible, empezando por todas las frases de películas norteamericanas de desastre, que están aquí. Al igual que los romances y los momentos donde alguien que aparentemente se va a morir, se salva. Surge el esquema poco profundo, pues la película trata sobre el padre perfecto que sufre por su drama, que regresa con la esposa perfecta con quien va a buscar a su hija perfecta, que al verse engañada por su novio perfecto, va a encontrar un chico que valga la pena y que se volverá perfecto con un hermanito ultra inteligente a quién le interesa la ciencia, para todos reconstruir entonces, un mundo perfecto. Lo único que vale y que puede ser relevante son las escenas de los terremotos. En 3D su magia destructiva se luce en todo su esplendor. Pero después, no se obtiene nada más. No es una película insalvable pero puede producir cierta indiferencia luego de la extrema experiencia de la catástrofe. Aquí no son monstruos ni seres venidos de otras galaxias, es solo la tierra que está un poco molesta. El film también sabe a poco, siempre lejos de las grandes películas de desastre de años anteriores o cualquiera que uno desee recordar.
Pasos lunares Alunizar (2013) es un documental de suma originalidad sobre la transmisión televisiva de la misión del Apolo 11 y la llegada a la luna. Principalmente sobre el alunizaje, del cual Neil Armstrong tiene la boga de ser el primer hombre y astronauta en haber pisado la superficie lunar. Pero durante la investigación, la película encuentra elementos dudosos y se bosqueja una teoría: ¿realmente se vio el primer paso del hombre en la luna? ¿Fue una transmisión en directo? ¿O será que nos hicieron creer que fue el primero? Entonces, Alunizar plantea que lo más posible es que se haya transmitido el segundo paso más no el primero. Lucas Larriera y Pepa Astelarra, directores de la cinta, se ponen aquí como personajes que llevan adelante la investigación. En su afán de querer recrear el primer paso en la luna, comienzan a indagar a partir del libro sobre la televisión argentina de Mirta Varela en busca de la transmisión original de 1969, pues lo que comienza a suceder conforme ven en los materiales de archivo es una constante interrogante en un detalle en particular que comienza a volverse extraño. Desde ese punto comienza evidentemente una mirada y reflexión histórica sobre aquellas imágenes televisivas, y si realmente lo que se vio ese día era un enlace en directo o una superposición de material ya guardado e incluso recreado previamente, pero que fue colocado al momento de la transmisión. Entonces la película también es una manera de adentrarse en lo que lo que es el espectáculo televisivo, y el doble discurso entre ficción y realidad, evento recreado o mensaje puro y transparente. Y son todas las recreaciones lo mejor de la película, ya que de esa manera se plantea mejor dicha mirada y reflexión y además se aleja de un simple nivel solo informativo ya clásico para estos tipos de temas. Con un lenguaje sosegado, pausado y una imagen cautivante por su cuidado, que de algún modo se vuelve atípico frente a lo que podría esperarse, Alunizar es una experiencia distinta y atractiva con un material sumamente interesante que deja en claro su objetivo de profundizar sobre el detalle y la recreación. Y tal vez se podría haber incidido más sobre la forma de un relato conspirativo porque muchas veces el concepto de la manipulación en la imagen está muy presente. Sin embargo, en el compendio de la dispersión que se produce por entrevistar a gente de diversas opiniones variadas consigue transmitir la duda sobre la transmisión de la llegada a la luna. Además, por la manera como se muestra a cada entrevistado, se logra involucrar más a Lucas ya Pepa. Y más allá de gustos personales, Alunizar es un documental demasiado recomendable porque lo que si consigue es que la un interrogante quede en la mente del espectador.