Lo que podría ser el mayor fracaso de Pixar es, en realidad, una buena película de aventuras. Cars 2 es muy diferente a la primera, eso es algo que hay que tener en cuenta desde el momento en que uno se sienta en la sala del cine. Las carreras quedan en un segundo lugar, e incluso Rayo McQueen ya no es el protagonista indiscutido. La historia pasa por otro lado, con otros perfiles y con nuevos personajes. La estrella de esta secuela es, sin dudas, Mate (voz de Larry the Cable Guy), que se convierte -sin querer, claro- en un espía internacional bajo las ordenes del James Bond con ruedas Finn McMissile (voz de Michael Caine) y de su compañera, Holley Shiftwell (Emily Mortimer), dos agentes secretos que investigan una mafia formada por pequeños autos rusos que luchan contra los promotores de los combustibles ecológicos, en especial contra Sir Miles Axelrod (voz de Eddie Izzard), el mayor promotor mundial de ese tipo de energía. Por otro lado, Rayo (voz de Owen Wilson) se involucra – por culpa de Mate- en una serie de carreras que lo llevarán a competir por Italia, Francia y Japón, y que lo enfrentarán al engreido Formula 1 Francesco Vernoulli (voz de John Tuturro), pero esto queda en segundo plano cuando, de repente, todos los automóviles que utilizan combustibles ecológicos comienzan a estallar, y es allí cuando las dos historias se mechan, ¿quién está detrás de todo esto?, ¿quién es el jefe de la banda de los pequeños carcachos rusos y por qué están tan resentidos con los automóviles más tecnológicos? Solo Mate -si, el tonto Mate- podrá descubrirlo. Para ser sinceros, la película es bastante peor que la primera entrega, pero no es el caos horrible que se dice en todo el mundo. El gran problema es que tiene la firma de Pixar y, por eso, nuestras expectativas quedan por las nubes. Si este mismo trabajo lo hubiera hecho, sin ir más lejos, Dreamworks, todos estaríamos hablando de lo graciosos que quedan los autitos metiendose en conflictos como James Bond. La parte más destacable de Cars 2 la aportan, sin dudas, el gran Michael Caine, Emily Mortimer y John Tuturro, que con sus chistes presumidos y su italiano esteriotipado se convierte en un personaje facil de odiar pero, a su vez, encantador. Las (p0cas) carreras que se ven están realizadas con maestría y el trabajo que se realizó en los paisajes es sencillamente increible. En los planos lejanos, los autos parecen ser autos reales, y no artefactos con ojos y boca. Para cerrar, Cars 2 es una buena película. Buena, no mucho más que eso. Si la misión es entrar al cine, divertirse y salir, este nuevo trabajo de Pixar lo cumple. ¡Ah!, no se olviden que antes de la proyección principal también podrán ver el nuevo corto de Toy Story, Hawaian Vacation. Es difícil hacer una review de un corto, y más dentro de otra review, así que voy a limitarme a decir que es excelente, y que traten de llegar temprano al cine para verlo.
Michael Bay es un cliché. Pero, al menos esta vez, logró hacer una buena película llena de clichés. Vamos a sacar la bandita de un tirón, así sufrimos menos: la película es patriotera, nihilista y megalómana. Pero, ¿qué película de Bay no lo es? Para hacer esta review, hay que corrernos de ese lugar y, por una vez, jugar a que omitimos estos detalles de la personalidad del director que, en realidad, ya no los va a cambiar. Pero metámonos de lleno a El Lado Oscuro de la Luna, posiblemente la mejor película de Bay desde La Roca (1996). Para comenzar, la historia retoma una idea que circula en la cabeza de los realizadores desde la primera entrega. ¿Se acuerdan de ese trailer que mostraba al hombre llegando a la Luna, y de un transformer que le tiraba la cámara al demonio? bueno, la Luna es el punto clave, universalmente hablando, de esta película, ya que en la década del ’60, y luego de una feroz guerra en Cybertron, el planeta originario de los Transformers, una nave de refugiados Autobots cae en el lado oscuro de nuestro satélite natural, y tanto el gobierno de los Estados Unidos como el de la Union Soviética lo descubren. Ahora ambos querrán llegar a hacer contacto con la raza alienígena, por lo que dará comienzo a la carrera espacial que, teóricamente, ganaron los Estados Unidos cuando Amstrong pisó la Luna por primera vez. Más de 40 años después del alunizaje, en nuestros tiempos, Sam Witwicky (Shia LaBeouf) fue abandonado por Mikaela (Megan Fox, que ni aparece en la cinta) y ahora vive un romance con la bella Carly (Rose Huntington-Whithely), una mujer acomodada que trabaja para un elegante millonario coleccionista de autos (Patrick Dempsey), del cual Sam, desocupado y mantenido por la rubia, se siente extremadamente celoso. Por otro lado, en estos tiempos de paz que vivió el planeta, los Autobots se dedicaron a trabajar para el ejército de los Estados Unidos (Ay, Michael, a veces me das ternura) en misiones en Irán, Irak, Bosnia y demás países “conflictivos”. Pero en una misión en Ucrania… más específicamente en Chernobyl… Optimus y sus colégas se darán cuenta que los humanos les ocultaron información: una pieza de la nave Autobot que aterrizó en la Luna fue hallada en la planta nuclear abandonada (si, intentaron crear energía con eso y kaboom Chernobyl), y no es lo único que se encuentran allí, sino que también tienen la desgracia de chocarse contra Shockwave, un nuevo enemigo que está buscando lo mismo que el ejército. Optimus recuerda todo lo que pasó con su nave madre , y para evitar que el Decepticon llegue antes que él, volará a la Luna para rescatar algunas cosas que quedaron ocultas en la bodega: unos aparatos capaces de teletransportar materia y el cuerpo inanimado de Sentinel Prime, el antiguo líder autobot, que solo “la chispa” de Optimus puede revivir. Mientras tanto, Megatron vive como un paria en la savana africana, añorando los días en los que era el líder indiscutido de los Decepticons. Pero la mente maestra supera el mal momento, y no estuvo tirado ahí sin hacer nada, sino que preparó un plan perfecto para recuperar el poder. Con ese escenario nos encontramos prácticamente al inicio de Transformers 3. O sea, hecatombe generalizada desde el minuto uno. A diferencia de las anteriores entregas, la parte “humana” de la película está mucho más relacionada con la parte “androide”, por lo que no es tanto el impacto entre historia e historia. En otras palabras, la historia de Sam y Carly es más entretenida que la de Sam y Mikaela, y tiene puntos en común con la historia del conflicto entre Autobots y Decepticons en lugar de ser un drama de pasiones adolescentes. Además, casi que se convirtieron en actores de reparto, porque el verdadero protagonismo recae, por fin, en los robots. En cuanto a los terrícolas, también cabe destacar (o mejor dicho, celebrar) las apariciones de John Tuturro, Ken Jeong, John Malkovich, Frances McDormand y Alan Tudyk, que le aplican una cuota de humor estúpido pero gracioso. Las batallas son épicas, pero épicas de verdad, con la ciudad destruida y con hombres tirándose de edificios y moliendo a bombazos a los Decepticons. Además, celebren: ¡por fin se reconoce cuál es Autobot y cuál es de los otros!, después de tantas críticas, Bay escuchó y logró poner más marcas diferenciales entre el bando bueno y el malo. Mencion aparte merece la última media hora o cuarenta minutos de la película. Lo que Bay logró hacer con todo eso no tiene nombre y, visualmente hablando, debe ser de lo más interesante y jugado que se hizo desde Avatar. Lo que todavía Bay no capta es que casi tres horas para una película es demasiado, y si bien no se nota tanto el paso del tiempo, se nota. Y cuando uno mira el reloj en el cine, las cosas no van bien. De todas formas, esta entrega es, pero por muy lejos, la mejor de la saga. No sé hasta que punto la mano de Spielberg tuvo que ver, y no se hasta que punto Bay comenzó a ser un (¡dios nos salve!) director de cine, pero lo que importa es que esta vez lo que nos ofrecieron fue diversión, explosiones y robots gigantes y lo que nos llevamos del cine es diversión, explosiones y robots gigantes. Punto. Pedir más sería vil.
El lejano oeste se muda a los Valles Calchaquies en una historia de venganza. Aballay (Pablo Cedrón) era un delincuente. Robaba, mataba, ya saben, un upgrade de los malones que asediaban en el campo. Hasta que un día asesina al hombre equivocado, y no porque ese hombre sea mejor o peor que otro, sino porque lo asesina a la vista de un chico. En esa mirada, Aballay se da cuenta que su vida va por un camino errado. Luego de eso, nada más se supo de él. Años más tarde, Julián (Nazareno Casero) viene de Buenos Aires para trabajar de cualquier cosa, pero no es dinero ni techo lo que necesita, sino encontrar a esos cuatreros que degollaron a su padre mientras él se escondía en el fondo de un baúl. Los recuerda tanto que hasta tiene retratos a carbonilla de sus caras, que lo acechan desde que no levantaba más de un metro desde el piso. Ahora irá uno a uno, buscando a aquellos que fueron cómplices de su crímen, pero habrá uno, El Muerto (Claudio Rissi), que le traerá más problemas de lo que pensaba. No solo porque con el tiempo logró tener casi un poder político, sino que también se enamorará de la mujer que El Muerto desea, Juana (Moro Anghileri), lo cual lo convertirá en temerario, arriesgando su vida por sobre la de ella en más de una ocasión. Pero, ¿Qué pasó con Aballay?, se habla de un santo que no se baja de su caballo, que cura a los enfermos y que aparece y desaparece sin dejar pistas. Y tal vez sean la misma persona, porque el gaucho prometió, como los Estilitas, que no volvería a tocar el suelo en el que tanto pecó. El santo será santo para algunos, pero para otros, como Julián, sigue siendo Aballay, el hombre que mató. La película es jugada. El director, Fernando Spiner, parece ser un fanático del género y todo lo que vió fue plasmado en esta cinta. La Guerra Gaucha se hace presente en esta película y, en paisajes que parecen salidos del sueño más placentero de Sergio Leone, la acción se lleva a cabo con poco humor, no demasiada acción, pero mucha, muchísima intensidad. Pero no todo el color de rosa, porque desgraciadamente el guión y la edición no ayudan demasiado a la historia, que contada como un cuento seduce desde la primera línea. Cortes abruptos e incoherencias en los diálogos (gente sabe lo que nunca le fue revelado, por ejemplo) hacen que se pierda la magia de este cuento de venganza y que, por momentos, la película se torne en algo denso y largo. Lo que si le juega a favor, y mucho, son las actuaciones, sobre todo la de Claudio Rissi, que se convirtió en uno de los villanos más terribles que dió el cine (en general, no solo en el ámbito local) en los últimos años. El mayor error que cometieron los realizadores fue vender la película de la forma equivocada. En el trailer podemos ver lo que parece una película íntegramente de acción, cuando en realidad, el romance y las tomas largas, reflexivas, con un amplio vistazo al paisaje, son lo que dominan el metraje. Por eso, muchos pueden tener la sensación de que fueron a ver algo que no es lo que les prometieron. Con altibajos, Aballay se convierte en una película que se debe ver. No tanto por el resultado final, sino por ser la piedra inaugural de algo que, esperemos, se desarrolle con más efectividad.
Humanos vs. Vampíros, round quince mil. En el futuro, la sociedad será dominada por la iglesia luego de una batalla que enfrentara a los humanos y a los vampíros por última vez. En esa guerra, los Sacerdotes (Priests, en inglés) fueron claves para la victoria humana. Entrenados intensamente, estos guerreros con la cara tatuada se convirtieron en el arma secreta que necesitabamos para borrar del mapa a los chupasangres. A partír de allí, las criaturas sobrevivientes fueron encerradas en algo similar a un campo de concentración, mientras que el hombre se refugió detrás de los muros en una ciudad completamente dominada por el clero a un estilo muy Orwelliano. Y, para colmo de males, los Sacerdotes se convirtieron en parias, ya que la iglesia determinó que no los necesitaba más. Ahora, evitados en la calle, condenados a los trabajos más humillantes, estos guerreros viven en la oscuridad… casi como los vampíros. Uno de estos Sacerdotes (Paul Bettany) no solo vive apartado, sino que se encuentra en un estado de depresión permanente. Aún sueña con su amigo Sacerdote (Karl Urban) que murió por su culpa en una misión casi suicida dentro de una colmena de vampíros. Pero este hombre no murió, sino que se convirtió en el lider de una revuelta de criaturas que buscan volver a dominar el planeta. Y, para empezar, secuestran a Lucy, la sobrina del Sacerdote (Lily Collins), lo cual lo obliga a romper el juramento de no volver a tomar las armas. Ahora, él y el Sheriff del pueblo de Lucy (Cam Gigandet), que tiene un interés romántico en la chica, deberán enfrentarse a estos seres para rescatar a la chica sana y salva. Pero eso no es todo, no señor, ya que como el Sacerdote rompió las reglas de la iglesia, el Cardenal enviará a más sacerdotes para detenerlos. Entre ellos está una mortal Sacerdotisa (Maggie Q) que, en lugar de combatirlo, se alineará a su misión, conformando un trío listo para pelear con cuanto chupasangres se les cruce. Priest: El Vengador (Priest, 2011) no es una mala película. Con eso quiero decir, claro, que tampoco es buena, y eso se debe a que, por ejemplo, los personajes nunca terminan de conquistar al espectador. Entre la apatía de los Sacerdotes, pasando por la intrascendencia del sheriff… lo único que nos queda es el villano. Y si, el villano no está mal, Urban es lo más interesante de la película, pero no por eso es un personaje que va a quedar en la historia. En lo argumental, Priest intenta dominar muchos géneros, lo cual hace que no termine de definirse por ninguno. Intenta asustar, pero se torna predecible; intenta ser una película de acción, pero las escenas de combate son bastante malas; intenta ser una película pos apocalíptica, y tal vez por ahí vaya más el camino que deberían haber tomado, porque esta distopía de la Iglesia como jefe de estado nos da una linda metáfora de cómo hubiera sido el mundo si El Renacimiento no se vencía. Y si nos invadían hordas de vampíros, claro. Para resumir: Priest no aburre. Apenas dura poco menos de una hora y media y está bien utilizada. Si bien los efectos especiales y las peleas no están bien realizadas, en general la película no deja un mal sabor de boca. Pero, la verdad, tampoco bueno. Esta entrega planea ser la primera de una nueva saga en el cine. Hay que ver si los números la ayudan y si, en el caso de que haya una próxima, se la juegan un poco más con esos detalles que dejaron olvidados en esta carta de presentación.
La clásica historia del salvaje que conoce la sociedad por primera vez da un giro efectivo y de la mano de uno de los mejores directores de la actualidad. Hanna no es una película de acción. Hanna no es un drama. Hanna es una mezcla justa con esos dos ingredientes. Por un lado, conocemos la historia de esta jovencita (Saoirse Ronan), que se crió junto a su padre en las estepas nevadas de Finlandia, entrenando día a día con su padre (Eric Bana), cazando para comer y, de a poco, convirtiéndose en una máquina de matar. Por el otro, Hanna, como cualquier chica de 14 años, quiere conocer el mundo, lo que hay más allá de los bosques. Quiere sentir la música y tener amigos. Por eso, cuando su padre, un ex CIA rebelde, le da la posibilidad de irse, le advierte que hay gente que la busca, en especial la señora Marissa (Cate Blanchett), involucrada de alguna forma en la trágica muerte de la mamá de la chica. En ese momento la historia se divide en dos. Por un lado vemos cómo Hanna es atrapada por la gente de Marissa y cómo posteriormente escapa, quedando sola en Marruecos, en donde conoce una familia con la cual crea un fuerte lazo de amistad. Por el otro, el padre de la chica intenta llegar al punto de encuentro pactado con Hanna, mientras que él también es perseguido por los agentes oficiales y extraoficiales de la elegante agente. Pero, ¿Por qué les interesa tanto llegar a ella?, ¿Qué es lo que hizo el padre de Hanna? y, sobre todo, ¿Quién es Hanna? Estas incógnitas son algunos de los puntos argumentales más fuertes de Hanna, esta nueva obra de Joe Wright (El Solista, Expiación, Deseo y Pecado) en la que abandona el drama (o mejor dicho, lo toca de costado) para involucrarse con una película de una temática de misterio y acción. Una típica película de intrigas de espías, bah, pero con algunos toques modernos que hacen que se asemeje más a Identidad Desconocida que a los clásicos de la Guerra Fría. Con música original de los Chemical Brothers (una excelente elección, y definitivamente uno de los soundtracks más interesantes del año), Wright se despacha con planos secuencia larguísimos, con planos expresivos que dejan mudo y con un movimiento de cámaras que roza la modernidad inquieta, pero que a la vez tiene el pulso firme del cine de antes. La historia, si bien no es LO original, está muy bien contada por parte del director, y el trío de protagonistas conformado por Ronan, Bana y Blanchett se luce a fuerza de puro talento. Hanna es una de esas películas que no pueden dejar pasar. Vayan al cine, escuchen la música y vean el trabajo de un director que aún no filmó su mejor película, pero que con esta estuvo más que cerca.
El torpe Guerrero Dragón rastrea sus orígenes mientras intenta salvar China. Al fin, y luego de muchas aventuras vistas en la primera entrega, Po (voz de Jack Black) el panda torpe y glotón, logró convertirse en El Guerrero Dragón. Ahora, y con ayuda de los Cinco Furiosos: Grulla (David Cross), Serpiente (Lucy Liu), Tigresa (Angelina Jolie), Mantis (Seth Rogen) y Mono (Jackie Chan), vive solo para impartir justicia a los necesitados y para entrenar con el Maestro Shifu (Dustin Hoffman). Atrás quedaron los tiempos en los que vivía haciendo fideos con su padre, el Sr. Ping (un pato con la voz de James Hong), y los Cinco Furiosos sólo eran muñecos en su colección de Kung Fu. Luego de vencer al temible Tai Lung en la primera parte, los tiempos de paz parecen durar, hasta que el malvado Shen (Gary Oldman) vuelve con un invento terrible: el cañón a pólvora, lo único que podría eliminar al Kung Fu de la faz de la tierra. Por eso, los maestros de las artes marciales intentarán cortar con los planes de este pavo real, hijo desterrado de los emperadores, que vuelve solo para vengarse de su familia. Y esperan no hacerlo solos, ya que buscarán la ayuda de dos guerreros legendarios: el Maestro Buey (Dennis Haysbert) y el Maestro Cocodrilo (¡Jean Claude Van Damme!), los guardias reales del templo de la familia de Shen que quedarán encarcelados y perderán la fe en el Kung Fu. Pero hay un problema aún mayor para Shen: hace muchos años, una vidente le dijo que un guerrero blanco y negro sería el responsable de eliminarlo. Desde ese momento, batalló a capa y espada contra todos los pandas, quitando del mapa a la gran mayoría. Desde ahí nos enteramos que Po fue adoptado por Ping (¡vaya!) y que la historia de Shen y del Guerrero Dragón están más vinculadas de lo que parece. Con más toques emotivos que la primera, y con mejores secuencias de acción, Kung Fu Panda 2 no solo es una digna secuela, sino que en varios aspectos es mejor que la primera parte. La animación mejoró muchísimo, e incluso verla en 3D es un disfrute, con sus texturas y movimientos. Otro adicional más es la inclusión de animaciones 2D para los recuerdos de Po, lo cual le da un sentido homenaje al pasado, tanto del personaje como de las técnicas, que en ningún momento desentonan y demuestran que pueden convivir apaciblemente. Dreamworks tiene en trámite siete (!!) entregas de Kung Fu Panda. Cuando escuché la noticia, me pareció algo arriesgado e incluso aburrido. Ahora, con dos de dos en el marcador, no puedo hacer otra cosa que sentarme y esperar para ver la próxima aventura de Los Cinco Furiosos.
Terror del clásico para el publico cansado de torturas y demás modas en el género. Muy bien, si entraron para leer la review puedo adelantar que les interesa la película, lo cual es un gran paso. Ahora, quiero advertirles que si entraron para leer una crítica objetiva, temo defraudarlos. No soy objetivo con el cine de terror. Me cuesta, siento que es parte de mí y que el género me alimentó más que cualquier otro. Si ahora que saben eso quieren seguir leyendo, bienvenidos sean. La Noche del Demonio es una película que no cuadra en esta época. El único link que se me ocurre en este momento para referirme a ella es el clásico Poltergeist, de 1982. Allí, Tobe Hooper (director de La Masacre de Texas original) daba un volantazo increíble y se alejaba de aquel sanguinario y ordinario Leatherface para entrar en un mundo que, si me permiten, asusta mucho más que un loco con una motosierra: entró en el mundo de lo paranormal, de lo extraño, de lo inexplicable y de lo que más nos asusta: lo desconocido. Una historia similar tiene el director de La Noche del Demonio, James Wan, que si bien comenzó con lo que fue la piedra fundamental para esta actualidad del terror con desmembramientos (El Juego del Miedo), luego fue cambiando. Primero se hizo cargo de Dead Silence, otra película de terror bien típica con un muñeco de ventrílocuo que asustaba más que cincuenta Jigsaws juntos. Después pasó por el suspenso con Sentencia de Muerte y ahora vuelve a su primer amor, el terror, pero con una mano mucho más entrenada y con una idea clarísima sobre lo que asusta a la gente. La Noche del Diablo nos presenta a una familia formada por un padre, una madre y tres hermanitos pequeños. Ellos acaban de mudarse a una casa grande, con jardín, altillo y todo lo que el sueño americano pide, pero lo que no saben es que la felicidad les va a durar poco. Luego de un accidente hogareño sucedido en extrañas circunstancias, uno de los pequeños entra en un coma que parece irreversible. Pasa meses y meses en ese estado, postrado en la cama y, mientras tanto, los eventos sobrenaturales comienzan a poblar la casa: apariciones, ruidos, cosas que se mueven… ya saben, una típica casa embrujada. Renai (Rose Byrne), la madre del chico no soporta más vivir en ese contexto, por lo cual le ruega a su marido (Patrick Wilson) irse de allí. Si bien no cree mucho en las cuestiones fantasmales, él dedide que lo mejor por el bien de todos es, efectivamente, irse. Pero luego de la mudanza, las cosas raras vuelven a suceder en la nueva casa, ya que los fantasmas no estaban encerrados en su antiguo hogar, no… Los fantasmas están haciendo cola para ocupar el cuerpo de Dalton (Ty Simpkins), ya que su alma está encerrada en un extraño lugar llamado “Más Allá”. Luego, ya saben, viene el exorcista, las cosas se ponen oscuras, la familia al principio cree y luego no… lo de siempre, bah. Y eso es lo genial, porque hace mucho tiempo que no se hace una película con esos ingredientes “de siempre”. Alguna película oriental, y un poco (apenas) la primera entrega de Actividad Paranormal. Después, todos prefieren aserrar una pierna que asustar con un alma en pena. Y aquí es donde Wan les gana a todos: Sabe hacer las dos cosas. Pero, si me preguntan, me quedo con este Wan. Ahora, la pregunta, ¿por qué si todo es color de rosa no se lleva la calificación más alta? Sencillo: la película tiene dos defectos importantes. Por un lado, le sobra tiempo. Hacia el final, Wan estira escenas que podrían haber quedado más cortas y hasta más terroríficas. Y en segundo lugar, y es una cuestión muy personal y estética, no me convenció el diseño casi StarWarsesco que le dió a su demonio principal. Al verlo, no podía dejar de pensar en el Darth Maul de Episodio I. De todas formas, la película asusta más cuando esa criatura no se ve, por lo cual el mostrarlo también podría ser un defecto (y no se asusten, que no estoy arruinando nada. El demonio aparece hasta en el trailer) En definitiva, La Noche del Demonio es casi una película para melancólicos. Para todos aquellos que ven un televisor con interferencias y se asustan y, sobre todo, para aquellos que todavía escuchan el nombre de Carol Anne y sienten un escalofrío.
Buenos actores mal dirigidos en una película de aventuras que dura una eternidad. Luego de varios años, el Capitán Jack Sparrow (Johnny Depp) vuelve al mar para encontrar La Fuente de la Juventud, un lugar en el mundo cuyas aguas mágicas son capaces de otorgarle el don de la vida a quienes la beban. Pero claro, no es tan fácil y tiene sus reglas, como toda cosa mágica. En esta travesía, Sparrow se deberá enfrentar a varios enemigos y a su vez, deberá aliarse a ellos. Por un lado tenemos a Angélica (Penélope Cruz), una vieja conocida del capitán con quién tuvo un romance. Por el otro, tenemos a su padre, el Capitán Barbanegra (Ian McShane), un despiadado pirata que desea más que nada llegar a la Fuente y no tendrá ningún recaudo en poner en riesgo a cualquiera que se cruce frente a él para cumplir su cometido. Y por último, nos encontramos con Héctor Barbossa, el viejo enemigo de Sparrow que ahora se convirtió en un corsario de la realeza británica, que saldrá a buscar las mágicas aguas para su rey. Los caminos de todos se cruzan y llega el momento en que no sabemos quién es el bueno y quién el malo en la historia. Esta película es la primera de una nueva trilogía que Disney ya tiene firmada. Con un nuevo director, Rob Marshall, esperaban darle un poco de aire fresco a la saga, pero lo único que consiguieron fue quitarle el espíritu a una de las mejores franquicias de aventuras que se vieron desde Indiana Jones. Es que las primeras tres entregas, con su magia, sus secuencias de acción y su humor, si renovaron la pantalla. Pensemos que fue la primera película que Disney se atrevió a estrenar con la prohibición para menores de trece años, toda una odisea para la casa de Mickey. Ahora, con la novedad quemada, y con un director que no supo bien qué quería contar, nos encontramos con una obra eterna, en la que la acción se extraña en cada momento que no está y que solo salva el humor y las excelentes actuaciones de un elenco que de verdad brilla. Los personajes viejos ya están probados y funcionan, los nuevos (Penélope Cruz e Ian McShane) logran meterse en el imaginário pronto, en especial Angélica, la ex de Sparrow, que rápidamente entra al ritmo de la historia. El gran coflicto se plantea desde las ausencias. Kiera Knightly y Orlando Bloom, la pareja que le daba el toque romántico a las películas, fue reemplazada por Sam Claflin y Astrid Berges-Frisbey, quienes interpretan a Phillip y Syrena, un predicador y una sirena que se enamoran perdidamente, un amor que no termina de caer bien y que no tiene nada de carisma. O sea, la misma historia de antes (chico pobre-chica rica), pero modificada (chico normal-chica fenómeno) e interpretada casi de manual, sin angel ni romanticismo, más allá de los clichés. De todas formas, el peor problema que tiene Navegando Aguas Misteriosas es la duración. Por todos lados queda en evidencia que a la película le sobran casi cuarenta minutos, que son llevados a la pantalla con diálogos y situaciones que no aportan absolutamente nada. Para concluir, y ya siento que me trastorna, el 3D debe ser el más inútil que se vió desde Clash of the Titans. Las texturas, la profundidad y las “cosas que salen de la pantalla” no tienen gracia y son escasísimas. Casi se podría decir que es una película 2D vista detrás de unos anteojos ridículos. Piratas del Caribe llegó para quedarse, de eso no hay dudas. Y de que esta entrega va a ser un éxito comercial, tampoco. Esperemos que para el futuro la franquicia recupere algo de su chispa original y esta pase sin más al olvido, como pasó, por ejemplo, con La Amenaza Fantasma de Star Wars. ¡Ah!, y no se olviden de quedarse hasta después de los créditos para ver una escena extra.
No es otra película de superhéroes… Cuando Stan Lee y Jack Kirby crearon (es una forma de decir) a Thor, allá por 1962, lo hicieron para que Marvel tuviera una historieta distinta. A diferencia del resto de los personajes, que eran humanos cuyos poderes habían sido aumentados por alguna razón, Thor ya viene desde la cuna con esos dotes. Algo así como Superman, pero con la diferencia que este héroe toma como base el mito preexistente del dios nórdico del trueno. Eso lo hace salir del encasillamiento típico de las serializaciones de superhéroes y lo pone en otro nivel, más ligado a lo fantasía que a las aventuras de, por ejemplo, Spiderman, Iron Man o tantos otros. ?Ahora, con la tendencia que adoptó Marvel (en su rol de productora) de adaptar a la pantalla grande prácticamente todos los comics de su factoría, le llegó el turno a Thor, que no solo funciona como la película sobre este personaje sino también como un escalón más hacia Los Vengadores, el opus máximo que unirá a todos los superhéroes de La Casa de las Ideas en una sola película. Pero para eso falta un año, y antes tenemos bastante de que hablar, tanto de esta adaptación como de la del Capitán América, que se estrenará en breve. Para entender la historia, tenemos que conocer la mitología. En algún punto del universo existe Asgard, un planeta en el que vive la realeza que fuera venerada por los nórdicos mucho tiempo atrás. Allí reina Odin (Anthony Hopkins), El Padre de Todo, pero sus días en el trono están contados. Por eso, desde niños, entrena a sus hijos Thor (Chris Hemsworth) y Loki (Tom Hiddleston) para que lo sucedan. Cuando los príncipes son adultos, el momento de pasar el mando llega, y Odin elige a Thor, su primogénito, como heredero del reino. ? Pero en el momento de coronación, los gigantes de hielo de Jutenheim rompen la tregua que sostenían con Asgard e irrumpen secretamente la bóveda de los tesoros del palacio. Si bien la invasión es detenida, Thor no se quedará tranquilo, y junto a Loki y un grupo de fieles amigos invadirá a los gigantes con sed de venganza, desobedeciendo las órdenes directas de su padre. Pero algo ocurre, Odin se entera y Thor es expulsado de Asgard por traición. Así, el dios del trueno cae a nuestro planeta, con la maldición de la mortalidad y, sobre todo, la deshonra que significa la quita de todos sus poderes y la prohibición de volver a usar a Mjölnir, el invencible mazo forjado en irrompible úru, extraído del corazón de una estrella moribunda, hasta que vuelva a ser un digno propietario. Por eso, Thor deberá comenzar un camino de humildad que transitará gracias a la ayuda de la científica Jane Foster (Natalie Portman) y sus amigos Erik Selvig (Stellan Skarsgård) y Darcy Lewis (Kat Dennings), que lo esconderán bajo la identidad del doctor Donald Blake. ?Pero, mientras tanto, en Asgard se está librando otra batalla silenciosa, y es que luego de un colapso de Odin, que lo dejará al borde de la muerte, Loki se convierte en el heredero legítimo del trono, y sus primeras decisones serán tan polémicas que llevarán a los amigos más fieles de Thor a viajar hasta Midgard (nuestro planeta) para buscar al héroe y pedirle auxilio en esta desesperada situación que, por su lado, encierra todas las intrígas de un drama clásico y, por el otro, el terrenal, nos lleva a explorar más sobre S.H.I.E.L.D. y sobre el proyecto Vengadores. Como dijimos al principio, Thor no es sólo una película de superhéroes. Entre el argumento atípico creado por el Generalissimo Lee y la mano de Kenneth Branagh detrás de cámaras, se logró hacer una película que, más que a Iron Man, recuerda a La Historia Sin Fin, o alguna de esas películas fantásticas de los ochenta, pero con mucha más acción. De hecho, los paisajes de Asgard tienen mucho de eso, tanto que por momentos parece estar viendo una película de otra época, pero, claro, con efectos especiales más avanzados. Tanto las escenas “actuadas” como las de combate están rodadas a conciencia, lo cual logra que la película sea equilibrada en todo momento y que no caiga en absoluto durante las casi dos horas de cinta. El cast fue elegido con acierto, y la historia nos deja con ganas de, como se dice al final de la ?película, volver a ver a Thor en Los Vengadores. La mitología que creó Marvel con sus películas se mantiene intacta. Cameos (por supuesto que el viejo Lee tiene su aparición), referencias y chistes que sólo pueden entender quienes hayan visto las anteriores producciones de la empresa se cuentan a granel. Y, por supuesto, deben quedarse hasta el final de los créditos para ver un pequeño guiño a lo que se viene. Sin spoilers, sólo puedo decir que será algo que los que tengan poco conocimiento sobre Marvel no comprenderán del todo. En definitiva, con Thor, los personajes de la editoral de Stan Lee vuelven a ofrecernos una experiencia digna de vivir en pantalla grande. Si son fanáticos del personaje, o sencillamente quieren pasar un buen rato en el cine, no pierdan la oportunidad de ver al dios del trueno en su máximo esplendor. Eso si, preferiblemente en 2D.
Nuevas reglas, nuevos crímenes y la diversión de siempre. Diez años después de la última masacre de Woodsboro, Sidney Prescott (Neve Campbell) vuelve a su pueblo natal muy cambiada. El tiempo que pasó lo dedicó a escribir Out of Darkness, un libro de autoayuda en el que utiliza su experiencia como potencial víctima de un asesino serial para demostrar que siempre se puede estar mejor. Pero esta visión positiva de la vida no le durará mucho, ya que Sidney se dará cuenta que junto a ella, y celebrando el aniversario de las muertes, Ghostface también vuelve al pueblo con ganas de matar y con nuevas reglas, que serán explicadas por Robbie y Charlie (Erik Knudsen y Rory Culkin) y que se adaptan de mejor manera al cine de terror actual. ?De todas formas, Sidney no está sola en esta carrera por sobrevivir, sino que la acompañan su prima Jill (Emma Roberts y su amiga Kirby (Hayden Panettiere), su manager editorial (Alison Briee) y dos viejos compañeros de los tiempos oscuros: la ex periodista Gale Weathers (Courtney Cox) y el Sheriff Dewey (David Arquette), que ahora son una pareja un tanto disfuncional. Con lo que quedó vivo (metafóricamente, claro) del elenco original, Wes Craven vuelve para dirigir una nueva entrega de Scream, una de las franquicias de terror más importantes de los últimos tiempos que tiene como mérito el haber cambiado el género, dando paso a decenas y decenas de películas que se rodaron en los últimos quince años. Siempre autoreferencial y llena de guiños, tanto a las anteriores partes como al cine de horror en general, Scream vuelve a la pantalla grande para demostrar que Ghostface puede adaptarse a cualquier tiempo, y que siempre habrá una forma más efectiva y original de actuar o, mejor dicho, de matar. Y esta adaptación a los tiempos que corren va por muchos lugares, no solo en lo argumental. Las redes sociales y las nuevas tecnologías son claves en el argumento de esta nueva entrega, reflejando nuevamente las necesidades del típico joven americano. Lo gracioso e irónico es que el sexo no tiene tanta presencia como en las anteriores partes de la saga, ¿será que no se puede tener una cuenta en Twitter y, a su vez, mantener relaciones sexuales cada tanto? Hay algo que es clave saber, si no se sabe aún, y es que Scream no es una típica película de terror. El miedo está, y los impresionables tendrán un mal día si ven toda la sangre que corre. Pero más que nada, Craven prefiere explotar el suspenso con mucho, mucho humor. Es que nos causa gracia que en las películas se hable de películas, y que bajo chistes “inocentes” se nos eche en cara todo el poco original negocio de las remakes y continuaciones. Porque Craven también re ríe de si mismo, y eso es un ingrediente genial en todo este banquete de muerte.? Uno de los puntos más altos de la película se puede ver en el mismo inicio, uno de los más originales de los últimos tiempos, con la aparición estelar de Kristen Bell y Anna Paquin realizando uno de los típicos cameos a los que Craven nos tiene acostumbrados en Scream, pero con una pequeña vuelta de tuerca. Dicen que las segundas partes son peores que la original (de hecho, lo dicen en Scream 2), pero nadie dijo nada de las cuartas. Y más cuando esas entregas no son otra cosa que el inicio de una nueva trilogía. Si, así es: por suerte tenemos Ghostface para rato, y ninguno puede perderse la experiencia de verlo en pantalla grande, si es que no tuvieron la oportunidad de hacerlo con la primer trilogía. Asi que gente, apaguen sus teléfonos, cierren puertas y ventanas y disfruten de una película divertidísima, que funciona tanto para los más fanáticos y conocedores del género como para los que recién se están iniciando. Y, hablandole a los fans… ¿Cuál es su película de terror favorita?