El simpático conejito reparte más problemas que chocolate. E.B. (con voz de Russell Brand) es el hijo del gran Conejo de Pascua (voz de Hugh Laurie) y heredero de la inmensa fábrica de dulces que tienen escondida en, convenientemente, la Isla de Pascua. Pero E.B. (siglas de Easter Bunny, Conejo de Pascua en inglés) no quiere seguir el legado familiar, sino que su sueño es triunfar en Hollywood como baterista. Por supuesto, su padre no aprueba esto, por lo que el joven escapa de Rapa Nui y va rumbo a Los Angeles. Ahí conocerá a Fred (James Marsden), un adulto con serios problemas de maduración, vago, desempleado y permanentemente juzgado por su familia por su forma de vida. Lo más importante que le pasó fue en su niñez, cuando-asegura- vió al Conejo de Pascua esconder huevos por su barrio. Su primer encuentro no es nada bueno, ya que el pobre E.B. es atropellado por Fred y, aprovechándose de la situación, se hace el herido para que le de alojamiento en la mansión que debe cuidar, propiedad del jefe de su hermana. Por supuesto que nada es fácil para el joven, ya que debe lidiar con los caprichos del conejo y, además, debe aceptar que el destino lo unió a un conejo parlanchín y baterista. No es poca cosa, ¿verdad? Por otra parte, con la ausencia de E.B., la fábrica de la isla, que no tiene nada que envidiarle al hogar de Willy Wonka, se revoluciona, ya que Carlos (voz de Hank Azaria), el pollo asistente del padre conejo, intenta provocar una revolución para que sean las aves las que manejen las pascuas, rompiendo así una tradición milenaria. Hop: Rebelde Sin Pascua cuenta una historia sencilla, más inclinada al público infantil que al joven-adulto. Su trama, muy similar a cualquier película de navidad, puede caer en lugares comunes, pero los transita con prolijidad. Uno no siente que ya vio esta película, sino que su frescura es la que domina la hora y media de cinta. Tal vez no tenga el humor de esas películas animadas llenas de guiños para adultos, pero los guiños están y son muy divertidos, como el delirante cameo de David Hasselhoff. De todas formas, eso no es lo importante, ya que como dijimos, Hop va apuntada a los más pequeños, y los más pequeños van a amar a E.B. En tiempos en los que Pixar y DreamWorks dominan el mercado de la animación, es difícil que otra empresa se haga un hueco dentro de ese espectro. Por suerte, Illumination Entertainment logró con su primer película, Mi Villano Favorito, ocupar el lugar de “compañía en ascenso”, demostrando que hay cosas interesantes producidas por otra gente fuera de los dos megamonstruos. Con Hop, Illumination confirma que tiene intenciones de seguir creciendo, y de eso no hay dudas, ya que el simpático conejito llegó para quedarse y, sobre todo, para vender mucho, mucho merchandising.
Caperucita perdió la inocencia y protagoniza una historia de amor prohibido. Caperucita Roja. Todos conocen el cuento, ¿no? Bueno, ahora (y gracias a la tendencia) la inocente (y tétrica) historia de Charles Perrault se convirtió en una película de amor adolescente con ciertos matices de suspenso y terror. El pueblo de Daggerhorn vive con temor, ya que un hombre lobo habita en los bosques. Al principio, gracias a sacrificios de animales y ciertas reglas, viven en tregua, pero pronto se rompe cuando la hermana de Valerie (Amanda Seyfried) es asesinada por la bestia. Ahora, todos los hombres del pueblo se unirán para combatir a este monstruo, pero una ayuda indeseable también llegará: el padre Solomon (Gary Oldman), un especialista en seres sobrenaturales que ratifica el dicho “es peor el remedio que la enfermedad”. Mientras tanto, Valerie vive dentro de un triangulo amoroso que forma con un rico y joven herrero, con quien su familia ya arregló el casamiento, y con un pobre leñador. ¿Podrá más el amor o el dinero? Oh, los dilemas juveniles. La Chica de la Capa Roja (Red Riding Hood, 2011) es una aproximación de la directora Catherine Hardwicke al clásico cuento de Perrault. Pero esta aproximación falla por casi todos los lugares. Por empezar, y con buenas intenciones, se eligió un soundtrack moderno, para contrastar con las imágenes rurales y antiguas de Daggerhorn, pero nunca termina de quedar bien. Es más, da la sensación que sólo lo hicieron para vender discos. Por otra parte, la directora vuelve a encarar un proyecto con el cual no tiene buenos antecedentes: recuerden la primera parte de Crepúsculo, la peor de la saga que, pese a los buenos resultados en taquilla, provocó que Hardwicke no siguiera en esa franquicia. La historia y la estética son similares, y también los errores cometidos. Esta vez, decenas de evidentes pistas falsas de desperdigan por toda la película, pero son tan obvias que es imposible prestarles atención. El final sorpresivo termina siendo predecible y durante la hora y media que dura uno no puede dejar de pensar en cuánto se tomó para hacer esta película de La Aldea, la amada y odiada obra de M.Night Shyamalan. En cuanto a las actuaciones, sorprende ver a un Gary Oldman tan apagado. Un actor de su categoría podría lucirse mucho más, pero da la sensación que se tiró a menos para emparejar con el resto del elenco. La protagonista demostró en varias ocasiones que tiene cualidades para la actuación, pero no en esta, ya que la directora prefirió dejar en claro a través de planos cortos y escenas sensuales que es una chica hermosa (algo evidente) en lugar de dejarla explorar a su personaje a través de un trabajo actoral decente. En definitiva, La Chica de la Capa Roja es un intento de enganchar al público cautivo de estas nuevas historias de amor imposible con guiños de suspenso, pero lo único que logró es confirmar que este no es un género que le caiga en gracia a nuestra querida Catherine. A todos nos gustaría que vuelva a hacer de la calidad Lords of Dogtown o A Los 13, pero si ella escogió este camino, ella sabrá sus motivos, y seguramente su cuenta bancaria también.
El policía más peligroso de España vuelve para imponer justicia... O algo así. Todos conocemos a Torrente. Corrupto, xenófobo, racista, homofóbico, narcisista, nihilista y… ¿Justiciero? Este policía de Madrid logró, a lo largo de tres películas, mostrar todos los lugares comunes de lo peor de la ley en una sola persona. Y ahora, en su cuarta parte (“en sobrecogedor 3D”) se las verá negras cuando él sea el ajusticiado y no el justiciero. Pero vayamos al principio. Torrente ya no forma parte del cuerpo de policía hace rato, por lo cual vivía como investigador privado y también, de a ratos, como ladrón de medio pelo y estafador. Ahora, trabajando independiente, le será asignada una peligrosa misión: convertirse en sicario. Luego de cobrar un adelanto, y proyectar con sus amigos más marginales y estúpidos el golpe, se da cuenta que cayó en una trampa, y ahora deberá buscar la forma de salir de la carcel ya que, esta vez, en serio es inocente, y hará todo lo posible para limpiar lo poco que quedaba de su buen nombre. Torrente 4: Crisis Letal es una nueva entrega en la saga que dirige, escribe y protagoniza Santiago Segura, quien logró crear una secuela acorde al resto de las entregas. La película no deja de ser graciosa ni un segundo. Parte por todo el sucio humor del oficial, parte por la idiotez de todos y, en esta ocasión, una buena parte también se la llevan los cameos. Durante la proyeccion nos cruzamos con el Sergio Aguero, Gonzalo Higuain, y reconocidos personajes españoles, como David Bisbal (responsable de la canción de la película), El Gran Wyoming, Goyo Gimenez (un artista de stand up) y TitoTorbe, un tipo que (me dijeron) es la estrella del porno amateur en españa. Los gags se mantienen intactos, y quienes vieron las anteriores entregas podran adelantar momentos que a veces ni se hacen, solo se insinuan para que los entendidos los capten casi como chistes internos. Otra cosa que levanta carcajadas son las referencias a otras peliculas o series, como puede ser Sueños de Libertad, Fuga a la Victoria (esa película en la que actuaron Stallone y Pelé), o incluso de Glee, la serie musical/adolescente. Si lo suyo es el humor sucio, negro y escatológico y las escenas de acción en las que todo explota, esta es su película. Y sino, bueno, no digan que no les avisé.
La crisis de los 40, el amor y el absurdo, todo unido gracias a los hermanos Farelly. Rick (Owen Wilson) y Fred (Jason Sudeikis) son dos amigos que bordean los cuarenta, están casados con dos bellas mujeres (Jena Fischer y Christina Applegate) y tienen una vida tranquila. Pero hay algo que los puede: el sexo. Las relaciones en la cama con sus esposas últimamente no están andando bien y, si bien no las engañan, sus ojos y sus pensamientos parecen vivir en cada una de las chicas, no tan chicas y veteranas que pasan por la calle con un buen cuerpo. Esto hace pensar a Maggie y Grace (las esposas) que en cualquier momento sentirán calor en sus frentes, y una bella cornamenta saldrá para adornar su cabecita. Por eso, y aconsejadas por una amiga, deciden darles un pase libre: una semana sin compromisos en la cual podrán hacer lo que quieran con quién quieran, y ellas no preguntarán absolutamente nada de lo que pasó durante esos siete días de soltería. Mientras las mujeres se van con los chicos fuera de la ciudad, y a su vez, también comienzan a percibir los dulces de la soltería. Y Los hombres, claro que si, deciden utilizar este permiso concedido e intentarán vivir la semana más loca de sus vidas junto a sus amigos. Pero el tiempo pasa, y hoy no son las mismas personas que solían ser veinte años atrás. Ahí se darán cuenta que sus esposas son más de lo que ellos pensaban y, además, también deberán afrontar el duro golpe que representa el inevitable paso del tiempo. Pase Libre (Hall Pass, 2011) es la nueva película de Bobby y Peter Farelly, los responsables de Loco Por Mary, Tonto y Retonto, Amor Ciego y tantas otras comedias que marcaron épocas. En esta ocasión, los hermanos se enfrentan a la adultez y a todo lo que los hombres creen (creemos) que pueden (podemos) hacer, pero que en realidad no son más que fantasías creadas por el mismo ego o por el recuerdo de tiempos pasados. Críticos, ácidos y, sobre todo, muy cómicos, los Farelly vuelven, más que a contar, a retratar. Muestran la cara más fea del hombre, y la muestran disfrazada de parodia, pero quienes sean honestos saben que todos tenemos algo de Rick y/o Fred en nosotros. Porque son arquetípicos y casi cliché, y todos los lugares comunes guardan algo de verdad. En definitiva, Pase Libre no es una comedia más, sino que es una comedia más de los Farelly, con todo lo que ello representa. Levantan la vara una vez más y marcan el camino para todos los que vienen después de ellos. Pero los impulsores, los que se atreven y los que ponen la cara para el mimo o el golpe, son ellos. Un aplauso, entonces, para los comediantes más audaces de Hollywood.
El juego de encontrar las diferencias ahora es una película. Arthur Bishop (Jason Statham) es un mecánico. Pero no es que ande por la vida engrasado, con el inicio de la zona trasera al aire y rodeado de herramientas. Si, hace más de dos años que está trabajando en la remodelación de su auto de colección, pero su profesión está lejos de eso: Arthur es un sicario. Y el mejor. Y como es el mejor, su pulso no tiembla, ya sea que tenga que matar a un jefe narco o a su mismísimo mentor, Harry (Donald Sutherland), un ex asesino sospechado de haber vendido a sus compañeros en una misión fallida en Africa. Ahora, parte por culpa y parte por deuda, Arthur se hará cargo de Steve (Ben Foster), el hijo de Harry, que quiere vengar la muerte de su padre (a quién no ve hace años) y, a la vez, convertirse en un mecánico. Ahora, juntos deberán ocuparse de algunos trabajos ordenados por Dean (Tony Goldwin), el jefe de la organización secreta para la que trabajan, a la vez que Arthur debe cuidar tanto su vida como la del irracional joven. El Mecánico es una película de Simon West, el laureado director del clásico Con Air (1997) y a la vez es una remake de la película homónima que Charles Bronson protagonizara en los 70. En teoría nada podría salir mal, ¿no? Error. La primera impresión nos da a pensar que El Mecánico fue dirigida a las apuradas: errores de continuidad obscenos, cortes extraños, secuencias que no aportan nada y, sobre todo, muy poco criterio en la dirección y en el guión. Por ejemplo, no se entiende el repentino interés del joven Steve, la oveja negra de la familia, en vengar la muerte de alguien que jamás le interesó. Para colmo de males, la película, vendida bajo la manta del género “acción” es más bien tranquila. El foco cayó en la relación que Arthur y Steve intentan cosechar mientras el veterano le enseña el oficio al novato, pero creo que todos vamos al cine esperando ver al héroe de acción propinando unos cuantos golpes, y justamente eso brilla por su ausencia. Esto no quiere decir que no haya acción. Si, la hay, pero a cuentagotas. La película, en cierto punto, intenta ser más un drama político o familiar que una obra de catastrófica violencia, y eso -con los actores que West eligió, no muy duchos en el arte dramático- es una pérdida de tiempo. Por momentos da la sensación de que esta historia podría haber funcionado mejor como serie de tv. Con las reglas de ese formato, el argumento, desperdiciado en los 90 minutos, podría haberse desarrollado de una forma más armónica: Misiones unitarias que van formando al perfecto asesino mientras que el mentor vive bajo la culpa de haber matado a su mejor amigo. Así hasta llegar al episodio final en el que se resuelve el conflicto. En definitiva, si quieren ver tiros, líos y demás delicias del irreverente cine de acción al que Statham nos tiene acostumbrados, esta no es su película. Ahora, si prefieren pagar una entrada para jugar a las siete diferencias entre plano y plano en la misma escena (“¡el cigarrillo estaba prendido y ahora lo vuelve a prender!”, “¡la etiqueta del disco era roja y ahora es azul!”), definitivamente van a pasar la mejor hora y media de sus vidas.
Paisajes de un increíble mundo de fantasía en el que la historia queda en segundo plano. Babydoll (Emily Browning) es una chica valiente. Cuando su madre murió, se atrevió a hacerle frente a su abusivo padrastro, cuyo resentimiento hacia sus hijastras creció al ver que, en su testamento, su mujer dejó toda su fortuna a las chicas. Por eso, en un acto de odio, intentó desquitarse con las pobres, cosa que Babydoll no volvería a permitir. Pero por hacerle frente a su padre, por error, asesinó a su amada hermana. Esa bravura que mostró su hijastra mayor llevó al viejo a darse cuenta que no podría vencer a la jovencita, dispuesta a todo y sin nada que perder. Es así que decide internarla en el hospital Lennox (guiño a la banda sonora) para pacientes mentales. Allí, y gracias al poder del soborno, logra que su hijastra sea programada para una lobotomía. Ahora, Babydoll solo tiene tres días para huir de ahí con un plan que incluye a otras internas: Sweet Pea (Abbie Cornish) , Rocket (Jena Malone), Amber (Jamie Chung) y Blondie (Vanessa Hudgens), quienes deberán trabajar juntas para conseguir cinco objetos que les darán pase libre a la libertad. Estas aventuras se verán desde el plano de un mundo surreal creado por los mágicos bailes de Babydoll, en donde las veremos enfrentar en batallas épicas a orcos, samurais, dragones, robots y nazis mecánicos que funcionan como representaciones imaginarias de las pequeñas tareas que deben realizar en el hospital para que su plan de fuga funcione. Y esas batallas sí que son épicas, ya que si algo le sobra a Sucker Punch es atractivo visual, algo que Zack Snyder, su director, cosechó desde su primera película. Luego de una secuencia inicial inolvidable, la acción toma protagonismo en ese manicomio convertido en un oscuro burlesque en la mente de la angelical guerrera. Pero este atractivo visual se ve opacado por un argumento pobre y lleno de baches que nos refriega en la cara un mensaje new age más esperable en Paulo Cohelo que en Snyder, quién demostró su calidad como director rodando dramas políticos disfrazados en películas de acción. Pese a eso, los personajes de Sucker Punch son irresistibles: cada uno tiene una identidad bien marcada que, sin caer en el lugar común, logran darle a la película el sustento que el guión no le da. Emily Browning y Vanessa Hudgens son dos agradables sorpresas en sus roles de heroínas, mientras que el dramatismo es llevado adelante con inteligencia por las hermanas Rocket y Sweet Pea y por la siempre talentosa (y hermosa) Carla Gugino, quien interpreta a la Doctora (o Madame) Gorski, un personaje que merecía más atención. ¡Y qué decir de la banda de sonido! Siguiendo la tradición que inició con Watchmen: Los Vigilantes, Snyder escogió clásicos del pop y del rock para convertirlos en melodías insanas que arrullan desde el off las escenas más destacables. La película en realidad no es una completa decepción. Las batallas fueron rodadas con pulso firme, los climas dramáticos logran hacernos sentir el peligro que se vive en el hospicio y las secuencias imaginarias son grandes escenas plagadas de acción y salidas de una imaginación llena de paisajes y magia. Sólo una pulida más a ese guión hubiera convertido a Sucker Punch en una de esas joyas que nos gusta ver una y otra vez, y en cambio nos deja frente a camino plagado de buenas intenciones que, si queremos, podemos transitar. Pero, como dice el refrán, ya sabemos adonde nos lleva ese camino. Pero sé que la película es una de las más esperadas del año, y también sé que los fanáticos de Snyder sabrán ver y destacar estos puntos en los que Sucker Punch sorprende. Por eso no me queda más que decir que sigan su instinto y sus ganas, vayan al cine y saquen sus conclusiones. Posiblemente el Mundo Surreal los absorba y sepan o puedan ver y comprender estas joyas en bruto que el director decidió, por opción o por descuido, no pulir.
Claustrofobia, tensión y locura en el centro de la tierra. Cuando un grupo de exploradores, liderado por un millonario excéntrico (Ioan Gruffudd) y un veterano de la exploración submarina (Richard Roxburgh) deciden embarcarse en la aventura de su vida, todo sale mal. Su fin, el de “ver lo que ningún hombre ha visto” se cumple con creces, ya que debido a una tormenta inmensa ellos y su grupo quedan atrapados en el mismísimo corazón de la Tierra. Ahora, la única posibilidad de sobrevivir será investigando, escalando, sumergiéndose y tratar de mantener la cordura en un lugar al que ningún hombre, y mucho menos un equipo de rescatistas, puede llegar. Ese es el eje central de Sanctum, la película que dirigió Alister Grierson bajo la bendición de James Cameron. Y el hecho de que el viejo Jim esté involucrado no parece, ni de lejos, casualidad. Es que la película aborda temáticas que ya vimos en otras obras de Cameron: los misterios del fondo del mar (El Secreto del Abismo), el egoismo del hombre ante una catástrofe (Titanic) y una naturaleza feroz (Avatar). Todos esos elementos hacen de Sanctum una película compleja, no en cuanto a lo argumental, que sigue los pasos del cine catástrofe, sino de las relaciones entre los personajes: la complejidad de tener un padre distante, la de tener la necedad suficiente como para atreverse a desafiar cosas que ni siquiera se entienden. La complejidad, en definitiva, de ser humano. Y es que la humanidad y sus ribetes es más central en la historia que esta caverna en el corazón de Papua Nueva Guinea. El argumento es sólido, por momentos logra mantener una tensión claustrofóbica y por otros, por culpa del 3D, nos dan un respiro dentro de la caverna, pero ya llegaremos a eso. La dirección es correcta, pero se nota que Grierson escuchó MUY atentamente cada consejo que James le dió. O sea, si nos dicen que la película es netamente de Cameron, les creemos. Y de hecho, nos sentiríamos aliviados de saber que no hay un copycat suelto. Lo que no es tan gratificante, a decir verdad, es el 3D. No el efecto en si, que viniendo de quién viene sabemos que está manejado con pulso firme, sino porque por momentos las tres dimensiones parecian acrecentar un espacio reducido, y asi, liberaban de la claustrofobia al espectador, y a la vez la tensión argumental. En otras palabras, el 3D convierte a Sanctum en una película para ver, pero no para sufrir. En cuanto a las actuaciones, los roles de Gruffudd, Roxburgh y Rhis Wakefield (que interpreta al hijo de Roxburgh) son los que se destacan, dejando a los demás en un lugar muy secundario. De todas formas, la elección del casting fue correcta y es otro gran punto a favor de Sanctum. En definitiva, la película sale triunfante por sobre sus defectos que, si bien no son chicos, tampoco opacan a una gran película ideal para atragantarse con la gaseosa en el cine. Tomen aire y vayan a su cine más cercano a pasarla bien mientras, en el fondo, la están pasando muy muy mal.
El fin del mundo dejó de ser exclusividad de los Estados Unidos. Coco (Daniel Hendler) y Pipi (Jazmín Stuart) son una pareja de clase media joven y sin nada que llame la atención. Él es un inmaduro (como casi todos los treintañeros hoy en dia, bah) y ella está embarazada de siete meses. Pero la espera no se hace dulce, ya que en medio de la tranquilidad y la rutina de la pequeña familia, un virus se desata a nivel mundial, crando caos, saqueos y muerte por doquier. Ese caos llega a Buenos Aires, y el edificio en el que ellos viven es sometido a una cuarentena: nadie puede entrar, nadie puede salir. Esto los deja encerrados con sus vecinos: Horacio (Yayo), Zanutto (Federico Luppi), Guglierini (Carlos Bermejo), Lange (Abian Vainstein) y una familia china de la que muy poco se sabe. El tiempo pasa, el encierro comienza a molestar y las reservas de alimentos se van acabando. Esto, sumado a la paranoia de quién puede estar enfermo (una tos puede ser mortal a la vista de los demás) da lugar a que todos entren a un carnaval de locura y violencia en la que sólo Coco y Horacio lograrán aliarse. Uno con desinterés y miedo, el otro armado hasta los dientes y completamente preparado para este virus que, al parecer, había previsto hace mucho, mucho tiempo. Fase 7 es la primera película de Nicolás Goldbart como director, lo cual habla muy bien de él, ya que logró realizar un muy buen trabajo. La tensión y el humor están manejados con mucha cintura, y además logró sacar lo mejor de todos los personajes; en especial de Coco, Horacio y Zanutto, que logran despertar las carcajadas más feroces del público. Porque, si… pese a que el argumento se ubica en el mismísimo fin de los días, Fase 7 es una comedia negra plagada de humor sucio y descarado. Y, admitámoslo, también de humor simple, como puede ser una bonita puteada salida de la boca de un experto en el tema como lo es Yayo. La película solamente tiene un defecto, y es que los treinta minutos finales se alargan demasiado. La historia sufre un bajón, el humor casi desaparece y se intenta generar tensión. Y la tensión está, es cierto, pero la frescura del principio, ya no. Pero honestamente, eso es sólo una manchita negra en un saco negro. Fase 7 es una de las películas más imperdibles del cine argentino de los últimos tiempos, y posiblemente genere un culto a su alrededor que será recordado por mucho tiempo. Capaz que hasta el fin del mundo.
El western nunca volverá a ser lo mismo. Para dejarlo en claro en la primera línea: Rango puede ser una película animada con un lagartito como protagonista, pero lejos está de ser una película infantil. Es más, si en lugar de bichitos del desierto estuviera protagonizada por actores, la estrenarían para el segmento “mayores de 16?. Y no es para menos, porque si bien no se ve una gota de sangre, la violencia y la muerte son protagonistas de esta historia que redefine y al mismo tiempo sella el amor que tiene Hollywood por narrar “el camino del héroe”. Esto quiere decir: tomar un personaje x que parezca intrascendente, pero que a partir de sus experiencias se transforme en el verdadero salvador de la situación. En este caso, el conflicto se desarrolla en Tierra, un pueblo de animales en el medio del desierto de Mojave, en los Estados Unidos, que sufre una sequía que obliga a todos a vender sus propiedades al gobernador (una tortuga en silla de ruedas) y a mudarse lejos de su hogar. En ese contexto aparece en el pueblo, a causa de un accidente de tránsito que lo tira fuera del auto de sus amos, un camaleón (con la voz de Johnny Depp) acostumbrado a la vida de pecera y con una fuerte tendencia a las artes dramáticas. En Tierra utilizará este talento para la actuación y se convertirá en Rango, un valiente justiciero que logró matar a siete criminales con una sola bala. Esta mentira, mas una sucesión de casualidades, harán que el pueblo crea en él y lo convertirán en el sheriff, no solo para impartir justicia, sino que también para solucionar el gran problema de la sequía. Podrá sostener este lagarto de pecera su condición de héroe, o será verdad que la mentira tiene patas cortas? Rango es la primer película animada de Gore Verbinski, director de las primeras dos entregas de Piratas del Caribe, y junto con Nickelodeon y Paramount crearon a este personaje que lejos de ser un tierno y valiente justiciero, parece -al menos al principio- un vil ególatra, mentiroso y completamente desinteresado por la vida de los demas. Un buen ejemplo de esto es una de las primeras secuencias, en la que deja que un águila capture a una rana sólo por venganza. Los personajes de la película son horribles. Pero horribles en el buen sentido. Su diseño y animación es magistral, pero son tan feos que cualquier niño se asustaría. Además, todos tienen sus cosas. Los villanos son miserables de verdad, y los buenos, salvo Beans (Isla Fisher), la joven con (hilarantes) problemas “mentales”, todos cuidan sus intereses, y son capaces de colgar a cualquiera para mantenerlos. Con esto Verbisky logra crear una película con personajes “reales”. Animalitos que se parecen alarmantemente a los humanos. La historia sigue y sigue, y podemos mencionar muchos mas temas que alejan a Rango del rango (ja!) infantil: codicia, muerte, sexo (aunque sutil, tiene su precencia) y un chiste sólo para adultos que involucra a un muy conocido “Espíritu del Oeste”, que carga la voz de Timothy Olyphant, pero la cara de alguien que todos conocemos. Punto aparte merece la sublime banda sonora. Hans Zimmer vuelve a demostrar que es un genio para crear clímas, y los buhos mariachis (en este caso, interpretados por Los Lobos) que relatan la historia como si fueran juglares le dan un toque de comicidad soberbio a la película. Un solo detalle: es recomendable verla en inglés. No solo para disfrutar de las voces de Alfred Molina, Johnny Deep, Isla Fisher y Bill Nighy, sino también para evitar el erradísimo criterio del estudio de doblaje en poner ascento porteño a los villanos. Lagartos de La Boca en el sur de los Estados Unidos. Esa si es nueva. En definitiva: Rango es una película que casi exclusivamente está hecha para los adultos, y nosotros -los adultos, claro, quien mas?- estamos felices de recibir un regalo animado de este tipo. Gore, nunca dejes de hacer películas.
Escupiré Sobre Tu Tumba, terror del viejo y del nuevo milenio Una película de terror de las más tradicionales. Un reguero de sangre y una mujer con solo una cosa en la cabeza: venganza. Es difícil hablar de cine de género. No porque considere que el terror está discriminado en las salas, como piensan algunos, sino porque sencillamente no todos tenemos el mismo estómago. Y para ver Escupiré Sobre Tu Tumba se necesita uno con la solidez del Peñón de Gibraltar. La sinopsis muchos la conocen: Jennifer (Sarah Butler) es una escritora que necesita pasar una temporada en la calma del campo para terminar su nueva novela. Para eso alquila una casita en el medio de la nada en un pueblo perdido en alguna parte de los Estados Unidos. Pero las cosas no van a ir bien de primera, ya que apenas llega avergüenza frente a sus amigos a un muchachón en una gasolinera, lo cual no lo deja nada contento. Por eso él, con la mentalidad de redneck machista, piensa que Jennifer necesita estar con un hombre de verdad. Ahí es cuando comienza la pesadilla, ya que el grandulón y sus amigos comenzarán a acosarla desde el bosque, aterrorizandola durante las noches. Hasta que se deciden a entrar a la casa, y todo se pone peor. Los tipos la humillan, abusan de ella y la golpean, pero así y todo logra escapar y se choca con el sheriff del pueblo, con quien regresan a la casa sin saber que él está complotado con los chicos. Luego de otra tanda de sexo, humillacion y violencia, el sheriff busca matar a Jennifer, pero ella, en un último acto de coraje, se tira al lago con la esperanza de huir o morir en el intento. Luego de eso, sencillamente desaparece. Sus victimarios se organizan por turnos para buscar el cadáver o lo que quede de ella, pero nunca aparece… hasta un mes después, cuando Jennifer vuelva de vivir un mes en el bosque a base de plantas y alimañas y con muchas ganas de vengarse de quienes la sometieron. La película es una remake de su homónima de 1978 (conocida en Latinoamérica como “La Violencia en el Sexo”) y pocas diferencias mantiene con la original. El esquema de ambas películas parece teatral. Acto I: El sometimiento y la caída de Jennifer Hills. Acto I: El regreso y la venganza. Ambos “actos” son perfectamente delineables, ya que parecen dos películas completamente diferentes. A diferencia de su antecesora de 1978, esta versión cuenta con el beneficio o la contra de ser una película contemporánea a lo que ahora se puso de moda en el cine de terror: la tortura. Por eso, las venganzas de la chica no son tanto una forma de desahogarse, sino que parecen juegos hechos por un Jigsaw con poco presupuesto. Además, como detalle de color, esta película está llena de guiños a otras del género, como puede ser Deliverance. Este tipo de películas entran dentro de un subgénero del terror que se llama (en serio) “rape and revenge”, o sea, violación y venganza. Hay muchos clásicos del cine que entran dentro de este globo, como puede ser Perros del Paja, Irreversible, o ese clásico de Charles Bronson, Death Wish. En definitiva, para dejar una crítica clara de Escupiré Sobre Tu Tumba queda decir que no es para cualquiera. Claro que no es profunda, obviamente tiene lagunas argumentales del tamaño del Océano Índico, por supuesto que ninguno de los protagonistas va a ganar un premio por esto. Pero es una película de género, divertida al final, cruel al punto de incomodarte al principio. Pero es un tributo a todos los perversos que en los 70 hicieron del genero Exploited su hogar.