EL ARTISTA Y LA DOBLE PERSONALIDAD La mayoría de los países se encuentran representados por al menos un actor que lo representa históricamente en la comedia. En Estados Unidos es Chaplin, sin lugar a dudas, acá en Argentina podrían ser Olmedo y Tato Bores, y en México son Chespirito y Cantinflas. Mario Fortino Alfonso Moreno Reyes, nacido en 1911, construyó este personaje que se asoció siempre a la identidad nacional de su país y le permitió realizar una larga y exitosa carrera que lo llevó incluso hasta Hollywood. Con su simpático bigote, al que le faltan pelos en la parte donde Chaplin sí los tiene, ganó un Globo de Oro en 1956 y logró que 21 años después de su fallecimiento se estrene internacionalmente su película biográfica. Sin embargo, más que una biografía o pseudodocumental, “Cantinflas, una vida de película” es un drama lleno de comedia compuesto por la doble personalidad del artista. Mientras que Mario Moreno es una persona que se conforma con amar y hacer reír sencillamente a la gente, Cantinflas es un famoso producto que tiene que generar cada vez más entretenimiento para satisfacer su demanda, alejándose así de lo que más valora en el mundo: su familia. De esta manera, la doble máscara teatral invadirá su vida y lo llevara a vivir hechos que tocarán lo más profundo de sus emociones. A raíz de esto, no resulta casualidad que la estructura de este film dirigido por Sebastián del Amo se encuentre dividida en dos tiempos que se intercalan constantemente. El primero de ellos, pasado, cuenta el llamado que le hacen a Cantinflas para participar de la producción estadounidense de “La vuelta al mundo en ochenta días” (1956). El otro, aún más pasado, narra sus inicios en el mundo del espectáculo y su salto a la fama. Estos dos polos opuestos conforman una trama circular en la que la estabilidad emocional va cayendo y decayendo esporádicamente. Y como era de espererar, para que esta película se convierta en la elegida para representar a México en la próxima edición de los Premios Oscar, el actor del papel protagónico debía ser elegido con pinzas. Así fue. El personaje principal está maravillosamente actuado por el español Óscar Jaenada, quien interpreta excelentemente a un mexicanazo lleno de mil caras graciosas y con un humor muy similar al de “El Chavo del Ocho”. El actor de 39 años, quien trabajó en “Los límites del control” (2006) bajo la dirección de Jim Jarmusch y también hizo de oficial español en “Piratas del Caribe 4: En mareas misteriosas” (2011), se luce haciendo de payaso tanto cuando está feliz como cuando está triste. Además, el reparto también cuenta con la participación de Michael Imperioli (Goodfellas, 1990), quien se pone en la piel de Mike Todd, un productor que busca a las mejores estrellas para rodar su próxima película. Por otro lado, la recreación artística es impecable en cuanto a vestuario y locaciones e incluso se acuerda de incluir el violeta en los ojos de la gran Elizabeth Taylor. De esta manera, el espectador logra viajar a esa Norteamérica del siglo XX teñida por el desorden social y el consumo del público de masas. Parece ser que Del Amo aprendió con la experiencia ya que no es la primera vez experimenta el formato biográfico. Anteriormente, había realizado una película sobre la vida y obra del ‘rey del cine negro mexicano’ llamada el “El fantástico mundo de Juan Orol” (2012). En fin, tenemos la película de la vida de Cantinflas convertida en el drama de un tipo humilde con el que muchos nos sentiremos tocados casi hasta el borde de las lágrimas. Es un personaje con el que más de uno se sentirá identificado. Aptísima para todo público.
LAS APARIENCIAS NO ENGAÑAN Cuando cualquiera de nosotros se viste, se peina, abre el armario para elegir la ropa del día o piensa en comprarse un nuevo súper celular, al mismo tiempo está definiéndose como persona. Todas esas decisiones son las que representarán nuestra imagen, esa que tomarán los demás para interpretar nuestra propia personalidad. Y como casi todos tenemos tiene el poder de elegir lo que queremos ser, es una certeza que las apariencias no engañan, sino que hablan de nosotros mismos. Junior vive en unos monoblock de los suburbios de Venezuela, junto a su hermana bebé y su madre. Mientras el niño visita a su abuela y ronda por el barrio con una amiga, él piensa cómo salir en la foto escolar: quiere parecer un cantante, que de fondo se vea la playa y que su pelo enrulado sea liso. Nada de ser futbolista bien macho, bombero o astronauta, él quiere ser como Ricky Martin. Esa pequeña lucha por tener el pelo liso se transforma en una enorme lucha interna que se agrava por la crianza que le da su madre, que no tiene un peso y está llena de quilombos en la cabeza. De esto se trata “Pelo Malo”, la película dirigida por Mariana Rondón que se estrena en nuestro país y que fue la ganadora en el 2013 de la Concha de Oro, premio que le dan a la mejor película en el Festival de San Sebastián (España). Vaya nombrecito. El film trabaja temas humanamente sensibles desde el contexto de un país subdesarrollado y parte de pequeños lugares para generar un conflicto aún mayor, seguramente esas fueron las principales razones para que se llevara semejante galardón. Sin desmerecer este buen trabajo, la verdad es que le falta un poco más de punch. La trama que se presenta se desenvuelve de manera bastante natural y no alcanza el caos ni roza problemas de fuerza mayor. Se escuchan tiros, se habla de violaciones y no sabemos nada del padre, pero no sucede nada. El conflicto es interno y nada lo empeora, la acción es simple y todo depende de lo que haga Junior con su pelo. A la par, se van conociendo la vida de todos estos personajes, quienes se encuentran rodeados del caluroso paisaje venezolano, hermoso lugar para hacer una película. Además, la convivencia se sumerge en pequeños detalles como en uno de los juegos en el que los niños tienen que adivinar dónde está determinado elemento o persona desde la ventana que da a los bloques de edificios. También hay un poco de música de la región y un poco de deporte. De esta manera, el relato sin dudas nos sumerge en la vida de este raro jovencito pobre de 9 años nacido en Venezuela. En síntesis, tenemos una película que más que acción nos da drama de naturaleza humana, y aunque de momentos se hace lenta, nos conecta a otro mundo dentro de nuestro propio planeta, ese donde las apariencias juegan un papel primordial. Lo mejor son sus ideas y los tópicos trabajados, aunque la forma de contarla deja un poco que desear. Es una buena chance para ver algo no tan al palo y bien latino, los amantes del arte la apreciarán.
ARTE VS. FOTO DE PERFIL El amor es tal cuando es fiel pero no solo con la otra persona sino también con uno mismo. Cuando uno de los dos intenta cambiar al otro y lo consigue, de a poco empiezan las crisis, el romance se destruye y cada uno quiere retomar su vida por separado. Ahí aparece la famosa excusa de “Ya no sos el que eras antes”. Hoy en día, en un mundo en el que podemos estar las 24 horas creando relaciones a miles de kilómetros de distancia, la comunicación digital hizo que nos olvidemos de ese propio individuo para únicamente crear una imagen externa que es representada en una autofoto de perfil o lo que ya aburridamente llamamos una ‘selfie’. En este planeta se encuentra Lucas (Martín Bossi), un comediante stand-up independiente y profesor de teatro en la ciudad de Buenos Aires. A sus clases, concurre gente muy diversa con diferentes trabajos, nacionalidades y ocupaciones. Alentado siempre por el póster que tiene del Che Guevara en una de las paredes de su casa, el muchacho es fiel a sus valores y piensa siempre en hacer lo que lo haga feliz sin rendirse. Es un artista. Sin embargo, todo este equilibrio en su vida empieza a desmoronarse cuando se junta con la desprotegida de Guadalupe (María Zamarbide). Ella es una de sus alumnas y trabaja en el área de Marketing para una empresa digital. Tras varios intentos fallidos arriba del escenario en los que hace el ridículo, la chica entra en crisis con su vida y recurre a su profesor para pedir ayuda. A partir de ahí, se chocan esos dos mundos antagónicos: el de una mujer profesional que quiere progresar en lo laboral con el de un muchacho que mantiene un espíritu más humilde y está orgulloso de dar sus clases, aunque el dinero no le sobra. Ya enamorados, ella le hará un Facebook y todo se empezará a ir de a poquito al carajo. A pesar de este simpático argumento, el film creado por los mismos productores de “Viudas” y “Corazón de león” cuenta con muchas falencias tanto en su trama novelesca como en los elementos utilizados para contarla. Entre las actuaciones, la más divertida resulta ser la de Luis Rubio, quien hace de jefe de la chica y le gusta hacer sus veces de payaso. En el polo opuesto, Manuel Wirtz encarna al mejor amigo de Lucas e interpreta un papel de actor fracasado, obviamente que le sale a la perfección. Mientras tanto, al hiperactivo de Martín Bossi le cuesta mucho salir de su personaje de la vida real y le queda raro el papel de galancito. Al ser su primer gran protagónico, está perdonado. Y ella, María Zamarbide, es insoportable con todos sus histeriqueos. Además, tenemos a Jorge ‘Carna’ Crivelli haciendo de ventrílocuo con un humor bastante grasa y a Roberto Carnaghi robando otro poco de papel. Por otro lado, con todo esto del stand-up, las risas resultan ser claves y por momentos aparecen cuando realmente no hay nada gracioso. Es decir, hay risas en los altoparlantes pero no en la sala. A su vez, hay otros acontecimientos que son bastante faranduleros casi sin causa y el giro del final también es bastante arbitrario e injustificado. Lo más destacado de todo el relato resultan ser sin dudas algunas de las enseñanzas que da Lucas en sus clases, que reflexionan sobre el sentido de la comunicación y cuentan como el stand-up es un método de catarsis para llegar al conflicto riéndose de uno mismo. Todo lo opuesto a lo que puede llegar a transmitir Guadalupe, quien le tiene pánico a las reuniones laborales y es amante de las redes sociales. En conclusión, “Un amor en tiempos de selfies” es una mala película pero una divertida comedia romántica ideal para jóvenes tórtolos o seguidores del ‘Bailando por un sueño’. El título del film ya retrata por sí mismo lo que es esta obra y aunque muchos puedan decir que esto es una basura, hay muchos otros que también la disfrutan. Les guste o no, esta es nuestra industria cinematográfica.
SEIS SALTOS Y UNAS SONRISAS Cuando se piensa al cine como género, los creadores de películas se permiten seguir un camino estructurado para la obtención de su obra. De esta manera, las actuaciones, los elementos, los diálogos y los argumentos se repiten escena tras otra, creando así una película meramente de terror, por ejemplo. Y eso es lo que sucede con “Anabelle”, por lo que termina siendo una pochoclera que da miedo. Siendo precuela de la exitosa “El Conjuro”, que contó con la dirección de James Wan (creador de “Saw” e “Insidious”) parecía obvio que iba a haber una cantidad importante de público esperando este estreno. Por suerte para algunos, la ansiedad se terminó en gran parte y ya se están cortando tickets y vendiendo más pochoclos con esta nueva película en cartel. Acá se nota la poca mano de Wan, quien aquí hace de productor y parece ser que sí dirigirá la verdadera segunda parte para 2016, y los antiguos personajes casi ni chistan. En esta ocasión, tenemos al director de “Efecto Mariposa 2” y a una pareja joven yanqui en la pantalla. John y Mia Gordon (Ward Horton y Annabelle Wallis) deciden comprarle una terrorífica muñeca a quien va a ser su primera hija y la acomodan en una repisa junto a otras. Partiendo de la base, sabemos que nadie jamás le regalaría ese espanto a su bebé recién nacida. Luego, una noche muy fea, unos locos satánicos invaden la casa, aumenta la tensión y vuela sangre. Todo se justifica con que ‘los locos hacen locuras’ pero todos sabemos bien que la muñeca es mediadora de un demonio. A partir de ahí, será una misión alejar al diablo de sus almas. Adentro de la sala, los espectadores se encontrarán con una muñeca que no hace ni una mueca pero se mueve por arte de magia satánica y verán carteles de ‘Exit’ como los del hotel de “El resplandor” y un carrito para la futura criatura como el de “El bebé de Rosemary”. Elementos que ya conocemos se pasean por la pantalla. Y como en todas las de terror, el protagonista se enfrentará estando solo en la casa de noche a los ruidos misteriosos que vienen de otra habitación, en vez de salir corriendo y llamar a la policía, y los diálogos se mantendrán al 50% de la velocidad normal para generar mayor suspenso. Verosímil o no, los recursos funcionan. El miedo podrá invadir por momentos sus pieles y los hará saltar varias veces de sus butacas, aunque por otro lado, en algunos pasajes la película se ridiculizará a sí misma y quizás hasta les saque alguna que otra sonrisa. En resumen, nos encontramos con una creación forzada más dentro del cine de terror, uno de los géneros más difíciles de trabajar sin que el relato se convierta en una fantasía. “Anabelle” venderá gracias a lo que fue “El Conjuro” y algunos podrán satisfacer su necesidad de enfrentar al miedo adentro de una sala de cine. El que quiera un poco de eso, vaya. Al que no le interesa, siga tranquilo con su vida. Hay cosas mejores.
RECURSO TRAS RECURSO Muchas cosas nos dan miedo, nos asustan y no nos dejan salir de determinada situación para ser libres. Algunos no pueden quedar encerrados en un ascensor, otros le temen a la oscuridad y varios le tienen espanto a la cara de sus jefes cuando no tienen lo que les pidió en horario. Algunos en menor medida, otro en mayor, pero siempre uno quiere estar alejado de estas situaciones. Básicamente, “Necrofobia” es una película que habla de un tipo que le tiene miedo a los muertos y vive un episodio trágico. Luis Machín interpreta a Dante, un sastre que termina viviendo solo por el fallecimiento de su gemelo. Es un hombre mayor, similar a un señor lesbiana, que habita en su espacioso lugar de trabajo. Solo en un lugar gigante, guiño a Charles Kane. En ningún planeta Julieta Cardinali podría haberle dado bola a un tipo como este, solo en este mundo creado por Daniel de la Vega. El filme gira en torno a un sinfín de recursos técnicos, amontonados todo ellos en apenas 78 minutos, que es lo que dura el filme. La utilización del 3D la considero totalmente errónea ya que se ponen en éste elementos o personas sobre relieve sin motivo alguno, más que para generar la sensación de una tercera dimensión. De poco ayuda. Es una pena que no se haya podido explotar esta herramienta, podría llegar a ser un arma vital para jugar con la atención del espectador. Lo mejorcito es, sin dudas, el manejo de cámaras, que no le hace caso al eje en ningún aspecto y hace que los planos aparezcan desde cualquier ángulo y a diferentes distancias constantemente. Velocidad en ellos hacen crecer la buscada confusión. Gracias a una buena fotografía, la resolución en cuadros parece haber quedado en óptimas condiciones. Ahora bien, sin duda, el problema mayor que surge es en la historia principalmente por culpa de los recursos narrativos y elementos seleccionados para contarla. Tenemos muertos, entonces tenemos un cementerio, tenemos sangre, tenemos asesinatos, tenemos elementos filosos y tenemos relojes que se paran siempre a la misma hora, ¡oh, qué novedoso! Lo mismo pasa con el desorden de los tiempos y la psicología del protagonista, todo visto y bastante azaroso. Supongamos que metemos a Lynch, Anthony Hipkons, “El origen” y “Memento” en una licuadora de $20, y sale de ahí una película. ¿Qué obtenemos? Una de terror interpretada por Luis Machín y Raul Taibo, y se estrena en el cine. En síntesis, es una película de terror más que correcta, que genera más confusión que miedo. Una gran apuesta que no garantiza el retorno de la inversión. El 3D, bastante al pedo. Aún así, por animarse y ser el primero del género en usarlo, podemos dejársela pasar a De la Vega.
DIVIÉRTANSE MUCHACHOS Ya desde que empieza la proyección, pero no aún el relato, entendemos un poco de qué va la película. Cine argentino, pocas productoras e isologotipos mal diseñados. Con lo difícil que es terminar un largometraje bien producido, aparentemente esta gente pudo lograrlo. ¿Cómo? Remándola desde abajo, poniéndose las pilas en serio y obteniendo así un resultado final que si está en pantalla es porque realmente quedaron conformes con su trabajo. Tras esa presentación y un poco de delirio, arranca la historia. Federico es un chico que, como muchos de nosotros, está aburrido y cansado de la rutina diaria. Todos los días lo mismo. Levantarse, comer, ir al trabajo, comer, dormir. Levantarse, comer, ir al trabajo, comer, dormir. Levantarse, comer, ir al trabajo, comer, dormir. Con suerte puede hacer huecos para juntarse con sus dos amigos en el bar. Por eso, harto de su vida, los reúne para que piensen juntos alguna idea que los haga millonarios y así no tener que depender más de la plata. Días después, tras haber escuchado el boom de una film independiente oriental de bajo presupuesto, Fede cae con una idea re-desopilante: “Hagamos una película”. Y ahí está el quiebre: ¿Por qué no hacerla? Entonces, con un brindis por Ferro campeón -ojalá Dios los escuche- se embarcan. Su primer objetivo: conseguir la estrella que los haga saltar a la fama, gran fórmula hollywoodense si las hay. Los tres chiflados Si hay algo importante en las comedias es la caracterización de los personajes, que tienen que estar bien marcados y llevados hasta un extremo para que den mayor gracia. Con una fotografía caricaturesca, a cargo de Jorge Crespo, son retratados en sus primeros planos estos tres chiflados protagonistas. Sin peleas ni discusiones, siempre juntos intentan solucionar cada uno de los problemas en los que se meten. El primero de ellos, Federico (Miguel Di Lemme), es el amigo racional, gestor y coordinador de las acciones. El segundo, Martín (Ramiro Archain), es el sumiso y desorientado, que no entiende nada pero igual se copa en todas. Y por último, el súper impulsivo y molesto Mariano (Emiliano Carrazzone), que no pierde la chance de decirle a cada mujer que tiene una sonrisa inspiradora para levantársela. El papel de Ricardo Darín Mucho se habló de esta película como la historia donde “Darín hace de Darín”. Pero hay algo que nadie está teniendo en cuenta: Darín hace un papel, y por ende, está escrito. Si tendría que hacer de él mismo deberían haberlo filmado con cámaras ocultas y seguirlo hasta su casa. Es por eso que nos encontramos con un personaje estereotipado, materializado por su guionista y en el cual se observa la imagen estandarizada que todos los argentinos tenemos del actor. En otras palabras, lo que vemos en la pantalla es a Darín interpretando el rol de una estrella reconocida de Argentina, y no es justamente él levantándose con ojeras a las 7 de la mañana. Y otra cosa, el de “Nueva Reinas” es un personaje secundario, pero obviamente al ser garantía en ventas hay que ponerlo en la tapa. Los verdaderos protagonistas son los tres muchachos. Por otra parte, el filme también cuenta con las estelares colaboraciones de Susana Giménez, Diego Torres y de distintos periodistas del medio como Catalina Dlugi, Sergio Lapegüe, Germán Paoloski, Matías Martin y “la negra” Vernaci. Hacer una historia vs. Partir de una idea En el cine, existen principalmente dos tipos de narraciones: las que cuentan una historia y las que parten de una idea. ¿Cómo es esto? En el primero de los casos es un poco más complejo. Hay distintos personajes que se van envolviendo progresivamente en distintas situaciones particulares y cada uno cuenta su propia historia. Debemos conocerlas en profundidad para entender sus actos y estar atentos a cada hecho para poder resolver el relato en su totalidad. Los ejemplos más claros se dan en películas biográficas pero otros ejemplos clásicos son “El padrino”, “Titanic” o “The Shawshank Redemption” ¿Pero qué pasa cuando todo parte de una idea? Todo es más simple. Desde un principio se entiende de qué va la cosa y se lo puede resumir en unas simples palabras. Por ejemplo, en “Delirium”: tres pibes de clase media quieren hacer guita. A partir de ahí, todo consiste en dejar volar la mente y ponerse a escribir y crear. Se van disparando nuevas ideas que se filtran entre sí y son seleccionadas para transformarse en hechos específicos que se encadenan, y finalmente, quedan materializados en un guion. Y lo bueno de este relato, es que justamente todo parte de un delirio, así que todo es válido y por eso a Susana le queda bien la Presidencia. Para más ejemplos, vean “Zelig” de Woody Allen: un hombre que puede transformarse en distintos personajes, “Eterno resplandor”: una máquina que borra los recuerdos de la gente, o “Buried”: un tipo que queda enterrado vivo. Por todo esto, mis felicitaciones van para el creador de la idea, que también se encargó de escribir y dirigir su ópera prima: Carlos Kaimakamian Carrau. Aunque particularmente me quedé con ganas de más y los acontecimientos finales sucedieron de manera muy veloz, nadie podrá reprocharle nada ya que éste es su propio delirio. Este muchacho, parece haberse referenciado mucho de su propia vida. A sus diez años, le había dicho a Darín que quería ser director de cine, así que varios años después ya lo está ayudando a cumplir ese sueño. En cuanto a la película, internacionalmente seguro no haga nada de ruido ya que tiene muchos chistes culturales que solo nosotros los argentinos entenderemos. A nivel nacional, es sin duda la mejor comedia vista en muchos años. Si se la pierden, la culpa será de ustedes. Yo tengo la consciencia limpia porque ya les avisé.
ESO SIMPLE QUE DETONA De lunes a domingo, nos enfrentamos a situaciones que nos molestan pero que dejamos pasar con un ignorante “ya fue”. Pensamos en seguir tranquilos con nuestra vida sin dejar que lo exterior nos moleste y de esta manera reprimimos la ira, evitamos un posible problema y nos negamos a la acción. Pero cuando esa mecha se enciende cada vez un poco más, algo puede llegar a explotar y a provocar desastres. Y tengan cuidado, porque la histeria y la furia puedan liberarnos. De esa premisa parte “Relatos salvajes”, la nueva apuesta del cine argentino en la que un pequeño suceso actúa como detonante disparando a la construcción de un nuevo acontecimiento que se va llevando cada vez más al infinito, sin parecer irreal. Para decirlo a otra manera, se trata de situaciones que vivimos u observamos a diario pero que la rutina ha logrado dejarlas pasar por un costado. Partiendo de esos mundos comunes, seis relatos se acomodan uno detrás de otro. El primero: una mujer garroñera encuentra una persona en común con su compañero de avión -cuídense los de las primeras filas de la sala, pueden llegar a sufrir un accidente-. Siguiente, una camarera debe atender a un hombre que odia y la descolocada cocinera querrá entrar crudamente en acción. Luego, dos autos en la ruta, un tipo jodido y un insulto actúan como detonantes haciendo que dos clases sociales queden enfrentadas hasta la muerte. Después, una típica de noticieros: el chico, que atropelló y huyó, llega a su casa y se lo cuenta a sus padres. A continuación, un señor estaciona el auto para comprar una torta para el cumpleaños de su hija pero con un ligero desacierto: no notó que la vereda estaba mal pintada de amarillo y no podía dejar el coche ahí. Y la última, amor y odio en una fiesta de recién casados. María Elena de “Casados con hijos”’ vuelve con otro nombre. ¿Acaso alguno de nosotros actuaría como lo hacen ellos? El placer se torna absoluto. Todo es llevado hasta su extremo hasta el punto que nos sentimos identificados con lo que vemos, riéndonos de nosotros mismos incluso en los actos más tristes y salvajes. Se muestra como nuestra sociedad se acepta como subdesarrollada, y en consecuencia, la eficiencia y la justicia desaparecen. El que quiera orden, recibirá desorden. Aquí lo tienen. Muy bien Damián Szifrón, que se tomó sus largos años de descanso pero que parece haber regresado con algo interesante entre sus manos. Está perdonado por volver de grata manera. El creador de “Los simuladores” y director de “Tiempo de valientes” vuelve a hacer catarsis y se desquita sobre la pantalla grande. Se ve en él mucho de Tarantino, sobre todo del de los últimos años: sangre, furia, pizcas de humor (aunque casi en abuso) y ni una hormiga que se salva. Esta influencia la deja a la vista más que nada en el relato de la ruta, con algunos destellos de “Death proof”. Por otro lado, hay un muy buen manejo de cámaras con una puesta en lugares bastante atípicos y con tomas que no necesariamente tienen que cambiar de segundo a segundo para dar una idea de acción. Se aprovechan muy bien los recursos, incluso los más digitales. Y al elenco, casi nada para reprocharle. Darín demuestra que no está sobrevaluado. Rita Cortese, lo mejor. En síntesis, “Relatos salvajes” es una película que generó altas expectativas gracias a su visto bueno en el Festival de Cannes y, al menos en calidad, parece superarlas. Veremos también si en números y premios. Probablemente, su cercanía a las costumbres de nuestro país, en cuanto a situaciones, injusticias y construcción de personajes, sea la que genere algo de ruido en el plano internacional. La película seguramente funcione como una ventana para que vean cómo somos los del sur, más que como algo con lo que todos puedan identificarse alrededor del mundo. Por eso, los jurados internacionales serán los que decidan si la cultura argentina está lo sumamente apta para ser galardonada. Esperemos que explote.
NI EN PAZ DESCANSE El pasado 2 de febrero, tras pasar a otra dimensión, Philip Seymour Hoffman fue recordado gracias a su basta trayectoria que lo mantuvo entre el éxito y la gloria acompañado por un sinfín de actores y trabajadores del rubro. Y aunque todavía resta ver sus apariciones en las dos partes de “Los juegos del hambre: Sinsajo”, parece haber dejado para esta ocasión su última actuación apta para ser aplaudida de pie. “El hombre más buscado” es la nueva película de espionaje dirigida por Anton Corbijn (“Control” y “The American”) adaptada del libro escrito en 2008 por John Le Carré, quien suele abordar estos temas con bastante realismo gracias a su experiencia como miembro del servicio de inteligencia del Reino Unido. Sus historias ya fueron adaptadas durante décadas en la pantalla grande y por eso lo recordarán por “El jardinero fiel” del brasilero Fernando Meirelles o por “El Topo”, con Gary Oldman como protagonista y Tomas Alfredson a cargo de la dirección. Este thriller es una adaptación de una de sus novelas relacionadas con el terrorismo y las agencias de inteligencia en el mundo luego de los atentados del 11 de septiembre de 2001. El relato cuenta la historia de un muchacho musulmán, hijo de padre ruso y madre chechena, entra a Alemania de manera ilegal y las agencias de inteligencia de distintos países creen tener frente a sus ojos a un terrorista. Mientras se lleva a cabo una investigación secreta a su alrededor, una inocente abogada se involucra más de la cuenta cuando comienza a ayudarlo a reclamar una fortuna que su padre tenía guardada en un banco de Hamburgo. Pero sin embargo, hay algo que nadie puede descifrar: ¿cuál es la verdadera identidad de este hombre y por qué necesita ese dinero? Sin lugar a dudas, el punto más alto de este filme se encuentra en las interpretaciones. Philip Seymour Hoffman encarna a Gunter Bachmann, un Agente de Inteligencia alemán abatido por los errores de su pasado que lo llevaron a ejercer un puesto de menor importancia, el cual magnifica. Por ende, no sería raro que logre alguna merecida nominación cuando arranque la temporada de premios a comienzos del próximo año. El elenco lo completan Willem Dafoe, Robin Wright y la correcta Rachel McAdams, quien interpreta a Annabel Richter, una la abogada idealista. Por otro lado, buena adaptación del guion, buena dirección y excelente fotografía. En resumen, nos encontramos con una película compuesta por miles de detalles, muchos diálogos y una actuación de lujo. El séptimo arte nos teletransporta hacia un mundo paralelo que nada se asimila con nuestra rutina, y además revive al señor Hoffman que nos deleita con su actuación desde el más allá. Hay que abrir bien los ojos porque si algún dato se escapa, todo puede resultar muy tedioso. Estamos en presencia de una película clara y lineal pero difícil de entender, así que tengan mucho cuidado.
TODOS SOMOS PECADORES En un mundo históricamente machista, el hombre es quien ha mandado gracias al potencial uso de su fuerza. Casi siempre es él quien se arriesga mientras que ella se guarda a salvo en su hogar o simplemente acompañando como primera dama. Pero a pesar de eso, la mujer siempre fue la que dominó. Hacemos todo por y para ella y, gracias a eso, pudo ir saliendo de su capullo para ir tomando protagonismo en un planeta en el que cada vez hay menos diferencias de género. Y si esa dama acaso es Eva Green, ni te cuento. Quedarás condenado por los siglos de los siglos. Luego de nueve años del lanzamiento de su versión original, finalmente llega la segunda entrega de “Sin City”, esta vez titulada “Una mujer para matar o morir”. Mucho se habló sobre su realización ya que al parecer este brillante clásico no ameritaba una secuela. ¿Era realmente justa y necesaria? La verdad que no. Aun así, sabemos que Frank Miller, y sobretodo Robert Rodriguez, son autores que trabajan desde un punto de vista netamente comercial, y por eso, si veían una oportunidad clara para hacer más dinero no la iban a dejar pasar, como sucedió con Rodriguez al forzar el falso tráiler de “Machete” a un largometraje y a una fracasada segunda parte. Pero créanme, esta vez no les salió tan mal. La ciudad del pecado es testigo de nuevas historias que comprometen a algunos de los antiguos personajes y también a nuevas apariciones, tales como la de Eva Green y Joseph Gordon-Levitt. Dwight (Josh Brolin) es llevado hacia la tentación para salvar a su antigua y explosiva amante, Ava (Eva Green), mientras que el galancito de “500 días con ella” desafía a la suerte con una sola moneda en mano arriesgando su vida con el senador Roark (Powers Boothe). Por otro lado, Nancy (Jessica Alba) tarda en entrar en acción ya que está ahogando las penas que le dejó la muerte de Hartigan (Bruce Willis), Marv (Mickey Rourke) sigue con su rutina diaria de meterse en problemas y el barrio viejo gobernado por las mujeres también vuelve por más. Lo que hace interesante a esta película no es algo novedoso, sino que es la utilización de una fórmula infalible: una ciudad ficticia, mujeres, sangre, un arte estupenda y muchos, pero muchos, pecados. Sí, lo mismo que vimos en esa película de 2005 pero ahora con nuevos sucesos. Ya sin la ayuda del meticuloso Tarantino, el film termina teniendo tintes mucho más novelescos y mucha voz en off transmitiendo tal cual los pensamientos de los personajes. No hay ningún secreto. Aunque no le llega ni a los talones a su primera versión, justamente porque es la que le dio vida a la ciudad, es casi imposible negar que esta secuela también atrapa la atención al espectador y lo deja con ganas de atacar al salir de la sala. Seguramente los más devotos dirán que le quita valor a la primera, y aunque un poco puedo llegar a estar de acuerdo, no caben dudas de que, entre tanta invasión y saturación de cine pochoclero, resulta ser una película que se destaca gracias a su brillantez sobre todo en postproducción. Tenemos arte, acción, sangre y sexo, ¿qué más quieren? Solo esperemos que a estos golosos no se les ocurra hacer una tercera parte. Para esta ocasión, podemos perdonarlos.
“Tiro de gracia”: No sonría, lo estamos filmando Vivimos en un país en el que los medios constantemente informan malas noticias. Matan a un chico para robarle el celular en Villa Luro, atropellan a una pareja durante la madrugada en Rivadavia, violan a una menor de edad en la provincia de Chaco o secuestran y torturan a una mujer embarazada en Córdoba. Todo negativo. Ahora bien, ¿quién es el culpable de todo esto? ¿El mismo accionario? ¿La familia? ¿El sistema educativo? ¿El gobierno? ¿La sociedad? ¿O acaso todos ellos juntos? “Tiro de gracia”, la nueva película argentina dirigida por Nicolás Lidijover, que estuvo compitiendo el año pasado en el Festival de Mar del Plata, utiliza esta temática para plantear un grave problema inmerso en nuestra sociedad: la delincuencia. Este film es presentado por su productor, Juan Pablo Buscarini de “Un cuento chino”, y no por su director. Y si esto pasa, probablemente algo raro está por suceder. La acción sucede a partir de una toma de rehenes en un almacén tipo farmacia, de esos que te venden desde perfumes hasta útiles escolares, comida y remedios. La policía espera afuera por una negociación, los periodistas siembran el caos en la tele, los rehenes discuten inserviblemente, el joven asaltante, asustado, busca desesperadamente la forma de escapar y las cámaras de seguridad observan los hechos desde un lugar privilegiado, el mismo que tienen los espectadores. Y a partir de la utilización de estos espacios, se irán sembrando los hechos. Uno de los puntos interesantes de este film es su estructura. La película está dividida en varias partes y arranca con una de ellas cerca del final. A partir de ahí, se empiezan a hacer viajes al pasado más cercano para encontrar la causa de lo sucedido. Sin este recurso, seguramente la película sería lenta y aburrida, a pesar de sus 72 minutos de duración. Ya cuando corre más de la mitad de la historia, se vuelve al que para el público fue el punto inicial y se conoce el desenlace, que por cierto es muy malo. Este final -no lo voy a adelantar- no convence para nada ya que la psicología de los personajes no está trabajada para que lleguen a tal destino. Probablemente pudo haber sido un problema de los actores que no supieron interpretar al director o seguramente fue un grave y simple error del guionista. En consecuencia, el desenlace resulta inverosímil y arruina lo poco bueno que tiene la película. De esta manera, la historia termina devorando al verdadero mensaje. Por otro parte, los protagonistas son actores que tienen una amplia trayectoria en televisión y por eso, seguramente los reconozcamos por haber actuado en una novela de canal de aire más que por algún papel de segunda que tuvieron en cine. Sus nombres: Nicolás Goldschmidt (el mejorcito) que es el asaltante; Nicolás Gadano, el vendedor; y Arturo Bonín, el policía que intenta negociar. El resto del reparto, al parecer más preparados para aparecer en alguna publicidad, cubren los papeles de los clientes y empleados del negocio. En fin, la película parte de la premisa que detrás de todo delincuente hay una sociedad violenta, pero al fin y al cabo, eso no se refleja. El espectador será el juez y se encargará de condenar no sólo al que crea culpable de los hechos que se ven en la pantalla, sino también al culpable de haberle dado el visto bueno a esta película, que aunque es mala, podría haber sido peor. Uno puede pagar la entrada y verlo con sus propios ojos. Es cine, es argentino, y por eso, claro que vale la pena.