Entre la vasta producción de documentales que tiene nuestra pantalla, se estrena este jueves “OPERACIÓN CONDOR” dentro del ciclo especial que propone semanalmente www.cine.ar/play, en el contexto del aislamiento obligatorio. Todo un subgénero dentro de los documentales, son aquellos apuntados a temas políticos y hemos podido apreciar diferentes abordajes: desde la reconstrucción por medio de la memoria y algunos objetos que se van encontrando y que permiten rearmar una historia familiar, íntima, de lucha (“El (im)posible olvido” de Andrés Habbeger, “Los Indalos” con la historia de Aurora Sánchez o “Nada culmina en la víspera” de Florencia Orce, son sólo algunos de los ejemplos de trabajos más recientes dentro de este esquema) hasta una narrativa más colectiva y plural, con diversidad de testimonios y de voces, como lo que propone este nuevo trabajo. Uno de sus directores es Andrea Bello, militante política secuestrada y presa ilegal (1978-1979) que ha participado como querellante en la Causa ESMA y que colaboró en la Liga Argentina por los Derechos del Hombre –entre tantos organismos en los que ha participado en la lucha por los DDHH-, quien ha fallecido en enero de 2019 por lo que este estreno tiene una doble significación, tanto de legado de su directora hacia las nuevas generaciones, como de una particular mirada al pasado en donde se sigue teniendo presente esta memoria activa que no permita que lo sucedido quede en el olvido de ninguna manera. Su codirector es Emiliano Serra, quien es coordinador del área de postproducción de Conicet y vuelve al campo del documental después de mostrar su trabajo de ficción, “Cartero”, que se conoció el año pasado en salas comerciales. “Operación Cóndor” fue un plan de eliminación de dirigentes y militantes políticos sudamericanos que fue ideado y llevado a cabo en conjunto por las dictaduras del Cono Sur (con documentación que incluso da cuenta y sirve de prueba para demostrar que se ha contado con el apoyo de la CIA) durante los oscuros años ’70, en los que América Latina estaba prácticamente tomada por completo por Gobiernos de facto y donde se desplegó un importante aparato de secuestro, represión, tortura y desaparición que ha sido único en la Historia. Para poder desarrollar este plan fue creada, a tal efecto, una red de inteligencia que tuvo injerencia en Argentina, Paraguay, Uruguay, Chile y Brasil, y que permitió operar y ejecutar este plan de exterminio ejecutado con precisión e impunidad. Si bien el trabajo de Bello y Serra no aporta un lenguaje diferente desde lo cinematográfico sino que decide apostar a una narración clásica y tradicional, su ganancia radica en basarse en la potencia del material de archivo con el que cuenta y sobre todo, de un buena cantidad de testimonios de los sobrevivientes de aquellos hechos, que aún hoy siguen produciendo conmoción y estremecimiento a cada uno de ellos al momento de recordarlos y que le permite a los directores construir un relato coral, amplio y diverso a través del cual entrelazar estas historias que ocurridas en varios países, al mismo tiempo. Tal como se señala en el filme, a fines del año 1992 se incauta en la localidad de Lambaré, en Paraguay, una gran cantidad de documentación que respalda y avala toda la operatoria de aquel momento. Pero más allá de los datos, cifras, fechas, información que puede llegar a manejar un trabajo documental, el ojo de Bello y Serra está puesto en las emociones que transmiten cada uno de los testimonios –sobre todo en aquellos que se vinculan con la figura de sus padres, apoyándolos en la militancia y que luego fueron las voces en búsqueda de Justicia- y a través de cada relato particular poder llegar a mostrar el horror de esta maquinaria promovida desde las políticas de Estado y en forma transnacional. “OPERACIÓN CÓNDOR” está basada en las investigaciones que Stella Calloni plasmó en sus libros “Los años del lobo”y “Operación Cóndor, pacto criminal” sumándose así a los cineastas que desde distintas nacionalidades y diferentes puntos de vista, han hecho escuchar su voz con sus trabajos como “De vida y de muerte, Testimonios de la Operación Cóndor” del chileno Pedro Chaskel, “La Memoria del Cóndor” de Emanuela Tomassetti -sobre los juicios iniciados en Roma- o el del brasileño Cleonildo Cruz, “Operación Cóndor: la verdad inconclusa”. El trabajo de Serra y Bello forma parte de este caleidoscopio a través de su valioso archivo audiovisual pero fundamentalmente desde la voz de sobrevivientes y familiares que recorren una vez más la dolorosa historia, para volverla a hacer presente y que hechos de esta naturaleza, no vuelvan a repetirse NUNCA MÁS. POR QUE SI: «Por la potencia del material de archivo»
Si bien “UN AMOR A SEGUNDA VISTA” no maneja una idea completamente original (se basa fundamentalmente en el típico “¿qué pasaría si un día amanecemos y nuestra vida no es la misma de siempre?” que ya han manejado comedias donde los protagonistas aparecen en cuerpos extraños o en vidas ajenas) tanto dentro de la filmografía contemporánea francesa como dentro del cine que plantea este tipo de distopías, cumple holgadamente con el objetivo de presentar una historia que mezcla comedia, romance, una pizca de filosofía y física cuántica –infaltable referencia a “el efecto mariposa”- y finalmente logra que el producto sea sumamente tentador. Raphaël (François Civil, a quien puede verse en streaming junto a Juliette Binoche en “Clara y Claire”) ha logrado establecerse como un exitosísimo escritor de best-sellers para un público joven, escritor de esas sagas convertidas en un boom literario que lo ponen al tope de todos los récords de ventas. Su mujer, Olivia (Joséphine Japy) es una talentosa pianista, sumamente dotada, que a partir de su matrimonio ha comenzado lentamente a vivir a la sombra de su marido, dejando de lado su desarrollo personal y postergándose en función de la vida en pareja. El éxito de Raphaël los va distanciando cada vez más, y mientras ella se siente que ha resignado una importante parte de su vida en función a la construcción de una pareja, él parece estar cada vez más inmerso en la adicción al trabajo, en su propia carrera y en ese “mareo” que implicar estar en la cresta de la ola. Poco a poco él va descuidando completamente a su pareja hasta que una mañana despierta en una vida paralela, sin ella, como cuando era soltero. ¿Qué evento ha hecho que su vida haya cambiado por completo y que ya no sea el exitoso escritor sino un profesor de literatura de colegio secundario solitario y sin pareja estable? El guion del propio Gélin junto a Igor Gotesman y Benjamin Parent, acierta en esa liviandad de proponer un tono que roza la fábula, casi con un toque de cuento de hadas para plantear(nos) que pasaría en nuestra vida cotidiana si algo que damos por sentado, que tenemos al alcance de la mano y al que no le damos demasiado valor, cambia de la noche a la mañana y lo perdemos para siempre. Hablar puntualmente de aquellas cosas a las que no les damos importancia hasta el momento en que se pierden, puede sonar a lugar común y a frase hecha pero es exactamente la propuesta que hace “UN AMOR A SEGUNDA VISTA”: asumir esa obviedad y precisamente desde ese mismo lugar proponer situaciones divertidas –incluso algunas de ellas desopilantes y muy bien logradas en el segundo acto- para proponer un espacio de reflexión sobre este tema con humor (humor a la francesa pero con toques de comedia americana), sin escaparse del marco de una comedia romántica que, aunque pueda ser previsible, logra tener un ritmo que mantiene el interés y con personajes con los que el espectador empatiza casi automáticamente. Lo único que podrá señalarse es una duración algo prolongada para una comedia de estas características que atenta sólo parcialmente contra los resultados, pero el carisma de los protagonistas, la química en pantalla y esta magia de entrar en una vida con muchas vidas a la vez, sigue siendo una idea cinematográficamente atractiva. Gélin sabe cómo llevar el pulso del juego de “qué pasaría si…?” y logra que el producto que resulte una comedia muy disfrutable… Y poder reflexionar, al mismo tiempo -sin mayores pretensiones que una aire liviano pero sensible a la vez- sobre la pareja y al amor como una construcción, un golpe de suerte, un poco de magia en ese encuentro de dos almas y, por supuesto, mucha estrategia. POR QUE SI: «El carisma de los protagonistas, la química en pantalla y esa magia de entrar en una vida con muchas vidas a la vez»
Ariel Martínez Herrera, director de “TOXICO”, cuenta que comenzó a escribir su segunda película allá por 2008, un tiempo después de la gripe “A”, momento en el cual los barbijos habían cobrado una particular notoriedad y fue por ese entonces que comenzó a aparecer la idea de trabajar una historia con la epidemia en el centro de la escena. Enmarcada puramente dentro del género fantástico, con un pie en ciertos elementos de aquella realidad pero también fundamentalmente de un cierta distopía futurista, el estreno programado para este jueves 23/04 en la plataforma cine.ar/play, permite establecer una lectura completamente diferente de este filme, que tiene la particularidad de hablar de una epidemia en medio de esta pandemia que estamos viviendo y que tiene efectos arrasadores a nivel mundial. “TOXICO” cuenta la historia de una pareja. Laura y Augusto, que se encuentra en plena huida con su motorhome atravesando el campo –lo que permite al filme moverse con un cierto halo de road movie con la tensión de una huida en medio del caos, en la búsqueda de un refugio frente a la total desolación-. Y es justamente la conjunción de ciertos elementos que se encuentran fuertemente vinculados con la actualidad, lo que hace que cobre, hoy por hoy, un sentido totalmente diferente al que tenía Martínez Herrera en su cabeza al momento de construir su guion y dotar a sus historia de elementos concretos pero de, lo que para aquel momento, parecía una fantasía. Barbijos, supermercados y negocios semivacíos, personajes cargados de agresividad, lugares que han quedado abandonados con esa sensación de territorio fantasma, el riesgo y el peligro que pueden palparse acechando permanentemente y sobre todo, la desconfianza en el otro, son claramente los disparadores que la emparentan unívocamente con lo que estamos atravesando. Este estrecho lazo con el tema del coronavirus y esta pandemia a nivel mundial que ha trastocado todo lo conocido, ¿beneficia o perjudica a “TOXICO”? Por un lado, estamos en el momento ideal para reflexionar sobre el cambio profundo que se ha producido y seguramente se seguirá produciendo sobre los vínculos sociales –en la película hay una escena con una pareja amiga al inicio que es (casi) el único vestigio de confiabilidad-, como de los cambios en los lazos familiares y de pareja, la construcción de una nueva mirada ética y la moral a la hora de la supervivencia y poner en juego nuestra escala de valores frente a la posibilidad de ser solidarios o de despuntar el famoso “sálvese quien pueda”. En ese caso, la paranoia, la desconfianza, la vulnerabilidad y la fragilidad de todo lo que le ocurre a los protagonistas, generan una interpretación que se potencia en un momento como el que estamos atravesando actualmente, e inclusive pareciera que ficcionaliza, en la pantalla, exactamente lo que vamos sintiendo con el correr de los días. El guion se estructura a través de las dos miradas completamente opuestas de los protagonistas, dos maneras diferentes de enfrentar a esta epidemia de insomnio que está arrasando con la sociedad. Es así como nos permite reflexionar sobre este tiempo tan irregular que estamos atravesando y que no tiene correlato con nada de lo que hayamos vivido. Sin embargo, justamente todos estos múltiples puntos de contacto que tan bien describen nuestra actualidad, juegan, en algún punto, en contra de ese efecto “sorpresa” que “TOXICO” pretendía mostrar en la construcción de una visión apocalíptica y de un mundo completamente hundido en esta distopía que ya hoy no se ve ni tan lejana ni tan perteneciente a un universo de pura ficción. Algo así como que a una idea que podría haber sido original, la realidad la pasó por encima como con una aplanadora. Es por esto que una lectura en este contexto, hace que algunas de las escenas pierdan la fuerza que hubiesen tenido en otro momento y una vez pasado el impacto visual inicial –la película cuenta con un muy buen diseño de arte que nos pone permanentemente en situación y logrados efectos especiales con una fotografía con tonos que subrayan la idea de “fin del mundo”- el ritmo comienza a ponerse moroso, la historia focaliza mucho más en los conflictos de la pareja, alejándose de la propuesta inicial y perdiendo el hilo narrativo y la fuerza de la historia. Hay momentos de tensión bien desarrollados, sobre todo gracias a la entrega de sus dos protagonista con muy buenos trabajos –tanto Jazmín Stuart como Agustín Rittano logran dos criaturas muy bien estructuradas- mezclados con otros de tono más surrealista, en donde la historia propone un vuelo más poético y absurdo al mismo tiempo pero no aporta demasiadas novedades dentro de un esquema medianamente previsible. “TOXICO” ha quedado involuntariamente atrapada en una realidad que ha sobrepasado con creces su visión apocalíptica y futurista de un mundo colapsado ante la falta de sueño, y aun así puede sobreponerse y salir airosa con un producto muy bien realizado. POR QUE SI: «TOXICO nos permite reflexionar sobre este tiempo tan irregular que estamos atravesando y que no tiene correlato con nada de lo que hayamos vivido»
Hay una sensación encontrada al analizar “LINEA 137”, el trabajo documental de Lucía Vassallo que sobre guion de Marta Dillon, se presenta en la plataforma www.cine.ar/play y en Cinear TV, bajo esta nueva modalidad de estrenos, sin cargo durante esta primera semana. Por un lado el documental puede construirse como un espacio de reflexión, de planteos, de dejar fluir algunas de las hipótesis que se pretenden poner a prueba para que a partir de ese diálogo que se da entre el director, los testimonios y el público, puedan surgir algunas de las conclusiones o de las respuestas que se buscan. En otros casos, el documental oficia de medio para visibilizar una realidad que suele pasar desapercibida para muchos y cumple con el objetivo de poner en pantalla y prestar la voz a aquellos que no cuentan con esa posibilidad. Es así como surgen interesantes trabajos de temas tan disímiles como los que produjo el colectivo trans “Mocha” “Reina de Corazones” o “Madam Baterflai”, ”Fotosíntesis” de Diego Fidalgo respecto de los agrotóxicos o “Niña Mamá” de Andrea Testa, sobre el embarazo infantil y temas colaterales. El trabajo de Lucía Vassallo se alinea justamente con todos ellos en el fin social que cumple, al llevar al cine, una realidad que nos atraviesa como es el caso de la violencia de género, la violencia doméstica y los casos de abuso, entre tantos otros temas que se producen en el seno familiar. En esta ocasión, se muestra a través de los diversos casos que componen el collage del que se nutre “LINEA 137” para reflejar el accionar de las psicólogas y trabajadoras sociales que trabajan en esta línea gratuita que apunta a la atención de casos de violencia familiar, en sus múltiples formas. El guion a cargo de una escritora, periodista y militante, incansable luchadora y referente en estos temas como es Marta Dillon, trastoca el punto de vista desde el que generalmente se cuentan estas historias, sin dejar de estar presentes cada una de las víctimas pero poniendo el énfasis en la labor de los profesionales que componen esta línea de ayuda, que interviene, incluso presencialmente en algunos casos, mediante equipos móviles con los que se cuentan en algunas localidad del país. Entretejiendo diversas historias en forma de capítulos, podremos ver el accionar concreto de los trabajadores de la línea para dar ayuda y protección a las víctimas y a su grupo familiar, su conexión para realizar un trabajo interdisciplinario, vinculado además con la policía y los juzgados; que tiene como objetivo brindar ayuda respetando enteramente los deseos y la voluntad de cada una de las víctimas frente a la disyuntiva de tener que denunciar una situación compleja y animarse a dar ese corte tan drástico como necesario. El objetivo de la cámara no es exponer a las víctimas sino intencionalmente protegerlas, y, en ese mismo sentido, acompañar la contención de las trabajadoras que brindan ayuda. Vassallo se escurre por las historias, fundamentalmente por medio de los trabajadores e, indirectamente, llegamos a las historias que son la base y el objetivo del trabajo que se hace justamente en la Línea 137. Lo que siempre se plantea frente a este tipo de documentales es poder repensar el público al que van dirigidos. Si bien actualmente la modalidad de estreno en la plataforma cine.ar permite una visualización más masiva, en principio este tipo suelen estrenarse en el Cine Gaumont y difícilmente lleguen al destinatario final al que parecen estar dirigidos: que alguien que es víctima de violencia familiar –que si bien no es específicamente excluyente de los sectores más carenciados y marginados de la sociedad, son precisamente los que necesitan ayuda para poder salir de una situación de violencia con un techo y comida, sobre todo en los casos en los que hay menores involucrados- pueda ver reflejado su caso y de este modo, al registrar el procedimiento y la forma en que estos profesionales brindan la ayuda pueda, animarse a extender su mano, pedir ayuda y encontrar ese empuje necesario para lograr un cambio. Sabemos que la violencia de género, y en particular, la violencia que se produce en forma intrafamiliar, tiene como característica fundamental no sólo su cronicidad sino que la mayoría de los hechos que suceden, carecen de testigos. Con lo cual, la loable tarea de “LINEA 137” -el equipo fundado en 2006 por la Dra. Eva Giberti, pionera y a la vanguardia de todos estos movimientos de ayuda social-, es la de poder romper con ese círculo vicioso que anida en el seno de cada hogar, dar ayuda y comenzar a abrir una puerta por la que poder salir del encierro violento y la asfixia. Volviendo a la idea original, justamente esa sensación encontrada es que por el estilo narrativo y por la distribución que este tipo de productos tiene en nuestro país, difícilmente llegue a despertar conciencia en las verdaderas víctimas y por su registro televisivo, bien podría pensarse en un producto para que sea apropiado por la TVPública para poder lograr una masividad que, de otra forma, es imposible. Queda siempre abierta la dicotomía, cuando uno intenta reseñar este estilo de producciones, si hay que dejar de lado las múltiples imperfecciones que tiene como material cinematográfico (secuencias demasiado fragmentarias que impiden profundizar algunos casos, pensar que el espectador cuenta con cierto andamiaje para pensar el tema y dar por sobreentendida cierta información que no se expone, confundir la mera observación con una narrativa propia del género), para celebrar que pueda acentuarse la mirada en ciertas temáticas urgentes y vitales… o si también podemos pensar en combinar ambas cosas: el arte del cine y el contenido social. POR QUE SI: «El objetivo de la cámara no es exponer a las víctimas sino intencionalmente protegerlas»
“La noche del segundo cumpleaños de la niña Carlota, Doña Leonor, viuda de Azurmendi, ya no tuvo duda alguna. El orgullo de su vientre, la luminaria de sus ojos, la alegría de su corazón, era enana…” (“De eso no se habla” – Julio Llinás) Después de su paso por el último Festival Internacional de Mar del Plata, llega en el nuevo formato de estrenos lanzado por la plataforma de cine nacional www.cine.ar/play y CINEARTV, “UN SUEÑO HERMOSO”, documental de Tomás de Leone que ha encontrado una historia atractiva, diferente, intrigante para llevar adelante un relato que transita un arco tan amplio, que se inicia con una directora que es un ícono del cine nacional para desembocar en un hecho policial, poco difundido, pero extrañamente cautivante. Rómulo Berruti y Carlos Morelli charlan en el living de su recordado programa de embriagador espíritu cinéfilo “Función Privada”, con María Luisa Bemberg. A esa altura Bemberg ya se había mostrado como una directora transgresora, diferente, de avanzada y en esa charla distendida, expone su pensamiento, enarbola el derecho de “los diferentes” y de lo distinto sin estridencias, sin panfletos ni banderías, sostenida por su inteligencia, por su arte, por sus trabajos en donde se destacaba, por lejos, de otros realizadores de la época, aquí y en el mundo. Un feminismo que ahora está en la agenda de cualquier medio, en la boca de todos, pero que para la época era absolutamente revolucionario y “la” Bemberg lo plasmaba en su arte con absoluta naturalidad. Historias de mujeres diferentes a muchas de las que mostraba el cine en aquel momento, irrumpe, con “Momentos” y “Señora de Nadie” construyendo retratos empoderados, cuando nadie hubiese utilizado esos términos para definirlas. Mujeres dispuestas a atravesar su deseo sin importar la estigmatización social, mujeres, como la propia Bemberg que supo abrirse camino en un ámbito que parecía reservado solo para los hombres y viniendo de una clase social que la colocaba en el lugar de una “niña rica” jugando a ser cineasta. Atravesó estoicamente todos esos prejuicios y preconceptos y con un puñado de películas pudo presentar su mirada tan particular del mundo y de su propio universo interior. Luego vino “Camila” y el cine de María Luis Bemberg combinó la masividad y el reconocimiento popular con una obra delicada y en sintonía con las heroínas que quería mostrar, que la llevaron a acariciar una nominación al Oscar a la mejor Película Extranjera. Otros dos fuertes retratos femeninos, de épocas diferentes pero con una temática común, fueron sus “Miss Mary” y “Yo, la peor de todas” hasta que posteriormente llega la idea de la que sería su última película “De eso no se habla”. Corría 1992 y un diario titulaba “Para su próxima película, María Luisa Bemberg necesita una enana”. Tomás de Leone articula perfectamente los diferentes tramos de la historia y luego de recorrer la filmografía de Bemberg, comienza a penetrar en este particular proceso de casting, donde se presentó Alejandra Podestá –sin experiencia como actriz pero cumpliendo el principal requisito para un gran protagónico- y a partir de allí, el pulso de la historia cambia por completo. Bemberg se animó a poner en pantalla –y en ese momento ha sido aún más vanguardista- una historia de amor completamente innovadora, transgresora y valiente apoyada en el texto homónimo de Julio Llinás, que no solamente no estigmatiza la/s diferencia/s sino que además le da un lugar de preponderancia a la protagonista, para hablar de temas poco abordados en el cine desde esa mirada. La historia de la propia Podestá comienza, casi mágicamente, a espejarse en la de su heroína de ficción: una mujer solitaria, con frustraciones y sueños pendientes, a merced de una madre sumamente sobreprotectora y un abandono por parte de su padre que la marca profundamente. Quizás la primera diferencia aparezca cuando en la ficción, nada más y nada menos que la elegante figura de Marcello Mastroianni se enamore perdidamente de ella y le pida la mano a su madre, para dar el inicio de lo que podría ser una inolvidable historia de amor. Quizás dentro de Alejandra Podestá haya comenzado a confundirse ficción y realidad y su efímero estrellato en donde apareció en reportajes, notas centrales en revistas y alfombras rojas en festivales de la mano de Bemberg, tramó,sin quererlo, una serie de sucesos hilvanados que harían que todo desembocara en un caso policial que hizo estremecer en 2011 al barrio de Agronomía. Si bien la filmografía de una directora como Bemberg es intensa e magnética, Tomás de Leone, logra captar nuestra atención y que la propia historia de Podestá nos atrape aún más y nos podamos sumergir en el universo de los “pequeños” en el que poco a poco, el trabajo documental se va internando con sus reflexiones, sus testimonios, sus vivencias de un mundo que percibimos como diferente. El retrato de Podestá, que luego se vinculará con ese hecho policial trágico que rodeó su muerte, será completado por el equipo técnico y compañeros de trabajo que a través de anécdotas y momentos de la filmación van armando el rompecabezas de una personalidad compleja, que logra escapar de una historia rodeada de una enorme tristeza, encierro y melancolía a través de “este sueño hermoso”, así como lo define así ella misma en un momento del documental en el que describe sus sensaciones frente a esa oportunidad de brillar en pantalla. Atrapada por un inicio tan rutilante, luego descartó propuestas menores – sólo tuvo una pequeña aparición en “La dama regresa” de Jorge Polaco- esperando una oportunidad igual o superadora a la de Bemberg. De Leone logra entramar un interesante abanico de miradas, complementarias entre sí, para nutrir la construcción de un retrato de Alejandra Podestá que vibra en distintas frecuencias y estamos en presencia de uno de los tantos logros del documental, que se interna en un tema tan íntimo y delicado de la vida de los “pequeños” a través de una de sus protagonistas. Son muchos los temas que “UN SUEÑO HERMOSO” atraviesa en sus breves e intensos 75 minutos, y Tomás de Leone los articula en un ritmo y un pulso perfecto, de modo tal de cerrar con una fábula intensa e íntima sobre la búsqueda de la libertad, los riesgos y las pulsiones del deseo y el sinsabor que irrumpe en las dos historias, esa angustia que golpea a Mastroianni en la ficción y el destino trágico de Alejandra Podestá en la realidad. Imperdible documental con muchas aristas y miradas que detrás del tema central nos vuelve a invitar a recorrer la filmografía de María Luisa Bemberg una vez más, una adelantada y visionaria de nuestro cine. POR QUE SI: «Tomás de Leone logra captar nuestra atención y que la propia historia de Podestá nos atrape aún más»
Con un enfoque diferente a todo lo visto sobre Malvinas, «Ni héroe, ni traidor» reflexiona sobre el «… alguien tiene que ir» frente a los telegramas que convocan al frente de batalla El cine nacional, se ha ocupado en reiteradas ocasiones de un tema tan central en la historia reciente de nuestro país como ha sido la Guerra de Malvinas. Los exponentes van desde una mirada dentro de las propias trincheras como en “Iluminados por el Fuego” de Tristán Bauer o lo mostrado en “Soldado argentino sólo conocido por Dios”, hasta una película icónica de los ´80 cuando en un momento en donde la herida se encontraba todavía muy abierta, un director como Bebe Kamin se animaba a ponerlo en pantalla grande ´-apenas dos años después de lo sucedido- con fue “Los Chicos de la Guerra”. Documentales como “Hundan el Belgrano” o la fallida experiencia de “Fuckland” también abordaron el tema desde puntos de vista diferentes y, recientemente, el trabajo teatral de Lola Arias en donde en un formato de diario íntimo se reencuentran ex combatientes argentinos e ingleses en “Campo Minado”, que luego fue plasmado en la pantalla con tintes de biodrama para ese trabajo que cierra el díptico, “Teatro de Guerra”, indudablemente uno de los trabajos más creativos, reflexivos y profundos sobre este tema. Ahora es el turno de “NI HÉROE NI TRAIDOR” la nueva película de Nicolás Savignone que si bien vuelve sobre Malvinas, lo hace desde un lugar completamente diferente y lo atractivo de la propuesta es justamente este punto de vista inédito, desde el que no se había sido abordado este tema, dentro de ninguna película nacional. Matías (Juan Grandinetti) pasa sus horas tocando el bajo, acaba de terminar el servicio militar y su única motivación –además del vínculo con su novia- parece ser ese sueño de irse a vivir a España, y poder desarrollar allí su carrera estudiando música. Pero no estamos en un momento cualquiera de nuestro país: desde el inicio la narración brinda claras referencias al tiempo en que transcurre la historia (ya sea desde una radio, desde un diario, desde la vestimenta, algún poster futbolístico, o cualquiera de las diferentes marcas que aparecen desde una cuidada reconstrucción de época): corre el mes de Marzo, Abril de 1982 y los últimos coletazos del gobierno militar se imponen con la figura de Galtieri y la decisión de recuperar el territorio de las Islas Malvinas, aún a costa de una guerra completamente inexplicable. En ese contexto, comienzan a llegar los telegramas que irán convocando a que los jóvenes que acaban de finalizar la “colimba” se presentasen para ir al combate. En el grupo de amigos adolescentes dentro de los que se encuentra Martín, aparecerán diversas posturas: desde el miedo y la negación, el pánico y la incertidumbre, hasta el patriotismo a ultranza y esos festejos con los que el pueblo suponía que derrotaríamos a los ingleses prematuramente y toda la desinformación reinante donde se subvertía todo lo que estaba ocurriendo. Como en un efecto dominó, el guion del propio Savignone junto a Pio Longo y Francisco Grassi, propone mostrar no solamente las implicancias que tienen estos momentos previos a las notificaciones, absolutamente decisivos en el grupo amigos sino que también abre el juego en el que sus propias familias quedan atrapadas / involucradas, manejando, manipulando, decidiendo y reforzando una situación, de por sí, emocionalmente caótica. El estallido de la guerra subraya aún más las diferencias y dispara reacciones muy disímiles en cada uno de los personajes frente a un momento tan extremo, exponiéndolos en sus propias contradicciones, su propia ética y sus límites morales… o la ausencia de ellos. Uno de los aciertos es como Savignone muestra las diferentes posturas de los grupos familiares a través de los vínculos de los adolescentes con sus padres. En el caso de Matías, ellos (Rafael Spregelburd e Inés Estévez en dos sólidos trabajos secundarios) responden a un esquema más tradicional en donde el padre tenía una deliberada frialdad emocional y se (pre)ocupaba más por impartir la ley dentro del hogar, y la madre parecía mucho más habilitada a flexibilizar y comunicarse desde otro lugar. Aparecen los padres más compinches (como el personaje de Fabián Arenillas) pero a costa de romper ciertos cánones de la época y, posteriormente, algunos otros vinculados con ciertos núcleos de poder, mostrarán una cierta forma de presión y de poder, tan relevantes para ese momento, con la posibilidad de que a través de algún contacto se evitase que alguno de ellos tuviera que ir obligadamente al frente. Tanto en el diseño de arte como en la fotografía, el tono de la época es preciso, acertado, y nos zambulle en lo sucedido por aquellos días. Sin embargo, Grandinetti como el protagonista absoluto que lleva el peso dramático de la historia, no cumple demasiado con el phisique du role que le impone su papel (parece demasiado más grande) y trabaja su composición en un tono en el que le cuesta transmitir los momentos más críticos de su personaje, lo mismo sucede con el personaje de Agustín Daulte que no logra convencer en los momentos más exigidos del guion. Gaston Cocchiarale y Verónica Gerez, en cambio, dentro del grupo de jóvenes, logran ser más convincentes y armónicos dentro del sentido de la historia y a los muy buenos trabajos ya mencionados de Spregelburd y Estévez se suman los de Mara Bestelli y Fabián Arenillas y fundamentalmente la participación especial de Héctor Bidonde en un pequeño personaje con el que demuestra que con solo un par de escenas, puede generar un impacto emotivo más que importante. “NI HÉROE NI TRAIDOR” logra atravesar un tema difícil a través de posiciones incómodas y complejas, en una historia que no pretende en absoluto volcarse a la complacencia pero que pierde intensidad en el trabajo distante de algunos de sus protagonistas.
Una vez más el cine nacional se sumerge en las historias de pueblos chicos con infiernos grandes, secretos de un pasado reciente que conviene que no salgan a la luz y sigan manteniéndose ocultos en su propia oscuridad. Nicolás Herzog hace su primera incursión en el cine de ficción, luego de sus dos trabajos documentales “Orquesta Roja” y “Vuelo Nocturno” construyendo un relato que involucra al espectador para ir pacientemente armando, con los datos escondidos que va desgranando el guion, una historia en donde el pasado acecha a Román (Lautaro Delgado Timruk) en cada uno de sus movimientos. “LA SOMBRA DEL GALLO” inicia con un virtuoso trabajo de la cámara de Herzog, presentando a Román en el cementerio: luego de haber recibido una salida transitoria de la cárcel de apenas cinco días en ocasión del fallecimiento de su padre –quien fuera comisario de policía- y luego de visitar su tumba, regresará a su pueblo en una clara sumersión en su pasado, en sus recuerdos, en sus propios demonios. No sabremos exactamente cuál es la razón por la que se encuentra en la cárcel, tendremos pocos datos de sus vínculos o lo sucedido en ese pueblo y algunos pocos otros, se filtrarán a través de encuentros con un ex colega (Claudio Rissi) que lo recibe y lo contiene en su regreso a la vieja casa familiar. Las noticias que vamos viendo a través de los televisores hablan de la desaparición de una adolescente en el pueblo. Este será el disparador para que Román vuelva a transitar irreversiblemente por sus zonas más íntimas, más oscuras, más ocultas y no tendrá respiro hasta tanto no siga revisando, revolviendo, removiendo esos fantasmas de su pasado. En otro plano, aparece una nueva capa narrativa en donde un pacto de silencio parece proteger al padre de Román y el papel de César -a cargo de Rissi-. Éste esconde detrás de su aparente cordialidad, hospitalidad y equilibrio familiar, una intención de controlar el presente para que no se genere ningún tipo de desborde sobre los actos del pasado. “LA SOMBRA DEL GALLO” describe, principalmente, con un muy buen trabajo de fotografía y uso del color y la edición, el espiral hacia el pasado que vivirá el protagonista. Un pasado que encierra ciertos secretos que lo perturban, lo desequilibran. Evitando apelar al típico recurso narrativo del flashback, la narración se estructura por medio de escenas que entre un clima onírico, alucinatorio y fantasmal darán cuenta de cómo Román ha quedado atrapado en sus propios secretos, los que hoy se hacen presentes a través de una inquietante figura femenina que lo acompaña. A medida que el personaje de Román pueda atravesar su camino de expiación en ese clima de sordidez, Herzog habilita sin ningún tipo de referencias explícitas ni discursos marcados, temas de agenda, mezclando hábilmente thriller más western suburbano. El guion de Herzog, escrito junto a Gabriel Bobillo, se apropia de problemáticas como la corrupción policial y la impunidad con la que se maneja el poder, la violencia de género, el machismo que se acentúa aún más en una geografía pueblerina, y se permite hablar de femicidios, de la trata, de los abusos y las desapariciones silenciados y de las imposiciones de las figuras patriarcales en ese entorno. Lautaro Delgado Timruk, a quien vimos recientemente en “Respira” y el año pasado en “Pistolero”, vuelve a construir un protagónico potente y atractivo. Cuida los detalles, trabaja artesanalmente los silencios y logra poner el cuerpo para ese personaje quebrado por el peso de la culpa que corroe el alma del protagonista y lo conduce a su desequilibrio. Claudio Rissi, como acostumbra, logra otro gran trabajo secundario y el elenco –en el que se destaca la presencia de Rita Pauls en esa fantasmagórica y perturbadora aparición femenina- forman un equipo homogéneo conducido por la mano segura de Herzog, quien logra hablar de temas ásperos y dolorosos, con una gran habilidad para evitar los lugares comunes. POR QUE SI: “Herzog logra hablar de temas ásperos y dolorosos con una gran habilidad para evitar los lugares comunes”
avid Foenkinos se ha convertido en un notable éxito editorial en Francia: sus novelas, que retratan como nadie el mundo de los que ya han pasado largamente los cuarenta, sus frustraciones, sus amores, sus decepciones, el devenir profesional y algún tinte existencialista tienen, por momentos una narrativa tan veloz, que rápidamente se han convertido en un material, fácilmente adaptable para el cine. Así, entre otros de sus trabajos, llegaron a la pantalla grande de la mano de Jean Paul-Rouve “Los recuerdos” y “Lola y sus hermanos”, junto a su hermano escribe y dirige “Algo Celosa–Jealuose” pero indudablemente su novela más famosa y su película más reconocida ha sido “La delicadeza” con protagónicos de Audrey Tautou y François Damiens y con el propio Foenkinos detrás de cámara. En “LA BIBLIOTECA DE LOS LIBROS OLVIDADOS”, David Foenkinos se aparta de sus personajes convencionales para plantear una novela de misterio dentro del mundo editorial. Claramente, es un mundo que él conoce profundamente y por lo tanto dentro del tono de comedia, también habrá lugar para que con su humor siempre irónico, pueda plantearse cómo surge en este mercado tan competitivo, ese objeto muchas veces tan difícil de lograr, ese milagro de la industria llamado best-seller. En la novela, la protagonista es Daphné, una joven editora que se dedica a descubrir talentos dentro de la nueva narrativa contemporánea y que ha podido cerrar contratos dentro de su editorial con plumas desconocidas que han logrado tener una destacada trayectoria de ventas y se convirtieron en verdaderos sucesos editoriales. Tomándose un descanso con su novio, en un pequeño pueblito casi olvidado de la Bretaña francesa, descubre en uno de sus paseos, una biblioteca en donde se guardan todos aquellos libros por los que ninguna editorial ha tenido ningún interés, libros completamente rechazados que se guardarán en sus estantes esperando que alguien los descubra, en ese lugar tan particular celosamente cuidado por una particular bibliotecaria. Allí, en esa biblioteca de libros abandonados, Daphné, con su particular olfato para encontrar diamantes en bruto, descubrirá una novela magistral escrita por Henri Pick, quien ha tenido la pizzería más famosa del pueblo y que ha fallecido hace ya dos años, llevándose el secreto de su novela a la tumba. Lo que se transforma en un impresionante boom editorial contrasta totalmente con la vida que llevaba Pick, hasta su propia viuda lo describirá como un hombre que jamás había leído un libro. El texto parece ser notable pero el suceso que logra la novela, combinado con la figura del “escritor fantasma” se convierten en un verdadero boom y Jean-Michel Rouche, crítico literario al frente de un famoso programa televisivo se obstinará profundamente con el revés de la trama y junto con la hija de Pick, Josephine, se embarcará en un viaje a la Bretaña para desentrañar el misterio detrás de la novela. Con este material Rémi Bezançon (“El primer día del resto de tu vida” “Un feliz acontecimiento”) más habituado a la comedia costumbrista, tiene la difícil tarea de adaptar una novela sumamente creativa desde lo literario pero para quienes conozcan el universo de Foenkinos, percibirán más rápidamente que no logra dar en la tecla. La novela, tras este aire de misterio “blanco” al estilo de Agatha Christie, pone su acento en la crítica al mundo editorial y cómo ciertas tendencias de mercado generan productos exitosos que se convierten en fenómenos de la mañana a la noche. Toda esta segunda lectura se pierde casi por completo en el filme de Bezançon más preocupado porque la comedia simpática funcione y depositando en el personaje del crítico literario a cargo de un gran actor todo terreno como Fabrice Luchini (que participó en producciones con grandes directores, como “Potiche” y “En la casa” de François Ozon “La Bahía” de Bruno Dumont y nominado varias veces al premio César), prácticamente todo el peso del resultado de la película sobre sus hombros. Su histrionismo para la comedia y la química que logra con Josephine (Camille Cottin), son el punto más alto que logra “LA BIBLIOTECA DE LOS LIBROS OLVIDADOS” que con guion del propio Bezançon, tendrá que sortear severos problemas frente a un casting que no termina de funcionar. Por fuera de la historia de Josephine y el crítico, la figura de la editora y su pareja -con una demasiado joven Alice Isaaz que no logra dar en ningún momento con el temple de la magnética Daphné-, que son centrales en el desarrollo de la trama, se delinean de una forma demasiado débil y la historia se desequilibra de forma tal que en algún momento, la película parece “olvidarlos”, hasta retomar su historia en el tramo final. Si bien el ritmo es entretenido y el protagónico de Luchini es siempre rendidor, la trasposición a la pantalla del texto del Foenkinos, queda muy lejos de la mirada que se pretende sobre el mundo de los editores y las editoriales, del poder de los medios para fabricar un éxito y de lo snob que puede ser el mundo de las artes cuando se lo propone. Nada de eso aparece en la adaptación de Bezançon que apenas cumple con la receta de un correcto entretenimiento.
En los últimos tiempos, la pantalla documental nacional ha sido el vehículo primordial, elegido por varios de los realizadores para lograr visibilizar temas sociales que por diversas razones, ni el Gobierno ni diversas instituciones intermedias, quieren poner a la luz para que se abra abiertamente el debate sobre diversos temas que nos preocupan como sociedad. Como si dejándolos de mostrar, no existiesen, desapareciesen, quedaría guardada alguna fantasía de solución al mejor estilo de “ojos que no ven…”. Andrea Testa, con su documental “NIÑA MAMÁ” le pone imagen y les da voz a algunas de las tantas niñas/jóvenes que transitan los consultorios de un hospital público del conurbano bonaerense en su proceso previo a ser madres o la experiencia con sus bebés de pocos meses, incluyendo asimismo testimonios de mujeres que han decidido no continuar con su embarazo. La cámara de Testa se mueve en un espacio de intimidad y cercanía respecto de cada una de las historias, y a partir de allí, la libertad con la que maneja cada testimonio permite que aparezca esta diversidad de aristas que esconde cada historia. Son diferentes variables con las que trabajar, de acuerdo a cada caso: desde el miedo y la desprotección, el señalamiento social y el juzgamiento, la vergüenza, la falta de acompañamiento de sus parejas que se encuentran completamente ausentes, el abandono, los problemas que se suscitan en el seno familiar, la angustia por tener que tomar una decisión frente a la incertidumbre y el peligro que implica un aborto inseguro/clandestino, el desconocimiento, la violencia, la presión… y la soledad. Las estadísticas son verdaderamente escalofriantes: sabemos que en la Argentina de los 700 mil nacimientos que hay, aproximadamente, por año, el 16% proviene de madres adolescentes de entre 15 y 19 años y que en ciertas provincias ese porcentaje puede alcanzar hasta el 25% y que, a su vez, crece cada vez más la cifra de embarazos en niñas de 10 a 13 años. Cerca del 70% de estos embarazos adolescentes no han sido planificados, se basan en el absoluto desconocimiento de cómo funciona su propio cuerpo y muchas veces se encuentran apoyados en falsos mitos respecto de la sexualidad y los métodos de anticoncepción. La fuerza de la propuesta de Andrea Testa es poner su cámara solidariamente al servicio de estas mujeres, para escucharlas, para darle un rostro y una voz a esta problemática, para contenerlas, para generar un espacio de reflexión donde desaparece por completo su propia figura como directora y deja fluir libremente la potencia del testimonio desnudo y sin artificios que nos brindan cada una de ellas, en su espontaneidad, en su ingenuidad, en su dolor, en esa manera de entrar a su realidad. Su trabajo documental logra armar un solo cuerpo en donde el común denominador es el desamparo: no solamente por parte de sus propias familias y de sus propias parejas sino fundamentalmente de un Estado ausente que no legisla y no ayuda ni contiene. Es imposible no empatizar rápidamente con la mirada que propone la directora, visibilizando estos temas como una de las tantas formas de empezar a ocuparnos de una vez por todas de estas jóvenes completamente abandonadas a una suerte esquiva. Presas de un cúmulo de presiones familiares, prejuicios, mandatos, maneras de pensar que no les pertenecen pero que las hacen propias, cada una de estas niñas / jóvenes / mujeres se encuentran claramente imposibilitadas de hablar desde su verdadero deseo, no son dueñas de su propio cuerpo –ni, en el fondo, de su propia vida-, quedando atrapadas entre los vericuetos legales, sociales y de ciertos principios religiosos, todas estructuras complejas y difíciles de atravesar y abandonar, sin la ayuda de un acompañamiento profesional que trabaje en esta sintonía. Algunas miradas de dolor, voces que se quiebran en un llanto, sueños que se estrellan contra esta realidad aplastante, nos involucran y nos obligan a abandonar, de una vez por todas, la indiferencia y la distancia con la que solemos entrar en algunos de estos temas que nos parecen tan alejados a nuestro cotidiano. Andrea Testa nos los acerca para tomar conciencia de que esto sucede a nuestro alrededor, aunque no lo queremos ver y que finalmente el Estado pueda comenzar a legislar activamente sobre estas cuestiones y destinar presupuesto para que, por ejemplo, acceder a un método anticonceptivo no sea una tarea ciclópea e imposible. De esta forma “NIÑA MAMA” se transforma en un documental ineludible, ese que nos involucra y nos plantea un trabajo de construcción colectiva y fundamentalmente, un cambio de mirada de manera urgente. POR QUE SI: «La fuerza de la propuesta de Andrea Testa es poner su cámara solidariamente al servicio de estas mujeres»