«The Father» es la ópera prima de Florian Zeller, un dramaturgo francés que decidió llevar una de sus aclamadas obras de teatro a la pantalla grande y hay que decir que tan mal no le fue. La película obtuvo 6 nominaciones a los premios Oscars, incluyendo Mejor Película, 4 nominaciones a los Golden Globes y 6 a los BAFTA. Además, el film obtuvo el Premio del Público en el Festival de Cine de San Sebastián. Lo cierto es que la película de Zeller brinda un acertado retrato de cómo afecta la demencia senil o el Alzheimer a los adultos mayores y cómo sus recuerdos se ven distorsionados o resquebrajados de una forma anárquica e implacable. El largometraje se centra en Anthony (Anthony Hopkins), un hombre de 80 años, que aparentemente vive solo y rechaza a cada una de las cuidadoras que su hija Anne (Olivia Colman) intenta contratar para que le ayuden en casa. Anthony comienza a tener problemas de memoria que ya no le permiten tener la libertad que le gustaría tener y a la cual se aferra mediante su comportamiento insolente, su terquedad y sus malos tratos tanto a familiares como a desconocidos. Anne comienza a sufrir y desesperarse porque ya no puede visitar o cuidar a su padre con la periodicidad que le gustaría y porque siente que su mente empieza a fallar y se desconecta cada vez más de la realidad. La memoria comienza a deteriorarse de manera irreversible, pero Anne también tiene el deseo de no poner en jaque su vida y su relación con su pareja sino de buscar alguna alternativa para no descuidar ningún aspecto de su entorno familiar. La película no solo representa un triunfo en su manera perspicaz y realista de tratar la enfermedad, sino que además toma el riesgo narrativo, sumamente atractivo, de tomar el punto de vista del personaje de Anthony para hacernos testigos de primera mano de cómo la fragilidad de la mente comienza a hacerse presente en su rutina y sus recuerdos. Este detalle no solo condiciona y hace mucho más interesante la experiencia cinematográfica, sino que sirve como plataforma para el lucimiento de Hopkins, a quien se lo ve en su mejor forma interpretativa en mucho tiempo. También cabe mencionar el estupendo trabajo de Olivia Colman como la atribulada hija del octogenario. Algunos podrán objetar que la puesta es algo teatral (algo lógico recordando que la película adapta una obra de teatro) pero la realidad es que la decisión no solo resulta entendible sino también funcional para el control de la motivación del punto de vista y las decisiones que toma el relato. Asimismo, siendo que el personaje prácticamente se encuentra recluido en su casa y que la mayor parte de la historia se desarrolla en una única locación es algo que nos termina resultando natural. Igualmente, no hay que confundirse, la fotografía de Ben Smithard y el uso del montaje hacen que la experiencia cinematográfica sea vasta y valiosa, sin que nos dé la sensación de que nos encontramos ante una obra de teatro filmada. Zeller demuestra una solidez apabullante para generar inquietud, extrañamiento e incomodidad en el espectador a medida que avanza la trama como reflejo de un maravilloso trabajo de guion junto al portugués Christopher Hampton («Dangerous Liaisons», «Atonement»). «The Father» es un gran retrato de la vejez y la pérdida de memoria, el cual está trabajado con una soltura, una emoción y un cuidado sin precedentes, poniéndonos en una perspectiva pocas veces explorada desde lo narrativo y la intensidad dramática. Una de las películas más interesantes del último año.
Tras la fallida «Suicide Squad» (2016), dirigida por David Ayer (fallida a nivel narrativo y en la recepción que tuvo por parte de la crítica, ya que el film recaudó cerca de 1 billón de dólares), llega un reboot o una película independiente dirigida por James Gunn («Guardians of the Galaxy», «Super»), conocido director que hizo el traspaso de Marvel a DC, después de una polémica detrás de unos tweets, que luego fue descartada y nuevamente lo llevaría a trabajar con Disney en la tercera entrega de los Guardianes de la Galaxia a estrenarse en un futuro cercano. Justamente, como estamos en una época caracterizada por lo efímero, lo pasatista y la novedad constante, tan solo a 5 años del estreno de aquel horrible antecedente de Ayer, llega esta «nueva visión» de Gunn que mantiene algunos elementos de la anterior (solamente los personajes de Harley Quinn, Captain Boomerang, el coronel Rick Flagg y Amanda Waller) pero re-imagina todo lo demás, buscando alejarse bastante y a futuro poder lanzar más relatos de este ecléctico grupo de personajes. Obviamente ante este escenario, sumado al agotamiento de películas de superhéroes, uno puede tener varios reparos y probablemente termine teniendo razón. Sin embargo, el film de Gunn funciona en varios niveles y fracasa en tantos otros, pero ofreciendo un entretenimiento genuino y en consonancia con la visión del director, cosa que no paso con la entrega de 2016. El largometraje vuelve a enfocarse en los villanos y/o antihéroes recluidos en la prisión de Belle Reve, bajo la atenta mirada de Amanda Waller (Viola Davis) quien los obliga a participar en misiones suicidas, con la promesa de bajarles el tiempo de la condena que llevan, pero al mismo tiempo, sin darles otra opción e implantándoles explosivos en sus cabezas a modo extorsivo si llegan a pensar en desertar o arrepentirse en pleno periplo. La misión implica infiltrarse en la isla latinoamericana de Corto Maltese (guiño al comic homónimo de Hugo Pratt), donde un gobierno militar parece tener un arma secreta en manos del villano The Thinker (Peter Capaldi), que atenta contra la seguridad internacional. Estos «héroes» improbables deberán infiltrarse en un edificio fuertemente custodiado y lleno de temibles adversarios con el objeto de develar cuál es el peligro que amenaza al mundo. A grandes rasgos este es el simple resumen de la trama que no es demasiado elaborada, pero sí efectiva para lo que pretende James Gunn. En definitiva, Gunn busca emular la dinámica que lo hizo famoso en «Guardianes de la Galaxia», pero con el grupo variopinto de personajes de DC, sumando quizás más dosis de humor negro, irreverencia, gore, autoconsciencia y el meta-comentario que remite un poco al personaje y la película de «Deadpool» (2016). A su vez, se mantiene el espíritu cómico ridículo que suele abundar en los films del director, el cual parece por momentos funcionar y por momentos no. Por otro lado, tenemos una bajada de línea bastante notoria y de trazo grueso que busca criticar la intervención norteamericana en conflictos ajenos (una mirada «progresista» que se viene mostrando bastante en el cine mainstream de acción contemporáneo) que igualmente da en la tecla teniendo en cuenta al público al que apunta, al igual que la mirada estereotipada y estigmatizante que se hace de la comunidad latinoamericana por medio de los norteamericanos que aquí se desarrolla en un terreno más ambiguo y corre el riesgo de caer en los mismos estereotipos que ridiculiza. Asimismo, el film busca emular ese mundo pop de la saga de los «Guardianes de la Galaxia», donde incluso también se apela a crear una banda sonora heterogénea (al estilo «mix tape») y distintiva donde forman parte temas como «Folsom Prison Blues» de Johnny Cash hasta «Just a Gigolo» de David Lee Roth, algo que los fans de Marvel creen que «creó» Gunn pero que ya había probado Martin Scorsese (con quien tuvo un cruce mediático hace poco) cinco décadas atrás en «Mean Streets» (1973) con canciones de los Stones y otros artistas. Por otro lado, la película intenta homenajear o recrear el espíritu de «The Dirty Dozen» (1967), película a la cual también la emula en uno de sus afiches promocionales, pero agregándole ese espíritu fantástico y de ciencia ficción que pudimos ver en sus producciones para Marvel e incluso tomando algunos conceptos de otros productos populares como puede ser el del género kaiju o monstruos de origen japones. «El Escuadrón Suicida» es un film simple en sus formas, políticamente incorrecto y sardónico en otros, que no busca más que ser un entretenimiento digno para el público de este tipo de historias y para los fans del comic original. Ni más ni menos. No pretende ni revitalizar el género que ya alcanzó el agotamiento hace rato, ni brindar un capítulo diferente en la filmografía de James Gunn ya que esta película guarda varias similitudes con Guardianes, sin desmerecer al director pero demostrando ser una apuesta segura para los estudios que buscan justamente directores de esta índole, que emulen fórmulas probadas y que dentro de todo tengan «estilo» más o menos identificable (obviamente no malinterpreten y piensen que estamos diciendo que James Gunn es un autor al estilo de Hitchcock o Scorsese, ni mucho menos pero sí que se maneja dentro de un espectro que lo distingue de sus colegas que trabajan para las mismas casas productoras y cuyas películas son indistinguibles a nivel dirección).
M. Night Shyamalan tuvo un éxito bastante tempranero al inicio de su carrera (su tercer largometraje) con «The Sixth Sense» (1999), probablemente la película más exitosa y lograda de toda su filmografía. Luego de aquel hito tuvo la oportunidad de seguir contando grandes historias en el marco hollywoodense con una aceptación moderada tanto de crítica como de público. El problema estuvo llegando a la segunda década de los 2000 cuando su creatividad comenzó a ir en una dirección inversamente proporcional a los presupuestos astronómicos que empezaron a manejar sus proyectos. «The Happening» (2008), «The Last Air Bender» (2010) y «After Earth» (2013) comenzaron a marcar un camino bastante adverso en su carrera o al menos alejado del de sus prometedores inicios. Lo cierto es que, tras esa especie de trilogía de proyectos fallidos, el realizador de origen hindú pareció encontrar nuevamente el rumbo con historias más pequeñas, alejadas de toda pomposidad y artificialidad para nuevamente volver a los orígenes y al cine de género que mejor le sienta. En el 2015, volvió con «The Visit», un thriller pequeño que se beneficiaba de la atmósfera opresiva que generaba el relato, y también dio sus primeros pasos en la TV con la extraña e interesante «Wayward Pines». Estos productos lejos de ser perfectos sí mostraron que Shyamalan no había perdido su estilo ni tampoco la memoria, volviendo a retomar los recursos y elementos que lo hicieron conocido. En 2016, «Split» volvería a ratificar la tendencia y a demostrar que el director de «Unbreakable» (2000) había vuelto a su mejor forma. Aquel film además sorprendería a la audiencia demostrando que aparentemente había una especie de trilogía en formación con los dos films antes mencionados y la posterior «Glass» (2019) que pese a ser la más floja de la trilogía fue un éxito rotundo. Esto nos lleva a la actualidad y más precisamente a «Old», su vuelta a la pantalla grande tras su paso por el streaming con «Servant», otra extraña y escalofriante serie que cuenta con su sello distintivo. El nuevo largometraje de M. Night, nos trae un atractivo y seductor «High Concept», donde un grupo de personas cae en una extraña playa en la cual el tiempo transcurre más rápido y las personas comienzan a envejecer velozmente. Allí deberán encontrar la forma de salir antes de que sea demasiado tarde. Con una premisa digna de «The Twilight Zone» (1959 – 1964), serie que sirvió de inspiración a Shyamalan para la creación de su nuevo opus, el relato cuenta con los habituales mecanismos de suspense que tanto le gusta trabajar al director (algo que probablemente haya adoptado del cine de Hitchcock), la tensión y el terror más sugestivo y puesto en lo que no se puede ver más que en lo literal o escabroso (más allá de que pueda tener algún momento de esa índole). La película está basada en una novela gráfica de Pierre-Oscar Lévy y Frederick Peeters, la cual fue adaptada por el propio Shyamalan y en la cual podemos ver varias referencias a distintos films y productos audiovisuales entre los cuales se destaca la propia película del director de «The Village» (2004), que generaba algunos climas similares en el marco de una comunidad aislada y acechada por unas extrañas criaturas que la rodeaban. Aquí la fuerza opresora es más abstracta y parece ir más en consonancia con «El ángel Exterminador» (1962) de Luis Buñel. Por otro lado, algunos momentos pueden remitirnos a la serie «Lost» e incluso a «Jaws» (1975) de Steven Spielberg al presentar a esa amenaza de tipo invisible que acecha dicha playa. Si nos ponemos a analizar minuciosamente el film, podremos encontrar varias desprolijidades a nivel narrativo, algunos desatinos en cuanto a registro interpretativo de parte de ciertos actores/actrices que se encargan de ponerle el cuerpo a los distintos personajes en sus diversas edades, así como también una polémica revelación final que como suele ser habitual en las películas que se manejan sobre un gran concepto puede llegar a decepcionar, pero lo que es innegable es la pericia de Shyamalan como director y narrador, llevando el relato hacia lugares más que interesantes y dándole desde la puesta escena y el uso de la cámara un estilo visual sólido que priorice la tensión y el manejo del suspense. Los encuadres y la elección de dejar fuera de foco o fuera de campo ciertos elementos para finalmente revelar el envejecimiento o el deterioro de los personajes hacen que la experiencia sea realmente gratificante. «Viejos» es un film entretenido que tiene varios de los vicios de Shyamalan tanto para bien como para mal. Sin embargo, y pese a los desaciertos, la experiencia cinematográfica vale la pena realmente gracias al pulso de Shyamalan para llevar adelante la narración. Un film dispar que no cerrará la grieta entre los fans y los detractores del director pero que sí mantiene su estilo y nos da algunos pocos buenos momentos pese a ciertas salidas fáciles y caprichosas.
Jaume Collet-Serra, director de «Orphan» (2009), «The Shallows» (2016) y varias películas de acción con Liam Neeson en el papel protagónico («The Commuter», «Non-Stop», «Unknown», «Run All Night»), dirige este film de aventuras y fantasía basado en una popular atracción de los parques de Disneyworld. Hubo una época en la que el cine de aventuras poblaba la pantalla, ofreciendo películas para todos los gustos, algunas para toda la familia donde también dichos sucesos se mezclaban con la acción y la fantasía, otras que ofrecían dramas de épicas proporciones y otras tantas basadas en reconocidos libros o relatos para otros medios. Tenemos ejemplos que vienen desde los años ’50 con «The African Queen» (1951) dirigida por John Huston y protagonizada por Humphrey Bogart y Katharine Hepburn de la rama más seria, pasando por historias grandilocuentes como «Fitzcarraldo» (1982) de Werner Herzog (y algunos elementos de «Aguirre la Ira de Dios»), hasta aventuras fantásticas que fueron modelando el género en su variante más moderna y volcada al blockbuster como la saga de «Indiana Jones» (1981 – 2008) de la factoría Spielberg y Lucas, o incluso otro gran ejemplo de los ’80 como fue «Romancing the Stone» (1984) dirigida por Robert Zemeckis. De los intentos más actuales tenemos la saga de «The Mummy» (1999 – 2008), inspirada en la película homónima del ’32, y la de «Pirates of the Caribbean» (2003-2017) que no solo comparte compañía productora con «Jungle Cruise» sino también el hecho de haber sido basada en un juego del parque de diversiones de la casa del Ratón. Ustedes se preguntarán ¿a qué viene esta larguísima introducción que mezcla trivia de IMDB y clase de historia?Básicamente a que si viste una o varias de las películas enumeradas, vas a notar que «Jungle Cruise» aglutina elementos y fórmulas de todas estas. Esto no necesariamente quiere decir que el film sea malo, pero sí que se nutre de convenciones y recursos mejores utilizados en obras más destacadas que las de este largometraje. La aventura arranca en Londres cuando Lily (Emily Blunt) y su hermano McGregor (Jack Whitehall) roban una piedra que los llevaría a encontrar una flor con poderes curativos, perdida en las profundidades del Amazonas. Para ello, contarán con la ayuda de Frank (Dwayne Johnson), que tiene una pequeña embarcación con la que pasea a los turistas por la zona y les saca unos cuantos billetes con algunos «inofensivos» engaños. Pero no estarán solos, sino que tendrán que competir contra el interés de Joachim (Jesse Plemons), un príncipe alemán que quiere la flor para poder ganar la Primera Guerra Mundial que estaba aconteciendo simultáneamente. Lo que no saben tanto Lily como sus aliados y Joachim con sus secuaces es que una leyenda traerá a la vida a Aguirre (Edgar Ramírez) y a su grupo de conquistadores españoles víctimas de una extraña maldición. Como dijimos anteriormente, la película aglutina diversos elementos de producciones más logradas, pero consigue mantener el interés del espectador por la gran química entre Blunt y Johnson, al igual que el pulso de Jaume Collet-Serra para dirigir las escenas de acción y aventuras. Por otro lado, la cinta parece aprovechar el timing que tiene la pareja protagónica para la comedia tanto física (slapstick) como verbal dando interesantes momentos y coreografías que enriquecen el relato. Por el lado de los efectos especiales, no hay nada que objetarle y se nota que son dignos de una superproducción de este calibre. «Jungle Cruise» es una película entretenida que apunta a las nuevas generaciones y a la nostalgia de quienes crecieron con las aventuras de las cuales este film tomó varios elementos. Una obra que le debe mucho a «Indiana Jones» e incluso a la fantasía de la «Momia» o «Piratas del Caribe» que aquí se presenta de forma más desprolija, aunque tanto Blunt como Johnson logran rescatar de la caída libre, al igual que la pericia del director de origen español.
Similar a lo que pasó hace unas semanas con «Los Croods», nos llega la secuela de «Boss Baby» (2017), un film de Dreamworks Animation que parecía no tener suficiente tela como para cortar y mandar a hacer secuelas, pero aquí llega, «The Boss Baby: Family Business», dirigida por el mismo director de la primera entrega, así como de varios productos del mismo estudio de animación, entre los cuales se encuentran «Megamind» (2010) y la trilogía de «Madagascar» como codirector. «Boss Baby» fue un film con un concepto bastante alocado y original que lograba brindar un entretenimiento para toda la familia sin demasiadas pretensiones. La animación como siempre tenía ese toque distintivo de Dreamworks Animation y, a pesar de estar a la sombra de Pixar y otros estudios como Laika, sí conseguía dar un producto de calidad que se alejaba de las secuelas que se estaban dando por ese entonces. Pasaron cuatro años desde aquel relato y continúa la tendencia de explotar fórmulas probadas y conocidas por el público, tanto por la falta de originalidad reinante en el mainstream norteamericano como también por la necesidad de obtener un rédito económico lo más inmediato posible. Es por ello, que no resulta extraño que estas producciones no terminen de funcionar en taquilla (más allá del contexto pandémico) ni de recibir la aprobación de la crítica. Si bien aquí se da un caso bastante parecido al de «The Croods», como decíamos al principio, la secuela de «Boss Baby» se siente todavía más innecesaria que la de la familia prehistórica, más allá de que tampoco es el desastre que pintaron los medios norteamericanos. El largometraje se vuelve a centrar en la familia Templeton, al igual que su predecesora, aunque en esta oportunidad los hermanos Ted (Alec Baldwin) y Tim (James Mardsen) ya son adultos y se han distanciado, siendo el primero un hombre de negocios bastante workaholic y el segundo un padre de familia que busca acercarse a sus hijas por medio de su gran imaginación. Lejos quedaron las aventuras del film anterior a tal punto de que Ted no recuerda nada de la corporación de los bebés y Tim que de alguna manera no pudo superar esas aventuras de la niñez. No obstante, un nuevo jefe (¿o jefa?) parece surgir para unir a los Templeton nuevamente en otra gran misión y para inspirar un nuevo negocio familiar. Esta segunda película busca redoblar la apuesta brindando una premisa más delirante, estridente y colorida que la anterior, en la que se refleja la imaginación del personaje principal y de los guionistas, que si bien no resulta de ser del todo novedosa sí trata de ir aumentando en extrañeza y excentricidad, lo cual le juega por momentos a favor y por momentos en contra. El elenco que le presta las voces a los personajes en su versión original es una de las cosas más atractivas que tiene para ofrecer esta película para los adultos (a las voces de Baldwin, Mardsen también se les suman las de Amy Sedaris, Ariana Greenblatt, Jeff Goldblum, Eva Longoria, Jimmy Kimmel y Lisa Kudrow) que apunta a un público más infantil principalmente. «Un jefe en pañales 2: Negocios de familia» es un film entretenido que, a pesar de sus fallas, logra brindar una experiencia familiar digna en la que no faltarán las risas y un trabajo de animación impecable. No será de las producciones más destacadas de Dreamworks pero tampoco resulta ser el desastre que pintaban algunos medios.
En 2018 fuimos testigos del salto al estrellato de John Kransinski (Jim en «The Office») como director. El mismo había dirigido previamente dos largometrajes («Brief Interviews with Hideous Men» de 2009 y «The Hollars» de 2016) que habían pasado por debajo del radar con escasas repercusiones. Fue la primera entrega de «A Quiet Place», la cual a través de un high concept bastante atractivo y seductor, que el realizador estuvo en boca de todos y que prácticamente tras ese exitoso estreno se planteó la idea de hacer una secuela. Por lo general, el problema con las secuelas de este tipo de películas es que no suelen estar a la altura del film original y encima repiten dinámicas de la primera, pero sin el efecto «sorpresa» o la novedad, algo de lo cual «A Quiet Place» tampoco puede escapar. La secuencia de apertura del relato se remonta al origen de la invasión de los extraterrestres como excusa para ver una vez más al personaje de Lee Abbott (Krasinski) junto a su familia y también para presentar a Emmett (Cillian Murphy), un vecino y amigo de la familia que no apareció en la película anterior y que tomará un rol preponderante en esta aventura. Luego de ese prólogo, los eventos se sitúan inmediatamente después de los fatales incidentes ocurridos en la primera parte, donde Evelyn (Emily Blunt) y sus hijos (Milicent Simmonds y Noah Jupe) deben enfrentarse nuevamente a los peligros del mundo exterior para buscar ayuda de los sobrevivientes que se encuentran en las cercanías de su granja familiar. Forzados a aventurarse a lo desconocido, pronto se dan cuenta de que las criaturas que cazan orientadas por el sonido no son la única amenaza que acecha, sino que pueden ser incluso más humanas y terrenales. Por un lado, podríamos decir que la película es correcta, brinda un entretenimiento sólido en sus 97 minutos de duración y el elenco puede sobrellevar la historia con altura. Asimismo podemos agregar que se tomaron algunas decisiones que no le juegan del todo a favor a la obra y que terminan de comprometer lo que podría haber sido una interesante secuela. Mientras que la primera entrega era un prolijo y contenido thriller que presentaba algunos mecanismos del terror para generar climas avasallantes y una tensión que iba creciendo cada vez más, aquí se diluye un poco esto volcándose más a la acción en ciertos pasajes. Además, si bien este «gimmick» o recurso de hacer que el diseño sonoro esté al servicio de la narración por medio de la particularidad del poder de escucha privilegiado de los aliens, aquí se ve un poco disminuido y ya no están tan trabajados los sonidos en yuxtaposición con la ausencia de estos. El concepto de «silencio» para generar momentos de tensión y suspenso, ya no son algo en lo que se profundice tanto como en el largometraje anterior y termina siendo algo que le juega más en contra que a favor. Por otro lado, lo que se planteaba interesante en esta secuela era ver cómo el personaje de Evelyn se arreglaba sola para vivir en ese contexto apocalíptico con un bebé recién nacido y sus dos hijos, pero le agregaron el personaje de Cillian Murphy para que «acompañe» y/o ocupe ese espacio que había dejado Lee Abbott, e incluso en esta oportunidad Evelyn pasa a un segundo plano. Igualmente, sí es un acierto que el personaje de Regan (Simmonds) tenga mayor protagonismo, ya que no solo había demostrado ser interesantísimo para la trama, sino que además sirve para demostrar lo buena que es la joven actriz. Probablemente la determinación de Regan y su actitud de hacerle frente a las amenazas terminen de compensar (en parte) lo que pasó con su madre que quedó más relegada. Otra de las cosas que hacía más convincente al film anterior era esa decisión de no mostrar demasiado a los monstruos y de «sugerir» más que «revelar», algo que queda totalmente descartado en esta oportunidad y donde terminamos viendo continuamente a estos bichos, que, a decir verdad, tienen un diseño bastante genérico. «A Quiet Place: Part II» es un film entretenido y efectivo en lo que se propone contar, con grandes interpretaciones de parte de su elenco y algunos momentos de tensión bien construidos. Habiendo dicho eso, la innovación respecto a la primera entrega es poca y Krasinski termina jugando un poco a lo seguro, sentando las bases para seguir expandiendo el universo y preparar los siguientes capítulos de este mundo en silencio.
«La Purga» inicio su camino allá por 2013, siendo una película de bajo presupuesto (un costo estimado de 3 millones de dólares) y logrando obtener una recaudación total cercana a los 90 millones. Este peculiar film que presentaba una premisa bastante interesante, no solo nos brindaba un relato del estilo «home invasion» sólido y bien elaborado, sino que además se tomaba el tiempo para realizar una crítica a la sociedad norteamericana contemporánea bastante convulsionada y con problemas raciales, de violencia y odio a flor de piel. Por ese entonces, nadie imaginó que la pequeña historia producida por Blumhouse compondría una franquicia de 5 films y una serie de televisión con dos temporadas, 8 años después del estreno de la película original. Lo cierto es que contra todo pronóstico y por más de que estemos ante una producción comercial que sigue intentando ampliar las ganancias del/los estudio/s, cada entrega de «The Purge» supo llevar la premisa hacia otro terreno para ampliar el contexto y también seguir teniendo más cuestiones para reflexionar. La secuela de la entrega original, «The Purge: Anarchy» (2014), llevaba ese microcosmos de la primera de extraños tratando de irrumpir en la casa del protagonista, al exterior y mostrando como son las cosas afuera, es decir, para las personas que no se atrincheran en sus casas. Luego vino la tercera parte, «The Purge: Election Year» (2016), que ponía en tela de juicio cómo la purga jugaba un papel preponderante en un año de elecciones y cómo los políticos usaban este hecho como una pieza clave en el ámbito legislativo para manipular el descontento de las masas, un claro alegato de lo que sería los Estados Unidos de Donald Trump. Y dos años más tarde, llegaba la precuela «The First Purge» (2018) que analizaba como comenzó todo el universo descripto en las películas, poniendo el eje en las clases sociales más bajas y en la cuestión racial. La semana pasada se estrenó la ¿última? entrega de la saga que pese a que ya se puede notar un poco el desgaste del concepto logra brindar lo que podría ser un correcto final para la franquicia. En esta oportunidad, el largometraje se sitúa en el sur de los EEUU, más precisamente en Texas, donde las armas son moneda corriente entre sus ciudadanos. La noche de la purga parece pasar sin ningún tipo de eventualidad como se viene haciendo durante años. No obstante, surge un movimiento clandestino, para el cual ya no es suficiente una noche anual de anarquía y asesinatos, así que deciden devolver a Estados Unidos el caos y las masacres sin fin, donde nadie volverá a estar a salvo. Una «Purga por siempre». Adela (Ana de la Reguera) y su esposo Juan (Tenoch Huerta), dos inmigrantes mexicanos, habitan en Texas donde él trabaja como peón en un rancho para la adinerada familia Tucker. En la mañana después de la tradicional purga, una banda de asesinos enmascarados ataca violenta e ilegalmente a los Tucker. Tras este hecho, la familia texana se ve obligada a unirse con Juan y su esposa para enfrentar un país entero a punto de colapsar, que se hunde en un mar de caos y de sangre. James DeMonaco, director de las primeras tres películas y guionista de toda la saga, sigue encontrando la vuelta para mantener a su propio universo como una propuesta entretenida que se toma el tiempo para sus planteos políticos y socioculturales. Ana de la Reguera, Tenoch Huerta y Josh Lucas realizan un gran trabajo componiendo a los protagonistas de este relato que se unen para intentar proteger a sus disímiles familias de un mismo enemigo común. «La Purga Por Siempre» es una película a la que no le falta la irreverencia ni la acidez necesaria para brindar un relato correcto y lo que sería una digna conclusión. Si este capitulo funciona probablemente sigamos teniendo más películas de «La Purga», pero al menos de momento y casi de manera accidental podemos decir que tenemos una antología efectiva que, pese a que a veces no se caracteriza por su sutilidad en lo que plantea narrar, sí logra otorgarnos una mixtura entre acción y terror muy disfrutables.
«Black Widow» hizo su primera aparición en el Universo Cinematográfico de Marvel en 2010 en la segunda aventura en solitario de «Iron Man». Allí inició su camino el ahora reconocido personaje interpretado por Scarlett Johansson de una forma bastante hipersexualizada que poco a poco fue corrigiendo el rumbo con el avance del #MeToo y el correr de los años. Así y todo, tuvieron que pasar 11 años para que Marvel decida estrenar su film en solitario, habiendo quedado en una especie de limbo creativo durante mucho tiempo y teniendo que ver como otros personajes que no estaban en los inicios de este MCU, tengan su película antes que ella. Obviamente, «Wonder Woman» (2017) allanó el camino e hizo que más personajes superheroicos femeninos como «Captain Marvel» (2019) puedan tener su protagónico en la gran pantalla, pero aun así las aventuras de Natasha Romanoff seguían siendo postergadas. Tanto fueron pospuestas, que incluso el personaje murió en «Avengers: Endgame (2019)» y por eso este film se siente como tardío e incluso intrascendente. Más allá de eso la película está aquí entre nosotros, y si bien podría llegar a pensarse que las características de la espía rusa daban justamente para tener un relato que coquetee con el thriller de espionaje (que solo es tocado en la trepidante introducción del film), en definitiva, termina siendo otro de los tantos relatos de ciencia ficción de fórmula a los que ya nos tiene acostumbrado Marvel hace tiempo. El largometraje se enfoca en retratar dos períodos, la infancia de Natasha en EEUU y como termina convirtiéndose en una espía y asesina implacable para la Unión Soviética, al mismo tiempo en que vemos su aparente «marco familiar» compuesto por Alexei (David Harbour), Melina (Rachel Weisz), y su hermana Yelena Belova (Florence Pugh, en su representación adulta), para luego situarnos en la época post «Civil War» (2016) donde los Avengers estaban divididos. Es en ese preciso momento donde Natasha deberá volver a sus orígenes cuando una conspiración la lleve a reencontrarse con su familia, que no es otra cosa que un grupo de ex agentes de soviéticos ya separados y con situaciones personales bastante alejadas del resto. Natasha deberá lidiar con Dreykov (Ray Winston), el líder de la agrupación Red Room y con varias de esas relaciones familiares resquebrajadas que quedaron de su vida anterior a su etapa de Vengadora. Probablemente uno de los principales problemas de la obra es que trabaja con el personaje más terrenal del MCU pero así y todo la acción se vuelca a la ciencia ficción, desperdiciando la posibilidad de poder hacer una digna película de espionaje (incluso en un momento Natasha se encuentra viendo Moonraker de James Bond, que nos deja con la sensación de que podría haber sido un film de Bond pero justo decidió parecerse específicamente a ese que es de los más inverosímiles). Cate Shortland (directora de «Lore») parece tomar ciertos elementos de «The Americans» en el inicio de la película o incluso «Killing Eve» con esa dinámica de ir trasladándonos por diversos países y locaciones, para después brindarnos algunos pasajes de comedia que reflejan la relación del personaje de Scarlett Johansson con su familia improbable y disfuncional. No es que el film resulte ser malo o aburrido, de hecho cuenta con varias secuencias de acción bastante creativas e impresionantes como nos tiene acostumbrado Marvel pero también sucede que la trama es bastante genérica y de fórmula, e incluso la introducción de tantos personajes nuevos y desconocidos, entre los que se destaca Yelena, con una maravillosa interpretación de la talentosísima Florence Pugh («Midsommar», «Little Women»), hacen que se le quite peso nuevamente (tal como pasaba en algunas entregas de «Avengers») a Black Widow que en esta ocasión es el personaje principal (o al menos debería serlo). Otra vez Marvel parece poner el ojo en el futuro y en el traspaso del mando (un traspaso que también es generacional) que termina olvidándose del presente y de darle una despedida digna al personaje que también resulta algo tardía y vacía por las cuestiones que explicábamos al comienzo de esta reseña. «Black Widow» es ser un capítulo que no termina de hacerle del todo justicia al personaje, por lo que representaba para el MCU y por su aventura tardía, pero que aun así se presenta como un film de acción vertiginoso que gustará a los fans de Marvel y de este tipo de relatos.
Tras haber deslumbrado al mundo con «Shoplifters» (2018), film por el que obtuvo la preciada Palma de Oro en el prestigioso Festival de Cannes, Hirokazu Koreeda realiza la primera película fuera de su Japón natal, para seguir creando y haciendo gala de esa precisa sensibilidad con la que retrata las distintas dinámicas y relaciones familiares. Koreeda es un realizador japonés de extrema compasión y humanidad para presentar los diversos marcos familiares que suelen abundar en sus historias. Algunos advierten que su estilo tiene algunas semejanzas o puntos en común con el de su reconocido compatriota Yasujirō Ozu, pero como las comparaciones son odiosas vamos a evitar entrar en esa disyuntiva para celebrar el estilo de Hirokazu, el cual sigue presente por más que cambiemos el idioma y el país en el cual fue rodado su más reciente largometraje. «La Vérité» (título original del film) nos presenta a Fabianne (Catherine Deneuve), una gran estrella del cine francés, que parece estar en el ocaso de su carrera y, si bien todavía es amada y admirada por el público, se siente amenazada por el surgimiento de una joven actriz llamada Manon Lenoir (Manon Clavel). Toda esa admiración y afecto que despierta en la audiencia parece ir en contraposición con su vida privada, más precisamente con su familia, ya que tiene varios conflictos y disputas con su hija Lumir (Juliette Binoche). Lumir viaja con su marido (Ethan Hawke) e hija a París cuando se publican las memorias de su madre. El encuentro no tardará en convertirse en un clásico enfrentamiento donde se revelarán verdades, se ajustarán cuentas, se hablará de amor y de resentimiento. El director de «Like Father, Like Son» (2013) logra brindar un relato intimista e inspirado que si bien no alcanza la maestría o la destreza narrativa de «Shoplifters» o «After the Storm» (2016), sí resulta ser un paso más que convincente en su carrera, demostrando que el cambio de idioma no representa una barrera para poder seguir contando y/o creando esos microcosmos familiares de carácter universal, con dinámicas más que aceitadas y convincentes. Es interesante como si contrastamos este relato con los anteriores, las temáticas profundas siguen siendo parte del panorama por más que la acción se mude a Francia y pase de un clan de bajos recursos («Shoplifters») a una familia acaudalada. Las frustraciones, las miradas diferentes entre las generaciones mayores y las más jóvenes, y los desacuerdos están a la orden del día, esta vez poniendo el foco en una especie de estrella de la industria cinematográfica francesa, y cómo sus memorias parecen diferir de los recuerdos de su hija y allegados. Por otro lado, ese ejercicio meta discursivo del cine hablando sobre el cine al mismo tiempo en que se traza un paralelismo entre el personaje principal y la propia Catherine Deneuve le dan un valor añadido que enriquece y complejiza aun más a la obra. Dicho sea de paso, el duelo actoral entre Deneuve y Binoche es uno de los puntos más sobresalientes de la película que vale la pena señalar. Probablemente, vista en retrospectiva, «La Verdad» sea un relato correcto e interesante que igualmente se encuentra un escalón por detrás de los trabajos previos de Koreeda, pero aun así su sensibilidad y su talento para componer estos relatos hacen que esta película sobresalga dentro de la enorme oferta de dramas familiares que suele haber en el ámbito cinematográfico.
Siete años después de la primera a entrega, llega la secuela de «Los Croods», una de las películas animadas de Dreamworks que si bien no se encuentra entre sus producciones más destacadas sí logra dar un entretenimiento digno para toda la familia con una animación más que sólida, un humor inteligente y un elenco envidiable que presta sus voces para la ocasión. «The Croods» (2013) fue un film bastante amable que nos presentaba a una familia bastante excéntrica que debía sobrevivir en la prehistoria a un ambiente hostil lleno de desastres naturales y a depredadores temibles. Se hacía presente la alegoría de la caverna de Platón, cuando el padre de la familia le comentaba sobre los peligros externos a sus seres queridos, pero cuando finalmente se ven obligados a emigrar para poder subsistir, conocen un mundo vasto lleno de peligros y posibilidades por igual. Era difícil imaginar una secuela viendo cómo se desarrollaba la primera parte, y teniendo en cuenta que fue un éxito moderado en su estreno. No obstante, la aparente falta de ideas hizo que esta peculiar familia vuelva a las andadas con una historia bastante entretenida e igualmente inspirada que pese a no ser una obra maestra de la animación logra separarse de su predecesora y sostenerse por sí misma con un planteamiento maduro y una trama que atraerá tanto a grandes como a chicos. El largometraje sigue a la familia del título y a Guy (Ryan Reynolds) que, tras los eventos de la primera historia, vuelven a verse obligados a partir en busca de un nuevo hogar más seguro y lejos de los peligros que habitan en el mundo prehistórico. Por otro lado, Guy y Eep (Emma Stone) comienzan a tener una relación más fuerte y desean formar su propio clan, cosa que a Grug (Nicholas Cage) no le gusta para nada. Cuando los Croods encuentran un idílico paraíso amurallado repleto de comodidades, comida por todos lados y un lugar aparentemente apacible para asentarse, descubren que hay otra familia que vive allí. La familia Betterman. Los Betterman aparentan ser individuos más evolucionados, con aptitudes más desarrolladas que los llevan a realizar elaboradas invenciones como una casa en un árbol, enormes huertos, y varias herramientas que los parece ubicar varios escalones por delante de los Croods en la escala evolutiva. Cuando los reciben como sus primeros invitados, no tardan en surgir tensiones entre nuestros queridos cavernícolas y sus nuevos y modernos semejantes. Cuando todo parece perdido, una nueva amenaza embarca a las dos familias en una aventura épica más allá de la seguridad de la muralla, que los obligará a aparcar sus diferencias, aunar fuerzas y luchar por un futuro juntos. Si bien este encuentro de los Croods con unos seres más evolucionados capaces de realizar un gran número de variopintas invenciones nos recuerda un poco al estilo de los queridos personajes de Hannah Barbera, «Los Picapiedra» (1960 -1966), los protagonistas del film de Dreamworks siguen manteniendo su esencia por medio de una historia sencilla pero funcional, con unos personajes consolidados y una animación bastante estilizada, que mejora sustancialmente respecto a la primera parte. Al ya maravilloso elenco de la primera con Stone, Cage, Reynolds y Catherine Keener, se les suma los talentosísimos Peter Dinklage, Leslie Mann y Kelly Marie Tran. Probablemente no tenga el nivel de detalle o de calidad narrativa de las producciones de Pixar o incluso de otras de la misma Dreamworks como «Shrek» o «How to Train your Dragon», pero esta secuela sigue manteniendo la magia de la primera aventura de los Croods y un puñado de buenas ideas que hacen crecer (evolucionar) a los personajes, logrando recapturar la emoción de la primera e incluso adicionando un gran timing para la comedia con las nuevas incorporaciones al elenco. «Los Croods 2: Una Nueva Era» puede que no sea realmente novedosa y que apunte a un público más infanto-juvenil, pero sí logra ser tan encantadora y entretenida como la película original. Un film que dentro de la escasa oferta cinematográfica que tenemos actualmente vale la pena disfrutar en familia.