Cuando era un simple estafador y ladrón de autos que se hacía pasar por agente del FBI para salirse con la suya, Bill O’Neal (LaKeith Stanfield) no tenía mucho interés por la política. Quizás nunca lo hubiera tenido de no ser porque, cuando finalmente es arrestado, el agente Roy Mitchell (Jesse Plemons) lo extorsiona para infiltrarse en la sección local de Las Panteras Negras y actuar como informante del FBI a cambio de no ir a la cárcel. Su objetivo principal es mantener bajo vigilancia a Fred Hampton (Daniel Kaluuya), un joven líder carismático de Chicago que acaba de ser nombrado presidente de la sección de Illinois del Partido de los Panteras Negras y que tiene un gran futuro como referente social y político de la comunidad negra a nivel nacional. Para el FBI es una gran amenaza no solo por su lucha antirracista y por los derechos civiles, sino principalmente por su discurso abiertamente socialista y revolucionario en plena guerra fría con la Unión Soviética. Sin mucho margen para negarse, pero también tentado por las recompensas económicas que le ofrece el FBI, Bill asciende rápidamente dentro del partido hasta convertirse en un hombre de confianza de Fred y encargado de la seguridad de toda la sección, una posición de privilegio desde donde oficiar como informante y saboteador de las actividades del partido. Es una actividad tan lucrativa como riesgosa, pero además poco a poco Bill comienza a poner en cuestionamiento sus lealtades al generar vínculos reales con la gente que está espiando al servicio de un gobierno que también lo oprime a él. Judas y el Mesías Negro revolucionario La decisión de nominar ambas estrellas de Judas y el Mesías Negro a los premios Oscar como actores de reparto fue bastante cuestionada, pero hay algo en la propuesta narrativa que parece darle sentido a que ninguno de los dos lograra suficientes votos como protagonista: es que no queda demasiado claro qué historia pretende contar Judas y el Mesías Negro. Esta película podría haber sido narrada como la historia de Bill o como la de Fred contada desde la perspectiva de Bill. Ambas decisiones hubieran sido igualmente posibles y válidas, llevando a resultados diferentes, pero Judas y el Mesías Negro parece querer ser ambas en simultáneo. Con esa decisión ambiciosa, que no le sale del todo bien, se queda en la superficialidad de ambas. Los dos personajes protagónicos son interesantes en similar medida y ambos dejan la sensación de que tenían bastante más para contar que lo que finalmente ofrece Judas y el Mesías Negro, especialmente Bill y los conflictos que le genera estar traicionando a los Panteras, por más que no tiene una afinidad política profunda con ellos. Ocurre también con Fred Hampton como un líder político capaz de ampliar su mirada por fuera de su comunidad afro y apuntar a problemas estructurales de más amplio espectro, los que incluso son quienes empujan a Bill a cometer su traición. Es probable que profundizar en este punto hubiera llevado al film a un resultado más interesante pero también más polémico, pues hubiera necesitado hacer aún más hincapié en la mirada de Fred Hampton sobre que el racismo es una parte intrínseca del capitalismo más que un efecto secundario no buscado, el cual puede ser corregido con algunas acciones pacíficas. Esta “tibieza” es un problema con el que tienen que lidiar muchas veces las películas basadas en hechos reales cuando deben balancear la precisión histórica con el trabajo de contar una buena historia. Para compensar, en general se apoyan en un elenco que pueda darle suficiente carisma a los personajes: es justamente lo que ocurre en Judas y el Mesías Negro, siendo rescatada por el gran oficio de sus dos protagonistas pero también del resto de los secundarios que los rodean, por más que todos aparentan tener diez años más que los personajes casi adolescentes que interpretan.
Dos siglos en el futuro, la humanidad ha comenzado a colonizar un nuevo mundo con la esperanza de encontrar un destino mejor, lejos del arrasado planeta en donde tuvo sus orígenes. Ese nuevo mundo se parece bastante al antiguo, salvo por la importante diferencia de que todas las criaturas que lo habitan reciben la habilidad de materializar sus pensamientos en forma de sonido e imágenes. Esa situación, a la que bautizaron simplemente como el Ruido, puso a prueba tanto la cordura como la convivencia de la Primera Ola. Las cosas no salieron tan bien como se habían planeado. Apenas una generación después de que la primera ola se instalara en el planeta, solo queda un pequeño pueblo únicamente habitado por hombres. Todd (Tom Holland) es el más joven de ellos y está a punto de convertirse en adulto. A diferencia de su familia adoptiva y la mayoría del resto de los habitantes de Prentisstown, Todd no conoció otra realidad más que la de convivir con el Ruido, por eso cuando encuentra vagando en el bosque a Viola (Daisy Ridley) debe enfrentarse a dos grandes novedades al mismo tiempo: es la primera mujer que ha visto desde que era un bebé, pero también la primera que no está rodeada por la bruma del Ruido, dos revelaciones que ponen en cuestionamiento todo lo que creyó saber hasta entonces. Caos el Inicio, pero no sabemos de qué “Un hombre sin filtro es un caos andante”, dice con otras palabras Caos El Inicio (Chaos Walking) al comenzar, y es otro ejemplo de traducciones que rompen el sentido de un título que expresaba con mucha síntesis de qué se trata la película. Porque además de ser una historia de ciencia ficción y aventuras, el foco de Caos El Inicio está puesto en el bombardeo constante de información y pensamientos por el que pasan nuestras mentes constantemente, usualmente sin que siquiera estemos conscientes de ello. Tal vez porque esa idea es tan abstracta y compleja de trasladar a imágenes, resultó que Caos El Inicio tuvo que pasar por las manos de varios guionistas sucesivos, algo que nunca es un buen indicio pues suele resultar en una composición de pedazos de textos cosidos entre sí para formar un Frankenstein que pueda sostenerse. Sin embargo, puede acusarse a Caos El Inicio de resultar genérica y de desaprovechar potencial mucho más que de resultar incomprensible o confusa. No necesita caer en sobre explicaciones para establecer las reglas de su mundo y es fácil seguirle el hilo sin conocer previamente nada de los libros, de los que solo toma la idea básica para luego hacer su propia versión de la historia, mucho más centrada en la acción. Por el contrario, toda la idea del Ruido y cómo afecta a quienes conviven con él -que podría haber sido lo que la convierta en una propuesta con mayor identidad y con un valor agregado por sobre el resto del género- es explorada de forma apenas superficial. También toca tangencialmente temas como el autoritarismo y el fanatismo religioso, pero una vez más son dos ejes que no tiene la voluntad de desarrollar realmente y quedan como temas laterales a la trama de aventuras sin aportar mucho. Quizás sea demasiado pedirle eso a una propuesta que está claramente apuntada al entretenimiento, pero son todas cosas que la misma película insinúa y después nunca desarrolla, quedándose a medio camino de todo lo que va prometiendo a lo largo de su transcurrir. Es allí donde se nota la mano de los diferentes guionistas superponiéndose. En cuanto al elenco, es de imaginarse que se encontraron frente a un desafío bastante extraño de llevar adelante, y no me refiero al hecho de que la dupla de protagonistas adolescentes sea interpretada por dos personas que ya están más cerca de los treinta que de los veinte; por más que es un detalle que salta a la vista y afecta bastante al verosímil, estamos aceptando que hay cosas más fantásticas en Caos El Inicio como para enfocar en eso una crítica. Me refiero al hecho de que la mitad de lo que actúa todo el elenco no lo expresan con sus cuerpos sino con el Ruido, sus propias voces e imágenes agregadas por encima posteriormente y que también forman parte de la actuación que deben interpretar para narrar sus personajes. caos el inicio Es en la interpretación de esa marea de ideas incontrolables y en su materialización donde se encuentra el punto más interesante de Caos El Inicio y donde más se luce Tom Holland como protagonista. También ocurre con Mads Mikkelsen como antagonista justamente por hacer todo lo contrario, porque en una realidad donde las ideas fluyen incontrolablemente a la vista de todo el mundo, nada es más aterrador que una persona que logra mantener el silencio.
En un antiguo hospital aislado del mundo exterior, cuatro adolescentes reciben ayuda profesional con la esperanza de aprender a controlar sus habilidades mutantes de forma segura para el resto de la sociedad. El progreso es lento y limitado, hasta que la llegada de una nueva integrante rompe el delicado equilibro. los nuevos mutantes crítica poster los nuevos mutantesDani Lonestar (Blu Hunt) es la única de los nuevos mutantes en la instalación que parece no conocer sus habilidades, pero despierta en una de las camas del hospital después de que un tornado arrasara con la reserva donde vivía toda su tribu, dejándola solo a ella como sobreviviente. Solamente la doctora Reyes (Alice Braga) parece tener alguna idea de lo que es capaz de hacer, pero el secretismo no ayuda para ganarse la confianza de sus desconfiados compañeros de encierro. Noche por noche, cada uno de los nuevos mutantes deberán enfrentar a las encarnaciones de sus peores traumas y miedos, viéndose forzados a utilizar sus temidas habilidades para sobrevivir, pero también a resolver algunos de los conflictos que les impedían controlarlas hasta entonces. Mejor tarde que nunca con Los Nuevos Mutantes Son conocidas las demoras y postergaciones que sufrieron Los Nuevos Mutantes (The New Mutants) entre su realización y la llegada al público, más teniendo en cuenta el atípico 2020 donde apenas pudo verse en unas pocas salas de cine y casi sin repercusiones. En general, dos años no significan nada para la industria cinematográfica, pero para el frenético sector superheroico, puede ser una eternidad. Ya casi olvidada y sin muchas expectativas, Los Nuevos Mutantes recibió un estreno de compromiso que hace lamentar una posible oportunidad desaprovechada. Después de dos películas de X-Men completamente fallidas, Dark Phoenix y Apocalipsis, es fácil decir que el director Josh Boone estaba bien encaminado con la idea de desviar el camino establecido para las películas del género y tomar un giro hacia el terror, sin abandonar del todo la acción. La elección de la historia y los personajes que la pueblan es acertada pues la adolescencia es un momento traumático retratado más de una vez por las aventuras de la franquicia mutante. Encerrar a algunos de los sujetos más afectados en un psiquiátrico abandonado y enfrentarlos con la manifestación física de sus terrores resulta un planteamiento obvio, pero efectivo. Sin embargo, también queda la sensación de que se podría haber desarrollado con mayor profundidad a sus protagonistas, sobre todo porque se cuentan a medias historias que, posiblemente, dejen afuera a quienes no los conozcan previamente. Se intuye que estaba planeado, al menos desde el guion, pero no llegó a concretarse. La falla principal de Los Nuevos Mutantes no se encuentra en la propuesta ni en el elenco; por más que algunas de las líneas de diálogo le jueguen en contra, se desempeña de forma más que correcta. Por el contrario, es la tibieza a la hora de abrazar este cambio de género donde Los Nuevos Mutantes pierde fuerza, especialmente cuando deja la sensación de que grabaron una película que iba a ser, por lo menos, PG-16 y en postproducción la diluyeron para que se encuadrara en el estándar PG-13. Productos del mismo estudio como Deadpool y Logan han demostrado que es posible atreverse a empujar esa barrera, pero evidentemente alguien tomó la decisión de no correr ese riesgo con Los Nuevos Mutantes. Incluso con estos problemas, Los Nuevos Mutantes resulta una propuesta interesante para un género que viene pidiendo una renovación hace tiempo. Con una trama simple, pero funcional (que además fue revelada casi por completo en los años previos dejando muy poco espacio para la sorpresa) y escenas de acción entretenidas que reflejan la inexperiencia de los nuevos mutantes a la hora de utilizar sus habilidades para defenderse. La mayor crítica contra Los Nuevos Mutantes no viene por los errores o desaciertos que pueda tener en la realización, sino porque se siente un potencial desaprovechado en los márgenes de lo que finalmente vemos como producto final.
Apunto de cumplir los treinta años, Cassandra (Carey Mulligan) abandonó hace tiempo su sueño de ser médica y subsiste a duras penas como camarera en un café donde no junta ni siquiera lo suficiente como para vivir sola. Su misión en la vida pasa por otro eje. Cada semana se produce con empeño y sale a recorrer locales nocturnos donde se ofrece como carnada a diferentes depredadores. Fingiendo estar demasiado borracha, incluso como para mantenerse en pie, es habitualmente abordada por hombres que pretenden tener sexo con ella sin preocuparse demasiado por las condiciones en que eso suceda. Ella sostiene su actuación hasta el último momento, “despertando” justo a tiempo para darle un buen susto a sus abusadores y obligarlos a enfrentar la realidad de lo que estaban a punto de hacer. Recién después de una larga lista de abusadores confrontados, Cassie se reencuentra con Ryan (Bo Burnham), un antiguo compañero de estudios en quien parece encontrar a un hombre con el que podría entablar una relación saludable y, quizás, hasta comenzar a sanar las antiguas heridas del pasado que la pusieron en este camino. Pero eso también trae de regreso a su vida los recuerdos con los que viene batallando por años. Hermosa venganza; sobre culpa, traumas y sanación La decisión de traducir Promising Young Woman (Una Joven prometedora) como Hermosa Venganza es, como mínimo, desacertada. Siendo menos benévolo, prácticamente es un insulto a la obra de la debutante directora Emerald Fennell (Killing Eve). Pese a lo que insinúa también el trailer, que la vende como si fuera casi una comedia centrada en el despecho de una protagonista mentalmente inestable, Cassie no es simplemente una Charles Bronson que sale a hacer justicia por mano propia al azar. Tampoco concuerdo con las referencias a Hermosa Venganza como un rape and revenge, porque el eje de la historia que narra está en el proceso interno de un personaje profundamente dañado y atravesado por la culpa, con grandes dificultades para establecer relaciones de confianza a raíz de un evento traumático en su pasado. Ella fue forzada a ver detrás del telón para entender cómo se mueven algunos de los hilos de la sociedad donde vive y cómo funcionan las relaciones de poder. Y para resistir ese aprendizaje desarrolló un par de herramientas que le permiten desestabilizar levemente el orden naturalizado, invertir su relación con el miedo para intentar retomar el poder que le es negado. Son pequeñas puñaladas que nunca van a matar al dragón pero que le permiten sentir que, al menos, está haciendo algo por defenderse. Por eso sus excursiones nocturnas no parecen buscar venganza ni justicia; podría hacerlo de formas mucho más extremas si esa fuera la motivación que la impulsara y eso la convertiría en un personaje mucho menos interesante de lo que es, arrastrando junto con ella a toda la propuesta de Hermosa Venganza. Lo que necesita Cassie es algo bastante más sutil y complejo pero nada extravagante en historias similares a la suya: que la gente se haga cargo. Que haga un esfuerzo por entender su dolor y ver lo que ella ve. Servir de carnada para asustar abusadores no es para ella algo sanador ni catártico, no es algo que vaya a sacarla del lugar donde se encuentra. Por el contrario, puede que sea una de las cosas que la mantienen atrapada en ese lugar, como una adicta que no puede evitar recurrir otra vez a esa droga que al mismo tiempo la sostiene y la mata poco a poco, impidiéndole tener una vida funcional. Encarnar a un personaje así, sin que caiga en estereotipos de locura, es lo que hace tan destacable al trabajo de Carey Mulligan. Es el centro indiscutido de esta película y el motor que la empuja hacia adelante. De poco serviría lo bien escrita que pueda estar Hermosa Venganza (Promising Young Woman) sin un protagónico capaz de mostrar ese rango variable donde convive una persona cargada de un dolor que no puede purgar ni compartir, pero que a la vez, cuando aparece una posibilidad de felicidad, se decide a enfrentar el tremendo desafío que implica arriesgarse a intentarlo. Por todo esto Hermosa Venganza no es una simple denuncia contra un puñado de abusadores y violadores, es una angustiante crítica social con una mirada mucho más amplia y profunda que mete el dedo en varias llagas. Y más aún, la directora toma la arriesgada decisión de llevar adelante esta historia profundamente dramática y oscura con tono de comedia negra. Subvierte el género de la comedia romántica justamente para burlarse de su absurdo, señalándolo como parte del problema al que le hace una crítica mientras nos muestra todo desde la cambiante perspectiva de Cassie. A lo largo de Hermosa Venganza (Promising Young Woman), hay varios de esos “engaños”, en el mejor significado de la palabra. No miente haciéndonos creer algo que luego no es, sino que usa a su favor nuestros prejuicios y expectativas, sumando otra capa muy interesante al resultado.
Hubo años de calma desde que Godzilla se coronó Rey de los Monstruos, sometiendo y exterminando a todos los otros kaiju que se cruzaron en su camino. Solo uno de ellos permanece fuera de su vista, oculto y vigilado de cerca por Monarca desde que la Isla Calavera fue descubierta décadas atrás. A falta de rivales, el lagarto nuclear lleva un tiempo retirado pero saben que en cuanto detecte la presencia de un competidor volverá al ataque. Eso es tan seguro como que el gorila no se va a dejar amedrentar y hará honor a la ancestral rivalidad entre especies, desatando la esperada pelea Godzilla vs Kong en cuanto se enteren de la existencia del otro. Pero la reputación de protector de la humanidad de Godzilla se desvanece cuando sorpresivamente aparece en Miami para pisotear los laboratorios de Apex Cybernetics. Se trata de una empresa dedicada a desarrollar la tecnología más avanzada de la época y a investigar el origen de los titanes, específicamente la teoría de la Tierra Hueca, donde se asume que han tenido su origen y donde esperan encontrar una fuente de energía lo suficientemente potente como para permitirle a la humanidad defenderse de los ataques de Godzilla. Para encontrar el camino hacia esta mítica tierra secreta, Apex pretende utilizar a Kong como guía nativo, confiando en que una vez puesto en el camino correcto sus instintos ancestrales lo llevarán allí. Aunque sacarlo de su isla escondida lleve al inevitable enfrentamiento contra el Rey de los Monstruos. La batalla de Godzilla vs Kong no solo determinará el futuro de los titanes, también el de la humanidad. Los humanos siempre sobran Es la cuarta película de la franquicia, por lo que Godzilla vs Kong no necesitaría establecer casi nada de lo que pretende mostrar, pero de todas formas se pasa una larga porción de la primera parte enfocada justamente en lo que más se le ha marcado y criticado como lo menos interesante: los humanos. Sus inclusiones pareciesen responder a la necesidad de agregar en el poster nombres como el de Millie Bobby Brown o Alexander Skarsgård más que a necesitarlos para llenar algún espacio narrativo importante o explicar giros de una trama compleja. No hay mucho de ninguna de las dos cosas. Sobran unas cuantas de las intervenciones humanas, al punto de que uno de los arcos podría ser removido de la película sin que nadie se entere que alguna vez estuvo allí, con personajes que solo funcionan como un alivio cómico que apenas acierta de vez en cuando. Lo que importa: Godzilla vs Kong En general, cuando aceptamos ver una película de dos monstruos gigantes peleándose queda implícito en el contrato que muchas cosas no van a tener sentido. Es parte de la gracia, pero Godzilla vs Kong patina cuando pretende explicar algunas de esas cosas que no puede ni necesitaba explicar. Igualmente, la gente que produce la franquicia fue entendiendo de a poco esa idea y en esta nueva entrega al menos se reducen los intentos de justificar lo que está sucediendo o de insertar una motivación para el enfrentamiento entre los titanes. Una vez dejados de lado estos pequeños estorbos bípedos, Godzilla vs Kong pasa a la acción. Es en ese momento cuando alcanza sus puntos más altos de entretenimiento. Sea con Godzilla enfrentándose a las fuerzas armadas, viendo a Kong boxeando monstruos menores al estilo de un referente sindical o con la aparición de otro de los kaijus legendarios de la mitología de Godzilla, las escenas de acción y peleas no decepcionan, están bien diseñadas y bien mostradas. Son algo escasas y dejan con ganas de un poco más, pero alcanzan para compensar todas esas escenas con humanos que no podrían interesarnos menos. Una de las incógnitas previas a Godzilla vs Kong era cómo iban a hacer para emparejar a dos criaturas siendo que una de las dos estaba establecida como notoriamente más poderosa que la otra. Ni siquiera la más absurda película de kaijus aceptaría que la madre de ambos se llame Martha, por lo que el director compensa poniendo en el centro de la historia a Kong por sobre Godzilla, quien aparece casi exclusivamente para enfrentarse al gorila. Así, Kong tiene un pequeño arco narrativo del que sale potenciado y en mejores condiciones para enfrentarse a su némesis en la batalla final por determinar quién es el Rey de los Monstruos. Es una decisión que puede dejar con ganas de más al Team Godzilla pero que termina resultando necesaria para mantener indefinido el resultado hasta el último minuto. De todas formas, van a tener varias oportunidades a lo largo de Godzilla vs Kong para ver a su titán favorito pisoteando edificios en todo su esplendor.
La diva olvidada vuelve a escena, aunque nada es como esperaba Charlotte piensa en volver, pero solo puede ir hacia adelante. ras décadas alejada de su carrera de actriz donde supo gozar de cierta fama, la española Charlotte (Ángela Molina) lleva una vida solitaria en la Argentina, muy lejos del glamour que supo tener en su juventud pero sin perder la elegancia. charlotte critica charlotte Casi por accidente se entera de que el director con el que supo hacer dupla en sus tiempos de gloria se dispone a grabar la película que será su despedida del cine, un proyecto del que ella fue parte fundamental muchos años antes pero que nunca llegó a concretarse. Sin pensarlo dos veces, consigue un motorhome para salir a la ruta hacia Paraguay con su asistente y amigo Lee (Ignacio Huang), la única persona que parece entender o al menos tolerar sus excentricidades. A contrarreloj, con poco dinero y sin un plan concreto ni un destino exacto al que acudir, ambos simplemente avanzan sin anticipar demasiado los problemas que puedan llegar a encontrarse por el camino, arrastrando personajes tan extraños y absurdos como ellos mismos en su camino de descubrimiento. Sin proponérselo ni pensar en nadie más que en ella misma, Charlotte pone en movimiento la transformación de varias vidas que estaban sin rumbo o atascadas entre lo que eran y lo que querían ser. La diva Charlotte, un asistente chino y una boxeadora guaraní Igual que mucho de lo que va a suceder con las personas que se cruzan en su camino, la historia de Charlotte comienza ambigua y con pocos detalles, que más de una vez aclaran menos de lo que oscurecen cada vez que se nos ofrecen. Como en un rompecabezas donde los agujeros son parte del diseño y las piezas a duras penas encajan entre sí, los hechos y la trama que tejen a los personajes dentro de una misma historia son más una excusa para conectarlos mientras se muestran fragmentos de sus vidas en conflicto. No importa mucho de dónde vienen ni adonde van a ir, lo relevante son esos instantes en que se deciden a cambiar de rumbo para abandonar lo seguro e intentar buscar algo nuevo. Charlotte crítica charlotte Coherente con esa idea, el punto más alto de Charlotte es justamente el carisma de cada personaje que aparece aunque sea por un instante en pantalla. Desde la protagonista principal hasta quienes dicen apenas una frase, cada personaje de esta torre de Babel en chino, guaraní y castellano con diversas tonadas, está definido con simpleza y precisión para resultar querible y verosímil hasta cuando tengan alguna actitud no muy elogiable. Y ni siquiera hace falta entender la mitad de las palabras que dicen, porque todo queda suficientemente claro en sus gestos sin necesidad de subtítulos. Sin el estorbo de grandes pretensiones, Charlotte simplemente va hilvanando una escena detrás de otra con ternura y elegancia hasta llegar al punto donde pretende llegar sin preocuparse por subrayar ni dar demasiados detalles.
Poco antes de irse para asistir a la cena de nochebuena con sus parientes, una familia es tomada de rehén por Nicola (Diego Peretti), un excéntrico ladrón de intereses muy particulares, quien se divierte con la extraña situación que pone en evidencia su aparición. Porque de no haber sido por su oportuna llegada, Cachete (Pablo Rago) hubiera escapado justo a tiempo por la ventana y evitado que Juan (Esteban Bigliardi) descubriera que su esposa Kira (Natalia Oreiro) está teniendo una aventura con su mejor amigo. En cambio, Nicola lo convierte en su primer rehén y lo obliga a volver a entrar en la casa, disfrazado como su cómplice. Lo que hubiera terminado como un robo cualquiera cambia de rumbo cuando Nicola encuentra a la pequeña Alicia (Isabela Palópoli). En su inocencia, la niña lo confunde con Papá Noel y despierta en él un extraño impulso de cumplirle la lista de deseos que ella tiene para convertir esa Navidad en una noche mágica, la que siempre quiso pero que su familia nunca pudo o quiso ofrecerle. Mientras ambos se divierten en la planta baja cumpliendo con la lista, a los adultos encerrados en la planta alta no les va a quedar otra que sacar a la luz muchas de esas cosas que llevan años evitando decirse. La Noche Mágica de San Nicola Hay contradicciones en La Noche Mágica y es una película un poco más compleja de lo que prometen tanto la premisa como el trailer, quienes la venden como una comedia liviana. No es que mienta: lo es durante el primer acto, pero pasados esos primeros minutos de chistes fáciles y enredos comienzan los indicios de que hay algo bastante más turbio sucediendo debajo de la superficie de esta familia tan blanca y pura. El evidente comportamiento egoísta y violento de Juan es solo la punta de un iceberg que esconde toda una serie de otros abusos más sutiles con los que controla a su familia para que sigan sus reglas sin cuestionarlas, un sistema en el que Kira alterna entre víctima y cómplice. En ese punto, el tono de La Noche Mágica muta hacia la comedia negra y el thriller, un cambio que le hace muy bien a la propuesta y la corre de lo que hubiera sido un eje bastante previsible. Teniendo en cuenta que su director es Gastón Portal, que aunque debuta en el cine con La Noche Mágica ya había trabajado en series tan interesantes y atípicas como Babylon y Las 13 Esposas de Wilson Fernandez (recomendada AQUÍ), tampoco debería ser una gran sorpresa. Cuando entra Alicia en la ecuación de La Noche Mágica, la trama y Nicola se parten en dos: mientras está con ella se convierte en el Papá Noel que ella quiere que sea, pero cuando vuelve con los adultos recupera su costado más tétrico. Nunca hace explícito cuánto sabe realmente sobre lo que sucede en esa casa pero es evidente que sospecha una buena parte y que por eso decide quedarse. Se lo ve genuino tanto torturando a los adultos como divirtiéndose con la niña y justamente esa ambigüedad lo convierte en un personaje tan interesante, sosteniendo hasta el final las dudas sobre las verdaderas intenciones de todo lo que está haciendo. ¿Es un sádico villano que disfruta causando sufrimiento o un antihéroe, de métodos cuestionables, decidido a obligar a esta familia a enfrentar sus propios secretos para poder resolverlos? Pero no todo son aciertos, porque lo que funciona muy bien en el papel no siempre sale igual en el traspaso. Lamentablemente, algunos de sus planteos se desarman un poco a medida que se acerca el desenlace de La Noche Mágica, que llega de forma un tanto apresurada para resolver demasiado rápido algo que quizás merecía algunos minutos extra para cerrar con mayor solidez. A la película no le faltan incongruencias entre lo que parece que pretende y lo que realmente logra, además de un nivel desparejo tanto en las actuaciones como en el desarrollo de los personajes. Así como se destaca mayormente el Nicola de Peretti y Oreiro tiene un par de momentos donde lucirse con el limitado margen que le deja su personaje, menos suerte corren los otros dos adultos atrapados en personajes casi planos que acompañan solo con lo justo. Y recordando que nunca es fácil dirigir a niños pequeños, se merece elogio el trabajo de la pequeña Isabela Palópoli, que se muestra capaz de expresar miedo, alegría y hasta angustia con un nivel de verosímil bastante alto. Quizás el mayor problema de La Noche Mágica es que mantiene un código visual y actoral al borde de lo televisivo, un estilo muy mainstream que se siente compatible con esa falsa idea de comedia liviana que engaña con ser al principio, más que con la historia de violencia intrafamiliar hacia la que muta después. Plantear el contraste entre ambas cosas es una alternativa muy válida, pero siendo que hasta se atreve a tocar temas tan complejos y poco mencionados como la competencia por el amor dentro de una familia y la tolerancia al maltrato en nombre de ese amor deforme, probablemente se hubiera beneficiado de alguna transformación más notoria de la propuesta visual, acompañando a la transformación narrativa y de los personajes que está retratando. Una vuelta de rosca extra en la sutileza para que gane en potencia todo el conjunto. De todas formas, La Noche Mágica resulta una película interesante que corre más riesgos de lo que se podría prejuzgar de antemano, escapando de lo que suele ser aceptable en productos de este tipo, algo que siempre es elogiable pues hasta deja margen para la crítica.
Hace 400 años la inquisición recorría España buscando desenmascarar y ejecutar a toda persona que cometiera delitos contra la fe católica, con especial énfasis en las brujas. Uno de esos magistrados, el juez Rostegui (Alex Brendemühl), estaba particularmente interesado en desentrañar los detalles del sabbat, la mítica misa negra en la que las brujas se entregaban a Lucifer. Frustrado por no encontrar a nadie capaz de darle la información que busca llega junto a su consejero (Daniel Fanego), su torturador y una guardia de soldados a un pueblo de pescadores donde solo quedan mujeres. Rápidamente apresa a un grupo de jóvenes, acusadas de haber sido vistas cantando y bailando en el bosque cercano. En un principio, las jóvenes y niñas que son arrojadas al calabozo no entienden lo que sucede, pero tras algunas sesiones de maliciosos interrogatorios descubren que están siendo acusadas de brujería; una acusación que saben absurda y que en un principio no toman en serio. Solo cuando las preguntas dan paso a la tortura entienden que han sido declaradas culpables antes de empezar y que su única esperanza de escapar implica mantenerse con vida hasta la luna llena, cuando los pescadores regresen a tierra y las rescaten. Demasiado tarde entienden sus víctimas que lo que menos le interesa a los inquisidores es la verdad. Pero encabezadas por Ana (Amaia Aberasturi) se ponen de acuerdo para inventar historias sobre el akelarre y posponer todo lo posible su ejecución, al estilo de unas Sherezade vascas. Gran parte de la mitología sobre la brujería que aún permanece en el imaginario colectivo está inspirado en el libro “Tratado De La Inconstancia De Los Malos Ángeles Y Demonios”, escrito a principios del siglo XVII por un personaje similar al que inspiró al director Pablo Agüero (Eva no duerme) a diseñar al magistrado Rostegui. Como su versión ficticia, aquel inquisidor recorrió la zona del país vasco “purificando” de malas influencias la región en nombre del rey y recopilando historias sobre “el sabbat de las brujas” (akelarre, en vasco) que aparentemente tendían más a salir de su propia imaginación que de alguna evidencia real de su existencia. Usando técnicas de interrogación que hoy causarían gracia al más torpe de los detectives, Rostegui empuja al grupo de adolescentes acusadas de brujería para que digan lo que quiere oír sobre el supuesto akelarre que integran, a la vez que tergiversa sus respuestas para que encajen en sus prejuicios, autoconvenciéndose de que se ajustan a la realidad que está buscando. No hay nada sobrenatural en la historia narrada en Akelarre. Relata en paralelo la pesadilla de las víctimas y las retorcidas fantasías de sus victimarios, quienes las odian y temen por encarnar todo lo opuesto a lo que pretende instaurar la homogeneizante y estricta moral cristiana que representan los inquisidores del rey. Fueron enviados para desterrar toda disidencia y desprecian cualquier costumbre alejada de su origen castellano; pero por sobre todo temen a su propio deseo y necesitan encontrar alguna fuerza externa a quien echar las culpas de sus propias debilidades. Y nadie mejor para convertirse en el blanco de sus frustraciones que un puñado de bellas y jóvenes mujeres que disfrutan de la vida desprejuiciadamente, que cantan y bailan para ellas mismas y no para complacer la mirada de los hombres ausentes de su aldea. El clima opresivo y agobiante del calabozo donde sucede gran parte de la historia no deja que desaparezca del todo la luz ni la alegría en Akelarre. Las jóvenes entienden que su alegría y libertad es lo que más temen sus inquisidores, son su principal arma para mantenerse fuertes en la situación desesperada que viven, a las que vuelven cada vez que les es posible para reponerse de los ataques que reciben. Un resquicio de esperanza que les permitirá mantenerse en pie aunque solo sea para perder en sus propios términos.
Dos guerreros de universos diferentes, un objetivo al que llegar y una variedad de monstruos en el camino En un desierto genérico que podría estar en cualquier lugar de Medio Oriente donde suelen andar exportando democracia, un equipo de Rangers estadounidenses, liderados por la teniente Artemis (Milla Jovovich), rastrea a otro equipo que lleva un tiempo desaparecido. monster hunter crítica poster monster hunterCuando el rastro desaparece en el medio de la nada, una extraña tormenta se forma repentinamente y los envuelve antes de que puedan escapar. Cuando se dispersa, se encuentran en un lugar desconocido, cerca de los restos calcinados de los soldados que buscaban y a merced de un gigantesco monstruo que los ataca sin piedad. Solo Artemis sobrevive. Con la ayuda de un guerrero local (Tony Jaa), que también se vio separado de su grupo, deberá formar una inestable alianza que le permita sobrevivir lo suficiente en este extraño mundo, para así encontrar el camino de regreso a casa. Monster Hunter, sin más vueltas No hay mucho más que merezca explicarse sobre la trama de Monster Hunter y al menos nadie pretende disimularlo. Los primeros dos tercios de la película transcurren prácticamente sin más diálogos que los elementales para trazar las líneas básicas del mundo donde va a suceder toda la acción. Los personajes no tienen ni necesitan más desarrollo que mostrarse capaces de sostener un arma y de combatir, especialmente el grupo de secundarios de los que solo se espera que cumplan con suficiente eficacia su tarea de morir de formas grotescas y pasar al olvido. monster hunter crítica monster hunter Al menos, hasta que no queda otra que poner a alguien explicando el desafío final que da forma al tercer acto. Oportunamente aparece el único personaje capaz de hablar inglés. Una vez que El Almirante (Ron Perlman) cumple su misión de darle a Artemis (y al público) los detalles de lo que necesitan hacer para completar su misión, vuelve la acción frenética a Monster Hunter, a base de monstruos tan desproporcionados como las armas que usan para combatirlos. El director Paul W.S. Anderson (Mortal Kombat, Resident Evil) ya tiene experiencia previa en este tipo de productos y lo ejecuta con bastante oficio, sembrando en el camino suficientes referencias a los juegos de la franquicia Monster Hunter como para llamar la atención de sus fanáticos, pero sin hacerlas tan relevantes como para dejar afuera a los que nunca jugaron a alguna de las varias versiones publicadas. Los personajes y criaturas remiten de forma directa a versiones de los juegos que el público veterano va a identificar, mientras que la introducción de Artemis desde el otro mundo permite darle ojos propios al público nuevo que descubre junto con ella las amenazas y maravillas de este peligrosa dimensión alterna, donde cada ser vivo parece diseñado para mutilar, aplastar o devorar seres humanos. Lo más importante de películas como esta es que la acción sea entretenida y las criaturas lo suficientemente aterradoras, dos puntos que Monster Hunter cumple bien sin hacer grandes alardes de creatividad ni correr riesgos innecesarios. Apuesta a lo seguro y se preocupa porque todo se va lo suficientemente verosímil y atractivo como para no distraer de las escenas de acción, por más que eso signifique que quede la sensación de estar viendo una película que ya vimos otras veces.
En tiempos ancestrales, las tribus humanas de Kumandra vivían en armonía bajo la protección y asistencia de los dragones, quienes con su magia centrada en el agua se encargaban de mantener la vida brotando en cada rincón de la tierra. Pero un día, la nación del fuego atacó los Druun, temibles seres capaces de aniquilar la vida y convertir a las personas en piedra ganaron poder y arrasaron Kumandra. Los dragones hicieron lo posible para combatirlos y solo lograron ponerles un freno haciendo el máximo sacrificio. Sin su magia para mantener en balance a la tierra, Kumandra se quebró en cinco tribus que viven en desconfianza permanente unas de otras. Cinco siglos después, los Drunn han regresado y la humanidad está más dividida que nunca. Con cada tribu concentrada en su propia supervivencia, solo Raya y el Último Dragón tienen un plan para restaurar el mundo a lo que supo ser. Raya y el último dragón Con la fórmula clásica de recorrer un mundo dividido en tribus características de cada tierra, al recolectar las piezas necesarias para el hechizo que destruya a los Druun, Raya y el último dragón ofrece un vibrante y variado universo donde los propios humanos tienden a ser una amenaza más frecuentes que la plaga mágica que los convierte en piedra. Habiendo dormido por siglos, Sisu (Awkwafina) desconoce y rechaza las costumbres del traicionero nuevo mundo en el que Raya (Kelly Marie Tran) aprendió por las malas a no confiar en nadie, una herida que tendrá que aprender a sanar si pretende tener alguna esperanza de éxito en su misión. Una de las propuestas atractivas de Raya y el último dragón es que aunque tiene a Namaari (Gemma Chan) como antagonista de Raya, no existe la figura del villano en esta historia. Nadie es malvado solo por el gusto de serlo, las traiciones y acciones poco honorables que cometen están basadas en el miedo y la desconfianza hacia el otro, más que en la voluntad de hacer daño o siquiera en la ambición individual de riquezas y poder. Esto vuelve al conflicto a resolver un poco más interesante, requiriendo algo más que un par de secuencias de acción entretenidas. Igualmente, de todas formas hay unas cuantas, las cuales no permiten que el ritmo de la trama decaiga entre cada escena centrada en los diálogos y el desarrollo de personajes. Siguiendo con la política de la industria de expandir sus horizontes internacionalmente, especialmente hacia el enorme y lucrativo mercado asiático (como hizo Netflix hace unos meses con Más Allá de la Luna o el mismo Disney con la remake de Mulan), esta película toma conceptos y fragmentos de distintas culturas orientales para construir un vibrante y colorido mundo. No tiene suficiente tiempo para explorarlo como se hubiera merecido, pero deja abiertas varias puertas para una posible secuela en cada uno de los cinco países de Kumandra. Raya y el último dragón no deja de ser un producto claramente occidental en varios aspectos pero la amalgama entre culturas se siente orgánica, reflejo de que quienes estuvieron detrás de muchas de esas decisiones tenían de primera mano conocimiento del tema y no simplemente se pusieron a estudiar desde afuera para lograr una imitación superficial de algo que les es ajeno.