De abuelos, padres e hijos La animación española sigue viviendo un gran momento, y con Una familia espacial (Atrapa la bandera, 2015) dirigida por Enrique Gato (Tadeo el explorador perdido), reafirma su lugar dentro del panorama actual de las historias infantiles universales. Todo comienza cuando un niño intenta, primero develar un misterio que ha separado por más de cuarenta años a su padre de su abuelo, y luego tratar de conseguir su lugar en el mundo de la carrera espacial, para evitar que un siniestro empresario de la energía, llamado Richard Carson, termine por “ensuciar” la historia de la Nasa y los viajes a la luna. Una familia espacial se posiciona como un producto diferente, con una historia que atrapa por su lograda animación 3D y su intenso trabajo sobre los escenarios en los que los personajes circulan, con un aura retro (sobre todo en los electrodomésticos) y una puesta más moderna (en la tecnología que utilizan Mike y sus amigos) que aggiornan su propuesta y la distinguen. La búsqueda de la respuesta a los interrogantes que Mike siempre se hizo sobre su padre y su abuelo, la necesidad de afirmar su identidad como miembro de una familia y también de un equipo, y el amor y la amistad como motores de la vida, son tan solo algunos de los puntos que este entretenido film tiene para trabajar. Una propuesta diferente para la cartelera animada actual.
Si alguna vez alguien hubiese pensado que la épica historia de Rocky Balboa terminaría en un pastiche, que sólo quiere sumar golpes de efecto y momentos sensibleros a expensas de un contexto social marginal y la utilización del recurso de la enfermedad como tema narrativo, la historia previa, tal vez, hubiese querido que las entregas anteriores terminaran de otra manera para evitar caer en comparaciones. Pero como el género de cine de boxeo, uno de los más sólidos y con más exponentes hasta el momento, es también uno de los más recurrentes y reiterativos, cuando un producto como “Creed: Corazón de campeón” (USA, 2015) llega a las pantallas, con una impronta que lo quiere posicionar como el nuevo referente, todas las especulaciones son echadas por la borda porque en el fondo no termina aportando nada. En “Creed…” un joven Adonis Creed (Michael B. Jordan) dejará su profesión y estudios para dedicarse de lleno al mundo del boxeo. Descendiente de un linaje épico pugilístico, el muchacho decidirá contactar al viejo amigo de su padre Rocky (Silvester Stallone) para, de alguna manera, lograr cierto prestigio y protagonismo dentro del cuadrilátero, el mismo que su progenitor supo conseguir. Pero Rocky al principio se niega a la tarea, porque sabe que en el fondo puede costarle, tal como a su viejo amigo Apollo Creed, la vida, y como no quiere esto para el joven, hasta el último momento dudará de confirmarle si será él quien lo guie por el duro camino del entrenamiento y el perfeccionamiento. Mientras espera la decisión de Rocky, Adonis decide comenzar con otro entrenador, y comienza a relacionarse con una joven música (Tessa Lynne Thompson) que le ofrecerá al filme la cuota necesaria de romance para también atrapar al posible y cautivo público femenino. Pero este aditamento, a diferencia de la saga Rocky, sólo suma en cuanto a momentos innecesarios que intentan sumar características negativas del protagonistas en tanto hombre que cela a su mujer (una joven que intenta hacerse paso en el camino de la música). Y cuando la mezcla de todas las películas anteriores, en apariencia, comienza a funcionar, el poco carisma del protagonista (que hace un esfuerzo sobrehumano para mostrarse como el intérprete ideal de la historia, y que ya trabajó con el director en su filme anteiror) y el tedioso guión (con largos parlamentos acerca del esfuerzo y la pasión necesaria para alcanzar las metas) que desborda lugares comunes, hacen de “Creed: Corazón de Campeón” un producto más pensado para la pequeña pantalla que para el cine. La intervención de Rocky como el mesías y mentor de Adonis, y que en esta oportunidad deberá dejar su estoicismo al ser atravesado por una dura enfermedad, y la recuperación de la genial Phylicia Rashād como la madre del boxeador, son los puntos más fuertes de un filme al que no sólo le sobran minutos, sino que también le falta la potencia de la épica, la adrenalina, y la pasión que supo tener, otrora, la saga original de Rocky.
La plata por la vida Un hombre que ve como su hija va perdiendo la vida día a día. El dinero como instancia movilizadora y única salida para la situación. La imposibilidad de poder solucionarlo por sí mismo. Una oportunidad que se termina transformando en la peor elección. “Bus 657” (USA,2015) recupera el estilo narrativo de los filmes más tradicionales de acción, y que posibilitan, gracias a la recurrencia narrativa, una identificación y un goce absoluto. El hombre que se encuentra en la disyuntiva por encontrar el dinero para salvar a su hija es Luke (Jeffrey Dean Morgan) un invisible empleado de un casino que le muestra eterna lealtad al Sr. Pope (Robert De Niro), hasta que éste decide no cumplir con su pedido urgente de dinero para salvar a su pequeña. Allí la película comenzará un vertiginoso raid en el que Luke verá cómo la decisión de aceptar la propuesta de robarle a Pope termine en el secuestro de un bus en movimiento con pasajeros, el que se terminará por convertir en una trampa para él y sus secuaces. “Bus 657” cumple con su afirmación de película sin pretensiones y refuerza su propuesta cuando apela al recurso (ya visto en películas como “Máxima Velocidad”) de la adrenalina que el vehículo en movimiento genera. La correcta dirección de Scott Mann, y las logradas interpretaciones de Morgan y De Niro, más algún twist de la trama, hacen de “Bus 657” un entretenimiento logrado y efectivo. PUNTAJE: 7/10
Búsqueda personal Una anomalía es definida por el diccionario de la Real Academia Española como: 1-desviación o discrepancia de una regla o de un uso 2-el defecto de forma o de funcionamiento 3-malformación, alteración biológica, congénita o adquirida. “Anomalisa” (USA, 2015) de Charlie Kaufman y Duke Johnson, sobre guión del propio Kaufman, toma esta definición para poder construir un relato universal sobre la importancia de las elecciones en la vida y también sobre cómo a partir de una “desviación o discrepancia” el ser humano puede comenzar a crear un nuevo sentido para sí mismo. Cuando Michael Stone (David Thewlis), un experto coacher ontológico sobre customer service se da cuenta que el mundo que lo rodea posee la misma cara y la misma voz (interpretadas por Tom Noonan) caerá rendido a los pies de Lisa (Jennifer Jason Leigh), un ser completamente espontáneo y diferente a todos que le hará buscar una salida a su estructurada vida. En constante tránsito, y sin la posibilidad de fijar un objetivo nuevo en su vida profesional, Lisa, un ser tímido y retraído, que llegará para demostrarle que aún todo está por pensarse en el camino hacia una vida más relajada y equilibrada. Y si bien Michael posee mujer e hijo, la imposibilidad de acercarse a ellos como quisiera, lo harán bucear en su mente tal vez una escapatoria a su gris existencia, justamente en los momentos previos de una charla que deberá dar y dentro de un aburrido hotel lleno de lugares comunes y excusas para que finalmente pueda disfrutar algo. Esa salida será Lisa, la empleada de atención al cliente que admira a Michael y juntó sus ahorros para poder asistir a una de sus conferencias en las que cada afirmación sobre el acercamiento con el otro también son la creación de una muralla alrededor de él y el mundo. Lo curioso de “Anomalisa”, que retoma ciertos puntos trabajados por Kaufman con anterioridad en filmes que hablaron de cierta teoría conspirativa que apela al cierre del hombre a partir de la exploración de cada vez más técnicas de control y dominación, es que en esta oportunidad la narración se hizo a partir de la técnica del stop motion protagonizada por unas marionetas tan reales que, justamente, permiten la empatía instantánea con la historia y aquello que le sucede a Lisa y Michael. El amor como fuerza creadora y destructora de todo será tan solo el ápice de las reales intenciones de Kaufman y Johnson para poder, en el fondo, construir un relato apasionante sobre las posibilidades que cada ser humano tiene de encontrarle, o no, el sentido a su vida, un sentido que lo complete y lo satisfaga totalmente. “Anomalisa” potencia su propuesta y se consolida como una de las reflexiones mejores logradas de la vida, del hombre, del trabajo, de la profesión, de los viajes para encontrarse a uno mismo, y, principalmente, del otro como posibilidad de satisfacción y renovación. PUNTAJE: 10/10
Amor y Pasión En el medio de la vorágine de las compras navideñas, Therese (Rooney Mara) la empleada de una tienda departamental distingue a lo lejos un rostro que la atrapa, que la hipnotiza. Pero rápidamente ese rostro desaparece. A los minutos Carol Aird (Cate Blanchett) se presenta en su mostrador preguntando por el mejor obsequio para su hija, luego de anunciarle Therese que la muñeca que buscaba estaba agotada. Así arranca "Carol" (USA,UK, 2015) de Todd Haynes, un melodrama enmarcado en los años cincuenta, en una época en la que nada de lo que muestra el director estaba permitido, y mucho menos la creciente pasión que entre Carol y Therese se inicia sin poder evitar las consecuencias y daños colaterales que se desencadenarán. Filmada con un virtuosismo y una precisión estilística única, la historia de "Carol" va a avanzando lentamente para configurar un contexto hostil hacia las mujeres que van poco a poco conociéndose y entregándose a la otra. Mientras Carol se muestra decidida y con el empuje necesario para terminar con su pasado, sabiendo que le puede costar el dejar de ver a su pequeña hija, Therese avanza más lentamente, con miedo, y también con inexperiencia. Haynes se detiene en ellas para terminar de configurar el panorama en el que se encuentran inmersas, envistiendolas de poder a cada una según el momento en el que se encuentren, pero también empoderándolas para que el resto de los personajes interactuen con ellas hasta tanto el guión se los permita. La actuación de Mara, medida, ajustada, simple, supera a la de Blanchett, quien magnetiza la pantalla con su presencia, pero también deja el espacio para que el personaje Therese tome más protagonismo. El resto del elenco acompaña a ambas, destacándose Sarah Paulson, como una amiga de Carol y Kyle Chandler (inmenso) como el marido de Carol que debe afrontar una situación complicada y no quiere ceder ante lo inevitable de la verdad a la que se enfrenta. Si "Carol" no llega a ser una obra perfecta es porque quizás llega un tiempo después a la obra de Haynes, quien ya en "Lejos del Paraíso" pudo producir una de las películas más perfectas sobre la temática. También hay algunos puntos que no terminan de cerrarse en el desarrollo dramático, pero la capacidad para configurar el mapa visual de la historia, con algunas tomas perfectas, icónicas, únicas, que destacan por encima de la media de las producciones cinematográficas que estamos acostumbrados a ver. La música y las imágenes envuelven a las amantes, y el filme avanza a fuerza de detalles, porque justamente algo que destaca a "Carol" es la capacidad de Haynes en posarse en cosas, imagenes, objetos, en Carol, en Therese, para terminar de desarrollar el inevitable y fuerte vínculo entre ambas, y la empatía con los espectadores. PUNTAJE: 7/10
De una expresión que tan a menudo se utiliza para reflexionar sobre algunos hechos de la vida, el director y guionista Edoardo María Falcone pensó la historia de su ópera prima "Si Dios quiere" (Italia, 2015), una entretenida comedia de confusiones que se presenta como un fresco de la vida actual, en el que un cascarrabias cardiólogo debe enfrentar algunas situaciones inesperadas para poder seguir adelante con su vida en familia y también con los nuevos preceptos que asumirá desde una experiencia transformadora. Ese profesional es Tomasso (Marco Giallini) un estructurado y testarudo doctor que vive con su mujer Carla (Laura Morante) y su hijo Andrea (Enrico Oetiker) y despotrica diariamente contra todos. Al lado de ellos, en otro departamento, se encuentra su hija Bianca (Ilaria Spada), una frívola joven que con su marido (Edoardo Pesce) no piensan en otra cosa más que en dinero y viajes exótico. En tediosas reuniones y cenas nocturnas cada uno de ellos intentará actuar con el otro, pero el ostracismo en el que Tomasso impregna cada encuentro siempre terminará en alguna discusión por los temas menos trascendentales. Pero un día esa rutina de trabajo en el hospital, renegar con los empleados y luego discutir hasta el hartazgo en su casa sin siquiera prestar atención a los demás, y a aquello que realmente les está pasando a cada uno, cambiará, porque Andrea (Oetiker), el menor de sus hijos tiene una revelación para hacerle. A partir de allí la película, que se esfuerza por generar una narración dinámica y fluída, y lo logra, virará de una estructura simple hacia un lugar de búsqueda ontológica de referencias religiosas en las que quizás pueda encontrar una salida hacia la situación, sin dejar de lado la confusión como motor de esta comedia de enredos. Si el hijo cree haber encontrado en un cura "moderno" y aggiornado a los tiempos de whatsapp y spotify, Tomasso intentará junto con una serie de aliados (entre los que se encuentra su cuñado) desenmascarar el verdadero sentido y fin de Don Pietro (Alessandro Gassman), a quien cree el culpable de la decisión de su hijo de hacerse cura. Para lograr esto, deberá fingir una nueva identidad, sin saber que en realidad en ese acercamiento a la religión encontrará un nuevo sentido para su vida y así poder relacionarse con su familia desde un lugar diferente y mucho más afectivo y de acompañamiento. "Si Dios quiere" es una agradable sorpresa en la cartelera, principalmente por el nivel de interpretación de sus protagonistas (Giliiani, Gassman, Morante, etc.) y por un guión que busca todo el tiempo encontrar la empatía hacia Tomasso, alguien que desde un primer acercamiento podría generar rechazo. La habilidad además de Falcone, es la de poder aprovechar la clásica estructura de la comedia italiana y sumarle el slaptick y el punchline como hilo narrativo. En un momento de la película el protagonista dice luego de una operación exitosa que realiza "los milagros no existen, soy yo que lo he hecho bien", y luego del largo proceso de transformación termina dándose cuenta que nada de lo que hacía estaba bien y mucho menos su manera de relacionarse con el mundo. Entretenida y efectiva.
El conflicto palestino/israelí ha sido una eterna fuente de inspiración para el realizador Eran Riklis, quien en sus películas anteriores, pudo reflejar la problemática apoyándose en imágenes potentes, tan fuertes que los diálogos se dejaban en un segundo plano. Para esta oportunidad en "Mis Hijos" (Israel, 2014), título local de "Dancing Arabs", el realizador toca el tema desde la particular relación de dos amigos enfrentados, sólo en apariencia, por sus orígenes, y la lucha denodada de uno de ellos por superar la estigmatización y la discriminación que a diario sufre. Basada en la biografía del protagonista Sayed Kashua (Tawfeek Barhom), un joven palestino, o mejor dicho "árabe israelí", y su relación con Yonatan (Michael Moshonov), un joven israelí con una enfermedad que avanza rápidamente, y que exigirá por parte de Sayed una atención especial a pedido de su madre, "Mis Hijos" busca concientizar sobre la problemática de la identidad a pesar de los desafíos coyunturales del lugar en que ambos han nacido. Así, siguiendo el mandato familiar de ir a estudiar a Israel para poder así cumplir con una formación universitaria de prestigio, la película va narrando de manera acertada los cambios que Sayed comienza a atravesar desde el primer momento que pisa el campus de estudio. En el lugar, además de relacionarse con Yonatan, siendo una especie de "tutor" o de "apoyo" en los momentos más duros del proceso, conocerá a una joven israelí con la que comenzará una relación clandestina para evitar ser condenados por la pasión que los une, ya que además es hija de un militar extremo. Sayed deberá debatirse entre el deber ser y el continuo acecho de los controles, quienes en ningún momento lo dejan ser él realmente para así poder complementar su identificación y, de alguna manera, poder superar las diferencias que tanto le apuntan. De hecho, el joven comenzará a mutarse en uno más de ellos, a vestirse como ellos, a consumir sus productos, su música, olvidando, en el fondo, todos los preceptos que su padre y madre, y, principalmente, su abuela, le han infundido sobre sus orígenes. Pero esto hasta cierto punto, la clave del filme para avanzar narrativamente. El hábil guión de "Mis hijos" va dejando lugar al conflicto primigenio para profundizar en la psicología de Sayed y Yonatan, y como entre ambos se ayudarán a cada uno cumplir sus objetivos, siendo el cambio de identidad entre ambos la salida para que Sayed pueda terminar sus estudios, pero también para que Yonatan, ya postrado, pueda seguir adelante en la carrera universitaria, logrando su tan ansiado título. La división del lugar, y el contraste entre ambos, requiere de un análisis aparte, como así también la utilización del archivo, principalmente para la etapa que narra la vida de Sayed junto a sus padres y hermanos de niño, que refuerzan algunas ideas políticas. Allí se potencia la idea de la TV como nexo con el mundo, y también como fuente de información para luego comprender la discriminación que sufrirá Sayed en Israel. Hay vacíos y lagunas que Riklis supera con habilidad a partir de la incorporación de la historia de amor de Sayed y la joven israelí, un incipiente amor que nace casi tímidamente, pero que con el correr de los días comenzará a pesar en las decisiones de ambos terminando de consolidar este sincero relato de defensa de preceptos y respeto por la diversidad.
El caso de "La casa del fin de los tiempos"(Venezuela, 2013), ópera prima de Alejandro Hidalgo, es un ejemplo que cuando se quiere plasmar una historia, a pesar de las limitaciones presupuestarias y de realización, y, principalmente, cuando se tiene en claro qué se quiere contar, todo es posible. Años estuvo Hidalgo para poder conseguir la financiación de "La casa...", siendo el motivo principal la inexistente producción de género en Venezuela y la reticencia de los pocos productores cinematográficos de avalar su proyecto. Cuando finalmente tuvo el presupuesto debió acotar su historia, porque el primer guión era muy ambicioso ya que juega entre dos tiempos narrativos diferentes, pasado y presente de una mujer que no sabe realmente qué le pasa. Dulce (Ruddy Rodriguez), la protagonista, es una condenada a vivir amenazada por los propios fantasmas que la muerte de su marido y su hijo le generan a diario, ya que nunca pudo cerrar del todo los hechos que otros le han comentado. En el arranque Dulce aparece en escena luego de un asesinato. En el piso, ensangrentada, cobra conocimiento y reconoce a su familia muerta a su lado. Años después, anciana, regresa a la casa del crimen, beneficiada por la posibilidad de continuar su condena allí, y será esa misma casona la que nuevamente le dicte sentencia. Y en ese regreso a la inmensa casa, llena de sombras y de misterios, y de recovecos que ni siquiera ella sabía que existían, Dulce deberá enfrentar sus propios miedos, aquellos que Hidalgo, con habilidad y sutileza, terminará por entremezclar con una trama que evoca momentos oscuros de la historia de Venezuela. "La casa del fin de los tiempos" juega con el terror, pero termina enmarcándose en el realismo mágico como posibilidad expresiva para poder profundizar en la historia de una mujer que de un momento para otro vio cómo su historia cambió sin comprender correctamente por qué fue que eso pasó. Así, en la búsqueda del sobresalto como efecto narrativo, o en la utilización de una banda sonora estridente que potencia las escenas de ensoñación y misterio, Hidalgo reafirma su necesidad expresiva y la supera, apoyándose en una correcta interpretación de Rodriguez, que acepta el desafío y se entrega de lleno al personaje. Hace un tiempo tuve la posibilidad de dialogar con Hidalgo, y en esa entrevista me comentaba su idea de no circunscribirse a un solo género, será por eso que "La casa del fin de los tiempos" no sólo puede verse como un filme de terror, sino que además puede disfrutarse como una una película de suspenso, un filme sobre el drama de una familia, y también sobre cómo la historia pesará en el relato, algo que se revela en un momento clave de la película, y que va generando ciertas repeticiones que permiten que la narración avance y supere cualquier laguna u olvido de este director novel.
VENGANZA Renacer desde la oscuridad. Buscar luz en donde no existe más que la posibilidad de empujarse por la fuerza del deseo y los recuerdos. Si el cine es experiencia “Revenant: El renacido” (USA, 2015) es una de las más acabadas muestras del ingenio del séptimo arte, que bucea en el cine de venganza y revancha, un género ya constituído con filmes como “Taken”, “Kill Bill” y otros, y que intenta, a partir de una construcción clara y precisa de sus personajes, la empatía con una narración que no da tregua. El nuevo filme de Alejandro Gonzalez Iñarritu, el provocador realizador mexicano, amado y odiado en partes iguales, y que viene de ganar durante toda la temporada de premios anteriores con “Birdman”, vuelve a sorprender con la historia de Hugh Glass (Leonardo DiCaprio), un expedicionario miembro de un grupo de cazadores que intentarán, en un breve lapso, superar a los indígenas y hacerse con pieles de animales para vender posteriormente. Dentro del grupo de Glass, además de una serie de experimentados valientes, se encuentra Fitzgerald (Tom Hardy) un ser despreciable, que principalmente se contrapondrá a Glass por su espíritu de liderazgo, conocimiento del terreno, y porque éste no está solo en la camada, ya que su hijo mestizo lo acompañará en su aventura. Iñarritu arranca el filme con escenas oníricas que luego serán parte de los flashbacks que conformarán toda la historia de “Revenant…”, y que le sirven para, además, reforzar su propuesta de acercamiento extremo a la historia con planos envolventes, subjetivos y detalles de aquello que los protagonistas van atravesando. La obsesión con la cámara llega al punto que si por ejemplo, el protagonista queda expuesto en una situación límite (de las múltiples a las que el guión lo llevará) y la culminación de ésta es cercana al lente, el mismo se empaña. Todo hace al verosímil y al acercamiento extremo que al director tanto le gusta conseguir en sus realizaciones. En el arranque de “Revenant…” a Glass le dicen “el viento no puede derrumbar un árbol con raíces fuertes” y esa frase será el postulado con el cual el guión narrará la historia en cuatro etapas: presentación, caída, renacimiento, venganza. Presentación: los personajes son introducidos de manera concreta con las especificaciones que luego repercutirán en las siguientes instancias. Caída: el liderazgo de Glass es puesto a prueba, y luego de sufrir su primer accidente es aprovechado por Fitzgerald para terminar con él y su familia. Renacimiento: ya dado por muerto, Glass se recupera para comprender su verdadera suerte tras el asesinato de su hijo. Venganza: el climax del filme, un duelo a muerte en el que ni Glass ni Fitzgerald (impecables DiCaprio y Hardy) tienen asegurada la victoria. La idea de civilización y barbarie atraviesa todo el filme, y mientras el guión avanza a paso rápido, con una tensión in crescendo, y una recreación de época increíble, el despojamiento de los protagonistas se suma a la potenciación de la naturaleza de personaje secundario a protagonista clave del relato, apoyándose en la precisa y bella fotografía de Emmanuel Lubezki, que hacen de “Revenant: El renacido” una de las experiencias cinematográficas más logradas de los últimos tiempos. Puntaje: 10/10
Sombras que aburren Es curioso como en algún momento el cine de parodias terminó convirtiéndose en un género en sí mismo, y si Y dónde está el piloto? (Airplane!, 1980) fue una de las primeras que supo emular, dentro de su estructura narrativa, a algún blockbuster popular para generar empatía con el público, fue en ese período cuando el cine de Hollywood comprendió que el nicho para generar este tipo de films estaba sembrado. 50 sombras negras (50 shades of Black, 2015) con Marlon Wayans a la cabeza, es la continuación de una serie de películas que le sirvieron al actor -y director- la posibilidad de consolidar su carrera de intérprete dentro de la comedia burda sin otro interés que generar ingresos en la taquilla y en sus bolsillos. En esta oportunidad será la saga literaria creada por E.L.James, y adaptada recientemente al cine por la directora Sam Taylor-Johnson. En 50 sombras negras al igual que en Cincuenta sombras de Grey (Fifty Shades of Grey, 2015), una joven, en este caso Hannah (Kali Hawk) caerá en las redes del misterioso Sr. Black (Marlon Wayans) un exitoso empresario con gustos particulares sobre sexo y relaciones con el género opuesto. El trabajo del director y guionista será de sumar, en el medio, bromas y chistes sin gracia, con algún que otro punchline o gag (siempre relacionados a lo escatológico) donde la sonrisa asoma por encima del tedio generalizado de la aburrida propuesta. El problema de 50 sombras negras es justamente la falta de parodia, y respetar casi literalmente el guión de Cincuenta sombras de Grey. La frescura se pierde y sólo asistimos a una sucesión de chistes sin remate, enfocados en la fealdad de la protagonista, el tamaño del miembro de Black y el de su hermano (Affion Crockett) y en cómo la compañera de cuarto de Hannah la pasa mucho mejor que ella. 50 sombras negras se suma a una larga lista de títulos que sólo intentarán que el incauto que se acerque a las salas y que decide a último momento que ver, elija esta propuesta, que hace de cada chiste un golpe a los buenos momentos que en otras oportunidades Marlon Wayans, nos hizo disfrutar.