La épica marcada a fuego Tras el éxito de la primera entrega de la saga, y la posterior creación de una serie animada llamada Dragones de Berk, las aventuras de los dragones y los vikingos con el aguerrido Hipo a la cabeza, vuelven en Cómo entrenar a tu dragón 2 (How To Train Your Dragon 2, 2014), en este caso bajo la dirección de Dean DeBlois, pero en solitario. En Cómo entrenar a tu dragón 2 todo comienza cuando Hipo nuevamente dirija las energías de su pueblo hacia la preservación y la convivencia pacífica con las gigantescas bestias que escupen fuego y que, hasta antes de su contacto amistoso, sólo producían temor en la población. El padre de Hipo quiere que su hijo lo suceda en el trono para que pueda continuar predicando las bondades de la convivencia en paz y armonía entre seres humanos y dragones. Pero Hipo se queja de la asignación, rebelde hasta la médula, se escapa antes de darle una respuesta y prefiere continuar viajando por mundos misteriosos al lado de su novia Astrid y sus dragones. En uno de sus viajes conocerá una parte de su historia. En la reafirmación de la identidad, en el fortalecimiento del vínculo materno y en el subrayar los orígenes de Hipo es que Cómo entrenar a tu dragón 2 arma una aventura épica de la que sale bien parada, a pesar de por momentos respetar a rajatabla alguno de los preceptos de los estudios Disney en materia de aventuras animadas (matar a algún familiar cercano) y de no contar con el efecto sorpresa de la primera entrega. Hipo es la representación de la juventud que hace años ha nacido con una conciencia diferente a las generaciones anteriores, un grupo que en el preservar las especies y respetar al otro encuentra una manera de ser. Cómo entrenar a tu dragón 2 es un film entretenido, con mucho humor y aventuras por doquier y que trabaja con tópicos esenciales en aventuras infantiles como el trabajo en equipo, el esfuerzo personal, el respeto de valores y la amistad como vector de los vínculos sociales. La película nuevamente afirma la fuerza de una saga que pisa con solidez en la construcción de una sinergia de historias, las que podrán continuar en la pantalla grande, o bien, seguir divirtiendo en las más pequeñas. En la versión en idioma original los personajes son interpretados por Jay Baruchel, Gerard Butler, Craig Ferguson, America Ferrera, Jonah Hill y Christopher Mintz-Plasse, entre otros.
Cuando un creador, un artista, alguien tan grande como José Saramago es adaptado al cine, uno teme que su obra, tan inasible, perezca de inmediato luego de los primeros títulos. Así pasó con “Ceguera”(USA, 2008) que no supo o no pudo aprovechar la riqueza y la desgarradora narración que a través de aquellos que no veían se comenzaba a hilar. Enfrentarse a una nueva adaptación, en esta oportunidad de la novela homónima “El hombre duplicado”, suponía un enorme desafío, principalmente el de poder aceptar una vez más que frases como “Ni el propio Tertuliano Máximo Afonso sabría decir si el sueño volvió a abrirle los misericordiosos brazos después de la revelación tremebunda que fue para él la existencia, tal vez en la misma ciudad, de un hombre que, a juzgar por la cara y por la figura en general, es su vivo retrato (... )” dejarían de ser palabras en un libro amado para pasar a ser encarnadas por seres que una vez más podían traicionar al artista portugués. La sorpresa es enorme al detectar que “El hombre duplicado” (Canadá, 2014), no solo reproduce fielmente el espíritu pesadillesco y de complot presente en cada página del libro, sino que además, en un nuevo y elegante ejercicio de estilo, su director Denis Villeneuve, se alza como uno de los mejores realizadores contemporáneos. Representando en movimiento cada una de las palabras de Saramago, Villeneuve hilvana con ampulosidad la historia de ese pequeño ser gris, llamado Adam Bell (Jake Gyllenhaal), agotado de su existencia rutinaria, que de pronto descubre una otredad que es igual a el. En el visionado casi por casualidad de una comedia, se deslumbra al reconocer en un personaje secundario a alguien son su rostro. Imagen mediatizada en pausa, Villeneuve comienza a abordar el clásico tema de la dualidad en la contemporaneidad, tópico trabajado en filmes tan disímiles entre sí como “Pacto de Amor” de Cronenberg, o en “Contracara” de John Woo, pero también en un filme como “Silvia Prieto”, que en clave de comedia también habló de una obsesión mortal. Adam reconoce en ese actor/modelo de segunda, llamado Anthony St. Claire (Gyllenhaal), su doble, su par, su enemigo, alguien que lo acecha en sueños y en la vida real, y a quien decidirá tratar de reemplazar o al menos formar parte de su mundo. Escenarios amplios, lugares que a la vez son “no lugares” y que bien podrían trasladarse a cualquier país y ciudad del mundo, esos mismos espacios amenazan las diarias existencias al igual que los otros que en vez de completarnos nos quitan esencia. Un espejo en negativo, en el que Adam buscará alguna respuesta, pero que al no encontrar un feedback inmediato, en el asumir otra identidad, más allá que la cara sea la misma, el placer por ser alguien más, independientemente de la corporalidad. Un elenco sólido, en el que se destacan Isabella Rosellini, Sarah Gordon y la bella Mélanie Laurent, acompaña a Gyllenhaal en esta pesadilla eterna de la que nadie podrá escapar sin ser absorbido o replicado. De una idea simple, de una obra maestra de la literatura, de un estado de época, Villeneuve construye el discurso definitivo sobre un síntoma de época clásico, el miedo, en el posmodernismo, de que otro nos robe la identidad. Sublime.
“Ida”(Polonia, Dinamarca, 2013), de Pawel Pawlikowski, arranca cuando, a punto de tomar los votos para convertirse en monja, Anna/Ida (Agata Trzebuchowska) ,una joven dedicada a su pasión por la fe, recibe la directiva de la madre superiora de pasar un tiempo con su tía (Agata Kulesza) que vive en la ciudad. Este pedido es recibido con mucho disgusto por la joven, ya que lo único que le interesa en el mundo es poder servir a la Iglesia, sin ningún tipo de condicionamiento social o de su entorno. A regañadientes asume el viaje, y debido a que hace mucho tiempo que no sale del convento, en el que sigue una estricta rutina, todo será novedoso, desde subirse a un bus hasta caminar por las destruidas calles del pueblo de su tía. El encuentro con Wanda (Kulesza) será obviamente un juego de contrastes, ya que la tía es una libertina jueza que de día ejerce su tarea de legislar y juzgar a quienes hayan participado del exterminio nazi en colaboración con los civiles, pero de noche es un alma descarriada que encuentra en el alcohol y el sexo una vía de escape para liberar la pesada tarea y rutina y olvidar algunos detalles de su pasado que iremos conociendo al avanzar la acción. Entre ambas no habrá posibilidad alguna de congeniar, pero a medida que el encuentro se profundiza, y que a Ida se le revela su verdadera identidad, de hija de judíos desaparecidos en la guerra, su mundo de creencias religiosas se comienza a derrumbar. En el derrotero que se desprende de la necesidad de encontrar los cuerpos de sus padres, se estructurará una dinámica digna de las mejores road movies protagonizadas por mujeres, a la que se suma un interés por revisar una de las etapas más sangrientas y crueles de la historia universal. Pawlikowski genera un film que en la belleza de una fotografía en blanco y negro, nostálgica, envolvente, con planos detalles y escenarios naturales que respiran vida, más allá de las miserias que en los encuadres se van mostrando, que derrumba cualquier cliché sobre películas que intentan analizar algunas cuestiones propias de la dignidad humana, como el amor, la muerte, los asesinatos, la colaboración con causas nefastas. Ida de a poco comenzará a relacionarse con el mundo. El salir del claustro y de las estructuradas rutinas a las que se sometió para poder superar su orfandad, van dejando lugar a una incipiente liberación de su ser, dando lugar hasta la necesidad de encontrar un amor. Así, el diálogo, el alcohol, la música, la comida chatarra, todo comenzará a mostrarle algo del mundo que hasta el momento le estaba velado por una cuestión de necesidad imperante de unos votos a los que sólo se sometía para poder encontrarle sentido a su vida. En cada paso que da, cada viaje, es una oportunidad de ver con otros ojos al mundo, hasta claro está, el momento de la revelación sobre el destino de sus padres y la manera en la que los hicieron pasar a una mejor vida. Película de contrastes, con excelentes interpretaciones, y un mensaje positivo que supera el dramatismo de algunas de las situaciones que plantea, “Ida” resulta de visión imprescindible.
Punch en la cara Hay veces que no solo basta con rodearse de estrellas y darle cierto aire cosmopolita a las imágenes para que una película funcione. Con "Love Punch"(USA,Gran Bretaña,Francia,2013) hay algo de esto, algo que no termina de cerrar a pesar de contar con, a mi entender, una de las mejores comediantes de la historia del cine: Emma Thompson. En esta oportunidad Thompson interpreta a Kate, una mujer divorciada hace años, que ve como todo su mundo se derrumba una vez más, al padecer el síndrome del nido vacío cuando su hija se retira del hogar materno a completar su educación universitaria. Pero para más INRI, su ex marido (interpretado por Pierce Brosnan) le anuncia que todos los ahorros (incluyendo los destinados a la educación de la hija) se esfumaron cuando un inescrupuloso grupo empresario lo dejó en la calle a días de jubilarse. Allí el director Joel Hopkins podría haber armado una historia de búsqueda, en la que la restitución del bien perdido podría bien haber acentuado el posterior acercamiento de la pareja, pero no, toda la artillería la enfocó hacia una aventura en la que el humor y el "espionaje" intentarán imponerse frente a la desesperación del planteo inicial. El principal problema de "Love Punch" no es que esté mal filmada, dirigida o actuada, su falencia radica en querer hacer más gracioso algo que ya no divierte, y que excepto por el logrado esfuerzo de Thompson (que sabe que tienen que hacer lo imposible para sacar a flote el barco), todo se hace cuesta abajo y tedio. Hopkins falla cuando, en una película que termina siendo una aventura de espías, en la que el otrora matrimonio, ayudado por unos viejos amigos, intentan recuperar su dinero, a través del impedimento de una boda fastuosa en la que un diamante parece ser la salvación de todo, menos, claro está, de rescatar al filme del olvido. PUNTAJE:5/10
Un pacto de aburrimiento La primera imagen, sugerente, de "El Pacto"(USA, 2013), es la de su título, similar al de grandes filmes como "The Fury" o "The Exorcist". Uno al ver las letras del nombre en amarillo, impactante, genera la curiosidad de saber si estaremos frente a una fiel sucesora de género.Pero no. El director Nicholas McCarthy, arma un thriller psicológico destinado a nuevas generaciones completamente ajenas a obras maestras del terror, contando la historia de dos hermanas que, desencontradas, vuelven a la vieja casa maternal luego del fallecimiento de la progenitora. La primera en llegar verá como de pronto su suerte cambia al perder contacto con la realidad obsesionandose con una presencia en la casa, y la segunda deberá lidiar con la ausencia de su hermana y ese "algo" que acecha de noche y en la oscuridad. No es "El ente", pero algo con fuerza acude a desestabilizarlas, pero sólo a ellas, porque al espectador sólo lo que provoca es tedio. "El pacto" sí posee una lograda ambientación, pero carece de un nivel actoral y de dirección eficiente, en una historia que no avanza y que a los pocos minutos de iniciada sólo pide ser abandonada por el espectador. Fallida. PUNTAJE: 2/10
Show me the money a la hindú No es casualidad que Jon Hamm haya decidido aceptar el protagónico de Un golpe de talento (Million Dollar Arm, 2014), de Craig Gillespie, ya que le ofreció la posibilidad de salir, por un momento, de la atemporalidad de Mad Men para tener un cercano contacto con la realidad y el presente, en una historia que a fuerza de emoción habla de la amistad, la familia y la pasión por lo que uno hace. En Un golpe de talento se cuenta la historia verídica de cómo un representante de deportistas, decide de un día para otro aceptar una descabellada propuesta para poder así hacer crecer a su negocio, que claramente va hacia la catástrofe financiera. Su socio (Aasif Mandvi) le comenta la posibilidad de encontrar en jugadores de cricket, un deporte completamente ajeno a él (primer contraste), y en la India, los dólares que necesitan para resurgir el negocio. Hacia allí volará raudamente JB Bernstein (Jon Hamm), a encontrar a buenos lanzadores para el béisbol, y pese a lo arriesgado de la empresa el representante decide apostar por la “innovación”. En el contraste entre los norteamericanos y los hindúes, en la confrontación de usos y costumbres, como así también en el impedimento de poder comunicarse, es que Craig Gillespie va conformando una primera parte de su film que se acerca mucho a un viaje iniciático (recordar películas como Comer Rezar Amar o más recientes como La increíble vida de Walter Mitty, por citar sólo algunos casos) en el que el protagonista comienza en un estado para luego terminar en un estadio superior. Bernstein se relacionará, luego de asistir a varios establecimientos de cricket, con los dos más veloces tiradores, Rinku (Suraj Sharma) y Dinesh (Madhur Mittal), y con ellos intentará estructurar la base del negocio para luego poder venderlos a las ligas mayores de béisbol en su país natal. Pero a su viaje a India, Bernstein no irá solo, lo acompañará un viejo “cazatalentos” interpretado con maestría -cuándo no- por Alan Arkin con el que se establecerá un vínculo de respeto y admiración que permanecerá hasta el final. Al regresar a Estados Unidos, los obstáculos con los que se irá encontrando Bernstein no sólo serán culturales, sino, básicamente, de trabajo y rutinas. Rinku y Dinesh, junto con el intérprete Amit (Pitobash Tripathy), que quiere ser coach de equipo, se deslumbrarán por las bondades del american way of life, descubriendo la TV, la pizza y el alcohol (por culpa del cual harán perder una gran segunda oportunidad a JB con un ex representado). Y en ese desbande, ni siquiera el estricto entrenador contratado por Bernstein (en la piel de Bill Paxton) podrá domar a estos pequeños hindúes que sólo quieren seguir siendo malcriados en un país desconocido y con pocas obligaciones. Tampoco podrá sumar corrección Brenda (Lake Bell), inquilina de Bernstein, que funcionará como una suerte de conciencia del protagonista, hasta claro está, el amor pueda mucho más que cualquier alquiler de por medio. Película de contrastes, con una lograda dirección de cámaras y excelente banda de sonido (con matices musicales hindúes y sonidos que generan gran tensión, fundamentalmente hacia el final). Quizás sobren varios minutos principalmente de la segunda etapa (entrenamiento en USA y posible venta y prueba de Rinku y Dinesh), de la que se destacan momentos de humor en una fórmula ultra probada y que tiene a Jerry Maguire (1996) como referente cercano e inspiración.
Tan sólo por el hecho de arriesgarse a dirigir una película incómoda es que tenemos que felicitar a Luis Ziembrowzki. En “Lumpen” (Argentina, 2013), su ópera prima, intenta hablar de manera universal de tópicos como la dignidad, el honor, la valentía y el actuar frente a situaciones extremas que invaden la cotidianeidad. Metáfora de la eterna crisis social y la división entre los que hacen y los que meramente ven lo que pasa, algo que ha atravesado toda nuestra historia, en “Lumpen” su protagonista, Bruno (Sergio Boris), un fotógrafo profesional que deambula por las calles de un abandonado barrio, de un abandonado país, y en las que sólo encuentra hostigamiento y presión. Dentro de su humilde vivienda tampoco puede estar tranquilo, desde la pequeña pantalla de su TV recibe los mensajes “interferidos” de una propaganda revolucionaria con la que, al parecer, él no sabe si tiene que adherirse o no. Bruno siempre baja la cabeza, cruza de calle ante la posibilidad de que en su cuadra haya algo que lo moleste o incomode. Porque este Lumpen baja la cabeza y no sabe cómo manejarse frente a los cambios y la agresión del exterior. Ziembrowzki transmite, no sólo a partir de los diálogos de Bruno con su entorno, sino principalmente a partir de la creación de espacios y atmósferas embebidas en sordidez, el lugar ideal para que el pequeño infierno con el que diariamente lidia se vaya potenciando. En las pequeñas rutinas, en la cotidianeidad de Bruno, comenzamos a entablar un estrecho vínculo con él que será imposible de cortar, hasta el punto de querer gritarle “REACCIONA”. Pero no, esperamos y anhelamos con que él pueda hacer algo. Al lado de su casa comienza a vivir un ex pugilista (Diego Velazquez) que mantiene vínculos con el resto de los vecinos. Bruno lo espía desde su terraza y ventanas. Para él ese ser que invade una propiedad privada ajena tiene algo de poderoso que siempre quiso tener. Hasta que el “invasor” entabla una relación con su hijo Damián (Alan Daicz). Cada vez que busca a su hijo el viene de al lado. La otredad empieza a avanzar sobre su zona de confort. Su espacio privado al que nunca nadie tendría que ingresar. Si hasta con su mujer Ruth (Analía Couceyro) se ve impedido de relacionarse. Por más que ella por las noches lo busque para poder intimar él se retrae y le niega esa posibilidad. No se comprende el vínculo El contraste entre ambos es notorio. Frente a la pasividad de Bruno, la aceptación, la inercia, hay una Ruth que mantiene vínculos con la revolución que se gestiona dentro y fuera de la casa y que encuentra en Damián un aliado. El tempo de la acción es lento, demasiado, pero necesario para poder comprender lo precipitado de un final que intenta poder cohesionar las historias a riesgo de resultar fatalista, porque en la liberación que por ejemplo encuentra Damián a través de la cámara filmadora que utiliza, hay una contraposición de las sociedades de control. Damián filma para liberarse. Para poder ser. Y en ese liberarse también le facilitará a Bruno su escape. Ecléctica pero efectiva.
Hay muchas maneras de morir estúpidamente, pero según Seth MacFarlane en el oeste hay más de un millón, porque así es como en “A million ways to die in the west” (USA, 2014) nos contará la épica aventura de Alex Stark (MacFarlane) mientras intenta adecuarse a la época en la que le toca vivir y su particular manera de esquivar la muerte. Como habitualmente hace en sus series animadas, el director fagocita el género de western (tomando cada uno de los temas y tópicos) y los reinventa, agregándoles su toque personal, más un plus de cultura popular actual (el guiño a “Back to the Future” es hermoso) y bromas escatológicas. Stark es una persona que vive en una época que no le corresponde y tiene la capacidad de abstraerse del patético entorno y las limitaciones de los seres que lo rodean. Enamorado de Louise (Amanda Seyfried), su mundo se desmorona aún más cuando ella lo deja por Foy, el “villano” millonario del pueblo (Neil Patrick Harris). Sin un motivo aparente para vivir, ni siquiera la compañía de su amigo Edward (Giovanni Ribisi) y su pareja (Sarah Silverman) harán quitarle de la cabeza las ganas de perderse en el alcohol y escaparse hacia una ciudad con vida y acción. Hasta que un día llega al pueblo Anna (Charlize Theron) y lo acompaña en sus diarios infortunios y derrotero de calamidades, y comienza a vislumbrar la posibilidad de ver un futuro diferente al que hasta el momento vivió. Pero hay un pequeño detalle, que hasta casi el final de la historia Stark no sabrá, y es que Anna es la mujer del forajido más peligroso del oeste Clinch Leatherwood (Liam Neeson), quien volverá para recuperarla y enfrentarse en un duelo mortal con él. Igual hasta ese momento de revelación, que torcerá el destino del protagonista, la aventura seguirá su curso demostrando la capacidad que tiene MacFarlane para construir relatos en los que los perdedores terminan siendo los verdaderos triunfadores. Respetando casi al pie de la letra los signos e íconos del western (paisajes, escenas de duelo, vestimenta, construcción de los espacios, utilización de la cámara –aunque abusa de los travellings-) seguramente el producto final no será apreciado por aquellos amantes a rajatabla de las clásicas películas de vaqueros (si hay hasta números musicales que hilvanan y suman a la trama). El resto de los mortales seguramente sí podrá apreciar la apuesta revolucionaria que con esta segunda película de ficción el director nuevamente busca narrar una historia de amor tradicional (como ya lo hizo en “Ted”), pese a que el entorno y el contexto sea completamente revolucionario y adverso. Las bromas escatológicas, los insultos y la capacidad de mostrar un desmembramiento en pantalla, a la par que la pareja protagónica tiene un primer acercamiento, nada hace opacar la idea que sobre el amor va construyendo desde el primer momento. Obviamente que este producto no será para todo los públicos, pero si hay que reconocer que MacFarlane se apoya en un gran elenco, que le responde con buenas actuaciones y que sabe que el filme se convertirá en objeto de culto (atentos a todos los cameos) entre todos los seguidores del creador y que tan bien le hace a la cultura popular y a la comedia actual.
Los tuyos, los míos y todos los problemas En la tercera comedia romántica protagonizada por Drew Barrymore y Adam Sandler, llamada Luna de miel en familia (Blended 2014) la cohesión o mezcla a la que alude el título original lograda entre ellos, y la sinergia entre historia, escenarios, dirección de Frank Coraci y actuaciones, es tan perfecta que sorprende. Jim (Adam Sandler) y Lauren (Drew Barrymore) son dos padres que luchan en soledad por sacar adelante a sus hijos (dos ella, tres él), con la particularidades que el género en cuestión de cada uno de ellos conlleva. Luego de una malograda cita a ciegas en la que Jim no hace más que desagradar a Lauren, cada uno vuelve a su rutina diaria. Lauren trabaja con una amiga (Wendi McLendon-Covey) que sale con un multimillonario con el que iba a hacer un viaje al África hasta que se enteró que tiene cinco hijos. Al intentar cancelar todo y no poder, tanto Jim como Lauren deciden comprar la parte de los pasajes (sin que uno sepa que el otro pensó lo mismo) y viajar por separado con sus hijos a la “selva” para estrechar los vínculos familiares. En África los grupos familiares de cada uno comenzarán a interactuar entre sí y también ayudarán a cada uno a los hijos con problemáticas particulares para que sean aceptados. El hijo menor de Barrymore no puede superar ser malo en los deportes, la hija mayor de Sandler parece -y es confundida constantemente con- un varón, la hija del medio además “convive” con el fantasma de la madre muerta, etc. En ese asistirse y reconocer en el otro la posibilidad de una figura paterna o materna (según el caso) para su grupo es en dónde el film comenzará a recrear el espíritu de las mejores comedias románticas norteamericanas. Eso sí, sin dejar de lado algunos puntos de la nueva comedia americana como las bromas escatológicas, la exacerbación del sexo, y la puesta al día de la cultura popular, que tan bien le quedan a Sandler y a todas las producciones de Happy Madison. Una serie de personajes secundarios aportarán cada uno los momentos necesarios para lograr que no decaiga la tensión entre los protagonistas (por ejemplo el increíble Terry Crews como el líder del grupo nativo Thatoo que cambia canciones clásicas para narrar situaciones del film), pero también irán ganando su espacio propio. Además, los escenarios exóticos y los paisajes, como así también la utilización de la naturaleza como un actante más potencian las situaciones que al aire libre harán atravesar a cada uno de los viajeros. Entretenida, dinámica y con una química increíble entre la pareja protagónica, Luna de miel en familia es una comedia ideal para ir al cine en familia y salir con una sonrisa de oreja a oreja.
Detrás de “Amapola”(Argentina, 2014) de Eugenio Zanetti está el sueño de uno de los mejores “artistas” que tenemos en este país y su película es un homenaje a la historia argentina, en la que, a través de la ficción y dentro de un hotel se van narrando de manera episódica algunos hitos con los que Zanetti inevitablemente se sintió marcado personalmente. A saber: la muerte de Eva Perón, el Golpe de Estado de 1962 y la Guerra de Malvinas. El primer hecho, la muerte de Eva, es el que da inicio a la historia. La célebre grabación en la que se menciona su fallecimiento, nos introduce dentro de las paredes del Gran Hotel Amapola y lo asocia directamente a la época de bonanza económica del peronismo (aunque del Hotel sólo veamos dos habitaciones). A orillas del río Paraná el Hotel recibe periódicamente a turistas extranjeros para poder descansar y además disfrutar de arte y música. De la mano de Amapola (Camilla Belle), una jóven que de pequeña dejó en el río su “fonola”, con la clara intención que esas mismas aguas que le quitan su bien más preciado le devuelvan en algún momento la alegría que le producía la música encarnada en un hombre, iremos conociendo las particularidades de los habitantes del hospedaje y de aquellos que, como Luke (Francois Arnaud) y su novia Sissy (Esmeralda Mitre), visitarán momentáneamente. Ama (Belle) tendrá un flechazo instantáneo con Luke (Arnaud) e intentará entablar un vínculo inmediato para poder así conocer el amor, ese que espero siempre a orillas del río. Pero los sucesos harán que el siguiente hecho, el Golpe de Estado, atraviese ese encuentro y determine que una representación de “Sueño de una noche de verano”, termine en un caos al ser alcanzada por un bombardeo militar. Rápidamente llegará el siguiente hecho, la Guerra de Malvinas, con Galtieri en la pantalla de la cocina del hotel gritando “si quieren venir que vengan, les presentaremos batalla” y Amapola asistiendo al funeral de su abuela Meme (Geraldine Chaplin), con quien la joven no sólo compartía vínculo sino, principalmente, la posibilidad de “ver” más allá del aquí y ahora. Enmarcada dentro del realismo mágico, la historia de Amapola y su amor imposible, verá como gracias a la revelación de que todo es un “sueño” podrá una vez más vislumbrar un cambio en su presente/futuro. Así viajará en el tiempo (resuelto de manera simple) y por la magia de la edición, Zanetti hará que Amapola vuelva a 1962, a la noche de la representación teatral y pueda ir atando uno por uno los nudos que se fueron desatando de su historia y los suyos para evitar que todo culmine en tragedia (Amapola sería el revés de “Volver al Futuro”). Al rescate de valores familiares, y el amor como principal vector, es que Zanetti saldrá con un enorme despliegue visual, de vestuario y escenografía, y con el que una vez más se afirmará como el gran artista que es. En cuanto a la historia y la dirección, aún le falta mucho para lograr transmitir la pasión que se intenta contar en la pantalla (sólo dos besos y una escena púdica de amor), con algunas situaciones que pueden llegar a causar mucho más risa que empatía (como la elección de escenas de baile y canto para generar transición entre las acciones). El elenco, además de las estrellas internacionales, se compone por actores de la talla de Lito Cruz, Leonor Benedetto, Elena Roger y Juan Acosta, que intentan hacer lo que pueden con algunos diálogos ilusorios y hasta pasos de baile (el mambo de Benedetto). Eugenio Zanetti se embarcó en un proyecto personal, barroco, arriesgado del que por momentos puede salir, apenas, airoso. Fallida.