ANTE TODO “LA FAMIGLIA UNITA” Gran desilusión será pensar a Secretos ocultos como un film netamente de terror, porque aquí lo que tenemos es un drama duro con ciertos tintes de thriller psicológico y no más que eso. Tomarla como una de terror limita, tal vez, su disfrute. Esta historia que aprovecha la vorágine de películas con hermanos huérfanos que habitan mansiones destartaladas -algo visto en la pobrisíma Los inquilinos– tiene la influencia de la siempre recordada Flores en el ático, el misterio tajante de Los otros y esa esencia de El orfanato cuyo escritor y guionista es el director de esta, Sergio G. Sánchez. Apoyado por J.A. Bayona, el realizador saca su segunda obra a las pantallas comerciales luego del desconocido telefilm Las manos del pianista. Ambientada a finales de los 60’ una familia de tres adolescentes y un niño junto a su madre escapan de las garras de un padre golpeador hacia Estados Unidos. Lástima que esa pequeña victoria rápidamente se convierte en profunda tristeza cuando su madre muere enferma. Los chicos pactan jamás separarse y ocultan al exterior la ausencia de un adulto, ya que todos son menores que corren el riesgo de terminar en instituciones o familias de cuidado. A todo este lindo decorado se le suma una presencia sobrenatural que acecha en la casa; una joven bibliotecaria interpretada por Anya Taylor-Joy (el nuevo rostro del terror/thriller) que se enamora del hermano mayor; y el pretendiente de ésta -abogado él-, que al no ser correspondido desea rivalizar con el más grande de los Marrowbone y descubrir todos los secretos de su morada. Y con todo ese embrollo bien novelesco tenemos casi dos horas de film que promete en su primera mitad, con una excelente fotografía cálida de día y tenebrosa en las horas más oscuras de los rincones del viejo caserón, pero que cae en la repetición cansina en lo que resta de metraje. Parece que Sánchez prefiere moverse en terreno seguro con narraciones ya vistas hasta el hartazgo que apostar por mayores riesgos. Lo mismo sucede con la elección de la música excesivamente edulcorada y sobreutilizada en espacios incorrectos y meramente de relleno. Tal vez que Secretos ocultos sea “fácil de llevar” se deba a ese reparto de jóvenes promesas en el actual cine/serie fantástico o de terror como la mencionada Taylor-Joy, responsable de la solemne La bruja y apañada por Shyamalan en Fragmentado, Charlie Heaton que es el adolescente rebelde en la serie Stranger things y Mía Goth de La cura siniestra, siempre relegada a papeles de chica naif de hermosa belleza extraña pero de escaso carisma actoral. Aunque todos ellos funcionen aquí como bloque jamás se destaca uno por sobre el otro. Y éste parece ser el nuevo cliché más cómodo que optan los directores de thrillers, el de construir personajes diferentes dentro de una misma familia: el joven adulto que se hace cargo de los demás, el rebelde sin causa, la chica madre y el niño temeroso. Lo que a mediados de los 90 y durante el 2000 supo ser el cliché de personajes en los grupos de amigos: el jugador de fútbol, el cerebrito, entre otros lugares comunes. Además del terrible drama mencionado, este relato melancólico presenta un manotazo de ahogado en forma de giro final un poco insostenible, que sin embargo se soporta dentro de toda esta parafernalia de fantasía. Producto que no debe ser tomado con tanta seriedad por el espectador experimentado. Secretos ocultos a pesar de haber llegado un año después de su estreno comercial -lo que resta un poco su popularidad por el abanico de historias ya exhibidas en cartelera-, se deja ver por su correcta calidad, porque entretiene sin pretensiones, supera la pobre oferta del cine de género en la pantalla grande y, de paso, nos hace acordar -guiño- a una de Darín.
MÁS QUE AMBULANTES EXPRESS La inmigración senegalesa es uno de los fenómenos más recientes en nuestro país y poco explorado a nivel informativo por los ciudadanos argentinos. En Estoy acá (Mangui fi), Juan Manuel Bramuglia y Esteban Tabacznik se revela un poco el misterio a través de la vida de dos jóvenes, Ababacar y Mbaye, que llegaron a la Argentina en diferentes momentos -hace siete años atrás- y entablaron amistad aquí. Desde dos ópticas dispares -hasta entre ellos mismos-, estos hombres cuentan cómo es vivir en el destierro para tener un futuro económico mejor y así, poder enviar dinero a sus necesitadas familias. Estoy acá (Mangui fi) registra de forma fresca y descontracturada – como si se tratase de un diario íntimo- el día a día de estos veinteañeros inmigrantes con las dificultades que implica la vorágine rutinaria de Capital Federal, las típicas ventas ambulantes de sus artículos importados, los altibajos financieros del país y una sociedad que, a veces, los discrimina pero al menos no los excluye como Europa. En cambio, en la Argentina también hay oportunidad para hacer nuevos amigos criollos, obtener mejores horizontes laborales y hasta por qué no tener una novia argentina. Con gran emotividad e indagación a esta corriente de nuevos habitantes, sus directores contraponen y recorren sin juzgar las distintas realidades nacionales a través de un viaje a Senegal. A la vez, Estoy acá (Mangui fi) pone foco en las tradiciones de rituales religiosos musulmanes, algunas cosmovisiones identitarias y un legado sanguíneo de fuerte peso que esta comunidad aún no puede olvidar en suelo argentino. De esta forma, se constituye en un material sin dudas interesante para curiosos de la temática y/o público general que buscan conocer un pueblo noble, cercano y lejano a la vez.
SORPRESAS A MEDIO CAMINO Es un grosero error pensar en El legado del Diablo como la nueva El exorcista, no sólo por su temática diferente sino porque el clima conseguido en el film de los 70’ aún no es superado por nuevas propuestas como la presente. Sin embargo, Hereditary -su título original, que al menos parece no revelar tanta información- se las trae con una correcta ambientación de terror psicológico. La crítica y muchos fans del horror quedaron a sus pies desde su estreno en el Festival de Sundance, donde dicen que algunos despavoridos de miedo abandonaban la sala. Pero ante tantas flores, creo que a falta de buenas películas del género en el circuito comercial, muchos enloquecen con que El legado del Diablo sea la “propuesta” ignorando films de mayor efectividad que no corrieron la misma suerte de marketing. A favor de esta historia basada en un drama familiar donde mamá, papá, hijo adolescente e hija pequeña -de aspecto y desenvolvimiento extraño- atraviesan la muerte de la abuela de la casa, se deba a que su tráiler nos vende otro relato totalmente diferente al que vamos a ver. Ese punto estratégico y acertado, que cumple su inesperado giro al pasar los 30 minutos, es considerado de lo más logrado en este debut de Ari Aster, quien buscó inquietar en todos los aspectos. Como espectadores esa vuelta de tuerca nos descoloca en buen sentido y nos comienza adentrar en esa construcción progresiva hacia el horror. Un horror que pretende desestabilizar la tranquilidad cotidiana en ese hogar. Y es que el director dice haber tomado ciertos momentos de su vida para construir esta historia maligna, algo que también se vio reflejado en sus raros cortometrajes que son dignos de visitar en la web. Lo que parecía una historia clásica de terror con un caserón en el medio del bosque alejado de todo, y sumado a esa niña extrañísima de fisonomía que es perseguida por espectros fantasmales, muta a la máxima paranoia en los otros miembros familiares. Serán los responsables -por maldito destino- de descubrir el malicioso pasado de la difunta anciana. Y aquí se lleva todos los aplausos la australiana Toni Collette (Pequeña Miss Sunshine) en su soberbio papel de una madre incómoda al principio y desesperada luego por evitar más situaciones trágicas en su seno familiar. Y si bien Alex Wolff (Jumanji: bienvenidos a la jungla) está muy correcto como un adolescente tradicional que pasa a sufrir la mayor de las culpas, el caso del reconocido Gabriel Byrne (Estigma, Mundo Cool) está totalmente opacado en su rol de padre de turno. Tristemente de relleno. Ese aire de El legado del Diablo se acerca más a los rituales satánicos de la excelente La bruja (de la misma productora indie A24) pero con cierto guiño narrativamente paranoico a lo El bebé de Rosemary o de espiritismo y tragedias explicitas de la trilogía La profecía. Por eso confirmamos una estética a film setentoso pero, de allí a El exorcista, dista mucho por más que Aster dio un buen puntapié a la seriedad del género en EE.UU. Sus contemporáneas más directas serán esa locura alegórica llamada ¡Madre!, de Darren Aranofsky, y la deliciosamente perturbadora El sacrificio del ciervo sagrado, del particular Yorgos Lanthimos. Tal vez el film con los años se convierta en un clásico solemne de terror por su logro en generación de climas oscuros que se adentra a los más profundos misterios de la psiquis humana. Un mini Infierno dantesco que alcanza su esplendor -un poco ridículo- en sus minutos finales, pero que sin embargo construye durante el nudo narrativo laberintos espeluznantes con la información necesaria para seguirles de cerca la pista. La poca explicitud en el terror es mostrado a través de los ojos de los integrantes que sortean esta tragedia griega -algo que es referencial en un pasaje escolar del profesor de literatura del chico-. Pero prepondera ese terror mental donde la imaginación de los espectadores, durante las escenas de poca profundidad de campo y máxima oscuridad, da rienda suelta a la más oscura imaginación. Allí reside el juego de Aster: jugar con lo que no vemos. A destacar en la película, el uso de la profesión de Collete como minuciosa maquetista que comienza a obsesionarse metafóricamente con lo que ocurre en los distintos ambientes de su hogar. Un recurso excelentemente utilizado para pasar a la sofocante realidad familiar. Ellos son también parte de ese encierro, de ese legado maldito. También la poderosa y alarmante banda sonora de Colin Stetson. Básicamente, El legado del Diablo es una correcta tesis visual en el género con destacados efectos de iluminación, cuidadoso uso de diseño de producción, efectivos movimientos de cámara y una alarmante banda sonora que deleitará a algunos, pero no contentará a todos ante tanta locura expuesta y hasta por cierta pizca de humor negro.
MIEDO CERCANO Un drama francés alarmante y tenso resulta Custodia compartida, el primer film galardonado en Venecia del director y actor Xavier Legrand, que ofrece una historia sencilla y real que comienza a tornarse intensa con el pasar de sus minutos. Aquí una pareja divorciada se debate por la tenencia compartida de su hijo menor, aunque el pequeño siente miedo por pasar tiempo con su padre. Sin embargo, la Justicia falla a favor de su progenitor al ver puntos favorables en el comportamiento de este ciudadano razonable. Hablamos de una primera parte tranquila donde Legrand deja a la decisión del espectador por juzgar y volcarse a favor del rol paterno o el materno. Observamos de tal forma cómo un padre que vuelve a “encaminarse” busca acobijar a su niño -porque el vínculo con su hija mayor es nulo-, que resulta ser un caballito de batalla en esta contienda entre adultos. Un niño que necesita la contención de sus abuelos -de alguna forma también víctima de las decisiones de un ex-matrimonio arruinado-. Pero a la vez un pobre menor que trata de contentar a los adultos aunque esto signifique sortearse entre revelaciones y mentiras hasta sus momentos de extremo tormento psicológico. Legrand logra mantener la tensión en forma creciente desde el empleo de encuadres que focalizan desconcierto y angustia, hasta algunos falsos fuera de campo que funcionan de manera magistral donde se relatan historias particulares de otros miembros de la familia. Y este es el ejemplo de la chica adolescente que deja caer su mochila en el baño escolar para realizarse un test de embarazo. Ella también vive con miedo al futuro. Un miedo implícito que sólo el espectador atando los cabos sueltos que deja el director puede asociar y proyectar a priori. Como dijimos, abunda el clima hostil e implícitamente violento que comienza a ser sostenido por el protagonista masculino como algo que lo excede y en pos de “recuperar” a una familia que tanto ama. Todo esto se logra gracias a un excelente reparto, donde sobresale la plasticidad de Denis Ménochet como el padre. Ménochet sabe virar de un estado desahuciado, hasta una locura extrema a punto de cometer una tragedia. Este miedo, este sufrimiento que acompaña a los espectadores -que no pueden relajarse en ningún momento aún en los que existe una pequeña “armonía”- y a toda una familia ficcional desconcertada en espacio y tiempo corta la respiración a un desenlace límite. Un desenlace capaz de poner los pelos de punta. Esa angustia contenida y tan realista que puede ocurrir -y ocurre- desde la cotidianeidad del día a día, hace que Custodia compartida no sea un drama ordinario.
TE CONOZCO MASCARITA Luego de lo que fue la exitosa Los extraños, donde Liv Tyler y su novio tienen una crisis de pareja post-casamiento de amigos y dentro de una cabaña son acechados por unos loquitos enmascarados, aparece diez años después esta aburrida secuela del director británico Johannes Roberts (también responsable de la fallida A 47 metros). Sin ofrecer nada novedoso con respecto a la primera entrega tenemos, tenemos en esta ocasión a una familia joven con problemas económicos y dos hijos adolescentes, más una sarta de problemas interpersonales. Los adultos deciden que como familia deben tomarse un descanso en los remolques tipo motel de los abuelos pero, claro, no están solos. Los extraños: cacería nocturna presenta todos los clichés típicos de films de terror slasher y la canchereada de siempre en los lazos familiares que guardan los personajes, destacando el antes y después de sus personalidad ante los sucesos. Tampoco sabe sacar provecho a la cantidad de integrantes que tiene en esta oportunidad, que duplica a la original, pero que no llegan a profundizar al sacarlos velozmente del mapa. Todo ese clímax conseguido por el ojo de Bryan Bertino hace una década atrás con un suspenso de peso extremo y ese espectro cargado de lo más siniestro que cortaba la respiración, aquí se encuentra acelerado y volviéndose desabrido. Tal vez porque ya conocemos a los victimarios -sin dudas, los rockstars del film- y la historia sólo nos reduce a continuar sus fechorías con poca imaginación. Algo que sin embargo Rob Zombie con su saga de La casa de los 1000 cuerpos supo exprimir al máximo mutando con total frescura a la “familia carismática” en diversos géneros que van del terror, al western moderno, la road movie y la mejor acción. Es por eso que en esta reciente corriente que tiene el cine de terror por amar a los villanos poniéndonos de su lado, no logramos aquí empatizar con este grupo de malditos en ningún momento. Estos se presentan poco originales y sin el leit motiv puritano que tal vez los movilizaba en la primera entrega. Y esto se ve reflejado en uno de los diálogos que mantiene la más joven del grupo con su contrincante opuesta de misma edad, buscando una razón de porqué están realizando toda aquella masacre. A lo que obtiene una sencilla y caprichosa respuesta de “¿y por qué no?”. Esto, a diferencia de Tyler a la que justificaban sus captores por la razón azarosa de encontrarse allí. A ese clan Manson tampoco los ayuda sus apariciones. El director parece abusar de los zooms bruscos para asustar al espectador cuando aparecen los psicokyllers, algo que sólo provoca cierta sonrisa y vergüenza ajena a diferencia de las apariciones camufladas con la ambientación que lograba Bertino. Parece que Roberts también quiso rescatar su film aportándole un aire ochentoso muy en boga en la corriente terror/homenaje, incluyendo aportes musicales como Total eclipse of the heart de Bonnie Tyler que desencajan en las escenas elegidas. Un total desacierto. Como por otra parte, y como manotazo de ahogado, incluye ciertos guiños a films de culto de forma amontonada y atropellada en el tramo final, como La masacre de Texas, Scream o Christine del gran Carpenter. Los extraños: cacerá nocturna sólo se trata de un barco que no llega a buen puerto, dejando un sabor semiamargo que podía ser totalmente evitable. Y dejen de mentir con el “basado en hechos reales”, he dicho.
MIMIC Y EL OCASO DEL TERROR COREANO Salvo por esa pequeña joyita de terror Invasión zombie, el cine de horror coreano hace ocho años que no viene ofreciendo nada interesante en la materia. Parece no arriesgarse a romper los cánones de relatos hiperlargos y aburridos, o prefiere reciclar material ya visto con anterioridad. Sólo se repite en sus lugares comunes y confortables sin un ápice de imaginación. Mimic: no sigas las voces apaña esta fórmula cansina. La mezcla con el drama familiar -al que con buen pulso supieron combinar los orientales- se ciñe en una simple historia de una madre, padre, abuela con Alzheimer y una pequeña niña junto a la “presencia ausente” de un hijo menor desaparecido. Una nueva vida en una casa en medio del bosque y una huerfanita vecina de la zona a la que adoptan sin ningún problema de papeles, hacen que la minúscula alegría que podría aflorar en ese seno comience a volverse turbio y maligno. A todo ello se suma un lugar cercano y maldito representado por un paredón roto donde en el más allá habitan seres de inframundo que imitan muy bien las voces humanas. Voces reconocidas y personales a quienes merodean por esos pagos. Voces que embrujan, persiguen hasta hogares y dejan un regadero de cadáveres humanos o animales y hasta la desaparición misma. Este tipo de historias que ya nada nuevo traen, vistas hasta el hartazgo, aportan elementos sobrenaturales tibios, poca profundización temática, efectos visuales clásicos, folklore tradicional y niños que aunque muy bonitos y tiernos, son in-so-por-ta-bles. Mimic: no sigas las voces se repite, hostiga y aburre a lo largo de sus 100 minutos. Escapa de toda atmósfera de buen terror volviéndose insoportable al ver cómo los actores dicen una y otra vez las mismas líneas. Lo visual es vacuo y no logra atrapar jamás. Las vueltas de tuerca están mal resueltas y el calvario de la madre/protagonista principal es imposible de soportar para el espectador como el infierno que ella misma padece. Hasta 2010 el cine de terror coreano nos había dejado excelentes piezas tales como Encontré al Diablo de Kim Ji-Woon que mezclaba el policial con el gore; la increíble y monstruosa The host de Bong Joon-ho; o Bedevilled de Jang Cheol-soo con las diferencias dramáticas y violentas de dos amigas; sólo por nombrar algunas de las buenas aunque el género viene sufriendo una importante crisis narrativa como le sucedió a la más reciente En presencia del diablo (2017) que cae en los sitios de siempre, sin mantener el interés creado en la primera media hora y haciendo soporíferamente larga. En el caso de Mimic: no sigas las voces estamos ante un film sólo recomendable para el enemigo.
ESAS SONRISAS MACABRAS Verdad o reto se suma a un estilo de film como Destino final, en el que el terror y la comedia negra conviven. Pero esta película logra encontrar un estilo estético propio, que contribuye a generar un efecto de desesperación en quien lo percibe. Las referencias al género son varias. Se vuelve a utilizar la típica escena de los amigos jóvenes que viven en un estado de armonía. Ellos emprenden unas vacaciones a México que desatarán los males que los aquejan más adelante. Pero la armonía de este grupo de amigos es solo aparente y el juego no hace más que enfrentarlos con sus propios demonios. La protagonista se presenta como la usual joven inocente. Pero el personaje va mostrando complejidad a medida que avanza la película desde el guión, aunque la actuación de Lucy Hale es media insípida. En cuanto a la temática vuelven a aparecer los demonios invocados, curas y objetos esotéricos. Para esos relatos que resultan familiares se da una respuesta estética que permite resignificar lo conocido. Sin embargo, es posible apreciar que hay un poco de abuso de los lugares comunes y por momentos esto hace que el film sea un poco tedioso, especialmente cuando se centra en los orígenes del juego. A partir del desafío “verdad o reto” y de los clichés del cine del terror se logra cambiar las reglas conocidas para otorgar un nuevo fin. Se construye una mirada crítica a las redes sociales y a los discursos políticamente correctos. Es así cómo en los primeros minutos del film podemos ver gran cantidad de fotos y videos -se menciona Snapchat pero bien podría ser Instagram también- que son una muestra de lo que publica en las redes sociales este grupo de amigos. Hay una frase del corto Animal luminoso que refleja un poco esta idea de la película: “las fotos cuentan una mentira”. Y es a medida que va avanzando el relato, con cada una de las respuestas al juego, que esas imágenes tan bellas que vimos en un principio se van deteriorando con cada una de las mentiras que se descubren. Pero cuando se habla de estilo estético propio se está haciendo referencia a un recurso que se utiliza en varias escenas donde podemos ver una metáfora sobre la hipocresía de estos jóvenes. Es así como los demonios no son seres extraños sino ellos mismos “poseídos”, con una sonrisa macabra más amplia de lo común, invitando a jugar a “verdad o reto”. La cara deformada de tal forma, y con nada menos que una sonrisa, contribuye a realizar la crítica a las redes sociales. Pero también construye un juego con los espectadores por la cualidad de encerrar en una misma propuesta la simpatía y la incomodidad.
LA VERDADERA PROFETA La figura de María Magdalena como la mujer que acompañaba a Jesús -interpretado por Joaquín Phoenix- a llevar la palabra de Dios o, tal vez, la prostituta arrepentida desde visiones más conservadoras que plasmaron esa imagen en las escrituras. Aquí, en esta producción anglo-australiana, su figura se encuentra más suavizada y nos muestra una mujer luchadora y humanitaria, avanzada para su época. Es decir, desde el punto biográfico, después de tanto tiempo, esta mujer incomprendida y lapidada es abrazada por la Iglesia. El nominado al Oscar por el conmovedor drama Un camino a casa, Garth Davis, revela una visión fuerte y llena de coraje de la primera mujer, que prefiere dejar todo atrás para seguir las enseñanzas de Jesús de Nazaret. Quedan plasmados a lo largo de la narración su recorrido personal, su rol pastoral junto a otras mujeres en el movimiento judeocristiano y el acompañamiento personal junto al Mesías hasta la cruz y posterior resurrección. Lo más acertado en el film es el papel de Rooney Mara, cuyo rostro angelado y talento actoral la mantienen como eje narrativo. Sin embargo, María Magdalena a veces se vuelve demasiado monótona y lenta: los diálogos son efímeros y sin peso valorativo, no haciendo honor a este singular drama histórico. Phoenix como un Jesús liberal y líder social guarda cierto affaire implícito con Magdalena, que se muestra en escenas como la conversión de esta pastora en las aguas. Pero claro, sin llegar jamás al nivel de películas como La última tentación de Cristo. Aquí todo queda relegado a una postura más naif pero latente. El paisaje acompaña como un factor estable, como una pieza donde los que se lucen son los objetos animados, ya sea humanos o animales. Ahí encontramos a María Magdalena realizando arado artesanal junto a su familia o pescando con redes a orillas del bravo mar con la misma garra que cualquiera de sus cuñados varones. María Magdalena es una pieza pequeña y correcta para visionar durante y post Semana Santa junto a esa catarata de películas bíblicas que parecen nunca terminar. También resulta ser un aporte más a ser tenido en cuenta lejos de cualquier polémica que pueda suscitar su visión.
CASA CONSERVADORA La segunda producción irlandesa de Brian O’Malley después de la trunca Let us prey, donde una policía novata pasaba su primera velada en una comisaría siniestra, parece de nuevo repetir la fórmula de un comienzo prometedor que se desinfla con el desarrollo de la trama. Trama que tampoco queda bien clara para el espectador. Aquí dos gemelos huérfanos de 18 años en plena época de entre guerras viven en una mansión descascarada y sin un peso de herencia. Son hostigados por un tasador a vender la propiedad, pero se rehúsan con excusas de que la casa no los dejaría abandonarla y lo sobornan con las pocas joyas que les quedan. Casi un comienzo similar al más logrado e interesante drama de terror El secreto Marrowbone (2017). Pero en Los inquilinos reside más la cuota sobrenatural “victoriana” que recién se despliega con toda su potencia pasada la hora. Por ende, llegar hasta allí es un karma extremadamente lento y aburrido. El clima misterioso que funciona al principio va perdiendo energía y el terror es casi inexistente, sólo se relega a ciertos efectos correctos pero llenos de lugares comunes. En Los inquilinos todo está naturalizado: el incesto entre hermanos pese a la negación de ella; el encierro casi constante en aquella edificación enorme; y este tercer personaje que es la casa misma que toma presencia por la noche y obliga a obedecer un par de reglas a los hermanos. Como si todo esto se tratara de un legado rutinario paternalista. Y es que la casa no quiere que entren extraños, deben ya estar en sus camas por la medianoche y si alguno es osado en escapar de ella, el otro hermano morirá. Por cierto un guión que llama la atención en la ridiculez de esa propuesta pero tomada con mucha solemnidad. Pero claro, todo se viene abajo cuando ella se enamora de un joven ex soldado que vuelve de la guerra al almacén de su familia en el pueblo. Las intenciones de este muchacho son buenas y generosas -a diferencia de los hombres que viven en la zona y que acosan a esta “caperucita” que sale para hacer mandados y subsistir-. El se ve deslumbrado por el encanto femenino de esta chica misteriosa envuelta en un abrigo con capucha azul y no tardará en conquistarla y dirigirse a su hogar. Pero como ya dijimos, toda esta trama no sirve, es cansina y monotemática. En Los inquilinos los lugares comunes de casas embrujadas -por cierto fue filmada en la locación de Loftus Hall, una de las mansiones con mayor presencia paranormal en Irlanda- se hacen lugar para aburrir. La ambientación gótica del interior de la vivienda y la fotografía que se contrapone entre los lugares cerrados y el exterior son notables, destacándose paisajes como un bello lago con historia y el frondoso bosque que recuerdan a esos cuentos de los hermanos Grimm. De las pocas cosas que se valoran de esta película es el contraste entre la maldad que el joven menciona de la guerra, y que ella retruca que no hay mayor estado diabólico que el que reside en su casa y que por eso quiere que la ayude a escapar. Sin embargo, todo eso no alcanza. Y es que en este film no existe un interés fuerte, sólo una trama que tiene demasiadas e innecesarias aristas que logran enredarse y aclarar poco. Con lo que puede confirmarse que el subgénero de casas poseídas en esta década tiene pocas propuestas fuertes por el momento. Y todo eso, claro, sumado a un inmueble castrador que es más malo que el peor de los padres conservadores que no dejan salir a los pibes un sábado al boliche.
COPIA UNIVERSAL ¿Con qué necesidad sale a la luz esta remake de la comedia italiana de Paolo Genovese a un año de su estreno, y bajo el pulso poco sólido y creativamente pobre de Alex de la Iglesia? El español viene en picada con su filmografía: ¿estamos una película por encargo? A veces no existe respuesta para tamaño despropósitos, pero aquí tenemos Perfectos desconocidos versión española que también -como su antecesora- deambula entre la comedia y el drama con crítica social al uso de las redes sociales y su dependencia, pero sin la gracia u originalidad que tal vez sostiene la serie Black Mirror. También se pone en tela de juicio la fidelidad, la homofobia, las fantasías sexuales y la sinceridad ante todo entre un grupo de siete amigos adultos, seis de ellos parejas entre sí que parecían ser honestos y conocerse con el paso de los años pero parece que sus dispositivos móviles dicen todo lo contrario. Y esto es porque para hacer una cena más entretenida donde afuera está por comenzar un eclipse lunar, se propone un juego muy poco inocente donde todos dejan sus celulares al conocimiento público. No podemos decir que Alex de la Iglesia maneje bien el suspenso en esta ocasión porque gran parte del relato es calcado a su original, aunque la dinámica de la narración se mantiene a partir del montaje. Dinamismo interesante, ya que las escenas se limitan entre un comedor, el living y el balcón de un mismo departamento. Eso sí, salvo por un final al que se llega con una narración desinflada y molesta, especialmente en los últimos minutos donde se propone un viraje a lo fantástico y estúpido como para sentar cierto sello de autor. En ese sentido, la original era más correcta en volcarse a lo agridulce. Decíamos que no existe mucho riesgo en esta adaptación, que había cosechado seguidores del film anterior. Tal vez De la Iglesia incluye un aire a comedia costumbrista española, pero que en esta oportunidad hace cosquillas y carece de diversión. En fin, Perfectos desconocidos promete cuando sus personajes comienzan a recibir un cúmulo de mensajes incómodos que tratan de sortear, y hasta de intercambiar sus celulares para cubrir ciertos “chanchullos”. Pero más allá de ese arranque efectivo la película termina aburriendo por reiteración y además porque cansa que estos amigos que se confiaban secretos terminen siendo sólo seres despreciables, avaros e irrespetuosos donde nadie parece estar a salvo. En este contexto, la actuación más realista es la del personaje machista y violento de Ernesto Alterio, que se lleva todos los elogios como ese reverendo mal nacido. Y la mejor actuación y más destacada, porque Belén Rueda como perfecta anfitriona vino sólo a poner su tarjetita de presentación y no más que eso, mientras que Pepón Nieto -un favorito de De la Iglesia- funciona en su rol tragicómico pero está muy limitado por la historia. Los demás, casi prescindibles. Perfectos desconocidos es una copia idéntica en otra lengua. Una pieza innecesaria que le hace mucho mal a la trayectoria del director español y a las cenas entre amigos.