Vicios (muchos) y virtudes (algunas) del cine de Michael Bay Aquí no hay robots, pero los soldados patriotas del nuevo film del director de Transformers por momentos lo parecen. Una propuesta bélica con todas las marcas ¿autorales? del popular y tantas veces cuestionado realizador. Las películas de Michael Bay son un género en sí mismas. Visual y sonoramente apabullantes, montadas inexorablemente de forma frenética aun cuando las situaciones en la pantalla no lo ameriten, burdamente patrioteras y unidimensionales, desde Bad Boys hasta la saga de Transformers el hombre siempre cuenta historias de hombres, mujeres o robots que salvan a los Estados Unidos. Y también al mundo, claro. Como era de esperarse, 13 horas: Los soldados secretos de Bengasi ofrece un poco más de lo mismo. El film se sitúa en Libia en 2012, cuando la caída de Gadafi empuja al país a una guerra civil. En ese contexto el gobierno norteamericano monta una embajada y un puesto de la CIA en la ciudad del título para, claro está, favorecer la libertad de los lugareños. Pero hay muchas cosas que la Agencia no puede hacer por derecha, por lo que acude a los servicios de seis “soldados secretos” especialmente contratados para la ocasión y con los contornos emocionales habituales de los hombres de Bay: buenos, amantes de la familia y con un sentimiento de pertenencia al país del norte enorme. Quizá por eso sientan el ataque a su embajada como algo personal que los obliga a ir al rescate aun cuando reciban órdenes contrarias. La acción es el centro de este extenso relato. O al menos debería serlo, ya que el problema es que los habituales fetiches formales del realizador confabulan contra el desarrollo: resulta muy difícil entender quién le dispara a quién, dónde transcurre la balacera, para qué lado se inclina la cancha. Recién sobre la última parte, cuando el film se traslade exclusivamente a la sede de la CIA y clarifique los sucesos, 13 horas... levanta vuelo, generando algo parecido a una película entretenida que cumple módicamente con aquello que se proponía ser.
13 horas es por lejos la mejor película que filmó el director Michael Bay hasta la fecha.Una propuesta más madura y dramática que se aleja de los espectáculos pirotécnicos exagerados que usualmente suele ofrecer en su filmografía.Bay vuelve a demostrar que es uno de los mejores realizadores de Hollywood a la hora de filmar secuencias de acción y cuando tiene un guión decente a veces puede brindar producciones dignas.En este trabajo erradicó muchos elementos que suelen ser habituales en sus filmes, como las super modelos, el humor tonto y los diálogos estúpidos para desarrollar un drama bélico que le escapó a las exaltaciones patrioteras.Podríamos afirmar que con esta película redimió el desastre que fue Pearl Harbor.La gran paradoja de 13 horas es que es una película de Michael Bay que no parece realizada por Bay. En este caso nos encontramos con un director que cambió su registro narrativo para recrear una historia real con la mayor seriedad posible.No es un dato menor que en esta oportunidad el cineasta trabajó con el guionista Chuck Hogan (The Strain), frecuente colaborador de Guillermo del Toro, quien adaptó el libro periodístico de Mitchell Zuckoff sobre el ataque a la embajada norteamericana de Libia, ocurrida el 11 de septiembre de 2012.Lo interesante de esta historia es que el conflicto está narrado desde la perspectiva de los miembros de seguridad de la embajada que eran personal adicional contratado por la CIA.Estos hombres eran ex soldados con experiencia en combate que no estaban en Libia por una causa patriótica sino por el hecho que el sueldo era muy bueno.Un detalle que está correctamente representado en el personaje de John Krasinski (Bajo el mismo cielo), una de las figuras de este film que ofrece un gran trabajo dramático.El soldado Da Silva nunca termina de entender el papel que juegan los Estados Unidos en Libia ni los conflictos políticos que se desarrollan en ese lugar. Simplemente quiere cumplir con su trabajo, cobrar el dinero y volver con su familia.Desde los aspectos cinematográficos Michaey Bay tomó como referencia La caída del Halcón Negro, de Ridley Scott, algo que se puede percibir en la estética de la fotografía y muy especialmente en el tratamiento de la acción.Este no es el Bay de La roca y Bad Boys que filmaba tiroteos exagerados con una edición de video clips, sino que los combates son retratados con mucho más realismo. El director inclusive fue mucho más austero con el uso de la cámara lenta que suele ser uno de los vicios que tiene su estilo de narración.Algo que me encantó de esta película es que logra recrear con acierto el caos social y político que se vivía en Libia tras la caída de Muamar el Gadafi.El país se convierte en una bomba de tiempo para los protagonistas donde es muy difícil distinguir a los aliados de los enemigos.Bay hizo un gran trabajo con el suspenso a la hora de abordar esta cuestión que es uno de los aspectos más logrados del film.13 horas logra ser una historia muy atrapante que se vuelve más intensa a medida que se desarrolla el conflicto.Bay nunca glorifica la violencia de un modo tonto, sino que describe el caos de la batalla con bastante realismo en un relato que no deja bien parado al gobierno de Barack Obama y el ejército de los Estados Unidos.Algo para objetarle a esta película es que al igual que el libro en que se basa esta historia nunca explora los aspectos políticos más polémicos de estos hechos. El gobierno de Washington se lavó las manos con el personal de la embajada de Libia y los efectivos de seguridad tuvieron que resistir el ataque sin ningún tipo de apoyo.El embajador norteamericano en ese país reportó cerca de 600 veces a Hillary Clinton que la situación en la región era muy peligrosa para mantener abierta la embajada y en la Casa Blanca nunca hicieron nada al respecto. Algo que podría haber prevenido el desastre que se produjo después.El film de Bay prefirió esquivar esta cuestión para recrear la noche de los combates y de esa manera evitar las polémicas políticas.De todos modos es un gran drama bélico, con estupendas actuaciones, que recomiendo ver en el cine a quienes les interesan estos temas.Una sorpresa de un director que en el último tiempo venía cansando con las historias de los Transformers y esta vez hizo una buena película.
Los hombres rudos y barbudos del Tío Sam. La gesta heroica que surge ante la más profunda adversidad es uno de los temas más transitados por el cine bélico norteamericano, ese capaz de narrar las proezas de la Segunda Guerra Mundial al mismo tiempo que nos ubica en primera fila para experimentar las desventuras de centenares de tropas en arenas más modernas y complejas, como lo fueron Irak y Afganistán. Pocos directores tienen un sentido más patrióticamente “cambalachesco” al momento de abordar este tipo de temáticas que el señor Michael Bay, y precisamente en 13 Horas (13 Hours, 2016) se aprecian sus esfuerzos por contener toda esa impronta -en clave “barras y estrellas”- que fluye por sus venas. En resumidas cuentas, el film cuenta la historia verídica de seis soldados de las fuerzas especiales que deben proteger un complejo confidencial de los Estados Unidos en territorio libio, el cual se vuelve blanco de un ejército paramilitar durante el amanecer del onceavo aniversario del atentado a las Torres Gemelas. Ante el asesinato del embajador norteamericano, no les queda más alternativa que resistir los embates del enemigo y proteger a los empleados del gobierno que trabajan en el complejo, hasta recibir la burocrática ayuda de los aliados y de su propio gobierno. Los seis superhombres que cargan armas, músculos y barbas tupidas representan el epítome del soldado idílico norteamericano, ese que para cada situación de tensión tiene un chiste ocurrente bajo la manga o que recurre a fotos de su esposa e hijos para demostrar su costado más humano. Durante las dos terceras partes del film vemos ese lado de los personajes, quienes sólo dejan ver un perfil más blando hacia el final de la contienda, una vez que terminan su misión o exhalan su último aliento de vida. Los 144 minutos de la cinta se vuelven por demás llevaderos, gracias a una interesante alternancia entre secuencias de combate y escenas con cierta dosis de drama humano, las cuales se disponen a retratar desde una perspectiva muy particular el caos que significa un conflicto bélico en una tierra con valores diametralmente opuestos a aquellos adosados por default a los protagonistas. Sorprende el bajo nivel de “espectacularidad” del producto en general, en especial pensándolo como un film perteneciente a un hombre conocido por hacer estallar las cosas más alto que nadie y con toda la parafernalia a su disposición. Ya sea por una elección estética que proporciona realismo al relato o por una cuestión estrictamente presupuestaria, termina funcionando correctamente a favor del film. Con personajes que carecen de la profundidad necesaria para interpelar al espectador -excepto el interpretado por John Krasinski- que se perciben como intercambiables entre sí, los puntos más fuertes de la película residen en estar “basada en hechos reales” y en su representación realista del conflicto, sin ese edulcorante peyorativo, patriótico y heroico que uno esperaría de una obra con el sello de Michael Bay.
Máxima tensión En el arranque de 13 Horas: Los soldados secretos de Bengasi (13 Hours: The Secret Soldiers of Benghazi, 2016) de Michael Bay, Jack (John Krasinski), recién llegado a la zona en conflicto que alude el título, recibe como descripción del lugar una simple impresión por parte de Ty (James Badge Dale): “este lugar es horrible, hace calor y no se diferencian los buenos de los malos”. En esa frase, tan explícita se encierra el plot de una película que intenta narrar con la mayor verosimilitud, pero también con enorme crueldad, los sucesos que acontecieron en 2012 tras la toma de las dos unidades especiales, símil embajada, que los Estados Unidos decidió mantener abiertas en Bengasi. La inevitable trifulca popular que se comienza a percibir, y que terminará con la toma de una villa especialmente acondicionada para el embajador, hace que se desencadene un espiral de violencia y muerte imposible de revertir, y más cuando el jefe de la unidad no autorice la actuación rápida de éstos. 13 Horas: Los soldados secretos de Bengasi posee un tono digresivo en su inicio para ir planteando, hábilmente, la llegada de Jack a Bengasi y los fantasmas que lo acosan tras haber dejado su familia en América. La utilización del flashback como herramienta discursiva para posicionar al personaje dentro de un contexto hostil, posibilitan que luego, en una segunda etapa del film, y tras la primera toma y ataque a la embajada, la acción se apodere de la pantalla sin dar respiro ni concesión hasta el último minuto del relato. El espectador es envuelto por Bay con planos aéreos, detalles, subjetivos y hasta paneos con “visión nocturna”, que no hacen otra cosa más que seguir sumando información a la tensión que se muestra en pantalla, pero también a introducirlo en el lugar. El recurso gráfico del reloj, que va marcando el paso de las 13 horas, es otro índice que no deja de ser un dato al pasar, al contrario, es uno de los indicadores que ante la tensión in crescendo sirve como vía de escape para ir restando minutos al raid de violencia que se vivió y del que nadie salió ileso (física y mentalmente). El resumen inicial que contextualiza el relato sirve tan sólo como ápice para realmente comprender la magnitud de la situación narrada, una experiencia cinematográfica inspirada en hechos reales que entretiene y no da tregua. Aunque desde lo ideológico siempre es cuestionable.
13 Horas: Los soldados secretos de Bengasi cuenta la historia real ocurrida en Libia en 2012 cuando un grupo de extremistas islámicos atacaron la embajada de los Estados Unidos en ese país africano. El director Michael Bay en su mejor versión, lejos de los Transformers, nos regala una cinta de acción, suspenso y realismo. Haciendo gala de su habilidad para el montaje vertiginoso, la fotografía contrastada y los recursos del cine de género, logra un filme tensionante que mantiene al espectador al filo de la butaca. Con aires del cine ochentoso de propaganda americana, la cinta se disfruta si se toma como lo que es: acción pochoclera, plagada de clichés y mensajes políticamente correctos. Quien busque una nueva versión de El Ciudadano o El séptimo sello se equivocó de cinta. Esto es acción pura y dura. ¡Una versión moderna de El Álamo con esteroides!
Llevar hechos reales al cine siempre ha sido complicado, sin embargo 13 Hours transmite sentimientos inspiradores incluso en un ambiente completamente desfavorable. El 11 de septiembre del 2012 en dos instalaciones norteamericanas en la ciudad de Benghazi, Libia, hubo una serie de ataques violentos en masa que se cobraron la vida de cuatro ciudadanos de EEUU. Se cree que fue organizado espontáneamente luego de protestas contra un vídeo anti-musulmán llamado Innocence of Muslims; otros dicen que fue preparado con tiempo aprovechando el aniversario del atentado a las Torres Gemelas en 2001. Los seis miembros de Fuerzas Especiales que participaron en defensa de los civiles en estas instalaciones son honrados en la película 13 Hours: The Secret Soldiers of Benghazi. En ‘El Anexo’ viven alrededor de 40 ciudadanos norteamericanos, algunos son empleados de la CIA y otros son Fuerzas Especiales. Se supone que El Anexo es secreto, ya que se encargan de recolectar inteligencia y vivir de primera mano la situación social en Benghazi, sin intervenir. Luego de la revolución contra Gadafi, las milicias libias comenzaron a acceder a armas de gran peligro. Cuando un embajador norteamericano llega al país y se instala en un puesto diplomático con muy poca seguridad, el grupo de Fuerzas Especiales, posicionado a 2km de él, deberá estar alerta en caso de que algo salga mal. A las 9:40pm del 11 de septiembre de 2012 el puesto es blanco de una serie de explosiones seguidas de cientos de militantes libios armados invadiendo la propiedad, en busca del embajador. Esta es la historia de los hechos de esa noche. Michael Bay es un director de cine sumamente conocido en estos últimos años por la franquicia Transformers pero con otros films más viejos en su haber, como Armageddon, The Rock y Bad Boys. Suele ser muy criticado por su afinidad con las explosiones masivas, pero su estilo es mucho más complejo. La cámara y actores en constante movimiento, sumados a la cantidad enorme de información en un sólo fotograma son un resumen de lo que el espectador quiere ver hoy. Esta vez optó por un argumento más cercano a la vida real y lo hizo funcionar: una situación bélica observada desde cerca es la materia perfecta para resaltar estas técnicas que Bay no soporta no usar. La musicalización toca lo cliché pero es de esperarse en una película que se estrena en el MLK Weekend norteamericano (siempre plagado de películas bélicas patrióticas como American Sniper y Lone Survivor). Las actuaciones fueron muy precisas, algo que se nota en el manejo de armas y otros recursos militares que los actores utilizaron perfectamente. Entre ellos, John Krasinski y James Badge Dale resaltan en su representación de valentía y dedicación frente a una situación tan complicada. Los soldados que participaron en este evento de 2012 colaboraron en la realización de la película y están mayormente satisfechos con el resultado.
Michael Bay debe ser uno de los directores hollywoodenses más vapuleados, sino de la historia, por lo menos de la actualidad. Aunque sus películas suelen ser un éxito de masa; su nombre, figurando como director o productor, despierta todo tipo de comentarios descalificadores y una suerte de expectativa cero frente al producto en sí. Razones no faltan, es el responsable de la saga Transformers (ruido de metal retorciéndose AQUÍ), productor de buena parte de las pobres remakes de clásicos de terror de los ’80, y también puso su firma a algunos de los films más ranciamente patrióticos como Pearl Harbor. En el medio, se tiende a olvidar que el hombre ha hecho alguna que otra buena acción (La Isla, Bad Boys 1, La Roca, la primera hora de la primer Transformers, y nos regaló la banda sonora de Armageddon). Sin ser perfecta ni una gran obra, 13 Horas: Los Soldados Secretos de Bengasi, podría incluirse en este selecto apartado de “lo mejorcito de Bay”. Basada en hechos reales, 13 Horas se centra en el atentado terrorista a la embajada estadounidense en Bengasi, Libia, el 11 de septiembre de 2012. La historia se cuenta desde dos flancos, la propia embajada, y un centro de actividades de la CIA en el mismo lugar; y el punto de vista protagónico es el de un grupo mercenario de fuerzas especiales que debe cumplir la labor de rescate. Este grupo de ex soldados debió introducirse en ambos lugares atacados y actuar con rapidez, sin medir demasiadas consecuencias. Los hechos reales resultaron bastante controversiales, y la verdad sobre lo ocurrido nunca quedó demasiado clara, aun internamente. Por supuesto, toda estas controversias, son suavizadas al extremo bajo la lente del patriota Bay. ¿Por qué decimos entonces que es uno de sus mejores filmes? Principalmente por lo riguroso de la puesta. Sin resignar ritmo, 13 horas presenta un escenario técnico que hará las delicias de los amantes del género bélico (quienes no disfrutan del género, obviamente que esta no es su película). Más allá de las escenas sentimentales que sobran, y de las increíbles líneas de diálogo ultra patrióticas, Bay no recae aquí en excesos de grandilocuencia; juega a una suerte de sobriedad que fortalece el resultado. También se beneficia en mostrar una historia que no se ha epresentado hasta el cansancio, es un hecho puntual, particular, más chico que una guerra a gran escala; lo cual permite que se siga con cierto interés y se manejen buenas líneas de tensión. Más centrada en los personajes que el el ambiente (otro acierto) John Krasinsky como el agente privado Jack Silva es el claro protagonista, y su interpretación es adecuada para este tipo de propuestas, a mitad de camino entre lo heroico y la seriedad. Por supuesto, quien escribe, analiza el cuadro teniendo en cuenta que, por la filmografía de su director, los resultados podrían haber sido otros. En sí, no estamos frente a un futuro clásico del género, y posee varios puntos cuestionables. Las críticas que realiza al propio sistema de EE.UU. suenan a una tonta excusa, cae en clichés cada dos o tres escenas, y repito, Bay debe aflojar con el sentimentalismo en cámara lenta. De más está decir que sus puntos fuertes siguen siendo las escenas de acción, y los momentos en que puede lograr algunas explosiones. Pero esta vez, de la mano del novel guionista Chuck Hogan, el marco no suena a mera excusa. Michael Bay sigue siendo aquel de cuerpos eternamente sudados, grasa de auto por las venas, y banderas rotas flameando en el desastre; solamente que, de vez en cuando, su fórmula funciona. Ahora, a esperar la próxima entrega de Transformers.
Dejando de lado la parafernalia que es Transformers, donde Michael Bay le da rienda suelta a su niño interno y se preocupa únicamente de sus excesos más notorios, el director americano es uno bueno cuando quiere y se lo propone con ahínco. Trabajando con un presupuesto que es una ínfima fracción de las superproducciones que usualmente maneja, 13 Hours es ese raro pero efectivo drama bélico donde a Bay se lo nota mas enfocado que nunca, lejos de su notorio déficit de atención juvenil que plaga el resto de su filmografía. Basada en el libro homónimo de Mitchell Zuckoff y con un sólido guión de parte de Chuck Hogan, que debuta en la pantalla grande como escritor, el drama es un intenso recuento de la desbordante situación vivida por ciudadanos americanos dentro de instalaciones estadounidenses en suelo libio, mas precisamente en Bengasi, en 2012 declarada una de las ciudades más hostiles del mundo. Tras el pistoletazo de largada, hay una gran cantidad de información vertida en el público para ir entrando en calor, y la primera situación hostil no se hace esperar mucho. La bienvenida a Bengasi de parte de un ex-militar, ahora devenido en contratista privado para la CIA, no es para nada cálida, y está rodeada por un escenario devastador, donde los resabios de un cruento pasado militar están en cada esquina. Con una cantidad de patriotismo decente y casi sin caer en aleccionamiento barato, la nueva película de Bay tarda su buen tiempo en arrancar, pero ese está bien empleado en mostrar la vida de estos ciudadanos ilustres en pleno infierno. El equipo de élite que los protege a todos es el centro neurálgico de la trama, cada uno con su historia de vida y razón específica de porque regresar al meollo del asunto cuando todos saben y sufrieron en carne propia los avatares de la guerra. Es una situación incómoda decir que uno se entretuvo durante la odisea en tierra libia, pero lo cierto es que 13 Hours dura casi dos horas y media, las cuales se pasan raudamente cuando uno está tan concentrado de lo que pasa en la pantalla. Bay no mete toda la carne al asador de una, va dejando que la acción llegue de a poco y, para cuando lo hace, todo estalla en los aires. No se puede decir que los espectáculos que monta Michael no se dejan ver. Detrás tiene una producción asombrosa, que juega el mismo juego que el director, y cuando el equipo se entiende de maravillas, el resto se traslada sencillamente a la platea. Hay artillería pesada por todos lados, el sonido agudo y envolvente hace que uno se sienta parte del asedio, y hasta en ciertos momentos hay situaciones de extrema tensión con un nivel de suspenso inusitado, que no se ve en otra película de la factoría Bay. Hay codazos suficientes a un gobierno que prácticamente eligió no escuchar las protestas de sus compatriotas y los dejó descubiertos cuando más lo necesitaban, y la cuestión racial está fabulosamente trabajada desde un ángulo muy bien integrado en la trama. Cuando todas las personas lucen exactamente iguales las unas a las otras, ¿en quién se puede confiar? ¿Quién es amigo y quien es enemigo? Esta dualidad es una de las principales causas de tensión en el film, que eleva el hilo narrativo a alturas impensadas. El elenco no se puede más que aplaudir por ellos. John Krasinski muestra una faceta dramática muy férrea, pero si bien es el punto de entrada del espectador a esta pesadilla, se acompaña muy bien de sus colegas. En especial cabe mencionar a James Badge Dale el motor general de la defensa, un actor hasta ahora muy secundario pero que se roba más de un momento en el transcurso de la película con su estandarte humano que busca a toda costa defender a los suyos. Pablo Schreiber, conocido por su papel en la serie Orange is the New Black, ofrece un poco de alivio cómico cuando la situación lo requiere, pero entrega también un interesante papel dramático en algunas ocasiones. Quiero mencionar a todo el elenco, porque todos hacen un excelente trabajo, nunca sobreactuado, siempre correcto y en personaje. Es de una solidez absoluta y eso se nota. Si no fuese por la mala fama que tiene Bay y su hiperactividad, 13 Hours hubiese sido recibida de otra manera. Me animo hasta a decir que si se borrase su nombre de la promoción del film, la gente pasaría un genial rato en el cine, sin el prejuicio que conlleva cada nueva película del director. Lejos, es uno de sus trabajos más centrados e importantes de su carrera, y hay que notarlo como tal.
Hoy vuelve Michael Bay (Transformers), quieran o no; al cine de acción “realista” con 13 horas: Los soldados de Bengasi. En la noche del 11 de septiembre de 2012, en el aniversario de los ataques terroristas a las Torres Gemelas y al Pentágono, un grupo de militantes islamistas atacaron un complejo diplomático estadounidense y un anexo cercano de la CIA en Bengasi, Libia. Un equipo de seis hombres de Operaciones Especiales de Estados Unidos, formado por ex Navy SEALs y operarios de la CIA, fueron enviados en defensa de los estadounidenses restantes que todavía quedaban con vida. Cabe reconocer que Michael Bay no ha hecho nada bueno desde la decada del 90; con La Roca y Bad Boys. Después plantó su bandera moralista con films menores como Pearl Harbor y Armageddon. Y desde entonces, se ha dedicado a la saga Transformers, más cercana al cine como producto publicitario u objeto; que otra cosa. En 13 horas: Los soldados secretos de Bengasi, Bay vuelve a la acción realista, en los terminos que el director esta habituado a usar; esto es muchas explosiones y dramatismo sobreactuado. Personajes que como fichas de dominó se mueven por la pantalla en un film que mantiene el suspenso en lo que respecta la acción. Mientras que la estrategia militar era uno de los extras en su saga de Transformers, aquí vuelve a ser protagonista, y la película se mantiene a pesar de su larga duración de dos horas y media. Y eso que no hace uso desmedido de sus caracteristicos planos, y solo en ciertas ocasiones pone algún ralenti o cámara lenta. Aquellos que esperan un drama al estilo The Hurt Locker de Kathryn Bigelow o Soldado Anónimo de Sam Mendes, recuerden que estamos hablando de Michael Bay; aquel niño grande que sigue jugando con sus juguetes de HASBRO. Sigue haciendo cine de los noventa que funcionaba muy bien los fines de semana por televisión.
Los heroicos soldados de Bengasi Las trece horas a las que hace referencia el título del film no se refieren a la duración de esta nueva realización de Michael Bay -de todas maneras bastante extensa-, sino a la larga noche del 11 de septiembre de 2012 cuando se produjo el asalto al consulado norteamericano en la ciudad libia de Bengasi, que dejó como saldo, entre otras víctimas, la muerte del embajador norteamericano en aquel país del norte de África. El film procura reconstruir aquella sangrienta, interminable jornada, y sobre todo destacar el arrojo, la bravura, el coraje y la resistencia del grupo de seis soldados de elite que eran los encargados de la seguridad del lugar donde el diplomático había decidido permanecer. Como para garantizar la veracidad de los hechos que recrea -y también para explotar la fama de una obra que figuró entre los best sellers de no ficción-, tomó como base el libro del mismo título firmado por Mitchell Zuckoff y del que también participaron otros sobrevivientes. Quien haya visto otros films de Bay ya sabe que encontrará aquí sobredosis varias, una casi constante acumulación de escenas de acción, generalmente poco descifrables, tantas explosiones y catástrofes como la tecnología esté dispuesta a suministrar, y mucho más músculos y testosterona que cohesión y habilidad narrativa. La sutileza -también se sabe- no forma parte del menú de Bay. Y cuando debe resolver el montaje, siempre prefiere el vértigo, de manera que quien haya llegado a ver la película sin conocer demasiado sobre lo que pasó en Bengasi hallará en este film poco material ilustrativo en términos dramáticos que enriquezca su información. A pesar de lo cual en los primeros tramos de la película el libro -bastante plano por lo demás- se encarga de disponer en pocas escenas algunos datos que dan la pauta del estado de la situación, y que -como puede suponerse- serán útiles para entender más o menos lo que viene después. Estruendos, descargas, estallidos, fogonazos, humo, gritos, emboscadas, muerte. En las manos de un director con más equilibrio y menos mareado por el vértigo que produce la crónica de una misión en territorio desconocido e inestable que conduce a resultados horrorosos por la combinación de errores, decisiones equivocadas y simple mala suerte podía resolverse en términos tan claros y potentes como lo hizo, por ejemplo, Ridley Scott en La caída del Halcón Negro. En lugar de esa claridad, 13 Horas parece contagiarse del caos que pinta. Pero es difícil establecer si se trata de contagio o de la confusión que proviene del propio director, que apenas consigue en el primer tramo de la película y a fuerza de dos o tres pinceladas-diálogos necesarios y obviamente descriptivos deslizar algún detalle sobre el espíritu heroico de esos personajes cuya memoria quiere honrar.
Sólo una banda de buenos muchachos El nuevo mastodonte del director de la saga Transformers celebra sin culpa a un grupo de simpáticos mercenarios estadounidenses. Un episodio de South Park plantea un inminente ataque aéreo terrorista sobre el pequeño pueblo de Colorado. Las autoridades, atónitas ante tamaño desafío y ávidas de un plan de defensa, abren una ronda de consultas con personalidades de Hollywood a la que asiste, entre otros, Michael Bay. En su propuesta gesticula aviones, tanques, autos derrapando, tiros y explosiones, muchas explosiones. “Pero no son ideas, son efectos especiales”, refutan los oyentes. El realizador duda, y responde: “Es que no entiendo la diferencia”. Basta haber visto una –o media– película del responsable de La roca, Bad Boys, Armageddon, Pearl Harbor y la saga Transformers para darle la razón a los creadores de la serie animada. Visual y sonoramente grandilocuente, acérrimo defensor del montaje frenético a como dé lugar, directo y grasoso como ninguno, el hombre de los metrajes kilométricos (la duración promedio de sus doce largometrajes es de 146 minutos y medio) cuenta más o menos lo mismo: Estados Unidos es acechado por el Mal –un meteorito, los japoneses, máquinas o lo que sea– y los protagonistas de turno –astronautas, dos jóvenes soldados enamorados de la misma chica, robots de otro planeta o quien sea– marchan hacia el destino manifiesto e inexorable de salvaguardar el honor, la libertad y la democracia norteamericanas. Y con eso, claro, a todo el mundo.Los contratistas al servicio de la CIA deben defender las barras y estrellas en Libia 2012.Los seis personajes principales de 13 horas: los soldados secretos de Bengasi (soldados secretos: contratistas al servicio de la CIA, según el diccionario de titulación eufemística de Bay) no son la excepción. Por el contrario, son buenos, devotos padres de familia y tienen un amor hacia la patria inversamente proporcional a la capacidad para problematizar sus acciones. Acciones que consisten en reforzar con balas y por izquierda lo que la Agencia no puede hacer por derecha durante su intervención en Libia, en 2012. En ese contexto, la caída de Gadafi empujó a la ciudad de Bengasi a una guerra civil cuyo blanco predilecto es, obvio, cualquier cosa que tenga una bandera con bastones rojiblancos horizontales y estrellas. Y una embajada provisoria y un comando de operaciones llenos de funcionarios y sin reconocimiento público son demasiado tentadores como para que el salvajismo bárbaro africano no vaya por ellos.Bay presenta a sus hombres de la misma forma que muestra el ataque y posterior defensa de la Embajada: indiferenciando supuestos momentos de tensión dramática de aquellos abocados a la acción pura y cortando y pegando imágenes con tal grado de velocidad que imposibilita cualquier intento de ubicación y entendimiento de las escenas.
Crónica de una noche infernal En la noche del 11 de septiembre de 2012, mientras se sucedía un nuevo aniversario del atentado a las Torres Gemelas, un grupo de manifestantes se congregaron frente a la embajada de los Estados Unidos en la ciudad de Bengasi, en Libia. Supuestamente querían protestar por una película estadounidense antiislámica que ridiculizaba al profeta Mahoma. Y el supuesto es porque otra de las teorías es que fue un ataque planificado por Al Qaeda contra la instalación. Lo cierto es la gente de seguridad del consulado creyó que los atacaban y abrieron fuego, agravando toda la situación. Esto desencadenó un ataque feroz y el posterior incendio de la embajada. Como consecuencia de todo esto hubo cuatro muertos: el embajador Christopher Stevens; Sean Smith, especialista en tecnología; y Glen Doherty y Tyrone Woods, dos operativos SEAL. Cómo se llega a esa situación y lo sucedido en esa noche es lo que pretende contar "13 Horas: Los Soldados Secretos de Bengasi" (13 Hours: The Secret Soldiers of Benghazi, 2016). La película se sitúa poco después de la caída de Muamar Kadafi y la guerra civil posterior que sumió al país en un caos. A ese lugar llega Jack Silva (John Krasinski), para trabajar como "contratista" en un anexo de la CIA que existe físicamente pero no en los papeles oficiales. Así se incorpora a un grupo de seis hombres de Operaciones Especiales formado por ex Navy Seals y operarios de la central de inteligencia, liderado por Tyrone Wood (James Badge Dale). Sus tareas son casi rutinarias y de protección del personal diplomático, pero cuando ocurre un ataque contra la embajada deciden intervenir, a pesar de no tener la autorización. Lo que sigue a partir de allí es la crónica de una noche infernal en la que deberán hacer lo imposible para proteger a sus compatriotas, tratar de salvar sus vidas y también la de sus compañeros. Este filme está basado en el libro "13 Hours: The Inside Account of What Really Happened In Benghazi" (2014), del escritor y profesor de periodismo Mitchell Zuckoff. Y lamentablemente es otro exponente "patriotero" tan característico de la filmografía del bueno de Michael Bay. Es como si el realizador se esmerara en cada oportunidad que tiene para que alguien del gobierno de su país le otorgue alguna medalla por su sentido de la lealtad o vaya a saber qué. Más allá de reconocerle su capacidad para realizar grandes escenas de acción, tiros y explosiones (siempre con el detalle de que llega a marear al espectador que en un momento no entiende quién dispara, dónde lo hace y contra quién), hay un sinsentido del relato. Sus personajes son cariñosos hombres de familia, con buenos sentimientos y poseedores de un patriotismo extremo, que se contradice un poco con lo que están haciendo allí. Recordemos: son "contratistas", léase mercenarios, pagados por una fuerza gubernamental para realizar trabajos sucios gracias al entrenamiento que recibieron. Eso provoca muchísimo ruido, al igual que algunos diálogos que son realmente patéticos. A Bay no le interesa contar el porqué del conflicto, sólo mostrar como héroes a unos ejemplares de dudosa moralidad. Es que, a pesar de todo lo que les pueda pasar, siempre aparece la misma sentencia: "¿Para qué fueron a un país al que nadie los llamó?". Algunos directores se plantearon la pregunta y lograron realizar excelentes obras; otros se dedicaron a la propaganda barata sólo vendible en su propio país. Si pueden desenchufar su cerebro y concentrarse sólo en la acción, no tengan dudas de que puedan llegar a pasar un buen momento. Si quieren pensar, olvídense. Esto es obra de Michael Bay y esa palabra no forma parte de su léxico.
Tensiones en el cine de Michael Bay Ultimamente, no sé si tomarme muy en serio a Michael Bay, un realizador que se mostraba tan torpe y obsceno en sus posicionamientos políticos, tan innecesariamente gigantesco y megalómano en sus formas y narraciones, que paradójicamente terminaba siendo inofensivo y hasta irrelevante, a partir del agotamiento que evidenciaban -y generaban- sus propuestas. Aunque claro, será muy vacuo, pero también exitoso -ya tiene una larga lista de éxitos, entre los que se cuentan la saga de Transformers, Pearl Harbor y Armaggedon, entre otras-, y ya tenemos varias lecciones en la historia de subestimación que después se transforma en un boomerang para quien la ejerce: ahí tenemos el caso de los pobres kirchneristas, que durante década y pico subestimaron y despreciaron a Mauricio Macri -y a los macristas-, y ahora están donde están, pobre gente. El caso es que la premisa de 13 horas: los soldados secretos de Bengasi tenía todos los números para ser un bodrio absoluto: a saber, esa impunidad que muchas veces otorga el estar basada -aunque sea parcialmente- en un hecho real (el ataque al cuerpo diplomático y a una instalación de la CIA en Bengasi en el 2012); la visión de los acontecimientos siempre sostenida desde el punto de vista de los militares; la aparición de fuerzas terroristas con casi nula identidad; los personajes que casi nunca se cuestionan lo que están haciendo; y hasta esa incómoda reivindicación de los militares contratados por el gobierno estadounidense a través del sector privado -quienes han sabido protagonizar unos cuantos actos entre vergonzosos y horrorosos en la guerra contra el terrorismo-. Y hay algo de eso, incluso bastante en el film, lo cual termina inevitablemente limitando sus posibilidades de tornarse en un relato más complejo. Pero también es cierto que estamos probablemente ante el film donde Bay menos muestra su personalidad, justo en una premisa que estaba servida para que aparecieran todos sus vicios. Especialmente en la primera hora, el realizador se corre a un costado y busca retratar la situación de inestabilidad permanente en Libia luego de la guerra civil que terminó con la destitución de Muammar Gaddafi, la rutina de esos soldados por contrato en un contexto de permanente tensión y las diferencias de criterios con la CIA. Y aún en la segunda mitad, cuando se desata el infierno en la Embajada y después el asedio en el búnker de la agencia de inteligencia, lo que termina prevaleciendo es esa historia básica, elemental y hasta contada de forma un poco obtusa pero sin demasiadas grandilocuencias, sobre un grupo de hombres que se expresan esencialmente a través de la acción y de gestos de compañerismo. Claro que Bay no puede con su genio y quiere darle a 13 horas: los soldados secretos de Bengasi un “contenido humano”, para que el film sea algo más que “una de tiros”, y ahí tenemos los diálogos demasiados esquemáticos sobre cuánto extrañan los soldados a sus familias (o cómo les cuesta abandonar el frente de batalla para quedarse con sus seres queridos), cómo son dejados en banda por las autoridades gubernamentales cuando el enemigo los sobrepasa en fuerzas y lo que significa el perder a un compañero de armas. Ahí es cuando resurge el Bay militarista, intervencionista, un poco patotero en su patriotismo y que piensa que esos lejanos lugares del Medio Oriente son un asco -y más si se los compara con la bella América-, y que encima resuelve todo de manera abrupta y pareciera no tener idea de cómo darle verdadera profundidad y entidad a los conflictos de sus personajes, a pesar de contar con más de 140 minutos para hacerlo. Sin embargo, con todas sus fallas, que le terminan impidiendo llegar a un aprobado, 13 horas: los soldados secretos de Bengasi es un film raro, con un patriotismo contenido, donde lo que más importa es explicitar las pérdidas y las heridas que los protagonistas cargan para siempre. Lejos de la euforia y el autofestejo desmedido del resto de su filmografía, Bay entrega su película más melancólica y pensante. Es cierto, la reflexividad que propone el realizador sigue siendo superficial, pero no deja de ser un paso adelante.
El regreso de Michael Bay. Luego de haber destrozado films como Transformers, Pesadilla (desde la producción) y recientemente Las tortugas ninja, Michael Bay regresa a lo que mejor sabe hacer: explosiones. Esta vez optó por dirigir un film bélico, donde los tiroteos y persecuciones están a la orden del día. Sin la presión sobre lo que el público quiere ver sobre una adaptación, esta vez su proyecto se basa en un hecho real.
Sin texto en la edición digital.
Más allá del patriotismo La película de Micahel Bay, "13 horas, los soldados secretos de Bengasi", cae en un discurso patriótico. El ataque al consulado norteamericano en Bengasi, Libia, donde murió el embajador Chris Stevens en 2012, fue una de las mayores humillaciones que sufrió Estados Unidos desde la derrota en Vietnam. Sin embargo, en 13 horas, los soldados secretos de Bengasi, Michael Bay se las ingenia para que un trágico error de cálculo de los servicios de inteligencia se transforme en un relato heroico y triunfalista. Tan profunda es la vergüenza nacionalista que el director de Transformers necesita ir más allá del sentido del patriotismo para revertirla. Lo hace contando la historia de un grupo de soldados de elite contratados para proteger a una base secreta de la CIA en Bengasi, a pocos kilómetros del consulado. Basada en un libro del periodista Mitchell Zuckoff, 13 horas... exalta al soldado ideal norteamericano: un hombre tan vinculado a los valores militares que parece tener una conexión directa con la verdad simple de las cosas: defendemos a los nuestros, matamos a los enemigos. Esa simplicidad contrasta con la complejidad de la diplomacia y de las razones de Estado. La tesis de la película es que en el corazón de esos hombres late la auténtica Norteamérica. El problema consiste en que antes hay que demostrar que los mercenarios tienen corazón. El arte de Bay siempre ha consistido en la exageración. Las sutilezas parecen descolocarlo. Y en este caso, se nota esa incomodidad, la crispación por tener que reprimir su naturaleza épica y darse tiempo para mostrar el lado íntimo de sus personajes. Lo resuelve de un modo tan mecánico que dan ganas de subirse a la cabina de proyección, cortar todas las escenas sentimentales y quedarse sólo con las de combate.
Escuchá el audio haciendo clic en "ver crítica original". Los sábados de 16 a 18 hs. por Radio AM750. Con las voces de Fernando Juan Lima y Sergio Napoli.
Basada en hechos reales, esta cinta del director de la saga “Transformers” (2007, 2009, 2011, 2014), no es otra cosa que repetir todo: producción, estética, fotografía, montaje, diseño de sonido, pero en esta oportunidad sin los famosos juguetes, lo que lo define como un filme de formula. La película reconstruye, al menos desde la mirada de los soldados del titulo, los acontecimientos que derivaron en el “asalto” terrorista al consulado estadounidense y a un centro supuestamente secreto de C.I.A. en la ciudad Libia de Bengasi en septiembre de 2012. La historia se centra en el equipo de fuerzas especiales de rescate, conformado por 6 ex soldados de “elite” del ejercito yanki. La realización funciona en su excesivo metraje sólo en algunos momentos, y en distintos niveles de manera muy precisa. Principalmente en las escenas de acción, igualmente en la pintura que presenta del quehacer de éstos personajes cuando no hay nada que hacer, está lograda, no al punto de las de acción y sólo hasta que se presenta la operación fundamental, el ataque de los jihadistas. Ese día a día sirve más que nada para la construcción de los personajes: sus afectos, el entorno, y el quién es quién en la base militar. Toda esta realidad la vemos mayormente desde el punto de vista de uno de ellos, Jack Silva (John Krasinski), La impresión de fluctuación entre lo seguro y lo incierto es desde la imagen, sólo sustentada por una banda musical que hace estremecer, en realidad nada pasa, y conforme van sucediendo los minutos, se torna más cansador el empleo de ese recurso. Tratando de instalarse en un discurso políticamente correcto, un poco al costado del discurso oficial, éste director, catalogado de manipular la ideología de derecha a conveniencia, cree que poniendo en boca de un soldado el cuestionarse respecto de su presencia ahí, que es del orden del atrevimiento a puro riesgo el poner en incertidumbre la importancia de la interposición estadounidense en Libia. Cree estar exonerado. Es verdad que intenta figurar la inutilidad de los servicios secretos yanquis, al mismo tiempo defiende a estos mercenarios por su heroísmo, valga la contradicción. No están por amor a la patria, sino por el dinero que la Patria les pagará por estar allí. Lo dicho, un filme con exposición constante de muy buenos recursos técnicos, sobre todo para las escenas de acción, pocas ideas para constituir un guión literario eficiente, desprovisto en si mismo de toda función dramática, con diálogos más pueriles que tontos, para nada eficaces. Si a todo esto se le suma sus 144 minutos de extensión, los que se hacen interminables, le sobran al menos 40 minutos, por lo que terminaría siendo soporífero, sino fuera por la banda de sonido estridente y las escenas de acción en la parte final. La realización se toma su tiempo, justo antes de los créditos, para decirnos que fue de la vida de los 4 sobrevivientes del grupo: todos renunciaron al servicio, y la película está dedicada a los dos que murieron en la acción. ¿Todo dicho?
Ninguna película que toque temas referidos a guerra puede tener un final feliz. Mucho menos, podemos disfrutar cuando hay tanto sufrimiento. Este film se regodea con imágenes tremendas y atroces. Un grupo de americanos que les toca estar en el peor lugar del mundo y en el peor momento. Seis hombres de alta seguridad contratados para defender el complejo diplomático Americano de terroristas en Libia (2012). Un país en conflicto con fuerzas de choque internas, que tiene libertad de comerciar armas de altísimo calibre en las calles, cual mercado persa. Sin gobierno. Menos ley. La muerte acecha. Incomoda hasta por demás la cámara inquieta del director, que habla de un estilo de lenguaje cinematográfico. Incomoda. Puede pasar lo peor en cualquier momento. Y juega con eso. El espectador va entendiendo esa dinámica, pero no se relaja. Salvo algunos momentos, como cuando por intermedio de flashbacks los vemos a alguno de los soldados americanos con sus esposas e hijos, es imposible ponerse en un lugar. Nada esta bien. En una guerra nada puede estarlo. El fanatismo se retroalimenta con mas odio, por aquellos que murieron, por su país, por sus familia, por su religión. Y el legado que les queda es terrible. “13 horas: Los soldados secretos de Bengasi” esta basada en una historia real, y por la propuesta estética, por momentos, parece un documental. Hay una frase que se repite en tres oportunidades: “Todos los dioses, todos los cielos, todos los infiernos, están dentro de ti”.
Michael Bay se toma un respiro de la saga Transformers, y presenta 13 Horas: Los Soldados Secretos de Bengasi, una película basada en un hecho real. Esta vez no va a haber robots, pero Michael Bay se queda en un género en el cual parece estar cómodo y nos trae su nueva película titulada 13 Horas: Los Soldados Secretos de Bengasi. Ésta se basa en una historia real ocurrida en una ciudad de Libia durante la denominada Primavera Árabe o Revolución Democrática Árabe, en la cual la CIA continúa trabajando clandestinamente en aquel país, protegidos por SEALs, una fuerza de operaciones especiales de la Armada de Estados Unidos. Jack (John Krasinski) acaba de llegar a Libia y se une a otros cinco camaradas que ya se encuentran en la base de la CIA y todo se desarrolla con “normalidad”, hasta que el embajador estadounidense Chris Stevens (Matt Letscher) decide realizar una visita diplomática al país con bajo perfil y subestimando la situación política y social en la que se encuentra. Por tal motivo decide hospedarse en un abandonado complejo diplomático estadounidense con pocas medidas de seguridad, próximo a la base de la CIA, ya que presupuso que se habían calmado las aguas de la revolución. La noche del 11 de septiembre de 2012, en el aniversario del atentado a las Torres Gemelas, el complejo diplomático es atacado por un grupo paramilitar fundamentalista y los 6 SEALs que se encuentran en la base de la CIA son los únicos que pueden ayudar al cuerpo diplomático. Johnny… Johnny… JOHNNY!!! No vamos a dar muchas vueltas, 13 Horas es una película bélica con algunas escenas que abusan de los tintes dramáticos propios de este género, y un guión que no tiene nada nuevo para ofrecer porque no se aleja de las convenciones. Si bien el primer acto es más largo de lo que debería, esto no perjudica a la narración debido a que la tensión que brinda el contexto se mantiene durante todo el filme. Además creo que son innegables dos cosas: uno como espectador siente la duración de la película -por ahí por la reincidencia de los ataques de los enemigos una y otra vez en el mismo lugar, produce una sensación de redundancia- y que no aburre en ningún momento porque Michael Bay no se lo perdonaría nunca. En cuanto a estética no hay nada que destacar, excepto por el montaje tan dinámico propio de las películas de Bay que son casi marca registrada y en la cual, como se ve en la franquicia de Transformers, hay cortes todo el tiempo incluso en las escenas más dramáticas. Conclusión 13 Horas es una película que si te gusta el género bélico, o incluso el de acción, creo que vas a pasar un buen rato pero toma el recaudo de verla en cine porque si no es pantalla grande puede ser que aburra. Fuera de eso no hay nada, es un filme liviano y efímero que puedo especular con que su único fin es entretener y encima lo logra hasta ahí nomás.
Una de guerra basada en hecho reales: Libia después de Gadafi, a un año del atentado de las torres, guerrilleros toman la embajada de EEUU y un reducto de la CIA con personal contratado. La mirada sobre el conflicto es esquemática y obvia. Al director Michael Bay (transformers) lo único que le interesa es la acción que no cesa, los efectos especiales de imagen y sonido. En eso el espectador tendrá una panzada.
Entretenimiento garantizado en una película con abundante acción y parafernalia bélica. Como producto histórico, ya se sabe que todo lo bélico que viene de Hollywood está por lo general plagado de patriotismo, sentimentalismo y de algunos adornos y/o situaciones ficticias, males...
13 Horas: los Soldados Secretos de Bengasi es un filme basado en un evento real ocurrido en setiembre de 2012, cuando un video viral - que criticaba a la nación islámica y se burlaba de Mahoma - se filtró en Internet y encendió los sentimientos anti norteamericanos en todo medio Oriente. El resultado final fue el surgimiento de una turba que atacó durante 13 horas las instalaciones diplomáticos que Estados Unidos mantenia en el norte de Libia, un enfrentamiento armado que generó decenas de muertos y disparó una fuerte crisis política dentro del gobierno norteamericano. El por qué no se autorizó la incursión furtiva de un transporte aéreo a territorio libio para evacuar al personal - o, siquiera, proveer apoyo aéreo eficaz para reforzar la resistencia contra el asedio - es inexplicable; por contra, el gobierno se enredó en la ineficiente burocracia libia, intentando obtener los permisos de salida por derecha mientras su personal era masacrado de manera imparable por una masa de milicianos enfurecidos. La curiosidad de 13 Horas: los Soldados Secretos de Bengasi es que viene dirigida por Michael Bay. Bay hace rato que viene en onda experimental, saliendo del espectaculo pochoclero y probando que - sin explosiones - es un buen cineasta. Mientras que Pain & Gain era una deliciosa comedia subversiva (que satirizaba la superficialidad de la cultura basada en la estética y el fisicoculturismo), acá Bay se mete en terrenos propios de Kathryn Bigelow y Ridley Scott con otro grupo de operativos norteamericanos extraviado en territorio hostil y forzado a resistir como pueda el asedio del enemigo hasta el amanecer. Ya la vena militarista de Bay había quedado patente en la saga Transformers (y ni hablar con Pearl Harbor), y aquí termina por salir a luz en un argumento mucho mas realista. Lamentablemente Bay no es Kathryn Bigelow, no hace incómodas interrogantes a la política norteamericana - a final de cuentas todo esto trata del ataque a un centro secreto de la CIA apostado en Libia precisamente para espiarlos; como si fueran la policía del mundo, su misión era frenar la sangría de armas de los saqueados depósitos militares de Kaddafi pero, ¿quién les dijo que tenían autoridad para hacer semejante cosa? - y, por el contrario, termina cayendo en el viejo discurso patriota propio de las películas de John Wayne de la postguerra. Estos militares son héroes... sin importar si lo que estaban haciendo era ilegal. Mientras que hay un componente heroico en la resistencia - en muchos sentidos 13 Horas: los Soldados Secretos de Bengasi se emparenta con La Caída del Halcón Negro e, incluso, hasta con Zulú; esa resistencia contra la agresión en un escenario de gigantesca desventaja numérica y donde la esperanza parece haber salido volando por la ventana -, la ilegalidad de su premisa termina por bastardear su honorabilidad. Un ladrón también es valiente si resiste a tiros a la policía, pero ello no lo hace honorable. Si en ese sentido el filme no es justo o equilibrado, tampoco lo es en el aspecto dramático. El único intento de tridimensionalizar los personajes es ponerlos a hablar de sus hijos, pero los tipos jamás se cuestionan la legalidad de sus acciones. Incluso es absurdo que estos tipos masacren a decenas de personas pero se pongan a llorar cuando pierden a un compañero. Es la desvalorización de la vida humana, donde sí vale la de mi amigo pero no la de mi enemigo. Viendo esto, 13 Horas: los Soldados Secretos de Bengasi termina funcionando como un filme de acción basado en una anécdota histórica. No hay análisis, no hay trasfondo, solo tipos hablando y disparando. No deja de ser un filme entretenido pero, desde ya, no está a la altura de La Noche Mas Oscura o The Hurt Locker, cintas que intentaban ir mas allá de la anecdota, desarrollaban sus personajes, y analizaban el origen de la situación. Acá hay mucho de panfleto y poco de drama, quedando en un filme ok que entretiene pero tampoco desafia a la neurona.