El director de 'Annabelle' nos presenta un producto de horror teen, con reminiscencias a la saga 'Destino Final' y la noventera 'Wishmaster'. Clare (Joey King) es una joven de 17 años quien de pequeña perdió a su madre de forma fatal: fue testigo presencial de su suicidio. Esta tragedia atormenta día a día a la chica y a Jonathan (Ryan Phillippe), su padre, que tampoco parece superar este triste acontecimiento. Ambos sobreviven como pueden en una casa venida a menos, saturada de chatarra debido a la afición del padre a recolectar basura, actividad que avergüenza a Clare. Un día, entre los desperdicios de una elegante casa, Jonathan encuentra una hermosa caja musical que parece provenir de la antigua China. Sin dudarlo se la regala a su hija, quien logra descifrar que es una caja de los deseos, por lo que a modo de juego pedirá el primero. Lo asombroso empezará cuando los deseos se comiencen a cumplir. La vida de la adolescente cambiará radicalmente (de looser pasará a ser la más popular, tener dinero, conquistar al chico más guapo de la escuela, etc), pero lo que aún no sabe es que a cambio deberá pagar un precio muy alto teñido de sangre. 7 Deseos es un verdadero patchwork, en pos de una búsqueda comercial, para agradar sobre todo al público adolescente (el que más consume películas de terror), mezcla géneros y temas mal hilvanados. Es un drama teenager, del estilo historia de preparatoria con winers, loosers y peleas de por medio, en el que la atormentada protagonista busca algo de redención para su gris vida y la de su padre acumulador, con una presencia absoluta de la tecnología. Los celulares funcionan como el modo de comunicación por excelencia y las redes sociales dominan un nuevo espacio social virtual entre los adolescentes, a través de la cual comunican al mundo lo que hacen y también resulta una herramienta apta para practicar bullyng. Es una pena que en el film este recurso está utilizado solo pour la galerie, de modo trivial, sin cumplir ninguna función narrativa. Por otra parte el horror aparece condensado en esa caja musical que entra en el relato de forma débil. El objeto endemoniado, parece tener vida propia y su cometido es reclamar almas, además de provocar una conducta adictiva tal como el my precious del gollem en El señor de los anillos. El hecho es que por culpa de este artefacto, que cumple los deseos de Clare, se comienzan a suceder muertes extrañas de la gente que la rodea al mejor estilo Destino final. Aunque no alcanza el nivel de espectacularidad, y efectismo, de las escenas mortales de esta saga, hay que reconocer que dos bien están bien elaboradas: la de la vecina, en la que con planos detalles se sugiere la obviedad de que esta se cortará la mano (y después sucede otra cosa), y en la que se realiza un montaje paralelo entre lo que acontece con su padre en la ruta y su amiga encerrada en un ascensor, elevando la duda de quién de los dos caerá en desgracia. Las demás escenas vinculadas al terror de tan inverosímiles son grotescas, y provocan mas risas que susto en el espectador ¿Es recurso es adrede? Por cómo está planteado el argumento no lo creo. Sin aportar nada nuevo, 7 Deseos se sitúa entre esos productos de consumo rápido y descartable, en donde los clichés del cine de género siguen siendo los mismos de hace décadas.
Ten mucho cuidado con lo que pides La joven Joey King vuelve al mundo del terror luego de su participación en El Conjuro, de 2013, para protagonizar esta historia que mezcla las características modernas del género a partir de una vieja leyenda oriental. El reparto protagónico también incluye a Ryan Phillippe (Juegos Sexuales, Crash), Ki Hong Lee (Maze Runner 1 y 2), Shannon Purser y Sydney Park mientras que la dirección está a cargo de John R. Leonetti, responsable de El Efecto Mariposa 2 y un gran éxito dentro del género, Annabelle, de 2014. Clare (King) es una típica adolescente estadounidense que debe lidiar con todos los problemas de su edad al mismo tiempo que intenta que nadie de su colegio repare en su padre Jonathan (Phillippe) quien, para hacerle frente a su estatus de desocupado, revuelve cada basurero que se cruza por su camino, incluidos los de la escuela secundaria de su hija. Pero resulta que un buen día los contenedores le ofrecen algo más que los típicos restos de comida, ropa vieja y electrodomésticos inservibles cuando encuentra, camuflado entre la chatarra habitual, el que será el primer regalo en largos años que le haga a Clare. Se trata de una antigua caja de música china que, como descubrirá la protagonista más pronto que tarde, tiene el poder de cumplirle siete deseos a su dueño. Este elemento fantástico que actúa como desencadenante de la historia le da forma a ese contrato implícito que se establece entre la película y el espectador y que se mantendrá durante el resto de la película. Los agregados o detalles que se van sumando, como el hecho de que detrás de cada deseo que Clare va pidiendo hay una tragedia que afecta a alguna parte importante de su vida, que el portador de la caja de música no puede venderla, regalarla o deshacerse de ella de ninguna otra forma porque las consecuencias pueden ser mortales o el pequeño gran detalle de que su última dueña no fue otra que la madre de Clare, quien murió cuando esta era muy chica, son elementos que le van dando forma a la trama y que moldean a los personajes siempre bajo ese código inicial que parece que todo lo rige. A favor de la película hay que decir que esa parte fantástica, con sus distintas aristas, se sostiene bien al tiempo que vemos a una adolescente típica conseguir soluciones mágicas para sus problemas económicos, de popularidad y románticos. El ritmo es bastante equilibrado a la hora de ir revelando esas consecuencias que los deseos implican como también el vínculo que existe entre todo esto y el trauma que la figura de su madre representa para Clare. Ahora bien, los problemas aparecen, como muchas veces ocurre en películas de este género, con la verosimilitud de la parte más terrenal o mundana de la historia, como si los realizadores pusieran especial cuidado en mantener la coherencia de los elementos sobrenaturales en desmedro de las decisiones racionales y humanas que los implicados toman como consecuencia de esa parte sobrenatural. El tono adolescente que la película propone desde sus personajes protagónicos dice presente en este sentido dada la forma infantil con la que se plantean los giros y, sobre todo, por cómo se resuelven los conflictos principales, perdiendo realismo paradójicamente en la parte menos fantástica del relato. Con actuaciones que no quedarán en el recuerdo, una historia que tanto dentro de su género como fuera de él ya se ha visto varias veces y una conclusión más confusa que impactante, 7 Deseos es una más entre el montón de películas de terror que pasan por las salas de cine sin pena ni gloria.
Al servicio de alimentar la sed de diversión millennial, 7 Deseos recurre al cliché, lo fácil y predecible para atraer a las jóvenes mentes de esa generación. Protagonizada por Joey King y Ryan Phillippe, Wish Upon (en su título original) cuenta la historia de Clare (King), una joven que vive en la etapa insufrible de la juventud en que todo lo que ve fuera de su ambiente es un cuento de hadas. Clare no aguanta el comportamiento de su padre (Phillippe), tampoco soporta ser un cero a la izquierda en su escuela y de no tener al chico de sus sueños… con esto nos vamos haciendo una idea de qué clase de chica es. Ahora bien, agreguemos una caja china infernal de deseos y voilà! tenemos esta mezcla de The Monkey’s Paw y Final Destination. El problema del film es que toma un patrón predecible desde su comienzo; John R. Leonetti y Barbara Marshall, director y guionista del proyecto respectivamente, instalan personajes cuyos destinos están cantados al exclamar un saludo, y en el caso de las escenas sucede exactamente igual; puros clichés y sin esfuerzo de sorpresas. Para completar, tampoco ayuda el hecho de que la película se toma demasiado en serio para lo que en realidad es: una comedia con tintes de horror. Las cosas simplemente no funcionan al mezclar un intento de dramatismo en una escena que en su resolución genera risas. Sobre el humor del film, 7 Deseos recae en un constante loop de situaciones absurdas -no sólo por presentar muertes hilarantes, sino porque trata de recrear un ambiente teen que saca lo peor en el público-. Nos encontramos con la típica canción rebelde cada vez que la acción sucede en la escuela, lugar que está repleto de individuos que se asemejan a clones del breakfast club 20′ de John Hughes: tenemos al asiático, al deportista, a la reina de la moda, al gay, a la chica que piensa antes de actuar, todo estos personajes se sienten estándar pero llevado al extremo de lo insufrible, y no merecen absolutamente el mínimo de interés por parte del público. Eso sí, hay una excepción, y es en parte gracias a Sydney Park. Ella básicamente se carga cada escena al hombro, opacando -gracias a Dios- a la propia Joey King y dejando en el público cierta añoranza por más presencia de su personaje. En resumen, 7 Deseos es una simple excusa para generar un leve interés en el público adolescente. Una idea con un contenido correcto que fracasa al desarrollarse la acción.
Dirigida por John R. Leonetti, el mismo que hizo “Anabelle” llega la cuota de terror que siempre tenemos. En este caso una caja china muy particular que advierte, y nadie le hace caso, que cumplirá con los siete deseos aunque el costo que se cobra siempre es sangriento. Pero ya se sabe, en estas películas las advertencias no suelen frenar a los protagonistas… Caja maldita tirada por la madre de la protagonista que luego se suicida, y que reaparece para “compensar” a la chica más impopular que tiene a su padre, ex músico, con la profesión de “cartonero” que la avergüenza. Cada deseo implica un cambio de su realidad y varias muertes. Y en este rubro es donde el argumento se empeña en crear suspenso y delirios con no poco humor negrísimo en cada de una de las desgracias. A tal punto que ese es el mejor condimento del film. Lo demás es obvio, previsible.
En lugar de una muñeca que siembra el terror como en Annabelle, el director John R, Leonetti, elige ahora una antigua caja china que desparrama una ola de muertes alrededor de la joven protagonista. En 7 deseos, Claire -Joey King- presencia el suicido de su madre de pequeña y está al cuidado de su padre -Ryan Phillipe-, un recolector de residuos y de objetos viejos que acumula en su casa, de quien recibe una antigua caja que cumple los deseos, su suerte cambiará pero también cada deseo traerá aparejada una sangrienta consecuencia. Es el típico producto de terror estudiantil, con un colegio plagado de amigos y enemigos y una jovencita que le hace la vida imposible a Claire. No hace falta ser un genio para darse cuenta lo que sucederá en este relato en el que no faltan las citas amorosas, el amigo oriental que relaciona a Claire con una experra en descifrar los mensajes ocultoa que contiene la misteriosa caja. El mayor problema de 7 Deseos reside en su poca funcionalidad como película de terror, todo parece forzado y no ofrece los climas necesarios para inquietar al espectador. Y lo pero de todo es que las muertes resultan predecibles y realizadas con desgano, lo que llama la atención en un realizador que ha entregado mejores productos del género como la no estrenada Wolves al the door, sobre el sanguinario accionar del clan Manson, e incluso su constante labor como director de fotografía de los filmes de James Wan. Acá todo esta narrado sin sorpresas y resultan burdas -y absurdas- las vueltas de la historia -Claire de joven va de empobrecida a heredera junto a su padre de la fortuna de su vecino o que su bicicleta está en el mismo lugar del jardín desde que ocurrió la tragedia- desarrollada entre pesadillas recurrentes y un poder milenario que parece asomarse como en la antigua làmpara de Aladino.
La cajita del horror Si de algo siempre se jactaron Los Simpson desde su primera temporada hasta el día de hoy, es de contar diferentes historias que se han cumplido o asemejado a nuestra realidad. La familia más conocida de la televisión estadounidense tiene capítulos especiales dedicados a las festividades de aquel país, en este caso los especiales de Halloween o mejor conocidos como “La casita del horror” (Treehouse of Horror). Pequeñas historias independientes a la trama original que lleva un episodio normal. En uno de estos cortos llamado “La mano de los deseos” el clan Simpson encuentra una mano de mono que logra cumplir a su portador maravillosos deseos pero con ello trae una gran desgracia a quienes usen dicho artefacto. El director John Leonetti (Annabelle, 2014) lleva a la gran pantalla 7 deseos (Wishupon, 2017), en la que Claire (Joey King), obtiene una caja que le cumplirá todo lo que ella desee. Sin embargo cada petición que realice trae una aterradora y sangrienta consecuencia ¿Nos suena familiar? Si bien los contextos de las historias son diferentes, en Los Simpsons se toma de manera humorística y sarcástica los hechos, mientras que en la película de forma más seria, se intenta generar un miedo consiente en el espectador, que lamentablemente no se logra cumplir. Las escenas de terror no son lo suficientemente fuertes o no están bien realizadas como para asustar. Todo lo contrario, de tan irrisorias y absurdas que son, las escenas causan risa en vez de miedo. Las actuaciones está bien para un guion poco original que lo único que logra es mantenernos en la expectativa de cómo va terminar todo para la protagonista, Joey King (El conjuro, 2013), quien está a cargo de la caja que concede los deseos. La actriz consigue mostrar una transformación de su personaje que poco a poco va perdiéndose en la ambición y la codicia de conseguir todo a cualquier precio si es necesario, revelándonos las bajezas más profundas que puede llegar a tener una persona, pero ¿Tendrá su redención? Eso lo podremos averiguar el próximo 13 de julio en todos los cines de nuestro país.
Terror y suspenso sin mucha lógica sostenida, que en sus trágicos desenlaces logra hacer reír. Wish Upon es su título original, es una película norteamericana, de terror, dirigida por John R. Leonetti y protagonizada por Joey King, Ryan Phillippe y Ki Hong Lee. Orientada a un público más bien adolescente, la historia gira alrededor de una caja que llega a manos de la joven Clare Shannon (Joey King), regalo de su padre (Ryan Phillippe) que se dedica a recolectar basura de las calles y encuentra esta interesante/misteriosa caja (musical) con extrañas inscripciones en idioma oriental. Este objeto tiene el poder de concretar (de alguna manera) los deseos de quien la posea. Pero los costos a pagar (aquí es donde más hace agua el guión) son sanguinarios/mortales y tienen relación (o no?) con la gente allegada a quien la tenga en su poder. Las opciones a mi entender, cuando falta una sostenida construcción de verosímil, que aceptemos con naturalidad la historia que se nos proponen desde la pantalla, sería que no nos entretenga la cinta o que te divierta, que te cause gracia, pero ante lo ridículo. Tal vez no fue esa la intención de la producción, pero logra un gran mérito y es que no sea aburrida. Es muy bueno el trabajo de dirección, la propuesta de cámara, la fotografía y está cuidada con calidad la edición. Porque si bien encontramos escenas fuertes/sangrientas no hay golpe bajo. No todo se muestra claramente o más bien pasa rápidamente. Si te gusta el género te propongo que vayas a verla, ni se te ocurra pedir un deseo… pero que nos cuentes que te pareció?
Entre una y otra muerte, hay mero relleno. 7 deseos es un cruce de “La pata de mono”, el clásico cuento corto del británico W. W. Jacobs, con la saga Final Destination. Del primero, variante fáustica, toma la idea del amuleto mágico que cumple todos los deseos, pero a la larga toma el alma. De la segunda, el mecanismo de pre-programación, que permite anticipar el terrible castigo que recibirán uno a uno, allí, los sobrevivientes a un accidente. Aquí, los pobres diablos que pagan el pato por la escasa contención de la protagonista, dispuesta a cumplir todos sus deseos. Por cada uno que cumple, un muerto. Ése es el canje que la malévola entidad encerrada en una caja reclama, aunque hace trampa: no le hace saber con antelación a la heroína cuáles son las reglas de juego. Más interesante hubiera sido que ella las supiera, y aun así rogara por su cumplimiento. Hubiera resultado una heroína más moderna, más jodida, más despiadada. Pero 7 deseos no se anima a tanta revulsión y hace de la protagonista una trágica no tan culpable. Trágica a dos puntas: la chica tiene una pesada historia de infancia, vinculada también con la caja maldita. “Ojalá te pudras”, desea Clare Shannon pensando en la clásica rubia patotera del cole, y a la mañana siguiente la chica despierta con su pierna derecha en estado de pudrición. Pocos días antes su padre (Ryan Phillippe, ayer nomás un buen mozo rompecorazones, hoy un cuarentón semidestruido) regaló a Clare una caja china, preciosamente laqueada, de esas que accionando cierto mecanismo secreto se abren con toda una combinación de engranajes, como si lo hicieran solas. Como en Final Destination, la muerte se comporta, en 7 deseos, de modo tozudo, despiadado y exuberante. Cada larga secuencia tanática constituye uno de los momentos orgásmicos del relato, en términos dramáticos, visuales e incluso humorísticos. Obviamente este esquema de muertes anunciadas “garpa”, en tanto genera expectativa y le garantiza al espectador que cada tantos minutos tendrá su rato de disfrute. Pero las muertes son menos creativas que las de Destino Final, y son lo único que hay en 7 deseos: entre una y otra muerte, mero relleno. Salvo un solo detalle, sumamente infrecuente en Hollywood: el padre de la heroína trabaja de cartonero.
7 Deseos, de John R. Leonetti Por Paula Caffaro El film de terror 7 deseos es el instructivo perfecto para todo aquel que quiera aprender cómo destrozar la trayectoria de un género. Volviendo hacia atrás en tanto desarrollo argumentativo y mostrando las peores facetas de un suspenso mal construido, la película de John R. Leonetti es verdaderamente lo peor que se ha visto en el último tiempo. La trama se desarrolla desde un punto de vista que ya todos conocemos, y sin ningún tipo de innovación o ápice de experimentación, los hechos parecen encadenarse por obra y gracia de un manual de instrucciones el cual dicta cómo hay que continuar. De hecho, tal repertorio de fórmulas, por momentos, coincide con una interpretación paródica del propio film, aspecto inteligente que creo, ni a eso llega. Clare es una adolescente del montón que sufre un evento trágico durante su infancia y es condenada a vivir con su padre, un tipo que vive de la recolección de los deshechos que otros arrojan a la vía pública. Es en ese quehacer cotidiano que llega a las manos de la joven una misteriosa caja musical con inscripciones chinas. Sumergida en su angustia, pronto ella y la cajita se vuelven muy cercanas, porque ésta última le está cambiando la vida. La pregunta es qué le pedirá a cambio. Con un mix entre Mil maneras de morir (programa de televisión de corte bizarro emitido por cable que cuenta formas insólitas de morir) y la saga Destino final, 7 deseos, parece rescatar de cada uno de esos dos productos lo peor de sus contenidos. Sin una profundidad artística que valore, al menos, los aspectos cinematográficos, la película muestra un devenir repleto de clichés en el que nada, pero nada, sorprenderá. De hecho, la cuestión de los siete deseos no genera más que la conformación de un tiempo cronológico que ubica al espectador a la espera de que la protagonista, por favor, pida su último deseo. Aburrida y sin nada que aportar, 7 deseos, es una buena película para ir al cine a dormir o llevar a tu próxima cita. Si en la charla post película expresa algún sentimiento de empatía con film, ya sabés lo que tenés que hacer. 7 DESEOS Wish Upon. Estados Unidos, 2017. Dirección: John R. Leonetti. Intérpretes: Sherilyn Fenn, Joey King, Ryan Phillippe, Elisabeth Röhm, Shannon Purser, Ki Hong Lee, Sydney Park, Alice Lee, Daniela Barbosa, Michelle Alexander, Raegan Revord, Sean Jones, Natalie Prinzen-Klages, Josephine Langford, Mitchell Slaggert, Guión: Barbara Marshall. Música: Toby Chu. Dirección: 90 minutos.
Causa más gracia que pánico A través de historias fantásticas en las que una persona se encuentra con la posibilidad de pedir cualquier deseo, la ficción se ha encargado de enseñarnos que hay que tener cuidado con lo que se anhela. Las desgracias que trae aparejadas el cumplimiento del pedido son una forma simbólica de advertir que, tal vez, no siempre sabemos qué es lo que más nos conviene. Esta es la idea detrás de 7 deseos, que se centra en una adolescente cuya madre se suicidó y cuyo padre se dedica a buscar objetos en la basura, lo cual la avergüenza. En uno de esos recorridos, el hombre encuentra una caja de música china y se la regala a su hija, quien descubre que puede pedir siete deseos. El problema es que no leyó la letra chica, por así decirlo, y cada vez que se cumple uno de sus deseos alguien cercano a ella muere. El tono de la película resulta irreconciliable. Por un lado es una típica historia de una adolescente que se siente incomprendida y sueña con otra vida, con escenas de humillación en el colegio y montaje de salida de compras incluida. Pero también pretende asustar con los poderes de la caja y generar impacto con las horribles muertes. El clima de cada faceta se ve cortado todo el tiempo por la irrupción de la otra y la combinación no está bien equilibrada. La historia adolescente termina ganando esta pelea por la atención del espectador, y los intentos de provocar terror terminan resultando un tanto risibles.
Cuidado con lo que pedís Inspirada en el cuento "La pata de mono", esta película fantástica arranca bien pero después se empantana. El cuento La pata de mono, del inglés W. W. Jacobs, supo tener, como buen clásico, múltiples versiones, incluyendo una con Los Simpson como protagonistas. Es la indudable fuente de inspiración de 7 deseos, aunque con algunos cambios: como lo indica el título, los deseos ahora son siete en lugar de tres; el objeto que los concede no es una pata de mono, sino una antigua caja de música china; y la que la posee no es un padre de familia británico, sino una adolescente estadounidense. La mecánica es parecida: cada deseo se cumple, pero con un terrible efecto colateral: la muerte de algún ser querido de la dueña del dispositivo mágico. John R. Leonetti, veterano director de fotografía especializado en terror (trabajó, entre muchas otras, en El conjuro, y dirigió el spin off Anabelle), y su guionista, Barbara Marshall, eligieron ubicar esta historia fantástica en torno a una colegiala y sus vivencias en el secundario. Una decisión que podría haber rendido sus frutos (las estudiantinas de terror pueden tener lo suyo), pero que, a la larga, perjudica a la película. Varios de los deseos que pide Clare están vinculados a su situación en la escuela, donde forma parte del grupo de perdedoras. Era una circunstancia con múltiples posibilidades, pero lo que termina ocurriendo es que la inmadurez (y las flojas actuaciones) de los adolescentes opacan la trama. Así, hay escenas sólo atribuibles a la tontería de los personajes, que distraen y le quitan fuerza e intriga al núcleo de la película. La cuestión se va empantanando y decae aún más cuando hay una investigación alrededor de la caja de música y se dan detalles sobre su historia y sus anteriores dueños: el misterio era mejor. Este es uno de esos casos en los que menos es más: las innecesarias explicaciones equivalen a prender la luz en medio de la película.
Dirigida por John R. Leonetti (Annabelle) este jueves llega a las salas de cine la cinta de terror 7 deseos. Otro gran fracaso dentro del género. Ni siquiera la premisa suena lo bastante interesante como para verla. La historia gira en torno a Claire (Joey King), una adolescente que debe vivir con el tormento de que su madre se suicidó cuando ella era pequeña. La joven convive junto a su padre Jonathan (Ryan Phillippe), un recolector de basura. Un día el hombre decide regalarle a su hija una caja china que encontró entre un montón de desperdicios. Ahí es cuando comienzan los problemas: la caja musical tiene el poder de cumplir todo tipo de deseos. Claire, a modo de juego en un principio, comienza a pedir un par de deseos un poco absurdos: que su padre deje de avergonzarla, que la “chica mala del Instituto se pudra”, que el joven más guapo se enamore perdidamente de ella y, como era de esperar, pasar de ser una chica “invisible” a ser la más popular del colegio. En lo que no repara la protagonista es en que cada vez que la caja le cumple un deseo algo malo ocurre a su alrededor. El cine de terror nos tiene acostumbrados a sacar películas malas y ésta, claro está, no es la excepción. Si bien no cuenta con las típicas premisas de casas embrujadas con espíritus malignos o asesinos seriales que persiguen a un grupo de adolescentes, la película constantemente bordea lo absurdo. Las muertes que suceden a lo largo del metraje tienen un estilo similar a las de Destino final, pero sin llegarle siquiera a los talones a las del filme dirigido por James Wong. En plan de rescatar algo de 7 deseos no se halla nada. Ni siquiera las actuaciones son destacables, al menos no en el buen sentido. Entre actores que lloran y lloran pero no derraman ni una sola lágrima, la mejor (peor) actuación se la lleva la joven protagonista al interpretar una especie de Gollum de forma, completamente, sobreactuada.
Después de la primera secuencia, y a partir del salto temporal que aplica, se huele un filme cuya estructura parecería ir en dirección a “Jumanji” (1995), y si bien algo de este pronóstico se cumple no es al ciento por ciento. Esto se debe a que, en primer lugar, la original estaba dirigido a la platea infantil, la actual, en cambio, se dirige directamente a derretir cerebros de los adolescentes entre 14 y 17 años. Para ello le suma a un guión paupérrimo, cierto tipo de hurtos a otras películas de adolescentes yankees o del género del terror, a saber “Destino final” (2000), y sazonarla sin ningún criterio con algunos ingredientes de “Chicas pesadas” (2004), conformando una gran ensalada sin un sabor definido. Lo que termina por ser nada. La historia se centra en Claire Shannon (Joey King) (de niña testigo presencial del suicidio de su madre), que en la actualidad, con 17 años, trata de sobrevivir a su propia desgracia de la edad por la que atraviesa; y en Su padre, Jonathan Shannon (Ryan Phillipe), al cual la misma desgracia lo dejo fuera de la vida. Sobrevive de buscar objetos en la basura de los ricos para vendérselo a los pobres de clase media yankee y logra simultáneamente avergonzar a su hija. Claire tiene como única defensa la incondicionalidad de sus dos amigas de la escuela. Hasta que un día Jonathan encuentra una especie de cajita de música, que supone de mucho valor. La misma tiene unas inscripciones en chino, idioma que casualmente Claire esta estudiando. Jugando, descubre que es una caja de deseos, y que estos se cumplen. Lo que no sabe es que la caja le cobra un precio por cada deseo, marcado por la sangre. El filme atraviesa graves falencias, y posiblemente estas son las únicas que, a partir de la contradicción que establecen entre la seriedad con que se muestra desde la producción y lo ridículo de algunas escenas que deberían producir terror, resultan sumamente graciosas. Hay sólo dos momentos de buena construcción de escenas en todo el desarrollo, una construida a partir de planos detalles, y la otra a partir de un montaje paralelo. Demasiado poco. Todo el resto del filme es un gran catálogo de lugares comunes, diálogos banales, sonido que hace sobresaltar por irrupciones del volumen, sumado a un diseño de producción bastante descuidado. Con una continuación presentada, dependiendo de los réditos económicos que otorgue ésta. ¿Nos seguirán castigando?
Cuidado con lo que pides Más horror adolescente, en una cinta que funciona como una variante sangrienta del mito de “Aladino y la lámpara” Claire, una joven "no muy popular" y con problemas familiares intensos, descubre una caja con poderes mágicos. El misterioso objeto puede concederle todo lo que desea, pero el precio que deberá pagar por ello será demasiado alto… En los ochenta, una película clase B titulada La Lámpara, mostraba como un grupo de jóvenes caían como moscas ante la furia de un Genio que habitaba en su interior. Más cercana en el tiempo Wishmaster contaba una historia similar pero con mejores efectos y un interesante elenco. Este filme, 7 Deseos, dirigido por John Leonetti, responsable de la floja Annabelle, parece tomar un poco de ellos y también de la estética y puesta de las cintas de horror adolescente de los noventa como Sé lo que hicieron el verano pasado o Leyenda Urbana. Por supuesto, hay una gran presencia de elementos tecnológicos, pero la trama y la idea remite a los clichés de aquellas películas: chicas hermosas, galanes y "loosers" de preparatoria y sobre todo muertes elaboradas e imposibles al mejor estilo Destino Final. La presencia de Ryan Phillippe (ahora ya como padre y no como joven plagado de testosterona) es otro guiño al género "noventoso". Su papel de padre abatido con síndrome de Diógenes es de lo mejor del filme a nivel actoral. Sin caer en la solemnidad, funciona como un divertimento para jóvenes con ganas de sobresaltarse y luego reír en la oscuridad de una sala.
Cuento chino. Claire nunca se recuperó del trauma de encontrar a su madre muerta siendo una niña, un hecho que destruyó su familia. Una década después, convive con un padre que la avergüenza y, como buena adolescente de película, sufre por no ser popular en la escuela. Su vida parece cambiar para mejor cuando su padre encuentra -revisando la basura- una misteriosa caja musical, adornada con caracteres en chino antiguo. Como casualmente Claire se dedica a estudiar chino en la escuela, logra descifrar lo suficiente como para entender que la caja promete cumplir 7 deseos a su propietaria. Durante un momento de frustración, pide su primer deseo sin esperar que algo suceda. Cuando al día siguiente se entera de que su macabro deseo se volvió realidad de forma muy específica, lo atribuye a una coincidencia y lo ignora. También es una simple coincidencia que ese mismo día su perro muera de forma extraña. Recién después de otras coincidencias demasiado raras se decide a consultar con su amigo chino para descifrar el resto de las inscripciones. Los deseos de Claire cambian su vida por completo y en cuestión de días recibe una fortuna, su padre recompone su vida y el chico de sus sueños se obsesiona con ella. Pero como no puede unir dos puntos ni aunque tengan una flecha apuntando el camino, no relaciona su buena suerte con la extraña caja ni con la serie de muertes violentas que va atacando a la gente cercana, hasta que es demasiado tarde. El destino final de la pata de mono: El segundo estreno en menos de un año de John R. Leonetti (con grandes éxitos en su CV como Annabelle, Mortal Kombat 2 o Efecto Mariposa 2), tiene varios elementos como para que esta vez sea él quien comienza una saga en vez de continuar la de otra gente: adolescentes que al menos sepan verse bien en cámara, una idea gastada que los millennials aún no conozcan, y un guión tan chato o absurdo que permita salir a comprar pochoclos a mitad de la película sin que eso impida entender cómo sigue al volver. Todo sazonado con un par de muertes violentas (aunque no demasiado explícitas) como para no dejar afuera de la sala a los de 13. No hay prácticamente nada en 7 deseos que pueda tomarse en serio o considerarse rescatable. La trama es tan absurda y forzada que para sostenerse -además de depender de una serie de casualidades- necesita convertir a sus personajes principales en lo suficientemente estúpidos como para que sigan adelante sin entender lo que está pasando, aunque el público lo hubiera descifrado varias escenas antes (y no sólo porque los dos o tres intentos de misterios que plantean sean simples o trillados, sino porque la película se encarga de dejarlos bien explícitos desde que aparecen y encima, por las dudas, luego de resolverlos los explican). No es criticable el rescatar la idea clásica de los deseos que se vuelven en contra de quien los hace, justamente porque para eso son los clásicos. De más dudoso gusto es que cinco Destino Final no alcanzaran para aprender a resolver mejor el recurso del ente invisible provocando accidentes: además de no construir casi nunca algo de tensión, se ven tan falsos e inverosímiles que delatan el detalle de que se hicieron con un presupuesto irrisorio para los estándares de la industria. Si bien es sabido que el género de terror funciona entre nuestro público a pesar de todo, es un misterio cómo una película de esta escala y sin ningún nombre que atraiga público, recibe lanzamiento casi en simultáneo en nuestro país. La manera de lograr que 7 deseos sea una película medianamente disfrutable, es ignorando la forma en que la venden. Si en vez de una historia de terror se sientan a reírse de una comedia, todo se vuelve mucho más aceptable y hasta divertido, aunque no hay indicios de que esa fuera la intención del director. Conclusión: Sin suspenso, trama, ni efectos especiales decentes, 7 deseos tiene mucho más sentido como comedia involuntaria que como película de terror.
Siete Deseos recicla una historia muy conocida con una pobre ejecución por parte de un director de dudosa calidad. Lo que debería ser terrorífico se vuelve hilarante. La estructura básica de la historia de 7 Deseos es bastante conocida. La Pata de Mono, de W.W. Jacobs nos habla de un objeto sobrenatural que concede deseos a su portador pero por más beneficios que uno consiga, esos deseos vienen con un terrible costo personal. Aquí el director es J. R. Leonetti, cineasta detrás de algunos bodrios inmirables como Mortal Kombat: Annihilation (1997) y Wolves at The Door (2016). También es el responsable de The Butterfly Effect 2 (2006) una aberración cinematográfica que fue directo a DVD. Hasta el momento su film más exitoso —pero no por eso bien recibido— fue Annabelle (2014), ese spin off de la infinitamente superior The Conjuring (2013) de James Wan. Con estos pergaminos es imposible que de 7 Deseos pueda esperarse algo bueno, pero el film tiene una sorpresa bajo la manga. Es una película de terror tan mala que te hace reír a carcajadas. Clare Shannon (Joey King) tuvo que atestiguar el suicidio de su madre a una temprana edad. Años después es una típica adolescente que debe sobreponerse a la vida de escuela secundaria. Su condición de pobre y su padre recolector de basura la hacen un blanco fácil para el bullying por parte de las chicas populares de la escuela. Un día su padre le regala un “tesoro” que encontró entre los desechos. Una extraña caja de música de origen chino que promete conceder deseos a su portador. Clare duda al principio, pero una vez que descubre que sus efectos son reales, utiliza sus deseos para obtener todo lo que siempre deseó: dinero, popularidad, respeto, un buen presente para su padre, al chico más lindo del colegio, etc. Pero por cada deseo que Clare pide, misteriosas (e hilarantes) muertes suceden a su alrededor. Clare deberá unirse a su conveniente amigo asiático para descubrir los secretos y la historia de la caja que oculta una terrible maldición. 7 Deseos falla por la mala ejecución de su premisa. Al ser una película calificada como PG-13 debe ahorrarse toda la sangre que debería abundar en este tipo de producciones (films de terror de bajo presupuesto) para ponerle un poco de “picante” a la historia simplona y poco elaborada. El film apenas cuenta con un par de jump-scares y nada más. Los mejores momentos de la película se encuentran en las escenas de muerte, todas tan ridículas y mal hechas que resultan muy graciosas, algo que seria muy valorable si esta película fuera una comedia o una sátira de terror, pero es un film que se toma en serio a si mismo (o por lo menos lo intenta). 7 Deseos es una película para ver en casa, en una juntada de amigos haciendo una maratón de esos films tan malos que son buenos. Ideal para meter en el medio entre The Room (Tommy Wiseau, 2004) y Un Buen Dia (Nicolas del Boca, 2010). Un triunfo del consumo irónico.
“La pata del mono”, en una adaptación muy sangrienta En su voluminosa "Antología del cuento extraño", Rodolfo Walsh le daba un lugar especial al relato de W. W. Jacobs "La pata del mono", uno de los más terroríficos y más imitados de la literatura fantástica. También Borges y Bioy Casares lo incluyeron en su "Antología del cuento fantástico". Justamente, una nueva copia de ese relato célebre es esta película del director de "Annabelle", John R. Leonetti, heredero de una tradicional familia de técnicos y directores de fotografía de Hollywood que aquí tiene una buena serie de situaciones cruentas para filmar. El mecanismo del cuento de Jacobs era un objeto al que desearle cosas, que se cumplían pero de una siniestra. Aquí cambian la cantidad de deseos y el objeto, una sofisticada caja de música que una nena de cinco años encuentra el dia del suicidio de su madre. La chica crece, ya que ésta es una típica película de terror adolescente que roba ideas de todos lados, y que al menos no deja de ser generosa en gore y en situaciones macabras. Hay que reconocer que el ritmo es veloz y que hay más de un un buen susto, alguno desarrollado con imaginación formal, pero al final da la sensación de que esto es más apropiado para ver en DVD o cuando lo pasen en el cable.
Este films es del mismo director de “Annabelle” y “El efecto mariposa 2”, entre otros. La trama resulta bastante convencional: la joven Clare Shannon (Joey King, “Un golpe con estilo”), tuvo una infancia triste, su madre se suicido casi frente a sus ojos, ahora es adolescente, sus compañeros de la escuela se burlan de ella. Solo tiene dos amigas: Meredith McNeil (Sydney Park) y June Acosta (Shannon Purser) , una mascota, un enamorado Ryan Hui (Ki Hong Lee, “Maze Runner”) que ella apenas registra, un tío August (Victor Sutton) y un padre Jonathan Shannon (Ryan Phillippe, “Culpable o inocente”) que la adora y se gana la vida juntando chatarra. Lo que continúa es previsible ya desde el título que le dieron lo dice todo, siendo el original “Wish Upon” o “desear”. El padre de la joven le trae de regalo una caja china, le podes pedir solo siete deseos, cambiará la vida de varios porque cada deseo tiene un precio alto. Su construcción tiene un poco de “Destino Final”. Cuenta con un elenco juvenil, sin sorpresa, dentro de los créditos finales hay una escena extra y tiene un final abierto.
Pagando con sangre Dentro de la cartelera anual del terror hay constantes que período a período se mantienen sin importar hacia donde soplen los vientos comerciales del momento, ya que el género de por sí soporta con una sorprendente facilidad la estrategia de recurrir una y otra vez a las mismas premisas -apenas maquilladas- de siempre. Uno de estos regalitos infaltables de cada año es el film que reflota alguna de las variantes de la lógica de los deseos que acarrean graves consecuencias para el desprevenido que osa aventurarse en el enclave del destino y sus corolarios irónicos: ya sea que hablemos de los genios/ djinns que conceden un número fijo de caprichos personales, de los pactos faustianos con entidades diabólicas o de una adaptación más o menos explícita de La Pata de Mono (The Monkey's Paw, 1902) de W.W. Jacobs, eventualmente se termina imponiendo la dialéctica del desastre egoísta. En el caso de la película que nos ocupa, 7 Deseos (Wish Upon, 2017), nos topamos con una colección de elementos de las tres vertientes mencionadas en sintonía con una de las metas centrales del mainstream de las últimas dos décadas, léase la pretensión de lanzar productos aniñados e higiénicos, siempre orientados a “desvirgar” a los adolescentes en materia de horror, lo que genera que los espectadores adultos/ más avanzados en años queden de inmediato fuera del convite. El título en castellano aclara de qué va todo el asunto, sólo resta decir que la protagonista es Clare Shannon (Joey King), una morocha buena y freak que en su colegio secundario sufre el acoso de la rubia mala y popular Darcie Chapman (Josephine Langford). La chica tiene su propio grupo de amigos y a su vez está enamorada de Paul Middlebrook (Mitchell Slaggert), un joven que -como era de esperar- ni la registra. La excusa para que se acumulen los cadáveres pasa por el hallazgo por parte de Jonathan (Ryan Phillippe), el padre ciruja de Clare, de una caja musical china, la cual termina regalando a su hija. En función de las inscripciones en el objeto que apuntan a unos “7 deseos”, la muchacha pide primero que Darcie se pudra, luego que Paul se enamore de ella y como tercer anhelo que su tío rico le deje toda su fortuna. El guión de Barbara Marshall, responsable de la también floja Viral (2016), habla directamente de “pagar en sangre” cada uno de los caprichos del sujeto que desea, lo que nos sitúa frente a una serie de decesos hogareños y bizarros en la línea de sus homólogos de la saga iniciada con Destino Final (Final Destination, 2000). La obra es relativamente entretenida pero derrapa hacia muchas redundancias del terreno adolescente, incluido el suicidio de la madre de la protagonista. Si el opus del director John R. Leonetti, otro especialista en “mediocridad prolija” símil sus trabajos previos Annabelle (2014) y Wolves at the Door (2016), se salva de caer en el tedio es porque a nivel general consigue sacarle un poco de partido a dos esquemas narrativos que complementan al eje principal de los antojos: hablamos de la dinámica de los objetos malditos que van controlando al supuesto dueño y esa típica escalada de corrupción moral en la que el personaje que comienza siendo una víctima de su propia estupidez termina transformándose en un ser mucho más oscuro, lo que por cierto deja entrever la enorme capacidad de adaptación de los humanos a casi cualquier circunstancia (maquiavelismo de por medio). Más allá de un puñado de muertes amables y el reencuentro con la bella Sherilyn Fenn de Twin Peaks en un rol secundario, aquí interpretando a la vecina de Clare, 7 Deseos es un film desinspirado que ni siquiera puede superar a productos clase B de otros tiempos -y del mismo rubro- como por ejemplo El Amo de los Deseos (Wishmaster, 1997).
Una chica que la pasa mal en el secundario recibe de su padre un regalo que le garantiza cumplir sus deseos. El artilugio le da lo que quiere pero a cambio hay asesinatos. Como cierto terror, este cuento conservador se concentra en el susto y el grito para fijar una moraleja bastante boba. Lo peor es que el espectador, aunque salte en la silla porque le suben el volumen o por un fotograma repentino, no cree nada de lo que sucede.
7 Deseos es una película de terror menor pero entretenida, que cuenta con una trama simple y efectiva. Ideal para amantes del género. Las películas de terror que se estrenan cada jueves son decididamente artesanales, en el sentido de que están hechas más por gente al servicio de la gran industria que por cineastas con personalidad. Pero esto no quiere decir que sean malas. Es más un rasgo de género. Quien está detrás de cámara en 7 Deseos es John R. Leonetti, un veterano de los rubros técnicos que fue desde operador de cámara de películas icónicas como Poltergeist (1982) hasta director de fotografía de clásicos más recientes como La noche del demonio (2010) y El conjuro (2013), además de haber sido director de la olvidable Annabelle (2014). 7 Deseos tiene como protagonista a Clare (Joey King), una adolescente a la que su padre le regala un extraño objeto encontrado en la basura: una caja musical china que cumple deseos, como si fuera la lámpara de Aladino. La particularidad de la caja mágica, en principio inofensiva, es que tiene un precio de sangre, y con cada deseo que concede se lleva la vida de alguien del entorno de quien pide el deseo. Hay una madre suicida, un padre que no quiere dejar el vagabundeo, una adolescente víctima del bullying, una familia disfuncional al borde de la miseria. Y está la posibilidad de salir de esa penosa situación. De pronto, la protagonista se encuentra en una lucha interna complicada, que no le permite librarse de la caja debido a los tentadores beneficios que ofrece. ¿Cómo filmar la ambición y los deseos de una adolescente humilde que quiere ser la chica más popular del colegio? Leonetti opta por el trazo grueso y no se complica con sutilezas: un deseo cumplido es automáticamente seguido por una muerte, acompañada por una dosis mínima de gore, todo filmado de manera mecánica y brusca, pero sin dejar cabos sueltos. Las resoluciones del director son torpes pero eficaces. Si bien la película parte de una idea poco original (que recuerda bastante a la saga Destino final, entre otras) y plagada de los lugares comunes habituales del género, logra entretener con una trama simple y un universo eminentemente adolescente, ideal para amantes de las películas industriales de segunda línea.
¿Quién pudiera tener la posibilidad de que se le concedan siete deseos? Cualquier cosa que quiera, lo que sea. Clare tiene la posibilidad en Siete deseos, la nueva película de John R.Leonetti, y entre deseos banales y una maldición, no la pasa nada bien. La posibilidad de cumplir cualquier deseo que se cruce por nuestras mentes, ha rodeado los relatos de ficción desde Las mil y una noches y Aladino, hasta las leyendas de los duendes irlandeses, o la mano amputada de un gorila. Algo que nos da un control absoluto de situación, que nos permita decidir qué hacer con nuestro destino sin ninguna restricción. Eso es lo que enfrenta Clare (Joey King) una adolescente cuya madre vemos morir en la primera escena del film cuando ella era apenas un bebé, y paso siguiente la veremos ya en la actualidad con un padre que se dedica a revolver tachos de basura y residuos ajenos. Entre esos residuos, Jonathan (Ryan Phillippe, quien supo prometer más que esto), el padre, encuentra una caja octogonal, sellada, y básicamente porque sí, se la regala a su hija. Azarosamente, Clare expresa un deseo frente a la caja, y ya pueden imaginarse lo que sucede. Todo sería perfecto, de no ser porque cada vez que a Clare se le cumple un deseo, alguien cercano a ella muere “accidentalmente”. Son siete deseos los que tiene, y Clare parece no darse cuenta que la gente se está muriendo alrededor de ella y está asociado a esa caja. John R. Leonetti no es acaso un director con la mejor de las credenciales. Más conocido como director de fotografía, su debut como realizador fue con Mortal Kombat 2: La Aniquilación, famosa por elevar la consideración de su predecesora y por presentar unos robots de hule en pleno auge del CGI. Aparentemente no lo dejaron dirigir durante casi diez años hasta El efecto mariposa 2, o la secuela que nadie recuerda de la película que tardíamente se convirtió en culto. Otros casi diez años para Annabelle, la niña fea del universo de El conjuro; y un film directo a video sobre el asesinato de Sharon Tate a manos del clan Manson, Wolves at the door, discreto pero probablemente su mejor trabajo. A Leonetti le sumamos un guion de Barbara Marshall, la misma de Viral que no se caracterizaba por una gran historia. En fin, así salió Siete deseos, una película que lo mejor que podemos hacer es abrazarla como la divertida comedia involuntaria que es. Volviendo al primer párrafo, Clare no la pasa nada bien, pero tampoco decididamente mal, en la mayor parte del film (por no decir todo) la historia de Clare y sus vicisitudes siendo una outsider escolar y una niña aplicada corre paralelamente a las desgracias que se cobra la caja china de los deseos. Los deseos de Clare son superficiales, inexplicables para alguien que tiene la posibilidad de pedir lo que sea, todo referidos de una forma y otra a esa necesidad de pertenecer al grupo popular de su colegio. Los personajes son unidimensionales y cumplen el rol determinado alrededor de la vida de la protagonista, al punto de aparecer y desaparecer y volver a aparecer al solo propósito del uso que nuestra “heroína” les pueda dar. No hay ningún progreso en la historia, rara vez Clare es consciente de lo que sucede, y aun cundo es evidente se niega a tomar cartas en el asunto supuestamente porque la caja la posee, algo que se plantea muy por arriba casi promediando la historia cuando ya el verosímil es irremontable. A esto sumémosle un padre basurero que nunca explican cómo se mantiene más allá de revolver basura (no es cartonero) y es además un eximio saxofonista; y el deseo de heredar una mansión sin nunca tampoco explicar cómo la mantienen o de dónde sacan la plata para hacer gastos suntuosos. La paciencia del espectador es puesta a prueba minuto a minuto. Como colación, cada una de las muertes se superan en ridículo, “emulando” la serie de infortunios planteados en los accidentes de la saga Destino Final, pero sin esa auto consciencia paródica que salva siempre a aquella. En definitiva, hay poco en Siete deseos que no incite a la carcajada, aunque ese no sea el propósito. No es responsabilidad de la premisa, sin más, Wishmaster demostró que con la misma idea de los deseos con consecuencias, se puede entregar un producto entretenido, conscientemente gracioso, y orgulloso de su dependencia estilo clase B que la lleva a un desprejuicio grotesco y sangriento. Nada esto hay en Siete deseos, a los pocos minutos estaremos prestando atención a cómo envejeció Sherilyn Fenn o cómo luce sin lentes la colorada nerd de Strangers Things, todo menos abocarnos a qué le pasa a Clare y su cajita china. Al finalizar la propuesta, y con un remate de antología, nos quedan las risas ganadas, y una extraña sensación de que lo que vimos no es bueno, pero no se la pasó del todo mal. Voluntaria o involuntariamente, Siete deseos logra capturarnos algunas de las mejores carcajadas de este año; un resultado tan irónico como el de los deseos que otorga la caja.
OTRO CARGO AL PRONTUARIO DE LEONETTI Además de la secuencia introductoria, 7 deseos tiene una cosa buena: es de esas película que se pueden describir fácilmente con una frase pegadiza de poster callejero. Podría ser: “¡Intrigante cruza de Destino final con La pata de mono de Jacobs!” o “¡Es como Annabelle pero con una caja musical gigante innecesariamente compleja!”. Más allá del chiste malo, se entiende la idea: 7 deseos es de esas películas de terror berretas que no resisten el menor análisis, de esas cuyo berretismo no tiene que ver con la falta de presupuesto, más bien con la falta de ideas, autoconciencia, humanidad, humor, eso que en un exabrupto religioso podríamos llamar alma. No podíamos saberlo de antemano, aunque 7 deseos nos da la pista de por dónde va la mano si nos damos cuenta quién la dirige. John R. Leonetti es uno de esos convictos del cine, un director de fotografía reconocido que, como director, tiene un prontuario más que una filmografía: la intrascendente El efecto mariposa 2, la floja Annabelle, y su obra maestra de la fealdad Mortal Kombat: Aniquilación. En 7 deseos se presenta a Clare (Joey King), que lamentablemente vio cómo su madre se suicidaba cuando era pequeña, así que de adolescente es un poco hipster, un poco freak y una constante receptora de abusos por parte de algunos de sus compañeros. Su padre Jonathan (Ryan Phillippe) es un recolector como esos del estilo del reality de History Channell cuyo negocio es vender basura con sobreprecios, aunque en realidad luce como un mendigo, y por momentos parece una metáfora del lugar que hoy ocupa Phillippe en el entramado social de Hollywood. A todo esto, Jonathan le regala a Claire una caja musical china que encontró, previsiblemente, en el tacho de basura de alguien. El artefacto está maldito y funciona igual que la pata de mono de Jacobs, es decir cumple un deseo que implica una consecuencia nefasta para alguien. En el caso de la película de Leonetti, cuando Clare pide un deseo alguien muere en extrañísimas forzadas circunstancias, como en Destino final. La película tiene un par de falencias fundamentales, en principio repite hasta el hartazgo este mecanismo de deseo-muerte, sin demasiada gracia ni pericia, con lo cual se vuelve previsible y rutinaria. Y luego, todo lo que sucede a estos personajes no nos interesa porque no parecen humanos, no sólo por el tono artificial de las actuaciones, sino porque son agotadoramente lineales, puestos ahí para recibir la muerte o la maldad de turno. Apenas si podemos sentir empatía por Clare en algún momento, sentimiento que desaparece cuando el personaje se despliega del todo, y nos damos cuenta que es insoportable. Clare es como una Carrie a la que uno odia en lugar de sentir compasión. Leonetti suma otro cargo a su sumario de bodrios, aunque no podemos dejar de subrayar el violento final mala leche de 7 deseos, que es el que le suma dos puntos en esta crítica. El primer punto era por presentarse.
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