Madres decididas. Tras los éxitos de Necrofobia (2014) y Hermanos de Sangre (2012), Daniel de la Vega regresa con otra gran propuesta de terror, que en esta oportunidad vuelve a homenajear a otros films del género utilizando ahora los elementos de las road movies para generar un efecto de celeridad en la acción con el fin de mantener en vilo al espectador. Una madre huye con su hija de la ciudad para escapar del marido tras una traumática separación. Con sutileza y manejando lo no dicho, el film construye a una mujer cada vez más desesperada que intenta huir para aclarar su mente y proteger a su hija, no obstante en el camino la pequeña y otros dos niños son secuestrados por una antigua secta satánica que pretende realizar un ritual diabólico en el que las madres y los niños son las víctimas y protagonistas. Desde el comienzo los homenajes y los detalles son los que construyen la historia y hacen avanzar la precipitada acción hacia los más oscuros resquicios de los temores de la madre de la niña secuestrada, Virginia (Julieta Cardinali). Un extraño y misterioso personaje que ayuda en el comienzo a la protagonista, cuando se le pincha un neumático en un camino de tierra, volverá una y otra vez a conducir a Virginia para empujarla hacia sus miedos y finalmente hacia un destino abismal. Tras un accidente automovilístico persiguiendo a los secuestradores, Virginia descubre que no es la única que busca a su hija desaparecida y así la pesquisa se convierte en un perverso juego de violencia y locura. Ataúd Blanco: El Juego Diabólico (2016) se nutre de la acción para generar suspenso con los efectos justos y necesarios, contraponiendo el concepto de maternidad con el de inocencia para vincularlos a la locura de los sectarios que mantienen el control a través de la angustia. El guión de Adrián y Ramiro García Bogliano construye una historia sólida y aterradora con un remate interesante e inesperado, pero también con una crítica social y una postura filosófica nietzscheana que hace alusión al eterno retorno. De la Vega consigue imponer un ritmo arrasador y desolador en un contexto baldío que combina los rituales telúricos, las características lóbregas de la religión y los detalles que denotan una antigüedad vetusta. Tampoco podemos olvidar la excelente fotografía de Alejandro Giuliani, una gran labor de sonido y de edición y la buena actuación de todo el elenco. Este juego diabólico, que mezcla acertadamente lo lúdico con lo maligno, se suma a otras buenas propuestas de género que afortunadamente siguen ganando terreno en las pantallas y festivales gracias a su calidad y la minuciosidad de una esencia artesanal movilizada por la pasión y la prolijidad. La búsqueda del ataúd que nos propone De la Vega es un juego que vale la pena jugar.
Desesperada carrera por ganar el juego. Quien cargue con la cruz será el heredero. Impresionante película de suspenso/terror/acción muy bien dirigida por Daniel de la Vega con guión de los hermanos Adrián y Ramiro García Bogliano. “Ataúd Blanco: el juego diabólico” es un aterrador thriller con mucho de road movie. Una trama atrapante que te deja boquiabierto desde el principio hasta el inesperado final. Virginia -maravilloso trabajo de Julieta Cardinali- tendrá que atravesar situaciones límites por intentar recuperar a su hija que ha sido secuestrada por una secta satánica. En esta alocada carrera se entera que su niña no es la única raptada por este grupo de siniestros personajes. Siguiendo las órdenes que le indican para poder volver a verla con vida, se ira involucrando en una pesadilla sin retorno. Con un elenco muy bien elegido, una fotografía impactante, persecuciones por las rutas que no dan respiro y una potente banda sonora que acompaña la tremenda acción “Ataúd Blanco” te invita a ser parte de este diabólico juego. Eleonora Wexler (Ángela) Fiorela Duranda (Rebeca) Rafa Ferro (Masón) Veronica Intile (Patricia) Damián Dreizik (Gaspar) Pablo Pinto (carpintero) Marina Cohen (tatoo) completan el elenco. 1h 15m para que te agarres bien fuerte de la butaca y quedes obnubilado presenciando un juego del cual jamás quisieras formar parte.
Correcta apuesta por el género Road movie con una madre y su pequeña hija como protagonistas, una confabulación en un típico pueblo chico-infierno grande, cementerio, resurrecciones, iglesias, rituales satánicos... Los elementos del cine de género abundan en este guión de los hermanos Adrián y Ramiro García Bogliano (Sudor frío) dirigido con eficacia -aunque sin demasiados hallazgos- por Daniel de la Vega. Virginia (Julieta Cardinali) viaja con su hija Rebeca (Fiorela Duranda). Por unas conversaciones telefónicas sabremos que la protagonista huye de la ciudad al campo porque está en disputa con su ex marido por la tenencia de la niña. En una ruta aislada pinchan un neumático y, a partir de allí, el descenso a los infiernos será metafórico (y no tanto). La pequeña es secuestrada y la madre tendrá sólo un día para rescatarla antes de que Rebeca sea víctima de un sacrificio ritual. La idea de Cardinali como heroína de una historia ligada al cine fantástico funciona razonablemente bien, el realizador de Necrofobia ratifica su virtuosismo para el encuadre, hay buenas persecuciones automovilísticas o situaciones claustrofóbicas, pero -más allá de la corrección formal y actoral- Ataúd blanco nunca supera una medianía en su adscripción respetuosa a las convenciones genéricas más clásicas. Todavía seguimos esperando que los cultores locales del cine de terror entreguen películas con mayor vuelo, que vayan más allá de la bienvenida (pero a esta altura insuficiente) garantía de un producto hecho con profesionalismo.
Sin miedo a la muerte Daniel de la Vega es un hombre versado dentro del cine de terror nacional, después de su reciente experiencia tridimensional Necrofobia (2014) llega a la pantalla grande su nuevo y tan pospuesto opus Ataúd Blanco: El juego diabólico (2016). Julieta Cardinali interpreta a Virginia, una madre que escapa con su hija contra la voluntad del padre solamente para terminar varada en un pueblo pequeño, de esos tan pequeños que todos parecen esconder algo. Cuando su hija desparece misteriosamente en medio de un clilma por demás enrarecido y sazonado con elementos fantásticos, Virginia cuenta con un límite de tiempo muy acotado para encontrarla antes que sea demasiado tarde. Dentro de una trama que guarda ciertos puntos de conexión con Necrofobia -como la dificultad de distinguir lo real de lo ilusorio y el calvario tanto interno como externo que atraviesan sus personajes principales- se destaca el trabajo de Cardinali así como el de Eleonora Wexler, cuyo personaje atraviesa un conflicto similar en esta historia. La estructura narrativa logra mantener un interesante nivel de intriga durante mayor parte del film, si bien acercándonos al tercer acto algunos elementos parecen amontonarse y hacen sospechar sobre posibles lagunas argumentales, resultado de una búsqueda algo evidente de complejizar la trama más allá de lo estrictamente necesario tratándose de un producto de género. Con un buen nivel del diseño de arte y un ojo afilado al momento de elegir locaciones reales -que trasmitan el tóno lúgubre y derruido del relato- se logra compensar algunas limitaciones en cuanto a fotografía y tratamiento de imagen, factor que resta poder visual a la obra. Con una temática que por momentos rememora a ese Wes Craven de La serpiente y el arco iris (The Serpent and the Rainbow, 1987) combinado con ese curioso subgénero de terror que involucra pueblos pequeños e infiernos grandes, Ataúd Blanco: El juego diabólico logra subsanar ciertas disparidades argumentales con un interesante trabajo actoral que se destaca dentro de un universo que atrae desde su estética.
MADRES QUE LO ENFRENTAN TODO… Daniel de la Vega ya se ha hecho un nombre en el género del terror y esta producción tiene además un muy buen despliegue de búsquedas desesperadas, sectas, niños desaparecidos y madres dispuestas a todo para recuperar a sus hijos. Con un buen elenco encabezado por la sugestiva Julieta Cardinali, Eleonora Wexler, Rafa Ferro. En el argumento se acumulan profanaciones de tumbas, rituales, misterios en dosis excesivas, cuando muchas veces estos films necesitan una lógica más afirmada para lograr su efecto.
Virginia, una joven madre en proceso de separación, viaja junto a su pequeña hija en auto por una solitaria carretera con un destino incierto, ellas paran en una estación de servicio, en un pequeño descuido Virginia nota la ausencia de su hija y comienza su una búsqueda frenética para dar con el paradero de la pequeña. Ella se topa con un extraño hombre que la ayudara en su búsqueda, lo que Virginia no sabe es que está a punto de meterse en un juego del que no le será nada fácil escapar. El cine de terror local está demostrando ir en ascenso entregando productos interesantes, sólidos y que llaman la atención del público, Ataud Blanco: El Juego Diabólico es uno de esos casos. Ataud Blanco: El Juego Diabólico es una película que no pierde el suspenso en ningún momento y uno se introduce a ella desde los primeros minutos iníciales, Daniel de la Vega no es alguien novato en este género, anteriormente trajo Hermanos de Sangre y luego Necrofobia, la primera película de terror nacional en 3D. Julieta Cardinali es la gran protagonista del film, su personaje es sumamente interesante y demuestra que es una mujer dispuesta a todo con tal de recuperar a su hija, enfrentándose a la muerte y a una secta satánica, aunque el personaje de Eleonora Wexler no se queda nada atrás, eso sí, es un personaje aun más violento. Ataud Blanco: El Juego Diabólico es una propuesta interesante y que debe ser vista por los amantes del género, película para nada densa, muy atrapante y con un final inesperado. Lo bueno: La mujeres toman el protagonismo total y se nota en cada escena, el papel de Julieta Cardinali es simplemente excelente, una buena dirección por parte de Daniel de la Vega y se homenajea mucho a las películas Road Movie en donde parte de la trama se desarrolla en plena carretera. Lo malo: El final puede parecer algo apresurado.
No me iré sin mi hija. Virginia (Julieta Cardinali) maneja por el interior del país con su pequeña Rebeca (Fiorela Duranda). Aunque no sabemos bien hacia donde se dirigen, suponemos que lo están haciendo desde hace horas. En el medio de la nada -pero siempre cerca de un cementerio- el auto sufre un desperfecto técnico y deben detenerse a un costado del camino. Es sólo una rueda pinchada que Virginia se dispone a cambiar pero así, como si de la nada apareciera, recibe la ayuda del misterioso Masón (Rafael Ferro). Un encuentro un tanto fortuito y singular a pesar del alma caritativa del extraño, pero una vez que el auto es reparado simplemente se dan las gracias y cada uno sigue su camino. Cansadas y con hambre madre e hija se detienen en una estación de servicio en medio de la ruta, pero en un descuido de segundos la nena desaparece y Virginia entra en pánico. Junto con una maestra (Verónica Intile) que también acaba de perder misteriosamente a uno de sus alumnos, llegan a la conclusión de ambos fueron abducidos por un extraño en un camión que acaba de dejar la estación, por lo que Virginia se sube al auto y sin dudarlo se lanza a una persecución a toda velocidad. Cuando por fin logra acercase al camión y constatar que efectivamente su hija está secuestrada, se sale del camino y muere violentamente en un choque. Lo que bien podría ser el triste final de una macabra historia, es apenas el comienzo de una todavía más macabra. Un marcado quiebre en el film que incluso De la Vega nos señala con un cambio en el formato de la imagen. Masón revive a Virginia y le informa que ahora es parte de un juego diabólico controlado por un misterioso culto, y si quiere ver nuevamente sana y salva a su hija deberá competir contra otras madres con su mismo dilema. Y deberá ganar, cueste lo que cueste, aunque eso signifique hacer cosas que nunca imaginó. Pisando el acelerador: El cine argentino de género, pero en particular el de terror, vive una suerte de primavera o destape luego de muchos año de ausencia en la gran pantalla. Esta liberación -que comenzó con producciones independientes y hoy muchas cuentan con el apoyo del INCAA- hizo que los realizadores apuesten cada vez más fuerte a historias ambiciosas y arriesgadas. Sin ir más lejos, sólo este año vimos el estreno de Naturaleza Muerta, el primer slasher vegano de la historia, y la comedia de terror fantástica El Muerto Cuenta su Historia, películas impensadas dentro del panorama nacional hace apenas una década atrás. Cada estreno parece redoblar la apuesta del anterior y será muy difícil para quienes tengan que seguir los pasos de Ataúd Blanco, ya que lejos de conformarse con ser una simple historia de terror, con cultos siniestros y madres que regresan de ultratumba, agrega a su mezcla una rápida y furiosa pizca de road movie setentosa, lo que la transforma en algo pocas veces visto dentro de nuestro cine. Ataúd Blanco es una película que una vez que pisa el acelerador no se detiene hasta que los títulos están corriendo. Este juego diabólico obliga a Virginia -y al propio guión- a mantenerse en constante movimiento, por lo que aburrirse no es una opción. Persecuciones, decapitaciones, desmembramientos y sorpresas no aptas para corazones sensibles, son sólo algunos de los trucos que utiliza De la Vega para llevarnos hasta un inevitablemente cruel desenlace, ya que del grupo de tres mujeres que buscan a sus chicos (siendo Eleonora Wexler la tercera), sólo uno puede salir con vida. Quedarán algunas preguntas sin responder en el camino; con una duración apenas superior a 70 minutos uno deja la sala algo confundido pero a la vez con ganas de saber más. Sólo podemos adivinar si esta fue la intención de De la Vega y sus guionistas Adrian y Ramiro García Bogliano, pero me resulta inevitable pensar que, la historia y algunos personajes -en especial el de Rafael Ferro-, se hubieran beneficiado con algo de información extra. Conclusión: Ataud Blanco es una realización verdaderamente impecable desde lo técnico y atrevida desde lo narrativo. Un viaje sobrenatural al lado más oscuro del ser humano, contado con todos los elementos que hacen a una buena película de género.
Dirige este film Daniel de la Vega, un conocedor del género, algunos de sus films son: "La muerte conoce tu nombre", "Hermanos de sangre" y "Necrofobia", entre otros. Una historia de género, con persecuciones, situaciones llenas de tensión, suspenso y claustrofóbicas. La protagoniza un buen elenco haciendo sobresalir y otorgándole mayor intensidad a los momentos que lo ameritan.
Terror a la criolla con sobresaltos asegurados Julieta Cardinali huye en auto con su hija por una zona rural intentando alejarse de su marido, quien no quiere darle la tenencia. Si las cosas ya empiezan complicadas, pronto se aceleran hasta lo pesadillesco cuando la niña es secuestrada por una secta y su madre enterrada viva. La protagonista consigue escaparle a la tumba y se entera de que sólo tiene 8 horas para salvar a su hija de un sacrificio ritual, y que la clave para salvarla es encontrar un ataúd blanco. Daniel de la Vega viene haciendo thrillers y películas de terror hace años, y con la experiencia adquirida logra una excelente road movie, fantástica, llena de acción, imágenes horripilantes y buenas ideas a granel. En este sentido, el guión de los hermanos Adrián y Ramiro Bogliano (los de películas de culto como "Penumbra", que incluía a Arnaldo André como líder de otra secta) es de gran ayuda, ya que la trama elude los lugares comunes y se vuelve tan retorcida como imprevisible. "Ataúd blanco" es breve y contundente, tiene explosiones "gore" que serán celebradas por los fans del género y, por sobre todo, está muy bien filmada y actuada (se luce especialmente Eleonora Wexler como otra madre que también tiene que salvar a su hijo). La fotografía se combina a la perfección con cada una de las escenas de este sólida película que, como sucede con el cine de la crueldad, se puede recomendar a todos, menos a los espectadores demasiado sensibles.
Ataúd Blanco: en el cementerio del homenaje La nueva película de Daniel de la Vega carece de un guión que pierde fuerza a medida que avanza la trama y se apoya en el peso de sus protagonistas. En el cine de terror slasher clásico –pongamos por ejemplo el norteamericano de los años 1970 y principios de 1980- llegó a la argentina para quedarse en la cabeza de toda una generación de realizadores que hoy cuentan con unos 40 años de edad y viven homenajeándolo en películas que a veces llegan al cine y otras circulan sólo en festivales como en Buenos Aires Rojo Sangre (BARS). Este es el caso de Ataúd Blanco, un nombre que alude a los que se usan para enterrar a los niños y cuya sola mención aterroriza a mucha gente (incluyendo al editor de este diario), el realizador Daniel De la Vega, el mismo de la interesante Necrofobia, lleva al espectador a un truculento paseo por un pueblo llamado Moriah en el que sus habitantes tienen por costumbre jugar con los visitantes, sobre todo si éstos tienen chicos con ellos. En este marco, llega al pueblo Virginia (Julieta Cardinale), una mujer que huye de su ex marido con la hija de ambos Rebeca, y se convierte en la nueva víctima de estos depravados, junto con otras dos mujeres, interpretadas por Eleonora Wexler y Verónica Intile. Las tres comienzan una terrible búsqueda encargada por los secuestradores: deben hallar un ataúd blanco y la que lo haga evitará que su hijo o hija muera. Hasta acá la cosa pinta promisoria pero en los hechos, el film –de sólo 70 minutos- no cumple con eso de "lo bueno viene en frasco chico" y se queda en un mero homenaje a los films slasher, en los que el plato principal era un festival de tripas y el argumento queda en segundo plano. Lo malo es que acá el argumento, con algunos hechos que se van dando a medida que transcurren los minutos, se transforma en algo importante en sí mismo ya que abre más interrogantes que los que termina cerrando. En definitiva, Ataúd Blanco contiene muchos de esos elementos que atraen a los fanáticos de este género, y lo hace más que bien con referencias a Tobe Hopper, Sam Raimi y otros exponentes legendarios, pero le falta ese pequeño giro de tuerca que hace que las historias terminen de cerrar. ¡Ah! No se vaya de la sala hasta que terminen de pasar los títulos porque la cosa sigue con un bonus track.
Se estrena Ataúd blanco: Juego Siniestro, lo nuevo de Daniel de la Vega. Un thriller psicológico con elementos sobrenaturales. Destacada interpretación de Julieta Cardinali. El terror argentino regresa a las salas comerciales. Daniel de la Vega, veterano realizador de género en nuestro país, se reúne nuevamente con los hermanos Bogliano –guionistas- para realizar este thriller que se nutre bastante de numerosos elementos gore. Más cerca del giallo que del tradicional terror anglosajón, Ataúd blanco: Juego siniestro tiene un premisa casi de policial. Virginia –Cardinali, en una destacada actuación- se está escapando de su ex marido junto a su hija. En medio del viaje por la ruta, para a cargar nafta en una gasolinería prácticamente abandonada. Un segundo de distracción y la niña desaparece. Una persecución por la ruta deriva a un juego macabro, en el que dos madres –Virginia y Ángela, interpretada por Eleonora Wexler- deben competir para salvar a sus hijos. Un juego, en el que se quiebran las reglas de la vida y la muerte. Planteada casi como un thriller –al estilo Sin rastro, de Jonathan Mostow- el guión de los hermanos Bogliano se sustenta en notables giros narrativos, personajes enigmáticos –el de Rafael Ferro- una subtrama que incluye un complot con la iglesia –notable participación de Damián Dreizik- y todo en un poco más de una hora de duración. Daniel de la Vega maneja la tensión y el ritmo narrativo con buen pulso. Prefiere no darle respiro al espectador antes que otorgarle tiempo para pensar la coherencia de cada escena, que en este género, es lo que menos relevancia tiene. Sin embargo, eso no deja afuera que todos los subgéneros que conviven dentro del relato mantengan cierta cohesión. La verosímil interpretación de Cardinali es una de las claves para que se sostenga el drama, aún cuando los diálogos le otorgan cierta artificialidad a la diégesis interna del relato. Si bien en el final abundan explicaciones innecesarias, el suspenso y la acción son las grandes protagonistas, y vale la pena resaltar que la factoría técnica -fotografía, diseño sonoro, montaje y música- son complementarias al relato, y el simple hecho de que la mayor parte de la acción suceda de día, rompe varios de los clisés del género de horror.
Entre la banalidad y la tragedia. Ataúd blanco es una película tironeada entre dos líneas que no se llevan bien. Una es trágica y gira alrededor de una secta que secuestra niños para su sacrificio, haciendo foco en el dolor de sus madres, en particular una de ellas. La otra es lúdica y se centra en cierta prueba que debe cumplirse, siguiendo una serie de pasos –como si se tratara de un programa de entretenimientos de la tele– requeridos para poder liberar a los niños, para lo cual un misterioso personaje concede a la madre en cuestión una sobrevida. “¡Se ha ganado diez horas más de vida!”, exclamaría un sonriente Julián Weich en la versión televisiva de Ataúd blanco. Y cómo hace uno para encajar este espíritu con el de la película que presenta a Julieta Cardinali desesperada y dispuesta a todo, porque le secuestraron a su hija. Más allá de esta esquizofrenia de guión (escrito por los hermanos García Bogliano, que llevan dirigidas doce películas en doce años), la puesta en escena de Daniel de la Vega se mantiene precisa y con las ideas bien claras, desde el primer minuto hasta el último. Lo cual hace de Ataúd blanco, más allá de sus irregularidades, una película digna de verse. Tras haberse separado de su marido, Virginia (Cardinali) parte junto a su hija Rebeca (Fiorela Duranda, magnífica). En una parada en la ruta, Virginia baja y cuando vuelve se encuentra con que Rebeca ya no está. Tras un choque en el que se produce una muerte improbable, aquel personaje misterioso, que aparece y desaparece en las circunstancias más imprecisas (Rafael Ferro, siempre de gran presencia) informa a Virginia que la niña fue secuestrada y será sacrificada a la medianoche. A menos que ella logre dar con el ataúd del título. “¡Y Virginia encontró el ataúd blanco!”, grita Weich. Hay otras dos mamás en la misma situación (una de ellas, Eleonora Wexler) y a partir de determinado momento se librará una guerra entre las tres, siempre contra reloj y con un final que, por suerte, de las dos opciones –la banal y la trágica–, elige la más nihilista, con la heroína yendo más allá de toda humanidad. Ataúd blanco es, entre otras cosas, una película de caminos (provinciales), ofreciendo una notable escena de persecución entre tres vehículos. En el momento en que la madre ve a la hija en la cabina del auxilio, De la Vega (cuya Hermanos de sangre es uno de los títulos más logrados de lo que podría llamarse Nuevo Terror Argentino) procede al más puro estilo Hitchcock: hace que el gesto de desesperación de Cardinali sea excesivo y a su vez refuerza la hipérbole yendo hacia su rostro con un travelling corto, duplicando el drama con un movimiento semejante hacia el rostro angustiado de la niña. Cuando Cardinali maneja, todos los planos laterales están iluminados como los de Janet Leigh en Psicosis: con una luz difusa y pareja sobre su rostro, dándole una cualidad entre artificiosa y fantasmal. En la secuencia final, en la que todos los actores secundarios están tan siniestros como deben, Ferro está fotografiado con un cielo encapotado por detrás, signo de que la oscuridad tomó posesión de las alturas.
Crítica emitida por radio.
El quinto largo de Daniel de la Vega es un logrado thriller de terror centrado en un juego diabólico que se va desplegando frente al espectador y a Virginia (Julieta Cardinali), una mujer que hará lo que sea para recuperar a Rebeca, su hijita secuestrada. Habrá otras en su situación, rituales satánicos, sangre, sierras eléctricas y crueldades varias, todo en una tranquila zona rural donde nada es lo que parece. Con inteligencia, el guión incorpora elementos que suman incertidumbre hacia los mismos protagonistas, sembrando cierta ambigüedad, mientras la historia, cada vez más tremenda, se desarrolla con un ritmo anti distracción y una imaginería con links cinéfilos varios.
Madre hay una sola Virginia y su pequeña hija recorren la ruta de algún lugar mientras juegan a buscar palabras por asociación. Cuando la niña pronuncia el vocablo “padre”, el personaje interpretado por Julieta Cardinali cambia su actitud y de inmediato queda claro que algo no anda bien. Está huyendo de algo, pero nada comparado con lo que le depara el futuro inmediato. Ataúd Blanco: El Juego Diabólico, dirigida por Daniel de la Vega (Necrofobia) y con guion de Adrián y Ramiro García Bogliano (Sudor Frío), tiene un primer momento en el que brinda información básica sobre los personajes centrales, y no se explayará más. Es suficiente para llegar rápido al raid que plantea pasada la breve calma inicial. La hija de Virginia desaparece en una estación de servicio de un pueblo y entonces comienza una especie de road movie desesperada y a contrarreloj que incluye persecuciones, una secta satánica, resurrección, sangre, fuego y más sangre. Todo a un ritmo que apenas deja respirar a la protagonista y al espectador. La fotografía y la manera en que está filmada la película son para destacar, sobre todo cuando se muestra la carretera o los primeros planos de la protagonista. Las actuaciones son funcionales al relato y Julieta Cardinali sale airosa de un papel a puro grito, llanto y despliegue físico. Ataúd Blanco: El Juego Diabólico plantea un juego macabro con momentos de gore (mutilaciones, violencia explícita) que incomodan un poco más que dar miedo o impresión. Algo parecido ocurre cuando aparece en escena el personaje de Eleonora Wexler, otra madre en busca de su hijo desaparecido, que por momentos parece frágil y llorosa y en otros la protagonista de un filme de Tarantino. El personaje misterioso que guía a Virginia en la búsqueda, interpretado por Rafael Ferro, resulta extraño desde que aparece en pantalla y está relacionado con varias de las situaciones más inverosímiles que tiene la película. Porque ese es uno de los aspectos flojos de Ataúd Blanco: la dificultad para ingresar en la historia y que sea verosímil. La acción, tensión y ritmo de la cinta van llevando al espectador, pero hay fragmentos del relato que parecen traídos de los pelos sin mayor explicación. El filme echa mano a recursos y escenarios mil veces vistos en películas de terror y no hay grandes sorpresas, pero la desesperación de esas madres en la búsqueda y el uso de niños para llegar al espectador, aunque arriesgado, funciona. Al menos de a ratos. Por último, es para celebrar que filmes argentinos de terror como Ataúd Blanco estén en los cines comerciales. Sólo queda esperar a que se repita más a menudo.
Para Terror… no hay como la psicología. Virginia y su pequeña hija Rebeca viajan por la ruta. Virginia escapa de su pareja habiéndose llevado a la hija de ambos sin el permiso del padre. Durante el viaje se detiene en una estación de servicio y en un momento de distracción secuestran a su hija y a otro niño que viajaba en una excursión escolar. Virginia descubrirá que los secuestros están relacionados con una secta que realiza sacrificios humanos con niños. El relato inicia con una secuencia muy lograda y promisoria, que lamentablemente no llega a estar a la altura de esas expectativas. La primera secuencia (hasta la persecución por parte de la madre hacia los secuestradores y el momento en que Virginia (Julieta Cardinali) despierta y se descubre a sí misma en un ataúd) está realmente lograda con recursos sobrios y eficaces. El asunto empieza a entorpecerse cuando ingresa al relato el componente sobrenatural, que a mi juicio carece de peso significativo en el conjunto de la trama, y más que explicar, entorpece; Virginia se anoticia de que está muerta, pero que por algún motivo (no se explicita) dispone de 8 horas para salvar a su hija de una horrible muerte ritual. Mason (Rafael Ferro) le indica que para recuperar a su hija debe buscar un ataúd blanco. Pero en esa peripecia se encontrará con dos mujeres más, cada una queriendo recuperar a un niño secuestrado y cada una queriendo para sí el mismo ataúd. Creo que si se hubiese omitido el componente sobrenatural habría quedado más orgánico el relato y menos enrarecida la trama de conjunto. El relato va perdiendo en el transcurso del visionado el impacto inicial y se comienza a tornar tedioso y poco creativo. En esta segunda parte aparecen escenas de terror propias del gore (mutilaciones y derramamientos de sangre en exceso), cuya relación con lo que antecede no queda claro y parece tratarse de dos relatos diferentes. Finalmente, el desenlace del film se puntualiza en los créditos con una musicalización fuera de tono (casi en tono de comedia), cuya función enunciativa no resulta comprensible. Al margen del tema de lo sobrenatural (al que referiré a continuación) los principales defectos que encuentro en esta producción son: una deficiente dirección de los actores adultos, cuya consecuencia son actuaciones exageradas e inorgánicas, sobre todo en la segunda parte del film; falta de desarrollo narrativa y psicológico de los otros dos personajes oponentes femeninos, que debieran constituir el verdadero contrapeso narrativo (dramático) del relato. Volviendo al tema de lo sobrenatural, quisiera hacer una última reflexión que en realidad no es específica de esta producción, aunque a ella se aplica en igual medida. Es verdad que esta asociación entre el género de terror y los espíritus, espectros, y posesiones demoníacas han poblado mayoritariamente la narrativa genérica, sin embargo no existe en absoluto ninguna razón para proponer otro elemento como sustituto, Pienso, por ejemplo en la excelente Suspiria (1977) de Darío Argento; El Resplandor (más la novela, que la película de Kubrick); y en la contemporánea Mask (2011) de Andreas Marshall. El terror se consigue a partir del miedo irracional hacia lo desconocido, lo incierto, lo dañino cuya fuente se ignora. Cuando todas esas fuentes se develan nos encontramos en el territorio del thriller. Pienso que la temática del secuestro solamente brindaba ya materiales suficientes para anclar el relato en el género de un terror psicológico, que queda desaprovechado por esta incapacidad de concebir al terror separadamente de lo sobrenatural.
Crítica emitida por Radio en Cartelera 1030 los sábados de 20-22hs por Radio Del Plata AM 1030
El poder de las mujeres Ataúd blanco es una película que carece de una buena estructura narrativa. Comenzamos con Virginia (Julieta Cardinali) una mujer que huyendo de su marido llega al pueblo con Rebecca, la hija de ambos. Allí, junto a otras dos mujeres (Eleonora Wexler y Verónica Intile) se convierten en víctimas de unos depravados. Es así que comenzarán una terrible búsqueda encargada por los secuestradores: deben hallar un ataúd blanco y la que lo consiga evitará que su hijo muera. Tenemos buenos homenajes al cine slash y detalles que construyen la historia, utilizando además herramientas de las road movies (en este caso en caminos de provincia), generando en el espectador la necesidad de mantenerse todo en tiempo en vilo. Daniel de la Vega no es un novato en el género, y antes nos trajo Hermanos de Sangre y Necrofobia. Pero continuamente la historia cae y quedan en el aire más preguntas que respuestas. Lo más destacable son la excelente fotografía, diseño de arte, escenarios de exteriores y la escena de persecución entre los tres vehículos: en una secuencia Virginia ve a Rebecca en la cabina del auxilio y las caras y gestos de las protagonistas, el uso de travelling corto hacen que el drama resulte como tal. También hacia el final hay una escena maravillosa donde se marca la diferencia de la presencia de la oscuridad en el pueblo. Posiblemente el hecho de dejar que todo el peso caiga sobre sus protagonistas es lo que desencadenó en que el film quedara a mitad de camino y nunca logre dar con esa vuelta de tuerca que los fanáticos de este género esperarían. Aún así, Ataúd Blanco es muy disfrutable y es posible ver como ejemplo de lo que se puede encarar en el cine nacional, cuando se tiene el conocimiento y las herramientas a disposición.
Con buen ritmo, con acciones que se entienden, con amor por los géneros, Daniel de la Vega plantea una historia con niños secuestrados, sectas diabólicas y madres desesperadas. Se trata de reencontrar el placer de la fantasía en el cine, algo que parece que en la Argentina se esquiva sistemáticamente. Sus deméritos son menos importantes que sus logros, y permiten pensar con optimismo sobre un cada vez más posible cine de género local. Realizadores hay, lo que faltan son financistas.
La trampa de cambiar el destino El género del terror va ganando cada vez más espacio en en el cine argentino. Y Daniel de la Vega es uno de los cineastas que evidenció un mayor crecimiento. Con algunas referencias inevitables a la saga de “El juego del miedo”, el realizador que venía de un buen trabajo con “Necrofobia” vuelve a apostar más al suspenso que al terror y le da resultado. Bajo el subtítulo “El juego diabólico”, De la Vega construye un relato breve e intenso estructurado desde la desesperación de una madre que es capaz de hacer lo imposible para salvar la vida de su hija. Desde ese lugar de empatía natural con el espectador, configura una suerte de road movie en la cual Virginia (Cardinali) enfrentará a una secta perversa que secuestró a su pequeña Rebeca en un pueblo fantasma. Para rescatarla, tendrá que llevar ante el rito demoníaco un ataúd blanco. Pero el tema es que ella no será la única mujer que quiere salvar a un niño, sino tres, y ahí está el guiño a “El juego del miedo”, porque sólo una de ellas podrá vivir para lograrlo. El filme tiene motosierras, cuerpos cortados al medio, cabezas cortadas y sangre, pero en su justa medida y con buenos efectos. El logrado guión plantea hasta qué punto sirve traicionar al destino.
Ataúd Blanco Nueva propuesta de género de Daniel De la Vega, en este caso una mujer queda a merced de un siniestro juego en el que deberá seguir pistas para poder encontrarse con su hija, quien le fue arrebatada sin darse cuenta. Lo que no sabrá está mujer (Julieta Cardinali) es que dentro de ese diabólico juego, del que participa todo un pueblo, hay otra madre (Eleonora Wexler) que también desea encontrar y salvar a su pequeña. Buena idea, que termina por desdibujarse al avanzar la narración y que excepto algunas imágenes emblemáticas (persecución en la ruta) no aporta nada nuevo al boom del cine de terror que está viviendo la producción local.
APUESTA FALLIDA En buena parte de la producción del cine argentino de terror y suspenso se percibe una diferencia bastante grande entre las intenciones y objetivos, y lo que finalmente se termina concretando. Es decir, hay muchas y múltiples ambiciones, pero todavía escasea la capacidad para llevarlas a buen puerto y entregar films realmente interesantes y atractivos, que a su vez sean capaces de interpelar a un público masivo. Ataúd blanco: el juego diabólico es un ejemplo bastante representativo de esta problemática, donde las herramientas no están a la altura de las metas. El film de Daniel de la Vega (Necrofobia) se centra en Virginia (Julieta Cardinali), una madre a la que se le nota que junto a su hija está huyendo de algo o alguien. Luego de un grave accidente, se verá tratando de hacer lo imposible para rescatar a su hija secuestrada, obligada a participar de un juego macabro cuyo tablero es uno de esos pequeños pueblos perdidos al borde de las rutas argentinas. Hay indudablemente rasgos interesantes en el relato que construye Ataúd blanco: las sectas religiosas como entidades tan monolíticas como despiadadas; la figura materna puesta en crisis a partir de los obstáculos que se ve obligada a superar; la masculinidad como presencia condicionante y acechante para con la mujer; los niños como seres sometidos a las arbitrariedades y miserias del mundo adulto; e incluso ese ámbito rural, casi despoblado, desestabilizador y definitivamente hostil. Están todos los elementos como para ir delineando un film realmente movilizador. Pero hay un inconveniente: nada en Ataúd blanco sale bien. Las actuaciones están todas fuera de tono y se nota que es más un problema de la dirección que de los intérpretes, que hacen lo que pueden; el montaje es sumamente confuso, llevando incluso a notorios errores de continuidad (es llamativo cómo de repente el auto de la protagonista pasa de estar en la ruta a un camino de tierra sin una composición de planos que muestre el cambio de espacio); el guión presenta una enorme cantidad de baches pero también de sobre-explicaciones, brindando diálogos donde la impostación parece ser la única norma; la puesta en escena nunca encuentra la tensión y el suspenso requeridos, dependiendo siempre de los golpes de efecto; hay pasajes que de tan incoherentes terminan siendo risibles; y el final, a pesar de ciertos riesgos que plantea desde su posicionamiento discursivo, carece de la verosimilitud necesaria. El film es un compendio absoluto de errores y elecciones incorrectas, un rompecabezas donde ninguna pieza encaja. En Ataúd blanco se nota demasiado que se sabía qué se quería contar, pero no cómo, por lo que su apuesta -que es en sí un conjunto de pequeñas apuestas temáticas y formales- falla en toda regla. Con las intenciones no alcanza y lo único que queda es una película aburrida y deshilachada, que expone unos cuantos dilemas que atraviesa la producción del género de horror y suspenso en la Argentina.
El cine de género argentino entra en las ligas mayores cuando nos referimos a determinados realizadores. Daniel de la Vega es sin duda uno de ellos, sino el más resonante. Con tres largometrajes estrenados en nuestro país hasta la fecha, más una co-producción con Hollywood y un puñado de cortometrajes muy reconocidos en el ambiente, su estilo se fue perfeccionando hasta alcanzar la tan ansiada marca propia; sabemos que estamos viendo una película de De la Vega con tan solo visionar unos minutos del metraje. Ataúd Blanco es su esperado y promocionado cuarto estreno local, luego de ese exquisito ejercicio imaginativo que fue Necrofobia 3D, revitalizando el giallo sin dejar de lado su impronta personal. ¿Un giro de 180°? No tanto, si bien el nuevo film con guion de otros pesos pesados como Ramiro y Adrián García Bogliano, se aleja del shock giallo, no se aparta del género, y nos espera un intenso viaje cargado de adrenalina, vértigo, acción, y por supuesto mucha violencia y sangre como para pintar paredes. Virginia (Julieta Cardinali) viaja por las rutas nacionales junto a su pequeña hija Rebeca (Fiorela Duranda), se nota que Virginia huye de algo, o alguien, el nerviosismo es palpable. Un accidente lo cambia todo, Virginia es dada por muerta ¿O realmente murió? Despierta en la morgue con una sola idea, debe recuperar a su hija que fue secuestrada; y para eso deberá adentrarse en las entrañas de un misterioso pueblo, cuyos habitantes no parecen muy dispuesta a ayudarla. Hay un juego, o una forma de tortura más allá de la perversión. Virginia no es la única que busca un hijo, hay otras dos mujeres, y para llegar a la verdad, deberán eliminarse entre ellas. De la Vega y los Bogliano nos proponen un entramado que se irá revelando por capas, con personajes que aparecen en el camino de nuestra protagonista; y el armado de este rompecabezas, necesitará de la colaboración atenta del espectador. Ataúd Banco ofrece una propuesta que no da respiro, si bien todas las cartas no son presentadas en la primera mano; desde el inicio hay un exacto manejo del riesgo y los tiempos de una narración ligera para mantenernos atrapados con todo lo que va sucediendo. Si hay algo que suele distinguir al cine de género en nuestro país, es cierta inclinación al humor cuasi paródico. No es el caso del cine de De la Vega, con excepción de Hermanos de Sangre, la cual es abiertamente una comedia – y de las mejores – no suele haber grandes espacios para la carcajada o el tono burlón; y Ataúd Blanco reafirma esa idea. Más allá de algún efecto digital que pudiera pulirse para un ojo muy exigente, todo está manejado con la mayor rigurosidad técnica y esmero por alcanzar estándares de buena calidad. El elenco, que se completa con figuras de la talla de Eleonora Wexler, Rafael Ferro, Damián Dreizik (que viene redefiniéndose como una cara muy popular del cine de género reciente), Verónica Intile, y una aparición de Pablo Pinto para el festejo; responden todos a las exigencias del caso. La entrega de Cardinalli y Wexler a sus papeles es absoluta, la lucha entre ambas, sumidas en la desesperación, son parte de lo mejor que tiene para ofrecer el relato. Se destaca también la carismática presencia de Fiorela Duranda, que, a su muy corta edad, desarrolla varios papeles no tan sencillos para una niña, y lo hace con gran convicción para con el público. Ataúd Blanco es de esos platos que merecen ser saboreados; pero aquí el problema cuando entramos a un restaurante con menú fijo, de lo mejor que estamos comiendo un manjar, nos quitan el plato. Si algo hay que reprocharle a esta nueva película del director de La Muerte Conoce Tu Nombre es su cortísima duración, que apenas excede los límites para ser un largometraje (poco más de una hora). El último acto, el de las resoluciones, se apresura, y al espectador se le arrojan varias fichas del rompecabezas que deberá completar ya fuera de la sala; es por eso que se trata de un film que conviene dejar decantar y realizar un digno análisis posterior. Tan solo una última escena, un pequeño detalle que cierre el círculo de modo perfecto y hablaríamos de una obra suprema. Con todo, con el punto acotado de su corta duración, Ataúd Blanco sigue siendo una propuesta de por más interesante, y un gran ejemplo de lo que se viene produciendo en nuestro país, desde abajo, y con temáticas que, hace no muchos años nos parecían impensadas. Disfrutar de la catarata de guiños y referencias, de un buen ritmo sostenido para el entretenimiento, y rubros técnicos que nada tienen que envidiarle a presupuesto mucho mayores; hacen que si al plato nos lo quitan antes de terminar de saborearlo, tengamos ganas de volver, repetirlo, y terminar de degustar esos sabores que antes nos quedaron en la olla. Sin dudarlo, hablamos de otro gran paso.
Ataúd Blanco llega a los cines argentinos como otro gran ejemplo de que se puede hacer cine de género en nuestro país.
El cine de género no es algo tan explotado en nuestro país, pero podemos ver que cada vez más se hacen películas de este estilo. Ejemplo de ello es “Ataúd Blanco”, dirigida por Daniel de la Vega y protagonizada por Julieta Cardinali, Eleonora Wexler, Rafael Ferro, entre otros, que se estrena hoy. Allí Virginia (Cardinali) hará lo imposible para rescatar a su pequeña hija que fue secuestrada en un pueblo aislado y deberá elegir entre la vida y la muerte para intentar salvarla. En el camino, tendrá que enfrentarse con distintas personas que buscarán cumplir el mismo objetivo que ella y con ciertas misiones que la harán pensar que hay cosas peores que la muerte. Como dijimos, es difícil hacer cine de género en nuestro país, y más aún de terror. Será porque no tenemos un largo historial en este sentido o porque los presupuestos que se pueden llegar a obtener no son los mismos que nos imaginamos que tienen por ejemplo en Estados Unidos para hacer una película de terror con todos los efectos que conlleva. Sin embargo, con “Ataúd Blanco” nos encontramos frente a una muy buena película de género. No solo la historia es algo original y espeluznante, sino que los efectos visuales están muy bien armados y utilizados. Incluso hay que destacar el clima que genera la película, filmada íntegramente de día. En general, las películas de terror son más oscuras, suceden de noche, donde se crea un clima propicio para el miedo, la tensión, los sobresaltos. Pero es difícil poder generar estas sensaciones en un ambiente diurno, y “Ataúd Blanco” lo logra a la perfección. Lo mismo ocurre con la locación. La película fue filmada en San Andrés de Giles, con escenarios aislados y desiertos, que aportan una calidad especial al argumento. De esta manera, el espectador transitará por distintas emociones, como el miedo, la tensión, la sorpresa, el impacto, manteniéndose al filo del asiento en todo momento para ver cómo se suceden las distintas escenas y cómo será la resolución final. Mención aparte para las actuaciones de Julieta Cardinali y Eleonora Wexler, quienes encarnan a dos madres distintas, pero capaces de realizar cualquier acción para poder salvar a su hija. En síntesis, “Ataúd Blanco” es una muy buena propuesta de cine de género realizada en nuestro país, con buenas actuaciones, efectos muy logrados y una historia que impactará en el público. Con los climas propicios de una película de terror, la cinta de Daniel de la Vega cumple a la perfección con los objetivos de este género. Puntaje: 4/5