Durante el esplendor del denominado Nuevo Cine Argentino, surgido a fines de los ´90, apareció una película con un talento prometedor: Modelo 73, de Rodrigo Moscoso. Filmada en su Salta natal, contaba las andanzas de un grupo de amigos que compran un Chevy para impresionar a una chica. El film vio la luz en 2001, y desde entonces Moscoso no volvió a ponerse detrás de cámara de un largometraje. Hasta ahora: Badur Hogar marca su regreso. Un regreso en muy buena forma. Juan Badur (Javier Flores) no es lo que el común de la sociedad denominaría un triunfador. Próximo a los 40 años, vive con sus padres y, junto a un amigo, se las arreglan trabajando como limpiadores de piletas. Atrás parece haber quedado su faceta como conductor de un programa de radio. Su único refugio es Badur Hogar, negocio familiar antes lleno de esplendor y hoy cerrado, las ventanas cubiertas de diarios viejos, los productos dignos de otros tiempos. Pero en un mismo período de días se reencuentra con Martín (Daniel Elías), su exitoso amigo de la secundaria; descubre que tiene un problema de salud y debe ser operado de urgencia, y conoce a Luciana (Bárbara Lombardo), una porteña que se volverá su novia. Demasiadas cosas juntas al mismo tiempo, con el añadido de que algunas mentiras pueden traerle problemas. Al igual que Modelo 73, Moscoso presenta un nuevo coming of age, más maduro, con decisiones más fuertes en juego. Se acerca a Casa propia, de Rosendo Ruiz, ya que se enfoca en la vida de un treintañero avanzado, sus sueños truncos, sus vínculos sentimentales sus dificultades para independizarse, pero lo hace en clave de comedia con momentos románticos y dramáticos. Si bien la historia transcurre en un barrio salteño de clase media y consigue plasmar la idiosincrasia de ese ámbito (con guiño al universo de Lucrecia Martel incluido), tiene un carácter universal que la vuelve accesible. Los personajes, aun cuando suelen incurrir en el engaño, poseen un gran corazón y sólo actúan así por vergüenza, para no sentirse menos frente a los que parecen tener un mejor pasar. Que etas cuestiones nunca estén subrayadas es otro mérito del director. Javier Flores consigue la empatía inmediata en su interpretación de Juan, que puede ser simpático, galán y también introvertido; un individuo estancado, como el negocio de la familia. Bárbara Lombardo se luce como Luciana, un rol tan fresco y tan complejo como el del protagonista. El elenco secundario es igual de destacable, pero vale detenerse en Cástulo Guerra. Luego de una larga carrera como actor en Hollywood, donde intervino como actor de reparto en Terminator 2, Los sospechosos de siempre y La mexicana, vuelve a Salta para encarnar al padre de Juan, que también carga con sus deseos y pesares. Badur Hogar confirma el talento de Rodrigo Moscoso y ofrece una nueva visión sobre los problemas de los jóvenes adultos de la actualidad.
Desmenuzando la vida de un hombre en plena crisis con el mundo, la llegada de una joven, tan o más conflictuada que él, permiten recuperar para el cine nacional un apasionante relato sobre historias pequeñas, locales, con los misterios y secretos de un pueblo, pero con la seguridad de concentrarse en un personaje central que vive de mentiras y de sus padres, y que a la vez brilla por su universalidad. Barbara Lombardo sorprende con su desprejuiciada Luciana.
De los críticos argentinos que cubrieron el 21° BAFICI, la mayoría le dio una cálida bienvenida a Badu Hogar de Rodrigo Moscoso. Ninguno se atrevió a pronosticar un premio para esta comedia romántica que participó de la competencia de largometrajes nacionales, pero todos coincidieron en celebrar el regreso del autor de Modelo 73 –ópera prima exhibida en la tercera edición del mismo festival–, la originalidad del guion que el director escribió con Patricio Cárrega, la ocurrencia de filmar la película en Salta Capital, y las actuaciones de Bárbara Lombardo y Javier Flores que interpretan a la pareja estelar. Es posible que estos elogios se repitan en las reseñas publicadas con miras al estreno comercial previsto para el próximo jueves 23 de mayo. Por otra parte, la cercanía de ese desembarco evoca el recuerdo del desconcierto que aquella opinión mayoritaria provocó en una pequeña porción de público baficiano. Estos espectadores encontramos varios lugares comunes en la crónica de des/encuentros entre el salteño Juan y la porteña Luciana, por ejemplo la caracterización de los dos roles protagónicos –treintañeros inmaduros, alternadamente entrañables e irritantes– y el contraste entre pachorra norteña y neurosis capitalina. Desde esta perspectiva, resultan sobreactuadas las interpretaciones de Flores y Lombardo (seguro le habría sucedido igual a Violeta Uritzberea, primera opción para el rol femenino). Nobleza obliga, Badur Hogar presenta algunos aciertos. Para empezar, Nicolás Obregón y Cástulo Guerra encarnan con comodidad a sus personajes: el amigo y el padre de Juan respectivamente. Por otra parte, corresponde elogiar las piezas de chacarera aggiornada que integran la banda de sonido compuesta por Axel Krygier, la fotografía de Gaspar Quique Silva y los esfuerzos de producción que parecen destinados a promocionar una Salta sin relación con la provincia que Lucrecia Martel retrató en La ciénaga. En este punto vale señalar la envergadura del apoyo gubernamental acordado al proyecto de Moscoso: a principios de abril el gobernador Juan Manuel Urtubey viajó a Buenos Aires para acompañar la presentación en el BAFICI, y días atrás el Concejo Deliberante de la Ciudad de Salta declaró de interés municipal el estreno comercial del largometraje. En los mismos espectadores reticentes, este respaldo institucional alimenta la sensación de que Badur Hogar es, antes que una comedia original, una atractiva pieza promocional que parece recrear una vieja campaña de prensa. Podría haber sido ambas cosas como la entrañable Entre copas de Alexander Payne; en ese caso Luciana y Juan conquistarían tantos corazones como Maya y Miles o –pensándolo mejor– como los incorregibles Stephanie y Jack.
Estrenada en el marco de la edición número 21 del Bafici, ahora llega a las salas comerciales la comedia romántica “Badur Hogar”. El film se sitúa en la provincia de Salta y nos muestra la vida de Juan Badur (Javier Flores), un hombre de 35 años que se dedica, junto a su amigo, a limpiar las piscinas de los habitantes de la zona donde vive. Una noche, ingresa como presunto invitado de un casamiento y allí conoce a Luciana (Bárbara Lombardo), quien se hace pasar por su novia para que Juan pueda presumir tener una vida parecida a la de sus antiguos compañeros de la escuela presentes en la fiesta. Mucho se ha escrito respecto a los géneros cinematográficos. ¿Puede una película referir exclusivamente a un solo género? ¿Es necesario definir una película con un solo género? Estas son preguntas realizadas en numerosas ocasiones y algunas películas las contestan por sí solas. Como en este caso, no podemos definir a “Badur Hogar” como una película solamente cómica, porque hay momentos en los que la diversión es protagonista, pero, en otros, lo es el romance o el drama que lleva a la reflexión del espectador. El film, como dijimos previamente, se centra en Juan, él vive dentro de un comercio abandonado rodeado de antiguos electrodomésticos, como televisiones, licuadoras, cámaras fotográficas, entre otros. Todos esos elementos se encuentran estancados junto a Juan quien no sabe qué acción tomar con respecto a ese local, que es de su familia y fue heredado. Este negocio es popular en toda la población, los habitantes se lo recuerdan al protagonista con una famosa canción sobre este espacio llamado “Badur Hogar”. Juan está totalmente conectado con este espacio, el cual debe decidir si volver a abrirlo al público o continuar estancado dentro de él junto a todos los electrodomésticos que lo rodean. Los momentos de romance se presentarán entre los personajes Juan y Luciana, también los cómicos, protagonizados, en su mayoría, por Bárbara Lombardo. Ambos desarrollan de manera correcta sus personajes, al igual que los demás actores que participan en la película. Aunque algunos chistes pueden recordar a otros ya visualizados previamente, el film logra entretener y desarrollar una atrayente historia. En resumen, “Badur Hogar” es un film entretenido que deambula alrededor de diferentes temáticas, como la familia, la amistad, el amor, entre otros. Momentos cómicos se mezclan con momentos románticos y reflexiones acerca de este personaje estancado en este local comercial que no le permite seguir adelante.
Badur madurar La segunda película de Rodrigo Moscoso luego de Modelo 73 (2001) es una comedia romántica independiente, salteña, sencilla y amable. Juan (Javier Flores) tiene 35 años, vive con sus padres y se ocupa vagamente del mantenimiento de piletas. De mal en peor en su pasar económico y con una complicación incógnita en su salud conoce a Luciana (Bárbara Lombardo). La relación se presenta torpe y enredada en mentiras que crecen a medida que avanza la película. Al tiempo que sucede la comedia de enredos aparecen temas que tienen que ver con el pasado, el legado y la añoranza atrapada en los objetos que guardamos. Badur Hogar es el negocio familiar creado por su abuelo que su padre conserva cerrado al público desde la década del noventa. Un comercio que vive en el recuerdo de los lugareños por sus comerciales y jingles pegadizos. El local ocupa una enorme esquina y todas sus ventanas están cubiertas de papel de diario amarillento. El único refugio de Juan, lleno de electrodomésticos y muebles de décadas pasadas. El lugar se encuentra abandonado al igual que él en una alegre metáfora acerca del estatismo de la gente del lugar que Juan representa. Diálogos ocurrentes y una fotografía ingeniosa suman a la dinámica de la película que cumple con todas las reglas del género: personajes opuestos, un amigo divertido y a la vez impresentable, y un conflicto asociado al destino. No se construye con mucha originalidad sino que sienta sus bases en los clichés típicos del género con alguna pequeña vuelta de tuerca autóctona que suma a esta correcta propuesta.
La nueva película de Rodrigo Moscoso (“Modelo 73), ya presentada en el Bafici, está filmada íntegramente en Salta con actores y técnicos de dicha provincia (punto a favor por apostar) a excepción de Bárbara Lombardo, una joven de Buenos Aires, que está en Salta visitando a su padre. Ella es Luciana y llegará casualmente a la vida de Juan (Javier Flores) para que así florezca el amor que falta en su vida, además de una serie de enredos, como toda comedia que se precie de tal. Juan es un hombre de 35 años que todavía vive con sus padres y no tiene un trabajo serio: se dedica a limpiar piletas con un amigo. Atrás quedó el negocio de electrodomésticos, el famoso “Badur Hogar” del título, que supo brillar en su momento y ahora está cerrado, lleno de viejos electrodomésticos y tapado con diarios. Ahí se refugia Juan con alguna chica o solo para tener un poco de paz, y con la disyuntiva de qué hacer con él, si abrirlo, transformarlo o dejarlo así. Todo cambia el día que se topa con un compañero de colegio, Martín (Daniel Elías) exitoso, casado y con una familia, al que le toca limpiar su pileta. Algo avergonzado por su presente, le miente diciéndole que Luciana es su novia, y las cosas se irán complicando, ya que una mentira lleva a otra y ya después, le será difícil aclarar su real situación. Sin ánimo de spoilear, la película aborda temas de salud, la poca madurez de un treintañero y su inseguridad, además de la diferencia de estilos de vida de ambos protagonistas. Cástulo Guerra encarna al padre de Juan y logra una buena actuación, al igual que la pareja que protagoniza el film. Una comedia simple, con tintes de drama y romance, música que aporta y buena fotografía de salta, la linda. Una buena opción para nuestro cine https://www.youtube.com/watch?v=OITsvTol3MY DIRECCIÓN: Rodrigo Moscoso. ACTORES: Bárbara Lombardo, Javier Flores. ACTORES SECUNDARIOS: Cástulo Guerra, Nicolás Obregón. GUION: Rodrigo Moscoso. FOTOGRAFIA: Gaspar Quique Silva. MÚSICA: Axel Krygier. GENERO: Drama , Comedia . ORIGEN: Argentina. DURACION: 101 Minutos CALIFICACION: Apta mayores de 13 años DISTRIBUIDORA: Cine Tren FORMATOS: 2D. ESTRENO: 23 de Mayo de 2019
Dieciocho años atrás, Rodrigo Moscoso estrenó su ópera prima Modelo 73, que narraba en clave de comedia dramática la historia de tres jóvenes amigos que compran un Chevy modelo 73 para disfrutar del verano salteño y deslumbrar a las chicas que intentan conquistar. A tono con el llamado nuevo cine argentino, Modelo 73 construía su relato a partir de detalles, pequeños gestos y anécdotas aparentemente superficiales. Uno de sus aciertos era transmitir el tempo perfecto que tiene la vida en el interior del país y otro no menor era construir climas envolventes y con vida propia. Ahora Moscoso estrena Badur Hogar, que antes estuvo en la competencia argentina del BAFICI 2019, y construye una película de género con una narrativa muy diferente. Porque Badur Hogar es una comedia romántica que transcurre en Salta y es tan fiel a la idiosincrasia de la zona como a los resortes del humor más formulaico (en un buen sentido). Esta vez la forma fílmica está más pulida y ostenta un nivel de profesionalismo propio de un director experimentado – y eso que éste es el segundo largometraje de Moscoso. A la vez, ambas películas tienen un punto central en común: la transición de un estado de cierta inercia e inmadurez hacia otro más vital y maduro. Porque los personajes de Moscoso pueden no saber muy bien qué quieren al comenzar la película, pero ya sobre el final han recorrido un camino que los ha dejado en otro lugar. Juan (Javier Flores) tiene 35 años, vive con sus padres, no tiene muchas aspiraciones ni deseo de vivir aventuras de ningún tipo. Apenas se dedica a su oficio de limpiar piscinas con un amigo que es tan quedado como él. Es que es un hombre que no quiere crecer que transita su vida a los tumbos. Pero todo va a cambiar de un modo radical cuando conoce a Luciana (Bárbara Lombardo), una chica de Buenos Aires muy despierta que está de visita en Salta y que es muy diferente a Javier. Como ya se sabe, los opuestos se atraen y no va a pasar mucho tiempo hasta comiencen a vivir una historia de amor que se parece a muchas otras, pero también es única. Uno de los méritos de Badur Hogar es hacernos sentir que estamos frente a una pareja de verdad. La química entre los actores es auténtica y seductora. Como en Modelo 73, Moscoso muestra una vez más que sabe cómo hacer para que intérpretes encarnen a sus personajes sin tics ni manierismos. A diferencia de Modelo 73 aquí hay enredos, secretos y mentiras, desvíos e imprevistos a lo largo de una narrativa con marcada progresión dramática. Otro de los méritos es el buen timing en los gags que pueden, en ocasiones, no ser muy originales pero no por eso dejan de ser efectivos. Entre chistes y chistes los personajes, que quizás parecían unidimensionales al comenzar el relato, van mostrando sus pliegues y matices a medida que avanza la trama y así ya adquieren otro volumen. Y de la comedia al drama hay un solo paso, aunque el drama aquí no se exponga cruda o desgarradoramente. Pero sí es movilizador. Sin ser costumbrista, Badur Hogar despliega muchos rasgos de un estilo de vida provinciano, un patrón de habla acorde y un no muy veloz transcurrir del tiempo. Luciana y su pertenencia a Buenos Aires son uno de los pilares del contraste tan necesario en este tipo de comedias románticas. En paralelo y a través de la historia del padre de Javier aparece la noción de que todo tiempo pasado fue mejor y que ahora solo queda la nostalgia – cuando no la melancolía. Aquí se puede vislumbrar material potencial para otra película entera y es acertado haberla abordado parcialmente de modo tal que esté en función de la trama central y nunca la opaque. Después de estas dos películas tan diferentes pero también similares, es imposible no sentir curiosidad por saber cómo será la sigue. Probablemente sea otra sorpresa dentro de cierto tipo de cine local que tiende a repetir sus estéticas y contenidos. Bienvenido sea, entonces, este otro cine que mezcla el género y lo autoral en proporciones justas y sin impostaciones de ninguna naturaleza. Badur Hogar (Argentina, 2019) Dirigida por Rodrigo Moscoso. Escrita por Rodrigo Moscoso, Patricio Cárrega. Con Javier Flores, Bárbara Lombardo, Cástulo Guerra, Nicolás Obregón, Daniel Elías. Fotografía: Gaspar Quique Silva. Montaje: Federico Casoni. Dirección de arte: Mariela Rípodas. Sonido: Juan Camilo Giraldo. Música: Axel Krigyer. Producción ejecutiva: Mariel Vittori.
La madurez emocional es un camino que no se rige por la cantidad de años que uno tenga. En algunos, con suerte, coincide exactamente con ella. En otros, por desgracia, se da tristemente temprano. Y en la gran mayoría se da tarde. Ese es el dilema en el que nos encuentra Badur Hogar, de Rodrigo Moscoso. Badur Hogar: Charada de la Adultez «Quedado» es un adjetivo que se repite constantemente en esta película. Es utilizado por los padres del protagonista para explicar por qué al ser un hombre joven maduro sigue viviendo con ellos, y es manifestado visualmente por la tienda cerrada con electrodomésticos de antaño, la cual tiene un cuidado y una limpieza denotando que cerró hace un par de días y no hace décadas (detalle manifestado por los precios en australes que se ven en algunos electrodomésticos). Sin embargo es solo un punto de partida, ya que la intención de Badur Hogar, su mayor acierto, donde el espectador se va a sentir indefectiblemente identificado, es en esa competencia, esa puesta en escena en la que muchos de nosotros somos capaces de entrar para no sentirnos unos fracasados ante el éxito de aquellos de nuestra misma generación que fueron… bueno… menos “quedados” que nosotros. No conforme con llevar esto al terreno de la comedia, la película profundiza dicha identificación recordándonos que por sobrecogedora que sea esta realidad para nosotros (principalmente por el paso del tiempo), hay mucha más gente de la que creemos que está poniendo un espectáculo para mostrarse más exitosa de lo que es. Y, lo más importante, con muchos menos problemas de los que realmente tiene. El pasto del vecino siempre parece más verde desde la vereda de enfrente. Badur Hogar acentúa estos detalles de la charada que realizan los personajes. Aunque posee ejemplos de las mentiras exageradas en las que se puede incurrir (que proveen no pocos momentos de comedia), abundan sus ejemplos sobre el ocultamiento de la información. Como corresponde a una narración prolija, lo que ocultan es siempre más interesante, y por patético que pueda parecer es lo que termina por hacer entrañables a los personajes. Hasta que deban enfrentar sus consecuencias, claro está.
Una bella comedia de enredos que se gana el interés y también la emoción del espectador con una persistente melancolía, que tiene un desarrollo clásico del género, pero que jamás pierde su sentido de pertenencia, dirigida por Rodrigo Moscoso. Hecha en Salta, con ese tonito típico y no pocas críticas a la manera de ser “quedada” de los locales, frente a la impulsividad de una argentina. El chico con el típico del síndrome de Peter Pan, a sus 35 años, vive con sus padres, limpia piletas de natación, se droga todo el tiempo y tiene como “bulin” el negocio familiar cerrado, que le da título a la película. Pero que marcó todo el destino familiar. La relación comienza en un casamiento donde el va de “colado” y ella es amiga de la novia. Ella además era el objeto del deseo del socio del protagonista. Entre mentiras, miedos, y una atracción innegable ella termina en ese negocio de ramos generales, enamorados, pasionales, pero acumulando silencios y otras mentiras sociales. El ritmo nunca decae ni tampoco el encanto. Bárbara Lombardo el pone toda su energía a un personaje que oscila entre el deseo y la desconfianza, Javier Flores le otorga a su criatura esa cuota de desparpajo y permanente vulnerabilidad que necesita. Miedos y verdades a medias, inventos y necesidad de marcar status, mil engaños que deberá resistir esta relación hasta que se caigan los velos y queden al descubierto todas las verdades individuales. Encantadora.
Badur Hogar: El quedado pierde. Rodrigo Moscoso vuelve a dirigir un largometraje, luego de su prometedora ópera prima “Modelo 73”, de 2001, devenida en película de culto. Ahora, 18 años después, “Badur Hogar” es un buen regreso, otra vez desde su Salta natal, para divertir con una comedia de enredos. Estrenada en la edición número 21 del Bafici, “Badur Hogar” ahora tiene su estreno comercial. El film nos muestra la vida de Juan Badur (Javier Flores), el más perdedor del pueblo, el “quedado”, como todos dicen de él. A sus 35 años, vive con y de sus padres, es piletero y amigo de un freaky metalero. El pibe “quedado”, una noche, de colado en un casamiento, conoce a Luciana (Bárbara Lombardo), una porteña de paso por el norte argentino, quien se hace pasar por su novia para que Juan pueda presumir delante de sus compañeros. A partir de ahí, una serie de eventos enredados y muchas mentiras los llevarán a una atracción difícil de ocultar. Badur Hogar es el negocio familiar creado por el abuelo de Juan, que su padre conserva cerrado, con los ventanales tapados de diarios amarillentos, a modo de recuerdo para los habitantes del pueblo, sobre todo por sus pegadizos jingles. Ese lugar, abandonado en el tiempo, es el refugio de Juan, lo que puede resultar una metáfora sobre su propia vida, donde la madurez se presenta como un dilema. Al igual que en su película anterior, Rodrigo Moscoso presenta de nuevo un “coming of age”, distinto, más duro, con adultos que deben tomar decisiones, pero lo hace en tono de comedia con momentos románticos. Si bien todo trascurre en Salta y muestra la cultura de la clase media de ese lugar, logra ser accesible a fuerza de la universalidad de los tópicos tratados. Javier Flores logra una simpática interpretación de Juan, el quedado del pueblo que, a partir de mentiras y algunas situaciones embarazosas, intenta salir adelante. Bárbara Lombardo se luce como Luciana, en un papel fresco y divertido, co-protagonizando de excelente manera. Ambos desarrollan de manera correcta sus personajes, haciendo emocionar y reír en partes iguales. Hablando de los personajes secundarios, el padre de Juan es representado por Cástulo Guerra, el argentino que supo hacer una carrera en Hollywood, participando en películas como “Terminator 2”, “12 horas para sobrevivir”, “Los sospechosos de siempre”, entre otras. Con diálogos ocurrentes, personajes opuestos, el papel del amigo raro e impresentable y el conflicto bien delimitado sobre el actual problema de los jóvenes adultos y su incapacidad de madurar, la película logra generar empatía, a pesar de su liviandad, y los detalles autóctonos suman originalidad a la propuesta. Sin más pretensiones que entretener, es una comedia efectista que a veces pierde un poco el rumbo pero Moscoso sabe salir de esos enredos con menos problemas que el protagonista de la historia y logra que el público tenga interés en llegar hasta el final, a base de risas y algo de emoción, tocando temas como el amor, la familia, la superación, el madurar y la amistad. “Badur Hogar” logra que el espectador se sienta identificado en esa competencia, a través del paso del tiempo, en la que hay mucha gente mostrándose más exitosa de lo que realmente es y en la que uno se siente un fracasado ante las conquistas de los de la misma generación, que no fueron tan “quedados
Después de su paso por la Competencia Argentina del 21 Bafici se estrena Badur Hogar. Rodrigo Moscoso (Modelo 73), después de 18 años, regresa al cine con esta comedia romántica de treintañero que se niega a crecer . Juan (Javier Flores) trabaja, poco y cuando quiere, de piletero, en sociedad con un amigo que, en verdad, hace casi toda la labor. Vive con sus padres que lo sostienen, y se preocupan por el momento que está atravesando (una enfermedad que se dice sutilmente hasta ir develándose y generar conflictos en la trama). Hay algo de vivir en capital de provincias (Salta) que imprime el ritmo y constituye la idiosincracia de los personajes (algo que también será puesto en discusión). Cuando se cruce con Luciana (Bárbara Lombardo), una porteña impulsiva y que asume sin problemas su neurosis, el protagonista comenzará una relación que modificará la vida de ambos y agregará otra capa al guion. Con un humor que nace de las situaciones y los personajes, una naturalidad que no se vuelve costumbrismo, apuntes que suman a la trama central (respecto a la madurez, al status social, a los vínculos paterno-filiales, al amor, a las identidades y tradiciones nacionales propias viviendo en otro país, a los mandatos familiares y sociales, etc.), Badur Hogar avanza sin tropiezos, trabajando clisés sin exagerar y consiguiendo volverse una película amena, amable y entretenida. Las actuaciones acompañan para mejorar los logros y la diferencia que trae el desarrollo de la trama en el norte argentino es un aire fresco que le aporta al cine nacional.
Badur Hogar es la nueva película de Rodrigo Moscoso, el mismo director de Modelo 73. La historia transcurre en Salta, donde Juan Badur, hijo de familia de clase acomodada aún vive con sus padres a pesar de estar cerca de cumplir cuarenta años. Junta un poco de dinero limpiando piletas con su socio. Deja que la vida pase y no parece tener mayores ambiciones. También junta dinero vendiendo electrodomésticos de Badur Hogar, el negocio familiar cerrado hace años que aún tiene todo su stock dentro del local. El regreso de un compañero de secundario que ha tenido gran éxito en la vida lo meterá en una serie de mentiras para fingir que él también ha tenido éxito. Conoce a una chica, Luciana, con la que empezará un relación a la que tampoco le faltarán engaños. La película tiene una mezcla de costumbrismo salteño muy en tono de broma que combina muy bien con actuaciones en general afiladas y siempre graciosas. Cierto dejo melancólico asoma por debajo, pero en el fondo no es otra cosa más que una comedia romántica con una mirada muy personal. Buenos personajes secundarios, muy ritmo y una simpatía arrolladora que hacen que esta película se luzca en su sobriedad sin estridencias pero siempre preocupada por contar una historia que valga la pena, con personajes queribles sin excepciones.
Pocas películas me han hecho tan feliz en este 2019 como Badur Hogar. En un tiempo en que Hollywood vive un resurgimiento de la comedia romántica de la mano de Netflix, el segundo trabajo como director de Rodrigo Moscoso no podría ser más oportuno. Pero sin dudas se hizo esperar. En pleno auge del Nuevo Cine Argentino, el realizador salteño presentó Modelo 73 (2001), un pequeño gran film que no tuvo la difusión que se merecía. Y a diferencia de otros contemporáneos de esa generación renovadora, como Israel Adrián Caetano, Pablo Trapero, Martín Rejtman o Raúl Perrone, se tardó casi dos décadas en lanzar otra película. Una que lo lleva de vuelta a Salta por algunas semanas del verano, para una de las apuestas del género más estimulantes de los últimos tiempos.
“Badur Hogar”, de Rodrigo Moscoso Por Ricardo Ottone Dieciocho años después deModelo 73(2001), Rodrigo Moscoso vuelve al largometraje. Y vuelve también a Salta, escenario de aquella opera prima que seguía el deambular veraniego de un trío de adolescentes tardíos o en el camino incierto a dejar de serlo. Se podría afirmar que 18 años no es nada, aunque sabemos que no es tan así. Sin embargo para Juan (Javier Flores), que ya esta por la mitad de sus 30, las cosas parecen no haber cambiado tanto en los últimos años: Sigue viviendo con sus padres, su vida social es limitada y se gana algunos pesos (no muchos) limpiando piletas junto a un amigo/socio (un “trabajo de adolescente” comenta su madre cuando cree que este no lo escucha). La vieja joya de la familia, responsable del relativo buen pasar que hoy disfrutan, es Badur Hogar, legendario emporio del electrodoméstico, ex líder del ramo en la zona del noroeste, hoy cerrado con mercadería intacta de dos décadas atrás. Usado como cuartel y refugio por Juan, el local suspendido en el tiempo funciona como metáfora del mismo estancamiento en la vida del personaje, del estado de suspensión al que sometió sus ambiciones y deseos. Las cosas parecerían moverse un poco cuando conoce a Luciana (Bárbara Lombardo), una porteña extrovertida con la que el más cauteloso Juan arranca una relación en la que hay afinidad y piel, pero que ciertos secretos que Juan no se atreve a compartir pueden poner en riesgo. Con tan solo una película, Moscoso se hizo un nombre en aquel Nuevo Cine Argentino, al que generacionalmente pertenecía. Aunque aquel coming of age quizás no se emparentaba tanto con los reconocibles adolescentes abúlicos porteños sino un poco más con una joven comedia uruguaya de aquel entonces como 25 Watts(2001) de Pablo Stoll y Juan Pablo Rebella. Con Badur Hogar, Moscoso parece traernos de vuelta a esos personajes, Juan es torpe, perdedor, algo melancólico e inmaduro, que no sabe muy bien qué hacer con su vida. Pero lo que intenta el realizador es también subvertir esa lógica y ver si algo de eso se pone en marcha. Un personaje salteño que se fue y supuestamente “triunfó” en Buenos Aires describe con cierta condescendencia a sus coprovincianos diciendo que son “quedados”, pero este retrato, demasiado difundido, va a ponerse aquí en cuestión. Uno se puede sentir tentado de hablar de la comedia salteña, como si supiera bien de qué se trata eso, pero quizás en este caso el origen no sea tan importante. Badur Hogar es una comedia hecha y derecha, una comedia romántica además, que usa sus reglas y convenciones y a veces también juega con ellas para ir por otro lado, con diálogos y situaciones tan incómodas como desopilantes, cuyos protagonistas tienen química y resultan queribles y que constituye para Moscoso un bienvenido regreso. Esta reseña corresponde a la presentación de Badur Hogar en la Competencia Argentina del 21º Bafici. BADUR HOGAR Badur Hogar. Argentina. 2019 Dirección: Rodrigo Moscoso. Intérpretes: Bárbara Lombardo, Javier Flores, Castulo Guerra, Daniel Elías. Guión: Patricio Carrega, Rodrigo Moscoso. Fotografía: Enrique Silva. Música: Axel Krygier. Edición: Federico Casoni. Dirección de Arte: Mariela Rípodas. Producción: Rodrigo Moscoso. Producción Ejecutiva: Mariel Vítori. Distribuye: Cine Tren. Duración: 101 minutos
Estancado en el recuerdo. Con un pasado reciente por el BAFICI 21, Badur Hogar llega a su estreno. Se trata del segundo opus de Rodrigo Moscoso que cuenta con las actuaciones de Bárbara Lombardo, Javier Flores, Daniel Elías, Castulo Guerra y Josefina Saravia, aunque los protagónicos de esta pareja despareja quedan para Lombardo y Flores. La treintena y la comedia romántica son dos pilares en los que se apoya esta historia atravesada por la melancolía y el humor, con buen ritmo y buena química de la pareja protagónica. Al igual que ocurre en todo relato concentrado en la idiosincrasia de una provincia, como en este caso la de Salta, existe una relación tirante entre quedarse o buscar un futuro en otro lugar. Pero si a eso se suma el peso de los legados familiares, las tradiciones que buscan prolongar cierta manera de vivir o entender la vida, ocurre un conflicto de mayor escala. Por ese motivo, el protagonista de este relato, cuya actividad como piletero en realidad es una pantalla y su relación con su padre otra piedra en su zapato, se encuentra estático, preso de su inercia comienza a recibir señales equívocas. Algunas de ellas lo atan al pasado, a ese Badur Hogar, local gigante de electrodomésticos -cerrado en los 90- al que todos recuerdan por sus publicidades y jingles pegadizos. Atestado de objetos, el lugar y sus grandes ventanas a la calle tapadas por diarios dan la imagen de una manifiesta decadencia, de un sabor amargo que conecta con un pasado de familia al que no se quiere regresar o al menos eso parece. Hasta que aparece en escena una impetuosa mujer, porteña, decidida, frontal y enamorable, para dar vuelta la página y ver ese pasado o legado desde otros ojos. Con la idea de sortear clichés del género de la comedia de enredos, la comedia romántica y ciertas películas independientes, el director Rodrigo Moscoso alcanza un nivel aceptable desde la propuesta integral para lo cual las buenas actuaciones de la dupla Flores-Lombardo aportan algo más que carisma y su granito de arena.
Un grandulón que todavía vive con (y de) los padres, un amigo menos favorecido con quien se las rebusca limpiando piletas, un excompañero de secundaria que vuelve dándose aires, un padre recio y poco laborioso, tales son los varones que pinta Rodrigo Moscoso en esta, su segunda película. Tal como en la primera, “Modelo 73”, ambas totalmente salteñas, lo suyo es el retrato irónico de unos sujetos que difícilmente llegarían a algo en sus vidas si las mujeres no los empujaran un poco. En este caso, el inútil se ve empujado –al amor, la acción, el abismo- por una porteña arrebatada, mitómana, exigente. El local del título era el orgullo del abuelo inmigrante. ¿Podrán quizá resucitar ese negocio? ¿O el vago liquidará todo, salvo la cama? ¿Será ésta una comedia romántica como es debido, o le pesará la mala influencia del llamado “nuevo cine argentino”? Diálogos, ideas, giros argumentales, gracia provinciana, elenco bien elegido (Javier Flores y Bárbara Lombardo a la cabeza), la obra tiene sus méritos. Entre ellos, uno que puede pasar inadvertido: en el papel de padre, con una linda escena determinante, aparece Cástulo Guerra, salteño que se fue joven a EE.UU. y allá se convirtió en actor shakesperiano y figura clave de reparto para Blake Edwards, Spielberg, Roeg, Mazursky, “Terminator 2”, “Remington Steele”, “Falcon Crest” y un largo etcétera, además de numen del nuevo cine latino de aquellos lares. Es la primera vez que actúa en el cine argentino.
Algunos espectadores más memoriosos quizás recuerden aquel 2001 en el cual irrumpió, en medio de la ola del nuevo cine argentino, la Ópera Prima de Rodrigo Moscoso, “Modelo 73” que fue presentada en ese mismo año en el BAFICI. Unos cuantos años después – 18, para ser más exactos-, Moscoso vuelve detrás de las cámaras y como si fuese una elipsis perfecta, también regresa a filmar en su Salta natal y el BAFICI también le da la bienvenida a su nueva película que participó en la competencia oficial argentina, como si todo, después de casi veinte años, volviese a su lugar. En este caso “BADUR HOGAR” guarda y comparte con su película anterior, ese espíritu de pueblo, la transparencia que presentan los personajes y su particular sentido del humor, la simpleza en la presentación de la historia y fundamentalmente, ese “perfume” de regreso a casa, de volver a los orígenes, que maneja tan bien el director. En este caso, Moscoso quiso contar la historia de Juan (un rol que le calza perfecto a Javier Flores, protagonista indiscutible de la película y que según palabras del director, escribió pensando justamente en él), un hombre que en el final de sus treinta y pico y casi pisando los cuarenta, no está pasando por su mejor momento. No tiene pareja, vive con sus padres y se gana unos pesos limpiando las piletas de las casa-quintas de la zona junto con un amigo. Su refugio es el viejo negocio familiar, justamente el “BADUR HOGAR” del título, que en otro momento ha sido una importante casa de artículos para el hogar y allí convive, tras los diarios puestos en las vidrieras, con los fantasmas de un tiempo mejor, lleno de prosperidad y esplendor, en donde las cosas eran positivas y todo sonaba diferente. Esta especie de crisis existencial –por nombrarla de alguna manera aunque a ojos de los guionistas jamás logra tener un tono dramático sino que siempre aflora desde Juan, el mejor sentido del humor- se agudiza más aún cuando se encuentra con un compañero de la secundaria, supuestamente exitoso y siente la necesidad de empezar a mentir, a rearmarse una vida que no tiene en realidad. Al entrar como “colado” a una fiesta de casamiento comparte un momento junto con una porteña prototípicamente audaz como Luciana (a cargo de Bárbara Lombardo, a quien aún muchos recuerdan por su impactante debut en “Cautiva” y de participación en ciclos televisivos como “Mujeres Asesinas” “El puntero” o “Mi hermano es un clon”) y bajos los efectos de un cigarrillo de marihuana compartido, ella se hará pasar por la mujer de Juan hasta que el romance iniciado más en broma que en serio, empiece a tomar color y ambos se vean involucrados en un amor inesperado. “BADUR HOGAR” responde, básicamente, a la típica estructura de una comedia romántica –aún con algunos pequeños rasgos atípicos- y juega, por momentos a la comedia de enredos, con esos toques costumbristas que van adornando la historia. Mezclando un poco algunos estilos clásicos, por momentos parece una comedia familiar de los ochenta y por momentos se torna algo televisiva tanto en la forma de presentar a los personajes como de resolver las situaciones que plantea, pero jamás pierde el espíritu de esas comedias que se ven con una sonrisa. Como también sucedía en “Modelo 73” los personajes parecen, en cierto modo, estar atrapados por algunos lazos con su pasado. En este caso, el objetivo de Juan será, entre tantas otras cosas, poder salir de esa melancolía que lo tiene atrapado y entregarse a ese nuevo amor, aún sin proponérselo de manera consciente. Armando una especie de receta en la que no debe faltar ninguno de los ingredientes, por supuesto que “BADUR HOGAR” también tiene su momento “serio” con una línea dramática que esporádicamente aparece y desaparece en la historia. Ese pequeño problema que Juan esconde –otro de los puntos referenciales de la película es la construcción de los vínculos a partir de las mentiras y las omisiones de los personajes- y que quedará en algún momento en evidencia, porque la moraleja de que las mentiras tienen patas cortas, también se hará presente. El tono simpático con el que está contada la historia favorece a que uno como espectador pueda seguir a los personajes con esa liviandad que atraviesa todo el cuento que Moscoso pretende contar, sin ponernos demasiado exigentes a la hora de ciertas resoluciones que son bastante obvias y básicas desde el planteo del guion. Así y todo, gracias a la química y frescura de Lombardo y Flores en pantalla, “BADUR HOGAR” propone un buen momento, con un esquema clásico, sin demasiadas sorpresas y con un aire salteño que cautiva.
Badur Hogar, film ambicioso, porque no se conforma con solo pertenecer al género de la comedia romántica, de enredos, sino por el contrario, va por más, apostando a ser un melodrama, en el buen sentido, un film con una carga emotiva fuerte. Ambos desarrollos están excelentemente logrados, gracias a la dirección de Rodrigo Moscoso.  La película se desarrolla teniendo como fondo a los hermosos paisajes de la provincia de Salta. Cuenta la historia de Juan Badur, nieto de inmigrantes árabes, que vinieron a la Argentina, con una mano atrás y otra adelante. El protagonista, un joven que no sobrepasa los 35 años, junto a un amigo, “sobreviven” de limpiar piletas de natación. Al iniciar el film, anda solito por el mundo, hasta que en una fiesta de casamiento conoce a su media naranja. La dama, se va enamorando, y acá nos detendremos, porque nos estaría faltando contar la trama deotras historias secundarias, pero que hacen al film que se van dando en paralelo y que están excelentemente manejados desde el guion, pasando por la dirección y las actuaciones. No es un tema menor que ella sea una turista mientras Juan y el mejor amigo de Juan, sean oriundos de la provincia de Salta, le da un cierto encanto, invita a conocer la provincia. El trabajo del elenco es excelente. El más difícil, tal vez, sea el papel de Juan, que está impecable, porque le da vida a un personaje con sus contrasentidos, que logra emerger y poner riendas a su vida a partir de encontrar el amor. La protagonista femenina, en ese proceso de enamoramiento gradual, con cierto grado de desconfianza, es un logro la composición actoral. Y el resto de los actores, el amigo “culiao” con el que comparte sus desventuras amorosas y la limpieza de piletas y las frustraciones económicas de que le deban plata por el trabajo que hacen, son tintes que la identifican con un sello personal. Una película para enamorarse, un protagonista al cual trataremos de ponernos en su zapato, una pareja romántica, la cual nos dará placer verla crecer a lo largo del film, todo ello logrará que Badur Hogar tenga todo y al mejor precio. Calificacion 8/10
Juan Badur (Javier Flores) está estancado. A los 35, todavía no abandonó la casa familiar en Salta capital y vive de limpiar piletas con un amigo, de no tan buen pasar económico como él, que se queja porque la parte más pesada del trabajo recae siempre sobre sus hombros. La segunda película de Rodrigo Moscoso, a casi dos décadas de Modelo 73, arranca como si fuera una continuación de aquella irreverente comedia adolescente, con la búsqueda del humor en la dinámica entre amigos con personalidades muy diferentes. Pero enseguida irrumpe la porteña Luciana (Bárbara Lombardo) y revoluciona por completo la vida de Juan y la película. Badur Hogar se transforma en una comedia romántica impulsada por la personalidad explosiva de esa Luciana que parece salida de las mejores comedias clásicas de Hollywood. La diferencia de velocidades entre el quedado Juan y la impulsiva Luciana disparan las mentiras y enredos que hacen avanzar la trama. Juan encuentra en Luciana una razón para madurar y dejar de aferrarse al pasado, pero enseguida se siente atrapado en una telaraña de malos entendidos y toma una mala decisión detrás de otra, como quien termina en el camino a destino más largo y espinoso a partir del encadenamiento de supuestos atajos. Badur Hogar es una película de crecimiento que no necesita recurrir a la pérdida de la inocencia infantil para subrayar el avance del protagonista. Moscoso mantiene siempre el norte mientras pasea por distintos géneros y consigue evitar las trampas de las exageraciones. En esta Salta que parece universal nadie es unidimensional gracias al manejo del cineasta de los matices de sus personajes. Acá no hay villanos, nadie es demasiado zonzo, nada explota en el choque cultural de una porteña con un salteño y la película da cuenta de las distintas realidades sociales atravesándolas sin declamaciones ni violencia innecesaria. Juan necesita madurar a los golpes, pero a Moscoso no le interesa noquearlo ni tirarle piñas por debajo del cinturón.
Rodrigo Moscoso fue una de las revelaciones del Nuevo Cine Argentino con Modelo 73, estrenada en el Bafici 2001 y luego devenida película de culto. Regresó al cine, al festival porteño y a su Salta natal con una comedia romántica que es, a la vez, clásica y universal, pero sin perder jamás su impronta local en el uso de las locaciones y en ese particular decir norteño. Juan (Javier Flores) es un típico perdedor. A los 35 años, no deja de ser un tipo inmaduro y sin suerte laboral (limpia piscinas con un patético amigo) que sigue recurriendo a la ayuda de sus padres. Sin embargo, su situación cambia por completo cuando conoce a Luciana (Bárbara Lombardo), una atractiva e impulsiva porteña de paso por esa ciudad. Las contradicciones entre el provinciano algo tímido y esa bonaerense bastante neurótica e intensa parecen ratificar eso de que los opuestos muchas veces se atraen. La pasión inicial que sobreviene tras una fiesta de casamiento tapa unos cuantos miedos y traumas, pero las mentiras que se van inventando de manera conjunta o por separado no tardarán en aflorar y en poner a prueba la estabilidad y proyección de la pareja. Moscoso apuesta por un humor melancólico, por momentos demasiado asordinado para ser una comedia de enredos, pero de todas formas logra generar la suficiente empatía como para seguir con interés hasta el final las desventuras de estas dos atribuladas criaturas.
Una comedia romántica donde dos personajes en crisis se relacionan a partir de una serie inverosímil e intrincada de mentiras. Raro caso el de Moscoso, un gran director argentino de quien solo vimos (hace casi dos décadas) su opera prima, “Modelo ’73”. Aquí plantea una comedia romántica donde dos personajes en crisis se relacionan a partir de una serie inverosímil e intrincada de mentiras (que son muy graciosas, pero son mentiras, con lo que ello implica) con una casa de electrodomésticos como marco. Una extraña lección de comedia, de esas películas que ya no se hacen pero necesitamos que existan.
Siempre soñé con tener una vida en Salta, comer tamales y pasar mis días en una reposera contemplando los atardeceres en San Lorenzo. Ya desde La Ciénaga de Lucrecia Martel, que tengo una fascinación del sonido siestero, calmo, del norte argentino. Me gusta escuchar en el cine ese dialecto cancino, tonito que me seduce de los salteños. La salteña Badur Hogar de Rodrigo Moscoso (Modelo 73) explota lo mejor de la comedia romántica. Desde El último verano del cordobés Leandro Naranjo, que no sentía esa sensación de mariposas en la panza con una del género de la comedia argenta. Juan es un kidult que vive en casa de sus papas, tiene un trabajo inestable – limpia pileta con otro chango- y esta negado al crecimiento profesional. Sus padres, de una clase acomodada, son dueños de una casa de electrodoméstico “Badur Hogar” que es un mausoleo de artefactos noventosos, el local está cerrado, pero por nostalgia sigue intacto. Pero la vida monocorde de este cuarentón, se ve alterada por el amor de una salteña porteñizada. Juan (Javier Flores) se pega un metejón importante con la bella Luciana (Bárbara Lombardo). Los parajes hermosos de la provincia, y el cuento de “pueblo chico, infierno grande” convierten a la comedia en una screwball comedy, en donde una mentira piadosa, se transformara en un suceso de enredos graciosos. Badur hogar es romántica y tiene todos los clishes hermosos del género: un mejor amigo pata y gracioso, una lindo soundtrack, y el temblor del encuentro y desencuentro que genera ese nudo en el estomago en el espectador, que espera por ver si la parejita terminaran o no juntas
Impacto 24 Inicio Cinefilos Los estrenos de cine de la semana CINEFILOS Los estrenos de cine de la semana Por Susana Salerno - 26 mayo, 2019 99 0 «ALADDIN» (2019). Dirección: Guy Ritchie. Actores: Naomi Scott, Will Smith, Mena Massoud, Billy Magnussen, Género: Aventuras. Origen: Estados Unidos. Duración: 128 minutos. Versiones: Subtitulada / Doblada. Formato: 2D /3D / 4D. Apta para todo público con leyendas. Aladdín cuenta con Will Smith como el Genio que tiene el poder de conceder tres deseos a quien posea su lámpara mágica; Mena Massoud como Aladdín, el desafortunado pero agradable joven callejero que está enamorado de la hija del Sultán; Naomi Scott como la Princesa Jasmín, la hermosa hija del Sultán, que quiere decidir cómo llevar adelante su vida; Marwan Kenzari como Jafar, un malvado hechicero que crea un plan perverso para derrocar al Sultán y gobernar Agrabah; Navid Negahban como el Sultán, líder de Agrabah, que espera ansiosamente hallar un esposo adecuado para su hija; Nasim Pedrad como Dalia, la doncella y confidente de la Princesa Jasmín; Billy Magnussen como el Príncipe Anders, un pretendiente de Skanland y potencial esposo de la Princesa Jasmín; y Numan Acar en el rol de Hakim, la mano derecha de Jafar y líder de los guardias del palacio. Mi Opinión: Esta nueva versión nos introduce en la historia que casi todos conocemos, llena de amor y nostalgia, los recuerdos de muchos están allí, a cargo del británico Guy Ritchie (en una adaptación de Disney en la dirección y coautor del guión. Más larga que la original de 1992), en una propuesta de comedia musical con una buena elección de actores. El personaje de la princesa Jasmín lo interpreta Naomi Scott (“Power Rangers”) quien se luce muchísimo, tiene encanto y su cara angelical traspasa la pantalla, la acompaña el actor que nació en Egipto pero creció y adoptó la nacionalidad canadiense, Mena Massoud (serie de Tv Jack Ryan) como Aladdín, ingenioso y correcto; sigue siendo un momento notorio cuando juntos cantan en la alfombra voladora «un mundo ideal»; y Will Smith es el Genio de la lámpara, es estupendo, brilla con luz propia y en distintas secuencias está magnifico (canta, baila, rapea y actúa). Dentro de los personajes secundarios encontramos un pequeño y muy simpático mono llamado Abu (que ya aparece en “Piratas del Caribe del capitán Barbosa”, entre otras) y algunos otros que resultan algo esquemáticos. Como suele ocurrir con otras películas de este género toca temas relacionados con el amor de padres a hijos, de los temores, de la sobreprotección, los peligros, el rechazo social, la búsqueda de tu lugar en el mundo, de la amistad y el amor verdadero. Los rubros técnicos son majestuosos, posee grandes escenas de acción, con números musicales vistosos. Resulta una aventura musical divertida y para disfrutar en familia. Muy Buena. «JOHN WICK 3 PARABELLUM» (2019). Dirección: Chad Stahelski. Actores: Keanu Reeves, Halle Berry, Ian McShane, Género: Acción. Origen: Estados Unidos, Duración: 130 minutos. Versiones: Subtitulada / Doblada. Apta para mayores de 13 años con reservas. Si quieres paz, prepárate para la guerra. John Wick (Keanu Reeves) está huyendo por dos razones: lo persiguen por una recompensa global de 14 millones de dólares por su cabeza y por romper una regla vital del Hotel Continental. John ya debería haber sido ejecutado, excepto que el gerente del Continental, Winston, le ha dado un periodo de gracia de una hora antes de ser ex comulgado: perderá el carnet de asociado, se le prohibirá la entrada y será aislado de los otros miembros. John usa la industria de servicios para mantenerse con vida mientras lucha y mata a su manera para intentar salir ileso de la ciudad de Nueva York. Mi Opinión: La trama es sencilla, sin un guión sólido y violenta, pero con un personaje que es John Wick y que sabe captar muchísimos seguidores, como lo fue en 1988 John McClane en ese “Duro de matar” interpretado por Bruce Willis que tuvo su saga y una buena recaudación. Vuelve a la escena el actor de cine y televisión canadiense nacido en Líbano, Keanu Reeves aquí no necesita ser demasiado expresivo, pero si demuestra una gran destreza con su físico, algo salió mal, ya no cuenta con la protección de la Orden, su persona tiene precio, una recompensa de 15 millones de dólares, podemos disfrutar grandes escenas de acción, mientras el monta a caballo, otros lo persiguen en moto y una vez más debe huir de miles de asesinos. También participan otros personajes importantes para su desarrollo como: Anjelica Huston, Ian McShane, Laurence Fishburne, Halle Berry, Asia Kate Dillon, entre otros y perros muy bien entrenados. El espectador que elija esta cinta se va a encontrar con buenas coreografías de luchas cuerpo a cuerpo, disparos, peleas, persecuciones, todo bajo un ritmo frenético que nunca decae. Acompaña una banda sonora acorde al film, con buenas locaciones y algunas referencias cinematográficas (“Matrix”, “Casablanca”, entre otras), es puro entrenamiento y ya se anunció que «John Wick 4» con Keanu Reeves se estrena el 21 de mayo de 2021. Buena. «BRIGHTBURN: HIJO DE LA OSCURIDAD» (2019). Dirección: David Yarovesky, Actores: Elizabeth Banks, Jackson A. Dunn, David Denman, Género: Terror. Origen: Estados Unidos, Duración: 91 minutos. Versiones: Subtitulada / Doblada. Apta para mayores de 13 años con reservas. ¿Qué pasa si un niño de otro mundo aterrizó en la Tierra, pero en lugar de convertirse en un héroe para la humanidad, demostró ser algo mucho más siniestro? Con Brightburn, el visionario cineasta de “Guardianes de la galaxia” y “Slither” presentan una sorprendente y subversiva versión de un nuevo género radical: horror de superhéroes. Mi Opinión: La trama es bastante ambiciosa y gira en torno a un niño extraterrestre con forma humana que llega a la Tierra, en una nave como lo hizo Superman, rápidamente un matrimonio de granjeros americano Tori Breyer (Elizabeth Banks, «Los juegos del hambre», la saga) y Kyle Breyer (David Denman, «Power Rangers») lo adopta al pequeño indefenso. Este pareja que no puede tener hijos crían felices a Brandon Breyer (Jackson A. Dunn, «Avengers: Endgame») que ya tiene 12 años; vamos viendo a cada miembro de la familia en su vida cotidiana, pero el niño comienza a desarrolla poderes sobrenaturales, posee un aura siniestra y escalofriante y hasta comienzan a desarrollarse una serie de hechos macabros. Las escenas se van alternando entre el comic, la ciencia ficción y el terror, de parte de ese niño que llegó de las estrellas, un ser oscuro, maligno y que posee una mirada y actitud que dan miedo. Contiene buenos giros dramáticos, con pinceladas de humor negro e intenta darle un toque stephenkiano. Contiene un giro al final pero resulta puro entretenimiento, previsible, para espectadores poco exigentes y podría tener secuela. Buena. «BADUR HOGAR» (2019). Dirección: Rodrigo Moscoso, Actores: Bárbara Lombardo, Daniel Elías, Javier Flores, Castulo Guerra, Josefina Saravia, Género: Comedia. Origen: Argentina. Duración: 101 minutos. Apta para mayores de 13 años. Juan conoce a Luciana en el peor momento de su vida. Construyen, casi por error, una relación extraña y atípica en esta comedia dramática en la que van enredándose mentira tras mentira. Se pasan todo el verano dentro de Badur Hogar elaborando juntos una ficción que los conduce a enfrentar la realidad. Mi Opinión: La trama nos cuenta los momentos que viven Juan Badur (salteño Javier Flores) y Luciana (Bárbara Lombardo) una joven porteña, temperamental y atractiva. Ellos se encuentran circunstancialmente y se enamoran bajo el hermoso paisaje de Salta. La cinta presenta a cada uno de los personajes, Juan Badur se suele refugiar en “Badur Hogar” un negocio familiar que fue muy importante en la zona y hoy se encuentra cerrado, su vidriera se encuentra tapada con diarios viejos y llena de productos antiguos y por otra parte debe ser operado lo antes posible. Ella está visitando a su padre y en la zona suceden una serie de enredos divertidos hasta que entre ellos florece el amor. Pero Juan se encuentra circunstancialmente con su ex compañero de colegio, Martín (Daniel Elías) exitoso, casado y con una familia. La película aborda temas relacionados con la madurez, las inseguridades, los miedos, los mandatos familiares, la salud, las dificultades laborales, los sueños no cumplidos y las costumbres sirio-libaneses, entre otros hechos. Es una comedia simple con toques de nostalgia y romance, con una buena fotografía y música en la bella provincia de Salta y con actores del lugar. Ideal para espectadores románticos.
Frente a ese mantra de la autoayuda que dice que cuando estés preparadx el amor va a llegar, la realidad es que el amor irrumpe. Y puede ser que unx se encuentre en la disyuntiva de ordenar sus asuntos alrededor de eso que es nuevo y todo lo empuja, o decida que mejor es seguir como estaba. Eso le pasa a Juan Badur (Javier Frías) en Badur Hogar, la nueva comedia del director salteño Rodrigo Moscoso, que participó en la Competencia Argentina del último Bafici. Como el apellido lo indica, Juan es el heredero de una casa de electrodomésticos que fue la empresa familiar desde la generación de sus abuelos y que ahora está abandonada, intacta, como un museo donde los precios están en australes y las licuadoras y secadores de pelo son naranjas y rojos pero no son retro: son, simplemente, de otra época. El negocio, fundado por el abuelo y dirigido luego por el padre, cerró y por algún motivo –que será, por supuesto, una revelación a lo largo de la película– se mantuvo intacto, las ventanas cubiertas con papel y cada artículo a la venta en su lugar. La película está construida alrededor de este espacio que atraviesa extrañamente las épocas, y representa para Juan una herencia problemática, que lo desconcierta, pero también es el fin de un modelo de trabajo estable y para toda la vida en el que se formó la generación de nuestros padres, en una época en que la vocación y la realización personal pesaban menos que la idea de practicidad y de tener un medio para sostener a la familia. En este local fuera del tiempo, Juan prácticamente juega a la casita, se tira un colchón para pasar la noche y lleva una chica para coger, porque sigue viviendo en la casa paterna, o intercambia porro por licuadoras. El protagonista de Badur Hogar, que se conjuga perfectamente con esta empresa detenida, es el prototipo del eterno adolescente que tanto le dio a la comedia reciente: tiene 35 años, nunca se armó una vida más allá del techo familiar y se dedica a hacer changas en una Mehari con un amigo metalero. Pero la aparición de Luciana (Bárbara Lombardo), en una situación de comedia de enredos en que se hacen pasar por matrimonio en una fiesta, lo cambia todo, o por lo menos hace que la vida de Juan tal como es parezca inaceptable y deslucida y desata como consecuencia, en lugar de una maduración inmediata, una sarta de mentiras. Badur Hogar recorre el crecimiento de esa relación y muestra a Juan haciendo malabares entre la chica que le gusta, un compañero del secundario que parece feliz y exitoso, los reclamos familiares y un problema de salud que necesita ser encarado de frente, todo envuelto en una estética de comedia de los sesentas, desde al afiche hasta la música (que es una delicia), pero con corazón de comedia americana. Juan podría ser uno de esos varones que no terminan de crecer que tan bien delineó Judd Apatow, pero hay un equilibrio en el uso de las fuentes y un buen trabajo de ambientación no costumbrista, con un pie en una familia tradicional de inmigrantes sirios, que hace que la película de Rodrigo Moscoso tenga carácter propio. En 2001 Moscoso había estrenado Modelo 73, una película que fue importante en el contexto del Nuevo Cine Argentino, también ambientada en Salta. Como si en los 18 años que median entre las dos películas hubiera varias más, Badur Hogar es una película compleja construida con soltura, que filma la ciudad de Salta desde la altura como si fuera Los Ángeles pero también sabe buscar lo propio, como cuando en la primera cita de Juan y Luciana en un restaurante coqueto se cansan de esperar y terminan yendo a un carrito a comerse unos sánguches de paradxs. Y que también, y aquí reside un acierto de la película, sabe hacer jugar su historia de amor en un contexto más amplio, de diferencias entre generaciones y geografías, que no son innegociables pero hacen del romance y las elecciones individuales algo mucho más enredado que el simple voluntarismo.
BADUR HOGAR, la segunda película de Rodrigo Moscoso (luego de una larga pausa de ocho años tras su ópera prima Modelo 73) es una comedia romántica de embrollos. Y una película federal, un relato descentralizado que se sitúa al norte de nuestro país, Salta. Hemos visto hartas veces el retrato de la idiosincrasia salteña, sobre todo el de familias acomodadas. El escenario siempre muestra terratenientes y empleadas con cofia. La diferencia social en medio de idílicos paisajes. Aquí también veremos un poco de eso, desde el tamiz melan-cómico. - Publicidad - En dicho film, Juan Badur (Javier Flores) hijo cuarentón y heredero de un ex emporio electrodoméstico, vive su cotidiano en el confort más impasible. Aún convive con sus padres. Su destino incierto le permite algunos estímulos caprichosos. Es su labor de limpia piscinas junto con su gracioso humilde amigo y empedernido metalero lo que lo cruzará con un ex compañero del colegio al que le fue mejor en creces. Allí se origina una mentira, la mentira azul francia. La mentira del progreso. Sin embargo, quien realmente quebrará el stato quo en la vida de Juan será Luciana (Bárbara Lombardo) una joven porteña de carácter aguerrido que elige Salta para escapar de su anterior vida. Casi compartiendo igual condición que su flechazo, también se sumará al juego de fingir apariencias frente al tercero indeseado, poniendo en práctica una especie de ejercicio teatral desenfadado e inocente con el único fin de recrear un otro lúdico. En ese transcurrir, el amor nace genuino y se legitima en el cristalizado comercio heredado. Un espacio anquilosado en el tiempo. Decorado alegórico de lo viejo frente a lo nuevo. Lugar que pide refundarse tanto como Juan Badur. ¿Cuál es el precio que se paga por la bondad de lo que se adquiere? El amor le señala a Badur afrontar la realidad y deshacerse de la inmadurez que lo silencia de sus temores, para así darle rienda a lo que se presenta como inédito. Badur lo sabe, aunque niega su responsabilidad. Lo que empezó siendo un juego consensuado de micro ficciones, es ahora un impedimento para construir un porvenir. Una vez disipado el ruido, habrá un re-comienzo tanto para él como para ella. Un destino que se sugiere compartido. El director propone un elenco variopinto con fuerte presencia local, entre ellos Nicolás Obregón, como el secundario entrañable y Cástulo Guerra, actor salteño que desembarcó tiempo atrás en Hollywood, realizando papeles en películas de corte mainstream como Terminator y Los sospechosos de siempre. Bárbara Lombardo, la coprotagonista, como la foránea porteña que exhibe otro sonido de la misma lengua. La dupla protagonista derrama buena química y conduce los malos entendidos en medio del folclore local. Una comedia universal con tintes dramáticos y tonada salteña, pequeña y precisa, sin pretensiones innecesarias y con un personaje femenino que lejos de ornamentar, conjuga y acciona, escapando así de la configuración tradicional sobre los roles femeninos en los relatos románticos.
Si antes era un viejo Chevy usado, ahora es una tienda de negocios abandonada: no ha cambiado mucho el universo de Rodrigo Moscoso, donde sus personajes siguen sin poder hacerse cargo de ese pasado destartalado que tanto les pesa. Moscoso vuelve al Bafici casi veinte años después de Modelo ‘73, y lo hace con una película que recupera muchos de los elementos allí presentados, ampliando una ruta ya delineada, a la vez que probando nuevos caminos. Allá por el 2003 había logrado despegarse de sus congéneres al infiltrar el comentario sociopolítico propio del nuevo cine argentino surgido por esos años, dentro de una comedia asordinada a lo Rejtman, tanto en el sentido deadpan del gag como en lo enrarecido de la puesta en escena. Allí estaban esos tres adolescentes, que durante el verano que duraba el film, compraban un viejo auto que resultaba no funcionar, síntoma bastante evidente del país que les era dejado; si ellos respondían a la pregunta “¿qué andás haciendo?” con un desinteresado “nada”, en Badur Hogar la respuesta es otra: “Y, acá, con mucho laburo, yendo y viniendo”. A diferencia de Modelo ‘73, donde sus personajes se encontraban atisbando la adultez (y, con ella, cierta confirmación de una amargura por venir, como una Dazed and Confused de los 2000), en Badur Hogar, Juan (Javier Flores) se comporta de la misma manera, solo que con dos décadas más encima, lo que lo convierte en un “quedado” para su familia y amigos: estancado en su trabajo (hace changas limpiando las piletas de sus vecinos), su salud (una operación inminente en la cabeza que prefiere ignorar), inclusive su relación (tiene encuentros sexuales esporádicos con su prima): Juan no sabe bien quién quiere ser y no ayuda que el negocio que perteneció a su familia y que lleva por nombre su apellido esté cerrado hace años, venido a menos sin que nadie se haga cargo. Las referencias, entonces, pasan de Linklater a cineastas de la nueva comedia americana como Apatow, en tanto retratan hombres que no pueden terminar de adaptarse a cierto estándar que la vida adulta les impone. El tono discreto de su ópera prima se direcciona enfocándose en puntos más concretos; pasando de tener un retrato si se quiere coral (en tanto es evidente la pequeña ambición que subyace bajo la trama de Modelo ‘73: un retrato, no de unos amigos, sino de una generación) a personajes con roles muchos más definidos y establecidos: un claro protagonista, su interés amoroso, su amigo (que hace las veces de descansos cómicos), incluso un viejo compañero de la secundaria, que ha triunfado en lo que él no (casado y con éxito laboral), sirviéndole de oscuro espejo en el cual reflejarse. Cambio de eje: Moscoso hace una apuesta grande y se industrializa, virando hacia una comedia marcadamente más convencional y de género, sin por eso renunciar a establecer sus propios códigos ni a marcar una impronta local (y personal) que va más allá de la tonada de los actores o del uso de locaciones; algo que parece tener en común con el cine de Rosendo Ruiz, y particularmente con su De caravana, mezcla perfecta entre un universo autoral y un género con sus códigos establecidos. No es para nada difusa, por lo tanto, la metáfora entre la vida de Juan y el negocio familiar, y resolver el conflicto con el padre le llevará toda la película, cristalizando una reconciliación con él mismo (y con su propio pasado) que no era posible en su anterior film, donde los adultos parecían inexistentes, una presencia incorpórea (el Chevy que le daba nombre al film lograba arrancar al final: más una triste ironía que un gesto esperanzador). Como si Moscoso hubiese necesitado crecer, a la par de sus personajes, para comprender el punto de vista de sus padres y establecer un nexo entre dos generaciones que parecía perdido, de la misma manera su obra crece tanto en ambiciones como en resultados, revelando a un cineasta que abandona la juventud, pero que no deja de ser una promesa.