Aguas infestadas de tiburones. No hace mucho tiempo, específicamente durante las décadas de los 80 y 90, gran parte del espectro hollywoodense estaba dedicado a propuestas similares a Bus 657 (Heist, 2015), en esencia películas de acción muy ingenuas que prometían violencia, detalles de comedia, caras conocidas, muchas inconsistencias narrativas y una catarata de estereotipos de la más variada naturaleza. A condición de aceptar que hablamos de un enclave del entretenimiento pasatista, que en algún momento fue funcional al reaganismo para luego caer en la autoparodia consciente, podremos avanzar en el análisis del recorrido histórico del cine de acción: mientras desaparecía aquel equilibrio entre la figura encargada de la masacre y la montaña rusa visual, la experiencia se volcaba progresivamente hacia este último apartado. Así como la supremacía de los todopoderosos CGI fue expulsando a los héroes inflados de antaño (Sylvester Stallone, Arnold Schwarzenegger, Jean-Claude Van Damme y afines), la industria norteamericana implementó estrategias complementarias con vistas a facilitar el cambio de paradigma en lo que respecta a la testosterona: vació el rol protagónico vía la incorporación de una pluralidad de actores de rasgos uniformes y sin demasiado carisma, reemplazó la fanfarria de las explosiones por proezas homologables a las de los deportes extremos, y en general dejó de lado la parafernalia gore para intercambiarla con la higiene de los planos digitales y los golpes/ disparos más pulcros e inertes, sin las queridas armas blancas del pasado, las amputaciones, los rugidos o el derramamiento de fluidos corporales. En un contexto dominado por la anodina franquicia iniciada con Rápido y Furioso (The Fast and the Furious, 2001), resulta refrescante una obra de índole retro que combina el subgénero de los asaltos (su título en inglés lo hace explícito), el melodrama familiar (aquí se exculpa al protagonista de manera grosera) y aquella premisa en extremo delirante de Máxima Velocidad (Speed, 1994), de Jan de Bont (el título en castellano nos sitúa en el escenario principal de la epopeya de turno). Vaughn (Jeffrey Dean Morgan) trabaja como crupier en un casino administrado con mano dura por “El Papa” (Robert De Niro), un especialista en lavado de dinero de la mafia que atraviesa sus últimos días de vida, por lo que intenta enmendar -infructuosamente- la relación con su hija Sydney (Kate Bosworth). Vaughn, a su vez, tiene apenas unas jornadas de plazo para reunir 300.000 dólares para la operación que necesita su pequeña hija, ya que el seguro médico no cubre los costos. Por supuesto que de la nada aparece Cox (Dave Bautista), un “representante” de la seguridad del casino, con la propuesta de robar el dinero sucio de El Papa y dividirse el bello botín. Situaciones variopintas y tiroteos mediante, los ladrones terminan escapando a pie del lugar y subiendo de improviso a un ómnibus, lo que deriva en una toma de rehenes y una persecución cabeza a cabeza con las fuerzas estatales. El guión de Stephen Cyrus Sepher y Max Adams juega con agilidad a tres puntas, pasando de la angustia del interior del micro al acoso policial y a la avanzada del lugarteniente de El Papa, Derrick (Morris Chestnut). Resulta curioso que hasta las infaltables secuencias centradas en el vértigo y la adrenalina sean relativamente escasas en comparación con la amplitud de un desarrollo de personajes bastante ridículo pero eficaz; apuntalado en clichés, diálogos discretos y el buen desempeño del elenco a nivel macro (considerando el material humano involucrado y el tono inocente de la historia). Desde ya que De Niro cumple con creces como un mafioso de corazón herido y que Morgan calza perfecto en el papel de un padre “obligado” a delinquir para salvar a su hijita y a defenderse como pueda en aguas infestadas de tiburones. El director Scott Mann mantiene en todo momento un pulso terrenal que impide la intervención del artificio hollywoodense contemporáneo, regalándonos una apología sincera del sacrificio…
Pasan los años y Robert De Niro me sigue sorprendiendo a más no poder, un actor de una trayectoria extraordinaria que cambia constantemente de género entre una producción y otra, manteniendo un nivel promedio de bueno para arriba, algo que no muchos pueden hacer. Sin ir muy lejos este año trabajo en “El Becario”, una linda comedia donde se llevó todos los elogios por su papel y ahora se prepara para el estreno de "BUS 657 El escape del siglo" o "Heist" en su idioma original, una mezcla de acción, drama y thriller poniéndose en un papel protagónico de un dueño de un millonario casino, que de bueno tiene poco. Es esta última producción la que venimos a analizar en esta ocasión, próxima a estrenarse en el verano de 2016 en nuestro país. Además de Robert De Niro, en "Heist" también nos encontramos dentro del elenco principal con Dave Bautista ("WWE"), Gina Carano ("Rapido y Furioso 6"), Jeffrey Dean Morgan (Tomara el papel de Negan en "TWD") y Morris Chestnut ("Kick Ass 2"), un elenco acorde a una producción que es una mezcla entre dramatismo y adrenalina en base a la trama y el desarrollo de la misma. ¿Hasta dónde llegarías para salvar la vida de tu hijo/a? Ese es el lema de esta producción que nos cuenta como un padre (Vaughn), croupier de un importante casino flotante, necesita urgentemente una gran suma de dinero para pagar el tratamiento médico que requiere su hija, que por lo que se entiende está al borde de la vida y la muerte. Por alguna razón mágica, ya que no hay ningún indicio justificable más allá de una escena que no indica nada especifico, un empleado de seguridad del casino (Dog) le ofrece a Vaughn un trato para asaltar el casino en el que ellos trabajan, que tiene como dueño al apodado “El Papa” (Robert De Niro). El asalto no sale tal cual lo esperado y Vaughn, Dog y un tercero participe secuestran el autobús 657 para escapar del equipo de seguridad del casino con el dinero. Hasta acá llega el drama, de acá en más nos encontramos con una película con adrenalina pura, con una buena dosis de acción y suspenso, en una historia que tiene varios giros interesantes e inesperados, o por lo menos para quien escribe, que harán elevar la tensión del espectador. Veremos una producción donde todo parece simple en un principio y luego se va acomplejando más, con Vaughn que se suma a este plan pero parece no estar preparado para él y con un equipo de asalto que no termina de definir quiénes son sus enemigos, si la policía, el equipo de seguridad del casino, el público del colectivo o sus propios compañeros. En contraparte, así como decimos que la historia tiene varios giros interesantes, hay que mencionar que la misma tiene un uso abusivo del recurso de la casualidad, que tapa errores ENORMES sobre distintas cosas que pasan, pero que bueno, al no tratarse de una película que apunta a tener su fuerte en este aspecto, es un tanto perdonable, aunque queda a criterio personal del espectador. Por otro lado, las actuaciones son buenas, no son extraordinarias pero cumplen con el tipo de producción. A su vez, las escenas de acción están bastante bien logradas junto a una buena banda sonora. En Fin, de "BUS 657: El escape del siglo" cumple en entretener con una trama cambiante que desafía la imaginación del espectador junto una buena dosis, y mezcla a la vez, de acción, suspenso y drama, recomendable para subir la tensión del público en las butacas.
Cuando las cosas van de mal a peor En este tipo de películas siempre se va con un pre-concepto de que son todas iguales, de que son todas “Bolas de Fuego Empantanadas” como cuando Burt Reynolds apareció presentando su última película en Los Simpsons. El caso de Bus 657, el escape del siglo (Heist) no es muy diferente: muchos tiros, diálogos que no aportan, insultos a falta de un buen guion, lo típico de una película de acción pochoclera y de mala calidad. Termina siendo una mezcla de películas. Una rara combinación entre John Q (2002), La gran estafa (Ocean's Eleven, 2001) y Máxima velocidad (Spedd, 1994). Si hay que buscarle algo positivo al film del director Scott Mann, es que logró reunir un elenco que puede atraer, sobre todo por el incansable Robert de Niro, y se le puede halagar un final que no estaba dentro de los planes de este espectador. Más allá de eso, termina siendo obvia y aburrida. Actores: Jeffrey Dean Morgan: este actor conocido principalmente por su papel como padre de los hermanos Winchester en la serie Supernatural o por su papel en la película de héroes Watchmen (2009), tiene una performance, digamos, nivelada. Por momentos se lo ve sólido y creíble, pero al final desbarranca. No porque sea un mal actor: el guion le juega una mala pasada. Habrá que ver cómo sigue su carrera ahora que interpretará al personaje más malvado que tendrá The Walking Dead. Dave Bautista: este tipo de fracaso actoral ocurre cuando se quiere meter a un luchador de MMA frente a una cámara para hacer de tipo rudo. Al pobre Dave se le nota la falta talento y se lo ve insultando y gritando la mayor parte de sus líneas (como si eso fuese actuar). Robert de Niro: considero que Robert es lo más rescatable de la película. Su sola participación hace que el film sea algo más atrayente. Eso sí, no está para un Oscar ni nada parecido, se ve que fue al set e hizo su trabajo, hizo de malo, pegó un par de tiros y se llevó su bolsa de dinero. Bien ahí Robert, te esperamos en Joy. Ahí seguro la rompes.
Un film pasatista, que se deja ver, pero no recomendado para exigentes. El guión está construido en forma torpe y obvia poniendo todas las cartas sobre la mesa desde el comienzo. Las actuaciones de los protagonistas y el giro final logran levantar...
Todo por los hijos Todas las características de un film de acción de los 80 dicen presente en Bus 657…-2015–, film que puede dividirse en dos aspectos: el trillado atraco que sale mal y la posterior fuga y toma de rehenes en un colectivo, con la policía a paso firme y otro grupo que pretende recuperar el dinero robado y que los malhechores no se salgan con la suya. De un lado del mostrador, Vaughn –Jeffrey Dean Morgan-, un padre desesperado por no poder costear el tratamiento médico de una hija enferma. Trabaja para un mafioso, “El Papa” –Robert De Niro-, a quien pide un préstamo y ante la negativa de su jefe toma la decisión de robarle en su casino, financiado por el lavado y cuyo botín no podría ser recuperado por vías legales y mucho más aún si la policía llegara a enterarse de su origen. Del otro lado, una banda improvisada en la que el protagonista va adquiriendo un rol importante, aunque con uno de sus compañeros violentos –Dave Batista- no ha conseguido la suficiente confianza y la sospecha de traición se mantiene vigente. Una atmósfera retro sobrevuela el estilo del director Scott Mann, en primera instancia por no apelar a los recursos de la pirotecnia visual -más ligada al cine de acción actual- y en una apuesta al in crescendo dramático y de tensión que aportan la subtrama del colectivo y los rehenes. La poca profundidad en la construcción de los personajes secundarios deja en evidencia la concentración en el drama interno del protagonista y su vínculo con el entorno, atravesado por corrupción y con un jefe que parece haberse olvidado de los códigos de otros tiempos. Sin embargo, hay un elemento unificador entre ambos personajes y tiene que ver con los sacrificios personales por la familia. En el caso de El Papa, encarnado por un De Niro en piloto automático, a quien papeles como este le salen con absoluta espontaneidad, recuperar el afecto de una hija es más importante que cualquier robo per sé, mientras que para Vaughn, su antiguo croupier de confianza, la misión contempla cualquier fin para encarar la recuperación de su hija enferma y torcer la balanza para el lado de los que menos tienen. La presencia de Gina Carano como la oficial que persigue a Vaughn aporta un personaje femenino a un universo dominado por la testosterona y la adrenalina y funciona como elemento decorativo más que de peso en relación a la trama integral. Así las cosas, el entretenimiento pasatista va a estar de parabienes con este film pochoclero, el cual seguramente pase a engrosar una enorme lista de títulos por venir que llegan al cine vaya uno a saber por qué.
Bus 657 nos cuenta el atraco a un casino por parte de sus empleados, y la violenta venganza del inescrupuloso dueño de las maquinitas y ruletas. Mejor ahorrar Vaughn (Jeffrey Dean Morgan) tiene a su pequeña hija internada y necesita una operación, pero lamentablemente no tiene el efectivo para pagar la intervención quirúrgica. Luego de que su implacable jefe, Pope (Robert De Niro), le niegue un préstamo, un compañero de trabajo se acerca con una idea: robar el casino donde trabajan. Pero nada sale como esperan, y se vuelven el centro de una persecución televisada, mientras la policía y los hombres de Pope intentan detenerlos. Robo ya visto Bus 657 a primera de cuentas podría pensarse como una heist movie, ya que hay un plan y un robo. Pero no se dejen engañar; en realidad lo que predomina es la persecución tanto física como emocional que sufren los personajes. De hecho, el cambio de nombre de Heist, en su versión original, al de Bus 657 con el que la conocemos en Argentina, me parece bastante acertado. Seguramente lo más interesante que ofrece la película es la relación de tirantes que se establece en el micro al que hace referencia, entre Vaughn y Cox (Dave Bautista); el primero de ellos intenta no infringir más la ley (o al menos no agravar la situación en la que se metieron solitos), y el segundo de ellos parece tener una sed de sangre no resuelta y pretende zafarse del asunto a los tiros, matando a cualquiera que se le ponga en frente. Como suelen pasar con las últimas películas donde aparece Robert De Niro, lo veremos haciendo de una especie de secundario de lujo, con los ya nombrados Morgan y Bautista como verdaderos protagonistas del film (en el medio anda Gina Carano haciendo de una policía que se pone del lugar del ladrón); y para sorpresa de todos, entre ambos hay la suficiente buena química como para hacer llevadera la peli. Quizás el mayor merito que tiene Bus 657, es que el director Scott Mann supo entender las limitaciones del material que tenia, y no se quiso pasar de inteligente, ofreciendo una peli entretenida a medias, porque cuenta algo ya mil veces visto. Conclusión Bus 657 cumple con la función primaria del cine de entretenimientos. No hay que exigirle mucho más. Tampoco resiste un análisis muy intenso porque ahí es donde surgen preguntas como: ¿pero por que el protagonista no hizo tal cosa?. No, lo mejor es verla intentando no aburrirse y listo. Para otro día quedará la pregunta de porqué no se hizo más hincapié en el robo al que hace referencia el título original de la película.
Si se habla de películas sobre toma de rehenes en un colectivo es inevitable mencionar a la brasileña Última parada 174 (2008), basada en un suceso real en el que un adolescente secuestró durante cinco horas a los pasajeros de un bus en Río de Janeiro y que mantuvo al mismo tiempo atrapado a un país frente a la cobertura en vivo de la TV. Comparado con aquel film tan sincero y visceral, Bus 657-El escape del siglo, si bien parte de la misma premisa, es apenas mero entretenimiento con algunas groseras licencias de guión. El inoxidable Robert De Niro encarna aquí al dueño de un casino con perfil mafioso al que llaman El Pope (o El Papa, digamos). En aquel ambiente donde rige la política del garrote, donde no hay piedad con deudores y/o enemigos, trabaja como croupier Vaughn (Jeffrey Dean Morgan), que debe reunir la friolera de 300 mil dólares para operar a su hija de una delicada enfermedad. Luego de solicitar esa suma al Pope, quien no solo se la niega sino que lo amedrenta a través de sus matones, Vaughn decide mexicanear a su patrón. Junto al hombrón Cox (Dave Bautista), uno de los patovicas del casino, y un par de cómplices planearán un asalto a la bóveda del lugar, enterados de que la caja es engrosada por dinero lavado. Pero el atraco no saldrá como lo esperaban y se verán obligados a secuestrar un bus para escapar (el 657 del título). Lo que sigue es una persecución con reminiscencias a Máxima velocidad (1994). Los asaltantes reducirán sin problemas al chofer y a los pasajeros, pero la policía ya está alertada y saldrá tras ellos. Como en toda toma, habrá un negociador (la agente interpretada por Gina Carano) y un referente de los delincuentes, que será Vaughn, cuya serenidad contrastará con los nervios de sus compañeros. No se pretende desde aquí, puesto que se desconoce, enfatizar sobre lo que corresponde hacer en esas situaciones. Pero la adrenalina de Bus 657 no impide plantear juicios desde el sentido común: ¿un colectivo con rehenes puede trasladarse una enorme cantidad de kilómetros escoltado por la policía sin que esta intervenga?: en caso de que la Ley forme una barricada, ¿puede deshacerse en un santiamén por "sugerencia" de los delincuentes? ¿un policía suspendido por una negligencia puede ser reincorporado en el acto, sin la más mínima burocracia? ¿pueden el negociador y el cabecilla estar en un tete a tete como viejos conocidos? Pese a estas situaciones inverosímiles y cierta redención del personaje de De Niro que no aporta en absoluto, la película logra mantener la tensión (mérito de una buena actuación de esa cruza de Javier Bardem y George Clooney que es Morgan) y tiene como agregado una vuelta de tuerca a-la-Nueve-Reinas que suma algún punto. No es poco para una película cuyos objetivos están claros desde su primer fotograma.
El film que reúne a Robert de niro con Jeffrey Dean Morgan y Dave Bautista, bajo la dirección de Scott Mann, llega a los cines argentinos para brindar una cuota de acción y vértigo de forma concisa pero efectiva. El poco conocido director Scott Mann, con Stephen Cyrus Sepher y Max Adams en los guiones, logra para su segundo film un elenco de actores realmente numeroso e importante conformado por Robert De Niro en el papel de Francis “The Pope” Silva, Jeffrey Dean Morgan en el protagónico de Luke Vaughn, Dave Bautista, Morris Chestnut, Gina Carano, Mark-Paul Gosselaar, Lydia Hull y también el mismo Sepher. La trama inicia con Luke Vaughn (Dean Morgan) y su hija, quien está esperando un trasplante. Las facturas del hospital aumentan y esto amenaza la estadía de la niña. Vaughn trabaja como crupier en un casino-barco que está manejado por el temido y respetado Francis Silva (De Niro), quien está a punto de retirarse. Vaughn y Silva llegan a una enemistad crucial cuando el segundo se niega a darle al primero una gran suma de dinero para mantener a su hija en el hospital. A partir de ese momento, todo va cuesta abajo cuando un grupo de empleados del casino, que incluía a Luke, organiza un robo que termina en una escapada en colectivo. El atraco cuasi millonario de dinero sucio se transforma en una toma de rehenes por autopista. Todo parece un juego de lealtad entre ladrones y policías corruptos en medio de una persecución de lo más sangrienta. El papel de Dean Morgan es bien representado y, aunque podría caer en el típico golpe bajo de un padre dispuesto a todo por salvar a su hija, realmente el amplio abanico de emociones que logra es muy carismático, desde un hombre partido en dos hasta un furioso y frustrado ladrón. De Niro, por su parte, hace un menjunje de sus mejores papeles: un poco de Casino y otro poco de Goodfellas. Y aunque uno pensaría que cargaría con todos los clichés de un hombre que solo desea cuidar su dinero a cualquier costo, Silva resulta ser una especie de antítesis de Vaughn: ambos personajes resultan dos caras de la misma moneda. A los demás actores si se les puede notar los clichés: Dave Bautista, quien toma el rol de uno de los atracadores al casino, actúa de forma muy notable como un bruto ladrón sin remordimientos junto a su compañero Dante (Sepher), que juega el rol del bandido mexicano, con todos los modismos culturales. Luego están Carano y Gosselaar, quienes interpretan al policía bueno y al malo. Los actores secundarios que más destacan son Chestnut y Hull. En el apartado de la dirección se puede notar de forma muy obvia donde hubo más presupuesto. Las escenas que se dan por afuera del casino y el bus son notablemente inferiores en calidad que las mencionadas con anterioridad. Eso no quita que no sean fundamentales para la trama.
La plata por la vida Un hombre que ve como su hija va perdiendo la vida día a día. El dinero como instancia movilizadora y única salida para la situación. La imposibilidad de poder solucionarlo por sí mismo. Una oportunidad que se termina transformando en la peor elección. “Bus 657” (USA,2015) recupera el estilo narrativo de los filmes más tradicionales de acción, y que posibilitan, gracias a la recurrencia narrativa, una identificación y un goce absoluto. El hombre que se encuentra en la disyuntiva por encontrar el dinero para salvar a su hija es Luke (Jeffrey Dean Morgan) un invisible empleado de un casino que le muestra eterna lealtad al Sr. Pope (Robert De Niro), hasta que éste decide no cumplir con su pedido urgente de dinero para salvar a su pequeña. Allí la película comenzará un vertiginoso raid en el que Luke verá cómo la decisión de aceptar la propuesta de robarle a Pope termine en el secuestro de un bus en movimiento con pasajeros, el que se terminará por convertir en una trampa para él y sus secuaces. “Bus 657” cumple con su afirmación de película sin pretensiones y refuerza su propuesta cuando apela al recurso (ya visto en películas como “Máxima Velocidad”) de la adrenalina que el vehículo en movimiento genera. La correcta dirección de Scott Mann, y las logradas interpretaciones de Morgan y De Niro, más algún twist de la trama, hacen de “Bus 657” un entretenimiento logrado y efectivo. PUNTAJE: 7/10
Bus 657 es una película que fue realizada exclusivamente para el dvd y por esos milagros de la industria de la distribución en algunos países llegó a locines.Este es un dato que ya te adelanta claramente lo que te vas a encontrar en este estreno.El título original de este film, Heist, hace alusión a uno de los subgéneros más populares del cine policial donde Robert DeNiro fue protagonista de auténticas obras maestras como Fuego contra fuego y Ronin, una joya absoluta en materia de acción de John Frankenheimer.Por esa razón resulta un poco triste ver a semejante actor en una producción que parece haber sido concebida para Michael Dudikoff y Billy Drago.La verdad que es todo un misterio que figuras como DeNiro y Jeffrey Dean Morgan, artistas establecidos en Hollywood que tienen la posibilidad de elegir los proyectos en los que trabajan, terminen vinculados en una película realizada para el dvd.El director Scott Mann hizo un trabajo decente con las secuencias de acción de este film que luego se convierte en una versión clase B de Máxima velocidad.Sin embargo el film no brilla precisamente por el tratamiento del suspenso y los protagonistas brindan interpretaciones en piloto automático como si estuvieran aburridos de ser parte de este proyecto.Por consiguiente, Bus 657 es una película para ver en la televisión si buscás una historia ligera para entretenerte un rato, pero no es una propuesta por la que valga la pena pagar una entrada al cine.
Bus 657 con Robert De Niro y Jeffrey Dean Morgan, estreno de esta semana. Vaughn es empleado en el casino de The Pope (un villano mafioso encarnado por Robert De Niro) que está desesperado porque por su situación económica, su hija no podrá someterse a la intervención quirúrgica que le puede salvar la vida. Es así que decide aceptar la invitación de un empleado del casino para robar tres millones de dólares. Claro que todo sale mal y los ladrones terminan siendo fugitivos que, escapando tanto de la ley, como de la mafia que los persigue, secuestran un autobús. Y es así como este argumento dispara una especie de intento de copiar, en casi todos los aspectos a la excelente Máxima Velocidad de 1994. Los planos, la música, la estructura narrativa… todo esta aplicado como un calco, pero careciendo de los personajes carismáticos de su genial predecesora, Bus 657 queda meramente como una anécdota violenta que no termina de conquistar nunca al espectador. Aunque De Niro obviamente hace todo bien, y Jeffrey Dean Morgan en el protagónico esta correcto, los personajes secundarios, particularmente las mujeres, carecen de toda cualidad actoral, enuncian las frases una tras otra sin ningún tipo de expresión, dejando al espectador aun más alejado del drama que acontece en pantalla Los efectos especiales aunque innecesarios son correctos, y algunas sutilezas sorpresivas en el argumento funcionan muy bien, pero probablemente el mejor punto a favor que tiene la película es su corta duración, volviéndola ideal para una visión pasatista, aunque muchas veces eso redunde en saltos en el tiempo que no tienen ningún sentido y que dejan al espectador medio perdido. Bus 657, un mero entretenimiento que no está a la altura de la película que trata de homenajear o emular, pero que el público más joven puede disfrutar como una película de género sin demasiadas pretensiones artísticas.
Bus 657, el escape del siglo Es muy probable que el subtítulo (El escape del siglo) resulte bastante exagerado para este film que, en todo caso, aspiraría a ser una versión de Máxima velocidad en tiempo más pausado. Se trata, como dice el título original, de la historia de un golpe, y parece haber recopilado, con abundante atrevimiento y sin demasiado rigor, ideas y giros provenientes de unos cuantos títulos del mismo tenor. La falta de rigor deriva en situaciones que se hacen poco creíbles y más de una vez conducen al absurdo y hasta al ridículo. Sin embargo, el director Scott Mann, con su ritmo acelerado y sus rebuscados y sorpresivos cambios de dirección, más algunos actores que se toman las cosas bastante en serio, distraen lo suficiente como para que el espectador deje pasar sus fáciles trampas y mantenga la atención. En el elenco figura Robert De Niro, frecuente huésped de estos vehículos escogidos sin demasiada exigencia con tal de que proporcionen la base para un thriller clase B. No es el protagonista, pero sí el mafioso principal. Quien asume el papel central es Jeffrey Dean Morgan, en el papel de uno de sus ex lugartenientes, un delincuente con el corazón de oro que, apremiado por un drama personal (tiene una hija hospitalizada y con su vida en peligro), necesita que su ex jefe, dueño de un casino, le preste 300.000 dólares para sustentar el costosísimo tratamiento, del que no se dan mayores datos. Cabe imaginar que el capomafia, que se llama Pope y apodan claro Papa, no atenderá ese pedido, razón por la cual el sensible Vaughan, que así se llama el angustiado padre, decide pasar a la acción directa: el robo del dinero. Responde así a la propuesta de otro delincuente al que casi no conoce, pero tiene en cuenta que el dueño del casino, si bien temible, no podría recurrir a la policía ya que su dinero, lavado, proviene de su actividad clandestina. El golpe se planea en unos pocos minutos y se concreta casi igual de rápido, pero -como puede suponerse algo falla (la fuga, nada menos) y los ladrones deben huir en un ómnibus de línea, lo que por supuesto incluye rehenes, disparos, policías de toda especie y una persecución que ocupa una hora de film. Para mantener cierta tensión sin reparar en lo verosímil alcanza. Para tomarla en serio no.
La parada, por favor Personajes caricaturescos y un par de insufribles giros morales sobre la paternidad en este thriller sobre una fuga tras un robo. Quien le roba a un ladrón tiene cien años de perdón, y más todavía si lo hace por una causa justa. Vaughn (Jeffrey Dean Morgan, un that guy que actuó en Grey’s Anatomy y supo ser El comediante en Watchmen) es un croupier en bancarrota, y con una hijita enferma de cáncer que necesita un costoso tratamiento. Desesperado, el hombre recurre a su jefe, Pope, el dueño del casino (Robert De Niro) para pedirle un préstamo de apenas 300 mil dólares, y el desalmado se lo niega. Entonces, Vaughn decide tomarlo por su cuenta. Tiene un plan perfecto, pero para que haya una historia hace falta que algo falle. Esta es una de esas películas que sólo se ven con cierto placer si uno las encuentra al azar haciendo zapping y no hay ninguna alternativa mejor. Porque es una suerte de cruza berreta entre Máxima velocidad y el documental brasileño Bus 174. Como exigía un cierto despliegue de efectos especiales, se ve que hubo que ahorrar en el elenco: las actuaciones son deplorables, con Dave Bautista (el forzudo de Guardianes de la galaxia) a la cabeza. Aunque ya es casi una caricatura de sí mismo, De Niro es la excepción, haciendo otra vez de mafioso (una forma fácil y más o menos honesta de pagar las expensas). Hay que reconocer, de todos modos, que el guión tiene un par de giros que buscan sorprender y lo logran, algo bastante difícil en este tipo de películas, tan de manual. Tiene cierto gancho, y uno quiere ver cómo termina. Una gran falla, quedó dicho, son los personajes. Vaughn es tan, pero tan noble, decente y justiciero que sólo falta que se arreste a sí mismo. También hay otras maquetas, como la policía humana y comprensiva, y el delincuente demencialmente brutal (Bautista), aunque aún peor es el costado moral y los golpes bajos (ay, esa insufrible niñita internada), con una o dos lecciones sobre paternidad -el tema subyacente- que bien nos podrían haber ahorrado. Pero entonces estaríamos hablando de otra película.
Vaughn (Jeffrey Dean Morgan) es un humilde empleado en un importante casino que lucha día a día con hacer todo lo posible para que su hijita enferma de cáncer pueda seguir con el tratamiento. Pero éste es caro, se atrasa y recibe un ultimátum de que si no logra ponerse al día (y la suma es bastante grande) la van a tener que sacar de la lista de espera. Esto, claro, lo desespera, ella necesita ser el héroe de su hija y salvarla. La primera idea que tiene es la de pedirle a su jefe, con quien antes trabajó de manera más cercana pero su mundo oscuro (como su propio pasado) no terminó de agradarle y dio un paso al costado, un adelanto. Pero este jefe, apodado como El Papa, interpretado por el gran Robert De Niro, no es una persona que se deje guiar por lo sentimental y su frialdad le permite separar los negocios de lo personal. En resumen, su respuesta es no. Y además es despedido tras una discusión un poco violenta entre ambos. Pero cuando todo parece perdido, le llega una propuesta tan tentadora como peligrosa: robar una gran suma de dinero que entra cada semana en el casino, sabiendo que nunca va a ser denunciada por ser producto de lavado de dinero. El atraco deriva en un escape más torpe del esperado y terminan subiéndose a un colectivo y tomando de rehenes a sus pasajeros. Acá, la película comienza a parecerse demasiado a una “Máxima velocidad” pero sin esa onda “cool”, entretenida, que tenía la película de Jan de Bont. Al contrario, el film recae en constantes escenas trilladas y situaciones que se dan y resuelven de manera rápida y por lo tanto poco creíble. A la larga, “Bus 657” termina siendo una película de acción que intenta homenajear a ese cine de los años 80s, pero no hay grandes rasgos siquiera a nivel dirección, con una edición que deja bastante que desear. Algunas escenas pecan de parecer salidas de un telefilm. Las actuaciones también son todas bastante malas, ni siquiera Robert De Niro (que de todos modos no pudo evitar que su carrera hace unos años comenzara a estancarse) sale bien parado a excepción de sus últimos momentos en el film, donde logra redimirse un poco. A la larga este personaje también tiene una historia con su hija (Kate Bosworth, actriz que nunca logró despegar en su carrera) que necesita remendar. Trillada, con un comienzo apresurado pero aburrido, un desarrollo sin sorpresas y un final con la esperada vuelta de tuerca, dan como resultado una película de acción a la que incluso le falta más acción y suspenso y que no sirve para mucho más que pasar el rato.
Chofer, chofer, apure ese motor Hace algunos años el director independiente inglés Scott Mann nos regalaba la interesante La competencia (The tournament, 2009), una película de acción cuyo mayor atractivo era contar como protagonista a Robert Carlyle jerarquizando el reparto y a Ving Rhames sugiriendo que probablemente se tratara de otra de esas realizaciones de bajo presupuesto que el morocho grandote suele rodar mientras le toca participar de alguna de la saga de Misión: Imposible. Y más allá de todo prejuicio, La competencia -una suerte de batalla de asesinos mercenarios en una sola locación con el objeto de reducir la mano de obra- resulta ser un entretenimiento de acción y suspenso digno de ser recordado con satisfacción. Ahora y de la mano del mismo realizador llega Bus 657, un thriller con varias referencias de clásicos del género. Mucho de eso hay y hasta sobra en elementos a los cuales citar; podemos recordar a Máxima velocidad (1994) de Jan de Bont con Keanu Reeves y Sandra Bullock tratando de evitar que un autobús explote en pleno viaje, a John Q (2002), con Denzel Washington tratando de salvar la vida de su hijo tomando rehenes en un hospital, y a cualquier otra en la que un criminal empatiza con su captor/a al punto que terminan trabajando juntos para minimizar el desastre. Y eso sin contar en las que Robert De Niro hace de mafioso. Pedacitos de películas emblemáticas colocados estratégicamente en esta historia que en definitiva no queda tan mal como rompecabezas. En Bus 657 hablamos de Vaughn (Jeffrey Dean Morgan) que trabaja de croupier para Mr. Pope (De Niro), el afable e implacable dueño de un casino que es su orgullo y el imperio que pretende dar como herencia a su hija (Kate Bosworth). Cuando Vaughn -que también tiene otra hija- no puede postergar más el ocuparse de los problemas de salud de la pequeña, acude a su jefe para pedirle ayuda económica. Pope se niega de manera rotunda y sin otras alternativas, el hombre acepta la propuesta de Cox (Dave Bautista) de asaltar el casino con su banda, todos enmascarados a la tradicional usanza. Por supuesto, las cosas saldrán como nadie esperaba. Hay que reconocer que más allá de los clichés del género que el espectador avezado detecta sin esfuerzo, la película funciona, mantiene la tensión y brinda alguna que otra sorpresa. Las escenas de acción están filmadas con pericia, los duros de siempre resultan creíbles. Gina Carano se siente cómoda en ese rol de policía recia que podría llevar el mismo nombre en todas las producciones en las que lo ha interpretado (de todos modos no quisiera que intente en un drama romántico para no tener que hablar de su conocimiento de los propios límites en la composición dramática), Bautista es la misma bomba a punto de explotar en segundos de siempre y Dean Morgan, ese clon de Javier Bardem hollywoodizado, dota de la sensibilidad necesaria a este padre atormentado. Es destacable que luego del increíble héroe/villano que hiciera en Watchmen: los vigilantes, el actor siga demostrando tanta solidez sin importar el mayor o menor esfuerzo que implique el desarrollo de su personaje. Y a De Niro no hay que pedirle nada a esta altura, mucho menos que se esfuerce en profundizar sus interpretaciones, cosa que quizás sería mejor que no intente para evitar el exceso de sus muecas habituales. No obstante hay que agradecerle a este otro Mann -que por momentos parece discípulo de Michael- que se haya tomado el tiempo de dotar de cierta profundidad a los vínculos de sus personajes. Si algo separa en calidad a las producciones del género policial es la capacidad de sus realizadores para lograr que un disparo certero termine con alguien que de verdad le importe al espectador y eso se logra componiendo de la manera más detallada posible su background. Entonces tenemos padres separados con intereses comunes pero distintas formas de conseguirlos, padres e hijas con temas no resueltos entre ellos, agentes de la ley corruptos dispuestos a todo y otros apegados al reglamento pero con sensibilidad, sin dejar de mencionar a esos villanos que casi son malos porque sí y llenan la pantalla de pura bestialidad glorificada. Todo en 93 minutos, algo que los narradores devotos de las interminables historias de más de 180 debieran aprender. El collage funciona, conmueve, entusiasma y saca sonrisas. También hay algo que parece otro intento por refritar ideas que funcionaron en los 90’s, pero eso no basta para descalificar un trabajo que intenta ser digno y preciso en sus intenciones. En definitiva, quizás el Bus 657 no sea el mejor transporte que se pueda tomar: su carrocería es vieja y ha sufrido más de una modificación, sus pasajeros son los de siempre por lo que a estas alturas ya caen simpáticos, no se sabe hasta último momento si confiar en el chofer y es muy pero muy probable que no se detenga en la parada solicitada. Y sin embargo, nada puede salir mal.
Es buen cine negro y, además, tiene a De Niro Aquí hay buen cine negro, mucha acción y bastante melodrama. De Niro, que sin duda ha interpretado tipos muy malos, hace un gran esfuerzo por componer un villano aún más malo como el dueño de un casino que lava plata de la mafia. Una de las reglas de la casa es que cualquiera que intente robarlo, está muerto. Jeffrey Dean Morgan es un croupier que trabaja en el casino desde hace años y que cuando necesita una gran suma de dinero para operar a su hijita, recibe una respuesta horrible, por lo que decide aceptar la propuesta de otro empleado para robar el lugar. Las cosas salen mal y los ladrones terminan secuestrando el ómnibus del título local. Para micros secuestrados no hay con qué darle a "Speed", aquella obra maestra de superacción que le dio fama a Sandra Bullock. Esta "Bus 657" intenta darle matices más realistas y de policial de pura cepa a una premisa que, de todos modos, queda un poco chica. Igual el argumento se reserva algunas sorpresas que sacan al film del extremo minimalismo con el que en principio parece estar concebido. De todos modos, sin dudas está muy bien filmada y en sus mejores momentos ofrece una buena cuota de suspenso, por lo que los apenas más de 90 minutos de duración pasan como tiro, lo que en esta época de películas excesivamente largas es toda una cualidad. Y, por supuesto, siempre está el bonus de tenerlo a Robert De Niro interpretando a un formidable malvado.
Una sombra ya pronto serás Robert De Niro continúa su debacle artística con papeles sin vuelo en películas mediocres. Bus 657 - El escape del siglo (Heist, Estados Unidos/2015) Dirección: Scott Mann. Con Jeffrey Dean Morgan, Robert De Niro, Kate Bosworth, Dave Bautista, Mark-Paul Gosselaar, Gina Carano, D.B. Sweeney, Morris Chestnut. Guión: Stephen Cyrus Sepher y Max Adams. Música: James Edward Barker y Tim Despic. Duración: 92 minutos. Distribuidora: Distribution Company. Calificación: Sólo apta para mayores de 13 años. Salas: 41. ¿Se acuerdan de Robert De Niro? Bueno, lo cierto es que el actor de Taxi Driver, El Padrino, Toro salvaje, Cabo de miedo y tantos otros films icónicos del siglo pasado hace unos años anda perdido en proyectos de baja estofa, producciones pequeñas, generalmente independientes y con indudables aires de berretadas demodé. El último exponente de esta tendencia se llama Bus 657 - El escape del siglo. De Niro es aquí Pope, el dueño de un casino que opera como fachada para lavar dinero. Uno de sus crupieres (Jeffrey Dean Morgan, presente por partida doble en la cartelera gracias a En la mente del asesino) necesita 300.000 dólares para para pagar el tratamiento contra el cáncer de su pequeña hija, lo que lo llevará a aceptar la propuesta de un compañero de trabajo de robarle unos cuantos millones al jefe. El golpe no saldrá del todo bien (si saliera, no habría película) y la banda terminará arriba del colectivo del título tomando como rehenes a los pasajeros, todo con la idea de huir a Texas, mientras son perseguidos por la policía y un asistente. La excusa narrativa y la sucesión de acontecimientos replica el modelo de Máxima velocidad, pero sin su pulso y timing para la acción. El director Scott Mann –nada que ver con su colega Michael– enhebra las secuencias de acción con oficio, pero poco puede hacer ante un guión repleto de agujeros e inconsistencias. De Niro, volvé, te perdonamos...
La trayectoria descendente de la carrera actoral de Robert De Niro no se verá modificada, seguramente, por BUS 657, el policial de Scott Mann que lo tiene como uno de sus protagonistas, y que no está ni entre lo mejor ni entre lo peor que el actor ha hecho en los últimos años. De Niro, que parece filmar sin preocuparse demasiado por los guiones que tiene adelante, tiene un rol secundario en la película, pero su presencia es clave para que llegue a estrenarse aquí. De otro modo este discreto thriller de clase B sólo llegaría en formato hogareño. O nunca lo veríamos. Como la recientemente estrenada EN LA MENTE DEL ASESINO, esta película tiene también como protagonista –aún más que aquella– a Jeffrey Dean Morgan, un actor habitualmente sólido que la mayoría reconocerá por su llamativo parecido con Javier Bardem. Morgan encarna a Vaughn, un empleado de un casino que necesita 300 mil dólares para pagar una operación que puede salvar la vida de su hija. Pero el dueño del lugar (De Niro), un gángster de temer según se deja entrever en la escena que abre el filme, no piensa adelantarle ni prestarle ese dinero sin importar que Vaughn sea un fiel empleado de años. Es entonces que el atribulado padre decide unirse a Cox, otro empleado del local (Dave Bautista, de GUARDIANES DE LA GALAXIA) y, aprovechando sus conocimientos de los tiempos, costumbres y recovecos del casino, robarse tres millone de dólares de “dinero sucio” de la caja fuerte. El robo no sale del todo bien y es allí que aparece el bus que le da el título local a la película (en inglés es HEIST, traducible como ATRACO). En ese vehículo los ladrones terminarán fugándose con el dinero y serán sometidos a una persecución tanto de la policia como de los propios mafiosos (que podrían hasta estar conectados) que trae a la mente la mucho más sólida MAXIMA VELOCIDAD, la película de 1994 protagonizada por Keanu Reeves. En el omnibus en cuestión –con los personajes/rehenes encontrados allí– transcurrirá gran parte del resto del relato, en el que una detective de policia llamada Kris (Gina Carano) será clave, no sólo estableciendo contacto con Vaughn sino que hasta entendiendo su situación y poniéndose de su lado. Dirigida por Scott Mann (sin relación con Michael Mann), BUS 657 tiene también en común con la otra película protagonizada por Morgan su trama bastante absurda y poco plausible. Y, también como aquella, logra sostenerse como un entretenimiento menor y pasajero a partir de asumir esas imposibilidades y seguir adelante como si nada. Es como si todos los involucrados en la trama supieran que “es sólo una película” y que el realismo o la credibilidad tienen poco y nada que ver en el asunto. Más discreta y clásica en su puesta en escena que EN LA MENTE…, la película nunca logra transformarse en una experiencia kinética sólida, pero tampoco decepciona si uno pone su vara lo suficientemente baja respecto a lo que va a buscar a un cine. Años atrás, uno podía haber dicho que es una película ideal para ver un fin de semana en video. Actualmente es difícil saber cuál es el mercado para productos como éste. En realidad, sí. Hay un mercado para películas como BUS 657 como también para EN LA MENTE DEL ASESINO: es el mercado internacional, el que todavía funciona a base de nombres propios de actores veteranos de una manera que el norteamericano ya no lo hace. Si allí los que vendían la película eran Anthony Hopkins y Colin Farrell, aquí es De Niro, que repite sus tics de mafioso de muchas otras mejores películas. De a poco aparecerá en la historia cierta información sobre su personaje que servirá, por un lado, para darle a su actuación un poco más de peso dramático sobre el final, pero a la vez para llevar a la película a un territorio más cercano al melodrama familiar que no le sienta del todo bien al filme en conjunto, que se disfruta más cuando no hace falta tomárselo demasiado en serio.
Acción con buenas intenciones Bus 657 El escape del siglo (Heist, 2015) es la típica película de acción sin ninguna otra pretensión que entretener al espectador. Para eso presenta una clara historia de robo y huida, personajes estereotipados y un buen despliegue técnico para las persecuciones que le inyectan adrenalina a un relato que subestima por momentos a quién la mira. Si la aceptamos como la fantasía que pretende construir, hasta se puede pasar un rato placentero. La historia arranca con el malevo personaje que compone Robert De Niro, magnate sin escrúpulos del casino, igualito –demasiado- al inmortalizado por el mismo actor en el film dirigido por Martin Scorsese. Bus 657 El escape del siglo sigue este experimento posmoderno de estilo publicitario: recurrir al icono reconocido por el espectador y mezclarlo en un nuevo y comprensible producto. Y no será el único icono reutilizado. La cuestión comienza cuando Vaughn (Jeffrey Dean Morgan), empleado del casino hace 20 años, necesita una suma importante de dinero para operar a su pequeña hija. El dueño del lugar apodado “El Papa” (De Niro) se lo niega abduciendo que él no hace caridad. Entonces Vaughn se junta con otro empleado “en disconformidad” y hacen el mentado atraco. De Casino (1995) pasamos a La gran estafa (Ocean's Eleven, 2001) en pocos minutos. Pero sucede que algo sale mal y los ladrones deben huir en el autobús número 657. Arranca entonces Máxima velocidad (Speed, 1993). Hasta aquí tenemos una película que le roba a muchas otras pero en su mezcla balanceada se hace entretenida y llevadera. Lo que sucede a continuación será pura y exclusivamente sobre el bus. Ahí se presenta otro problema, el propio de cualquier película a contrarreloj: la verosimilitud comienza a fallar con acontecimientos que se presentan cada vez más forzados y por ende, difíciles de creer. Uno puede perdonar cualquier cosa a esta altura de la trama, sabiendo a lo que se atañe. La clásica dupla de ladrón bueno y ladrón malo, que el policía se solidarice con la noble causa del malhechor o hasta que el villano justifique su crueldad en la falta de cariño de su hija hacia él. Pero la vuelta de tuerca final -que no adelantaremos- con redención personal incluida, es tan trillada –argumental y cinematográficamente- que causa sonrisas no deseadas. Salvo por estas trivialidades de un género que nunca fue ni pretendió ser realista, Bus 657 El escape del siglo es una película efectiva de sábado de súper acción. Así se piensa a sí misma, y desde ahí hay que verla.
Robo, rehenes y De Niro de taquito En un momento del film Buenos vecinos, el líder de la fraternidad Delta Psi Beta (Zac Efron) organiza una fiesta de disfraces bautizada “De Niro’s Party”, en la cual los asistentes deben cumplir una única condición: vestirse como algún personaje de Robert De Niro. Que en esta escena aparezcan invitados caracterizados como varios de los roles más icónicos e identificables de la segunda mitad del siglo pasado (Vito Corleone, de El Padrino; Travis Bickle, de Taxi Driver; Jake La Motta, de Toro Salvaje; Max Cady, de Cabo de miedo, y Jack Byrnes, de La familia de mi novia, entre otros) marca el carácter totémico de un actor cuya trayectoria supo ser durante décadas insoslayable. Pero la cuestión cambió entrados los 2000, cuando empezó a naufragar en aguas turbias, amarrando en proyectos en su mayoría de mediocres para abajo. El regreso a los primeros planos que significó El lado luminoso de la vida –nominación al Oscar incluida– invitaba a presuponer un reencauce artístico, pero Bus 657-El escape del siglo, aun sin ser de lo peor que ha hecho en la última década, valida el hecho de que no, que De Niro quizá no esté de última, pero sí que necesita con urgencia un asesor a la hora de elegir sus trabajos.El encumbramiento y posterior descenso conforman un recorrido similar al de Al Pacino. Claro que si el protagonista de Sérpico, Scarface y Perfume de mujer lidia con esta situación virando su carrera hacia la autoparodia mediante la interpretación de personajes delineados a su imagen y semejanza (el cantante venido a menos de Directo al corazón, el actor al borde de la locura de Un nuevo despertar), De Niro lo hace embarrándose en trabajos genéricos que actúa de taquito, alternando roles secundarios con otros protagónicos, siempre repitiendo tics propios y ajenos. Y eso vuelve a mostrarlo el dueño de un casino que le toca en suerte en este desaforado thriller que transpira grasa noventosa durante hora y media.La excusa narrativa recae sobre los hombros de uno de los crupieres (Jeffrey Dean Morgan, el mismo de la muy buena y todavía en cartel En la mente del asesino), obcecado esposo y padre de una nena con leucemia que necesita 300 mil dólares para continuar con el tratamiento. La posible solución aparece cuando un agente de seguridad del casino le proponga robarle unos cuantos palos verdes al jefe. Verdes y sucios, ya que las ruletas y tragamonedas no son sino la fachada de un negocio de lavado de dinero. El golpe, obvio, no saldrá del todo bien, y la banda terminará huyendo y tomando de rehenes a los integrantes de esa variopinta fauna de estereotipos que conforma el pasaje del colectivo del título. Perseguidos por la policía y también por un asistente de Pope, ellos avanzarán rumbo a Texas sorteando barricadas, intentos de sublevación, bajas y demás imprevistos. La situación remite invariablemente a la nunca del todo valorada Máxima velocidad, pero allí donde ella apostaba a una acción continua y creciente, el realizador Scott Mann –sin parentesco conocido con su colega Michael– lo hace por los giros y contragiros de un guión acuoso y abarrotado de situaciones imposibles, sólo aptas para un espectador dispuesto a suspender la credulidad. Sólo así, quizá, también podría llegar a entenderse la presencia del viejo Robert.
Ver en pantalla al actor Robert De Niro (72) es grato, puede hacer y componer lo que quiera. Comienza de manera favorable tiene buen ritmo, fotografía y edición. El problema esta cuando el guión no resulta, donde las sorpresas no salen y todo resulta monótono.
Otra película incomprensible con Robert De Niro, otro título que pasa por una sala bajo la égida de este actor que convence misteriosamente a multitudes. Los distribuidores desconocían el recato y lanzaron la hipérbole como si la película fuera la última maravilla del género. Bajo las reglas del marketing, están en su derecho. Así, inescrupulosamente, bautizaron a una película mediocre (cuyo título original, Heist, es al menos preciso como descripción del relato, tan solo un robo a mano armada) e instauraron la promesa de una fuga digna de reclamar una época para sí. El atraco en cuestión tiene lugar a los 25 minutos; sin duda se trata de un guión expeditivo, llevado adelante con la inventiva visual y el concepto sonoro que puede esperarse de un aficionado. Las cuatro panorámicas iniciales sobre la ciudad de Mobile, Alabama, una de ellas un plano cenital sobre el bus protagónico seguido inmediatamente por un plano medio en el que se ve a una mujer embarazada esperando el transporte, constituye la forma elegida para entrar en este universo de ficción. El apresuramiento narrativo es un indicio de torpeza; introducir al público en un filme es un arte que ya pocos practican y en el que casi nadie repara. El primer tiro se oirá en segundos y, como es de esperarse, los ladrones protagónicos se subirán al vehículo. De ahí, para atrás. Es la hora del flashback para explicar quiénes son los asaltantes y cuáles sus razones, y a quién y a qué institución se ha perjudicado. Todos los personajes son temerariamente estereotipos: el mafioso y su mano derecha, la policía buena, el policía corrupto, los ladrones; ni los rehenes del transporte público se salvan. La trama, además, incluye un costado sentimental, lo que obliga a sumar otro personaje piadosamente caricaturesco: una niña que padece cáncer. Digámoslo así: si un cineasta no se distancia del estereotipo, su filme no será otra cosa que una intercambiable calcomanía en movimiento. Es de suponer que el interés de este filme pase por la presencia de un actor inmerecidamente venerado: Robert De Niro. Nuestro reconocimiento frente a sus papeles de antaño es indudable, pero de los 107 que tiene en su haber habremos de encontrar una gran mayoría muy parecidos a Pope, el violento dueño del casino que esgrime orgullosamente sus principios: frente a los negocios, cualquier atisbo sentimental debe quedar afuera. En efecto, Pope es un hombre de “principios”, y a juzgar por la carrera del talentoso actor, los principios que el personaje racionaliza parecen ser involuntariamente los del intérprete. El tercer filme de Scott Mann pasará a esa fosa común imaginaria en la que descansan las películas hechas sin convicciones. De ella solamente puede sobrevivir una intuición: Jeffrey Dean Morgan, el padre de la niña moribunda y el buen ladrón, está para hacer, alguna vez, una gran película. Como progenitor, no solamente soporta las humillaciones de un sistema médico siniestro que pone en riesgo la vida de su hija, sino que también aligera con aplomo un bodrio mecánico.
Víctima y victimario Simple y efectiva, así es “Bus 657”. Con buen pulso para un filme de acción, el director Scott Mann compuso un relato ágil que, sin ser novedoso (es otra película de toma de rehenes, y van...), tiene lo suficiente como para que los amantes del género se peguen a la pantalla y salgan de la sala satisfechos. Robert de Niro, con los tics de siempre aunque rendidor, compone a Pope, el dueño de un casino en donde sobran los negocios non sanctos. Un empleado, que ve desfilar millones todos los días en las ruletas, se topará con una situación límite. Su hija tiene un tumor maligno y la única forma de salvarle la vida es juntar el dinero para una cirugía muy costosa. Y como por las buenas no lo consigue, Vaughn (logrado rol de Jeffrey Dean Morgan) decide dar un golpe en el casino para lograr su objetivo. Aquí arranca una espiral de acción y violencia que, pese a algunos lugares comunes, acierta en breves escenas de alta emotividad, en las que Jeffrey Dean Morgan demuestra oficio. El atraco se complica más de la cuenta y la única puerta de salida para retener el tesoro es subirse al primer colectivo que pasa (el 657) y tomar a los pasajeros de rehenes. Habrá una mujer embarazada, un niño solo, una veterinaria forzada a tomar el rol de médica, uno vestido con traje de oso de promociones callejeras y hasta un violento con cuchillo en mano. Ese combo sobre cuatro ruedas será como tirar un fósforo sobre nafta cuando suben tres ladrones dispuestos a arriesgarlo todo para salvar su botín. La figura del héroe ambiguo, de víctima y victimario, será adoptada por Vaughn, un personaje a quien el director le ofrecerá un guiño redentor, que hasta puede abrir polémica. Aunque coquetee con la historia rosa, vale la pena subirse a este colectivo.
Este film es el típico caso en el que nada es lo que parece. Es una de esas historias en la que uno cree que todo es predecible y termina siendo una grata sorpresa. La trama se centra en Vaughn (Jeffrey Dean Morgan), un crupier de un casino flotante al que no le alcanza el dinero para pagar las deudas que mantiene con el hospital en el que su pequeña hija se encuentra a la espera de un transplante que le salvará la vida. Ante tal desesperación, recurre a su jefe, “El Papa” (Robert De Niro), un mafioso al borde del retiro por problemas de salud que, como era de esperarse, no sólo niega ayudarlo monetariamente sino que -además- lo despide de su trabajo. Habiendo perdido toda esperanza, Cox (Dave Bautista), su nuevo compañero, un matón encargado de la seguridad del casino, le propone robar el dinero de los jefes de la mafia local que es lavado mediante las operaciones de este lugar. Tras planear todo cuidadosamente, el robo se lleva a cabo, pero el escape se complica y se ven forzados a subir a un autobus (cuyo número es el título de esta película), tomando por rehenes al conductor (papel interpretado por D.B. Sweeney) y a todos sus ocupantes. Con un compañero herido, y otro a la fuga, Cox y Vaughn no solamente serán perseguidos por la policía, sino que también por la gente de “El Papa”. Esta road movie dirigida por el muy poco conocido Scott Mann, contiene altas dosis de acción, adrenalina y emoción que nos plantea el “¿hasta dónde estarías dispuesto a llegar para salvar a un ser querido?”. Completan el reparto, Gina Carano, Morris Chestnut, Mark-Paul Gosselaar y una muy desaprovechada Kate Bosworth que sólo participa de una escena y aún así está en el poster.