Sobre el arte de sobrevivir Si bien por supuesto a lo largo del cine hubo muchos casos de relatos corales, la verdad es que el medio tiene un fetiche desde siempre con las epopeyas individuales por la sencilla razón de que son más fáciles de estructurar a nivel narrativo. Dentro del rubro en cuestión el género más antiguo son las aventuras, una comarca cuyas dos principales vertientes, las epopeyas bélicas y la supervivencia, se fueron desmarcando la una de la otra con el transcurso de las últimas cuatro décadas: el séptimo arte versión hollywoodense se encargó de que las gestas monumentales estén cada vez más vinculadas a la fantasía adolescente y las propuestas de supervivencia queden en el reino del terror y/ o el drama minimalistas, en sintonía con films como Mar Abierto (Open Water, 2003), Enterrado (Buried, 2010), 127 Horas (127 Hours, 2010), Muerte Bajo Cero (Frozen, 2010) y 12 Feet Deep (2017); un lindo surtido de exponentes de esta tendencia a exacerbar conceptualmente los engranajes de fondo y de paso vincularlos a sociedades cada día más cínicas y paranoicas que ven en cualquier actividad más o menos cotidiana -como el turismo, por ejemplo- una gran fuente de peligros de toda índole que esperan agazapados a que el ingenuo de turno se descuide. Dentro de este panorama general los viejos y no muy queridos accidentes, las debacles diminutas y los corolarios trágicos varios de la estupidez humana, al fin y al cabo los casos más tristemente recurrentes en lo que a desgracias prosaicas se refiere, fueron apagándose de modo paulatino en el cine para dejar lugar a lo anteriormente señalado y su pomposidad de base. El Ártico (Arctic, 2018), ópera prima del brasileño Joe Penna, nos devuelve de manera gloriosa esa estructura retórica paradigmática del género símil Robinson Crusoe, la célebre novela de Daniel Defoe de 1719 que hoy regresa aunque sin aquel colonialismo nauseabundo de su época: el protagonista excluyente es H. Overgård (el genial Mads Mikkelsen), tripulante de una aeronave que se estrelló en medio de la espesura nevada y que fue transformada por el hombre en un refugio contra las duras inclemencias climáticas. Completamente solo, las rutinas del protagonista consisten en mantener despejado un gigantesco S.O.S. que supo trazar en el suelo emblanquecido, chequear sus diversos hilos de pesca, visitar la tumba que le hizo a un compañero con piedras, y dedicar horas y horas a encender una baliza de socorro con una dínamo para ser ubicado y eventualmente salvado. Un día se asoma un helicóptero por el horizonte y parece divisar al susodicho desde lo alto, no obstante se termina estrellando como consecuencia de una tormenta de nieve y así el piloto (Tintrinai Thikhasuk) fallece y su acompañante, una mujer joven (Maria Thelma Smáradóttir), resiste a duras penas con un corte profundo en su abdomen. Overgård lleva a la sobreviviente a su avión/ campamento y ayudado por un mapa de los otros accidentados comienza a planear un viaje hacia una base estacional, ya cansado de esperar un rescate que no llega y urgido por el declive en la salud de su flamante colega en el martirio helado. El periplo viene bien hasta que se topan con una formación rocosa en ascenso que no estaba en el mapa y que el protagonista no puede sortear con la camilla improvisada en la que lleva a la fémina, por lo que opta por una ruta alternativa más larga y peligrosa, incluidos el ataque de un oso polar, otra tempestad de nieve, el riesgo de congelamiento, la falta progresiva de alimentos, el desgaste físico y hasta una caída imprevista en un foso. El film es una de esas mini proezas humanistas que se sustentan más en el lenguaje corporal y la hermandad sobreentendida que en los típicos diálogos, con él hablando danés e inglés y ella islandés. Penna cuenta con la inteligencia suficiente como para saber que en estas coyunturas de aislamiento menos es más y que el suspenso en torno al “show de un solo hombre” necesita de una figura que soporte semejante peso sobre su espalda, por lo que la elección de Mikkelsen no podría haber sido mejor ya que el legendario actor de Pusher (1996), Bleeder (1999), Flickering Lights (Blinkende Lygter, 2000), Corazones Abiertos (Elsker dig for evigt, 2002), Pusher II (2004), Casino Royale (2006), Flame & Citrón (Flammen & Citronen, 2008), Valhalla Rising (2009), La Reina Infiel (En Kongelig Affære, 2012), La Cacería (Jagten, 2012) y The Salvation (2014) es un ejemplo de talento y presencia escénica de esos que ya casi no existen en la actualidad internacional. En este sentido la prácticamente muda El Ártico no sólo redondea un retrato tan majestuoso y bello como desesperado y minúsculo del arte de sobrevivir sino que además logra aprovechar todo lo que el danés tiene para ofrecer en materia interpretativa, con la cámara permanentemente combinando su rostro con el trasfondo nevado y dejando entrever lo que implica el verdadero heroísmo tracción a una perseverancia y una obstinación construidas desde la honestidad por el director y guionista, quien aquí obvia los artilugios exagerados de tantos convites hollywoodenses similares en pos de apuntalar un realismo sensato que nos obliga a acompañar las penurias cotidianas del dúo de desvalidos, cuya misión es tan primigenia y rústica que elimina cualquier otro objetivo que no sea el mantenerse con vida o morir con el menor dolor posible en este caminar errante por un desierto sin fronteras ni seguridades…
La ópera prima del director brasilero Joe Penna, tiene como protagonista al actor danés Mads Mikkelsen (“Rogue One”, “Doctor Strange”) quien interpreta a Overgård, un tripulante de avión que luego de un accidente aéreo queda varado en el desolador paisaje del ártico, sufriendo las bajas temperaturas, la falta de comida, la soledad y el acecho de depredadores temibles como lo es el oso polar, uno de los aterradores mamíferos que viven en aquel inhóspito paraje. “Arctic” (título original de la obra) comprende uno de aquellos relatos minimalistas que vimos en infinidad de oportunidades, donde el protagonista deberá sobrevivir en circunstancias adversas, hay que comprender que la temperatura en aquel lugar puede llegar a descender hasta los -70° C. En este desierto helado y hostil alejado de todo, los restos del avión le servirán de refugio, mientras que aprenderá a luchar contra las tormentas y a conseguir alimento mediante la pesca. Todo eso mientras espera que alguien lo socorra, el tema es que no sabe cuándo llegará ese día pero mientras tanto deberá estar preparado. Lo interesante de esta propuesta es que se toma su tiempo para ir desarrollando la intriga que motivará al espectador a seguir viendo. Desde el comienzo no sabemos cómo el personaje llegó allí ni quién es. A medida que transcurra el relato nos irán brindando información a cuentagotas que nos darán una mayor idea de quién es el personaje. Igualmente, no sabremos demasiado sobre el personaje al final del relato pero sí podremos ir viendo vestigios de la vieja vida del protagonista que nos harán empatizar con él. Mikkelsen hace un trabajo superlativo, ya que casi la totalidad del largometraje lo tiene a él en soledad haciéndole frente a la narración de una forma naturalista/realista. No tendremos muchos datos otorgados mediante diálogos o soliloquios del personaje sino que la película prioriza, más que nada, que se nos transmita la información de forma visual y puramente cinematográfica. Esto embellece al relato que además explota la soberbia labor de Tómas Örn Tómasson en la gélida fotografía del film y nos hace sentir aislados y abandonados al igual que el personaje principal. Quizás, la película pierda fuerza y se la sienta un poco extensa promediando el segundo acto del film pero igualmente sobre el final vuelve a tomar ritmo para brindar una conclusión acorde a las circunstancias. “El Ártico” vuelve a traer en su mejor forma a este subgénero de películas de supervivencia donde hemos visto miles de relatos asombrosos de individuos solitarios tratando de sobrevivir en distintos escenarios, como “127 Hours” (2010) o “Cast Away” (2000) a modo de ejemplos rápidos. Sin embargo, esta propuesta asombrará por su realismo y por su extrema sensibilidad, además de una interpretación impresionante de Mikkelsen.
¡Viven! El cine está plagado de historias de supervivencia. En muchas de ellas, un trágico accidente coloca a los protagonistas frente a situaciones extremas que deben enfrentar. Generalmente, a lo que hay que enfrentarse es a la propia naturaleza. Los escenarios pueden ser diversos: una selva tropical, el medio del océano, un caluroso desierto, o el frío glaciar de los polos. Este último, es el caso de El Ártico (Arctic, 2018), en el que un piloto (interpretado por ese gran actor que es el danés Mads Mikkelsen), luego de que su avión cae a tierra, debe sobrevivir en tan inhóspito territorio. A pesar de la escasez de recursos, vemos que ha podido lograr una rutina que le permite sobrevivir: se alimenta a base de pescados, se mantiene relativamente abrigado dentro de los restos de su avión y hasta incluso puede emitir todos los días una señal de auxilio mediante el uso de un transmisor. Este delicado equilibrio, se verá trastocado cuando ya no este sólo en el ártico. Si bien en muchos aspectos, Joe Penna, un popular youtuber devenido realizador, en su ópera prima recurre a muchos de los lugares comunes del subgénero del cine de supervivencia, por otro lado sorprende contando una historia sin prácticamente diálogos. Esto claramente refuerza la soledad en la que se encuentra su protagonista, pero al mismo tiempo revela una gran habilidad del director para contarnos la historia solamente a través de las imágenes, la puesta en escena y los primerísimos planos que resaltan las expresiones del rostro de Mads Mikkelsen. Sin embargo, hay algo que no funciona en la película de este novel director. El registro cuasi documental con el que decide narrar la historia, tal vez aleje al film de lo emocional. Tampoco consigue generar que el espectador empatice con los personajes, lo que termina derivando en sensación de tedio y desinterés. Hasta la banda sonora de la película, resulta lacónica e insulsa. Sam Fuller, en su famosa definición del séptimo arte, sostenía que en el cine hay “amor, aventura, acción, muerte... En definitiva, emociones”. Y eso, es precisamente lo que le falta a la película de Joe Penna: emociones.
Supervivencia helada. El Ártico es una película de supervivencia que no busca revolucionar el género ni ser demasiado original pero que posee un estilo que atrapa al espectador desde su comienzo. En este sentido los primeros planos son toda una declaración de intenciones, cuando nos encontramos con Overgård (Mads Mikkelsen) cavando duramente en la nieve, sólo para revelar que se trata de una señal de SOS gigante. La historia no puede ser más sencilla. Un hombre lucha por sobrevivir. A su alrededor, la inmensidad blanca, y los restos de un avión que le ha servido de refugio, vestigio de un accidente ya muy lejano. Con el tiempo, ha aprendido a luchar contra el frío y las tormentas, a cuidarse de los osos polares y a buscar comida. El filme supone el debut del brasileño Joe Penna. Un youtuber y músico muy conocido en su país bajo el nombre de “MysteryGuitarMan”, con videos reproducidos más de 340 millones de veces. Esta fama le ha servido de trampolín para dirigir esta coproducción entre EE.UU. e Islandia. País último en el que se ha rodado esta película. La historia cuenta con el trabajo del danés Mads Mikkelsen en uno de los mejores trabajos de su extensa filmografía. A diferencia de otros trabajos como Polar, o La cacería, aquí prácticamente no hay diálogos durante los 97 minutos de metraje. Se trata de un trabajo sobrio, donde los gestos y la expresividad son los que construyen al personaje. Un trabajo bueno que nos recuerda lo que ya tiene claro la industria cinematográfica; Mads Mikkelsen es uno de los mejores actores de la actualidad. Como indicaba al comienzo del artículo, El Ártico no busca ser original y en su historia podemos encontrar muchas reminiscencias al mejor cine de supervivencia, desde Misión: rescate, a El renacido. Los aciertos de esta película residen en una historia muy sólida, en una magnífica fotografía y sobre todo en un mundo frío y opresivo que se va haciendo más duro a cada minuto. Resulta muy interesante descubrir el día a día de este hombre y ver como vence al frío y al hambre con los pocos instrumentos que posee. La soledad, el frío y el hambre están tan presentes en la película que pueden llegar a sentirse. Como en toda película de supervivencia la historia necesita avanzar y para ello el guion se nutre de algunas sorpresas que, si bien son cuestionables, se presentan fundamentales para el correcto desarrollo de la aventura. Es de esas películas en las que todos los espectadores menos el protagonista saben que está a punto de tomar una mala decisión. Un ejemplo es la brusquedad a la hora de la introducción del personaje interpretado por Maria Thelma Smáradóttir. Un “truco de guión” que finalmente se presenta fundamental para mantener la tensión y el interés en la historia. A pesar de todo se sigue con mucho interés las aventuras y problemas del protagonista en su avance por el Ártico. Una película que además nos presenta a un nuevo director con mucho talento y que en 2020 presentará una nueva propuesta. En este caso una historia ambientada en Marte. Continúa la supervivencia.
Imaginemos una carrera entre películas. Sí, una competencia entre películas de diferentes géneros, tonos y registros, puestas a competir por la atención y empatía de los espectadores. Dentro de este escenario hipotético es posible (además de absolutamente incomprobable, claro está) que las películas de supervivencia corran con una “ventaja” respecto de sus pares, gracias a la simpleza de sus tramas. Fácilmente reducibles a “hay que ir de un punto A a un punto B”, es inusual que la motivación de sus personajes gire en torno a otra cosa que no sea sobrevivir; y, tratándose de un objetivo tan general, con el que cualquiera puede relacionarse, podríamos asumir que el proceso de identificación del espectador con los personajes probablemente sea mucho más veloz que en tramas de mayor complejidad. Sin embargo, esta economía argumental que las survival movies suelen acarrear es rara vez correspondida desde la forma. El Ártico, la ópera prima de Joe Penna, se esfuerza asiduamente en hacerlo. Y, en buena medida, lo logra. Su puntapié inicial es una breve y magistral escena en la que el debutante director establece el lugar de la acción, presenta y caracteriza al protagonista (proveyendo información sobre su personalidad e incluso sobre cómo llegó hasta aquel inhóspito paisaje) y nos explica también el porqué de su accionar. Todo esto en apenas unos pocos planos y prescindiendo de cualquier tipo de diálogo, flashback o placa explicativa. Tal vez resulte exagerada la celebración de tales decisiones, pero es un tanto inevitable, teniendo en cuenta la actual escasez de films que se animan a narrar tan sólo mediante la puesta de cámara, los movimientos del actor o la lógica del montaje. Asimismo, y a diferencia de All Is Lost —una película de similares características, pero de una inteligencia narrativa mucho menor—, El Ártico no se topa con tantas limitaciones al explorar el espacio o al hacer avanzar la narración. Por el contrario, allí donde J.C. Chandor fallaba (al colocar la cámara arbitrariamente, víctima del espacio reducido del bote de Robert Redford, o al abusar de las elipsis temporales, producto de un guión demasiado episódico), Penna parece comprender que, para efectivamente transmitir el pesar del personaje, hacer que sus trayectos sean tangibles y el frío polar palpable, no es posible tomar atajo alguno. Es decir, la narración puede ser económica desde su forma pero, si la intención es reflejar la soledad, el desgaste y la frustración de la lucha frente a las duras condiciones de la naturaleza, entonces es necesario que la cámara acompañe al protagonista en tiempo real. Es por ello, por ejemplo, que sufrimos con su derrota en la secuencia de la colina empinada: antes de verlo optar por otro camino, primero fuimos testigos de sus múltiples intentos por conquistar éste. Y sin esa construcción previa, sin el retrato de cada uno de sus traspiés, el resultado sería tan poco movilizante como cuando, en All Is Lost, el personaje de Redford decide abandonar su barco. Dicho esto, El Ártico también tiene sus fallas. Una de ellas, la considerable pérdida de potencia dramática que el relato sufre en sus instancias finales: como si le costase allanar el camino para su conclusión, hay en el tercer acto una dilatación de los tiempos que, si bien fue necesaria durante gran parte del film, aquí resulta un tanto contraproducente al ritmo y nivel de tensión que deberían anteceder al clímax. No sería descabellado suponer que esto se deba, en parte, a uno de los últimos obstáculos que el personaje enfrenta y que, pese a pretender ser el más dramático de todos (por su duración, ubicación en el relato y la detención que le significa), no termina de funcionar. En cualquier caso, uno no puede evitar llevarse la impresión de que buena parte del esfuerzo destinado a la economía narrativa del film se ve, de algún modo, diezmado por la escasa capacidad resolutiva de su guión, cuyo final —no se preocupen, no voy a spoilear nada— se siente más como un nuevo e inesperado infortunio que como el anhelado último paso que su protagonista debe dar. En términos de desarrollo argumental, puede que El Ártico no aporte nada nuevo al corpus de películas de supervivencia, pero esto de ninguna manera opaca sus muchos méritos formales. Desde el más obvio de ellos (la ausencia casi total de diálogos), pasando por la precisión de su puesta y su búsqueda constante por narrar visualmente, hasta la iluminada interpretación de Mads Mikkelsen, quien con una simple pausa en su respiración es capaz de transmitir mucho más que el mismísimo Sundance Kid con su malogrado grito de “Fuuuuuuck!” en All Is Lost. No porque el talento actoral de Redford deba ser puesto en duda, en absoluto; pero si el refrán “menos es más” le sienta tan bien a este tipo de película, por algo es.
Supervivencia bajo cero. Crítica de “El Ártico” de Joe Penna. ACCIÓN, CINE, CRITICA, ESTRENOS Un hombre varado en el Ártico está por recibir finalmente su tan aguardado rescate. Sin embargo, tras un trágico accidente pierde esta oportunidad. A partir de este hecho, debe decidir si se queda resguardado en su campamento, donde está relativamente a salvo, o si se embarca en una mortal excursión a través de lo desconocido para salvarse. Por Bruno Calabrese. Las historias de supervivencia han nutrido al cine en varias de sus formas. Circunstancias trágicas o accidentes colocan a los protagonistas en situaciones extremas, muchas veces debiendo afrontar problemas por cuestiones climáticas, algunas lesiones propias del accidente y otras contra la fauna salvaje. Enseguida se nos vienen a la memoria grandes clásicos del sub-género, como “127 horas” de Danny Boyle y “Viven!” de Frank Marshall, ambas basadas en casos reales, y la multipremiada “El Renacido” de Iñarritu, película que le dió a Leonardo Di Caprio su primer premio Óscar a mejor actor.En el caso de El Ártico (Arctic, 2018), tenemos una mezcla de todas ellas, con obvias referencias a esos clásicos, siendo inevitable no recordar esos filmes en algunas escenas puntuales. La película comienza con un piloto (Mads Mikkelsen), el que luego de que su avión caiga a tierra, debe sobrevivir en tan inhóspito territorio. Con muy pocos recursos ha logrado subsistir, con una rutina que le permite alimentarse en base a pescado crudo, resguardarse del frió dentro de la carcaza del avión. Mientras trata de emitir mensajes de auxilio sin alejarse mucho del lugar donde está asentado por riesgo de ser atacado por algún oso polar o quedarse en medio de una tormenta de nieve. Todo cambiará para el piloto cuando un helicóptero que vino a rescatarlo se precipite por una tormenta de nieve y la vida de uno de los pilotos dependa de él. “El Ártico” va directamente al conflicto. Nada sabemos sobre la causa que hizo que el avión se precipite, es por eso que estamos ante una película donde el eje central es la supervivencia. Nos introducimos en la soledad del piloto, en su tranquilidad desesperada por encontrar alguien que lo rescate. Los silencios del lugar funcionan como un elemento extra, que sorprende en un principio y puede resultar tedioso en complemento con el paisaje completamente blanco de la nieve, pero una vez que uno se mimetiza con el ambiente logra transmitir las sensaciones del protagonista ante la inmensidad del paisaje. La escasez de diálogos profundiza el desasosiego en el que está inmerso el protagonista. En su ópera prima, Joe Penna opta por los primeros planos del actor para resaltar las expresiones de su rostro, lo que le otorga dramatismo a las situaciones extremas. Esto permite el lucimiento de Mads Mikelsen en la mejor actuación de su carrera junto a “La Cacería” (Jagten), aquella joya de Thomnas Vitenberg del año 2012, por el cual recibió el premio al mejor actor en el Festival de Cannes. La situación límite a la que está expuesto el protagonista hace que cada minucioso instante del film sea un esfuerzo necesario para poder llegar vivo al siguiente segundo, siendo la misma una odisea cautivante para el espectador. Para los fanáticos de las películas de supervivencia extrema “El Ártico” cumple y con creces. Un film que se ahorra el clásico primer acto y el epílogo, que se disfruta y se sufre de manera similar. Cruel, cautivadora y sumamente entretenida, un thriller realista que no abusa de recursos que otras apuestas del género han explotado para acrecentar las emociones. Acá no hay personajes imaginarios ni viajes instrospectivos, solo él hombre luchando por sobrevivir contra las inclemencias del tiempo, la soledad y la escasez de recursos. PUNTAJE: 90/100.
Se han hecho muchos films sobre accidentes y la supervivencia después de ellos, tal el caso de “Viven”(1993) o “127 horas”(2010). Este es el caso de H. Overgard (Mads Mikkelsen) quien luego de un accidente espera su rescate y al verse frustrado decide emprender un recorrido hacia la salvación en lugar de quedarse a esperar un nuevo rescate que no llega en la seguridad de lo que queda del avión. No está solo, (no voy a contar lo poco que sucede), debe salvar a una mujer herida (María Thelma Smáradóttir) ya que sospecha que a ella le queda poco tiempo si no recibe ayuda pronto. Ya escribió SOS de manera visible, pudo pescar para alimentar a ambos, pedir auxilio a través de un transmisor e improvisar una camilla para trasladar a la joven. Pero en el gélido Artico las bajísimas temperaturas le juegan de manera desfavorable, además de un mapa que lo guía y lo enfrenta a obstáculos que no estaban en dicho mapa como un ascenso prácticamente imposible de sortear con el peso de la mujer en la camilla, además de el ataque de un oso polar cuando ve invadida su cueva. No hay demasiados datos sobre el accidente o la vida de los personajes, pero acá la historia es otra, y es justamente la de sobrevivir. La excelente fotografía de Tomás Örn Tómasson en la ópera prima del director brasileño Joe Penna sumado a la magistral actuación, casi sin dialógos, pero con miradas y gestos que dicen más que las palabras del genial Mads Mikkelsen (Ganador del Premio al Mejor Actor en Cannes por “La Cacería”, además de muchos otros trabajos que lo catalogan como un actor de los más talentosos) hacen de “El Artico” una película que vale la pena. ---> https://www.youtube.com/watch?v=u6pdq0tIytM TITULO ORIGINAL: Artic DIRECCIÓN: Joe Penna. ACTORES: Mads Mikkelsen, Maria Thelma Smáradóttir. GUION: Joe Penna, Ryan Morrison. FOTOGRAFIA: Tómas Örn Tómasson. MÚSICA: Joseph Trapanese. GENERO: Drama . ORIGEN: Estados Unidos. DURACION: 98 Minutos CALIFICACION: Apta mayores de 13 años DISTRIBUIDORA: Buena Vista FORMATOS: 2D. ESTRENO: 13 de Junio de 2019
En el Ártico, un hombre sobrevive viviendo en los restos de un avión que ha caído. No se sabe cuánto tiempo hace que está ahí, pero un descomunal mensaje de auxilio que ha logrado escribir en la tierra indica que no son pocos días. Sobrevive pescando, ha logrado esquivar los peligros y se mantiene a duras penas, pero no agoniza. No estaba solo en el accidente, alguien murió en algún momento entre la caída y el comienzo de la película. Por la forma en que le habla a la tumba que él ha hecho, también se infiere que lleva un tiempo. Esperando el rescate ocurre un evento que pondrá en crisis su sistema de supervivencia y espera. Deberá tomar una decisión que puede acelerar su salvación o lanzarlo hacia la muerte. La película se centra en la figura de su protagonista (Mads Mikkelsen) que prácticamente sin hablar sostiene la trama, ayudado sin duda por habilidad del director y la manera en la que consigue que se entienda el sufrimiento y el esfuerzo del personaje. Aunque la película se vea más rigurosa y estricta que los films de este estilo hechos en el cine más comercial, la película tampoco se convierte en una propuesta extrema al estilo Werner Herzog. Tiene varias licencias poéticas, giros de puro cine y cumple con los ingredientes más básicos del género. Logra reinventar un tipo de cine que conocemos y mantener el drama hasta el plano final.
Joe Penna nos presenta su ópera prima "El Ártico" un crudo survival dónde la naturaleza lucha contra la fragilidad de un ser humano desolado. Un punto apenas visible se mueve en medio de un infierno de nieve. Ese es Overgård (Mads Mikkelsen) varado en el Ártico esperando por recibir finalmente su tan ansiado rescate. Los restos del avión le sirven de refugio contra un hostil ambiente que no da tregua. Cuando la pesadilla parece llegar a su fin, un trágico accidente derriba sus esperanzas y lo pone en jaque. Ahora debe cuidar de alguien más cuya vida pende de un hilo y debe decidir si se quedan resguardados en el campamento, donde están relativamente a salvo, o si se embarcan en una mortal excursión a través de lo desconocido para salvar sus vidas. Un film con tinte independiente y prácticamente sin diálogos. Todo nos recuerda al paso del tiempo. Escuchamos cuentas, alarmas de un reloj y cada minuto parecen horas. Caso contrario para el espectador. El realismo y la sutileza interpretativa de Mads Mikkelsen juegan un papel determinante invitándonos desde un primer momento a sobrevivir junto con el. Pocos datos tenemos al comenzar la película acerca de nuestro protagonista, que es retratado como una imagen recortada. Lo que importa es el presente y su personalidad sólo puede deducirse a partir de sus acciones. La intriga mueve el relato sumado a los varios momentos de alta tensión en una pieza con un ritmo narrativo admirable. Mikkelsen, que no es ningún novato, sorprende poniéndose al hombro un desafío actoral para nada fácil en el que todo se sostiene gracias a él y donde no nos hace sentir eterna ninguna secuencia. Si bien ciertas resoluciones en la segunda mitad del film pueden sentirse tiradas de los pelos perdiendo un poco de esa credibilidad que la caracteriza, el final, por más abrupto que pueda resultar (más de uno se va a quedar con ganas de unos minutos más), hace justicia con la cinta. "El Ártico" no logra revolucionar el género pero nos regala una historia visualmente muy atractiva llena de lucha, determinación y amor, que logra interpelarnos, algo más que valioso para el cine y que no siempre sucede. Por Matías Villanueva
El ártico es un excelente debut cinematográfico del realizador brasileño Joe Penna, quien se destacó como uno de los you tubers más creativos durante los primeros años de esa plataforma. En el 2009 su famoso corto Guitar: impossible consiguió millones de reproducciones y le abrió la puerta en la industria de la publicidad. Su ópera prima, filmada en apenas 20 días con un presupuesto de 2 millones de dólares, se destaca entre los thrillers de supervivencia más intensos que se concibieron en el último tiempo. Con una premisa argumental muy sencilla, que prácticamente no tiene diálogos ni un desarrollo de personajes, Penna propone una experiencia inmersiva fascinante que es ideal para ser disfrutada en una pantalla de cine. Si bien el film tiene algunos puntos en común con All is lost, que abordaba una idea similar con Robert Redford, El ártico posee su propia identidad y convierte a los paisajes naturales de Islandia en un escenario que por momentos resulta aterrador. El director relega todo el peso del film en la soberbia interpretación de Mads Mikkelsen (Doctor Strange), quien construye el personaje a través de la acción y el silencio, uno de los elementos claves de esta propuesta. Con una puesta en escena que remite más al cine documental que el clásico thriller hollywoodense, la narración inserta al espectador en la desesperante situación que vive el protagonista durante 97 minutos que llegan a ser desesperantes. Penna evitó contaminar el relato con interrupciones de flashbacks y el foco de atención se concentra en los elementos visuales y las condiciones brutales que atraviesa el rol de Mikkelsen para sostener el film a través del suspenso. Dentro de la propuesta de género que plantea la labor del cineasta brasileño es muy sólida, sobre todo si se tiene en cuenta que es apenas su primera película. En lo personal creo que vale la pena darle una oportunidad. Una grata sorpresa de la cartelera que no tuvo demasiada difusión y merece ser tenida en cuenta.
Sobreviviendo Mads Mikkelsen protagoniza esta película como un hombre que queda aislado en medio de la nieve. Son casi un género en sí mismas las películas sobre supervivencia. Sus protagonistas, por lo general, solos, deben soportar el aislamiento o el desamparo, y valer de sus propios medios par no desfallecer. Recordemos Enterrado (con Ryan Reynolds), 127 horas (James Franco) o All Is Lost (Robert Redford). Convengamos que aquello de que no es bueno que el hombre esté solo, en este tipo de películas en las que de sobrevivir se trata, tiene otra interpretación. Más dura. NEWSLETTERS CLARÍN En primera fila del rock | Te acercamos historias de artistas y canciones que tenés que conocer. En primera fila del rock | Te acercamos historias de artistas y canciones que tenés que conocer. TODOS LOS JUEVES. Recibir newsletter Overgard (Mads Mikkelsen) no la pasa muy bien que digamos en casi ningún momento de El Ártico. Tripulaba una nave que se estrella allí, y está solo. Resiste las condiciones climáticas, el hambre y el ataque de un oso como puede. Pero el hombre se ha armado una rutina. No sólo para no aburrirse. Ni porque el hombre es un animal de costumbre. Hizo un SOS enorme en el suelo, esperando que algún avión pase por allí en tren de rescatarlo. Se fija que los hilos de pesca en un agujerito sin fin estén bien, para intentar alimentarse. Cada tanto se acerca a la tumba con piedras que le hizo a un compañero. Y, perseverante, trata de encender una baliza para, por si alguien pasa, lo vea. Mirá también Crítica de “Hombres de negro: Internacional”: La chica de negro Y sí. Alguien pasa, pero por una tormenta de nieve, el helicóptero se estrella. Y no es que no sólo no lo salvan sino que se debe hacer cargo, no ya del piloto, que fallece, sino de una mujer que lo acompañaba. El Ártico es una película de One man show, porque cuando Overgard decida emprender un viaje hacia algún lugar llevando a la herida a cuestas, todo le costará el doble. Y la cámara del brasileño Joe Penna (es su opera prima) descansa, es una manera de decir, en Mikkelsen. Mirá también Crítica de “Un amor imposible”: Así no hay corazón que aguante El actor que fue el malvado de Casino Royale y el querible (va en gustos) Hannibal Lecter en la serie de TV, soporta todo el peso del filme. Porque está siempre en ángulo de cámara, porque la atención siempre recae en él, y porque es un intérprete talentoso, que es capaz de hacer un mínimo gesto de dolor y causarnos esa misma sensación desde nuestra platea más cómoda.
Las historias de supervivencia contra la naturaleza suelen ser una constante en el cine. Aquí y allá pululan, desde la icónica ¡Viven! hasta All Is Lost, pasando por Náufrago con Tom Hanks o la más reciente The Revenant con Leo DiCaprio. Son pocos los elementos necesarios para llevar a cabo una hazaña del estilo, pero la combinación de los mismos debe ser precisa, como un reloj suizo. Por eso el debut cinematográfico de Joe Penna con Arctic es un proyecto más que auspicioso, ya que se vale de una historia simple que se vuelve una odisea y tiene al frente a un actor de la talla de Mads Mikkelsen que entrega una de las interpretaciones más humanas de su carrera.
Joe Penna nació en Brasil y se convirtió en uno de los youtubers más populares del planeta con el seudónimo de MysteryGuitarMan. Nada hacía pensar que debutaría con una película tan sólida, minimalista, extrema y audaz como El Ártico, que tuvo su estreno mundial en el Festival de Cannes 2018. Prácticamente sin diálogos, con un único personaje en pantalla (hay otro hombre que muere al caer su helicóptero y una joven rusa gravemente herida) y con la inmensidad nevada del invierno de Islandia como "coprotagonista", El Ártico es una sobrecogedora, angustiante y al mismo tiempo fascinante historia de supervivencia en la línea de 127 horas, de Danny Boyle, o Todo está perdido, de J.C. Chandor. El film narra la odisea de Overgård (el extraordinario Mads Mikkelsen), piloto de un avión que ha quedado varado en algún recóndito lugar del Ártico. Agua, claro, no le falta, y la pesca le permite subsistir, aunque en condiciones cada vez más infrahumanas, y con amenazas concretas como, por ejemplo, la de gigantescos osos polares. Entre la espectacularidad aterradora de las tomas panorámicas que muestran las tormentas de nieve y los planos detalle en los que cada gesto y cada decisión de Overgård adquieren una dimensión insospechada, El Ártico se convierte en un tour de force para el protagonista -que inicia una larga e incierta travesía cargando sobre un trineo a la mujer herida- y también para el espectador. La recompensa de semejante experiencia emocional es más que satisfactoria.
Un hombre solo en el paisaje helado. Su avión caído con un ala rota. Todo su ingenio para sobrevivir y pedir ayuda. Desde su pedido de auxilio que se ve en el comienzo, su manera de sobrevivir pescando de una manera ingeniosa, unido a la prolija manera de seguir teniendo proteínas, y un papel donde anota los días que dura su sobrevivencia. Aquí (Como en la película de Robert Redford “Todo está perdido”) solo vemos al hombre enfrentado a una realidad abrumadora, donde solo su ingenio, su fuerza de persistencia y sus conocimientos, le permitirán o no salir de esa situación. Casi sin diálogos, con otra sobreviviente que aparece luego de una secuencia catástrofe, la amenaza de un oso en dos se escenas, una de amenaza latente y otra de peligro cercano, y un actor del talento de Mads Mikkelsen que interpreta a la perfección esa mezcla de desamparo y confianza, dolor e incertidumbre. Nos hace sentir esa situación límite. El director brasileño Joe Penna, filma con prolijidad y precisión un libro que escribió con su editor, Ryan Morrison., en la imponente Islandia azotada por vientos y lluvias, con una superficie helada atravesada por montañas que cortan la visión blanca con su presencia imponente. Un protagonista cada vez más cerca de la desesperación pero persistente en su impulso vital, que nos sumerge en la tragedia que vive.
SOS. El Ártico es una película dirigida y guionada por Joe Penna, que se inscribe en el drama de supervivencia cuya locación es el entorno montañoso y glacial de Islandia. Mads Mikkelsen es el actor elegido como protagonista de la historia, quien realmente se luce en su papel de ingenioso y obstinado sobreviviente. Con las primeras escenas, podemos suponer que el personaje es piloto, que su avión cayó y está en ese lugar hace varios días. Sus habilidades, obligadas de profesión, hacen que desarrolle desde una rutina de envío de señales de rescate hasta un sistema de pesca, todo ello ordenado por el sonido de su reloj para, entre otras cosas, no perder la cabeza en la espera de socorro. La película parece terminar a los diez minutos de su comienzo con un helicóptero de rescate, que en plena tempestad, recibe los códigos que emite el dispositivo armado y ubicado estratégicamente por el protagonista. Pero no será así. Este giro hará que Mikkelsen agregue características de cuidado más que de heroísmo a su perfil y, principalmente, incorporará el móvil que da comienzo a la verdadera odisea. La decisión de ir hasta un refugio cruzando una cadena montañosa o permanecer en el interior del avión caído dependerá sólo de él, pero ya no sólo su vida estará a merced de tal determinación. Este film transcurre prácticamente sin diálogo, y los sonidos del viento brutal, los golpes en la nieve, las tormentas heladas que sobredimensionan el silencio en el que subsiste el personaje se convierten en elementos centrales. Impactante como hostil, las grandes tomas del paisaje blanco logran el efecto desesperante del género, pero la narrativa no deja de ser un poco aburrida. Esas pocas palabras que escuchamos —casi siempre dichas por el protagonista para sí mismo, a veces como una plegaria, otras para recordarse la voz— lo mantienen en pie a duras penas en tanto avanza la travesía. Los subtítulos traducen “it will be ok” como “no pasa nada” (parece un fallido del traductor) cuando, ciertamente, suceden cosas que el personaje no niega sino que enfrenta con un “todo va a estar bien”. No es mero optimismo, es un empuje subjetivo frente a lo imposible en ese contexto adverso y en las condiciones de su cuerpo. Lo que sí es seguro, es que no ocurre nada sorprendente, ni el sobreviviente se transforma en un Robinson bromista de su desgracia y mala suerte. Mikkelsen sí se ríe, pero con un dejo de fatal ironía frente a lo accidental, lo impredecible: es la vida de nuestra especie intentando poner orden, domesticar y dar cobijo frente a la vida de la naturaleza salvaje, imponente e indiferente.
Un hombre solo en medio de un vasto paisaje blanco escribe entre la nieve un enorme S.O.S. Es un hombre que ha aprendido a sobrevivir quedándose quieto, amoldándose al ambiente. Pero cuando aparece un helicóptero sus esperanzas de ser rescatado se ven rápidamente esfumadas cuando éste cae. De las dos personas que estaban allí, el piloto fallece y queda una joven herida. Esta mujer permanecerá casi toda la película en estado inconsciente y más allá de su evidente pasividad su presencia se convierte en algo muy importante para aquel hombre. Así, Overgård (interpretado de manera magistral por el talentoso Mads Mikkelsen, quien por la propuesta del guión no tiene otra opción que cargarse toda la película a sus hombros) se atreve a moverse de aquel lugar donde al menos está a salvo para intentar otra forma de convocar ayuda, sabiendo que no tiene respuestas seguras para determinar cuando podría será rescatado. Se percibe que está allí desde hace mucho tiempo y tiene una marcada rutina. Con la presencia de esta mujer que ni siquiera puede hablarle, él se anima a moverse, cargándola a ella, y adentrarse a un terreno menos conocido y más hostil. “El ártico” es un film que cuenta con un guion sólido y potente sin necesidad de muchos diálogos. A esto lo acompaña una fotografía capaz de transmitir no sólo la vastedad del lugar (donde entre tanto blanco sólo se percibe el color de la presencia de estas dos personas) sino la soledad de su protagonista, y un buen manejo del sonido (con sus silencios y vientos fuertes). Y, claro, Mads Mikkelsen, un actor que ha sabido consagrarse como uno de los rostros más interesantes del cine (aunque también de la televisión, donde sorprendió a todos interpretando ni más ni menos que a Hannibal Lecter en la notable serie de Brian Fuller), acá con un personaje del cual no sabremos demasiado sobre su historia y tampoco es necesario: es un hombre y como todos tiene el instinto de la supervivencia, después vaya uno a saber qué vida le espera allí afuera si logra ser rescatado, lo que importa es el ahora. Estos son los componentes principales de la ópera prima de Joe Penna, quien logra articular una historia minimalista y magnificarla, con guion escrito junto a Ryan Morrison. También el film se permite algún momento de espectacularidad y así hay una escena protagonizada por un temible oso polar, una escena que rememora de manera inevitable a “El renacido” de Iñárritu pero acá está planteada de un modo más sutil. O alguna escena que nos hará pensar en “127 horas”. En realidad, hay muchas películas sobre supervivencia en las cuales podemos pensar, pero “El ártico” logra diferenciarse a base de la simple regla de que menos es más. Es un film en el que cada detalle, por menor que sea, puede cobrar importancia para un personaje que no parece tener mucho a lo que aferrarse. “El ártico” es un film puramente sobre la supervivencia. Una historia que no necesita ahondar en el pasado de los personajes para comprender la situación en la que se encuentran y su instinto por sobrevivir. Y Mads Mikkelsen, casi sin palabras pero con una gran expresividad logra transmitir los momentos de desesperación, determinación y ternura por los que transita su personaje. Aunque el film en algún momento se torne algo monótono o presente situaciones que una tras otra nos hagan cuestionar la credibilidad, estamos ante una película bien contada y entretenida que no aportará mucho al subgénero pero consigue además una buena atmósfera y momentos de tensión.
Hablar de esta ópera prima del director brasileño Joe Penna es hablar de lo imponente. Lo imponente en cuanto al paisaje; lo imponente en cuanto al espíritu humano. En primer lugar, la enorme planicie del ártico es sobrecogedora, una barrera —sin barreras— que desalienta a cualquiera que quiera adentrarse en ese territorio de decenas de grados bajo cero, vientos que hielan hasta la respiración y escasas probabilidades de encontrar alimento. Por el otro, la única manera de cruzar ese infierno helado es a través de una determinación a prueba de todo, y todo se refiere al dolor, al cansancio, a la debilidad, al agotamiento físico y psicológico. Para eso se necesita, como dije al principio, poseer un espíritu imponente, tanto o más grande que el territorio ártico en el que se encuentra; y el ser humano lo tiene, o por lo menos, esta historia lo muestra como una posibilidad cierta. - Publicidad - La historia es una de las tantas que tiene como eje la supervivencia en un medio hostil. Ya desde el vamos, el prototipo por excelencia es el de Robinson Crusoe de Daniel Dafoe. Este náufrago que pasa 28 años en una isla, cerca de las costas de Sudamérica, ya se encuentra en el imaginario colectivo como el ser solitario y alejado de la civilización que logra sobrevivir a causa de su ingenio. En el film El Ártico (2018), Overgard (Mads Mikkelssen) es el sobreviviente de un accidente aéreo que logra refugiarse dentro de la nave destrozada, que se alimenta de peces que saca de un hoyo en el hielo, que pasa sus días enviando señales de auxilio por medio de una radio y que escarba en el suelo pedregoso —una vez sacado el hielo que la cubre— un enorme SOS que constantemente se borra con las continuas nevadas. Esta parece ser la rutina de este personaje del que no sabemos mucho. Solo su nombre que adivinamos por la etiqueta que tiene en su campera, que perdió a su compañero de vuelo —una de sus rutinas es acudir todos los días a un promontorio hecho con rocas apiladas para sacarle la nieve— que se encuentra presumiblemente enterrado, y que, suponemos por algunos indicios, lleva ya un largo período de tiempo en ese lugar. No hay más, y este es un acierto del director: mostrar lo mínimo indispensable para que las pequeñas señales que van apareciendo en el film sean motivos suficientes para ir reconstruyendo lo sucedido y, también, lo que podría suceder —la visión de una planta con flores en medio de la nieve es una señal —poética si se quiere— de que la decisión que acaba de tomar Overgard, promediando el film, es la incorrecta. ¿Por qué?, porque el mensaje a tener en cuenta es: la vida puede resurgir de la manera más inesperada, aún con todas las variables en contra. Pero claro, esto solo puede entenderse viendo cómo se desarrolla la historia. Podemos dividir la película en cuatro grandes segmentos. La primera parte es la vida de este sobreviviente en una soledad apabullante, una vida casi resignada a permanecer en esos páramos alejado de todo contacto con la civilización. La segunda es ya con la compañía de una mujer (María Thelma Smáradóttir); una mujer que acompañaba al piloto de un helicóptero que se estrella cuando están a punto de rescatarlo. El piloto muere y su esposa sobrevive pero malherida. La tercera es la decisión de Overgard de emprender el camino, antes visto como una imposibilidad, para salvarla y salvarse. La última —y la más desgarradora a nivel emocional— es la de salvarla a ella a toda costa, sin importarle nada, ni siquiera su propia vida. Un digno exponente de las travesías de la mitología griega. Una manera casi mística de demostrar la cualidad del espíritu humano, en este caso, producto y consecuencia de lo terrible que le resultó a Overgard darse cuenta de que estuvo a punto de abandonar a su compañera de infortunio. No por desconsiderado o por abrazar el cuestionable “sálvese quien pueda”, sino por un error de diagnóstico que lo enfrentó luego a su propio Vía Crucis. “Humano más que Humano”, diría Nietzsche, y el filósofo alemán no estaría más de acuerdo con la grandiosidad desplegada por este nuevo salvador de la Humanidad representado por esta mujer islandesa que apareció para sacarlo de su “zona de confort”, no a través de la oración, sino a través de actos heroicos y casi imposibles de realizar. Cabe destacar que la película tiene los momentos más sublimes en lo pequeño, en lo ordinario, en lo ínfimo. Y estos detalles, dentro de la majestuosidad del ambiente en que se encuentran, son magnificados por contraste. El descubrimiento de un simple encendedor, comer una sopa caliente, la contemplación —antes apuntada— de unas flores entre el hielo, o escuchar la palabra Hola en su mismo idioma, se vuelven significantes únicos y gloriosos. El director Penna —músico, youtuber y animador—, tuvo la inteligencia de convocar al actor danés Mikkelssen, un virtuoso de lo gestual. La película no tiene diálogos, carece casi por completo de palabras —muy similar a esa otra gran película interpretada por Robert Redford llamada All Is Lost (2014) de J. C. Chandor que narraba la historia de un náufrago en pleno Océano Índico y que también carecía de palabras— y es entonces que se centra en el rostro y la presencia de Mikkelssen, conocido por haber interpretado a Hannibal Lecter en la serie televisiva Hannibal, al villano en Casino Royale de la serie cinematográfica de James Bond y que obtuvo el Premio al Mejor actor en el Festival de Cannes por Jagten (2012), entre otros tantos premios internacionales. Un actor que interpreta con sus miradas, con sus lágrimas, con su dolor, el gran despliegue que necesita el Overgard de la ficción para que se apodere de nuestras emociones y nos haga quebrar cuando él se quiebra. El Ártico es una película majestuosa, pero no solo por el paisaje y la increíble fotografía de Tómas Orn Tómasson que nos envuelve con un manto blanco y frío durante sus 97 minutos de duración, sino por hacernos dar cuenta de la increíble versatilidad que posee el ser humano. Así como es capaz de provocar los crímenes más atroces de la historia, también es capaz de redimirse con actos tan absolutos y piadosos como el que lleva a cabo Overgard, un símil héroe griego que libra una verdadera odisea en busca de su propia salvación espiritual.
El héroe solitario contra la naturaleza Historia de supervivencia, logra expresar tensión entre la hostilidad del entorno y la voluntad en acción del protagonista. El Artico es la ópera prima del brasileño Joe Penna y, según dicen, recibió una ovación de diez minutos tras su estreno en la edición 2018 del Festival de Cannes, donde a veces es preferible ser abucheado. El ahora director se hizo conocido publicando videos ingeniosos en su propio canal de YouTube, que tiene casi tres millones de seguidores. En otras palabras: un youtuber. Fue ahí donde comenzó a incursionar en el cine en sociedad con el guionista Ryan Morrison. Juntos realizaron una serie de cortos que se mueven entre el suspenso, el policial y la ciencia ficción en los que, como en sus videos, el ingenio se manifiesta en un montaje efectista y giros de guión estilo Shyamalan. El Artico conserva algo de eso, aunque se trata de un film de aventuras que se apoya en la fórmula del héroe solitario que debe vencer a la naturaleza. Pero no por convicción, sino por pura mala suerte. Se trata de una historia de supervivencia que ha tenido numerosas encarnaciones cinematográficas. Un hombre se estrella con su avión en medio de la nada y debe sobrevivir por su cuenta a la espera de que llegue ayuda. El desierto albino del Ártico es esa nada, un encierro a cielo abierto del que Overgard, el protagonista, no puede escapar. Penna resume bien la situación desde la puesta en escena. Elocuentes panorámicas en las que Overgard es apenas un puñadito de pixeles oscuros sobre un blanco absoluto, confirman que este tiene más posibilidades de sobrevivir si se sienta a esperar que saliendo a caminar en busca de su salvación. Aunque algunos de esos planos son de una gran belleza, el brasileño nunca se regodea en el mero paisajismo, sino que siempre consigue que en ellos se exprese la tensión entre la hostilidad del entorno y la voluntad en acción de Overgard. Que el papel lo ocupe el danés Mads Mikkelsen le da al personaje una vida extra. No solo porque se trata de un actor capaz de expresar mucho sin ceder a la tentación de lo ampuloso, sino porque esa aspereza expresiva también funciona como garantía. Overgard podrá salvarse o morir en el intento, pero si de algo puede estar seguro el espectador es de que nadie con la cara de Mikkelsen fracasará por haberse rendido. Mikkelsen no tiene la simpatía de Matt Damon en Misión rescate, ni el carisma que Tom Hanks no perdió ni siquiera en Náufrago. No es tan cool como James Franco, el único actor de 127 horas, ni tan lindo como Leo Di Caprio, que también se enfrentó al hielo (y a un oso) en El renacido. Porque Mikkelsen es un duro, un cowboy de los de antes batiéndose a duelo contra la naturaleza misma y disputándose la vida de una mujer (quienes vayan al cine se enterarán de dónde sale ella). Es cierto que el guión exagera haciendo que a Overgard le pase lo mismo que a Damon, Hanks, Franco y Di Caprio, todo junto y una atrás de la otra. Pero a Mikkelsen le da la cara para hacer que el espectador se lo crea y la espalda para sostener la película completa, haya o no haya final feliz. Quién sabe.
El músico/youtuber brasileño Joe Penna se lanza a la dirección de cine con El Ártico, una película de supervivencia protagonizada por el magnífico Mads Mikkelsen. Desde clásicos como Náufrago (Robert Zemeckis), hasta historias atrapantes como 127 horas (Danny Boyle), pasando por títulos meramente olvidables como Un día para sobrevivir (Joe Carnahan) y Más allá de la montaña (Hany Abu-Assad), Hollywood ha dedicado decenas de historias en las que vemos a una persona (o en ocasiones a un grupo) tratando de sobrevivir a las situaciones más extremas. El Ártico, ópera primera de Joe Penna, no es la excepción a esta regla. El tripulante de una avioneta (interpretado por Mads Mikkelsen) se encuentra varado en medio de un lugar recóndito del Ártico. Con un clima hostil, el hombre (avanzado el film descubriremos que se llama Overgård) pasa sus días despejando un gigantesco S.O.S que trazó en el piso, revisando cañas caseras que colocó con el objetivo de pescar algún pez y manipulando la caja negra de la avioneta para ver si el destino está a su favor y logra enviar una señal para así ser rescatado. Un día las cosas parecen ponerse de su lado: un helicóptero se hace presente con intención de rescatarlo. Pero, como era de esperar (sobre todo si tenemos en cuenta que recién está comenzando la trama), las cosas no salen a su favor y el helicóptero termina estrellándose. El piloto fallece al instante y la acompañante resulta muy mal herida. Ahora, Overgård no sólo deberá preocuparse por mantenerse con vida, sino que también se hará cargo de la joven que cuenta con una profunda herida en el abdomen. El Ártico no cuenta con diálogos y/o profundidad de personajes. El espectador no sabe nada sobre el protagonista -alguna que otra cosa simplemente se puede deducir por sentido común, pero nada más-. La trama apoya todo su peso en Mikkelsen y en el aspecto visual (el Ártico en sí parece ser el villano de esta película). Es ahí donde Joe Penna se aleja de la mayoría de las historias que ya vimos de esta temática, y presenta una película de supervivencia propiamente dicha. Pese a que la trama logra sostenerse en parte a los climas que van predominando a lo largo de la historia, la realidad es que Mads Mikkelsen es quien se pone la película al hombro. Con poco diálogo a su favor, todo cae, pura y exclusivamente, en su actuación. El danés logra transmitir todo tipo de sensaciones/emociones simplemente con una mirada. Esto cobra más peso si tenemos en cuenta que no se nos ofrece ni un mínimo detalle sobre el protagonista, más allá de especulaciones que uno puede realizar como espectador. El Ártico presenta una trama vista decenas de veces a lo largo de la historia hollywoodense. Aun así, Joe Penna logra darle una vuelta de tuerca a la historia. Con un clima hostil (tanto en un sentido físico como metafórico), la película logra mantener al espectador en vilo en (casi) todo momento. Mención aparte para la interpretación de Mads Mikkelsen.
Un Danés contra la naturaleza. Quién sabe hace cuánto que el avión de Overgård se estrelló en el ártico; todo parece indicar que no fue hace poco, porque ya tiene armada una rutina dedicada a garantizar su supervivencia hasta que alguien venga a rescatarlo. Refugiado en los restos de la avioneta, tiene acceso a agua y comida como para mantenerse indefinidamente, volviendo preferible esperar en vez de aventurarse a buscar ayuda y perderse en el camino. Un helicóptero llega y Overgård se desespera haciendo señales. Confirmando que es mejor no subirse a cualquier cosa que vuele, el clima lo derriba. Entre los restos del aparato estrellado encuentra el cadáver del piloto y a una tripulante gravemente herida, a quien se dedica a cuidar durante algunos días. Con un mapa que saca del helicóptero identifica la ubicación de la base más cercana, a varios días de distancia caminando. Ella no puede caminar y tampoco puede dejarla sola, por lo que prefiere quedarse convencido de que alguien vendrá a buscarla. Sus heridas no mejoran con el tiempo y pronto le queda claro que solo puede sobrevivir con atención médica real, entonces se prepara para la riesgosa travesía que deberá enfrentar cargándola hasta donde puedan atenderla. Rambo en el hielo Con su protagonista atrapado en soledad y una compañera que pasa la mayor parte del tiempo inconsciente,El Ártico lógicamente tiene muy pocas líneas de diálogo y todo lo que cuenta lo hace con las acciones de su personaje, del que no sabemos casi nada. No sabemos quién es ni qué hace allí, pero es evidente que no es una persona cualquiera puesta en una situación extrema. Overgård parece muy seguro de lo que hace, no improvisa buscando formas de sostenerse como haría cualquier náufrago de cine. Ese punto ya pasó, está establecido y su supervivencia no debería correr riesgo salvo que suceda algún imprevisto, como el que ocurre para poner en movimiento a la trama. Esto es todo lo que se puede esperar de El Ártico, donde la construcción de un clima está por encima del contar una historia o desarrollar personajes. Todas las acciones de su protagonista son medidas, lógicas y calculadas, hasta cuando lo sorprende algún peligro. Su único rasgo importante es la determinación, se propone una meta y la lleva adelante cumpliendo con su rutina metódica, sin gran parafernalia ni las escenas de acción irreal que suelen poblar esta clase de películas de supervivencia. Y por algo lo hacen; es muy difícil sostener el interés con un único personaje al que no le sucede casi nada, o que debe sentirse en peligro real pues al no conocerlo no nos llega a preocupar demasiado.
Con nada –una locación perfectamente utilizada, un actor extraordinario que no se pasa de histriónico, planos elegidos con absoluta precisión– el artista de YouTube brasileño Joe Penna aprende de John Carpenter cómo generar suspenso y mantener en vilo al espectador con un relato de supervivencia más allá de las contrariedades. Mads Mikkelsen se carga al hombro una película que, si viviéramos en un mundo más justo, sería de lo más importante de la temporada.
Estamos acostumbrados a ver películas que tengan un argumento con diálogos a lo que está estaría catalogada como ciencia ficción, thrller, entre otros. El ártico nos trae un subgénero que para muchos no es una novedad, la supervivencia. A pesar de no tener muchos recursos,un piloto (Mads Mikkelsen) que debe sobrevivir luego de que su avión cayera a tierra, se las ingenia para sobrevivir alimentándose a base de pescados, manteniéndose abrigado dentro de los restos de su avión y hasta puede emitir todos los días una señal de auxilio mediante el uso de un transmisor. Sí bien el director de este film, Joe Penna ha recurrido a muchos de los lugares comunes del subgénero de supervivencia, sorprende contando una historia sin prácticamente diálogos, aunque este punto puede ser una fortaleza para su director ya que la soledad en la que se encuentra su protagonista es totalmente realista. Penna demuestra que puede contar historias de supervivencia pero quién realmente se destaca es la actuación Mads Mikkelsen ya que logra llenar la pantalla con su presencia. Sin embargo, hay algo que no funciona en la película y es el sentido emocional, es decir, no consigue generar que el espectador empatice con los personajes, lo que termina construyendo una sensación de tedio y completo desinterés.
Un guion sólido y sencillo, con los diálogos justos y necesarios y una actuación principal que sin dudas dará que hablar ayudan al director debutante, Joe Penna, a conformar una ópera prima que más pronto que tarde terminará siendo un exponente en el cine de supervivencia. Las películas de supervivencia, naufragios y salvatajes suelen ser bastante poco frecuentes en los calendarios anuales de los grandes estudios. Sin embargo la mayoría de esas historias tienden a dejar una buena sensación cuando logran llegar a la gran pantalla. Los casos más emblemáticos pueden ser Náufrago (Cast Away, 2000) y 127 horas (2010), dos películas que a pesar de sus diferencias comparten un gran y fundamental aspecto: ver las múltiples formas que tienen los protagonistas para luchar contra una muerte casi segura y que nunca se den por vencidos para poder seguir con vida. Con un poco de morbo mediante estas aventuras, con usualmente un solo protagonista acaparando la pantalla, tienden a explorar situaciones límite para lograr crear en el espectador la interrogante de “¿Qué haría en su lugar?” y cuando las películas pueden generar en quienes las ven este tipo de cuestiones es que un film logra trascender. Este es el camino que tan bien logra recorrer el brasileño Joe Penna en su ópera prima El Ártico (Arctic, 2018) la película que cuenta la historia de Overgård (Mads Mikkelsen) un piloto de avión escandinavo que tras un accidente con su aeronave, queda varado completamente en el mitad del ártico y con él sólo tiene herramientas de uso regular en cualquier vuelo convencional y la esperanza de que alguien llegue a rescatarlo. En un intento de rescate, el helicóptero que lo iba a liberar de su purgatorio helado sufre un desperfecto y junto con sus dos tripulantes la aeronave termina cayendo y destruyéndose completamente terminando así con su ilusión de escapar. Pero todo cambiará para Overgård y su rutina helada cuando del helicóptero quede una sobreviviente al borde de la muerte (María Thelma) y entonces será él quien deba decidir por ella si se anima a cruzar el Ártico a pie con la meta de llegar a una base científica gubernamental y así lograr salvar la vida de ambos. Una trama sencilla, un guion que apunta a lo terrenal y una fotografía despampanante son los tres pilares en donde Joe Penna se apoya para poder crear un relato devastador sobre la soledad, la fortaleza mental y las ganas por sobrevivir. En una producción que costó nada más que dos millones de dólares la película logra transmitir y reflejar las emociones más normales de una persona frente a la adversidad de la manera más natural posible, sin caer en el dramatismo extremo, la sobre actuación de sus actores y de la usual sobre utilización del dialogo en situaciones que no lo ameritan. Penna y Ryan Morrison, ambos guionistas, explotan a fondo la naturalidad de los acontecimientos y logran convencer al espectador de que lo que está viendo tranquilamente pudo haber sucedido. La música juega un factor fundamental ya que mantiene la tensión al máximo en los momentos en los que la trama se vuelve un poco larga y se logra acentuar el ritmo lento que tiene la película. La actuación de Mads Mikkelsen es realmente conmovedora, no solo se banca las casi dos horas de película en completa soledad sino que a esa situación de tener que estar todo el tiempo a solas, hace un desgaste físico impresionante donde realmente pareciera que estuvo en el Ártico perdido sin contacto con nada ni nadie. La actuación que tiene Maria Thelma, teniendo en cuenta que también es su primera vez frente a las cámaras, es realmente aceptable. Con un papel que en la trama es necesario pero sabiendo que su participación es más de inspiración para con el otro personaje que de accionar propio, quizás su desconocimiento ayuda, su actuación es totalmente satisfactoria y convincente. El Ártico llega sin los reflectores de los grandes tanques de los estudios pero sin dudas tiene más corazón que la mayoría de ellos. Una gran dirección general y un gran protagonista lograr imponer un relato de esperanza, coraje y valor, frente a las películas que se basan únicamente en la pantalla verde, computadoras y actores de moda.
Mads Mikkelsen es el protagonista absoluto de esta aventura de supervivencia, ambientada en las remotas y heladas tierras del Círculo Ártico. Dentro del género dramático y la aventura, hay un lugarcito especial para las historias de supervivencia, muchas basadas en hechos reales (que casi siempre terminan medio mal) como “Everest” (2015), “En el Corazón del Mar” (In the Heart of the Sea, 2015) o “127 Horas” (127 Hours, 2010). La idea de estos relatos es meternos de lleno en las arduas experiencias de los protagonistas que le hacen frente a condiciones extremas, para poder compartir (y probar) un poquito de esos peligros y peripecias desde la comodidad de la sala de cine, sin sufrir riesgo alguno a nuestra integridad física. La islandesa “El Ártico” (Arctic, 2019) va por ese lado, desplegando una historia minimalista que rescata el férreo espíritu de lucha del ser humano para seguir adelante, incluso durante las condiciones más adversas. El brasileño Joe Penna debuta en la pantalla grande después de una exitosa serie de cortos en YouTube, y se despacha con un relato más que intenso delante y detrás de las cámaras, ya que esta ópera prima la llevó a cabo a lo largo de sólo 19 días en uno de los rodajes más difíciles, según cuenta su estrella Mads Mikkelsen. El actor danés es el protagonista absoluto de esta aventura que lo encuentra varado en las frías tierras del Círculo Ártico (dah), a la espera de algún tipo de ayuda o rescate. Para cuando conocemos a Overgård (Mikkelsen), el aventurero ya lleva un tiempo atascado en este deshabitado y helado lugar, supuestamente, después de un accidente aéreo. Desde entonces, decide refugiarse en los restos de la avioneta que lo transportaba, y seguir una serie de rutinas para mantenerse vivo y ocupado sin perder la razón o las esperanzas. Regido por el reloj, el hombre chequea constantemente sus líneas de pesca para procurarse el mínimo alimento, explora las cercanías de la caída tratando de delinear un mapa de su entorno, e insiste con las señales de auxilio que no parecen encontrar respuesta. Así son sus días, desde que se levanta hasta que se acuesta y empieza otra vez, manteniéndose a resguardo de las implacables condiciones climáticas y los feroces animales que pululan cada tanto a su alrededor. Una de estas jornadas, finalmente aparece un helicóptero de rescate, pero este termina estrellándose en medio de una tormenta. Las esperanzas de Overgård vuelven a disiparse, pero igual resuelve ir a ayudar a los ocupantes: el piloto (Tintrinai Thikhasuk) que muere durante el choque, y una joven mujer (Maria Thelma Smáradóttir) gravemente herida. Ahora, a sus tareas cotidianas, nuestro héroe suma los cuidados de la rescatista que apenas se mantiene consciente. Cura sus heridas como puede, la alimenta y la ampara, esperando que venga el auxilio. El tiempo pasa, la salud de la mujer va empeorando y Overgård debe tomar una decisión: mantenerse a salvo en la seguridad de los restos del avión esperando el rescate, o salir a la intemperie en busca de ayuda a una base que parece estar a un par de días de distancia. Acá es donde empieza la verdadera aventura de este héroe, que va a poner en juego todas sus habilidades para la supervivencia, arrastrando a su compañera por los hostiles paisajes del Ártico, que no siempre colaboran a lo largo de su travesía. Se nota que Overgård tiene cierta experiencia, pero hasta sus fuerzas y su voluntad tienen un límite cuando debe hacerles frente a las inclemencias, los animales salvajes que no discriminan o la propia naturaleza que no le da respiro. Penna y su coguionista Ryan Morrison, se concentran en todo los pequeños detalles sin abusar del dramatismo del momento. El resultado es una historia 100% humana cargada de frustraciones, que no necesita de diálogo alguno (apenas se dicen un par de líneas a lo largo de sus 98 minutos), posando todo el peso de la narrativa en los hombros de Mikkelsen, que convierte la película en un “one man show”. Hasta la victoria, siempre El magnífico trabajo del actor se complementa con la desoladora visión de Penna y su director de fotografía Tómas Örn Tómasson, que no pierde oportunidad de mostrar la majestuosidad y peligrosidad del paisaje, las despiadadas tormentas que pocas veces anticipan el golpe, la dureza e infertilidad de las volcánicas tierras de Islandia y la crudeza del entorno que deben enfrentar los protagonistas si quieren sobrevivir. Esta angustia se contagia inmediatamente en el espectador, aunque no siempre encuentra la mejor reacción ante un relato un tanto cíclico y repetitivo que empieza a abusar de sus artilugios narrativos hacia el final. El resultado es mucho más una experiencia emotiva y sensorial que una historia dramática, la cual hace hincapié en los instintos y las necesidades más básicas, incluso la de conectar con otro ser humano cuando la soledad empieza a pegar duro. Este parece ser el obstáculo más grande que Overgård debe enfrentar en un punto, y de ahí su resolución de arriesgarlo todo. En conclusión, “El Ártico” es una propuesta interesante dentro del subgénero, pero se queda corta a la hora de terminar de redondear sus ideas y entregar un desenlace satisfactorio que no frustre al espectador ni caiga en convencionalismos.
LA RAZÓN QUE TE IMPULSA Nada mal para una ópera prima lo del brasilero Joe Penna, más conocido por ser uno de los youtubers más influyentes de su país, ya que parece saber manejar con solvencia todos los ámbitos del arte audiovisual y El Ártico así lo demuestra. Esta historia sencilla y lineal -en el buen sentido- de supervivencia, pero con toda la complejidad que significa sortear la situación de estar varado por accidente en tal clima hostil, nos presenta a un brillante Mads Mikkelsen que parece haberse acostumbrado a vivir dentro de un destruido avión, que lo tuvo tiempo atrás como piloto. No es que afirmemos que ama estar allí, pero prefiere la cautela, lo pragmático y metódico sin dejar de añorar ayuda, “pareciendo” moverse más a gusto dentro de ese circuito que lo resguarda. Un perfil psicológico que el film expone de lleno cuando en los primeros minutos del relato observamos cómo este hombre decide guardar ceremoniosamente la pesca del día en una heladerita de plástico o buscar a fuerza de movimientos de manivela una frecuencia de comunicación radial que lo auxilie. Ese comienzo manifiesta y justifica todo el accionar de su protagonista sin la necesidad de flashback alguno. Sin embargo, el desencadenamiento de una situación fortuita dentro de ese contexto, hará cambiar la perspectiva de este solitario y calculador sobreviviente que gana responsabilidad y un objetivo más apremiante, que lo determina a elegir un camino más ligero aunque esté lleno de dificultades. Y esto lo podemos afirmar en todos los sentidos del concepto. Aunque será precisamente ese halo de esperanza y lucha lo que hace replantearse y tomar coraje para romper esos metódicos parámetros que el personaje tenía, hallando la cuota necesaria para salir paradójicamente a la aventura de los peligros del exterior. El Ártico no cuenta con extenso lenguaje verbal porque tanto la gestualidad del cuerpo activo como el inhóspito paisaje ya hablan por sí solos y se agradece a Penna que pueda sostener esta concepción a lo largo de su relato que se afianza con el transcurrir del metraje. Aquí la crudeza es el testimonio principal, por eso vivimos las dificultades que atraviesa el personaje y sentimos ese cuadro gélido y polar que torna cualquier accionar como imposible. Pero el realizador, a través de su protagonista, nos incentiva a nunca bajar los brazos ante las adversidades, aunque guste de hacernos sufrir hasta los últimos minutos de su desenlace. Desde ese posicionamiento, la película ofrece el dramatismo necesario sin pecar de excesos y banalidades. Juega con un sinfín de emociones donde prevalece la voluntad y la solidaridad por sobre todos los momentos amargos y desafortunados. Por ello tal vez no sea una historia original dentro del subgénero de lucha, donde encontramos ciertas similitudes con el drama de los alpinistas en Everest (2015) o la trágica y famosa Viven (1993), pero se destaca a partir de la cuidadosa forma técnica y argumentativa que va hilvanando. Su fotografía, su puesta narrativa, así como la actuación de Mikkelsen -una de las más duras de su carrera, según el propio actor- que se pone el proyecto al hombro y nunca nos deja indiferentes.
Esta es una historia sobre supervivencia, lo que vemos a la largo del film es a una persona que tras un accidente queda varado en medio de la nada con una temperatura que llega a los -70° C. Uno no sabe bien lo que sucedió, solo lo imaginamos, no conocemos su pasado, pero con el trascurrir de los minutos rápidamente el espectador se da cuenta. Este hombre lucha contra la naturaleza para salvarse, se alimenta con lo poco que encuentra en el lugar y busca constantemente ser rescatado. En un momento se acerca una gota de esperanza, un helicóptero que acude a la señal que él fue enviando, pero por las malas condiciones meteorológicas se termina estrellando, el piloto (Tintrinai Thrikhasuk) muere y solo queda mal herida su compañera, otro piloto joven (María Thelma Smáradóttir), a lo que se le suma algunos elementos valiosos y un viaje de a dos aunque ella no pueda ayudarlo en nada, solo su compañía en esta la lucha para ambos. El actor danés Mads Mikkelsen (Casino royale, La cacería, Doctor Strange, Van Gogh, a las puertas de la eternidad) no tiene casi diálogos, sus miradas, sus movimientos, su desesperación, su perseverancia, lo dicen todo y su actuación resulta muy sólida y siempre está la lucha por vencer todos los obstáculos, nunca bajar los brazos y seguir adelante. La tensión y el suspenso que generan resultan inquietantes. Cuenta con la estupenda fotografía de Tómas Örn Tómasson. La podríamos asociar a otros films como: El viejo y el mar (1958), Náufrago (2000) y 127 horas (2010), entre otras.
Un inteligente thriller de supervivencia Un filme de gran belleza visual sobre un hombre tratando de escapar de la zona más inhóspita del planeta Tierra El Ártico es un paraje helado y hostil donde la temperatura puede bajar hasta -70°C. Allí, Overgård (Mads Mikkelsen) lucha por sobrevivir, refugiándose en los restos de un avión estrellado. En un año ha aprendido a luchar contra el frío y las tormentas, a esconderse de los depredadores como los osos polares y a pescar su comida. Pero un evento inesperado obligará al hombre a emprender una larga y peligrosa expedición para ser rescatado. La historia del séptimo arte está plagada de ejemplos de náufragos, astronautas, pilotos y soldados varados en lugares desérticos, de este y otros mundos, luchando por no morir y escapar de la trampa que erige la madre naturaleza. Play El tráiler de "El Ártico" A la hora de encarar un proyecto dentro de este subgénero, el hombre apelando a su ingenio, al instinto por vivir, fácilmente se podría caer en un lugar común, en un historia ya contada. Sin embargo en este caso estamos ante un inteligente y apabullante thriller de supervivencia, la ópera prima del youtuber brasileño Joe Penna. Un filme que entre sus muchas virtudes tiene un protagonista efectivo, carismático y versátil como Mads Mikkelssen (el Hannibal Lecter de la TV). El paisaje blanco y gélido es un marco perfecto para el lucimiento del intérprete danés, una composición gestual, en la que casi no existen las palabras, una verdadera lección actoral. Sin el glamour ni la estilización de los productos de Hollywood, el filme funciona como una vuelta de tuerca al mito de Robinson Crusoe, con un poco más de intensidad y una lucha contrarreloj que la novela de Daniel Defoe no tiene. La línea argumental, bastante básica y clásica, no abusa de los artificios, ni de las vueltas de tuercas rebuscadas, todo es factible, casi documental, otro acierto para lograr un aspecto de realismo extremo. El Ártico es una experiencia fílmica que apabulla, un relato intimista en un contexto inmenso, 97 minutos que logran cautivar. Un espectáculo para ver en pantalla grande que hará vibrar y temblar al espectador tanto como la peor tormenta de nieve.
La infinita quietud Con blanco hiriente de fondo, Mads Mikkelsen soporta adversidades en El Ártico, una película de supervivencia inteligente y emotiva en su punto justo. Un paisaje nevado, blanco infinito. La profundidad del paisaje se ordena en el plano a partir de los relieves de las montañas bajas que reflejan con timidez un segundo color, el gris topo de las rocas que se ocultan bajo el agua solidificada. En medio de esa escala de grises asoma apenas un pigmento rojo. Es la campera que cubre el cuerpo del protagonista, interpretado por Mads Mikkelsen, quien se presenta ante el espectador con el rostro tapado por una bufanda y un gorro de lana, removiendo la nieve del suelo que pisa con una pica, quitando el hielo hasta hacer aparecer la roca. Del plano general al plano detalle, y del plano medio a un plano cenital que devela el misterio en solo tres minutos de película: tres letras, S.O.S., talladas sobre nieve nos informan que el personaje necesita ser rescatado. No sabemos su nombre, ni la textura de su voz. La ópera prima del director brasileño Joe Penna presenta al personaje a través de sus acciones. Su manera de pescar nos cuenta mucho más de él y de su incómoda estadía en el Ártico que el relato explicativo de una voz en off. Una de las sogas que componen la trampa fue destruida por un pez. El personaje mira de cerca la soga rota y no se enfada, tampoco muestra desesperación. Una secuencia que denota en silencio que no es la primera vez que fracasa en su método para conseguir alimento. Es muy posible que lleve tiempo varado en esa postal demasiado tranquila. A los pocos segundos, por fin pesca un pez. Lo saca del agua helada tirando de la soga y se arranca los guantes amarronados de sus manos para quitarle el anzuelo de la boca. La cámara se acerca al rostro del personaje, esta vez descubierto, concentrado en observar a su presa. Lo mira a los ojos, con hambre pero también con amor. Como si no quisiera comérselo atravesado por el deseo de estar acompañado, de estar cerca de otro ser vivo. Es una escena triste y feliz, que desnuda con un intercambio de miradas la soledad que aflige a ese hombre perdido. El Ártico es una película de supervivencia en presente, no hay peso de pasado y tampoco de futuro. Sabemos que el protagonista, del que luego conoceremos su apellido, Overgård, pero nunca su nombre de pila que comienza con la letra “H”, tuvo un accidente porque su avión Antonov An-2 enterrado en la nieve es donde se refugia y duerme. La inteligente decisión de Joe Penna y Ryan Morrison, el co-guionista, de mantener fuera de plano la biografía del protagonista, revelar qué hacía sobrevolando por encima de esa postal blanca, qué clase de vida tenía antes de amanecer en ese paisaje y si alguien lo espera, convierte a la película en un relato de gestos. Códigos visuales a los que debemos prestar atención para captar al personaje, intentando hacerle esa compañía que tanto necesita para mantener la cordura. A diferencia de El líder, aquella película dirigida por Joe Carnahan en 2011 que enfrentaba a Liam Neeson con una furiosa manada de lobos, en El Ártico no vemos cómo se cayó el avión. El líder es un relato ruidoso y hablado que juega con la tensión. El Ártico elige la calma y el silencio por encima del sobresalto. La única amenaza que inquieta a Overgård son las pisadas de los osos, a los que mira de lejos con miedo, pero también con el alivio de confirmar que hay alguien que logró sobrevivir en ese territorio invadido de vacío. El ritmo narrativo está sujeto a una rutina marcada por la alarma de un reloj que le advierte al personaje el límite de tiempo que puede estar fuera de su escondite con alas de metal. Ese sonido, que funciona como cronómetro, nos marca el paso del tiempo, igual que la información que delata el rostro de Overgård: la piel a cada minuto más colorada, lastimada por el reflejo del sol en la nieve. En ese sentido, El Ártico es una especie de El día de la marmota: el protagonista está atrapado en una cotidianidad repetitiva de la que no sabe cómo escapar. Sin bromas para sobrellevar la tragedia ni personas cerca con las que dialogar, Overgård no construye un amigo con forma de pelota, como lo hacía Tom Hanks en Náufrago. Tampoco fabrica herramientas imposibles para resolver urgencias al estilo MacGyver. Joe Penna exhibe a un protagonista inteligente pero ante todo a una persona común que podría ser cualquiera de nosotros. El Ártico tiene puntos en común con la maravillosa película Todo está perdido (2013, J.C. Chandor), uniendo a aquel Robert Redford, que intentaba sobrevivir en solitario por ochos días en un barco dañado a 3150 kilómetros de los estrechos de Sumatra, con el personaje de Mads Mikkelsen que en vez de dormir en un velero sueña adentro de un avión. Temiéndole a osos polares y no a tiburones. ganchos Tintín en el Tíbet, un precursor de 1960. La distancia entre ambos es que el personaje interpretado por Robert Redford, de quien nunca sabemos su nombre, atraviesa los obstáculos totalmente solo. Overgård anhela ser rescatado, pero solo consigue rescatar a otro. Una chica moribunda que sobrevive a la caída de un helicóptero, donde los demás tripulantes no tienen la misma suerte. Él le cura la herida, le comparte su refugio, su cantimplora, su comida y ese optimismo que lo mantiene vivo. Ella no lo entiende porque agoniza, y también porque habla otro idioma, aunque no pronuncie palabra alguna. Sin embargo, y a pesar de que ahora el personaje debe cargar con otro cuerpo, Overgård se conecta con su humanidad a partir de que esa mujer, que está más dormida que despierta, más cerca de la muerte que de la vida, lo acompaña con los ojos cerrados. Y lo obliga a volver a hablar, a pesar de que su huésped no comprenda lo que diga. Poco importa, porque las escasas frases que le transmite Overgård en realidad se las dice a él mismo. Cuando pronuncia en voz alta “No pasa nada. No estás sola”, está dándose serenidad y fortaleza para poder continuar con ese hábito tan sacrificado. El hecho de salvarla cambia radicalmente la rutina del personaje y el motor del relato. A partir de un mapa que encuentra en el helicóptero que se estrella contra la nieve, Overgård abandona su refugio en forma de avión para hallar el camino que los acerque a la salida de la trampa, arrastrando el cuerpo de su protegida con una soga atada a un trineo. Si logran ser rescatados o no pronto deja de ser el punto de mayor interés; el núcleo de la película se basa en todas las maniobras que lleva a cabo el protagonista para no morir. Una decisión que supera y trasciende a cada peligro que persigue su sombra. Si El Ártico se convierte en una película tan sólida y emotiva, inabarcable como el horizonte nevado que envuelve al protagonista, es porque el director Joe Penna entiende que cuando hay una situación dramática no es necesario magnificar el drama. Tener un accidente de avión y quedar preso de la naturaleza salvaje de Islandia ya es lo suficientemente trágico para pensar en agudizar el tono dramático, o buscar la lágrima del espectador a través de una música que presione la catarsis. La actuación seca y contenida de Mads Mikkelsen refuerza esta idea, consiguiendo que nos conmovamos con cada mínimo movimiento, siendo conscientes de que cada acto puede desatar el desastre o el milagro tan esperado. Durante los años ‘50, Hergé, el creador belga de Tintín, tenía una pesadilla recurrente: soñaba una imagen blanca. Con el deseo de culminar con ese sufrimiento nocturno buscó a Carl Jung para curarse con psicoterapia. Por cargar demasiados años sobre su mente y cuerpo, fue un discípulo quien finalmente lo atendió y le explicó que sus sueños blancos representaban la angustia y la soledad. Con esa revelación, Hergé emprendió una de las historietas más bellas de su carrera: Tintín en el Tibet, publicada como libro en 1960. Allí, el joven de jopo pelirrojo experimentaba aventuras junto a su perro Milú rodeado de nieve, corriendo por viñetas compuestas por aviones estrellados contra el hielo, al igual que el Antonov An-2 de Overgård. El Ártico, como Tintín en el Tibet, simboliza, en esa sobredosis de blanco que enceguece los ojos, de tanta belleza quieta, el significado de la angustia y la soledad. Comprendiendo que el dolor más profundo, el miedo más asfixiante, se manifiesta por dentro y en silencio.