Philip Seymour Hoffman y una interpretación para el recuerdo, el gran atractivo de El Hombre Más Buscado. Un joven, hijo de padre ruso y madre chechena, entra a Alemania de manera ilegal y las agencias de inteligencia de distintos países creen tener frente a sus ojos a un terrorista. Mientras se lleva a cabo una investigación secreta a su al rededor, una abogada se involucra más de la cuenta cuando comienza a ayudarlo a reclamar una fortuna que su padre tenía guardada en un banco de Hamburgo. Pero ¿cual es la verdadera identidad de este "hombre más buscado" y para que necesita ese dinero?. Espionaje, burocracia y cero glamour Las dos partes restantes de Los Juegos del Hambre y la comedia negra God's Pocket. Esas serán las últimas tres oportunidades que tendremos de ver al gran Philip Seymour Hoffman en acción. Pero más allá de lo buena que puedan resultar esas películas, todo parece indicar que será en El Hombre Más Buscado donde Hoffman entregó su gran actuación final. El gran atractivo de las novelas de John le Carré -y por extensión también sus adaptaciones cinematográficas- están en como despoja de todo glamour y acción al mundo del espionaje. Difícilmente se puedan encontrar con un personaje "a-la-James Bond" en toda su obra. Y El Hombre Más Buscado, la nueva película del director Anton Corbijn (Control, El Ocaso de un Asesino), no es la excepción. Tal como sucedió hace algunos años con El Topo, la película pareciera centrarse en las peripecias que deben sortear los protagonistas para resolver un caso, más que en el caso mismo. Sin dudas esto es algo que puede llegar a alejar a muchos espectadores de la sala, pero quienes estén dispuestos a dejarse llevar por una historia que avanza de forma lenta pero segura, encontrarán que la película tiene muchas cosas interesantes para ofrecer. El Hombre Más Buscado se centra en la investigación de un joven musulmán que llega a Hamburgo, y del cual distintas agencias de inteligencia Alemanas y Estadounidenses sospechan que podría ser un terrorista. Pero esta investigación prontamente se transformará en una lucha de poder. Para decirlo mal y pronto: una lucha para ver quien la tiene más larga. El mundo de los espías que nos pintan Corbijn y le Carré, como dije antes, no tiene ningún tipo de glamour. Nunca vemos a ninguno de los personajes pasarla bien en pantalla, todo es trabajo de escritorio, algún ocasional trabajo de campo y burocracia, mucha pero mucha burocracia. Incluso la investigación que es el eje central de la trama pareciera nacer por las razones equivocadas. Todos los personajes llevan vidas oscuras y melancólicas, que inevitablemente impregnan a la historia y también a su entorno. En ese sentido, El Hombre Más Buscado me recordó mucho a Sin Lugar para los Débiles de los hermanos Coen. La búsqueda de este supuesto terrorista mitad checheno mitad ruso abre también algunos interesantes interrogantes en la trama sobre la impregnada xenofobia que hay dentro de estas agencias gubernamentales, pero es una lastima que Corbijn no haya decidido recorrer un poco más a fondo este camino. El punto más alto de la película lo pueden encontrar en las interpretaciones. Philip Seymour Hoffman encarna al Agente de Inteligencia alemán Gunter Bachmann, un espía abatido por los errores de su pasado que lo terminaron llevando a ejercer un puesto de menor importancia, el cual que magnifica. No sería extraño que Hoffman logre alguna merecida nominación póstuma a comienzos del próximo año cuando arranque la temporada de premios. Por su parte, la siempre correcta Rachel McAdams interpreta a la abogada idealista Annabel Richter y logra sobresalir dentro de un elenco que completan Willem Dafoe y Robin Wright. Ambos, como de costumbre, un deleite. Como también suele suceder con todas las obras de Corbijn, la fotografía a cargo de Benoît Delhomme es sobresaliente (cosa que es de esperar, ya que Corbijn es también un gran fotógrafo y suele prestarle mucha atención al aspecto visual). A través de filtros y colores apagados, la historia se continua contando y completando a través de la imagen. Conclusión El paso de las novelas de John le Carré al cine no suele ser una tarea sencilla. Pero a fuerza de buenas interpretaciones y una correcta dirección de Corbijn, El Hombre Más Buscado va de menor a mayor y siempre nos mantiene interesando, ya sea por su trama o por sus personajes, pero rara vez son las dos cosas al mismo tiempo. Decir que merece ser vista solo por contar con una de las últimas (grandes) interpretaciones de Philip Seymour Hoffman, es una obviedad.
La antesala del antiterrorismo. Retomando definiciones que caracterizaron a los jacobinos en la Revolución Francesa y a los grupos guerrilleros durante el siglo XX, los equipos de inteligencia de los Estados Unidos decidieron imponer en las cadenas mediáticas el concepto de “terrorismo” como definición de toda forma no pasiva de resistencia por parte de los regímenes que se les oponían con vistas a aprobar presupuestos para combatir la supuesta violencia con más violencia desviando dinero hacia la industria armamentista, más allá de cualquier opinión que se pueda tener de los grupos que encauzan sus proyectos políticos bajo medios armados. El Hombre más Buscado (A Most Wanted Man, 2014) es una adaptación cinematográfica de la novela homónima del escritor de novelas de espionaje inglés John le Carré. La película narra la conexión que Günther Bachmann (Philip Seymour Hoffman), el director de una agencia antiterrorista europea, establece entre dos personajes vigilados por sus conexiones con el mundo islámico en Hamburgo, una ciudad portuaria y cosmopolita alemana. Mientras investiga con su grupo a Issa Karpov (Grigoriy Dobrygin), un checheno acusado de actividades terroristas que busca asilo en Alemania a través de una joven abogada especializada en derecho inmigratorio, Bachmann busca el vínculo de un conocido promotor de la paz en Medio Oriente con Al Qaeda. Navegando en escenas y diálogos incompletos, la película pretende crear una atmosfera de suspenso sin lograrlo, lo que provoca que la historia pierda fluidez y se diferencie para mal de El Topo (Tinker Taylor Soldier Spy, 2011), otra conocida novela del británico y una extraordinaria adaptación a cargo del sueco Tomas Alfredson. Las decisiones de Anton Corbijn con respecto al guión van minando el interés y la labor de los actores mediante constantes primeros planos que pretenden respetar el detallismo de la novela, derivando en redundancias y reiteraciones con largas escenas que van diluyendo la trama sin profundizar en las intenciones de los protagonistas. A pesar del extraordinario elenco, en el que se destaca el fallecido Philip Seymour Hoffman como un agente antiterrorista que navega entre la frustración, la responsabilidad y la presión, El Hombre más Buscado pierde el rumbo del espionaje en los diques de Hamburgo y en las redes de la cooperación internacional, principalmente por la tibieza de la dirección y esos “efectos artísticos” innecesarios que el suspenso no precisa.
El hombre que miraba de lejos A veces resulta difícil leer una obra póstuma con objetividad. La muerte nos ha desamparado del artista y queremos encontrar un motivo o mensaje de consuelo entre líneas. La verdad es que El hombre más buscado (A Most Wanted Man) no provee tal catarsis para la vida y carrera de Philip Seymour Hoffman, ni empieza a llenar el inconmensurable vacío que ha dejado la muerte del histrión. Pero Hoffman era más que genial: era consistentemente genial. Cualquiera que fuera su última película serviría de testamento a sus talentos actorales, ya que se apropiaba de cada uno de sus personajes con una intensidad indeleble. Jamás admitió excepciones. Hoffman interpreta a Günther Bachmann, líder de una agencia antiterrorista asentada en Hamburgo cuyo trabajo es mantener un ojo avizor en la comunidad musulmana con una buena dosis de paranoia desde los ataques del 11 de septiembre (originados ostensiblemente en la ciudad alemana). Una noche emerge de las aguas un hombre checheno y comienza a merodear por la ciudad sin un objetivo evidente, lo cual alerta de a poco a la CIA y su contrapartida alemana. Todos quieren darle caza inmediatamente. Bachmann disiente. Quiere seguirlo, entender qué busca, darle asilo o incluso ayudarlo quizás. La historia contrapone pues las conductas humanas del conservadurismo reaccionario y la pragmática progresista. El equipo de Bachmann debe trabajar a contrarreloj para descifrar y de ser posible utilizar al epónimo hombre más buscado, mientras que las demás agencias ejercen presión para actuar tan rauda y violentamente como se permita. Bachmann se acredita una poderosa aliada de la CIA, Martha Sullivan (Robin Wright en otro papel antipático), pero dispone de unos pocos días para llevar a cabo su plan. Mientras tanto atendemos los sospechosos merodeos del hombre checheno, Issa Karpov (Grigoriy Dobrygin), cuya búsqueda lo lleva a los aposentos del banquero Tommy Brue (Willem Dafoe) y al amparo legal de una lozana abogada llamada Annabel Richter (Rachel McAdams). Describir exactamente qué acontece entre los tres sería anticiparse a la trama. Basta decir que Bachmann y su equipo entran en las vidas de Brue y Richter y comienzan a manipularles a efectos de tender su trampa. El hombre más buscado es un thriller de espionaje en el sentido más puro del género. Un buen referente es El topo (Tinker Taylor Soldier Spy, 2011). Ambas películas adaptan novelas homónimas de John le Carré, “el Ian Fleming realista”. La tensión en sus historias no proviene de la acción o la violencia, sino del manejo de información. Y ambas están excelentemente dirigidas e interpretadas, aunque si el objetivo de El topo era perder al espectador en la maquinaria espía, el de El hombre más buscado es recalcar hasta el más mínimo detalle y mantener a todas sus piezas a la vista. El desarrollo de los sucesos es infinitamente más fácil de seguir. Lo que le falta a la película es un poco más de contacto con sus personajes. Bachmann es el protagonista por una cuestión focal, pero ésta es la historia de un sistema, no de una persona. El problema del elemento humano recurre desde El topo. Hoffman dota a un personaje relativamente chato de una presencia atrapante, pero el guión sólo le otorga cierta intimidad. Dafoe es otro actor que siempre resulta interesante haga lo que haga, pero su papel es menor y se pierde en el esquema de la película. Y hay atisbos de un romance entre los personajes de Dobrygin y McAdams, pero resultan más circunstanciales que otra cosa. El hombre más buscado hace gala de una rígida dirección de la mano de Anton Corbijn y un excelente elenco encabezado por uno de los mejores actores de nuestros tiempos. Su presencia nomás eleva a un thriller de la mediocridad al reino de todo lo que es bueno. La historia no adolece por falta de peripecias, pero se vuelve densa de a trechos en los que el conflicto central se distiende y todo parece marchar demasiado en orden. El final, no obstante, probablemente redima la película para muchos.
Si nos referimos a historias de espionaje en la literatura John le Carré es uno de los autores más conocidos que trabajan este género desde hace muchas décadas. Un hombre que suele abordar estos temas con bastante realismo gracias a su experiencia como miembro del servicio de inteligencia del Reino Unido. Las ideas de sus novelas suelen estar buenas pero no es un escritor para todo el mundo debido al tedio con el que suele desarrollar sus conflictos. Siempre me aburrí muchísimo con le Carré y prefiero consumirlo en el cine, donde sus libros en ocasiones brindaron buenas películas como The Deadly Affair, de Sidney Lumet (Serpico), y El jardinero fiel (Fernando Meirelles). El hombre más buscado es una adaptación de una de sus novelas más recientes que ofrece un muy buen thriller relacionado con el terrorismo y las agencias de inteligencia en el mundo post 11 de Septiembre. Una propuesta donde el autor fue bastante crítico con las políticas del ex presidente norteamericano George Bush y el rol de los Estados Unidos como policía internacional. La película fue dirigida por Anton Corbijn, quien fue responsable de ese bodrio que hizo con George Clooney, El ocaso de un asesino, uno de los filmes más trillados que se hicieron en los últimos años con la clásica y explotada temática del asesino a sueldo solitario. En esta producción trabajó un típico conflicto de le Carré donde se retrata el complicado mundo de los servicios de inteligencia de la actualidad sin la pirotecnia que tiende a ser parte de este género en el cine norteamericano. En las historias de este escritor los personajes suelen arreglar el mundo tomando un café. Acá no hay tiros ni persecuciones automovílisticas, sino que todo se desarrolla a través de reuniones y conversaciones. No obstante, una de las virtudes de El hombre más buscado es que Corbijn supo construir con su narración un buen thriller que no cae en el tedio y logra mantenerte interesado con la tensión y la intriga que tiene la trama. A diferencia de El ocaso de un asesino que a los 10 minutos ya sabías como iba a terminar la película, en este film logró hacer mucho más llevadero el argumento. Junto con la fotografía, que suele ser una de las cualidades de las producciones de este realizador, el film se vio favorecido por un muy buen reparto que tuvo a Philip Seymour Hoffman como gran protagonista, en uno de sus últimos trabajos en el cine. Acá interpreta al típico anti héroe de le Carré, con el clásico pasado atormentado, que pese a estar hastiado con el mundo en que se desenvuelve su trabajo, se esfuerza por hacer lo correcto. La verdad que se lo va a extrañar mucho a Hoffman. Al menos en una de sus últimas interpretaciones logró destacarse a lo grande y esa es una buena razón para agendarse el visionado de esta película.
Inteligente, fascinante y brutal Tras El sastre de Panamá, El jardinero fiel y El topo, es el turno de El hombre más buscado, nueva transposición al cine de una novela del celebrado escritor inglés John Le Carré. A seis años de su publicación, se estrena esta más que interesante adaptación que dirigió el holandés Anton Corbijn (Control, El ocaso de un asesino). De todas maneras, más allá de sus hallazgos narrativos y visuales (que los tiene y en buena cantidad), este film será recordado como una suerte de testamento actoral de Philip Seymour Hoffman. No sólo porque fue uno de los últimos trabajos antes de su prematura muerte sino porque también quedará como uno de los mejores de su extraordinaria carrera. Hoffman interpreta a Günther Bachmann, jefe de un comando antiterrorista que opera de forma secreta en Hamburgo (el puerto alemán desde donde se planearon los ataques del 11 de septiembre de 2001) para descubrir, a partir de agentes infiltrados, posibles amenazas dentro de la comunidad islámica. Este hombre solitario y alcohólico, de andar cansino y mirada triste, pero también meticuloso, obsesivo, perspicaz, sensible, intuitivo y brillante resulta el personaje ideal para una película de climas melancólicos y atmósferas opresivas (está ambientada casi siempre de noche y varias escenas transcurren en bares muy sórdidos) que parece pensada para una despedida a lo grande. Claro que Hoffman no está solo: esta película tiene uno de los mejores elencos de los últimos tiempos, que incluye también a Rachel McAdams (una activista de derechos humanos), Willem Dafoe (un banquero involucrado en operaciones non sanctas), Robin Wright (una agente de la inteligencia estadounidense) y los alemanes Nina Hoss y Daniel Brühl (integrantes del equipo de Bachmann). Y en el medio de todos ellos, claro, aparece "el hombre más buscado" al que alude el título, un inmigrante veinteañero, mitad checheno, mitad ruso, que ha sufrido todo tipo de torturas y llega a Hamburgo para reclamar una millonaria herencia. Lejos de la adrenalina del cine de acción contemporáneo, con un interés por el detalle y una profundidad psicológica que escasean en la producción actual a gran escala, Corbijn y sus intérpretes construyen con paciencia y talento una película de espías que resulta inteligente, fascinante y brutal a la vez. Una (bienvenida) rareza.
Entramado con nula tensión Detectives, pistas, sospechas, espionaje se cruzan en la adaptación cinematográfica de esta novela de John Le Carré cuyo máximo acierto es la actuación de Seymour Hoffman. A más de medio siglo de la edición de su primera novela (Llamada para el muerto), la pluma de John le Carré sigue interesando al mundo del cine. En esos años '60 surgirían las adaptaciones de El espía que vino del frío y también de su obra inicial, pero desde los '90 hasta hoy el interés crecería en número pero no tanto en calidad: La casa Rusia, El sastre de Panamá y El jardinero fiel dejaron resultados desiguales, confusos en su narración y desequilibrados en su concreción final debido a las discutibles decisiones por no traicionar a los relatos originales. Hasta que hace dos años llegaría El topo de Thomas Alfredson y las múltiples identidades del gran personaje del autor (George Smiley) en una historia con 1000 vueltas de tuerca y maniobras del guión para conformar a los fanáticos del escritor y a un gran público. No es fácil, por lo tanto, adaptar una novela de espionaje y mucho más si se trata de la pluma de Le Carré, nacida para la lectura y bastante reacia a una puesta en escena cinematográfica. Semejante desafío decidió encarar Anton Corbijn al trasladar la novela El hombre más buscado (publicada en 2008), que cuenta sobre el seguimiento a un sospechoso de origen checheno por parte del jefe de una agencia antiterrorista alemana y las posibles vinculaciones con el grupo Al Qaeda. Pero esto sólo es el inicio de una serie de investigaciones donde confluyen otras agencias de inteligencia, abogados, reuniones de escritorio, más sospechas y personajes que se manejan desde la certeza o la incertidumbre. En ese entramado narrativo donde la información crece de escena a escena, la película no consigue un mínimo de tensión entre diálogos superficiales (muchos) y disparadores argumentales que se manifiestan desde la acumulación de supuestos y algún paseo de la cámara por las calles de la fría Hamburgo. En ese sentido, la puesta en escena pierde terreno y no obtiene momentos inquietantes, como sí lo hacía El topo aun en medio de tanto palabrerío, sumergiéndose en una medianía que más de una vez roza el aburrimiento. Sorprende, por lo tanto, que Corbijn, excelente fotógrafo, gran creador de videoclips y director de Control sobre la corta vida de Ian Curtis (voz de Joy Division), no pudiera inculcarle un poco de humanidad a los personajes. Salvo cuando Philip Seymour Hoffman se pone en los hombros la película y le entrega un montón de matices y complejidades a Günther Bachmann, el líder de la organización dedicada a espiar el mundo musulmán. Un buen actor que se fue rápido y dejó un gran trabajo dentro de una película menor.
Basada en la novela de John Le Carré (La Casa Rusia, El Topo, El Jardinero Fiel), un joven ruso, sin papeles, consigue llegar a Hamburgo. Lleva encima una extraordinaria cantidad de dinero, se declara musulmán devoto y presenta signos de haber sido torturado. Los espías de tres naciones, dedicados a la lucha antiterrorista, están convencidos de que han localizado a un importante terrorista islámico. Una abogada idealista, defensora de los derechos humanos, y un poderoso banquero son los únicos que conocen la verdadera identidad del joven. Interesante propuesta en donde no abundan éste tipo de tramas, el realizador se toma sus tiempos para contar la historia. No estamos ante una película de Jason Bourne, estamos ante un película como las que se hacían en los ochentas. Hay que tener mucha paciencia a la hora de disfrutarla, estar atento a nombres, personajes y trama. Siempre es placentero ver a todos éstos grosos de la pantalla que le ponen todo para que el filme salga airoso. Con Willem Dafoe, Rachel McAdams,Robin Wright y Phillip Seymour Hoffman.
Con el inolvidable Seymour Hoffman Günther Bachmann (Philip Seymour Hoffman) no está en su mejor momento. Su oficio de espÃa declina, al menos en su caso, envejecido, sobreviviente de tanto caos y con ese jadeo que no se puede sacar, mientras intenta superar fracasos. Ahora parece estar nuevamente en carrera, su nuevo objetivo es un chico checheno, musulmán, de nacionalidad rusa que llega a Hamburgo misteriosamente y que le encomiendan vigilar. Su olfato de sabueso le dice que ése puede ser la punta de un iceberg siniestro que mueve los hilos de muchas vidas. Mientras por un lado Bachmann parece obedecer a las autoridades superiores, por otro rumbea hacia una abogada humanitaria que defiende al chico. Hay un poderoso banquero detrás, que lava dinero y vidas y ahora aparece como nexo necesario con el checheno. Bachmann se lanza como un perro de presa detrás de la vÃctima y no puede dejar de oÃr eso que le dijeron sus superiores: "Se usa un pez para buscar a una barracuda y una barracuda para pescar un tiburón". UN GUION IMPECABLE Basado en un clásico de John Le Carré, con un guión de primera, "El hombre más buscado" encuentra al director ideal en este holandés con pinta de dogo llamado Corbijn, también un fotógrafo notable. Con una narración apretada, a veces densa, que nunca pierde la unidad y la tensión, Corbijn construye una historia de espionaje al viejo estilo, comandada por el increÃble Seymour Hoffman (fallecido el pasado 2 de febrero de este año) que parece morir en cada estertor de aire perdido en corridas hacia enemigos potenciales. "El hombre más buscado" es un thriller que remite a tiempos pasados, aunque ocurre luego del 11-S, destila el encanto de los clásicos invencibles con pasiones por conocer y es un lujo de interpretaciones empezando por Seymour Hoffman y continuando por Daniel Brühl, el talentoso Grigoriy Dobrygin y la excelente Rachel Adams. A lo mencionado se suma una impecable fotografÃa.
De lo mejor que se hizo sobre Le Carré Desde "Alto Espionaje" (The Spy who came in from the cold) de Martin Ritt hasta la más reciente "El topo" (Tinker Tailor Soldier Spy) de Tomas Alfredson, los minuciosos y retorcidos detalles que vuelven atrapantes y complicadas las novelas de espías de John Le Carré han sido siempre un desafío al ser llevadas al cine. "El hombre mas buscado" no es sólo una de las mejores películas sobre Le Carré, es, además, una formidable despedida para un actor magistral como Philip Seymour Hoffman. El holandés Anton Corbijn, director de videos de U2 y Metallica y de la biopic de Ian Curtis, el cantante de Joy Division, aplica su estilo dark a una historia amarga que, de caer en otras manos, hubiera carecido del clima desolado y la visión entre escéptica y pesimista sobre el accionar de los expertos en inteligencia en el siglo XXI, cuando la Guerra Fría es algo del pasado remoto y el principal asunto a espiar es la lucha antiterrorista desatada luego del 11/9. Justamente, el eje de la trama es la difícil interacción y las diferentes estrategias y puntos de vista de las agencias europeas con sus colegas estadounidenses. El personaje de Philip Seymour Hoffman es un experimentado espía alemán radicado en Hamburgo, uno de los puertos principales por donde pueden entrar a Europa todo tipo de terroristas. Este desencantado antihéroe de una agencia que en lo formal es inexistente (no reconocida por su propio gobierno) es un espía a la antigua, un agente analógico que no tiene gadgets al estilo James Bond, y que organiza sus pesquisas desde una oficina rasposa típicamente burocrática. Su rutina es recorrer barrios bajos donde se gana la confianza de inmigrantes ilegales musulmanes a los que presiona para que cuenten todo lo que pasa en sus guetos árabes o marroquíes, o sostener un trago en antros noctámbulos donde siempre hay algún personaje que, aunque no tenga mucha idea, pueda aportar alguna pequeña pieza aislada de información que sirva para completar el gran puzzle que este espía tiene en la cabeza, mucho antes de que sus colegas de otras agencias con más influencia y presupuesto, tanto alemanas como, por supuesto, norteamericanas. La aparición de un sospechoso chechenio islámico, inmigrante ilegal, detenido y torturado en Rusia por pequeños atentados, que intenta conectarse con un banquero alemán, hace sonar la alarma en todas la agencias, pero el espía protagónico apuesta a utilizarlo para poner en evidencia a un gran líder islámico, supuestamente democrático y no violento, pero siempre vigilado por si acaso pueda financiar a algún grupo terrorista. La gran cualidad de esta adaptación producida por el mismo Le Carré, junto con sus dos hijos, es lograr ir completando el rompecabezas que el personaje de Hoffman apenas puede armar hipotéticamente en su cabeza, sin que el hermetismo ponga en riesgo la tensión y el suspenso creciente que, sobre la segunda parte del film, llega a niveles antológicos. Basta decir que el climax enervante que puede darle un ataque de ansiedad al espectador que haya seguido atentamente la historia se basa en el ruido de una lapicera al firmar un centenar de contratos, sabiendo que sólo uno podria terminar develando toda la intriga. "El hombre más buscado" está lejos de ser perfecta. La convención de ver a figuras famosas de Hollywood en personajes alemanes siempre puede hacer ruido, aun con el talento de Philip Seymour Hoffman o Willem Dafoe. Y una vez que el espectador acepta estos detalles, tiene que esforzarse sobre todo al principio- para seguir una historia narrada con toda la complejidad que merece, y que justamente es la gracia del asunto. Las locaciones de Hamburgo están elegidas y filmadas para lograr el realismo y la verosimilitud de este submundo de espías con muy poco glamour. Y el elenco logra que cada personaje juegue su papel adecuado en el rompecabezas, con Dafoe luciéndose como un banquero justificadamente cada vez más nervioso y paranoico, y sobre todo, con Philip Seymour Hoffman demostrando póstumamente su ductilidad para componer los más distintos personajes de manera tan eficaz como propia. Su performance es lo que hace que esta muy buena película sea algo para no perderse.
La suma de todos los miedos En su último rol protagónico, Philip Seymour Hoffman acapara toda la atención. Ciertas circunstancias pueden cambiar la percepción de una actuación. La muerte por sobredosis de heroína de Philip Seymour Hoffman, en febrero, ha hecho que El hombre más buscado sea su última actuación protagónica. Si el actor de Capote tuvo siempre una suerte de imán hacia la platea, en la adaptación del best seller de John Le Carré pareciera que Günther Bachmann tuviera mucho, pero muchísimo más peso específico que el personaje del título, un joven ruso sin papeles al que se presume terrorista. La novela de 2008 se centra en Issa Karpov (Grigoriy Dobrygin), quien llega ilegalmente a Hamburgo, Alemania, para sacar la fortuna de su padre de un banco que regentea Thomas Brue (Willem Dafoe), para lo que contrata a una abogada de derechos humanos (Rachel McAdams). Günther, o sea Philip Seymour Hoffman, encabeza una pequeña red de espionaje alemana, que tiene en la mira a la comunidad musulmana, y debe averiguar si el recién llegado integra, o no, la trama de un presumible atentado. A lo intrincado que se va volviendo el asunto -pero nunca como en El Topo, otro best seller de Le Carré- se le suma esa atención por el actor que asume el rol principal. Entre sorbos de whisky, las poses de su cuerpo, las miradas, la manera de enunciar sus parlamentos -a veces susurrando-, estamos ante un festival Philip Seymour Hoffman, pero sin sobregiros. Como si hubiera sabido que lo que estaba haciendo era su legado como actor principal. Porque ¿cuánto confía en sí mismo? Casi nada es lo que sabemos de su vida interior -retaceos de información bien administrados por el guionista australiano Andrew Bovell (Al filo de la oscuridad) y el realizador holandés Anton Corbijn (El ocaso de un asesino, con Clooney)-, lo que acrecienta el enigma alrededor del personaje. Si pudiera apartarse por un instante la mirada al actor, está la no tan embrollada pero sí compleja historia de traiciones, dudas y agachadas propias de una novela de espionaje. Porque después del 11 de septiembre de 2001 -hoy se cumplen trece años- la paranoia cunde en todo Occidente, pero los precios que algunos están dispuestos a pagar por la pretendida “seguridad nacional” son tan altos como muchas veces descabellados. Y de eso también trata El hombre más buscado. ¿Cuántas veces uno se topa con una adaptación inteligente y, a la vez efectiva? Este es un filme en el que la tensión se acrecienta, las vueltas de tuerca no son increíbles. Y claro, está él, como un he chicero, un gancho que la película aprovecha en sano beneficio.
NI EN PAZ DESCANSE El pasado 2 de febrero, tras pasar a otra dimensión, Philip Seymour Hoffman fue recordado gracias a su basta trayectoria que lo mantuvo entre el éxito y la gloria acompañado por un sinfín de actores y trabajadores del rubro. Y aunque todavía resta ver sus apariciones en las dos partes de “Los juegos del hambre: Sinsajo”, parece haber dejado para esta ocasión su última actuación apta para ser aplaudida de pie. “El hombre más buscado” es la nueva película de espionaje dirigida por Anton Corbijn (“Control” y “The American”) adaptada del libro escrito en 2008 por John Le Carré, quien suele abordar estos temas con bastante realismo gracias a su experiencia como miembro del servicio de inteligencia del Reino Unido. Sus historias ya fueron adaptadas durante décadas en la pantalla grande y por eso lo recordarán por “El jardinero fiel” del brasilero Fernando Meirelles o por “El Topo”, con Gary Oldman como protagonista y Tomas Alfredson a cargo de la dirección. Este thriller es una adaptación de una de sus novelas relacionadas con el terrorismo y las agencias de inteligencia en el mundo luego de los atentados del 11 de septiembre de 2001. El relato cuenta la historia de un muchacho musulmán, hijo de padre ruso y madre chechena, entra a Alemania de manera ilegal y las agencias de inteligencia de distintos países creen tener frente a sus ojos a un terrorista. Mientras se lleva a cabo una investigación secreta a su alrededor, una inocente abogada se involucra más de la cuenta cuando comienza a ayudarlo a reclamar una fortuna que su padre tenía guardada en un banco de Hamburgo. Pero sin embargo, hay algo que nadie puede descifrar: ¿cuál es la verdadera identidad de este hombre y por qué necesita ese dinero? Sin lugar a dudas, el punto más alto de este filme se encuentra en las interpretaciones. Philip Seymour Hoffman encarna a Gunter Bachmann, un Agente de Inteligencia alemán abatido por los errores de su pasado que lo llevaron a ejercer un puesto de menor importancia, el cual magnifica. Por ende, no sería raro que logre alguna merecida nominación cuando arranque la temporada de premios a comienzos del próximo año. El elenco lo completan Willem Dafoe, Robin Wright y la correcta Rachel McAdams, quien interpreta a Annabel Richter, una la abogada idealista. Por otro lado, buena adaptación del guion, buena dirección y excelente fotografía. En resumen, nos encontramos con una película compuesta por miles de detalles, muchos diálogos y una actuación de lujo. El séptimo arte nos teletransporta hacia un mundo paralelo que nada se asimila con nuestra rutina, y además revive al señor Hoffman que nos deleita con su actuación desde el más allá. Hay que abrir bien los ojos porque si algún dato se escapa, todo puede resultar muy tedioso. Estamos en presencia de una película clara y lineal pero difícil de entender, así que tengan mucho cuidado.
La novela de John Le Carre post atentado de las Torres Gemelas, plantea las dudas entre el bien, el mal y los pecados cometidos en nombre de la seguridad nacional. Un hombre sin documentos y mucho dinero en la mira de todos, buenos actores y la presencia de Philip Seymour Hoffman en su último trabajo, que de por sí justifica ver la película.
Anton Corbijn logra ganar en clima en este film, a costa de separarse (letalmente para mí) de las posibilidades narrativas que ofrecía el relato. En la mirada comparativa con esa gran película que adaptaba también una novela de John le Carré que fue El Topo (Tinker Tailor Soldier Spy) se ponen en evidencia las grandes habilidades que tiene Tomas Alfredson para estas cosas. En El Topo se desprende un ritmo denso que envuelve al espectador hasta absorberlo por completo. El Hombre más Buscado, en cambio, se pone irremediablemente lenta por momentos. Esta característica no tiene que ver con una mera técnica de montaje sino con un distanciamiento del autor (Corbijn) con el lugar en donde están el espesor y el foco dramático para trocarlo por enredos interpersonales que no terminan de estar bien conducidos. La premisa de El Hombre más Buscado atrapa y cuenta con momentos recordables. La premisa atrapa, cuenta con momentos recordables y tiene excelentes decisiones en la puesta de cámara que mantienen el interés aún durante los baches antes mencionados. Sin embargo, en el relato no pasa mucho y queda la sensación que con Hoffman y Dafoe compartiendo reparto, la flexibilidad para exteriorizar el mundo interno de sus personajes y enfrentarlo al conflicto de la historia era amplia, y fue desaprovechada. La intriga es la piedra angular del cine de espionaje pero cuando no está dosificada correctamente sucede lo que se percibe en el film de Corbijn. La tensión desaparece. El Hombre más Buscado es una buena película de este género de neo-espionaje que podemos disfrutar desde hace algunos años pero lamentablemente se excede en frialdad tanto desde la pantalla hacia el espectador como del director hacia su obra.
El sofisticado arte de la manipulación Film absolutamente clásico, con una novela ejemplar de John Le Carré y un conciso guión por sólida base, la película del director de Control arma con paciencia de araña el rompecabezas que define a toda buena intriga de espías. Cambian las circunstancias, los tiempos, el “enemigo”, palabra que toda buena historia de espías obliga a poner siempre entre comillas. Sin embargo, la sensación de derrota, de traición, de superioridad del mal que impregnaba El espía que volvió del frío (1965), primera novela de John Le Carré adaptada al cine, difiere poco y nada de la que transpira El hombre más buscado, última hasta el momento (las dos posteriores del autor de La casa Rusia están en preproducción). Hace rato que la Guerra Fría no existe más. Otras guerras se libran ahora, más dispersas, con escenarios vecinos por decorados eventuales. El espía que volvió del frío transcurría en la Berlín del Muro; ésta, en la misma Hamburgo de la que emergió Mohamed Atta, cerebro del ataque a las Torres Gemelas. Una Hamburgo en la que, como dice el protagonista, “todo hombre de piel oscura es visto como un posible terrorista... y a veces lo es”. La geopolítica que se desprende de El hombre más buscado está abierta a discusiones. Lo que parece menos discutible es que, una vez más, la obra de Le Carré da lugar a un magnífico film de espionaje. Uno del que pende, de punta a punta y como corresponde, el denso pathos de la pérdida. Que Philip Seymour Hoffman, abrumado antihéroe del opus 23 (contando sólo las novelas) de Le Carré, haya muerto por sobredosis poco después de terminado el rodaje, materializa ese clima del modo más físico, mórbido y tocante. Jefe de una unidad antiterrorista hamburguesa, Günther Bachmann parece cargar literalmente sobre sus espaldas la catástrofe que el equipo dirigido por él sufrió tiempo atrás en Beirut. Mal afeitado, con una panza que le hace brotar la camisa por fuera del pantalón, fumando más que todos los Mad Men juntos y con un vaso de whisky o un café triple permanentemente en la mano, Hoffman parece “tomado” por su personaje. Tal vez haya que buscar en esa disposición a la autovampirización uno de los motivos del jeringazo postrero. Como modo de olvidar tal vez ese fracaso y esas muertes de las que se siente responsable, Bachmann se concentra ahora, con germana aplicación, no en un caso sino en dos, que él mismo terminará por fusionar. Por un lado, está el seguimiento a una intachable autoridad espiritual del Islam en Alemania, a quien encarna el recordado protagonista de El sabor de la cereza (el iraní Homayoun Ershadi) y del que el viejo lobo de tierra sospecha posibles conexiones con Al Qaida. Pero un segundo asunto viene a llamar a la puerta, y es bastante más complejo. Un refugiado checheno, posible ex terrorista torturado por los rusos, llega a Hamburgo, escapado de una cárcel turca. ¿Quién es, qué busca? Sacándose de encima a un funcionario de seguridad que visiblemente le quiere poner el pie, Bachmann pone a los miembros de su equipo (entre ellos, los conocidos actores alemanes Nina Hoss y Daniel Brühl) a investigar al checheno. Y con él a una abogada de izquierda, especializada en la defensa de inmigrantes ilegales (la siempre magnética Rachel McAdams) y un banquero “lavador” (el atemorizado Willem Dafoe), a quien el misterioso exiliado por algún motivo viene a contactar. Al mismo tiempo desembarca una “representante de la embajada estadounidense” (eufemismo por autoridad de la CIA, encarnada por una Robin Wright inauditamente morocha), cuyo gobierno muestra interés en el asunto. Bachmann tiembla. Sabe, por experiencia propia, que más vale tener lejos a sus pares del otro lado del Atlántico. Film absolutamente clásico, con una novela ejemplar y un conciso guión por sólida base, en El hombre más buscado el holandés Anton Corbijn (de la seca Control y la autoinflada El ocaso de un asesino) arma con paciencia de araña el complicado rompecabezas que define a toda buena película de espías. Rompecabezas que, como en El hombre que vino del frío, tiene titiriteros y muñecos. Unos, obligados a bailar por no tener opción (incluyendo un caso particularmente perverso, que se revela recién sobre el final); los otros padeciendo en su conciencia la condición de puppetmasters. Sofisticado arte de la manipulación, se trata de “pescar” a un inocente con un anzuelo al que le asquea serlo, usando al pececito como carnada para atrapar a un predador más grande... que no es siquiera el que está en la parte superior de la cadena alimentaria. “Todo sea por hacer un mundo más seguro”, es el presunto fin por el que tanto Bachmann como su par de la CIA se dicen dispuestos a recurrir a cualquier medio. En labios de ambos, la frase suena amarga, cínica, autoconsciente de que en el camino todo (la dignidad, la piedad, la lealtad, la propia identidad) va a perderse.
Es inevitable ver EL HOMBRE MAS BUSCADO como una despedida. Es imposible mirar cada aparición de Philip Seymour Hoffman y no buscar alguna señal, algún secreto oculto, algún tormento escondido en su mirada, en su andar, en sus palabras y silencios. Nunca sabremos –admitamos que el cine es un arte que se consume en contexto, nos guste o no– cuántos de los significados que le atribuimos a esta película de Anton Corbijn están ahí o son parte de una interpretación atravesada por hechos que le escapan a la película por completo. Lo cierto es que, en estas particulares condiciones, EL HOMBRE MAS BUSCADO resulta una suerte de mirada triste y melancólica, romántica y brutal a la vez, a un mundo y a un arte que se han perdido. Ese mundo y ese arte es el del espionaje, el de la vieja escuela, el que involucraba trabajo de campo, emociones puestas en juego, relaciones entre personas, amores no correspondidos y pasiones encontradas. La novela de John Le Carré, el autor por excelencia de las mejores y más sabias novelas de espías, husmea en ese territorio, ahí donde asuntos como la “seguridad occidental” han dejado de ser tratados por personas con capacidad de discernimiento para ser manejados tanto por tecnócratas como por militares, por programas de computación, por drones o por ejércitos que primero disparan y luego averiguan, o primero encierran y luego inventan algo que justifique esa decisión. amostwanted4Pero ni la novela ni la película nos trasladan a los ’60 ni a ningún otro momento “romántico” de la Guerra Fría. No, EL HOMBRE MAS BUSCADO es una novela de 2008 y transcurre en un tiempo presente, con el eco del 11 de septiembre como eje narrativo, y con los mismos atentados –y sospechosos– como asuntos principales a resolver. Pero en la forma en la que Corbijn se acerca al material se transmite algo palpable que une a sus espías con sus antecesores generacionales, lo mismo que a los escenarios de la Hamburgo de hoy con los de esa misma ciudad, 40 años atrás. El grupo de espionaje secreto alemán que conduce Hoffman –que encarna a un personaje alemán, hablando en inglés con un acento más o menos germano pero muy creíble de todos modos– está encargado de hacer inteligencia allí tratando de que no vuelva a suceder otro atentado en Occidente como el de 2001. Y han puesto sus ojos en dos potenciales presas, cualquiera de las cuales podría darle título a la película. Por un lado, un joven checheno que llega a Alemania de manera sospechosa e intenta conectarse con un poderoso banquero. Por otro lado, una reputada personalidad del mundo árabe del que se sospecha que maneja dinero de grupos terroristas. El objetivo de Hoffman y su grupo de espías (que integran dos grandes actores alemanes como Nina Hoss y Daniel Brühl, bastante desperdiciados aquí) es unir esas dos puntas, pero la conexión no será sencilla. amostwanted3En el medio deberán lidiar con una abogada de derechos civiles que protege a inmigrantes (Rachel McAdams), el no muy limpio banquero en cuestión (Willem Dafoe) y, a la vez, con superiores tanto alemanes como norteamericanos (el contacto más cercano con Hoffman lo tiene Robin Wright), muy poco afectos al trabajo discreto, lento y preciso que requiere este tipo de operativos, entre otros. Pero, más que nada, con lo que deberán lidiar es con la incomprensión de casi todos. Aclaremos que no se trata tampoco de un grupo de inocentes pacifistas, sino de un duro y por momentos cruento equipo de espías, solo que tienden a preferir la persuasión y el engaño a la violencia y la acción preventiva. El asunto de inteligencia a resolver será, finalmente, secundario a lo que realmente les importa a Corbjin y a Le Carré: los personajes y el mundo que habitan. Hoffman es un espía solitario que, como muchos otros personajes del actor, parece abatido por el peso del mundo. Inteligente, sagaz, hombre que ya fue y volvió mil veces, es un recuerdo de otras épocas, un viejo zorro de mar en un universo de tecnócratas sin calle. Hoffman, con su andar cansino y su mirada triste, se pasea por los bares pesados de Hamburgo, recorre con la mirada a sus interlocutores y parece entender todo sin decir una palabra. Son sus silencios, más que nada, los que expresan sus intereses y angustias. Sus palabras, en cambio, parecen estar destinadas a torcer los significados, a sutilmente engañar (convencer) a sus interlocutores, a hacer su trabajo. La angustia está en los espacios vacíos, en los no-lugares, en lo no dicho. amostwanted1Y si bien uno muchas veces se pierde en la película mirando a Hoffman (Dafoe y Penn están muy bien también, McAdams no tanto), es claro que Corbijn, reconocido fotógrafo, ha hecho muy bien su trabajo. No sólo ha entendido a la perfección el núcleo de la novela de Le Carré, sino que como en su anterior filme (THE AMERICAN, con George Clooney) demuestra tener un manejo claro del look de la película, aunque quizás no tanto del ritmo. Es verdad que el filme por momentos peca de cierto quedo dramático –o de una media hora central que se excede en cierto juego de gato y ratón psicológico entre nuestro espía, la abnegada abogada y su perturbado “cliente” checheno–, pero son la estética del filme y la puesta en escena –además del elenco, claro está– las que transmiten a la perfección las sensaciones que no siempre alcanza a expresar el guión. Los planos de Hoffman solo, recortado en medio de esos edificios de arquitectura brutalista de Hamburgo, dicen mucho más acerca de los temas que trabaja el filme que muchas escenas más tradicionales de exposición narrativa. En esos momentos, la angustia del personaje –y para quien mira eso ahora, también del actor– trasciende la pantalla para volverse mucho más que la película que lo contiene. Es una soledad existencial, la del hombre que dejó de entenderse con el mundo. O a quien el mundo dejó de entender.
El notable talento del trágicamente desaparecido Philip Seymour Hoffman La primera escena de “El hombre más buscado” (“A Most Wanted Man”) produce una sensación de tristeza al ver a Philip Seymour Hoffman en su film póstumo. Su trágica desaparición con apenas 46 años nos privará de la presencia de uno de los más extraordinarios actores contemporáneos, premiado con el Oscar por su magnífica actuación en “Capote” hace nueve años. Prueba de su versatilidad es el personaje de Gunther Bachmann, que aquí interpreta, en la versión cinematográfica de la 21º novela de John Le Carré y 9º en ser llevada al cine. David John Moore Cornwell, tal el auténtico nombre del novelista inglés nacido en 1931, empezó a escribir hace algo más de medio siglo cuando a la sazón pertenecía al cuerpo diplomático británico. El agente Smiley por él creado estuvo en algunas de las más célebres de sus novelas adaptadas al cine: “Llamada para el muerto”, “El espía que vino del frío” (en cine “Alto espionaje” de Martin Ritt) y “El topo”. Otras célebres obras que fueron filmadas son “La casa Rusia”, “El sastre de Panamá” y “El jardinero fiel”. La que ahora nos ocupa del 2008 no es la última ya que el prolífico escritor de obras de espionaje y suspenso nos ofreció dos más recientes (“Un traidor como los nuestros”, “Una verdad delicada”), que quizás logren tentar a algún productor en un futuro no muy lejano. “El hombre más buscado” está ambientada en Alemania y sus personajes incluyen diversas etnias no sólo germanas como es el personaje de Hoffman, de su asistente Irma (la gran Nina Hoss, actriz predilecta de Christian Petzold) y del banquero Tommy Brue (Willem Dafoe) sino también mitad chechena mitad rusa del refugiado Issa Karpov o norteamericana en el caso de la agente Martha Sullivan (Robin Wright). El idioma en que se expresan los personajes centrales es el inglés (evitando el doblaje) pese a que transcurre en Hamburgo y Berlin. El notable reparto incluye a la sorprendente Rachel McAdams (“Sherlock Holmes”, “Medianoche en Paris”) en el rol de la abogada Annabel Richter de una ONG defensora de derechos humanos, que intenta proteger a Karpov. Desaprovechado aparece Daniel Bruhl (“Goodbye Lenin”), uno de los pocos actores alemanes que prácticamente no habla en toda la película, pese a sus reiteradas apariciones como uno de los que escucha conversaciones (al mejor estilo de “La conversación”). Todo gira alrededor del inmigrante ilegal cuyo padre amasó una fortuna de manera “non sancta” y que intenta que el dinero sea donado a entidades sin fines de lucro y en su mayoría árabes. Ello explica la intervención de las agencias de seguridad y antiterroristas alemana y norteamericana. No es casual que el escenario central del film sea Hamburgo desde donde Al Qaeda planeó el trágico 11 de setiembre del 2001 en Nueva York y el perfecto aprovechamiento de la ciudad, su puerto y el famoso barrio nocturno de St. Pauli. Dirigió el holandés Antón Corbijn que ya tenía en su haber dos largometrajes anteriores (“Control”, “El ocaso de un asesino”). Se trata de una típica producción europea, lo que se nota en un ritmo bastante más pausado que el que se le hubiera impreso de ser norteamericana. Pero quedará además en el recuerdo de la que fue una de las más brillantes interpretaciones de Philip Seymour Hoffman quien nos dio también “La duda” en el rol del padre Brendan Flynn, junto a Meryl Streep, “El juego de la fortuna” acompañando a Brad Pitt y nuevamente a Robin Wright y “The Master” como Lancaster Dodd. En una entrevista de 2009, Rachel McAdams afirmó que su actor favorito era Hoffman, sin sospechar que cinco años después actuarían juntos. Lo que tampoco imaginó es que ésta sería la última película del notable actor, cuya prematura desaparición tanto se siente.
Este es el fin, amigos (o enemigos) Es evidente que el poder del morbo se posa sobre El hombre más buscado y, queramos o no, genera sobrelecturas. De hecho, el último plano de la película de Anton Corbijn basada en la novela de John le Carré, es bastante simbólico para con la presencia de Philip Seymour Hoffman. El actor, uno de los más brillantes de su generación en el cine norteamericano (pero también uno de los más tediosos cuando quería y se dejaba llevar por la intensidad), se pasea por todo este relato de espías con una pesadez sobre sus hombros y una tristeza en la mirada, que ese mundo que se extingue y sobre el que habla la historia, es también el universo de un intérprete que nos va dejando sus últimas chispas de genialidad. Sin los guiños exagerados de otrora, apuntando más a lo sutil y lo extemporáneo, Seymour Hoffman logra darle relieve a una película de una serenidad tensa, que sabe narrar un asunto complicado con clasicismo y sin enredarse, a riesgo de perder en el camino a unos cuantos impacientes. Está claro que Corbijn (ex fotógrafo) es un esteticista, alguien que busca primero el look de su película y luego trata de darle una coherencia con el asunto de fondo. Eso, que se comía por completo a El ocaso de un asesino, terminando con cualquier tipo de tensión interna del relato, es aquí salvado en primera instancia por una conciencia de género absoluta y en segunda instancia por un texto de Le Carré que es -como lo es habitualmente- más cerebral que físico. Corbijn no llega a la cimas de la sofisticada El topo, tal vez una de las más logradas adaptaciones de Le Carré, que tenía a su favor su espíritu old fashioned que la distinguía, pero logra contar una historia contemporánea con la complejidad del asunto y con una mirada melancólica mucho menos afectada que en aquella con George Clooney. Si a una película se parece El hombre más buscado es a Agente internacional, de Tom Tykwer. Ambas hablan de una profesión que hoy parece demodé, que hasta ha dejado de lado la mirada más naif y romántica como se contaba en las novelas de Ian Fleming, y de un mundo en permanentes modificaciones que hace de esos agentes seres ínfimos, meras marionetas al servicio de un sistema que los controla y los vuelve ladrillos en una pared demasiado grande. La paciencia que exige este film, que hace del espionaje algo físico, es la que separa a este universo del mundo militarizado y más de acción del presente; El hombre más buscado es también una puesta en crisis del lenguaje actual del cine de acción y de entretenimiento. Pero en la comparación con Agente internacional, si la de Tykwer era mucho más efectiva en ese retrato del poder contemporáneo, se debe fundamentalmente a que el director alemán está menos preocupado por el look y mucho más atento a los vericuetos políticos de su historia. Por el contrario, Corbijn logra elaborar una mirada compleja recién al sumar capas y capas de información y texturas, y ponerla en crisis con esa melancolía de los paisajes externos e internos de Hamburgo y del personaje principal de Seymour Hoffman. El hombre más buscado es una película de piezas que van encastrando, como un rompecabezas, y que recién cuando logra poner todo en funcionamiento comienza a fluir (el cine de Corbijn gusta de acumular tensión hasta hacerla estallar al final). Le lleva un buen tiempo al director hacer interesante el relato, pero cuando se pone en marcha decididamente genera una atracción encantatoria. El peso del texto literario es definitivo, y si uno compara esta obra con cualquier otra película de Hollywood que hable de temas similares en esta era post 11-S, sin dudas que hallará mucha más complejidad en sus personajes (el grupo de agentes que coordina Seymour Hoffman y los burócratas a los que se enfrenta), conscientes del fin de una era pero amargamente testarudos en sus procederes y métodos. Está claro que el romanticismo de Le Carré es un poco cínico, que aquí no hay buenos o malos, y que en definitiva son diferentes formas y tonos de un mismo orden represivo. Lo que se exhibe es un teatro triste sobre cierres, conclusiones, finales, todos infelices y trágicos. Que no haya nada más que miradas en el final, que no haya más que contar, lo dice todo. Ese desenlace, seco, pone en su lugar aquella frase que se repite un par de veces en la película. Y que asegura que todo vale con el fin de hacer “un mundo más seguro”.
Impecable filme de espionaje con Philip Seymour Hoffman Película intensa, veraz, inteligente, sutil. Pinta como todas las novelas de John Le Carre, el mundo del espionaje, pero desde allí abre ventanas prometedoras para asomarse al alma humana, tironeada entre la lealtad, la codicia, las ansias de poder y el desamparo. “Queremos hacer un mundo mejor”, lo dice, con cinismo una filosa mandona de la CIA. Y lo repetirá el soberbio agente alemán Gunther. Con mucho rigor y belleza el film desarrolla una intriga pesada después del 11 de septiembre, cuando la CIA, el espionaje alemán y el gobierno se pelean por desenredar una oscura madeja en un Hamburgo de clima portuario y oscuridades varias. Desde allí el terrorismo islámico organizó el atentado a las Torres. La llegada de un personaje extraño, mitad ruso y mitad checheno, hace sonar todas las sirenas. Los centros de poder se recelan, se complementan, se obstruyen. Al final, cada uno está más preocupado en imponerse a sus contrincantes ocasionales que en develar la verdadera razón de una intriga. La atención no decae, los personaje secundarios tienen peso (la mejor interpretación de una luminosa Rachel McAdams), la trama avanza en un clima sombrío y de creciente tensión. Y en el medio de todo está Phillip Seymour Hoffman, en el papel de un agente hastiado, desbordado de cigarrillos y whisky, que parece estar al borde de esa desaparición (en el film y en la vida) y que llena la pantalla con esa cara gastada, esa voz oscura, esa sonrisa triste. El maneja hasta donde puede los hilos de una investigación difícil, llena de aristas difusas. Y será él quien al final deberá reconocer que el mal ha contagiado sus métodos y sus crueldades a un mundo donde sobran enemigos. Sus gestos, su soledad y su desazón parecen preludiar un final (en el film y en la vida) que estaba dibujado en la piel de este actor inmenso que tuvo aquí una despedida a la altura de su talento. El film no da respiro, no confunde con tramposos sorpresas, no necesita ni golpes de efecto ni persecuciones espectaculares. El realizador es un fotógrafo consagrado que sabe explotar cada rostro, cada detalle y que curiosamente arranca notas de humanidad en un escenario tan plagado de cinismo y horror. Un estupendo film de acción.
Los matices entre el fin y los medios No necesariamente una película de espías morosa y melancólica es interesante, aun cuando esté basada en una novela de John Le Carré. Sin embargo, la morosidad narrativa y el argumento diseñado por el novelista inglés son elementos fundamentales en El hombre más buscado. La acción no está ausente, por cierto, aunque se parezca más a una partida de ajedrez que a una pelea de artes marciales. El tablero es la ciudad de Hamburgo, el puerto del norte de Alemania, mostrado por la cámara de Anton Corjbin como si se tratara de un personaje más, ausente y presente al mismo tiempo en su atmósfera opresiva. A ese puerto llega de forma ilegal un extranjero (Grigoriy Dobrygin) llamado Issa Karpov (no en vano el nombre en musulmán significa "Jesús" y el apellido remite a un famoso ajedrecista ruso). Su llegada no pasa inadvertida para el hipersensible y secretísimo servicio de inteligencia alemán y tampoco para la agencia norteamericanas asentada en ese país. La gran pregunta: ¿es un refugiado o un terrorista? Nadie quiere que se repita un atentado como el de las Torres Gemelas; la diferencia son los métodos. Mientras el equipo que lidera Gunther Bachmann (Philip Seymour Hoffman) prefiere la vía moderada, el que conduce Dieter Mohr (Rainer Bock) se inclina por la eficacia inmediata. Entre ambos polos, parecen oscilar los servicios norteamericanos guiados por la diplomática Martha Sullivan (Robin Wright). La complejidad de la trama, en la que también participan un banquero (Willem Dafoe), una abogada de una organización humanitaria (Rachel McAdams) y un potentado árabe (Homayoun Ershadi), evita que la historia se demore demasiado en el simbolismo del hombre venido de lejos y nos ahorra una eventual tentación mesiánica, que es el problema que la película denuncia, tanto en su variante religiosa como en su variante racional. En cambio, no le impide desarrollar a fondo los personajes, más en sus filosofías (o en sus éticas) que en sus psicologías, lo cual en última instancia se traduce en una mirada distinta sobre el terrorismo y sus consecuencias no sólo políticas sino también familiares y sentimentales. Si bien todo conflicto de posiciones puede reducirse a dos bandos básicos (como "blancas" y "negras" en ajedrez), la lección de esta sociedad entre el ojo de Corjbin y la mente de Le Carré (productor de la película) es que hay muchísimos matices entre el fin y los medios.
Almas perdidas El cine mira caminar a los muertos. Esta verdad de Perogrullo se impone como un halo de fascinación renovada alrededor de la figura del actor Philip Seymour Hoffman a la hora de referirse a El hombre más buscado. Pero tampoco viene mal para describir el modo no tan evidente en el que los personajes de la última película de Anton Corbijn son registrados por la cámara. El holandés Corbijn es un fotógrafo de rock que un buen día sorprendió a todo el mundo convirtiéndose en cineasta de pleno derecho sin pedir permiso. Control, su primera película, era un biopic sobre la banda Joy Division (cuya imagen pública ayudó a crear y a difundir mediante sus hermosas fotografías, algunas de ellas hoy célebres) que desafiaba al espectador sin miramientos ni piedad algunos, con su viraje secreto hacia el melodrama y la exhibición de un pesimismo radical que transgredía incluso la reconocida oscuridad programática de la que el grupo del talentoso suicida Ian Curtis hacía gala. El hombre más buscado trae de inmediato una especie de eco, una vibración familiar que parece provenir sobre todo de El ocaso de un asesino, su película anterior. Si es verdad que allí el protocolo de un thriller de aspecto más o menos difuso cedía misteriosamente su lugar ante la carga de una tristeza inesperada en medio de la luz invernal de los Abruzos donde transcurría la acción de la película, del mismo modo la ambición del director no parece en esta oportunidad estar dirigida a construir una historia de espías contemporánea en toda regla (aunque se juegue con sus reglas y su apariencia). El punto de partida de El hombre más buscado trata sobre los integrantes de una agencia de seguridad alemana que es puesta en alerta ante la aparición de un enigmático chechenio que desembarca en Alemania sin papeles. Günther, el jefe del equipo interpretado por Hoffman es una criatura desastrada que sobrevive a base de cerveza y cigarrillos, completamente postergado y desestimado por sus superiores: un fantasma impenitente. La película está atravesada por un discreto lirismo y la convicción de que el cine debe renunciar a la tentación de la epifanía y sostener a pulso, contra todo obstáculo si es necesario, un cierto carácter neutro de las imágenes si tiene todavía la pretensión de ser verdadero. Corbijn conserva el tono entre gélido y espectral presente en los mejores momentos de sus películas anteriores, pero le agrega como elemento novedoso un grado inesperado de elusividad y desamparo en el círculo en el que los personajes giran, como si se tratara de animalitos de laboratorio, o quizá de almas perdidas. Hay que ver el peso concreto pero inextinguible a la vez que se hace evidente en los hombros del muerto estrella de la película (hablamos de Hoffman, claro), pero también, sobre todo, en la cara increíble de Nina Hoss, que lleva inscriptos una desdicha y un sinsabor para los que acaso todavía no se inventaron nombres: esos dos, llamados a convivir fatalmente, a rozarse, a mirarse amorosamente de soslayo y a confiar uno en el otro, ciegamente incluso, ¿cuánto tiempo más sobrevivirán? ¿Cuánto tiempo más podrán durar? El hombre más buscado luce en verdad como un desfile de seres que penan, que no tienen hogar y que solo tienen trabajo; que habitan oficinas impersonales, en una ciudad olvidada (Hamburgo) que podría ser cualquier sitio olvidado del mundo occidental: “Jugabas al borde, y cruzaste los límites”, le dice el protagonista a la joven abogada sospechada de “trabajar para terroristas” (Rachel McAdams) que termina constituyendo, incluso a su pesar, un eslabón indispensable en la cadena de colaboradores que conduce al arresto de una figura encumbrada de la comunidad islámica de Alemania. Esos límites nunca están precisos en el universo en el que se mueven los personajes, y la película los muestra siempre haciendo equilibrio, a solas con sus conciencias, aferrados a sus tareas secretas, a merced de los vientos de la política: abatidos y despechados. En una escena sorprendente, el protagonista se levanta de la mesa de un bar donde charla con una colega norteamericana que le pisa los talones (Robin Wright), va hacia el hombre que acaba de pegarle a una mujer, lo tira al piso de una trompada y vuelve a su asiento sin decir palabra. Hoffman impresiona una vez más, como en toda la película, pero en ese momento inolvidable casi podemos ver la estela de un dolor cósmico impresa en la pantalla, mientras el actor se dirige hacia el fondo del plano y regresa de él apenas resoplando dignamente, como un oso entrampado en medio del bosque. Corbijn ha conseguido filmar la sensación de desamparo del mismo modo que se filma un paisaje, o un objeto cualquiera de la puesta en escena. Pero, además, ha filmado el pánico apenas disimulado de aquellos a los que no les queda nada –ni amor, ni prestigio, ni esperanzas– pero aun así parecen no resignarse del todo a perder eso que ya no tienen.
El hombre más buscado del holandés Anton Corbijn, está basada en la novela homónima del escritor John Le Carré. Por consiguiente el espionaje se apodera de esta historia donde la intriga, la manipulación y la sagacidad cumplen un rol esencial. Sostiene, a su vez, la trama la soberbia actuación (lamentablemente una de sus últimas) de Philip Seymour Hoffman. Gunther Bachmann es el jefe de un comando antiterrorista que trabaja de incognito en Hamburgo. Su misión es captar posibles “focos” terroristas islámicos, y a quienes financian a los mismos. Issa Karpov es un joven, mitad ruso y mitad checheno, que llega a Alemania en busca de una fortuna ilegal que le dejo su padre. Por lo que la atención de las agencias de inteligencia, tanto de Alemania como de EEUU, se centra en él. ¿Qué destino tendrá el dinero del inmigrante? ¿Es un musulmán extremista o solo una víctima del sistema represivo ruso? Estas son las cuestiones que se ponen en jaque en un texto intrincado, donde los intereses y los engaños imperan. A modo de thriller “sesudo” la verdad cambia dependiendo quién la va descubriendo. El sentimiento de incertidumbre es constante, a medida que la investigación avanza, crece la ansiedad. Y todo funciona, con exactitud el director mueve los hilos para desenredar con suma elegancia la trama. También es una película de climas. Climas opresivos y grises que transitan los personajes. Principalmente el de Hoffman, quien parece estar resignado de todo lo que lo rodea. Sentado en un bar de mala muerte, con un cigarrillo en la mano y la respiración entrecortada, su mirada abatida se pierde entre los ebrios y las peleas de rigor. Esa es su cotidianidad, además de vivir desconfiando en un ámbito de trabajo resultadista. No hay respiro, y si lo hay se respira tristeza y melancolía. Anton Corbijn dota de humanidad el mundo del espionaje y posee la sensibilidad no solo de elegir a Philips Seymour Hoffman como protagonista, sino también de adaptarse a él y construir su personaje intuyendo su estado anímico; brindándole, también, la posibilidad de llevar a cabo una actuación impecable, digna de su enorme talento. Por María Paula Rios redaccion@cineramaplus.com.ar
Intriga internacional Basada en un policial homónimo de John Le Carré, El hombre más buscado no es sólo la última y quizá más notable (y no por ser la última) actuación del desaparecido Philip Seymour Hoffman, sino una delicada, quirúrgica mirada sobre los modos casi antagónicos con que Europa y los Estados Unidos encaran la problemática terrorista. Hoffman es Günther Bachmann, un agente de inteligencia alemán con la perspicacia de Sherlock Holmes y la desfachatez (y el abandono personal) del teniente Columbo. Dentro de su departamento, Bachmann carga con un pasivo que un colega quiere cobrarse, mientras una agente norteamericana (Robin Wright) obstaculiza la investigación de Issa Karpov (Grigoriy Dobrygin), emigrado checheno que, sin saberlo, está por heredar una fortuna. En el decálogo antiterrorista, la consigna lógica es atrapar a Karpov como sospechoso, pero Hoffman permite la intercesión de una abogada en asuntos de inmigración (Rachel McAdams) para que Issa reciba su fortuna y, de ese modo, la red terrorista adquiera otras dimensiones. El holandés Anton Corbijn (que inició su carrera como un distinguido fotógrafo ligado al rock) dirige con maestría esta telaraña de intrigas, pero el balance no sería magistral sin Hoffman, que entrega una de sus actuaciones más notables y, como trasfondo, las dimensiones de su pérdida.
El espionaje revive en una obra madura y el trabajo del inolvidable Seymour Hoffman En toda buena trama de espionaje hay factores fundamentales sobre los cuales se apoya la tensión: el objetivo en cuestión (una bomba, amenazas nucleares de países con poder atómico, contraespías o desertores, etc); los distintos interesados en el mismo; ergo quien maneja la información, quien tiene y/o quiere el poder. Hay otros factores que ayudan a construir la atmósfera, como la situación de los países involucrados, la coyuntura política, etc. En este sentido hoy día puede que sea más difícil. En la época de la Guerra Fría, a la cual James Bond debe su existencia, era más fácil. Desde la década del ’50 y hasta principios de la década del ‘90 los rusos y los chinos eran los malos, mientras que los yanquis con Inglaterra, su madre patria, a la cabeza, eran los buenos. Punto. Así venía el folleto. En cualquier momento alguien apretaba el botón y ¡chau mundo! Luego de la caída del Muro de Berlín el cine de espionaje debía reinventarse, o morir, situando historias previas a Bush Sr. En el siglo XXI al enemigo hay que inventarlo instalando antes el temor latente basado en la era post Bin Laden, o sea que todavía no se terminó. Siempre hay rencores contra el sistema capitalista, así que a guardar bien las fronteras sino queremos terminar hablando en mandarín o en árabe. Así lo entendió John Le Carré, quien sigue escribiendo muy bien. En “El hombre más buscado” Günther Bachmann (Phillip Seymour Hoffman) es un agente de la inteligencia alemana que anda tras la pista de Issa Karpov (Grigoriy Dobrygin), un joven checheno e islámico recién llegado a Hamburgo en forma y actitud sospechosa e ilegal. También, a través de un contacto, sigue de cerca a Abdullah (Homayoun Ershadi), un filántropo muy influyente sospechado de financiar empresas de Al Qaeda. Claro, en la plena era post Torres Gemelas, con la paranoia imperante por la que frente a cualquiera con barba está de por sí potenciada. La presencia de Issa con intención de hacer contacto con un banquero llamado Brue (Wilem Dafoe) también despierta el interés del servicio de inteligencia de USA (cuando no) que, por supuesto, quiere accionar ya de la mano supervisora de Martha Sullivan (Robin Wright). El otro vértice de este triángulo lo compone una abogada (Rachel McAdams), algo ingenua e idealista, que toma a Issa bajo su ala para poder contactar al dueño del banco. El director Anton Corbijn, el mismo de “El ocaso de un asesino” (2010) ha logrado con creces tener la historia muy clara en la cabeza como para mantener la información rebotando entre las partes involucradas con la dosis justa de tiempo y sin perder nunca el punto de vista, aunque por momentos lo desvíe. Por ende, la tensión no cede nunca y el interés se mantiene. Salvo por algunos detalles la adaptación de la novela por parte de Andrew Bovell es fiel a la historia, pero además a la esencia que el libro intenta rescatar como para darle al género una chance nueva. “El hombre más buscado” es un muy buen exponente de este tipo de cine Ya no veremos nuevas máscaras de Phillip Seymour Hoffman y sin embargo uno vuelve a ver sus personajes y descubre pequeños detalles que resignifican la técnica de actuar en el cine. Su Günther Bachmann respira resignado. Se toma pausas. Putea con ira y queda con cierto dejo de asma en su jadeo. Hace una pregunta, para luego repetirla más rápido. Sonríe sólo una vez en toda la película. Una. El espectador entiende ese contraste contra noventa minutos de un gesto sumido en la decepción general casi deprimido. Esa sonrisa lo confirma. Estas y otras tantas más son decisiones de un actor de estirpe fenomenal nacido para componer personajes. Destellos de un talento único que inexorablemente llevan a la pregunta fatal: ¿Cómo puede ser que éste gran actor ya no esté vivo?..
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John Le Carré es uno de los mejores escritores británicos y probablemente el único en lograr gran literatura con el espionaje como marca. Sus novelas, a través de tramas tensas, permiten reflejar mundos complejos donde el interés de los individuos y los estados colisionan constantemente. Ese espíritu se rescata en esta adaptación firmada por Anton Corbijn, donde un hombre que ha sufrido la tortura llega a la comunidad islámica de Hamburgo reclamando una herencia y cae en la mira de la paranoia antiterrorista. La duda y las medias verdades son la constante del relato, que tiene como núcleo la actuación contenida del fallecido Phillip Seymour Hoffman. Si la película no logra romper los límites de la “adaptación correcta”, es porque por un lado intenta permanecer fiel a la letra, y por otro, en ocasiones pone demasiado el acento en la mecánica del género (como contraejemplo, la gran adaptación de “El topo” por parte de Tomas Alfredson sirve de contraste). Aún así, la paranoia universal está bien retratada y la pintura de los personajes permite comprender el humanismo de Le Carré, aún cuando algunas vueltas del relato se presenten un poco confusas. No es el mejor trabajo de Hoffman, por cierto, pero de todos modos es un placer verlo en pantalla: un actor cuya inteligencia seguirá extrañándose.
El hombre más buscado es una película de espionaje a la antigua con poca acción pero con un excelente y bien entramado guión. El espectador se mantiene interesado gracias al constante suspenso que permanece sin decaer de principio a fin con un final sumamente inesperado y atractivo, no sólo desde el punto de vista narrativo sino que
Hoffman + espionaje El film dirigido por Anton Corbijn podrá tener sus contras o elementos que provoquen algunos declives en su desarrollo, pero se las ingenia para salir adelante y reponerse a dichas recaídas. Lo concreto es que se trata de un thriller de espionaje basado en una novela John le Carré, un especialista en la materia. Vale destacar que la presencia del fallecido Phillip Seymour Hoffman realza el status de la proyección (como solía suceder con cada aparición del protagonista de Capote en cualquier cinta) a base de una actuación solvente, firme y por demás sobria. En El hombre más buscado, un joven mitad checheno, mitad ruso, arriba a Hamburgo con aires de misterio en su andar. Al parecer reclama la herencia de su padre, despertando y alertando a agencias de seguridad. La duda se focaliza en saber si el inmigrante representa un peligro inminente o si es una simple e inocente víctima. En los relatos sobre espías y todo lo que rodea a ese peculiar universo, la dinámica no es un componente que cobre forma ni mucho menos. Lo importante aquí radica en saber cómo mantener expectante al observador y cómo abordar los acontecimientos. Si el ritmo es pausado pero existe una inquietud que movilice e incite a seguir la historia con atención, todo se hace más fácil de digerir. En la obra de Corbijn el nivel de interés varía conforme avanzan los minutos y las dificultades para enlazar al espectador se perciben con notoriedad. El director comienza de buena forma y se muestra dúctil a la hora de exhibirnos un producto atmosférico. Sabe, desde el arranque y hasta la primera mitad del film, cómo dosificar lo enigmático; para ello nos regala algunos pequeños trozos de lo que acontece y, cuando algo aparenta revelarse, de inmediato nos transporta a otra instancia con hábiles cortes de escena. Hoffman se carga prácticamente la película al hombro y nos transmite seguridad en cada una de sus intervenciones. Contagia y conecta; sus expresiones, su manera de moverse y de gesticular se siente natural, enalteciendo su figura. Es atinado mencionar a un reparto que lo escolta con consistencia. Nina Hoss (Barbara), Willem Dafoe, Rachel McAdams, Daniel Brühl, Robin Wright y Grigoriy Dobrygin realizan un gran trabajo acompañando a nuestro intérprete central. El hombre más buscado funciona por su capacidad narrativa y por los modos con los que palpa y vuelca a la pantalla lo relacionado con el espionaje y la investigación. Una historia que nos enseña lo frío y calculador que se requiere ser para sacar adelante un caso específico. Dos horas de metraje distribuidas entre diálogos, indagaciones, contactos y suposiciones. No hay lugar para la acción, sí para algún que otro giro argumental, pero no de elevado calibre. Queda la sensación de que se podría haber apelado a cimentar secuencias de mayor poder de tensión, material existía de antemano para lograrlo. A pesar de sus defectos, la película de Corbijn pesa más gracias a la condición interpretativa de quienes conforman el elenco y a su aptitud para sobreponerse, de cara al desenlace, a las pendientes que se evidencian hacia la mitad del relato. LO MEJOR: Philip Seymour Hoffman y otra notable labor. Bien narrada. Toma envión y fuerza hacia el final. LO PEOR: carece de nervio o tensión. Sufre ciertos declives. PUNTAJE: 6,2
El espionaje es jodido "A most wanted man" es el nuevo trabajo de Anton Corbijn ("The American", "Control") basado en la novela de suspenso y espionaje homónima de John le Carré, famoso escritor cuyas obras han sido llevadas al cine ya en 9 ocasiones, si tenemos en cuenta esta última. Le Carré se caracteriza por poner mucha tensión y complejidad a sus historias, mostrando los enredos del espionaje internacional de las maneras más crudas y frías. En esto el film cuenta con un plus, ya que si bien a algunos puede gustarle más o menos su escritura, es innegable que el tipo sabe muy bien como arreglárselas para idear historias de política, traición y drama. La interpretación de los personajes principales estuvo a cargo de una selección muy buena de actores con nombres de primer nivel como Philip Seymour Hoffman ("Capote"), Rachel McAdams ("The Notebook"), Robin Wright ("House of Cards") y Willem Dafoe ("Pelotón"). Todos cumplen las expectativas y más, lo que por supuesto le agrega otro plus al film. La parte que no me sedujo tanto tiene que ver estrictamente con la dirección, puntualmente con el ritmo que se le imprime por momentos a la trama, que a veces estaba bien arriba, con vértigo y mucha intriga, y por otros directamente se ponía chata, reparando en detalles que no sumaban mucho al relato. Algo que me sucedió fue que los últimos 15 minutos se pusieron tan buenos que cuando todo termina de manera tan abrupta y sin muchas explicaciones, me quedó un gusto a poco, a que podrían haberme mostrado de alguna manera más detallada toda la subtrama que sucedía por detrás de la principal o que podrían haber ofrecido algún vistazo sobre las consecuencias de lo que pasó sobre el final. Entiendo el objetivo de cerrar de esa manera abrupta, pero no puedo evitar pensar todo lo más rico que hubiera sido mostrarnos un poco más, sólo un poco. Una propuesta muy a lo Le Carré, medio lenta pero con mucho laburo sobre la anticipación del nudo narrativo. Buenas interpretaciones, sobre todo del fallecido Hoffman, y muchos diálogos interesantes de índole política. Una película que disfrutarán los aficionados a las historias de espionaje y aquellos que priorizan la historia por sobre la narración. Además es una buena opción para ver uno de los últimos laburos de Philip Seymour antes de morir.
Publicada en la edición digital #266 de la revista.