Una de las grandes sorpresas del año. SAW 6 es un tremendo film de terror y suspenso que cierra finalmente una de las mejores sagas cinematográficas estrenadas en los últimos tiempos. La historia de Jigsaw se convirtió en un vicio anual que muchos de nosotros esperamos con ganas en esta época del año. Sin embargo, no fuimos pocos los que quedamos algo decepcionados con la quinta entrega. Se trataba de un film de transición que le aportaba poco a la serie y estancaba la trama en un punto muerto. La nueva película representa la conclusión de la segunda trilogía que comenzó tras la muerte de Jigsaw. Claramente se trata de una de las mejores secuelas de toda la serie. No sólo por las cosas que ocurren en la trama, sino por su realización. El director Kevin Greutert salvó la saga con un thriller impecable que no da respiro desde la primera a la última escena. El tipo logró que no podamos despegar los ojos de la pantalla durante 90 minutos. Esta es la película que queríamos ver! Greutert ya pertenecía la familia SAW, donde se desempeñó como el editor de todos los filmes previos. En mi opinión el éxito de este film reside en que el director supo encontrar el balance perfecto entre la obra original de James Wan y las secuelas intensas y sangrientas de Darren Lynn Bousman (SAW 2, 3 y 4). Los que creen que El juego del miedo se convirtió en un fenómeno internacional porque mostraba mutilaciones y asesinato sangrientos no entendieron nada. La pasión y el enganche con SAW siempre tuvo que ver con la historia y sus personajes. El gore fue un complemento. Greutert no se olvidó de eso y realizó una película que se enfoca principalmente en el drama y las emociones que viven los protagonistas. El macabro juego de Jigsaw finalmente llega a su fin y muchas de las cuestiones que quedaron sin respuesta son resueltas en este capítulo, además que se hace hincapié en cuestiones interesantes como la relación entre algunos personajes importantes. ¿Qué contenía la caja que John le entregó a su esposa en el testamento? ¿Qué decía la carta que alteró a Amanda en SAW 3? Todo se responde acá. La historia tiene un rumbo definido e inclusive se dieron el lujo de incluir toda una bajada de línea política sobre la situación de la medicina prepaga en los Estados Unidos que actualmente tiene un importante debate en ese país. De hecho el comentario social que presenta SAW 6 está bastante en sintonía con lo que fue el documental de Michael Moore, Sicko! Es muy loco. Otro golazo de esta película es que Tobin Bell sigue siendo el gran protagonista de esta historia y en esta ocasión le dieron mucho más tiempo en pantalla que en la cinco, algo que en lo personal me dio mucha alegría. Lo escribí el año pasado. Sin él, El juego del miedo no es lo mismo porque Hoffman no es un personaje carismático y fuerte como Jigsaw. Esta vez se las ingeniaron para que Bell esté más presente a lo largo del conflicto y tiene escenas tremendas donde la rompe con su actuación. Al margen de lo bien llevado que está el suspenso y las sorpresas que prepararon en materia de giros inesperados, SAW 6 es la más zarpada de toda la saga en materia de violencia. Yo creí que ese terrible prólogo que tuvo el capítulo 4 iba a ser el punto máximo de sadismo y violencia pero Greutert levantó la apuesta. La escena inicial de la sexta es tremenda y algunos de los nuevos juegos macabros son duros de ver y saben que no tengo problemas con el gore, pero hay escenas donde creo que se fueron al carajo. La calificación de no apta para menores de 18 es comprensible aunque también es una gran hipocresía ya que en la televisión se ven antes de las 22 horas cosas más graves que escenas violentas de un film de terror. En fin, el gran problema con esta película es que tranquilamente podría funcionar como el final definitivo de la serie. Sin embargo, hace unos meses confirmaron que van a filmar la séptima que se estrenará en octubre del año que viene en 3D. La verdad que es absolutamente innecesaria otra secuela y lo peor de todo es que la dirección correrá por cuenta de David Hackl, el responsable de la 5 que fue la más floja de todas. Ojalá que la próxima no arruine este excelente film que brindó el director Kevin Greutert que no tengo claro va a ser recordado como uno de los capítulos más notables de la saga. No se la pierdan en el cine que vale la pena.
No sos vos, soy yo Admito que ya no sé qué escribir, ni cómo encarar una crítica sobre esta franquicia de terror extremo. Si tomármela en serio, en broma, si indignarme, si tratar de encontrarle aciertos técnicos, si compararla con las anteriores... ¿Tiene sentido? ¿A alguien le interesa que se analice la saga de El juego del miedo, o la de Hostel, o todo ese subgénero de violencia extrema ligado al auge de las snuff-movies? Peor aún ¿Es esto cine o apenas un mero espectáculo de sadomasoquismo? El debate tiene sentido en función de que, por ejemplo, el estreno en España debió suspenderse, ya que la película fue calificada como X, es decir, sólo apta para salas de exhibición condicionada (pornos, bah). O sea, ¿es El juego del miedo VI sólo pornografía de la violencia? Las mismas dudas me acecharon cuando tuve que escribir sobre las anteriores (creo que vi todas menos una), no puedo creer cuando leo en un sitio colega que el "crítico" la elogia diciendo que es poco menos que una obra maestra y -con conocimiento de causa, es cierto- compara detalles, personajes y subtramas de las seis películas. Yo, más allá del personaje de John Kramer/Jigsaw (que está muerto, pero "reaparece" vía flashbacks y alucinaciones a todo momento), no tengo interés ni capacidad para recordar ningún otro detalle. No me interesa en absoluto si un personaje murió descuartizado en la segunda parte, si tal otro se salvó pero perdió un brazo en la tercera o si un detective corrupto participó o no en la cuarta. Les dejo todo esto a los fans de esta serie de atrocidades / torturas / autoflagelaciones / festival de vísceras, etc. Si alguien quiere saber de qué va esta sexta parte (que, creo, es algo mejor que las dos anteriores, ya que al menos tiene una narración más sólida), les cuento que continúa la cacería moralista de Jigsaw (con la ayuda de su viuda y de un policía) contra un ejecutivo de una corporación de seguros médicos cuya función es dictaminar a quién se cubre o no en el tratamiento de un cáncer u otra enfermedad terminal (o sea que, como Jigsaw, decide quién vive y quién muere), pero también contra adictos a las drogas, fumadores, periodistas sensacionalistas y seres corruptos. Que los elementos de tortura y las pruebas a las que son sometidas las víctimas son ingeniosas, que el film tiene tensión y suspenso... Puede ser. Pero cualquiera de estos hallazgos son para mí menores, insignificantes en comparación con la acumulación de excesos a los que me enfrente la película. Como no tengo alma masoquista (ni sádica), no puedo recomendarle entonces a nadie que se someta a una experiencia semejante a la que yo padecí.
Otra vez sopa... El juego del miedo 6 (Saw VI, 2009) es la, se supone, anteúltima entrega de la saga gore más espectacular de los últimos años. Siguen los juegos macabros, los flashbacks confusos y el asedio asfixiante de un asesino serial peligroso aún muerto. Ante el fallecimiento del agente Strahm (Scott Patterson) y la emergente figura del detective Hoffman (Costas Mandylor) como sucesor natural de Jigsaw (Tobin Bell), todos los acertijos mortales tendrán un poco más de sentido. Sin embargo, ante la persecución de la Brigada de Investigación Criminal se obligará a Hoffman a poner en marcha un rebuscado juego que dará soluciones ideológicas a los problemas de la carne. El ser humano pensante tiene la capacidad de cansarse ante la repetición. Comidas, colores, olores, relaciones, rutinas y, por supuesto, imágenes son algunos de los responsables del exhaustivo deterioro del factor sorpresa. En este caso, El juego del miedo 6 evapora cualquier rastro de novedad apostando a lo seguro: masacramiento humano y enigmas sin resolver. Por si fuera poco, en enero comienza la filmación de la séptima (sí, leyeron bien ¡7!) que vendrá en 3D (definitivamente se va hacia la resonancia visual y la perdida de la forma). Las voces populares se dividen entre el abuso y la rentabilidad en el entretenimiento. Considerando que Viernes 13 tiene 16 versiones (contando todos sus spin-off) y Halloween 9, creemos que El Juego del Miedo va en ese plan y éste es, con la salvedad aclarada de que cada vez es más para fanáticos del género y no una película popular, ir hacia una eternidad legitimada por el villano y su quehaceres. Jigsaw es el mayor responsable de la perpetuación de una serie que podría haberse acabado en una secuela (o a lo sumo, en una trilogía). En esta entrega se responden algunos interrogantes que han quedado flotando en películas anteriores. El juego del miedo 6 propone cerrar problemáticas tangenciales que venían sosteniéndose en litros de linfa y gratuidad sádica. La película en sí no da respiro hasta la última escena. El director Kevin Greutert (antiguo editor de toda la saga de Saw) nos da un espectáculo visual superior a la 5 (esa nebulosa donde todo se parece y poco aclara) y un ritmo trepidante en los 90 minutos del film. Eso no puede negarse, obviando el mencionado factor sorpresa, la película responde a las expectativas del amante del cine de terror.
Seis para triunfar El mejor y único método para lograr escapar del escarnio divino al que puede someterte un individuo como Jigsaw sería, a esta altura de las cosas, transitar por la vida (y de por vida) con una capsulita de veneno alojada en tus encías, para morderla y liberar su elixir autoejecutor segundos antes de formar parte de los ingeniosos juicios de moral y redención que nos invita a jugar el oscuro personaje interpretado por el siempre bienvenido Tobin Bell. El personaje de marras, ya fallecido, se guarda para el -hasta ahora- final de la saga una bienvenida pieza de resistencia: Someterá a juicio al máximo ejecutivo de una empresa de medicina privada, simpáticas entidades que juegan a la ruleta con el bienestar y malestar de la gente utilizando el juramento hipocrático como bolita. Probablemente Jigsaw observó la Sicko de Michael Moore y decidió dejar de lado la denuncia simpaticona para encarar directamente al dueño de un gran emporio de salud privado y exigirle que le pague un treatment novedoso para el cáncer que lo aqueja. El ejecutivo se negará y Jigsaw le escupirá un par de verdades (a los gritos), tirará su copia de Sicko al demonio y diseñará un parque temático colmado de situaciones-límite para que el ejecutivo aprenda a ser bueno de una vez por todas. ¿Cómo logra un fallecido hacer todo esto sin siquiera mosquearse? A través de flashbacks, claro está. Lo suficientemente bien puestos como para no generar demasiada confusión (aunque sea casi una orden haber visionado las Saw previas para no perderse la mayor parte de los confites importantes). Jigsaw dejó cartas, indicaciones y audios con reglas a seguir, tanto para el sargento Hoffman como para Jill. Amanda, que se nos manifiesta completamente recuperada (en secuencias que abandonan el flashback para mutar hacia una mamúa feroz de metadona) también recibirá alguna indicación oportuna. Hay en Saw VI otros personajes, quizá menores en su dimensión protagónica pero vitales para el desarrollo del circuito. Cada uno de ellos gemirá por su vida e intentará conservarla, ya sea mediante ruegos ó lipoaspiraciones muy poco higiénicas ó a través de una muy tétrica e intensa “Rulesita” (conjunción perfecta Ruleta Rusa y Calesita, quizá la mejor secuencia del film). Recordemos que John Kramer muta en Jigsaw por que su concepción de la injusticia es tan potente que precisa exprimir hasta la última gota de vida de tu cuerpo para que te conviertas en una masa de voluntad frenética sin dirección puntual, bailando entre dos opciones muy puntales (matar ó morir) que podrían generar en tu persona un cariño más sincero y respetuoso respecto a todo y a todos. Los métodos utilizados pueden resultar extremos y gráficos, pero siempre mantienen cierta coherencia freak entre crimen y castigo. Algo así como castigar a un músico abusador de menores tirándole un piano encima desde un décimo piso. Por eso Jigsaw meterá en el juego a una periodista sensacionalista: Por detenerse en los aspectos morbosos de su obra y no precisamente en su titánica misión. Y por que, de un modo u otro, la dama de pelo oxigenado resultará útil en el desenlace del film, que no adelantaremos aquí. Intentando dejar de lado el magnífico móvil que lo motiva (y también el hecho de que sus trampas y artefactos funcionan de maravilla) podríamos decir que Jigsaw es la versión triunfante de Willie E. Coyote, aquél mamífero narigón que hizo lo imposible por atrapar al Correcaminos y nunca lo logró. Sólo faltaría que las maquinarias de Jigsaw fueran fabricadas por ACME y que las secuencias en las cuales dichas maquinarias se ponen en funcionamiento sean apuntaladas en lo musical por la alucinante melodía “Powerhouse” de Raymond Scott. Si la saga Saw les es familiar, adelante con Saw VI. Y si la saga no les es familiar y tienen ganas de desconcertarse con 30 minutos de flashbacks extraños y escenas de tortura muy ingeniosas (y frenéticamente montadas), adelante también. Probablemente no defraude ni a familiares ni a extraños. Bonus Track - Desde la productora Twisted Pictures, responsable de la saga, adelantaron que Saw VII, prevista para el año próximo, será la última parte de las macabras aventuras del amigo Jigsaw. ¿Les creemos?
Nuevos cortes de carnicería Crítica "El juego del miedo VI" Desde el más allá, Jigsaw sigue con sus lúdicas torturas a personajes corruptos: moral aplicada de modo inmoral. No se trata de apelar al facilismo reseñero, pero contar la secuencia inicial de El juego del miedo 6 es la forma más eficaz de sintetizar su esencia. Un hombre y una mujer, usureros, están cautivos en celdas jigsawianas, obligados a "competir" para sobrevivir. A su alcance hay elementos cortantes y dos balanzas. El que logre quitarse más kilos corporales salvará la vida. El hombre, regordete, comienza a rebanarse la panza de a lonjas: se filetea. La mujer, más inteligente, prefiere el corte único con hueso: toma un hacha y le apunta a su brazo izquierdo... Lo previsible: morbosidad cada vez más extrema, explícita e ingeniosa; moralismo vengativo; exaltación de la tortura y la ejecución por mano propia, en tiempos en que esa exaltación crece sin ayuda de estas películas... Aclaremos: nadie sostiene que el espectador de El juego... saldrá de "cacería moral", ni que las apoyará. Sí que esta película las tiene en el centro de su ideología y que lo demuestra en cada una de sus decisiones, incluso estéticas y humorísticas. John Kramer/Jigsaw (Tobin Bell) se las sigue arreglando, desde la muerte (desde flashbacks y alucinaciones), para torturar lúdicamente a corruptos e inadaptados sociales: ahora, al ejecutivo de una compañía de seguros impiadosa. El ejercicio de la ley del talión es sofisticado y cargado de alegorías. En una escena, el empresario queda ante una calesita con seis subordinados suyos: debe ejecutar -en este caso, con culpa- a cuatro. En esos giros hay ruegos, bajezas, manipulaciones, y raptos de dignidad suicida: el mundo laboral a pleno. La otra subtrama sigue al detective Hoffman (Costas Mandylor): ¿aliado o enemigo de Jigsaw? En esencia, más de lo mismo, en una saga que ya tiene fans y detractores, lo que a esta altura hace estéril cualquier crítica.«
Sangre y horror en otra entrega de la saga Desde hace cinco años, y con gran puntualidad, llega a las pantallas la terrorífica historia de Jigsaw, ese sádico individuo que atormenta a sus víctimas con macabros juegos. Esta sexta parte de la saga no difiere demasiado de las anteriores, aunque aquí el agente especial Strahm, ya muerto, es reemplazado por el detective Hoffman, que planifica una serie de escalofriantes asesinatos manejados desde las sombras por aquel hombre enfermo que desea vengarse de quienes lo obligaron a esconder su tétrica personalidad. Desde la primera secuencia, la trama se basa en la sucesión de horripilantes torturas que sufre ese grupo de personas presas en una jaula y vigiladas por quien organizó una muy complicada serie de monstruosos castigos. Poco o nada es lo que el argumento ofrece como atractiva narración, ya que lo que les importó aquí al director Kevin Grentert y a los guionistas es mostrar sin tapujos los más cruentos instantes en que cada una de las víctimas es asesinada sin piedad en medio de gritos de espanto y ojos desorbitados. Sin duda la historia ya no daba para más y por ello los responsables del film se concentraron en hacer un muestrario de brazos partidos, cuerpos despedazados y cabezas que ruedan sin cesar. Los seguidores de este cine "gore" estarán en su elemento frente a tantos litros de sangre, pero este nuevo juego del miedo no añade nada original a esa sádica temática.
El crucigrama se escribe con sangre Una de las mejores publicaciones argentinas de los 80 fue Humor & Juegos, donde, por ejemplo, creaba crucigramas y acertijos Mario Levrero. Los adolescentes de entonces nos divertíamos bastante con esos juegos de ingenio que apelaban a la inteligencia más que a la memoria o el cálculo. También en esos años se producían en el cine muchos films slasher, esos donde un asesino loco/psicótico reventaba sangrientamente a cualquier jovenzuelo de la era Reagan que se atreviera a desnudar un escote. Y, por último, también en esos años había telenovelones llenos de glamour brillante como Dallas y Dinastía, donde las pasiones más bajas y los pecados más terribles se escondían detrás de la apariencia del éxito económico. La serie El juego del miedo –y esta sexta parte aún más– combina estas tres cosas: un melodrama de gente con culpa manipulada por un psicópata asesino que usa juegos de ingenio sangrientos para vigilar y castigar (o castigar y vigilar el castigo, que para el caso es lo mismo). El único atractivo de estas películas llenas de efectos digitales y maquillajes granguiñolescos está en saber: a) Cuál es la solución de cada acertijo; b) Quién lo resuelve y quién no; c) Quién revienta y cómo; d) Quién es realmente el malo de la película y qué hizo de malo esa gente (después de todo, se trata en el fondo de una justificación, si no defensa, de la justicia por mano o serrucho propio) para estar ahí. Y el problema es que ya sabemos que van a pasar estas cosas y que el impacto shockeante de gritos de dolor y chorros de sangre, al saturar, pierde su efectividad. Film sobre todo feo y bastante reaccionario, su peor pecado no es su inmoralidad digital sino que convoca –con éxito– el aburrimiento, algo de lo que Humor & Juegos, los slasher, Dinastía y Dallas sabían salvarnos.
La tortura como lección de autoayuda Las almas bellas se escandalizan y luego toman decisiones: “Este filme putrefacto debería estar prohibido”. Así pensaron en la madre patria, y El juego del miedo VI se exhibió allí en donde el cuerpo filmado es pura mercancía y lo narrativo es un pretexto para exhibir las destrezas anatómicas de actores cuyos cuerpos son su último recurso interpretativo. ¿Sadismo pornográfico? Pocas cosas tiene para entregar esta tercera parte de una segunda trilogía que empezó a principios de esta década. Excepto por la prestancia perversa de Tobin Bell, quien encarna al asesino serial reaccionario y articula el discurso filosófico de la serie, como suele suceder, el resto de los actores son unos troncos, y el relato resulta mecánico como un reloj a cuerda y la estética slasher colecciona lugares comunes como John artefactos de tortura. El juego del miedo VI consiste en la ejecución del testamento vengativo del popular asesino, cuyo fin es doble: exterminar a un ejecutivo de una corporación de seguros médicos y darle su merecido a los responsables de la muerte de su hijo en gestación. La viuda de Jigsaw/John tiene visiones y una misión secreta. Su único discípulo vivo prosigue con la línea de acción de su maestro, aunque detrás de su musculatura no parece haber vida inteligente. La apertura no es discreta, y condensa, además, una ideología. Dos bancarios deben salvar sus vidas sacrificando su propia carne. La automutilación deviene salvación. Detrás de la sangre, una consigna: estos depredadores que prestan dinero a quienes no lo tienen son convertidos en presa. Ésa es la lógica compensatoria de El juego del miedo. Su obscenidad sádica es el correlato de un diagnóstico: un mundo desprovisto de valores. En efecto, el supuesto sabio de la tortura cree en los extremos como método terapéutico: quien se enfrenta con la muerte puede llegar a valorar su vida más que las posesiones que la sostienen. Y es allí en donde secretamente El juego del miedo es autoayuda por otros medios. Después de 2001, la tortura como instrumento político dejó de ser tabú en EE.UU. Es lógico que Hollywood la naturalice, pues ese cine es una máquina pedagógica y expresa fantasías colectivas de un imaginario específico. Más que escandalizarse y prohibir, hay que sopesar por qué el consumidor preferencial de este tipo de productos ya no cuenta con paciencia ni sensibilidad para mirar Noche y niebla o Garage Olimpo. Se necesita una contrapedagogía, imágenes que restituyan lo Otro y distinto de nuestro mundo. Para los fans de la serie y sociólogos del espectáculo. Una virtud: una vuelta de tuerca casi aceptable. Un pecado: su estética berreta.
Envidias, traiciones, avaricia, soberbia. Si hasta un gordito es obligado a rebanarse la barriga para pagar sus culpas, que sumarían la gula a los anteriores pecados capitales. Esto último es lo que ocurre en la primera escena de “El juego del miedo VI” y es un aporte más al perfil moralizante del filme, que se filtra entre los cortes, hachazos, puntazos y automutilaciones de esta nueva entrega de la saga. Todo mezclado con frituras, ácidos y balazos que denotan el sadismo extremo de la serie. Tanto es así que por momentos la redundancia obtiene el efecto opuesto al buscado. Si bien los excesos son gratuitos, aunque funcionales al género y estilo de la película, no es casual la ensalada de actualidad, morbosidad, dogmatismo y pretensiones culturales. Tampoco el aderezo con algo bastante conocido y mucho más profano como la justicia por mano propia y el juicio y castigo sumario a quienes hayan sucumbido a la mezquindad humana ya no delinquiendo sino cometiendo actos como la usura, la delación o la negligencia que puede costar vidas inocentes. La idea de que “el que las hace las paga” y la ley del Talión están latentes durante toda la película. Como complemento aparece una mención con aspiraciones intelectuales ya que “El juego del miedo” apela también a una cita de Shakespeare. Así lo hace Jigsaw cuando les pide a los primeros torturados su “libra de carne”, tal como lo hace Shylock en “El mercader de Venecia” a su cliente como retribución por su deuda. El enorme esfuerzo de imaginación del guionista y el director para superar en cada escena el ingenio puesto en la intrincada elaboración de ese sistema de premios y castigos que establece el asesino justiciero, sorprende en los primeros tramos pero se diluye con el tiempo a pesar del impacto de las imágenes. La reiteración se impone en la estructura narrativa y entonces habrá que esperar a ver en qué consistirá la nueva y macabra prueba que tendrá que pasar el protagonista, que en este caso se trata del más alto directivo de una empresa de seguros que tiene que “pagar” por las consecuencias de sus decisiones y que costaron la vida de varios personajes. Jigsaw/John Kramer sigue lucrubrando sus malignas estrategias. Con ellas logra hacer recorrer a sus personajes “culpables” por un purgatorio y un infierno terrenales, y reserva la salvación para los puros y su regreso a un mundo, que, está claro, para él no es ningún paraíso.
Bienvenidos a Terrorlandia Es difícil mantener la mirada ante la pantalla desde las primeras escenas. Con ritmo vertiginoso se muestra en detalle la sangre y las automutilaciones de las dos primeras víctimas de Jigsaw. Sí, el muñeco maldito sigue haciendo de las suyas aún cuando su creador está muerto. La trama continúa desde donde la anterior finalizó y los flashbacks para explicar el por qué de lo que acontece en este nuevo filme son abundantes. La primera entrega de esta saga es todavía insuperable, pero vale decir que en este sexto episodio encajan varias piezas que en el anterior apenas se esbozaban y es de los más entretenidos hasta ahora. De todas formas el sentido de estas entregas apenas se justifican en la presentación de nuevos juegos, cada vez más sádicos y morbosos, y en la completitud de la historia de John/Jigsaw, sus motivaciones y deseos. En esta ocasión la emprende contra los responsables de dar seguros médicos, tema por demás sensible en la sociedad estadounidense que todavía espera que la clase política haga algo al respecto, y en cambio deben contentarse con la ficcional venganza que el asesino serial emprende. Mucha sangre y tripas, poco destacable desde lo artístico, sólo para seguidores del genero y morbosos curiosos. Y por supuesto, continuará...
Algún día me voy a explayar sobre todas las "Saw", saga de la que tuve toda una maratón este finde y termine viendo este ultimo (?) capitulo en cine. A diferencia de otras sagas cuyo guiones son simples "copy-paste" cambiando personajes y algunas situaciones, las secuelas de 'Saw' han mantenido un muy buen nivel de calidad con muchas vueltas de tuercas y cosas irresueltas que recién se responden una o dos películas después. Esa coherencia interna es algo muy meritorio y difícil de lograr y este capitulo en particular representa un cierre en muchas cosas, por lo que espero que no estropeen todo en la próxima entrega (ya anunciada para, como siempre, Halloween del 2010 y posiblemente en 3D) Además de responder varias preguntas, este capitulo levanta mucho la puntería con respeto a la 'Saw 5' que si fue un capitulo más flojo, sin aportar mucho excepto contarnos el pasado de Hoffman, el actual "Jigsaw". De esta entrega prefiero no adelantar mucho de la trama, simplemente decir que el director Kevin Greutert sabe lo que hace y ofrece todo lo que los fanáticos esperan: gore, escenas bien truculentas y trampas muy bien hechas, aunque me resultaron más sádicas que las anteriores. Los actuaciones correctas y bien, sobre todo Tobin Bell que al "Jigsaw" original ya lo hace tan de taquito como Robert Englund a Freddy Krueger o cualquier otro actor que ya esta como en su casa.Costas Mandylor como Hoffman es medio queso pero igual lo bancó, su personaje me parece groso. En conclusión, para el no seguidor, es un buen thriller, digno sucesor de la onda que empezó 'Pecados capitales' de "asesino inteligente + mucho morbo", aunque se puede perder un poco en la historia sino conoce a los personajes.
Algo hicieron La deshumanización de la víctima es un recurso habitual de asesinos y torturadores para despojar a esta de identidad humana, convertirla en un objeto, y justificar las acciones aberrantes o al menos desculpabilizar al victimario. En una serie como la de El juego del miedo, donde la identificación propuesta es con el asesino y no con la víctima, no debería sorprender que se utilice ese mismo recurso. La manera en que lo hace esta sexta entrega es tan transparente que es hasta didáctica a la hora de ejemplificar el mecanismo, y es llevada tan lejos que la víctima pasa a ser identificada como victimario merecedor de todos los tormentos a que se lo somete. Así se le brinda al asesino la justificación de todos sus desbordes. No la explicación psicológica de por que hace lo que hace (que no se necesita), sino la justificación moral de por que está bien que lo haga. Desde el principio la saga tuvo un marcado sesgo moralista. El protagonista, Jigsaw, se presentó siempre como un impartidor de justicia y, sobre todo, castigo contra todo tipo de faltas: criminales, drogadictos, adúlteros, y hasta personas que “no saben vivir la vida”, es decir no la valoran. Aquí el grupo pecador sobre quien se aplicará el escarmiento es el de los agentes de compañías de seguros que buscan los subterfugios para no cumplir los contratos, denunciar a los asegurados y dejarlos sin cobertura. Una crítica a este sistema no tendría por qué ser cuestionada, pero a los fines de eximir a los asesinos y hasta apoyar sus actos se presenta a este grupo de una manera caricaturesca, como villanos de dibujo animado que ríen y festejan alegremente mientras mandan a la gente a enfermedad y la muerte, y así planteadas las cosas, el asesinato y la tortura no son más que instrumentos de justicia. Como siempre las víctimas de las trampas mortales tuvieron alguna relación con la vida de Jigsaw, quien ya murió al final de la tercera parte pero sigue aplicando su obra justiciera a partir de mensajes e instrucciones post-mortem que dejó a sus discípulos y continuadores: su esposa y un agente de policía que está asignado al caso. La víctima principal (o el villano principal, según se mire) es el agente que le negó a Jigsaw la posibilidad de hacer un tratamiento contra su cáncer. Este le tendrá preparada una trampa cruel para que aprenda que eso está mal, porque Jigsaw también es presentado como un educador y el tormento como una lección. Y es que la letra o la moral con sangre entran, aunque a los educandos el aprendizaje no les sirva de mucho después. Esta sexta parte no es ni mejor ni peor que sus predecesoras. Se le nota sí el hecho de que la serie se ha vuelto cada vez más autorreferencial y enroscada sobre si misma, aludiendo constantemente a situaciones y personajes pasados. En su afán de presentarse compleja solo consigue ser confusa, teniendo que acudir constantemente a flashbacks y explicaciones que en vez de aclarar confunden y enredan todavía más. Por lo demás, tiene la habitual dosis de tortura y gore, que es lo que su público va a buscar (en la carrera de los flashbacks, además repiten los de entregas pasadas), y le caben los calificativos que le calzan a toda la serie: que es tramposa, pomposa, moralista, cínica, reaccionaria, que es la glorificación del sufrimiento, la justificación del suplicio y lleva la idea de la mano dura al extremo del ridículo. Es un poco tedioso volver a hablar de lo mismo. Como tediosa se ha vuelto hace tiempo esta serie interminable cuya única variación es cada vez subir un poco más la apuesta de un Gore que por repetido termina anestesiando. Al menos la serie original de Martes 13 (o cualquier franquicia de slashers) era tanto o más repetitiva, pero al menos no se tomaba en serio, como sí hacen estos films pretenciosos que pretenden además estar diciendo algo trascendente sobre la vida y la justicia. Una pretensión de la cual la cita berreta a El mercader de Venecia y su libra de carne no es más que un ejemplo. Lo único cierto en todo caso, es que no hay seguro contra el mal cine.
El pulpo y la voluntad de vivir Desde la década de los ’90 que no se registraba el estreno comercial de una sexta parte, circunstancia que señala la gran base de fans que posee la saga que nos compete. El juego del miedo 6 (Saw VI, 2009) rankea entre lo mejor de la serie, específicamente la primera trilogía, y se alza por sobre casi todos los productos industriales que circulan en la actualidad, sean del género que fuesen. Mientras que el film por un lado ofrece más rehabilitaciones sádicas y explica muchos detalles del rompecabezas narrativo construido en los eslabones previos, por el otro desarrolla con maestría la sociedad conformada por Jigsaw (Tobin Bell), Hoffman (Costas Mandylor) y la terrible Amanda (Shawnee Smith). Superando con amplitud esa suerte de “película de transición” que fue El juego del miedo 5 (Saw V, 2008), la nueva entrada no sólo recupera en buena medida la tensión asfixiante y el minimalismo punitivo de la original, sino que además sorprende al profundizar el siempre interesante sustrato ideológico y elegir un enemigo pertinente que hasta este momento había estado flotando en las anteriores sin llegar a ser protagonista. Nos referimos al sistema de salud imperante en Estados Unidos, basado en coberturas prepagas y planes concretos “seleccionados” por el afiliado. A través de los “juegos” del título y diálogos muy inteligentes, se denuncia a este régimen plutocrático sustentado en la eterna estafa. De hecho, la principal victima en esta instancia es William (Peter Outerbridge), un directivo de una típica “aseguradora de la salud” que deberá atravesar con éxito cuatro pruebas en sesenta minutos si no desea que un conjunto de granadas sujetas a sus tobillos y muñecas exploten al unísono. Por supuesto que el señor rechazó la solicitud de Jigsaw para un tratamiento experimental contra el cáncer en función de la bendita “política de la compañía” y distintos cálculos de su propio cuño... John le hará entender hasta qué grado la voluntad de vivir no está presente en dichas ecuaciones. Con la muerte enfrente los pronósticos económicos pasan a segundo plano y todos apreciamos fervorosamente la vida. Llama la atención que la opera prima de Kevin Greutert, el histórico editor de la franquicia, acumule tantos puntos a favor luego de lo que asomaba como un estancamiento creativo, quizás no vinculado a una estabilidad carente de la fuerza de antaño aunque sí a un continuo salto hacia delante que enmarañaba aún más la trama sin razón aparente. Exacerbando el ritmo frenético de los policiales paranoicos, el film vuelve a combinar el terror de torturas con el thriller suburbano para desparramar vísceras con perspicacia y originalidad. Los guionistas Patrick Melton y Marcus Dunstan son los responsables de los vaivenes de esta segunda trilogía y aquí se juegan de lleno por el suspenso de tono lúgubre. Está claro que la intensidad gore fue en aumento a lo largo de la serie desde la psicología enfermiza de la primera hasta el discurso acabado de esta -por ahora- última entrega. A pesar de las inevitables inconsistencias de una obra colectiva con una vida tan extensa, Saw es sin lugar a dudas “la” saga de horror que marcó para bien la década (cada eslabón genera respeto y ansiedad, consideremos el carrusel...). Más allá de las imitaciones esporádicas y la influencia en productos similares, por suerte Lionsgate y Twisted Pictures siguen apostando a profesionales afines al género. La propuesta actúa como los tentáculos de un pulpo incorporando diferentes elementos estilísticos para diversificarse y multiplicar sus retos.
PAISAJIZANDO LA TORTURA ¿Es necesario explicar la trama de la sexta entrega de la saga Saw? Más teniendo en cuenta que los diversos responsables a cargo se han ido complicado y enredando en extremo, a medida que se suceden las películas. Y sin embargo hay un argumento, vinculado al surgimiento del agente Hoffman, quien tiene la intención de constituirse en el sucesor de John, el Jigsaw original. Pero no tiene la cosa tan fácil, porque su maestro tiene la intención de que pase un examen, una prueba, que lo consolide como un legítimo heredero y aprendiz. Obviamente que podemos adivinar, sin temor a equivocarnos o a subestimar la película, que lo que viene es una sesión de hora y media de gente sufriendo toda clase de martirios, en pos de la moral y las buenas costumbres. Los defensores de la saga creada por James Wan y Leigh Whannell, y continuada principalmente por Darren Lynn Bousman, sostienen que el sadismo presente en las imágenes es sólo un instrumento, un elemento más dentro de la Historia, y lo que importa verdaderamente es el tratamiento sobre los personajes y los distintos lazos que los conectan. Esta afirmación es por lo menos arbitraria: el éxito de la franquicia se ha sostenido siempre en la invitación a contemplar escenas de tortura, desde el marketing hasta la recepción del público, pasando por la puesta en escena y el discurso social. En cuanto a esto último, El juego del miedo VI termina justificando, en aras del cuestionamiento al sistema capitalista –en este caso, expresado a través de un directivo de una obra social-, la justicia por mano propia más extrema y vergonzante. Esto no es raro dentro del universo de Saw, donde la tesis de los autores coinciden con la del asesino interpretado por Tobin Bell: el mundo es una porquería, está plagado de gente egoísta y ególatra, que merece sufrir física y psicológicamente para alcanzar La Iluminación. De ahí que podamos decir que un filme como Waz se despega de la propuesta de El juego del miedo, ya que lo que allí interesa es el camino recorrido por una serie de personajes. Allí hay un contexto, una existencia horrorosa, es cierto, pero ésta no se impone nunca por completo a los protagonistas. Lo que pasa es que en filmes como Saw lo que importa es el mensaje moralista, que en verdad encubre una pulsión ociosa, carente de motivo, por ver gente sangrando o mutilada. Es como una cáscara vacía al cuadrado. Y en el cine de terror, la sangre no debe ser derramada por tan poco.
Saw VI es la quinta secuela de la saga comenzada en el 2004 por James Wan y Leigh Whannell. A esta altura los creativos originales de la serie partieron después de Saw III, y la franquicia quedó en manos de Marcus Dunstan y Patrick Melton (Feast), pero la dupla comenzó a padecer los efectos de una historia demasiado estirada. Para colmo, la muerte del Jigsaw original (producida en el capítulo III) le quitó una gran cantidad de fuerza a la serie y, si bien Tobin Bell sigue apareciendo en flashbacks, los últimos filmes parecen demasiado nostálgicos de haber perdido al carismático villano principal. Los reemplazos de turno apenas le llegan a los talones. Saw VI es una mejora respecto de la entrega anterior. Mientras que en las partes IV y V las cosas parecían decantarse por vendettas personales (y eliminación de perseguidores) del detective Hoffman, al menos aquí se retoma el tono moralista de la primera trilogía y la historia se centra más en las motivaciones personales del desaparecido John Kramer. La historia parece levemente más cuidada, y hay un giro final que genera cierta expectativa sobre una futura Saw VII. El primer y gran problema de la serie es que, a esta altura, se trata de un producto sólo para los fans. Para cualquier neófito resulta inescrutable descifrar qué hacen y quienes son estas personas que, para colmo, están envueltas en una serie de rebuscadas relaciones personales. John Kramer aparece en flashbacks o bien como alucinaciones que se le presentan a su esposa; la aparentemente inocente viuda de Jigsaw comienza a participar de los planes póstumos de su marido; el secuaz de Jigsaw es el detective Hoffman (Costas Mandylor), que carece de carisma y cuyo intérprete da una perfomance chatísima. Aún habiendo visto de corrido (y hace muy poco) los cinco capítulos anteriores de la saga, a uno le da la impresión de que se le escapan detalles. El otro detalle es que la historia se ramifica tanto que se perdió completamente el clima claustrofóbico de los primeros tiempos. Que Hoffman se la pase escabulléndose de las autoridades debería generar tensión, pero a su vez termina por hacer más vulgar al villano... y el desempeño de Costas Mandylor definitivamente no ayuda. Cada flashback de John Kramer añade un poco de confusión, y nos hace extrañar cuando Tobin Bell estaba vivo. Y si bien las trampas siguen siendo sangrientas (en especial la primera que es shockeante), nos parecen rutinarias a este punto, lo que es una prueba evidente del desgaste que ha sufrido la saga. Uno de los giros que tomaron los guionistas fue descargar sus dardos contra el sistema financiero y médico norteamericano - bajo una fuerte crítica después de su responsabilidad en la actual crisis económica, las políticas de salud de Brack Obama y filmes como Sicko de Michael Moore -, algo que terminó por festejar una parte de la crítica yanqui. Aquí las víctimas de turno son prestamistas y aseguradores médicos, que terminan recibiendo lo que se merecen. A su vez todo el esquema de trampas mortales está diseñado como una especie de balanzas, en donde los protagonistas deben dejar algún que otro miembro para salvar a otros que están a punto de ser masacrados en alguno de los juguetitos de Jigsaw. Pero salvando la primera escena, el resto está simplemente ok. La serie ha perdido impacto en tal sentido, aún con el despliegue de tripas exhibido en pantalla, simplemente porque la mitad del tiempo estamos viendo otras historias - el legado para la viuda de Jigsaw, la evasión de Hoffman -. Hay una sorpresa final que resulta una apuesta fuerte por parte de los guionistas. Sinceramente no tengo ni idea de cómo podrán construir Saw VII - van a tener que quemar muchas neuronas para armar una historia inteligente y apasionante -, pero a esta altura no es algo que me quite el sueño. Ya la saga ha entrado en un nivel de desgaste que resulta medianamente entretenida pero no alcanza la originalidad ni la excitación de las primeras entregas.
Una vez al año sufrimos con la nueva entrega de la saga de El Juego del Miedo. Seis años atràs, el original, resultó ser un producto que supo ser atrayente para las audiencias mundiales amantes y no amantes del cine gore, era novedosa la crueldad representada en el formato de juego por mostrar una trampa mortal de la cual difícil de escapar y con un tiempo limitado, dicho juego comenzó a despertar interés en espectadores, una franquicia que fue creciendo exponencialmente, mucho ingenio utilizado a la hora de componer nuevas trampas-torturas hacia los involucrados por razones inherentes a la historia, pero, en definitiva un recurso que terminó de agotarse hace rato. Si bien algunos de estos episodios han sido de gore extremo, al que le han sido otorgados extensos minutos de duración, en lo personal habiendo visto otros ejemplos del género, con menor o mayor tenor de crueldad y horror gráfico, El Juego del Miedo, ya me agotó, en gran parte por lo recurrente, salvo el episodio anterior, su quinta parte, en la que se volvía de una manera al suspenso originario de la inicial, un mayor tenor policial, de investigación, con leves dosis de gore. Aquí, en la sexta parte, volvemos como un sube y baja a volver a desmejorar algo que sin ser de excelencia, notoriamente habia brindado una pasable anterior entrega. El personaje de Jigsaw, a ésta altura ya convertido en un ícono de los films de horror, luego de sucesos previos, aquí aparece gracias a flashbacks que terminan de desenmarañar acontecimientos que no terminaban de cerrar en la saga, pero, como es sabido, siempre surge alguna nueva instancia como para dar comienzo a una nueva historia. El gran protagonista de esta entrega es un director de una compania de seguros de vida, que ha formulado una ecuación para determinar si un individuo es rentable para ser aprobada su solicitud ante la firma y convertise en cliente. Planteando asi, un juego sobre quien decide quien debe continuar viviendo y quien no. El film es llevadero, esto tambien es indiscutible, está bien editado y contiene gran cantidad de efectos sonoros que nos sumergiran aun mas en este sufrimiento. Queda destacar que la saga seguirá su curso, ya convertida en un producto que ha sabido dar reditos, sólo queda preguntar hasta cuando se estirará esta historia ya agotada en recursos.
Sexta parte de esta saga que se ha destacado año a año por resaltar en la cartelera mundial y por ser el centro de la polémica entre quienes apoyan la serie e, inversos en su fanatismo, les cuesta ver los defectos de las mismas (en cierta medida estoy dentro de ese grupo) y quienes harían cualquier cosa por desbastar la serie, capaz sin antes haber visto cada una de las entregas. Se han creado dos extremos en los que dificilmente hay término medio. Este número 6 es en simples palabras un regalo para todo fanático de "Saw", un film bien actuado y con una espectacular diferencia que lo distingue de las demás cintas previas: un mensaje social muy fuerte y diferente.
¿Qué peli aguanta seis secuelas? Ninguna. Esta tampoco. Lo que empezó como algo original, terminó en un megabodrio incomprensible. El serial killer Jigsaw ya murió, pero igual sigue apareciendo. Es más: aparece más ahora que cuando estaba vivo. Hay un ex cana que lo reemplaza en eso de encerrar gente y torturarla con jueguitos sádicos. ¿Alguien quiere seguir con esto? No.
Esta bien podría llamarse “Otra Vuelta de Tuerca al Juego del Miedo” o bien “El juego del Miedo DC” Los cambios que se pretenden erigir los responsables, con una más de la saga, sólo se quedan en intensiones, la violencia glamorosa es de lo único que puede hacer alarde el film. Ya ni siquiera produce miedo la imagen misma, lo que produce sobresalto en el público son los abruptos cambios sonoros. La historia, muerto Jigsaw, alguien debería ser el sucesor, para lo cual queda su esposa y el detective Hoffman, que en alguna de las anteriores sobrevive. Ahora la victima es un desalmado contador de riesgos de una compañía de seguros de salud, que tiene a su cargo estudiar los casos y ver de que manera puede hacerle ahorrar dinero, cada vez que un beneficiario recurre para tratarse por alguna enfermedad. Casi decidiendo quien vive y quien muere. El contador deberá pasar varias pruebas durante un limitado período de tiempo, y en esas pruebas están en juego sus colaboradores, al tiempo que el relato nos va dando pistas sobre quien es el sucesor de ese vengador anónimo que fue Jigsaw. Es una clara representante de los filmes actuales de la temática de terror, es así que la propia formula iterativa, y el acopiado ilimitado de éste tipo de producciones, las transforma en predecibles y previsibles. Además intenta generar algún tipo de suspenso, pero termina siendo más ingenuo que Patoruzu, ya desde el titulo. Por supuesto que los productores se aseguraron con un final que da la posibilidad de que la secuela continúe. Y eso si que da miedo