Escenas de la vida policial En el cine sucede algo bastante habitual. Muchas películas comienzan bien y luego terminan decepcionando. Y son pocas las que operan en el sentido inverso. Este es el caso de En la Mira, de David Ayer (realizador de la interesante Harsh Times), un film que empieza muy mal y, a fuerza de un puñado de escenas bien logradas, termina siendo una sorpresa. Sorpresa porque el panorama de los primeros minutos era alarmante...
Mi hermano policía La historia de estos dos amigos y policías comienza a plasmarse en la pantalla el 4 de noviembre de 2011, mientras realizaban una dura persecución con la patrulla 626, por las calles de Los Ángeles. Los personajes en los que hace foco la trama son los oficiales Taylor y Zavala (Jake Gyllenhaal y Michael Peña), quienes recorren las calles de manera incansable, bajo la mirada de sus superiores y En la Mira de unos pandilleros mexicanos. Estos héroes van tras las pistar de algo grande, sin saber dónde termina el camino de sangre, mientras registran todo con su cámara de mano, las colocadas en la patrulla y en sus prendas. El eealizador David Ayer utilizó este elemento para colocar al espectador como testigo. El director de Dueños de la calle y también guionista de Día de Entrenamiento y S.W.A.T, conoce más que nadie la acción de cerca. Y aprovechando su capacidad rodó de manera independiente este film en tan sólo 22 días. El relato va desde las tranquilas charlas entre ambos personajes, hasta las corridas y balaceras llenas de adrenalina. De este modo, logra su cometido y muestra que con pocos recursos, y logradas actuaciones, se puede hacer mucho. Entre escenas que parecen sacadas de videos juegos, profundas reflexiones y una relación fraternal entre los protagonistas, la película convencem y llega como un certero tiro al corazón.
En la mira te brinda una mirada distinta y refrescante sobre las parejas de policías que patrullan la ciudad que no podés dejar de ver. Gracias a la excelente química entre Gyllenhaal y Peña, la secuencia final ofrece muchísima tensión y un gran peso emocional. La forma en que está contada la historia, el manejo de la cámara, el ver el día a día de los...
Policías en acción Con un relato que simula el falso documental, En la mira (End of watch, 2012) nos transporta a la cruda realidad que experimentan dos policías de Los Ángeles, que registran con una videocámara su trabajo, hecho que les traerá más de un problema. Brian Taylor (Jake Gyllenhaal) y Mike Zavala (Michael Peña) son dos oficiales que más allá de ser compañeros son buenos amigos, y patrullan las calles de la ciudad mientras esperan a que el deber llame. Cuando Brian decide registrar el trabajo policial que realizan, se pondrá en evidencia el peligro que enfrentan a diario. Al estar contada como una suerte de documental apócrifo, En la mira utiliza los recursos propios del género: mirada a cámara, cámara en mano y entrevistas. Generando un efecto realista para transportarnos con éxito a un mundo de corrupción e inseguridad al que ambos deben enfrentarse. Es atractivo el manejo del tiempo que busca también ser realista, al trasladarnos a situaciones de pura adrenalina (junto a secuencias de persecución que se asemejan un poco a las experimentadas en videojuegos). También se muestran los tiempos muertos en el auto policial, cubiertos de conversaciones banales, que crean cierta distensión y ayudan a conocer con mayor profundidad a los dos oficiales y sus respectivas relaciones amorosas. Por otro lado, como suele suceder en este tipo de documentales, surgen algunas contradicciones al encontrarnos ante secuencias en donde la cámara aparece de un modo forzado, solo para continuar manteniendo la coherencia en el relato. Esto lo vemos principalmente en las escenas en donde Brian no aparece y se utilizan nuevas formas para registrar los hechos, como a través de cámaras de seguridad o de un integrante del narcotráfico que decide filmar al resto del grupo de un modo completamente injustificado. Aquí además surge un problema de puntos de vista, ya que al estar contado todo desde la perspectiva de Brian, es equívoco incorporar escenas en donde este se encuentre ausente. Al carecer de un argumento sólido, (ya que el objetivo central pasa justamente por el mero registro de lo que hacen Mike y Brian mientras patrullan) nos encontramos ante algunas secuencias que terminan resultando eternas, como sucede principalmente con la boda entre el protagonista y el deslucido personaje interpretado por Anna Kendrick. Y como no podía ser de otro modo, la figura del hispano se muestra estereotipada al extremo con un inglés españolizado al mejor estilo Penélope Cruz. Sin el efecto de documental apócrifo mencionado, En la mira seguramente se hubiese convertido en otra película del género. Un ejemplo perfecto de cómo el modo de encarar un proyecto puede cambiar el rumbo de cualquier guión cinematográfico.
Patrullando la ciudad… Podríamos decir -sin temor a equivocarnos- que En la Mira (End of Watch, 2012) es uno de esos pocos films que surgen desde Hollywood con pretensiones de reformular algunos rasgos habituales del género en cuestión, no obstante a medida que avanza el trajín todo el convite termina cayendo bajo el peso de su propia ambición e incapacidad para alcanzar los objetivos fijados de antemano. Este policial “modelo hardcore” analiza la rutina diaria de un par de oficiales que recorren las convulsionadas calles de Los Angeles, lo que en términos prácticos implica una catarata de slang, balaceras gore y mucha cháchara tediosa. Tomando elementos varios de la interesante Día de Entrenamiento (Training Day, 2001), indudablemente el guión más recordado del hoy también realizador David Ayer, la película utiliza el formato de los “falsos documentales”, tan en boga en la actualidad en el terreno del horror seudo independiente, para aplicarlo a la furia y la desesperación de los laberintos metropolitanos con el deseo de construir algo así como un ejemplo de “cinéma vérité” posmoderno. Si bien debemos reconocer que la idea a simple vista resulta prometedora, la ejecución concreta es bastante chata y carente del brillo necesario para abrirse camino. La pareja no tan despareja de “compañeros azules” está interpretada por los eficaces Jake Gyllenhaal y Michael Peña, un dúo que sostiene con dedicación un verosímil a veces pasable, a veces maltrecho. En ocasiones la obra se toma a sí misma demasiado en serio, circunstancia que la lleva a abusar de las anécdotas inconducentes y los diálogos huecos en pos de apuntalar un humanismo maniqueo que no puede ocultar su apología -esperable pero boba- para con el “heroico devenir” de estos funcionarios estatales de pocas neuronas, machismo de cotillón y una propensión hacia un sinfín de situaciones por demás mortíferas. De hecho, la propuesta se aleja ostensiblemente de Reyes de la Calle (Street Kings, 2008), el trabajo anterior y más tradicional de Ayer, y el cambio le juega en contra porque a fin de cuentas es preferible un policial clásico con alma que un rejunte insatisfactorio de retrato suburbial, detalles de “alto impacto” y un paradigma formal implantado a la fuerza. Como colección de escenas inconexas acerca del ascenso y eventual caída de los protagonistas, En la Mira se deja ver y no mucho más. A nivel dramático el film fracasa al ofrecernos una crónica basada en la repetición, la verborragia facilista y los atajos aburridos de siempre…
Los policías más buenos del mundo... David Ayer comenzó su carrera en Hollywood guionando la bélica U-571, después incursionó en la saga Rápido y furioso y -más tarde- en Día de entrenamiento y Dark Blue, dos policiales ríspidos, incómodos y notablemente eficaces. Cuesta creer que esa misma persona sea hoy el director de un institucional burdo, obvio, estereotipado y canchero como En la mira. El film sigue a Brian Taylor (Jake Gyllenhaal) y Mike Zavala (Michael Peña), dos policías de Los Angeles que son nobles, rectos, simpáticos, responsables y, por sobre todo, muy amigos. La voz en off del comienzo aclara el orgullo enorme que sienten por servir a quienes vayan por la buena senda, al tiempo que las imágenes los muestran disparando a mansalva contra un par de sospechosos. Porque la muerte es buena y se justifica, siempre y cuando las víctimas porten tez trigueña, acento foráneo o simplemente se alejen del camino correcto. Taylor anda siempre con una camarita en mano para filmar la cotidianeidad del oficio y completar así un proyecto que nunca termina de definirse. Lo que al fin de cuentas importa poco, ya que esos registros “caseros” le dan a Ayer carta blanca para intentar insuflarle vértigo y urgencia al relato, además de posicionar al espectador desde un punto de vista unívoco. Los motivos por los que apenas pasados un par de minutos se rompa esa idea formal introduciendo una cámara extemporánea a esa lógica es algo que el film prefiere no explicar, como así tampoco la presencia de música extradiegética sólo en la última parte del metraje La prioridad absoluta de la vocación de servicio los lleva a involucrarse con un red de narcotráfico integrada -obviamente- por mexicanos. Mexicanos que son, como era de esperarse, muy malos, crueles, sádicos y con muy mala puntería (cinco matones con AK-47 son incapaces de matarlos). Todos los mexicanos menos Zavala, claro, que es un hombre de familia con esposa e hija a las que ama. Taylor, en cambio, está empezando una relación con Janet, interpretada por Anna Kendrick, la actriz con más cara de buena del mundo. Así, entre diálogos casuales durante los patrullajes y actividades extracurriculares compartidas, Ayer patentiza la construcción de una bonhomía tan íntegra, vocacional e incorruptible (ver el rescate entre las llamas), como falta de matices o de carnadura humana. Todo lo contrario al detective Harris de Día de entrenamiento, por ejemplo. El resultado es una panegírico que molesta no sólo por su ideología (cada quien es libre de pensar lo que quiera respecto al monopolio policiaco de la violencia) sino por la crasitud y evidencia del dispositivo. La dedicación a los oficiales norteamericanos sobre el final de los créditos es la triste comprobación de que el cine, en este caso, fue lo de menos.
El director David Ayer (Los dueños de la calle) sabe de lo que habla, en su filmografía como director y/o guionista cuenta con una cantidad de películas centradas en el mundo policíaco, la labor diaria, el heroísmo y los negocios sucios que la envuelven. Esta vez se decidió por abordar un proyecto de manera completamente independiente y tratar de filmar una historia decente en el cortísimo plazo de 22 días, el resultado es "En la mira". El argumento no presenta demasiadas complicaciones, es la rutina de dos policías compañeros y amigos, Zavala (Michael Peña) y Taylor (Jack Gyllenhaall) que van tras una pandilla mexicana; y sobre ese marco lo rodea las charlas de compañerismo, cierta filosofía de barrio, los códigos propios de la profesión, la lealtad al superior, el costado turbio al que se debe acceder para alcanzar un fin, y también la adrenalina diaria en la que estos muchachos se ven inmersos. El problema es que este recurso solo aporta adrenalina, vértigo, pero poco ayuda al relato quizás desorientando al espectador, de a ratos, a pesar de su sencillez. Será cuando adopte una veta más dramática cuando recupere su fuerza, se encamine y permita el lucimiento de sus actores. Ahí habrá menos desborde técnico, hasta podríamos decir que será más convencional, y sin embargo se convertirá en una película mucho más interesante. Ayer se encarga con talento de disimular algunos problemas de presupuesto, y lejos de parecer independiente, se ve como un film de primer nivel. En el conjunto, el costado narrativo sobresale por sobre la mera acción (que además es mostrada de una manera casi desangelada, ajena, como en esos programas de tv), y en el balance, Ayer, que también se encarga del guión (como hizo en la correcta pero sobrevalorada "Día de entrenamiento"), logra una buena construcción de personajes, de fuertes matices, aunque con algunos tópicos trillados o lugares comunes. "En la mira" intenta ofrecer una mirada distinta sobre la vida de los policías, pero llamativamente pierde encanto cuando se embarca en esta lucha, y lo retomará al mostrarnos lo que ya vimos repetidas veces; que detrás del heroísmo hay otras cosas, y nada es tan simple como se ve. Lo otro, la parafernalia, podrá gustar a los que disfrutan del cine de súper acción actual, ese en el que nada se entiende a propósito, el que confunde emoción con convulsión; para el resto, para los que busquen un contenido, deberán esperar hasta bien entrado el film, pero cuando llega, atrapa.
Los Angeles, al desnudo Un policial con Jake Gyllenhaal, en el que el compañerismo y la violencia son los ejes. Cumple el propósito de entretener. ¿Thriller, drama policial o reality show? En la mira sigue en lo básico a una pareja de policías que patrulla el barrio de Newton, en Los Angeles, y lo hace con cámaras y dispositivos HD colocados en el coche, y hasta en el pecho, cerca de la placa, de Taylor (Jake Gyllenhaal), con el pretexto de que el personaje está haciendo un proyecto de documental. Esa inmediatez reditúa desde lo formal. Desde el contenido, primero parece un “buddy filme” policial, como Arma mortal o 48 horas, en vez que con un blanco y un negro, con un blanco y un latino. Pero esa camaradería que hace a un buddy film - Una extraña pareja y Butch Cassidy también lo fueron- sobrepasa a la trama, que enfrenta a los oficiales Taylor y Zavala (Michael Peña) con la lucha entre narcos de color y mexicanos. Se ha dicho que Gyllenhaal y Peña se subieron a patrullar como investigación de sus papeles durante cinco meses. Cuántas veces hemos oído algo similar de otros actores para consustanciarse con lo que les sucede a sus personajes. La cosa es que ese se vea reflejado en la pantalla, y en el caso de En la mira, funciona. El guionista y director David Ayer había escrito el libreto de Día de entrenamiento, también sobre una pareja de policías, pero con un Denzel Washington corrupto. Aquí se está del lado bueno de la ley, y aunque hay clisés -desde el café humeante hasta las pujas internas entre los agentes-, todo zafa en relación a lo que se quiere contar. Los policías tienen pareja o familia, se cuidan espalda con espalda. Los narcos hablan soez, son sanguinarios y desprecian la vida ajena. Tampoco es que ofrezca una mirada condescendiente sobre la fuerza policial (esto no es Comandos azules). Hay resentimientos raciales, escenas de violencia como para revolver el estómago y dos actuaciones como las de Gyllenhaal y Peña (de Vidas cruzadas y Fuerza antigángster) comprometidas y que reflejan un compañerismo sincero. La película abre con una persecución, con la cámara puesta en el patrullero que parece una versión más seria de cómo arrancaba La pistola desnuda. Ciertamente terminará teniendo otra entidad, y otro objetivo. Pero el mismo propósito de entretener, lo cumple.
Sentir el peligro cercano Brian y Mike (Jake Gyllenhaal y Michael Peña) son dos policías en acción en los barrios menos glamorosos y más peligrosos de Los Angeles. Dos policías activos, dedicados, honestos, valientes, con sentido del humor, el honor y el arrojo, y amigos entre ellos, casi hermanos. Esta película de David Ayer (sus mejores antecedentes son los guiones de Día de entrenamiento , Dark Blue y U-571 ) no es una crítica a la institución policial sino todo lo contrario, es un homenaje, y hasta está dedicada en la placa final en especial a los caídos en cumplimiento del deber. Desde el comienzo, con una subjetiva del patrullero y la voz en off de Brian, se nos ubica en el punto de vista de la policía, la de Los Angeles, la "LAPD", iniciales que se dicen con el mismo aplomo orgulloso de Al Pacino en Fuego contra fuego de Michael Mann. Punto de vista hasta moral y deontológico. Hay malas películas que defienden a la policía, como por ejemplo Brigada en acción (Palito Ortega, 1977). Y hay otras muy buenas, como En la mira . Ya ese comienzo -tenso, seco, impactante- marca el tono: movimiento en la imagen, acción veloz, inmersión visual y sonora del espectador. En la mira quiere ubicarnos en medio de la acción, que sintamos el peligro, que hasta el físico se vea afectado. Para eso apela al registro cercano, con cámaras que manejan los protagonistas (con la excusa de un trabajo que debe hacer Brian para un estudio). Pero también hay cámaras de seguridad y cámaras que manejan los delincuentes. Y cámaras que se multiplican y que no corresponden, si se toma con rigor la propuesta del punto de vista. Pero a fuerza de un relato seco, crudo, chocante, En la mira diluye esas objeciones: su cámara en movimiento, pegada a la acción, entrometida, es mucho más una estética bien manejada que un punto de vista o de mira. Hecha de secuencias que demandan atención casi muscular y que rara vez se relajan, En la mira compensa la tensión que genera en nuestros globos oculares con una puesta en escena y un montaje comprensibles, que apuntan a la claridad de la narración y a lograr el interés mediante el compromiso con los personajes y su tarea diaria, que los va guiando hacia una trama -macabra- de tráfico de drogas y personas. ECONOMÍA Parte fundamental de los logros del film descansa en el dúo Gyllenhaal y Peña, dos actores que saben economizar gestos para transmitir su compañerismo diario, de larga data. Los diálogos los ayudan al no caer en explicaciones absurdas, de esas que son solamente para el espectador, pero que jamás se dirían dos amigos con confianza. En la mira también tiene como temas la inmigración mexicana y las disputas del poder entre pandillas (negros-latinos), y hasta hay chistes acelerados sobre las costumbres y los consumos del blanco (Gyllenhaal) y el mexicano (Peña). Pero los ejes centrales de la película son la experiencia del peligro, la vida de estos policías heroicos en primer plano, la adrenalina a la que se llega con crudeza en aspectos varios: la brutalidad de los crímenes, la acción urgente, la conversación sexual, el cansancio diario, el deterioro urbano, la locura repetitiva del "fuck" y el "shit" en el lenguaje. Tres o cuatro clisés y alguna falla menor en la verosimilitud en los últimos minutos impiden que En la mira se convierta en una película mayor, y uno hasta puede darse cuenta de en dónde estaba el final grande y seco. Pero así como está no sólo es una de las más singulares y destacadas películas de acción policial de los últimos años, además abre un crédito para un director que maneja con conciencia y efectividad una estética de la que el cine contemporáneo suele abusar con resultados frecuentemente irrelevantes.
Dos policías bajo riesgo Jake Gyllenhaal y Michael Peña protagonizan esta cinta que muestra, con el recurso de cámara en mano en varias secuencias, un agitado día en la vida de los oficiales. Las cámaras en mano se han vuelto casi obligatorias en el cine actual. Y cuando hablamos de cámara en mano nos referimos a aquellas que no están en trípode, que se mueven nerviosamente en cada escena generando confusión y tensión. En la mira tiene un uso y cierto abuso de este recurso. Este claustrofóbico e intenso relato de la jornada laboral y la vida de dos policías basa gran parte de su fuerza justamente en esta tensión y este caos que genera esta herramienta del lenguaje cinematográfico. Pero En la mira tiene otro elemento extra muy de moda en los últimos años y es el de las cámaras manejadas por sus protagonistas. Si bien el registro con cámaras del trabajo de la policía no es algo inventado por la película, hay que decir que En la mira se toma suficientes licencias poéticas sin sentido –como los traficantes con cámaras– que ayudan a la tensión por un lado y distraen la atención por el otro. La cámara en mano es una excusa también para no realizar un montaje impecable, encuadres perfectos y para evitar que el montaje sea también prolijo y exacto. A veces es una buena excusa para directores que no saben dominar el lenguaje del cine clásico. Para subsanar este disparate y estas sospechas los actores (Jake Gyllenhaal y Michael Peña) cumplen bien su trabajo y el director logra mantener el dramatismo escena tras escena. También resulta muy interesante la idea acerca del trabajo de los policías, de aquello que debe vivir a diario para luego volver a sus casas e intentar llevar una vida normal. Testigos de los crímenes más atroces, los protagonistas viven una jornada intensa y demoledora que la película logra en más de un momento captar. Preocupado siempre por describir la vida policial, el guionista y director David Ayer tiene en esta, su tercera película sobre el mismo tema, una mirada que deja atrás el cine de acción y busca más el drama. Ayer dirigió Harsh Times (2005) con Christian Bale y Reyes de la calle (2008) con Keanu Reeves y Forest Whitaker y Hugh Laurie. Ayer también fue el guionista de Día de entrenamiento (2001) con Ethan Hawke y Denzel Washington. Esa experiencia sin duda es la que permite que se pasen por alto algunas inconsistencias que tiene En la mira y se termine imponiendo con seguridad su descripción violenta y angustiante del trabajo policial. «
Tierra de (buenos) policías A comienzos del corriente milenio David Ayer debutó como guionista de la bélica U-571 para luego dar paso a las carreras de autos y la acción con Rápido y Furioso, aunque el verdadero salto a la fama lo dio en el 2001 con la crítica Día de Entrenamiento. Luego de debutar en la dirección con Harsh Times y después de realizar Reyes de la Calle vuelve a ponerse detrás de las cámaras para rodar En la Mira, un policial panfletario que va totalmente en contra del espíritu de detracción que supo tener este escritor en el pasado. En la Mira nos contará las andanzas de Brian Taylor (un pelado Jake Gyllenhaal) y Mike Zavala (Michael Peña), dos excelentes oficiales de policía de Los Ángeles que luego de algunos allanamientos comienzan a ser un problema para un poderoso cártel que se encuentra vendiendo droga en la zona. Hay varios inconvenientes con En la Mira, puntualmente desde lo formal, pasando por lo narrativo y hasta desde lo ideológico. La puesta en escena del film simula el falso documental por medio de varias cámaras que poseen los oficiales en su ropa, en la patrulla o incluso desde una videocámara de mano. Con la intención de aportar vértigo, tensión y principalmente acercarse hacía un registro "real" de, justamente, la realidad, Ayer pretende justificar la intromisión de esas filmadoras por medio de un proyecto que Taylor está llevando adelante y que nunca se termina de desarrollar. Ese casi nulo desarrollo termina por generar un molesto disociamiento con el objetivo de la película. Obvio que estas falencias son "permitibles" siempre y cuando la obra cumpla con una cuota mínima de entretenimiento. El problema es justamente que En la Mira plantea todo con mucha seriedad, dejando poco espacio para que el disfrute permita una visión más relajada y no tan estricta. Sin dudas lo peor del tercer largometraje del citado realizador es la ideología que maneja y lo que es infame es cómo lo maneja. A ver, Hollywood ha hecho a lo largo de la historia miles de películas panfletarias y nacionalistas, pero lo que destaca (para mal) a En la Mira por encima del resto de estas malas y regulares obras es su intención por documentar la realidad, por mostrarle a la gente lo bueno que es ser policía y lo malo que es ser delincuente. Si a eso le sumamos encima que los "villanos" del film son solamente mexicanos y negros caemos en la cuenta de que el combo está completo. Pero como si fuera poco David Ayer agranda el pedido con una excesiva cuota de crueldad, estupidez y sadismo hacía los nombrados malvados. El tema es que encima las fuerzas del bien son mostradas como eficaces, buenas personas y principalmente heroicos policías -salvan a dos nenes de un incendio entrando a una casa en llamas dos veces (!!!) antes de que lleguen los bomberos- que no dejan ningún espacio para un tono diferente que brinde un poco de "objetividad" o humanidad a este relato tan alejado de la realidad que tanto intenta pregonar. No hay policías corruptos o violentos, y si hacen uso excesivo de la fuerza (como la balacera que le propinan a dos sospechosos al comienzo de la obra), En la Mira se encargará de contextualizarlo para conseguir una "pulcra" justificación que imposibilite el juzgamiento del público. Habría que investigar si el departamento de policía de Los Ángeles no financió este proyecto para convertirlo en un tosco spot institucional para reclutar agentes de casi dos horas.
Un “reality movie” de abnegados servidores El paso que algunos libretistas engolosinados hacen hacia la dirección cinematográfica suele ser traumático la más de las veces. Si le sucedió a un gran escritor de cine como Charlie Kaufman, quien luego de trabajar para otros en ¿Quieres ser John Malkovich? o Eterno resplandor de una mente sin recuerdos asumió la irregular dirección de su ópera prima Sinécdoque New York, ¿por qué no le pasaría a David Ayer, guionista de nombre pero sin la creatividad del otro? Luego de que la oscarizada Día de entrenamiento le diera fama en el oficio, Ayer se dedicó a intentar filmar sus propias historias, siempre en torno del policial. Comenzó con Soldado de ciudad, con Christian Bale; siguió con Dueños de la calle, con Keanu Reeves y Forest Whitaker, y ahora suma la tercera piedra al collar de su carrera con En la mira, protagonizada por Jake Gyllenhaal y Michael Peña. Igual que en las anteriores, ésta mantiene el perfil pro L.A.P.D., es decir, un punto de vista policial para la narración y a Los Angeles como escenario violento y mestizo. La acción comienza con una persecución automovilística y un alegato en primera persona donde la voz en off da cuenta del carácter implacable de los agentes de la ley. “Si te resistís, yo te golpeo y, aunque sangro y sufro como vos, al final no vas a poder escapar”, es la idea básica que se expone ahí. A continuación, imágenes del oficial Brian filmándose a sí mismo en el vestuario de la comisaría, registrando la vida cotidiana de un policía. El y Miguel, su compañero latino de patrulla, son los chicos divertidos del cuartel, pero también dos hombres de acción, de principios, y un poco inocentes e inconscientes. Brian filma para un proyecto poco claro (tal vez académico) y pretende registrarlo todo. Incluso coloca en su camisa y en la de Miguel dos pequeñas cámaras para grabarse mutuamente. A partir de eso la idea de la película es jugar al reality movie, donde todas las escenas (y el audio) son tomadas de esas cámaras que manipulan sus protagonistas. Pero ya en los primeros minutos todo comienza a volverse estéticamente obtuso. La pretensión pseudodocumental se quiebra, apareciendo en el montaje tomas que mantienen la estética del autorregistro, pero provenientes de cámaras que no existen en la realidad del relato. En la mira muestra con crudeza las dificultades a las que se exponen los oficiales de policía, desde peleas mano a mano y a lo macho con pandilleros hasta el rescate de dos bebés amordazados y atados por sus propios padres (todos negros o latinos, por supuesto). El siguiente golpe contra su propia lógica ocurre al promediar el film, cuando el director comienza a musicalizar las escenas obviando de nuevo su pretensión de Dogma (¿alguien se acuerda de qué era eso?), en busca de operar sobre la emoción del espectador. Cuando ha pasado no menos de una hora, el film aún no tiene una historia que contar, sino que es apenas la sumatoria de una serie de situaciones policiales (de calle, de cuartel, incluso familiares o íntimas) sin más cohesión que la de incluir a Miguel y Brian como protagonistas. Burda en lo cinematográfico y falsamente biempensante, En la mira se cansa de transgredir su propio verosímil con tiroteos absurdos en donde los héroes parecen invulnerables: cuesta creer que los pandilleros manejen tan mal una ametralladora. Aunque se muestra más interesado por desplegar todos los clichés de la inseguridad en Los Angeles que por destacar el accionar responsable del cuerpo de policía, luego de los títulos finales Ayer ofrenda su película a los caídos en servicio del orden público. Redondea así un trabajo que no parece escrito por un guionista reputado, sino por uno de esos taxistas devotos de Eduardo Feinmann y Radio 10.
Entretenida apología del policía heroico "Los policías no inventamos las leyes, solo las tenemos que hacer cumplir. Somos la factura que no pagaste, el destino con una placa que te espera en cualquier lado. Y detrás de nuestra placa tenemos un corazón igual al tuyo. Nos reímos, amamos, y también podemos morir igual que vos". Este speech que aparece al principio de "End of watch" es la clave de una película distinta, ya que en un cine donde predominan los policías corruptos, ultraviolentos, o al menos no especialmente heroicos salvo que estén rodeados de colegas convertidos en delincuentes, David Ayers decidió hacer una apología del policía heroico inspirándose en el trabajo policial que vio en la práctica cuando investigaba para sus films y guiones anteriores (como "Los reyes de la calle" y "Dia de entrenamiento"). Así que en "En la mira" dos vigilantes que van en su patrullero al estilo de Sean Penn en "Colours" de Dennis Hopper, luego de ser absueltos de un presunto caso de gatillo fácil, responden todo tipo de llamadas, lo que en el peor sector del barrio mexicano de Los Angeles puede terminar casi siempre en situaciones violentas, o incluso peor que eso. Amigos desde la academia, los oficiales Taylor y Zavala (Michael Peña y Jake Gyllenhaal) van en su patrullero como amigos de colegio secundario, haciéndose chistes y a veces no tomando conciencia de los actos heroicos que pueden llegar a hacer, ni tampoco en las cosas demasiado pesadas para dos simples vigilantes en las que se pueden involucrar solo por tratar de hacer "una diferencia" en el día a día de su trabajo. La película abusa un poco del uso de cámaras para darle realismo a todo el asunto, ya que no solo están en los patrulleros, sino que Taylor tiene la mania de llevar una cámara detrás de la placa, lo que irrita especialmente a sus compañeros. Hay también una interesante descripción de los pandilleros, que por supuesto, también andan grabando sus fechorías con una cámara. Esto casi podría significar un abuso de estilo, pero Ayers filma muy bien, logra excelentes actuaciones y le da un ritmo endiablado a este muy buen film con momentos progresivamente más fuertes hasta llegar a niveles de violencia que impactan justamente por este estilo realista. Pero sobre todo, éste es un film sobre la amistad a toda prueba entre los dos policías. Desde luego que hay matices en el resto de la fuerza, pero en general son todos hombres buenísimos que arriesgan su vida todos los días. La película logra vender su mensaje por estar muy bien escrita, dirigida y actuada, pero al final el espectador podría sospechar que el realismo se pierde al no describir uno usando el patrullero para buscar la pizza.
En la mira es el hijo pródigo de los trabajos literarios de Joseph Wambaugh y Ed McBain y las grandes obras maestras de la televisión como Hill Street Blues, The Rookies y más recientemente The Shield. Un tremendo drama policial que también está en sintonía con lo que fueron en el pasado joyas cinematográficas como Colores (con Sean Penn y Robert Duvall) y Fuerte Apache, el Bronx, con Paul Newman. En otras palabras, es una excelente propuesta dentro del subgénero de “procedimientos policiales”. El film describe la rutina cotidiana de dos agentes de patrulla que trabajan en el distrito más picante y peligroso de la ciudad de Los Ángeles como es el sector de South Central. Un lugar muy complicado para vivir por la violencia que hay entre las pandillas y narcotraficantes que habitan la zona. No en vano esta localidad inspiró algunos de los dramas y policiales más emblemáticos de las últimas décadas como la mencionada Colores, y las óperas primas de John Singleton (Los chicos del barrio) y los hermanos Hughes (Menace II Society). Esto no es una exageración. Los directores que en el pasado pudieron filmar en estas localidades lo hicieron por la sencilla razón que eran vecinos de la zona y se criaron en ese lugar. Los estudios de Hollywood no entran en estos barrios porque la inseguridad que hay en las calles es realmente complicada. El realizador David Ayer es probablemente junto con el rapero Ice Cube, John Singleton y los hermanos Hugues uno de los artistas más populares que surgieron de South Central. En consecuencia, se pudo meter con las cámaras en determinados barrios que no suelen retratarse en el cine. Ayer ya había hecho esto con Antoine Fuqua en Día de entrenamiento y en su subestimada ópera prima Harsh Times, con Christian Bale, que retrató el mundo de las pandillas callejeras de la actualidad. Los proyectos personales de Ayer suelen tener como escenario la zona de South Central. En este caso ofrece una película que supera claramente su última labor en el género policial que había sido Los reyes de las calles (con guión de James Ellroy) y también lidiaba con la policía de Los Ángeles. La particularidad de esta producción es que fue filmada con un enfoque documentalista. El film comienza como una propuesta de “cintas encontradas” onda Cloverfield, pero después el punto de vista que retrataba la visión de un personaje se pierde y el relato es narrado con un enfoque documental desde otra mirada. Se nota que la idea de Ayer de cómo contar la historia cambió durante la filmación. Sin embargo, esta cuestión nunca llega a convertirse en un problema. Una de las claves de este film es la tremenda química que se gestó entre Jake Gyllenhaal y ese excelente actor que es Michael Peña. La relación que crearon entre sus personajes es lo que logra que uno se conecte emocionalmente con los dos policías y en consecuencia se preocupe por las situaciones que atraviesan en la trama. Como suele ocurrir en los trabajos de este director, muchos de los pandilleros que aparecen en sus filmes no son actores que hacen de delincuentes, sino que son vecinos de la zona y en algunos casos muchachos pesados que pasaron más una de vez por la cárcel. Esta cuestión sumada a los escenarios atípicos que tienen sus historias hace que la experiencia de ver obras como En la mira sea sumamente especial. En el caso puntual de esta producción Ayer retrata a la perfección esa sensación de peligro constante con el que conviven los policías de South Central, donde no hay héroes hollywoodenses y la muerte acecha a la vuelta de la esquina. Como amante acérrimo del género policial estoy convencido que es uno de los mejores dramas que llegaron a la cartelera en los últimos años y lo recomiendo.
Del director David Ayer, de “Día de entrenamiento” y “Rápido y furioso” hace que la película tenga en las escenas de acción toda la pericia y en el resto del argumento demasiada ingenuidad, en dos policías simples que deben patrullar los barrios más pobres y sus pandillas maléficas. Ellos dos, santos, los demás, demonios.
Un dúo de policías patrulla por las calles de Los Ángeles. Su día a día transcurre entre arrestos a delincuentes de poca monta, persecuciones al más puro estilo americano y tiroteos de los que milagrosamente salen ilesos. Son héroes y, sin embargo, los agentes Taylor y Zavala no se ven más que cumpliendo su misión con honradez, como auténticos hermanos dispuestos a todo por el otro, con una amistad a prueba de bombas y con el deseo de una vida familiar feliz. Su actividad es frenética y también peligrosa, sobre todo desde el momento en que un cártel mexicano les jura venganza. End of Watch se las arregla para ofrecer suficiente brío en sus secciones violentas y empatía hacia su pareja central como para constituir un más que absorbente espectáculo a caballo entre el thriller adrenalínico y un documental realista acoplado de una forma más que interesante. Lo que la hace tan destacable es el recurso del metraje encontrado, lo cual representa una novedad en el género, sumado a la ya reconocible impronta de David Ayer, un autor que vuelve a utilizar bastantes de las señas de identidad estilísticas y temáticas ya mostradas en anteriores trabajos tras la cámara como Harsh Times y Street Kings, o en su celebradísimo guión de Training Day. Aparte de la buena ambientación conseguida por el montaje y fotografía, las interpretaciones de Jake Gyllenhaal y Michael Peña resultan convincentes y con personalidad —sus policías están bien construidos desde el guión del propio realizador—, cargadas de fuerza y autenticidad, con buena química y complicidad. Muestran dureza y firmeza de convicciones en su cometido patrullando las calles, y también fragilidad y sentimiento humano con los suyos. Frente a la brutalidad de un ambiente sórdido y violento, el director rescata un espíritu de nobleza y amistad, de generosidad y sensibilidad, el que existe entre estos dos hermanos de placa que hablan de códigos policiales con la misma confianza y facilidad que de sus mujeres, que exaltan el ideal corporativo, honesto y solidario del cuerpo —algo nada habitual en el cine— para hacer frente a esos cárteles de explotación y crimen. Los caminos por lo que transita End of Watch son los habituales, y más allá de mostrar lo duros que son los barrios marginales del sur de la ciudad californiana, el más loable mensaje crítico que propone es que cualquiera puede hacerse con una placa y una pistola a ambos lados de la ley. Sus motivaciones varían, evidentemente, pero así está la cosa. Creíble y astutamente equilibrada en su mezcla de investigación algo tosca, acción naturalista y alivios cómicos eficaces, logra aportar interés a un género que a estas alturas necesita frescura.
El filme dirigido por David Ayer resulta una sorpresa dentro del género de acción moderna, apelando a recursos como las cámaras hogareñas o de seguridad que retratan a la par de la cámara principal, la que nos cuenta la visión del realizador. Esto genera una apariencia de falso documental que ayuda a darle un tinte más dramático a la historia. Jacke Gyllenhaal y Michael Peña son retratados como policías de carne y hueso, creíbles y humanos, gracias a una serie de escenas cotidianas plagadas de naturalidad. A esto hay que sumarle un acertado recurso que parece salido de los videojuegos, planos de manos sosteniendo armas y una visión subjetiva que nos sumerge en las secuencias de más violencia y acción. Sin caer en la apología ofrece adrenalina, acción y dramatismo con un crudo uso de la violencia y un clímax que incluye un tiroteo que es la frutilla de la torta.
Para el cine norteamericano los criminales siempre son latinos, árabes, ex soviéticos o afroamericanos. Todo se reduce a eso: parece que nunca el maleante puede surgir de otros sectores de la sociedad. Con cámara subjetiva y en plan de falso documental, seguiremos a los oficiales Taylor y Zavala (Jake Gyllenhaal y Michael Peña), miembros de la policía angelina encargados de patrullar Newton, una de las divisiones más peligrosas de Los Ángeles. Sin explicar el porqué de la decisión de grabarse en el día a día laboral, y menos aún por qué los criminales hacen exactamente lo mismo, este larguísimo episodio de “Cops” (el germen de la vernácula Policías en acción) cuenta con el aval los realizadores de “Día de entrenamiento” para demostrar el peligro y el precio que deben pagar los uniformados por enfrentarse a las organizaciones criminales de la ciudad. “Fuck” debe ser la palabra más repetida y ametrallada en los cien minutos de película y bien podría competirle al uso del término “negro” en el último guión de Quentin Tarantino.
DOS POLIS BUENOS Reality policial ambientado en Los Angeles, con mucho latino, mucha droga, mucho desquiciado. Y dos polis buenos, que se llevan bien: un mexicano y un californiano. El director mete la cámara dentro del patrullero y andamos con ellos a pura sirena. Sus imágenes sucias y apuradas adoptan la rugosidad de esos programas de TV que registran en vivo las actuaciones policiales. Pero a este reality en calles calientes le falta profundidad y fuerza. No hay historia, no hay sorpresas, uno anda todo el día adentro de esa camioneta que se pasa inventariando los costados más peligrosos de esos barrios marginales. Eso es todo. Lo novedoso es, que a diferencia de tanto film que muestra policías ruines, “En la mira” intenta ser un homenaje, humano y sencillo, a esos buenos uniformados que se la juegan.
Hansel y Gretel, LAPD Menos mal: la pareja policial y la pandilla de latinos que hoy nos convocan comparten, de casualidad, una afición por las filmaciones caseras. En la mira evidencia desde el comienzo una intención continua de que veamos la mayoría de las cosas que sucedan desde el punto de vista de los personajes o por la vía de alguna cámara puesta en el escenario. O Policías en acción meets Cámaras de seguridad. Esto termina descuajeringando cualquier posibilidad de seguir con certeza todas las situaciones vertiginosas en las que policías y pandilleros prefirieron no usar trípode, pero quien quiera podrá decir que sintió que estaba ahí mismo cada vez que se armó lío. Hay planos de rascacielos de Los Angeles hechos desde un helicóptero (curioso, porque todo va a suceder en el liso y llano suburbio) y divertidas diferencias culturales entre la dupla de efectivos, y son meros roces con el policial o la buddy movie: la historia se parece más a un cuento de hadas bastante pesado como para contarle sin rebajar a un nene de hoy en día. Taylor y Zavala van descubriéndose muy puros, idealistas y hasta infantiles para moverse en el circuito de calles y miserias que tienen asignado, y en el sendero que emprenden con ingenuidad siempre hay un personaje dándoles una advertencia sobre lo que podrían cruzarse. Por tozudez o mala pata, los allanamientos espontáneos y aparentemente desconectados entre sí los van adentrando en la mira de cierta gente metida en la trata de personas, cocaína, armas con diamantes incrustados y un pozo lleno de piernas, brazos y cabezas humanas surtidas. Para colmo, la cosa se pone entrañable y parcial: de las fuerzas de la ley llegamos a conocer historias pasadas, sueños y familias en formación, mientras los pandilleros quieren terminar de ganarse el barrio otrora afroamericano y dar el gran salto cumpliendo con el encargo del cartel mexicano que involucra borrar a nuestros héroes, destinando sus ratos de ocio a fiestas de música fuerte y prostitutas bisexuales. Si bien cae en estereotipos plásticos, esa división ética de aguas no abusa de lo que juzga, sino que su problema es cómo ensambla su solemnidad y firmeza moral de antaño en las formas modernas en las que se quiere vehiculizar: además de toda la incomodidad física para el ojo, y el hecho de que la alternancia entre puntos de vista diegéticos y extradiegéticos se muerde la cola técnicamente, los climas y sensaciones que la película quiere instalar se desintegran automáticamente en el movimiento de las cámaras influidas por los cuerpos, y el montaje demasiado nervioso sobre lo que capturan. Es querer cantar una canción de cuna rapeando la letra sobre una base de Dubstep.
Cuando uno está frente a productos como “En la mira” es difícil atenerse al axioma: no importa el discurso, sino si está bien o mal hecho. Porque esta supuesta ficción es un discurso de principio a fin. Como prueba sobra un botón, así que preste atención al arranque. Cámara subjetiva del conductor de un patrullero durante una persecución. Voz en off del policía: “Soy la policía y estoy aquí para arrestarte. Rompiste la ley, yo no la escribí y puedo estar en desacuerdo con ella; pero la voy a defender. No importa cuan simpático me quieras caer o me ruegues, nada que hagas me va a detener para enjaularte. Si corres, te persig, si peleas te la voy a devolver, si me disparas, te disparo. Soy una consecuencia, soy la factura sin pagar, soy el destino con una placa y una pistola y aunque puedo amar, pensar y sangra puedo morir, pero tengo miles de hermanos y hermanas que son como yo. Somos la fina línea azul entre la presa y el predador” ¡Tomá!. ¿Querés mano dura? Ahí la tenés. ¡Mamita!. ¿Quién osa tirar el primer papel de caramelo en la calle ante semejante declaración de principios? El que dice todo esto es Taylor (Jake Gyllenhaal), quien tiene tiempo de hablar así, perseguir a los malos, y es tan, pero tan, efectivo que incluso puede registrarlo todo con una camarita. También tiene tiempo para colocar una en el pecho de su compañero Zavala (Michael Peña) Esto porque la estética elegida para el folletín es una mezcla de “GTA” (Grand Theft Auto), uno de los videojuegos más populares de estos tiempos, “Policías en acción”, la propaganda de la policía bonaerense que emitía canal trece y, finalmente, los reality show y “archivo encontrado”. La idea del director es llevarnos a la rutina de la policía de Los Ángeles mientras cumplen distintas misiones, cuyo riesgo va creciendo a medida que cada una se cumple (como en los videojuegos). Para lograr la empatía con el espectador cada misión tiene una suerte de intervalo en el cual somos testigos de las charlas que ambos mantienen en el patrullero tocando temas como la fidelidad, el amor, la pareja... Un poco como para conocer el costado humano de los protagonistas, y de paso, como sucede en “Gran Hermano”, sentirnos más identificados, o acaso juzgarlos. Sólo que en la proyección no aparece ningún número para votar por su eliminación del programa (lástima). Como suele suceder en este tipo de formato, la propuesta de ver todo a través de las cámaras que propone el realizador se deshace a los diez minutos y ya nunca sabemos quién filma, desde qué ángulo, y todas las licencias arbitrarias que quiera imaginar. Empero no se debe caer en la necedad. Este producto tiene buenas chances de funcionar bien a partir de la muestra de popularidad que tiene la combinación estética. Una cosa no quita la otra. El director David Ayer ya ha trabajado como guionista en diversos aspectos de la vida frenética de la policía, como “Rápido y furioso” (2001), “S.W.A.T”. (2003), “Dark Blue” (2002), y la más destacada, sin ser una maravilla, “Día de entrenamiento” (2001) por la que Denzel Washington ganó el Oscar a mejor actor. “En la mira” no deja más que el vértigo de la compaginación (que se torna muy confusa) y puro efectismo en el mensaje. Eso sí, cabe destacar los trabajos de Jake Gyllenhaal y Michael Peña. Dos actores comprometidos con sus personajes a un punto de extrema realidad. El vínculo entre ambos sostiene todo el relato, que por cierto es bastante flaco y reiterativo. Producciones de “policías-amigos” hay muchas. No va a ser “En la mira” la que rompa con la tradicional falta de ideas. No es la historia sino la forma de contarla, escuché por ahí. Aquí no encontramos valores ni lo uno ni lo otro.
Ser poli en LA "End of Watch" es un producto que ofrece más de lo que uno se puede esperar. Buenas escenas de acción, momentos de mucha tensión y una alta dosis de adrenalina. El director David Ayer ("Street Kings", "Harsh Times") nos ofrece una especie de "Policías en acción" (reality acerca de operativos policiales) cinematográfico que mantiene entretenido el espectador los 109 minutos que dura la historia. Vamos a decir la verdad, esta película de acción con formato de reality no es una obra de arte del cine, pero consigue su objetivo con creces y está por encima de los clichés del género. Los formatos de falsos documentales o "cámara en mano" para contar historias ficticias con auras de realidad, forman parte de una dinámica que se está hundiendo tan rápido como logró subir (por suerte). En la fauna cinematográfica contemporánea podemos encontrar varios ejemplos bien chotos del uso de este tipo de filmación, sobre todo en el género del terror. "End of Watch" cae en algunas pocas telarañas de este formato, pero logra salir con bastante decoro. Mientras que en varias escenas el director logra imprimir vértigo y tensión con el uso desparejo de la cámara en movimiento, en otras confunde con los cambios que decidió incorporar. Por ejemplo, el film comienza con uno de los dos protagonistas, Jake Gyllenhaal en el rol del policía Brian Taylor, filmando en 1ra persona todo lo que va sucediendo en su trabajo, pero a medida que va avanzando la película, Ayer inexplicablemente pasa de la cámara en 1ra persona a un cámara en movimiento manejada por un 3ro no reconocible, como si hubiera una especie de narrador... Esta dinámica puede resultar bastante confusa y no estoy seguro de que aporte algo significativo a la producción. Lo mismo cuando la cámara en 1ra persona pasa a mano de un pandillero... en fin, no quiero enredarlos con esto, pero si quiero advertirles de que puede percibirse como improvisado o desparejo. Por otro lado, la trama es bastante interesante, no tanto en su composición sino en la forma en que está mostrada. Policías que se meten en problemas con grandes cárteles del narcotráfico o pandillas violentas no representan algo novedoso en el cine, pero la crudeza y el realismo con el que Ayer lo expone sí. La intensidad dramática, en parte mérito de los protagonistas Michael Peña y Jake Gyllenhaal, va creciendo a medida que avanza el metraje y el desenlance final, a pesar de algunos baches, es dinámico y deja esa sensación de haber disfrutado lo que nos mostraron. Una peli para aquellos que gustan de films de acción con dosis de realismo y se bancan la montaña rusa de tensiones y dramas. Disfrutable.
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.
Publicada en la edición digital #249 de la revista.
"The Blue Brothers" Una persecución automovilística por los barrios bajos del sur de Los Ángeles, un monologo del oficial Brian Taylor que acompaña la acción y reflexiona sobre lo que significa ser policía, una reunión entre todos sus pares en la central minutos antes de salir a cumplir su jornada laboral y unos planos perfectos que retratan la rutina de custodiar las calles que llevan delante nuestros protagonistas son los elementos con los que David Ayer comienza a contar su mejor película hasta la fecha. “En la mira” no da muchas vueltas. Con ese arranque impresionante que te atornilla a la butaca y no deja que le quites los ojos de encima en ningún momento, Ayer (guionista de “Día de Entrenamiento” y “Rápido y Furioso”) te propone seguir los pasos de los oficiales Mike Zavala (Michael Peña) y Brian Taylor (Jake Gyllenhaal) a través de un formato visual que ira variando según las ocasiones y el contexto en el que se ubiquen los protagonistas. Es decir, saltamos constantemente de la cámara en mano (que le aporta un realismo salvaje y brutal a esta película) a planos bastante dinámicos y fugaces, sin demasiada elaboración, que lo único que intentan es seguir manteniendo ese aire de realismo que el director trató de impregnarle a este film. ¿Cumple ese objetivo? Sí, y con creces. Y eso es para destacar ya que uno como espectador logra crear una empatía genuina con los personajes que no depende de los actores que los interpretan, pese a que sus trabajos son impecables. Lo grandioso de “End of Watch” es que, si bien la química entre Peña y Gyllenhaal traspasa en medidas muy grandes la pantalla a medida a que avanza el relato, vas a estar siempre convencido de que lo que estás viendo es el verdadero accionar de dos policías en sus jornadas de trabajo y no una película. Por eso ahí empezamos a vislumbrar que la verdadera base del film es, además de su correctísimo y atrapante aspecto visual, su aceitado guión que mueve los vaivenes del relato y los conduce por el humor, la acción, el drama y el suspenso de forma tal que ofrece un producto compacto y preciso que logra retratar de gran forma la realidad de estas personas que arriesgan su vida para mantener el orden en una sociedad. “En la mira” no tiene grandes escenas de acción pero las pocas que hay están cargadas de suspenso lo que las hace mucho más interesantes y eso ayuda a consolidar el drama como género que atraviesa todo el relato de principio a fin. Sin embargo el final del nuevo trabajo de Ayer te deja completamente satisfecho con un tiroteo impresionante, filmado de modo tan realista y en tiempo real que recuerda mucho al impecable cierre de “Miami Vice” de Michael Mann (2006). De hecho, las similitudes entre esta propuesta y aquella producción del gran Michael Mann son varias, por lo que si te gustó esa adaptación cinematográfica de la serie televisiva que fue un furor en los 80, seguramente “En la mira” se convertirá en una de tus películas favoritas de este año. “End of Watch” es una excelente historia, que cuenta con grandes actuaciones, está filmada y musicalizada como los dioses y se ubica de forma contundente en el podio de las mejores películas que brindó este gran género en los últimos años. Esas que, en su afán de entretener, también buscan ofrecer el retrato más cercano y realista que nos ayuda a entender la motivación de estos héroes urbanos que, tarde o temprano, terminan cuidándose unos a otros como lo que son: verdaderos hermanos.
Dispará que te filmo Las filmaciones POV (point of view: narración desde el punto de vista del protagonista) son, como todo recurso, un arma que puede convertirse en boomerang. En la mira narra las peripecias de dos policías de Los Ángeles al estilo de Cops o nuestra Policías en acción, con la diferencia de que son ellos y no un cronista quienes filman cada procedimiento. Inicialmente, la persecución de un coche con cámara en mano y voz en off sugiere un tratamiento distinto para un tema archiconocido, pero las promesas se caen pronto. El director David Ayer (guionista de Día de entrenamiento) demuestra inseguridad no bien los cimbronazos de la cámara alternan con planos objetivos, dejando a medio camino un planteo que pudo ser radical. Tales desprolijidades, que más tarde se embarran con golpizas y tiroteos inverosímiles, van de la mano con la intención de hacer un film realista, que incomodará a varios. Taylor (Jake Gyllenhaal) y Zabala (Michael Peña) son una suerte de Starsky & Hutch desembarcados en Tropa de elite, dos quijotes bonachones enfrentando carteles mexicanos con un insider (Peña), para mostrar que los latinos son buena gente. Como siempre, mejor no aclarar que oscurece.