Nostalgia y épica para recuperar un clásico Con Jason Reitman tras las cámaras, esta nueva propuesta regresa a la clásica fórmula de la serie de películas que inmortalizó su padre, con el fin de dialogar con nuevas generaciones. Olvídense del último intento de Columbia Pictures por reflotar una de sus sagas más productivas. Corte y barajar de nuevo para reinventar el clásico de los años ochenta, que gracias a un grupo de jóvenes, vuelve a recuperar su mística y misterio para las grandes audiencias. Ghostbusters: El Legado (Ghostbusters: Afterlife, 2021) incorpora a Finn Wolfhard y McKenna Grace en roles centrales, encarnando a dos hermanos que deben seguir las decisiones de su madre (Carrie Coon), una errática mujer que, deudas mediante, decide viajar a un lugar completamente ajeno a sus vidas para cobrar una herencia. Acompasado por una banda sonora inspirada en films de los años ochenta como un elemento narrativo más, que marca los contrastes entre los tres personajes, el inicio sirve de cimiento para una trama que toca lugares comunes con una clara dosis de entretenimiento familiar. También homenajea y reinventa mecanismos de identificación que funcionan como vínculos empáticos con los espectadores. Reitman sabe de la necesidad de reorganizar el universo Ghostbusters, presentando trajes, automóvil, herramientas, en momentos claves de la historia, para así, ir configurando el magma narrativo sobre el cual la historia, fantasmas más, fantasmas menos, avanza de manera aceitada hacia un lugar en el que, el humor, el gag, el vodevil, la confusión, aportan algo más que meras herramientas discursivas. Al trío se le sumará, en espejo, otro trío similar en edad y en intereses, ya sea con el equivalente etario o con otro del grupo, desembarcando Paul Rudd, como un profesor de escuela secundaria, con intereses que trascienden la mera enseñanza, o Logan Kim como “Podcast”, un ávido niño que, como su nombre lo indica, graba episodios sonoros basados en misterios que investiga, y también Celeste O’Connor, como Phoebe, objeto de deseo de Trevor (Wolfhard) y compañera instantánea en la búsqueda de los espíritus. Reitman, además de reconfigurar el universo de la saga, enmarca la historia en una ciudad alejada de “modernismos”, y en donde un restaurant en el que los mozos y mozas atienden con patines, o la ausencia de internet y tecnología, refuerzan ese constante homenaje a lo retro que subraya cada línea del guión. Para aquellos amantes de la saga original, esto es un deja vu importante. Mención especial para apariciones claves y escena post créditos de antología para una aventura como las de antes, con valores y temáticas asociadas al trabajo en equipo, la amistad y la familia, que permiten a sus protagonistas superar escollos y situaciones traumáticas y en donde la unidad del trío solventará la pirotecnia visual que, gracias a Dios, no es lo que prima en su relato. Inteligencia y respeto, pero también ironía y desparpajo para contar, sin muchos sobresaltos, una vez mas, la historia de estos sujetos que ayudan a la humanidad protegiéndolos de lo desconocido.
Niños, bicicletas, pueblo chico, familia disfuncional. Parece que la fórmula vintage, “spielbergiana”, de reciclar hitos o estéticas ochentosas en clave contemporánea, funciona. E.T. Los Goonies, Stranger Things, Super 8. Las barajas se mezclan y así llega el reboot de Los Cazafantasmas, con su imperecedero tema musical, acaso más exitoso que la saga misma (dos películas). Pasando por alto el relanzamiento de 2016, Jason Reitman, hijo de Ivan (director de las dos primeras) dirige este regreso. Afterlife, aquí El legado: un recicle que propone nuevo escenario, una granja de Oklahoma, y nuevos protagonistas, con los originales como, digamos, telón de fondo. Una madre soltera de dos adolescentes se instala en el desvencijado rancho de su padre (el fallecido Harold Ramis, a quien está dedicada la película), a la muerte de este. Como no tenía relación con el hombre, ignoraba las circunstancias de su muerte y su trabajo como cazafantasma. Pero su hija Phoebe (Mckenna Grace, extraordinaria) heredó una pasión por la ciencia que la lleva a conectar enseguida con lo que ese rancho esconde. Llevando de la mano a su hermano mayor (Finn Wolfhard, de Stranger Things), que está más preocupado por seducir a una chica que por cumplir con el deber de cuidar a su hermana. Hay un profesor (Paul Rudd, el hombre más sexy del años en modo romcom) y un amigo nuevo de Phoebe, un niño que lleva un podcast. Entre el film de crecimiento y la aventura fantástica, la nueva Cazafantasmas funciona con lo básico. Una fórmula probada para la sonrisa nostálgica de mapadres y algo así como la introducción al terror sci-fi de los chicos. En dos horas amables y simpáticas, aunque podría durar un poco menos. Como en los films de Marvel-Disney, no se apuren a salir de la sala. Acaso haya alguna pista sobre el futuro.
Con el espíritu ochentoso intacto La secuela sumará un público nuevo a la saga, que incluye a Paul Rudd y a Finn Wolfhard (de “Stranger Things”). Quizá no haya nada mejor que una película con aroma ochentista para rememorar, homenajear y continuar el legado de otra buena película de los ’80. Y eso ocurre precisamente con la nueva Ghostbusters. Y de eso también se trata el legado del que habla el título. Si vieron el trailer, o las fotos de la premiere del filme, algo saben. Sí, alguno(s) de los protagonistas de la saga creada por Ivan Reitman en 1984 aparecen, pero si hablamos de legado es porque algunos otros tienen que tomar la posta. Y lo que hizo Jason Reitman, hijo de Ivan y director de La joven vida de Juno y Amor sin escalas, fue aggiornar aunque no tanto la historia. Phoebe (Mckenna Grace) y una pose (y un arma) que lo dicen todo. Foto Sony Phoebe (Mckenna Grace) y una pose (y un arma) que lo dicen todo. Foto Sony Por lo pronto, no transcurre en Nueva York, si no en un pueblito rural, Summerville. A ese pueblo sin fallas geológicas que tiembla a cada rato, llegan los nietos y la hija de un científico. ¿Por qué viajan hasta Oklahoma? Porque se quedaron sin dinero, y heredan la casa del abuelo, recientemente fallecido, en medio -literalmente- de la nada. No han tomado contacto con el abuelo desde hace tiempo, y eso es algo que la hija (Carrie Coon) no deja de perdonárselo. La familia de... Y allí están, entonces, su hijo adolescente Trevor (Finn Wolfhard, de Stranger Things), que se anota a trabajar en una hamburguesería, no tanto para tener dinero propio, sino para estar cerca de una chica, y la más pequeña Phoebe (Mckenna Grace), que si alguien heredó algo del abuelo y las ciencias, es ella. En el colegio se hará amiga de Posdcast (Logan Kim, como un chico que se apoda así a sí mismo, porque quiere documentarlo todo). Paul Rudd y Mckenna Grace, dispuestos a acabar conlos fantasmas en un pueblito rural. Foto Sony Paul Rudd y Mckenna Grace, dispuestos a acabar conlos fantasmas en un pueblito rural. Foto Sony Por supuesto que los movimientos que parecían sísmicos obedecen a otra cosa, aunque el maestro y sismólogo Gary (Paul Rudd) se sumará cuando otros redescubrimientos crucen la trama y la pantalla. A saber: el coche de los Cazafantasmas, algunos aparatejos y… Gozer. Si no recuerdan quién o qué es Gozer, no son tan fanáticos, pero se divertirán igual. De vuelta a la acción, ¿a quién van a llamar? Foto Sony De vuelta a la acción, ¿a quién van a llamar? Foto Sony Los fantasmas tardan en aparecer, como si se tratara de Tiburón. Y el ritmo de Ghostbusters: El legado es de las películas que homenajea. Esto es, aquí no hay apuros. Y hasta los fantasmas y los efectos especiales parecen de aquella época. Si esto es bueno o malo, lo decidirá cada uno que pague la entrada. Finn Wolfhard (de "Stranger Things") y un auto conocido... Foto Sony Finn Wolfhard (de "Stranger Things") y un auto conocido... Foto Sony La que sí es indudablemente muy buena es Mckenna Grace, como Phoebe. Estuvo tremenda en el primer episodio de la última temporada de El cuento de la criada (allí es Esther Keyes, y fue candidata al Emmy), fue la joven Carol (o sea la pre Capitana Marvel en Capitana Marvel), la joven Madison (o sea la niña de Maligno) y la niña Tonya de Yo soy Tonya. Y para terminar de redondear el homenaje y/o legado, gracias a la tecnología se puede rendir tributo, o al menos un guiño a Harold Ramis, el cazafantasmas que ya no está entre nosotros. Corpóreamente, se entiende. Los efectos son bastante similares a los de las películas originales de 1984 y 1989. Foto Sony Los efectos son bastante similares a los de las películas originales de 1984 y 1989. Foto Sony No se levanten de sus butacas hasta el final de los créditos.
Ghostbusters: El legado es una aventura perfecta para nostálgicos Esta reinvención del éxito familiar de los 80 trae de regreso no sólo la iconografía del equipo original sino también la idea de la infancia sensible y profunda que percibe como imposible en la actualidad La moda de los reboot de franquicias populares alcanza en Ghostbusters: El legado una extraña amalgama: no solo cristaliza el acto de reconstruir la iconografía de la película de Ivan Reitman de 1984 sino también la experiencia de la infancia y la pubertad de aquella época. Por ello la historia recoge gadgets, personajes y retazos narrativos de aquel comienzo de toda una era, al mismo tiempo que el espíritu de la aventura que definieron esos años, guiados por Rob Reiner y Steven Spielberg, mediados por la pasión fetichista consagrada por Super 8, Stranger Things y todos sus corolarios. La protagonista es Phoebe (Mckenna Grace), una niña de 12 años que debe trasladarse junto a su hermano Trevor (Finn Wolfhard) y su madre Callie (Carrie Coon) a la granja de su abuelo fallecido en un pueblo de Oklahoma. Su historia es la de la segregación: interesada por la ciencia, curiosa pero introvertida, nunca parece encajar en ningún entorno; su madre le advierte sobre sus chistes atonales y siempre recibe el consejo de no ser ella misma. Pero la granja de ese abuelo desconocido, convertido en un fantasma para la historia de su familia, se revela como el inesperado camino hacia una identidad que ya parecía anunciada en los emblemáticos anteojos que filtran su mirada. Jason Reitman aprovecha la nostalgia disponible y deja a todos contentos: está el ECTO-1 arreando por un campo de maíz, las trampas para fantasmas con sus rayos coloridos, el gigante blanco de los malvaviscos multiplicado en miles de diabólicos fantasmitas, y los cameos esperados escondidos en cada giro de la trama. Pero debajo de la superficie, el espíritu es menos el de la comedia que miró a la era Reagan desde el caos citadino, presidido por la irrupción del fantástico y el humor más absurdo, que el de una aventura adolescente, simpática y entretenida, que combina el coming of age, la mitología sumeria y un andamiaje de guiños al pasado que empujan alguna lágrima. Carrie Coon y Paul Rudd –quien interpreta a un profesor no tan interesado en sus clases como en el cine en VHS y en los misteriosos sismos que sacuden a las entrañas de Oklahoma- construyen la perfecta pareja de una comedia romántica que casi exige un lugar propio en una nueva historia. Pero Reitman hijo sumerge a la historia en algo más que la nostalgia: en el anhelo de reconstrucción de una experiencia perdida como obsequio para una nueva generación. El aggiornamento de los fantasmas, la absoluta materialidad de todo imaginario ancestral y el crescendo de una aventura que requiere más épica que contracultura funciona como rastrillaje y empaquetado del pasado antes que como verdadera concepción de legado. Pese a ese mandato generacional de recuperar su infancia y la obra de su padre, Reitman siempre ha estado preocupado por el áspero camino del crecimiento y la madurez (así fue en Juno, en Adultos jóvenes, en la más reciente Tully), clave que encuentra en la nueva Ghostbusters su último escalón: la reconciliación de Phoebe, y la de su madre que también fue hija, con un mundo que siempre será tan propio como ajeno, y por ello hay que defenderlo.
Primero fue Los cazafantasmas (1984), a esta altura clásico de Ivan Reitman. Cinco años más tarde llegó la secuela con mismo director y elenco: Bill Murray, Dan Aykroyd, Sigourney Weaver, Harold Ramis, Rick Moranis, Ernie Hudson y Annie Potts. En 2016 fue el turno de Cazafantasmas, reboot femenino rodado por Paul Feig con Melissa McCarthy, Kate McKinnon y Kristen Wiig. Otros cinco años de espera y se estrena este nuevo reciclaje a cargo de Jason Reitman (hijo de Ivan), que -sin llegar a ser un despropósito- se ubica entre lo más flojo de toda la franquicia. Sí, Bill Murray, Day Aykroyd, Ernie Hudson, Annie Potts y Sigourney Weaver reaparecen -de forma bastante efímera- en Ghostbusters: El legado, pero aquí tenemos un nuevo elenco, otros protagonistas: Callie (una desaprovechada Carrie Coon) es una madre en serios apremios económicos que se muda con su hijo adolescente Trevor (Finn Wolfhard, el Mike Wheeler de Stranger Things) y a su hija menor Phoebe (la notable Mckenna Grace), una nerd amante de las ciencias; al patético pueblo rural de Summerville, en Oklahoma, para ocupar la destartalada casona que supo ser del padre de Callie, un cazafantasmas recientemente fallecido. Cuando las apariciones paranormales comiencen (y el festival de CGI se desate) se les sumarán el maestro y sismólogo local Gary Grooberson (un Paul Rudd poco convincente como comic relief) y un niño que se hace llamar Podcast (Logan Kim) porque, claro, se la pasa grabando todo. La decisión de casting de elegir a Finn Wolfhard como uno de los protagonistas no es antojadiza, ya que la película tiene algo del espíritu de Stranger Things; o sea, de Cuenta conmigo, Súper 8 y siguen las firmas. Hay algo de coming-of-age (el quinceañero Trevor se enamora de una joven local interpretada por Celeste O'Connor), pero cada una de las subtramas, de los conflictos, de los personajes y de las resoluciones tiene siempre bastante de mecánico y de fórmula, como si supieran que sumando figuras -sobre todo al final e incluso en las escenas post-créditos-, acelerando de a momentos, acumulando efectos visuales y refugiándose en cierta nostalgia ochentosa alcanzara para cumplir. Es como un equipo de estrellas aguantando un 0 a 0. Un empate así deja gusto a poco.
Fantasmas para todo público El mayor mérito del film de Jason Reitman es hacerse cargo del paso del tiempo, en un producto mejor logrado que la reciente versión femenina, pero que intenta la quimera de conformar a todos. Hay varias razones que validan la elección de El legado como subtítulo de Ghostbusters. La primera, y más evidente, es una relación entre padres e hijos presente dentro y fuera de la pantalla, en tanto el director Jason Reitman (La joven vida de Juno, Amor sin escalas) es hijo de Ivan, quien ocupó la silla plegable en las entregas de 1984 y 1989 y aquí funge como productor. Pero también porque, en su voluntad de actualizar la franquicia, dialoga con ese pasado haciéndose cargo del paso del tiempo, funcionando entre sus pliegues como clausura de una etapa de un estilo de comedia de enorme éxito en los años ’80. Los tiempos cambiaron y hoy ya no causa gracia lo que décadas atrás sí. Y esta Ghostbusters es, con su mezcla de coming of age, aventuras infanto-juveniles y un apabullante despliegue visual, hija directa de su tiempo. Sin vínculo narrativo con el fallido intento de reboot que fue la versión femenina Cazafantasmas (2016), la película arranca con la muerte del dueño de un caserón destruido de las afueras de un pueblo del estado de Oklahoma. No tenía buena fama ese hombre al que los lugareños llamaban “cultivatierra” por dedicarse durante años a arar, regar y cuidar una granja en el que jamás plantó ni una semilla. Su hija Callie (Carrie Coon) tenía una relación nula con ese padre ausente y obsesionado con la inminencia del fin del mundo, hasta que se entera que ha heredado esa casa de la que no querría saber nada, salvo porque está endeudada hasta la médula y no tiene un mango para el alquiler. Y hacia allá irá la mujer con su hija Phoebe (Mckenna Grace) y su hijo Trevor (Finn Wolfhard, de Stranger Things, serie de espíritu similar a esta película, lo que a su vez la vincula con Súper 8 y, por lo tanto, a una buena parte del cine sub-15 de los 80), para descubrir que su padre podía ser cualquier cosa, menos loco. Una vez instalada, la familia descubre que allí pasan cosas raras, como terremotos en un lugar alejado de zonas con actividad sísmica, o paranormales, de esas que la lógica no logra justificar. Por esas casualidades del guion coescrito por el realizador junto a Gil Kenan, uno de los profes del colegio, que hace cualquier cosa menos dar clases, es el sismólogo Gary Grooberson (Paul “El hombre vivo más sexy” Rudd, en un rol limitado al de comic relief e interés romántico de Callie), quien rápidamente se involucra con una hija menor lo suficientemente inteligente para darse cuenta de que el abuelo, quizás, tenía un poco de razón en estar tan preocupado. Más aún después de descubrir el inolvidable Cadillac con la placa Ecto-1 juntando polvo el garaje. La búsqueda de satisfacer a distintos púbicos suele ser problemática para las películas de aspiraciones masivas de Hollywood, y Ghostbusters no es la excepción. Las distintas líneas narrativas, que corren por carriles separados y tienden a confluir a medida que avance el metraje, están pensadas bajo esa directriz. Que Trevor ande tras la huella de una compañerita de trabajo implica una subtrama romántica adolescente con la que Reitman intenta contentar al público joven, aquel que llegará atraído probamente por la mencionada filiación con Stranger Things. Al público veterano, el mismo que creció con la imagen de Bill Murray, Dan Aykroyd, Harold Ramis y compañía, apuntan las innumerables referencias, guiños y cameos cargadas de nostalgia. Dos escenas poscréditos dejan las puertas abiertas para continuar con una saga que, luego de esta clausura, deberá encontrar nuevos rumbos.
Ghostbusters: El legado es una película donde el estudio Sony buscó reconciliarse con el fandom de esta franquicia tras ese ejercicio cinematográfico de estupidez que ofreció la aberración del director Paul Feig en el 2016. Un film cuyo rechazo popular cierto sector de la crítica intentó convertir en una cuestión de género que nunca se relacionó con las causas reales del descontento. El problema no eran las actrices sino que el tono de la obra no era compatible con el tipo de propuesta que se esperaba de los Cazafantasmas. Por el contrario, ofrecía un sketch malo y tedioso de Saturday Night Live que ni siquiera era gracioso. El simple hecho que un medio como The Guardian, que alabó la bazofia de Feig, hoy le pegue a esta nueva entrega por su exceso de nostalgia lleva la tranquilidad que Jason Reitman no defrauda en absoluto con su trabajo. Un realizador que debuta en el cine mainstream con una propuesta que no tiene ninguna relación con el contenido de su filmografía. Desde que debutó en el 2005 con la sátira Gracias por fumar sus trabajos siempre se desarrollaron en el circuito independiente con filmes como Juno, Young Adult, Tully o el drama político The Front Runner, que poco tuvieron que ver con la clase de contenido que desarrolló su padre. En este proyecto Reitman Jr. busca revivir la franquicia a través de una película que evoca con mayor solidez el tono de los filmes originales y toma una enorme influencia del Steven Spielberg de los años ´80. Se trata de una propuesta familiar pensada exclusivamente para que los fans veteranos de Ghostbusters disfruten con sus hijos/as una aventura más de la serie y que al mismo tiempo busca captar el interés de una nueva generación de espectadores. La película está anclada claramente en la nostalgia, un recurso al que apela el Hollywood de la actualidad que enfrenta desde hace años una enorme crisis creativa. Si bien el peso del fan service es imposible de ignorar, en defensa de Reitman es justo destacar que lo manejó de un modo ameno frente a otros estrenos que vimos este año, como Space Jam 2 o Free Guy que fueron más burdos en este aspecto. Los nuevos personajes generan una empatía absoluta desde su introducción gracias a un gran reparto donde sobresalen especialmente Paul Rudd y Mckenna Grace, la gran protagonista y heroína de esta entrega. Desde el momento en que aparece en escena le crees por completo que es la nieta de Egon Spengler y forma una muy buena dupla con el debutante Logan Kim, un gran hallazgo del director. El casting de Finn Wolfhard fue un gancho comercial para atraer al público centennial seguidor de Stranger Things ya que su rol en el film es completamente intrascendente. El personaje se podría eliminar del argumento y no altera en absoluto el conflicto central debido a que la figura principal es Mackenna Grace, quien lo opaca notablemente. Finn no está mal pero la trama tampoco le dio demasiado espacio para sobresalir. Como mencioné previamente, la película está dirigida a un público familiar y el tratamiento de los elementos fantásticos responden a este perfil. En ese sentido se nota bastante que Reitman escribió el guión junto a Gil Kenan, responsable de esa gran película animada que fue Monster House que tenía una estilo similar. Los fantasmas y monstruos que aparecen en el relato junto con las atmósferas de misterio están muy influenciadas por las películas animadas de Scooby Doo, un detalle que sobresale también en el diseño de producción y en especial en la fantástica labor que hicieron con la macabra vivienda de los Spenglers. En lo referido a los aspectos técnicos la película es impecable y sorprende con una simpática fusión de CGI y efectos prácticos que abrazan la marcada impronta nostálgica del film. Si bien El legado es una continuación de las primeras dos entregas originales, un adición interesante de este episodio pasa por el contenido sentimental que tiene la trama en torno a la figura de Egon Spengler. Sobre todo hacia el final sorprende con algunos momentos emotivos que van a sorprender al público más fan de la franquicia. Si hubiera que objetarle algo al trabajo de Jason Reitman es que tal vez le faltó una vuelta de tuerca más a la premisa del conflicto central para que no resultara tan parecida a la obra original. Sin embargo eso no afecta a la experiencia del visionado en su integridad. En un año donde no hubo grandes películas notables en materia de cine pochoclero, la nueva entrega de Ghostbusters al menos restaura la dignidad perdida de la franquicia y no defrauda en materia de entretenimiento. Si eligen verla recuerden que hay dos escenas adicionales durante los créditos finales.
Luego de 3 retrasos y más de un año de espera, finalmente Sony Pictures revive una de sus franquicias más icónicas este 18 de noviembre. Estamos hablando de la clásica saga de los cazafantasmas («Ghostbusters»), que tuvo lugar en la década de 1980. Después de treinta años de la segunda entrega, llega a los cines de todo el mundo «Ghostbusters: afterlife» («Ghostbusters: el legado» en Latinoamérica). La película figura como una tercera parte de la historia original y descarta por completo aquel reboot, en clave femenina, dirigido por Paul Feig en 2016. Entre los muchos detalles que la vuelven prometedora, hay dos que encabezan la lista. En primer lugar, ya están confirmados dentro del elenco Bill Murray y Dan Aykroyd, actores que fueron parte del trío protagonista original. Recordemos que el tercer integrante, Harold Ramis, falleció en febrero de 2014. El segundo nombre que eleva las expectativas es el de su director. Se trata de Jason Reitman, un cineasta canadiense que cuenta con una filmografía variada donde destacan «Juno» (2007) y «Up in the air» (2009). Pero eso no es lo importante en esta ocasión, lo interesante es que es hijo de Ivan Reitman. Muchos tal vez no sepan quién es, él fue el director de las dos primeras cintas de la saga. Reitman hijo compartió toda su infancia con el creador de este universo donde los fantasmas son moneda corriente y hoy hereda la responsabilidad de revivirlo. De todas formas, su padre no se separó del todo y se mantuvo en el rol de productor. La sinopsis nos adelanta: una madre soltera y sus dos hijos llegan a una pequeña ciudad, descubriendo su conexión con los cazafantasmas originales y el legado secreto que dejó su abuelo tras de sí (FILMAFFINITY). Si bien es el último film de la trilogía, debemos aclarar que retoma directamente los eventos sucedidos en el primer largometraje de 1984 y deja el acontecimiento de la sucesora como una situación aislada. Por esta razón, recomendamos tomarse el tiempo de mirar, o revisionar, la cinta inicial para un mejor disfrute de la experiencia. Bajo esa línea de reconstruir en base a los hechos pasados, el gran fuerte de la película es la nostalgia. Durante toda su duración vamos a encontrar menciones, detalles, clips, objetos y un extenso etcétera de elementos ya conocidos por quienes hayan visto las anteriores. A decir verdad, en cierta forma hasta reciclan la primera aventura de los cazafantasmas. Claro está, adaptándola al lenguaje contemporáneo, con las ventajas del CGI moderno y el agregado de un elenco bien seleccionado. Los elegidos para protagonizar el revival fueron los jóvenes talentos Mckenna Grace, Finn Wolfhard y la revelación humorística Logan Kim, un joven que recién comienza a dar sus primeros pasos en la industria. Además de las leyendas ya mencionadas párrafos arriba, completan el reparto la convincente Carrie Coon y el, recientemente nombrado «hombre más sexy del mundo» por la revista People, Paul Rudd. Él y el pequeño Podcast (interpretado por Kim) se encargan de sacarnos risas, mientras el resto hace crecer la trama. Esta combinación de actores de todas las edades tiene un objetivo bien definido. Mientras le trae recuerdos a quienes vivenciaron las primeras apariciones en pantalla de nuestros héroes, los adolescentes se encargan de entretener a los más chicos de la familia. Este doble efecto busca satisfacer a los viejos fanáticos y, a la vez, encontrar nuevos adeptos entre los niños de la sala. No está de más saber que son evidentes sus ganas de continuar explorando los encuentros fantasmales en próximas entregas. El apartado visual de la obra era algo primordial para el buen funcionamiento de la trama y, por suerte, no defrauda. La fotografía es correcta, el aspecto de los fantasmas está bien logrado y los característicos rayos de protones rememoran las buenas épocas. En conclusión, «Ghostbusters: afterlife» es una película que cumple con lo que propone y viene con ganas de seguir creciendo. Sin duda, complacerá a los fanáticos con su homenaje y atraerá a los novatos en materia de cacería de fantasmas. Es una buena opción para compartir en familia una agradable tarde en el cine.
La GHOSTBUSTER es una película que revisito muy frecuentemente. Me parece una película divertida y creativa pero que no es la joya de la corona que los fans dibujan. En lo que a mí respecta, la secuela y el reboot de 2016 (‘LAS CAZAFANTASMAS’) están al mismo nivel que la primera, es más, el producto que mas disfrute de la marca son las series animadas. Ahora nos llega está continuación de la original, enmarcada dentro del neo genero de revivals de sagas clásicas que apuntan a la nostalgia (o nostalgia inducida, algún dia les hablare de ésto) del espectador, una nueva ola madre de bodrios como la trilogia de secuelas de Star Wars o la nueva 3 de TERMINATOR. Por lo general estas secuelas/remakes/spin-offs suelen errarle fiero, intentan hacer algo nuevo pero a la vez nostálgico y queda un bodrio que no entienden ni ellos, pero con GHOSTBUSTERS: AFTERLIFE se encontro un balance perfecto, pasen al consultorio y les cuento… Dirige y coescribe Jason Reitman, el mismísimo hijo de Ivan Reitman, productor y escritor de la película que comenzo con éste fenómeno. En éste caso el hijo le hace honor al padre, haciendo la que es probablemente el revival mas completito y satisfactorio de todos los vistos hasta ahora. Se respeta a los personajes originales sin abusarse de las referencias y se le da un abrazo fuerte y emotivo al difunto Harold Raimis. La historia está contada con un ritmo muy ochentero, pero no ochentero tipo la primera, sino que ochentero en su simpleza, hasta me atrevo a decir que es la mejor película del subgenero NIÑOS EN UN PUEBLO HACIENDO LOCURAS de los últimos tiempos. Se siente la aventura y el misterio, el cual sirve para darle al universo una identidad mitologíca propia. La historia sigue a los hermanitos Splencer (Mckenna Grace y Finn Wolfhard), nietos de Eagon, una niña genio y un intento de rebelde, quienes se mudan junto a su madre (Carrie Coon) a la antigua granja de su abuelo quien era considerado un demente por los lugareños del pueblo cercano. Los pibitos encontrarán allá su identidad sacando a relucir los genes de su abuelo. Hago un párate en mí intento de sinopsis para mencionar que la decisión de usar a los familiares del personaje del personaje que interpretó el difunto Raimis fue la decisión PERFECTA. Ésto hizo que los guionistas usen la ausencia del actor (y ENCIMA cocreador de la franquicia junto al también actor Dan Aykroyd) como motor narrativo, generando en los personajes un misterio a resolver en base al personaje. Sigo con la historia. En el pueblo, la nena, Phoebe Spencer, une fuerzas con su maestro de primaria, interpretado por el hilarante Paul Rudd, para investigar unos misteriosos sismos que habrían llevado a Eagon a ese lugar. En su nuevo team de niños ghostbusters tenemos a Podcast (Logan Kim) y Lucky Domingo (Celeste O’Connor), personajes que solo existen para hacer una rima narrativa y visual con los originales, ya que la película se la roba Grace con su carismática inexpresividad intencional. Los efectos especiales son brillantes, lo mismo con la fotografía, la se amolda a los tiempos con unos planos muy bien formados que complementan un BEST OF BOTH WORLDS entre el cine ochentero pochoclo y el cine blockbuster actual. El team no es tan único como el original, pero cumplen su función y todo el viaje hasta el final boss (el cual fue una sorpresa MUY grata, hasta para mí, que no pierdo la cabeza por esta saga) se torna creíble y no es una sucesión de eventos random sin justificación (*EJEM* estarwarssieteochonueve *EJEM*). Un defecto es que me hubiese gustado mas fantasmas caricaturescos como los de la original, hay unos pares pero en su mayoria son copy paste de los antes vistos. Se pudo haber agregado personajes creativos, como los vistos en la de 2016, sin haberse ido de la onda moderna y diferente que querían plasmar. No obstante, el producto esta tan bien encaminado que puedo perdonar ésto. Recomendada con ganas. Calificación 8/10
Crítica publicada en Youtube.
Luego del decepcionante reboot que sufrió la saga hace unos años, pocos éramos los que teníamos algo de fe con esta franquicia; y solo nos limitamos a recordar aquella primera gran película y su serie animada. Y como siempre decimos, no hay nada más lindo cuando un proyecto del que poco esperábamos, como Ghostbusters: el legado, nos termina cerrando la boca. La trama gira en torno a la pequeña Phoebe, quien, junto a su hermano mayor y a su madre, deben mudarse a una granja abandonada perteneciente a su abuelo. Lo que nadie sabía en la familia, era a que se dedicaba dicho abuelo, y que estaba haciendo en tan inhóspito lugar. Seamos sinceros, cuando anunciaron esta película, pocos esperábamos algo bueno. De hecho, nadie la ponía entre aquellas que nos había dolido su postergación de casi un año. Pero ahora que ya la tenemos en nuestras salas de cine, y viendo alguno de los otros tanques anunciados (y vistos) para este 2021, podemos decirle que esta vez Sony sorprendió a la gran mayoría. Esto lo decimos porque la película hace lo que todo film que quiere traer a la actualidad una franquicia que empezó hace varias décadas; y es darle al espectador veterano lo que quiere ver, en la justa medida, mientras que también aporta cosas nuevas para que las generaciones más recientes, tengan la suficiente curiosidad como para querer darle una oportunidad al proyecto. Todo esto se nota en el casting. Muchos pusimos un mínimo de confianza en Ghostbusters: el legado cuando vimos a Paul Rudd en el elenco. Luego nos dimos cuenta que también se buscaba apuntar a la gente joven con la inclusión de Finn Wolfhard. Pero la verdadera sorpresa llega por la más chica del elenco, la pequeña McKenna Grace. La chica (a quien quizás vieron como la hija de los Warren en el “Conjuroverso”) se come la película. Ya la habíamos visto actuar bien en otros proyectos, pero acá le pasa el trapo al resto del casting, mostrando unos dotes actorales y un carisma sorprendente para su corta edad. Por desgracia su personaje es el único que está construido. Y eso sería quizás lo que peor hicieron con esta película; que ninguno de los actores tiene demasiado con lo que trabajar. Entendemos que Grace sea la protagonista y a la que más esmero le dedicaron, pero eso no implica que el resto tenga la profundidad de un renglón. Eso, sumado a que varios de los chistes que se hacen no terminan causando gracia; hacen que la película no sea lo suficientemente buena que podría haber sido. En conclusión, Ghostbusters: el legado es una grata sorpresa que logra lo que ya sabemos que otra película no hizo; contentar a todos. Pese a su simpleza en algunos apartados, el ritmo de la película y una pequeña protagonista que desborda talento, la ponen como la gran cerrada de boca en lo que va del año.
Después de su momento de fama tras salvar al mundo en 1984, los Cazafantasmas de Nueva York han sido olvidados. Solo uno de ellos ha continuado su misión todos estos años, ignorado y desprestigiado. Mientras tanto, en Chicago, Callie (Carrie Coon) es desalojada del departamento donde vive con su familia y no tiene más elección que mudarse a la granja de su recientemente fallecido padre, un hombre que la abandonó cuando era una niña y por quien no guarda ningún cariño. Arrastra con ella a su hija Phoebe (Mckenna Grace) de 12 años y a Trevor (Finn Wolfhard) de 15, quienes además de adaptarse al brusco cambio de vida que implica mudarse al pequeño pueblo rural, poco a poco irán descubriendo el legado de ese abuelo al que nunca conocieron y que Callie es tan reticente a recordar. Buscar Alta Peli CRÍTICASGhostbusters: El Legado (REVIEW) por Matías Seoane publicada el 18/11/2021 Ghostbusters: El Legado, cuando la melancolía no es solo pintura. Crítica sin Spoilers Después de su momento de fama tras salvar al mundo en 1984, los Cazafantasmas de Nueva York han sido olvidados. Solo uno de ellos ha continuado su misión todos estos años, ignorado y desprestigiado. Mientras tanto, en Chicago, Callie (Carrie Coon) es desalojada del departamento donde vive con su familia y no tiene más elección que mudarse a la granja de su recientemente fallecido padre, un hombre que la abandonó cuando era una niña y por quien no guarda ningún cariño. Arrastra con ella a su hija Phoebe (Mckenna Grace) de 12 años y a Trevor (Finn Wolfhard) de 15, quienes además de adaptarse al brusco cambio de vida que implica mudarse al pequeño pueblo rural, poco a poco irán descubriendo el legado de ese abuelo al que nunca conocieron y que Callie es tan reticente a recordar. No tienen demasiado tiempo: el apocalipsis al que él dedicó su vida en investigar está llegando, y será misión de ellos detenerlo. Ghostbusters: El Legado dentro y fuera de la pantalla A diferencia de la película anterior de la franquicia, la cual pretendía reiniciar el universo contando una historia muy similar con un nuevo elenco, Ghostbusters: El Legado es una secuela directa de las películas originales, retomando más de treinta después la trama iniciada en 1984, intentando mantener muchas de las cosas que volvieron icónicos a esos films. Y aunque Ghostbusters: El Legado le allana un poco el camino al público nuevo, también decide no volver a explicar cada detalle salvo que sea central a la nueva historia, confiando en que cualquiera que decida verla tiene al menos un conocimiento básico de este universo. O, en su defecto, que cuando termine de ver Ghostbusters: El Legado saldrá con ganas de ir a ver las películas de los 80s para completar los huecos. No todo en el guion de Buscar Alta Peli CRÍTICASGhostbusters: El Legado (REVIEW) por Matías Seoane publicada el 18/11/2021 Ghostbusters: El Legado, cuando la melancolía no es solo pintura. Crítica sin Spoilers Después de su momento de fama tras salvar al mundo en 1984, los Cazafantasmas de Nueva York han sido olvidados. Solo uno de ellos ha continuado su misión todos estos años, ignorado y desprestigiado. Mientras tanto, en Chicago, Callie (Carrie Coon) es desalojada del departamento donde vive con su familia y no tiene más elección que mudarse a la granja de su recientemente fallecido padre, un hombre que la abandonó cuando era una niña y por quien no guarda ningún cariño. Arrastra con ella a su hija Phoebe (Mckenna Grace) de 12 años y a Trevor (Finn Wolfhard) de 15, quienes además de adaptarse al brusco cambio de vida que implica mudarse al pequeño pueblo rural, poco a poco irán descubriendo el legado de ese abuelo al que nunca conocieron y que Callie es tan reticente a recordar. No tienen demasiado tiempo: el apocalipsis al que él dedicó su vida en investigar está llegando, y será misión de ellos detenerlo. Ghostbusters: El Legado dentro y fuera de la pantalla A diferencia de la película anterior de la franquicia, la cual pretendía reiniciar el universo contando una historia muy similar con un nuevo elenco, Ghostbusters: El Legado es una secuela directa de las películas originales, retomando más de treinta después la trama iniciada en 1984, intentando mantener muchas de las cosas que volvieron icónicos a esos films. Y aunque Ghostbusters: El Legado le allana un poco el camino al público nuevo, también decide no volver a explicar cada detalle salvo que sea central a la nueva historia, confiando en que cualquiera que decida verla tiene al menos un conocimiento básico de este universo. O, en su defecto, que cuando termine de ver Ghostbusters: El Legado saldrá con ganas de ir a ver las películas de los 80s para completar los huecos. No todo en el guion de Ghostbusters: El Legado (Ghostbusters: Afterlife) tiene perfecto sentido ni cierra a prueba de agua; la nostalgia y la búsqueda de emotividad a veces (pocas) estorba en la narración y la fuerzan a tomar giros que quizás era más natural evitar. Rara vez le exigimos tanto a una comedia de aventuras apuntada al público juvenil, pero un par de abusos de las coincidencias se hacen notorios y algunas escenas o personajes sin una función clara en el esquema general distraen del foco, sin aportar nada realmente interesante. Phoebe y su compañero de curso, Podcast (Logan Kim), son más que suficientes para llevar adelante la trama y lo hacen sin necesitar ayuda; tienen tanto carisma y buena química entre ambos que solo resaltan lo anecdótica que es la presencia de su hermano Trevor y todo su arco adolescente paralelo. Quizás existía la obligación de meter una cara famosa en el elenco que sumara en el poster, aunque ni el personaje ni el actor tuvieran mucho para aportar; tal vez fue forzado en la trama para que Ghostbusters: El Legado no se confunda con una película “completamente infantil”, como si eso fuera algo terrible. Buscar Alta Peli CRÍTICASGhostbusters: El Legado (REVIEW) por Matías Seoane publicada el 18/11/2021 Ghostbusters: El Legado, cuando la melancolía no es solo pintura. Crítica sin Spoilers Después de su momento de fama tras salvar al mundo en 1984, los Cazafantasmas de Nueva York han sido olvidados. Solo uno de ellos ha continuado su misión todos estos años, ignorado y desprestigiado. Mientras tanto, en Chicago, Callie (Carrie Coon) es desalojada del departamento donde vive con su familia y no tiene más elección que mudarse a la granja de su recientemente fallecido padre, un hombre que la abandonó cuando era una niña y por quien no guarda ningún cariño. Arrastra con ella a su hija Phoebe (Mckenna Grace) de 12 años y a Trevor (Finn Wolfhard) de 15, quienes además de adaptarse al brusco cambio de vida que implica mudarse al pequeño pueblo rural, poco a poco irán descubriendo el legado de ese abuelo al que nunca conocieron y que Callie es tan reticente a recordar. No tienen demasiado tiempo: el apocalipsis al que él dedicó su vida en investigar está llegando, y será misión de ellos detenerlo. Ghostbusters: El Legado dentro y fuera de la pantalla A diferencia de la película anterior de la franquicia, la cual pretendía reiniciar el universo contando una historia muy similar con un nuevo elenco, Ghostbusters: El Legado es una secuela directa de las películas originales, retomando más de treinta después la trama iniciada en 1984, intentando mantener muchas de las cosas que volvieron icónicos a esos films. Y aunque Ghostbusters: El Legado le allana un poco el camino al público nuevo, también decide no volver a explicar cada detalle salvo que sea central a la nueva historia, confiando en que cualquiera que decida verla tiene al menos un conocimiento básico de este universo. O, en su defecto, que cuando termine de ver Ghostbusters: El Legado saldrá con ganas de ir a ver las películas de los 80s para completar los huecos. No todo en el guion de Ghostbusters: El Legado (Ghostbusters: Afterlife) tiene perfecto sentido ni cierra a prueba de agua; la nostalgia y la búsqueda de emotividad a veces (pocas) estorba en la narración y la fuerzan a tomar giros que quizás era más natural evitar. Rara vez le exigimos tanto a una comedia de aventuras apuntada al público juvenil, pero un par de abusos de las coincidencias se hacen notorios y algunas escenas o personajes sin una función clara en el esquema general distraen del foco, sin aportar nada realmente interesante. Phoebe y su compañero de curso, Podcast (Logan Kim), son más que suficientes para llevar adelante la trama y lo hacen sin necesitar ayuda; tienen tanto carisma y buena química entre ambos que solo resaltan lo anecdótica que es la presencia de su hermano Trevor y todo su arco adolescente paralelo. Quizás existía la obligación de meter una cara famosa en el elenco que sumara en el poster, aunque ni el personaje ni el actor tuvieran mucho para aportar; tal vez fue forzado en la trama para que Ghostbusters: El Legado no se confunda con una película “completamente infantil”, como si eso fuera algo terrible. Si hay algo que se extraña en esta nueva entrega es esa pátina de terror inocente que solían tener las películas de los 80s, algo que en esta nueva entrega más apuntada a la acción y la aventura se encuentra prácticamente ausente. En estos años nos cansamos de ver estrellarse remakes, reboots y secuelas sin alma de películas exitosas impulsadas por estudios buscando un cheque que consideraban seguro (incluso esta franquicia ya pasó por eso) por lo que no era demasiado cínico esperar que Ghostbusters: El Legado corriera la misma suerte. Pero es una de esas pocas veces en que la nostalgia se siente genuina y con un gran amor por el producto original al que está haciendo referencia, logrando que todos los cambios que necesitan hacerse para esta nueva película se sientan orgánicos. Hay una razón bastante obvia para ello: el director Jason Reitman es el hijo de Ivan Reitman (director de las películas de los ´80s y productor de la actual). Alcanza con escucharlo relatar alguna de sus visitas al set siendo un niño, para comprender que con Ghostbusters: El Legado está contando una historia que le es muy personal y querida. Todos nosotros soñamos de niños con ver de cerca una mochila de protones y una trampa para fantasmas; él pudo darse el gusto. Admito que lo odio por eso, pero le agradezco que con Ghostbusters: El Legado me hiciera sentir un poco como cuando tenía 12 años.
Ectoplasma de los ochenta En plan retromaniático de los ochenta, la saga de Ghostbusters regresa a la pantalla con una nueva versión que homenajea a las dos películas originales y hace a un lado a la horrenda versión del 2016 dirigida por Paul Feig, hoy utilizando todos los recursos de la nostalgia y la añoranza de la época y recurriendo a adolescentes y preadolescentes de series populares que siguen la misma línea de la retromanía. La historia narra el derrotero de la hija de uno de los cazafantasmas fundadores, Egon Spengler, una madre soltera que tras ser desalojada por sus deudas y enterarse de la muerte de su padre, viaja junto a sus dos hijos de doce y quince años al pequeño y alejado pueblo de Summerville en Oklahoma para hacerse cargo de la sucesión de los bienes de su progenitor. En la granja abandonada en la que vivió el científico, la nieta menor, Phoebe (McKenna Grace), quien comparte con Egon su interés por la ciencia, inicia una comunicación paranormal con su abuelo, cuyo fantasma aún habita la casa. La niña descubre junto a su hermano mayor, Trevor (Finn Wolfhard), y un reciente amigo de la escuela, Podcast (Logan Kim), un chico peculiar con interés por lo paranormal, que su abuelo había descubierto que Gozer, el demonio al que los cazafantasmas habían enfrentado en la primera película, preparaba su regreso para el año 2021. Los chicos comienzan así una investigación que los lleva a una mina de selenio abandonada desde la década del cuarenta en una montaña que contiene varios petroglifos. Mientras tanto Gary Grooberson (Paul Rudd), un docente de la escuela de los chicos, comparte con Phoebe su teoría sobre los incomprensibles y constantes sismos que sufre el pueblo. Carrie Coon interpreta aquí a una madre que ama a sus hijos pero que no puede superar el encono contra su padre por haberla abandonado cuando era niña, mientras que Paul Rudd compone a un cómico docente de una escuela pública que intenta conquistar a la madre de Phoebe y Trevor. El adolescente, por su parte, intenta salir con Lucky (Celeste O’Connor), otra púber un poco mayor que él que trabaja en un local de comida rápida, y Phoebe y Podcast inician una amistad que los conducirá a enfrentar a la nueva encarnación de Gozer. Si en un comienzo la historia de la hija y los nietos de Egon Spengler funciona como film nostálgico luego Jason Reitman parece desquiciarse en la conclusión, acelerando innecesariamente todo para no pasarse de las dos horas de duración y creando una sensación vertiginosa en un film que hasta ese momento transcurría con otra velocidad completamente diferente. Muchas escenas del final son incluso una copia de las de la película original de Ivan Reitman, padre de Jason. Finalmente todo el convite es una excusa para homenajear a Harold Ramis, fallecido en 2014 en una reunión de casi todo el elenco original que incluye a Dan Aykroyd, Bill Murray, Ernie Hudson, Annie Potts y hasta Sigourney Weaver en una breve escena del desenlace. Si bien no hay grandes problemas narrativos -salvo en el final- y las actuaciones son correctas, nada en el film destaca, ni siquiera la música de Rob Simonsen. Tan solo la frescura de la amistad y la personalidad de Phoebe y Podcast resaltan un poco en una propuesta que apuesta todo a sorprender con el regreso de Peter Venkman, Raymond Stantz y Winston Zeddemore a su viejo oficio de cazar fantasmas y reencontrarse con su gran enemigo, Gozer. Ghostbusters: El Legado (Ghostbusters: Afterlife, 2021) adolece de todos los problemas de este tipo de films nostálgicos que intentan homenajear o parecerse a los originales, películas icónicas que marcaron una época y forjaron un imaginario cultural. A pesar de sus falencias, el film de Jason Reitman logra su cometido de construir una trama que remita a la película de su progenitor y el componente nostálgico funciona a la perfección, al igual que la conexión con el nuevo público adolescente e infantil al que la obra apunta. La última entrega de Ghostbusters es un film para que los fanáticos del neoclásico de 1984 y su secuela de 1989 disfruten con las nuevas generaciones y se emocionen volviendo a ver a los cazafantasmas originales y a su Cadillac destruyendo una ciudad para salvarla del Apocalipsis de un más allá a su vez interconectado con el más acá.
Es una conexión con la primera película que tantos fans cosechó, aquella que se estrenó en 1984 dirigida por Ivan Reitman que escribió también el guión con Dan Aykroyd, olvidándose de la no tan efectiva de 1989 ni la versión femenina. Ahora el director es el hijo de Reitman, Jason que también coescribió el guión con Gil Kenan. El film tiene muchas sorpresas que no vamos a revelar y como el mejor acierto, ahondar en los nuevos personajes, que a su vez redescubren el viejo mundo analógico sin despreciarlo y usando cada “herramienta” del pasado que permite la formación de un nuevo equipo. La gran protagonista femenina es la joven McKenna Grace, un verdadero hallazgo con mucho futuro, el conocido por Strangers Things Finn Wolfhard, a los que se suman Celeste O´Connor y Logan Kim. Del mundo adulto no vamos a hablar para evitar revelar datos que son encantadores. Los efectos especiales son vistosos, los rulos del argumento absolutamente delirantes, pero el film funciona como un emotivo y efectivo entretenimiento.
Después de ser desalojados de su hogar, una madre soltera y sus dos hijos se ven obligados a mudarse a una granja en ruinas en Summerville, Oklahoma, que les dejó el difunto abuelo de los niños. Pronto los niños descubrirán que son los nietos de Dr. Egon Spengler, uno de los Cazafantasmas que fueron famosos en la década de los ochenta y hoy han sido olvidados. Los motivos por los cuales Egon dejó todo atrás y se aisló del mundo, pronto serán descubiertos por sus familiares. La película tiene una escena inicial que es una copia fiel del cine de la década de los ochenta. Una mezcla entre Spielberg y los directores que produjo él en aquellos años. Algo de Zemeckis, algo de Donner, un poco de Dante. Los encuadres, la luz, la música, los personajes, todo es de ese universo. La fórmula que han usado muchos en los últimos años, empezando por la serie Stranger Things. Lo curioso es que Los cazafantasmas (1984) no forma parte de ese mundo. La película dirigida por Ivan Reitman era una comedia irreverente, en la vereda de enfrente de los directores mencionados. Por ese motivo la película arranca muy bien y luego se empantana. El personaje del maestro que interpreta Paul Rudd es horrible y eso también destroza la lógica de la historia. Hay humor como alivio, pero no es una comedia. Hacer una película de Los cazafantasmas que no sea comedia es una falta de respeto, una traición inútil. Al final, la película trae a los actores originales para que hagan su show, pero están completamente fuera de lugar y sus chistes causan gracia cero. Para peor, se mezclan esos chistes con un cierre emotivo, un verdadero mamarracho indigno. La canción original produce una sonrisa, pero definitivamente nos recuerda que esto que acabamos de ver es otra cosa. Una cosa sin rumbo.
Nostalgia y ectoplasma. Si, ya podés sacar a relucir tu remera, porque la franquicia ochentosa de nuestros amigos cazadores de espectros revive de forma plena en esta especie de secuela sentimental dirigida por el hijo del quía, Jason Reitman. Le rinde homenaje y pleitesía a su padre Iván, rejuveneciendo la saga con nombres como Finn Wolfhard y la extraordinaria Mckenna Grace; si perder de vista esos elementos del pasado que le dieron y le dan identidad a este mundo de aventuras fantasmal. La trama sigue a Callie (Carrie Coon), que se traslada con sus dos hijos, Trevor y Phoebe, a la antigua casa de su difunto padre en un pequeño pueblo de Oklahoma. Cargada de deudas, y algo resentida, decide mudarse a la destartalada granja, hasta que la pueda vender. Resulta ser que su padre, además de ser el freak del lugar, era nada menos que Egon Spengler, miembro de los cazafantasmas originales. Un científico destacado, y algo loco, que abandonó a su familia para refugiarse allí. Claro que en el transcurso de la película nos enteraremos de los motivos, y sin dudas tanto la esencia como los secretos de la familia residen ahí, en el medio del campo. Lo cual no solo llenará de nostalgia al fandom, y sumará nuevos adeptos, sino que a nivel narrativo veremos como la pequeña Phoebe encuentra su lugar en el mundo, y Trevor un grupo de pertenencia encabezado por la guapa mesera de una hamburguesería. El lugar los recibe muy bien, excepto por una especie de cueva repleta de fantasmas apocalípticos, y hasta la propia Callie conocerá a Mr. Grooberson (Paul Rudd). El maestro del lugar, que instruye a sus alumnos con películas como la Cujo, basada en la novela de Stephen King. Sin provocar miedo, el relacionado al género del horror; aquí los fantasmas se constituyen a través de la aventura. La historia es una gran aventura familiar, podríamos decir, pero los niños y los adolescentes son los verdaderos protagonistas. La nueva generación apoyada por la mística fundante este mundo maravilloso. No faltan ni la mochila de protones, el medidor de ectoplasma, el hombre de malvavisco, ni el popular Ecto 1, que estaba olvidado en las sombras de un granero. Los nietos de Egon resignifican la historia y los objetos, ofreciendo a su vez un viaje melancólico, alegre y honesto. ¡Aviso! Hay dos escenas post-créditos.
La verdad es que, después del reboot de Paul Feig en 2016, me costó entrar a sala para ver esta nueva entrega de la franquicia. Como todo ochentoso que se precie, las originales (primera y segunda parte), son de mis películas preferidas familiares de ese tiempo. Pasé años tarareando «Who you gonna call?» de aquella icónica canción de Ray Parker Jr, incluso. Dicho esto coincido además con la opinión de la mayoría de mis colegas que tenían dudas sobre el destino de este segundo reinicio de la década. Sin embargo, debo reconocer que si bien, lejos de mis expectativas, «Ghostbusters: afterlife» es un producto digno, nostálgico y familiar, a la altura de lo que debería pedirsele a una saga tan famosa. ¿Por qué digo esto? Esta cinta ofrece pequeños papeles y cameos de gran parte del elenco original (obviamente, sin Harold Ramis quien falleciera en 2014), está producida por su autor original (Ivan Reitman) y rodada por su hijo (Jason, quien viene del mundo indie pero tiene una carrera personal y prestigiosa). Además, continúa la trama original de la primera entrega (esto creo que es lo más novedoso) y se instala en un universo actual donde hay terreno fértil para explorar merced a una mayor complejidad de los films y series familiares en la consideración de la audiencia. Esto es importante saberlo, porque no se si los adolescentes actuales recuerdan «Ghostbusters» pero sí se que todas han visto «Stranger Things». Y hay una evidente conexión que indica que los públicos pueden vincularse intuitivamente. Pero más allá de eso, está el público adulto. Los de más de 40 que crecimos admirando al trío principal (¿quien no ama a Bill Murray de nuestra generación, sin ir más lejos?) y que seguimos comprando incluso (ejem!) juguetes como la ambulancia que tiene el fantasmita tachado en la carrocería… todos ellos se sentirán cómodos y disfrutarán este retorno a las fuentes. La trama presenta a una joven madre que regresa con al pueblo natal de uno de los cazafantasmas «fundadores», en la rural Summerville, con sus hijos para hacerse cargo de sus cosas, enterada de su muerte. A partir de un hallazgo entre los materiales que se encontraban allí, comienzan una comunicación paranormal que abrirá el canal para que los chicos comiencen a descubrir un mundo inédito para ellos: el de los sucesos paranormales. Mientras esto sucede, los hijos de Callie (Carrie Coon) se relacionarán con sus compañeros y compañeras en la escuela y comenzarán a explorar no sólo los fierros que el abuelo tenía, sino también descubrirán que una amenaza que ya atacó en 1984, puede regresar en 2021 si no se hace algo para detenerla. Para preparar y entender el fenómeno, contarán con la ayuda de Paul Rudd, quien juega uno de sus habituales papeles de profesor querible, aquí enamorado de la mamá de los chicos. Completado el power trío (hasta aquí, McKenna Grace y Finn Wolfhard) con la incorporación de Logan Kim como Podcast, los nuevos reclutas podrán lanzarse a la aventura de aprender el uso de las armas para enfrentar fantasmas y por supuesto, investigar no sólo como funciona la maquinaria disponible, sino también integrarse como equipo y aprender sus nuevos roles para la tarea. La etapa siguiente será entonces, adentrarse en el portal (una mina abandonada en el pueblo) que representa el mayor peligro para la humanidad, aunque pocos sean conscientes de ello. El viaje será esperable, divertido aunque bastante similar a las resoluciones tradicionales de la franquicia. Las actuaciones son convencionales, excepto por el trabajo de Grace, quien atrae todas las miradas y le da una altura a su personaje, destacada. El resto acompaña con oficio, pero sin aumentar el voltaje de la propuesta. Después de todo, la cantidad de guiños y alusiones al film original, son suficientes para mantener el entretenimiento a lo largo de todo el metraje. En síntesis, aprobada para todo público y especialmente recomendada para fans de la cultura ochentosa, quienes son los mayores ganadores de este regreso.
UN ASUNTO DE FAMILIA Cuando en 2016 Paul Feig estrenó su versión de Cazafantasmas con Melissa McCarthy, Kristen Wiig, Kate McKinnon y Leslie Jones muchos vieron herido su orgullo masculino y desde ahí la fustigaron. Injustamente, porque la comedia de Feig era muy buena; aunque no solo eso, era también una reinterpretación ajustadísima de la película original. Me explico: Los Cazafantasmas surgió en los ochentas en pleno auge del cine fantástico, pero en verdad su relación con la ciencia ficción y el terror era lateral. Si bien no creo que haya surgido como contra-respuesta a todo aquello, Los Cazafantasmas era fundamentalmente una comedia hecha detrás y delante de cámaras por gente probada en el género y que llegaba aquí, tal vez, a un público que nunca imaginó llegar. No es muy ilógico entonces pensar en las actrices de la versión de 2016 -todas geniales comediantes- como otro grupo dispuesto a romper con lo establecido a través de la risa, como lo hicieron Reitman, Aykroyd, Murray y compañía. Entre tanto reboot, remake, secuela, franquicia y saga interminables, llega entonces una nueva película de Cazafantasmas, que en verdad busca borrar lo hecho por la película de Feig, hacer como que eso nunca sucedió, y trazar lazos directos con la original de 1984. Lo primero que se observa es una operación extraña: no estamos específicamente ante una comedia (aunque haya algo de humor), sino más bien frente a una película de ciencia ficción y horror adolescente, como muchas de las películas de ciencia ficción y terror adolescentes que se hacían en los 80’s, fundamentalmente con Steven Spielberg como productor. Y si aquel artefacto extrañamente exitoso dirigido por Ivan Reitman se apropiaba de la fantasía en el Hollywood de entonces, también es cierto que parecía jugar en sorna con algunas humoradas un poco pasadas de rosca para el ATP. Es decir, Ghostbusters: El legado es Cazafantasmas pasado por el filtro de la serie Stranger things, incluyendo a Finn Wolfhard en el reparto y a una Mckenna Grace en plan Millie Bobby Brown. Y todo esto que parecería una traición al material original, en verdad encuentra su coherencia a partir de la presencia de Jason Reitman en la dirección. Reitman no solo que demuestra saber balancear su registro más indie con las exigencias del mainstream y los efectos especiales, sino que además es el hijo de Ivan, y por eso la película termina siendo sobre todo un homenaje. Uno justo, medido, controlado y fundamentalmente honesto. Cuando papá estrenó Los Cazafantasmas, Jason tenía 7 años. No suena ilógico, pues, que todo lo que hay dentro de esta película forme parte de la educación sentimental del director. Ghostbusters: El legado es cine familiar, porque está hecho para la familia y producido por familia. Y es una película que habla de recomponer vínculos, en un final que es puro fanservice, pero del bueno, del que encuentra un justificativo en los materiales que trabaja.
La nostalgia reaccionaria de hoy en día no es un fenómeno unívoco a los tiempos que corren y su complacencia por pertenecer a una cultura aferrada al consumo y excesos varios como fueron los fulgurantes años 80. Los 80 fueron los años en que los americanos intentaron restablecer algunos valores perdidos cuando el país dejaba atrás los cadáveres y fantasmas de la guerra de Vietnam, el asesinato de Kennedy y Sharon Tate, y en cierto sentido disfrazaban una década bañada en sangre con películas de evasión, las cuales abrazaban todo tipo de divertimento colorinche, atravesado por un libertinaje que funcionaba como respuesta a una realidad devastadora: tasas de desempleo altísimas, infinidad de delitos sexuales, ciudades hundidas en la quiebra y el olvido y maratónicas matanzas perpetradas por la mayor concentración de asesinos seriales jamás registrada en la historia. En aquellos años la respuesta era retroceder unos 30 años, cuando el sueño americano era una utopía y el rock and roll y los adolescentes rebeldes dominaban cada rincón de la cultura popular, impulsada por Elvis Presley, los Beach Boys, James Dean y las películas de Nicholas Ray. Los ochenta se pueden a su vez resumir, porque no, en una sola cosa: Volver al futuro. Sí, una película, el cine como cosmovisión total y absoluta: cuando aún gozaba de grandes autores y las obras maestras abundaban. El cine es siempre una cápsula del tiempo. En la actualidad la agonía del cine (o lo que queda de él) está marcada por todo lo que el párrafo anterior describe: un loop que toma la superficie de una década aparentemente feliz (como fueron los 50 para los 80) que mira con ojos celosos hacia un pasado idealizado, detenido en una superficie evasiva a la que se entra por su eterna sensación de goce, pero jamás por una realidad social concreta. Muchos hechos le sucedieron al país del Norte a lo largo de este siglo: la caída de las torres gemelas, el intervencionismo americano en la guerra de Irak, las paranoias del nuevo milenio, etc. Recurrir al confort del cine, la música, la moda, series de antaño o que al menos recrean su espíritu como medio de escape, es un recurso que se recicla y renueva cada tres décadas más o menos. Creer que el pasado fue mejor es parte de nuestra naturaleza existencial ligada a la inocencia de nuestra mirada infantil. Reanimar una saga como la de Cazafantasmas era solo cuestión de tiempo: olvidemos por completo aquel bochorno del 2016 con ese grupo de mujeres calzándose las mochilas de protones y pasemos a Cazafantasmas: El legado (2021), secuela directa de las anteriores dirigidas por Ivan Reitman (1984 y 1989). Una madre soltera vive con sus dos hijos, Phoebe y Trevor, en un departamento que deberán abandonar ya que serán desalojados por las reiteradas deudas de la mujer al dueño del inmueble. Como último recurso queda la casa del ausente padre de Callie, abuelo de los pequeños que vivió sus días finales aislado en una granja en el medio de la nada, en un pueblito rural de esos que son abandonados por sus habitantes en busca del progreso hacia las grandes ciudades. Al llegar a Summerville, espacio pintoresco rodeado por un eterno desierto, Trevor queda flechado por una piba que labura en una casa de comidas rápidas y Phoebe será hechizada por las extrañas pistas y recuerdos de su abuelo, tildado de excéntrico por la gran mayoría en el pueblo. Summerville parece el foco de una intensa actividad paranormal que involucra una arcaica construcción en el interior de una mina en lo profundo de una montaña. Paulatinamente los dos hermanos y un amigo de Phoebe irán revelando los secretos que su abuelo dejó para poder combatir las fuerzas de un mal inimaginable y que solo un grupo de científicos pudo derrotar en el lejano 1984. Cazafantasmas: El legado es una película honesta. Primero, porque más allá de su liviana diversión supone un par de cosas más interesantes de lo que aparentan a simple vista sin demasiadas pretensiones: la llegada de los hermanos a Summerville es el laberinto interno como recurso de un coming of age que exuda formas cinematográficas ochenteras a cada minuto. Porque el foco del film son los dos hermanos y el cambio al que se someten ante las circunstancias: Trevor reprobó su examen de manejar pero será el único que maneje el vehículo de su difunto abuelo, así como Phoebe pasa de ser una niña introvertida a meterse en una acelerada carrera por atrapar a un espectro peligroso. Esto no es un gag canchero y rápido sino más bien el salto al vacío, hacia la liberación (la escena de Trevor manejando sin rumbo y totalmente descontrolado en el campo es un ejemplo). Lo que resulta es un relato clásico de iniciación sin piruetas modernas y, extrañamente, sin la autoconsciencia banal de un cine moderno que no puede hacer más que homenajear pero jamás llenar el vacío que pretende colmar con citas infinitas e ideas sin sustento simbólico. La madre soltera intentando rehacer su vida, el derrotero de los jóvenes hacia la autorrealización (la de Phoebe identitaria, la de Trevor sexual), la oposición (fantástica, sobrenatural) hacia la verdad (sentimental), el espacio rural como lugar físico para la batalla, son algunas de las herramientas argumentales con las que mejor se lleva el relato de casi dos horas que pudo haber tenido su lugar al lado de una Footloose, Los Goonies, Volver al futuro o La mancha voraz tranquilamente. También es extraño que su proceder estético esté bastante alejado de los productos actuales: las tomas duran lo que tienen que durar, los movimientos de cámara son justos y precisos, los efectos visuales no caen en el abuso y la música recrea perfectamente el universo sonoro de las películas originales, además de una instrumentación y una composición totalmente opuestas a las que se usan en los tiempos que corren: reiterativas, monótonas, sin identidad. Paul Rudd, quien interpreta a un maestro cool que les pasa películas de terror de los ochenta en VHS* a los desinteresados alumnos, representa la brecha generacional, el puente que une dos mundos: la generación de Chucky, Freddy, Indiana Jones, Guns N´Roses, MTV y los videoclips masivos de Madonna y Michael Jackson con la del celular soldado a la mano, los podcast, el streaming y la música trap. Justamente el film es un puente de eras que se parecen o al menos de una (la actual) que necesita de la otra para subsistir. No por nada en la película un puente une el mundo de los vivos con el de los muertos, pasado y presente. Los más osados en cruzarlo sin advertir los peligros que allí se esconden son justamente los jóvenes; ellos a su vez deberán abrir los ojos ante un pasado fantasmal que vuelve (el pasado siempre regresa) para tomar lo que cree que le pertenece. En una escena el personaje de Rudd les enseña a Phoebe y su amigo un video de los Cazafantasmas por YouTube, siendo estos totalmente ajenos a la fama que alcanzaron aquellos en los 80. Rudd les habla fascinado de lo que para él representó este fenómeno cuando era solo un niño, a lo que Phoebe le responde que eso pasó veinte años antes de que ella naciera. Esa escena es clave para entender la simbología del puente, no solo cómo recurso narrativo y simbólico subí también como visión del mundo actual. El mayor problema con Cazafantasmas: El legado es su tramo final, sobrecargado de sensiblerías baratas y recursos forzados que rompen con un relato que se construye bien, que no busca la épica espectacular como algunas obras con ínfulas trascendentes (¡hola Duna!) y que además divierte con armas nobles. Si no se espera mucho más se la pasa bien.
Repleta de referencias a la franquicia de “Los Cazafantasmas”, emblema de culto del cine mainstream norteamericano de los años ’80. Retoma el film el legado de un universo audiovisual, en manos de Jason Reitman (“Juno”, “Amor en las Alturas”), hijo de Ivan, director que se colocara detrás de cámaras para las primeras dos incursiones en la gran pantalla, en 1984 y 1989, respectivamente. En el pasado reciente en boga gracias al capítulo que le dedicara la docuserie de Netflix “Las Películas que nos Formaron” (2020), conformando un canon que excede al despropósito sacrílego del film estrenado en 2016. Conformándose como un explícito homenaje al fallecido guionista Harold Ramis, eleva a la enésima potencia el factor nostalgia como un acto de amor hacia el artesanal cine que abría las puertas a la era posmoderna ochentosa (“Gremlins”, “Cuenta Conmigo”, “E.T.”), al tiempo que no escatima de frescura para consumar el último artefacto revival de un Hollywood que bien sabe como recurrir a la memoria emotiva de antañas glorias del celuloide. Prefiriendo el entorno rural al ámbito urbano que escenificara al film original, amplifica narrativamente la película original, en equilibradas dosis de acción, misterio sobrenatural y comedia que mixturan este reboot encubierto en forma de secuela. Un cast diverso (Finn Wolfhard, Carrie Coon, Mckenna Grace, Sigourney Weaver, Paul Rudd, Celeste O’Connor, Logan Kim, Annie Potts, Bill Murray, Dan Aykroyd,) da vida a una plétora de personajes, incluyendo antológicos cameos. Ingenio emotivo mediante, la música incidental recupera el espíritu de la banda sonora de Elmer Bernstein, conformando un viaje en el tiempo que se apoya en un uso de colores saturados a tono con la propuesta estética, rindiendo homenaje al elemento tradicional que recrea la atmósfera preponderante en la versión original. Sintonía total para fans incondicionales que percibirán el estreno como un noble, genuino y sincero regalo navideño. Corazón y melancolía sin malas intenciones, se conforman como valores insustituibles de una película con cuerpo y alma, capaz de abrazar su pasado y construir un arco transformador que llega a darle propia entidad.
Entre la nostalgia y el respeto por la obra original Antes que nada, me quiero sacar una espina: no puedo entender al hater de los 80. Es como un tipo taciturno y malhumorado que disfruta con sacarle el chupetín a un chico y pegarle un sopapo para que llore. Llevado a un mundo adulto, es aún más estúpido. Dicho esto, vamos a lo que importa. ¿Es posible llevar con éxito una historia que originalmente tuvo su momento de gloria a mediados de la década antes mencionada? Un periodo y un momento histórico con las particularidades por conocidas por todos, que parece tan lejano que muchos de los que la vivimos la vemos como si hubiera pasado hace siglos. Con un buen trabajo serio de guion, con respeto por la obra original, un buen elenco y una adecuada dirección, claro que sí. Eso es lo que trae Ghostbusters: el legado (Ghostbusters: Afterlife, 2021). Claro que al principio, apenas se apagan las luces, parece difícil abandonar el niño interior que vuelve a emocionarse y espera el regreso del cast original que aún está entre nosotros. Todo lo mencionado al final del párrafo anterior es posible de encontrar en este cierre a toda orquesta. Jason Reitman, el director de La joven vida de Juno (Juno, 2007), Amor sin escalas (Up in the Air, 2009) y Tully (Tully, 2018) -cuyos pergaminos no se agotan allí, pero traen el agregado de ser hijo del director de las películas originales, Iván Reitman) hace todo para honrar la historia inicial y a la vez a su creativo progenitor. ¿Qué tiene de novedoso este largometraje que no se haya visto en los anteriores y confirme lo mencionado respecto de las características necesarias para sobresalir? Que se toma en serio lo que otros se tomaron en broma. Y es que el clima de época no es solamente retratar “lo que eran los 80”. Al fin y al cabo, algunas cosas -aún con la tecnología que nos inunda de sobre información y nos hace sentir cercanos, aunque en realidad es nada más que un simulacro- no modifican la base del comportamiento humano, y aún menos las de los niños, que siguen teniendo en lo interno esa pulsión de vida y curiosidad que los lleva a buscar la aventura mientras tratan de conectarse con lo que los rodea y forma parte de su pasado; eso que a la vez los constituye. Todo esto es lo que el guion no se toma a la ligera y se suma a los chistes que funcionan porque se colocan en boca de los personajes que realmente tienen ese giro cómico. Es este el momento de mencionar a Mckenna Grace en el rol de Phoebe, la nieta menor del fallecido cazafantasma Egon Spengler, de quien su madre (Carrie Coon) hereda una casa misteriosa en un pueblo “en medio de la nada”, como dice su hermano Trevor (Finn Wolfhard), y funciona como punto de partida de la historia; y a Paul Rudd (Mr Groobe), de quien ya conocemos sobradamente sus habilidades para la comedia y en este caso lo vuelve a confirmar, además de adaptarse perfectamente a lo que pide su papel. Tanto que hasta parece natural su participación, casi como si perteneciera a la historia original. La película cubre todo lo que se le pide en un balance adecuado de nostalgia, interpretación de época y calidad narrativa, pero sin faltarle el respeto ni a la historia conocida por todos ni al elenco, pero sobre todo, al público que -ya crecido respecto de esos niños que eran allá lejos y hace tiempo- para decepciones tienen la vida.
En 1984 “Ghostbusters” fue un éxito de taquilla y con el tiempo se volvió una película entrañable y una referencia pop para distintas generaciones. La segunda parte no fue tan buena, pero mantuvo el espíritu y cumplió pero no se pudo hacer fue la tercera película que estaba pensada. El problema no fue que la segunda no alcanzara los objetivos deseados, sino que en 1993 se estrenó “El día de la marmota”, que hoy es un clásico y que fue un éxito pero el problema fue que durante esa filmación Harold Ramis y Bil Murray (dos de los cazafantasmas originales) dejaron de hablarse. Dos viejos amigos que venían trabajando en el mundo del espectáculo desde mediados de la década del ´70, comenzaron con problemas hasta que en el medio de la filmación dejaron de hablarse. Ramis le puso a Murray a uno de los guionistas para que entre ellos revisaran el guión que Murray quería que fuera más filosófico, mientras que Ramis le recordaba todo el tiempo que la empresa productora esperaba que ellos entregaran una comedia. Pasaron décadas sin hablarse hasta que en 2010 una enfermedad que se conoce como “rara” dejó a Ramis fuera del mundo del espectáculo. Retirado en un pueblo del interior, Ramis se fue consumiendo hasta que murió en 2014. Pero días antes de que eso ocurriera, Bill Murray llegó al pueblo, fue a la comisaría para preguntar la dirección de Ramis y acompañado por una patrulla llegó a la puerta de la casa de su viejo amigo con una caja de Donas y se quedaron solos para recomponer lo que se había roto hacía años. Muerto Ramis, se acababa la posibilidad de una tercera película de un título del que la gente seguía hablando así que alguien tuvo la idea de hacer un reboot protagonizado por mujeres que se pusieron los mamelucos de “ghostbusters” y acompañadas por Chris Hemsworth (Thor!) en papel de comediante revivieron aquella historia. Fue en 2016 y nadie quiere acordarse de esa película torpe en la que apenas se hacían referencias a la original. Tuvieron que volver algunos responsables del film original para recuperar el espíritu y recuperar el legado. Jason Reitman, hijo de Ivan Reitman el director de la película de 1984, se puso sobre los hombros la nueva historia sacudiéndose la película de 2016 y encarando una manera distinta de retomar aquella historia. La película se centra en la historia de una madre con una hija nerd casi adolescente y un hijo un poco más grande que están siendo desalojados pero tienen una granja en un pueblito del interior que les dejó de herencia el padre a la mujer. Allí van los tres a un lugar en el medio de la nada, la chica nerd tiene un profesor que se llama Gary (Paul Rudd) que les deja a sus alumnos para ver en sus horas de clase el VHS de “Cujo”. Phoebe (Mackkena Grace) está libre para hacer esas cosas que hacen las chicas nerds pero enseguida hace amistad con un compañero al que todos llaman “Podcast” porque tiene uno sobre hechos paranormales y conspiraciones. Trevor (Finn Gofhard al que conocemos de Stranger things) busca trabajo en el pueblo y encuentra un interés amoroso bastante rápido. No hay mucho más que se pueda contar sin arruinar las sorpresas, rápidamente los chicos descubren en el granero la camioneta original de los Ghostbusters y se enteran en que andaba su abuelo. Pasaron 30 años pero el espíritu está intacto y Jason Reitman hace de esta tercera película de la serie un “coming of age” divertido y sensible, con tiempo para homenajes al cine de los ochentas, a Harold Ramis y a la primera película al punto de llegar al corazón de la cosa. No se levanten de la butaca enseguida por que hay dos escenas post créditos que valen la pena. GHOSTBUSTERS: EL LEGADO Ghostbusters: Afterlife. Estados Unidos, 2021. Dirección: Jason Reitman. Intérpretes: Carrie Coon, Finn Wolfhard, Mckenna Grace, Paul Rudd, Celeste O’Connor, Bill Murray, Day Aykroyd, Ernie Hudson, Annie Potts y Sigourney Weaver. Guion: Gil Kenan & Jason Reitman, basado en Cazafantasmas, película de 1984 escrita por Dan Aykroyd y Harold Ramis. Fotografía: Eric Steelberg. Edición: Dana E. Glauberman y Nathan Orloff. Música: Rob Simonsen. Distribuidora: UIP (Sony). Duración: 124 minutos.
Es y no es Los Cazafantasmas. La película liga esta historia con la del film original de 1984. Pero si aquella, del gran Ivan Reitman, contaba cómo tipos comunardos se enfrentaban al Apocalipsis con la misma preocupación que un albañil repara una pared (y en eso radicaba toda la magia y la gracia) aquí tenemos a Jason Reitman, hijo de Ivan, con mucha más nostalgia que humor. En ese sentido, es una buena película sobre dejar la infancia.
Ir al cine a ver «Ghostbuers: el legado» nos reomnta sin dudas al año 1984, cuando disfrutábamos del icónico grupo de Cazafantasmas formado por Venkman (Bill Murray), Stantz (Dan Aykroyd), Spengler (Harold Ramis) y Winston (Ernie Hudson). Y si los recordamos a ellos, recordamos también esa canción y a los marshmallows villanos, aspectos que nos traen en este renovado film. Una familia después de prácticamente quedarse sin hogar, debe mudarse a una vieja casa en un lejano pueblo. Allí Callie (Carrie Coon), junto con sus hijos Phoebe (McKenna Grace) y Trevor (Finn Wolfhard) comienzan a descubrir quién fue su abuelo verdaderamente y a indagar en su pasado. Esta situación los lleva a toparse con fantasmas, pero ellos tendrán la maquinaria necesaria para acabar con ellos. Phoebe será la mente maestra de este equipo, gracias a su gran pasión por la ciencia y para hacer honor a su legado. El guión del film estuvo bastante bien distribuido entre los distintos personajes y hubieron dos actores que pudieron lucirse gracias al guión y que se llevaron todos los aplausos. Por un lado tenemos a McKenna Grace, quien con su personaje mantuvo la historia siempre viva y funcionó de manera muy acertada el dúo dinámico con el personaje de Podcast (Logan Kim). Ellos han sido los responsables de traer muchos momentos agradables en el film. Por otro lado, tenemos a Paul Rudd, quien se puso al hombro la película porque mantiene al público atento a cada cosa que hace porque siempre nos encanta con ese humor tan simple y atrapante que maneja. Con respecto al resto del cast estuvo bien pero no enriquecen tanto a la historia en sí. Debo decir que me gustó y se agradece que hayan respetado a los anteriores films en cuanto a los villanos, la estética y lo que al público le agradaba de Los Cazafantasmas que era el humor clásico. Quizás hubieron momentos que fueron demasiado infantiles al final e innecesarios que le restaron puntos a la película y afectaron, en mi opinión, a que el villano principal no parezca tan villano en realidad y allí surgió un declive. Igualmente los efectos estuvieron bien logrados y además la banda sonora, conformada por muchos clásicos, acompaña muy bien a cada una de las escenas. Ojo, no hay que moverse de la butaca porque hay sorpresas al final. Vayan al cine a disfrutar de la película y vivir un hermoso momento de nostalgia.
La nostalgia vuelve a apoderarse de los cines. ¿De qué va? Los hermanos Spengler deben mudarse a una abandonada propiedad en Oklahoma, donde descubren su increíble conexión con los Cazafantasmas originales y el legado que les ha dejado su abuelo, de quien seguirán sus pasos para intentar salvar el mundo. Cuando vi en cartelera una nueva entrega de Ghostbusters inmediatamente pensé en aquella que nos intentaron vender como la «nueva generación» en 2016, un intento fallido por renacer la saga y de paso darle su reinvención e inclusión con el equipo de mujeres que tanto fue criticado. Pero esta vez no hablaremos de aquella película, que si bien no fue desastrosa no supo aprovechar los recursos que en esta nueva propuesta se exprimieron a más no poder. Hay muchas generaciones que fueron tocadas por el cine de los ’80, con su fantasía, su horror y sus efectos especiales; historias que veíamos de niños y nos remontan a esa edad inocente donde no teníamos preocupaciones. La Ghostbusters de 1984 es ya un ícono en la cultura popular, y goza de un sector fiel de fanáticos que anhelaba ver a los cuatro científicos salvando una vez más al mundo. Este sueño se esfumó con la muerte de Harold Ramis en 2014, con lo que la producción que ya se encontraba con la idea de la nueva película tuvo que frenar y pensar ahora en un homenaje al entrañable personaje y actor. Y, sin duda, quizá eso fue de los mejores aciertos que tuvo la película. En la dirección encontramos a Jason Reitman, que no es más que el hijo de Ivan Reitman, productor y escritor de la película original, y es quizás por eso que se cuidaron varios detalles, se respeta a los personajes clásicos y las referencias se sienten frescas. La sinopsis es un poco trillada y muy explotada en los últimos años, con aires ochenteros y la típica historia de niños en un pueblo viviendo aventuras increíbles y paranormales. Ghostbusters: Afterlife, Cazafantasmas, El Legado Phoebe (Mckenna Grace) y Trevor (Finn Wolfhard) son los nietos de Egon, y se ven forzados a mudarse con su madre a la granja del «viejo loco» como era conocido el abuelo en la pequeña comunidad, un hombre del que no saben nada y que vivió sus últimos años aislado de todos. Phoebe es una niña genio a la que su curiosidad la lleva a descubrir que algo terrible está por suceder si no hace nada por detenerlo, por lo que se une a su nuevo amigo Podcast y a su maestro, interpretado por un genial y siempre querible Paul Rudd, para investigar unos misteriosos sismos, que es lo que tenía aprisionado a Egon a ese lugar. A este nuevo y curioso team de niños cazafantasmas además se une el hermano de Phoebe con su respectivo interés amoroso, Lucky, quien también termina ayudando y siendo de la partida. Sin duda la parte del reparto juvenil se lo lleva Mackenna, que sorprende con su carisma y adorable actuación. Los efectos especiales son excelentes, el tono del humor y la banda sonora siguen la misma línea a la original, y qué decir de las referencias y los easter eggs con los que cuenta que sin duda son un deleite para fanáticos y nostálgicos de la época. Sn embargo, también llega a ser esto a mi parecer uno de los problemas del film, ya que es difícil lograr que el público se enganche porque es bastante necesario haber visto al menos la primera entrega para familiarizarse con algunos eventos y elementos que se muestran. En el apartado de los fantasmas es bonito volver a ver a los originales con un poco de refresh a su imagen, pero de igual forma pudieron haber puesto algún personaje llamativo y nuevo. Lo mejor de la película sin duda fue la despedida y el cálido homenaje a Ramis. Ahora bien, con todo y el fan service es un entretenimiento que funciona y lo hace muy bien, logrando un producto que se puede disfrutar, reír y recordar. Altamente recomendable y sobre todo si eres un cinéfilo nostálgico que creciste con el cine ochentero, sin duda será una gran experiencia.
Reseña emitida al aire en la radio
Otro producto pensado para abusarse del factor nostálgico y arrastrar nuevos adeptos a una franquicia que planea seguir creciendo. Mckenna Grace es el mejor acierto entre tanto fan service. El currículum de Jason Reitman prometía algo más.
A modo de herencia familiar, Jason Reitman se embarca en la aventura de dirigir Ghostbusters: el legado. Criado entre réplicas de las imponentes criaturas y cámaras, el hijo del creador del universo, Ivan Reitman (“Ghostbusters” (1984) y “Ghostbusters 2” (1989), desempolva luego de más de treinta años la franquicia para darle una continuación aggiornada.
Critica emitida en radio. Escuchar en link.
Critica emitida en radio. Escuchar en link.
Cómo se nota cuando hay un gran director detrás de las cámaras… Ghostbusters: el Legado es, sin lugar a dudas, la mejor película de la saga de Los Cazafantasmas… lo cual es un contrasentido porque, si no existiera el filme original, no se podría haber filmado esta secuela. Es espectacular, cómica, emocional y tiene una vibra que te conmueve desde el fotograma uno. Es posible que el seteo de forasteros llegando a pueblito donde pasan cosas raras sea un cliché ultra recontra utilizado (díganselo a Stephen King para que deje de manosearlo) pero te pone en onda desde el inicio… y termina por pagar dividendos en gran forma. En sí esto es Los Cazafantasmas encuentran a Stranger Things + Stephen King. Hay algo malvado que se oculta en la mina local y la desprevenida familia de recién llegados pronto se verá involucrada en el ajo. Está la hermosa Carrie Coon – por favor, dénle mas papeles a esta mujer que además de bonita es gran actriz -, está Finn Wolfhard – como para reforzar el vínculo con Stranger Things – y está una rutilante Mckenna Grace, la cual hace de versión enana de Egon Spengler con un carisma y una delicadeza que desborda la pantalla. Pocas veces uno ve a una actriz joven devorarse la pantalla con tanto ángel y sutileza como la Grace, acá morocha de rulos y con anteojos enormes como para que el parentesco familiar no pase desapercibido. Entre los detalles de la adaptación, los roces con los locales – Paul Rudd, otro gigante!: no solo está impecable a su edad sino que se adapta a cualquier rol y en absoluto le saca protagonismo a la Coon y a los chicos – y el lento proceso de descubrimiento de la leyenda oculta tras la casa derruida que han heredado de su abuelo Egon en medio de la nada, Ghostbusters: El Legado te emociona y te divierte sin parar. Es desde ya un enorme fan service pero uno hecho con gran altura y enorme sensibilidad – toda la historia de por qué Egon fue a parar a ese pueblito perdido termina por arrancarte una lágrima, en especial cuando llega el final -. Si toda la experiencia es una gozada, el detalle que desluce un poco son los obligados cameos donde Murray y Aykroyd están mas controlados pero no dejan de hacer sus payasadas de siempre (que a mi me hacen rechinar los dientes). Ghostbusters: El Legado es una película deliciosa. Quizás el mayor drama es que amenaza con una posible secuela, la cual perdería todo su corazón si le devuelven la franquicia a los gerontes de humor ácido y rebuscado que la manipularon originalmente. Si, es cierto, en muchas escenas requiere un salto de fe – la Grace operando el rayo de iones como una experta, todos manejando un aparaterío de funciones indescifrables como si lo hubieran hecho toda la vida – pero el resultado final lo amerita con creces.
Cazafantasmas: el legado es una película que tiene como una especie de disonancia cognitiva ¿cómo es esto? Es un filme que está hecho para los fans de la original y se supone que es muy fiel al espíritu de la película original, a los personajes originales, y al canon de la misma, y de hecho continúa la historia que se inició con los personajes originales, es respetuosa con el mito creado en las dos primeras películas, claramente quiere quedar bien con los fans de esa película y hace un esfuerzo para no desilusionarlos, ni parecer hereje como fue el caso de Cazafantasmas de 2006 que no continuaba la historia y estaba protagonizada por mujeres. En este caso la historia sigue las aventuras de la nieta del Cazafantasmas que murió, mientras descubre su legado, encuentra equipos, junta a un nuevo grupo, y deba enfrentarse con villanos conocidos. Teniendo en cuenta todo eso, en ese sentido la película funciona claramente; trabaja bien la nostalgia, es respetuosa, engancha, y es buena. Sin embargo, tiene una fuerte contradicción a su vez, que es que la primera película de los Cazafantasmas era una comedia franca; de hecho, está entre las mejores comedias de todos los tiempos norteamericanas en la lista del American Film Institute, y esta película por algún motivo no es una comedia. Es básicamente un drama en su estructura y podríamos decir que de acción también, de aventuras, y con un toque de terror. Y no podemos negar que un toque de comedia también, pero sin llegar a registrarse el filme en ese género. El filme en su estructura dramática no es un drama ominoso, sino un drama ligero, que tiene un tono entretenido y buena onda; pero en su afán de revisar la nostalgia de los filmes anteriores, de ser respetuoso a los mismos, y de mantener el canon, aparentemente se olvida de ser una comedia, o bien no le interesa, o quizás la perdida en la vida real de uno de los actores, Harold Ramis, generó un sentimiento que hizo bajar el tono, y de hecho el filme empieza con la muerte del personaje que interpretaba ese actor. En cuanto al género, la Cazafantasmas de 2016 con las mujeres, era mucho más fiel a la original, porque también es una comedia franca, que busca hacer reír y es muy graciosa, de hecho, los actores de las originales salieron a decir que la versión con mujeres era más graciosa que la original. Entonces esta secuela en el sentido de mantener el género y el tono de la original falla miserablemente, o bien, no les interesó hacerlo comedia, que es lo más probable; y eso se extraña, Cazafantasmas eras divertidísima, y era realmente graciosa, pero esta no, es demasiado solemne en comparación, y eso sí puede decepcionar a algunos fans o público casual. Por lo tanto, falla de ser la secuela definitiva de los Cazafantasmas si no nos importa que no sea una comedia, quizás la podremos disfrutar mucho; ahora bien, si nos sentimos traicionados por eso, o nos sentimos que no nos ha entretenido lo suficiente, o no nos ha hecho reír lo suficiente, quizás nos parezca que la película falla; aun cuando la nostalgia, el argumento, y la aventura funcionen. Por ende, es una película que se puede decir que tiene como una disonancia cognitiva, porque quiere ser fiel al original y lo es en el argumento, casting y canon; pero a la vez es muy infiel a la original en el género y en el tono. Es cuestión de verla y decidir por uno mismo, es una película bien hecha. Y vale la pena verla en general, pero con advertencia. Cristian Olcina