Rapaz. Esa es la mejor palabra para definir a Ray Kroc, autoproclamado "fundador" del imperio McDonalds - la cadena de Fast Food mas grande del mundo -. Mientras que muchas biopics muestran a personajes históricos superar adversidades y transformarse en héroes, el mérito de Ray Kroc es haber canibalizado las ideas de otros, pulirlas y masificarlas, convirtiéndose en dueño de un imperio mientras aplastaba, quitaba y manipulaba a todos aquellos que se interpusieran en su camino. En todo caso el objetivo de El Fundador es ejemplificar la degradación moral de Kroc en su ascenso al poder, con lo cual el dinero sólo sirvió para amplificar las cualidades mas deleznables de su personalidad. Pero Kroc no siempre fue así. Después de la Segunda Guerra Mundial se volvió vendedor callejero. Vendió de todo, desde vasos de papel hasta pianos, desde negocios estrafalarios a máquinas de batidos; lo suyo era un cambalache que a veces bordeaba el límite de lo legal - en el filme queda explicito cuando cada potentado que va a visitar para ofrecerle su nuevo negocio (una franquicia de hamburgueserias) le recuerda de haberlo conocido tiempo atrás cuando quiso venderle algún objeto o emprendimiento raro -, y que tuvo la suerte de cruzarse con una oportunidad de oro: cuando uno de sus clientes le pide la inusitada cantidad de 8 máquinas para hacer batidos de leche (lo que implicaría una clientela diaria enorme), Kroc decide darse una vuelta e investigar si se trató de un error. Así es como da con el revolucionario "restaurant de hamburguesas" de los hermanos Richard y Maurice McDonalds, los cuales han creado un local a medida, han inventado un sistema de cocina similar a una cadena de montaje, y uno puede obtener una hamburguesa fresca, natural y recién hecha en menos de 30 segundos. A Kroc se le quema la cabeza y debe implorarle reiteradas veces a los hermanos que le cedan el control de la franquicia (lo cual los McDonalds han intentando un par de veces sin éxito). Luego de un discurso plagado de patriotismo y religión - McDonalds como sinónimo de familia, un lugar de comunión que debe estar en cada ciudad norteamericana -, Kroc obtiene el contrato y se aboca a triunfar donde otros fracasaron: que los franquiciados respeten la metodología de trabajo de los hermanos McDonalds, que no haya otras comidas en el menú que no sean las autorizadas por la franquicia, que respeten los logos, la calidad y la limpieza. Lo que sigue es la debacle entre Kroc y los hermanos McDonalds. Hijos de irlandeses, los tipos no desean una gran franquicia gigantesca e inmanejable, sólo propagarse con algunos locales, mantener el buen nombre y hacer unos dineros extra. El problema es que, fuera de la organización del local, los McDonalds son demasiado austeros: y cuando Kroc empieza a meter cambios para modernizar el negocio y optimizar las ganancias - aliándose con Coca Cola en la publicidad de los locales; haciendo reformas al esquema básico de la cocina funcional diseñada por los hermanos; y cometiendo el último y mas intolerable pecado, que es reemplazar el helado fresco por batidos artificiales en polvo -, los choques comienzan y van en serio. Pero los McDonalds no dejan de ser pueblerinos - como dice Kroc en el final (y citando a un disco de autoayuda para emprendedores que escuchaba como si fuera la Biblia) "no hay nada mas común en el mundo que los hombres con talento y sin éxito" -, y es Kroc quien ha pulido la fórmula y ha creado la manera de expandir el negocio y ganar dinero con el método. Por supuesto a Kroc los dioses le iluminan el camino; cuando está sin un peso - a pesar de tener un par de docenas de locales franquiciados en dos o tres estados - y los bancos están por rematarlo, se le cruza un asesor financiero que le salva las papas del fuego. "Tu negocio no es ganar el 1.9% de cada hamburguesa de 35 centavos. Tu negocio no es vender hamburguesas. Tu negocio son los bienes raices. Comprar terrenos, construir locales, franquiciarlos y cobrar el alquiler". Y en ese giro del destino es donde Kroc deja de ser un sufrido hombre de negocios con mas popularidad que dinero, y pasa a convertirse en la potencia que fue, es y será la corporación McDonalds. Y es entonces cuando el abnegado emprendedor - que enarbolaba cierta bandera de idealismo en prodigar su modelo de negocios por el mundo - da paso al amoral, al rapaz y vengativo hombre de negocios. Ese que toma desquite contra los McDonalds, forzándolos a que le vendan la franquicia, embaucándolos con un trato de palabra (sobre regalías sobre la franquicias) que nunca cumplió y que le privó a los McDonalds de ser millonarios en su vejez; obligándolos a sacar su nombre del local inicial y, ante la negativa de vendérselo, poniendo un McDonalds enfrente para fundirlos (cosa que hizo en menos de 6 años). Expulsando a su sufrida esposa (fiel compañera de los malos tiempos) y raptando a la blonda seductora que era mujer de uno de sus socios franquiciados. Creando una leyenda en su nombre, cuando lo suyo no fue mas que apropiarse de ideas ajenas... pero sería ingenuo decir que no hemos visto antes este tipo de triunfo a costa de una injusticia. La historia nos ha demostrado que los dueños de ideas geniales no son los que se vuelven millonarios con ella - el caso típico es el de los autores de comics de superhéroes (desde Jerry Siegel y Joe Schuster, creadores de Superman que recién vieron un peso de regalías décadas mas tarde y cuando su editorial había hecho fortunas con las ventas de revistas de su personaje; pasando por Stan Lee, que debió enjuiciar a su amada Marvel para recibir algo a cambio del enorme panteón de personajes que creara para la editorial; o el caso de aquel grupo de talentosos que creara el primer sistema operativo gráfico para la Xerox y, ante la negativa de la empresa de incursionar en el mercado de computadoras, terminaron siendo reclutados por Steve Jobs y Bill Gates quienes habían visto lo que habían inventado - y dando a luz Mac OS y Windows -... ¿pero qué ganancia le quedó a semejantes creadores, aparte de ser asalariados en una corporación de renombre?) -; los millonarios son los tipos que saben qué hacer con esas ideas, pulirlas y llevarlas al cenit. En todo caso lo que hizo Kroc fue leer las señales - las cuales nadie veía -, entenderlas y aprovecharlas, explotando la ingenuidad de un par de pueblerinos, lo que le redituó una gigantesca fortuna. Luego el juicio de la historia determinará por qué fue tan miserable con quienes le dieron la formula del éxito, y por qué fue tan ruin de ser fiel sólo a sí mismo, a sus deseos y a su codicia. El final de El Fundador es realmente amargo; es el triunfo de un hombre que aplastó aliados y enemigos, y tomó todo lo que quiso hasta decir basta. Es también la historia del sueño americano, pero en su costado mas trágico: cuando el dinero y la ambición terminan por sepultar aquellos valores que nos vuelven personas morales e individuos de bien, una categoría que parece ser ajena a aquellos que poseen fortunas gigantescas logradas a base de quebrar las cabezas de todos los que se encuentren en su camino.
Imperdible, interesantísimo y muy bien interpretado film que no podés dejar de ver. A diferencia de varias biografías que nos llegan desde Hollywood, en esta oportunidad todo lo que se cuenta realmente,,,
Chatarra y capitalismo En la interesante Hambre de Poder se unifican la fábula del sueño americano y el entramado oscuro de las estafas de la plutocracia en la que vivimos, una experiencia que le debe mucho de su éxito a la maravillosa interpretación de Michael Keaton como Ray Kroc, un oportunista que expandió la franquicia de McDonald’s a todo el globo… La historia de Ray Kroc, uno de los parásitos más famosos de un sistema económico ya de por sí parasitario e injusto, no es distinta a la de otros “emprendedores” del capitalismo transnacional: para aquellos que no lo conozcan, vale aclarar que hablamos de la persona que perfeccionó y expandió hasta niveles insospechados la estructura de franquicias que diseñaron los hermanos Richard y Maurice McDonald, los verdaderos creadores del imperio homónimo centrado en la venta casi exclusiva de gaseosas, hamburguesas y papas fritas. Se ha escrito mucho con los años sobre el proceso a través del cual Kroc pasó a controlar la oferta de concesiones, luego los pormenores de la “cadena de montaje” de las hamburguesas y finalmente todo el negocio en su conjunto, desplazando y -en términos prácticos- estafando a los hermanos, así que llama la atención que Hollywood recién ahora haya tomado nota del asunto para construir una biopic sobre el señor y su singular cruzada. Como era de esperar, Hambre de Poder (The Founder, 2016) es una película que arranca con un tono blanco que progresivamente muta en gris para terminar en un negro que se condice con el momento en el que el protagonista por fin muestra los colmillos sin ningún maquillaje. Las paradojas están a la orden del día ya que durante gran parte del metraje el director John Lee Hancock y el guionista Robert D. Siegel encuadran el desarrollo dentro de la típica fábula del sueño americano con un Kroc (interpretado por Michael Keaton) como un anodino vendedor de batidoras que ve la potencialidad del concepto culinario ideado por los McDonald para su local original de San Bernardino y que a posteriori debe luchar contra la falta de “ambición” del dúo, que prefería quedarse con una franquicia restringida a muy pocas sucursales y no deseaba comprometer la calidad de los productos. Con el objetivo de reducir costos y adquirir la marca, Kroc irá expandiendo su influencia. El film es en verdad fascinante y está sostenido por dos factores que le juegan muy a favor: en primera instancia tenemos el trabajo de Keaton, el actor perfecto para el personaje porque sabe moverse en la línea divisoria entre la frustración profesional y un costado más tétrico símil ave de rapiña, y en segundo lugar viene la misma decisión de la propuesta de no endulzar el relato -durante su último acto- y llamar a las cosas por su nombre, lo que significa poner de manifiesto la alienación, la soberbia y la ausencia de ética del jerarca, un esquema que a su vez podemos rastrear en el séptimo arte hasta el inefable Charles Foster Kane de Orson Welles de El Ciudadano (Citizen Kane, 1941). También suma mucho al convite el excelente desempeño de Nick Offerman y John Carroll Lynch como Richard y Maurice y de Laura Dern como Ethel, la esposa de Kroc durante la década de los 50, una etapa reconstruida con una inusual falta de pomposidad para los standards norteamericanos. Hancock continúa superándose a sí mismo y aquí deja en el pasado las correctas Un Sueño Posible (The Blind Side, 2009) y El Sueño de Walt Disney (Saving Mr. Banks, 2013), oscureciendo mucho más el retrato del protagonista en relación a lo que pudimos ver en la biopic anterior acerca de la colaboración entre P.L. Travers y el cabecilla del imperio de la animación y el entretenimiento infantil. A pesar de que la película no hace ninguna referencia directa al hecho de que -a nivel esencial- está sumariando la génesis de la universalización de la comida chatarra, eje de esa epidemia de obesidad que ataca a buena parte de la población mundial, por lo menos ventila los trapitos sucios de las consabidas “adquisiciones empresariales” del capitalismo, léase su tendencia hacia la concentración de índole caníbal, ad infinitum y cercana a la traición más cínica. Hambre de Poder es una epopeya sólida que retoma algunos elementos de la extraordinaria Red Social (The Social Network, 2010) para señalar que el robo de ideas es una práctica de lo más común dentro de una estructura política/ económica/ social que suele convalidar la brutalidad y el despojo escalonado, en especial cuando viene de la mano de magnates mediocres y oportunistas…
Ray Kroc pasa su vida siendo un vendedor ambulante en la década de los 50, yendo de restaurant en restaurant vendiendo lo que él piensa, un revolucionario aparato; mientras busca un golpe de suerte por parte del destino. Un día mientras deambula buscando clientes, se cruza con un sitio de comidas nuevo y distinto, McDonald´s, sorprendido por el nuevo estilo y la eficiencia con la que atienden, Ray ve la posibilidad de hacer una franquicia, y en el proceso, sacar una buena tajada de dicho negocio. Luego de varios meses de haber visto el tráiler, nos llega Hambre de Poder (The Founder en su nombre original), una película que nos llamó la atención de todos ya que no solo vuelve a confirmar que Michael Keaton volvió con todo, sino que se nos presenta de forma interesante, los inicios de esta cadena de hamburguesas y cómo llegó a ser el monstruo internacional que es hoy en día. Así es cómo conocemos la historia de este simpático emprendedor, que no nació en cuna de oro ni ganó la lotería; y que como vemos en el film, su momento de brillar le llegó bastante de grande, ya siendo un adulto con todas las letras, y presionado por su propia esposa para que tire la toalla en lugar de seguir insistiendo. En lugar de seguir buscando el sueño americano. Y quizás Hambre de Poder tenga bastante de eso en apariencia; al mostrarnos como un hombre normal, con mucho esfuerzo y persistencia se hizo de abajo y logró triunfar a nivel mundial; una historia que al norteamericano promedio le suele encantar y aplaudir. Pero Hambre de Poder es mucho más que eso, ya que si uno sabe mirar entre líneas, puede ver como al igual que en otros biopics de empresarios, que no se llega a la cima solo trabajando y siendo honesto. Hambre de Poder también nos muestra la historia de alguien decidido, sin escrúpulos y quizás hasta demasiado ambicioso con tal de lograr su meta de triunfar; al grado de estafar a quienes confiaron en él (algo visto, por ejemplo, en La Red Social). Esto no le resta méritos al film, sino que lo hace más creíble ya que también vemos las miserias que toda persona tiene, escapando del lugar común de mostrar al protagonista como alguien casi inmaculado. Michael Keaton se luce al dar vida a Ray Kroc, haciendo de este encantador vendedor con varios grises en su personalidad; aunque debemos decir que es un personaje que le viene como anillo al dedo al actor ya que interpretó roles similares en el pasado. Hambre de Poder es una entretenida película y biopic, sobre una historia que quizás muchos conocían, pero para quienes no, se van a divertir bastante al ver como nacieron muchas cualidades de McDonald´s que hoy en día las damos casi por sentadas. Y luego de verla, a comernos una hamburguesa.
La cadena de producción El realizador norteamericano John Lee Hancock –El Sueño de Walt Disney (Saving Mr. Banks, 2013)- junto al guionista Robert Siegel –El Luchador (The Wrestler, 2008)- emprendieron una tarea tan importante como interesante: el retrato del empresario detrás de la creación de uno de los últimos imperios multinacionales en Estados Unidos, la cadena de comida rápida McDonald’s. Sin complacencia ni resentimiento, Hambre de Poder (The Founder, 2016) narra sin juzgar el descubrimiento de Ray Kroc del negocio de comida rápida de los hermanos McDonald, Richard (Dick) y Maurice (Mac) y la posterior apropiación de la marca por parte del ambicioso y determinado empresario. Michael Keaton demuestra una vez más que transita un buen momento actoral componiendo extraordinariamente a Kroc, un hombre con miedo al fracaso que sueña febrilmente con el éxito empresarial y sobrelleva como una carga no lograr su cometido: convertirse en un millonario poderoso. La falta de escrúpulos de Kroc es sopesada con su persistencia, para equilibrar su falta de talento para acceder a la cima de la pirámide del paradójico y esquivo sueño americano. A mitad de la década del cincuenta, en plena Guerra Fría, con una industria estadounidense en crecimiento y con el surgimiento de la juventud como sujeto social y de consumo, Kroc abre su primera franquicia de McDonald’s en Des Plaines, Illinois, y firma un contrato que años más tarde rompe con Dick y Mac McDonald, los creadores del concepto de los arcos dorados, el combo hamburguesa, papas fritas y gaseosa y el concepto de comida rápida que hoy conocemos. El film se centra en la personalidad del empresario que nunca logra ponerse de acuerdo con sus socios, por lo que su visión y sus nuevos consejeros legales y comerciales lo empujan a sacar del juego a los creadores del modelo productivo de comida rápida que convirtió a McDonald’s en un estándar del rubro. Hancock y Siegel relatan el nacimiento no solo de McDonald’s como corporación sino que principalmente se centran en el nivel simbólico. El nacimiento de la empresa es la creación de una nueva institución que representa los valores y las creencias de Estados Unidos como Nación e Imperio comercial, destinada a expandirse, invadir y finalmente conquistar el mercado primero norteamericano y después mundial. El film también hace hincapié en la frialdad de Kroc para con su primera esposa, Ethel (Laura Dern), una mujer triste y sola que estuvo con él desde la década del veinte hasta principios de los años sesenta, a la que finalmente abandona para poder contraer dos matrimonios más. Hambre de Poder recrea una historia real y pone en disputa dos modelos de lo que los norteamericanos denominan el sueño americano, que son más bien dos formas de conducir los negocios. Por un lado, la ética y el control de calidad impiden la expansión, y por otro, la necesidad de canalizar la debilidad en conquista para imponerse y demostrar que aún sin ideas se puede ser exitoso. El opus propone que el sueño norteamericano es una lotería en la que la suerte acompaña tan solo a algún afortunado que persiste en el juego, dejando al resto en el umbral. El éxito y el fracaso son así dos caras de la misma moneda que gira sin cesar hipnóticamente, destruyendo los sueños en lugar de realizándolos.
Un desabrido título local (el original es The Founder) para una biopic con apenas un poco más de sal. Vaya paradoja la de Hambre de poder, película cuyo objeto de estudio concentra un sinfín de calorías. ¿De qué manera un vendedor en plena decadencia construyó el imperio gastronómico más grande de Estados Unidos? La respuesta habrá que buscarla en esta aproximación a la historia de Ray Kroc, la mente maestra detrás de McDonald`s.
I’m loving it Probablemente Hambre de poder (The Founder, 2016) hubiera tenido más impacto si se hubiera realizado hace cuatro o cinco décadas, cuando McDonald’s aún no era un ícono del “burdo mercantilismo” que temían sus dueños originales - los hermanos McDonald - y las películas de denuncia corporativista estaban en boga. ¿Asombra en 2017 el mugriento detrás de escenas de los Arcos Dorados? El “fundador” del título es Ray Kroc, a quien al día de hoy se lo puede ver grabado en placas de bronce en todas las sucursales de McDonald’s. Las placas versan que McDonald’s fue fundado en 1955, cuando en realidad fue 1940; que fue fundado por Kroc y no por los hermanos Dick y Mac McDonald; que la primera sucursal fue en Des Plaines, Illinois y no San Bernadino, California. La única verdad que hay en esas placas es que la franquicia debe su existencia a “la persistencia y el liderazgo” de Kroc. Eso es innegable. Hambre de poder es la historia de cómo Kroc le robó el sueño, la fórmula y eventualmente el nombre a Dick y Mac. A principios de los 50s, Kroc (Michael Keaton) es un vendedor ambulante frustrado que da con el restaurant de Dick (Nick Offerman) y Mac (John Carroll Lynch) McDonald como quien encuentra un oasis en un desierto. Kroc queda fascinado con el singular restaurant, que no depende de mozos, utiliza material descartable y entrega la comida en 30 segundos. Los hermanos le hacen el tour por la cocina, en la que han coordinado un “ballet de eficiencia” con jóvenes uniformados y maquinaria artesanal, y luego le cuentan la historia detrás de la fundación, inspirada en la economía de la Gran Depresión: comida barata de comprar y aún más barata de hacer. Kroc queda cebado. Sabe que los hermanos están sentados en una mina de oro y que por falta de ambición no la han explotado al máximo. El modelo está tan perfectamente planeado y mecanizado que basta con reproducirlo ad nauseam. Kroc se escurre dentro del negocio familiar y se dispone a establecer la franquicia a lo largo del país, cortando esquinas por todos lados y comprometiendo el estándar de calidad. Lentamente va apropiándose del mito detrás del restaurant y peleándose con los hermanos, cuyo naif idealismo da lástima al lado de la voracidad corporativa de Kroc. John Lee Hancock escribe y dirige. Es una historia interesante, pero el centro de atención es Michael Keaton. El actor está celebrando una suerte de retorno desde Birdman (o la inesperada virtud de la ignorancia) (2014), revalorado como un perdedor adorable. En cierto sentido Hambre de poder invierte su papel: en vez de buscar una antigua gloria reconectándose con su pasado, roba el pasado de otros hombres para fabricar su propia gloria en el futuro. Siempre hay algo patético e inmaduro en la actuación de Keaton, y un poco de narcisismo, pero aquí lo vemos por primera vez como un ser envidioso y despiadado. Esta vez no está enamorado de sí mismo, sino de una visión ajena que requiere robar el negocio de una familia e incluso la esposa (Linda Cardellini) de un socio. Es una lástima que Hambre de poder no trata específicamente sobre Kroc, sino sobre el proceso largo, lento y minucioso según el cual se apropió de un negocio familiar. Quizás demasiado largo, lento y minucioso; la película a veces parece un documental de sí misma a medida que se dedica a explicar y retratar con lujo de detalle la corrupción del restaurant familiar en la ubicua cadena de comida chatarra que todos conocemos hoy en día. Suena conmovedor, hasta trágico, pero la película no repara en sentimentalismos ni se molesta en ahondar demasiado en los personajes. Tampoco hay demasiado conflicto en el camino - los hermanos ofrecen una resistencia patética, y los tecnicismos que obstaculizan el camino de Kroc son resueltos con otros tecnicismos que por más ingeniosos que sean no se prestan mucho a dramatizar la historia. ¿Qué motiva la megalomanía de Kroc? Vemos que es un admirador de Henry Ford y hay indicios de que desea pertenecer a la clase alta. ¿Pero qué hay detrás de los discos motivacionales que escucha todas las noches? ¿De dónde sale la crueldad con la que empieza a comportarse? Keaton interpreta al personaje con magnetismo, pero aprendemos poco sobre él. Quizás porque quién fue es menos interesante que lo que hizo. Quizás esta es la forma en la que John Lee Hancock elige contar los orígenes del corporativismo impersonal en Estados Unidos - retratando a un ser impersonal. Kroc parece ser un agente del destino dentro de una historia que lo excede, que tiene poco y nada que ver con él, pero que necesita la única cosa que era genuinamente suya - la persistencia - para ser contada.
Esta atractiva biopic reconstruye el fenómeno de McDonald's a partir de la vida de quien tuvo la idea de desarrollar el sistema de franquicias. Quienes escriben la Historia, se sabe, no son necesariamente aquellos que tienen la idea original sino los que saben cómo desarrollarla, comercializarla, hacerla masiva. Algo de eso hay en Ray Kroc (Michael Keaton), el hombre que sacó máximo provecho de un invento de otros. En efecto, en 1954 los hermanos Dick (Nick Offerman) y Maurice (John Carroll Lynch) McDonald abrieron el primer local de comida rápida en la ciudad californiana de San Bernardino. Todo lo que luego distinguiría a la marca (velocidad, aseo y buena relación precio-calidad) ya estaba presente en esa experiencia inicial, pero el dúo carecía de mayores ambiciones que la de montar un negocio familiar y redituable. En cambio, Kroc -un frustrado vendedor ambulante de batidoras- estaba en busca de la oportunidad de su vida y la encontró al conocer a los hermanos McDonald. Tras algunos contratiempos iniciales, desarrolló el sistema de franchising y, sobre todo, la especulación inmobiliaria y la optimización del negocio con distintos sistemas como el de la venta de “helados” que caracteriza a la cadena. Si el lector puede pensar que se trata de un infomercial de McDonald's (en principio puede haber algo de eso), el film de John Lee Hancock (The Rookie, Un sueño posible, El Alamo, El sueño de Walt) es, en verdad, una mirada bastante descarnada e impiadosa sobre la falta de moral en los negocios, sobre la obsesión por el éxito, sobre la codicia y la falta de escrúpulos, y sobre cómo muchas veces hay que traicionar a aquellos que se resisten al “progreso”. Uno de los principales desafíos (y hallazgos) de Hambre de poder es que su protagonista (convincente trabajo de Keaton) no es precisamente un personaje entrañable y seductor, pero uno llega a entender y hasta compartir su lógica reñida con las mejores prácticas. Los “buenos”, en cambio, son aquí bastante débiles y hasta un poco patéticos. Para avanzar -muestra la película- muchas veces hay que dejar de lado los prejuicios y hasta las formas más ortodoxas. El sueño americano, se sabe, no espera y ese tren que pasa una vez hay que tomarlo como sea: con pequeñas (o no tan pequeñas) estafas y, si hace falta, hasta pisando cabezas.
De Oportunidades y oportunistas ¿Hay algo más americano que un McDonalds?. Pues seguro que muy pocas cosas. Todos hemos caído en alguna que otra ocasión en las fauces de estos santuarios de comida rápida, aunque de un tiempo a esta parte les han ido comiendo terreno otros establecimientos donde prima la denominada “slow food”, muy alejados del usar y tirar que hicieron de la franquicia yanqui un auténtico imperio. Y leyendo por encima la biografía del fundador de Mc Donalds desde luego daba para una película e incluso para dos. Ray Kroc era un sagaz vendedor que no acababa de encontrar su sitio hasta que dio con los hermanos Mc Donald, Dick y Mack, quienes habían desarrollado en su pequeño negocio un revolucionario sistema en el que mediante una milimétrica ocupación del espacio por parte de los empleados se conseguían unos resultados en cuanto a velocidad de servicio impensados hasta ese momento. El avispado comerciante no tardó en darse cuenta de que tenía ante sus ojos una oportunidad de ganar dinero pintiparada, y acabó convenciendo a los dueños de la posibilidad de expandir el negocio por toda Norteamérica. La película se divide en dos partes bien diferenciadas: una primera que nos suena a muy vista, la historia del pobre y muy honrado hombre que no tiene suerte en su vida aunque se mate trabajando de sol a sol y que gracias a estar viviendo en la tierra de las oportunidades conseguirá alcanzar el triunfo, apoyándose en la voluntad colectiva de otras buenas personas como él; y una segunda que funciona a modo de reverso de la primera y en la que vemos cómo el buen comerciante se convierte en un abrir y cerrar de ojos en un tiburón de las finanzas, al que no le temblará el pulso a la hora de avasallar y noquear con malas artes a cualquier competidor que se le ponga por delante. El director del film, John Lee Hancock, quien alcanzara notoriedad al conseguir el Oscar a la mejor película con la “buenrollista” Un sueño posible, aquel cuento de hadas filmado con chico negro descarriado que llegaba a estrella de fútbol gracias a una mentora como Sandra Bullock que nos quisieron vender como gran actriz dramática, vuelve a proponernos en un estimulante ejercicio de ritmo frenético y pulcra puesta en escena el periplo de un hombre hecho a sí mismo, pero en esta ocasión la diferencia estriba en dejar claro que la perseverancia -o persistencia, como dice el mismo protagonista- no es el único secreto para llegar a la cima, sino que, en el mejor sentido bilardista de la expresión, al enemigo hay que pisarlo y no darle ni agua, y que para que exista un ganador siempre tiene que haber un perdedor. Estamos ante un trabajo de rabiosa actualidad por las semblanzas que cada uno pueda llegar a encontrar entre Ray Kroc y el actual presidente de los EEUU, ya que a ambos se les llena la boca con conceptos tan patrióticos como familia, bandera, religión y empleo, mientras que por detrás aplican aquello de “a Dios rogando y con el mazo dando”. Michael Keaton sigue demostrando encontrarse en un excelente estado y no hace más que ir engarzando una gran interpretación detrás de otra. Y para muestra un botón de lo que están siendo sin duda sus años dorados: Birdman (2014), Spotlight (2015) y ahora Hambre de Poder, donde se complementa a la perfección con un elenco de contrastada experiencia en el que sobresalen actores y actrices de la talla de Laura Dern, Nick Offerman o Patrick Wilson. ¿El águila calva del escudo de los Estados Unidos como símbolo de lo inquebrantable y la supremacía, y a la vez un ave depredadora? Ese es el Ray Kroc ilustrado en Hambre de Poder.
Es nada menos que la historia de la construcción de un imperio económico global, el de comidas rápidas más famoso del mundo. Y se centra en el encuentro de Ray Kroc con el exitoso restorán de San Bernardino, de los hermanos McDonald. Ellos inventaron un sistema de servicio de hamburguesas de calidad, que se prepara exactamente igual unos a otras, de manera rápida, limpia y se sirve sin cubiertos. Cuando Kroc un vendedor de aparatos que vive en las rutas y se siente un fracasado ve el éxito y el sistema, siente como una iluminación, la idea que buscó toda su vida, la que aprendió de los discos de autoayuda que escucha todas las noches. Y a partir de ese momento, toda su ambición se pone en marcha y no parará hasta figurar como el “ verdadero” fundador de la cadena, sin tener piedad de los hermanos del apellido famoso, de su esposa o de cualquier otro obstáculo que se ponga en su camino: practica un capitalismo salvaje que lo lleva al éxito. Es como, muchos señalaron, igual a Steve Jobs, un genio para vender ideas ajenas, un talento que lo lleva a la cima. El director John Lee Hancock y su guionista Robert D. Siegel no contaron con el visto bueno de la empresa pero tampoco los acosaron para impedir el film. Si tuvieron un familiar de los reales fundadores a favor. Michael Keaton le imprime a su personaje una energía y también una seducción, como para hacer digerible y por momentos fascinante a un hombre sin escrúpulos. Quizás se le puede reprochar al film que no indaga las consecuencias sobre la alimentación de la comida rápida, o los standards de calidad que se cuestionaron en otras investigaciones. Pero en este retrato ya esta el germen de todo y en especial cuando se construye el verdadero poderío que no reside en otorgar franquicias sino en ser el propietario donde se construyen los restoranes. A tal punto que la empresa es una de las que mas propiedades inmobiliarias tiene en el mundo. Una película que muestra toda una época y los ecos actuales. Para charlar y mucho después de verla.
McDonald’s alimenta al 1% de la población mundial cada día, vende 75 hamburguesas por segundo, su logo es más reconocido que la cruz católica, pero cómo llegó a ser algo tan grande, con tanta presencia en el mundo? Hambre de poder cuenta esta historia, desde el principio. Los hechos como se detallan en Wikipedia, pero que pocos hemos leído antes. Para quienes no conocíamos la verdadera historia, y creían que el fundador y creador de McDonald’s era Ray Kroc, la cara visible de la cadena más importante del mundo en materia de hamburguesas, esta película les va a sorprender. El film es contado a través de Ray Kroc, (excelente trabajo de Michael Keaton), un buscavidas que ha vendido de todo. Un día vendiendo una máquina para preparar malteadas encuentra un restaurante de comidas rápida, realmente rápida, en San Bernardino, California. Este local es: McDonald’s, una tienda con un sistema de velocidad que permite entregar al consumidor, el pedido en segundos. Ray se enamora del sistema e impulsa a los hermanos Dick y Mac McDonald’s a expandirse. Con una gran ambientación de época, hermosas imágenes de los años ’50, vivimos en detalle el recorrido que Ray Kroc realizó para convertir a McDonald’s en un imperio. Hambre de poder, tiene toques de comedia y una narrativa amena que hace al film muy entretenido y llevadero. Interesante película en donde su protagonista nos demuestra que nunca es tarde para comenzar. Un hombre que en sus cincuentas logró con perseverancia, ambición y sin piedad, realizarse en lo profesional y ser exitoso.
Inentendible como esta película fue ignorada en la temporada de premios si es que la comparamos con algunas de las nominadas. Pero bueno, ese es otro debate. Hambre de poder es una biopic genial no solo por la historia de vida del gran responsable detrás de McDonald’s sino por el gran paralelo que traza con el capitalismo y los últimos 40 años de historia económica. La vida de Ray Kroc es apasionante, y ver como un vendedor llegó a ser el gran responsable de muchos comportamientos del mercado moderno es más que interesante. El director John Lee Hancock vine de hacer dos geniales biopics: Saving Mr. Banks (2013) y The blind side (2009), y en cada una pudo trasmitir muy bien una esencia y personalidad de sus personajes. Aquí hace lo mismo y su conducto es un soberbio Michael Keaton, quien luego de su gran comeback con Birdman (2014) recobró el status que nunca tendría que haber perdido. Su interpretación es perfecta porque logra que el espectador odie y quiera al tipo por igual. El resto del elenco está muy bien, sobre todo los hermanos McDonald, compuestos por Nick Offerman y John Carroll Lynch. Estos tienen grandes escenas explicando cómo se les ocurrió el concepto del restaurante fast food y cómo lo lograron. El guión es muy ingenioso porque de entrada uno sabe cómo termina la historia, se sabe que McDonals se convirtió en una gran franquicia mundial y sabe que Ray Kroc fue el capo de todo, y aún así logra mantener un ritmo vertiginoso. Hambre de poder, cuyo título original -más acertado- es The founder (El fundador) es de esas películas que disfrutás de principio a fin y que encima tiene el agregado de tratarse sobre un producto conocido y consumido por todos. Una gran opción de la cartelera para tener en cuenta.
Hambre de poder: discreta fábula capitalista La historia de Ray Kroc y los hermanos McDonald es apasionante: cómo el señor Kroc, ambicioso, llegó a San Bernardino, California, conoció a los hermanos Mac y Dick McDonald, cómo se asoció con ellos, les compró la marca, o cómo los acorraló para lograrla. También la disputa entre modelos de negocios distintos, entre la responsabilidad sobre el producto y el producto como medio para una mayor rentabilidad. En algunos momentos, este relato plano es ganado por la historia de base, cuya fuerza se impone a las formas convencionales -e incluso menos que eso- del director John Lee Hancock, que en El sueño de Walt había sido aún más blando que en esta película, y con flashbacks de pacotilla. Aquí las cosas son por suerte más lineales, y brilla el trío actoral principal, Michael Keaton, Nick Offerman y John Carroll Lynch (sobre todo Offerman, que demuestra una vez que la comedia de gestos contenidos suele ser el mejor entrenamiento para un intérprete). Uno puede ponerse a pensar en que algún gran director podría haber hecho una grandísima película con este tema (Eastwood parecía ideal) o que Mark Knopfler ya había contado la historia de Kroc en un 5 por ciento del tiempo que insume este relato en la canción "Boom, Like That". Pero lo que hay es The Founder ("El fundador", acá titulada Hambre de poder), que les pasa mayormente lejos a las emociones y convulsiones que tenía al alcance de la mano, o de una mano menos esquemática que ésta.
Armate un combo Michael Keaton es lo mejor de un filme sobre el sueño americano en distintas vertientes. Es el gigante del capitalismo que se extendió a todo el mundo. McDonald’s es un símbolo más que una marca. En Hambre de poder, se contraponen la creatividad de los hermanos McDonald con la ambición desmedida de Ray Kroc, el hombre que vio el negocio de las franquicias allí donde los Mc sólo querían hacer hamburguesas ricas y ofrecer un servicio rápido. Rápido para los negocios es Kroc, un inescrupuloso que fue armando con ardides y letra chica una maraña que le permitió conquistar y adueñarse, sí, de la marca. El filme así planteado exhibe el sueño americano en sus distintas versiones: los que querían el éxito en su empresa chica, y el que evaluaba todo de manera desmedida. El que va por todo. Dick y Maurice McDonald abrieron su local de comida rápida en 1954 en San Bernardino, California. Hasta allí llegó Kroc, para venderles máquinas para hacer malteadas. Lo que vio hizo más que batirle el cerebro. La película no es una síntesis, si una metáfora. Unos idealistas y un calculador. Pero en el cine, de Hollywood y también el vernáculo, hay gente como Kroc, que es productora en base a ideas de otros y que saca adelante un proyecto con capitales también ajenos. Son exitosos a costa de otros. Es el arte de combinar talentos. Kroc era un hombre agresivo, pero en cuanto a lo pasional, lo era tanto como los McDonald. La diferencia es dónde pone esa pasión. Michael Keaton compone un personaje con el que el espectador se sentirá confortable, algo incómodo después y que se ganará su empatía, tal como habrá hecho Kroc en su vida personal. La moral y la falta de ética, la codicia y la gula son los temas que John L. Hancock (quien ya se había metido con otro entrepreuner americano en El sueño de Walt, sobre Disney y la creación de Mary Poppins). El director está lejos de manipular, y más cerca de mostrar para que el espectador saque sus propias conclusiones. Si unos se dejan pisotear ¿es por exceso de bondad, de confianza, o porque no tiene lo que hay que tener para “triunfar” en el sueño americano? Cuestiones para atragantarse expone Hambre de poder.
Firmeza y perseverancia The Founder, que en la traducción local recibió el título Hambre de Poder, presenta la historia de Ray Kroc, un muy ambicioso y persistente vendedor, interpretado magistralmente por Michael Keaton. Kroc es un hombre de mediana edad que constantemente busca hacer negocios en el rubro de ventas, sin embargo, esos negocios le causan más dolores de cabeza que prosperidad, y él, aún sigue buscando su golpe de suerte. Un buen día, Kroc -que en ese momento se halla vendiendo máquinas para hacer malteadas y batidos- recibe un curioso pedido desde el sur de California. Dick y Mac McDonald le ordenan varias de estas máquinas, y él, acostumbrado al fracaso, duda del pedido por lo que decide dirigirse a San Bernardino, el lugar en cuestión, para ver de que se trata el negocio que los hermanos manejan. Al llegar allí, Ray rápidamente se asombra al ver gran clientela haciendo fila en el pequeño puesto de McDonald’s, por lo que decide probar las -aún no famosas- hamburguesas. No sólo queda fascinado por el sabor, sino por la velocidad en la entrega del pedido, por esos mínimos 30 segundos de distancia entre compra y recepción de su almuerzo, por lo que luego los hermanos McDonald, con todas sus buenas intenciones, lo invitan a conocer el interior del local, y le explican el sistema de producción que manejan. Kroc ve en este negocio algo único y si bien no sabe cómo, quiere y debe ser parte de él. Poco a poco convence a los dueños y comienzan a generar franquicias, aclarando que Dick y Mac se ocuparán sólo de su local, pero supervisarán la calidad de alimentos, el tiempo de cocción y el menú de cada franquicia; mientras que Ray se encarga de conseguir financistas para su más ambicioso proyecto. De esta forma, Hambre de poder se presenta como un simple racconto del crecimiento de una empresa y su cambio hasta transformarse en un imperio multimillonario. Pero si vamos más allá, la segunda mitad de la película da un giro y muestra sobre todo el cambio de posición de Ray Kroc, quien inicialmente se presentaba como un insistente pero conciliador socio, hasta que paulatinamente, va virando y se transforma en un ser sin escrúpulos. John Lee Hancock construye un relato sólido y atrapante, por un lado sobre el nacimento de una de las empresas más rentables y famosas del mundo, y por otro, sobre el éxito basado en la insistencia de Kroc, con todo lo bueno y lo malo que eso trae consigo. En cuanto a las actuaciones, Michael Keaton realiza una de las mejores performances de su vida, y está correctamente acompañado por Laura Dern y Linda Cardellini. El mensaje final de Hambre de Poder es bastante desalentador, pero no por eso menos realista: perservera y triunfarás, sin importar cuantos sueños o personas haya que arrastrar. Así Hancock se corre de la historia de los Arcos Dorados, para de alguna forma hacer una crítica a la sociedad de consumo y al sistema capitalista que la genera y que día a día aumenta.
La hamburguesa y el sueño americano Con la excelente "El sueño de Walt", el director John Lee Hancock había logrado un film histórico singular al narrar los esfuerzos de Walt Disney por adaptar al cine "Mary Poppins". Ahora, en un estilo similar, lleva a la pantalla algo aun más ambicioso, como la historia de la creación de la mayor cadena de comida rápida, McDonald's. En parte, "Hambre de poder" es una película "chivo"; es decir, un film que publicita las bondades de la marca en cuestión, pero en parte no lo es. Inclusive se podría decir que no es este asunto lo que le más le importa al director, ya que Hancock se centra en los detalles misteriosos de este ícono de los negocios y también de la cultura pop. Y, finalmente, la película narra cómo un vendedor de enseres de cocina industrial le birló su idea y hasta su apellido a dos comerciantes obsesivos, Dick y Mac McDonald (los excelentes Nick Offerman y John Carroll Lynch), los verdaderos creadores del sistema que permitía que la orden de una gaseosa y una hamburguesa no demore media hora, sino tres minutos. Michael Keaton ofrece un gran trabajo como el "fundador" al que se refiere el título original, es decir Ray Crock, el fracasado hombre de negocios que tuvo la visión de que los arcos dorados de la hamburguesería podían ser un símbolo parecido al de la cúpula de una iglesia a la hora de atraer a las familias. Hancock logra explicar curiosidades y misterios de esta odisea socio-gastronómica con un sólido pulso narrativo y un estilo particular de comedia dramática y film histórico, dotándolo con una excelente ambientación de época que se centra, sobre todo, en la segunda mitad de la década de 1950 y la primera de los '60. La misteriosa y original música de Carter Burwell también es un elemento esencial para darle climas personales a una muy buena película que se puede recomendar, inclusive, a los vegetarianos.
EL MAGO KEATON Hambre de poder es la historia épica de cómo un bolichero que vendía hamburguesas terminó siendo una de las corporaciones que definen la imagen del imperio americano en todo el mundo. La película es casi tan eficiente como la casa de comida de los arcos dorados: rápida, razonablemente satisfactoria pero su valor cinematográfico es directamente proporcional a los valores nutritivos de la más famosa de las hamburguesas de la famosa casa de comidas rápidas. El hombre que hizo que el pequeño y eficiente local de hamburguesas de los hermanos Dick y Mac McDonald llegara a convertirse en una corporación, fue un sujeto llamado Ray Kroc que antes de la epifanía se dedicaba a recorrer el país vendiendo productos suyos o lo que hubiera para vender. Ray veía que la vida se le iba por la canaleta de la venta al menudeo hasta que en un momento le llamó la atención era volumen de compra de un lugar perdido en la América profunda. Eran los bolicheros de McDonalds que estaban orgullosos de haber hecho de su tinglado un negocio eficiente y concurrido. Kroc recibió una visita guiada por el local y no paró hasta lograr meterle a los hermanos la idea de vender franquicias del lugar. A partir de allí se estableció una verdadera guerra de voluntades, por un lado el bueno de Ray soñaba con invadir América con los arcos dorados, mientras que los pesados de los McDonalds se empeñaban en cuidar el producto con una especie de fundamentalismo de las hamburguesas que terminó por terminar con la paciencia de Ray, que decidió traicionarlos y despojarlos del negocio, de la franquicia y de sus sueños. El relato pasa entonces de contar la historia de hombres que luchan por llevar sus hamburguesas de costa a costa de los Estados Unidos a mostrar la historia de un hombre de negocios que se harta del fanatismo por la hamburguesa de sus socios y los despoja poco menos de hasta su apellido y hasta por un momento el relato parece producido por la competencia. El que salva a la película de ser un completo desastre es Michael Keaton, que se mete en la piel de Ray Kroc y saca de ese tipo al que uno no le compraría ni un auto usado un personaje de una fuerza arrolladora. Si quieren ver como un actor remando y luciéndose en una película que no lo merece, Hambre de poder es un film paradigmático en ese sentido. Todo el resto puede llegar a caer tan pesado que la hamburguesa de rigor acompañada de papas fritas con cheddar y bacon. HAMBRE DE PODER The Founder. Estados Unidos, 2016. Dirección: John Lee Hancock. Intérpretes: Michael Keaton, Nick Offerman, John Carroll Lynch, Laura Dern, Linda Cardellini, B.J. Novak, Patrick Wilson, Linda Cardellini y Justin Randell Brooke. Guión: Robert Siegel. Fotografía: John Schwartzman. Música: Carter Burwell. Edición: Robert Frazen. Duración: 115 minutos.
Entrecruzando sutilmente la delgada línea que separa la sátira mordaz de la propaganda, "Hambre de poder" revela el secreto de un tenaz y ambicioso vendedor que cumplió su sueño volviéndose millonario. Basado en la verdadera historia de Ray Kroc -Michael Keaton-, el hombre que en 1950 conoció a los hermanos Mac y Dick McDonald y visualizó un negocio que lo llevaría a crear el conocido y multimillonario imperio de comida rápida, Hambre de poder resulta un interesante biopic que ilustra el secreto del éxito a la vez que desliza una mordaz critica sobre el capitalismo salvaje de posguerra y las sombras que rodean el sueño americano. Con una brillante interpretación de Michael Keaton encarnando a este tenaz vendedor, de una vulgaridad lacerante, que es rechazado una y otra vez buscando su gran oportunidad hasta que da con los hermanos McDonald -interpretados por unos convincentes Nick Offerman y John Carroll Lynch en la piel de estos humildes empresarios que anteponían la calidad a los beneficios-, emergiendo entonces su verdadera naturaleza: un hombre ambicioso, despiadado y sin escrúpulos que no parará jamás en su empeño empresarial, aunque ello implique la traición y le cueste su matrimonio o amistades. Un eficaz relato que más allá de describir con precisión quirúrgica como se creó el imperio de la famosa cadena de comida rápida -un éxito que se cimentó en la adquisición de bienes inmuebles y no en la venta de hamburguesas-, intenta plasmar de forma liviana una critica sobre una sociedad que ha hecho de la basura, en su más amplio sentido, su razón de ser, pero que hecha demasiadas luces y muy pocas sombras de su protagonista. Hambre de poder evita centrarse en los tramos más oscuros de la vida del obstinado empresario que sostiene que la perseverancia es la mayor de las virtudes, muy superior al talento o a cualquier otra, y se focaliza en el depredador que "robó una idea y el mundo se la comió", como dice una frase de promoción.
¿Le gustaría agrandar su combo? Hambre de Poder es la historia de Ray Kroc, un vendedor de máquinas para hacer milk shakes que va surcando el interior del país, tratando de hacer una venta sin mucho éxito. Un día recibe un pedido inusual de una hamburguesería propiedad de dos hermanos llamada McDonald’s. Al percatarse del revolucionario método de comida rápida de los mismos, se les acerca con la idea de hacerlo una franquicia que se extienda a lo largo de los Estados Unidos. En un principio la idea parece funcionar, pero no le está produciendo a Kroc los réditos que desearía y su deseo de tener más y más lo llevará, lenta pero seguramente, a romper todo tipo de acuerdo que tuvo con los hermanos al punto de querer quitarles incluso el nombre del negocio. El tema de la película es claramente el de la persistencia y nos lo dicen en la cara. Es acá donde, más que Michael Keaton hablándonos directamente a nosotros, lo hace el guionista de la película diciendo: “Si estoy hablando de la persistencia, ¿Por qué elegí como sujeto de mi tema a un cag*dor de manual?” Primero, porque si hubiera sido una persona de bien, la película se hubiera sentido bien, pero el espectador se la olvidaría al poco tiempo, por el sencillo hecho de que personas de bien que llegan alto por simplemente persistir hay por millones. Esta es diferente, pero se ratifica la pregunta ¿Por qué justo este personaje? ¿No se corre el riesgo de promover la falta de ética como algo positivo? Hambre de Poder es una historia sobre la persistencia que no existe en un vacío, que se sabe dónde está parada, donde el capitalismo salvaje está a la orden del día y si se comete la ingenuidad de ignorarlo, no tenerlo en cuenta, no entender el poder degollante que posee, las consecuencias pueden ser funestas. Inspiración y advertencia, esos son los códigos con los cuales el guion proclama su mensaje a pesar de su poco agradable protagonista. Es Inspiración: Ray Kroc había tenido miles de ideas pero ninguna fue fructífera, y sin embargo siguió insistiendo hasta que dio con la idea (ajena) que lo encumbró, teniendo muchas cosas en contra. Es advertencia: Los McDonalds tenían una idea única, innovadora, espectacular, pero nunca supieron cómo venderla. Kroc si, y por eso los arruinó. Kroc y los McDonalds son las dos contracaras del tema. El primero no paró ante nada, a pesar del ridículo y la humillación; los segundos, no estuvieron dispuestos a arriesgarse, no supieron responder a la frustración y aprender de ella. Esa falta de persistencia fue lo que les costó un enorme legado por no decir una seguridad económica incomparable. Si salís del cine y te parece que Hambre de Poder es una mala película por estar mal filmada, poco creíble de actuación y algunas situaciones te parecieron inverosímiles, estás en tu derecho, es tu punto de vista y yo no te voy a llevar la contra. Pero si te parece mala porque propone una historia donde el mal prevalece, yo simplemente te señalo, arriesgando el uso de una frase hecha, que el mal prevaleció en esta historia porque el bien no quiso hacer nada al respecto. Esa es una moraleja que nunca está de más tenerla presente. Por el costado actoral estamos hablando del rol más sólido que ha encarado Michael Keaton desde su resurgimiento con Birdman, y si me apuran diría que es el más solido de toda su carrera hasta la fecha. Él es la gran razón por la cual no se le puede sacar los ojos a la pantalla, a pesar de que lo que estamos viendo es a un g*rca absoluto y total. El guion necesitaba de un actor muy carismático para vender el difícil mensaje de la película, y a juzgar por los resultados, los realizadores no pudieron haber encontrado a un mejor vendedor. En el apartado técnico, la recreación de época es milimétricamente precisa, haciendo hincapié en ese ideal de la América saludable e inocua, el American Dream, que dicho país intentaba proyectar durante los años 50. Conclusión: Si viste el tráiler e indagaste un poco en Internet, alguna idea tenés de la verdadera historia, pero Hambre de Poder no es una película que se luce por lo que cuenta sino por como elige hacerlo. Si a esto le sumamos una labor interpretativa carismática, el resultado es una película que te va dejar pensando en el mundo en el que te movés… y en querer comerte una hamburguesa. Altamente recomendable.
Se estrena Hambre de poder, de John Lee Hancock y protagonizada por Michael Keaton, inspirada en la vida de Ray Kroc, el fundador de la franquicia McDonald’s. John Lee Hancock realmente ama conservadoramente a Estados Unidos. Trabajó con Clint Eastwood, dirigió El novato -film de Disney inspirado en una historia real sobre el mundo del béisbol-, estuvo a cargo de una pobre remake de El Álamo y sus dos últimas películas, las más exitosas, fueron la oscarizada y sobrevalorada Un sueño posible -sueño americano más fútbol americano- y El sueño de Walt, acerca de los métodos que usó Walt Disney para conseguir los derechos de Mary Poppins. ¿Qué tienen en común todas estas obras? En primer lugar, hablan de íconos culturales -incluido el negocio del deporte y la historia- y de las tradiciones estadounidenses -símbolos de su ideología-. En segundo lugar, Lee Hancock promueve el sueño americano, pero sin ocultar el perfil capitalista de estos íconos. Y si le faltaba un emblema de la economía y la tradición cultural gastronómica-popular del siglo XX, ese era McDonald’s. Sin embargo, y al igual que en la película protagonizada por Tom Hanks y Emma Thompson, el foco de crítica no es el producto o la empresa per sé -por el contrario defiende la marca-, sino la persona detrás del negocio. Así es que aparece Ray Kroc -Michael Keaton adaptando el personaje a su histriónica personalidad y humor sarcástico- que, como Walt Disney -símbolos ambos del capitalismo salvaje-, no le importará pisotear a los creadores de la hamburguesa más famosa con tal de concretar el éxito y su sueños de triunfo. Hambre de poder retrata a Kroc desde que es un vendedor mediocre de electrodomésticos hasta que conoce a los hermanos McDonald -Dick y Mac, interpretados con soberbia por John Carroll Lynch y el extraordinario Nick Offerman- y les compra una parte de la empresa para desarrollar franquicias. Kroc se convirtió en el fundador de McDonald’s y el ascenso al poder, llevándose por delante a los ingenuos hermanos que terminan perdiendo hasta su apellido, es la manera en la que Lee Hancock se decide a exhibir, durante casi dos horas, con buen ritmo y bastante ironía, el funcionamiento de la economía que domina al mundo. Si bien el tono conceptual-estético no es demasiado innovador -bien podría haber sido un telefilm-, el verdadero atractivo pasa por la evolución del protagonista y las notables actuaciones. El director desnuda sin piedad el patetismo de todos sus personajes, con la salvedad de que uno es suficientemente ingenioso y consciente de que insistiendo puede llegar a concretar su meta. Hambre de poder no hace hincapié en las polémicas referidas a la calidad de la carne como Fast Food Nation, de Linklater -aunque pone énfasis en la relevancia que le daban los hermanos McDonald al control del proceso-, sino la manera en que un negocio se convierte en fructífero en Estados Unidos. La visión de Kroc y su temperamento anti humanitario es lo que lo llevan a una guerra. El atractivo del personaje y la actuación de Keaton es el carácter calculador y frío, pero también inteligente. Por más que las decisiones sean moralmente reprobables resulta más insólita y estúpida la poca visión comercial (es verdad que pasaron más de 50 años y hoy en día es muy común) de los hermanos McDonald. Lee Hancock rescata mínimamente su idealismo y esto los convierte en los perdedores de la batalla. Más allá de algunos desniveles en su segunda hora -la aparición de los personajes poco profundos y desperdiciados de Linda Cardenelli y Patrick Wilson-, Hambre de poder se sostiene coherentemente, con honestidad -aún en su hipócrita defensa hacia la marca en el epílogo- y sin demagogia emotiva. Por el contrario, es un film frío que, debajo de los arcos dorados, refleja la oscuridad de la sociedad y cultura locales.
Paradojas del capitalismo y sus reglas. Aunque en su primera parte el film parece encaminado a volver a vender el “sueño americano”, el director John Lee Hancock expone la crueldad, el oportunismo y la ambición del hombre y a un sistema que tolera la rapiña y las trampas por sobre el trabajo y la honestidad. Teniendo en cuenta el papel de herramienta de penetración cultural y comercial con que muchas veces se utiliza al cine, no es raro que una película sobre los orígenes de la cadena de comida rápida McDonald’s y el hombre tras su crecimiento pueda generar suspicacias. Como Ray Croc –ese hombre, paradigma del self made man–, Hambre de poder representa una metáfora que puede aplicarse tanto al capitalismo, sus valores y mecanismos, como a Estados Unidos, su principal promotor. Dirigida por John Lee Hancock, la película retrata el ascenso de Croc en el mundo de los negocios, cuando con poco más de 50 años pasó de simple viajante de comercio a artífice de una de las marcas más exitosas del mundo. Una de esas que, junto a Coca-Cola, Nike, Apple o Marlboro (ahora ensombrecida por las políticas antitabaco) lograron convertirse no sólo en la crema de la heráldica comercial de Estados Unidos, sino en mascarón de proa de la cultura del híper consumo global. El relato comienza dándoles la razón a quienes abriguen sospechas. Durante la primera mitad, Croc aparece como un viajante convencido de que la voluntad es el motor del éxito, que recorre las rutas de Estados Unidos tratando de vender máquinas para preparar leches malteadas. Así llega hasta la hamburguesería que los hermanos Mac y Dick McDonald abrieron en 1948 en San Bernardino, California, donde conoce el sistema de fast food inventado por ellos. Maravillado por el concepto y la estética, Croc se ofrece a dirigir un sistema de franquicias que expanda la marca por el país. El alegato con que logra convencer a los hermanos de que sus Arcos Dorados pueden erigirse en un símbolo de reunión para todos los norteamericanos, junto con la bandera y la cruz cristiana, es el clímax de esa primera mitad en que la película amenaza con convertirse en una oda a los ideales del “sueño americano” y el American way of life. Pero las diferencias entre Croc y los McDonald acerca de cómo llevar adelante el negocio acaban generando una brecha. Es ahí donde Croc muestra su otra cara, menos amable, en la que aquel idealismo se revela como mero discurso tras el cual se oculta un pragmatismo que pone a la rentabilidad por encima de las personas. Lejos del panegírico, en su segunda parte Hambre de poder expone la crueldad, el oportunismo y la ambición del hombre, y a un sistema que tolera la rapiña y las trampas (que no por contar con un soporte legal dejan de ser trampas) por sobre el trabajo y la honestidad. El relato deviene en paradoja acerca de la dificultad de retratar al capitalismo y sus reglas sin exponer los peligros de dejarlo librado al individuo y al laissez faire. Y tal vez no exista un actor más oportuno que Michael Keaton para ponerle cuerpo a esa ambigüedad y a la dualidad de un personaje con una historia como la de Croc.
Basada en hechos reales. Aquí cuenta cómo surgió y se convirtió en un imperio el de los hermanos McDonald’s quienes abrieron su local de comida rápida en 1954 en San Bernardino, California. Y una vez más el sueño americano se hace realidad, si te lo propones podes llegar al éxito. El eje central es el personaje de Ray Kroc (Michael Keaton) un vendedor que tenía una máquina para hacer malteadas en poco tiempo y un día se relaciona con los hermanos McDonald's y así vemos parte de la vida de estos personajes. Cuando se presenta el comercial de McDonald's está bien editado tiene dinamismo, ritmo y fotografía. Los personajes poco aprovechados son los que interpretan: Laura Dern, Patrick Wilson y Linda Cardellini, y su relato por momentos resulta reiterativa y pierde el ritmo. Una buena música, dirección, ambientación y actuación de Michael Keaton.
Ray Kroc puede ser un nombre desconocido en estos pagos, no así McDonald’s que ya forma parte del diccionario contemporáneo de la cultura popular. Que la compañía de hamburguesas más famosa de la historia ocupe prácticamente todos los rincones del globo se lo debemos a ese hombre. The Founder lleva a recorrer ese rápido camino en que Kroc pasó de ser un simple vendedor de artículos al empresario creador de una especie de religión culinaria, de una forma que deja en claro que su sueño americano no fue un viaje irreprochable e íntegro.
Los hermanos Dick y Mac McDonald pusieron su nombre a la cadena de comida chatarra más grande del mundo, pero no fueron artífices de su destino. Bueno, concedámosles además la idea, esta cosa fordista, de pequeños núcleos de gente abocados a distintas tareas para que la comida salga rápido, así como también la fórmula: una hamburguesa bien aplastada con no más de dos pepinitos encima. Pero los hermanos eran conservadores. Quien los sacó del molde y arrojó la idea al mundo fue un entrepreneur salvaje llamado Ray Kroc –personaje cuya hipercinesia calza como un guante en la performance de Michael Keaton–. Kroc vio la tienda original de San Bernardino y compró la idea; vio los aros de la sucursal de Phoenix y se entusiasmó aún más. Hasta entonces, los hermanos contaban con sólo tres locales. Krocpagó la franquicia y en 1954 fundó su local en Des Plains, Illinois, al que siguieron varios en ese estado, luego en Ohio, Wisconsin, Minnesota, y cuando llegó a la gran urbe de Chicago se planteó conquistar el orbe. La película enfatiza la polaridad de las partes interesadas hasta llegar al conflicto: los McDonald son desconfiados, apuntan a que el nombre McDonald’s sea sinónimo de familia y estándares inamovibles; Kroc quiere que el nombre sea un antes y un después en la historia gastronómica. Quiere, en lo posible, llenarse de plata, cambiar a su esposa y, si los números lo requieren, también innovar –y así termina introduciendo una máquina de helados instantáneos que será el principio del fin de la sociedad–. Los hermanos son geniales pero “buenudos”, y Kroc, un adicto a los discos de autoayuda que en los cincuenta promovían al self-mademan, o “hágase usted mismo”, no titubea en pisar cabezas con tal de cumplir su sueño. El Kroc de Keaton es desaforado; no hay espacio para el humor en el ex Birdman y ex Batman, y es más oscuro que el mismísimo Caballero de la Noche. La película está demasiado pegada a la historia, lo cual no está mal, pero su dialéctica es excesivamente binaria y hay poco espacio para el factor humano de las partes interesadas. Pero bueno, en definitiva, se trata de narrar la historia de McDonald’s y su poco saludable sistema de fast food. Todo encaja.
El título con el que se estrena en la Argentina la película sobre el hombre que convirtió a McDonald's en un imperio de la comida rápida en los Estados Unidos puede inducir a ver crudamente lo que los productores, el guionista y el director trataron de mostrar de un modo sutil. Hambre de poder no sólo suena espantoso al oído sino que es casi una caricatura verbal si se lo compara con el The Founder original (¿tan difícil era conservar el discreto El fundador, como en España?). Hay que insistir sobre el punto porque el subrayado ideológico es en este caso una especie de desencantamiento. La fábula capitalista que pretende contar esta biopic sobre Ray Krok (Michael Keaton) exige que se le conceda un mínimo de fe a esa religión de los negocios que hizo grande a los Estados Unidos entre los años 1950 y 1980. Sin esa dosis básica de ingenuidad, lo único que queda es un desesperado intento por encontrarles el lado más favorable a las maniobras comerciales, legales y publicitarias de un arribista calculador. La clave consiste en no ver un documental allí donde se nos está ofreciendo una ficción, es decir una mitologización de la realidad histórica. Como otras marcas famosas de los Estados Unidos, McDonald's hace décadas que es un emblema del imperialismo (y sus derivados: explotación laboral, mala alimentación y aculturación) y no va a revertir esa imagen por más que haga 100 películas autocelebratorias. Sin embargo, el tipo de manipulación cinematográfica a las que nos somete Hambre de poder es verdaderamente artística por momentos. John Lee Hancock, autor de la hermosa El sueño de Walt, se las ingenia para alcanzar un estado de gracia cuando expone el método de cocina rápida que inventa Dick, unos de los hermanos McDonald. Es casi una comedia musical en miniatura en la que el trabajo se asimila a un juego (el esquema del proceso es dibujado y corregido sobre una cancha de tenis) y a una sinfonía (Dick dirige los movimientos con una batuta mientras suena una orquesta). Falso, sí, pero hermoso. Sin ser cómica, hay como un tono virado a la comedia en la actuación de Keaton y en los rasgos físicos de los actores que interpretan a los hermanos Dick y Mac McDonald –los verdaderos fundadores de la cadena de hamburgueserías– que liberan a Hambre de poder del peso de ser una especie de apología de la estafa (si no legal, ética). Esa despreocupada levedad tiene algo de picaresca e inevitablemente nos pone del lado del tipo que se ensució las manos para obtener lo que quería.
Uno de los raros casos donde la traducción del título de una película (el original en este caso es The Founder) le hace más justicia a la historia. Hambre de poder narra el increíble origen de la cadena de comidas rápidas McDonald´s a través de una de las mejores biografías que se estrenaron en el último tiempo. La trama no sólo es apasionante sino que además brinda una tremenda interpretación de Michael Keaton como Ray Croc, el hombre que convirtió un restaurante de hamburguesas familiar en una de las corporaciones más poderosas del siglo 20. El film fue dirigido por John Lee Hancock (colaborador de Clint Eastwood como guionista), quien previamente realizó otras buenas biografías como Un sueño posible (Sandra Bullock) y El sueño de Walt (Tom Hanks). Su nueva producción es la más interesante dentro del género por el modo en que encaró la narración de la historia. Lejos de ser una película complaciente y ofrecer una oda a McDonald´s, Hambre de poder no deja muy bien parado a Ray Croc ni al origen de esta compañía. El trabajo que hicieron Michael Keaton y el director con la figura de Croc es muy interesante. En la primera mitad del film, el protagonista es presentado como una especie de Jerry Maguire de los años ´50 que enseguida se gana la simpatía del espectador por sus aspiraciones y la tenacidad con la que intenta salir adelante en su trabajo. Hasta ese momento Hambre de poder parece la típica biografía del soñador incomprendido que busca realizar el sueño americano. La vida de Croc cambia para siempre cuando conoce a los hermanos McDonald, quienes fueron los responsables de crear el concepto de lo que hoy conocemos como comidas rápidas. Su casa de hamburguesas tenía un concepto novedoso y llevaban adelante su negocio con éxito sin problemas. Croc logra convencerlos para que desarrollen una franquicia en los Estados Unidos y a partir de ese momento la historia da un giro inesperado. El héroe idealista que presentaba Michael Keaton al comienzo del film luego se convierte en el villano de este relato que uno termina por detestar. La película de Hancock expone de un modo brutal la frialdad del mundo de los negocios y como el hambre de poder que menciona el título y la codicia convirtieron a Ray Croc en un ser despreciable. Un empresario y vendedor brillante en su campo que no obstante terminó por traicionar a las personas que lo ayudaron a salir adelante en su vida. Un gancho muy interesante de este film es la tensión permanente entre Croc y los hermanos McDonald, quienes no querían convertir su proyecto familiar en una corporación porque sabían que esto afectaría la calidad de sus productos. Conocer a Ray Croc, que tanto se alaba en las publicidades de McDonald´s, es lo peor que les pudo haber ocurrido en sus vidas y el destino que tuvieron en esta historia es muy triste. Michel Keaton se carga la película al hombro y hace un trabajo brillante con la transformación que tiene su personaje desde el momento en que consigue el éxito en su negocio. Esta producción presenta un relato fascinante sobre una de las corporaciones más famosas del mundo cuyo origen no era tan popular. Simplemente conocíamos la versión oficial de la compañía que ignoraba algunos hechos importantes. Hambre de poder es una gran película que recomiendo. Después de disfrutarla no vas a ver al Big Mac y en especial los conos de helados con los mismos ojos.
Los amantes de la comida chatarra (que no serán pocos) disfrutarán enormemente de este film. Los detractores de la misma, posiblemente, también, ya que sin ser un golpe al estilo Supersize Me, Hambre de Poder (The Founder) revela algunos aspectos oscuros del creador de McDonalds, Ray Croc. El director John Lee Hancock -quien había dirigido la magistral Saving Mr. Banks (2013), contando la historia de Walt Disney y cómo llegó a su adaptación de Mary Poppins- esta vez trae a la pantalla grande la historia de cómo Ray A. Kroc se hizo con la marca de un pequeño restaurante de San Bernadino, California, y lo convirtió en la descomunal corporación que hoy todos conocemos. Ray Kroc (Michael Keaton), es un vendedor de poco éxito que casi por azar se encuentra con un restaurante novedoso, con un método de cocina y atención revolucionarios. Este restaurante, McDonald's, es atendido por sus dueños Dick McDonald, personificado por el siempre genial Nick Offerman, y Mack McDonald (John Carroll Lynch), quienes han desarrollado lo que hoy llamamos Fast Food, inspirados en un puesto de salchichas durante la crisis del 29. La película tiene un buen ritmo, buenas actuaciones y desde lo narrativo está indudablemente bien contada: no cae en escenas innecesarias ni tampoco deja partes de la historia que se propone contar con algún cabo suelto o misterio por omisión. Es, en resumen, una película en esencia fast food que, como el tema que toca, no será una maravilla pero deja un sabor amable y pasatista.
Esta película sobre Ray Kroc, el hombre que convirtió a McDonald’s en la poderosa empresa que es hoy, muestra el costado oscuro y cruel del personaje en cuestión. Protagonizada por Michael Keaton, el filme del director de “El sueño de Walt” va mutando de lo que parece ser un “infomercial” sobre la compañía a un relato sobre el lado negro de su exponencial crecimiento. Promediando la proyección de HAMBRE DE PODER tuve una extraña sensación: ¿estaba presenciando una suerte de infomercial sobre la fundación de McDonald’s, una de esas películas que se hacen y se estrenan porque las crea y apoya una enorme compañía multinacional con el poder suficiente como para hacer que ese tipo de material llegue a los cines? Saben a lo que me refiero. Así como las películas financiadas por alguna congregación religiosa, el filme de John Lee Hancock parecía ir en camino a convertirse en una especie de “película motivacional interna”, esas que les muestran a los empleados de una empresa con intención de convertirlos en parte de “el equipo” y así pelearse por ver quien llega primero a ser Empleado del Mes. A eso no podía evitar sumarle una segunda pregunta. Si era así, ¿a qué se debían las, por lo general, muy buenas críticas que la película había recibido en los Estados Unidos? ¿Habían “convencido” a los críticos con vouchers de Cajitas Felices de por vida? Pero no. No era así. En uno de los juegos narrativos más ingeniosos que recuerdo en una película del mainstream hollywoodense en mucho tiempo, después de un poco más de media hora en la que se nos cuenta los inicios de la empresa, de cómo un local familiar californiano, creado y mantenido eficientemente por dos hermanos (los verdaderos McDonald’s) fue “descubierto” por un buscavidas ingenioso, arriesgado y creativo llamado Ray Kroc (Michael Keaton, perfecta elección para el rol) y transformado en un fenómeno a nivel nacional, de a poco el guión de Robert Siegel (EL LUCHADOR) empieza sutilmente a oscurecerse. Lo hace de a poco, al punto que uno al principio piensa que apenas son algunas zonas oscuras de la compañía que se muestran solo para después dejar en claro cómo se superaron. Pero no. La oscuridad avanza y el productivo, eficiente y obsesivo Kroc empieza a volverse, cómo decirlo, un verdadero canalla. Casi sin que nos demos cuenta, el infomercial acaba por transformarse –sin recargar las tintas en extremo, aclaremos– en una historia de creación bastante oscura, perversa y desagradable. Y también en una mucho mejor película. Aclaro esto porque imagino que muchos podrían pensar en irse de la sala a los 20 minutos de película, cuando los hermanos fundadores nos hacen una demonstración tipo congreso de franquicias de comidas rápidas acerca de cómo hacer para que todo salga rápido, perfecto y sabroso, utilizando conceptos de la automatización industrial que, en los años ’40, todavía no habían ingresado al rubro gastronómico. Estos hombres, ingeniosos pero de ambiciones limitadas (encarnados muy bien por Nick Offerman y John Carroll Lynch), habían intentado expandirse años atrás con pésimos resultados. Hasta que un día le encargan a Kroc –un vendedor que recorría el país ofreciendo mezcladores para milk shakes que no lograba venderle a nadie– una insólita cantidad de esos productos. Intrigado, Kroc va a ver el local y se fascina con lo que encuentra: una versión iniciática de McDonald’s, con el mismo concepto productivo aunque con menos productos y con la gente todavía solo comiendo en bancos en el estacionamiento o en sus autos. El tipo, entusiasmado por este nuevo concepto, quiere conocer los secretos. Los inocentes hermanos le cuentan todo y pronto firman un contrato para abrir más locales en otras zonas del país. Todo parece ir bien. Más allá de algunos errores, malas decisiones y los problemas matrimoniales que a Kroc le trae estar todo el día obsesionado con su trabajo, se ve que el hombre se preocupa seriamente por los locales y la calidad de los productos. Hasta que empiezan los problemas, de a poco. Los gastos son muchos y las ganancias son ínfimas, más bien hay pérdidas. ¿Cómo se soluciona esto? Es allí donde empiezan los problemas entre Kroc y los hermanos McDonald’s, en los que “el fundador” (por aquí pasa la ironía del título original, THE FOUNDER) se da cuenta que el negocio pasa por otro lado, donde la calidad de los productos empieza a ser más dudosa y dónde sus problemas matrimoniales (Laura Dern encarna a su esposa) se tornan desagradables a partir de la aparición de otra mujer, casada (Linda Cardellini). Ya verán hacia donde avanza –más bien, desciende– la historia de HAMBRE DE PODER y cómo crecen las manipulaciones de Kroc a la hora de convertir a McDonald’s en un negocio eficiente a costa de la trampa, la mentira y la traición. Hancock (UN SUEÑO POSIBLE, EL SUEÑO DE WALT) tiene una filmografía que incluye algunas películas sobre personajes históricos, como la citada acerca de Disney, con Tom Hanks, que no dejan del todo bien parados a esas figuras mitológicas pero siempre con un toque suave, no excesivamente virulento en su crítica. Aquí, claro, algunos verán lo mismo, ya que no es un documental ni un filme-denuncia sobre otros lados aún más oscuros de la empresa (por decirlo de algún modo, ¿qué es lo que realmente venden y llaman hamburguesa?), pero me cuesta imaginarme que sea una película que funcione muy bien asociada con un combo Big Mac. Otros podrán decir –y es una lectura posible– que pese a ser dura y crítica con las actitudes comerciales y personales de Kroc, la película igual celebra o al menos acepta su espíritu “empresarial” como parte del sistema que integra, una especie de “ley de la jungla” capitalista, en la cual se mata o se muere. O bien que, criticando a Kroc, HAMBRE DE PODER celebra el espíritu de los verdaderos fundadores de la empresa como una manera de hacerse cargo y limpiar de su historial sus etapas y años más cuestionables. Pero no creo que sea así: la película hace del viaje de Kroc (que, en la personificación de Keaton, nos pone a dudar siempre sobre si lo suyo es solo intensidad o verdadera malicia) uno similar al de Walter White en BREAKING BAD, convirtiéndolo de héroe en villano –acá en menos de dos horas– y viéndolo pasar de self made man que lucha contra los poderosos a la encarnación misma del poder. Finalmente, tanto esa serie como esta película, no sean más que sutiles radiografías históricas del funcionamiento del capitalismo más cruento, uno que no conoce de límites éticos a la hora de pensar en ganar más y más a costa de lo que sea…
Así nace un imperio Todas las sucursales de McDonald’s tienen una placa de bronce con el nombre del “fundador” de la empresa: Ray Kroc. Y en el bronce se habla de “persistencia” y “liderazgo”. Esa es una especie de historia oficial, pero la historia real es otra: a principios de los años 50 Kroc era un vendedor ambulante de batidoras que un día se encuentra con un pequeño restaurant en el sur de California. Kroc queda deslumbrado: el negocio de los hermanos Mac y Dick McDonald tiene un singular sistema de montaje que le permite entregar hamburguesas cada 30 segundos. Además no tiene mozos y usa sólo material descartable. “Hambre de poder” se concentra en cómo Ray Kroc se asoció a los hermanos McDonald y les terminó robando de a poco la idea para construir el imperio de las franquicias que conocemos hoy. Como buen vendedor, Kroc era tan astuto como persistente, mientras los hermanos se refugiaron en sus principios de una manera un tanto naif. La historia en sí misma es apasionante y toca muchas aristas, desde el sueño americano en su apogeo, en los años 50, cuando todo parecía posible en Estados Unidos, hasta las prácticas sucias que se esconden detrás de las grandes ideas que se convierten en un negocio multimillonario. Sin embargo, el director John Lee Hancock (“El sueño de Walt”) se conforma con el camino de la biopic convencional, con un relato plano (a veces cercano al documental) que se sostiene solamente por el enorme empuje que tiene la historia real. En contraparte, el trabajo de Michael Keaton es excelente. Keaton convence en todos los matices de Ray Kroc, que puede ser tanto un seductor vendedor como un empresario sin escrúpulos y despiadado.
Todo lo bueno de esta biografía del tipo que inventó las franquicias de McDonalds (no “el que inventó McDonalds”, claro que no) consiste en el trabajo electrizante de Michael Keaton. Cómico, peligroso, ambiguo todo el tiempo, capaz de ponernos de su lado y de provocarnos rechazo a veces en la misma escena, hace de una película poco imaginativa un campo de juego para su talento.
La historia del fundador de McDonalds parece una prolija biopic de manual, entretenida y con un protagonista perfecto, Michael Keaton. Pero resulta más que eso: un implacable, y apasionante, retrato del lado oscuro del american dream. Como una radiografía del emprendedor, Keaton imprime una energía infatigable a su Ray Croc, el vendedor de batidoras que sueña en grande cada vez que reconoce una buena idea. En el original, la película dirigida por John Lee Hankock -que viene de dirigir otro film sobre un Gran Americano, Walt Disney-, se llama The Founder, el fundador. Ustedes podrán intuir, entonces, que Hambre de poder es también un retrato del capitalismo salvaje en primera persona. Eso sí: con las hamburguesas no se metan.
PANZA LLENA La historia del hombre que construyó un imperio con ladrillos de hamburguesas. Es particularmente irritante sentarse a ver Hambre de poder (“The Founder”) en el clima político y económico que nos toca vivir. Mientras que en los Estados Unidos la nación corporativa de Trump avanza en todos los frentes, en nuestro país tenemos que sufrir otro gobierno de CEOs coreado además por un grupo de fieles que hacen flamear la bandera de la tan infame “meritocracia” – que busca convencernos de que cada uno cosecha el fruto de su trabajo y que el pobre o poco exitoso lo es porque no se esforzó lo suficiente dentro de la voraz estructura del sistema capitalista. Hay algo de esa falsa meritocracia (que se desentiende de un sinfín de indicadores económicos y sociales) en la última película de John Lee Hancock (“Saving Mr. Banks”) cuyo gran mantra es “nada es más común que hombres sin éxito pero con talento”, la frase del ex-presidente de los Estados Unidos Calvin Coolidge que Ray Kroc (Michael Keaton) se repite a sí mismo una y otra vez. Coolidge asegura también que “nada en el mundo puede ocupar el lugar de la persistencia”. Ni el talento. Ni una idea. Ni siquiera la educación. Lo único necesario para triunfar y ser exitoso es seguir intentando. E intentando. E intentando. Persevera y triunfarás como respuesta a todo. Y si existe alguien perseverante es el protagonista de la historia, un vendedor de batidoras de malteadas que es, cuando lo conocemos, pura labia y pocas ventas. Su discurso, que gira alrededor del concepto de que la oferta genera demanda a partir de la estimulación del mercado es sagaz, picante y prometedor, pero no parece convencer a los desinteresados dueños de restaurantes. La frustración, sin embargo, se convierte en curiosidad cuando en medio de la sequía de negocio recibe una llamativa orden desde California. Casi instintivamente, Ray se embarca en un viaje a través del país para ver con sus propios ojos este pequeño local que está salvando su empresa. Por supuesto, al llegar al lugar de los hechos se encuentra con el McDonald's original, fundado por los hermanos Richard y Maurice McDonald (Nick Offerman y John Carroll Lynch) y queda maravillado de inmediato. Cosas que damos por sentado hoy son, a comienzos de la década del cincuenta, revolucionarias: los hermanos han desarrollado un sistema propio que les permite entregar los pedidos de inmediato (“¿Por qué esperar 30 minutos cuando podés tenerlo en 30 segundos?” explica Maurice), tienen un menú reducido que se consume directo de la bolsa en la que se entrega (reduciendo el costo fijo), y ofrecen un espacio ideal para toda la familia (que a diferencia de los desagradables adolescentes, no pasan horas haciendo quilombo sin consumir nada). Los hermanos McDonald son la representación misma de lo que alguien alguna vez definió como “el sueño americano”. Richard es el cerebro de la operación, un perfeccionista desconfiado e introvertido sin demasiado tacto para las relaciones públicas, y Maurice es el corazón y la cara visible de la empresa. Bonachones y confiados, los hermanos invitan a Ray a conocer el funcionamiento del local (una cadena de montaje aceitada hasta el último eslabón) y le revelan no solo su historia, sino los detalles y secreto de su éxito – moderado pero suficiente según su propia visión del mundo. Los McDonald son el talento. Los McDonald son la idea. Ray es la perseverancia. Luego de convencerlos de convertir el restaurant en una franquicia, Kroc tarda muy poco en mostrar su verdadera cara y la película muta a una historia de ambición, avaricia y deslealtad empresarial que por momentos es dura pero a la vez atrapante. Como una película anti-guerra que resulta fascinante por su naturaleza cinematográfica y cuyo mensaje por momentos queda disuelto en medio de la acción, Hambre de poder podría girar alrededor del negocio de la comida rápida o de la industria textil y el atractivo de la historia sería el mismo. Ray Kroc es una sanguijuela. El mejor y peor producto de la maquinaria capitalista, dispuesto a sacrificar valores morales y éticos en la búsqueda del éxito empresarial. Mientras que los hermanos intentan proteger la pureza de su producto, Ray prioriza las ganancias y la expansión que terminaron convirtiendo aquel pequeño restaurant, en el que cada detalle estaba controlado, en un imperio de comida tan rápida como industrializada. Como grita Richard en medio de una discusión con su hermano, dejaron entrar “un zorro en el gallinero”. Sin embargo, como suele ser el caso de estos personajes, Ray no se identifica a sí mismo como el villano de la historia, sino simplemente como un idealista. Como alguien que consigue resultados. Y seguramente la película de Hancock (con guión de Robert Siegel) genere una cierta división en los espectadores: algunos lo verán como una figura inspiradora que confirma esta falsa idea de que solo es necesario un espíritu emprendedor para llegar a la cima, mientras que otros se sentirán asqueados por su maquinaciones y personalidad (que enmascara una clara inseguridad en una energía que parece no tener límites). Más de uno culpará a las víctimas de esas maquinaciones, como es tan común en una sociedad bastante enfermiza, por ser demasiado inocentes, por dejarlo entrar, por confiar. Por la temática y el tono, se ha comparado mucho a Hambre de poder con Red Social (“The Social Network”). Pero por desgracia, John Lee Hancock no es David Fincher y Robert Siegel no es Aaron Sorkin. El director pasa de construir planos chatos y faltos de dinámica a sentirse inseguro de sus propias decisiones y hacer cinco cortes en una toma de Ray mirando un mapa. El guionista, por su parte, pasea entre un intento de imparcialidad y la subjetividad extrema que subraya oprimidos y opresores en cada escena, sean esposas, colegas o el mismo Ray – y para colmo el guión hace un descarado intento de redención del personaje con un guiño que queda atrapado entre un monólogo espantoso y un epílogo aún más desesperanzador. Michael Keaton como el inescrupuloso empresario está realmente impecable y confirma el excelente momento profesional que le toca vivir. El actor consigue combinar el nerviosismo, la charlatanería y la energía de Kroc con momentos de introspección acompañados de un sutil sentimiento de duda, producto de su clara inseguridad. Todo gira alrededor del "fundador", por supuesto, por lo que el resto del elenco se siente por momentos apenas incidental, pero aún así Offerman y Lynch tienen una excelente química como los hermanos McDonald, y las simpre confiables Laura Dern como Linda Cardellini (aunque poco aprovechadas) desarrollan al protagonista y casi que crean su propio paralelismo de la historia principal a través de sus personalidades. Hambre de poder es una buena película, atrapante y disfrutable aunque cada tanto genere un disgusto genuino, ya que es imposible no empatizar con los hermanos McDonald y rechazar las sádicas prácticas del protagonista. Sin embargo, habrá espectadores que construyan su propia narrativa y le den a este caníbal empresarial el mote de emprendedor y justifiquen el título local. El guión por momentos se enrosca en cuestiones legales sin salir del todo bien parado y la dirección es apenas correcta, pero el buen elenco y la interesante premisa le alcanzan para mantener el ritmo y la calidad.
Esta semana llega a los cines “The Founder”, una película bastante retrasada hace meses que nos viene a contar la historia de cómo fue verdaderamente la llegada al éxito de la franquicia “McDonald’s”, que tiene bastantes más aristas de lo que creíamos. Lo que es sorprendente es que de un tema que quizás todos no conocemos salió un film muy entretenido, sobre todo por la fuerza de sus actores principales y una narración que no decae en ningún momento gracias a la dirección de John Lee Hancock. A pesar de que hay otras producciones que abordaron el tema de Ray Kroc y su rapidez mental para el imperio de las hamburguesas, este film abarca todo lo que ocurre desde que descubre este emprendimiento, vemos evolucionar a su versión cinematográfica que nos hace transitar distintos estados de ánimo durante toda la película. Es genial que a medida que pasan los minutos pases del cariño a la admiración, para luego a la decepción y finalmente a un odio total hacia este señor que no paró ante nada para ser el rey. Michael Keaton se adueñó completamente de Kroc, casi haciéndolo un personaje completamente creado para la pantalla y escrito para las situaciones que se muestran. Las aristas anteriormente mencionadas que despliega son geniales y luego de verlas es difícil imaginar a otro actor, que agradezco tener nuevamente en pantalla luego de varias producciones fallidas hace años. A su vez lo acompañan muy bien Nick Offerman y John Carroll Lynch interpretando a los dos hermanos McDonald. Es una película discreta que no tiene muchas más virtudes, ya que incluso hubiera sido perfecta como una obra de teatro. Sus actuaciones, dirección y ambientación lo hacen notar. Si vas buscando un film tranquilo, que no sea tan pretencioso y te cuente una historia interesante, de esas que podés presumir que conoces en tu reunión de amigos, “The Founder” es una muy buena opción para que veas este fin de semana. Puntaje: 4/5
PERSISTENCIA VERSUS INOCENCIA Es probable que estemos frente a la primera versión de teoría, prueba y error de los manuales de autoayuda en pantalla. Sobre todo de aquellos en los que se dice que la persistencia está por encima de cualquier valor. En este caso no importa la inteligencia, la creatividad, el profesionalismo ni la honestidad, no hay nada como la persistencia al ir tras un objetivo. Tal era la premisa auto impuesta por Ray Kroc, un vendedor de máquinas de hacer malteadas que no podía, a pesar del esfuerzo, vender su producto en las suficientes tiendas y locales como para que su negocio fuese todo lo rentable que necesitaba. Y sin perder ese objetivo, el de ser un líder, alguien merecedor de reconocimiento y a la vez acopiador de una fortuna que lo recompense, no dejaba de buscar utilizando su olfato, esa veta de la cual extraer la gema que coronaría su carrera, cueste lo que cueste. En este peregrinar es donde conoce a los hermanos Dick y Mac McDonald, que con mucho esfuerzo, ingenio y creatividad, proyectaron y construyeron la primera casa de comidas rápidas en la que elaboraban y entregaban en treinta segundos, una hamburguesa con papas fritas y gaseosa, en una ventanilla y para comer donde el cliente le diera la gana, pero fuera del lugar en el que eran expendidas. Kroc ve la maravillosidad del evento y de cómo responde la gente y les pide a los hermanos que le cuenten su historia con todo detalle. Ellos, inocentes, no sólo acceden a sus requerimientos sino que además lo hacen partícipe del negocio y firman un contrato con el cual lo empoderan para llevar adelante una franquicia. A partir de allí, el caos se apodera de la vida de todos los implicados, así como de sus parejas, ya que el paradigma de la empresa es el de la colaboración familiar en el negocio y todo evoluciona hasta caer en la historia que la mayoría de nosotros conoce, con todos sus matices. La principal habilidad del director al contar este biopic es la de no condenar de antemano a sus personajes, ni de tratar de manipular al espectador para que lo haga. Y si lo intenta, lo hace de manera tan sutil que no altera para nada el seguimiento de las situaciones y la empatía que uno pueda sentir por cada uno de ellos. Ray Kroc es todo un símbolo de lo que significa el esfuerzo de la persistencia, pero también de cómo se condimenta eso con la apertura de ojos y oídos para escuchar y aprender la mejor manera de llegar a ese destino. Michael Keaton hace un muy buen trabajo componiendo a Kroc, sobre todo porque lo despoja de tics o amaneramientos -inherentes a ciertos personajes encarnados por el actor- que ensucien la interpretación. Sus líneas son las de un verdadero evangelizador que comprende que nada está por encima de la determinación de conseguir su objetivo y las elabora de manera magistral. Laura Dern como la esposa que acepta su trabajo pero no comparte su pasión también es admirable y los hermanos McDonald se constituyen en la frutilla del postre por su excentricidad y cierto nivel de frikismo que los hacen tan adorables como irritantes. Y esa irritabilidad que generan los McDonald, así como los impedimentos que ponen para que la empresa crezca de la manera que finalmente lo hizo, son los que ubican el conflicto en la zona gris. Porque nadie tiene derecho a adueñarse o a explotar la idea de otro por odioso que sea. Y tampoco se obliga a nadie a invertir tiempo y dinero en una empresa en la que se sabe que se ingresa con tantas limitaciones operativas. Y aún así uno puede meterse en la piel de Kroc y entender, en la medida subjetiva de cada uno, su lucha. Hambre de poder es disfrutable y útil en muchos aspectos, porque puede aceptarse que la persistencia es un valor de peso pero también que la ética hace a los hombres y a su reputación. No es casual que a Kroc lo haya asesorado un abogado y, de manera brillante, le haya proporcionado su propia idea para hacerse del imperio McDonald’s, y eso también puede tomarse como muestra de que en ciertos casos, la creatividad y el ingenio pueden ser aún más efectivos que la persistencia, sobre todo si se los despoja de toda moralidad.
En el film dirigido por John Lee Hancock, Michael Keaton protagoniza la historia del hombre que convirtió a McDonald´s en la cadena de comida rápida más conocida del mundo. En los años ´50, una pequeña hamburguesería de San Bernardino, al sur de California, llamó la atención de Ray Kroc (Michael Keaton). La velocidad con la que los hermanos Mac (John Carroll Lynch) y Dick (Nick Offerman) McDonald preparaban la comida y el sistema que utilizaban para conseguirlo conquistó a Kroc, quien tras conseguir la franquicia se las ingenió para convertirla en un imperio multimillonario. Basado en una historia real, Hambre de poder (The Founder, 2017) le permite al público conocer el nacimiento, crecimiento y expansión de una marca registrada. Y también la vida de un hombre inescrupuloso que tuvo la visión de futuro necesaria para concretarlo. Keaton interpreta de forma excelente a un personaje que no será del agrado del público. Porque a pesar que al comienzo es un “perdedor”, cuando empieza a prosperar aparece lo peor de su personalidad. Carroll Lynch y Offerman también le aportan mucho a la película con sus actuaciones. Hambre de poder es la biografía de un hombre ambicioso que consiguió lo que se propuso, sin importarle otra cosa más que lo comercial. Característica que suelen tener lo hacedores de imperios.
Crítica emitida en Cartelera 1030 –Radio Del Plata AM 1030, sábados de 20-22hs. (por excepción el programa salió al aire de 20-21hs.)
Michael Keaton consolida su regreso exitoso luego de dos films premiados - Publicidad - Del director John Lee Hancock sólo se conocían hasta ahora sus dos largometrajes anteriores, al que se acaba de agregara ahora “Hambre de poder“, título muy diferente del original “The Founder”. La inmediatamente anterior, “El sueño de Walt”, se refería al sueño de Disney (Tom Hanks) de poder llevar al cine la novela “Mary Poppins”, para complacer a sus hijas. Tardó muchos años en convencer a la escritora P.L.Travers (Emma Thompson) para que ésta le cediera sus derechos. La película precedente, al igual que gran parte de la que ahora nos ocupa, transcurría durante mediados del siglo pasado y en ambas se perfila el interés de Hancock en lograr una buena reconstrucción de época, lo que en ambas consigue. Aquí la acción se inicia en un lejano 1954 en San Bernardino (California), adonde llega Ray Kroc, un vendedor de procesadoras (mixers) de alimentos que ofrece a los hermanos Dick (Nick Offerman) y Mac (John Carroll Lynch) McDonald. Ellos manejan un pequeño local de hamburguesas que ofrecen a 15 centavos de dólar y cuyo éxito se debe a que tardan poco tiempo en entregar a sus clientes como le explican a Kroc al afirmar que “la velocidad es el nombre del juego”. Michael Keaton compone a éste último personaje, un don nadie que sin embargo ve por primera vez la posibilidad de cumplir su “sueño americano”. Luego de muchas idas y vueltas logra convencer a los dueños de que le otorguen una franquicia de la marca de los “Arcos dorados”, pero de allí en más su ambición lo llevará a traicionar a los hermanos, cuyos principios de ética no respetará. La vuelta de Michael Keaton es sorprendente si se piensa que luego de sus éxitos de las décadas del ’80 y ’90 (“Beetlejuice”, “Batman” y su secuela), todas de la mano de Tim Burton, entró en un cono de sombro desde inicios del presente siglo. De hecho entre el 2000 y el 2013 sólo dos de sus doce películas fueron estrenadas en Argentina. Pero en 2014 de la mano de Alejandro González Iñárritu consiguió el rol principal de “Birdman”, la ganadora del Oscar de dicho año. Y un año después también fue uno de los protagonistas de “En primera plana” (“Spotlight”), la siguiente ganadora del premio de la Academia. Ahora regresa en la historia de McDonald’s, una obra algo menor a los dos antes mencionadas donde sobresale su interpretación, bien acompañada por Laura Dern en el sufrido rol de su esposa y de los actores que componen a los fundadores de la famosa empresa de hamburguesas. Y para los cinéfilos habrá algunos guiños como la escena en que Kroc ingresa a un cine de pueblo para ver un clásico como “Nido de ratas” (“On the Waterfront”), en una sala donde los espectadores aún estaban autorizados a fumar durante la proyección.
Crítica emitida por radio.
No consumo de la comida de McDonald, pero me pareció interesante ver un film sobre como se hizo franquicia, sumado a que tiene un gran elenco. Voy a empezar por lo último que mencioné. Grandes actuaciones por parte de Michael Keaton, Nick Offerman y un papel chico pero interesante el de B.J Novak. Gracias a esto la película se sostiene en el tiempo y captura el interés. Nos encontramos con un vendedor de máquinas de malteadas, pero por lo visto ha sido vendedor de todo lo que se le cruzaba. Se encuentra con los McDonalds y se enamora de su forma de hacer y vender hamburguesas, por lo que les propone hacer franquicia. Todo el tiempo la película me recordaba a “Red Social” la película sobre el creador de Facebook, y tienen mucho parecido. Es un film que está bien, cuenta bien la historia, nos muestra de una forma interesante algo que quizás sea aburrido por otro medio. No es una película lenta, pero tampoco es que el tiempo se te pasa volando. Más no se le puede pedir a una película sobre el creador de Mc. Mi recomendación: Si sos de las personas que le gusta ver las películas basadas en historias reales, mirala para ver cómo nació la franquicia.
Impriman la leyenda Hambre de poder (¿tanto les costaba poner El fundador?) es la película sobre la fundación de McDonald’s. Ese es el atractivo, el pitch le dirían allá, la idea básica a narrar en que se basa la película. Y si, lo que cuenta es eso, cómo el restaurante creado por dos hermanos (los McDonald) fue explotado y usurpado por un empresario más ambicioso, Ray Kroc, que eventualmente acabaría por adueñarse de todo, incluyendo la historia fundacional. Lo que Hambre de poder hace bien, incluso muy bien, es narrar esta historia sin boludeces. Sí, es una película sobre los límites de la ambición y la crueldad del mundo empresarial y todo eso. Pero son temas secundarios. El principal foco de Hambre de poder es cómo funciona la creación de un mito. Pocas cosas deben ser, aún hoy en día, reconocidas tan globalmente como McDonald’s. En cualquier esquina del mundo saben lo que esa M amarilla y ese payaso significan. Hambre de poder narra la creación de esta marca sin entregarse a lecciones éticas o morales. Ray Kroc es un jodido, pero la película evita juzgarlo o ensalzarlo demasiado; no es más que un hombre gris con una ambición desmedida que encuentra la oportunidad perfecta. Keaton sigue en su etapa “quiero un Oscar” postBirdman, ahora estrenando acento sureño (nada puede ser peor que el de Boston que intentó en Spotlight), pero no molesta tanto al equilibrarse con las dos actuaciones excelentes de Nick Offerman y John Carroll Lynch. Los hermanos McDonald son el alma real de la película, ejes morales, aunque medio ilusos, que sabemos perdedores desde el comienzo. Al no tomar un único bando en la disputa, John Lee Hancock (que hizo Saving Mr Banks, así que le perdonamos todo lo anterior) evita los peligros más obvios de esta historia: sus posibles facilismos y enseñanzas condescendientes. Al final de Hambre de poder aparecen registros de los personajes reales, aunque solo de la parte de Kroc. Quizás no todo lo que vimos haya sido cierto. Pero la película sabe que esto es irrelevante. La historia, sabemos, la escriben los vencedores. Y esto no es un documental, sino una buena historia.
Ray Kroc (Michael Keaton) es un vendedor que recorre, sin mucho éxito, las rutas de Estados Unidos en busca de restaurantes de pueblo a los que ofrecer productos que considera innovadores. Esto cambia cuando le hacen un gran pedido desde San Bernardino, California y la intriga lo lleva a acudir en persona. Ahí se encuentra con un pequeño restaurante que no tiene mesas ni camareros, atendido por sus dueños Mac (John Carroll Lynch) y Dick (Nick Offerman) McDonald y un equipo de empleados que sirven la comida en pocos segundos, “McDonald’s”. Kroc ve en este emprendimiento familiar la posibilidad de generar muchísimo dinero y logra convencer a los hermanos McDonald de permitirle ser el encargado de vender las franquicias. Finalmente, Ray se apropia de un sueño familiar ajeno y lo convierte en un imperio. Dirigido por John Lee Hancock (El Sueño de Walt, Un Sueño Posible), este film ambientado en los años 50 muestra la naturaleza del ciudadano norteamericano. Pone al espectador en medio de una lucha entre la integridad y la ambición y, aunque los productores lo hayan negado, publicita la comida de la cadena sin parar. El comienzo es, como mínimo, lento. Ya que en la primera media hora casi no hay acontecimientos de relevancia. El plus es el trabajo del Director de Fotografía John Schwartzman (Jurassic World), quien logra una calidad en los colores que hace que la película sea muy linda de ver. Pareciera que Hambre de Poder no quiere mostrarse contra McDonald’s y termina siendo una gran publicidad. Contraria a otras producciones sobre el tema, pareciera que Hambre de Poder (The Founder) no quiere mostrarse contra McDonald’s y termina siendo, por momentos, una gran publicidad. Con una postura un tanto ingenua en cuanto a la actitud de Kroc (quien le robó la idea y nombre a los hermanos McDonald’s y se hizo millonario) la película entretiene pero no deslumbra. El ritmo es irregular y eso hace que por momentos sea un tanto tediosa. El sobresaliente es la soberbia interpretación de Keaton, quien dispone de charlas directas a la cámara, hablándole al espectador. Cuanto más elegante se lo ve, más se le va ennegreciendo el alma mientras va perdiendo el brillo en los ojos. Reivindicando los orígenes de una de las cadenas de comida rápida más grandes del mundo (si no la más) y la calidad de sus hamburguesas, Hambre de Poder, falta de condimentos, resulta un tanto insulsa.
Hamburguesas sin condimentos Si no fuera por el magnetismo que despierta Michael Keaton, Hambre de poder podría ser abandonada en su primera media hora. La verborragia del actor está a tono con un montaje elíptico, apurado, de cara a un cincuentón que persigue la idea salvadora que le gane la pulseada al tiempo. Si se tiene en cuenta que el asunto en cuestión, ni más ni menos, apunta al establecimiento ‑-circa años '50‑- de la desconocida firma McDonald's como franquicia, el rictus se acentúa. Ni qué decir cuando se señala el descubrimiento de la "cómida rápida" como "revolucionario", en la línea del también "revolucionario" Henry Ford. Pero a no dejarse engañar, porque allí cuando podría especularse una publicidad de 120 minutos, lo cierto es bien distinto. De manera tenue, la película de John Lee Hancock (Un sueño posible, El sueño de Walt) despierta el costado agresivo de su personaje. Ray Kroc (Michael Keaton) es un vendedor a domicilio, con ideas extravagantes y sin suerte, como lo significa la batidora múltiple que se empecina en ofrecer. Hasta que repara admirado en el local de los hermanos Richard y Maurice Mc'Donalds, en California. A partir de allí, surge en él la convicción de que en el sistema de cocción rápida, "familiar e higiénica", de los hermanos, descansa la oportunidad ansiada. Entre contratos y diálogos atropellados, Kroc escala posiciones y socava paulatinamente lo que le rodea. El costo personal o afectivo no le importa, aspecto que refiere una paradoja inevitable con la retórica "familiar y americana" que promueven los "arcos dorados". Kroc está convencido -‑quién podría discutirlo-‑ de que esos "arcos" están a la altura simbólica de las banderas y cruces que habitan en todos los pueblos y ciudades estadounidenses. Vale contemplar que se trata de los años '50, con la delación e individualismo a flor de piel. Son tiempos de macartismo y cuando Kroc va al cine, lo hace para ver Nido de ratas, el film de Elia Kazan, a la sazón, colaboracionista del Comité de Actividades Antiamericanas. Su película, a tono con las demandas ideológicas de la época, criminaliza la organización de los trabajadores. Basta ver el "coaching" que idean los hermanos McDonald's y que Hambre de poder grafica, para vincular esa prédica: el trabajador deviene un engranaje eficiente, de sonrisa prefabricada, inmerso en una coreografía sin música y con movimientos vigilados. Es ésa la "gran idea" que Kroc se apropia y universaliza en forma de hamburguesas. Junto al secreto sonoro, dice, que guarda la pronunciación de la palabra "Mc'Donalds". Sin estridencias, la película de John Lee Hancock culmina con dignidad, como una radiografía social tal vez algo insegura, pero con el logro nada desdeñable de haber atisbado los condimentos verdaderos.