Madres adolescentes Hogar (2019), la ópera prima de ficción de la realizadora italiana radicada en Argentina Maura Delpero, narra los conflictos dentro de un instituto italiano religioso para madres adolescentes ubicado en algún lugar de la Provincia de Buenos Aires. Titulado internacionalmente Maternal, el film analiza la difícil convivencia entre las monjas y las madres adolescentes. Luciana (Agustina Malale) y Fátima (Denise Carrizo) son dos amigas muy jóvenes que comparten una habitación en el Hogar, ambas madres que se debaten entre los deseos de vivir una vida juvenil sin responsabilidades y la realidad de no tener una casa propia ni trabajo, y tener a cargo la responsabilidad de un menor de edad con todas sus necesidades. El Hogar las ha unido pero ambas son muy distintas y tienen intereses y proyecciones muy diferentes respecto de su situación. Mientras que Luciana fustiga a las monjas, genera peleas, se escapa por las noches y sueña con abandonar el convento para irse a vivir con su nuevo novio, Fátima espera un segundo hijo y desencantada tempranamente del amor prefiere seguir las reglas de las monjas y quedarse en la institución. Sor Paola (Lidiya Liberman), una joven monja italiana recién llegada al Hogar para tomar sus votos perpetuos, descubre en su relación con Yanina, la pequeña hija de Luciana, una conexión maternal inesperada que la aleja de la vida religiosa y la acerca a las jóvenes madres, descolocándola completamente de la vocación que preveía para su vida. Hogar es un film de gran sensibilidad que trabaja con los gestos corporales, lo que no se dice pero queda implícito a través de las acciones y los diálogos, que a veces son más una forma de reacción y rechazo impotente ante lo dado. Delpero realiza una buena ambientación, realista, casi documental y cruda, sobre los conflictos alrededor de la maternidad y entre las madres jóvenes y las monjas, que educan a los niños, les imparten la enseñanza religiosa y proveen de trabajo y disciplina a las madres. Entre las monjas y las madres hay una relación destinada al conflicto, que puede generar sumisión o rebelión ante las reglas impuestas. La realizadora del documental Nadea e Sveta (2012) filma con mucho conocimiento del tema, de los conflictos, sus raíces y ramificaciones. La obra de Maura Delpero cuenta con excelentes actuaciones de parte de todo el elenco y una extraordinaria dirección de actores que se destaca principalmente en las escenas con los niños. También sobresale la presencia de la conocida actriz de teatro Marta Lubos como la madre superiora del Convento. Hogar logra construir un tono íntimo y busca en los diálogos y las situaciones de la cotidianeidad la tensión narrativa entre lo femenino, lo maternal y lo religioso, cuestión en permanente discordia que funciona como el eje del relato. Delpero convierte aquí la crudeza de la maternidad adolescente en una circunstancia emotiva, difícil y llena de sacrificio, pero también maravillosa en todas sus contradicciones. Hogar se adentra en esta intimidad profundamente, sin mediaciones, permitiendo que los conflictos penetren en los personajes y los transformen para dejarle un mensaje muy humanista al espectador.
El cine fue ajeno a retratar las complejidades de la maternidad. Un director que viene preocupándose por el tema es Diego Lerman, en films como Refugiados y Una especie de familia. Justamente él es uno de los productores de Hogar, ópera prima de la italiana Maura Delpero. La acción se desarrolla en un hogar para madres jóvenes, a cargo de un grupo de monjas. Allí las chicas pueden convivir con sus hijos pequeños y realizar actividades que les permitan una salida laboral. Entre ellas están Fátima (Denise Carrizo), mamá de un varón y embarazada de nueve meses, y Luciana (Agustina Malale), la impulsiva mamá de una nena. Dos amigas que se entienden, pese a sus distintos grados de madurez. En ese contexto, desde Italia llega Sor Paola (Lidiya Liberman), una nueva monja. Luciana enseguida conecta con ella, pero no así Luciana. De hecho, ella escapa del hogar, y la pobre hija encontrará una figura materna en Sor Paola. Un gesto de amor que, sin embargo, inquietará a los altos mandos del establecimiento. Aun cuando tiene a su alcance los elementos para hacerlo, la película evita los golpes bajos innecesarios y retrata con realismo a estas mujeres, que representan tres aspectos distintos de la maternidad: la que ama ser madre, la que evita ese rol para seguir de parranda y la que se convierte en madre aunque su fe se lo impida. Delpero jamás emite juicios acerca de ninguna de las tres -ni sobre las monjas-, y permite que el espectador pueda comprender las actitudes de cada una. Otra decisión clave de la directora fue combinar actrices profesionales y no actrices, basándose en los requerimientos de cada personaje. La italiana Lidiya Liberman cuenta con experiencia, mientras que Denise Carrizo y Agustina Malale, no, de modo que el desempeño delante de cámara es de un naturalismo exacto. En el caso de Malale, pasó gran parte de su vida en un verdadero hogar. Mención aparte para los chicos, especialmente la hijita de Luciana, que se roba sus escenas transmitiendo tanto ternura como desazón. Otro gran trabajo de María Laura Berch, coach de actores especializada en niños, por lo que es la más requerida en el cine nacional. Hogar habla de maternidad, pero fundamentalmente habla de amor en un mundo donde parece no haber más lugar para los sentimientos más profundos.
Madres Hogar (2019) es la primera ficción pura de la italiana Maura Delpero, que hasta el momento solo había incursionado en documentales que rompían con esa barrera que separa la realidad del artificio. Un convento religioso dirigido por un grupo de monjas ancianas que alberga madres adolescentes es el espacio físico elegido para plantar una historia que pone en conflicto los vínculos generacionales, sociales y religiosos entre un grupo de mujeres madres: algunas de hijos propios y otras que cumplen con ese rol por ser siervas de un dios. Las protagonistas de Hogar son mujeres y niños, no es casual que ningún hombre aparezca en cuadro y aquellos que están pero no vemos resulten conflictivos, pero también el hogar que las alberga funciona como un protagonista más. Espacio donde transcurre casi el 99% de la historia y fiel a su género masculino se convierte también en un conflicto. Las alberga pero a cambio de qué. El hogar que da título al film está habitado por monjas argentinas e italianas, todas mayores, y un grupo jóvenes madres que se debaten entre atender a sus hijos, con las responsabilidades que eso conlleva, o comportarse como lo que son: adolescentes. Contradicción a la que también se enfrenta la hermana Paola, interpretada por la italiana Lidiya Liberman, que se instala en el convento para terminar su noviciado y profesar sus votos en medio de dudas y temores. La directora construye un relato coral sobre la tensión latente entre las monjas y las huéspedes pero sin olvidarse de los conflictos propios entre cada una de las integrantes y su relación tanto con lo terrenal como lo divino. La historia busca diferenciar dos realidades bien opuestas entre quienes pueden elegir y quiénes no. La hermana Paola tiene la oportunidad de tomar los votos o dejar todo. Pero ¿las adolescentes en estado de vulnerabilidad tienen la misma posibilidad? Dentro de la historia dos chicas sobresalen del resto de las madres que forman el núcleo de la película. Fátima (Denise Carrizo), una tímida y joven embarazada cuya mejor amiga es la rebelde Luciana, interpretada por Agustina Malale, a la que la realizadora, afincada hace años en Argentina, conoció en un hogar real. La conexión que logran ambas pese a las diferencias que las separan traspasa la pantalla y atraviesa a todos los personajes. Producida por Campo Cine de Nicolás Avruj y Diego Lerman, Hogar que por la forma de retratar el espacio nos recuerda a La mirada invisible, dirigida por éste último, es una película movilizadora, con más preguntas que respuestas, como aquellas generadas por la propia religión.
Luciana y Fátima son compañeras de cuarto en una institución religiosa que ayuda a madres adolescentes que no pueden sustentarse por sí solas. Si bien sus personalidades son completamente opuestas, crearon una amistad que entrará en crisis con la llegada de Sor Paola, una joven monja italiana que vivirá en dicho lugar antes de tomar sus votos. Después de muchos años realizando documentales, la directora nacida en Italia pero radicada en Argentina incursionó en la ficción con su ópera prima “Hogar”, una obra sensible que se centra en esas jóvenes que no están preparadas ni emocional ni económicamente para ser madres. Delpero busca construir una historia sin caer en estereotipos ni crear críticas o juicios hacia sus protagonistas, sino donde se muestre un abanico de personajes más complejos. Principalmente se centra en dos bien opuestos pero que se complementan. Mientras que Luciana trata de vivir su vida como si nada hubiera pasado, preocupándose más por las salidas que por su maternidad, Fátima decide recluirse en la institución y ocuparse de su hijo (y de la bebé que está en camino). A pesar de sus diferencias, en ambas existe cierto rechazo o distancia hacia sus pequeños, no terminan de abrazar del todo su costado maternal. Sor Paola es quien termina de conformar este trío protagónico, una mujer decidida a dejar su vida atrás para dedicarle sus días a la religión, pero se irá transformando poco a poco, sobre todo cuando empiece a relacionarse con Nina, la hija de Luciana. Como espectadores no conocemos el pasado de estas mujeres, su contexto o lo que tuvieron que transitar hasta llegar a esta situación, sino que nos quedamos en su presente, con sus aciertos y sus fallas. Con respecto a las interpretaciones, hay que destacar la labor de Agustina Malale (Luciana) y Denise Carrizo (Fátima), dos actrices debutantes que logran componer con creces ambos personajes tan conflictuados. Pero sobre todo tenemos que subrayar el trabajo realizado con los más pequeños, principalmente con la niña que hace de Nina, que a su corta edad transmite en sus gestos la necesidad de afecto y la preocupación. En el guion se plasma la inocencia de estos chicos que no terminan de comprender el contexto que los rodea ni la situación de sus madres pero que transitan su vida con total naturalidad, aunque algunos de sus diálogos puedan resultar impactantes. La puesta en escena es bastante sencilla y austera, aunque tiene un gran trabajo de ambientación: la única locación que vemos es la de este enorme centro, donde las madres duermen, comen y realizan distintas tareas y donde sus hijos asisten al jardín con una educación meramente religiosa. Acá se produce una contradicción entre lo preceptos que se enseñan en la institución, como el concepto de familia, y la realidad que viven estas mujeres. En síntesis, sin realizar ningún tipo de juicio a sus personajes, la directora busca ofrecernos un relato intimista, emotivo y con tintes del género documental, pero sin caer en golpes bajos. Un mero retrato de aquellas mujeres que son madres a muy corta edad y que no solo tienen que aprender a cuidar a sus hijos sino también deben lidiar con su propio crecimiento.
Renuncias Las aristas que se cruzan en el universo de Hogar, primera ficción de la realizadora italiana Maura Delpero, son múltiples pero comparten ciertos denominadores comunes como por ejemplo la ausencia de lo masculino y la tensión irresuelta entre deseo y responsabilidad, sobre todo en una edad muy compleja, la adolescencia, como para tomar decisiones importantes. La cámara se instala rápidamente en la intimidad de un hogar religioso que alberga madres adolescentes y es administrado por monjas, quienes además de dar cobijo a las mujeres y a sus respectivos niños pequeños exigen el cumplimiento de determinadas reglas, así como la realización de una serie de actividades manuales como parte de un enfoque pseudoterapéutico con aquellas jóvenes que llegan en absoluto estado de desamparo. La idea de contrastar dos mundos, el de las madres representado en dos personajes, la dócil Fátima (Denise Carrizo) y la rebelde y contestataria Luciana (Agustina Malale), y el de las propias servidoras de Dios, quienes eligieron la vocación y el servicio a las desprotegidas, encuentra en ese espacio único su mejor vehículo y polea de transmisión básicamente por el despojo de todo juicio de valor por parte de la directora. En Hogar no hay balanzas invisibles que inclinen hacia un lado u otro en términos morales, sino que la exposición de los conflictos integra costados emocionales y humanos directamente proporcionales con las pérdidas y las prerrogativas de cada personaje. Sin embargo, el eje por el que pasa la película es el del cuidado o descuidado de los niños más allá de las responsabilidades de los adultos y en ese sentido la inclusión del personaje de Sor Paola, una joven novicia (Lidiya Liberman) llegada de Italia, su vínculo con una niña de tan sólo cuatro años y su lucha interior entre el deber y el deseo, desatan las contradicciones aunque también la riqueza de un planteo muy interesante que lejos de encontrar respuesta busca reflexionar entre otras cosas sobre la maternidad, la intensidad de la adolescencia y del cuerpo como elección.
Hogar es la primera ficción de la directora italiana Maura Delpero, renombrada “Maternal” en el exterior y filmada en un Convento religioso en Rafael Calzada. La película que formó parte del 34* Festival de Cine de Mar del Plata, narra la convivencia entre madres adolescentes y monjas que lo regentean. Las protagonistas son Luciana (Agustina Malale) y Fátima (Denise Carrizo) dos íntimas amigas muy diferentes que comparten el cuarto. Luciana es la madre de Nina (la adorable Isabella Cilia) que tiene mal comportamiento, si bien quiere a su hija, su deseo es salir de ahí y encontrar el amor, pero lo hace equivocadamente, genera peleas con sus compañeras, increpa a las monjas y se escapa para ver hombres; en una palabra, es promiscua, mientras que Luciana, madre de un varón y esperando a una beba es todo lo contrario, tranquila y resignada, viviendo lo que el destino le marcó, enemistada con su familia, cría a su hijo en soledad. Todo va sobre rieles, hasta que llega de Roma Sor Paola (Lidiya Liberman), una joven monja italiana que debe tomar sus votos finales. Su llegada provoca celos en Luciana, ya que siente una amenaza en su amistad con Fátima, pero cuando la primera abandona el Hogar para irse tras un hombre, Paola descubre en Nina un amor maternal inconmensurable. Al principio es una simpatía, pero luego la pequeña se apega a Paola de una manera inusual, quiere dormir y pasar tiempo con ella, y descubre una calidez humana que su madre no le brinda. Para las dos es un sentimiento nuevo. Para las monjas es una complicación, ya que Sor Paola debe tomar sus votos que vislumbran dudas por sus sentimientos maternales. El elenco de actores profesionales y amateurs cumple a la perfección sus roles, especialmente la niña Nina, tan pequeña y natural, se destaca también como la madre superiora la gran Marta Lubos. Un film de personajes, que no juzga, sólo relata los hechos difíciles cuando se es madre soltera a tan temprana edad.---> https://www.youtube.com/watch?v=6WrrJ8AR1Pw DIRECCIÓN: Maura Delpero. ACTORES: Denise Carrizo, Agustina Malale, Lidiya Liberman. GUION: Maura Delpero. FOTOGRAFIA: Soledad Rodriguez. GENERO: Drama . ORIGEN: Italia, Argentina. DURACION: 91 Minutos CALIFICACION: Apta mayores de 13 años DISTRIBUIDORA: Independiente FORMATOS: 2D. ESTRENO: 12 de Diciembre de 2019
Luego de dos largometrajes documentales, Maura Delpero hace su debut en el terreno de la ficción con “Hogar”, película que la encuentra no solamente detrás de la cámara sino también en la firma del guion. Filmada en un convento religioso de Rafael Calzada, la historia se desarrolla enteramente puertas adentro de una institución religiosa en donde se brinda refugio y ayuda a madres adolescentes, que, junto con sus hijos, no tienen un lugar para vivir y se detiene particularmente en el vínculo de dos compañeras de cuarto, Luciana y Fátima. Lo que en apariencia es una historia simple de amistad y convivencia, en manos del guion de Delpero, empieza a operar en diferentes capas narrativas, develando ciertas temáticas mucho más profundas que se van desplegando a medida que avanza la trama. El “ Hogar ” del título opera como refugio, como contención para algunas de estas jóvenes, mientras que otras se sienten atrapadas como si el hogar operase como una cárcel de la que cuentan los días para poder salir. Algunas de ellas aceptarán las reglas de juego que imponen las monjas, con su mirada estricta y su anacronismo, mientras que para otras, todo lo que se impone representará el propio desafío para revelarse contra el sistema. Estos dos puntos de vista tan dicotómicos se muestran justamente en una tensión permanente que funciona para que Delpero pueda mostrar a través de ellos, estas dos miradas opuestas sobre una misma vivencia. Mientras que Fátima espera su segundo hijo y el hecho de acatar las reglas la hace sentir parte de este espacio y le da la seguridad y el cobijo que ella necesita, Luciana será la que esté en un enfrentamiento permanente, en su puja entre la necesidad de contar con un lugar donde vivir pero al mismo tiempo, tener que ajustarse a un sistema del que se rebela en forma permanente: ella quiere salir y encontrarse con su novio, tiene ganas de disfrutar de su libertad, de escapar. Un elemento más comienza a tensionar el vínculo entre las dos amigas: es la llegada de Sor Paola (Lydia Liberman) que luego de asentarse en el convento, tendrá una relación muy particular con Nina, la hija de Luciana. De esta forma y muy lentamente, Delpero profundiza en forma serena pero asertiva, sobre la temática de la maternidad fuera de toda idealización y planteando el ejercicio de este rol, aún con las limitaciones que se pueden presentarse en cada una de las situaciones. Ciertas líneas secundarias del relato permitirán asimismo instalar sin ningún tipo de subrayados temas como la violencia de género, la soledad de las madres jóvenes/adolescentes con parejas completamente ausentes y familias sin posibilidades de darle la mínima contención y un Estado que parece no poder atender las necesidades que se terminan cubriendo en otros ámbitos que pueden no ser los ideales para que estas mujeres puedan comenzar a trazar nuevos andamiajes para una vida diferente. Atravesando el relato en forma diagonal, aparecerá la religiosidad, la culpa, el perdón, la obstrucción del deseo –que aparece en diversas capas del relato y en formas diferentes-, el encierro versus la libertad. “ Hogar ” tiene la particularidad de poder leerse entre líneas, de descubrir pequeños relatos dentro de una historia que los cobija armónicamente y cada espectador podrá decidir cuál de las historias tiene más preponderancia en su mirada. Como por ejemplo una escena en una fiesta que arman las propias jóvenes como posibilidad de diversión entre ellas, plantea cómo dentro de un hogar/refugio sienten la necesidad de organizar un espacio de “escape” para paliar esa sensación de encierro en el mismo lugar que paradojalmente les da refugio. Mientras que buscando esa bocanada de aire y de libertad, Luciana escapa dejando a su hija sola en el convento, será Sor Paola quien contenga a la pequeña Nina (Isabelle Cilia, simpática y espontánea) generándose una pulsión maternal que sorprenderá a la propia monja y será un punto de quiebre entre sus preceptos y el instinto que irrumpe aún en ese ambiente sofocante, en donde se percibe la dificultad de respirar de los personajes. Además de un cuidado trabajo en el diseño de arte y la fotografía, Delpero logra excelentes resultados en el manejo de su equipo actoral: a las consagradas Marta Lubos y Livia Fernán (como la Madre Superiora y Sor Pia) se suman Denise Carrizo como Fátima y Agustina Malale como Luciana, en dos trabajos donde con un registro natural y verosímil, logran transmitir intensamente la emocionalidad de sus personajes. Lidiya Liberman (a quien vimos en “Sangre de mi Sangre” de Marco Bellocchio) como Sor Paola, expresa desde su rostro y su gestualidad contenida, un verdadero universo de sensaciones que transmite desde un gesto o en una mirada. Dentro de la rígida estructura en ese espacio que oficia de hogar y que se transforma en jaula al mismo tiempo, aparecerá, de alguna forma, ese aire de libertad, esa sensación de plenitud, ese desafío al cambio que representa, algo tan mínimo pero tan emblemático como una toca que deje entrever esa audacia que significa un cabellera sin ataduras. POR QUÉ SÍ: «Tiene la particularidad de poder leerse entre líneas, de descubrir pequeños relatos dentro de una historia que los cobija armónicamente y cada espectador podrá decidir cuál de las historias tiene más preponderancia en su mirada»
El enfrentamiento entre religión y maternidad es tan viejo como la primera gestación. Aquí un espacio de convivencia entre monjas y mujeres le sirve a Maura Delpero para construir un potente discurso sobre las decisiones personales, dudas, y contradicciones, narrado con simpleza y a la vez, precisión.
«Andate a tu país» le dice Luciana a Sor Paola en Hogar. Detrás del exabrupto xenófobo, se esconden los sentimientos de bronca e impotencia ante un presente que se revela cada vez más cambiante desde la aparición de la novicia italiana. Ese aquí-y-ahora remite a la rutina del hospicio donde Maura Delpero recrea las circunstancias que las madres adolescentes y sin familia contenedora atraviesan en la Argentina. En ese recrear se percibe la experiencia que la realizadora se forjó con el cine documental, y el conocimiento que adquirió mientras coordinó talleres dirigidos a jóvenes mamás alojadas en tres hogares de la Ciudad de Buenos Aires. Asimismo resulta palpable el debut en el terreno de la ficción, que presenta fortalezas y (pocas) debilidades. Entre las primeras, figura un buen manejo del recurso dramático que consiste en alterar un escenario en principio estable con la irrupción de un personaje extraño, en este caso extranjero. La también autora de Nadea y Sveta muestra de manera progresiva los cambios que el desembarco de Sor Paola provoca en la mencionada Luciana y su amiga Fátima, y en la relación entre ambas. Contribuyen al éxito de esta elección narrativa las actuaciones de la italiana Lidyia Liberman y las argentinas Agustina Malale y Denise Carrizo (la primera encarna a la novicia y sus colegas, a las compañeras de habitación). En términos interpretativos sobresale el trabajo que María Laura Berch realizó con los niños que interpretan a los hijos de las chicas internadas. A partir del guion que ella misma escribió, Delpetro aborda con lucidez la problemática de la maternidad desde tres perspectivas: aquélla de las madres jóvenes; aquélla de una mujer adulta a punto de consagrarse religiosa; aquélla institucional representada por la Iglesia y la apenas mencionada Justicia. Las interpretaciones de algunos roles secundarios y ciertas dificultades con el sonido le restan puntos a esta coproducción ítalo-argentina, pero no atentan contra la calidad general de un trabajo hecho con honestidad intelectual y sensibilidad social. En este punto corresponde destacar que Hogar cosechó reconocimientos en las ediciones más recientes de los Festivales Internacionales de Cine de Mar del Plata, Locarno, Reykjavik y en el 37º Festival de Cine Italiano de Annecy. En algún punto, la propuesta de Delpero se toca con Leonera de Pablo Trapero. En aquella ficción de 2008, el cineasta argentino también retrata a mujeres que maternan entre cuatro paredes. A pesar de las diferencias de contexto (la cárcel en lugar de un hogar) y de edad (se trata de presas adultas), una y otra película desarticulan más de un estereotipo sobre la maternidad, incluida la supuesta atención prioritaria acordada por nuestra sociedad.
Los primeros minutos de esta ópera prima describen la dinámica cotidiana de un centro para madres adolescentes de bajos recursos que manejan en Buenos Aires unas veteranas y rígidas monjas italianas. Las tensiones entre las muchachas (todas embarazadas o con niños pequeños) y las religiosas son permanentes, pero también los roces entre las internas. Dentro de un relato coral, Maura Delpero -directora italiana radicada en la Argentina- fija la atención en Luciana y Fátima (interpretadas con convicción por las debutantes Agustina Malale y Denise Carrizo), amigas tan opuestas como complementarias: la primera, siempre rebelde; la segunda, más concienzuda. El film expone las dificultades y angustias de estas jóvenes que fueron madres antes de tiempo, sin contar en muchos casos con la seguridad económica, la madurez emocional ni las ganas íntimas de tener hijos y ocuparse de ellos. Lo hace con sensibilidad, sin golpes bajos, sin juzgar a sus criaturas por sus carencias o excesos. La película da un vuelco cuando llega a la institución sor Paola (Lidiya Liberman), única religiosa joven que, más allá de cierta timidez, rápidamente se siente atraída por el mundo de las adolescentes, en especial por el de Fátima y el de Nina, la descontenida pequeña hija de Luciana. Narrada con rigor y austeridad, pero al mismo con inteligencia en sus planteos y profundidad en su entramado psicológico, Hogar resulta un film emotivo e inquietante en su mirada de la construcción de la identidad femenina, de las contradicciones y los códigos de lealtad que se establecen entre mujeres de muy diferentes orígenes y condiciones sociales.
Dos mundos chocan. Una premisa propia de la ciencia ficción apocalíptica es metafóricamente adecuada para este film intimista y emotivo. El escenario es un convento que funciona como hogar para madres adolescentes. Los dos mundos en cuestión son por un lado estas adolescentes de extracción en general baja o media baja, sin lugar a donde ir y en algunos casos difíciles de manejar, y por otro lado las monjas a cargo de la institución y del cuidado de las madres y sus chicos, con la complicada tarea de acompañarlas en esa maternidad de la cual no tienen lógicamente ninguna experiencia como así tampoco la tienen del entorno del que aquellas provienen, de sus vivencias o sus códigos. En un punto es como si ambos grupos provinieran de planetas diferentes y estuvieran obligados a convivir dificultosamente por una misión en común. En ese contexto el film se enfoca en dos de las chicas, que comparten la y una circunstancia similar pero que tienen una actitud y una personalidad bien distintas. Lu tiene una hija pequeña, no soporta su estadía en el lugar ni la disciplina de las monjas con las que siempre choca y cada tanto se fuga para encontrarse con un hombre que la maltrata, lo cual sabemos por los resultados porque estas aventuras quedan fuera de campo. Fati también tiene un hijo y además está embarazada, es una chica más tranquila y se encuentra adaptada al lugar y a las monjas con las que tiene una buena relación. A ese escenario se viene a sumar la hermana Paola, una novicia recién llegada de Italia. En Lu podemos ver el agobio que le produce ser madre a esa edad temprana, una carga y una responsabilidad que la exceden, más aún cuando los ideales y los deseos están puestos en otro lado. En Fati en cambio hay una necesidad de encontrar paz y dejar atrás ciertas cuestiones que no le sirven para seguir adelante con su vida y la de sus hijos. En la hermana Paola una necesidad genuina de ayudar y brindarse pero también una buena cuota de ingenuidad y confusión. En determinado momento Lu vuelve a fugarse, pero esta vez por un tiempo mucho más prolongado, dejando a su hija en el convento. Ese acontecimiento divide al film en dos, si antes el relato venía por el lado del drama social y el retrato de la cotidianeidad difícil de las adolescentes, a partir de aquí toma un giro más personal e intimista donde lo que se pone en juego son los sentimientos. Se trata del deseo y el deber y como ambos a veces entran en conflicto. Está en primer plano el deseo de ser madre, su cuestionamiento, y también su presencia, a veces en el lugar equivocado o por lo menos paradójico. Porque cuando Lu se fuga y su hija queda sola, la hermana Paola se hace cargo de cuidarla y casi sin darse cuenta arma con ella un vínculo que es claramente de madre e hija, aun cuando no se lo nombre como tal, donde la religiosa se confunde y termina también confundiendo a la niña, mientras Fati y las otras monjas asisten como incómodos testigos. Esta coproducción dirigida por la realizadora italiana Maura Delpero es una película acotada y precisa. Todo transcurre en el escenario del Convento Hogar, con pocos personajes, una puesta en escena muy cuidada y una fotografía que por momentos apela a cierto clasicismo pictórico. Aunque no hay acompañamiento musical, la música está muy presente estableciendo los espacios de ambos grupos, por un lado la cumbia a todo volumen que escuchan las chicas y por otro los coros religiosos de las monjas. Se trata a su vez de un universo absolutamente femenino. No hay hombres en toda la película, a veces se alude a ellos pero están siempre fuera de campo y su papel es de ausentes, fugados y en algún caso golpeadores. En este universo cerrado y con sus fisuras, todas estas mujeres a veces se cuidan, a veces se pelean, y sus vidas cotidianas se superponen de manera compleja. Las adolescentes tratan de sobrellevar con dificultad sus difíciles situaciones de vida y la monjas tratan de ayudarlas como pueden, muchas veces chocando violentamente con ellas. Porque lo que muestra el film de una manera cálida y empática con sus personajes es que un hogar no es algo que se pueda dar por sentado, que a veces puede estar en lugares que no eran los esperados y que encontrarlo puede ser un camino difícil y sinuoso. HOGAR Maternal. Italia/Argentina, 2019. Dirección: Maura Delpero. Reparto: Denise Carrizo, Isabella Cilia, Livia Fernán, Lidiya Liberman, Marta Lubos, Agustina Malale, Renata Palminiello. Guión: Maura Delpero. Fotografía: Soledad Rodríguez. Montaje: Ilaria Fraioli, Luca Mattei. Dirección de arte : Yamila Fontán. Diseño de sonido: Vincenzo Urselli. Diseño de Producción: Inés Vera. Producción: Nicolás Avruj, Diego Lerman, Alessandro Amato, Luigi Chimienti, Marta Donzelli, Gregorio Paonessa. Producción Ejecutiva: Alessandro Amato, Nicolás Avruj. Distribuye: Santa Cine. Duración: 91 minutos.
Hogar: Hermanas y madres. La exitosa directora italiana de documentales, radicada en Argentina, Maura Delpero, ingresa al cine de ficción por la puerta grande, con una historia sobre la relación entre unas jovencitas desamparadas embarazadas (o ya con hijos pequeños) y las monjas que viven en un hogar religioso. Estrenada en la Competencia Argentina del 34° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, Hogar (2019) es un drama intimista sobre la historia de las jóvenes madres, y la relación con las monjas que las ayudan. Pero también es un retrato sobre el deseo y la ambigüedad de pensamiento en un ambiente religioso. Se plantean 2 realidades bien opuestas, entre quienes pueden elegir y quiénes no. Hogar (2019), la ópera prima de ficción de Delpero, narra la dinámica dentro de un instituto italiano religioso para madres adolescentes ubicado en algún lugar de la Provincia de Buenos Aires, manejado por septuagenarias y rígidas monjas. Las ganas de vivir una vida aniñada chocan de frente con tener un hijo – o varios – a cargo y no poseer trabajo ni casa. Todas bajo el mismo techo, estas adolescentes se pelean constantemente entre ellas, lo cual hace casi imposible la convivencia. Las protagonistas son 2 amigas, Luciana y Fátima (las debutantes no profesionales Agustina Malale y Denise Carrizo), sumamente opuestas en sus personalidades, pero igual de necesitadas de afecto. Mientras que Luciana se la pasa molestando a las monjas, se escapa por las noches y sueña con irse a vivir con su nuevo novio, Fátima espera su 2° hijo y prefiere acatar las normas de las monjas. Luego, con la llegada de la italiana Sor Paola (Lidiya Liberman), la única monja joven entre ancianas que casi no habla español, todo cambia. Ella entabla una fraternal relación con Fátima y se enamora de la ternura de la pequeña Nina, la hija de Luciana, quien no se ocupa de la chiquita por estar más interesada en vivir su adolescencia sin la responsabilidad de ser madre. Ahí descubre un instinto maternal que la aleja de la vida religiosa, pero ella sí puede elegir. Mención aparte para las intérpretes debutantes y, a la vez, protagonistas: Agustina Malale y Denise Carrizo, que hacen un excelente trabajo frente a cámara. Ellas sobresalen notablemente del resto de las madres de la película. A Agustina Malale; Delpero la conoció en un hogar real. Esta decisión de la directora de combinar actrices profesionales y no actrices fue un gran logro. Además, la pequeña hija de Luciana, demuestra un talento natural que se roba las escenas transmitiendo tanta ternura. Maternal (su título original) da cuenta de un flagelo actual en torno a las dificultades que atraviesan estas chicas que quemaron etapas y no están preparadas para asumir tal responsabilidad. El film establece un contrapunto constante, exquisito y hasta cómico: el estilo de vida de estas jóvenes -con todo lo que eso implica -y estas monjas rígidas abocadas a su profesión. Hilarante la escena en la que las chicas se arman una fiesta propia dentro del hogar con música a todo volumen mientras las monjas aguardan dormidas afuera. Todo lo que se muestra carece de golpes bajos y de juicio a las chicas por sus carencias o excesos que les dificultan el camino. Se ve mucha naturalidad, como si de un documental se tratara, con diálogos y situaciones de la vida cotidiana. Con respeto y simpleza, Hogar (2019) emociona de comienzo a fin; habla de maternidad y de profundo amor, mezclando la historia de ficción con un entramado casi documental sobre la psicología de la identidad femenina y el volverse adulto a la fuerza, que refleja austeridad y pone el foco en la condición en la que viven y sufren estas pequeñas madres.
Fátima y Luciana son madres solteras a muy temprana edad que terminaron residiendo, junto a varias otras adolescentes más, en un centro religioso a cargo de monjas. La primera es sumisa y está a la espera de un segundo niño; mientras que la otra aprovecha, cada vez que puede, para no soltar la vida de juerga por las noches. Ambas son distintas, pero a la vez allí son amigas. Se diferencian pero se complementan ya que no tienen a nadie más. Sin embargo, su relación de amor/amistad trastabillará cuando sor Paola, una novicia italiana, arribe al lugar para reafirmar sus votos y se sienta atraída por la vida de este mundo maternal juvenil.
"Hogar", las formas y las ausencias del cariño La vida en un albergue de monjas para madres en problemas es solo una de las facetas de la película, que viene cosechando elogios desde su presentación en el Festival de Locarno. Hogar, ópera prima en la ficción de Maura Delpero, realizadora italiana radicada en Argentina, empieza con un plano detalle. El plano de un collar que una monja lleva puesto, y que se remata obviamente en una cruz. Habría que ver qué otra película argentina, y de cuándo, se animó a empezar así, con un plano de detalle, en lugar de uno general que muestre una localización, o uno americano o entero, en los que se vea a uno o más personajes. Lo clásico es ir de lo general a lo particular, tanto en términos dramáticos como visuales, y Delpero se atreve a invertir esa norma. Las normas y la sumisión o rebeldía ante ellas son también el tema de Hogar, que transcurre en un albergue de madres adolescentes, que por distintos motivos no están en condiciones de atender solas a sus hijes. Se trata de un albergue católico, llevado adelante por monjas, y la combinación entre vigilancia y cuidado signa el enclaustramiento en esta coproducción argentina-italiana, que viene recibiendo premios y elogios desde su presentación en el Festival de Locarno, en agosto pasado. “Tengo una selva ahí abajo”, dice Luciana (Agustina Malale), sentada en el inodoro, agachándose y mirando por debajo de su vestido. “Cuando me levante la pollera se va a encontrar con unos pelos…” Teñida de rubia, de actitud desafiante y tan agresiva como una boxeadora testosterónica, Lu es el polo opuesto de su compañera de cuarto, Fátima (Denise Carrizo), una chica morocha, callada, tímida y con un bombo en estado avanzado. “¿Vas a salir de nuevo con ese tipo que te pega?”, le dice a Lu, que la acusa de “chuparle el orto a las monjas”. Lu sale, Fátima se queda: una dinámica que se mantendrá a lo largo de la película. Lu y Fati no están solas: la rubia tiene una nena de unos cuatro o cinco años, Nina (Isabella Cilia), la morocha un chico, Michael, más o menos de la misma edad (Alan Rivas). Lu enfrenta a sus compañeras y puede llegar a tirarles algo de basura encima cuando barre. En realidad Fati es una de las pocas que no hace uso del veneno vocal. Insultos, puteadas e indirectas sobre todo vuelan como drones en el aire cerrado del lugar, y en algún caso habrá que separar a Lu y su oponente circunstancial. Con la Madre Superiora (la infalible Marta Lubos) al frente, las monjas no hacen de árbitros en ese ring. Pero le recuerdan a la recién ingresada Sor Paola (la italiana Lidiya Liberman, a quien había podido verse en Sangre de mi sangre, de Marco Bellocchio) que no le está permitido llevar niñes a la habitación, cuando Luciana desaparezca una noche, su hija Nina quede a la deriva y la hermana le dé cobijo. El fantasma del abuso se cierne sobre estas escenas, pero no pasa por allí la cosa. Más significativo parecería el acercamiento de Sor Paola -que es joven y bonita- a Fátima. Pero, ¿hay acaso algo más de lo que se ve? De lo que habla Hogar es de las formas del cariño y la falta de él, en una institución cerrada sobre sí misma. Lu da la espalda literalmente a Nina (la actuación deIsabella Cilia es increíble) y recurre por interés a Fati. En ambos casos intentará recular, cuando vuelva golpeada, emocionalmente y no tanto. Lu es un personaje más complejo de lo que parece: sobreactúa de leona, pero dibuja corazoncitos para el tipo que le pega. La construcción dramática de Hogar parece trabajar por simetrías (entre Lu y Fati, entre ambas y Sor Paola, entre ésta y las autoridades del lugar) y la construcción visual también lo hace. Simetrías visuales, líneas horizontales u oblicuas bien trazadas, relación entre los bordes y el interior del plano, frontalidad o líneas de fuga, distancia y cercanía del plano, composición: entre Delpero y su directora de fotografía, Soledad Rodríguez, renuevan todos los recursos visuales del clasicismo bien entendido, con una belleza y precisión que tampoco se ven aquí desde hace tiempo.
Texto publicado en edición impresa.
Con dirección y guión de Maura Dalpero, italiana, pero radicada en nuestro país, en esta película de ficción donde se nota su mano por el documental, elabora un film honesto, interesante, nada moralista, sobre un tema urgente, perturbador, muy lejos de lo soñado: la maternidad. La acción transcurre en un hogar donde un grupo de monjas muy adultas y rígidas, acoge a madres adolescentes o chicas embarazadas, que se adivina fácilmente, solo tienen esa posibilidad o el desamparo absoluto. Y en ese mundo de adolescentes que se quieren y se odian, que llegaron a la maternidad demasiado rápido, se comienzan a desarrollar las acciones del film. Entre una chica recatada que debe aprender a amar a su hijo aunque se sospecha es el fruto de alguna violencia terrible. Y la otra madre que es abandónica, que desea amor y aventura, que se escapa y cada tanto regresa más golpeada. A ellas se une la llegada de una monja joven, la única del lugar. Y las tensiones y deseos, los dolores y los misterios se suceden entre el afecto, el rechazo, la protección. Entre la complejidad de un vínculo siempre inabarcable. Allí está la inteligencia de la realizadora que nunca juzga, que observa con inteligencia, que no le teme a la ternura o a las aristas más cuestionables del vínculo. Con actrices experimentadas y otras debutantes, con chicos increíbles.
La película comienza mostrando la vida diaria en un centro para madres adolescentes sin recursos. Estos personajes marginales están en un espacio manejado por un grupo de ancianas monjas italianas en Buenos Aires. Las jóvenes están embarazadas o tienen niños pequeños. La película se centra en dos de ellas, Luciana y Fátima, amigas de distinta personalidad que conviven en el lugar. La mirada paternalista, culposa, digna del interés en los festivales de cine pero carentes de cualquier autenticidad rige casi toda la película. La llegada de una monja intentará ponerle algo de empatía y emoción pero las actuaciones no permiten que eso ocurra salvo en contadas ocasiones. A pesar de lograr sus mejores pasajes al final, la película no consigue destacarse ni por su guión ni por su puesta en escena, donde carece de cualquier rasgo de originalidad o potencia.
Mujeres desamparadas, abandonadas a su destino, que son jóvenes madres solteras, o separadas, con hijos muy chicos, o embarazadas. Todas ellas se encuentran alojadas en una antigua residencia, reconvertida en un “Hogar”, coordinado por unas monjas italianas que dedican sus vidas a esta causa. Un día llega Sor Paula (Lidiya Liberman).. Es una joven monja enviada desde Italia para finalizar su preparación en ese sitio, para luego obtener la consagración de los votos perpetuos. La italiana Maura Delpero, en su debut cinematográfico de ficción, nos traza un panorama siempre complejo. ¿Qué hacer con las chicas que tienen hijos, pero no una familia que las cobije? La directora estuvo trabajando y observando la situación durante varios años, y esa recolección de experiencias las resumió en esta película. Vale destacar que, si bien es una ficción, hay algunas situaciones que asemejan mucho a un documental. Luciana (Agustina Malale) y Fátima (Denise Carrizo) comparten una habitación del “Hogar”. Son amigas y tienen hijos. Las personalidades son contrapuestas, pero se complementan. Se quieren y se pelean por igual. Fátima está conforme con permanecer allí, en tanto que Luciana piensa siempre en el afuera, es inquieta y no le gusta vivir en el “Hogar”, tiene a su hija, pero no está pendiente de ella, busca a un novio que la rescate y saque de esa institución. Pese a que no es una cárcel tiene un régimen muy parecido. Allí conviven varias chicas que trabajan en un taller de costura, tienen discusiones y les cuesta respetar a las autoridades. El ritmo del relato lo marca la insatisfacción, resignación, celos, broncas, etc., de las internas, y para combatir la tristeza suena mucha cumbia. La construcción de cada escena está destinada a resaltar las condiciones en que se encuentran las mujeres y sus hijos, recalcando una contraposición notable con las monjas que son cultas, hablan bien, tienen mucha paciencia y, pese a que no son madres, se comportan como tales en el cuidado y educación de los chicos. En cualquier parte del mundo ser pobre, ingenua e ignorante da como resultado una misma situación: la de embarazarse siendo adolescente. A esto hay que agregarle que, generalmente, no tienen una pareja estable, por lo que en muchos casos son echadas de la casa por los padres, y no tienen otra alternativa que recurrir a la bondad, solidaridad, o misericordia, de los demás para intentar encaminarse en la búsqueda de un futuro algo más amable y digno, que el amargo presente.
La película tiene muchos temas, desde la solidaridad femenina hasta el sentido de abandonar la posibilidad de la familia propia. Un pequeño mundo femenino que es todo el mundo: un hogar para madres adolescentes fundado por religiosas, dos chicas con sus hijos –amigas en tensión, además– y una novicia joven a punto de tomar sus votos. La película tiene muchos temas, desde la solidaridad femenina hasta el sentido de abandonar la posibilidad de la familia propia. Y los desarrolla con pudor y precisión nada frecuentes en el cine.
La directora italiana Maura Delpero se inspiró en su experiencia, dictando talleres en hogares para madres adolescentes, o necesitadas, para esta ficción, con aire de documental, que sucede en un hogar. Una palabra con múltiples resonancias. Refugio para estas chicas, embarazadas o con uno o más niños. Hogar de las religiosas encargadas de cobijarlas, y para esos niños, que encuentran entre esas paredes y capillas, una casa en la que crecer. Hay allí dos protagonistas, una de ellas con un embarazo avanzado, la otra con una niña, Nina. Son amigas, pero tienen vivencias diferentes y distintas miradas hacia las monjas. La primera parece sentirse contenida y en paz, la segunda detesta a las religiosas, tiene una actitud de rebeldía y sueña con largarse de ahí. Es con la llegada de una monja nueva, joven, italiana, que Hogar se complejiza para bien. Y lo que parecía un retrato más de caracteres femeninos en un encierro particular, se mete, con sutileza pero con hondura, en la cuestión de la maternidad. En su sentido amplio y diverso: el instinto protector, las contradicciones de los lazos sanguíneos, los mandatos, las regulaciones, el amor maternal. Visto a través de las miradas de mujeres muy distintas, de distintas generaciones, como un estudio sobre deseos cruzados, potente, y a la vez delicado.
Escrita y dirigida por Maura Delpero, “Hogar” es una película que pone en foco el tema de la maternidad de un modo actual y necesario. Instinto maternal. Aquello que durante tanto tiempo nos hicieron creer que existía para hacernos sentir mal si de repente una mujer no lo tenía desarrollado. No, la maternidad será deseada o no será. En su ópera prima, Delpero indaga en los diferentes conceptos de maternidad a través de una historia a nivel narrativo muy pequeña y simple. En un refugio religioso a cargo de monjas se da cobija a mujeres solas con sus hijos. Pero no es un simple hogar, allí estas mujeres, en su mayoría adolescentes, deben acatar las reglas de estas hermanas. A ese hogar llega una nueva hermana, Paola, desde Italia. Cuando una de las jóvenes madres decide escaparse dejando a su hija pequeña sola y desamparada, Paola comienza a relacionarse con la niña y generar un vínculo afectivo. “Hogar” sigue a tres mujeres principalmente. A dos jóvenes amigas pero muy diferentes entre sí y a la hermana que acaba de llegar, primero un poco más abocada a la relación de amistad y luego a la que la hermana genera con la niña abandonada. Pero siempre, con una pequeña excepción cerca del final, las sigue sólo en relación a este lugar. Un triángulo compuesto por tres modos acercamientos distintos a la maternidad: la que le cuesta asumir ese rol porque prefiere salir y hacer vida de la mujer joven que es, la que disfruta de ser madre y espera un segundo hijo, y la que se encuentra en un rol maternal sin buscarlo pero con el cual se siente pronto cómoda. A través del relato van apareciendo diferentes aristas prevaleciendo por un lado el retrato de estas mujeres que fueron madres muy jóvenes y desamparadas de no ser por estas monjas que las cobijan, y por el otro lo que tiene que ver con lo religioso al estar quedándose en esta institución, con unas señoras monjas que pueden parecer estrictas y desalmadas. ¿Qué hace a un lugar que se lo pueda llamar casa? La solidaridad femenina. La responsabilidad. Las opresiones. Sin apelar a muchos diálogos y apoyándose en el silencio que caracteriza a un lugar como ese y a los gestos y miradas de sus protagonistas es que Delpero va narrando su película. La fotografía, fría, austera, también es acorde. La directora refleja entonces a través de sus personajes diferentes posturas sin tomar partido, sin juzgar. Son diferentes puntos de vista sobre un mismo tema. Un tema complejo al que nunca se puede acercar de un solo y simple modo. ¿Qué es entonces la maternidad? “Hogar” es un una ópera prima que bajo su simpleza narrativa se permite abrir posibilidades y lo hace de un modo muy prolijo. También hay que resaltar las interpretaciones de sus actrices, alguna más contenida que otra pero siempre muy naturales. Un sensible retrato sobre el mundo femenino.
El mundo cerrado de asilos y hogares pocas veces fue abordado en el cine argentino y nunca tan bien como en la notable "Crónica de un niño solo", de Leonardo Favio. Esta vez, una representación austera y verosímil de este universo es ofrecida por Maura Delpero, realizadora italiana afincada en nuestra ciudad. La opera prima de la directora, de trayectoria en el mundo del documental, sucede en un instituto de monjas italianas para madres adolescentes, donde se desarrolla la historia. Una historia de carencias y tensiones. Allí surgirá un esbozo de amistad entre dos adolescentes, Luciana y Fátima, la primera, efervescente y desbordada, preocupada por vivir la diversión y el sexo, casi ajena a Nina, su hijita de pocos años; la segunda, retraída y casi complacida en ese hogar de monjas donde crece, embarazada nuevamente y con un niño de unos siete años. A esa vida monótona, entre rezos de las monjas ya ancianas y su poca paciencia para manejar chicas sin apoyo familiar y con hijos que no siempre desearon, llega una novicia, sor Paola. Y la cosa cambia, no sólo para Lu y Fati, también para ella misma. DEBUTANTES Con una narración sencilla, de síntesis apretada, Delpero es capaz de transmitir las tensiones entre mundos diferentes (escena de la cumbia improvisada de las chicas), las diferentes facetas de la maternidad, incluso la de Luciana (Agustina Malale), que más allá de sus reacciones primarias intuye que el hecho de ser madre puede no ser para ella. "Hogar" se interna en un mundo femenino joven y sin trabas, donde las agresión es una constante, la religión una rutina y dos adolescentes y una joven monja reconsideran la complejidad del sentimiento maternal. Una directora sensible, capaz de observar sin juzgar, simplemente mostrando la distancia que separa al instituto religioso de la vida diaria (salida de alguna chica o la novicia a la calle) o la sabiduría de los niños (el rostro de la pequeña Nina ante la vuelta de la madre golpeada). "Hogar" conmueve y visualiza una interesante directora que transmite, sin invadir, el mundo poco conocido del sentimiento maternal, el de aquella que aspira a ingresar al mundo religioso, donde la sublimación de ese sentimiento es una realidad, y de quienes pueden o no hacerlo propio, superando las carencias familiares o individuales. Un elenco de jóvenes sin experiencia en el cine (las internas) convive armónicamente con profesionales sensibles como Liliya Liberman ("Sangre de mi sangre", de Bellocchio) y Marta Lubos. La sorprendente labor de los niños, especialmente Nina (Isabella Cilia), recuerda el cuidado tratamiento dramático que el neorrealismo daba al universo infantil.
El enfrentamiento entre la institución eclesiástica y la marginalidad social es el tópico de Hogar, premiada ópera prima de Maura Delpero. Ser madre. Tener instinto maternal. Ser sensible ante la indiferencia, la violencia cotidiana y la marginalización. La directora italiana Maura Delpero explora, en su ópera prima, todos estos temas sin salir, prácticamente, de una única locación: los muros de un convento en el corazón de la ciudad. Ahí residen Luciana y Fátima, madres solteras. La segunda, además, con un embarazo pronunciado. Los muros de la residencia eclesiástica para madres solteras, y sus hijos, se convierten en una prisión. Las opciones son: adaptarse a las estrictas reglas de las monjas o intentar salir y atenerse a las consecuencias. Este es el retrato que Delpero delinea de la sociedad argentina. Luciana, necesita salir. Desea vivir, conocer hombres, tener una vida social. A pesar de que su actitud es violenta y hostil, su deseo y necesidad de libertad es más fuerte, aunque eso signifique abandonar a su hija, lo único que realmente la ata a esa cárcel. Delpero no es abyecta de su posición de observadora y testigo extranjera y, por eso, la cámara toma el punto de vista de Sor Paola, una novicia que vino a Buenos Aires para tomar sus votos. La joven monja enseguida toma empatía por las protagonistas y, especialmente, sus criaturas, la misma que sus colegas mayores no tienen. Entre el silencio y la represión, los personajes van acumulando rencores; viviendo contradicciones y sintiendo la claustrofobia de un universo cada vez más reducido, que no corresponde con el amplísimo mundo que se abre ante ellas, a través de las redes sociales y que se encuentra, apenas, detrás de una reja, sin guardias ni barreras. La realizadora exhibe sin sutilezas, pero con una notable prolijidad en la puesta en escena, la brutalidad de las circunstancias que viven las protagonistas. Desde la resignación y la conformidad, hasta la impaciencia y la necesidad de exiliarse ante un sitio con demasiadas reglas y castigos morales. La culpa aflora por circunstancias ajenas a los comportamientos, por una cultura anticuada, por regímenes impuestos con rigurosidad. Sor Paola se debate entre seguir los dogmas religiosos o un instinto natural materno. Para Fátima y Luciana, en cambio, la decisión es la seguridad y la sumisión del “hogar” o las consecuencias de una libertad en la que ponen en riesgo la salud de sus hijos. Si bien Delpero evita caer en juicios o bajadas de líneas, mira críticamente los dogmatismos sin meterse con la fe o las creencias en sí. En todo caso, analiza irónicamente el modelo de “familia” que intentan instaurar las hermanas, la educación eclesiástica que se aplica en este tipo de institución a los menores de edad. A pesar de ser un drama, con algunos momentos solemnes y algún par de golpes bajos, la tensión dentro del recinto va incrementándose. No sólo por las peleas o discusiones que, a veces, son demasiado discursivas, sino más bien por un clima de opresión que, por momentos, es insoportable. Finalmente, todo se limita a decisiones. Tomar la decisión correcta para los demás, dejando de lado los sentimientos narcisistas. En esta especie de carpe diem, es donde más se fortalece el texto de Maura Delpero.
Preguntas sobre lo maternal ¿Es la santidad, el despojo, el camino para la mejora de las personas que han perdido todo, o mucho, de lo que las desconecta de la sociedad (una sociedad que no funciona del todo bien, por motivos diversos)? Esa es una de las preguntas más urgentes que me nacen y algo de lo que muestra Hogar, la ópera prima de ficción de la directora italiana Maura Delpero, enfrentando a través de dos de sus protagonistas, Luciana y Sor Paola, a dos mundos que tal vez tengan un punto de conexión irremediable. En tanto, encerradas y sometidas por necesidad, se encuentran estas jóvenes en convivencia brutal junto a sus hijos, abandonadas por sus parejas, rechazadas y estigmatizadas por un mundo brutal. El sistema parece una cárcel y el trato se le asemeja mucho. Castigo, sometimiento y nada de solución, escondida detrás de una cortina de teórica piedad. La historia nos muestra a mujeres que parecen perdidas, instruidas en la base ideológica a través de la cual la posesión de objetos y personas es lo que prima, amparadas después por la piedad teológica. Que como instrucción primaria pareciera estar bien pero como toda idea inicial que se perpetúa limitando a las otras, a cualquier otra herramienta que impida desarrollar ideas y estructuras de pensamiento en estas mujeres desbordadas de temores y angustias, termina siendo limitadora de crecimiento. El realismo de la narración funciona en función de mostrar cierta crudeza y la violencia a la que las protagonistas se ven sometidas desde afuera hacia adentro, una violencia que se propaga como ondas y de la que siempre se ponen parches que, torcidos, terminan por hacer la estructura endeble de posibilidades de las mujeres que, a falta de una mejor fuerza que las ayude a definirse por sí mismas, terminará, indefectiblemente, encerrándolas en su propia inhabilidad para construirse una vida mejor para sus hijos y para sí mismas, libres de cualquier dependencia real o ficticia. Inhabilidad forzada por intereses de personas que las someten para cubrir sus propias expectativas.
La película realizada en la Argentina por la directora italiana residente aquí es un drama centrado en un convento religioso en el que viven madres solteras. Esta coproducción argentino-italiana –que compitió en el Festival de Locarno, entre otros eventos internacionales por los que pasó– dirigida por una realizadora nacida en el norte de ese país y radicada en Buenos Aires utiliza todas las metáforas posibles para el título local del film. “Hogar” es el lugar en el que chicas embarazadas y con bebés residen, manejado por monjas italianas. “Hogar“, en el sentido clásico, es lo que esas chicas no tienen. Y, en tercera instancia, un “hogar” es el que intentan formar esas mujeres (este es un mundo sin hombres a la vista, exceptuando a los niños varones), de maneras no necesariamente tradicionales. La película puede dividirse claramente en dos partes. La primera se centra en la relación entre dos de las jóvenes madres que viven allí, amigas pero muy distintas entre sí: Fátima tiene un niño y está embarazada, pero es una chica tranquila que parece cómoda en el hogar en cuestión. Luci tiene también una niña pero, a diferencia de su amiga, no soporta el lugar y en cada oportunidad que puede se escapa para pasar la noche con algún hombre (las desventuras de Luci se mantienen siempre fuera de campo), sin parecer importarle la violencia con la que a veces terminan esas escapadas. Esa primera parte del film es bastante convencional, mostrando a personajes que parecen un tanto esquemáticos peleando entre sí, manteniendo discusiones con otras madres, con las monjas y en distintas situaciones que trabajan un registro que bordea el costumbrismo televisivo. Pero la segunda mitad de HOGAR se vuelve más interesante y está más centrada en la Hermana Paola, una monja italiana joven recién llegada y muy tímida, que empieza a entablar una relación afectiva con la pequeña hija de Luci, a la que su madre prácticamente no presta ninguna atención. Ese conflicto (que suma otra acepción a la palabra “hogar”) está manejado con mayor sutileza por parte de Delpero, que de a poco va dejando de lado el costumbrismo inicial para acercarse a un asunto más profundo, humano y universal. Y sin tomar necesariamente partido, sino tratando de entender, con generosidad, las distintas posturas de las protagonistas (las dos chicas, la joven novicia, los niños y las monjas severas que manejan el hogar), cada uno intentando darle su propio significado a la palabrita en cuestión.
por Mishell Patiño Sangre vs crianza, el eterno debate Cómo dedicarse a una vida a servicio y amor incondicional al prójimo, una madre espiritual, irónicamente renunciando a ser madre de familia. Ésta y otras interrogantes son las que explora exitosamente la directora y guionista Maura Delpero en Hogar (2019) una película más sobre el viaje y la reflexión acerca de las decisiones inminentes. Luciana (Agustina Malale) y Fátima (Denise Carrizo) son dos madres adolescentes y amigas disfuncionales, que viven en un convento católico, el mismo sirve de refugio para mujeres. Desde Italia, llega al convento la joven hermana Paola (Lidiya Liberman) para hacer oficiales sus votos, allí iniciarán sus viajes de autodescubrimiento para reecontrarse con ellas mismas. Delpero en dirección se destaca por planos y encuadres (centrados en capturar la figura y expresiones de sus personajes) se potencian los dilemas que atraviesan las protagonistas, y se complementa muy bien con el buen balance de luces y sombras para capturar el aura religiosa del convento donde se han de realizar los viajes espirituales de los personajes. Por otro lado el guión, es de ritmo lento, brinda un significado a esos viajes de una manera sensible para compartir con el espectador la intimidad de la historia. Una manera modesta de completar la falta de monólogos extendidos y elocuentes sin restarle valor expresivo a la historia. "Sencilla, más con temas complejos, la Directora y guionista, los manejar y combina al guiar nuestra curiosidad, para luego cuestionarnos el significado de la maternidad, qué es el instinto maternal y cómo se convive con la realidad de no ser una madre convencional sin tener una familia como sostén." Calificación: 8/10 Título original: Maternal Año: 2019 Duración: 91 min. País: Italia Dirección: Maura Delpero Guion: Maura Delpero Fotografía: Soledad Rodríguez Reparto: Denise Carrizo, Isabella Cilia, Livia Fernán, Lidiya Liberman, Marta Lubos, Agustina Malale, Renata Palminiello Productora: Coproducción Italia-Argentina; dispàrte / Campo Cine / RAI Cinema / Vivo Film Género: Drama | Religión