El mal ejemplo Lo primero que puede decirse de este arribo del tándem de infradotados millonarios que pulularon por el firmamento de la MTV durante los años 2000 a 2002 en el programa Jackass, que luego tuviese sus extensiones cinematográficas para mostrar más de lo mismo pero en pantalla grande, es que en esta ocasión optaron por el terreno de la ficción con Jackass, el abuelo sinvergüenza, dirigida por Jeff Tremaine, comedia que se mofa de los lugares comunes de toda película familiera y del corazón. En esta oportunidad quien toma la posta del grupo es nada menos que Johnny Knoxville, aunque caracterizado como un anciano, Irving Zisman, quien en el funeral de su esposa recibe la visita inesperada de una hija que le pide hacerse cargo de su nieto Billy (Jackson Nicoll) antes de caer presa. El papá del niño es un motoquero poco afecto a las responsabilidades adultas pero eso no implica que el viejo salga en su búsqueda dado que no puede cuidar a Billy todo el tiempo. A partir de ese encuentro fortuito entre abuelo y nieto nace una relación afectuosa pero que se rige por los códigos de la incorrección política exacerbados desde una puesta en escena que distribuye cámaras ocultas a fin de captar las reacciones adversas del inconsciente colectivo con el que interactúan Knoxville y este pequeño bastante convincente en sus intervenciones, capaz de seducir con su inocencia a los transeúntes más incautos o llevar al límite sus acciones, que muchas veces rozan con ese mal gusto propio de la franquicia pero que no es ninguna novedad teniendo en cuenta el nutrido volumen de videos amateurs que habitan la galaxia youtube. Algo que caracterizaba a Jackass era ese desafío corporal y de resistencia al dolor en tono de burla que se agotaba a los 15 minutos a pesar de la sofisticación en la broma pesada, algo que les daba el mote de originales a estos muchachos de la cultura MTV y prototipo del americano mediocre con panza de cerveza y neurona sulfatada. Muy difíciles de emular. Sin embargo, esa cualidad singular forma parte del pasado y lo que quedó como resabio es este producto por momentos gracioso, que siempre necesita de la complicidad de su víctima predilecta para ser efectivo, porque de lo contrario ya no causa sorpresa una vez que el público se acostumbra a las ocurrencias del anciano; a los cúmulos de situaciones embarazosas -que incluyen escatología a granel- así como a un puñado de escenas donde el objetivo concreto es molestar a la gente como ocurre en un bingo en el que Irving hace de las suyas o cuando irrumpe en un local de strippers masculinos y aterroriza a las mujeres con sus genitales al viento. La química entre el niño y Knoxville es lo mejorcito de Jackass, el abuelo sinvergüenza; su parodia de Pequeña Miss Sunshine (Little Miss Sunshine, 2006) refleja el patetismo de esas madres capaces de todo para que sus hijas se ganen el concurso y seduzcan al público y al jurado, pero eso no alcanza para superar la medianía, no caer en el chiste obvio y ser una muestra palpable que el humor irreverente es mucho menos interesante e inteligente de lo que parece.
La guía de cine para pervertidos Luego de la serie de MTV y las películas de Jackass, Johnny Knoxville salta a un film como “solista” en el que mantiene algo de la apuesta extrema en lo sexual y escatológico de aquellos trabajos previos (penes, golpes, flatulencias, excrementos, insultos, perversiones, misoginia, cámaras ocultas), pero también con varios cambios: una apuesta narrativa más convencional (hay una “historia”) y un cierto dejo de crowd-pleaser a-la-Un papá genial, de Adam Sandler. Knoxville no es un padre sino “el abuelo sinvergüenza” del título. En efecto, el actor de 42 años interpreta a Irving Zisman, un viejo verde de 86 pirulos que sufre (en verdad, goza) la muerte de su esposa “gruñona” (Catherine Keener), con quien ha compartido casi cinco décadas de vida, pero con la que se llevaba bastante mal y ya no mantenía relaciones sexuales desde hacía mucho tiempo. Liberado, entonces, del yugo matrimonial, se apresta a disfrutar de la vida cuando aparece en escena su hija, una adicta al crack que debe volver a la cárcel y le deja a su nieto Billy (brillante Jackson Nicoll), un gordito de 8 años bueno para nada. El problema es que deben cruzar medio país (y Estados Unidos no es precisamente un territorio pequeño) para trasladar al pequeño desde Nebraska hasta Carolina del Norte, donde lo espera su no menos patético padre (Greg Harris). Tras un fallido funeral (cargan el cadáver en el baúl del auto) e intentar (sin suerte, claro) enviar al chico por micro oculto en una encomienda, arranca la road-movie con el abuelo iniciando al nieto en vicios varios y en el universo femenino (el anciano se lanza con toda mujer que se le cruza). Desde un pene atorado en una máquina hasta las desventuras en un club de strippers masculinos, pasando por robar y comer en un supermercado, destrozar una boda o participar en un concurso de belleza para niñas (con el gordito disfrazado, por supuesto), El abuelo sinvergüenza ofrece todo tipo de escenas capaces de generar carcajadas o incomodidades que harán que el espectador se tape la cara. El humor negrísimo, el desparpajo absoluto, son las claves del humor del trío Knoxville, Jeff Tremaine y Spike Jonze, aunque aquí la cosa se vuelve sobre el final un poco más condescendiente y demagógico (si bien también hay cierta sensibilidad, debe admitirse). De todas maneras, para los iniciados en el universo de Jackass hay muchos momentos para el disfrute genuino y liberador. PD: Quédense a los créditos finales: están plagados de outtakes, detrás de cámaras y gags que valen la pena. Además, muestran el trabajo (sobre todo de maquillaje y caracterización) para el personaje de Knoxville.
JackAss, El abuelo sinvergüenza, es recomendada sólo para los que se divierten con las cámaras ocultas y son amantes del humor zafado en su enésima potencia. A mi gusto me parecen mucho más eficaces los otros filmes de la saga donde las locuras que hacían eran originales, impensables, descabelladas y mucho más divertidas que un grupete de cámaras ocultas del mismo estilo que...
Nunca fui fan de Jackass y siempre me costó entender por donde pasaba el atractivo o el elemento apasionante que tenían las tonterías que hacían un grupo de idiotas frente a las cámaras. Sin embargo el personaje del abuelo, creado por Johnny Knoxville, me pareció gracioso y lo enganché en varios sketches divertidos. La nueva película de Jackass es una propuesta diferente y más light si se la compara con las cosas que se vieron en los filmes anteriores. La particularidad de esta producción es que narra una historia de ficción que se construyó con bromas de cámaras ocultas. Un recurso interesante que no recuerdo haber visto en otro film y acá funciona principalmente por los trabajos de Knoxville y Jackson Nicoll, el niño que interpreta al nieto del abuelo Zisman que es excelente y tiene momentos brillantes. En materia de humor la película es bastante irregular. Tiene sus momentos graciosos, algunos que no funciona tan bien, y otros que son completamente desopilantes y logran sacarte una carcajada. Tampoco falta el humor escatológico y obsceno que curiosamente fue reducido drásticamente si se compara este film con las otras de producciones de Jackass para el cine. Cerca del final la escena que transcurre es uno de esos nefastos concursos de bellezas infantiles que son populares en Estados Unidos es completamente zarpada y delirante y califica como uno de los grandes momentos humorísticos del film. El tema con la historia del abuelo sinvergüenza es que cuesta bastante comprar la idea que las cámaras ocultas fueron reales. En algunos casos puede ser que haya sido así, pero en la mayoría se notan que están armadas por las expresiones y reacciones de las personas que intervienen en esas situaciones. Creo que los que jamás se engancharon con Jackass no van a cambiar de opinión con esta película pero para los seguidores es una propuesta distinta dentro de esta serie que tiene sus momentos entretenidos.
Una jodita para Knoxville De la factoría MTV llega a la pantalla grande esta película que no es otra cosa que una serie de cámaras ocultas hilvanadas con un hilo argumental. Irving Zisman (personificado por Johnny Knoxville) tiene 86 años y un nieto de ocho, Billy (Jackson Nicholl), a quien debe trasladar a la otra punta de los Estados Unidos para entregárselo al padre motoquero. Con el cadáver de la esposa de Irving en el baúl, ambos inician un viaje que de aleccionador no tiene nada. Jackass: El Abuelo sinverguenza impone un estilo desenfadado, directo y escatológico, el "sello Knoxville" a lo largo de cámaras ocultas ubicadas estratégicamente para mostrar las reacciones de incautos que no hacen otra cosa que llevarse las manos a la boca. De este modo, abuelo y nieto se topan a lo largo de su travesía con strippers masculinos (el mismo Irving no dudará en mostrar sus encantos colgantes), un concurso de belleza para niñas (una parodia a Pequeña Miss Sunshine) en el que el mismo Billy se convierte en su principal atracción y hasta con un grupo de motociclistas rebeldes. Si bien la película ofrece algún que otro gag gracioso, tampoco se esmera por salir de su fórmula televisiva y mucho menos por ser discreta, mantieniéndose fiel a su característica principal: la grosería. La escena de la máquina de gaseosas de la que Irving queda literalmente "pegado" o la del bar contribuyen a la sorpresa y el espanto de quienes rodean a la dupla protagónica. Todo es irreverente (sexo y muerte) y no siempre resulta efectivo.
Las películas de Jackass -incluida la 3D, que hacía un uso muy imaginativo de esa posibilidad y que fue estrenada aquí en 2010- solían ser ampliaciones más espectaculares, más bestiales, más extremas y sobre todo más grandes, del programa de televisión de MTV en el cual un grupo de seres se sometían a las pruebas más absurdas, dolorosas, imbéciles, ridículas que resultaban, para mucha gente, muy cómicas. Las películas de Jackass eran una sucesión de viñetas cómicas en las que no estaban ausentes las tradiciones de los grandes cómicos atletas (Buster Keaton, Jackie Chan) y de los grandes transgresores del cine (John Waters, una zona de los hermanos Farrelly). Ahora, en El abuelo sinvergüenza, los muchachos de Jackass se deciden por una "película argumental", abandonando el sistema de sketches. Aquí, el abuelo Irving Zisman (interpretado por Johnny Knoxville, el líder de Jackass, con fuertes dosis de maquillaje) tiene que llevar a su nieto desde Nebraska hasta Carolina del Norte para que se quede con su padre, un patán en toda regla, porque su madre está (otra vez) presa. El molde narrativo de "abuelo que no quiere saber nada con su nieto" y la road movie, y las peripecias, ya lo vimos muchas veces, aunque no de esta manera: aquí se trata de un viaje con escatología, groserías varias, chistes sexuales. Es una clase de humor que espanta a mucha gente. Aquellos espectadoras espantados se evitarán las groserías, sí; pero también una crítica furibunda a unos cuantos aspectos monstruosos de la cultura estadounidense. Un ejemplo especialmente claro es el de los concursos de belleza infantiles, que abuelo y nieto (extraordinario y versátil el niño Jackson Nicoll) desarman desde adentro al llevar al extremo en la ficción lo que ya está claro en la realidad: que se trata de una exposición pública inapropiada para las niñas de corta edad. El humor de esta película de Jackass apunta a lo más enfermo del consumismo estadounidense, al embrutecimiento, al empobrecimiento, y lo hace estallar mediante chistes que -como todo humor consciente y que se hace con respeto por la comedia crítica- tienen ese regusto amargo proveniente de haber dado en el clavo. Entre los mejores momentos de la película está el de la respuesta "timing", que es de una asombrosa brevedad. El timing para la sorpresa es clave en Jackass : la sorpresa del espectador y/o la sorpresa de aquellos que son víctimas del modo cámara oculta. Así se logran situaciones de remate perfecto (el juego mecánico) y otras que no parecen llegar al remate necesario (el de la caja de encomienda). Pero la película apuesta al experimento de mezclar el modo sketch de la cámara oculta con una línea argumental, y de esa forma se pasa de forma despareja de una secuencia a otra en la búsqueda del próximo chiste. Ese que puede lograr -otra vez-la explosión cómica, la crítica social a esas catástrofes que vemos y alejamos -al menos temporalmente- mediante sonoras carcajadas.
Dos para la joda Un abuelo descarado y jodón tiene en su nieto al mejor compinche. Juntos viajan a encontrarse con el padre del niño para que este se haga cargo de él mientras la madre cumple condena en la prisión. Esta comedia funciona solo a partir de la complicidad que se establece con el público, el que sabe que todo está preparado en función de captar incautos para las cámaras sorpresa que acaban como escenas dentro de la trama. El humor hace base en lo escatológico y lo sexual -como es previsible-, y tiene su punto más alto en una escena de travestismo infantil. Knoxville realmente se luce en su composición, gracias sobre todo al excelente maquillaje que lleva. Pero, como sucede en estos casos, es el niño el que se lleva los aplausos. Desfachatado y natural, el pequeño ya tiene futuro asegurado en la barra guarra de Hollywood. En resumen, el resultado es desparejo, sin llegar a explotar la comicidad propuesta el filme se queda en su aspecto más televisivo, y con el humor más burdo. Ese que solo disfrutan algunos no muy exigentes en la materia.
Johnny Knoxville ahora es el adulto mayor más incorrecto del mundo. Tiene que llevar a su nieto para que lo cuide su padre, porque su hija está presa y el reciente viudo quiere divertirse. Con cámaras sorpresa, al estilo Borat, resulta implacable. Humor zafado, políticamente incorrecto, definitivamente corrosivo y divertido.
Pocas ideas que se agotan Extraída de un programa de MTV donde un grupo de freaks hace cualquier cosa para divertir a la audiencia, la película no consigue el mismo efecto y lo mejor está en el trailer. El origen de Jackass: el abuelo sinvergüenza está en su título. La serie que se hizo famosa en MTV a principios de siglo y que luego devino en varias películas se extiende ahora en esta nueva producción. El abuelo sinvergüenza (un título local que parece más una película con Enrique Serrano o Luis Sandrini que una comedia de Jackass) es una ficción teñida con las constantes estéticas del grupo. Jeff Tremaine sigue en la dirección, Spike Jonze sigue figurando en la historia y Johnny Knoxville (caracterizado como el abuelo del título) en el rol protagónico. La historia es la de Irving Zisman (Johnny Knoxville), un hombre de más de ochenta años que acaba de enviudar. Irving recibe la noticia de que debe llevar a su nieto a reencontrarse con el padre, después de que la madre del niño es notificada de que debe volver a la cárcel. El recorrido de esta especie de road movie dispersa le da por primera vez a la franquicia Jackass una forma narrativa tradicional. Lo que al comienzo parece más o menos interesante y tiene cierta gracia, con el correr de los minutos se va volviendo cada vez menos gracioso, más repetitivo y mucho más forzado. La escatología y la violencia física de Jackass, la única parte de su humor que valía la pena, son dejados de lado acá por una serie de escenas construidas con cámara oculta. El humor de cámara oculta, posiblemente uno de los más pobres que la comedia haya encontrado jamás, tiene impronta de televisión y programa berreta. Una, dos, tres escenas con ese mecanismo, hecho con mucho esfuerzo, puede despertar una sonrisa en quien busque desesperadamente reírse con algo, pero durante más de una hora se vuelve muy molesto. Toda la supuesta transgresión de Jackass queda acá sepultada por la repetición y la pereza. Además, hay que soportar una supuesta línea seria dentro del relato, que de tan mala es complicado saber si es irónica o no. ¿Hay algún chiste bueno en esta seguidilla de bromas? Sí, hay dos o tres, y están todos en el trailer de la película. Lo más recomendable es ver eso y nada más. La proporción risa-tiempo es muchísimo más justa que la que ofrece el largometraje. Los títulos del final con backstage demuestran que mientras nosotros nos aburrimos, los que hicieron la película la pasaron muy bien. Es para envidiarlos.
Un chiste envejecido Espectáculos 0 Compartir Enviar Imprimir Un chiste envejecido 19.12.2013 Por Pablo Raimondi “¿Cuál es el secreto de la comedia? El ritmo cómico”. Ese consejo, de abuelo a nieto, del octogenario Irving Zisman (caracterizado por Johnny Knoxville) a Billy (Jackson Nicoll) choca de frente con Jackass: El abuelo sinvergüenza. Lo que debería haber quedado como un personaje más de la vieja serie de MTV, devenida en filmes (con resultados desiguales), pasó al grado de película unipersonal que agota, con sólo ver 20 minutos de rodaje, casi todos sus recursos humorísticos. A saber: flatulencias, escatología, genitales (o hablarle a su pene y decirle “somos libres” al enterarse que enviudó) o endulzarle el oído a cuanta mujer se le cruce y causar, por más que sea a propósito, un estado de vergüenza ajena que tiene un carácter más fantástico que comedístico. Knoxville, co creador de los disfuncionales Jackass, parece que tiene cierta fijación por los clubes nocturnos y sus personajes o predecir lugares comunes de una comedia negra, como que un cadáver se caiga de su ataúd, en plena ceremonia religiosa, o, bien, una anciana muerta como protagonista de una road movie desde el interior de un baúl. Si se puede rescatar algo de este filme es el papel del pequeño Jackson Nicoll, con rostro imperturbable ante las ridículas charlas que tiene con los adultos. Y una sangre fría total para afrontar situaciones ante los incrédulos ojos de sus eventuales (y dudosos) testigos de correrías junto a su abuelo. En este filme, Jeff Tremaine (la otra pata de Jackass y director de las incursiones de los muchachotes en cine) se empecinó en arruinar las pocas buenas ideas con las que contó el filme, como el caso del concurso de belleza de niñas. Cuando Nicoll revea, años más adelante, esas imágenes, quizás se arrepienta de lo que hizo. A pesar del humor infantil de sus dementes colegas, en este filme se extrañan las apariciones grupales y desafíos de todo tipo como ocurrió en la aceptable Jackass 3D donde la brutalidad tenía ingenio y ritmo, algo que escasea en esta cuarta parte. El tono comedia con ribetes pseudodramáticos (un padre alcohólico que no acepta a su hijo) no encaja en la esencia de Knoxville y cía. Olvidable.
Un Jackass no tan Jackass. La saga Jackass, ya sea en formato televisivo o cinematográfico, es algo peor que un placer culposo. Mirar Jackass es como mirar los restos de un accidente. Es morbo, un magnetismo incontrolable que supera la barrera de la propia resistencia moral y hace que mires aunque sepas que es una porquería. No se me ocurre otra explicación para la existencia de un programa protagonizado por una banda de imbéciles -que nadie se ofenda, esa es la traducción del título del programa- golpeándose los genitales con una maza, haciéndose mear por un zorrino en la caja de una furgoneta, introduciéndose objetos de diversos tamaños y formas en el cuerpo o tratando de matar de un infarto a un padre gordo a fuerza de bromas pesadas...
JACKASS: EL ABUELO SINVERGUENZA no es la historia de un tierno abuelito que quiere pasar más tiempo con su nieto mientras recorren Estados Unidos en busca del padre del niño. No, es en realidad un ejercicio fílmico surgido de las mentes políticamente incorrectas del polémico programa de MTV JACKASS Johnny Knoxville toma nuevamente el rol protagónico, cargado de maquillaje enfrenta a lo largo de un bizarro viaje junto a su nieto todo tipo de situaciones bizarras, irreverentes y de dudoso humor. Apelando a la cámara oculta, los intérpretes realizan todo tipo de bromas a un montón de inocentes transeúntes convertidos en involuntarios protagonistas del filme. Un compilado de humor físico brutal, escatológico y sexual no recomendado para mentes pacatas. Un filme que puede incomodar a los espectadores desprevenidos, pero que sin dudas encantara a los fanáticos del programa original.
Sé que estas películas tienen muchísimos seguidores y seguramente la disfruten como las entregas anteriores, pero por momentos, "el abuelo..." no divierte tanto como las otras. Si no viste nunca "Jack Ass", vas a ver mucha cámara oculta... hay cámaras que funcionan y otras que no. Lo bueno es que las que funcionan, son geniales y de seguro te van a robar una sonrisa, y las que no, te van a dar un poquito de vergüenza. Tanto en programas de Argentina como en Jack Ass, estamos muy acostumbrados a ver cámaras ocultas en televisión, pero si algo hay que reconocerle a Johnny Knoxville y equipo, es que consiguieron algún que otro momento original que no voy a contar acá para no spoilear, que te va a divertir. Ya sabes, si sos fan, te va a gustar y si no viste nunca Jack Ass, es una buena manera de tantear si te divierte el género.
"Cómplices del crimen" Existe una clase de magia dentro del séptimo arte que podemos llamar complicidad, la cual es a veces un poco más fácil de ejercer y otras veces no tanto. Como dicen los que saben en otro ámbito, “la mejor ubicación en un obra de teatro es aquella lejana que no te deje ver lo irreal de la escenografía”, por eso el espectador avezado critica solamente aquello que es importante ver y trata de omitir el resto. En el cine también existe mucho de eso, de mirar para un costado y dejar pasar la evidencia que demuestra el quiebre de ese universo ficticio que se nos presenta, con tal de seguir siendo parte de él por un tiempo más para aprovechar todo lo bueno que nos puede dar. El fenómeno televisivo conocido como “Jackass” siempre jugó con que el público no le prestara demasiada atención a esas serias sospechas acerca de la veracidad de las supuestas cámaras sorpresas que montaban sus personajes de vez en cuando. Por eso gran parte de ese show también consistía en mostrar, legítimamente, los niveles de imbecilidad que uno puede llegar a alcanzar mediante la influencia de un grupo de amigos bastante infantiles y otra clase de sustancias quizás. Lo que siempre me pareció interesante de esta serie es que tenía una galería de personajes (como es el caso del Irving Zisman y PartyBoy, entre otros) que podían hacerte reír con cámaras ocultas, sin que te importara demasiado la legitimidad de las mismas, ya que mostraban situaciones increíblemente exageradas dentro de situaciones cotidianas. Las películas de “Jackass” no me parecieron tan divertidas a excepción de la primera que ofrecía (si se quiere) la originalidad y frescura del debut cinematográfico. Las tres secuelas posteriores fueron simplemente efectos colaterales del éxito económico de la original y no mucho más. “El abuelo sinvergüenza” también está dirigida por Jeff Tremaine (director de todos los films anteriores) y escrita por el nominado al Oscar (sí, créanlo) Spike Jonze, quien además también oficia de productor de esta película que cuenta la historia del abuelo Irving Zisman (irreconocible Johnny Knoxville) y su poco querido nieto Billy (excelente Jackson Nicoll), quienes tienen que atravesar todos los Estados Unidos en busca del padre del menor. Copiando el esquema narrativo de “Borat” de Larry Charles (2006) y convirtiéndose a medida que avanza el relato en una versión XXX de “Little Miss Sunshine” (2006), “Jackass: El abuelo sinvergüenza” se destaca por ofrecer muchísimas dosis de humor negro, escatológico y hasta del más estúpido y sencillo (como los golpes de sus protagonistas) que se disfrutan bastante. La clave para divertirse con esta propuesta es hacer la vista gorda a ciertas situaciones que resultan completamente inverosímiles pero que, apoyadas en el recurso de las cámaras ocultas escondidas en puntos múltiples y remotos, intentan erigirse como hechos verídicos. Si bien ayuda bastante el hecho de ver caras completamente descolocadas y atónitas de gente común frente a situaciones extremas (la escena del velorio, el baile en el club nocturno y la fiesta de casamiento) y algunas menos drásticas (las bromas de Billy en la calle), la simple historia de un abuelo y un nieto, el formato dinámico y llamativo con el que se filmó, las actuaciones de Knoxville y Nicoll y sobre todo el repertorio de situaciones cómicas bastantes efectivas terminan siendo los verdaderos puntos altos de esta comedia que vale la pena recomendar. Una vez que veas “Jackass: el abuelo sinvergüenza” vas a ver para siempre con otros ojos esa joyita indie llamada “Pequeña Miss Sunshine”.
Sólo para los muy adeptos al humor bizarro La franquicIa de "Jackass" nació como una serie del canal musical MTV enfocada en guarradas de todo tipo, exagerados actos de deportes extremos combinados con cámaras sorpresa, toma un giro geriátrico en estas aventuras de un octogenario que acaba de enviudar y, contento, busca acción sexual a toda costa, a pesar de que tiene que acompañar a su nieto de 8 años recién abandonado por su madre adicta a la droga Como es de esperar, los chistes sólo persiguen shockear al espectador con la bateria esperable de incorrección política, a la que se suma también, en este caso, la desagradable insistencia del protagonista por llevarse a la cama a toda mujer que encuentre a su paso, más alla de la edad, la etnia o lo que sea. Todo esto al lado de su nietito. Pero más allá de las groserías, lo cierto es que en cuando comienza el viaje de abuelo y nieto queda claro que esto, al final, es una comedia bastante convencional en cuanto a su estructura. También es previsible que abuelo y nieto, que no se conocen ni se tienen mucha simpatía, a lo largo del viaje van enterneciéndose, lo que en este caso puede implicar cualquier cosa. Hay gags muy buenos, y momentos donde no pasa gran cosa.Hay una escena o dos realmente logradas, como la que muestra al abuelo fornicando con una maquina expendedora de gaseosas. Johny Knoxville actúa bien, con el maquillaje que lo convierre en el abuelo tarambana capaz de traumar para siempre a su pequeño acompañante.
Jackass vuelve al cine con el humor de siempre pero con un formato un tanto distinto. Irving Zisman es un octogenario de esos a los que usualmente nos referimos como “viejos verdes”. Aunque acaba de enviudar, lejos está de sentirse devastado por la muerte de su esposa y lo ve como el momento perfecto para disfrutar la vida a pleno con todos y cada uno de los excesos que podamos imaginar. Al mismo tiempo su hija, una adicta a la drogas, es enviada a prisión, razón por la cual Irving deberá hacerse cargo de su nieto Billy, a quien apenas conoce. Sin ninguna intención de quedar al cuidado de chico, ambos comienzan un vieja a través del país para dar con su padre, un hombre que solo acepta cuidarlo para cobrar una pensión. Hola, Johnny Knoxville y bienvenidos a Jackass Guste o no, Jackass supo hacerse un lugar entre los programas más divertidos y exitosos dentro de los primeros años de este nuevo siglo. Durante tres temporadas en TV y tres películas (una de ellas en 3D), poco podíamos imaginar que en esta nueva oportunidad dejarían de lado el formato que los hizo famosos (aunque sea un poco) para probar suerte con uno nuevo, un tanto más difícil de encasillar. El Abuelo Sinvergüenza es una especie de experimento que se debate entre largo cinematográfico y programa de cámaras ocultas. Lo primero que se nos viene a la mente durante los minutos iniciales de El Abuelo Sinvergüenza es Borat, aquella película protagonizada por Sacha Baron Cohen sobre un periodista de Kazajistán que recorría Estados Unidos en busca de experiencias. Si bien la comparación no es del todo errada, había una búsqueda y un tratamiento detrás de Borat que se encuentra ausente en este nuevo trabajo de los muchachos de Jackass (Que en este caso son tan solo el actor Johnny Knoxville, el director Jeff Tremaine y el guionista y productor Spike Jonze). Mientras que Borat desparramaba situaciones delirantes y mal gusto con el afán de posar su ojo crítico sobre la sociedad norteamericana, El Abuelo Sinvergüenza solo se limita a hacer reír, y vaya que lo consigue. Llegó el momento de sincerarse: Me encanta Jackass. Siempre me resultó una gran diversión descerebrada que podía disfrutar una y otra vez y difícilmente cansarme. El Abuelo Sinvergüenza sigue la misma línea de humor físico y escatológico que hizo famosa a la serie, aunque aquí es dentro de un contexto que, por momentos, se aleja de su hilo conductor. El film trata de seguir una historia por demás de simple pero que rara vez se preocupa por avanzar. Knoxville y compañía están más interesados en buscar que el espectador se ría sin parar en lugar de contar una historia como es debido. El Abuelo Sinvergüenza tiene momentos verdaderamente graciosos y otros pocos que no funcionan tan bien como se hubiera querido, pero así y todo me encontré riendo durante gran parte del metraje. Knoxville usa todo su arsenal de bromas y expande al personaje de Irving Zisman a un nivel que no habíamos visto ni en la serie ni en los anteriores films. Pero la verdadera estrella de la película termina siendo Jackson Nicoll, quien interpreta a Billy, y se roba unas cuantas escenas sobre todo en los últimos minutos. Conclusión El grado de disfrute de El Abuelo Sinvergüenza depende de la búsqueda de cada espectador. Si buscas una comedia crítica como Borat, este no es tu lugar. Si esperas que te cuenten una historia bien estructurada y que se vaya desenvolviendo escena tras escena, tampoco lo vas a encontrar acá. Lo que sí vas a encontrar son bromas, en clave de cámara oculta, que pretenden divertir siguiendo un vago hilo conductor. Eso es lo que se propuso El Abuelo Sinvergüenza y lo logra, y quienes vayan con ganas de reírse y sin pretensiones, seguramente puedan disfrutarla. - See more at: http://altapeli.com/review-jackass-el-abuelo-sinverguenza/#sthash.A2wygwRX.dpuf
Celebración del arte del maltrato Coescrita y producida por Spike Jonze, la nueva guarrada de la serie Jackass conserva el carácter episódico de los productos de la casa, aunque aquí con una mínima premisa argumental, apoyada en más de una oportunidad en cámaras ocultas. Emitido originalmente por MTV a comienzos de la década pasada, Jackass consistía en una horda de boludones de veintilargos dándose trompadas, zamarreándose dentro de un baño químico, tiroteándose a quemarropa con balas de pintura, arrojándose bolas de pool en las entrepiernas y atándose los prepucios a una moto, entre otras idioteces. Tras tres temporadas, veinticinco episodios y cientos de denuncias, el canal le bajó el pulgar. Pero los muchachos quisieron más y siguieron en la suya, creando numerosas derivaciones televisivas y cinco películas, tres para cine (una se estrenó aquí) y dos para el mercado hogareño. O seis, si se tiene en cuenta que El abuelo sinvergüenza está precedida por un Jackass presents. Así, aquel programa terminó convirtiéndose en una marca mundializada. Mundializada y exitosa, ya que El abuelo... destronó de la taquilla norteamericana ni más ni menos que a Gravedad, fija de muchos para el top 5 del año. Aquellos conocedores del mundo Jackass identificarán rápidamente el asunto, ya que Irving Zisman es uno de los personajes más icónicos del programa, aquel viejo gruñón, maleducado y misógino que solía aparecer en la pantalla con el escroto literalmente por el piso incomodando a los ocasionales transeúntes. Interpretado por el jefe de toda la batuta, Johnny Knoxville, Zisman debe hacerse cargo aquí de un nieto (notable Jackson Nicoll) cuya principal aspiración es vivir de la pesca y comprarse una casa cerca de la cárcel donde irá su madre por reincidir en el consumo de drogas. “Mi mamá tiene mal aliento por consumir crack”, dice el pibe. El abuelo, mientras tanto, tampoco la pasa bien. Mejor dicho, tampoco debería estar pasándola bien, pero la viudez parece causarle cualquier cosa menos tristeza. Lo que seguirá es una road movie con los tres –abuelo, nieto y el cadáver de la abuela– atravesando medio Estados Unidos rumbo a la casa del padre, un fumón que no duda en pelar el vaporizador delante de una asistente social. Coescrita y producida ni más ni menos que por Spike Jonze, El abuelo... conserva el carácter episódico de los productos de la casa, aunque aparece aquí la idea de una mínima premisa argumental desarrollada en gran parte mediante el registro con cámaras ocultas. Así, cuando el viejo intenta mandar a su nieto embalado en una encomienda, la reacción de las empleadas de la empresa de transportes es “real”. Lo mismo cuando la dupla arme un sandwich en pleno supermercado o el viejo lleve al nene a un concurso de talentos infantiles... para nenas. El recurso funcionaba bien en las pequeñas dosis del serial televisivo y aquí por momentos también, pero a la larga termina produciendo una sensación de agobio y reiteración, como si Jeff Tremaine, otro hijo dilecto de la troupe y director de todas las entregas anteriores, tuviera esa única idea y no supiera cuál es el momento para dejar de explotarla. Pero ojo, porque el film tiene todo lo que una buena comedia debe tener: incorrección, sorpresa, timming, zarpe y gracia. ¿Y por qué sólo un seis? Porque esos méritos, si bien siempre dignos de mención, son los mismos que pueden atribuírseles a varios de los mejores exponentes de la Nueva Comedia Americana. ¿Personajes apócrifos en plena calle e incomodando a civiles? Ya lo hizo Sacha Baron Cohen. ¿Una pared llena de mierda después de un pedo que finalmente no era tal? Marca registrada de los Hermanos Farrelly. En ese sentido, el film levanta vuelo cuando decide particularizarse recuperando la entronización del arte del golpe y el maltrato por el único placer de generarlo y recibirlo del mundo anárquico, radical e impredecible de Jackass. La escena del abuelo sentado en una silla de plástico y el nieto pateándosela o aquélla en la que rompen los carteles en la ruta muestran lo mucho mejor que habría sido El abuelo sinvergüenza si hubiera elegido no parecerse a nada en lugar de un poquito a todo.
La pregunta final que merodea en nuestras cabezas al terminar de ver una película como Un abuelo sinvergüenza es ¿qué es lo que nos causa gracia?, un debate que lleva años y que no se va a resolver con este film ¿se puede hacer humor con todos los temas? A finales de los años ’90, la cadena de televisión MTV decidió cambiar su perfil e incluir en su pantalla determinados programas, cercanos al reality show, en donde jóvenes adultos desconocidos (o directamente público que participaba como en un concurso) hacían todo tipo de proesas escatológicas o de supuesto peligro extremo para que los televidentes se rieran; el más conocido de ellos, pionero, fue Jackass. Johnny Knoxville, Bam Margera y compañía se divertían como adolescentes matándose a golpes, haciendo groserías y cámaras ocultas. Muy pronto, el éxito de este programa no solo derivó en muchos iguales, sino que catapultó a sus integrantes a tener una carrera en la actuación o a tener programas propios. El cine no les fue esquivo, tres películas, la última en 3D cuentan los muchachos, y ahora este desprendimiento que sigue los mismos resultados en líneas generales. Mezcla de ficción con cámaras ocultas, "El abuelo sirvengüenza" sigue la historia de Irving Zisman (Knoxville maquillado y con máscara prostática), un abuelo de 86 años que debe llevar a su nieto Billy (Jackson Nicholl) de ocho años por todo EE.UU. a un encuentro con el padre de Billy. En el medio harán muchísimas paradas como buen road movie, pero hay varios datos; en el baul llevan a la difunta esposa de Irving, y este anciano no es uno de esos abuelitos tiernos como los que podemos ver en el otro estreno de la semana La esencia del amor, es directamente lo que conoceríamos como un viejo verde. Desubicado, malhablado, asqueroso, inoportuno, desprejuiciado, malhumorado y muy procaz, así es Irving que mete a su nieto en una catarata descendente de sucesos supuestamente graciosos. La película funciona con pequeños conductores ficcionales, que llevan de una cámara oculta a otra en donde un público desprevenido va a ver a un viejo con su nietito hacer todo tipo de actos escatológicos, sobre todo sexuales. Dirigida por un ignoto Jeff Tremaine, el atractivo supuestamente es ver a Knoxville como anciano haciendo las mismas cosas que de joven, pero en el medio hay un niño real, y ahí entra el cuestionamiento de si es correcto o no, poner a un menor ante situaciones simplemente reprochables. Hay desnudos, genitalidades varias, strippers, fluidos de todo tipo, lenguaje impronunciable, y un chico como espectador y partícipe. No es función de esta página dar una clase de moral, que además sería adentrarse en cuestiones subjetivas, pero el resultado rara vez causa efecto gracioso, lo que sin dudas afecta contra el producto final. El espectador tiene que saber que va a ver una película de Jackass con todo lo que eso implica, si está dispuesto a observar sin ningún prurito, puede que El abuelo sirvengüenza logre alguna sonrisa esporádica, por lo demás, la mezcla ficcional/real no se plasma muy correctamente con una edición complicada y defectuosa con cambios de registro constantes. El abuelo... es lo que es, una comedia absurda, destinada a un público conocido, libre de toda pretensiones, si encuadra en ese target aventúrese.
La agudeza de la flatulencia Habitualmente el mundo Jackass estaba integrado por una serie de piruetas absurdas que ponían en riesgo el físico y que tenían un fuerte componente cómico: detrás de la escatología de la mayoría de esas peripecias, había una impronta enérgica, una postura rupturista y mucho sentido del timing. Las películas amplificaban eso hasta llevarlo a límites delirantes como vimos en la tercera entrega. Jackass presenta: el abuelo sinvergüenza es un paso adelante en un sentido narrativo, porque si bien continúa apostando por momentos a situaciones de un slapstick brutal -y es cuando mejor funciona la película-, construye estos episodios con cámaras ocultas que van generando boyas dramáticas para un relato que está por encima y que es una road movie compartida entre un abuelo y un nieto a través del territorio norteamericano. Y si bien se siente en el film de Jeff Tremaine un poco de falta de originalidad (la película se parece mucho a lo que propone Sacha Baron Cohen), cuando deja la pereza del chiste berreta de cámara oculta y apuesta por hacer de su humor una catapulta contra lo más aberrante de la cultura Americana, da en el blanco con notable precisión. Por más que apuesta a la escatología constante y al chiste sexual recurrente, la película no es perezosa y eso está claro, hay varios ejercicios y experimentos formales dando vuelta por aquí. El más notorio es el de intentar construir una ficción alrededor de múltiples cámaras ocultas. Darle un sentido a esto parece sencillo, pero no es tan fácil: las reacciones de la gente ante lo que ocurre son indispensables para que ese recorrido que hacen los personajes tenga algún sentido. Y además requiere un trabajo de montaje bastante agudo. Jackass presenta: el abuelo sinvergüenza logra en la mayoría de los casos sorprender, tanto afuera como adentro de la pantalla porque -marca de fábrica de Johnny Knoxville- lleva los límites un poco más allá. Y tipos como Knoxville o Baron Cohen se aprovechan de lo asombrosamente idiota, embrutecida y conservadora que puede ser buena parte de la clase media del interior norteamericano. El problema de la película, en todo caso, es que esa ficción que se construye por encima del relato es bastante básica y apela a un sentimentalismo ramplón. Y que, por momentos, Tremaine y Knoxville se alejan de la premisa original de romper todo y se contenten con algunos chistes menores e indignos hasta para un programa televisivo de cable con pocas ganas de trabajar. Resulta casi imposible no pensar en Borat, Brüno o El dictador cuando uno ve Jackass presenta: el abuelo sinvergüenza. Pero si algo tiene a favor el trabajo de Knoxville contra el de Baron Cohen, es que en el jackass hay una intención menos ambiciosa que en el británico. Cohen quiere ser un Chaplin del bajo mundo, y detrás de toda su osadía germina una posibilidad de decir algo importante o trascendente sobre el planeta. Knoxville, por el contrario, se contenta con que el chiste sea lo más efectivo posible, apuesta casi a la reunión de amigos y si en el camino se dice algo, mejor: por eso que muchos de sus gags dependen de dispositivos mecánicos -un jueguito para niños en un mercado, un airbag-. Lo mejor del film depende de dos variables: 1- el chiste repentino que lleva a la carcajada; y hay un diálogo perfecto entre el abuelo y su nieto al respecto, que deja en evidencia además que acá hay gente que entiende la comedia; 2- cuando esa agresión física lleva intrínseca una demostración cabal de la desintegración social de una cultura demasiado creída de su superioridad moral. Por ejemplo, la reacción de un grupo de personas ante la cagada que deja el protagonista en la pared de una cafetería da la idea de que ahí puede ocurrir cualquier cosa -incluso lo peor- y nadie se sorprende demasiado. Pero lo mejor mejor llega casi sobre el final, con el abuelo y su nieto involucrándose en un concurso a lo Little Miss Sunshine, que no sólo es memorablemente cómico, sino que exhibe lo aberrante de esos espacios y que -autoconscientemente- reescribe, minimiza y deja en ridículo a aquella película indie pretendidamente cool. Casi se podría decir que la película justifica su visionado exclusivamente por esa secuencia perfecta.
Menos más menos No sólo cualquier frase seria sino cualquier frase en serio que se escriba sobre El abuelo sinvergüenza se vuelve ridícula al instante. Y la verdad es que esa sentencia podría aplicarse a todos los productos de la factoría Jackass, ya sean los televisivos, popularizados por MTV, o los cinematográficos. ¿Qué se le puede exigir a una banda de tipos que no parece tener otra pretensión más que divertirse y ganar dinero poniéndole el cuerpo a una serie de pruebas físicas masoquistas o someterse a situaciones morbosas, impúdicas, escandalosas y escatológicas? De algún modo el peso de la prueba cae siempre sobre el gusto del espectador. ¿Te da risa o asco ver a alguien comer vómito? ¿Te da risa o asco un viejo que exhibe sus testículos? El cuestionario podría seguir hasta el infinito y hay que tener en cuenta que tanto la risa como el asco no son sólo reacciones físicas sino también morales. Sin embargo El abuelo sinvergüenza es un caso particular, porque en ella los episodios cómicos registrados por cámaras ocultas están unidos a una historia mayor mediante un hilo argumental bien visible. Aquí, el conocido personaje del abuelo depravado Irving Zisman, interpretado por John Knoxville, vive una aventura que tiene un lado sentimental bastante obvio y que toda la carga de cínismo e incorrección de la película no consigue atenuar. Justo cuando acaba de quedar viudo, el viejo Zisman debe encargarse de su nieto (un simpatiquísimo Jackson Nicoll), lo cual implica viajar a través de los Estados Unidos hasta donde vive el padre del niño. El viaje, en un Lincoln continental setentoso, les depara, por supuesto, muchísimas experiencias desopilantes. A diferencia de una ficción tradicional, todas las escenas son producto de esa especie de situacionismo irrisorio que implica preparar una acción sorpresiva en un lugar público (una sala de velatorio, un supermercado, un comedor, un bar, una plaza, etcétera). En ese sentido, El abuelo sinvergüenza, como las anteriores Jackass, podría verse como un laboratorio en el que se experimenta con la sociedad norteamericana. No obstante, en este caso, resulta difícil decidir si el desarrollo levemente empalagoso de la relación entre el abuelo y el nieto distrae del humor picaresco o si el humor distrae de ese relato familiar de bajas calorías. Tal vez la distracción es doble y sólo en matemática menos más menos es más.
Para los fanáticos de “Jackass”, el envío televisivo de MTV, quizás esta tercera película resulte extraña por varias razones. Entre ellas la menor audacia de los sketches y, sobre todo, el relato convencional que atraviesa el filme de una manera un poco forzada de principio a fin. La idea sobre bromas pesadas y cámaras ocultas que hizo famosos a Spike Jonze, Johnny Knoxville y Jeff Tremaine a partir del año 2000, sigue teniendo el ADN original, pero el efecto de las andanzas de un abuelo medio desquiciado y su nieto en una road movie del estilo restauración del orden familiar, le resta espontaneidad y repentismo, dos de los fuertes de este clásico del humor. Bajo la estructura de una comedia que evoca lo que hizo Sacha Baron Cohen con “Borat”, en este regreso, Knoxville, debajo de una espesa capa de maquillaje, se pone en la piel de Irving Zisman, un enérgico señor de 86 años. Y el sorprendente Jackson Nicoll, el pequeño actor de sólo 8, en el de Billy, en una interpretación que le roba varias escenas a su compañero de viaje. Todo comienza cuando la hija de Irving debe regresar a la cárcel, y el abuelo tiene que hacerse cargo del chico y llevarlo a vivir con su padre a otra ciudad, justo cuando empezaba a disfrutar de su recién adquirida viudez. En el camino se rien de todo y de todos: de los asistentes al funeral de la difunta abuela -un personaje que sin un línea de texto dispara las mejores bromas de humor negro-, y de los clientes de varios bares, incluido uno de stripers masculinos, entre otros desprevenidos. En el medio está todo el arsenal de humor físico conocido: golpes, caídas y hasta tortazos, y la artillería de palabras con doble sentido y deformaciones de nombres seudocientíficos de enfermedades improbables. Pero la superposición de gags buscando el humor hace perder justamente eso que necesita una comedia: ritmo. A pesar de lo cual “Jackass: el abuelo sinvergüenza” no defrauda.
Ante la repulsión que me provoca Jackass y todos sus antecedentes radiofónicos, televisivos y cinematográficos, es difícil mantener cierto grado de imparcialidad. De última sería más fácil decir: si le gusta Jackass vaya, y si no quédese en su casa. No voy a hacer catarsis, de todos modos intentaremos algo más constructivo. El diccionario de la RAE tiene dos definiciones para “humorismo”: 1. Modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad, resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. “Jackass: El abuelo sinvergüenza” (junto con la serie de MTV, más lo hecho anteriormente para cine), no entra en la primera definición porque ninguno de los dos elementos centrales de la realidad que posee el guión resaltan el lado cómico de nada. Al contrario, la vejez (con sus dificultades) o el abandono infantil (podríamos incluir el choque generacional abuelo/nieto) son tomados como objeto de burla, además de ser usados tramposamente para abusarse de la confianza, la compasión, la solidaridad o la incredulidad de la sociedad. ¿Y si aplicamos la segunda definición? 2. Actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios. Encajaría muy relativamente. Uno entiende que, en lo suyo, el equipo detrás de éste proyecto es profesional y busca la diversión del público, aunque la propia tenga prioridad. Sin embargo no son chistes, tampoco imitaciones. Si tomamos a la parodia como una imitación burlesca y a la sátira como una composición que intenta mofarse de algo, “Jackass: El abuelo sinvergüenza” podría entrar en esta variante, pero cinematográficamente hablando los argumentos son más endebles aún. Se le ponga el disfraz que se le ponga, Jackass es un conjunto de cámaras ocultas. Salvo los protagonistas, Johnny Knoxville, Jackson Nicoll y algunos cómplices, el resto no sabe que la situación está preparada. Así, los espectadores / televidentes se dividirán entre los que disfrutan riéndose de lo que le pasa a los demás y los que no. Esta variante de humorismo registra su antecedente más lejano, en 1976 cuando el sudafricano Jamie Uys se despachó con “Esta loca, loca gente” registrando con cámaras ocultas distintas situaciones prefabricadas, como por ejemplo dos clientes en la barra de un restaurante que pedían el mismo plato. El falso recibía uno repleto, el verdadero uno casi despojado de comida. En otra, la cámara registraba de lejos la reacción de una persona que caminando por la vereda era seguida en fila por otras seis. La secuela fue en 1983. Gran éxito cuando salió en VHS y llegó a manos de Marcelo Tinelli que lo copió hasta el hartazgo en los noventa, Mario Pergolini también. En ambos casos se grababa una realidad alterada cuya gracia residía en ver el estado de la alteración, furia y enojo de una persona mientras viajaba de vacaciones, o viendo como le destrozaban el auto “por accidente”. Pero no son los únicos antecedentes de humor tramposo. Aquí, en Argentina, el Dr. Tangalanga se la pasó grabando conversaciones telefónicas con víctimas a las cuales insultaba de arriba a abajo mientras las sometía a situaciones de reclamo, por momentos muy violentas. Si ver o escuchar lo que le pasa en la vida real a una persona resultaba un éxito, no fue extraño ver nacer los reality show como los conocemos hoy con Gran Hermano a la cabeza. Jackass le agregó el elemento de la autoflagelación a la que se sometía el propio Knoxville con segmentos tristemente célebres, como cuando se somete a entrar en un baño químico y darlo vuelta en la altura. Este espanto fue un éxito de audiencia. Volviendo al estreno que me ocupa, “Jackass: El abuelo sinvergüenza” es uno de los “sketchs” del programa televisivo al que se decidió convertir en noventa minutos cinematográficos, disfrazados de un supuesto argumento en el cual el viejo enviuda (felizmente para él) y acepta llevar a su nieto al Estado donde vive el padre desempleado, adicto y abúlico. El nieto es un chico regordete y desfachatado. Sin filtros para decir lo que piensa o contar algunas cosas. Veremos situaciones en las cuales, por ejemplo, el niño habla de su mamá fumadora de crack en una sala de espera frente a la estupefacción de los presentes, o al abuelo jugando en un bar como hábil practicante de flutulencias, obteniendo como resultado final estrellar sus excrecencias contra la pared.. Un primor. Mas allá de los gustos personales, al intentar mechar estos momentos en una historia como para darle coherencia, Jackass traiciona un poco su propia fórmula en la que el desorde de las propuestas y la corta duración de las mismas eran las armas principales para que la cosa funcione. El abuelo y el buen trabajo de Johnny Knoxville no alcanzan para sostener una propuesta que por definición no tiene otro remedio que repetirse, volviendo todo tan reiterado y predecible que atenta contra los remates muchos de los cuales, los adivinamos apenas empieza la escena. Hablar de dirección sería injusto con la profesión. Mas que dirigir Jeff Tremaine coordina lo que sucede frente a las cámaras. En todo caso el mayor mérito lo tiene el equipo de maquillaje liderado por Steve Prouty y Tony Gardner con el trabajo hecho para lograr el abuelo y alguna que otra prótesis. Creo no dejar nada en el tintero. Ahora sí puedo decir: si no le gusta Jackass, no se moleste.
"...Una de las películas que vi esta semana se llama El Abuelo Sinvergüenza [carcajadas]- Ya me estoy riendo de acordarme de la película, jaja..." Escuchá la crítica radial completa en el reproductor (hacé click en el link).
Anti cine Muy divertidas las cámaras ocultas, pero eso no es cine. Tomar una historia recontra mil trillada de relación familiar y usarla de forma patética para darle sentido a una secuencia de cámaras ocultas no constituyen lo que para mí significa hacer cine, una película. En este sentido prefería "Jackass", que iba directamente a los bifes y no se andaba tratando de posicionar como algo que no es. Seguramente tiene un público que la irá a ver y se matará de la risa en su butaca, de hecho en varios momentos yo mismo tiré varias carcajadas, pero la verdad es que como producto cinematográfico es básico, malo y poco original. Si estás buscando reírte con un humor bien físico y norteamericano, seguro las pasarás bárbaro y dirás que es una muy buena comedia, pero tenés que entender que lo que acabás de ver es una secuencia de cámaras ocultas, varias de ellas de dudosa verosimilitud, que se ríen de y con la gente, por lo que poco tiene de producto cinematográfico. Poco y nada tiene de film, ya que el guión es prácticamente nulo y la cinematografía y el arte brillan por su ausencia. Si medimos qué tan divertida es la propuesta, podemos decir que tiene algunos momentos delirantes y bastante divertidos, pero tampoco son muchos. Diría que lo mejor pasa cuando el abuelo sinvergüenza se mete en un local de strippers masculinos y cuando se pone cachondo con las mujeres que pasan por la calle. La verdad que no hay mucho más por decir. Johnny Knoxville sigue lucrando con sus personajes refritados de Jackass y mientras haya un público dispuesto a pagar la no poco cara entrada de una cine para verlos, lo seguirá haciendo. ¿Alguien lo puede culpar? Creo que no.