Masacres mecanizadas Ya era hora de que Peter Jackson volviese a la senda de la calidad que había abandonado luego de El Señor de los Anillos: El Retorno del Rey (The Lord of the Rings: The Return of the King, 2003), su último film en verdad potable: Jamás Llegarán a Viejos (They Shall Not Grow Old, 2018), el primer documental del señor en una carrera de más de tres décadas, nos permite olvidarnos de propuestas muy pero muy fallidas como King Kong (2005), Desde mi Cielo (The Lovely Bones, 2009) y la trilogía de El Hobbit (The Hobbit), todas películas pomposas y huecas que parecían haber destruido de manera definitiva aquella creatividad de antaño del neozelandés. Por suerte el presente trabajo aporta un soplo de aire fresco porque nos invita a contemplar el accionar de la enorme maquinaria cinematográfica anglosajona puesta a restaurar material de archivo inédito de la Primera Guerra Mundial. La idea por detrás del convite pasa por la atracción de siempre de Jackson hacia el conflicto a raíz de un abuelo suyo que peleó en la contienda, así eventualmente esta experiencia lo llevó a obsesionarse de tal manera que él mismo cuenta con una generosa colección sobre la guerra que fue a parar a la pantalla. El director establece un contrapunto entre el fílmico en blanco y negro para los instantes previos y posteriores, por un lado, y el color para el desarrollo en sí de los combates, por el otro, especie de dicotomía entre la ignorancia de los civiles en torno a las carnicerías y la eterna sombra de la muerte (estupidez obediente de las mayorías acríticas) y la pesadilla sanguinaria sin fin (el verde de los uniformes se unifica con el rojo de la sangre). De hecho, es ese fluir caótico mundano del soldado de trincheras del Frente Occidental el que quiere y logra reproducir un Jackson muy inspirado y lúcido. Jamás Llegarán a Viejos reconstruye con lujo de detalles el sentir de las tropas inglesas desplegadas en Francia sin ningún atisbo de nacionalismo bobo modelo estadounidense, ya que el tono del relato respeta la continuidad prototípica bélica sin artificios ideológicos que justifiquen la gesta más allá de la inocencia semi pueril de unos conscriptos o voluntarios que no se daban cuenta de que estaban participando de una catástrofe interimperialista en pos de repartirse todo el globo sin ninguna consideración por esas masas que los distintos regímenes mandaban al matadero. El equipo técnico no sólo colorea las imágenes del período sino que le agrega sonidos y ruidos incidentales y los mismos intercambios entre los militares, a lo que se suma un sinnúmero de entrevistas a combatientes que narran en primera persona los acontecimientos con una enorme honestidad símil mega epopeya coral. Si bien la Segunda Guerra Mundial llevaría la locura del genocidio mecanizado al extremo, en realidad los primeros ensayos de industria armamentista moderna a escala planetaria se dieron durante las luchas que se extendieron entre 1914 y 1918, interminable catarata de miserias, cadáveres y heridos que Jackson retrata con respeto y minuciosidad sopesando en toda su ferocidad la lluvia de balas y bombas y por supuesto haciendo un balance sobre el final que enfatiza primero el desconocimiento general acerca de los motivos detrás de las masacres y segundo la triste conclusión de inutilidad y sinsentido de base por parte de unos soldados sobrevivientes que a posteriori sufrieron discriminación en suelo británico y no fueron alzados como héroes, como ellos creían ingenuamente en un inicio. El film es un documento histórico muy crudo y de una gran fortaleza narrativa que llama a las cosas por su nombre sin romantizaciones baratas, arrebatos chauvinistas, mentiras que exoneren al gobierno en funciones o delirios xenófobos hacia los alemanes, todo en sintonía con la perspectiva insólitamente ascética del Imperial War Museum del Reino Unido, nada menos que uno de los impulsores del proyecto junto al propio Jackson y su genial investigación…
“Jamás llegarán a viejos”, de Peter Jackson Por Hugo F. Sanchez Es bastante usual ver documentales de la Segunda Guerra Mundial, pero son bastante menos frecuentes los de la Gran Guerra (1914-1918), principalmente porque el cine tenía unos pocos años y además, era silente. Peter Jackson (El Hobbit, Criaturas celestiales, El señor de los anillos) tuvo acceso a más de 600 horas de filmación del Museo Imperial de la Guerra de Gran Bretaña, que primero restauró, para luego intervenir lo materiales de manera audaz y polémica: pasó las cintas de 13 a 24 cuadros por segundo, las coloreó, con ayuda de lectores de labios le puso sonido a las palabras mudas de los soldados registrados por las cámaras de la época, agregó el estruendo de los obuses, insertó fotos, dibujos y también recurrió a los testimonios de veteranos. Jamás llegarán a viejos es un documental diseñado desde el found footage -combinar distintos materiales encontrados para darles nuevos sentidos- con una clara manipulación para lograr una mirada posible sobre los jóvenes que fueron a la Primera Guerra Mundial, “la guerra que iba a terminar con todas las guerras”. La película es profundamente humanista porque está centrada en esos muchachos, muchos de ellos de 14, 15, 16 años, que mentían y eran alentados a mentir sobre su edad para lograr ser admitidos en los centros de reclutamiento. Se ven las largas colas sonrientes de hombres, el entrenamiento, la alegría de la poróxima aventura, los testimonios de la época que resaltaban que muchos de los reclutas provenían de lugares miserables y que por primera vez en su vida estaban bien alimentados y tenían acceso a la atención médica. Y después la muerte, el hedor de los cadáveres de hombres y animales, el barro, el pié de trinchera -el frío y la humedad hacían que las extremidades se infectaran y en algunas casos debían ser amputadas- y el sonido, (agregado, claro) de los obuses, el terror de los soldados, los rostros desencajados. Jamás llegarán a viejos muestra el verde de los uniformes, las caras sonrosadas y mugrientas de los chicos, el rojo de la sangre. Imágenes sonidos, edición, son los elementos de la puesta para traer al presente a una generación, toda una época que toma su dimensión específica ahora, para que con la percepción del presente sea posible asomarse al heroísmo, el candor, la miseria y la inutilidad de la guerra. JAMÁS LLEGARÁN A VIEJOS They Shall Not Grow Old. Reino Unido/Nueva Zelanda, 2018. Dirección: Peter Jackson. Edición: Jabez Olssen. Distribuidora: Warner Bros. Duración: 99 minutos.
Peter Jackson es reconocido mundialmente por haber dirigido, escrito y producido las trilogías de “El Señor de los Anillos” y “El Hobbit”, como también por encontrarse detrás de una infinidad de films con producciones a gran escala. Pero este año, por primera vez, incursiona en el género documental para traernos “Jamás llegarán a viejos”, el cual reconstruye momentos de la Primera Guerra Mundial desde la perspectiva de los soldados a través de material de archivo restaurado y un gran trabajo sonoro. Si bien Peter Jackson había realizado el mokumentary “Forgotten Silver” (1995) y produjo el documental “West of Memphis” (2012), es la primera vez que el realizador neozelandés dirige un film de estas características como homenaje a su abuelo que luchó en la Primera Guerra Mundial. “Jamás llegarán a viejos” se creó usando material crudo de la Primera Guerra Mundial en base a archivos del Imperial War Museum que no se habían visto anteriormente y audios de la BBC y del museo con entrevistas de soldados que lucharon en la guerra. En total, para hacer el documental se vieron 600 horas de entrevistas a 200 veteranos (quedaron 120 audios) y 100 horas de material crudo original. La mayoría de las imágenes fueron coloreadas y transformadas con técnicas modernas de producción. Además, Jackson buscaba una experiencia inmersiva para el espectador, que se sintiera parte del pelotón, y es por eso que se le agregaron efectos de sonidos y actuaciones de voz. El documental no usa una narración tradicional, sino que no se identifican (ni con imagen ni con texto) los soldados a medida que sucede el film, debido a que se busca mostrar experiencias unánimes que les pasaban a todos ellos, sin importar de dónde venían, sus edades o historias personales. Incluso no se hablan de fechas ni de lugares particulares, sino que se universalizó el relato. Es así como nos enteramos sobre la euforia de inscribirse al ejército, el entrenamiento, los uniformes y las armas que usaban, las comidas, las primeras impresiones de la guerra, la camaradería, el entretenimiento en los momentos de ocio, el después de la guerra, el tratamiento a los veteranos y cómo quedó Inglaterra luego de 1918. Algunos relatos e imágenes son muy fuertes, sobre todos los referentes a la muerte de los colegas y a cierta exposición propia al peligro. Como mencionábamos anteriormente, los aspectos técnicos cobran un valor fundamental dentro del film, casi tanto como los testimonios de aquellos veteranos. Es tan interesante lo que se escucha como lo que se ve. El montaje está muy bien realizado, coincidiendo las imágenes de archivo reales con las anécdotas que se cuentan en la voz en off y si no se dispone de dicho material visual, se lo ilustra. Lo mismo ocurre con la fotografía, donde al comienzo se prioriza el blanco y negro y una vez que se llegan a los relatos vividos durante la guerra, la imagen cobra color y la pantalla se expande de un formato cuadrado a uno horizontal, como para incorporar al espectador a estas experiencias. En este sentido, el sonido de los tiroteos, el relincho de los caballos, los pasos, el viento y los gritos influyen mucho a la hora de hacer parte al público. En síntesis, Peter Jackson nos ofrece un poderoso documental que, si bien no utiliza material propio, contiene archivos de imagen y audio inéditos, con los cuales realizó un gran trabajo en cuanto a la remasterización y a los efectos de sonidos, para envolver al espectador con las anécdotas de los veteranos, como si el público fuera parte de estas experiencias. Testimonios fuertes y conmovedores que se encuentran a la altura de la gran tarea técnica.
Inmersos en la guerra Presentada con el fin de conmemorar el centenario de la Primera Guerra Mundial en general y homenajear a los soldados británicos en particular, este documental de Peter Jackson (El Señor de los Anillos: El Retorno del Rey) trasciende su objetivo didáctico por su particularidad: manipular el exquisito material de archivo para lograr una experiencia visceral que transporta al espectador a las trincheras de la Gran Guerra. Jamás llegarán a viejos (They Shall Not Grow Old, 2018) utiliza imágenes y sonidos registrados por los soldados británicos en la contienda bélica y los interviene, los trastoca y ficcionaliza logrando la extraña paradoja de nuestro tiempo: se percibe más real el material transformado que el registro “en bruto” de los hechos. Los audios con las miles de anécdotas de soldados son ordenados cronológicamente para narrar este documental. Desde el reclutamiento hasta el enfrentamiento en campo de batalla y el regreso a sus hogares. Las imágenes son registros del período mudo, por ende carecen de sonido y cuentan con una velocidad de proyección superior a la actual. De esta forma vemos el reclutamiento, entrenamiento y arribo a las trincheras. Una vez allí, la velocidad de las imágenes se ralentiza y “acomoda” al realismo actual, el color “pinta” los sucesos y el sonido -fundamental- completa con detalle el cuadro. Las imágenes de archivo “cobran vida”. El director neozelandés ya había tenido una experiencia de manipulación con el falso documental Forgotten Silver (1997), que contaba la posible historia de que el cine “en realidad” había comenzado en Nueva Zelanda. Con Jamás llegarán a viejos también hace un truco de magia propio de los inventores del cine (el cine se colorea y sonoriza desde tiempos remotos) pero esta vez para transportarnos a los tiempos de la Gran Guerra en un viaje sensorial. Porque el director sabe que no importa mucho hoy en día la verdad detrás de lo mostrado sino la experiencia inmersiva, la vivencia sensorial que no requiere de un trabajo intelectual del espectador para compenetrarse con lo visto. La sensación es la de estar presenciando la guerra aquí y ahora como un protagonista más. Porque el resultado es una de las mejores películas antibélicas de todos los tiempos. Los cuerpos mutilados que vemos -y sabemos reales- adquieren nombre por las voces de los protagonistas y el impecable trabajo con el sonido que relaciona los hechos. El espanto se materializa de manera monstruosa en la película, sintiéndose más real que la realidad misma. Jamás llegarán a viejos es un acontecimiento. Escapa a las convenciones de ficción y documental para dar con un testimonio shockeante y conmovedor. Porque si bien la estructura del relato sigue ciertas convenciones, es el poder de la experiencia cinematográfica el que vuelve a este film singular.
Una gran división posible en la historia del cine es la de ficción y documental. Lo que en literatura se llama ficción o no ficción. El documental es a la vez un género y una categoría. No son compartimientos estancos, ya que la ficción suele utilizar mucho material documental dentro de sus historias y varios documentales utilizan elementos de reconstrucción actuada. No importa definir esas categorías de forma tajante, pero si entender que para la mayoría de los espectadores el documental está asociado a la televisión y que muchas veces utiliza la expresión “película o documental”. Incluso no pocos le llaman ficción a la ciencia ficción. Un documental casi nunca interesa en la taquilla y no tienen estrenos masivos. Gran ironía, porque el “basado en una historia real” y las biopics están a la orden del día en el cine mundial. Para los amantes del cine en general y del documental en particular, la idea de restarle valor a los films documentales es impensable. Como suele ocurrir con todos los géneros, el documental trae de tanto en tanto una obra maestra, un punto culminante que conmueve a los seguidores de esta clase de cine pero atraen también a los que no se interesan por los documentales. They Shall Not Grow Old es una de esas joyas que se disfrutan como película, como documental y también como reflexión acerca de la naturaleza del cine y sus herramientas. They Shall Not Grow Old, realizada en el año 2018, rinde homenaje a los soldados que participaron en la I Guerra Mundial con motivo del primer centenario de su final en 1918. Con un material original remasterizado y con algunos toques extras que acá no anticiparemos, la película muestra una guerra de un siglo de antigüedad como si fuera la primera vez que nos enteramos de su existencia. Este film británico distribuido por Warner Bros. fue coproducido por el Imperial War Museum, uno de los más sofisticados y extraordinarios museos que existen en el mundo. Lo que vemos son las imágenes de la primera guerra donde el cine pudo registrar imágenes. Todavía buscando la estructura de su propio lenguaje, el cine era un arte con menos de dos décadas de antigüedad y con toda clase de limitaciones narrativas y técnicas. Pero el registro –mayormente inédito- que la película ofrece es absolutamente demoledor. Simplemente filmar lo que se tenía adelante, con lo bueno y lo malo, sin medir ni especular con las consecuencias dramáticas de aquellas imágenes. Peter Jackson, junto a su equipo, hizo un trabaja titánico para conseguir ordenar todo ese material y fusionarlo con cientos de horas de audios de veteranos de guerra que cuenta en primera persona todo lo que vivieron. Desde el primer día –memorable el testimonio sobre el partido de rugby entre británico y alemanes- de la declaración de guerra hasta los años posteriores a la misma, muchas voces de hombres que lucharon van formando el texto unificador. De forma minuciosa nos explican lo que ocurrió desde el enlistamiento hasta los momentos más terribles de la batalla. El resultado de demoledor. Las imágenes y las voces no necesitan ningún subrayado ni explicación. No es la guerra idealizada, no es la guerra juzgada con los ojos de otra época ni el análisis de las nuevas generaciones. Sí, Jackson selecciona el material, pero él mismo desaparece por completo y deja que la película hable por sí misma. Jackson no hace reconstrucciones, no da nombres de soldados ni específica en qué lugar ocurren los hechos. El motivo es muy sencillo: esta guerra es igual a cualquier guerra, estos soldados son los mismos soldados que han combativo en todo el mundo durante toda la historia. No hay golpes bajos ni dogmas. Nadie dice otra cosa más que lo que ha vivido. La alegría que cuenta al comienzo, es genuina alegría, la angustia al final de la guerra, es verdadera. El humor, la camaradería, la grandeza, la nobleza, la forma de vida del soldado, todo se muestra con imágenes y testimonios reales, recuperado todo esto gracias a los museos y coleccionistas. Luego de unos primeros minutos muy tranquilos, la película –cuidado, spoilers- da su primer gran salto al ampliar el ancho de la pantalla y pasar a ser en colores. Claro que es un colorado digital muy bien hecho, pero aun así produce una sorpresa y una conmoción tan grande como la más brillante vuelta de tuerca de ficción. Entramos en otro mundo. Es como si de pronto los personajes cobraran vida. No faltarán otros momentos inolvidables, pero ese tiene un enorme poder cinematográfico. They Shall Not Grow Old no solo es uno de los grandes films de la década, sino que también es uno de los film bélicos más extraordinarios que se hayan hecho jamás. Todo lo que hemos visto en el género, acá aparece, aun siendo documental. El drama, el humor, la emoción, la mirada lúcida y abarcadora sobre los temas que trata. Y el título, tan bello como triste, está plasmado en esas largas tomas de jóvenes que sonríen a cámara, sin saber el destino que les espera. Cada instante de juventud yendo a la guerra es un momento abrumador. Sin plantearse como un film anti belicista, la película igualmente cumple en describir cual es la verdad de la misma. They Shall Not Grow Old es una obra maestra de visión obligatoria, un film de una ambición enorme que no deja indiferente a nadie. Una película sobre la guerra, sobre la juventud, un análisis de como las imágenes tomadas con una intención luego pueden funcionar en sentido contrario. Es el enorme poder del cine lo que aparecen la película. Como diría Horacio Quiroga, una película de ultratumba, donde docenas de voces, como fantasmas dickensianos, nos advierten sobre los males de la guerra y sobre lo efímero de la juventud. Tanto hay en una sola película que cuesta dejar de pensarla y mucho menos olvidarla.
El famoso Director neozelandés Peter Jackson, ganador de tres Oscar realizó éste documental, que refleja todo el proceso por el que pasaron los soldados de la Primera Guerra Mundial. El mismo es crudo, tiene verdad y potencia, todo el material fue restaurado por el Director de la famosa trilogía “El Señor de los Anillos”. Seguramente Jackson se sintió inspirado por su abuelo, quien combatió en la Guerra mencionada de 1910 a 1919. En esa época lo poco que se filmó se hizo en blanco y negro, así que lo que se está pintado se hizo a mano, también vimos el orgullo de los jóvenes por servir a su país, tan grande era que mentían su edad para pertenecer a las filas del ejército, usaban la ropa que les daban, grande o chica. Se muestra el entrenamiento y luego, lo peor, la muerte, el hambre y el frío. lo incomprensible de la guerra. Para éste trabajo Jackson analizó 600 horas de entrevistas a más de 200 veteranos. Gran trabajo de un director minucioso y exigente. Mi opinión. Buena. Pato Pritzker para Chapeau Argentina ---> https://www.youtube.com/watch?v=kuF6E2Mg-WE ---> TITULO ORIGINAL: They Shall Not Grow Old GENERO: Documental . DIRECCION: Peter Jackson. ORIGEN: Reino Unido. DURACION: 99 Minutos CALIFICACION: Apta mayores de 16 años FECHA DE ESTRENO: 18 de Abril de 2019 FORMATOS: 2D.
Cuando a Orson Welles le dijeron que su película Citizen Kane podría ser coloreada, la respuesta del realizador fue “Saquen sus malditas crayolas de mi película”. También están los eruditos que dicen que en la versión coloreada de La Noche de los Muertos Vivos el auto que se ve al inicio pudo no haber sido rojo. Pero el hecho concreto (y acá sobran los eruditos que se ponen de acuerdo) es que la coloración artificial es innecesaria para un material que se sostiene perfectamente en blanco y negro. Jamás Llegarán a Viejos, si bien es un documental en contraposición a los ejemplos de ficción arriba mencionados, tiene una justificación para recurrir a esta técnica y sin embargo no es eso por lo que llama la atención. Memorias de las Trincheras En Jamás Llegarán a Viejos la intención de colorear un material blanco y negro está en convocar una identificación del espectador con los protagonistas de aquel conflicto que fue la Primera Guerra Mundial. De haber mostrado el metraje tal cual es, el blanco y negro habría respondido sin dudas a una realidad, pero a una que parece un universo ajeno para un espectador moderno, o por lo menos uno no muy habituado a ver películas ByN. Lo vívido del color de la piel, la misma que podrían llegar a tener los espectadores. Los escenarios que se ven pueden ser los mismos que alguna vez caminaron. La coloración tiene acá una justificación dramática inclusive. El deseo de mostrar, por obvio que pueda sonar, que aquellos soldados eran gente no muy diferente al espectador que está en la butaca. Sin embargo, no es esta proeza técnica por lo que destaca Jamás Llegarán a Viejos. Lo que le da su valor al filme es el testimonio que acompaña a las imágenes, realizado por los soldados que estuvieron en el conflicto. Es este detalle lo que le da vida a la película y no otra cosa. No iba a bastar un texto escrito por ellos pero narrado por actores famosos. La congoja, la risa y la ironía se sienten en el tono de la voz de quienes hablan. Es esa naturalidad, esa sinceridad, ese deseo sincero de remover cualquier heroísmo exagerado el que los hace a ellos más apropiados que cualquier intérprete de renombre relatando. Haber incurrido en esto, sumado al montaje prácticamente sencillo de las imágenes, habrían sentir al espectador estafado por más detalle que haya tenido la restauración. Afortunadamente, ese no es el camino que eligió tomar Jackson. Si hay una contra por señalarle a la película es que aunque plantea un principio y un final claramente definidos, su desarrollo es bastante difuso; se conforma con ser un racconto de eventos. Jackson acierta al evocar la humanidad a través de las voces del conflicto, pero su tino no es tan preciso en cuanto al flujo narrativo del filme como un todo.
Es un documental realizado por Peter Jackson, dedicado a su abuelo que peleó en la sangrienta Primera Guerra Mundial, que recrea como fueron los enfrentamientos bélicos durante la contienda. Para eso partió de los registros fílmicos, solo hacía 20 años que se había inventado el cinematógrafo, con registro de los soldados descansando, comiendo, bromeando, con los archivos del Museo Imperial de Guerra británico, y de la BBC, pero con una intervención de todos esos materiales que resulta prodigiosa. Revitalizó y coloreó imágenes, realizó un proceso de construcción de la pista de audio, incluyó efectos de sonido y diálogos. Realizó lo conocido como found footage, reelaboro el material preexiste para crear realmente algo nuevo. Son cien minutos de proyección, con audios de más de cien voces de veteranos contando lo que vivieron, registradas en los años 60, más fotografías de cómo quedaban los campos de batalla sembrados de cadáveres destrozados. El resultado de pasar de esta reconstrucción es potente y necesaria, un alegato en contra de la guerra, el horror de la muerte contada en millones de bajas, tanta vida joven cercenada para siempre, el desprecio por los sobrevivientes, una guerra que no se repetirá en los mismos términos, esa táctica de las trincheras y bayonetas, que quedara en el olvido de la mano de horrores mayores en la segunda gran contienda y en luchas hasta nuestros días. Pero enfrentarse a los resultados de tanta locura humana nunca está de más.
La Primera Guerra Mundial vista desde el siglo XXI El creador de El señor de los anillos trabajó artesanalmente con imágenes y sonidos de archivo correspondientes a la Gran Guerra y consiguió un film fuera de norma. La Segunda Guerra Mundial es una de las principales aportantes de íconos a la cultura global contemporánea. Hollywood funcionaba a todo vapor para esas épocas, y fue el alma mater de esa construcción: que hoy el heroísmo bélico en el cine sea indivisible del accionar de las tropas norteamericanas, se debe menos al curso histórico de los hechos –los rusos deberían llevarse los honores por derrotar al nazismo– que a los efectos de más de 70 años de esa iconografía taladrando cerebros en todo el mundo. Distinto es el caso de la Primera Guerra, ocurrida cuando los dispositivos de captura de imágenes en movimiento daban sus primeros pasos y, por lo tanto, con mucho menos volumen de archivo como legado. Aquí no hay épica de supervivencia, ni arquetipos ni relatos instaurados. Menos una justa dimensión del horror de la vida en las trincheras, del barro como enemigo común para ambos bandos, de los efectos de la tecnología química aplicada a la industria de la muerte. No hay nada de todo eso… hasta que aparece Jamás llegarán a viejos para crearlo. No parece casual que el director detrás de este monumental proyecto de rescate histórico sea Peter Jackson. A fin de cuentas, si con El señor de los anillos cimentó las bases de la representación medieval en las pantallas del siglo XXI (imposible no pensar en el fenómeno Game of Thrones como una derivación indirecta de la adaptación de la trilogía de Tolkien), ¿por qué no hacer lo propio creando una iconografía de múltiples aristas y matices sobre la Gran Guerra? Una iconografía proletaria pero caballerosa, poblada por una mayoría de campesinos inconscientes de lo que implicaba aventurarse al interior de Europa para dejar la vida por una causa que ni siquiera ellos entendían muy bien cuál era. Que el neozelandés lo haga únicamente mediante entrevistas a veteranos realizadas durante los ‘60 y más de 600 horas de registros fílmicos provenientes de los archivos del Imperial War Museum británico –uno de los coproductores del film– y la BBC, no hace más que amplificar la resonancia del proyecto. Se sabe que esa guerra no fue el trámite exprés que muchos vaticinaban. También que lo que empezó como una escalada entre dos potencias terminó en una auténtica carnicería que exhibió como pocas veces la pulsión humana por destruir su raza. El relato recorre ese periodo que va de 1914 a 1918 punteando la sutil euforia nacionalista del principio, el desencanto posterior y luego el deshonor del regreso. “Sentía el deber ir”, dice una de las tantas voces en off que encauzan la narración. De esa polifonía de seres anónimos se desprende la idea del servicio como un mandamiento patrio que debía seguirse a como dé lugar, aun cuando muchos ni siquiera tuvieran la edad mínima para enlistarse. Videos de esas jornadas de reclutamiento registran una amplia mayoría de adolescentes y no hacen más que reforzar la veracidad de esos dichos. Pasado el descubrimiento del rigor de la vida militar durante los entrenamientos, llega la hora de empuñar las armas para, finalmente, ir a matar alemanes. Recién en el terreno descubrieron que antes que a los alemanes tenían que enfrentarse al frío, las ratas, la pestilencia de la propia mierda y las enfermedades generadas por la falta de condiciones sanitarias. Como si quisiera disociar lo esperado de lo que finalmente ocurrió, a partir del inicio de la guerra Jackson realiza su operación más arriesgada revitalizando el contenido a través de imágenes coloreadas artesanalmente, fotograma por fotograma, y agregando diálogos –basados en la lectura de labios– y sonidos ambientales. El resultado es un film que a partir de la manipulación de un material preexistente -el tan mentado found footage- crea una expresión sensorial que cartografía un universo particular a la vez que general. Nunca el barro fue tan barroso, nunca la deshumanización fue tan visceral. Lejos del didactismo enciclopédico, a Jamás llegarán a viejos le interesa la paleta de sensaciones humanas ante los diferentes estadios bélicos. Una paleta coronada por un regreso a casa sin reconocimiento alguno, la imposibilidad de compartir recuerdos con quienes no estuvieron en el frente y la triste comprobación de que allí la rutina siguió como si nada. Tanto como para que alguno recuerde que un compañero de trabajo, al verlo de regreso, le preguntara si había estado trabajando a la noche.
El director de Criaturas celestiales, El señor de los anillos y El Hobbit incursiona en el documental con este fascinante acercamiento a la Primera Guerra Mundial estrenado originalmente en el centenario del cierre de aquel sangriento conflicto bélico (11 de noviembre de 1918). Aunque es, en esencia, un trabajo de no ficción, el realizador neozelandés y su equipo de Weta Digital concretaron un trabajo técnico extraordinario que lo convierte en algo con muy escasos antecedentes (podría decirse sin exageración que único). A partir de 600 horas de archivo en su mayor parte inédito provisto por el Imperial War Museum de Gran Bretaña, Jackson construyó un relato en el que la mayoría de las imágenes han sido coloreadas, pasadas de 13 a 24 cuadros por segundo, trabajadas con sofisticados efectos digitales y finalmente convertidas en un film en 3D (lamentablemente al reciente BAFICI y a los cines comerciales argentinos solo llegó la versión 2D). Los puristas del clasicismo podrán cuestionar la iniciativa, pero el resultado visual es magnífico. Nunca la Gran Guerra se vio así, en toda su dimensión trágica. Y ese entramado formal que muestra las penurias en las trincheras, los campos de batalla y los ríos de heridos y muertes por los efectos de las ametralladoras y el gas mostaza está acompañado por testimonios de primera mano tomados por la BBC entre decenas y decenas de soldados (algunos de apenas 14 años en aquel entonces). La historia oral y las nuevas tecnologías unidas para un documental deslumbrante y aterrador a la vez. Un acontecimiento cinéfilo.
"Creo que la Segunda Guerra Mundial es mi guerra favorita". Eso se decía -con no poca gracia- en Pequeños guerreros, de Joe Dante, y esa segunda también ha sido la favorita del cine en general. Pero también la Gran Guerra ha tenido sus películas fundamentales, como por ejemplo La gran ilusión, de Jean Renoir. Y ahora -en realidad, en 2018, al cumplirse un siglo desde su finalización- se ha sumado este osado documental del neozelandés Peter Jackson acerca de soldados británicos que participaron de la Primera Guerra. Este es un film de archivo, con una selección de audios de la BBC y de imágenes que son parte de las colecciones del Museo Imperial de Guerra británico. Desde una primera unión más tradicional, esta película emprende un camino que va desde la yuxtaposición hasta la amalgama, la puesta en color, la ampliación del campo de batalla en términos técnicos y de encuadre, y literales. La Primera Guerra Mundial, la primera con cámaras en las trincheras, es aquí objeto de un inusual acercamiento fílmico, que es a la vez un estudio de la época y sus costumbres (sobre todo al principio, antes de los horrores y penurias), una recuperación de las experiencias de algunos de sus protagonistas y un prodigio de la preservación y de la manipulación de lo preservado. Jamás llegarán a viejos es una película que cree en la historia y a la vez confía en las formas y posibilidades del cine del presente. El resultado es un cine bélico anómalo, enjundioso, específico y singular.
Que el género documental, cuando está bien realizado, tiene una potencia, verosimilitud e inmediatez en su relación con el público tanto o más fuerte que cualquier trabajo de ficción es algo justamente comprobable en este filme de Peter Jackson. El director de la trilogía de El Señor de los anillos y El Hobbit no sólo homenajea a su abuelo, quien sirvió en el ejército británico de 1910 a 1919 y combatió en la Primera Guerra Mundial, sino a todos los que ofrendaron sus vidas, en este documental que tiene un trabajo impresionante. Las escenas, la mayoría de ellas nunca vistas en una película, han tenido un esfuerzo de postproducción tan inédito como lo que se ve. Aplicaron técnicas de restauración y colorización digital -recordemos que el material fílmico rodado durante el conflicto bélico era en blanco y negro, y mudo- y en el comienzo del formato antiguo de pantalla se pasa a uno más amplio. Del monocromo se salta al color (los fotogramas fueron pintados a mano), algo que ya había hecho El Mago de Oz. También se contrataron expertos en lectura de labios para evaluar lo que decían los soldados, de modo que sus palabras y su diálogo pudieran reproducirse. Y se ve, se siente, cómo se vivía o sobrevivía en las trincheras a la espera de un ataque. El filme permite así un acercamiento, y también una mejor comprensión de lo que era estar en medio de la guerra. Empieza ya con el estallido de la Guerra, en 1914, y los ciudadanos que se enlistan con una sonrisa, van al campo de entrenamiento, se suben a un barco a Francia y tienen un horrendo bautismo de fuego. Los soldados hablan de prostitutas francesas, de la lucha con los piojos y las ratas que se comían cadáveres, y hasta del aburrimiento entre una batalla y otra. Entre otras cosas, Jackson investigó por meses los registros de la BBC y del Museo Imperial de la Guerra para elaborar su nuevo filme. La narración es a través de un montaje de voces no identificadas, que fueron grabadas por la BBC en los años ’50 y ’60 para la serie The Great War (1963), narrada por Michael Redgrave. Muchos de los combatientes fueron menores de edad, algo que estaba prohibido. Vemos cómo dormían, comían y hasta hacían sus necesidades. La crudeza de las imágenes tiene una fuerza aún mayor cuando advertimos que no hay un solo fotograma de ficción. Los cadáveres y las escenas de guerra son reales. Ocurrieron. Y si los testimonios son vigorosos, las imágenes son elocuentes, hasta las del regreso, cuando los combatientes no encuentran trabajo y sí un desinterés de muchos de sus compatriotas. Si para este trabajo analizó 600 horas de entrevistas a más de 200 veteranos de guerra y tuvo en sus manos 100 horas de filmaciones, Jackson, ahora, examina, estudia 55 horas de archivo inéditas de Los Beatles para lo que sería otro monstruoso documental. Por ahora con Jamás llegarán a viejos más que nos alcanza.
Coinciden en estrenarse dos trabajos documentales muy distintos entre sí, pero ambos de alta calidad. Uno, producido por dos empresas dedicadas al registro de obras artísticas en sociedad con los Museos Vaticanos, alimenta la admiración por el talento humano. El otro, producido por la empresa de Peter Jackson con el Museo Imperial de Guerra, de Londres, hace pensar en lo bueno, lo malo y lo imbécil del género humano, y estremece. A “Michelangelo infinito” se le pueden reprochar defectos de estilo, una música enfática, textos recitativos, solemnes. Pero los reproches pierden peso frente a las imágenes bien registradas de las obras magnas del artista, los comentarios sapientes sobre historia, detalles y conceptos de cada una, y el uso ejemplar de los efectos visuales. A la cabeza del documental, Cosetta Lagani, libretista y productora, Emmanuelle Imbucci, director, Enrico Lo Verso como Michelangelo, e Ivano Marescotti como el arquitecto Giorgio Vasari, primer especialista en la historia del arte, primer biógrafo del artista, coetáneo suyo, y creador del término “Renacimiento”. Los protagonistas de “Jamás llegarán a viejos”, en cambio, son anónimos. La mayoría, muchachitos ignorantes que creyeron que iban a la gran aventura de sus vidas, cuando en realidad iban a un espantoso matadero: la Primera Guerra Mundial. Jackson también usa ejemplarmente los efectos. No solo restaura imágenes fílmicas de aquella época. También las colorea, contrata lectores de labios para que sepamos lo que los soldaditos están diciendo, especialistas para hacer sonar las armas tal como sonaban en aquel entonces, y, lo más tocante, recupera los testimonios de viejos combatientes que el Museo grabó en los años 60. El resultado es impresionante.
Peter Jackson comenzó dirigiendo comedias de horror que le valieron un público fiel, pasó a ganarse el respeto de la élite con el drama fantástico Criaturas celestiales y se consagró con superproducciones como la trilogía de El Señor de los Anillos. Entre tanto, se hizo tiempo para hacer el falso documental Forgotten Silver, de 1995, acerca de un pionero del séptimo arte nativo de Nueva Zelanda. Décadas después regresa a documental (al documental a secas), referidos a una de sus obsesiones: la Primera Guerra Mundial, donde su abuelo sirvió para el ejército británico. La principal cualidad de Jamás llegarán a viejos es su concepción, ya que está armada a partir de filmaciones realizadas antes, durante y después de la contienda (que tuvo lugar entre 1914 y 1918). Y no sólo eso: cuando se pasa a narrar la vida (y la muerte) en el frente, la imagen luce con mejor definición y en colores, resultado de un arduo proceso de restauración de material de más de cien años. De esta manera, se vuelve más vívida la experiencia de permanecer en las trincheras junto a los soldados, lidiando con un enemigo de origen alemán pero también con el clima, la falta de higiene y la carencia de alimentos y la sensación de que un disparo o una bomba pueden acabar con ellos en cualquier momento. Las imágenes están acompañadas por audios de entrevistas a sobrevivientes, en otro importante hallazgo. Mediante este procedimiento, podemos conocer sus pensamientos y las expectativas cuando se anunció el principio de la guerra, el día a día del adoctrinamiento y los detalles de su participación en la contienda. Y, sobre todo, permite saber cómo hombres comunes y corrientes (y en muchos casos, adolescentes sin noción de) se alistaron gracias a una idea de patriotismo y la sed de aventura, pero fueron perdiendo la inocencia en un contexto de mugre y peligro que los cambió para siempre. Como en sus trabajos de ficción, Jackson vuelve a evidenciar su fijación por héroes improbables e inesperados, capaces de mucho valor pero conscientes del duro aprendizaje que les depara. Otro logro de P.J. es la recreación de batallas. Al no haber filmaciones de los episodios más cruentos, el director recurrió a trucos de montaje (con planos de bombas y cañones) y sonido (ruidos de impactos, más testimonios en off), generando la sensación de que también se rescató material de ese estilo. Más que un simple documental, Jamás llegarán a viejos es una porción del pasado reconstruida en la actualidad. La oportunidad perfecta para descubrir lo que registraron aquellas cámaras, y mejoradas -y potenciadas- por las nuevas tecnologías.
FUIMOS SOLDADOS Resulta un tanto exagerada la euforia crítica que desató Jamás llegarán a viejos, documental de Peter Jackson sobre las experiencias de los soldados de infantería británicos durante la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, no puede dejar de destacarse la extrañeza que genera que una película encargada por el Museo de Guerra Imperial de Gran Bretaña para el centenario del final del conflicto bélico lo que menos haga es idealizar los eventos; y el hecho de que film tenga un estreno comercial en la Argentina -donde a priori es difícil que encuentre un público-, lo cual se agradece. Lo que es innegable es el cariño (o más bien el interés casi pasional) que Jackson demuestra por el material que tiene entre manos, que lo lleva a tomar decisiones sutiles pero fundamentales para conducir la narración con inteligencia. La primera es utilizar todo el material –más de seiscientas horas de entrevistas a doscientos soldados, unas cien horas de filmaciones originales, que hasta ahora no habían visto la luz y estaban guardadas en los depósitos del Museo- como eje narrativo y estético en vez de mero soporte para una narración pensada de antemano. De ahí se derivan otras: el aferrarse de manera constante a la voz en off de los testimonios de los soldados, que sin embargo nunca aparecen frente a cámara ni son identificados; la utilización del coloreado para las filmaciones e imágenes de las trincheras y el campo de batalla, contrastándolas con el blanco y negro que corresponden al antes y después de la guerra, con el cobijo del hogar británico; y hasta el uso puntual de ilustraciones de revistas para darle carnadura a las secuencias de guerra. El resultado es un dispositivo fílmico que, a partir de experiencias particulares –permitiéndose, por una cuestión de ajuste temporal, dejar afuera, por ejemplo, lo que les pasó a soldados de otras nacionalidades-, consigue trazar implicancias generales de lo que significó la Primera Guerra Mundial. Lo que vemos es a un colectivo marcado por la juventud, el patriotismo, el sentido de pertenencia y hasta cierta inconsciencia que fue partícipe de una cadena de eventos que lo superaba por completo. La brutalidad no se ve a fondo pero se intuye desde la evocación, y eso no deja de ser una forma de vivencia, a la vez que una construcción que está dada más por la memoria corporal y el anecdotario puntual que por la enumeración lineal de acontecimientos. Eso tiene como contrapartida un distanciamiento que lleva a que la película rara vez conmueva, por más que posea hallazgos formales y narrativos de diversos tipos. Lo que no puede negarse de Jamás llegarán a viejos es que se constituye como mecanismo de reconstrucción y puesta en imagen no solo de lo explícito, de esa destrucción que tuvo múltiples niveles y que afectó a una gran cantidad de países, sino también de lo que se olvidó o silenció. El gran mérito de Jackson y su documental es encontrar una vía válida y atrayente -para nada didáctica o sentenciosa- para darle voz a una generación que pagó toda clase de costos, fue dejada de lado y aún hoy, desde sus tumbas, buscan una empatía con lo que vivieron, alguien que los escuche y les otorgue su lugar apropiado en el relato histórico.
El dolor de la Primera Guerra Mundial y una de las grandes experiencias cinematográficas del año. Lejos –muy lejos–, una de las grandes experiencias cinematográficas del año. Material en muchos casos inéditos de la Primera Guerra Mundial es reprocesado con las modernas técnicas de efectos especiales y restaurado para recuperar el movimiento real de las personas en los fotogramas, sonorizado y colorizado. E El resultado es asombroso: por primera vez podemos ver a esos pibes que sufrieron una de las tragedias más grandes de la historia humana y que, eclipsada por la Segunda Guerra Mundial y su propia iconografía –difundida, además, por Hollywood– casi no tenemos presente. Hace cien años, el mundo terminó esta locura que se llevó puesta a gran parte de la población europea, creó crisis en todas partes y fue protagonizada por chicos. Estas imágenes muestran a esos niños sonriendo, tratando de pasarla lo mejor posible, en medio de un caos absoluto que, por primera vez, descubrimos en toda su extensión. (Leer también: Cine: cuáles son las películas imprescindibles que hay que ver) La película, por supuesto, es también una reflexión sobre el sentido y las posibilidades del cine, e ilustra la paradoja de que cuanto más queremos conservar o reproducir la realidad, mayor es el gasto tecnológico, la manipulación y el tratamiento del material para que llegue a nosotros con toda su fuerza. En este caso, esa fuerza, esa memoria, más las voces de sobrevivientes que nos llegan también del pasado, permiten además ver el cambio de la guerra “poetizada” del pasado a la tragedia en masa de la guerra moderna. ¿Consejo? Ver esta película y leer luego Tempestades de acero, de Ernst Jünger, para comprender totalmente esta tragedia.
Material de valor histórico imprescindible, un testimonio tan indispensable como vivo A cien años del armisticio que puso fin administrativo a la Primera Guerra Mundial, muchos fueron los eventos alrededor del mundo que dieron cuenta del aniversario. A esta altura se podría pensar que no queda país en el planeta que no tenga una historia humana relacionada con ese absurdo enfrentamiento iniciado en 1914. Todos esos eventos han sido memorables y lo mismo ocurre en el plano cinematográfico con el estreno de “Jamás llegarán a viejos” de la mano de Peter Jackson. “Estábamos sentados con un equipo alemán. Habíamos terminado de jugar un partido y nos acomodamos uno y uno. Un inglés, un alemán, un inglés, un alemán, y así. De repente alguien entra y grita ‘hoy estamos en guerra con Alemania’. Nos miramos todos y no entendíamos nada. De modo que decidimos que para nosotros la guerra empezaba mañana y seguimos con la reunión.” Esta es una de las tantas voces en off que escucharemos a lo largo de poco más de 100 minutos. Ya el hecho de pensar que al día siguiente esta gente se volvía a sus casas para prepararse y estar dispuestos a matarse mutuamente, plantea lo ridículo de cualquier guerra y también la doble sensación que gira en torno a esta pieza: escuchar testimonios vivos y anónimos que le ponen sonido a los cientos de metraje fílmico de archivo que, ordenado como está, le da hasta una cualidad fantasmal sobre el horror. Lo que el espectador va a ver es casi una cronología narrada del comienzo del enfrentamiento y de cómo este impactó en la sociedad inglesa (todas las voces son de ingleses. y es desde ese punto de vista donde el relato se planta). Escuchamos a ex combatientes (y un par de actores como Tim Bentinck y Kevin Howarth que leen testimonios escritos) hablar de cómo fue el alistamiento, la preparación, el viaje, los enfrentamientos, el recrudecimiento, el espanto y, por supuesto, la finalización del conflicto y el regreso sin gloria a casa. El director de la saga de “El señor de los anillos” logra un relato de notable factura que mantiene constantemente al espectador prendido a la progresión del mismo, por fuerza de empatía con esos hombres que hablan, pero a la vez hay algo fantasmal que sobrevuela el ambiente de la sala. Podría decirse que este estreno, si bien es documental, tiene varias pinceladas de otros géneros porque hay comedia, hay drama y también terror (gore incluido). La sensación de que esas voces anónimas convertidas en el eco de esos miles y miles de soldados que vemos en las imágenes de archivos no solamente rinden un homenaje, también se convierten en una cruda e incuestionable advertencia. En este sentido, Por el lado técnico, cuestión no menor en la filmografía del neozelandés, es prodigioso el trabajo de reconstrucción, sonorización, y hasta de agregado de color. Peter Jackson ordena el material para darle un andar histórico que además se vuelve narración cinematográfica pura, es decir (y aquí el gran mérito), “Jamás llegarán a viejos” podría verse sólo con música. e incluso muda, y aun así tiene introducción, desarrollo, nudo y desenlace. El tratamiento digital del material fílmico es tan preciso y minucioso que por momentos pareciera haber sido registrado con el mismo camarógrafo usando la misma cámara y el mismo rollo de película. Más allá de la unilateralidad del relato, el texto que sale de esas voces dan cuenta tanto de la subestimación de la época por lo que significaba un patrioterismo de brío juvenil e irresponsable, como de las consecuencias históricas y sociales posteriores. Un material de un valor histórico inapreciable, un testimonio tan indispensable como vivo.
Las imágenes que se ven están en blanco y negro, tienen poca movilidad y recuerdan a esas películas mudas con las que no estamos muy familiarizados. Las voces que se escuchan son de hombres mayores, esos que uno enseguida asocia con abuelos. Hablan de forma pausada, tranquilos, casi como si no estuvieran contando que pelearon en la Primera Guerra Mundial cuando eran apenas adolescentes. They Shall Not Grow Old (Jamás llegarán a viejos) es un documental producido y dirigido por Peter Jackson, que sirve como retrato perfecto de la Gran Guerra y que no sólo cuenta con un inmenso valor histórico, sino que es una verdadera joya del cine documental.
Peter Jackson abandona la Tierra Media y se embarca en un proyecto muy personal con este documental que homenajea a los combatientes de la Primera Guerra Mundial a cien años del armisticio. Seamos sinceros, la Primera Guerra Mundial nunca tuvo el mismo “marketing” y exposición en las pantallas como la otra gran contienda armada que la sucedió, sobre todo cuando hablamos de ficción. “Leyendas de Pasión” (Legends of the Fall, 1994) le dedica unos momentos bastante dramáticos, Steven Spielberg hizo lo suyo en “Caballo de Guerra” (War Horse, 2011), y Patty Jenkins se animó a mostrarnos la brutalidad de la llamada Tierra de Nadie (No man's land) -terreno situado entre dos trincheras enemigas que ningún bando desea ocupar por temor a exponerse al ataque enemigo en el proceso- en la superheroica “Mujer Maravilla” (Wonder Woman, 2017). Si rebuscamos en la historia cinematográfica y televisiva, son bastante escasos los ejemplos que nos transportan al primer gran conflicto bélico del siglo XX, uno que cambió para siempre las reglas del juego al poner la tecnología al servicio de la muerte. Tal vez están pensando en caballos, bayonetas y rifles, pero la Gran Guerra también introdujo los primeros tanques, ametralladoras y gases letales, elementos mortíferos que pocos podían imaginar no muchos años antes del inicio de esta contienda. Alejándose totalmente de su querida Tierra Media y los relatos Tolkienianos -curiosamente, J.R.R. también fue un veterano de esta guerra y la Batalla de Somme-, Peter Jackson decide honrar a su abuelo y todos esos soldados británicos que participaron en el conflicto, llevando a cabo “Jamás Llegarán a Viejos” (They Shall Not Grow Old, 2018), un documental que conmemora los primeros cien años desde el armisticio que se estableció en 1918, después de cuatro años de combates, destrucción y muerte -más de nueve millones de combatientes y siete millones de civiles perdieron la vida (el 1 % de la población mundial, por aquel entonces)-, mayormente en suelo europeo. Lo que comenzó con el asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria (el famoso Franz Ferdinand) en Sarajevo, el 28 de junio de 1914, pronto se convirtió en declaración de guerra por parte del Imperio Austrohúngaro y por el lado de los aliados (el llamado Triple Entente) se encontraba el Reino Unido, junto a Francia y el Imperio Ruso. A Jackson sólo le interesa mostrar un pedacito de las terribles peripecias de estos soldados (los británicos) -la mayoría menores de edad que se enlistaron mintiendo- desde su exhaustivo entrenamiento, su paso por el campo de batalla y el regreso a casa, siempre desde sus propias experiencias. Para ello, y con todo el visto bueno de 14-18 NOW (programa cultural creado para el centenario), el Imperial War Museums y la BBC, el director recopiló metraje original inédito desde los mismísimos archivos del museo, y entrevistas grabadas de los hombres que sirvieron, cortesía de la BBC y el IWM. “Jamás Llegarán a Viejos” arranca en blanco y negro (y en formato 1.33:1, tan extraño para nuestros tiempos y nuestros ojos), mostrando el comienzo de la guerra y el apuro del Reino Unido por sumarse al conflicto. Más allá de algunos efectos sonoros (la película original no tenía la capacidad de sincronizar imagen y sonido, aunque era todo un adelanto tecnológico para la época) y voces en off recreadas con fines dramáticos, Jackson resuelve mantener la autenticidad en cada fragmento, y el punto de vista de estos jovencitos. Tampoco se enfoca en sus nombres, sino en la experiencia conjunta de ser soldado en esta guerra tan particular y brutal, alejada del “glamour” que podía suponer empuñar un arma y convertirse en héroe a tan temprana edad. Llegado el momento del combate, el realizador neozelandés decide magnificar nuestra propia experiencia como espectadores, ampliando el formato (ahora sí al panorámico 1.85:1), y a través de una técnica revolucionaria, consigue colorear estás imágenes que siempre se nos presentaron monocromáticas y como algo sumamente lejano. Lo que vemos es tan (ir)real como contundente, porque los horrores de la guerra y el padecimiento de estos soldados nos llega sin filtro y con una óptica 100% humana. Héroes anónimos Los temas bélicos no son algo que atraigan al público masivo, sobre todo un acontecimiento histórico que ocurrió un siglo atrás, pero Jackson logra que nos conectemos con estos hombres anónimos, justamente, por el realismo y la humanidad que exuda cada imagen de su obra. En ningún momento romantiza la guerra o esta contienda en particular; en cambio, borra de un plumazo varias convenciones y presupuestos, mostrando las malas condiciones que atravesaron estos jóvenes más allá del frente, ya sea durante el entrenamiento previo, en las trincheras y en su regreso a casa poco festejado por sus compatriotas, ajenos a sus experiencias y sufrimientos, e incluso, ajenos a la disputa que nunca se hizo sentir en las islas británicas. Jackson viene dando vueltas con este proyecto desde el año 2015 cuando lo tentaron con la idea de su primer documental. Desde entonces, él y su equipo se tomaron su tiempo para revisar más de 600 horas de entrevistas a unos 200 soldados, más unas cien horas de metraje original, algo que, según dice, le llevó todo un año. Un trabajo de amor y sumamente personal para este realizador que se conecta con los hechos a través de su abuelo (a quien está dedicado el film), uno de esos tantos combatientes que vivió el infierno y, seguramente, nunca fue muy capaz de poner su experiencia en palabras.
En Jamás Llegarán a Viejos, la proeza de Peter Jackson no es haber simplemente podido restaurar imágenes de más de cien años para que hoy podamos conmemorar el pasado con otros ojos, sino más bien haber logrado lo más parecido a viajar en el tiempo: la Primera Guerra Mundial, por la precariedad del cine de la época, era más bien hasta ahora material de lectura. Si a eso le sumamos el anonimato de los soldados en batalla caídos injustamente en el olvido, poco es lo que conocíamos de la misma en cuanto a lo humano, limitando nuestra información a lo meramente descriptivo del conflicto. Pero como en las guerras no son los protagonistas quienes las orquestan sino los que las batallan, esta injusticia, con escasez de archivos y medios, se había agigantado. De ahí la importancia de la labor de Jackson: Jamás Llegarán a Viejos , como se anuncia desde el trailer, nos viene a despabilar en cuanto a que el primer gran conflicto bélico no fue en blanco y negro ni tampoco con cámara rápida (en verdad, un limitante técnico de la época, causado por la grabación a 12 cuadros por segundo en lugar de los 24 convencionales que vinieron luego). Vemos y, por primera vez, oímos (aunque a través de meticulosas recreaciones) imágenes y sonidos que nos trasladan a las trincheras y al horror de un conflicto que tuvo en sus filas a cientos de miles de jóvenes (muchos por debajo de la edad reglamentaria) luchando, sufriendo y también, claro, muriendo frente a cámara. El impacto es tal que es imposible salir de la sala cinematográfica sin sentir el efecto desmoralizador de la batalla: Jamás Llegarán a Viejos es, libre de efectos y artificios, un retrato demoledor y contundente de uno de los momentos más oscuros de la humanidad. Un retrato que, ahora, se vive y siente a color, con sonido y pantalla grande.
Al cumplirse 100 años de la finalización de la Gran Guerra se le encomendó a Peter Jackson, el realizador de la trilogía de El señor de los anillos, un film conmemorativo. En base al material fílmico de archivo obtenido del Imperial War Museum y grabaciones de ex veteranos preservadas por la BBC, el resultado obtenido por el neozelandés es notable. Al teñir las películas originales con colores pasteles y ensanchar la pantalla, introduce al espectador en las trincheras con un realismo que impacta y conmueve, ya que se está frente a los verdaderos protagonistas de la contienda y no ante una mera ficción. La introducción es en blanco y negro, en formato cuadrado en 24 cuadros por segundo, con imágenes de noticieros de la época que dan cuenta del reclutamiento y la etapa de preparación de la tropa antes de ser enviada al frente. Las distintas voces en off cuentan el entusiasmo inicial, la gran convocatoria, la cantidad de menores de edad inscriptos con consentimiento de las autoridades, las vestimentas, la conformación del rancho, los ejercicios de orden cerrado. Al llegar al terreno de las acciones el film se desacelera, cubre toda la pantalla y aparece el color. En esta instancia el documental registra con toda crudeza el quehacer diario en aquellos parapetos donde no tenían un lugar determinado donde dormir, la pérdida de toda intimidad al usar las letrinas, la invasión de ratas y piojos, las gangrenas producto de las inundaciones de las fosas en el invierno y el lodazal que rodeaba las zanjas que se cobraba vidas cual arenas movedizas. Filmaciones, fotografías, dibujos y comentarios resaltan el horror de una conflagración que dejó más de treinta millones de muertos entre civiles y militares. El sonido tan auténtico de las minas que explotan y el retumbar de fusiles, ametralladoras y cañones, dotan a las escenas de una verosimilitud, que se manifiesta también en ciertos diálogos originales que se obtuvieron mediante la lectura labial. Los rostros desdentados que miran a cámara con cierta inocencia, los cuerpos desmembrados en el campo de batalla, las duras labores de estiba cuando no estaban en el frente, el esfuerzo de los caballos para transportar el material bélico son el reflejo del sacrificio y la tragedia de un largo calvario. Cuando regresan encuentran un país que les da la espalda. Cunde la desocupación, nadie los quiere contratar ni escuchar sus historias. La guerra es un tema del que mejor no hablar, es una página que hay que pasar y dejar atrás en el olvido. Nuevamente la pantalla retoma el formato original como un telón que lentamente se va cerrando para el público como para aquellos soldados que la memoria dejó atrás y que el cine rescató de manera espectral.
Mi nota es un 10 – Trate de buscar alguna razón porque el puntaje debería ser menor, pero está bien armado, es entretenido, logra su cometido, lleva un intensivo y bien logrado trabajo en su montaje, por lo tanto es merecedor de un 10.
El documental de Peter Jackson (El Hobbit: La Batalla de los Cinco Ejércitos, King Kong, Criaturas celestiales) muestra los momentos que deben transitar los soldados británicos, sus días, su supervivencia y parte de sus vidas durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918) con imágenes perfectamente bien exhibidas, restauradas y coloreadas y con situaciones brutales, cadáveres, cuerpos destrozados, heridas sangrientas, presenta el horror, de jóvenes que rondaban edades de: 15, 17 y 18 años, entre otros. Además le da un buen contraste entre imágenes en blanco y negro y el paso al color por momentos y pese a que está hablando de una guerra tan cruel no tiene golpes bajos. Hay claras descripciones gráficas, con momentos de dibujos animados, ha logrado rescatar un buen material, buen sonido, además se ven armas, proyectiles, explosiones y disparos, se toma su tiempo para darle otro toque, incluyendo tiempos en que los soldados van participando en burdeles, fumando, bebiendo, mostrando un poco de diversión frente a tanta muerte. Finaliza mostrando a los distintos hombres que vivieron ese triste acontecimiento, en forma de homenaje y un recuerdo para su abuelo que peleó en esa sangrienta guerra (sirvió al ejército británico de 1910 a 1919).
Peter Jackson se vuelca al documental para contar una historia personal y cercana: la de su abuelo y todos los soldados que lucharon en la Primera Guerra Mundial. Después de una carrera dedicada a la ficción, con películas de bajo presupuesto y superproducciones que le permitieron realizar sagas completas, Peter Jackson dirige un documental, el primero en su carrera, que se siente mucho más personal. Su abuelo luchó en la Primera Guerra Mundial y, como él, fueron miles los muchachos que se alistaron como soldados y se encontraron con un mundo totalmente nuevo para ellos. Para eso, Jackson recopila muchas imágenes de archivo y el hilo conductor son las voces en off de muchos de los hombres que pasaron por esta experiencia. No hay una voz que predomine, no hay una persona que tome protagonismo. Las voces son muchas, no sabemos los nombres, pero juntas van relatando la historia desde adentro, desde sus propios ojos y experiencia. Fragmentos de relatos ordenados que van desde que deciden alistarse, sin saber realmente qué les espera, hasta la vida como soldado y después en el campo de batalla. Es un relato colectivo, sin intención de identificar identidades individuales. Tampoco hay precisiones con fechas y lugares. Son muchas historias y al mismo tiempo son una sola. Cuando nos trasladamos a las trincheras, Jackson transforma esas imágenes de archivo coloreándolas. Si bien así logra diferenciarlas del resto de la trama, le agrega color a la parte más oscura y terrible -y no para darle protagonismo solamente a la sangre, lo cual uno podría presuponer- y no deja de sentirse artificial y raro. Casi que esa colorización podría no estar y la película seguiría funcionando de manera valiosa. Sí funcionan mejor los agregados de sonido, con efectos y voces sobre esas imágenes. Es evidente que a Jackson le interesa cierta dramatización y experimentación propia de quien disfruta de contar historias a través del cine. Acá manipula material preexistente para lograr algo novedoso, para intentar trasladarnos a nosotros a esas trincheras. “De todos modos, lo más valioso del documental quizás radique en esos archivos de entrevistas que dejan en evidencia las historias de muchachos jóvenes, que todavía no sabían mucho de la vida y van madurando a los golpes. Jackson aprovecha todo ese material que tiene y, con un muy buen trabajo de montaje, nos entrega este interesante y conmovedor documental”.
Una prodigiosa labor técnica, “They Shall Not Grow Old”, del director Peter Jackson, se propone una inédita restauración digital directa de archivos de registro fílmico de más de un siglo de antigüedad, capturados en el frente de combate de la Primera Guerra Mundial, brindándonos una nueva óptica sobre los documentales históricos. El neozelandés digitalizó, coloreó y reformuló imágenes existentes en tiempos de guerra conservadas por la British Broadcasting Corporation y pertenecientes al archivo del Imperial War Museum. Jackson recurre a crudos relatos de veteranos sobrevivientes de la Primera Guerra Mundial (audios que datan de más de medio siglo de existencia). Digitalizando efectos que reproducen ruidos del armamento utilizado, su enfoque prefiere hacer hincapié en una causa injustificada, por la que muchos voluntarios británicos darían su vida, inclusive ante la negativa familiar (jóvenes de tan solo 14, 15 años o 16 años, cuando la edad mínima oficial para reclutarse era de 19). Más de seiscientas horas de registro de archivo confluyen en un ejercicio técnicamente deslumbrante y exhaustivo en su labor de compaginación que pretende rescatar el coraje humano, allí donde la vida pende de un hilo. Gracias a la magia del celuloide, el pasado cobra vida en la emoción vibrante que destila el relato de los protagonistas, por momentos haciendo sentir tan lejana en el tiempo aquella coyuntura humana desprovista de los paradigmas que rigen nuestro presente. Por momentos reiterativa en recurrir al testimonio en primera persona que redunda las miserias vividas al frente de combate (con alevosía en truculentos detalles), nos relata el penoso día a día de un grupo de soldados dispuestos a entregar su vida por una causa tan fútil como toda guerra. Cruel realidad, si fuera necesario, también, de acabar con el sufrimiento de un par combatiente o circunstancial ‘enemigo’ herido de gravedad, elevando la propuesta a niveles angustiantes. De este modo, se convierte en una evocadora y en extremo realista -aunque redundante y anticipable- retrospectiva histórica hacia uno de los acontecimientos claves del siglo XX El cine bélico es uno de los géneros más transitados por realizadores cinematográficos y de los más convocantes en el público. Su evolución ha marcado etapas en la historia del cine y en el tratamiento de temáticas socio-políticas que actualmente vuelven a ser materia de opinión y polémica. La guerra y sus consecuencias siempre han interesado a los cineastas, conjugando las ópticas y perspectivas más enfrentadas: desde los productos de propaganda -como modalidad cinematográfica que exaltaban el heroísmo- hasta el mensaje antibelicista -que encierra un pedido de reflexión y toma de conciencia- como mecanismos válidos a través de una historia de ficción. Remontándonos a los comienzos del cine, desde la época del mudo, hubo films que abordaron conflictos bélicos desde un acercamiento más rustico y primario. Así se encuadran las visiones de David W. Griffith sobre la Guerra de Sucesión en la ultra polémica “El Nacimiento de una Nación” (The Birth of a Nation, 1915). Iniciada la época del cine sonoro, dos grandes hitos cinematográficos marcaron la pantalla en los años ’30: una visión romántica e idealizada de la guerra como “Sin Novedades en el Frente” (All Quiet in the Waterfront, 1930), de Lewis Milestone, y una dramática historia de amor en “Adiós a las Armas” (A Farewell to Arms, 1932), perfilaban un tipo de visión con la Primera Guerra Mundial como escenario, contienda que el presente documental de Jackson pretende revivir ante nuestros ojos. Si hacemos un poco de historia con ánimo crítico, encontraremos el film bélico que intenta destacar el heroísmo patriótico en la hazaña militar. Se sabe que el cine desde sus inicios ha sido un vehículo expeditivo en llegar a grandes masas de público para exponer los intereses del poder político de turno. Bajo otra óptica y durante la contienda misma, los documentales de Frank Capra “Porque Luchamos” (Why We Fight, 1942) fueron toda una toma de posición al respecto y un claro ejemplo de propaganda política. A la par existió una corriente hollywoodense, con menor ímpetu, que se volcó a cuestionar los horrores de la guerra exponiendo sus atrocidades a través del absurdo. Así, este fenómeno contó con John Ford como estandarte en “Fuimos los Sacrificados” (We were the Expendables, 1945). El mismo rigor revisionista es el que pretende acuñar el autor neozelandés, concientizándonos acerca del nulo valor humano que posee la vida. Sin embargo, no es habitual que el género documental ofrezca este tipo de propuestas, acaso pueden recomendarse como referencias imprescindibles “Prelude to War” (1942, narrado por Walter Huston) o el reciente registro inédito capturado por Alfred Hitchcock desde los mismísimos campos de concentración nazis (“Night Will Fall”, restaurado por la British Film Academy). De meritoria labor aún sin tratarse de una obra maestra, “Jamás Llegarán a Viejos” se suma como un singular ejemplar de absoluta validez. Finalmente, cabe destacar que el director de las trilogías “El señor de los anillos” y “Hobbit” dedica el film a la memoria su abuelo, quién luchó en la Gran Guerra, desde 1915 a 1919. No cabe duda que la amplia relación existente entre cine y guerra ha sido una constante a analizar entre los estudiosos e historiadores del séptimo arte. Algo queda claro, y es que el derrotero de películas es extenso y las miradas que estas han expresado sobre las contiendas bélicas son ambiguas y de lo más variadas. Eso le proporciona al género un atractivo único e inagotable