La vuelta de las estrellas principales de Jurassic Park poco pueden hacer para remontar una franquicia que parece desgastada. Aunque intente plantear un escenario nuevo, Jurassic World: Dominio es una superproducción que disfrutarán quienes quieren ver a los dinosaurios en pantalla, pero que no tiene más que ofrecer.
La acción y la nostalgia nuevamente se apoderan de la pantalla Uno de los grandes temas de los últimos años relacionado con las secuelas es, justamente, la necesidad real de llevar adelante su producción por otra cuestión que no sea exclusivamente monetaria. Y ahí es donde con tristeza debo expresar que es casi imposible comprender quién pensó que cerrar la saga de Jurassic Park con este «bodoque» pleno de momentos fallidos sería una buena idea, y le haría justicia al film original. En otras palabras: ¡¿Por qué, Steven, por qué?! Colin Trevorrow repite en la dirección como lo hizo en la película de 2015, además de participar en el guion, y, desde ahí, todo es una caída prácticamente libre. La conjunción del elenco fuerte en pleno (Sam Neil, Jeff Goldblum y Laura Dern, como Alan Grant, Ian Malcolm y Ellie Sattler) sumados a los protagonistas de la segunda vuelta de los dinosaurios, Chris Pratt y Bryce Dallas Howard (junto a los velociraptores entrenados), no alcanza para cumplir con las expectativas y apenas resume el deseo de los fans de ver toda la carne en el asador. De paso, no se olvidan de decir adiós al Dr Wu de la mano de BD Wong. La aparición del nuevo personaje interpretado por DeWanda Wise, la intrépida aviadora Kayla Watts, es casi la única experiencia llamativa y aprovechada por la película de retirada, ya que el resto de los personajes nuevos están desperdiciados o no tienen volumen alguno. Respecto de los efectos especiales, no hay nada que decir porque es obvio que en esto Amblin no falla; menos aún con los presupuestos que se designan para tal fin. Hasta trae a Dogson, el personaje del primer film, con un parecido llamativo a los innovadores tecnológicos de la actualidad, que parecen tener todos el mismo corte de pelo, con la recuperación más obvia de un objeto que se recuerde en el cine, solamente comparable con las medicinas infantiles de Séptimo. Finalmente, en Jurassic World: Dominio lo esperado se da a medias porque la gran reunión se celebra para una especie de fiesta en pleno pero la realidad es que la película de aventuras no alcanza para dar lo necesario y, justamente, lo esperable. Hoy en día, tiempos en que todo se confunde y las opiniones con sustento son “lágrimas” y la defensa termina siendo una diatriba sin base argumental alguna más que la burla, dar una opinión negativa sobre una película puede generar una catarata de insultos. Entonces, entrego mi visión en una segunda parte. La película, en lo más básico, cumple. Trae guiños a un gran personaje para el que el sombrero era primordial, y una marca registrada. También mantiene en la franquicia la importancia del apellido Lockwood. Ahora, ¿es todo lo que se esperaba? No. En las cuestiones más sencilla de resolver presenta baches, y eso la complica. Tal vez un final menos obvio y trillado hubiera sido buena idea, más allá de la necesidad de darle sentido en el camino de la búsqueda inicialmente poética del ideólogo del parque, John Hammond (el fallecido actor Richard Attenborough), quien entendía que la atracción debía tener, de alguna manera y a su particular modo, un sostén moral, en paralelo con el entretenimiento. Por fuera de todos estos datos he visto cosas peores en plan secuela o finalización de una saga y un buen momento es posible en la sala de cine para los amantes de los dinosaurios en general y de Parque Jurásico en particular. Que pidan contenido promedio.
Aventuras con viejos conocidos y un dinosaurio gigante Esta secuela-remake que pretende cerrar la saga de dinosaurios, tiene el espíritu de las viejas películas de aventuras con el acento puesto en la acción y el entretenimiento. Los protagonistas de la primera trilogía que arranca con Jurassic Park (1993) se juntan con los de la segunda que empieza con Jurassic World (2015), en esta sexta película cuya estructura narrativa sigue los mismos lineamientos del libro de Michael Crichton. Cambiar para que nada cambie. La Dra. Ellie (Laura Dern), el Dr. Alan (Sam Neill) y el Dr. Ian (Jeff Goldblum) se suman entonces a Claire (Bryce Dallas Howard) y Owen (Chris Pratt) para luchar con el avaricioso villano de turno (Campbell Scott), dueño de un laboratorio que experimenta con dinosaurios en nombre de la ciencia, pero que causa desastres ecológicos. El tipo sigue las formas de comportamiento de los multimillonarios contemporáneos, algo de Steve Jobs, algo de Jeff Bezos y algo de Elon Musk que no es para nada casual. Tampoco el mensaje pro medio ambiente que pretende un mundo mas equilibrado. Pero esto ya estaba en la película dirigida por Spielberg: el hombre que desafiaba a Dios en su poder de creación produciría una catástrofe. Misma premisa para instalarnos en un lugar apartado detrás de las montañas nevadas donde se encuentra el laboratorio científico rodeado de miles de criaturas prehistóricas. Ahí viajan los protagonistas para rescatar a Maisie (Isabella Sermon), a quien raptan con fines científicos. Rescatarla y salir con vida del lugar será la excusa de la historia escrita por Emily Carmichael y Colin Trevorrow y dirigida por el propio Trevorrow, para imaginar montones de dinosaurios persiguiendo a los héroes de la historia (a quienes se suma Kayla, interpretada por DeWanda Wise). El final es lógicamente con el Giganotosaurus, conocido a la fecha como el carnívoro más grande que haya existido. Antes de llegar al inhóspito lugar donde se desencadenan los hechos, Jurassic World: Dominio (Jurassic World: Dominion, 2022) nos cuenta que los dinosaurios se esparcieron por la faz de la tierra. Para el film salvo Malta (donde Owen huye en motocicleta de dos raptores) el resto de la “Tierra” es Estados Unidos. Vemos dinosaurios circular por todo el territorio estadounidense, incluso en las montañas nevadas del norte donde dudosamente hubiesen sobrevivido animales de sangre fría. Tampoco los efectos especiales de los prehistóricos animales alcanza niveles sofisticados como sucedía en las primeras entregas. Pero a Jurassic World: Dominio le importa poco la verosimilitud porque como buen cine de aventuras a imagen y semejanza de Indiana Jones, prioriza el ritmo vertiginoso y los espectaculares despliegues físicos por el terreno en disputa. Un espíritu presente desde la primera versión cinematográfica de El mundo perdido (The Lost World, novela de Arthur Conan Doyle) dirigida en 1925 por Harry O. Hoyt, que esta película recupera.
Más de lo mismo Laura Dern, Jeff Goldblum y Sam Neill, el recordado trío protagónico de "Jurassic Park", vuelve a reunirse 30 años después. Cierre de la segunda trilogía basada en el universo creado por Steven Spielberg en 1993 con la revolucionaria Jurassic Park, la película que hizo “revivir” a los dinosaurios, marcando el triunfo de las imágenes generadas por computadora (CGI) en el cine, puede decirse que Jurassic World: Dominio es más de lo mismo. Ni nuevo ni mejor ni más grande, porque no hay en la saga nada que siquiera se haya acercado no solo al impacto que generó la primera película, sino tampoco a la extraordinaria precisión que aquella tenía en términos de relato cinematográfico. En Jurassic Park todo estaba perfecto: la historia, los protagonistas, los chicos, los villanos, la aventura, el humor y, claro, los dinosaurios. Pero habiendo visto el vaso medio vacío, también debe decirse que esta tercera parte de Jurassic World completa el círculo de modo digno, honrando ese legado. Los protagonistas vuelven a ser el entrenador de dinosaurios Owen Grady y la científica ecologista Claire Dearing, quienes ahora enfrentan a una corporación que, bajo una fachada amigable, busca apoderarse de la tecnología genética usada para revivir dinosaurios para aplicarla a las industrias química y farmacéutica. Quienes hayan visto cualquiera de los episodios anteriores sabrán que todo lo que pueda salir mal saldrá peor. Chris Pratt y Bryce Dallas Howard vuelven a cubrir sus respectivos roles con eficacia, esta vez acompañados por Laura Dern, Jeff Goldblum y Sam Neill, el recordado trío protagónico de Jurassic Park, que vuelve a reunirse 30 años después para que la despedida sea lo más parecido a una fiesta. Si bien la película pone en escena un ecologismo for dummies, donde el gran villano es nada menos que una corporación que usa la manipulación genética no solo para obtener beneficios, sino para tiranizar el mercado, el asunto no se percibe como una mera pose, sino que se alinea con una mirada que ya estaba presente en el film original. Incluso el recurso se utiliza con humor, poniendo al frente de esta corporación a una especie de gurú tecnofriendly muy parecido al (excesivamente) venerado Steve Jobs. Y le permite a la película no apartarse de uno de sus ejes, que es la cuestión ética en torno al uso de los avances tecnológicos, que pone en veredas opuestas a lo humanitario y lo económico. Jurassic World 3 maneja bien las escenas dinámicas, incluyendo una espectacular persecución callejera en La Valeta, capital de Malta, narrada a partir de un buen uso del montaje paralelo y que parece sacada de la saga Bourne. También alcanza picos de alta tensión sin necesidad de tanto despliegue, como la escena donde la protagonista huye de un depredador arrastrándose por la selva. Sin embargo, producto típico del siglo XXI, muchos de estos recursos hacen que la película se pierda en el cúmulo homogéneo de las producciones de gran presupuesto, que, como los dinosaurios de Spielberg, parecen haber sido clonadas más que filmadas.
La franquicia iniciada por Steven Spielberg en 1993 llega a su fin luego de casi tres décadas. La esperada «Jurassic World: Dominion», sexta película de la saga, llega a las salas de nuestro país con mucha polémica encima. Cuatro años después de lo acontecido en «Jurassic World: Fallen Kingdom» (2018), los dinosaurios viven y cazan junto a los humanos en todo el mundo. Este frágil equilibrio remodelará el futuro y determinará, de una vez por todas, si los seres humanos seguirán siendo los depredadores máximos en un planeta que ahora comparten con las criaturas más temibles de la historia (Sinopsis de Filmaffinity). Retrocedamos un poco en el tiempo para entender la importancia del nuevo estreno. A principios de los 90’ el reconocido Steven Spielberg creó «Jurassic Park». La cinta, basada en el libro homónimo de Michael Crichton, relata las aventuras de un grupo de expertos (Sam Neill, Jeff Goldblum y Laura Dern) en un parque de diversiones donde hay dinosaurios reales clonados. La idea principal que atraviesa la obra gira en torno a la intención que tiene el hombre (el ser humano en general) de controlar la naturaleza y su entorno a conveniencia. Ese debate ético, filosófico y moral atrapó a las audiencias y se convirtió en una obra de culto y éxito descomunal. Años más tarde llegó «The Lost World: Jurassic Park» (1997) protagonizada por Jeff Goldblum y Julianne Moore. Por último, el cierre de esa primera trilogía se dio con «Jurassic Park III» (2001) donde volvió a la acción Sam Neill como el doctor Alan Grant. En el año 2015 se dio luz verde a una nueva trilogía de la franquicia. El pseudo reboot se llamó «Jurassic World» y llegó como un mega tanque comercial gracias al prestigio de sus antecesoras, un abultado presupuesto y las facilidades del CGI al servicio de la producción. Los nuevos aventureros en pantalla fueron Chris Pratt y Bryce Dallas Howard, quienes se mantuvieron en el papel durante sus secuelas. Un dato significativo es que fue dirigida y coescrita por Colin Trevorrow, el mismo que fue responsable del guion de «Jurassic World: Fallen Kingdom» y volvió a la dirección para esta última entrega. Se puede afirmar que ninguna de las cintas igualó la calidad de la primogénita. Parece ser que las sorpresas y buenas ideas se terminaron con aquel primer largometraje. Aun así, todas las películas tuvieron buen éxito en taquilla y mantuvieron interesado al público. Al fin y al cabo, conforman el conglomerado de películas sobre dinosaurios que mejor explora la idea que detallamos más arriba en el texto. «Jurassic World: Dominion» juega su última carta para intentar dar un cierre a la altura que inmortalice todas las historias contadas con broche de oro. En una época llena de reboots, secuelas tardías y reactivación de viejos clásicos, ésta no fue la excepción. El plato fuerte de este banquete de dinosaurios, personajes pasajeros y filosofía biogenética es la nostalgia. Ahora nos preguntamos: ¿Alcanza con los golpes de nostalgia para que una película sea buena? El largometraje se autoproclama en un mundo donde los dinosaurios están dispersos por todos lados y conviven en relativa paz con los seres humanos. La secuencia inicial nos pone en contexto con un montaje genérico, símil nota periodística, donde se nos da las pautas del film. Inmediatamente después se encarga de ubicar en tiempo y espacio a cada uno de nuestros protagonistas. Recordemos que, para este cierre, vuelven al ruedo el trío protagónico original. Obviando el detalle de que toda esa media hora de presentación es una salida fácil y mil veces vista en términos de realización audiovisual, resulta un poco contradictorio que aquel «dominio jurásico» que nos venden desde el título, no se exhiba en pantalla. Aquella cinta que más dinosaurios promete, es la que menos dinosaurios tiene. Y no hablamos de cantidad de animales, la variedad está asegurada, nos referimos al poco tiempo en pantalla y la poca relevancia de sus acciones. Aquellas secuencias memorables de implacables velociraptores invadiendo la cocina quedaron en el olvido. De todas formas, los dinosaurios que se pueden apreciar son fabulosos en términos de diseño. El CGI crea unos reptiles muy convincentes y estéticamente acertados, además se incluyeron muchos animatronics que aportan un extra de realismo y verosimilitud que le dan un toque distinguido. Como en la mayoría de las películas mainstream modernas, el gran déficit se encuentra en su guion. La historia general es un rejunte de secuencias y momentos que ya vimos anteriormente. Intentaron ir a lo seguro recreando instantes que fueron celebrados en su momento, pero ya no son aceptados de igual manera. Esa falta de creatividad, o comodidad, por parte de los creadores deriva en un film mediocre que no intenta superarse, solo intenta entretener lo suficiente como para llevarse a casa una buena ganancia. Una movida rentable para los productores que le falta el respeto a los espectadores que acuden a las salas con ganas de llevarse una experiencia memorable. Centrarse en las relaciones humanas por sobre la existencia de dinosaurios no es del todo acertada en esta ocasión porque falla a la hora de empatizar con sus historias. Si bien venimos consumiendo el viaje de Chris Pratt y Bryce Dallas Howard durante toda la segunda trilogía, poco nos importa sus destinos y el de su hija. La vuelta de los protagonistas antiguos es atractiva, pero carece de un aporte real ya que cualquier personaje podría haber encarnado su empresa sin necesidad de que sean justamente ellos. Esa carencia deriva en sentirlo más como un fan service que otra cosa. En la misma línea, los nuevos personajes incorporados no tienen un propósito real ni razones válidas. Por último, el antagonista es de lo más genérico y olvidable que se vio en los últimos tiempos. Nunca se deja en claro quién es la real amenaza del largometraje, todo se queda a medias y termina siendo poco interesante. Otro detalle de los tiempos modernos que se adiciona sin éxito es el empoderamiento femenino. Es cierto que se da más tiempo en pantalla a las acciones de las mujeres y se las representa con mayores fortalezas, pero al final de cuentas las decisiones más importantes (con consecuencias reales dentro de la trama) las toman los hombres. El personaje de Pratt sigue siendo quien salva al de Dallas Howard en todo momento, el personaje de Dern no puede afrontar los desafíos sin la ayuda del de Neill y el único personaje femenino realmente rudo, interpretado por DeWanda Wise, casualmente recae en el estereotipo de lesbiana masculinizada. Todos estos giros de guion lo único que logran es derribar rápidamente la máscara de feminismo que intenta tapar una clásica historia del salvador blanco. De forma similar ocurre con la cuota de inclusión que implica rellenar el reparto con actores negros y asiáticos. Por último, queremos hacer mención del poco riesgo que se toma a la hora de elegir el tono general del metraje. Es un mundo plagado de dinosaurios carnívoros, pero no vemos ni una sola muerte en pantalla. Es una cinta centrada en persecuciones y enfrentamientos donde los animales solo persiguen a los protagonistas, no hay sangre en ningún momento y los escenarios cambian según las necesidades de la historia. Evidentemente, querían una película apta todo público que puede reproducirse en cuanta pantalla esté a su alcance. La conclusión nos hace pensar negativamente sobre la obra. Sin prejuicios, nos dispusimos a analizar lo más objetivamente posible el contenido y este fue el resultado. Es una película diseñada para aquellos que disfruten de la acción sin más preámbulos (al mejor estilo «Rápido y furioso»). Los diálogos intentan generar algún tipo de profundidad, pero se quedan en el intento. Lo mejor termina siendo esa carta de añoranza que hablamos en un principio. En respuesta a nuestra pregunta original: los golpes de nostalgia no alcanzan para que una película sea buena. A pesar de todo, el epílogo final deja un sabor positivo en cuanto al cierre de cada historia. Es agradable que finalmente dejen descansar en paz aquella cinta original que tantos buenos momentos le brindó al cine. Por cierto, no esperes escena postcrédito, estamos frente a un cierre definitivo. Al menos por el momento.
Esta sexta entrega de la saga, en su promoción daba a entender que podría llegar a ser la ultima de los terribles, (ahora mascotas grandes), dinosaurios. De hecho la sinopsis argumental dice: “Cuatro años después de la destrucción de Isla Nublar, los dinosaurios ahora viven y cazan junto a los humanos en todo el mundo. Este frágil equilibrio remodelará el futuro y determinará, de una vez por todas, si los seres humanos seguirán siendo los depredadores máximos en un planeta que ahora comparten con las criaturas más temibles de la historia”. Para ello se les ocurrió juntar a las dos generaciones de personajes
Jurassic World: Dominion es una despedida múltiple. Cierra la segunda trilogía de las adaptaciones al cine de los personajes creados por Michael Crichton y, a la vez, le pone un punto final al recorrido completo que inauguró Steven Spielberg hace casi tres décadas con el Jurassic Park inaugural, histórico por donde se lo mire. En este último capítulo se mezclan el regreso a las fuentes ya insinuado en la película anterior (El reino caído, de 2018), una colección de hitos y referencias que podrían verse en conjunto como un gran autohomenaje, y finalmente una adaptación muy explícita de la trama a los tiempos que nos toca vivir. Aquella visión inquietante y terrorífica de los dinosaurios sugerida por Spielberg está ahora bastante más atenuada. El final del episodio anterior abrió una nueva realidad en la que no queda más remedio que aceptar el regreso pleno de esta fauna antediluviana a la vida del siglo XXI y su libre expansión por el mundo. Un breve clip informativo en el comienzo expone las dificultades de esa convivencia, pero andando el tiempo veremos bastante menos crueldad de la que mostraban los ejemplares más temibles de los episodios previos. No faltan, por supuesto, esos nuevos ejemplares que enriquecen en cada capítulo el mapa zoológico de los dinosaurios. La estrella de este episodio es el giganotosauro (“el animal carnívoro más grande que se haya visto”, según dice más de un personaje) que en los momentos decisivos no se las verá solo con los depredadores humanos. El despliegue de especies, custodiadas en una especie de santuario montañoso situado en medio del macizo alpino italiano de los Dolomitas, es uno de los elementos más imaginativos de esta aventura que entretiene sin dejarnos una satisfacción completa. Los “grandes éxitos” de las películas anteriores empiezan a sumarse a esta gran trama de cierre. Y como nada debe quedar afuera para cerrar todas las historias posibles, la acumulación empieza a causar problemas. Se profundiza como eje la trama que en El reino caído involucraba a una nieta de Lockwood, el antiguo socio de John Hammond (el gran patriarca histórico de Jurassic Park). Con ella, crece y se complica la idea de familia expresada por los personajes de Owen (Chris Pratt, cada vez más parecido a un cowboy) y Claire (la sufrida Bryce Dallas Howard). En el medio regresan, un poco a la fuerza, tres grandes protagonistas del episodio inicial, Alan Grant (Sam Neill), Ian Malcolm (Jeff Goldblum) y Ellie Sattler (Laura Dern). Y con ellos también vuelve Lewis Dodgson (Campbell Scott), el hombre de la corporación dedicada a la genética que tantos problemas había generado en la primera Jurassic Park. El director Colin Trevorrow (otro reaparecido) optó con más lógica “de manual” que inspiración desarrollar la acción en una sucesión de set pieces que por un momento recuerda la fórmula de los viejos seriales de los años 30 y 40. La presencia de una intrépida aviadora que parece salida de una película de Indiana Jones (DeWanda Wise) fortalece ese bienvenido espíritu aventurero. Ambivalencia Sin embargo, esas peripecias por momentos se agotan en sí mismas. A cada momento de peligro cierto (con un nuevo tipo de dinosaurio siempre al acecho) le sucede inevitablemente una nueva explicación, y así una y otra vez. Tampoco llama demasiado la atención lo que ocurre con el villano de turno, otro exponente de una larga galería de ambiciosos y megalómanos dueños de grandes laboratorios dispuestos a cambiar el futuro. Pero al mismo tiempo volvemos a rendirnos frente al encanto de nuestros viejos conocidos Neill, Dern y Goldblum, que siguen conservando la capacidad de asombro, felices de estar de regreso en este mundo. Frente a este episodio final la sensación será siempre ambivalente. La mística original del mundo jurásico perdura tanto como el prodigioso despliegue de efectos visuales que pone en movimiento a los dinosaurios. Y a la vez cuesta creer que una historia tan afirmada en su identidad tome prestados algunos elementos que provienen de mundos ajenos. Hay aquí bastante de Titanes del Pacífico (en el comportamiento de algunos bichos) y también del reboot del Planeta de los Simios, en cuyos episodios más recientes quedó mucho mejor expuesta la pregunta clave de este último Jurassic World: ¿somos acaso los seres humanos más depredadores que algunas aterradoras especies animales, cuya evolución depende de experimentos que terminan fuera de control?
Los dinosaurios están más vivos que nunca en la tercera entrega de la segunda etapa de la franquicia creada hace casi 30 años por Steven Spielberg –que aquí oficia como productor ejecutivo– utilizando como base la novela de Michael Crichton. Se trata de una película que abraza un espíritu cercano al de la primera trilogía, poniendo en el centro del relato las brutales consecuencias de las ambiciones humanas. La acción transcurre unos años después de la liberación masiva de dinosaurios de El reino caído (2018) y encuentra a los reptiles insertados de manera relativamente armónica en el ecosistema actual. Los “villanos”, entonces, no son los dinosaurios sino aquellos hombres movidos únicamente por la búsqueda del lucro y la ambición de poder. Así ocurre ahora con el dueño de una poderosa empresa de biotecnología llamada Biosyn, que modifica el ADN de unas langostas jurásicas para que deglutan todas las plantaciones, excepto aquellas nacidas de las semillas de la empresa. Mientras tanto, la nieta del fundador del Parque Jurásico original es secuestrada debido a un motivo que no conviene develar. El secuestro pone en movimiento a Owen (Chris Pratt) y Claire (Bryce Dallas Howard), quienes parten en su búsqueda, al tiempo que Ellie (Laura Dern), anoticiada de la voracidad de las flamantes langostas, se reencuentra con Alan (Sam Neill) para averiguar más acerca del caso. El grupo, junto a Ian Malcolm (el infalible Jeff Goldblum), confluye en una inhóspita zona italiana donde Biosyn tiene, además de su base de operaciones, una reserva natural para los dinosaurios. No pasará mucho tiempo para que las cosas se salgan de control, iniciando así una lucha cuya meta no es otra que la supervivencia. Los regresos de Neill y Dern al universo jurásico trascienden el carácter de guiño cómplice. Sí, es cierto que verlos nuevamente rodeado de dinosaurios dispara la memoria emotiva de los espectadores más veteranos. Pero también que es la huella más visible del intento de Jurassic World: Dominio de regresar a las bases espirituales de la saga. Lo hace apostando más por la aventura que por el apabullante despliegue audiovisual, además de por un ritmo ágil pero nunca frenético impreso por el director de Colin Trevolow, que demuestra un pulso firme para escenas de acción de escala humana. Detalle final: el dinosaurio más peligroso de la película es el gigantosaurio, “el carnívoro más grande que haya habitado alguna vez el planeta”, como lo define el personaje de Neill. Sus restos fueron encontrados en la provincia de Neuquén en 1993. Argentina, otra vez, cuna de gigantes.
Deseo y decepción. Eso es lo que se vive, y lo que pasa al entrar al cine a ver Jurassic World: Dominio -desear que el cierre de la trilogía esté acorde, o a la misma altura de sus predecesoras, y sentirse algo decepcionado. Y no solo al final. Jurassic Word Dominio no arranca nunca. O al menos, tarda en hacerlo. Como película de aventuras y acción, para que haya una escena que genere algo de atención y resulte adrenalínica, habrá que esperar un buen rato. Y no porque Owen (Chris Pratt) no arranque persiguiendo dinosaurios a caballo, como si fuera un western. Porque ¿cómo habíamos dejado a los dinosaurios al final de El reino caído (2018)? Sueltos, ya no en la isla Nublar, sino en territorio estadounidense. Los animales recreados genéticamente cohabitan el ecosistema con los humanos. La pregunta era si de manera pacífica, o no. Bueno, aquella imagen en los créditos finales, que nos los mostraban en lo alto de Las Vegas, fue sólo una ilusión. No transcurre en Las Vegas, sino en varios puntos del planeta, como si se tratara una de James Bond, una de Jason Bourne o una de Misión: Imposible. Quizá, tal vez, en una de ésas la saga se alargó demás, y llega a Dominio algo fatigada o repitiendo fórmulas, pero cuando los dino se ponen a correr en la pantalla, no queda otra que disfrutar, o no, la película. Vengan todos Y como se supone que Dominio es el cierre de la trilogía -no se queden a esperar alguna escena post crédito, porque no la hay-, aquí están todos: los protagonistas de las Jurassic World, se trajo de regreso a los tres de Jurassic Park -el matemático Ian Malcolm ya había aparecido en El reino caído, pero Ellie y Grant vuelven en ésta-. Y está Blue, la velocirraptor preferida de Owen. Y la T-Rex. Y… Hay un personaje que los auténticos fans de Jurassic Park, con solo nombrarlo, deberían recordarlo. Ya llegaremos a él. Mencionábamos a Owen, quien ahora está junto a Claire (Bryce Dallas Howard) cuidando de que nadie descubra dónde está Maisie. ¿Quién? La chica que era la nieta/clonada de Benjamin Lockwood, el multimillonario de la segunda Jurassic World. Por otro lado, como una empresa llamada BioSyn -una corporación de ingeniería genética, ¿no les suena?, que comanda el doctor Lewis Dodgson- ha modificado el ADN de unas langostas que devoran sólo las semillas que no son producidas por esa compañía, podemos estar ante una próxima hambruna descomunal. Bueno, esto llega a oídos de la Doctora Ellie, quien decide llamar al doctor Grant para que le ayude. Como BioSyn tiene también un santuario de dinosaurios (¡!), hasta allí llegarán Ellie y Grant, que se cruzarán con otro conocido. Jurassic World Dominio tiene como dos historias troncales, paralelas: la de Owen/Claire/Maisie y la de Ellie/Grant. Todos imaginamos que en algún momento, ambas se van a entrecruzar. Colin Trevorrow, el director de la primera Jurassic World, vuelve a tomar las riendas como realizador, tras delegar en J.A. Bayona El reino caído. Pero a excepción de alguna secuencia de acción, lograda, porque se nota que hay mucha producción detrás, el asunto más que una fiesta o una montaña rusa como era la primera, se parece a un encuentro de egresados. No todos están igual, no tienen el mismo dinamismo, y se cuentan las mismas cosas una y otra vez. Hay mucho de nostalgia comprometida, que abarca ya a más de una generación -la primera película de Steven Spielberg estrenó en 1993-. Y hay, también, imágenes o micro escenas que son un calco, un guiño o un homenaje, cada uno lo verá como quiera, a otra de Jurassic Park. Como la de la Dra. Sattler tomándose los lentes cuando ve algo, como para dejar claro que está impresionada. El costado argentino de Jurassic World Dominio se encuentra en que uno de los “nuevos” dinosaurios es el gigantosaurio, al que el doctor Grant dimensiona como “el carnívoro más grande que haya habitado el planeta”. Y bueno, el animalote habitó la Patagonia argentina, y se encontraron restos en 1993… El mismo año que Spielberg estrenaba su película basada en el best seller de Michael Crichton. Lo del nombre que mencionábamos más arriba es el de Lewis Dodgson, ahora interpretado por Campbell Scott. Sí, el personaje aparecía en Jurassic Park. Pero no queremos spoilear nada, ni arruinar la mínima sorpresa a los fans contando de por qué Dodgson cambió de rostro. Lo dejamos para otro día.
Seis son en total las películas que conforman la saga que une "Jurassic Park" con Jurassic World", basadas en los personajes de Michael Crichton. Esta última entrega, fue dirigida por Colin Trevorrow, a partir de un guión co-escrito con Emily Carmichael. El elenco estelar combina a los legendarios Sam Neill (Dr. Alan Grant), Laura Dern (Dra. Ellie Sattler) y Jeff Goldblum (Dr. Ian Malcom) con Chris Pratt (Owen Grady) y Bryce Dallas Howard (Claire Dearing) hecho que hace el film más atractivo por un lado, pero por el otro, se siente algo forzado al principio. En la historia Owen y Claire intentarán rescatar a su hija adoptiva, la curiosa Maisie Lockwood (Isabella Sermon) del secuestro perpetrado por el villano Lewis Dogson (Campbell Scott) debido a que es la primera persona clonada. Dogson es el director de la Compañía Farmacéutica Byosin, cuyo fin es, aparentemente, investigar el ADN de los distintos dinosaurios con el fin de encontrar alguna utilidad para la salud de los humanos Sus buenas intenciones, no son tales, ya que sus investigaciones han alterado el genoma de otros animales y el grupo deberá luchar para desenmascararlo y rescatar a Maisie. Allí, cuando todos están unidos, los nuevos y los anteriores, es cuando la película entrega sus mejores momentos. Hay algunas secuencias, y persecuciones que no voy a spoilear, pero están muy bien logradas. Es muy impactante la incorporación de DeWanda Wise como la piloto Kayla Watts, una actriz con gran carisma y personalidad que se roba cada una de las escenas en las que participa. Dichen Lachman, Mamoudou Athie, Scott Haze, Daniella Pineda, Justice Smith, Omar Sy, BD Wong, Elva Trill y Dimitri Thivaios completan el cast. La fotografía es muy buena y los efectos están bien logrados pero la historia, agotó. No hay más cuerda de la que se pueda tirar, porque no hay nada más interesante para decir. Es repetitiva, y da vueltas durante 2 hs 20' sobre lo mismo.
APURATE QUE ME MEO Crónicas Jurásicas Me hago cargo. Soy un fanático de los dinosaurios. Tal fascinación por estos bichos extintos y curiosos jamás mermó y, por el contrario, sigue latente en mí a mis casi 40 años. Lo que conlleva ser casi fan de cualquier película que los tenga como protagonistas, sea ésta de dudosa factura técnica o no. Desde la King Kong original de 1933, pasando por El valle de Gwangi y su enfrentamiento entre dinos y vaqueros; las de animación Pie Pequeño, las baratas y berretas Carnosaur y, sin lugar a dudas, la saga de Jurassic Park. Por lo que sería un disfrute absoluto para este humilde servidor escribir y asistir a la privada de la nueva y última parte de la franquicia iniciada por Steven Spielberg en 1993. Hacía frío, mucho frío. La función era a la mañana. Las espectativas sobre la película eran 50/50. No depositaba demasiado entusiasmo, pero sabía que ver dinosaurios rompiendo todo en el IMAX sería al menos despertar al niño que abraza el espectáculo por sobre el contenido, y mis manos estarían atornilladas a los posabrazos de las butacas. Las emociones estaban ahí, pero siempre cauteloso de que no me tomen por asalto. En medio de la espera, entre anuncios y el frío que se acumulaba en los huesos después del viaje, comencé a sentir las ganas de ir al baño. Si, a orinar. Algo normal en mí y en cualquier mortal que enfrente el frío, principalmente matutino. En fin, las luces se apagan. El logo de la Universal gira, y casi como una leyenda viviente de las majors que sobrevivieron a una posible extinción, arranca el espectáculo. Trato de contener mis ganas de ir al baño por miedo a retirarme en medio de la función y perderme algún momento medular o al menos que pueda disfrutar al máximo en semejante pantalla. La película arranca, las cosas van bien: el inicio es simpático a su vez que inteligentemente resuelto. Un comprendido de imágenes de redes sociales, etc. que son el resultado del mundo siendo de a poco conquistado por los dinos. Buen recurso. Bien ejecutado. Le siguen una secuencia digna de un western: Chris Pratt cabalgando en caballo junto a otros dos jinetes, intentando, lazo en mano, atrapar a un Parasaurolophus de una manada que huye en un paraje casi de una épica Fordiana. La cosa pinta bien. Esto va a funcionar. Lo que en un sentido me hizo olvidar mis ganas de ir al baño. La historia, entonces, es más o menos así. Pratt y Dallas Howard adoptan a la nena clonada de la anterior Jurassic, ahora una adolescente de 14 años que se encuentra aislada en una cabaña junto a la pareja en medio de la nada y que se le tiene prohibido ir al pueblo. Al parecer, el mundo es un lugar peligroso y ambicioso que la puede exponer a riesgos mortales. Y no se equivocaban. Unos mercenarios irán tras ella y la cría de una velocirraptor que al parecer tiene un enorme valor científico. Como es de esperar, la niña es secuestrada junto al pequeño raptor, por lo que nuestra pareja protagónica deberá ir tras sus pasos y así recuperarlos. Hasta acá todo funciona bien. Uno supone a The Searchers de Ford en medio de un choque entre humanos y dinosaurios. Atractivo, épico y hasta fundacional, en conceptos de cinefilia medular. Todo marcha bien. Hasta que nos transportan a Malta, si, Malta. Lugar donde se llevan a la niña y dónde se desata una trama de espionaje medio remanida que recuerda los thrillers detectivescos y de acción de los ‘90, en medios de caprichosos escenarios exóticos. La película empieza a caer en picada. A todo esto se le suma una piloto tan bella que no entendemos cómo no se dedicó al modelaje y que se une a la pareja en su cruzada por recuperar a la pequeña. Ella, al parecer, es llevada a un último punto: una enorme reserva de dinos a su vez que laboratorio donde se insiste en seguir experimentando y jugando a ser dios. Allí, medio camuflados, tenemos a Sam Neill, Laura Dern y Jeff Goldblum ( la santísima tríada de la Jurassic original) jugando, también, a los espías intentando violar la seguridad del complejo para tomar muestras de una especie de langosta que está sembrando el pánico agropecuario. Ya para ese entonces, mis ganas de ir al baño eran más fuertes que las ganas de ver dinosaurios peleando. Algún bostezo se me escapó en medio de largas charlas sobre ingeniería genética, el siguiente paso de la ciencia, la trama que intenta ser más grande que una simple película de aventuras y un discurso progresista que por momentos de tan obvio y tirado de los pelos, por no decir vergonzoso y forzado, me arrastraban a tener mí mente pendiente de un toilette reluciente y limpio. Colín Trevorrow, director de Jurassic World, de 2015, crea acá un pastiche inconsistente dónde la épica, que parecía proponer no despega jamás y los guiños a las anteriores entregas de la saga y su preocupación por comprarse a los fanáticos de la misma son más importantes, al parecer, que narrar bien una historia. Todo luce forzado, desde la intervención de los científicos de la Jurassic original, hasta su discurso feminista (prestar atención a ese modelo de mujer perfecta del futuro y su innecesaria participación en una saga como ésta) que responde más a agendas políticas de hoy en día que a la necesidad de hablar sobre una visón del mundo determinada. Contenidismo de nuevo siglo y un “al carajo” todo. Todas las Jurassic tienen mujeres independientes y fuertes, inteligentes y tenaces, sin la necesidad de subrayar ni abrazar ninguna ideología en particular. Son mujeres de aventuras hawksianas, dispuestas a arriesgarse tanto o más que cualquier hombre o héroe. Ya para ese entonces tenía ganas de salir rajando al baño. Pero faltaba una media hora más o menos para que terminara. Supuse que vendría algo mejor, o al menos no tan malo como la hora y pico que había pasado. Hora y media gratuita, de acción que ya vimos miles de veces, efectos especiales que ya no sorprenden y una banda sonora horrenda, la cual suponemos John Williams debe estar preguntándose si fue buena idea retirarse del negocio cinematográfico. Para cuando la escena final se desata yo tenía la vejiga que reventaba: es tan genérica y poco imaginativa como todas las secuencias que pasaron por esta obra medio disparatada y muy distante de lo que arrancó siendo en los 90. Mí mente se dividía entre una gloriosa entrada al baño y lo que quería que sucediera en pantalla pero a su vez jamás llegaba. Si, hay un par de momentos inspirados, más al inicio ya mencionado. Pero el film se diluye minuto a minuto en capas discursivas, momentos azarosos, algunos increíblemente aburridos y toda una parafernalia que solo puede sorprender al más naif de los espectadores. Todo mientras suplicaba que de una vez por todas, termine. Cuando al fin sucedió, salí raudamente hacía la gloria: los generosos e impecables baños. Allí abrace un final digno. Ah, ¿Y la película? Mala, realmente mala. Aún para un fan Jurásico que mucho no esperaba. O al menos que no le tomen el pelo y le entreguen una de aventuras pura y dura sin tanto discursito bañado en ciencia ficción bien pensante y altruista.
Llega a nuestros cines la tercera entrega de la nueva trilogía jurásica, Jurassic World: Dominio, con el gran aliciente de que esta vez contaremos con la presencia de la Sagrada Trinidad de Jurassic Park ¿Será esto suficiente para salvar la franquicia? Sigan leyendo. Luego de que Maisie soltara a todos los dinosaurios en la anterior entrega, estos de a poco fueron introduciéndose en convivencia con animales actuales y el ser humano. Pero cuando una plaga de langostas prehistóricas empieza a salirse de control, nuestros viejos conocidos Ian Malcolm, Alan Grant y Ellie Sattler se pondrán a investigar, mientras Claire y Owen buscarán poner a salvo a Maisie y a Beta, la cría de Blue. Si, la sinopsis parece un menjunje de muchas cosas, y por desgracia, si deciden ver la película, es lo que se van a encontrar. Porque la sensación final que nos queda es que a Colin Trevorrow (guionista y director de esta entrega), lo obligaron a meter varias historias dentro de una misma cinta. Y esto no lo decimos solo porque las tramas de nuestra dupla protagonista actual, y el trio de “viejitos locos” tardan en juntarse, sino que pareciera que tenemos dos películas en una. La primera de ellas nos recuerda mucho a películas como, por ejemplo, Misión Imposible, con nuestros protagonistas corriendo por los techos de una ciudad exótica, pero ahora en lugar de ser perseguidos por sicarios, tienen que huir de dinosaurios (si, leyeron bien). Y la otra una más clásica, centrando toda la acción en una zona boscosa, mucho más acorde a lo que uno podría suponer de algo que tiene el Jurassic en el título. Y ni siquiera podríamos decir que la nostalgia termina por salvar esta ensalada. Si, detectamos chistes y referencias a las Park, pero están tan mal puestas, que no terminan ni causando gracia, ni emocionando al grado que Jurasic World: Dominio se sostenga por eso. Una lástima. Pero no todo es malo. Los efectos especiales son impresionantes, y por suerte pudimos ver la película en IMAX, quizás el formato más aconsejable para poder disfrutar del poderío visual que nos presenta la cinta de Trevorrow. Y acompañando estos efectos, algunas secuencias están muy bien logradas, en especial aquellas donde los dinosaurios luchan entre sí. En conclusión, Jurassic World: Dominio, sigue por desgracia el camino plantado en JW: El reino caído; es decir, un tanque hollywoodense que muestra todo el presupuesto que tiene en su apartado visual, pero que a nivel trama hace agua por todos lados. Y para colmo en ningún momento dan a entender de que esta será la última entrega.
En esta sexta película de los dinosaurios con nosotros, en la saga de tres que se llamo Jurasic Park y en este ¿cierre? del Jurassic world, el espíritu de aventura y las preocupaciones ecológicas dominan el panorama, donde a pesar de la diferencia de tamaño, el hombre con sus ambiciones desmedidas es el peor depredador. Un regreso al origen, donde el creador, el que regresaba a la vida a esos dinos sufría su castigo por querer parecerse a Dios. Acá el villano que suma todos los males, encarnado por Campbell Scott, desarrolló unas langostas monstruosas que arrasan con todos los cultivos de la tierra, menos los que resultan de sus semillas patentadas. La hambruna que puede provocar le es indiferente. Cualquier parecido con la realidad y ciertos nombres y empresas de la actualidad no son casualidad. La idea de reunir a los dos elencos funciona perfecto: Laura Dern, Sam Neil, Jeff Goldblum, renuevan laureles y pasiones, junto a Chris Pratt y Bryce Dallas Howard. El punto de partida del guión escrito por Emily Carmichael y el director Colin Trevorrow ocurre cuatro después de la destrucción de la isla Nublar. Los dinosaurios pueblan la tierra y sufren lo que otras especies: cazadores furtivos, utilización despiadada, maltratos varios. Todas las consecuencias brutales de las que son capaces los humanos con las otras especies. No falta ni el suspenso, ni los enfrentamientos entre los más letales como el gigantosaurio descubierto en l993 en Neuquén por Ruben Carolini. El realizador matiza perfecto la cuota de peligros, la aparición de los gigantescos animales y los conflictos que enfrentan los protagonistas. Si realmente es un broche de la franquicia es realmente un muy digno retorno al espíritu de la primera que hizo Spielberg (aquí produce), pero con acento más en el elenco humano que en los dinos. Una historia con una niña clave en la trama es mejor no develar, pero todo cierra como se debe.
Cuando el fan service es el enemigo. Esta historia empezó en 1993 de la mano de Steven Spielberg y se convirtió en una de las más icónicas de los últimos tiempos. Jurassic Park era más que una historia de dinosaurios, había funcionado bien como premisa de un parque jurásico (basada en la novela de Michael Crichton) y el éxito nos dio una nueva entrega donde veíamos con la 2 y 3 como todo se salía de control cada vez más. Fue para 2015, ya rebautizada como Jurassic World (anticipándonos su expansión), cuando se optó por sorprendernos con una forma poco usual de narrar una historia: era una secuela, aunque también funcionaba como falso reinicio. De la mano de Chris Pratt y Bryce Dallas Howard parecía que finalmente habían “domesticado” a las bestias, pero el instinto se mantenía y tuvimos una secuela terrorífica donde se sacó a los dinos de la Isla Nublar y se los esparció por la ciudad. Reconozco que Jurassic World: El reino caído me pareció innecesaria, hasta que llegó Dominion donde no nos parecía tan impactante que los dinos anden sueltos por ahí, sino también que representaría el final para la saga, de acuerdo a declaraciones del director Colin Trevorrow. ¡Cuán equivocado que estaba el señor! Jurassic World: Dominio peca del fan service… ¿querían a Sam Neill, Laura Dern y el regreso de Jeff Goldblum? Ok., los tienen, pero a costa de eclipsar a los nuevos personajes que habían introducido, siendo despareja la participación de todos. Parece más una reunión de egresados que otra cosa, salvo por Laura Dern donde con la excusa del “rol de la mujer” se le dio un poco más de peso; después no tenemos nada nuevo, la despedida fue más que un mero gancho donde sólo tenemos introducciones a que todo va a seguir. Ojo, no es tan mala, porque también después de años nos muestra algo que me encanta y es que los dinos no son los villanos, sino que siempre fueron los seres humanos con su ambición de poder y aquellos pasan a ser víctimas. En el aspecto visual no tengo nada que objetarle, si hizo historia en los 90’s al darle realismo a los dinos, acá con el CGI te la crees por completo. Bien por las bestias, por la referencia a la Argentina, pero como cierre de una saga de más de 30 años lamentablemente se quedan cortos.
Excelente maridaje entre nostalgia y presente en donde los mundos de Jurassic Park y Jurassic World se fusionan para generar una película ideal para aquellos fanáticos de la saga en donde la emoción predomina en detrimento de los efectos y espectacularidades.
Hay efectos imposibles de repetir y Jurassic Park es el mejor ejemplo de una película que provocó algo imposible de repetir. En 1993 poner en pantalla dinosaurios que a los ojos del espectador parecieran ser reales, fue una proeza técnica que solo estaban en condiciones de crear Steven Spielberg con la empresa de su amigo y socio George Lucas. La historia es conocida, Spielberg quería hacerlo con muñecos pero no se pudo y hasta que no se pusieron en la empresa de Lucas a ver cómo se podía lograr sin que fuera decepcionante, no se pudo arrancar el proyecto que finalmente llegó en 1993. Después de aquello hubo dos películas más donde todavía aparecían los actores originales, pero Steven Spielberg se alejó de la realización. Varios años después (2015) volvió el universo jurásico con otros personajes en Jurassic World fue el nombre de esa nueva franquicia, que ahora vuelve a los cines tratando de cerrar todas las historias. En la película de 2018 el nuevo mundo de los dinosaurios volaba por los aires y los dinosaurios llegaron al continente. Pero en esta segunda etapa quedaba de lado el creador original de los bicho vueltos a la vida, el señor John Hammond que interpretaba nada menos que Sir Richard Attemborough, y aparecía un socio del empresario con otra historia, de la cual se desprendía que las investigaciones que sirvieron para volver a la vida a los dinosaurios se había utilizado para crear un clon humano. También se contaba que de repente había surgido un mercado de interesados en comprar dinosaurios para usarlos como guerreros. Jurassic World: el reino caído dejaba una serie de hilos narrativos para completar y entonces vino la pandemia. Desde 2018 hasta 2022, se escucharon muchas cosas y la más prometedora de esas cosas fueron las imágenes de los tres protagonistas originales de Jurassic Park en el set de filmación de la película que se anunciaba como el cierre épico de la saga. La pregunta de los seguidores fue desde ese momento si la aparición de esos personajes iba a ser apenas un momento de lo que se conoce como «fan service» o realmente iban a participar de la película. Bueno, nadie pone en el afiche a alguien que hace un cameo o una participación episódica. Los históricos Laura Dern, Sam Neill y Jeff Goldblum son protagonistas a la par de Chris Pratt y Bryce Dallas Howard. Vamos a evitar contar cómo llegan a juntarse los cinco, pero digamos que hay una corporación que se quedó con todo lo que era de los dos socios y propone usar los conocimientos de genética que hace treinta años venía desarrollándose, pero detrás de todo el discurso bonito hay un plan malvado al mejor estilo de los villanos de James Bond. No hay nada exactamente nuevo en Jurassic World: Dominion es un festival de referencias al pasado, pero no solo de las dos franquicias sino de la misma historia del cine. Sam Neill hace de su personaje una especie de Indiana Jones, hay escenas que recuerdan incluso algunas cosas de Star Wars y aparecen referencias a la primera de las películas, así que para los amantes de esta franquicia, la película seguramente funciona bien. Para el resto, el nuevo título está lleno de conveniencias de guion, cosas que sacan de la manga los escritores. Y bueno, el cierre de la historia es por lo menos discutible. Las escenas de acción son muy buenas, la melodía original de John Williams suena en los momentos adecuados y hasta hay un momento que puede satisfacer a los que apoyan películas del estilo de Kong vs Godzila. JURASSIC WORLD: DOMINIO Jurassic World: Dominion. Estados Unidos, 2022. Dirección: Colin Trevorrow. Guion: Emily Carmichael y Colin Trevorrow. Intérpretes: Chris Pratt, Bryce Dallas Howard, Laura Dern, Jeff Goldblum, Sam Neill, Isabella Sermon, DeWanda Wise, Mamoudou Athie, Omar Sy, Campbell Scott, BD Wong, Justice Smith y Daniella Pineda. Música: Michael Giacchino. Fotografía: John Schwartzman. Distribuidora: UIP. Duración: 146 minutos.
La saga de los dinosaurios inaugurada con Jurassic Park en 1993 (película dirigida por Steven Spielberg a partir de un best seller de Michael Crichton) es de ese tipo de espectáculo que puede continuar con todas las entregas que quiera porque siempre es un entretenimiento rendidor para el público amante del cine en pantalla grande. Dirija quien dirija, y por más que estén llenas de altibajos, las películas del parque jurásico posibilitan el despliegue total del arte cinematográfico, dando lugar a que los efectos visuales hagan realidad cosas tan improbables como que tengamos que convivir con esos enormes animales que habitaron la Tierra hace millones de años. Jurassic World: Dominio, sexta entrega de la franquicia y tercera parte de la segunda etapa iniciada con Jurassic World en 2015, retoma los hechos de Jurassic World: El reino caído (2018) y se ubica cuatro años después de la destrucción de Isla Nublar, cuando los dinosaurios quedaron sueltos y dejaron la incógnita de qué pasará ahora que son los nuevos viejos integrantes del planeta. Con el elenco estable encabezado por Chris Pratt y Bryce Dallas Howard, acompañados por los protagonistas de la saga original como Laura Dern y Sam Neill, cuyos personajes se reencuentran después de muchos años, y la participación de Jeff Goldblum como Ian Malcolm, la película vuelve a plantear temas tan importantes como actuales. El laboratorio Biosyn, liderado por Lewis Dodgson (Campbell Scott), realiza experimentos con ADN de dinosaurio en langostas con el fin de encontrar la cura a muchas enfermedades. Pero lejos de alcanzar los resultados deseados, los experimentos generan una invasión de estos insectos (ahora más grandes que lo normal) y la consecuente baja de maíz y trigo en los campos, lo que puede llevar a una hambruna mundial, entre otros peligros para el medio ambiente. Por otra parte, que los animales prehistóricos estén en cautiverio en el valle donde se encuentra el laboratorio, y otro tanto ande libre por el mundo, genera todo un mercado negro, lo que lleva a la película a una zona nunca antes explorada, con recovecos subterráneos en varias partes del mundo y antros de mala muerte en los que se venden a los animales como mercancías de mucho valor. Colin Trevorrow vuelve a la dirección (dirigió la primera Jurassic World), después de cederle el mando a J. A. Bayona en El reino caído, para dotar a la película de la mística que supo tener la trilogía original y del sentido de la aventura marca registrada de Spielberg (quien acá hace de productor ejecutivo), con secuencias que son un prodigio de la acción a máxima velocidad. La subtrama con Maisie (Isabella Sermon), la niña clonada, también es algo que suma porque es quien se va a complementar con Beta, la hija de la velocirraptor Blue, nacida casi de la misma manera experimental que Maisie. En la historia resuena un mensaje que nos dice que habrá que acostumbrarse a convivir con la amenaza de la naturaleza, porque nada se podrá hacer si no controlamos la ambición de poder. Es decir, es una película de ciencia ficción, ya que plantea la posibilidad de una sociedad que puede existir si se dan determinadas condiciones. Es cierto que la película tiene resoluciones mecánicas y que le falta profundidad en el tema que plantea y más consistencia en el desarrollo de los personajes. Sin embargo, Trevorrow retoma la esencia de la franquicia con un manejo de la narración que no distrae un segundo, además de dejar planteadas ciertas cuestiones del estado del mundo actual.
Reseña emitida al aire en la radio.
Regresa otra entrega jurásica, y no escatima en despliegue tanto de actores (están presentes todos los que alguna vez formaron parte de este mundo fantástico); como desde la acción y lo visual. Nuestros bichotes jurásicos siguen clasificados y tan realistas como siempre, inclusive en esta secuela hay una nueva especie carnívora, que viene a disputar el territorio al ya famoso, y añorado, Tyrannosaurus rex. La historia transcurre unos años después de la destrucción de Isla Nublar, que contenía a todas las especies de dinosaurios. Por lo que estamos en una instancia, en donde estos animales están desparramados por todo el planeta y ¿conviven? con los humanos. O sea, los pacifistas y vegetarianos son los más amables; pero los carnívoros y con temperamento agresivo, siguen causando estragos. En medio de este entorno, donde la especulación científica y el mercado negro están a la orden del día, Claire (Bryce Dallas Howard) trata de rescatar dinosaurios en cautiverio, junto a su amado Owen (Chris Pratt), quien sigue tratando de domesticar a las bestias para preservar a la especie. Ambos están a cargo de una adolescente Maisie (Isabella Sermon), la nieta clonada de Benjamin Lockwood, quien es buscada fervientemente por la corporación BioSyn, que ha creado un santuario para los dinosaurios, supuestamente con fines beneficiosos. Por otro lado, reaparece Ellie Sattler (Laura Dern), quien investiga una extraña mutación de langostas, que están arrasando los cultivos; y se conecta con su antiguo amigo Alan Grant (Sam Neill) para que la ayude a hallar evidencias. Lo cierto es que toda esta coralidad de personajes, confluirá en el santuario de BioSyn por distintas motivaciones, pero con un mismo fin. La secuela cambia un poco de rumbo en cuanto a sus antecesoras, y si bien aquí los dinosaurios están presentes, no tienen tanto protagonismo. La narración está a favor de las escenas de acción, como si estuviéramos en una especie de Misión Imposible, pero con dinos interfiriendo en las persecuciones letales. Mucha adrenalina, mucha historia y mucha nostalgia, para dejar a un lado el asombro y el terror que antes provocaba la sola presencia de los amiguitos jurásicos. Si bien es cierto que ahora los dinosaurios están más naturalizados en la sociedad, el caos y descontrol que generan es intrínseco. Pero esto es dejado de lado, para además de la acción poner en relieve ciertas cuestiones morales en torno a la manipulación genética; una bajada un tanto demagógica. La película entretiene, pero no deslumbra. Es un tanto repetitiva en cuanto sus tópicos anteriores, por lo que no estamos ante el comienzo de una nueva etapa jurásica. Está más centrada en el espectáculo propiamente dicho, restando importancia a su eje dramático y su conceptualización.
UN MUNDO PEQUEÑO Debo admitir que disfruté medianamente de Jurassic World Dominio, pero que al mismo tiempo me cuesta encontrar una justificación medianamente razonable para ese disfrute. Se podrá apelar a la necesidad de pasarla bien sin pensar demasiado, a la típica frase “es una película pochoclera”, pero creo que, finalmente, todo tuvo que ver con las expectativas: esperaba muy poco de una saga que ya consideraba agotada, luego de una primera parte que, a pesar de sus méritos narrativos y de puesta en escena, lo que hacía era actualizar mínimamente el argumento original, sin llegar a innovar demasiado; y de una segunda entrega, El reino caído, que tenía un arranque prometedor, para luego enredarse en demasía y caer en una trama de encierro tan enredada como irrelevante. Por eso, quizás, los pocos hallazgos de este cierre terminaron pesando más que un argumento que, en cuanto se lo piensa un poco, se cae a pedazos. Lo cierto es que Jurassic World Dominio tenía algunos elementos que podían jugar a su favor: desde el planteo (que retomaba el final de El reino caído) de un mundo donde los dinosaurios comenzaban a interactuar con todas las especies, incluida la humana, a escala planetaria; hasta los retornos de Sam Neill, Laura Dern y Jeff Goldblum, protagonistas de la trilogía de Jurassic Park, con todo lo que implicaban sus respectivos legados. Estaban dadas las condiciones entonces para una salida del esquema de repetición y encierro -por más que sea en espacios inmensos como los parques de diversiones- al que parecía sometida la franquicia, además de una posible línea narrativa que potenciara la oscuridad que siempre la sobrevoló. Y algo de eso asoma en la película, principalmente en su primera mitad, que va de un lado al otro del mundo con bastante vértigo. Esa alternancia espacial le permite disimular un poco las incoherencias e indecisiones de un relato que saca de la galera una amenaza para la provisión alimentaria a escala global, producto de un experimento tan ambicioso como fallido de una corporación que quiere sacarle todo el jugo posible a las posibilidades que plantea la combinación de ADN de los dinosaurios con el de los humanos. Esa especie de thriller corporativo con condimentos de acción termina conduciendo, en la segunda mitad del film, a otro lugar donde los dinosaurios están supuestamente contenidos y bajo control hasta que no, hasta que los desmedidos deseos de un empresario malvado (un Campbell Scott totalmente desdibujado) hacen que todo estalle por los aires. Ahí es donde queda claro que Colin Trevorrow, director y coguionista (que ya había cumplido un rol similar en Jurassic World), no tiene la capacidad o el atrevimiento suficiente para contar algo realmente nuevo. Por eso Jurassic World Dominio queda condenada a reincidir en los ya clásicos discursos moralistas sobre los peligros de la ciencia cuando choca con la naturaleza; desperdicia la iconicidad que podían transmitir Neill, Dern y Goldblum, que cumplen papeles poco relevantes; y a lo sumo se conforma con delinear una aventura de conformación familiar relativamente aceptable. Hay sí un puñado de secuencias de acción y algunas ideas narrativas que nos indican la película que podía ser Jurassic World Dominio y que finalmente se resigna a no ser. Ahí tenemos, por caso, una instalación clandestina donde una variopinta galería de criminales trafica dinosaurios con diversos orígenes y destinos; y una vibrante doble persecución urbana en Malta con dinosaurios, motos y camiones destruyendo media ciudad. Son elementos disparatados y divertidos, que insinuaban una historia más ambiciosa y potente, pero que nunca llegan a ser más que chispazos creativos en una película que se conforma con poco y que incluso se autoboicotea en sus propósitos de ser una clausura recordable y cautivadora. En Jurassic World Dominio rara vez aparece la sensación de peligro y miedo, porque se imponen fórmulas que son mínimamente efectivas, pero nunca disruptivas.
Ha llegado a las salas de cine JURASSIC WORLD DOMINION (2022) la tercera entrega de esta trilogía y segunda parte de la saga completa de Jurassic Park que inició en 1993. La presente película es la clausura del universo que Steven Spielberg llevó a la pantalla grande junto al guión de David Koepp quien realizó la transposición de la novela homónima de ciencia ficción escrita por Michael Crichton. Conforme el paso del tiempo y sus nuevos largometrajes (recordemos que son seis en total) la calidad y profundidad narrativa fue cayendo cada vez más, al igual que la solidez en la verosimilitud del universo diegético. Jurassic World Dominion reúne al cast de la primera trilogía con la segunda, con el fin de brindar el "fan service" dando lugar al esperado encuentro entre el triángulo compuesto por Alan Grant (Sam Neill), Ellie Sattler (Laura Dern), Ian Malcolm (Jeff Goldblum) con el segundo triángulo del esquema de personajes integrado por Owen (Chris Pratt), Claire (interpretada por una sobreactuada Bryce Dallas Howard) y la pequeña Maise. Aunque la aparición de los personajes en escena y su interacción posee lógica, el argumento y su espectiva ejecución en pantalla deja bastante que desear. A pesar del esperado sistema de estrellas, sus primeros planos exponen con evidencia los recursos del dispositivo cinematográfico que lo único que hacen es entorpecer el relato. Del mismo modo, subraya lo evidente al realizar pausas innecesarias, por ejemplo en miradas entre los personajes, cuyo resultado es interrumpir patéticamente la acción y cortar toda posibilidad de conexión del espectador. A pesar del regreso a la dirección de Trevorrow, el devenir del relato está lleno de resoluciones forzadas constantemente. Aunque el filme se apoya en la tradicional dicotomia entre buenos y malos, en especial un villano central, y sobre los peligros que el abuso del poder y la ciencia pueden causar, la fórmula esta vez no resulta eficaz, ni siquiera como mero entretenimiento. En conclusión, sólo queda por destacar el logrado uso del CGI en los dinosaurios y el plano dentro del círculo al Rex formando el característico logotipo.
Cuando uno piensa que lo vio todo… Llega otra película que cuenta exactamente la misma historia de siempre. Lamentablemente este es el caso de Jurassic World 3: Dominio que se estrena la semana del 2 de junio en cines y la semana siguiente en las salas IMAX. Tras la conclusión del film anterior -El Reino Caído-, los dinosaurios intentan convivir con la flora, fauna y humanidad del planeta. Con el peligro que esto podría traer, el científico Lewis Dogson (Campbell Scott) quiere utilizar el ADN de los dinosaurios para encontrar la cura de varias enfermedades. Mientras tanto, Claire (Bryce Dallas Howard) y Owen (Chris Pratt) tratan de vivir su vida lejos de la civilización para esconder a Maisie (Isabella Sermon), el producto de una clonación. La llegada de un científico con motivos inusualmente benévolos es una historia que se vio una y otra, y otra (y otra) vez en las seis películas de la saga, y como que ya cansa un poco. Tiene momentos dramáticos e interesantes, pero en general es más de lo mismo. La adición de los personajes del film original - Laura Dern como Ellie Sattler, Sam Neill como Alan Grant y Jeff Goldblum como Ian Malcolm- son una bocanada de aire fresco y se llevan todo el interés de la trama. Es en la fibra de la nostalgia donde la película tiene la chance de repuntar para que el espectador se quede durante su duración. No cabe la menor duda que los efectos especiales son primordiales en este tipo de productos, y no estamos ante la excepción. Desde aquella primera parte en 1993 que siempre maravilló la premisa -basada en el libro de Michael Crichton- de los dinosaurios caminando entre nosotros, y la novedad de Spielberg de llevarlo al cine de una forma espectacular. Actualmente, y con todos los avances tecnológicos, y prácticos, la línea entre ficción y realidad se funden para lograr un film visualmente llamativo. Sin embargo, si disfrutaron las dos ediciones anteriores, no es un mal producto para concluir. Caso contrario, y con temor de sonar repetitiva, es más de lo mismo.
saurios. La tenía un enorme potencial y algunos ingenuos llegamos a creer que si los porductrore se iluminaban un poquito, el próximo episodio podía acercase a lo que fue alguna vez la franquicia multimedia de culto Cadilllac y Dinosaurios. Obviamente ni se les pasó por la cabeza encaminar el film por ese rumbo y lo que encontramos en el cine es una propuesta desapasionada que resulta fallida por dos grandes motivos. En primer lugar, la dirección de Colin Trevorrrow (responsable de Jurassic World) se aleja por completo del estilo de aventura que originó esta saga para presentar un pastiche que combina la temática de los dinosaurios con el divague de Rápido y Furioso, Misión: Imposible y los filmes más bizarros de la saga de James Bond, representados en las etapas de Roger Moore y Pierce Brosnan. La premisa de los dinos que desequilibran la vida en la Tierra nunca se llega a explorar ya que el conflicto central se centra en un científico loco que busca conquistar el mundo con langostas mutantes. Por ese motivo también el film se siente como un episodio más de relleno, donde el regreso de los protagonistas clásicos se presenta de manera forzada para apelar a un burdo fan service que no genera ninguna emoción. La aparición de Laura Dern y Sam Neil (quien no puede ocultar su incomodidad de ser parte de este episodio) es un tapa bache para levantar a través de la nostalgia una película que vende una conclusión inexistente donde no se resuelva nada. El otro gran problema de esta producción lo encontramos en la narración de Trevorrow quien perdió toda noción del sentido del peligro. Los héroes ahora se convirtieron en parientes de Dominic Toretto que salen ilesos de situaciones imposibles y atentan contra la amenaza que debería representar el ataque de las criaturas. La tensión y el terror que podían generar situaciones de ese tipo fueron reemplazadas por secuencias de acción delirantes más cercana a la franquicia de Vin Diesel. Los dinos corren por ahí y cada tanto se comen a un extra desprevenido pero durante la mayor parte del film no tienen el protagonismo que merecían para la supuesta historia final que vendía el estudio. La película dura dos horas y media que se sienten interminables, pese a la abundancia de las secuencias de acción, ya que ese tipo de momentos eventualmente e vuelven redundantes. Hacia el final Trevorrow tiene la dignidad de acordarse que esto era una propuesta de la saga Jurassic Park y mete una pelea atractiva entre los bichos que levanta un poquito el tedio. Es justo mencionar que desde los aspectos técnicos al menos es un producto decente y quienes tengan un apego crónico a la nostalgia la van a disfrutar sin duda más que yo. Ahora bien, más allá de esta cuestión me parece que se desperdició la oportunidad de contar una historia atractiva con el concepto que había dejado el final de Fallen Kingdom. Quién sabe, tal vez en un par de años llega la redención para la saga con un director más inspirado.
Pequeña anécdota personal. Cuando salimos de ver Jurassic World en 2015, hablamos con mi colega y amigo Ezequiel Boetti de lo difícil que es escribir sobre estos filmes. Técnicamente impecables, con una depuración de guión notable, gigantescas ventanas a otro mundo más grande que la vida gracias a una artesanía perfecta. Como diría otro colega (Quintín), “films de ingenieros”. Pues bien: Dominio lleva al extremo esa tendencia. Apela a la nostalgia juntando a los protagonistas de las películas de Spielberg (y Joe Johnston, no olvidar la bellísima Jurassic Park 3) con los de la nueva serie, desparrama dinosaurios por todo el planeta, incorpora una trama política-comercial-global que es la nueva panacea de la villanía cinematográfica, genera grandes “action pieces” que quitan el aliento y nos mantienen entretenidos las dos horas veintiséis minutos del metraje. A la salida, nuestra pregunta es si queremos pizza o hamburguesas y, si decidimos lo primero, si vamos a querer fainá o no. ¿Es esto algo malo, que el cine se haya vuelto un arte instantáneo, un “ride” cuyo impacto consiste en volver a entrar a la sala en lugar de la memoria que forja? No, no necesariamente. Es una de sus mutaciones, encarnada en un film cuyos protagonistas son mutantes y cuya historia es una enorme mutación de contenido original. Dicho esto, para mí fugazzetta.
La era referencial devora a la artística Es el fin de la saga del Mundo Jurásico, ¿pero realmente valió la pena continuarla? Dinosaurios. Criaturas milenarias que encontraron su extinción hace millones de años caminan ahora entre nosotros. Como si de una prueba existencial se tratara, los más expertos en el tema deben enfrentarse a la disyuntiva que los pone en jaque: ¿Es posible que estos seres, ya extintos por el mero paso de la evolución, convivan con los seres humanos? Esta pregunta es planteada y respondida en una película que logra, a través de un viaje audiovisual que la sitúa entre las obras más importantes de la cinematografía mundial, implantarse en el inconsciente del espectador como un blockbuster inteligente, espectacular y hasta necesario. Necesario para entender que dentro de estas obras también descansa la búsqueda artística, utilizar las herramientas más puras del séptimo arte y plasmarlas en un lienzo que demuestre el poderío del equipo que trabaja detrás. Esta película es Jurassic Park, estrenada hace 28 años. Con dos secuelas en su haber (una dirigida por el mismo equipo técnico original) y una nueva trilogía para las generaciones futuras, es innegable pensar el verdadero motivo de cuya existencia: ¿Merchandising o trascendencia? Alejándose cada vez más de aquella obra de Michael Crichton y de su disyuntiva científica, la trilogía de Jurassic World decide avocarse enteramente al espectáculo de masas, en donde el señalar con el dedo las diversas especies de dinosaurios que aparecen en pantalla y acompañar a héroes de acción enteramente acartonados es la base fundacional de sus películas, generando una inmediatez en las ganancias a obtenerse y un retraso en el pensamiento crítico y analítico que pueda quedar a posteriori. ¿Por qué? Porque no hay análisis profundo que valga sobre la trama que se sugiere o el conflicto de sus personajes, ya que su pobre ejecución y resultado sirve solo para replantearnos hacia dónde la recaudación de trillones entierra, descaradamente, la búsqueda de contar algo que trascienda a futuro. Presentándose como el final de la trilogía, e insolentemente de “la saga”, Jurassic World: Dominion pone el moño al conflicto que inicia en la primera entrega, enteramente ligado a la pregunta que planteó la película original: ¿Pueden subsistir ambas especies sobre el mismo suelo? Pero en dónde hubo una búsqueda intelectual y racional, evidenciando que los dinosaurios no son más que criaturas que buscan su propia supervivencia, ahora queda un lienzo pastiche y meloso que se preocupa en retratar momentos emotivos y carentes de sentido. “¿Le hiciste una promesa a un dinosaurio?” Le pregunta Ian Malcom (Jeff Goldblum) al personaje de Chris Pratt. Sí, porque el sentimentalismo barato es más fácil de digerir. Pudiendo centrarse en la espectacularidad que presenta el inicio del film, los dinosaurios vagando por los distintos rincones del planeta, poniendo en jaque nuestra rutina capitalista, el film decide apoyarse en los vestigios de su antecesora; un clon, producto de un empresario loco, es criado por Owen (Chris Pratt), un domador de Raptors, y Claire (Bryce Dallas Howard), una ejecutiva del parque temático que, de una entrega a otra, logró recurrir a su consciencia y ahora se define como una salvadora de dinosaurios en cautiverio. El verdadero problema no es el planteamiento inicial, que logra generar cierto interés pasatista, sino lo que sucede luego del detonante y su respectivo primer acto. Como si la supervivencia del ser humano frente a criaturas titánicas no fuera suficiente, el director Colin Trevorrow decide delimitar la zona de acción de nuestros protagonistas en, otra vez, una isla que busca estudiar a los dinos con fines enteramente científicos, en donde los avances pueden traer resultados a enfermedades y problemas genéticos. Por supuesto, la cabeza detrás de toda esta parafernalia tiene otras intenciones, malévolas y estúpidamente ligadas a una trama forzosa, que pone en juego mercenarios, nuevos dinosaurios modificados genéticamente y explicaciones narrativas para justificar los errores de las anteriores entregas. Y, como si fuera poco, el recurrir a los personajes de la película original, como Alan Grant (Sam Neill), Ellie Sattler (Laura Dern) e Ian Malcom, termina de sentenciar al film en una búsqueda desesperada que da manotazos de ahogado hasta que logra agarrarse de la cuerda del momento; la nostalgia. De esta forma, denigrando a los personajes a situaciones genéricas que sirven para acceder al inconsciente del espectador y que este asocie el remate actual con lo que el personaje supo ser en el pasado sólo para generar una sonrisa insulsa, la culminación de esta “Era Jurásica” es tan desabrida e ingenua que se define como el sueño mojado de un espectador que solo busca deleitarse con la inmediatez de la situación; Dinosaurios, Chris Pratt y el Theme de John Williams.
Después de que J. A. Bayona tomara las riendas de la saga para la segunda parte, la dirección del cierre de la trilogía vuelve a estar en manos de Colin Trevorrow, quien de todos modos había colaborado en el guion de la anterior. Lo cierto es que ya ni chispas quedan de la magia con la cual Spielberg dio vida a los dinosaurios, ni siquiera la nostalgia que genera volver a ver reunido el elenco original. Nos encontramos ante un cierre sin alma. Dominion marca el fin de una era. Cuatro años después de Fallen Kingdom (una película con varios problemas de guion pero con una construcción de climas interesantes que la acercaban un poco más al terror), los dinosaurios circulan sueltos por el planeta Tierra y son una amenaza para los seres humanos. Al menos eso es lo que se ve a simple vista: ¿es posible coexistir con criaturas que habitaron el planeta millones de años antes que nosotros? El equilibrio parece siempre a punto de quebrarse y la película comienza con un breve resumen de lo que implica hoy esta reaparición de animales jurásicos en el mundo. La trama de Dominion se divide en dos, claro, hasta que se unan. Por un lado, Claire (Bryce Dallas Howard) y Owen (Chris Pratt) esconden a Maisie, ahora ya adolescente y menos dispuesta a ceder ante esas dos personas que actúan como si fuesen sus padres. Por el otro, Ellie (Laura Dern) se encuentra con una nueva plaga que amenaza con acabar con las cosechas y, con la ayuda de su viejo amigo Alan Grant (Sam Neill), llegan a la pista del poderoso laboratorio Byosin. Laboratorio que rapta a Maisie con fines científicos. Allí donde Ian Malcolm (Jeff Goldblum) brinda charlas científicas con su conocido dejo de ironía, converge toda la historia que tiene como villano a un hombre rico que quiere ser todavía más rico jugando a ser Dios, aunque nunca veamos motivaciones reales. Una ensalada que incluye muchas persecuciones, en Malta, en un laboratorio, en la selva. Sin embargo algo curioso del guion es que los que deberían ser los grandes protagonistas, los dinosaurios, aparecen siempre de fondo, casi como un decorado. Incluso la aparición el Giganotosaurus, uno de los últimos descubrimientos y que se sucedió en el Sur de nuestro país, no consigue peso alguno. En medio de una galería de personajes de lo más diversa, por supuesto, la mayoría apenas desarrollados, se halla un mensaje ecológico tan forzado como casi todo lo que sucede en la película. Ya no hay sorpresas, ya vimos a los dinosaurios gigantes pelear entre ellos o atacando algún humano; y acá vamos a ver poco de eso además. Ellie en algún momento dice que aún no se acostumbra, mostrando emoción ante la hasta hace un tiempo absurda idea de vivir junto a criaturas prehistóricas. Pero eso nunca logra transmitirse a través de la pantalla. Ni el miedo, ni la incertidumbre, la sensación de peligro; todo parece asegurado, dado por sentado. Es que además de un guion rebuscado y perezoso al mismo tiempo que quiere decir muchas cosas y no se detiene en ninguna, la película cuenta con un montaje desprolijo y rápido que entorpece las escenas de acción. La banda sonora es otro problema, invasiva y fuera de tono. Parece una película hecha sin ganas desde muchos aspectos. En el único aspecto donde se destaca es en el de los efectos especiales, con criaturas bien logradas. Lo único que vale la pena es el reencuentro con aquellos queridos personajes que se convirtieron en parte de nuestras vidas. Aquellos junto a quienes soñamos por un rato con un mundo en el que todo era posible. Pero no es suficiente cuando quedan reducidos por el guion del que ni siquiera los nuevos personajes salen bien parados. Todos parecen prescindibles, descartables, un rejunte caprichoso. Cuando más profunda y reflexiva quiere ser la historia, más forzado y subrayado se percibe todo. Se supone que este es el cierre definitivo de la saga aunque hoy en día es difícil predecir que en algún momento alguien decida reabrir la historia. Un cierre decepcionante que no está a la altura e la original y quizás de ninguna de las anteriores, que han sido bastante desparejas. Una oportunidad desaprovechada que elige ir a lo seguro y sin emoción, con escenas genéricas sin una pizca de creatividad.
La saga inaugurada a comienzos de los años ’90 merecía un épico final. Así como la gran pantalla recibe la tercera entrega de la trilogía “Jurassic World”, protagonizada por un elenco super estelar (Jeff Goldblum, Bryce Dallas Howard, Laura Dern, Sam Neill y Chris Pratt, entre otros), continuando la pasada entrega estrenada en 2018. Con dirección de Colin Trevorrow, la grandilocuente conclusión oscila en el terror, la fantasía y la acción, agregando un capítulo más a la serie concebida bajo la propiedad blockbuster modernizada. Sin embargo, observamos que nada sustancioso queda por decir. Personajes por clonación, desmadre y destrozos por simulación se enlazan como eslabones. Una excusa para la continuación redituable en términos de taquilla. Alto presupuesto para rutas creativas que toman decisiones cuestionables; no caben dudas que la tecnología ha avanzado favorablemente para reciclar viejas ideas. Pero, ¿a qué costo? Historias paralelas nutren la trama principal: un complot puede alterar la vida en nuestro planeta, tal como la conocemos. La narrativa no termina de atar sus cabos, el resultado se llena de altibajos. Indigna despedida para una de las franquicias más queridas del cine actual.
“¿Jurassic World? No soy fan” dice Ian Malcolm (Jeff Goldblum) y sin duda toda la audiencia está con él. Aunque para ser justos el film del 2015 no era para nada malo, más bien lo contrario, era el anuncio de que iban a explotar la franquicia hasta agotarla. Su secuela, la del 2018 ya era bastante mediocre y este cierre a toda orquesta es una verdadera catástrofe. Ahí sí estamos todos de acuerdo, nadie puede ser fan de esta película. El truco para atraer al público es convocar a las estrellas del film inicial y juntarlas con las de la nueva trilogía. En ese esfuerzo se gasta toda la energía que podrían haber usado en un guionista. O en un director. Jurassic Park (1993) era perfecta. De un solo golpe logró convertir a los dinosaurios en un fenómeno global que le hizo ganar plata hasta a los museos. Era una gran película dirigida con maestría por Steven Spielberg, con un elenco encantador y una combinación de efectos visuales de vanguardia con las más viejas técnicas artesanales. Se convirtió en la película más taquillera de todos los tiempos y entró al galope en la historia del cine. Incluso su secuela tenía varias escenas perfectas, verdaderas clases de cine. Tal vez yo sea la única persona que ama Jurassic Park 3, pero no por estar en minoría me va a gustar menos. La diferencia entre el film de 1993 y el del 2022 es casi un retrato de la decadencia del cine industrial de Hollywood. En paralelo Top Gun: Maverick les está demostrando a todas estas secuelas malas como aún hoy se puede hacer buen cine, sin preocuparse tanto por modas, actualizaciones ideológicas y con genuina pasión por el entretenimiento. Jurassic World: Dominion muestra un mundo donde los dinosaurios y los humanos conviven de mala gana, mezclados de forma algo alocada, provocando distintos tipos de desastres. Hay una serie de subtramas tan ridículas que producen una incomodidad importante para cualquier admirador de los films, haciendo que todo se vuelva más arduo de atravesar. Hay un villano que es un CEO de una corporación llamada Biosyn, en lo que con absoluta certeza es el peor personaje de los seis films. Ser un CEO con aires de Steve Jobs es el nuevo concepto de villano. El mal habita en ellos, no en los empleados. La culpa del millonario que marcaba Spielberg acá es reemplazada por un monigote que no tiene el menor atisbo de humanidad. Una vez más, un abismo separa a 1993 del 2022. Algún momento entretenido, algún chiste aceptable, ver de nuevo a Jeff Goldblum, Laura Dern y Sam Neill, todas cosas que suman. Luego la agenda woke completada al milímetro para que nadie los moleste y una incapacidad de narrar de forma atrapante que no se veía tan claramente en los dos títulos anteriores. Para peor, un detalle alarmante: los efectos visuales se ven más artificiales que en la película de 1993, precursora de los efectos digitales. Cuando se lo ve por primera vez al personaje de Owen Grady (Chris Pratt) este parece filmado con pantalla verde y no en medio de un paisaje natural. ¿No lo filmaron en locación? Se ve tan berreta y torpe que distrae. Su vínculo con el velocirraptor azul merece un manto de piedad. Nuevamente, un guionista bastante perezoso se quedó dormido sobre su teclado y la película no tiene historia. Tan grande es la traición a Jurassic Park que el personaje más citado y homenajeado es Indiana Jones. Se ve que le quisieron caer bien a Steven Spielberg, porque realmente no se explican todas esas referencias. Jurassic World: Dominion es un cierre lamentable para un universo creado por un gran cineasta treinta años atrás. Volviendo a Top Gun, podemos parafrasear a Maverick diciendo: No son los dinosaurios, es el director. Dinosaurios hubo siempre, pero solo hay un Steven Spielberg.
Jurassic World es una película efectiva y es un digno cierre de la segunda trilogía de filmes de Jurassic World, y de la sexalogía en general que suma a las películas de Jurassic Park y a las de Jurassic World. La película mezcla de manera efectiva a las 2 sagas, y logra por primera vez que estén todos los personajes juntos al mismo tiempo, destacando que afortunadamente lo hace de una manera orgánica, que no se siente forzada, logrando que estás inclusiones queden correctas. Cuando se estrenó la primera película de Jurassic World el único personaje de la saga original de Jurassic Park era el doctor Henry Wu, el científico creador de los dinosaurios, y los realizadores explicaron que era el único que tenía una justificación como para volver en la nueva saga, y ese criterio era justo, fue un gran acierto en ese momento. En la segunda parte de Jurassic World, ya volvimos a ver al doctor Ian Malcolm, y en este caso también tenía una participación orgánica, testificando ante el congreso sobre la probable nueva extinción de los dinosaurios, diciendo su postura que era coherente con sus apariciones en la primera y segunda película de Jurassic Park. Y ahora vuelven esos personajes, pero también vuelve Alan Grant y Ellie Sattler que eran los protagonistas de la primera película de Jurassic Park, y que habían figurado en la tercera también; pero en ese caso Grant como protagonista, y Ellie en un pequeño papel, que cambiaba el canon, para mal, y tenía sabor a poco. Afortunadamente acá recobran el protagonismo, pero sin llegar a robarle la franquicia de Jurassic World a Chris Pratt y Bryce dallas Howard, que vuelven como protagónicos también. En un primer momento, ambas parejas en historias separadas y paralelas, y luego haciendo un ensamble actoral, todos juntos. Jurassic World Dominion tiene un gran problema, pero este problema es prácticamente ajeno a la película en sí misma, que son las expectativas desmedidas de su llegada, en base a la publicidad, y al material previo publicado, ya que se emitieron 2 cortometrajes, uno con una situación de un dinosaurio atacando una casa rodante, y el otro, que nos dijeron que era el prólogo, y que muchos entendimos en ese momento, que eran los primeros minutos de la película, pero desafortunadamente no es así, y hubiera sido un buen arranque para la película, además sentaba el tono y era semióticamente correcto, inclusive el filme cierra mejor teniendo en cuenta esos cortos, especialmente el prólogo, el cual termina siendo casi como un corto de vista obligatoria, antes de ver el filme. Vale la pena preguntarse si no fue cortado por motivos de duración, quizás con alguna interferencia del estudio, y luego editado como un corto precuela; lo mismo vale para la escena del ataque al tráiler por parte del dinosaurio. Al no estar esa escena, es como que restringe un poco el despliegue de la película en distintos escenarios, por otra parte, lo que promete el final de Jurassic World el reino caído, la película anterior, más lo que prometían los tráileres de esta película, es que íbamos a ver los dinosaurios diseminados por el mundo y daba la impresión de que el filme se iba a dar en numerosas locaciones alrededor del mundo, esto no es así. Y en cierta forma decepciona, ya que, si bien tiene algunas pocas tomas en distintos lugares del mundo, y tiene una introducción y una primera hora un poco más abierta, con escenas en distintos países; la segunda parte de la película se desarrolla casi exclusivamente en una especie de reserva natural, que vendría a ser como el equivalente al primer parque, y eso le quita un poco de fuerza y de epicidad al filme; al menos en nuestra comparación con respecto a las expectativas. Si no tuviéramos esa contaminación previa, quizás esto no sería un problema, porque no es un problema del film en sí mismo. Pero entrando ya a lo que es el filme en sí mismo; se puede decir que el argumento es coherente; pone a los personajes en la situación de peligro nuevamente, pero de manera un poco más original quizás; y es efectivo en general, con escenas de suspenso de tensión, algunos sustos, y mucho entretenimiento. Los dinosaurios están muy bien y se lucen mucho, y se continua una subtrama abierta en la película anterior, donde había una niña aparentemente clonada, que ahora ha sido adoptada por la pareja principal, interpretada por Chris Pratt y Bryce dallas Howard, que ahora viven juntos, pero en un lugar alejado en el bosque, para ocultar a la niña, y a los velocirraptor que tienen. El guion hace que nos importen los personajes, y el secuestro de esta niña y del bebé raptor de la velocirraptor Blue, dan el disparo inicial al conflicto del argumento y las aventuras posteriores que vamos a ver, donde viajarán por varios lugares para encontrarla y en el camino se verá el mercado negro de dinosaurios, y los negocios turbios de una gran empresa. Es ahí donde están investigando Ellie y Grant como esta empresa podría estar creando súper langostas que arrasan todo, menos los cultivos que se producen con sus granos, lo cual los lleva a la reserva de dinosaurios de la empresa, en donde está trabajando Malcom dando conferencias. La película obviamente tiene muchísimas referencias a partes anteriores de la saga, alguna esperadas como el regreso de Alan Grant y Ellie Sattler, y otras más sutiles, como que un personaje que fue muy secundario, en Jurassic Park, que era quién sobornada a Dennis Nedry para que robe los embriones, ahora vuelve como dueño del nuevo parque, y antagonista en las sombras, nadas menos que el personaje de Dogson, que era el antagonista principal en la segunda novela de Jurassic Park, llamada The Lost World, pero que había sido completamente cortado ese personaje de la segunda película; por lo tanto su aparición como villano aquí es bienvenida para los verdaderos fanáticos de la saga. El guion está bien pensado, y logra darle un cierre tanto a la trilogía de Jurassic World como a la sexalogía completa de Jurassic Park más Jurassic World, inclusive con algunos detalles muy bienvenidos para los fans; como ser que resuelve problemas o cosas que no gustaban que habían sucedido en la segunda, la tercera, y la quinta película; como por ejemplo la ausencia de Grant en la segunda, la separación de Grant y Ellie en la tercera, y ciertas líneas argumentales inconclusas de la quinta película. Y, sobre todo una de las temáticas fundamentales que hace a la primera película de Jurassic Park, que parecen no haber entendido quienes hicieron Jurassic Park III, que es la relación que tiene a nivel familiar y sobre todo a nivel parental, el personaje de Alan Grant con Ellie y los niños. Se sumaba que en la tercera película de Jurassic Park no había un final a toda orquesta, y además el final se sentía desinflado, principalmente por la eliminación de una escena de batalla en el final en la playa; por lo tanto, el personaje de Malcolm como de Ellie, y el de Grant, merecían un final a toda orquesta, que no habían tenido la trilogía original. Y ahora, un cuarto de siglo después sí entrega ese final merecido la sexta película. Lo notable de todo esto, es que si bien está introducción de los personajes de la primera trilogía funciona, y cierra todas esas cuestiones, aun así no desplaza a los personajes de la segunda trilogía de forma inorgánica, a los que logramos querer a través de las dos entregas anteriores, y aquí ellos también cierran correctamente su historia; se integran a los personajes anteriores y aun así, no dejan de ser los protagonistas de su saga Jurassic World, y en este sentido, la construcción del guion es sumamente hábil para lograr eso, un gran mérito de quienes la escribieron. La acción de la película está muy bien dirigida y muy bien montada, con escenas realmente impactantes como la de la persecución de los dinosaurios a la moto, que demuestra una pericia técnica y narrativa impresionante. También, obviamente, vamos encontrar duelos de dinosaurios, que eso es algo, que siempre ha gustado las entregas anteriores; y personajes en situaciones de verdadero peligro, algunas de las cuales son espejos de situaciones de otros filmes anteriores de la saga, lo cual puede parecer como fan service, o bien a modo de homenaje, o también a modo de complicidad, con el espectador fanático de Jurassic Park. El film al igual que la anterior y al igual que la primera de Jurassic Park trabaja en muchas escenas abiertamente dentro del género del terror. Y logran los climas de manera adecuada, y en determinados momentos algunos sustos bien logrados; por lo tanto, este cierre de la saga, vale la pena ser visto en el cine, vale la pena ser disfrutado sin prejuicios previos, y es probable que, dentro de algunos años, se reivindique como una de las mejores entradas en toda la saga. Jurassic Park cierra con gloria una serie de 6 exitosos filmes, pero la vida se abre camino.
En los tiempos post pandemia vamos a ver mucha porquería cinematográfica sobreproducida: los estudios, hambrientos de dólares, van a explotar al máximo todas sus propiedades intelectuales para sacar secuelas que no existen, cocinadas de apuro y envueltas en costosos papeles de regalo con un moñito arriba. Oh, si, también se van a concretar proyectos demoradísimos que el Covid retrasó durante años pero esos son los de menos y son limitados; el resto va a ser una parva de manotazos de ahogados para intentar paliar las deudas acumuladas durante meses y meses de inactividad. Jurassic World: Dominion es un ejemplo cabal de ello. Uno se queja de que muchas veces las trilogías están cocinadas de apuro – la pegaron en la primera, emparcharon algo en la segunda y luego no saben qué hacer con la tercera -. Acá hay dos películas con temática completamente diferente que están pegadas con saliva, con el agravante que la última hora es una mala remake de Jurassic Park. Como las escenas de acción están bien filmadas – y el trío de Sam Neil, Laura Dern y Jeff Goldblum brilla por perfomance, nostalgia y carisma – el filme no se merece la peor calificación… aunque la pega en el palo. En sí, Jurassic World: Dominion no es aburrida: lo que pasa es que es incoherente. Por una lado está la piba clonada de la hija de uno de los co fundadores de Jurassic Park – un espantoso parche a la mitología que se le ocurrió a la secuela anterior – y Chris Pratt y Bryce Dallas Howard cuidándola como sus padres, ya que piensan que los villanos de turno la van a raptar para obtener los secretos de su genoma. Cosa curiosa, la pelirroja le pone unas ganas tremendas mientras que Pratt va en piloto automático como si se hubiera dado cuenta de que esto es una porquería incoherente o simplemente que no entiende el libreto. Por otro lado los dinosaurios están sueltos por el planeta… y en la imagen mas estúpida de todas una familia de pterodáctilos anida encima de un rascacielos. Por mas que el libreto intente vender la idea de que dinosaurios y humanos pueden convivir, la lógica de la idea se escapa volando por la ventana. Te das cuenta de que los bichos se van a comer vacas y granjeros, van a atacar a otros animales necesarios para el equilibrio ecológico del planeta y el descalabro producido por esto llevará a la extinción del hombre. La solución mas lógica es armar una escuadra de helicópteros con cañones y misiles y salir a matar tantos dinosaurios como se pueda. ¿En serio vos te pensás que vas a poder tener una granjita cuando una banda de T-rex andan sueltos por ahí y se comen tus cerdos como si fuera caramelos?. Mientras que ése es el enfoque lógico y brutal, el libreto insiste en la absurda movida ecologista de “salven a los dinosaurios”. Por si la lucha por la supervivencia del hombre en el planeta – y volver a ser la especie dominante – no fuera suficiente, hay una segunda trama donde los villanos sueltan hordas de langostas prehistóricas genéticamente modificadas que solo devoran cosechas que usen semillas no diseñadas por ellos. O sea, provocar una hambruna mundial para que todo el mundo le compre semillas. Todo cocinado de apuro, al mismo tiempo y como débil excusa para que los personajes de Dern, Neill y Goldblum entren a escena. Decí que los tipos irradian carisma y que con setenta y pico de años se ven como pibes con el jopo gris. Hubiera sido mejor dejarles la película a ellos pero… ¿qué hacemos con la insufrible inglesita adolescente, la pelirroja y el pétreo Pratt?. Ni siquiera los cambios inyectados a la vida diaria por la aparición de los dinosaurios está montado como corresponde. Al menos podían tomar nota de Pacific Rim y armar un mundo clandestino o paralelo coherente y apasionante, dedicado a vender carne de dinosaurio o derivados. Pero acá todo eso va a las apuradas, los mercenarios tienen todo en una misma bodega – incluyendo algunos dinosaurios carnívoros realmente grandes; ¿ningún vecino se queja de los ruidos… o de que desparecen vecinos de un día para el otro? – hay comercio de animales prehistóricos, cocina de carne de los mismos, riña de velocirraptores… y en ese submundo cae la infumable pendex cuando es secuestrada. Como la saga se ha quedado sin villanos, han puesto al hijo de George C. Scott como Hodgson… el flaco que le daba la falsa espuma de afeitar a Newman en la primera Jurassic Park (¿se acuerdan cuando la saga era simple, apasionante y coherente?). Decir que Hodgson es un deus ex machina ambulante no es ninguna novedad: el tipo interviene en el peor momento de la historia solo para que los dos grupos de héroes – los nuevos y los históricos de la primera trilogía – coincidan en pantalla. Y, cuando se las ve negras, decide achicharrar a millones de langostas… soltándolas en su mega isla secreta solo para provocar un incendio masivo (por idiota!!) y perder billones de dólares en instalaciones. Un incompetente de primer orden. Mientras Pratt se limita a levantar las manos todo el tiempo como si fuera un agente de tránsito, a los veteranos les toca el mal trago de montar una versión de teatro de barrio de la primera Jurassic Park en la hora final. Se nota que a Colin Trvorrow se le quemaron las ideas así que hace la gran J.J. Abrams (en El Despertar de la Fuerza) y regurgita Jurassic Park de manera textual: mas pibes en peligro, otro Jeep volcado, otro T-Rex que los persigue, otra incursión para reiniciar la energía a un sitio infestado de criaturas mortales, incluso vuelven los bichos que escupen veneno… y ustedes pueden anticipar a quién van a achurar. Creo que ese reciclado de la hora final es lo mas indignante que tiene el filme. Lamentablemente no creo que se termine la saga ya que, a pesar de todo esto, recaudó cerca de 800 palos lo que no es poco en una taquilla que todavía no se recupera de la pandemia. O sea, contratarán a otro flaco para armar otra trilogía y seguirán lanzando filmes hasta que los números den en rojo. Es mas que probable que la franquicia termine como la de Animales Fantásticos o los Transformers – otro reboot / precuela que termina por quedarse sin nafta en el segundo o tercer filme por agotamiento de ideas y cansancio del público – porque, querramos o no, los dinosaurios siempre van a seguir fascinándonos… aunque las historias que los involucren sean cada vez mas pobres en cuanto a creatividad.