Ocultismo de transición. Y eventualmente tenía que ocurrir porque ya sabemos que todo lo bueno no dura para siempre, circunstancia que permite trazar distancia para juzgar con mayor precisión la oferta cinematográfica de nuestros días: luego de una trilogía insuperable compuesta por Casa Vampiro (Whig We Do in the Shadows, 2014), Te Sigue (It Follows, 2014) y Puertas Adentro (Musarañas, 2014), ya era hora de que nos topásemos con un traspié que volviese a bajar el nivel cualitativo del cine de terror que consigue abrirse camino hasta las salas tradicionales de Argentina. Efectivamente La Casa del Demonio (Demonic, 2015) es otro de esos productos genéricos a los que nos tiene acostumbrados la industria hollywoodense. Antes de enumerar los problemas que arrastra el opus, conviene aclarar que estamos ante un nuevo ejemplar del rubro “mansión embrujada”, que a su vez responde a la modalidad “sesión espiritista” y hasta incluye un flamante asalariado del averno con destino de maldición ad infinitum. Los detalles son francamente irrelevantes, por lo que sólo diremos que unos muchachitos desean filmar un documental en el hogar perverso de turno, sede de una masacre décadas atrás, y terminan con las tripas en el suelo. El detective Mark Lewis (Frank Grillo) y la psicóloga Elizabeth Klein (Maria Bello) interrogarán a uno de los sobrevivientes, John (Dustin Milligan), con vistas a dar con el responsable de la carnicería. Quizás el rasgo más distintivo del trabajo sea su propio carácter de película de transición entre el fetichismo para con los atajos del found footage y lo que parece ser un regreso a la estructura tradicional en tercera persona, la que predomina en esta oportunidad: aquí seguimos presos de los mismos jump scares baratos de siempre y de esa fotografía digital con una gama cromática digna del polietileno, sin embargo la cámara en mano, las conversaciones estúpidas y los grititos histéricos están reducidos a los inserts ocasionales del relato, cuando los “especialistas” de la policía logran restaurar las imágenes que los jóvenes -hoy cadáveres- dejaron atrás y que el amigo de Mefistófeles borró a conveniencia. Si bien es cierto que casi toda la realización obvia los latiguillos del falso documental, lamentablemente la paupérrima actuación de Milligan y las pocas ideas del guión de Doug Simon, Max La Bella y el también director Will Canon convierten a la experiencia en una pendiente hacia el aburrimiento y una constante sensación de déjà vu. En un subgénero como el sobrenatural, que hace poco nos dio joyas como Oculus (2013) y The Babadook (2014), resulta lastimoso que segundas obras como la presente o debuts como la similar The Taking of Deborah Logan (2014), ópera prima de Adam Robitel, caigan en clichés inertes que ya ni siquiera garantizan un piso sustentable en taquilla, saturación formal mediante…
La enésima copia de algo que vimos miles de veces. Es increíble, por no decir genuinamente triste, que la mayoría de los realizadores actuales del género de terror, crean que porque una película este basada en hechos reales, o este filmada como si los hechos ocurridos lo fueran, la hace mas aterradora. Pero si existe algo tan increíble como su persistencia, es constatar el que dichos realizadores crean que el espectador no se va a dar cuenta que le están vendiendo lo mismo pero con otro nombre. Esta película ya la vimos La Casa del Demonio empieza su relato en una remota casa, donde un detective de la policía encuentra cinco cadáveres y un joven La Casa del Demoniodesmayado que es el único sobreviviente. Al parecer no es el único, ya que faltan dos personas más; una de ellas la novia del superviviente en cuestión. Una psicóloga llega a la escena del crimen y tratará de dilucidar a partir del perturbado testimonio del joven, que fue lo que pasó en la casa. La película se divide paralelamente entre la investigación de los eventos y el racconto del muchacho, que es una suerte de El Conjuro contada con la estética del narrador poco confiable de Los Sospechosos de Siempre. Las similitudes con ambas películas terminan en la misma descripción, porque el desarrollo es una concatenación de clichés que el guion tristemente disfraza como originales. Todo esto por no decir que tiene un final abierto, como si esta fuera la primera película de una larga franquicia… que probablemente no llegue nunca. Por el costado de la técnica, La Casa del Demonio es el colmo del pseudorrealismo. Da vergüenza ajena el exceso de cámara de video en mano, y las cámaras de seguridad que ponen en cada esquina de la casa y bla, bla, bla, bla. Pero lo peor de todo es que estamos ante una peli que apenas genera sobresaltos; lo mínimo indispensable que debe proveer una película de terror. Conclusión La Casa del Demonio es un caso contundente a favor de parar un poco la moto con el found footage y los finales abiertos al divino botón. Han sido advertidos; suban bajo su propio riesgo, ya que sinceramente, no puedo recomendarla… simplemente no puedo.
Amenaza de tedio Relato de terror de casa embrujada, de búsqueda de conexión con espíritus por parte de unos jóvenes y también relato de pesquisa policial. Se cuenta en dos tiempos que se van intercalando: el de los anodinos muchachos en la casa y el de la llegada de los investigadores policiales con parte del desastre sangriento consumado. Sobre el final las dos líneas convergen, y al menos se siente que la narrativa avanza un poco. Hay alguna revelación, hay -otra vez- registro con cámaras diegéticas, asuntos sobrenaturales, golpes de efecto con modos industriales nada sofisticados y una promesa de secuela. Y hay también una constante amenaza de tedio que se concreta con seguridad si uno vio aunque sea un puñado de películas de terror en los últimos años. Está Maria Bello -que supo trabajar con Cronenberg- con una actuación desganada, aunque sigue siendo fotogénica e intensa. Uno de los productores es James Wan, director de El juego del miedo, La noche del demonio, Rápidos y furiosos 7, y la notable El conjuro. Pero a diferencia de gente como Steven Spielberg, el sello de Wan como productor no es necesariamente sinónimo de calidad e interés.
James Wan no inventó nada en el cine de terror pero es cierto que le brindó al género unas películas interesantes dignas de convertirse en clásicos, como El Conjuro principalmente. A partir de algunos clichés y lugares comunes (espíritus, familia con problemas económicos, una enorme casa vieja) logró convertirse en uno de los cineastas contemporáneos más exitosos del terror. De “La casa del demonio” se podía esperar algo bueno. La premisa sin duda podría salir de una película de Wan. Pero si bien es producida por él, esta película no tiene mucho más que su nombre y a la larga es una mala copia de su cine (y algunas otras películas más). Primero y principal, la idea de dividir la película en dos tramas, la de la historia de terror en sí y la de la investigación policial, podría funcionar si no fuera porque una de ellas (la policial, protagonizada por Frank Grillo y Maria Bello) carece de interés y termina provocando lo más cercano al tedio. Además, el montaje que salta entre trama y trama carece de inspiración, sin que así las vueltas de tuerca generen algo más. Una casa en la cual hubo un homicidio hace más de 20 años y un grupo de cinco jóvenes que deciden convocar espíritus en ese lugar (y documentar, porque para el colmo la película abusa un poco aunque por suerte no llega a pertenecer a ese subgénero, del found footage) son los elementos principales en los que recae esta película de terror con pocos sustos y unos efectos especiales pobres. La actuación del protagonista, Dustin Milligan en la piel de John, quien los lleva a esa casa en busca de solucionar algo en su inconsciente que le genera pesadillas de manera recurrente sobre su madre, deja mucho que desear. Grillo y Bello, en cambio, están bien pero no tienen mucho mejor material en sus manos con el que trabajar. “La casa del demonio” es una película de terror regular y poco inspirada, una especie de copia de una copia, y pasará desapercibida entre la incontable cantidad de estrenos que tiene este género al año. No importa que su final indique la posibilidad de una secuela en el futuro, aunque uno nunca sabe con esta actual necesidad de continuaciones o remakes constantes.
Aquí no vive el horror! El nombre del director James Wan se utiliza descaradamente para producciones menores del género que tienen recursos archiconocidos: cámara en mano,"archivos encontrados" y presencias diabólicas. El terror, nuevamente ausente. El nombre del director James Wan siempre se toma como referencia dentro del género de terror después de sus exitosas El juego del miedo, Silencio de muerte, El Conjuro, Annabelle y la trilogía La noche del demonio. Su marca sirve para atrapar espectadores cuando oficia de productor -en una época también este señuelo les sirvió a Quentin Tarantino y a su discípulo Eli Roth-. Tal es el caso de La casa del demonio -Demonic-, otra película que juega con los hiper explotados recursos de la cámara en mano, los "archivos encontrados" y las cámaras de seguridad que registran hechos sobrenaturales. Una casa con cinco cadáveres enciende una investigación que encierra misterios del pasado y a un sobreviviente que puede dar las pistas necesarias de lo que allí ocurrió. El detective Mark Lewis -Frank Grillo- debe resolver el caso con la ayuda de la psicóloga Elizabeth Klein -María Bello- para entrevistar al chico sospechoso de la matanza. El film acumula sobresaltos, espíritus que se ven sólo a través del infrarojo, un círculo de amigos que practica la "ouija" -otro estreno fallido visto en este 2015- y un comienzo prometedor que se desdibuja sin actividad paranormal ni sorpresas argumentales. El miedo faltó a la cita, una vez más, en este relato que remite a Aquí vive el horror y presencias diabólicas que se mueven entre las sombras, pero sin despeinar al espectador seguidor de este género, que ya conoce los secretos y recursos como la palma de su mano.
Señores y señoras una buena película de terror sobre espíritus y una casa con apariciones llega a nuestra cartelera. Aplaudamos de pie porque hoy en día es una rareza. La casa del demonio conjuga todos los clichés posibles, tanto los clásicos como los nuevos: jóvenes atractivos en una casa embrujada con material de archivo (falso documental) y sorprendentemente están bien. No hacen ruido. El acierto es el haber encarado el proyecto como un policial y que sea un detective el que va armando las piezas del rompecabezas mediante los videos que encuentra y el relato de uno de los sobrevivientes. El director Will Canon genera una muy buena atmósfera de suspenso y sobresaltos. Y no nos confundamos porque el director no es James Wan pese a que los pósters remarquen su nombre, aquí su trabajo fue de productor pero seguro que dejó unos lineamientos porque su mano se nota. El elenco de jóvenes es mediocre, eso también hay que decirlo, pero no porque los actores sean malos, de hecho hay un par en ascenso y con carreras prometedoras, sino porque no aportan nada nuevo ni siquiera en materia gritos. Ahora bien, Frank Grillo hace un buen trabajo. Este tipo nació para interpretar detectives o papeles similares, ya lo ha demostrado en el pasado y aquí se luce. Ojo, se luce dentro de las reglas del género de terror, no busquen drama. Siempre digo por aquí que el cine de terror gusta mucho en argentina y que se consume mucho no importa qué película sea. Lo bueno ahora es que quienes vayan a ver La casa del demonio se encontrarán con un film atrapante, dinámico y que asustará como se debe.
Más demonios y cámaras caseras Hay un film que es el culpable de todo esto, se llama Holocausto caníbal (Ruggero Deodato, 1980) y es la que encendió la llama del falso documental de terror. La casa del demonio no sólo pertenece al mismo -ya podemos decir- infame subgénero, sino que comparte la misma estructura que el film de Deodato. Esto es, una película sobre las personas que encuentran un material fílmico que el espectador también ve. En La casa del demonio unos policías encuentran, en una escena del crimen siniestra de asesinatos múltiples, una cámara un poco deteriorada que registró evidentemente los hechos, y un sobreviviente. A partir del interrogatorio al testigo y del material recuperado en la cámara intentarán resolver el crimen delante de nuestros ojos curiosos de espectador. Agreguémosle entonces el elemento policial a la ecuación de la película dirigida por Will Canon y producida por James Wan: no negaremos que a priori parece una propuesta interesante, si pensamos además que el elenco es de una segunda línea aceptable de Hollywood (Maria Bello y Frank Grillo), y a pesar de los falsos adolescentes intercambiables que aparecen. Pero las primeras impresiones son sólo eso, y de a poco La casa del demonio se va develando como un bodrio medio enclenque y flojo de guión. El montaje nos hace alternar entre secuencias de interrogatorio que se diluyen en una tensión demasiado artificial, y unas escenas de cámara en mano que son rutinarias y poco escalofriantes. Todo metido a presión para que finalmente se resuelva en un giro sorpresa arbitrario y absurdo. Quizás estamos siendo un poco duros para una película de un genero con cierta cantidad amplia de convenciones, que requiere de nuestra credulidad, y si se quiere también de nuestra complicidad. Pero lo cierto es que no estamos ante un disparate como Sharknado (Anthony C. Ferrante, 2013), sino que se trata de una película de terror considerable que se vende a través de algunos méritos conseguidos por James Wan. Es cierto que Wan ha conseguido parte de los últimos buenos resultados dentro de lo producido por el género (La noche del demonio, El conjuro, entre otras) pero no exageremos, no es un renovador del lenguaje ni mucho menos, es alguien con criterio y conocimiento de los detalles esenciales del terror, nada más. De hecho las películas de terror más importantes de los últimos años no tienen que ver con él, hablo de: Posesión infernal (Fede Alvarez, 2013) o Te sigue (David Robert Mitchell, 2014) y también de Babadook (Jennifer Kent, 2014). En todo caso el James Wan productor es el clásico mercenario que le deja a un director del montón como Will Canon, una idea del montón que pretende reciclar elementos que maneja el cine de terror de hoy: lo demoníaco, los videos caseros, los adolescentes de evidentes 25 años, lo cual termina produciendo nuestro tedio.
Seguimos recibiendo películas de terror y van... En esta oportunidad nos metemos en "La Casa del Demonio" y bien, como lo dice el título, todo sucede en una casa con un demonio perdido en alguno de los chicos que se mete en esa vivienda. Super original todo (?). ¿Qué pasa en la peli? Nada que no hayas visto... ¿Hay ruidos para que te asustes? Sí, claro, más de lo mismo... ¿Hay escenas que ya vimos en otras películas de terror? Casi todas... ¿Cámaras registro tipo "Actividad Paranormal" y varias más? Por supuesto... Como verás, una peli que no hace la diferencia desde la propuesta y que tampoco lo hace desde el guión. Lo único extraño es el final, que quisieron darle tanta tanta tanta vuelta que la última toma realmente no aporta nada. Que quede claro que yo te avisé que no valía la pena.
Hay algo con las películas sobre posesiones demoníacas. Por año se estrenan alrededor de cinco o seis, en general centradas en una mansión, otrora habitada por entes o espíritus que vuelven al tiempo presente ya sea por motu propio o por motu de un grupo de jovencitos rompe bolas sin nada mejor que hacer. Por algún motivo, estos productos se siguen fabricando y consumiendo, como si hubiese un mercado que demanda este tipo de películas pero se conforma con la misma fórmula de siempre, sin desafíos ni variaciones: sobreabundancia de found footage y golpes de efecto. La película que nos convoca no es la excepción. La Casa del Demonio (Demonic) está estructurada en dos tiempos: el presente de la historia, con los hechos ya ocurridos, y flashbacks al pasado, en una suerte de reconstrucción de la escena del crimen. Mark Lewis (Frank Grillo) es el detective a cargo del caso, nervioso, con poca paciencia, gritón e hiperbólico, menos preocupado por resolver el caso que por irse a dormir y a coger con su esposa, la siempre hermosa María Bello, en la piel de la Dra. Elizabeth Klein, psicóloga a cargo de interrogar a uno de los únicos sobrevivientes de la tragedia. La Dra. Klein es el opuesto a Lewis, contenedora, empática, dulce, y el hecho de tenerla a María Bello nos reconforta y nos tranquiliza frente a tanto desborde y sobreactuación. La Dra. Klein es entonces la encargada de sonsacar cualquier información de John (Dustin Milligan) e ir reconstruyendo los hechos. La segmentación del relato es un acierto a la hora de crear suspenso: sabemos quiénes están muertos, quién está vivo y quiénes están desaparecidos pero no sabemos nada de lo que ocurrió en esa casa. John es la única clave para acceder a alguna pista y tratar de localizar a los que faltan. La película va y viene hacia y del pasado. Los hechos ocurridos son mostrados en parte mediante flashbacks de la mente de John, en parte mediante el ya gastado recurso del found footage de videos dañados que el detective y la policía encontraron en la casa endemoniada. Toda esta información nos adentra en la historia de la posesión, de cómo un grupo de jóvenes fue a una casa a invocar espíritus de gente asesinada allí años atrás. Y acá la película se vale de los mismos recursos que todas las de found footage: ruidos violentos; cámaras que captan más de lo que capta la persona que está en ese lugar; puertas que se cierran o se abren; movimientos extraños y violentos; alguna presencia fantasmagórica que de golpe se vuelve visible solo para la cámara y para nosotros. Nada nuevo bajo el sol. Nuevamente un pasado de posesión demoníaca. Incredulidad inicial por parte de los involucrados. Instalación de los equipos caza-fantasmas. Ritual. Sesión espiritista. Aparición de los fantasmas. Cagaso. Muerte o desaparición. La fórmula se repite sin mayores variaciones. Y nosotros, con la sensación de estar tomando otra vez sopa, desabrida, sin sal. Llegando a la resolución, La Casa del Demonio se acelera a una velocidad vertiginosa. Otro de los desaciertos es el final. Llegando a la resolución, Demonic se acelera a una velocidad vertiginosa. La construcción gradual de los personajes, el clima, la atmósfera y la historia (ya visto pero bien narrado y construido) se tira por la borda al precipitar el final y resolver todo en un montaje paralelo vertiginoso totalmente innecesario. Es como si alguien hubiese dictaminado que la película tenía que durar 80 min, ni uno más, y entonces se hubiesen encontrado con que faltaban unos 15, 20 minutos y hubiesen decidido resolver todo en una secuencia acelerada. El resultado es un final con sorpresa, con giro, pero torpe y apresurado, la torpeza que deviene de un accionar precipitado e impulsivo. Y esto nos lleva a la resolución con giro, que podría haber sido interesante, de no ser por el ritmo funesto y por la previsibilidad. John, el sobreviviente interrogado presuntamente inocente, resulta ser el asesino (poseído por el mismísimo Belcebú), y su alma (ya estaba muerto y encuentran el cuerpo) se traspasa al bebé que su novia espera (una de las personas desaparecidas, a quien encuentran de repente como parte del montaje acelerado), en una suerte de final al estilo The Skeleton Key (-Iain Softley, 2005- esa gran película con quien comparte escenario, el sur estadounidense, más precisamente el estado de Luisiana, lugar de pantanos, mansiones embrujadas y acento sureño profundo) pero sin la sorpresa ni la pericia de aquella. Lo que en la película de Iain Softley era un final absolutamente sorpresivo y asfixiante, en ésta es una vuelta de tuerca forzada y esperable. Como todo en esta película. Como en la mayoría de las películas sobre posesiones demoníacas. Fórmula agotada. Recursos desgastados. Historias repetidas. Pero, sorpresivamente, se siguen estrenando cinco o seis por año. Será que la masa acrítica sigue consumiendo ciertos productos con una vara baja y sin pretensiones. Por eso es que cada vez celebramos con más vehemencia la aparición de películas de terror como It Follows (David Robert Mitchell, 2015), que sirven, además de como gran entrenamiento terrorífico, para renovar nuestra fe y esperanza en el género que más amamos en el mundo.
El diablo, probablemente, pero no ocurre demasiado El terror y el policial se combinan en esta producción de James Wan que, en realidad, es una verdadera ensalada de subgéneros del cine fantástico, que ya desde su título intenta darle elementos novedosos a la típica historia de casas embrujadas. La trama empieza con unos jóvenes que creen que es divertido investigar las posibles apariciones en una casa donde, hace años, ocurrieron cosas horribles. Como investigadores de lo paranormal, los jóvenes son realmente brillantes, ya que los fenómenos aparecen al toque. El problema es que lo que sea que apareció los masacra de inmediato, dejando sólo a dos sobrevivientes del grupo en manos de los policías Frank Grillo y Maria Bello, que tienen que averiguar quién provocó la matanza. Además de largos interrogatorios al único de los dos jóvenes que está en condiciones de decir algo más o menos coherente, la principal herramienta del dúo de investigadores es el material grabado durante el intento de los improvisados investigadores por convertirse en cazafantasmas. EL director agrega un poco de imágenes amateurs propias de las películas de "found footage", otro de los componentes de esta mezcla que, tal vez, tendría que haber optado por darle más énfasis a alguno de los elementes del cocktail. Es que dada la buena actuación de Maria Bello como la psicóloga de la Policía, y el interés que provoca su personaje, la opción de un policial con toques sobrenaturales habría sido más atractiva para este material, que así como está no aporta mucho al gore ni a lo fantástico, y por otro lado no va a sorprender al espectador con los hallazgos de su intriga detectivesca. Al menos, la película ofrece un puñado de sustos eficaces.
Empezamos mal, terminamos peor. Los productores del esperpento llamado Demonic no vieron mejor manera de vender su pobre película que encajarle al póster que viene producida por el prolífico director de horror James Wan y, ya que estaban, pusieron también el título de The Conjuring como para decir "vamos por el mismo camino". Si tan sólo esa vaga promesa hubiese sido cumplida en un porcentaje menor que la recordada historia de terror del 2013, el resultado no hubiese sido tan drástico, pero la película de Will Canon es una vergüenza -casi- por donde se la mire. Partiendo del manual Cliché Volumen 1, un grupo de estudiantes se dirige a una remota casa/mansión, en donde hace muchos años otro grupo intentó invocar fuerzas sobrenaturales y terminó perdiendo la vida. Dicha partida quiere recomenzar el experimento para grabarlo todo y dejar constancia de que existen fuerzas sobrenaturales, así que ya sabemos por donde irán los tiros. Hay alguna que otra conexión entre el equipo muerto y el presente -familiares, cof- pero poco importa. Hay una pequeña inquietud desde el guión por hacer algo diferente, contando la película entre lo que sucedió con los jóvenes en la casa y el testimonio de uno de los sobrevivientes, pero todo es tan obvio y sinsentido que los huecos en la trama comienzan a aumentar en tamaño conforme corra la cinta. Es un gran desperdicio que grandes actores como Frank Grillo y Maria Bello se presten a películas del estilo, ya que actúan para el Oscar pero no llegan muy lejos con la pobre historia que tienen entre manos. Y eso sin contar la labor del director, cuya idea de meter miedo en la platea es la misma que muchos realizadores del género: susto acá, susto allá, un ruido fuerte y listo. Demonic es la vuelta a la cartelera del terror básico y masticado. No ofrece nada nuevo, ni tampoco recicla con buenas intenciones ideas ya gastadas. Es una burla para el espectador, cuyo chiste final se encuentra en el paupérrimo giro sorpresivo de la trama, y sólo funciona si se quiere ir a acurrucarse un rato con una cita, que seguro saltará de miedo y es donde se aprovecha para abrazar. No más que eso.
Historias duplicadas, demonios que aburren Hace unos años cuando resurgió con tibieza el género terror a base de un efectivo movimiento de marketing publicitario con films como Actividad Paranormal (2007) y sucesivas producciones con abuso de la cámara en mano como premisa, uno esperaría que el pasar de los años haya permitido evolucionar las historias, y las ideas recibido una necesaria bocanada de aire fresco. La triste realidad a la que nos enfrentamos actualmente es la homogeneización del género y a una burda oferta que no está más que justificada e influenciada por lo meramente comercial. Habiendo pasado en los últimos años tantas películas similares, casi copias unas de otras, esta semana llega el estreno de La casa del demonio (Demonic), que resalta desde sus afiches la participación de James Wan, director conocido por las sendas entregas de Insidious 1 y su secuela (2010/2013) y de The Conjuring (2013), solo que en esta ocasión desempeñándose como productor del film. Si bien la dirección de La casa del demonio cae a cargo de un inexperto como Will Canon (Brotherhood), termina sorprendiendo su fiabilidad al momento de generar fluidez en el relato y generar ciertas secuencias interesantes que lo resaltan de la media del género actual Aun diciendo esto, cabe sincerarse y especificar que la dirección es una de las pocas cosas rescatables de esta producción que parece ser fruto de una mera copia a films anteriores, repitiendo las mismas ideas en las que se viene reincidiendo desde la primer Evil Dead de Sam Raimi allá por el 81’; una casa que esconde un terrible secreto que desatara una embestida demoníaca que acabara con todos los que se crucen en su camino. Aunque la película termina resultando más amena que la mayoría de las cintas que se nos presentan en estos días, cabe recalcar lo básico y poco original de su premisa, sin contar con los aún más básicos recursos tan de moda actualmente como los excesivos ¨screamers¨. Habiendo aclarado lo anterior, no queda más que caratular a ¨La casa del demonio¨ como una mera reproducción de las ya tan variadas cintas a las que nos tiene acostumbrado Hollywood hace años, y su crítica no puede pasar por alto tan obsceno descaro que a estas alturas cansa demasiado. Y si bien, la película posee suficientes atractivos como para considerarla entretenida, peca tanto en su poca originalidad que consigue tirar por la borda los aspectos positivos que se le puedan atribuir.
La enésima imitación de lo ya visto Maria Bello es casi lo único bueno de esta residencia embrujada: cada vez que su personaje –una psiquiatra empleada del departamento de policía– asume el control del cuadro, la película repunta algunos milímetros. Pero no alcanza. Ya desde sus primeros minutos, La casa del demonio demuestra ser la enésima regurgitación de tópicos, situaciones y códigos a los que cierto terror contemporáneo nos tiene (demasiado) acostumbrados. Un crimen en el pasado, ligado a prácticas ocultas ritualistas, un espíritu malvado, chicos que se las dan de estudiosos de lo paranormal y terminan enfrentados con algo mucho más peligroso de lo que podían imaginar. El problema no es el qué sino el cómo: ya la secuencia de apertura, con sus fotografías parcialmente fuera de foco y sus recortes de periódicos, demuestra ser el fondo del tarro de la imitación de cosas ya vistas y oídas. A partir de allí el resultado de la sesión espiritista, que replica el homicidio en masa original, los sobrevivientes y la investigación de la policía, que habilita el ida y vuelta entre el presente y los constantes flashblacks.Los chicos, todos ellos cool y hot al mismo tiempo, se meten en la vieja casona como quien entra a los dominios del Gran Hermano y, entre discusión y reyerta acerca de cómo invocar a las ánimas, aparecen las ínfulas personales y las ex novias como motores del conflicto. Y otra vez las camaritas de video. Que, maldita sea la bruja de Blair Witch, parece ser el único medio por el cual tantos realizadores creen ser capaces de transmitir inmediatez y contagiar el miedo. Un detective del pueblo (sobresaltado Frank Grillo) le deja el careo de un sobreviviente a su prometida, la psiquiatra, y se obsesiona con el material grabado por los émulos de Allan Kardec, que misteriosamente irá surgiendo de los discos rígidos gracias a la genial idea de un oficial: meterlos un rato en la heladera.Y así avanza la cosa, como en un todo por dos pesos del horror: la muñeca de una cajita de música señala hacia algún lado y uno de los pibes va a buscar qué hay debajo de la alfombra; de pronto, los poderes del más allá logran salir de la casa, rompiendo completamente las reglas de juego. Y el final, que más que una vuelta de tuerca lo que logra es tirar por el desagüe la confesión de casi 70 minutos previa y hacerle pito catalán en la cara al espectador. Apenas algunos minutos antes, una secuencia de montaje paralelo parecía haber reanimado el cadáver, pero se trataba de un movimiento espasmódico reflejo. Mientras La casa del demonio se estrena con más de setenta copias, la infinitamente superior Te sigue continuará en cartel esta semana, con suerte, en apenas un par de salas.
El conjuro La originalidad de este thriller de terror está cómo la narración alterna historias, tiempos y perspectivas. Muchos dirán que James Wan (Insidious), quien apadrina y produce La casa del demonio, es un oportunista que quiere filmar fantasmas para facturar con ellos y que cada vez que mete mano en alguna película la tiñe de sus vicios. Y de algún modo es cierto, ya que en este filme dirigido por Will Canon están todos los elementos del universo de Wan: los adornos con musiquita terrorífica, muñecas, una casa maldita, espectros demoníacos y, sobre todo, los golpes de efecto. Ya se sabe, para Wan, el terror se basa en el susto, y el susto tiene que ser impuesto a la fuerza mediante apariciones bruscas acompañadas con efectos sonoros sorpresivos. Sin embargo, La casa del demonio no es otra típica scary movie (película de miedo) sino un thriller que mezcla ingredientes de algunos subgéneros del terror, un combo potente y de buen ritmo que incluye fenómenos paranormales + ritual satánico + casa embrujada + copycat (asesino imitador) + suspenso policíaco. La película cuenta la historia de cinco jóvenes que van a una casa abandonada donde 25 años antes hubo un terrible asesinato en masa, conocido como los asesinatos de Martha Levingston (propietaria de la casa). Con la intención de hacer un documental, van con todo el equipo de cámaras y micrófonos para filmar a los fantasmas, a quienes van a invocar mediante una sesión de espiritismo. El problema es que alguien quiere repetir los asesinatos de fines de la década de 1980. Sin saberlo, los jóvenes están a punto de vivir una pesadilla. El detective Mark Lewis, interpretado por el actorazo Frank Grillo, y la psicóloga del departamento Elizabeth Klein (Maria Bello) es la pareja que se encarga de llevar adelante la investigación una vez que se enteran de lo nuevos asesinatos en la casa. Es la psicóloga quien interroga a John Ascot, el principal sospechoso y sobreviviente, y quien cuenta lo que pasó con sus amigos. El método del relato es el de empezar por el final para después tener que contar cómo y por qué sucedieron los hechos, y quién es el culpable. Pero lo más interesante de la película no es esto sino cómo cuenta la historia desde dos perspectivas distintas y antagónicas: la terrenal, donde transcurre la investigación policial (relato convencional); y la sobrenatural, la de la locura, la que transcurre dentro de la casa (registro documental, con cámara digital casera). La primera transcurre en el presente, la segunda en el pasado (una semana antes), donde muestra cómo llegaron a la casa y lo que sucedió. Es esta alternancia de historias, tiempos y perspectivas la clave de su originalidad. Y su gran logro reside, sin dudas, en cómo estos dos mundos incompatibles terminan fundiéndose.
El diablo, policías y video De vuelta una casa embrujada se despacha a un grupo de curiosos y suicidas, dejando la masacre registrada en delicadas camaritas digitales. Demonic (título original) mezcla el testimonio y los flashbacks de John (Dustin Milligan), único sobreviviente de la masacre en la misma casa donde, veinte años antes, su madre sobrevivió a otra, con el found footage de la noche en que se apersonó el diablo. Como si fuera poco, los detectives (personificados por Maria Bello y Frank Grillo) afrontan un segundo enigma: la desaparición de la novia de John y la de su rival, Bryan (Scott Mechlowitz), a quien el primero sindica como artífice de la expedición a la casa maldita, poseso luego y en consecuencia autor de los crímenes. Huelga decir que la originalidad no es atributo del film, pero el productor James Wan (El conjuro) sabe armar un menú truculento; el director Will Canon y un equipo de guionistas rearman las piezas del rompecabezas (lo recuperado y lo presente) para delinear un relato diabólico que, a diferencia de muchos otros, mejora ostensiblemente en el final.
Crítica emitida por radio.
Un oficial de policía y un psicólogo investigan la muerte de cinco personas que murieron al tratar de convocar a los fantasmas, en las que hay un sobreviviente, testigo en shock post traumático sobre lo ocurrido, y luego sabremos que hay dos desparecidos más, uno la novia de éste, el segundo el ex novio de ésta. Esta claro, pues es lo único claro del texto. Broma. Esta podría ser denominada como una especie de sinopsis agrandada de esta producción que se encuadra en el género del terror, pero pretenciosa. La conjugación de las acciones en dos tiempos diferentes logra, y es de destacar, darle algo de ritmo a la cinta: por un lado la investigación que lleva adelante el detective Mark Lewis (Frank Grillo), por otro vemos en imágenes la historia que John (Dustin Milligan) le cuenta a Elizabeth Klein (María Bello), la novia psicóloga del detective, por supuesto. Todo esto ocurre en una locación maldecida por hechos similares ocurridos 20 años antes, entonces tenemos claramente, y al toque, la estructura de “La mansión embrujada” (2003), con los elementos propios de convoquemos al demonio tipo “Ouija” (2014), mediante una ronda de imbéciles rezando ¡vaya uno a saber que diablo nuestro! Un filme que tiene en los últimos años cientos de versiones, con pequeñas modificaciones, donde la vedette del susto es el exabrupto auditivo, el sonido exagerado, no así los diálogos, decirles infantiles es insultar a los niños, estética y narrativamente desde la estructura es algo que vimos miles de veces Nadie dice ser quién es, nadie es quién parece ser, no todo lo que reluce es oro, todos son engañados cual pueblo por políticos que prometen. Lo que realmente mete pavor es su final abierto. Una continuación depende de la recaudación, me encomiendo a Dios, siendo agnóstico. ¡Vade retro Satanás!
Una clásica mezcla de terror, suspenso y policial Con el malayo James Wan en la producción y conducción del guión, algo bueno tenía que salir de La casa del demonio. El director devenido en ícono del terror norteamericano después de la saga El juego del miedo, y nuevo referente de acción con Rápido y furioso 7, algo conoce de las preferencias de su público. Por supuesto, los resultados no responden siempre a las expectativas, en especial, cuando los proyectos se acumulan y los esfuerzos se concentran en unos títulos más que en otros. Entonces, algunos trabajos se hacen “de taquito”, tomando un poco de aquí y allá y aplicando oficio. Parece ser el caso de este filme, que da cuenta del ingenio de sus hacedores en la estructura narrativa y en la mezcla de géneros, entre el terror, el suspenso, el policial y el thriller, pero no sorprende a cinéfilos acostumbrados. Como salido de un molde, el relato cuenta sobre cuatro jóvenes que son masacrados en el interior de una casona abandonada, el mismo sitio donde hace 20 años, una estudiante asesinó, sin razón, a sus amigos. El detective Mark Lewis y la psicóloga Elizabeth Klein centran su investigación en el testimonio de John Ascot, un muchacho que dice tener premoniciones acerca de aquella vieja historia, único sobreviviente de este nuevo episodio, posible víctima aunque también sospechoso. Se abocan, asimismo, a descubrir el paradero de la novia de Ascot, embarazada ella, quien ha logrado escapar de la escena. Entre los resultados del interrogatorio y la recuperación de registros digitales se reconstruyen los misteriosos sucesos, que concluirán de manera inesperada.
Demonic is presented and produced by James Wan, which could initially be taken as a good sign. After all, the director of Saw, Insidious, and The Conjuring, and also producer of the Saw franchise and Annabelle, has made some of the best recent horror films. But then again you know how it goes when an accomplished filmmaker presents the work of an unknown director: more often than not, the showcased film is in dire need of a prestigious name for marketing purposes since it doesn’t stand alone very well — to say the least. And Demonic, directed by Will Canon (Brotherhood) is a case in point. Not that the story is ill-conceived from the start, on the contrary, but the problems lie in its execution. Because what good is a story if it’s not properly narrated? And though far from original, the premise of Demonic held some potential. In a few words: a group of teenagers summon spirits in a house where a mass murder took place years ago. But the séance goes awry and a new body count begins. So a detective and a psychologist team up to investigate the entire affair. Right before the ending, there’s a hard-to-predict and quite nice twist that makes sense with all that happened before and resignifies it. The most visible, obvious problem is the acting. Ranging from poor to mediocre, none of the performances is gripping enough to make you care for the characters — or to believe in them, for that matter. Then there’s the constant back-and-forth switch between the past and the present, which by itself may be a good strategy to create intrigue; however, in this particular case it only lessens the overall tension and hinders the suspense since its timing is off-cue and the editing is clumsy. Worst of all: the jump scares are quite ineffective and largely predictable — to be honest, there are two or three that hit the right notes, but that’s about it. Once again, there’s found footage that could’ve been used more creatively, all the more so considering how important it is for solving the mystery. On the plus side, the twist right before the ending reveals a somewhat original idea, which is not that farfetched and turns the movie into darker stuff. Also, to a certain degree, the dramatic precariousness of some scenes may make you smile and enjoy them as guilty pleasures. But none of these moderate assets manage to make up for all the other things that are downright wrong. Production notes Demonic (US, 2015). Directed by Will Canon. Written by Max La Bella, Will Canon, Doug Simon. With Maria Bello, Frank Grillo, Cody Horn. Cinematography: Michael Fimognari. Editing: Josh Schaeffer. Running time: 83 minutes.
Esta es la opera prima del venezolano Alejandro Hidalgo, tuvo una buena repercusión en su país, nos resta ver como la reciben los espectadores de nuestro país. Cuenta con un buen montaje, se relaciona bien el pasado y presente, posee toques sobrenaturales, tiene un tono fantástico y elementos del terror gótico. Tiene un comienzo un tanto moroso pero luego va cobrando fuerza. Bienvenido al cine venezolano.
Buscar la verdad (y una mirada propia) El cine latinoamericano sigue buscando su propio camino dentro del género de terror y hay varios realizadores conscientes de que una alternativa no es buscar la originalidad absoluta sino nutrirse de elementos de creaciones previas para ir construyendo algo propio. Uno de ellos es el venezolano Alejandro Hidalgo, quien con La casa del fin de los tiempos fusiona tópicos y formas ya conocidos para entregar un film que se evidencia como un punto de partida para algo que debe seguir completándose a futuro. Desde un principio, se nota que La casa del fin de los tiempos tiene limitaciones de presupuesto y logística, pero busca compensarlas en base a sus ambiciones, sabiendo a la vez cuáles son sus límites. A partir de ahí, va hilvanando la historia de Dulce, una mujer que en 1981 es protagonista de una tragedia y enviada a prisión, acusada erróneamente de haber matado a su marido y sus hijos. Treinta años después, regresa para cumplir arresto domiciliario a la misma casa donde ocurrieron los hechos, tratando de desentrañar el misterio sobre lo que sucedió, aunque en el medio deberá enfrentarse a una serie de terroríficas apariciones. Hidalgo, ya desde la secuencia inicial -que arranca in media res, en el medio de la acción, obligando al espectador a acomodarse a la sucesión de hechos-, aprovecha el espacio claustrofóbico y cerrado de la casa donde transcurren la mayoría de los eventos, mediante planos cerrados y un seguimiento casi obsesivo de los movimientos de los personajes, para ir trazando un film por momentos agobiante en sus climas, donde el fuera de campo pasa a ser un personaje más. Aunque claro, lo que importa más que nada es el camino emprendido de Dulce, el de una madre y esposa que busca la verdad sobre lo que le pasó a su familia, sobre ese lugar que debía ser un hogar, pero que terminó siendo una trampa. De ahí que poco a poco La casa del fin de los tiempos vaya progresando hasta derivar en un drama personal y familiar, donde también intervienen conceptos puestos en duda y debate, y a la vez complementándose, como la fe religiosa, la mirada racional de la ciencia, lo maternal y lo espiritual. En eso se nota que Hidalgo ha mirado el cine de referentes actuales como Guillermo del Toro y Alejandro Amenábar en cómo piensa y analiza lo fantasmal, pero que también sigue los preceptos de realizadores emblemáticos como Alfred Hitchcock, William Friedkin y Stanley Kubrick en lo que se refiere a la creación progresiva de climas, la narración pausada y hasta la contemplación de lo femenino. Pero el objetivo no deja de ser el crear un relato que pueda desarrollarse por sí mismo, que no sea un mero conjunto de citas y guiños. Y aunque La casa del fin de los tiempos entre en unos cuantos pozos narrativos -particularmente cuando deriva su trama hacia otros espacios por fuera de la residencia del título-, no llegue a desarrollar sus diversos temas con la misma fluidez y padezca de una banda sonora que remarca en exceso determinados hechos, se nota detrás a un realizador preocupado por crear personajes atractivos y por interpelar a un espectador que privilegie lo climático y atmosférico. Todavía Hidalgo tiene un largo camino por recorrer rumbo a lo que podría ser una gran película, pero este inicio lo muestra con una potencialidad más que interesante.