La historia no es nada del otro mundo pero consigue entretener al espectador, obviamente en forma relativa a lo fanático que sea del género. No puedo decir si es difícil deducir cuál de todos los personajes encerrados en el ascensor es el Diablo, ya que yo lo...
Cosa del Mandinga La reunión del diablo (Devil, 2010) es un film más sobre el ya famoso mundo de lo diabólico. Los directores John Erick Dowdle y Drew Dowdle intentaron abarcar varias historias en una, mezclando redenciones personales en el medio de un film sobre el diablo y su relación con la muerte pero donde la articulación resulta fallida. El resultado es un thriller sobrenatural más con toques de policial sin grandes pretensiones. Cinco personas quedan encerradas en el ascensor de una torre de oficinas. Una serie de hechos extraños y violentos comienzan a suceder allí dentro. Estos son inexplicables, pues todos suceden en plena oscuridad. La película alterna entre la paranoia de la gente encerrada y la investigación policial para descifrar quién está detrás de esta escena criminal. Por su parte, el prólogo del film nos introduce en una historia acerca del diablo y su forma de mezclarse entre los humanos para luego llevarse a alguien con él, alguien que está condenado por alguna razón. Esta es la variable que la policía no contempla pero es la que estructura la idea general del film. La presencia del detective-policía representa una mirada científica de los hechos: la relación causa-efecto debe ser entendible, explicable y sobre todo visible. Frente a la del policía está la mirada mística del guardia de seguridad (latino por supuesto) que está convencido que el diablo está detrás de todo esto y que ninguna intervención humana lo hará retirarse hasta no cumplir su misión. Si esta tensión o ambigüedad entre dos posibilidades fuese el eje del film mucho más sentido tendría la investigación que lleva a cabo el detective y más interesante se pondría la historia. Pero ya sabemos desde el principio que la intervención diabólica es la que actúa, por lo cual la investigación del detective resulta poco provechosa para el argumento. El choque entre el género policial detectivesco con el thriller fantástico produce aquí cortocircuito. La intriga que debería generar un policial nunca se hace presente totalmente y el terror se maneja con recursos obvios y sobrios. Quizás los momentos más logrados se dan entre las víctimas. Sus reacciones frente a lo inexplicable convierte a todos en posibles culpables, pero esta idea no se explota en profundidad y pierde interés. En su afán por abarcar varias acciones el film escrito por M. Night Shyamalan hace que la diversidad entretenga. Sin embargo el film se torna bastante predecible y aquí se debilita toda la propuesta. Quizá su intención primera como entretenimiento pasatista esté cumplido pero La reunión del diablo no resiste un análisis que vaya un poco más allá de lo que vemos.
Cuando se apaga la luz Cinco desconocidos, atrapados en un ascensor. Uno es Satanás. Nada es lo que parece en las películas de M. Night Shyamalan. Y en La reunión del diablo -anunciada como la primera de una trilogía titulada “The Night Chronicles” , que juega con el apellido del director de Sexto sentido , que traducido es noche , y aquí aparece sólo como guionista y productor- los cinco “pasajeros” atrapados en un ascensor saben que uno de ellos es un asesino. Y cada vez que se apaga la luz... se enciende el terror, porque el Diablo -que adopta forma humana, vea- aprovechará la oscuridad para liquidar, despachar a alguno al Más allá. Para los supersticiosos, del director John Erick Dowdle se había estrenado justo hace dos años Cuarentena , remake estadounidense de la española Rec , en la que también había gente encerrada, pero en un edificio. Aquí el efecto claustrofóbico es mayor. Son cinco desconocidos retenidos en el ascensor entre dos pisos, los celulares no tienen señal, los guardias de seguridad los ven desde un monitor, pero ellos no pueden hablarles. Llega un policía, que hace unos años perdió a su mujer e hijo en un accidente automovilístico. Uno de los guardias se llama Ramírez y, creyente y agorero, recuerda un relato que contaba su mamá y asegura que es el Diablo el que se corporizó en uno de los cinco. ¿Y si tiene razón? Entonces hay que adivinar quién tiene el diablo en el cuerpo. ¿El guardia que está haciendo un reemplazo? ¿El vendedor de colchones, que ha sido un estafador? ¿El joven veterano de guerra? ¿La joven que acusa que le tocaron el traste? ¿O la viejita insoportable? Hagan sus apuestas, antes de que se apague la luz de nuevo... Por una razón están los cinco allí, y la trama tiene sus vueltas de tuerca, todo lo imprescindible para que se crea la tensión indispensable. El coguionista de Shyamalan es Brian Nelson, que escribió Hard Candy y la terrorífica 30 días de noche , por lo que supo combinar el terror psicológico... y el otro. En un elenco con algún rostro familiar (Chris Messina, de Julie & Julia y Greenberg , como el policía), La reunión del diablo es la antítesis de ese cine que hace del asco su base -como El juego el miedo -, para pegar sus buenos sustos con armas más legítimas. Ahora, si adivina quién es el diablo, se gana un viaje en ascensor con Shyamalan, o con el Michael Caine de Vestida para matar .
La reunión del Diablo es la primera entrega de The Night Cronicles, una trilogía de historias fantásticas que el director M. Night Shyamalan, escribió y se encargó de producir, aunque delegó la dirección en otros cienastas. En este caso, el film fue dirigido por John Eric Dowdle, responsable de Cuarentena, la remake de REC. Esta propuesta ofrece una muy buena historia de suspenso que logra mantenerte enganchado hasta el final. Lamentablemente si sos muy fanático de la literatura policial la trama no las vas a vivir con la misma intensidad que el resto del público, ya que la trama es una adaptación clandestina del súper clásico de Agatha Cristie, "Diez Negritos". La reunión del Diablo presenta la misma estructura dramática que aquel famoso relato, con la particularidad que acá jugaron con elementos fantásticos y el conflicto no se desarrolla en una isla, sino en una ciudad. De todas maneras, aunque hayas leido "Diez Negritos" el director Dowdle hizo un muy buen laburo construyendo el misterio de la trama y el suspenso la verdad que está bien trabajado. Una vez que se presenta a los personajes principales y el conflicto se empieza a desarrollar la película se pone interesante y brinda un buen entretenimiento. No puedo dejar de destacar la fotografía de Tak Fujimoto (El silencio de los Inocentes) que ya había colaborado con Shymalan en Señales y Sexto Sentido y acá hizo un gran trabajo con esta historia. La reunión del Diablo es una producción que por momentos parece un capítulo doble de viejas series de televisión como La dimensión desconocida y Los cuentos de la Cripta. Tal vez pertenece más al género del thriller que del terror pero no decepciona en absoluto a la hora de brindar un buen cuento de misterios sobrenaturales.
Claustrofobia y terror, con el sello Shyamalan Cinco desconocidos quedan atrapados en un ascensor, en manos de una fuerza demoníaca A partir de una idea "original" del aquí también productor M. Night Shyamalan, La reunión del diablo combina la tensión del thriller (cinco extraños encerrados en un ascensor que queda atascado en un rascacielos de Filadelfia), elementos propios del terror religioso (la presencia de una fuerza demoníaca que los va atacando) y el melodrama familiar, a partir de los traumas íntimos del policía que supervisa la investigación del caso. Por más que la presencia de Shyamalan (el mismo de Sexto sentido y El protegido ) en los créditos pueda sugerirle al espectador una vuelta de tuerca "autoral" y, por lo tanto, una mayor profundidad en el tratamiento de ciertos temas, la veta espiritual del relato es previsible, superficial y trabajada con bastante torpeza por John Erick Dowdle, un director que parece obsesionado por la claustrofobia, ya que venía de rodar Cuarentena , remake hollywoodense del film español [REC]. Por lo tanto, si la "cáscara" (léase la culpa y la redención) que recubre al film no luce demasiado, lo que queda es un núcleo (cinco extraños en un par de metros cúbicos) propio del cine de género. En este sentido, la narración tiene sus hallazgos visuales (hay otro gran aporte del talentoso director de fotografía Tak Fujimoto, habitual colaborador de Shyamalan y de Jonathan Demme) y algunos logrados picos de suspenso. Sin embargo, esos destellos estéticos y los momentos de genuina tensión no alcanzan a compensar la acumulación de lugares comunes (incluso en la forma en que se resuelven las subtramas interconectadas entre sí) y los muchos personajes secundarios sin relieves ni matices (el nivel actoral es, en general, apenas discreto). Así, con más carencias que hallazgos, La reunión del diablo termina siendo un producto profesional que no irrita, pero que al mismo tiempo resulta decididamente menor.
Actualmente, asociar el nombre de M. Night Shyamalan a una película suele tener un efecto más negativo que positivo. En vez de atraer público, lo espanta. El alguna vez prometedor director de "The Sixth Sense" y "Unbreakable" desilusionó a su público con una seguidilla de flojos trabajos ("Signs", "The Village", "Lady in the Water", "The Happening", "The Last Airbender") que terminaron generando desconfianza de cualquier nuevo proyecto en donde aparece su nombre. "Devil" es el primer film perteneciente a "Night Chronicles", una serie de historias pensadas y producidas por el propio Shyamalan pero escritas y dirigidas por otros realizadores. Aquí los convocados para escribir el guión y dirigir fueron Brian Nelson ("Hard Candy") y John Erick Dowdle ("Quarantine"), respectivamente. El resultado de esta colaboración es un thriller sobrenatural de corta duración (sólo 75 minutos) acerca de un grupo de personas que queda encerrada en un ascensor y uno a uno van siendo asesinados por el diablo, quien ha tomado el cuerpo de uno de ellos. Sin demasiadas pretensiones, el principal desafío de esta consigna es descubrir quién es el diablo entre los protagonistas. Todos los personajes están interpretados por actores semi-desconocidos (de esos que solemos ver en otras películas en algún rol menor), pero a los pocos minutos de verles las caritas resulta fácil determinar quién es el que está poseído (al menos eso me ocurrió a mí). Igualmente cumple su objetivo de entretener ya que no pierde tiempo y rápidamente se mete en el conflicto, no lo estira más de lo necesario, juega con el efecto claustrofóbico y utiliza correctamente viejos recursos (se apaga la luz, algo va a ocurrir) para generar tensión. A pesar de querer venderla como una película de terror, aquí no hay grandes sustos ni nada impresionante como para calificarla dentro de ese género, sólo se ofrecen algunos momentos de suspenso típicos de un thriller convencional.
Habiendo escaleras el propietario no se responsabiliza... Cinco desconocidos atrapados en un ascensor, que por causas extrañas no puede volver a funcionar. De pronto la cabina comienza a matar uno a uno a sus ocupantes. ¿Les resulta familiar? Tal vez algunos recuerden un telefime holandés de comienzos de los ochenta acerca de un ascensor que asesinaba a quienes subían a él. Puede que sea el punto en común con este cuentito de terror, el primero de una serie, que nos propone la mente cada vez menos ingeniosa de M. Night Shyamalan. Sólo que aquí, tal su costumbre, involucra cuestiones religiosas y el obvio mensaje moralizante que caracteriza a sus filmes. El diablo anda suelto y reune a algunos indeseables en un sitio preciso, el ascensor. Uno de ellos puede ser el mísmisimo demonio. Cuando el técnico del edificio no logra solucionar el tema y los aprisionados comienzan a ser hostiles entre ellos, entra en escena el detective Bowden (Chris Messina) quien andaba por la zona investigando un suicidio ocurrido pocas horas antes. Interesante, mas no descollante, labor de John Dowdle en la dirección. Sabe provocar tensión en el relato, consigue buenas tomas dentro de lo que se supone es un espacio reducido, consigue matices que dotan de interés a la trama, más del que tal vez merecería y si bien la historia es previsible, cumple con el objetivo de brindar algunos sobresaltos y entretener en un tiempo afortunadamente corto.
Aunque el diablo se vista de... No se dejen engañar. Él está entre nosotros. Ha tomado otra forma, pero su esencia nos sigue atormentando. Sus mensajes subliminales siguen persiguiéndonos. Creíamos habernos librado por un tiempo de su presencia, pero ha decidido atacarnos de vuelta. Y nada mejor que manipular a dos hermanos directores que habían hecho una película sobre posesiones demoníacas para volver a expandir su mensaje evangelizador. El diablo, perdón digo, M. Night Shyamalan ha vuelto a las andanzas y ha elegido a los hermanos Dowdle (Cuarentena, remake estadounidense de Rec) para llevar a cabo sus maliciosos planes… Lo cuál, es muy probable que haya sido mejor decisión que haber tomado la historia de La Reunión del Diablo en sus propias manos. Esta es la primera entrega de “The Night Chronicles”: relatos que el director de El Protegido escribió hace tiempo y ahora no quiere dirigir, pero son un poco mejores (o menos pretenciosos y tienen presupuesto más reducido mejor dicho) que sus últimas obras La película empieza patas para arriba. No es una metáfora, sino literal. El mundo se ha dado vuelta y el diablo se instaló en un ascensor. Básicamente esa es la idea: un suicidio, un detective que llora a su esposa e hijo fallecidos hace 5 años y 5 personas encerradas en un ascensor. El mismo se detiene en el piso 21, y pronto todos los acontecimientos se empiezan a cruzar. Gracias a una innecesaria voz en off (de un mexicano religioso y creyente. En Latinoamérica no hay escépticos para los ojos estadounidenses) a modo de narrador fabulesco, nos enteramos que el mismo diablo se ha metido en el cuerpo de una de esas cinco personas, va a aterrorizar a los otro cuatro, a medida que los va matando, y de paso termina con un par de curiosos de este mismo edificio de Filadelfia que tratan de ayudar a sacar a los “inocentes” antes que Satanás se los lleve. Bajo este relato de suspenso con climas bastante bien manejados, humor previsible y obvio, se esconde (o se expone burdamente mejor dicho) una subtrama acerca de la redención, el perdón y la esperanza de que el hombre no es tan malo como parece y puede excomulgar sus pecados. Shyamalan revuelve sobre sus obsesiones más básicas: la religión, la moralina, el héroe que debe dar vuelta la página y superar sus miedos, recuperar la fe, etc. No hay demasiadas diferencias entre el detective Bowden o el reverendo que interpretaba Mel Gibson en Señales, o incluso el alma perdida de Bruce Willis en Sexto Sentido. Los hermanos Dowdle se limitan solamente a seguir un guión al que se le notan demasiado los hilos… que se parece a un whodidit (que tanto despreciaba Hitchcock) con el estilo de las novelas de Agatha Christie. Acá el misterio, es ¿quién es el diablo? De esta forma se van rotando las sospechas. Y sí, mientras lo que importa es ese juego, la película meramente entretiene gracias a interpretaciones creibles de Messina, pero especialmente de los miembros del club de los atrapados: Marshall- Green, Novakovic, y dos veteranos actores de reparto como Jenny o’ Hara y Bokeem Woodbine. También aparece otro excelente intérprete secundario como Matt Craven (Marea Roja, La Vida de David Gale). Ayuda la fotografía de Tak Fujimoto y la banda de sonido del español Fernando Velázquez (El Orfanato) a mantener la tensión. El problema aparece cuando al diablo se le empieza a notar la cola, o mejor dicho cuando Shyamalan ensombrece la película con su típica mitología. A partir de entonces, quedan al descubierto las tonterías del guión. Demasiado discurso explícito, demasiada redundancia, e incluso, lugares comunes. Ya no es una cuestión de diálogos, sino de acumulación de clisés. Al final, quien es el diablo, es lo que menos importa. Como dije al principio, si la agarraba el propio Shyamalan seguramente estaríamos hablando de otro desparpajo al estilo El Último Maestro del Aire, El Fin de los Tiempos o La Dama del Agua. Los hermanos Drowdle logran simplificar y al menos hacer entretenidos, efímeros y olvidables los 80 minutos que dura el film. Sin tantos sobresaltos como prometía, y apenas alguna que otra escena de tensión rescatable, La Reunión del Diablo, tan solo confirma que a M. Night Shyamalan, no importa el rubro que ocupe (aunque sea actuar, lo cual tambien lo hace de forma horrible) no se le puede tener más fe.
M. Night Shyamalan presenta la primera de las películas que integrarán las Crónicas nocturnas, en teoría cinco films de bajo presupuesto. La reunión del Diablo lo encuentra profundizando en su obsesión religiosa, más allá que no haya sido él quien estuvo a cargo detrás de cámara. El director John Erick Dowdle aprovecha como nadie la tensión provocada por las restricciones del guión: cinco personajes quedan encerrados en un ascensor y, a medida que van siendo asesinados, se dan cuenta que uno de los cinco es el Diablo. Más allá de los forzadísimos cierres y cruces de historias que acostumbra el cineasta hindú, La reunión del Diablo es mucho más efectiva y menos solemne que otros intentos de bajo presupuesto de Shyamalan como El fin de los tiempos.
Entrepiso, por favor... Considerando que el film precedente en el que estuvo involucrado M. Night Shyamalan fue El último Maestro del Aire (The Last Airbender, 2010), un opus en verdad lamentable, bien podemos afirmar que con este nuevo proyecto el hombre supera obstáculos creativos y recupera algo de la dignidad perdida. La Reunión del Diablo (Devil, 2010) es un producto desparejo que aún así consigue entretener a fuerza de colocar en la misma bolsa elementos tan diversos como el horror de inclinaciones demoníacas, una correcta estética “clase B”, el thriller de entorno cerrado y numerosas referencias a la obra de la inefable Agatha Christie. La situación la hemos visto muchísimas veces aunque aquí cambia el contexto y el villano principal: cinco personas quedan recluidas en un ascensor, una a una irán muriendo bajo condiciones un tanto extrañas y a fin de cuentas no se puede ser más explícito acerca de quién es el responsable de tales tropelías. Mientras que la prodigiosa Enterrado (Buried, 2010) mantenía la cámara dentro del ataúd defendiendo a pura convicción un formalismo extremo, en esta ocasión por el contrario tenemos un desarrollo paralelo entre el interior y el afuera, con el Detective Bowden (Chris Messina) a la cabeza del operativo de rescate. Aclaremos que La Reunión del Diablo es el primer capítulo de una futura trilogía que pretende centrarse en acontecimientos sobrenaturales ambientados en grandes urbes: por supuesto que los tópicos ineludibles son la crisis de la estructura familiar y esa clásica redención entre existencial y religiosa (no por nada Shyamalan aporta la historia y oficia de productor). De hecho, pareciera que el realizador John Erick Dowdle, quien poco ha demostrado desde la floja Cuarentena (Quarantine, 2008), no fuera más que un testaferro ya que la película cuenta con la destreza técnica y el pulso narrativo prototípicos del hindú. Pero los problemas de siempre tampoco faltan en el convite: específicamente estamos hablando del triste desempeño actoral y el recurso redundante de la voz en off, una sonsera mayúscula que en varias escenas adelanta lo que va a ocurrir a continuación. Pese a que el relato carece de originalidad y nada en un sinnúmero de lugares comunes, la propuesta en conjunto se sostiene y atrapa de inmediato al espectador. El guión de Brian Nelson, el de 30 Días de Noche (30 Days of Night, 2007) y Hard Candy (2005), va directo al grano, incluye diálogos concisos y entrega toda la profesionalidad necesaria para dignificar al género...
Tenemos aquí el clásico y ya remanido cuento del pecado-purgatorio-redención, pero en el limitado contexto de un ascensor, casi literalmente al infierno. Por otro lado, no es menos cierto que entre los tópicos más utilizados del género del terror, el de la creación de situaciones dentro de un ascensor no es el más populoso. El caso de Devil, producida por M. Night Shyamalan, en ese marco de pequeño subgénero, podría haber sido una apuesta certera e interesante. Pero no. El gran problema del film , que intenta jugar en los márgenes del cine de suspenso, es que precisamente no logra hacer pie en él porque lo que está presente desde el comienzo es la total previsibilidad de su trama. Se nos presenta un grupo de gente encerrada en un ascensor, a esto se le suma que el título del film refiere al diablo, y además, oh, uno de los empleados de seguridad (latino prototípico, supersticioso y de rosario en mano) tiene la certeza de que el núcleo del asunto es la presencia de Satanás. Estos tres elementos no dejan lugar a dudas a cualquiera que haya visto más de un puñado de films del género; la cuestión se va a resolver con varios muertos y uno que será el diablo encarnado en figura humana. Chin pum, colorín colorado. Por otro lado, para aportar a la carencia de elementos atractivos, tenemos uno de esos grupos paradigmáticos del neo terror made in Hollywood (un afroamericano, una joven atractiva, un muchacho filo galancete, una anciana y un tipejo insoportable), casi el cast ideal para una entrega de Saw o Destino final. No hay desarrollo de los personajes, no hay escenas que vayan más allá de la rutinaria sucesión de muertes intercaladas con mínimas situaciones de tensión-que-no-tensionan-a-nadie. En paralelo, el operativo policial de rescate no aporta más que un cúmulo de lugares comunes (esos que bien desarrollados pueden ser disfrutados como guiños clásicos) que tienen su clímax en el final, teñido de un color lacrimógeno judeocristiano insoportable. Bonus Track: A la hora de cine de terror en ascensores, no lo dudes, acudí a los pequeños clásicos, como El ascensor (De Lift, Holanda, 1983, de Dick Maas), donde el protagonista es el elevador en sí, verdadero mandamás de un edificio maldito.
La Reunión del Diablo es el primer cuento, de una serie de tres que fueron creados por M. Night Shyamalan, director de Sexto Sentido y la reciente El Último Maestro del Aire, entre otras. Los últimos films de este director/productor fueron despedazados por la crítica internacional y la obra que aquí nos ocupa no fue la excepción. La Reunión del Diablo se trata de cinco personas totalmente desonocidas, dos mujeres y tres hombres, que quedan atrapadas en un ascensor. Todo parece ser un simple desperfecto, pero con el pasar de los minutos y la falta de una sencilla solución, todo hará que los ocupantes atrapados vayan perdiento la paciencia. Si al incómodo encierro que sufren estos personajes le sumamos que a medida que avanza el tiempo uno de ellos es atacado, es obvio que la tranquilidad no será un sentimiento reinante en aquel repositorio de acero. Luego de ocurrido el ataque la desconfianza comienza a dar vueltas en ese pequeño espacio para que empiece un desfile de acusaciones de unos hacia otros para descubrir al autor de la cortadura de la muchacha. Al ocurrir este ataque los guardias del edificio deciden llamar a la policía de Filadelfia para que tome cartas en el asunto. Más allá de las acusaciones, estos cinco desconocidos se encargarán de sacar a relucir todas las miserias humanas habidas y por haber con tal de salvar su propio pellejo, sin saber que el autor de ese ataque y los próximos que vendrán es nada más y nada menos que el Diablo. La Reunión del Diablo fue dirigida por John Erick Dowdle -director de la remake Cuarentena- demostranto un buen manejo del suspenso a lo largo de sus 92 minutos. En ese sentido, la película cumple perfectamente con su cometido y uno se siente muy incómodo y asustado en varias secuencias que van ocurriendo en el ascensor. Otro detalle que estuvo bien manejado en este film fue el juego de ver quién es el personaje que tiene dentro suyo a Lucifer. Algunos sabiondos podrán adivinarlo al comienzo, pero creo que este juego estuvo bien maquillado para llevar la tensión y las sospechas a todos los participantes por igual. Más allá de las buenas intenciones del cuento, la sucesión de clichés hacen de Devil un film que no termina de convencer. La primera ocurre en los comienzos del film, cuando uno de los guardias descubre la cara del Diablo en un pasaje del video del ascensor. Ustedes se preguntarán qué tiene de molesto esto? La respuesta es sencilla, ese guardia era mexicano. Estoy altamente podrido de que las únicas personas que creen en la religión en este tipo de películas son ajenos a Estados Unidos, realmente la próxima vez que piensen un personaje creyente espero que se les caíga una idea y no hable español. Incluso este personaje también interpreta a la innecesaria voz en off que relata el cuento, como si hiciera falta. Otro de los aspectos negativos del film es la básica historia de redención personal, que se torna bastante tediosa en algunos momentos. Todas las personas que se encuentran dentro del pequeño reducto tienen un historial policíaco bastante importante y el DIablo los ha reunido para que paguen por sus delitos cometidos e incluso el oficial a cargo de la investigación se encuentra saliendo de una adicción al alcohol provocada por la terrible pérdida de su familia en un accidente de auto. Si el cliché del mexicano religioso molestaba, creo que este puede superar ampliamente al mencionado más arriba. Siguiento con los clichés hay que mencionar que los cinco personajes están conformados por los típicos cinco estereotipos clásicos. Un negro fortachón, una viejita intolerante, un galancito fachero, una sensual jovencita y el típico muchacho gracioso e insoportable. Más allá de estos aspectos que se podrían dejar pasar, el problema mayor de este film se da en una estrepitosa derrapada en los últimos 20 minutos finales cuando el Diablo toma la forma humana del personaje -obviamente que no voy a contar cuál- y tiene un innecesario diálogo con el último/a sobreviviente. Es allí cuando la película toma un rumbo moralmente espantoso, dejando de lado la oscuridad inicial, y arruina todas las buenas intenciones que promulgó al comienzo, algo que se lamenta demasiado. La Reunión del Diablo es un film con una interesante historia y algunos buenos momentos de suspenso, que lamentablmente tiró por la borda todo lo realizado con el uso de numerosos clichés y un final altamente defectuoso.
Llevar a la pantalla grande ideas del director M. Night Shyamalan es el objetivo de lo que se hace llamar "The Night Chronicles", cuya primer película, "Devil", es una grata sorpresa que satisfacerá a los seguidores de dicho realizador y brindará una interesante propuesta de suspenso a quienes vayan en busca de una atractiva propuesta sobrenatural.
Las torres fantasmas “Lo real es lo que se nos escapa, lo que no puedo nombrar o calcular.” Jean-Louis Comolli. Devil (La reunión del diablo) comienza con tenebrosos planos de los rascacielos de una ciudad. No importa que el film haya sido rodado en Ontario, porque lo cierto es que parece Nueva York. Ante una película norteamericana, cuesta no pensar en Nueva York cuando la imagen muestra altos edificios bordeando una costa, a menos que algún cartel aclare que se trata de otra ciudad, o que alguna construcción muy reconocible nos ubique en otro lado (por ejemplo, el Golden Gate de San Francisco o el Harbour Bridge de Sidney). Además de las nubes ominosas y de la música ídem, los planos iniciales de Devil toman a los edificios al revés, con la cámara que se acerca rápidamente a un rascacielos y se introduce por un hueco de ventilación. Todo indica que son subjetivas del diablo que -¡oh!- viene en vuelo invertido. (Deducimos que es el diablo porque, bueno, así se titula el film). Pero esos movimientos sólo son ostentosas piruetas, fútiles manierismos que buscan en vano desplazar a las otras tinieblas que encapotan la ciudad desde hace ya nueve años, porque nada puede competir con ese pavor existencial que troqueló los sentidos aquel 11 de septiembre. Frente a cualquier toma aérea de Nueva York en cualquier película reciente, al menos a mí me resulta imposible no recordar las torres que ya no están, con toda la complejidad histórica que implica esa ausencia. Martin Scorsese enseguida aprovechó el poderío simbólico de esos gigantes devenidos fantasmas, por lo cual incluyó al World Trace Center al final de Pandillas de Nueva York (2002), tentación que tampoco eludió Steven Spielberg cuando concibió Munich (2005). Desde ya que el atentado a las Torres Gemelas no es el tema de Devil (film de terror-suspenso demasiado elemental dirigido por John Erick Dowdle, con idea y producción de M. Night Shyamalan), pero su apertura inevitablemente recupera lo siniestro de aquel día, con esos edificios colgando como estalactitas sobre el vacío, una imagen que convierte a la ciudad en una cueva en cuyas paredes siguen rebotando los ecos del espanto, la desesperación ante lo que se adivina inconmensurable. Hasta ahora, la película que mejor ha plasmado estas sensaciones es Vuelo 93 (United 93), de Paul Greengrass. Posterguemos para otro momento la discusión sobre las imprecisiones históricas de la película y su lectura idealizada de los hechos ocurridos en el avión que cayó en Pennsylvania, porque en definitiva United 93 no deja de ser una recreación. Ya desde el afiche se hace carne la amenaza, con ese avión flanqueado por los picos de la corona de la estatua. Difícil es pensar en la libertad o en los “siete continentes” que esa corona supuestamente representa. Esos picos son barrotes, son cuchillos, son misiles. Y allí va el segundo avión para estrellarse en la otra torre. Es impecable la forma en que Greengrass narra ese segundo impacto, ya que elige mostrar lo que registraron las imágenes televisivas, sin abusar de efectos especiales. Además, ¿cómo pretender imitar un hecho que superó todo espectáculo? Tras la explosión en la torre sur, se escucha algún grito ahogado y algún insulto, pero todos los testigos en el film quedan mudos, absortos por un instante, hasta que cae sobre todos el peso de la fragilidad. De la confusión a la certeza de ser un blanco de ataque. La inminencia de una guerra jamás imaginada. Vuelvo a esta secuencia una y otra vez, y cada vez experimento el mismo extrañamiento, la misma angustia, el agobio -y la necesidad- del silencio frente a eso que no se puede poner en palabras. Podemos ver muchas películas y comprobar que las torres aparecen y desaparecen, e incluso llegar a acostumbrarnos. Podemos recordar los atentados de memoria y regresar continuamente al análisis político del porqué. Pero hay algo que se nos escapa, siempre. Ese lugar adonde tal vez sólo pueda llevarnos el arte: ni más ni menos que lo Real. “Lo real existe, pero no lo conocemos.” También lo dijo Comolli.
La reunión del diablo es un film de Night Shyamalan aunque no lo dirija él. Posee todos los elementos que atrapan de sus films, y también todas sus fallas. La historia es la más sencilla del planeta: cinco personas quedan encerradas en un ascensor, y una de ellas es el diablo pero no sabemos quién es hasta el final. El detective Bowden, un escéptico que está atravesando una crisis personal tras el asesinato de su familia en un accidente de tránsito, debe sacarlos de allí con la ayuda de Ramírez, un guardia de seguridad ultracreyente en lo místico. Todos tienen un antecedente criminal que los hace sospechosos, pero todos parecen tener sus vidas encauzadas y ser víctimas de un acto de maldad. Como en muchos de los films de este director anglo-hindú, el tema del relato oral es fundamental: tomando elementos de los relatos míticos, Shyamalan juega siempre con la idea de una historia ancestral conocida por todos pero ya casi olvidada en tiempos modernos. Este relato popular viene a dar cuenta de momentos en donde el hombre todavía creía en lo mágico y por lo tanto estaba más equilibrado. En este sentido, hay que aceptar que el universo de sus films tiene elementos sobrenaturales que no se pueden discutir si queremos entrar en el verosímil de la historia. Aquí sería que Dios y el Diablo existen, y que éste último puede materializarse antropomórficamente. Otra característica del director de Sexto sentido y La aldea, es su manejo del suspense. Tenemos retazos de información incompletos que nos mantienen a la espera de completar el cuadro general. Como decía Hitchcock, el maestro del suspense, la clave está en que el espectador tenga más información que los personajes sobre lo que les va a ocurrir y no pueda advertirles de la desgracia. Al mismo tiempo juega, en sentido inverso, con el hecho de que están sucediendo eventos de los que el espectador no tiene conocimiento. El recurso más utilizado para escamotear información es el de la oscuridad. La luz se apaga y el sonido sugiere el horror que no podemos presenciar. No es un film con grandes efectos especiales, y ciertamente no debe haber costado mucho dinero su realización: después de todo son cinco actores encerrados en un ascensor. Pero es por eso que podemos decir que es un film de S. Night Shyamalan, porque el atractivo está puesto en su historia. Al respecto, no hay fallas en la construcción de sus guiones: nos lleva de las narices para donde él quiere y sólo al final nos devela la clave. La reunión del diablo bien podría ser una novela de Agatha Christie, con esos finales efectistas donde todos son posibles culpables pero el menos pensado siempre es el asesino. Plagado de fórmulas ya vistas, el film igual funciona. Los norteamericanos tienen una expresión, que funciona de mil maravillas en relación a los géneros, cuya traducción sería algo así como “para qué arreglarlo, si no está roto”.
Escaleras o diablitos Cinco personas encerradas en un ascensor. Uno de ellos es el Diablo. La casualidad de ese encuentro se irá develando completamente causal; aflorarán, uno a uno, los motivos de esa “reunión” y entonces, uno a uno, también, los ocupantes irán siendo asesinados. El clásico tópico del policial inglés de la muerte en el cuarto cerrado se aggiorna (hace poco estrenaron en las pantallas argentinas Enterrado) y se agregan toques de sobrenatural para vestir un entretenimiento que comienza bien, pero no consigue sostener la atención en sus 80 minutos. El uso del fuera de campo, el oscurecimiento de la pantalla y el sonido que permiten generar una tensión apropiada y muy bien matizada para mostrar lo que va sucediendo en el elevador y, a la vez, el saber construir un afuera que aporta su cuota de paranoia y confusiones, suman a favor. Lamentablemente todo se irá diluyendo cuando la película se muestre como lo que siempre ha sido una historia de redenciones y culpas a expurgar. La moral religiosa se impone (y con ella el melodrama) y el hallar una explicación tranquilizadora se vuelve esencial y sumamente explícito. Virtudes y defectos que uno puede derivar del productor y coguionista M. Night Shyamalan. Si bien los personajes son bastante estereotipados y poco conocemos de cada uno de ellos (lo imprescindible para dudar de todos), el espectador puede basar su interés tranquilamente en la verosimilitud que alcanza la situación planteada, y el desarrollo de los roles, las actitudes y las alianzas que se entretejen y los prejuicios y miedos que se exteriorizan, funcionan como anzuelo que nos mantiene expectantes. La dosificación de la información y cierta sutileza en su mostración son para agradecer y dejan más en evidencia los trazos gruesos que también abundan. Por otro lado, La reunión del Diablo vuelve a demostrar que cada vez más en Hollywood (Actividad paranormal, Skyline) crece el clisé prejuicioso que coloca a los personajes latinos como portadores de una mística religiosa (visto como un carácter irracional y bárbaro) al extremo de recurrir al rezo católico en idioma original (español) en alguna escena que siempre causa vergüenza ajena. Cuando llegamos al final uno casi siente un poco de penita por el Diablo que debió urdir un plan tan intrincado para llegar a semejante resultado y hasta nos podríamos preguntar si no se toma las cosas muy a pecho o es que, simplemente, en su eternidad, el tiempo realmente le sobra.
Ascensor para el cadalso. Con la producción e idea original de M.Night Shyamalan se estrena esta peli del género sobrenatural, más que de terror. A partir de una incursión de varios personajes en el ascensor de un alto rascacielos y el quedar varados a expensas de una serie de situaciones conflictivas y determinantes, las cuales hacen suponer que aquí hay un convidado de piedra de famoso nombre: el mal. Los personajes variopintos son una galería de estereotipos: la histérica, la vieja insufrible, el guardían violento, un flaco misterioso, y un genuino bobo que vende colchones. Una pinturita vea. A favor tiene un aceptable suspenso que la hace llevadera para los interesados y no más que eso, algo así como un mejorado capítulo de serie de tv del pasado del citado género, como "Twilight zone" o "The outer limits", con una buena y destacable fotografía de Tak Fujimoto, quien destacó en "El silencio de los inocentes", "Sexto sentido" y "Señales". Seguro que cuando la pasen en cable, no la van a dejar de ver.
Ascensor al infierno Las películas de terror se acumulan en las salas de los cines de Córdoba y es una buena oportunidad para que los amantes del género puedan compararlas y sacar sus propias conclusiones. La reunión del diablo no saldría beneficiada en ninguno de los rubros posibles de esta competencia imaginaria. No tiene el suspenso de Actividad paranormal, ni la crueldad de El juego del terror, ni la espectacularidad de El juego del miedo 7. Para decirlo rápido: es un producto insípido y sin ambiciones. El argumento pintaba interesante: cinco personas quedan encerradas en un ascensor en un enorme edificio corporativo: una vieja, una mujer joven, un guardia negro, un ex soldado y un oficinista. De pronto se corta la luz y la mujer joven es herida por un instrumento punzante. Nadie sabe quién fue el agresor, pero enseguida aparece un chivo expiatorio. A partir de ese instante, las relaciones se electrifican y entran en un campo de tensión en el que habrá sospechas, alianzas fugaces, ataques de pánico y todos los ingredientes conocidos. Sin embargo el ascensor no es el equivalente del ataúd de Enterrado, las cámaras fijas de Actividad paranormal o la casa clausurada de Rec. No funciona como una restricción formal, como un límite que deja fuera al resto del mundo. Todo lo contrario, una trama paralela se desarrolla afuera, anudada a las acciones y las conversaciones del policía encargado del caso y de los guardias de seguridad que observan a través de las cámaras de vigilancia. A través de sus conjeturas acerca de lo que realmente sucede en el ascensor, uno se entera de lo que una buena película de suspenso hubiera mantenido entre paréntesis. Uno de los tantos defectos que exhibe La reunión del diablo es que llega demasiado rápido al tópico del demonio. Por supuesto, la versión más supersticiosa (que termina siendo la verdadera) sale de la boca del mejicano de turno, como si la mentalidad latina fuera la reserva de irracionalidad que Estados Unidos necesita para mantener su oscurantismo. El final de decepcionante redención, que ya casi ninguna película de terror se permite, la degrada a un nivel de ingenuidad intolerable en el infierno.
La reunión del diablo tenía una premisa más o menos prometedora: un grupo de personas atrapadas en un ascensor es acechado por algo que no se sabe bien qué es pero que el título local (y el todavía menos sutil título original) ya permiten adivinar. Los cinco se empiezan a conocer unos a otros al tiempo que son lastimados y hasta asesinados sin quedar nunca en claro quién es el responsable. Así contado, tenemos entre manos una película de terror dura y claustrofóbica, que además nos coloca alternativamente en el lugar de cada protagonista y nos hace partícipes de sus respectivos miedos y sospechas. El problema es que La reunión del diablo no se contenta con esa historia, es decir, no quiere o no puede quedarse encerrada en el ascensor junto a sus personajes, y necesita salir afuera. Gran parte de la película de John Erick Dowdle transcurre también en el resto del edificio, sobre todo en la cabina de vigilancia desde la que los guardias y un detective (encargado improvisadamente de resolver el misterio de los asesinatos) observan los hechos a través de la cámara de seguridad del ascensor. Signo del poco respeto que la película muestra hacia la inteligencia del público, La reunión del diablo utiliza ese otro espacio (el de la cabina) para elaborar constantemente un comentario de lo que ocurre en el ascensor, como si para darse una idea cabal de lo que está pasando el espectador necesitara de las explicaciones de los guardias y del detective, observadores como nosotros del show de violencia y muerte que se ve por la cámara. En esas escenas, el guión (basado en una idea de Shyamalan) acaba con cualquier posible interpretación por parte del público; las lecturas de los hechos insólitos del ascensor podrían ser muchas pero, pareciera decirnos Dowdle, la lectura final tiene sí o sí que ser una sola, la que nos propone (o nos impone) la película. Ese forzamiento es el que tira abajo todo el potencial de la premisa inicial, porque en esos momentos, cuando los personajes de la cabina discuten sobre las posibles causas de la hecatombe, el guión instala una idea de moral aburrida y pesada que encaja cada personaje y cada acción en el craso esquema ético de la película. Por ejemplo: las conexiones entre los personajes, imposibles, imprevistas e impresentables, que hacen las veces de una suerte de remedo de vuelta de tuerca, son un caso concreto de la sumisión del guión a esa idea de gran mecanismo que obtura las posibilidades del punto de partida inicial, que se abría a un sinfín de juegos narrativos. Religión de estampita, castigo diabólico y redención más o menos instantánea; si por lo menos Dowdle se atreviera a reventar algo de la rigidez moral de la película, esos tres elementos podrían conformar un cóctel explosivo. Pero el guión es más fuerte: la tortura física y psicológica aplicada a las víctimas del ascensor solamente puede llevarse a cabo trazando como horizonte lejano e ideal una moral con tufillo a cristianismo. Es decir, no es el cine el que castiga a los personajes (para eso hacen falta películas con coraje) sino la Religión, el Diablo, la Culpa y demás sandeces, todas con mayúsculas.
¿A qué infierno va? Shyamalan nos entrega una historia muy interesante, que nada tiene que ver con lo que él viene dirigiendo (nota: servidor aún no vio The Last Airbender (2010), pero se está armando de valor para hacerlo). Devil se trata de esas películas que, revestidas de una trama de terror, intentan abordar el subgénero demoníaco con una intención más que palpable hacia el final, pero que por obvios motivos no revelaremos. Si hace poco hablábamos de Buried (2010) y su propuesta claustrofóbica, ahora el montaje paralelo cobra importancia para que el espectador viva la adrenalina de otra forma, con esa mirada omnisciente que el film de Cortés no brindaba, lo cual no está mal, sólo son exposiciones diferentes a la hora de contar la historia. Con una labor aceptable de los actores, más un frenesí en el desarrollo de la historia, el film resulta agradable, aunque tenga algunas cosas bastante agarradas de los pelos, como el círculo que se cierra cuando los personajes se empiezan a dar cuenta que tienen cosas en común (bien a lo Final Destination o Saw). Hay clima, hay tintes de comedia muy propios del realizador hindú, y hay momentos de auténtico suspense como los que alguna vez supo lograr con The Sixth Sense (1999). Devil tiene los condimentos para un buen rato, aunque no sea una propuesta demasiado atractiva -es incluso algo trillada, si se quiere-, y no pase de una remontada en la filmografía de Shyamalan.
Cuando uno escucha que una película está basada en una idea de M. Night Shyamalan, director de El Protegido y Sexto Sentido entre otras, lo que mínimamente espera es que sea algo retorcido, extraño, con un final no esperado y demás curiosidades propias del director hindú. Pero lamentablemente, La reunión del diablo, no cumple las expectativas. Tenemos una película que se centra en dos historias paralelas; por un lado, dentro del ascensor, donde cinco personas quedan encerradas y es casi imposible sacarlas de allí, son personas que se llevan mal entre ellas, con caracteres complicados y demás perfiles típicos para pelea grupal. Por otro lado, en el afuera, tenemos a un policía que se encarga de coordinar con bomberos y guardias de seguridad, como sacar a los rehenes del diablo del minúsculo compartimiento donde se atoraron. Los del ascensor no se pueden comunicar con el afuera, aunque cuentan con una cámara de vigilancia en la que los policías ven lo que ocurre. El argumento es muy pavo y se podría haber elaborado algo mucho más complejo considerando la idea inicial; la película decepciona, cae en los clichés clásicos del género, no llega a ser de terror y apenas roza el suspenso, es una hibridación sin gracia. Y para restarle puntos, tiene un happy ending, hubiera sido mejor si todo terminaba mal.
Tras el suicidio de una persona que en sus últimos minutos sobre esta Tierra se aferró a un rosario, la policía de Filadelfia es llamada para investigar el caso. Quiere la casualidad –o tal vez no- que en el mismo edificio ocurra un suceso extraño. Un ascensor ha quedado atorado en el piso 21 sin presentar fallas electrónicas o mecánicas aparentes. Sus ocupantes, cinco personas diametralmente opuestas entre si, comienzan a experimentar la presión del encierro, sensación desagradable que va in creyendo cuando tras cada uno de los cortes de luz, uno de ellos aparece brutalmente asesinado. Uno de los guardias que controla las cámaras de seguridad, un mexicano religioso, supersticioso y bastante vulnerable recuerda una de las historias que le relataba su madre cuando él era pequeño. En aquel cuento, el diablo tomaba forma humana y reunían a personas de malas conductas para una última tortura antes de llevárselos consigo al otro mundo. ¿Será esto lo que está ocurriendo dentro del ascensor? ¿Uno de estos cinco personajes será el diablo corporizado? Este film es la primera entrega de un proyecto aún más grande y ambicioso conocido como “The Night Chronicles” impulsado por el devaluado director M.Night Shyamalan que supo ser el creador de grandes éxitos como Sexto Sentido y Señales, que en esta oportunidad ocupa el rol de productor. El realizador propone crear una serie de films de temáticas que van del terror al suspenso pasando por los tintes sobrenaturales. En esta primera oportunidad, el ritmo y la tensión se mantienen a lo largo de los casi ochenta minutos que dura el film, que de haber prescindido del lado demoníaco, también podría haberse erigido como una historia de suspenso con malos de carne y hueso.