Los padrinos de la boda es una película ideal para los más jóvenes y los adeptos a las historias muy, muy disparatadas ya que son los que mejor la van a pasar en el cine. Si bien el guión busca todo el tiempo divertir con chistes visuales o verbales, suceden tantas cosas que llega un momento en el que se siente que están incluidas en forma forzada. Aquellos que crean que se van a divertir...
Los amigos de mi novio Con guión de Dean Craig, hacedor de Muerte en un funeral (Death at a Funeral, 2007), y dirección de Stephan Elliott llega Los padrinos de la boda (A Few Best Men, 2011), una picaresca comedia que a pesar de los clichés y la previsibilidad de su historia funciona como pasatiempo casual. David y Mía se conocen en unas vacaciones y deciden casarse de la noche a la mañana, todo esto a pesar de los miles de kilómetros de distancia que los separan y lo poco que se conocen. Mía es australiana y la hija de un importante político. David es inglés, huérfano, y todo lo que tiene en esta vida son tres amigos a los que mejor perderlos que encontrarlos. El día de la boda llegó y David viaja con sus tres padrinos rumbo a la aventura del matrimonio, De ahí en más todo lo malo que pueda pasar en una fiesta pasará y lo peor también. Los padrinos de la boda es una comedia pasatista de esas a las que no se le puede pedir demasiada originalidad. Lo que sí es cierto es que teniendo la firma de Dean Craig uno puede esperar algo más que lo previsible y el lugar común. Aunque si las expectativas no están en lo más alto de podio puede ser que el disfrute sea mayor. Podemos conjugar la película como una mezcla de clásicos del cine de la talla de Despedida de soltero (Bachelor Party, 1984) o La fiesta inolvidable (The Party, 1968) con títulos de la denominada Nueva Comedia Americana como Superfumados (Pineapple Express, 2008) o la reciente American Pie: El reencuentro (American Reunion, 2012), aunque el resultado final esté muy lejos. Lo que sí es cierto que del sutil y fino humor inglés hay poco y nada siendo todo explicito, obvio y hasta carente de efecto sorpresa, pero pese a eso divierte aunque de a ratos se vuelva algo monótona y le cueste arrancar en su conflicto. Hay películas que pretenden mucho y logran poco mientras otras no pretenden nada y al menos hacen que uno se vaya del cine con una sonrisa en la cara. Aunque cinco minutos después ya nada quede en nuestras cabezas y ni siquiera nos acordemos de lo que fuimos a ver. Los padrinos de la boda es eso. Una película para reírse un rato y ver a Olivia Newton-John en su regreso al cine. No espere más y la pasará bien. De lo contrario la próxima vez elegirá mejor.
Amigos impresentables Esta comedia australiana de Stephan Elliott reúne al escritor Dean Craig y a los mismos productores de Muerte en un funeral. Con este antecedente, el espectador seguramente cree que encontrará un film imperdible. No es el caso. El director de Las aventuras de Priscilla: La reina del desierto elige un casamiento como eje de la acción y el disparate. David (Xavier Samuel, de Crepúsculo) conoce durante las vacaciones a la chica de sus sueños (Laura Brent) y se prometen casamiento. David y sus tres amigos emprenden entonces un viaje desde Londres hasta Australia para llegar a la fastuosa fiesta como padrinos y conocer a los padres de la chica en cuestión. Los padrinos de la boda (A few best men) tiene un buen comienzo y un ritmo ágil a partir de sus barridos y transiciones, pero la historia se debilita con el correr de los minutos y funciona a manera de sketches. La película está concebida como una comedia de enredos, de las que abundan en el teatro vernáculo, donde las situaciones se complican más de lo debido y transforman la reunión en un verdadero descalabro. La trama va desde la torpeza de los amigos del protagonista (traumas varios y abandonos) hasta un bolso recogido por equivocación que pertenece a un dealer (que dirá presente en la fiesta) y una cabra campeona que se come la "mercancía. La mejor parte, o al menos, la más divertida, la tiene la madre de la novia, papel que lleva adelante una irreconocible Olivia Newton John. Otras situaciones escatológicas completan el marco de esta propuesta que podría haber sido realmente La fiesta inolvidable. El caos está servido.
El afiche de la película te vende este estreno como una nueva producción de la gente que hizo la excelente comedia inglesa Muerte en un funeral. Si bien es cierto, ya que el guionista es el mismo, la verdad es que esta película no tiene absolutamente nada que ver con esa gran historia que se estrenó hace unos años. Los padrinos de la boda es algo así como la versión australiana de ¿Qué pasó ayer? Desde que Warner estrenó ese film parecería que se desató una gran competencia internacional por ver quién es el director que estrena la comedia más zarpadita con un humor donde la escatología y las drogas son elementos principales para generar risa. Por eso marco la diferencia con Una muerte en el funeral que estaba más en sintonía con el humor inglés tradicional. Esta producción en cambio está emparentada con el estilo que vienen teniendo las últimas comedias hollywoodenses. Si en el super clásico de Tom Hanks, Despedida de soltero, en la trama tenías a un burro y en ¿Qué paso ayer? un tigre, acá hay situaciones graciosas con una oveja. La película tiene sus momentos divertidos pero sufre el desgaste del hecho que últimamente el humor en el cine viene por el mismo lado y no deja de ser más de lo mismo. De todos modos los que no se agotaron de ver este tipo de historias seguramente encontrarán un buen entretenimiento.
Del australiano Stephan Elliot, recuerdo en particular "Priscilla, queen of the desert", aquella comedia sobre cabarets y drags de estreno por mediados de los 90. Siempre esperé que levantara la puntería pero los títulos que siguieron en su filmografía fueron bastante desparejos. Hoy llega a nuestras salas una comedia inglesa a la australiana, o viceversa, "A few best men", producto que busca profundizar en la veta de "Death at a funeral", ya que provienen de la misma factoría. En definitiva, bodas, cumpleaños, nacimientos, muertes, son lugares donde el humor negro puede llegar fácilmente dada la conjunción especial que se da naturalmente en esos eventos. Mucho más en los países del Primer Mundo, donde todo es hiper desarrollado... En "Los padrinos de la boda" conoceremos a un chico que se casa: el carilindo David (Xavier Samuel). Resulta que en un viaje descanso se enamoró de la bella Mía (Laura Brent) y no tuvo mejor idea que proponerle formalizar la relación. Aunque recién se estén conociendo, la está muy entusiasmada con la idea y dispuesta a embarcarse en una boda que promete, ser singular a todas luces. La familia de la novia es bastante rica y posee campos en Australia, así que todo tendrá como epicentro la zona montañosa que da al pacífico en dicha isla. David necesita a sus amigos para que lo acompañen en la empresa y los reune para ello: Tom (Kris Marshall, del anterior hit de la compañía) y sus dos mejores lads (Graham y Luke) se suben entonces al avión y dejan Londres para cruzar el océano y bancar la parada en la paradisíaca Oceanía. Allí se encontrarán con la familia de la novia... Que deja bastante que desear. Bueno, no tanto, está Olivia Newton John, a quien hace tiempo que no veíamos! El papá de la que se casa, es un insufrible. Se llama Jim (Jonathan Biggins) , es político y muy controlador. Es más, es obsesivo y manipulador. Mucha gracia no le hace que su niña contraiga enlace y menos viendo el perfil de los amigos de su prometido. De más está decirles que el trío de simpáticos ingleses tienen temas con la droga, el sexo, el descontrol... No son precisamente nenes de pecho. Desde que ponen pies en Australia, generan problemas. Así es como llegamos a los preparativos finales de la boda, con mucha desconfianza por los visitantes y una relación nada auspiciosa con el padre de Mía. No voy a narrarles los eventos divertidos que tiene la cinta (porque los tiene, escatológicos hay, para los fans), pero si debo decirles que todo transcurre en un clima muy tranquilo y nada altera el ritmo de la narración... cosa preocupante si se piensa que esto debería ser una comedia delirante. Es bueno reconocer que tiene un cierto humor sutil en algunos gags que le ponen una sonrisa al espectador promedio, pero está lejos del delirio que supone una "The hangover", por ejemplo. En líneas generales el film se deja ver y hasta pueden pasar un buen momento si lo suyo son las comedias tranquilas, pausadas y refinadas. Pero no es de las cintas que desatan grandes pasiones (como lo fue su predecedora "Death at a funeral"). Está muy lejos de ella.
Una comedia de enredos fallida que no consigue divertir Hace cuatro años la comedia Muerte en un funeral se transformó en un inesperado éxito de taquilla. Un film modesto, sencillo y efectivo que funcionaba en la mejor tradición de la comedia de enredos de pura cepa británica y que contaba con un elenco que lograba tocar cada uno de los transitados pero divertidos puntos de la trama con destreza. Ninguno de todos esos logros se repite en Los padrinos de la boda, que comparte con aquel éxito guionista -Dean Craig- y productores. Lo que en la película original era simpático caos acá es confuso desorden en una trama que parece tropezar, más que avanzar, de una escena a la otra. Todo comienza en una isla remota donde David (Xavier Samuel), un muchacho británico, conoce a la bella Mia (Laura Brent), una australiana de la que se enamora y a la que casi inmediatamente le pide casamiento. El romance no será del todo bien recibido por los amigos de David que lo esperan en Londres. De todos modos, Tom (Kris Marshall), Graham (Kevin Bishop) y Luke (Tim Draxl) acompañarán a su amigo a la boda que se celebrará en la casa de la novia en Australia. Allí, el enamorado David se enterará de que su novia es hija de un prestigioso senador, empeñado en perpetuar su poder a través de ella, y que su casamiento es el evento social de la temporada. A la sorpresa no ayudará el despiste de sus amigos que por descuido terminarán por casi arruinar la boda al "invitar" a un traumatizado vendedor de drogas al festejo. Además de perder a la mascota de la familia, un carnero de considerable tamaño, que complicará aun más las cosas. Por allí, habrá también una suegra, interpretada por la estrella de la era disco Olivia Newton John, la única intérprete que logra transmitir algo de diversión y desparpajo en un elenco que no consigue hacer demasiado con el mediocre material con el que cuentan. Un guión que intenta reírse del choque cultural entre el Reino Unido y Australia pero que no despierta ni una sonrisa.
Una fiesta escatológica en Australia La idea básica de la película es que no hay mejor manera de subvertir el orden burgués que hacer lo que sea para tirar abajo la celebración de un casamiento. Una suerte de “frivopunk” fiestero que, finalmente, tiene poco de subversivo. Muerte en un funeral + La familia de mi novia + ¿Qué pasó ayer? = Los padrinos de la boda. Escrita y coproducida por varios de los responsables del exitazo aquel del velorio inglés (que en el medio lucraron con una copia estadounidense), esta película dirigida por el australiano Stephan Elliott (el de Priscilla, reina del desierto) le aplica la fórmula del funeral a una boda, implanta en ella a cuatro amigos extraviados en un país desconocido (al estilo ¿Qué pasó ayer?), hace del suegro una pesadilla aterradora (remember DeNiro en la serie con Ben Stiller), salpimienta con caca de oveja, vómito humano y mucha merca y pasa luego por caja. La idea básica de Los padrinos de la boda es que no hay mejor manera de subvertir el orden burgués que tomar todo lo que haga falta para tirar la fiesta abajo, inventando así lo que tal vez podría llamarse frivopunk fiestero a la australiana. John Waters, Luis García Berlanga, los hermanos Farrelly y varios exponentes de la llamada “Nueva comedia americana” (no todos, por cierto) demuestran que, usada en contra de la idea burguesa de buen gusto, la escatología puede ser verdaderamente subversiva. En otras ocasiones es sólo una rama del humor de vestuario, la pedorrea adolescente o el “pis y caca” del bebé. Esta es una de esas ocasiones: los cuatro protagonistas (treintañeros, ellos) parecen incapaces de intercambiar cuatro palabras sin hacer referencia a los “pedos vaginales” por los cuales uno de ellos dejó a su novia, o a que el nuevo novio de otra no tiene pito. Vecinos de Londres los cuatro, uno de ellos conoció a una chica australiana en unas vacaciones en una isla del Pacífico, y en lugar de calentarse decidieron casarse. Así, de una. El novio invita a sus amigos a que hagan de padrinos, para lo cual todos partirán rumbo al país de los Bee Gees, hallando que el padre de la prometida es un senador nacional y que la fiesta está llena de representantes del poder oficial de la isla de las ovejas. Allí, un poco por torpeza, otro poco por borrachera y bastante por puras ganas de bardear, harán de ese paraíso pastoril poco menos que un infierno de caos y destrucción. Con el mismo estilo in your face que ya había exhibido en Priscilla, Elliott convierte un guión de por sí craso y efectista en la más estridente de las caricaturas móviles. Alguien vomita sobre el primoroso plato, otro se la pasa rascándose los testículos porque el pantalón le hace picar, entre tres tienen que sacarle droga del culo a una oveja que se la tragó, el discurso nupcial se traspapela y en su lugar el disertante se encuentra con el dibujo de unas tetas, en tren de improvisar hace chistes sobre la presunta homosexualidad del novio, la suegra (Olivia Newton-John, con el rostro más estirado que Guillermo Cherasny) se abalanza sobre una pila de merca y después se quiere voltear a todos los invitados... ¿Por qué habría que ser menos burdo, si uno de los gags que más gracia causaron de Muerte en un funeral era un viejito que se cagaba encima?
Imposible reírse Una de las películas más sobrevaloradas por la crítica y el público de los últimos tiempos ha sido sin lugar a dudas Muerte en un Funeral (2007), comedia negra dirigida por un experto en el género como Frank Oz pero pésimamente escrita por Dean Craig. Sólo la aparición fulgurante del enano Peter Dinklage (en boga por estos días gracias a la serie de HBO Game of Thrones), toda una revelación por aquel entonces, merece ser recordada en una obra que pese a su ADN británico coqueteaba demasiado con el humor escatológico y ramplón de los yanquis. Fue tan inmenso el impacto de este título a nivel mundial que Hollywood, verdadera usina del copy paste a la hora de recrear éxitos ajenos, no demoró en rodar su propia versión del film con la particularidad de que buena parte de su elenco estaba compuesto por afroamericanos. Dinklage repetiría su rol de amante despechado para continuar explotando uno de los roles más bizarros de la historia del cine. El mal gusto de Muerte en un Funeral parecía muy difícil de superar pero debo reconocer que Los Padrinos de la Boda, la nueva ¿comedia? guionada por Dean Craig, ha batido todos los récords en ese sentido. Con esta coproducción entre Inglaterra y Australia se confirman mis peores temores: el género no logra dar señales de vida y siempre se puede caer un poco más bajo… Con Los Padrinos de la Boda todo lo que podía salir mal ha salido peor que mal. No es raro que nos encontremos con engendros fílmicos de toda clase y pelaje pero sorprende que suceda con una película australiana. Pensar que hubo una época que cualquier obra procedente de Oceanía llegaba a nuestro país precedida por un halo de prestigio. Claro, era la época de oro de realizadores talentosos como Peter Weir (La última ola, Gallipoli), Bruce Beresford (La fiesta de Don, Después de la emboscada), Paul Cox (Mi primera esposa), Colin Eggleston (Fin de semana mortal), Russell Mulcahy (Destructor), George Miller (la trilogía de Mad Max), entre muchos otros. Stephan Elliott, el impresentable director de Los Padrinos de la Boda, sólo cuenta en su haber con Las Aventuras de Priscilla, Reina del Desierto como antecedente válido. Y entrega aquí exactamente un manifiesto sobre todo lo que NO hay que hacer al filmar una comedia de enredos. Se suele decir que un mal guión no puede ser mejorado ni por el más dotado de los cineastas. ¿Qué nos queda, entonces, cuando ambos son deplorables? Dean Craig es un guionista que por el sólo hecho de acumular situaciones anecdóticas mechadas con gags estúpidos cree que está cumpliendo con su trabajo. Craig confunde gracia con golpes bajos y nunca se detiene a reflexionar sobre la sarta de barbaridades que se le ocurren. Lo que se le cruza por la cabeza el tipo lo escribe sin filtro alguno. Recursos soeces como la purga al carnero (que le gana por afano al personaje que se defeca encima en Muerte en un Funeral) seguramente quedarán en alguna antología que recopile escenas de un mal gusto atroz. Si provocara una miserable sonrisa al menos habría un mínimo atenuante pero la comedia no encuentra nunca el rumbo. A diferencia de la gran mayoría de los exponentes del género Los Padrinos de la Boda genera rechazo e indignación. Ni las actuaciones se salvan. Duele mucho ver involucrada a la otrora bellísima Olivia Newton-John (todavía se le reconocen las facciones pese a las cirugías estéticas) en este papelón descomunal. Olivia, no obstante, es lo más rescatable que tiene para ofrecer la película. Está sobreactuada, es cierto, pero parece ser la única que se divierte con el papel que le tocó. Distinto es el caso de los demás actores, incómodos y sin saber muy bien para donde correr: sus personajes jamás fueron debidamente elaborados por un libro insensato a más no poder. Xavier Samuel es el novio que invita a sus amigos ingleses a su casamiento en Australia. Estos energúmenos interpretados por Kris Marshall, Kevin Bishop y Tim Draxl son todos personajes sin relieve y francamente insoportables. Laura Brent es la novia que lentamente se resigna a que toda la ceremonia se vaya al diablo debido a las salvajadas de los amigotes de su media naranja. Rebel Wilson, su regordeta hermana, afirma ser lesbiana para molestar a papito (Jonathan Biggins), un senador que tiene como amuleto de la suerte a un carnero llamado Ramsy. La esposa del funcionario es Barbara (Newton-John), mujer insatisfecha dispuesta a todo luego de esnifar unas líneas de cocaína. Y por ahí también anda Ray (Steve Le Marquand), un dealer con tendencias homosexuales tratando de recobrar una fortuna en drogas que los chicos por error se llevaron de su casa. Ante este panorama sólo queda por rogar que el final llegue lo antes posible. Agobiado por el pesimismo de pronto descubro luz en la oscuridad: la sublime versión de la canción de Meat Loaf "Two out of three ain’t bad" que interpreta la banda de la fiesta se convierte en el único atisbo de buen gusto en los 97 minutos de metraje. Si esta crítica fuera un telegrama se leería así: Imposible reirse STOP Imposible identificarse STOP Imposible entretenerse STOP Imposible FULL STOP
La boda de mi (nuestro) mejor amigo Dean Craig, guionista de uno de los éxitos más rotundos que tuvo una comedia inglesa en nuestro país como fue "Muerte en un funeral" -también responsable de la remake norteamericana- intenta repetir la fórmula en el estreno de esta semana "Los padrinos de la boda". Nuevamente se plantea como excusa un encuentro familiar como es ahora el caso de una boda y antes lo había sido el funeral del título anterior, donde el delirio iba in crescendo, y por supuesto que ahora en el casamiento también habrá enredos, complicaciones inesperadas, algo de desenfado y mucha pero mucha confusión. El esqueleto que plantea Craig para esta comedia es sumamente sencillo: David y Mia se conocen en un increíble lugar de vacaciones y van desde el flechazo, el amor a primera vista... directo al casamiento. David vuelve a Inglaterra a contarle todos los detalles de esta experiencia a sus amigos -los tres padrinos del título- y asi, sin más, invitarlos al evento más inesperado: su boda. Adicionémosle a esto que Mia vive con su familia en un pueblito australiano y que cuando, prácticamente sin conocerse, David y sus amigos traten de caerle en gracia a la familia de la novia, comenzarán los enredos y el la comedia está servida. Un importante ingrediente que ayuda al delirio es que al llegar a tierras australianas, tanto el novio como los padrinos, se dan cuenta que se trata de una familia adinerada, socialmente muy bien posicionada y cuyo padre es un importante senador que intenta transmitirle la banca a su hija. Y ya a partir de la despedida de solteros, todo se va yendo de control y los amigos de David no lograrán, ninguno de ellos, llegar al momento de la boda como habían acordado ni cumplir con ninguno de los rituales del ceremonial. Con una receta que más que parecerse a "Muerte en un funeral" remite directamente al descontrol de la saga de "Qué paso ayer?" todo huele como muy conocido. Incluso los enredos en una boda plagada de situaciones en donde todos los detalles se complican cada vez más, implicando tanto a los padrinos como a los invitados, ya había sido transitado en la película nacional "Mi primera boda" y por lo tanto, si bien el ritmo de esta comedia inglesa está logrado en todo momento, siempre hay que lidiar con la sensación de que no hay mucho nuevo para contar. Ya desde la icónica "Despedida de Soltero" en donde hasta un burro terminaba participando de una desaforada fiesta, incluir algún simpático animalito en la trama ya no es novedad aunque siempre rinde sus buenos dividendos. ? En este caso los mejores gags corren por cuenta de las peripecias en torno a una oveja (ya también había un monito en "Qué paso ayer 2" por ejemplo y hay situaciones hilarantes con un perro en "Loco por Mary" sólo por citar un par de ejemplos) y en general, si bien el ritmo es acertado y las situaciones son divertidas, el delirio no parece ir creciendo naturalmente como pasaba en "Muerte...". ?? Las piezas dispuestas por el guionista aparecen ya, desde un primer momento, sumamente forzadas y demasiado intencionales como para que en algún momento de la trama, intenten lograr el cometido. Pero justamente la base de lo más ocurrente y divertido, es lograr que nos parezca delirante sin ser burdo o demasiado previsible. Y mal que le pese, "Los padrinos de la boda", navega completamente a dos aguas. Hay momentos en los cuales encuentra el rumbo de una buena comedia de enredos, logrando algunas situaciones muy graciosas (las ya mencionadas con la oveja y cuando los protagonistas se ven implicados con un particular dealer de cocaina -un papel a cargo de Steve Le Marquand, quien le sabe sacar perfecto provecho-), pero hay algunos otros en donde la exageración hace que la situación no logre encontrar el tono justo para dar en la tecla o que remiten a situaciones muy similares en las comedias ya nombradas o con un dejo de "Bridesmaids-Damas en Guerra" o "Los rompebodas". Como puntos a favor, el elenco que maneja Stephan Elliott -muy lejos de la brillante "Priscilla, Queen of the Desert" y más cerca de la corrección de "Buenas Costumbres"- es compacto y se desenvuelve funcionalmente dentro de lo que la trama quiere contar. Una de las perlitas del elenco, es la reaparición dentro del cine australiano de Olivia Newton-John, recordadísima estrella de musicales como "Grease" o "Xanadú" en un papel descontracturado, entretenido, el que parece haber disfrutado y aprovechado en todo momento para jugar y divertirse, aunque pueda haber algunos momentos en que quedemos distraídos por intentar reconocerla tras una pequeña catarata de cirugías estéticas. Sabiendo que no se pretende mucho más que un entretenimiento liviano y bien armado, "Los padrinos de la boda", puede ser un buen pasatiempo de esos que no dejan enormes carcajadas, pero sí algunas amplias sonrisas.
La fiesta olvidable Comedia australiana, más escatológica que transgresora. Los difusores de Los padrinos de la boda destacan que el guionista es Dean Craig, el mismo de Muerte en un funeral (película que, nobleza obliga, le gustó mucho más al público en general que al autor de estas líneas). En cualquier caso, mientras uno ve Los padrinos... surgen interrogantes. ¿Son tan limitados los guionistas de “renombre”? ¿O escriben para espectadores que demandan, masivamente, un trazo tan grueso? El humor de esta comedia típica de fiesta de casamiento es casi siempre escatológico, lo que la acerca más al infantilismo que a la transgresión. No hay, en esta apreciación, un reparo moral; sí estético y artístico. Este filme, abundante en clichés, habrá sido hecho para un público que demanda eso, pero lo cierto es que su ingenio y su delicadeza no superan en mucho al de esos tipos que se entusiasman con las despedidas de soltero. Vayamos a la trama. Durante unas vacaciones en una isla, un muchacho inglés (Xavier Samuel) vive un romance con una chica australiana (Laura Brent). Al despedirse, él le dice que no quiere que todo termine en un amor de verano: le propone casamiento. Poco tiempo después, el muchacho y tres amigos (que se comportan como los peores del colegio, aunque ya estén grandecitos) viajan hasta Australia para celebrar la boda. La familia de ella hará su aporte al caos y las disfunciones: el padre es un senador de ultraderecha; la madre (Olivia Newton John), una mujer que se revelará adicta a cierta festividad desbordante de alcohol y cocaína; la hermana, una joven obesa que finge ser lesbiana para desagradarle al padre fascista. Dos de los amigos del novio le compran droga a un narco local. La familia de la novia tiene como adorada mascota a un carnero que será capturado para la despedida... Excusas para generar situaciones de las llamadas delirantes, aunque mucho más justo sería decirles simplemente grotescas. La película, de Stephan Elliott, se estructura en base a gags: como se ha aclarado, de gusto discutible. Incluso si uno aspira a ver un producto de incorrección política sin concesiones se encontrará con escollos, como un tramo final que busca ser, pese a todo, edificante.
La fiesta no es acá Sabido es que no hay nada peor para un chiste que anunciarlo demasiado, provocar en el espectador una expectativa desmesurada, decir "escuchá, cuchá que es buenísimo! Te vas a morir!". El chiste está muerto antes de ser contado. Desde el inicio de esta película todo nos hace saber que se trata de una comedia de efecto "cascada", los personajes y situaciones son presentados de forma tal que solo nos queda esperar su turno para intentar sacarnos, como mínimo, una sonrisa. Pero todo es tan previsible y obvio que los gags pasan sin pena ni gloria. Un muchacho conoce a una muchacha mientras están de vacaciones. Con apenas una semana de novios deciden casarse. Él vive en Inglaterra, ella en Australia. Él cuenta con tres amigos, uno más perdedor que el otro. Ella tiene una familia adinerada y de alta posición política. Cuando todos estos elementos se juntan la explosión se hace tan inevitable como obvia. La actuación del protagonista Xavier Samuel es pésima, tiene menos gracia que un desalojo, mientras el histriónico Kris Marshall no puede solo con un guión que está a años luz de la celebrada "Muerte en un Funeral". Esta vez el humor inglés dejó lugar al peor humor yanki, escatología incluida, que nos remite a las más eficaces "Qué Pasó Ayer" o "La Familia de mi Novia", en las que está película se "inspira" afanosamente.
Del mismo guionista y productores de “Muerte en un funeral” y sin llegar a lo memorable de esa película. Otra vez un acontecimiento, en este caso un casamiento, convoca a los torpes de siempre, algunos repetidos, a los provocadores de problemas, a los impresentables en general. En este caso, de parte del novio. No es nuevo, no es genial. Divierte.
El testimonio de dos culturas Hay un novio en tren de casamiento, sus amigos, futuros padrinos de la boda y una distancia a recorrer desde Inglaterra, el país de origen de los cuatro y Australia, el país de la novia en que se realizará el casamiento. Aparentemente hay mucha diferencia entre los primeros y los segundos. Los ingleses David, Luke, Tom y Graham son algo así como los "chicos terribles" de la zona y gustan de todo tipo de transgresiones; mientras la familia de Mia, futura esposa de David es lo que se dice "un grupo tradicional" y de óptima situación económica. El choque inicial de los amigos ante la sorpresiva boda de David, disgustados por la falta de consulta ante, según ellos "un romance de verano que nunca debió tansformarse en boda" continuará en las Montañas Azules australianas, idílico lugar, donde los "mpadrinos" traspasarán su locura ingresando a la mansión de la novia. GUION FLOJO La película fue escrita por Dean Craig, el exitoso guionista de "Muerte en un funeral" y producida por los que también intervinieron en el recordado éxito inglés. "Los padrinos de la boda" acumula sus mejores momentos en la primera parte. Para luego convertirse en una desaforada acumulación de gags de no demasiada comicidad, que llegan a la astracanada (algo así como lo más burdo que puede obtenerse como recurso humorístico) y muestra superficialmente las diferencias culturales de dos países. Caos nupcial en el que en lugar de enanos e invitados alucinados por droga y alcohol como en "Muerte en un funeral" se acumulan traficantes desubicados, la rareza de carneros disfrazados con "knickers", y escandalosas y bellas suegras pasadas por alta dosis de cocaína (Olivia Newton John). Deja que desear el manejo del guión y el guión en sí. La comercialidad del proyecto y eso que el guionista fue el mismo de la estupenda y fina comedia inglesa "Muerte en un funeral" y el manejo formal denso en ciertas partes del director de la muy buena "Priscilla" son puntos en contra en una comedia que va tras la risa fácil. Es excelente la producción técnica, el vestuario, el diseño, la música y los actores.
La cinematografía australiana sabe cómo sorprender. De allí surgieron hits violentos —la trilogía Mad Max—, películas de terror, comedias, dramas y directores como Peter Weir, George Miller, Baz Luhrmann... y Stephan Elliot. En realidad, el muchacho la pegó con Las Aventuras de Priscila, la Reina del Desierto, una película sobre las andanzas de tres drag queens (Terence Stamp, Guy Pearce y Hugo Weaving). Luego de vivir en el exterior y de hacer otros films, regresa a sus pagos y se reúne con su viejo equipo creativo, al que se le agregan el guionista y los productores de la británica Muerte en un Funeral. El resultado: Los Padrinos de la Boda. Al llegar a su Inglaterra natal, David (Xavier Samuel) anuncia que se casará con Mia (Laura Brent), una chica que acaba de conocer en un viaje. La boda se realizará en Australia, la patria de la chica. Los extravagantes amigos del novio lo acompañan a “Cangurolandia” ya que oficiarán de padrinos. El encuentro con la no menos normal aunque muy adinerada familia de Mia, sumado a otras yerbas, provocarán una serie de situaciones incómodas que pondrán a prueba el casamiento y las relaciones entre los personajes. A diferencia de Las Aventuras..., que tenía bastante de drama, esta película es una comedia hecha y derecha que apela al humor satírico y escatológico. Por un lado, hay una mirada ácida de la cultura australiana y la hipocresía de la alta sociedad de esa parte del mundo. Por otro lado, los chistes con sexo —en especial, de corte zoofílico—, alcohol, drogas y vómitos están a la orden del día. Incluso una de las secuencias, en la que interviene un carnero propiedad del padre de Mia, remite a Despedida de Soltero, aquella película con Tom Hanks. Xavier Samuel, uno de los vampiros malos de La Saga Crepúsculo: Eclipse, está bien en el rol del enamorado David, pero los que se roban la película son los padrinos. Kris Marshall -que trabajó antes con Elliot en Buenas Costumbres y actuó en la mencionada Muerte en un Funeral- vuelve a demostrar lo bien que le sienta el género; él hace de Tom, el más coherente de los amigos, pero también uno de los más fiesteros. Kevin Bishop interpreta a Graham, el más aniñado y desopilante del grupo, y Tim Draxl es Luke, el que vive atormentado porque su chica lo dejó por un hombre sin pene (¡!). La cereza del postre: Olivia Newton-John. La otrora pareja de John Travolta en Grease, la diva de Xanadú, la cantante del One Hit Wonder ochentoso “Physical”, aquí encarna a la madre de la protagonista y se roba sus escenas cuando, para no hacerse problemas, empieza a aspirar cocaína. Los Padrinos de la Boda se inscribe en el subgénero películas de casamientos que incluye desde las dos versiones de El Padre de la Novia hasta la argentina Mi Primera Boda, pasando por toneladas de ejemplos. Si bien no llega a ser genial, cumple con su cometido de hacer reír un buen rato y, de paso, nos lleva a pensar en todo lo que haríamos por nuestros amigos.
De la mente creadora que dirigiera aquella memorable y peculiar película que fue Las aventuras de Priscilla: Reina del desierto, Stephan Elliot, llegó a la cartelera porteña. Los padrinos de la boda es una escatológica comedia australiana que, aun viniendo precedida por la fama de sus productores, los encargados de dar vida a la original Muerte en un Funeral, no sorprende con su propuesta David (Xavier Samuel uno de los vampiros “ malos ” de la saga Crepúsculo) conoce a Mia (Laura Brent) en un viaje de vacaciones y juntos viven un intenso romanc , el amor es tal que ambos se embarcan en la aventura de casarse pese al poco tiempo que se conoce . Así él volverá a su tierra natal para anunciarle a sus amigos la noticia e invitarlos a las tierras australianas para que oficien de padrinos del enlace. A partir de entonces comenzará una alocada carrera que incluirá drogas, toques de zoofilia, escatología en elevadas dosis y mucha incorrección política, en la que el joven novio deberá conciliar los vicios ocultos de sus amigos con la familia de su novia. La madre de la novia (una casi irreconocible Olivia Newton John) tratará de ser la conciliadora entre el férreo padre y la ilusionada novia que tal vez empiece a temer la apresurada decisión. Mas cercana en el estilo y la impronta a Damas de honor, donde el chiste obvio y escatológico está a la orden del día, el film se erige como un entretenimiento valido para los amantes del humor físico, sin demasiadas innovaciones y con un incesante desfile de gags. Un film que como el amor se siente o no se siente. Una cuestión de piel cinéfila.
Unos aguafiestas Cuatro amigos británicos con la maduración un poco retardada viajan juntos a Australia para participar en un acontecimiento inesperado. Uno de ellos conoció a una chica en una pequeña isla durante unas vacaciones, y el flechazo fue tan intenso que decidieron casarse. Pero eso pasa a ser un detalle. Al llegar a la casa de la novia, descubren que es una mansión, propiedad de un senador, el suegro, y que a la fiesta asistirá la más selecta crema de la sociedad local. Enfrentados a esta situación, los muchachos ingleses son una especie de elefante suelto en un bazar, y pronto empezarán a dar muestras de ello. Uno, emborrachándose porque le rompieron el corazón hace muy poco; otros dos, enredándose con un peligroso traficante local de drogas. Todo esto, mientras la prometida se esfuerza por tomar con una sonrisa los papelones que se suceden uno tras otro, la suegra (bienvenida reaparición de Olivia Newton John) se convierte, con la ayuda de algunas sustancias, en la principal animadora de la fiesta, y el senador se desvive por disimular y seguir tejiendo sus relaciones políticas. Stephan Elliot es un director conocido en Argentina, que en 1994 dirigió una pequeña comedia de culto, Las aventuras de Priscilla, reina del desierto, y de quien últimamente se vio Buenas costumbres, también una comedia, en este caso acerca de un joven inglés que se casa con una glamorosa norteamericana. Tema parecido al que trae ahora con Los padrinos de la boda, aunque en este caso se produce un retorno al tema preferido de muchas humoradas, que toman a la ceremonia del casamiento como su eje. La película tiene muy buen ritmo, buenas actuaciones, buena banda sonora, buena fotografía. Evaluar la calidad de su humor es más delicado, porque allí tallan muchísimo las cuestiones de gusto personal. El espectador encontrará ironías acerca de clases sociales, slapstick (exageración de la comedia física), humor escatológico, de rivalidades entre países, acerca de las parejas.
Muy lejos del humor de “Muerte en un funeral” Un joven inglés conoce a una chica australiana en una isla del Pacífico. Decide casarse, y luego también decide llevar de padrinos a sus tres amigos impresentables. Como puede advertirse, es un joven de decisiones apresuradas. Pero los amigos tienen peores defectos. Y peor aún, los productores y el libretista, cuyo único mérito hasta el momento es «Muerte en un funeral». Ya habían mostrado la hilacha adaptando esa comedia para el mercado afroamericano, con oscuros resultados, y acá siguen en caída. Lejos de la sátira de humor británico, ahora quisieron hacer (y la macana es que la hicieron) una comedia al estilo de las guarangadas de humor norteamericano tipo «¿Qué pasó ayer?» y similares con gandules cercanos al más franco cretinismo tardoadolescente. De modo que casi todo lo que se imagine el espectador en materia de asqueroso y desagradable, los tres padrinos lo hacen. Víctima principal de sus fechorías es un carnero de raza. También hay un camello de mercadería y carácter poco recomendables, un animal entorchado que oficia de suegro, y, entre otras bestias congregadas para la boda, ni hablemos del equino desatado en que se convierte la suegra cuando esnifa ciertas cosas justo el día menos conveniente. Olivia Newton-John es la suegra, y, dentro de lo que cabe, también es la única figura que se luce. Caramba, cómo pasa el tiempo, doña Olivia ya tiene 62 años. También ha pasado el tiempo para el director Stephan Elliot, que hace casi veinte había llamado la atención con «Priscilla, la reina del desierto». En resumen, un pasatiempo indicado solo para quienes gusten de las comedias guasonas, gamberras o como quieran llamarse. Pero aun dentro de este sub-sub-subgénero cabe considerarla floja.
El humor inglés puede no ser inteligente Lo bueno de los prejuicios y las sobrevaloraciones construidas como reglas inflexibles, es que están hechas para romperse. Hay toda una corriente de espectadores que suponen que si es inglés y cómico, no puede ser menos que inteligente, brillante, ácido, sarcástico, original, creativo. Por ejemplo, andá a decirles que los Monty Python habrán sido muy críticos y subversivos en su discurso, pero que sus películas nunca dejaron de ser televisivas, mera sucesión de chistes pegados con mayor o menor fortuna, pero sin nunca poder conformarse como relato cinematográfico. Andá a explicarles que sí, que The office británica es muy buena, pero que la versión yanqui no sólo que la adaptó acertadamente sino que tuvo la brillantez de darle mayor vuelo a los personajes, desarrollarlos por fuera del cinismo unidireccional que tenían los originales. En este marco donde la comedia británica siempre es celebrada acríticamente, Muerte en un funeral se convirtió en un éxito impensado en la Argentina. Si hasta hay gente que la usa de referencia para negar los valores de la comedia norteamericana actual (que, con sus fallas y desaciertos, es la mejor comedia que se hace en el mundo), cuando en verdad no era más que una repetición camuflada de fórmulas con chistes trillados y un final, vergonzosa e innecesariamente moralista. Por eso quiero reconocer que a pesar de parecerme una película pésima, le agradezco a Los padrinos de la boda el hecho de venir a confirmar que la comedia británica también puede ser espantosa y escasamente graciosa. También quiero decir que resulta bastante injusto para con los divertidos Monty Python y el genial Rick Gervais que sus nombres queden pegados en un texto junto a Muerte en un funeral o Los padrinos de la boda, que en lo único que se parecen es en que son británicos. Aquí los abandono, y vamos con la boda horrenda esta. Los padrinos de la boda no es sólo mala por su maldad intrínseca (falta de timing, actuaciones sin gracia, chistes obvios, situaciones vulgares sin un gesto subversivo, personajes intrascendentes, un montaje desprolijo), sino porque además se nota su construcción sobre la base de formatos recientes de comedias exitosas. No sería tanto el problema de su parecido con Muerte en un funeral, ya que estamos ante el mismo guionista, sino que hay aquí un calco vergonzoso de la fórmula (que era ya una fórmula reformulada) de ¿Qué pasó ayer?, y no sólo porque los protagonistas son cuatro y se ven envueltos en situaciones virulentamente grotescas, sino porque además cada uno cumple un rol similar al de aquellos, algo exacerbado en el Graham de Kevin Bishop tan gordito freak, tan parecido al Alan de Zach Galifianakis. Lo peor, además, es que si ¿Qué pasó ayer? (que no me parece ninguna genialidad) tenía que darle una vuelta de tuerca formal a la típica comedia machista de hombres fiesteros, consiguiendo algún tipo de reflexión sobre el subgénero, Los padrinos de la boda está contada como si no hubiera pasado nada en la comedia en los últimos veinte años. La acumulación de elementos (porque esta es una comedia que debería funcionar en el crescendo descontrolado) trae chistes con drogas, vómitos, animales en situaciones escatológicas (que aprendan un poco de los Farrelly che…), mujeres que se alocan, sexo verbalizado, entre muchas otras cosas, pero lo único realmente gracioso aquí es la australiana Rebel Wilson, la obesa hermana de la protagonista, conocida especialmente por su pequeña participación en Damas en guerra. Incluso pareciéndose un poco a la nacional Mi primera boda (que ya se parecía basta a Muerte en un funeral, aunque era un poco más digna), estos padrinos para nada mágicos son un escalón muy bajo de la comedia. Los padrinos de la boda ni siquiera se conforma con ser una mala comedia y ya. No, también se empeña en dejar algún tipo de aprendizaje sobre la amistad y la familia. No causa.
Este filme viene precedido en su avance publicitario grafico que reza “Del guionista y productores de “Muerte en un Funeral” (2007), y eso da un halito de esperanza que vamos a estar en presencia de, al menos, una buena comedia., más allá que el título de un tanto por tierra con ese juicio de valor a priori y sesgado por una información, si bien no falaz, incompleta. Craso error. Este ejemplar de cine ingles podría ser llamado a ser esa excepción que confirma la regla, pero también sería una equivocación, ya que se trata de una coproducción con Australia y el director (Stephan Elliott) es originario de la tierra de los canguros. Situación que no invalida nada, pero no es el británico Frank Oz. La historia se centra en dos jóvenes. Él, David (Xavier Samuel), ingles, londinense, huérfano y apéndice de sus amigos del alma y de la vida con quienes constituye un cuarteto de idiotas, conformado por Tom (Kris Marshall), Graham (Kevin Bishop) y Luke (Tim Draxl). Ella, Mia (Laura Brent) es australina, hija prodigio de un matrimonio de clase alta, integrada por su padre Jim (Jonathan Biggins), un político con influencias, el segundo del partido, ejerciendo el cargo de senador, Barbara (Olivia Newton-John), una madre desatendida, insatisfecha, todavía con tantas ansias, como porte de mejores tratos, y para completar el cuadro familiar esta Daphne (Rebel Wilson), la hermana gorda de Mía, en las antípodas, que se presenta como lesbiana con el sólo fin de fastidiar a su progenitor. Mía y David se conocen en un paradisíaco lugar de veraneo, playa, mar, sol, y lo que debería haber sido una aventura semanal de vacaciones se trasforma en una boda, no por apuro sino por decisión de los enamorados. Nadie esta contento, ni los amigos de uno, ni la familia de la otra, con los primeros intentando boicotear la elección de su amigo. Presentados los personajes y la situación se termino el filme. Todo es tan previsible, chato, burdo, con gags articulados intentando ser una comedia de situación, deja de ser previsible para tornarse evidente. El guión acumula una cierta cantidad de influencias, por no decir sustracciones, a una infinidad de producciones yankees de estas características, siendo su abanderada la excesivamente sobrevalorada “¿Qué Paso Ayer?” (2009), sólo que en esta no asoma la intención de ser pretenciosa, lo que en cambio si se insinúa en “Los Padrinos de la Boda”, fatua desde lo discursivo pero sin sustento desde lo narrativo. A esto hay que sumarle la vertiente escatológica que intentará posicionarlo como provocador, pero apenas suma para ser descalificada. Nada aparece rescatable, los personajes son un catalogo de lugares comunes, tanto en su construcción como en sus acciones que los terminan definiendo; la pareja protagónica tiene menos química que Carlos I de Anillaco y la chilena Cecilia Bolocco. Ni hablar de poder dar cuenta de algún registro histriónico por parte de ellos. En ese rubro sólo sale airoso el buen actor que es Kris Marshall.
Fiesta a la australiana Los Padrinos de la Boda reúne a Dean Craig, guionista de Muerte en un Funeral y al australiano Stephan Elliott (Las Aventuras de Priscilla, Reina del Desierto) en la dirección. Lo primero a destacar es que esta comedia no tiene absolutamente nada que ver con la calidad que había logrado Muerte en un Funeral en cuanto a guión. Los Padrinos de la Boda es una película divertida pero que continúa con la seguidilla de comedias más hollywoodenses del estilo de ¿Qué Pasó Ayer? en donde la fórmula parece radicar en qué muestra la fiesta más loca, escatológica y llena de drogas del mercado. Dentro de este género Los Padrinos de la Boda funciona y divierte aunque a veces las situaciones resultan demasiado forzadas y predecibles. Los aciertos de esta película son algunos recursos visuales interesantes que acompañados de la fotografía son funcionales al estilo de lo que pretende contarse, un buen ritmo que hace que la película no decaiga y sobre todo el contraste que surge de pensar en lo terriblemente aburrida e insulsa que iba a resultar esa fiesta sin la aparición de los tres amigos de David, el protagonista. Este contraste dado por la mecanización en los preparativos de la boda, las escenografías, los personajes y la música por parte de la banda que actúa durante la ceremonia estalla con las personalidades y los enredos en los que se meten los 3 amigos de David. Sus fallas por otra parte están dadas por un guión hecho sin mucho esmero y un final que junta todos los clichés de las películas románticas y cómicas de los últimos años en sólo 5 minutos. Los Padrinos de la Boda es una película que entretiene pero hay que tener en cuenta que está lejos del humor de Muerte en un Funeral y más cerca de las comedias "desmadradas" que dio Hollywood últimamente.
LAS PEORES COMEDIAS DEL MUNDO Del lamentable guionista de Muerte en un funeral, llega ahora Los padrinos de la boda, otro bodrio que, como aquel film, pelea por el podio a la peor comedia del mundo. Amo la comedia. Disfruto mucho las comedias y me las tomo muy en serio como películas. Desde el slapstick del cine mudo a la sátira, de la screwball comedy a la parodia, la comedia es uno de mis géneros favoritos. Tengo un solo límite: no me gustan las comedias que no me hacen reír ni una sola vez. Es más, me enfurecen. Hace unos años un bodrio de mal gusto pero sobre todo de mediocre timing, arrasó con la taquilla y el público que jamás entendió ni disfrutó de la comedia decía que era excelente. Esa comedia era la insufrible Muerte en un funeral, dirigida por el director norteamericano Frank Oz pero producida en Inglaterra. Más patética incluso que esta comedia era escuchar a los ignorantes decir “amo el humor inglés”. Tenía esa película tanto humor inglés como las comedias con Olinda Bozán de humor coreano. Ni una risa me produjo semejante porquería. Nadie que ame el humor o comprenda la comedia podía pasar por alto lo mal hecha que estaba. Fui un iluso al pensar que el éxito de la película no iba a tener consecuencias. Las tuvo y acá se estrena con el título de Los padrinos de la boda. Sin duda gracias al aporte del mismo guionista y los mismos productores de Muerte en un funeral, esta comedia vuelve a producir en mí el mismo hermoso efecto: Cero risas. Obviamente, una comedia que produce cero risas produce con el correr de los minutos, furia. Qué un genero tan bueno sea bastardeado de esta manera, es lamentable. La ironía final es que la película no sólo roba mucho de su antecesora, sino que suma plagios u homenajes a ¿Qué pasó ayer?, La familia de mi novia, Despedida de soltero y otros títulos. Poco importa, no será esta la ocasión para cambiarle el (no) gusto a nadie. El que crea que esto merece ser visto y quien tenga la dudosa suerte de reírse aunque sea una vez, que lo haga. Hay gente que ama las malas comedias e incluso las malas comedias sobre bodas. Cómo alguien dijo una vez: Hay gente para todo.
Una comedia llena de clichés, muy previsible y pochoclera, tal vez para verla una tarde lluviosa. Esta comedia, del mismo escritor y productor de “Muerte en un funeral”, que fue premiado en el U.S. Comedy Arts Festival y en Locarno y se convirtió en éxito en varios países; por esto deciden reunirse con el director Stephan Elliott (Una familia sin clase), quien quedo a fuera Oz, para realizar esta nueva comedia “A Few Best Men” en España su tradujo como: “Una boda de muerte” y aquí en Argentina como: “Los padrinos de la boda”. Todo comienza después de un viaje. El joven británico David (Xavier Samuel) regresa para reunirse con sus amigos y contarles que se va a casar con una chica que conoció en Australia ella es Mía (Laura Brent), como él es huérfano, ellos serán los padrinos de su boda y para eso viajaran todos a Australia lugar donde va a ser la gran fiesta. Es el inicio de una serie de hechos desafortunados, sus amigos están compuestos por un recién separado, un torpe y un hipocondríaco acomplejado, ellos son: Tom (Kris Marshall), Graham (Kevin Bishop) y Luke (Tim Draxl). Cuando llegan donde será la ceremonia conocen al padre de la novia, un senador millonario Jim (Jonathan Biggins), la madre Bárbara (Olivia Newton-John), cuando comience a desarrollarse su personaje, sabremos que es adicta a la cocaína y al alcohol, Daphne (Rebel Wilson), la hermana de la novia, en un principio se presenta como lesbiana, pero luego nos enteramos que es solo rebeldía asi sus padres y la mascota de la familia, un carnero; aunque estos detalles lo develemos son hechos previsibles. Continuemos con las situaciones trilladas, la despedida de soltero, fue tal borrachera que ni se acuerdan lo que hicieron, las cosas se complican en todo momento y la boda no resulta como esperaban, los tres padrinos contribuyen a una boda alocada, en un caos y el constante choque de culturas, entre los amigos de él y la familia de ella y como es de prever se pierde el control total. Es un film nada original, solo quieren repetir la clave de la anterior “Muerte en un funeral” que eran los enredos y las situaciones alocadas, que le dieron el éxito y ahora las escenas disparatadas en una boda, esto no se logra, queriendo copiar la misma estructura de “The hangover” (¿Qué paso ayer? o Resacón en Las Vegas), lo que se pretende lamentablemente no resulta, abundan los gags burdos, escatológicos y groseros, que se van entremezclando entre lo visual y lo verbal. Un párrafo aparte para la presencia de Olivia Newton-John (Actriz en Grease y Xanadu, hoy con 63 años), su personaje es divertido y alocado, y podemos afirmar que se entretuvo en la filmación.
¿Sabía usted que el costumbrismo y el grotesco no son patrimonio argentino? Esta comedia habla de tres británicos que llevan a uno de ellos a casarse a Australia. Hay ecos -más que ecos- de Despedida de soltero (aquella en la que arrancó la carrera de Tom Hanks, sí, señor, créalo), de American Pie y de ambas ¿Qué pasó ayer? El problema es que en todos los casos uno recuerda el original. Ah...no se pierda el trabajo como suegra loca de Olivia Newton-John. O, mejor dicho, piérdaselo.
Cuando se acaban las ideas "A few best men" es el claro ejemplo de que la frase "de los mismos productores de..." no es igual a "del director de...". No es lo mismo productores que directores, y en este caso se notó totalmente en el resultado. Basta con citar algún ejemplo como la flojita "Sanctum" que venía apadrinada por James Cameron pero la dirigía Alister Grierson. A la peli se la promocionó como la nueva "Muerte en un Funeral" pero ni cerca está de llegarle a los talones. La película de Frank Oz estrenada en 2007 fue un suceso disparatadamente encantador, divertido, histérico, que dejaba la sensación positiva de haber aprovechado el precio de la entrada al cine o el alquiler del DVD. Esta supuesta sucesora es una fiasco que no convence y que carece de personalidad propia. Si bien participó el mismo guionista de la recordada comedia británica, parece que el maestro esta vez se quedó sin inspiración y decidió hacer una mezcla de 2 pelis exitosas esperando que esto funcionara y nadie se diera cuenta... ¿adivinaste las pelis? Sí, un mix de "Muerte en un Funeral" y "¿Qué pasó ayer?", un mejunje en el cuál se advierten características groseras de estos films, como por ejemplo, que el velorio sea ahora un casamiento, que el tigre de Mike Tyson se convierta en carnero y sí... también aparecen cosas metidas en el culo de alguno de los protagonistas. Hay muchas situaciones ridículas, demasiadas, pero los momentos en los que realmente lograr sacar una sonrisa espontánea al espectador son poquísimos. Creo que gran parte del problema fue el cast que seleccionaron, empezando por un protagonista insulso y un Kris Marshall ("Love Actually") al que le queda grande el rol protagónico. No tiene nada nuevo, no es original, los chistes no son muy divertidos y por momentos se vuelve pesadísima. Sólo recomendada para aquellos que disfrutan del disparate puro y sin sentido.