“Los Vagos” es una película escrita y dirigida por Gustavo Biazzi y protagonizada por Agustín Ávalos, Ana Clara Lasta, Emanuel Gómez, Juan Pablo Vitale, entre otros. Los integrantes de “Los Vagos” quieren explotar los restos de adolescencia que les queda en el tintero, antes de que la carroza de la adrenalina juvenil se convierta en la calabaza del compromiso y las responsabilidades. Guiada por el caminar flotante de Ernesto, el protagonista, la ópera prima de Gustavo Biazzi se cuela en la rutina desordenada de un grupo de amigos mientras pasan sus vacaciones entre Posadas e Ituzaingó. El director nos trae una cinta con diversos toques de comedia y drama mezclados con una temática adolescente, que logran estar bien combinadas. Tenemos distintas situaciones donde nosotros como espectadores podemos sentirnos identificados con las personalidades de los personajes y cómo tratan de solucionar sus problemas. Vemos que se actúan y se muestran ciertas situaciones que todos pasamos en algún momento de nuestra adolescencia: relaciones amorosas, viajes con amigos, etc. La trama es bastante simple pero se puede comprender con el transcurso del tiempo que sucede en la cinta. Tenemos un elenco joven y con poca experiencia, pero que en términos generales logran personificar de buena manera al personaje que cada uno le fue asignado y además consiguen tener una química positiva. En cuanto a los aspectos técnicos, observamos que tenemos muy poca banda sonora dentro del largometraje y que al momento de aparecer y desaparecer lo hace abruptamente o de repente. También hay momentos en donde no se logra escuchar ciertos diálogos de los personajes debido al ambiente y contexto donde se encuentran. En cuanto a la ambientación y los diferentes escenarios, están muy bien logrados. En resumen, “Los Vagos” es un interesante filme de drama y comedia adolescente donde tanto jóvenes como adultos podemos recordar y sentirnos identificados con los personajes y sus actitudes dentro de la trama.
El verano del desencanto Para el protagonista de esta opera prima del director Gustavo Biazzi regresar en verano a Posadas implica por un lado el reencuentro con viejas prácticas adolescentes, amigos de otro tiempo, dispuestos a jugar de cómplices en la búsqueda incansable de sexo y diversión. También el punto de partida de un posible viaje a Florianópolis con su novia teniendo en cuenta la proximidad de Misiones con el país hermano. Ernesto en Buenos Aires no tiene la libertad para dejar fluir el deseo, a pesar de establecer un vínculo con su novia, a punto de recibirse en la facultad de Derecho y ese es el principal detonante para tomar decisiones apresuradas y más aún si se trata de la noche, amigos y el peligroso pero a la vez seductor camino de la infidelidad veraniega. Los vagos es una opera prima con personalidad propia y sabe recorrer la intimidad de este grupo de amigos de una manera pausada, aunque no contemplativa. Por momentos se vuelve intensa porque se contagia del clima del desborde sin responsabilidades para construir con paciencia un atractivo retrato de adolescencia, en la ciudad de Posadas. Protagonista también de la película. La naturalidad es el arma de mayor eficacia para lograr los climas que este tipo de relatos semi intimistas necesitan, así como algunas situaciones que derivan hacia el humor o a un sutil cambio de registro con cierta búsqueda de aire cuando la densidad narrativa acusa algún defecto por repetición. La transformación de Ernesto se lee como esa procesión del abandono de una piel por otra, en sintonía con los conflictos entre él y su novia ante la llegada de terceras que ponen en jaque la confianza. Como toda opera prima que apuesta a la honestidad en la historia que quiere contar es realmente elogiable el espacio que el director le da al sexo, a la seducción y a la sensualidad de lo nocturno, con un trabajo riguroso a nivel fotografía, algo que podía esperarse debido al origen del director nacido en Posadas en este territorio del arte y la cinematografía.
El titulo corresponde a un clan de los amigos de la adolescencia que quedó en la Posadas natal del protagonista y con quienes se reencuentra en las vacaciones de sus estudios en Buenos Aires. Y aunque llega con su novia, pronto el grupo de pertenencia lo gana en ese mundo donde el sexo llegará por la prostitución compartida, o la actitud constante de “caza” de las mujeres como trofeo. Esa filosofía machista impera en todo el film y si bien es el retrato de una época, fines de los 90, no deja de hacer ruido. La historia es que ese joven por estar con sus compañeros se contagia de sus costumbres y por un hecho fortuito acorde pierde a su novia. A quien supuestamente quería. Un acercamiento a un estilo de vida de una clase media que valoriza una vida vacía, una adolescencia alargada con ideas de la generación anterior. Solo con momentos logrados.
El último verano Gustavo Biazzi es uno de los directores de fotografía argentinos más relevantes de la actualidad. Sus trabajos recientes incluyen films como La Patota (2015), Fin de semana (2016), El cielo del centauro (2015) o Los dueños (2013). Ahora, debuta en la dirección con Los vagos (2017), una historia iniciática sobre el paso de la adolescencia a la adultez filmada en las ciudades de Posadas e Ituzaingó (Misiones). Ernesto está estudiando en Buenos Aires y comenzado el verano vuelve a su ciudad natal para pasar las vacaciones con familiares y amigos de la infancia. Entre asados, tardes de sol, viajes en lancha y enredos sentimentales transcurren los días abúlicos de la adolescencia que termina y una adultez que no se quiere asumir. Ambientada en una época donde los celulares no manejaban la vida de las personas, Los vagos es una película de tránsito, de pasaje, de crecimiento, pero con la particularidad de tomar a un grupo de jóvenes provincianos, en este caso misioneros, cuya idiosincrasia y costumbres pueden resultar diferentes a la de cualquier muchacho de la misma edad que vive en cualquier otra provincia argentina y más aun en la ciudad de Buenos Aires. Y por eso, desde entrada la historia debe ubicarse en ese contexto espacial, en donde los tiempos y el modo de actuar pueden resultar ajenos a como uno lo vive (o lo vivió). Esa parsimonia con la que se mueven Ernesto y sus amigos, en medio del desorden, la despreocupación, la apolítica y la ausencia de responsabilidades hace que la película se vuelva fría, distante, ajena a lo que sucede, provocando cierta apatía adrede, en contraposición al uso de una fotografía cálida y de claroscuros. Con referencias al cine de Richard Linklater y al humor seco de Judd Apatow, Biazzi transita casi en paralelo al personaje por el pasaje de la fotografía a la dirección, tal vez con más certezas que dudas, con más seguridades que titubeos, y con un futuro mucho más auspicioso que el presente de Ernesto.
Suerte de cuento moral rohmeriano El tono del film misionero pasa, casi sin que se note, de la despreocupación a la soledad y la angustia. Un par de semanas atrás se estrenó un muy buen film mendocino, La educación del rey, y ahora le toca el turno a otra película altamente estimable, proveniente del otro extremo del país, la misionera Los vagos, ópera prima del destacado director de fotografía Gustavo Biazzi. De la vecina Corrientes se había conocido el año pasado, dicho sea de paso, la también prometedora Hoy partido a las 3, todas ellas óperas primas. El cine argentino necesita de las provincias para salir del micromundo de la clase media porteña, y las provincias (Córdoba, Santa Fe y el NOA tienen sus propios desarrollos cinematográficos) responden, de a poco, al llamado. Suerte de cuento moral rohmeriano narrado desde el minimalismo propio del nuevo cine argentino, Los vagos puede ser vista también como una proyección argentina y contemporánea de Los inútiles, de Fellini. La ópera prima de Biazzi (camarógrafo de Carancho, y director de fotografía de El estudiante y La patota, entre otras) comienza con su protagonista subiendo unas escaleras y si se deja de lado un breve epílogo finaliza, de modo circular, con el mismo personaje bajando las mismas escaleras. Movimientos altamente representativos de su recorrido dramático. Ernesto (Agustín Avalos) sube corriendo las escalinatas de la Facultad de Derecho, donde su novia Paula (Barbara Hobecker) da su examen final. Exito, abrazos, besos, risas. Ernesto tiene una linda novia y por lo que se ve, entre los dos hay la electricidad necesaria. Esa felicidad va a coronarse con un viaje a Florianópolis, Paula está muy entusiasmada... pero Ernesto pone el freno en la mismísima boletería de la línea de ómnibus. Previamente había cruzado unas miradas bastante significativas con una amiga de Paula y finalmente se irá unos días a una playita con su grupete de amigos. Son cuatro y se cruzan con cuatro chicas. Una de ellas es una rubia muy bonita llamada Andrea (Ana Clara Lasta) a la que Ernesto le echa el ojo. Sólo falta que meta alguna pata más... y la va a meter. Dos, a falta de una. Una primera virtud de Los vagos son las actuaciones, sin una sola disonancia, y con un tono y un registro absolutamente homogéneos, tanto del elenco juvenil como de los adultos. Entre estos, el padre de uno de los amigos de Ernesto, que asado por medio intenta instruir a los muchachos en las artes de la seducción, basado en una muy curiosa y personal “teoría del derrame”. Segundo poroto: la circulación del deseo, entre timideces, cálculos, alguna inesperada iniciativa femenina y una magnífica escena de sexo. Delicada pero resuelta, Ana Clara Lasta se luce particularmente en este rubro. La narración es fluida, precisa y concisa, con audaces saltos espaciales y temporales. Desafiando una regla básica del cine clásico, Biazzi elimina de cuajo las escenas de transición, saltando de Buenos Aires a Posadas, de Posadas a Oberá, y de allí a una playa ¿junto al río Iguazú?, sin avisos ni consideración por la costumbre del espectador de ubicarse en tiempo y espacio. El tono pasa casi sin que se note de la despreocupación a la soledad y la angustia, con una dolorosa pero merecida escena pre-final. Con excepción de esos bruscos saltos, que parecen de Cassavetes, de ese grupo de amigos fellinianos y de un final algo más nórdico en su dramatismo, Los vagos evoca, tanto en su transparente fluidez narrativa como en la seducción que las mujeres ejercen sobre el protagonista masculino, los Cuentos morales de Eric Rohmer. Un Rohmer misionero.
Ernesto (Agustín Avalos) nació -como el director de la película- en Posadas, pero vive en Buenos Aires. Tiene una novia que está a punto de recibirse de abogada y ambos vuelven a Misiones con la idea de pasar un tiempo allí para luego viajar juntos de vacaciones a Florianópolis. Una vez de regreso al lugar de origen surgen las primeras tensiones. Cada uno empieza a salir cada vez más seguido con su grupo de amigos y, durante esas interminables noches de baile y alcohol, empiezan las tentaciones. Esta ópera prima del reconocido director de fotografía Gustavo Biazzi está ambientada a finales de la década de 1990 y es un atractivo exponente del subgénero coming-of-age narrado con elegancia pero sin virtuosismo exagerado, con fluidez, pero sin excesos (ni abuso nostálgico), con una verosimilitud y naturalidad que no son fáciles de conseguir en escenas grupales donde una línea de diálogo o un gesto fuera de lugar puede arruinar el trabajo colectivo. Es de esas historias que la nueva comedia norteamericana de los Judd Apatow o los primeros films de Richard Linklater narraron muchas veces, pero con una dimensión local (en este caso propia del litoral argentino) tan palpable como inimitable que se percibe y se agradece en cada plano. El realizador y sus muy buenos intérpretes exploran a fuerza de empatía y un tono justo marcado por un humor sin estridencias los códigos de la lealtad masculina que esconden cierto machismo y exponen el vacío, el desconcierto, la incomodidad, la dificultad de asumir compromisos y responsabilidades. El camino a la adultez está lleno de deseos y búsquedas, pero también de obstáculos.
El último verano Una joven pareja está esperando el último examen en la universidad de Buenos Aires para poder volver a su Posadas natal, donde planean pasar las fiestas con sus familias y amigos que pasaron todo el año sin verlos, antes de seguir viaje a sus vacaciones en Brasil. Pero a Ernesto, con sus amigos lo esperan los cómplices de siempre y las costumbres de una adolescencia que ya está dejando atrás aunque no termine de amoldarse. Los días se pasan al sol y de fiesta con sus amigos los vagos, emborrachándose e intentando seducir a cada chica que se cruce en su camino, sin medir las consecuencias que ese impulso irresponsable podría tener en la vida que construyó el resto del año. Bañados por el sol y el alcohol El conflicto central de Ernesto es bastante previsible y no se desarrolla con mucha sorpresa; vemos cómo viene el tren de frente y queremos gritarle que se corra, sabiendo a la vez que a esa edad difícilmente alguien querría escuchar la advertencia, y que hay lecciones que solo se aprenden por las malas. A falta de una traducción adecuada, Los Vagos es un coming of age de código localpoblado de jóvenes veinteañeros de principios del milenio, en tiempos donde las redes sociales y los celulares no eran herramientas diarias para la seducción ni para mantenerse en contacto a larga distancia. La narración tiene un buen ritmo, que quizás acercándose al final se siente algo estirada, y las actuaciones son más que correctas pese a que solo unos pocos tienen alguna oportunidad de mostrarse: los secundarios quedan bastante desdibujados, sin que ello se sienta como un problema mayor pues se prefiere construir un ambiente general más que personajes específicos. Es ese ambiente de época lo que resulta más atractivo de Los vagos, especialmente para una generación de treintañeros que recordarán con algo de nostalgia sus últimos años de adolescencia. O al menos las partes que no estén demasiado borrosas y giratorias.
“Los vagos”, de Gustavo Biazzi Por Mariana Zabaleta Un recuerdo juvenil, privado, con todos los brillos y miserias del exceso. La propuesta de Gustavo Biazzi se reduce, arduamente, en ello. La tierna juventud deja grabada escenas en la mente de todos, lugares complejos llenos de luces y sombras. Desconcierto y sin sentido, Ernesto como protagonista no muestra carácter, se ve arrastrado por las situaciones y el desorden. Apostamos que la tierna juventud acabara pronto, mediante el duelo la adultez acontece. Un guion lento, torna la cinta tediosa, el horizonte de previsibilidad esta determinado desde un comienzo, todo lo predicho se cumple a cuentagotas. Aun así asistimos a viñetas costumbristas, se figura una adolescencia de clase media muy cómoda, sin mayores complicaciones que las de concretar una cita o juntar dinero para una prostituta. Sin juzgar demasiado, solo es la amarga ternura de un adolescente mundano. Empatía solo por cuenta propia. Esta reseña corresponde a la presentación de Los vagos en la Competencia Argentina del último Festival de Mar del Plata. LOS VAGOS Los vagos. Argentina, 2017. Dirección: Gustavo Biazzi. Intérpretes: Agustín Ávalos, Ana Clara Lasta, Emanuel Gómez, Juan Pablo Vitale, Marcelo Enríquez, Walter Casco, Bárbara Hobecker. Distribuidora: Cine Tren. Duración: 92 minutos.
Tras su inocente fachada de película que refleja un momento particular en la vida de sus personajes, y, principalmente, su protagonista, “Los Vagos” desnuda el costado más misógino y repelente de gran parte de la sociedad argentina. En cada uno de sus planos sobre la vinculación del protagonista con las mujeres que aparecen en el relato, hay una manifestación evidente sobre un estado de las cosas que nada tiene que ver con un momento actual que rechaza de cuajo la manera en la que estos hombres buscan en las mujeres sólo satisfacción y pasatiempo. No es que esté mal que la realidad de esos personajes, con una mirada particular en un momento histórico, choque con la actualidad, al contrario, pero en la inconsistencia de las decisiones del protagonista, que por momentos se deja llevar por “los vagos” y por otros momentos recapacita y en soledad intenta otro vínculo, hay una distancia abismal que el director Gustavo Biazzi no puede sostener, a la hora de estructurar su pensamiento en el guion. “Los Vagos” habla de la última etapa en la transición de la adolescencia a la adultez, mostrando a un grupo de jóvenes que deberán tomar decisiones mientras planifican algunas actividades en conjunto, las que siempre contienen alcohol y mujeres. Los cuerpos de estos hombres son presentados como cuerpos deseantes, buscadores y a la caza de presas que les perpetúen esa camaradería de grupo cimentada en sexo y baile. La mirada de Biazzi sobre su provincia, sobre los detalles que hacen a amigos y noches compartidas. Por otro lado la figura de la mujer, cuerpo a desear, destila misoginia por donde se la mire, y a pesar de saber que es otro momento del que se habla, una época sin celulares, whatsapp, mails, cero tecnología vincular, la abstracción no funciona cuando los enunciados desesperadamente evocan el gran machismo que plantea. “Los Vagos” por supuesto, cuenta con una excelente fotografía, una cuidada iluminación, y una actuación que se destaca, contradictoriamente al planteo, la de Ana Clara Lasta, que compone a una mujer que se para delante del cabecilla del grupo con su humanidad, lo seduce, lo usa, y se retira. Allí, en aquello que le pasa al protagonista con esta interprete, tal vez suceda lo más interesante de la película, porque ese personaje transformador colisiona mundos y ubica al personaje nuevamente en eje, ya no importando tanto su accionar, sino la lección que le han brindado. Película fallida, con algunos momentos de exploración técnica potentes, no hay mucho más para destacar de un relato que prefiere sólo enfocarse en un motivo ya en decadencia, el hombre como macho alfa cazador y que en realidad termina fracasando en sus denodados intentos por regodearse en su poderío.
Ernesto es de Posadas y estudia en Capital. Terminó de cursar y, como todos los veranos, vuelve a su casa y se reencuentra con su grupo de amigos de toda la vida. Ninguno está en la adolescencia, de hecho algunos ya están recibidos o camino a eso, pero cuando están juntos vuelven a comportarse como púberes. Esta historia es, en parte, sobre dejar ir una etapa y cómo eso interpela a cada uno. Los Vagos es la ópera prima de Gustavo Biazzi y nos muestra de una forma original y genuina lo que significa crecer.
Ernesto cruza una avenida atestada de autos. La cámara lo sigue mientras el plano se va abriendo hasta dejar al joven perderse en la inmensidad de la Facultad de Derecho en busca de su novia Paula, quien estudia allí. Ese primer plano con el que la película inicia es quizás el más significativo una vez que empezamos a conocerlo, pues da cuenta de un sujeto que está fuera de lugar o que simplemente queda reducido por no pertenecer a ese mundo regido por leyes, opuesto a su libertinaje adolescente. Ambos viven en Buenos Aires pero nacieron en Misiones. Ernesto es todo lo opuesto a su novia. hasta el physique du role de la pareja se ve desfasado, casi incongruente. Él es flaco, desgarbado, de rasgos brutos y actitudes torpes; ella en cambio es delicada, femenina, no fomenta la tentación pero su belleza resalta al lado de Ernesto. El problema arranca cuando ambos empiezan a salir por separado, cada uno con su grupo de amigos y amigas, y son tentados por noches de alcohol, bailes y salidas varias. Los vagos es una película sensible, no muy nostálgica, que retrata el coming of age enfatizando el interés sexual y la desesperación hormonal. Principalmente por parte de Ernesto, quien está dispuesto a encarar una cruzada por acostarse con una chica rubia que conoció una noche. La reflexión sobre la camaradería entre hombres (“los vagos” son el grupo de amigos de Ernesto) y su fijación por tener sexo sin importar las consecuencias habilita una narración que elude las típicas formalidades del cine indie argentino (planos momificados, actuaciones herméticas) para construir con honestidad una comedia dramática bondadosa y sutil, casi sin desbordes. En lugar de buscar la redención del personaje principal, Los vagos parece funcionar como un ajedrez que lucha asiduamente por poner las cosas en su lugar, sin jugar a la moral barata y redefiniendo el género en un ambiente que no nos es ajeno. Su anacronismo conduce a un pasado no muy lejano, cuando los celulares eran cosa para privilegiados y las citas se tomaban levantando el tubo del teléfono de línea. Los vagos es un relato crepuscular, toma la tradición de las películas románticas y crea sus propias formalidades sin caer en la tentación del experimento críptico. Por el contrario, su sincera exposición de sentimientos a flor de piel la engrandece.
Una historia ambientada en la década del 90, durante un verano, donde los celulares y la tecnología no eran tan importantes. Acá los valores se encuentran puestos en la amistad, en las relaciones humanas, donde estos jóvenes van construyendo vínculos, se divierten y se van relacionando, aprendiendo uno del otro y solo buscan pasarla bien y atribuirse ciertas libertades. Este es un elenco joven en el cual la mayoría son actores que no tienen formación actoral, sólo algunos, pero ellos logran ser naturales y tienen buena química. Cuenta con una buena ambientación, bellos paisajes, una banda sonora acorde, buenos diálogos aunque algunos no se entienden del todo.
[REVIEW] Los Vagos: Dejando los vicios atrás. Amigos, calor y una intoxicante nostalgia durante fines de los ’90. Esta opera prima de Gustavo Biazzi viene perfecto para la maldita costumbre argentina de recordar con cariño tiempo menos peores; y, ¿porque no?, va bárbaro para ver si de paso se aprende algo. Los Vagos es un relato post-adolescente dispuesto a celebrar melancólicamente momentos que hace falta recordar con menos nostalgia. La experiencia como director de fotografía de Biazzi se hace notar en esta carta de amor a la adolescencia, con una realización realmente destacable tanto desde lo visual como con una musicalización que seguramente consiga alguna que otra sonrisa. Aunque poco a poco vamos a entender que la nota terminó de escribirse con la reflexiva bendición de haber superado la ruptura. De la misma manera, aunque la cinta arranca literalmente festejando a la novia también se apura a dejar este amor de lado. El nombre del film hace referencia obviamente al grupo de amigos de la infancia del protagonista, con los que se reconecta los veranos en que vuelve a su Misiones natal desde Capital. La película explora como estas amistades resultan toxicas, colaborando con un hombre que a pesar de estar pisando los 30 insiste en rendirse a su comportamiento adolescente. El film puede resumirse simplemente como una secuencia de escenas alternando entre momentos en que nuestro protagonista se deja ser con sus amigos y algunos momentos en que, usualmente obligado, lo vemos (dándose cuenta o no) confrontarse con su enmascarada realidad, como en esas escenas en que otros personajes le piden reconsiderar su inmadurez, puntualmente su trato a las mujeres. Se trata claramente de una visión sobria de tiempos pasados que resultan muy tentadores para recordar nostálgicamente, pero que finalmente resulta imposible hacerlo sin ejercer un introspectivo mea culpa. Es justamente eso último, lo que Los Vagos termina siendo. Pero finalmente, el problema más grande es que el film parece muy fácil de malinterpretarse. Aunque alterna la moral de sus secuencias, en ningún momento (ni siquiera en un final con muchos cambios) se mezclan el agua con el aceite. De esta manera quedamos con un groso de escenas que parecen un festejo vacío de un modo de vida tan anticuado como inapropiadamente incivilizado, haciendo posible que las migajas de sentido y moral que están sembradas en la cinta puedan perderse ante los ojos de algún espectador despistado, atrapados en la celebración de lo tóxico o con nauseas por la testosterona hueca. Los Vagos termina siendo un noble intento, realizado de forma tan excelente como desequilibrada. Un trabajo destacable que marca un gran debut para su director, aunque para aquellos que necesiten una moral más directa en su entretenimiento encuentren varias cosas irritantes en este caluroso relato de machismo noventoso.
FRAGMENTOS DE LA JUVENTUD MEDIOCLASISTA Nuestro país tiene locaciones que son idóneas para crear una estética realmente bella y visualmente atractiva. Eso se puede ver en Zama, de Lucrecia Martel, quien filmando en Formosa y Corrientes principalmente, logra escenas de una calidad visual y una belleza que nos permite salir de la mirada porteña del cine de Buenos Aires. Algo similar sucede con Los vagos, ópera prima de Gustavo Biazzi, quien nos cuenta la historia de un grupo de amigos que vacacionan en Misiones. La película no tiene aires de crítica social o una reflexión sobre la problemática actual de los adolescentes, sino que se centra en narrar una historia entre tantas otras que podrían haber explicitado la realidad de los jóvenes de clase media de la Argentina. La historia se centra en Ernesto, el protagonista de un viaje vacacional que acarreará distintas situaciones que afectarán su vida y la de la gente que lo acompaña. No hay tragedia, no hay grandes dramas, ni grandes conflictos, simplemente se muestra el devenir de un grupo de jóvenes que aún se encuentran en ese pasaje entre adolescencia y adultez. Claro está que estos jóvenes son de una clase media que les permite justamente preocuparse más por dónde vacacionar y los problemas amorosos que se presentan siempre en la vida, que por muchas otras problemáticas actuales. El film cuenta con una fotografía cuidada y bellamente estética, encontrando tomas y escenas de una composición poética destacable, aprovechando al máximo el paisaje que Misiones tiene para ofrecer. La acción dramática se centra en un solo aspecto de la vida de Ernesto, que es lo que hilvanará a las distintas historias secundarias que el relato presenta: su lado amoroso/sentimental. Y aquí está el pro y el contra de la película: anclarse en este solo aspecto de la vida constituye una simpleza en tiempos donde el feminismo efervescente que se ha instalado en la atmosfera de nuestra sociedad cuestiona este ítem social; aunque es verdad que también es un aspecto, si se quiere algo sencillo pero valedero, que también puede pasar en la vida de cualquier individuo, y no está mal que el cine argentino lo muestre como una realidad más y también como una forma de enriquecer las incumbencias de nuestra cinematografía. No todo el cine nacional tiene que apegarse a una estética siempre más enmarcada en la denuncia social o en la vanguardia experimental. Los vagos deja incógnitas, dudas e inquietudes… ¿y qué es sino el arte? Un semillero que nos toca, nos traspasa y nos modifica cuestionando nuestra propia comodidad.
El cine nacional en los últimos tiempos se está expandiendo por distintas provincias y se concreta en producciones con estrenos nacionales. “La educación del Rey” Mendoza, “Hoy partido a las 3” Corrientes, “Casa propia”, Córdoba, y ahora “Los vagos” Misiones, todas ellas ópera prima. Gustavo Biazzi no es un desconocido en el medio cinematográfico, cuenta con una larga trayectoria en fotografía, cámara, un cortometraje (“Basura”, 2002), y ahora “Los vagos”, su primer largometraje, ambientada a finales de la década de los ‘90, filmada en Oberá, Ituzaingo, Posadas y Capital Federal, con equipo técnico y actoral misionero. Ernesto (Agustín Avalos) nació en Posada, Misiones, pero vive en Buenos Aires, tiene una novia, Paula (Bárbara Hobecker), que está por recibirse de abogada. Ambos vuelven a su ciudad de origen con la idea de pasar un tiempo allí y luego viajar de vacaciones a Florianópolis, pero comienzan a surgir las primeras tensiones, cada uno empieza a salir con su grupo de amigos y… La historia describe el típico verano litoraleño de un grupo de jóvenes varones que alternan fiestas en interminables noches de baile y alcohol, surgen las tentaciones, siestas bajo la sombra. La variedad de paisajes del NEA se mezcla con los deseos no correspondidos y las ansias de pertenencia de adolescentes tardíos que ven que éste verano puede ser el último antes de pasar a tener mayores responsabilidades, mostrando que el camino a la adultez está plagado de deseos y búsquedas, pero también de obstáculos. La narración goza de una fluidez precisa, concisa, con saltos espaciales y temporales que trae a la memoria algunas producciones de Cassavetes. Un excelente trabajo actoral con todos a buen nivel, tanto los juveniles como los experimentados, en tono justo, con un humor sin estridencias de los códigos de lealtad masculina. Una ´ópera prima que uno recuerda con cariño, pero sin nostalgia, el final de una época en la vida. Quedamos a la espera de confirmar la positiva impresión dejada por su realizador y su equipo.
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ETERNA JUVENTUD La camioneta se detiene sobre la loma y los ocupantes bajan. Desde allí, los vagos –amigos de siempre– junto a las chicas que recién conocieron en la estación de servicio, observan la fiesta que ya comenzó al aire libro misionero: banderines, barras, luces tenues, baile, música a todo volumen, vasos que circulan con alcohol y jóvenes que deambulan entre la pista designada y los alrededores. Si bien todos se integran rápidamente, con el correr de los minutos cada chico se separa para conquistar a alguna de las presentes. Las vacaciones, la promesa de un último verano adolescente y el acercamiento de un futuro cargado de responsabilidades son los ejes que convierten dichos meses en experiencias inolvidables a cualquier costo, por lo menos, hasta que los rayos de sol, la resaca y los vestigios del festejo exponen el final transitorio hasta la próxima juntada. Esa misma invitación genera contrariedad respecto a la forma en la que Gustavo Biazzi construye su ópera prima. Mientras realiza un trabajo interesante en el despliegue natural y verosímil de los lazos entre los amigos y del reencuentro a través de los diálogos, los gestos, la complicidad, la breve convivencia, las fiestas y hasta refuerza el vínculo con un pasado extradiegético. Por ejemplo, cuando aparecen los padres de los chicos, la familia de Ernesto en Misiones o la casa donde hacen los asados, Los vagos postula como eje de pertenencia al universo masculino que no excluye a la violencia hacia la mujer. El primer ejemplo es el cambio del protagonista en el ámbito doméstico. En Buenos Aires se lo ve lavando los platos, guardando la comida, ordenando la ropa o comprando el pasaje para viajar pero ni bien llega a Misiones le da la ropa a la madre y se va con los amigos. También se distancia repentinamente de Paula, su novia misionera que también vive en Buenos Aires. Por su parte, todos parecen al acecho: las chicas de la estación de servicio y de las fiestas, la cajera del supermercado, la médica e, incluso, la juntada de plata para que se escuche a uno de ellos diciéndole a una prostituta cómo le gusta que le hagan el sexo oral. Hasta el padre de otro les dice lo tontos que son terminando la noche en el hospital y no con una chica. Y las mujeres parecen no encontrar una voz del todo potente para denunciar aquellos atropellos. El fin del verano y el retorno al departamento en un intento de vida casi adulta parecen hacer mella en Ernesto, quien no termina de pertenecer al pasado misionero ni al presente porteño. Envuelto en la soledad y en el cuestionamiento de sus acciones que lo llevaron a ese estado, el protagonista intenta distanciarse de lo ocurrido y empezar de nuevo. Pero, a veces, la necesidad de pertenecer es más fuerte. Entonces, se deja arrastrar una vez más por la camaradería y el brindis por ese momento único mientras suena de fondo Llegó tu papi, el himno de cada celebración. Una nueva promesa para saborear, aunque sea por un instante, lo que ya no volverá. Por Brenda Caletti @117Brenn
En su opera prima como realizador, el director de fotografía oriundo de Misiones retorna a su provincia para contar la historia de un grupo de amigos en esa divertida pero a la vez complicada etapa que va de la adolescencia a algo parecido a la adultez. El director de fotografía de filmes como LA PATOTA, LOS DUEÑOS, REIMON y CASTRO, entre otras, oriundo de Misiones, “vuelve” a su provincia para contar en LOS VAGOS una historia de jóvenes en un momento transicional de sus vidas, un verano que puede ser el último de su adolescencia antes de pasar a tener mayores responsabilidades. El formato fue tratado muchas veces en el cine norteamericano y suele funcionar especialmente bien en pueblos chicos o ciudades de provincia de las cuáles los jóvenes tienden a querer irse hacia grandes capitales. Biazzi aplica con mucha inteligencia ese formato a una versión local, con las particularidades culturales específicas, centrándose en un grupo de amigos pero poniendo el eje en uno de ellos, Ernesto, que está en pareja pero que no puede dejar de buscar aventuras a lo largo de noches de fiesta y encuentros con amigos. Si bien la película, un poco a la manera de DAZED AND CONFUSED, de Richard Linklater (o la más reciente EVERYBODY WANTS SOME!), pone el eje en un grupo de varones sexualmente voraces y sus divertidas pero a la vez un tanto patéticas idas y vueltas con el sexo opuesto, el filme de Biazzi va de a poco dejando las desventuras cómicas para poner el eje en las consecuencias y conflictos que esa forma de actuar le va generando al protagonista. LOS VAGOS tiene, en cierto modo, la estructura de una fiesta descontrolada, que comienza con risas, alcohol y seducción pero que muchas veces termina, a la mañana siguiente, con una importante resaca y consecuencias de las que hacerse (o no) cargo. En ese sentido la película no es previsible ya que los protagonistas no apuestan necesariamente a ser del todo simpáticos (hay algo de argentos cancheros en plan levante que los vuelve un poco irritantes) y Biazzi parece consciente de ese carácter un tanto depredador de sus criaturas. Pero, a la vez, tampoco los condena severamente. Como una especie de hermano mayor de los protagonistas, lo que hace es observarlos sin juzgarlos del todo pero dando a entender que ya pasó por eso y sabe cómo suelen terminar esas cosas. Una muy buena opera prima que recuerda con cariño (pero sin nostalgia) el final de una época en la vida.