Otra amable y entretenida comedia argentina Mariano (Alan Sabbagh) es un joven que se esta por casar con Jackie (Paula Grinszpan), y para que a este le sea más leve económicamente, por consejo de su cuñado decide estafar a la empresa de su tarjeta de crédito, la cuestión es que todo le sale mal y le trae una larga seguidilla de problemas...
Los Levy no son los Coen ni tampoco los Zellner, pero empiezan a tejer una interesante filmografía en la cinematografía nacional. El humor que utilizan no es agresivo ni crítico, no pretenden innovar con el uso del absurdo ni salir de una línea de comedia surrealista o cínica. Masterplan es una obra afable, sencilla, simpática con humor efectivo, que posiblemente no sea ni original ni ingenioso, pero es notable como de una premisa tan minimalista, los Levy arman una obra personal, atrapante y honesta...
Una película que sorprende más por el ingenio de su realización que por el de la historia que están contando. Sea por una razón estética o por las ventajas estratégicas que puede tener para conquistar al sexo opuesto, no es de sorprender que hoy por hoy un hombre tenga un apego obsesivo por un auto. El título que nos compete nos cuenta una historia sobre uno de estos peculiares personajes. ¿Cómo está en el papel? Masterplan es la historia de Mariano, un hombr e próximo a mudarse con su novia, cuyo cuñado le propone, con la excusa de aligerar los gastos de la mudanza, comprar electrodomésticos con su tarjeta de crédito y luego reportarla como robada. Al cuñado le sale mal la tramoya y atemorizado de que los agarren, Mariano decide no solo reportar como robada su tarjeta, sino reportar su auto como robado. Esta charada le va a costar caro; no sólo por los investigadores de seguros que le están comiendo los talones, sino por el linyera que ha establecido su nueva vivienda en el auto de Mariano. Esto termina por volverlos locos a él y a su novia. Esta es la premisa que traen a la mesa Diego y Pablo Levy y diría que casi salen victoriosos; al menos en el desarrollo de sus personajes. Tenemos un antihéroe con el cual el espectador se puede identificar; ya sea por su apego obsesivo a su auto así como por la manera de sobrellevar la convivencia con su novia y la relación con los padres de la misma. Está el cuñado que es el típico chanta que siempre tiene un plan, y está el Linyera que cree que Pumper Nic sigue abierto. Todos estos son detalles acertados y al espectador se le puede escapar una risita. Pero conmigo no tuvo ese resultado; no pude disfrutar de ninguno de los cómicos aspectos de la historia ––que los tiene, por definición–– lisa y sencillamente porque que no me cierra la motivación del personaje para meterse en un lío de esta naturaleza; problemas económicos no tiene, trabajo tiene, la novia no parece ser una interesada que está con él por la plata y la casa ya la compró. La falta de ese catalizador, esa cosa que lo obliga a acarrear la estafa, para mi le restó y mucho al disfrute de la peli. De haberlo tenido, todas las acciones y justificaciones (siempre por el auto “robado”) del personaje habrían causado muchísima más gracia. Una lástima; el guión estaba bastante bien estructurado, pero la base es la base y eso no podía faltar. ¿Cómo está en la pantalla? Quiero destacar la excelente calidad de imagen de la película, así como la economía de planos que supieron aplicar a cada escena. Los actores entregan interpretaciones sólidas, tomando personajes pintorescos y dotándolos de una naturalidad que consiguen exitosamente transmitir el concepto de que esta gente existe en la vida real; a diferencia de la gran mayoría de las comedias, argentinas o de cualquier otro lado, donde los personajes parecen salidos de una sitcom. La película descansa en los hombros de Alan Sabbagh y su sufriente Mariano que, sin ser un capocómico, consigue la suficiente complicidad con el espectador para que este se quede hasta el final. Quiero destacar la sorprendente interpretación de Campi como el implacable investigador de seguros a la Columbo; un ejemplo de que si hay un personaje sólido en el papel y una dirección atenta, no importa cuál sea el antecedente del actor, este puede entregar un buen personaje. Tan es así, que sus escenas, tanto voz en off como las presenciales, están entre lo más álgido de la peli. Conclusión Aunque su trama no tiene un disparador de peso y su promesa cómica se queda muchas veces a mitad de camino, este título narra con adecuación y sencillez aquellas ridículas obsesiones humanas que muchas veces por pudor no admitimos. Si hay un logro, que a pesar de sus defectos merece destacarse, es el de haber sabido establecer ese factor identificatorio.
La estafa "perfecta" La idea del "golpe perfecto" siempre estuvo presente en el cine. En esta comedia nacional de Diego y Pablo Levy no hay grupos comandos ni delincuentes peligrosos, pero sí alguien que se quiere ver beneficiado por una estafa realizada con una tarjeta de crédito. Mariano Cohen (Alan Sabbagh, visto en Mi primera Boda)) tiene todo fríamente calculado para conseguir lo que le falta antes de casarse con su novia (Paula Grinzpan) y la operación se pone en marcha cuando su cuñado (Pablo Levy) lo alienta para ejecutarla. Comprar sin pagar primero y denunciar después para que el dinero sea restituído. Masterplan acumula mentiras y una oleada de enredos cuando las cosas no salen como estaban planificadas. Mariano, atormentado con la idea de que alguien pueda descubrirlo, complica aún más el caso cuando se deshace de su adorado Siam Di Tella, y denuncia el robo. Con este esquema, los directores (que exhibieron el film en el BAFICI y acreditan el documental Novias-madrinas-15 años) realizan una comedia simple, sin otras pretensiones que las de entretener, con un humor directo y gags acertados. En la trama, la dupla de opuestos está construída a partir del "vivo" que la pasa bien y el otro que sufre las consecuencias. Mariano sufre por las llamadas de un inspector de la compañía de seguros (Campi), los reclamos de su novia y los maltratos de un perito de la policía (Carlos Portaluppi). Sin embargo, su única preocupación pasa por su flamante auto y la relación que entabla con quien ahora vive dentro de él, un hombre de la calle que, a pesar de su locura (o la de ambos), es el único que parece entenderlo. El relato pone en primer plano a un verdadero perdedor arrepentido de lo que hizo para "salvarse". La acción, sostenida por diálogos graciosos, se desarrolla entre restaurantes chinos y la familia judía de su novia. Mariano es el claro ejemplo de lo que nadie querría ser o hacer.
Comedia bien manejada En primera instancia, habrá que indicar que este debut en el largometraje de ficción de los hermanos Levy luego de su interesante presentación en sociedad con el documental Novias - Madrinas - 15 años es una comedia con toques de humor sobre la familia judìa con el énfasis puesto en una pequeña estafa que sale mal. Sin embargo, con el correr del relato, el (auto)robo de un auto (un impecable Siam Di Tella) o los engaños con tarjetas de crédito van dando lugar a una zona bastante más delirante y sensible a la vez, en la que Mariano (Alan Sabbagh), notable antihéroe del film, encuentra en una insólita, improbable amistad con un homeless al que le falta (por lo menos) un tornillo (Andrés Calabria) un refugio frente a un universo personal que parece desmoronarse. La presentaciòn del film (Mariano está a punto de mudarse con su novia y trabaja en una agencia de publicidad) sirve para construir el personaje principal, pero es en esa segunda mitad cuando la pelìcula consigue un tono y un vuelo realmente propios. Aún con ciertas limitaciones en la puesta en escena, los Levy se sostienen en un buen guión y, sobre todo, en las excelentes actuaciones de Sabbagh y de ese freak que es Calabria (uno de los vendedores de Novias - Madrinas - 15 años). El timing cómico (físico y verbal) que consiguen en muchas escenas es algo que no abunda en el cine argentino. Además del salto que significa para los Levy, Masterplan resulta una muy bienvenida rara-avis.
Para reír o llorar Los directores Pablo y Diego Levy (Novias - Madrinas - 15 años, 2011)-, consiguen en Masterplan (2012) una comedia eficaz y con buen timing. Todas las actuaciones son buenas y se adaptan al estilo absolutamente local que transmite la película, cualidad que seguramente ayude a lograr ese humor tan particular que adquiere por momentos. Mariano (Alan Sabbagh) se está por mudar con su novia Jackie (Paula Grinszpan). Su cuñado le propone, para ayudarlo, poner en funcionamiento un plan supuestamente infalible: comprar artículos para su nuevo hogar con la tarjeta de crédito y luego denunciar el robo de la misma. Pero a la hora de llevarlo a cabo, termina fallando. Mariano denuncia el robo de su auto para completar la farsa, y lo abandona en una calle poco transitada. Pero el vacío y la angustia que le producen dejar su apreciado auto de colección lo llevarán a un estado de desolación que complica su vida social, laboral y amorosa. Lo inesperado y absurdo de las vivencias de Mariano funcionan articulando un tipo de humor que enseguida produce conexión con el público. Y es fundamentalmente este personaje el que le otorga a la película la comicidad justa, pero ligada muchas veces a lo patético de sus acciones. En esta ambigüedad el espectador no puede más que lograr empatía con su vida, la cual de a poco se desestabiliza abruptamente y pareciera avanzar hacia un sin sentido que pareciera no tener retorno. Como se dijo anteriormente, el aire local del film está presente desde el comienzo: desde la famosa viveza criolla con las “infalibles” estafas hasta en los diálogos, los personajes (el homeless que vive en el auto de Mariano por ejemplo) y las locaciones. En esta lucidez de captar lo extraño en lo costumbrista se encuentra una de las mejores habilidades de los directores. Donde lo natural, explicable y previsible parece reinar, es donde brota un síntoma casi inexplicable, ligado a lo irracional. El ritmo de los diálogos, las situaciones absurdas, y un suspenso sutil pero eficaz logran que Masterplan se luzca como comedia, un género que, en Argentina, cada día promete más.
Historia de amor de un hombre y su auto Cuando Masterplan se exhibió en el BAFICI 2012 causó una impresión interesante y dejó un reguero de buenas críticas en los medios especializados que la cubrieron. Esta comedia de los hermanos Levy –que se habían presentado por primera vez en el mismo festival el año anterior con el también halagado documental Novias - Madrinas - 15 años– es una historia de enredos de un joven de clase media que intenta una estafa con una tarjeta de crédito y termina perdiendo su querido Siam Di Tella en el camino. Con un guión bien pensado, apoyado fuertemente en diálogos cotidianos, realistas y, por eso, muy cercanos, empáticos y divertidos, los Levy presentan esta historia protagonizada por Mariano (buen trabajo de Alan Sabbagh), un muchacho que se deja enredar por su cuñado en un chanchullo y luego no puede soportar vivir alejado de su preciado automóvil. Se está por mudar con su novia Jackie (Paula Grinszpan), una chica de familia judía, sumisa, paciente y que soporta todo su malhumor, el cual se potencia cuando el coche se aleja de ellos. Durante esos días de incertidumbre, en los cuales Mariano busca sostener sus mentiras para zafar de la investigación que lleva a cabo el seguro de la tarjeta de crédito, lo vamos a ver rodeado de unos compañeros de trabajo con los que no se lleva bien, en un noviazgo que no puede sostener por culpa de los inventos y las sospechas, y acercándose por un capricho del destino a un hombre que vive en la calle. Este vago (Andres Calabria, figura descollante de Novias - Madrinas - 15 años) se convierte en un personaje importante dentro de la trama y termina siendo el alma de la película, y avanza y entretiene gracias a sus alocadas intervenciones, a pesar de que a veces cueste entender lo que dice. El elenco, completado por un grupo de personas retratadas en la ópera prima mencionada anteriormente, más un par de actores que hemos visto en TV y en cine (Martín Campilongo y Carlos Portaluppi), es completamente dispar. Los realizadores se encaprichan en hacer participar a gente sin experiencia en la gran pantalla y esas escenas se destacan por su falta de ritmo y naturalidad. Esto sucede constantemente, con una escena de una señora mayor que habla sola, con una mujer de un restaurante chino que recibe un pedido (¿acaso habrán pensado que era gracioso escuchar hablar a una señora que no conoce el idioma?) o con el niño y el policía en la comisaría. En contraposición, las mínimas apariciones de Campi y Portaluppi le aportan a ese guión tan dialógico una cuota de calidad notable. El otro aspecto irregular es el apartado técnico: es un filme plagado de imágenes estáticas, de planos fijos y de escenas que se alargan por demás. Los momentos en los que se intenta innovar con cámaras movedizas y planos arriesgados (los de la ventana del departamento, por ejemplo) también tienen inconvenientes, con fuera de foco involuntarios y algunos movimientos de cámara extraños que no aportan nada a nivel narrativo. No sucede lo mismo con la música, muy bien seleccionada, que acompaña los climas planteados de forma natural y armónica, empuja las escenas dramáticas pero, más que nada, colorea las cómicas (por ejemplo, cuando Mariano abandona torpemente su auto en medio de una calle oscura). Con un final esquivo, que resume algunos inconvenientes planteados en la trama sin darles la menor importancia, Masterplan es un filme que, a pesar de presentar a unos realizadores frescos, con un guión entretenido, tiene algunos vicios que la desequilibran. Una comedia simpática, con algunos personajes queribles y muy poco más.
Una buena parte del encanto de Masterplan está ligado a sus personajes coloridos y correctamente interpretados, seres tan artífices del humor que suaviza sus vidas como víctimas del drama silencioso que las define. La película de los hermanos Levy tiene la fuerza de ser una comedia con una premisa sencilla pero original y, por sobre todo, con personajes que trascienden tanto la importancia de las acciones que llevan a cabo como los límites del género al que se inscriben. Ocasionalmente, sin embargo, aparecen ciertos elementos que la vuelven levemente forzada, acaso menos encantadora que la individualidad de sus protagonistas. Así se manifiesta, por ejemplo, en la escena en la que un personaje llama por teléfono desde Miami: para dar cuenta de que verdaderamente se encuentra allí, el plano toma una calle con una disposición prolija y ordenada de un letrero en inglés, una palmera y un edificio moderno. El personaje en la escena encuentra en el medio de la esquina y, como no podría ser de otro modo, viste una camiseta colorinche. En otro nivel, la cuota considerable de humor –con más tintes de machismo que de gracia– toma como punto a la novia del protagonista y se asegura las risas generosas sin demasiado esfuerzo, y esto mismo ocurre con el hombre de la calle que roba el auto, quien fácil y progresivamente se adueña también de toda comicidad. Masterplan es una comedia aspectos valiosos, cuya mayor virtud consiste en tomar lo trágico de sus personajes y convertirlo en humor; un humor que, finalmente, no llega mucho más allá del aprovechamiento de los rasgos destacados que cada protagonista ofrece.
En su primer largometraje de ficción los hermanos Levy, Diego y Pablo, nos traen esta divertida y absurda comedia, sobre un hombre llamado Mariano, interpretado por Alan Sabbagh, que, a punto de mudarse con su novia (Paula Grinszpan), decide llevar a cabo una estafa para poder comprar los electrodomésticos y demás cosas que le hacen falta para llevar a cabo la mudanza. Siguiendo el consejo de su “brillante” cuñado ambos se embarcan en un fraude donde compraran la mayor cantidad de cosas en un día pagando con tarjeta de crédito y luego Mariano denunciará la tarjeta como perdida. Una estafa no demasiado compleja, como el film, pero que al contrario del film no termina por funcionar. Y cuando las cosas no salen bien comienza una espiral descendente que le complicará la vida al protagonista, que tendrá que manejar las presiones del implacable agente de seguros (un genial Campi) que lo entrevistará en relación al robo de la tarjeta, además de tener que abandonar su auto, un impecable Siam Di Tella de los 60 y denunciar el robo del mismo, para hacer la historia más creíble, las presiones laborales y sobre todo las de su novia que lo nota tenso y distante y se imagina lo peor, o por lo menos no lo que en realidad está sucediendo. Mientras hace malabares con su vida para que no se desmorone, nuestro anti héroe del relato entablará una amistad con un vagabundo que utiliza su Siam como casa, quien será su cable a tierra en medio de tanta locura. El film cuenta con un tono apacible, un guión poco cargado, donde los diálogos son naturales, básicamente típicos de la clase media argentina, pero a la vez contará con situaciones delirantes y personajes absurdos. Por supuesto que funciona, logra el primer objetivo de entretener y lograr la risa de gran manera. Y mientras se ríe de los argentinos, de todos y de algunos en especial, la película cuenta con un humor muy sano, muy poco agresivo, muy nacional, o por lo menos porteño y muy apto para todo público. Además de eso cuenta con grandes actuaciones en general, y se destacan además de Sabbagh y Campi, mencionado anteriormente, Andrés Calabria como el vagabundo y Carlos Portaluppi como el perito policial. Una gran pequeña comedia argentina, de directores jóvenes con un futuro prometedor, que logra despertar carcajadas y hacernos pasar un buen rato. El film es simple, lento y un tanto sufrido, sobre todo por sus personajes, pero funciona. Una interesante propuesta, que termina por ser un tanto distinta a lo que el cine nacional nos tiene acostumbrados, pero sin llegar a ser una rareza.
(Parte de esta review fue publicada en ocasión de la presentación de "Masterplan", en el BAFICI de este año) Los hermanos Diego y Pablo Levy, conocidos amigos del barrio de Balvanera, quienes ya este año estrenaron comercialmente “Novias, madrinas, 15 años” (http://elespectadoravezado.com.ar/index.php/criticas/2-hemos-visto/354-qnovias-madrinas-15-anosq-del-once-con-amor ) vuelven a la carga, probando con la ficción .En aquel documental, ponían la mirada en la sedería de sus padres, donde nos invitaban a adentrarnos al mundo de la venta de telas para vestidos, desde la óptica de quienes están del otro lado del mostrador. Nos había gustado (hay review en el sitio de ella), y esperábamos su primera ficción con ansias. Se dio. Contando con el apoyo de muchos amigos y gente del paño, los Levy dan el salto y dejan la venta directa para ofrecer un relato divertido, aneno y muy empático, que hace reír a la audiencia durante muchos tramos de la proyección. Sabemos que el cast siempre define, y haber contado con Alan Sabaggh, un actor que promete y mucho. Bien rodeado de algunos secundarios coloridos y potenciado por algunos cameos interesantes (que no podemos anticipar), “Masterplan” presenta una historia simple y trillada, pero no por eso exenta de matices. Mariano (Sabaggh) está a punto de casarse con Jackie (Paula Grinzpan), pero como los números mucho no le dan y aconsejado por un amigo, decide hacer una pequeña estafa con su tarjeta de crédito. La cosa sale mal y a partir de ahí, el protagonista deberá lidiar con su conciencia por lo que hizo (que lo acosa) y las consecuencias reales y materiales de lo que afectó con ese engaño. Básicamente, su auto, que juega un papel importante en la trama. “Masterplan” se enmarca dentro de las comedias “mainstream” que está produciendo nuestra industria y lo hace bien. El guión tiene altos y bajos, pero el resultado es claramente alentador. Claro, Sabaggh está en su salsa (wasabi?), y se transforma en el eje de un relato cotidiano, visto desde los ojos de un neurótico querible y vulnerable. Si los Levy arrancan así, con una producción modesta, seguramente tendrán un gran futuro en la industria, y la verdad, se lo merecen porque siempre en sus películas la pasamos de primera.
Crimen ferpecto Mariano (Alan Sabbagh) tenía todo listo para irse a vivir con su novia Jackie (Paula Grinszpan), hasta que el inspirado plan de su vividor cuñado lo tentó demasiado. Después de todo, ¿qué podía salir mal? La idea parecía simple: gastar totalmente su tarjeta de crédito, fingir que fue robada y disfrutar de las compras sin cargos ni malas consecuencias. Pero la cosa puede fallar y, efectivamente, lo hace, forzando a la ilusa víctima a abandonar en vano su atesorado auto, un clásico Siam Di Tella. Ahora, Mariano tendrá que correr de un lado al otro para lidiar con sus problemas: su preocupada pareja, que empieza a preguntar; un impredecible linyera (Andrés Calabria), que usa el vehículo abandonado como hogar propio; los burócratas encargados de chequear que su historia no sea un fraude; y, finalmente, él mismo, que no puede madurar lo suficiente para escapar de su estatus de perdedor. De esto se trata Masterplan (2012), comedia que sirve como debut en el terreno del largometraje de ficción para Diego y Pablo Levy (quienes se introdujeron el año pasado con el documental Novias - Madrinas - 15 años). Esta vez, ellos se enfocan en los enredos cotidianamente humorísticos que surgen de una mentira que va en aumento, con un guión (coescrito entre los hermanos y Marcelo Panozzo) adecuado a la hora de construir situaciones y definir las particularidades de los distintos personajes, aunque hay obstáculos a la hora del cierre. Esta aptitud también va a la hora de la dirección, concentrada y justa a pesar de ciertas dificultades ajenas. Sin dudas, el elemento en el que la producción puede pasar de lo correcto es el de las actuaciones. En el rol principal, Sabbagh fácilmente logra empatizar con su rol de eterno fracasado. Mientras tanto, Calabria brilla como revelación en el papel del alocado okupa que sirve como confidente del protagonista, y Grinszpan entrega bien su material como la mujer que se cuestiona seguir aguantando el carácter de su enamorado. En sus breves apariciones, Campi y Carlos Portaluppi también sacan sonrisas como un detective de la compañía de seguros y un perito policial, respectivamente. Algo que sí embarra a la producción es el exceso en el uso de no actores: si bien funciona a la maravilla para Calabria, casi todo el resto de los intérpretes se ve con dificultades, algo que distrae bastante. Pero, al final de cuentas, Masterplan es un simplemente simpático esfuerzo que por la mayoría del tiempo genera risas gracias a buenas actuaciones, una decente dirección y un libreto preciso, con una buena dosis de situaciones absurdas. Esfuerzos como este dan algo de optimismo por el estado futuro de la comedia nacional, y eso no parece estafa. @JoniSantucho
Promisoria primera ficción para los hermanos Levy que tienen talento para narrar y capacidad de observación. Masterplan es el primer largometraje de ficción de los hermanos Diego y Pablo Levy que sorprendieran el año pasado con el documental Novias-Madrinas-15 años que cosechara muy buenas críticas y premios en el BAFICI 2011. Masterplan cuenta además con la producción del binomio Burman / Dubcovsky lo cual asegura una realización de calidad en los aspectos técnicos. Mariano esta por casarse y empezar a convivir con su novia cuando su futuro cuñado imagina una estafa: comprar electrodomésticos con la tarjeta de Mariano para que este después denuncie el robo del plástico. Pero algo sale mal y es posible que un testigo pueda identificar el antiguo Siam Di Tella en el que ambos se movilizan por la ciudad. Enfrentado a la encrucijada de asumir las deudas contraídas o seguir con el plan, Mariano denuncia el robo de la tarjeta y el auto. En definitiva Masterplan es la historia de amor obsesiva e irrefrenable del protagonista por su cuidado, antiguo y hermoso auto. Sin su Siam Mariano entrará en un espiral decadente en el que su ingenua novia, el inspector de la compañía defraudada -impecable labor de Campi- y el linyera que ahora vive en el que fue su automóvil no harán más que profundizar. Masterplan cuenta con una estupenda dirección de actores y un marcado cuidado en los aspectos formales, pero le faltó mayor elaboración sobre el guión para conseguir convertirse en la divertida comedia que pretende ser (y que pudo haber sido). De todas maneras, esta no deja de ser una promisoria primera ficción para los hermanos Levy que tienen talento para narrar, capacidad de observación y podrán seguir creciendo en la medida en la que puedan seguir produciendo.
Medidas desesperadas Mariano (Alan Sabbagh) está a punto de mudarse con su novia, Jackie (Paula Grinzspan). Todavía les faltan muchas cosas para la casa por eso el cuñado le sugiere un plan, en apariencia infalible: usar la tarjeta de crédito de manera fraudulenta para hacerse de algunos objetos sin tener que pagarlos. Pero la cosa se complica, y Mariano debe sacrificar su venerado automóvil -un Siam Di Tella impecable- utilizado durante el trámite, para evitar ser ubicado. Lo abandona entonces al costado de una vía y denuncia el robo, con la esperanza de que pronto la policía lo encuentre, y todo se resuelva. Sin embargo, lo que parece evitar son los problemas legales, ya que los personales recién comienzan a aflorar. Tras la crisis del auto surgen las dudas de su pareja, las presiones de los suegros, la particular relación con sus compañeros de trabajo. La insatisfacción de Mariano, que está cada vez más distante e irritable, se hace ver y nadie le cree que esa actitud tenga que ver con el auto. La película resulta novedosa desde su propuesta visual al utilizar planos con encuadres distintos a lo habitual, y una cámara bastante inquieta, que colabora a darle agilidad al relato. El universo interno y la evolución del personaje de Mariano están reforzados por el uso de los mensajitos que él mismo arma con letras en la puerta de su heladera, y que a veces alguien que los lee le responde. Una buena comedia de enredos y confusiones, con situaciones y personajes creíbles, imperfectos, y una dirección artística que suma para hacer de "Masterplan" una película muy interesante.
Mentira con patas cortas Tras el exitoso documental Novias, madrinas, 15 años que tuvo su estreno comercial hace pocos meses, el esperado debut en la ficción de los hermanos Levy conserva la misma frescura que su documental con el agregado de un humor ácido que por un lado mezcla el derrotero de un loser judío interpretado por el actor Alan Sabbagh, quien influenciado por el ventajero de su futuro cuñado (Pablo Levy) se ve involucrado en una estafa con una tarjeta de crédito para la cual debe armarse una coartada que implica deshacerse de su preciado Siam Di Tella. Las tensiones por sostener la mentira generan crisis en este personaje, quien además carga con la culpa por el acto cometido, así como el miedo de ser descubierto tanto por su futura esposa (Paula Grinszpan) como por el investigador de la compañía de tarjetas de crédito (Campi). Una galería de personajes secundarios atractivos completa esta buena comedia que seguramente marque el debut actoral de Andrés Calabria, reconocido por quienes hayan disfrutado de Novias… por su arrolladora personalidad y sana locura. Masterplan se acomoda por méritos propios dentro del terreno de comedias argentinas con fuerte identidad local pero que no se resigna a despojarse de los códigos del género ni tampoco de un coqueteo permanente con los estereotipos para jugar al límite de lo previsible aunque a veces logra sorprender por algunos arrebatos de originalidad atribuibles a la buena dirección de los hermanos Levy que saben manejar por un lado los tiempos de la comedia y por otro explotar las características actorales de sus personajes y hacerlos creíbles y queribles al mismo tiempo.
Aguante el documental Tenía muchas ganas de ver Masterplan, por el simple hecho de haber visto la ópera prima de los directores, Novias-Madrinas-15 Años, una pequeña obra maestra. Aquel era un documental ultraindependiente y autobiográfico (el negocio era propiedad del padre de los directores, que aparece en gran parte del metraje) que ilustraba hasta en el más mínimo detalle el trabajo en una sedería de Once y sus insólitos laburantes (lo que se extendía a una suerte de radiografía del empleado de comercio argentino y nos recordaba, quizás, a nuestros propios ámbitos laborales)...
Gasolero La segunda película de la dupla de hermanos Levy, directores del documental Novias – Madrinas – 15 Años (de la que escuché excelentes referencias y que lamentablemente no pude ver) se llama Masterplan, y aunque tiene una interesante propuesta, resulta apenas de un humor escueto para la sonrisa leve, no mucho más. Pasemos a la historia. Dos amigos, uno es un chanta de primera y cuñado de nuestro protagonista. Nuestro protagonista se llama Mariano y es un temeroso de la vida. El cuñado le propone a nuestro (anti)héroe un plan maestro, comprar con su tarjeta de crédito y fingir su robo. Mariano ante la inminencia de la mudanza con su novia acepta por comodidad e inercia, pero cuando llega el tiempo de hacer la denuncia comete el error de meter a su adorado Siam Di Tella en el medio, y ahora, el querido auto debe desaparecer. La comedia maneja un tono apacible, y como su protagonista, resulta un tanto insustancial. Los gags no logran levantar vuelo propio a pesar de una historia donde se ve a los directores más que cómodos. Encarar el propio mundo para diseccionarlo como punto de partida es un acierto, también la simpática idea original, y al realizar un relato sin demasiadas pretensiones funciona con poco. La cuestión es que todo marcha a media máquina, sin acelerar, en una inercia complaciente. La historia se va enredando con la aparición de un indigente que se pone a vivir en el auto abandonado (y del que Mariano no puede desprenderse emocionalmente), un personaje que remueve el letargo de la narración a través de un absurdo respetuoso y querible pero que se agota por repetición. Las idas y vueltas de la desaparición del auto, la falta de carácter de Mariano para con su novia y las situaciones que no logran hilvanarse del todo apenas alcanzan para esbozar un film incipiente, quizás algo apresurado, pero con algunas ideas válidas que pueden llegar a conformar una interesante visión personal. Algunos momentos muestran que esas ideas pueden llegar a buen puerto. La cena con los suegros en el restaurant chino funciona como una viñeta particular, una mínima historia que se siente lugar común pero bien resuelto, otra es la aparición del agente de seguros interpretado de manera fantástica por Campi, asfixiante con pocos elementos. Es en esas situaciones donde se puede entender que a pesar de la película desinflada y cuidadosa que es Masterplan, hay que seguir el camino de los hermanos Levy, puede que haya algo interesante ahí.
Comedia del malestar Un joven comete una pequeña estafa y va sintiéndose acorralado. Masterplan , primera ficción de los hermanos Diego y Pablo Levy (que debutaron muy bien con el documental Novias, madrinas, 15 años ), es una película sencilla, pequeña, poco o nada pretenciosa. Ningún demérito. Al contrario: en esa aparente o no tan aparente levedad hay dinámica narrativa, gracia no impostada y notable sentido del timing : sutilezas del guión -en el que colaboró Marcelo Panozzo- y también de las interpretaciones. Alan Sabbagh es ideal para encarnar a Mariano Cohen, el agobiado protagonista. En la secuencia inicial, huye con su futuro cuñado (Pablo Levy), al volante de su Siam Di Tella, tras haber cometido una pequeña estafa con una tarjeta de crédito. Varias amenazas, en apariencia externas, aunque tal vez tengan un origen más íntimo, irán acorralándolo. Alguien se preguntará por qué se metió y sigue metiéndose en problemas, si trabaja con amigos en una agencia de publicidad y está por casarse con un buena chica (Paula Grinszpan) de familia judía. Acaso por eso: porque nada (ni su vida sentimental ni su vida laboral) le provoca entusiasmo. Mariano es un ser fuga, aunque no sepa exactamente de qué, de quién ni de dónde. En una Buenos Aires melancólica como él, sólo parece sentirse bien en su anacrónico e impecable Siam. Pero, en el tobogán de mentiras y ocultamientos, lo denunció como robado, así que tendrá que deshacerse del auto No del todo, porque después irá a buscarlo y se encontrará con un “sin techo” viviendo adentro (como el protagonista de Vida en Falcon ). Este personaje es interpretado por un personaje: Andrés Calabria, uno de los empleados de la sedería de los Levy en Novias, madrinas... A pesar de que este hombre vive en otro registro (en la realidad, Calabria vive en otro registro), Mariano irá acercándose a él. Como si su único alivio genuino estuviera en los márgenes. No es casual que en las situaciones más burguesas -en una cena con la familia de su novia o en una fiesta con ella y sus compañeros de trabajo- nuestro antihéroe luzca ausente, incómodo, asfixiado, paranoico. Al punto de ver un ahogado en donde hay alguien en una prueba de apnea. Masterplan tiene disparador de thriller y cuotas de tensión, aunque en esencia es una suerte de comedia del malestar. Una comedia que no apela a la demagogia ni los subrayados, sino a una inteligencia que no sea, no tiene por qué serlo, de intelectuales.
Una comedia sensible y bien porteña No es una sorpresa porque la fluidez narrativa, la frescura y el humor de cuño porteño ya estaban en el documental Novias-madrinas-15 años, la ópera prima de los Levy que por algo (quizá por hablar con sinceridad y mirada afectuosa de personajes y situaciones bien reconocibles y en un lenguaje ídem) se llevó el premio del público en el Bafici 2011. La novedad es que esta vez esos rasgos aparecen en una obra que es pura ficción y transmiten la misma verdad. Una comedia sencilla, graciosa y sensible, cuyo humor abreva en la atenta observación de la vida cotidiana, con su porción de pequeños absurdos y pequeños delirios, pero con amabilidad, sin sombra de intención crítica ni velada ironía. Obra de un guión que -raro logro- obtiene naturalidad a fuerza de elaboración y de un trabajo de casting de cuya inteligencia da muestra concluyente la elección de Alan Sabbagh como protagonista. El joven actor (Marito en la ficción de la popular Graduados) es el antihéroe que no necesita hacerse el simpático para ganarse la adhesión inmediata del espectador. Tiene el don de la gracia y su tierno bajo perfil resulta decisivo para imponer el tono a la historia de Mariano, el muchacho a punto de casarse que acepta aplicar uno de esos planes maestros para burlar al sistema y "salvarse" tan frecuentes entre nosotros. A instancias de su cuñado y con su ayuda, se propone comprar todo lo necesario (y lo superfluo) para el futuro hogar, pagar con tarjeta de crédito y después reportarla como robada. Un plan infalible que, como sucede tantas veces, falla, y que le hará sudar la gota gorda (aun literalmente) cuando un investigador del banco lo lleve a tapar la primera mentira con otra más comprometedora todavía (la falsa denuncia del robo de su Di Tella de colección, que ha dejado abandonado en un suburbio) y derive en serios problemas consigo mismo (la culpa y la paranoia lo cercan), con su novia y sus suegros, y en el encuentro con el pintoresco homeless-okupa que ha tomado el vehículo como refugio y con el que entabla una extraña y conmovedora relación. La historia es sencilla y quizá no demasiado original, pero da gusto asistir a su desarrollo porque no abundan en nuestro cine comedias con el ritmo, el tono y los diálogos disparados con tan preciso timing como aquí. Porque hay muchos aciertos en la concepción (y la interpretación) de los personajes secundarios, desde el impagable linyera-bailarín de Andrés Calabria (ya consagrado en el documental del que participaba por ser empleado de la sedería), hasta el responsable del garaje policial de Portaluppi y la novia paciente pero no tanto de Paula Grinszpan o el tenaz inspector de Campi. Lo porteño se manifiesta no en pinceladas costumbristas o pintoresquismos sino en la forma de ser y de entender el mundo de los personajes. Un mérito más de esta fecunda sociedad creativa..
Esos golpes maestros que terminan mal Al borde de la incorrección política, la historia que protagoniza Alan Sabbagh se apoya en la naturalidad con que el porteño medio puede asumir una estafa: allí se inicia una espiral descendente para un hombre que ya no sabe cómo salir de su laberinto. El debut de los hermanos Diego y Pablo Levy como directores de ficción con Masterplan fue una de las gratificaciones inesperadas que tuvo la Competencia Argentina del último Bafici. No porque se tratara de la mejor película de esa selección, sino por el tono narrativo de esta comedia costumbrista, tan alejado del prejuicio popular que suele acusar al Festival de Buenos Aires de elitista o snob. Nada de eso hay en Masterplan y el mérito es doble, porque sus directores y además guionistas (tarea esta última que compartieron con Marcelo Panozzo, quien curiosamente es el flamante director de ese festival en reemplazo de Sergio Wolf) asumen el riesgo de contar una historia que coquetea a conciencia con lo políticamente incorrecto y consiguen superar el desafío con envidiable dignidad. Masterplan es un tipo de comedia con historia en el cine nacional, un relato construido sobre un humor autocrítico en el que se ponen en juego algunos estereotipos de la “argentinidad”, del ser argentino. Su gracia es entonces la de los espejos deformantes, en donde quien se para delante puede reírse de la imagen distorsionada del reflejo, pero sin olvidar que ese también es uno. Mariano es un muchacho a punto de casarse, que por comodidad decide ser parte de un plan que no puede fallar. Inseguro e influenciable, él se deja convencer por su cuñado de simular el más sencillo de los autorrobos. Uno saldrá de compras por media Buenos Aires usando la tarjeta del otro y una vez que hayan acumulado la suficiente cantidad de ropa, muebles y electrodomésticos, Mariano irá a denunciar el robo de la tarjeta. Luego el seguro se hará cargo de pagar esas compras y listo. La naturalidad con que ambos personajes asumen que transgredir la ley no siempre es tan terrible y que se deben aprovechar los pequeños errores que el sistema ofrece son ideas que se encuentran en el centro del estereotipo de la clase media argentina (sobre todo porteña). Una mirada crítica que remite a la idea de que si la parte perjudicada es una empresa o institución, no sólo no se le hace mal a nadie, sino que hasta se juega algo de justicia poética en ello. Pero cuando algo del plan finalmente falla, esa fantasía se desvanece en la contundencia de lo real: una estafa siempre es un delito. Desesperado por el imprevisto fracaso, Mariano no podrá sino seguir con el plan hasta el final, pero el miedo lo empujará a la torpeza. Para denunciar la tarjeta no tiene mejor idea que fingir que le robaron el auto con todo adentro. Para ello abandona el vehículo (un Siam Di Tella impecable) al costado de una vía de tren, dando comienzo a una cadena de mentiras que lo van encerrando en un laberinto donde no le queda nadie en quien confiar. Mientras tanto, su auto será ocupado por un hombre que vive en la calle, con el que Mariano comenzará a abonar una relación. Uno de los aciertos de Masterplan es que, a pesar de lo tentador de “reírse de” este linyera, el relato nunca pierde de vista a su víctima no tan víctima, Mariano, al que seguirá en su espiral descendente, en el que deberá enfrentar a un inspector de seguros desconfiado, a un perito policial intolerante y, sobre todo, la burla y la presión de su propio círculo social. Un poco al modo de Juan que reía (Carlos Galettini, 1976), con la que mantiene varios puntos de contacto, en su película los Levy crean un antihéroe al que colocan en una situación de crisis, y la gracia está en el modo en que éste irá atravesando los diferentes infortunios a los que se enfrenta. Pero entre ambos títulos existe un cambio importante. Mientras al personaje de Brandoni lo empujaba a actuar su circunstancia, el de Alan Sabbagh es víctima de la propia mala educación, un camino que marca las dispares realidades que retratan uno y otro relato. Entre el robo del Citroën de la película de Galettini al comienzo de la dictadura y el falso robo del Siam de Masterplan hay 35 años de historia que justifican ese cambio. No por nada el trabajo de los Levy juega con una sensación de inseguridad de la que el protagonista busca sacar ventaja. A diferencia de otro tipo de cine nacional, de pretensión más seria, en donde la mirada de clase se usa para construir a “el otro” muchas veces desde el prejuicio, los Levy sostienen una mirada clase media de la clase media, con la certeza de que el humor (el buen humor) es muchas veces la mejor manera de decir lo que más cuesta escuchar.
Momentos logrados y también limitaciones Los hermanos Diego y Pablo Levy se habían lucido con un agradable documental sobre los viejos empleados de la sedería de su padre, «Novias, madrinas, 15 años», sensible registro del arte de la vida y la venta en un barrio porteño. Ahora desarrollan una pequeña comedia de criterioso presupuesto y bajo tono, con buenos momentos, captación de caracteres también porteños y atendible historia, protagonizada por Allan Sabbagh, el «Marito» de la telecomedia «Graduados». Por supuesto, lo de ellos es anterior y distinto, pero un poquito de cartel no les viene mal. Igual tienen bastante respaldo: los acompañan la productora BD Cine de Burman y Dubcovsky, Moviecity, la distribuidora Disney, también la crítica snob que les ve sintonia con «la nueva comedia americana» y las viejas comedias secas de Martín Rejtman. Con éste hay asimismo un curioso punto en común: tanto en «Los guantes mágicos» como en «Masterplan» el personaje protagónico se mete en un negocio raro a instancias de un chanta, y está más pegado al auto que a su mujer. Y en ambos casos el auto es un modelo argentino venerado y perdido. Aquel, un Renault 12 convertido en remise. Este, un Siam Di Tella verdiblanco precioso, joya, nunca taxi, convertido en hogar de un «sin techo» medio delirante. De cómo puede ocurrir semejante cosa, nos enteramos bastante rápido. De cómo el dueño y el ocupante se hacen amigos, ya para eso hay que meterse en la película, y en la mente del dueño, un gordo malhumorado, vago (trabaja en una «agencia de contenidos»), sucio y encima paranoico, que aun así nos resulta medio gracioso. Y lastimoso, aunque la pena y solidaridad vayan mejor para el lado de la novia, una criatura «no tan tonta como parece», deliciosamente encarnada por la debutante Paula Grinszpan. El tercero en discordia, además del auto, se llama Andrés Calabria, que era el «no vendedor» de aquel documental, y acá es el «no actor» que hace su show cómico aparte. Tan aparte que a veces no va en el mismo tono ni estilo del resto del elenco, pero esto no es defecto suyo. Tampoco es el único defecto de la película, que tiene sus vaivenes y limitaciones. Por suerte también tiene dos momentos antológicos: una cena con los suegros en un restaurant chino, y el baile de Calabria en los créditos finales.
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El sueño de comprar sin pagar Mariano se deja llevar por un plan maestro de su cuñado para comprar un montón de cosas pero sin pagar. Obviamente el plan no saldría tal cual lo habían planeado. Mariano tendrá que empezar a enfrentar un montón de circunstancias para poder de que no lo culpen por lo que acaba de realizar, incluso corre el riesgo de perder a su Siam Di Tella y a su novia. Para ello tendrá que enfrentar a peritos, citaciones, y hasta un simpatiquísimo Homeless que usurpo su querido auto. Este film es realmente gracioso desde el principio hasta el fin. Y lo que hace muy meritorio a este primer largometraje de ficción de los hermanos Levy es que la diversión que plantea al espectador nace de circunstancias lógicas de un personaje así. Toda la historia va por un carril lógico pero no previsible, las circunstancias son las que tienen que pasar en un caso así, simpáticas e hilarantes, pero creíbles en un ciento por ciento. El espectador se va a encontrar, además, con que el film tiene un muy buen ritmo y que es concreto y conciso, sin irse por las ramas, va directo a las acciones y tiene la duración justa. Hay que destacar también las excelentes actuaciones de Alan Sabbagh como Mariano, así como la simpatía de Andrés Calabria como el Homeless. “Masterplan” es un muy buen film nacional para disfrutar y divertirse.
Dos antihéroes arrepentidos Mariano (Alan Sabbagh) no es lo que precisamente se considera un hombre de acción. Es un muchacho que trabaja en un lugar común, en este caso, una agencia de publicidad, tiene un viejo auto, un Siam Di Tella, se ha puesto de novio con Jackie (Paula Grinszpan) y piensa casarse pronto. Pero justamente, en ese tiempo especial, ideas ajenas que parecen intentar ayudarlo económicamente ‘trampeando’ la realidad, le hacen complicarse la vida, perder su auto y empeorar los problemas afectivos con su novia. Así, por salvar un problema, se mete en mil líos. El saldo, son inspectores que entran y salen de su departamento queriendo averiguar un posible fraude con la compañía de seguros y para peor un vagabundo se mete en su auto estacionado en la calle. Los hermanos Diego y Pablo Levy, directores de ‘Masterplan’, recuerdan en muchos de sus elementos estilísticos a las comedias de Daniel Burman (‘El abrazo partido’) y Juan Villegas (‘Sábado’) y remontan el absurdo a partir del momento en que Mariano (Alan Sabbagh) se encuentra con el vagabundo (Andrés Calabria). HUMOR DISPARATADO La película muestra un humor ingenuo, disparatado a veces y la primera parte difiere de la segunda en cuanto a ritmo y tono. Tiene buen desarrollo técnico. Es correcto el guión y verosímil y sincero lo que se cuenta. Su humor es especial y no todos los espectadores pueden identificarse con él, pero sus personajes despiertan algunos, estupor, otros cierta simpatía y sorpresa y en general se ven con agrado y pueden reconocerse situaciones y problemas cotidianos (el encuentro con los padres de la novia, la aparición de los burocráticos ‘veedores’ de su culpa, las acusaciones de su novia de toda la vida). Los jóvenes directores muestran buen ojo en cuanto a la elección del casting, especialmente en la selección de Mariano (Alan Sabbagh), el protagonista, un verdadero antihéroe arrepentido y su desarrapado antagonista, Pablo Levy, uno de los directores, en el papel del cuñado.
Sorprende que este modesta comedia nacional, sin incluir actores renombrados (a excepción de alguna participación especial, como el estupendo Campi), sea lanzada por una distribuidora internacional de alta gama. Más allá que esté bien hecha y tenga puntos de contacto con otras producciones del género argentinas recientes, como Días de vinilo, El vagoneta en el mundo del cine, o Mi primera boda (en la cual también actúa el protagonista Alan Sabbagh), algunos hechos de la trama no se justifican demasiado ni están bien aprovechados. Aún así esta comedia de enredos que incluye toques grotescos y absurdos muy locales, contiene pasajes muy disfrutables, especialmente a través de su típico protagonista perdedor y de pésima estrella. Masterplan arranca con la idea de una estafa perfecta craneada por dos tipos presuntamente rebeldes y listos, una tramoya sin la suficiente elaboración como para salir bien, que desencadenará una serie de divertidos infortunios para el personaje principal. Luego el film presenta una segunda vertiente, que es el vínculo de él con un linyera freak (el delirante Andrés Calabria), que atrae sólo por momentos. La película alterna momentos de humor muy efectivos con otros no tan logrados, yasimismo las actuaciones son desparejas. Pero Alan Sabbagh se destaca claramente y lleva bien el peso expresivo y humorístico del film.
La necesidad de sentirse diferente En el primer film de ficción de Diego y Pablo Levy, Alan Sabbagh interpreta a Mariano, un treintañero que planea una estafa junto a su cuñado para salir de esa rutina de ser normal y corriente. Una vida en tono de comedia. Mariano tiene un trabajo, una novia con la que va a casarse, un departamentito mínimo, es decir, Mariano tiene una vida normal, la de tantos treitañeros de clase media porteña. Sin embargo, Mariano es diferente, porque Mariano tiene un auto de colección, un hermoso Siam Di Tella que adora. Este rasgo distintivo del protagonista hace suponer que detrás de esa existencia, común, similar a muchas otras, oculta a alguien extraordinario, con ambiciones y un particular modo de ver el mundo en donde los atajos son una alternativa válida. Así, junto a su cuñado, idea una estafa a través de la compra de electrodomésticos con su tarjeta de crédito. Tal como lo indica el tono de la puesta, rápidamente las cosas se van a complicar y Mariano va a tener que hacer desaparecer su auto para justificar el robo del plástico en cuestión. Luego del simpático documental Novias – Madrinas – 15 años, que abordaba la cotidianidad de una sedería en el barrio de Once, Diego y Pablo Levy presentan su primera ficción, una comedia que tiene muchas virtudes, tal vez la principal es que pone en el centro del relato a un personaje que se piensa distinto pero que en realidad es común, reconocible y universal, tanto para los espectadores de una gran ciudad como Buenos Aires, como en cualquier parte del mundo. La anécdota mínima que da pie al comienzo a la película podría agotarse de manera casi inmediata, pero el guión –escrito por los hermanos Levy junto a Marcelo Panozzo–, se abre y complejiza a la manera de las estructuras dramáticas que plantea en sus historias Judd Apatow (Hazme reír, Ligeramente embarazada, Virgen a los 40), en donde la comedia es la excusa para contar una vida, con personajes secundarios cuidadosamente delineados, como el delicioso linyera que ocupa el auto abandonado (uno de los "protagonistas" de Novias...), el cuñado (Pablo Levy) o el investigador de la compañía de seguros (un sorprendente Campi). Por supuesto, se hace muy difícil pensar la efectividad de Masterplan sin el lugar que ocupa Alan Sabbagh, que compone a ese Mariano tenso, paranoico y contradictorio, tan humano en su intento de hacer algo diferente, tan patético en su error, en la innecesaria ambición de meterse en un fraude, chiquito, pero para el cual no está preparado en lo más mínimo y que amenaza con destruir los que se supone que es una existencia anónima, razonablemente feliz y sin demasiado para destacar.
Hace un año o poco menos, los hermanos Diego y Pablo Levy presentaron un gran documental llamado Novias-Madrinas-15 años, sobre la empresa de su propia familia. Otra vez un poco “en familia”, los Levy hacen su primera ficción, la historia de un muchacho que quiere casarse, que ingresa a un mundo de pequeñas estafas nucleado en su querido auto Siam Di Tella, y a la amistad que entabla con un vagabundo que se le instala en el vehículo. Los Levy -aquí además Pablo es guionista y uno de los actores- aprenden la lección del cine americano: lo que nos causa risa no es lo que vemos sino cómo se lo interpreta. Y por una vez -por una milagrosa vez- en el cine argentino, el ensamble y la oportunidad para el remate cómico funcionan. Como sucede en cualquier buena comedia, la suma de pequeñas contravenciones al orden normal de las cosas lleva a una gran -posible- catástrofe en la que los protagonistas pasan a hacer malabares para que el mundo siga andando. Y en ese circo, los Levy se muestran eficaces ilusionistas, ajustados clowns.
La risa franca Los directores del documental Novias, madrinas, 15 años, Diego y Pablo Levy, abordan ahora el universo de la ficción con Masterplan, una comedia hecha y derecha en la que más allá de los buenos resultados que logran dejan en evidencia algo mayor: la ausencia de humor en buena parte del cine argentino. Eso convierte a este segundo film de la dupla en una película para recomendar. Masterplan narra una historia casi anecdótica, sobre un tipo a punto de irse a vivir con su novia que se quiere mandar una avivada. Obviamente como ocurre en este tipo de películas donde un tipo simple se quiere mandar la gran estafa, todo le sale mal y eso termina descalabrando su mundo interno (y por ende el externo) hasta que consigue rearmarse y seguir con su vida, aunque desde otra posición. Lo primero para señalar es lo dicho más arriba: es llamativo cómo este film, tan sólo por plantearse desde el inicio como una comedia hecha y derecha, gana por varios cuerpos por sobre unos cuantos ejemplos del cine nacional independiente (del que se exhibe en el BAFICI, por ejemplo, donde esta película se vio), que eluden las claves genéricas a favor de tocar ciertas teclas que por lo general garantizan premios en los festivales. A los hermanos Levy eso no parece preocuparlos. Para contar ese algo tan pequeño (pero que no deja de tener su importancia), los directores le dan relieve a los personajes, construyendo con paciencia las situaciones y apuntando hacia la risa franca, en vez de a la media sonrisa o la risa cómplice. Es cierto que no consigue ajustar todas las piezas y que hasta le falta un poquito más de ambición para su cuento, pero también que crece junto a su protagonista, creando un mundo propio.
La viveza criolla tiene uno de sus mejores exponentes en Masterplan, una comedia argentina hecha a la americana, dirigida por Diego y Pablo Levy, los hermanos detrás del documental Novias – Madrinas - 15 años. En ella, Mariano decide hacer una estafa al seguro luego de que su cuñado –el verdadero vivo- lo convenza de hacerlo. A partir de esa decisión, reflejada con mucha gracia en la primera secuencia, su vida se dará vuelta como una media: su auto –lo que más quiere- se va y su novia, con la que está por casarse, empieza a presionar por respuestas sinceras, lo mismo que Cicchero, el sabueso inspector del seguro que huele que algo está mal en la historia del robo. Suelta y divertida, se trata de una comedia de muy buen timing, destacada sobre todo por la interpretación de Alan Sabbagh que, como muchos actores jóvenes de la industria, se merece más tiempo de pantalla que el que le toca. Una presencia permanente en cámara, su interacción con el resto de los personajes –sobre todo con el sin techo de Ángel Andrés Calabria- eleva el nivel de una película que, si bien no sobresale desde lo argumental o desde los chistes que se encuentran, sí da un paso al frente en la forma de contarlos. Uno puede hallar las limitaciones de la producción, escenas como las del interior del departamento de Mariano que podrían tener un mayor cuidado en la puesta, y sin embargo hay otras en las que se considera que no se podrían haber resuelto mejor. El gran logro de los hermanos Levy es ofrecer en Masterplan una película costumbrista que se muestra como una alternativa al humor burdo y simplista de la mayoría de las propuestas nacionales. Por otro lado es una producción independiente diferente, que viene a mostrar que todavía hay posibilidades de asumir riesgos e incursionar en otros géneros aún con los bajos presupuestos. Con mucha más fuerza se sintió su peso en su paso por el último Bafici, ante una selección siempre cargada de apuestas coming of age, una comedia con mayor humor físico que verbal, sin dudas es refrescante.
Una pequeña mala idea puede disparar una sucesión de malos entendidos: “Masterplan” es como una bola de nieve que crece desmedida con cada nuevo agregado que se hace a la mentira original. El cuñado de Mariano (Alan Sabbagh) le propone un plan perfecto para terminar de equipar la casa antes del casamiento: comprar todos los electrodomésticos y luego reportar la tarjeta de crédito como robada. Estos “brillantes” artilugios siempre terminan fracasando en la vida de los antihéroes y a partir de allí, para consolidar la fachada, Mariano debe deshacerse de su cuidadísimo Siam Di Tella y recrear el robo ficticio una y otra vez dentro de su cabeza ante las insistentes consultas policiales. Habrá inspectores, peritos mecánicos y un linyera que se cruzarán en la vida de Mariano y que posiblemente desgranarán el camino de regreso a la normalidad y a recuperar su querido auto. En su debut en la ficción, los hermanos Pablo y Diego Levy (“Novias, Madrinas, 15 años”) pusieron especial énfasis en la elección de planos y encuadres, además de estar atentos a todos los detalles del aspecto formal de la realización. Seleccionada en la última edición del BAFICI dentro de la sección Competencia Argentina, esta comedia encuentra su mayor logro en demostrar que es claramente nacional, sin apuntar a conquistar otros mercados, sino funcionando a la perfección dentro de la idiosincrasia argentina. Es una historia que podría estar ocurriendo en nuestro barrio o a pocas cuadras de casa, los personajes son convincentes, reales y, por sobre todo, humanos. Con sus errores y sus aciertos, pero creíbles, reconocibles. Dentro del elenco se destacan las participaciones de Campi, en un rol alejado del ámbito de la comedia, Andrés Calabria como el linyera bailarín que ocupa el auto abandonado del protagonista y Paula Grinszpan, graciosa sin pretender serlo y quien con pequeños bocadillos y planteos de la vida conyugal diaria genera varias risas.
Cuando termino la proyección de este filme, que venía precedido de grandes elogios, alguien dijo, ya van a aparecer los que califiquen de excelente a semejante desperdicio. Ni tanto ni tan poco. Es verdad que comienza por intentar ser un espejo en donde el argentino medio pueda ver reflejado sus propios deseos, sobre todo el porteño que se considera a si mismo como el “piola” La pequeña estafa, o no tan pequeña, como es el poder utilizar lo que comúnmente se vive o se sufre a diario, pero en beneficio propio. Mariano a punto de casarse compra la idea de su cuñado, entonces preparan un plan más perfecto que genial: el segundo utilizara la tarjeta de crédito del primero para comprar “Todo” antes que finalice el día. Mariano hará la denuncia de extravío o perdida de la misma para que nada se le pueda cargar a su cuenta. Idea nada original, muy recurrente en las personas de clase media que por instancias de temor a la ley terminan por no llevarla a cabo. Ellos si, pero los imprevistos ocurren y nada sale como se lo proponen. El miedo a ser descubierto, y tener que pagar por ese delito, lleva al personaje protagónico a una escalada de actos, uno más tonto que el anterior. Es así que abandonando su auto a la vera de las vías de un ferrocarril lo denuncia como robado, un Siam Di Tella de colección en estado impecable. Las mentiras tienen patas cortas, la única manera de alargarlas es con otras mentiras que sostengan la primera formándose una espiral acelerada imposible de frenar, algo así como asustar a un elefante para que empiece a correr. Paralo. El punto que a partir de determinados detalles en la construcción del personaje principal es que todo lo que va sucediendo pasa a ser poco creíble, no sólo las acciones premeditadas por él, sino las que debe enfrentar a partir de esto, el acosamiento del inspector de la compañía aseguradora de su vehiculo, ¿Por qué? Debido a la usurpación del vehículo por parte de un linyera, al haberlo dejado abandonado mucho más tiempo del necesario en el lugar menos indicado, y la relación que entabla y el mismísimo desarrollo del personaje del linyera y la relación que se establece entre ambos. Sólo tiene algo de verosimilitud o de realidad la reacción de su novia al ver los desajustes en el comportamiento de Mariano, quien no actúa como siempre, lo que a ella se le aparecen los fantasmas de la infidelidad, con tal realidad como para que considere que no la ama tanto como a su automovil. Los cionéfilos memoriosos, a partir del sólo detalle del aquí “auto robo” podrán hacer un paralelismo con el film protagonizado por Luis Brandoni allá por 1976, en el cual, entre otras cosas, le robaban su auto, un Citroen, casi una alegoría de la bicicleta del filme de Vittorio de Sica, “Ladrón de bicicleta” (1948). Tanto en la genial realización del neorrealista italiano como como en “Juan que reía” (1976) de Carlos Galletini, el vehiculo era el sustento del sueño de una vida mejor, no era “onanismo barato”, símbolo y significante de una clase social. Juan podría vender más productos utilizando menos tiempo con su flamante o km. Por lo que el robo del que ambos son victimas, tanto para Juan como para Antonio, significaría el principio de la tragedia. No funcionaban como lo hace aquí, como sustento de la estupidez humana a rajatabla, intentando enmascáralos como humor denunciante, apoyado en aquel falso axioma que reza que algo mostrado como un chiste puede tener efectos de naturaleza sería. Esto de mostrar un arquetipo de manera graciosa, como para despertar conciencia, para hacerlo funcionar como tal debe producir una identificación con todos los espectadores, y esto no parece haberse logrado en este caso. Un buen intento de cine nacional que al menos se aleja de la media actual, en franca producción de cine no narrativo, la mayoría por no saber “qué” ni “cómo” se hace En “Masterplan” se narra bien, sin grandes pretensiones.
Cuando una estafa pequeña termina transformándose en una pesadilla. Estos directores debutaron el año pasado con el documental "Novias, Madrinas, 15 años", quienes protagonizan este film son: Alan Sabbagh, Paula Grinszpan y Ángel Andrés Calabria, además cuenta con varios actores conocidos que hacen una pequeña participación. Lo que narra esta historia es sencillo. Quien no fantaseó alguna vez con realizar una estafa utilizando la tarjeta de crédito. Es eso lo que se plantea aquí, todo surge de una propuesta del cuñado (Pablo Levy) de Mariano (Alan Sabbagh), quien está a punto de mudarse con su novia Jackie (Paula Grinszpan), necesita equipar su nueva casa, es por eso que hay que aplicar “el gran plan maestro”, después se denuncia la tarjeta y listo, esto lo saben solo ellos. En una de las compras algo sale mal, Mariano no se siente seguro y para hacer mas real la estafa termina diciendo que le robaron su amado coche antiguo: un Siam Di Tella de la década del 60, lo dejo en la calle y dentro del mismo tenía la tarjeta de crédito. Ante esta situación dejó el auto abandonado en una calle sin tránsito y como este es una reliquia no tiene seguro. Pero por la personalidad de Mariano todo esto termina transformándose en una pesadilla, con la llegada del inspector del banco por la tarjeta de crédito, su novia y sus suegros que preguntan y repreguntan, y él comienza a extrañar su auto, siente un profundo vació, hasta tal punto se arriesga, porque va a ver su amado auto a donde lo dejó, y hasta se hace amigo de un indigente cuyo nombre es Andrés (Ángel Andrés Calabria) y vive en ese auto abandonado. Es una comedia costumbrista y nostalgiosa, tiene enredos, mentiras, apariencias, hipocresía, y diálogos graciosos. Esta presente la mezcla de culturas judía-japonesa, personajes pintorescos, quizás no es del todo original pero es para pasar un grato momento.
La pelicula de Diego y Pablo Levy es una sencilla, inteligente y divertida comedia, plagada de personajes y situaciones extravagantes y con un relato que valiéndose de la rutina y cotidianeidad de los protagonistas, así como de un guion correcto y sin giros rebuscados, logra generar tensión y climas opresivos. Quizás no sea la típica comedia de gags a la americana, pero su clima constante de grotesco urbano, la convierte en una grata sorpresa. Párrafo aparte para los cameos de CARLOS PORTALUPPI y CAMPI, en papeles breves pero contundentes.
Una muy buena comedia de Diego Levy y Patricio Levy con la dosis justa de costumbrismo judío. Mariano (Alan Sabbagh) está a punto de casarse con Paula (Paula Grinszpan). Armar una casa se supone que representa mucho sacrificio en estos tiempos, su cuñado (Pablo Levy) le propone el MASTERPLAN”. El cual consiste en usar la tarjeta de crédito de su cuñado como si fuese propia, y a posteriori de hacer todas las compras necesarias y finalmente denunciar su pérdida. La idea no es mala y Mariano acuerda con llevarla a cabo, pero un suceso un tanto previsible hace que en el desarrollo posterior de los hechos este deba renunciar a algo que ama profundamente: Un Sian Di Tella, en condiciones de reliquia. Con este argumento los hermanos Levy como directores y guionistas, rubro al cual se suma Marcelo Panoso construyen una excelente comedia de costumbres judías, con ese humor típico que suele tener Burman. El auto, objeto simbólico masculino por excelencia genera en su protagonista una crisis tal, que no le importa desaparecer y aparecer a las 2 horas, con otra remera, sin dar ninguna explicación a su novia. Esa vorágine cotidiana, que suele agravarse seriamente con situaciones como puede ser un casamiento tiene una contratara, y esa imagen esta representada por un “homeless”, que a adoptado a su auto como vivienda y que vive la vida con una sabiduría relacionada con la capacidad de disfrutar del “ahora”, aunque parezca casi invisible a nuestros ojos habituados a asirnos a lo material. Se destacan la naturalidad en las actuaciones, en esta comedia que fluye sin pretensiones, con una cuidada fotografía y manejo formal en los planos. Y que reconfirma talento luego de la repercusión de Novias- Madrinas- 15 años enel Bafici2011.
El mejor amigo del hombre Mariano tiene una vida tranquila: un trabajo, una novia, un departamento con dos plantas de marihuana, un par de amigos. Y un auto. Un Siam Di Tella que es la niña de sus ojos, que pule y cuida y saca a pasear como la mascota más querida. También tiene un plan, juntar un poco de plata para mudarse con su chica. Su cuñado le facilita el proyecto con una idea que parece más brillante que el capó del Di Tella: le pide Mariano la tarjeta de crédito, la explota para que luego él la denuncie como perdida. Pero las cosas se complican, Mariano se asusta y, por miedo a que alguien lo reconozca por la patente, decide abandonar a su auto de colección en una esquina y denunciarlo como robado. Producida por Burman-Dubcovsky, esta comedia de los hermanos Pablo y Diego Levy combina lo mejor del humor judío de clase media porteña, cierta herencia de Woody Allen, un ritmo narrativo que recuerda a comedias del cine indie americano y una anécdota mínima, explorada en sus mejores posibilidades. El humor no está en gags estrambóticos sino en situaciones absurdas narradas con naturalidad y un tempo propio, que no se precipita, que no busca la carcajada anque al final la encuentre. Párrafo aparte para Alan Sabbagh (este año, estuvo en Graduados) que interpreta al joven Mariano, un tipo simple, sin grandes ambiciones, que cuando decide infringir la ley se da cuenta de que no puede soportarlo. Así, con gestos mínimos, retrata a un treintañero que padece tanta paranoia como deseo frustrado. Las cosas no le salen bien y su gran crisis es la pérdida de su auto. Sabbagh se luce como un antihéroe cobarde y sensible, una especie de versión porteña de Seth Rogen (Ligeramente embarazada, Supercool). La actriz Paula Grinzpan, que interpreta a su novia, suma con su trabajo al clima de monotonía y perplejidad ante las decisiones de Mariano y Campi cumple el rol de "actor de otro palo" (como Yayo en Fase 7, Emilio Disi en Querida voy a comprar cigarrillos y vuelvo) para crear al inspector de la tarjeta de crédito, un especie de Columbo, suspicaz y reservado. A medida que avanza la trama y pasan los días, un homeless decide mudarse al Siam Di Tella, y comenzará con Mariano una relación cotidiana, mientras todas las demás estructuras de su vida apacible empiezan a desmoronarse. El vínculo entre Mariano y Andrés, mediado por el auto (objeto de afecto de uno y casa del otro) genera las más frescas escenas de humor, ligeras y logradas. No hay en esa relación ninguna intrepretación sociológica ni clasista, simplemente, un encuentro desopilante. Aun con algunos cabos sueltos, el filme debut de los hermanos Levy los anuncia como una gran promesa de la comedia argentina, en la brecha que se abre entre los tanques comerciales de Suar y cierto cine con marcas propias y un humor distinto, en tiempos de escasez en el género.
Publicada en la edición digital #1 de la revista.
Publicada en la edición digital #245 de la revista.
Cuando la mentira tiene patas cortas "Angustias por un Siam Di Tella", así podría titularse este filme, el primero en clave de ficción de los hermanos Diego y Pablo Levy, autores de un documental titulado Novias-madrinas-15 años. Masterplan ganó el premio del público en el BAFICI 2012. La historia, en lo esencial, se basa en un hecho verídico, que no es el primero y tampoco será el último, porque --dicen-- ocurre con cierta frecuencia. Aunque en esta historia es sólo el detonante. Es decir el hecho de pagar con una tarjeta de crédito y después reportarla robada. Quienes ejecutan la estafa son Mariano Cohen (Sabbagh) y su futuro cuñado, interpretado por Pablo Levy, el codirector de la película. Ambos se movilizan en un Siam Di Tella de colección, propiedad de Mariano. Y como éste teme que alguien pudo registrar el número de patente, lo deja estacionado en cierto lugar y denuncia en la Policía que se lo robaron. Y allí comienzan los problemas, porque las mentiras, como dice el refrán, suelen tener "patas cortas". Mariano trabaja como "creativo" en una agencia de publicidad y está en trance de casarse con su novia de ascendencia judía. También es asediado por un investigador de la empresa aseguradora, que pretende conocer la verdad sobre el robo de la tarjeta de crédito. Para colmo, un homeless-okupa toma el Siam Di Tella robado/abandonado como su ocasional hogar. Y todo eso hace que Mariano se sienta angustiado e incómodo cuando habla con su novia o sus futuros suegros. O manifieste una expresión ausente, de extravío, algo así como un "ser en fuga", mientras su cuñado le sigue proponiendo nuevos negocios a cual más estrafalario. Masterplan es simplemente una comedia, sin pretensiones testimoniales o de crítica social. Se dedica a observar la realidad del protagonista y su interrelación con su entorno más próximo, y las consecuencias no deseadas de una mala decisión, agravada por las sucesivas mentiras. La película posee una considerable dinámica narrativa, pero si no se hunde en su pequeñez argumental es fundamentalmente por las actuaciones, en especial de Alan Sabbagh como Mariano. También de Andrés Calabria en el personaje del okupa, que en algún momento demuestra ser, además, un eximio bailarín; y de Paula Grinszpan en el personaje de la desconcertada novia del protagonista, que pretende saber lo que éste no quiere o no le puede confesar.