Con el estilo propio de animación que destaca a Dreamworks, manteniendo su identidad con respecto a la forma física de sus personajes, esta producción se aleja, por suerte, del humor torpe que caracteriza a la productora y se brinda una entretenida propuesta, con giros narrativos y un personaje muy carismático, muy bien lograda.
Se ha logrado aquí un buen tratado de las clásicas películas de superhéroes, pero si bien los chicos se van a divertir y los adultos no la van a pasar tan mal, hay un algo que le falta, que al momento de...
Mi (otro) villano favorito OK, es cierto que DreamWorks vuelve a apelar con Megamente a la misma fórmula que Universal explotó hace pocos meses en Mi villano favorito; es decir, la de un malvado profundamente querible que termina siendo más simpático y comprador que los "buenos" de turno. OK, también es cierto que hay unos cuantos elementos en común con Los Increíbles de Pixar o que el poderoso personaje de Roxanne se parece demasiado al que Reese Whiterspoon encarnaba en Monstruos vs. Aliens. OK, admito también que las referencias pop y el uso de canciones (como el tema Bad de Michael Jackson que cierra el film) que utiliza la compañía de Jeffrey Katzenberg a esta altura son un poco obvios y pueden cansar un poco… Sin embargo, a pesar de todo eso, Megamente es una más que digna comedia familiar tanto desde su impecable acabado visual concebido para pantalla ancha y salas digitales 3D como en su irónica, por momentos satírica exploración de los arquetipos del cine de superhéroes. Otro de los grandes hallazgos (y espero que lo puedan disfrutar en la Argentina en versión subtitulada) es el extraordinario aporte que desde las voces hacen el inmenso Will Ferrell (Megamente), Tina Fey (la valiente periodista Roxanne), Brad Pitt (el hastiado superhéroe Metro Man) y Jonah Hill (un patético camarógrafo gordito que se convierte en un todopoderoso villano). El director Tom McGrath (el mismo de la saga de Madagascar) vuelve a hacer bien los deberes de la escuela DreamWorks (con todo lo bueno y lo malo que eso implica) para una película a todo ritmo, vértigo, color y gags. Quizás le falte un poco de sorpresa y de “locura”, pero más allá de cierto cálculo y de su excesiva prolijidad siempre están las irrupciones geniales de Ferrell para hacer de Megamente (el personaje y la película) algo especial y, por él, inolvidable.
Mi villano favorito El nuevo film animado de DreamWorks es la historia de un super villano azulado con cerebro gigante y con ansias de dominar el mundo. El único problema es que su contrincante, MetroMan, luce más apuesto y goza de toda la popularidad. Pero cuando éste muere, el lugar del antagonista lo ocupará una creación suya: un camarógrafo aspirante a reportero, convertido luego en Titán. Megamente es un derroche de buena factura técnica (sorprende el realismo de las escenas de acción, las explosiones, la muchedumbre enardecida de fondo y la caída de un edificio sobre el final) que respalda una trama ágil, entretenida, que no le escapa al humor y mucho menos a las referencias a títulos del género o a los villanos que alguna vez enfrentó el mismísimo James Bond. El tema del doble oculto que realiza lo que el ciudadano común no puede (pero sueña) es acompañado por una narración que comienza por el final de la historia y cuenta el pasado del protagonista (abandonado por sus padres en una nave perdida en la galaxia). Megamente, acompañado por una mascota pez apodada Minion, sueña con destruír a Metroman y secuestra a su novia, Roxanne, una periodista a la que pocas cosas sorprenden. La lucha entre el Bien y el Mal aparece entonces servida en bandeja. Un producto que disfrutarán chicos y adultos que desata una furia de titanes al mejor estilo de Mi villano favorito.
Un gran año para Dreamworks. Después de esa excelente y memorable producción que fue Cómo entrenar a tu dragón (en mi opinión la mejor película del estudio hasta la fecha) vuelven a sorprender con otra gran historia que remite a las primeras películas de Pixar más que a los títulos clásicos de esta compañía. Megamente es una excelente comedia de animación que juega con la mitología de los cómics de superhéroes como pocos dibujos lograron hacerlo desde la sátira. Los increíbles, fue una muy buena propuesta de Pixar que también trabajó este tema pero este estreno que llega esta semana es mucho más comiquero y trabajó con mejor precisión todos los elementos clásicos de este subgénero de la historieta. El director Guillermo del Toro, que entiende bastante del tema e hizo un gran trabajo con la adaptación de Hellboy, trabajó como consultor creativo en este film y aunque no tengo idea cual habrá sido su aporte concreto, queda claro que quienes escribieron el guión algo entendían de cómics porque hicieron humor con varios elementos que demuestran cierto conocimiento del tema. Megamente básicamente narra la historia de Superman al revés. Es decir, cambiaron cierta características de los personajes principales (para evitarse un juicio por plagio) y jugaron con la idea de que hubiera pasado si al estallar Kriptón, Superman en lugar de ser criado por los Kent hubiera tenido una vida de mierda. Probablemente se hubiera convertido en un ser resentido que luego lo habría llevado a convertirse en un super villano poderoso. Megamente podría haberse dedicado al bien pero no tuvo la suerte de criado con amor en su vida y eligió otro camino. Claro que este personaje es mucho perdedor y todo el tiempo se lo presenta como la contracara de La Garrapata (el más looser de los superhéroes) por la estupideces que hace y su gran incompetencia para generar caos. Hace mucho tiempo que Dreamworks no brindaba una comedia tan graciosa como esta, que además tiene valores y mensajes importantes para expresar en el cuento. El laburo que hicieron con el guión se destaca por lejos entre lo mejor que brindó este estudio desde Shrek. Los chistes realmente funcionan muy bien y el humor llega tanto a los adultos como a los chicos. Algo que realmente me sorprendió muchísimo desde la animación fue el increíble trabajo que hicieron con las expresiones faciales de Megamente. Hubo momentos de este film donde me olvidé que era un personaje animado. Por lo general los personajes humanos son bastante chatos en estas producciones (Pixar recientemente le encontró la vuelta a este tema con Up), sin embargo acá el personaje principal parece un actor humano. Con una gran banda de sonido donde se destacan temas de AC/DC, Ozzy Osbourne, Guns´n Roses, Elvis, Jeff Lynne, Michael Jackson y George Thorogood, Megamente se destaca entre los estrenos animados de este 2010 y merece su visión.
Esta vez el ogro es azul y viene de otro planeta… Cuando la fórmula se agota hay que dar vuelta la página y comenzar una en blanco. Ahora bien, si repetís una misma fórmula, y en vez de X ponés Y, pero el resultado sigue siendo siempre Z, la misma solamente ha cambiado de color. Eso es lo que pasa con los productos de Dreamworks Animation. Está bien, es cierto que Pixar también tiene fórmulas repetidas, pero sabe camuflarlas mucho mejor que la compañía creada por Spielberg, Katzenberg y Geffen. Las historias de héroes inusuales están empezando a cansar. Megamente nos trae a un personaje que por su color de piel, sus características físicas y su mala suerte siempre fue discriminado por el resto de los seres humanos, odiado y destinado por la sociedad a ocupar el lugar del villano. ¿Les suena conocido esto? Allá muy, muy lejos en las tierras de burros y princesas, se encontraba un personaje solitario muy similar, marginal, que al principio fue bastante original y divertido, pero terminó volviéndose demasiado pesado y repetitivo. No importa que sea un extraterrestre émulo de Superman, un oso panda o un ogro malaonda, los antihéroes de Dreamworks se parecen demasiado. Acá en vez de cuentos de hadas, lo que se da vuelta es el mito del superhéroe, y la premisa no es tan mala ¿Qué pasaría si el villano le gana al superhéroe? ¿Se apoderaría del mundo o construiría otra superhéroe para enfrentarse? En la injustamente olvidada Hombres Misteriosos, la solución aparecía en un grupo de improbables superhéroes. De hecho, hay un poco de olor a plagio en la forma en la que Metroman desaparece de la faz de la tierra. Acá no hay una princesa encantada sino la típica reportera gráfica con la que Megamente, comienza una relación odiosa y pronto empieza a descubrir otros sentimientos en su interior. Sentimientos que no le juegan tan en contra a él sino más bien al espectador. Durante los primeros 40 minutos, si bien enseguida empezamos a empatizar con el villano, el relato es ameno y divertido como suele suceder en la mayoría de los productos de animación. El problema surge cuando Megamente reemplaza su deseo de conquistar el mundo, con el de tener una compañía, aún cuando se camufla de un empleado de biblioteca. Acá el relato empieza a tomar sendas demasiado transitadas y previsibles, y la aparición de Titán no ayuda demasiado. Si bien apunta a un público infantil, pero con un lenguaje adulto, un poco más abarcativo que los anteriores trabajos del director MacGarth (Madagascar), que Mi Villano Favorito, comedia con la que compartía el tópico del villano que se vuelve héroe, pero que resultaba un poco más original en su concepción, pero no tanto para estar a la altura de los trabajos, Pixar, Megamente es atractiva, medianamente entretenida y pasatista, pero ningún descubrimiento en la materia animación. Ni los diseños o el 3D resultan novedosos. Lamentablemente, el mayor acierto de la película se da en el terreno extracinematográfico y no pudo ser apreciado en la función de prensa: Will Ferrell le pone la voz al protagonista y seguramente debe haber varios gags que acentúan el humor del personaje, ya que el mismo habla con acento alemán (de hecho la película se iba a llamar originalmente “Oobermind”, pero era muy complicado para los chicos estadounidenses). Sin embargo en la dirección del doblaje no supieron como aprovecharlo, por lo que algunos chistes relacionados con el acento o el mal pronunciamiento se pueden apreciar conociendo esta información previa. Tampoco podemos conocer el trabajo que la han impostado Tina Fey, David Cross, Jonah Hill, Brad Pitt o Ben Stiller. Sí, el resultado final se deja ver, y la banda sonora que incluye temas de AC/DC (los mismos que sonaron en Iron Man 2), Guns and Roses, Ozzy Osborne y Michael Jackson, potencian varias escenas del film. Además hay pequeños guiños cinéfilos y no falta un chiste político relacionado con Obama, pero no mucho más. Megamente resulta ante todo un producto demasiado calculado, cuyas bases si bien son sólidas, no parecen tener algo “novedoso” que contar. Quizás Dreamworks Animation, debería aprender de Disney, encontrar el lado oscuro de sus personajes y secuestrar a alguna de las “megamentes” de Pixar.
De malo a bueno, sólo un trecho Quizá por moda, agotamiento de ideas o simple casualidad temporal, el cine de animación digital vuelve a enfocarse en un personajes que detrás de la coraza malvada esconde a un auténtico pan de Dios. A la invernal Mi villano favorito (Despicable Me, 2010) se le suma ahora Megamente (Megamind, 2010), película que no sólo apila citas y referencias sello Dreamworks, sino que intenta bucear en la soledad y la insatisfacción. Como Superman, Megamente nació en las vísperas de la implosión de su planeta. Le espera un largo viaje cuyo destino final es el planeta Tierra. No tuvo la misma suerte que su compañero de viajes: si aquel bebé rubio, de tez blanca y rebosante de simpatía cayó como regalo del cielo para una familia acomodada que anhelaba un hijo, a éste diminuto cabezón azulado le tocó la cárcel. Criado por los reos, con el correr de los años descubre que satisfará sus ansias de trascendencia cuando ponga su inteligencia al servicio de la maldad. Y allí se embarca en un duelo en apariencia sin fin con su viejo compañero de viajes ubicado ahora en la vereda opuesta de la bondad y el servicio comunitario. Megamente jamás imaginaba que lograría su cometido. Ya sin Metro Man, ahora dispone a gusto y piacere de toda la ciudad. Solo, con el ansiedad de poder vacía, se da cuenta que en ese trayecto de un polo a otro de la antinomia debe ser contrapesado por una figura opuesta. Da la sensación que Hollywood busca sacudir el avispero del cine de animación mediante el corrimiento de las narraciones hacía aquellos usualmente marginados en pos del lucimiento del protagonista de turno: los malos. Y es posible ensayar una razón cargada de lógica y moral. Si la estructuración de una película se asemeja a una parábola donde hay (aunque no nos guste) un temido aprendizaje disparador de un Mensaje, qué mejor que hacerlo a través de un personaje cómodamente instalado en el lado oscuro que inicia el recorrido hacía la bondad: vean sino al maquiavélico protagonista de Mi villano Favorito y a este científico-tirano de Megamente. Esa irrupción de la corrección conspira contra una historia que decrece en el tiempo. La secuencia de montaje que recapitula la infancia de nuestro antihéroe (los naipes de policías y ladrones son memorables) es una de las mejores del cine de animación de los últimos años –después de Up (2009), claro. Justo después, en plena discriminación escolar, Megamente se da cuenta de que lo malo rankea mejor que lo bueno. “Y yo también te amo a ti, hombre común”, le dice Metro Man a un civil absolutamente preso de su figura endiosada, una curiosa mezcla de la egolatría y autosuficiencia de Iron Man con el porte físico de Mr. Incredible de Los increíbles (The Incredibles, 2004). Dos momentos punzantes, sí, pero cuya gracia inicial cae por el efecto residual de su crítica punzante. El resto del metraje deja la certeza de que esa lucidez fue un acto involuntario. No necesariamente porque el humor deje de funcionar –lo sigue haciendo, y muy bien- sino porque empieza a desperdigarse en citas culturales y la temida moraleja antes de ahondar en la experiencia de un personaje que aprende lo que quiere cuando deja de tenerlo. Era un terreno más profundo y a priori interesante para recorrerlo. Pero no, Tom McGrath (el mismo del díptico Madagascar) va hacia otro lado. Es tanto y tan largo el derrotero de adoctrinamiento de Megamente, que da la sensación que McGrath pierde el timón y Megamente naufraga, dejando notar el paso apurado y las costuras de la trama. Efectiva, visualmente notable (atención al movimiento y gramaje de los cabellos) y con un funcionamiento general aceitado, Megamente deja la sensación de que pudo haber sido más, mucho más.
El problema de quedarse sin villanos Los primeros diez o quince minutos del nuevo film de DreamWorks entusiasman, pero con el correr de la trama el efecto “Superman como villano” se va diluyendo. Como corresponde a estos tiempos, hay excelencia técnica y sobreabundancia de gags. A Megamente (la película) le sucede lo que a Megamente (el personaje): de entrada encuentra el rival perfecto. Pero por algún motivo que la película y el personaje tal vez deberían dilucidar en terapia, cuando todo parecería encaminado a un también perfecto matrimonio en el infierno, en lo que podría considerarse la noche de bodas (primer enfrentamiento a matar o morir), película y personaje pierden a su contraparte. Cuando lo recuperan, es tarde. Y ya se sabe (si lo sabrá la política argentina) que sin un buen enemigo no se puede vivir bien. Por lo cual tras unos primeros diez o quince minutos para relamerse y gozar, durante la restante hora y pico película y personaje se la pasan buscando un rival a su altura, sin encontrarlo. Ausencia que se llena al mejor estilo DreamWorks Animation: con chistes, espectacularidad, tecnología de punta y alto diseño de producción. O también puede ser que el crítico no la haya entendido del todo y Megamente sea una osadía metalingüística de lo más sofisticada, que no sufre la falta de una razón de ser, sino que la expone. El problema, claro, es que, sin un relato que la sostenga, la metalingüística no es algo que resulte la mar de entretenido. Superman, pero con Superman como villano, no como héroe. Ese es el hallazgo genial de (los primeros diez o quince minutos de) Megamente, escrita por los debutantes Alan J. Schoolcraft y Brent Simons y dirigida por el hombre de la casa Tom McGrath (director de ambas Madagascar). Para que el hallazgo funcione, basta con invertir el punto de vista desde el cual se narra la historia. La historia es una descarada paráfrasis de Superman, con un planeta lejano a punto de estallar, dos bebés lanzados por sus padres al espacio y la caída de ambos no en una ciudad llamada Metrópolis, sino en una llamada Metrocity. El chiquito calvo y no muy simpático no nació para ser amado. Por lo cual será “bueno para hacer el mal”. El pequeñín del rulito en la frente será a la larga Metro Man, psicopatón demagógico, que sabe que a la gente hay que darle circo y superpoderes para devenir paladín de la ciudad. Metro Man y Megamind: hasta la sonoridad de sus nombres los condena a ser uno, y el espectador tiene bien claro por cuál de los dos hinchar. Derrotado Metro Man, Megamente comprende que deberá inventarse un villano. Inventa al Jimmy Olsen de turno, Hal, nerd ligeramente irritante pero definitivamente no a su altura. Para seguir con la coartada metalingüística, ¿se tratará de poner en escena el debilitamiento de la idea misma de villanía? Problema: un villano débil representa una herida mortal para una película de superhéroes. Algo que no sucedía, por poner un ejemplo cercano (en tiempo, en intenciones, en registro visual), en Los increíbles, sofisticada reflexión sobre el sentido y el mito del superhéroe, que no desdeñaba el carácter de relato popular de aventuras. Ante la falta de villanos, Megamente se entrega, en cambio, a una deriva de ideas que no hacen relato: la Luisa Lane moderna, audaz e inteligente, el comic relief extravagante, el asombroso diseño de una ciudad futura, el fascistoide monumentalismo de masas y el sinfín de etcéteras previsible en una película que trabaja por acumulación. Con Ben Stiller como productor ejecutivo, su compinche Justin Theroux (coguionista de Una guerra de película) y un inesperado Guillermo del Toro como consultores creativos, con las voces de Will Ferrell, Brad Pitt, Tina Fey, Jonah Hill y un montón más (en las escasísimas versiones subtituladas), en términos de diseño de producción, estado del arte tecnológico y despliegue visual, Megamente deja boquiabierto. Pero es justamente allí donde la película construye un espectador no muy distinto del de las superproducciones monumentalistas de Metro Man: una masa de ciudadanos ululantes, extasiados con los superpoderes del héroe. Así, el punto de vista de Megamente empieza siendo el de nuestro villano favorito, para igualarse a la larga con el del héroe al que había prometido odiar.
Llega un nuevo y adorable antihéroe Esta nueva producción animada de la factoría DreamWorks apuesta por la utilización cómica de dos aspectos muy de moda en el cine contemporáneo: por un lado, la reivindicación del antihéroe (o, más precisamente, del lado bueno que hay en todo malvado) y la crisis íntima, la carga emocional, el peso simbólico que significa ser un superhéroe. En el arranque de Megamente , tenemos a un superhéroe llamado Metro Man, que está en la cúspide de su popularidad (es, literalmente, una estrella con un ego más grande que sus poderes, capaz de convocar y manipular a las masas en las puertas de un museo dedicado a? la veneración de su persona), y a Megamente, un malvado tan ambicioso como frustrado por sus sucesivas derrotas frente a Metro Man. Sin embargo, cuando éste -sorpresivamente- desaparece, el despiadado villano azulado y de cabeza gigante toma el control absoluto de la ciudad. El problema es que, una vez que se apodera de todo y da rienda suelta a sus deseos y caprichos, se da cuenta de que no tiene rival ni, por ende, estímulos. Lo más parecido al vacío existencial. Por supuesto, el film, dirigido con buen pulso por Tom McGrath (el mismo de Madagascar ), apela a un objeto del deseo (un personaje femenino de fuerte personalidad encarnado por una periodista televisiva), a un nuevo malvado (un camarógrafo que pasa de la frustración a los excesos) y a un simpático comic-relief como la mascota de Megamente, como para que todos los segmentos de un entretenimiento masivo de consumo familiar estén debidamente cubiertos. Megamente tiene unos cuantos elementos ya trabajados (en algunos casos, con mayor inspiración) por propuestas como Los increíbles , Mi villano favorito , Superman o Astroboy (las referencias y guiños son una de las bases de la dinámica de los guiones de la factoría DreamWorks), pero McGrath y su equipo suplen cierto déjà vu con una simpatía desbordante y con un despliegue visual que hace un excelente uso de las posibilidades de la pantalla ancha y de los efectos diseñados para el lucimiento en las pantallas digitales 3D. Así, en este juego de espejos, de contrastes y contracaras, de inversiones de personalidad, Megamente surge como otro villano querible, de esos que se han ganado en buena ley un digno lugar en el imaginario popular.
Bueno para hacer el Mal El filme animado de DreamWorks es original por donde se lo mire, y con más vuelo se transformaría en un clásico. Hace unos meses, cuando se estrenó la también animada Mi villano favorito , cabía la pregunta de qué tienen los personajes malvados, viles y sinvergüenzas para atraer tanto a los espectadores. Gru le pinchaba un globo a un niño en su presentación, pero luego se descubría que tenía un buen corazón. Megamente casi, casi tiene su razón de ser villano y asolar Metrociudad como contraposición a Metro Man, el héroe. Ambos llegaron de bebés con ultrapoderes desde el espacio exterior, pero terminaron en distintas cunas. Megamente se crió en una prisión, y Metro Man en un hogar a puro lujo. Uno, genio criminal, y otro, guardián heroico, son como la oposición y el oficialismo: uno no puede existir sin el otro. Y cuando Megamente elimina a Metro Man -ni él lo puede creer-, se da cuenta de que lo tiene todo, sí, pero le falta algo (o alguien) con quién pelear. De allí que en su guarida secreta “crea” a Titán, un nuevo héroe... ¡desde la caspa de Metro Man!, modificando a Hal, un camarógrafo enamorado de Roxanne, la periodista que siempre se interponía entre uno y otro. Megamente es bueno para hacer el Mal, pero no es tan, tan malo. Los chicos van a disfrutar de algunos de sus “trucos”, como su arma deshidratadora, y hay guiños a Superman -se dice que a Metro Man lo perjudica el cobre, no la kriptonita-, a Donald Trump y a Marlon Brando que atraparán más los mayores que los niños. Los avances en la animación computarizada siguen siendo deslumbrantes. El asunto con las comedias infantiles animadas pasa más por el lado de los guiones. Hablando en generalidades, suele haber muchos simplistas, o acumulaciones de gags visuales ( Madagascar ), pero a veces alguien se destapa y luce original -como en Cómo entrenar a tu dragón -. Que éste y Megamente sean los nuevos productos de DreamWorks abre una esperanza: no todo está perdido, ni Pixar estaría solo en el horizonte. Los mayores que vayan solos al cine y elijan las copias originales, sin el doblaje, podrán escuchar las voces de Will Ferrell (Megamente), Brad Pitt (Metro Man), Tina Fey (Roxanne), Jonah Hill (Titán) y Ben Stiller, que también la produjo (Bernard). O sea, no han escatimado billetes. Igual, no es de los doblajes localistas , por lo que papás, tíos o abuelos pueden acompañar a los niños y pasar una hora y media divertida, tanto en 3D como en proyecciones standards.
VideoComentario (ver link).
El villano que necesitaba un héroe Con un impecable despliegue técnico, Dreamworks entrega la historia de un malvado extraterrestre que, tras derrotar a su archinenemigo de años, se aburre de la victoria y busca otro rival que resulta ser más malo que él. Dreamworks Animation le ha disputado –y a veces, ganado– la taquilla a su impecable competidora Pixar Animation Studios. Dream-works ha tenido éxitos como la saga de Shrek o Madagascar, y Pixar ha creado Toy Story, Buscando a Nemo y Monster Inc., entre otros grandes films. En éxito podrían compararse, sin embargo y a pesar de eso, el prestigio verdadero, el favor de la crítica, le da una victoria aplastante e inapelable a Pixar. Megamente parece ser la solución a esa distancia que existe entre las valoraciones artísticas que ambos estudios poseen. Se trata, sin duda, de la más elaborada de las respuestas a los éxitos de público y crítica que ha sostenido siempre al estudio con el cual Dreamworks compite. Megamente cuenta la vieja historia del héroe y el villano, pero esta vez desde la óptica del último, un adorable y torpe villano. Muchas películas han retratado la figura del héroe que necesita de un villano, Megamente cuenta la historia de un villano que necesita un héroe. Con un despliegue técnico que es lo mejor que ha dado este estudio y con un personaje protagónico realmente bien desarrollado, Megamente avanza sin el cinismo de otros films del estudio y con cierta sensibilidad un poco más acorde al film de Pixar Los increíbles. Sin embargo, luego de los primeros minutos –lo mejor de la película– Megamente comienza a mostrar la diferencia de estilos con los films mencionados y sucumbe a los defectos más comunes de los productos de Dreamworks. Un humor más bien ramplón y de dudoso buen gusto termina por emparentarla más con Shrek y Madagascar que con Wall-E o Up! Y aunque es razonable que el producto de un estudio siga fiel a la línea que este posee, lo cierto es que se les escapa la posibilidad de hacer la diferencia. Tal vez porque buscan atrapar lo mejor de ambos mundos, tal vez porque hay algo que sencillamente no pueden alcanzar. Pixar posee un clasicismo a ultranza y una poderosa fuerza narrativa a la altura de cualquier film, sea de animación o no. Dreamworks, como lo confirma Megamente, se conforma con menos. Esa idea de conformarse con menos puede hacerse extensiva a nosotros como espectadores o no. Por lo pronto sí queda claro que hay una búsqueda y un deseo de reconocerle méritos a su estudio rival. Como el propio personaje dentro de la película, Megamente sabe que lo que lo motiva y le produce su energía es precisamente su enemigo, en este caso, los siempre efectivos films de Pixar.
Un villano con dos almas Quienes sigan atentamente los dibujos animados (y las películas de superhéroes) de los últimos 20 años, podrán verificar que a excepción de varias películas salidas de los estudios Pixar y Ghibli, la New Age es la ideología dominante de los relatos. Megamente no es una excepción. Aquí, los guionistas Alan Schoolcraft y Brent Simons imaginaron al villano Megamente y al superhéroe Metro Man, los dos seres extraterrestres, como el Yin y el Yang de su historia: ambos se necesitan, se complementan, incluso hasta se postulará que del bien puede surgir el mal y viceversa. En efecto, se trata de taoísmo para superhéroes, una idea poco compleja, aunque la explotación del concepto a lo largo del filme puede confundir un poco a los destinatarios masivos de este producto, incluso si se trata de un niño Megamind de 12 años llamado Kouichi. Con reminiscencias de Superman y Mi villano favorito , dos niños del espacio exterior son enviados por sus progenitores a la Tierra mientras su planeta de origen se destruye. Uno de ellos aterrizará en la casa de una familia rica, el otro caerá en una cárcel. Uno será el bueno, el otro el malo; uno podrá volar y será físicamente vigoroso, el otro podrá inventar tecnologías poderosas. Ambos serán narcisistas y tendrán un supuesto destino, aunque Megamente apostará por una idea moderna: el destino no se recibe y se obedece sino que se forja y se elige. La ciudad terrícola se parece a Nueva York, y en un tiempo impreciso Megamente y Metro Man se enfrentan sin cesar, hasta que en un momento, inesperadamente, el villano derrotará para siempre al superhéroe. La ciudad quedará desprotegida, y Megamente se convertirá en un malvado sumido en el tedio. El mal sin el bien no funciona, y así Megamente buscará crear un nuevo superhéroe, Titán, un camarógrafo supuestamente bonachón que tendrá los genes de Metro Man. Los resultados no serán los deseados. Y así, el villano, inspirado en parte por amor a una reportera, habrá de devenir en su opuesto. No es azaroso que la película concluya con un homenaje a Michael Jackson, que parecía un ser venido de otro planeta. Megamente, como Jackson, encarna la intersección de la inocencia y la vileza, y si bien no es un símil de ese Peter Pan demoníaco que cambió los beats del pop, sí representa el conflicto interno que definió tanto la existencia del cantante como define la vida imaginaria de esta especie de ET azulado. Por eso suena Bad, todos bailan y la ciudad ha recuperado su orden.
Un villano casi favorito El genial Wimpi* dijo alguna vez que "si los malos supieran qué buen negocio es ser bueno, serían buenos hasta por negocio". Dicha frase bien podría ser la base de esta pequeña fábula animada que la factoría Dreamworks presenta con la solvencia técnica a la que nos tiene acostumbrados, y el hoy indispensable 3D que garantiza la ganancia que la industria requiere para llevar adelante estos proyectos. La historia comienza cuando dos bebés son enviados desde sus planetas a la Tierra, al igual que en la de Superman, para salvarlos de la extinción. Uno cae en casa de padres adorables y el otro en el patio de una penitenciaría. El primero llega a ser Metroman, héroe de la ciudad, y el otro se convierte en Megamente, el villano dedicado al arte de perfeccionar sus ataques contra el héroe. Cierto día, Megamente consigue exterminar a Metroman y a partir de entonces su vida se vuelve aburrida al no tener con quien pelear. El plan que pone en marcha para volver a la acción y poder desarrollarse como villano se topa con cuestiones que la razón no comprende, deparándole un destino diferente al planeado. Todo está perfectamente calculado en este filme que tiene bastante de fórmula y no busca quedar en la memoria popular, apenas sí entretener y ser productivo hasta que el próximo producto salga a la luz. Clásicos del rock como AC/DC, Ozzy, Guns n´Roses y George Thorogood suenan para establecer cierta familiaridad musical con el espectador, mientras la banda sonora compuesta por Hanz Zimmer aporta el sostén preciso en las escenas de mayor acción, las que, dicho sea de paso, logran sacar provecho del 3D y brindar una experiencia recomendable mas no indispensable. Desde ya recomendamos eviten la versión doblada al castellano y vean la original con las voces de Will Ferrell, Brad Pitt y Tina Fey, entre otros.
Super héroe se busca ¿Qué sería del mal sin el bien?, resulta más que satisfactorio que un film animado destinado a la platea infantil parta de una premisa tan profunda para desarrollar una historia de ¿autosuperación? en la figura de un supuesto villano, que luego de acabar con su antagonista Metroman -casi por azar- se queda solo, abandonado y aburrido sin un propósito de lucha porque su destino siempre estuvo signado por la derrota. Con ese pequeño prólogo podríamos decir que Megamente, la nueva apuesta de DreamWorks es uno de los films más originales en cuanto a animación se refiere y como tal ese grado de originalidad, que apela a la acumulación de situaciones y gags, lo limita y le hace perder consistencia a medida que avanza. Sin embargo, si se tiene en cuenta el antecedente de Mi villano favorito (también protagonizado por un malo) es justo decir que en este caso la transformación del protagonista se produce pausada y coherentemente. No obstante, más allá de los Iindiscutibles aciertos a nivel técnico tanto en los escenarios construidos digitalmente como esa metrópolis rebautizada metrociudad; de la indudable apariencia y fisonomía de los personajes en correlación directa con los actores que prestaron sus voces, entre los que sin duda se destacan Will Ferrell (Megamente), Brad Pitt (Metro Man), Tina Fey (Roxanne), Jonah Hill (Titán) y Ben Stiller (Bernard), el principal escollo que no logra superar el film de Tom McGrath es el de la ambivalencia en los personajes. Más allá de los maniqueísmos -que siempre es bueno evitar- la historia no tiene un buen villano ni tampoco un atractivo antagonista, dado que el primero desaparece muy rápido de escena y el sustituto no le llega ni a los talones. El personaje que funciona llamativamente como contrapeso y equilibra la balanza es el de la periodista Roxanne, mitad ingenua y mitad cínica, que opera como elemento de discordia y en definitiva es el único propósito válido para que Megamente y su nuevo antagonista Titán actúen. Para terminar, resulta simpática la referencialidad constante a Superman, tratando de desmitificar -aunque más no sea como un juego- al gran héroe americano. Megamente se queda a medio camino entre lo que podría definirse como film animado políticamente incorrecto y film animado convencional y conservador.
La cultura popular abunda en villanos memorables. Los más cultos se remitirán a Ricardo III o Yagó, creados por Shakespeare. Incluso a Moriarty, rival de Sherlock Holmes. Pero esta clase de personajes más se luce cuando figura como la némesis de superhéroes o salvadores de ese estilo. ¿Qué sería de Superman sin Lex Luthor? ¿Y de Batman sin el Guasón? Esto es lo que planeta Megamente, nuevo film salido de Dreamworks Animation. Como todos los productos de esta división de la empresa fundada por Steven Spielberg, Jeffrey Katzenberg y David Geffen, está protagonizado por héroes improbables (o directamente antihéroes), hay miles de referencias y chistes vinculados a la cultura pop, y, sobre todo, es muy entretenida. Pero también habla de cuestiones que llevan a pensar. En los primeros minutos de la película, Megamente consigue destruir a Metroman, el superhéroe de Metro City. Listo, ahora la ciudad es del archivillano cabezón, es posible hacer lo que se le plazca: robar, secuestrar, destruir. Pero eso deja de ser suficiente para él cuando ya no hay una fuerza opositora. Eso nos lleva a preguntarnos. ¿Qué pasa cuando ya no tenemos una némesis? ¿Qué sucede cuando uno consigue los objetivos? ¿Se pierde en el vacío o va en busca de nuevos retos? Por eso Megamente decide crear un nuevo superhéroe, Titán... que acaba por convertirse en un archivillano más poderoso. Y eso nos lleva a otra cuestión: ¿qué motiva la originación de un “malo”? En el caso de Megamente, circunstancias de la dura niñez. Y por el lado de Titán, el sufrimiento por el amor no correspondido de Roxanne, la Louis Lane de Metro City (que termina intimando con un Metroman camuflado de persona común y corriente). Por lo tanto, podemos decir que no hay “buenos” o “malos”, sino personas influenciadas por episodios de su propia vida. Megamente y Titán fueron impulsados a ese camino porque el dolor y el sufrimiento. Y eso nos conduce a otra cuestión: ¿puede un villano redimirse? Megamente descubre que ser bueno y hacer las cosas bien tienen lo suyo. Como dijimos, se acerca a Roxanne y se enamora de ella. Y, como el nuevo archivillano es Titán, pasará a ser algo así como un nuevo personaje superheroico, la nueva salvación de la humanidad. Y aquí vamos a una cuestión más: ¿es posible cambiar nuestros roles en la sociedad? ¿Es tarde para cambiarlos? ¿Una persona nace o se hace? ¿El destino es algo que ya está escrito o es lo que uno hace de él? Al principio de la película, Megamente y Metroman, todavía bebés, son enviados a la Tierra desde planetas moribundos. El cabezón está por aterrizar en una residencia, pero finalmente cae en una prisión. Ese entorno y las mencionadas circunstancias dolorosas lo convencen de que su papel en la vida es la de hacer el mal. Pero descubre que no es así, que siempre se puede elegir. Por supuesto, todas estas cuestiones de fondo aparecen detrás de las persecuciones, explosiones, pasos de comedia, una historia bien contada y una inteligente vuelta de tuerca a las historias de superhéroes. Si bien todavía les falta para alcanzar la perfección visual y narrativa de las obras de Pixar, los films animados de Dreamworks siguen siendo notables y muy divertidos... y también levantan el autoestima de los llamados “perdedores”.
Megamente (Megamind, 2010) es una de las sorpresas más gratificantes del año y sin lugar a dudas la mejor película animada de DreamWorks: hablamos de una mezcla por momentos brillante de comedia romántica, sátira sobre superhéroes y propuesta de enredos, todo condimentado con buenas secuencias de acción, detalles visuales exquisitos y el clásico ritmo vertiginoso del estudio. La moraleja que deja un film tan compacto y disfrutable como el presente es muy sencilla: invertir millones de dólares en el apartado formal sin un guión a su altura no sirve de nada. Demos gracias a Alan J. Schoolcraft y Brent Simons...
Supermal El tema de las voces de actores conocidos en el cine de animación es todo un caso. A ver… cómo disfrutar de este artilugio y comprender el producto completamente, puesto que se trata de una parte importante del trabajo final, si nos toca escuchar la versión doblada (al idioma que sea): uno supone que los guionistas y diseñadores pensaron en una voz que define al personaje y lo completa. Creo, particularmente, que la solución a este conflicto es pensar la voz no de forma abstracta, sino física y tangible: que la voz sea un complemento de la personalidad de aquel que la porta y tenga una forma. Entonces, lo que tendremos, más que una voz es un espíritu, algo que sobrevuela al relato y le aporta sentido trascendiéndolo. No hablamos aquí de personajes antropomórficamente similares a los actores que le dan vida, porque sino estaríamos ante algo lamentable como El espanta tiburones: una película donde el pececito se parece a Will Smith porque tiene sus labios y ahí se termina el chiste -si lo hubiera-. En el caso de Megamente estamos ante uno de esos ejemplos efectivos donde actor y personaje logran una comunión feliz: hablamos de Will Ferrell. Megamente es lo nuevo de Dreamworks, es decir, esa empresa que piensa la animación como un recipiente de chistes y referencias pop. Este año, no obstante, sorprendieron con la autónoma Cómo entrenar a tu dragón, un film con una historia fuerte y con personajes complejos, que hasta lograba construir una criatura como Chimuelo que se valía sólo de gestos y era pura expresividad. En el lado opuesto, es verdad, está Megamente: sí una película que incorpora todo lo recurrente y reiterativo de la empresa -las referencias musicales que van de AC/DC a Elvis, los chistes veloces, la intertextualidad, los personajes histriónicos y anárquicos, la parodia al mundo del cine, la influencia “looneytunesca”- pero que lo hace con inteligencia y lógica, y sobre todo con mucha gracia. Todo arranca muy bien con un prólogo sobre cómo Megamente -el villano- y Metroman -el superhéroe- arribaron a la Tierra. Y esta reversión a dos puntas de Superman se convierte en una atractiva reflexión sobre cómo el heroísmo es un bien de consumo que puede fabricarse al igual que un televisor de moda o un artista pop. En el film, Megamente hace lo que todo villano desea desde el inicio de los tiempos: eliminar a su antagonista. Desde ahí, el malvado hombre azulado tomará el poder de Metrocity y, definitivamente, se aburrirá mucho al comprobar que el poder, así de solitario, es algo intrascendente. Por eso es que tiene que hacer algo y fabrica un superhéroe de un zopenco (Titan, el camarógrafo que acompaña a la cronista Roxanne). Valiéndose de los recursos típicos de las historias de superhéroes, Megamente reconstruye todos los códigos ante la vista del espectador para, así, elaborar un relato que hace de la autoconciencia su fuerte. Como en un juego de cajas chinas, se trata de un film sobre la construcción del héroe en el que se ve, precisamente, cómo se edifica ese heroísmo. Porque no sólo está aquel superhombre que el personaje Megamente instala, sino además el propio Megamente pasa de villano (a su pesar) a héroe (a su pesar). A la manera de Mi villano favorito, pero utilizando otros elementos (mientras aquella hablaba de lo familiar y la relación padre hijo, esta habla de los vínculos de pareja y lo romántico), la película es el recorte de la vida de un hombre muy malo en el mismísimo momento en que decide cambiarse de bando. Y si todo esto no funcionara, igualmente el film de Tom McGrath (hombre de la casa y conocedor, con las Madagascar, de los códigos del humor elástico y veloz) logra ser mortalmente cómico y, como decíamos en un principio, tiene el plus de una voz como la de Will Ferrell que toma forma física y ayuda a construir un universo. Lo que pasa aquí es similar a lo de Jack Black en Kung fu panda: Ferrell logra transmitir su estilo humorístico al personaje, pero además contagiar ese espíritu a varias escenas, que se destilan en los tiempos lánguidos del humor ferrelliano. Es así como el personaje puede tener un monólogo absurdo frente a un “pajarito que bebe” como aquel que tenía Homero Simpson o revolcarse en un hedonismo adolescente, como también ser un poco caprichoso y aniñado. Y último, pero no menor logro, hacer con las historias de superhéroes lo mismo que con el automovilismo, los reporteros, los hermanastros o el patinaje sobre hielo: capturar la esencia de ese universo, ponerlo patas para arriba, descubrir su punto débil y remontarlo, feliz, como un barrilete. Esa despreocupación hace que Megamente nunca se ponga lo suficientemente solemne y que, definitivamente, sea una película alegre, vital y alocada.
El Lex Luthor de Dreamworks Las productoras de Hollywood suelen entrar en una fastuosa competencia para ver quién ofrece el mejor, más original y divertido título a su público. En el campo de la animación, la puja es bastante más compleja (principalmente por el tiempo de realización que llevan los dibujos digitales, más que por el presupuesto que exigen). Pensándolo de esta manera, no resulta entonces casual que en tiempos relativamente cortos se estrenen trabajos similares. Sucedió con Bichos y Antz, y con Madagascar y Vida Salvaje. En este año, el caso se repite con el film que estas líneas generan. Porque Megamente es un trabajo que –al menos en su concepto más amplio- se parece en mucho a Gru, mi villano favorito, de Universal, estrenada hace algunos meses atrás. Sin entrar en comparaciones y juzgando al último trabajo de Dreamworks por lo que es, vale decir que la película logra parodiar con cierta gracia al mundo de los superhéroes –mejor dicho, al estereotipo de ello- prolongando hacia un costado más razonable el porqué de la existencia del bien y del mal. De similar forma a lo que sucediera con Superman, un pequeño bebé sumamente inteligente y otro con grandes poderes son enviados desde un planeta a punto de estallar hacia la Tierra. Por “caprichos del destino” (tal y como lo menciona la voz en off del protagonista), uno de ellos crecerá en una familia acomodada de manera feliz. El otro, por su parte, será educado por reclusos con bajo coeficiente intelectual. Con el correr de los años, estos rivales se encontrarán en lugares en común –la escuela es uno de ellos- para comprender cuál es el papel de cada uno en la vida del otro. Ya adultos, el joven fuerte se convertirá en Metro Man, defensor de Metrociudad; su archi enemigo será entonces Megamente, quien buscará conquistar aquella urbe. Con un promisorio inicio en el que entendemos los motivos de cada uno por ocupar ese lugar, la historia se centra no en el héroe, sino en el villano: un personaje simpático por su ineptitud y constancia, que hará las delicias de los más chicos. Por supuesto el film desarrollará una historia que incluye a una Luisa Lane propia (la reportera Roxane, con bastante más temple que cualquiera de las parejas femeninas de superhéroes), un camarógrafo ingenuo y el ayudante de nuestro protagonista: un pez inteligente incrustado en un cuerpo robótico. En sí, el desarrollo técnico de Megamente es formidable, con escenas llenas de color y momentos que alcanzan altos grados de emoción; además el trabajo de dibujo en ciertos pasajes es realmente brillante. Pero donde la película encuentra su talón de Aquiles es en el guión. No porque el director Tom McGrath (responsable de la antes mencionada saga de Madagascar, también de Dreamworks) no alcance a impregnar de aventura, romance y diversión al metraje; sino tal vez por su falta de delirio, su correcto devenir y hasta su carencia de valor para llevar lo histriónico de la propuesta un poco más adelante. Comprendiendo que se trata de un film familiar, se agradecen los guiños al público adulto, que aparecen como pinceladas entre tanto gag físico y chiste rápido más fácil de asumir. Sin la posibilidad de disfrutar del trabajo de los actores en su idioma original (entre los que aparecen el genial Will Ferrell, Tina Fey, Jonah Hill y Brad Pitt) y a pesar de cierta similitud con el film de Pixar, Los increíbles; Megamente es un producto que termina por ofrecer un rato agradable para grandes y chicos, sin mayores pretensiones. En ese sentido, no puede caerle encima ningún tipo de prejuicio. Muy a pesar de ello, la necesidad de mayor desfachatez hace que una vez fuera de la sala, el espectador se quede con la impresión de que este producto, con un poco más de tiempo de trabajo, podría haber sido definitivamente mejor.
Ángeles con caras sucia (1938) Esta nueva producción de animación de Dreamworks, tiene el gran logro desplegarse como un gran entretenimiento para todas las edades, sin caer en el humor fácil o chabacano. Para cada edad el guión tiene sus guiños, sus alusiones y elementos distintivos en la construcción de los personajes. En realidad, y como texto terminado, se puede pensar a esta realización como una gran sátira a todas las producciones de superhéroes, del mismo modo que “Shrek” (2001) era una gran burla a todos los cuentos infantiles. Meramente sus padres para salvarlo de la destrucción total del planeta en que viven lo colocan en una pequeña nave espacial (¿Superman?), en ese transporte llega a la tierra al mismo tiempo que su futuro archienemigo. Las circunstancias los enfrenta, uno se convierte en un superhéroe con superpoderes y el otro en un supergenio. Uno es el ganador, el otro el eterno perdedor. Uno, el triunfador se convierte en Megatrom, el otro en su malvado enemigo Megamente. Pero en esta historia, al igual que en la española “Muertos de Risa” (1999), estos dos se necesitan para justificar su existencia, sólo que Megamente se da cuenta de esto luego de destruir a Metroman. Es por eso que decide entregarle a un mortal humano superpoderes para que defienda a la ciudad del malvado personaje que es él mismo, pero nada sale como se planea. Lo interesante es ver como todos estos personajes tienen identidad propia, diferentes a todos sus antecesores, el malo que lo único que le sale bien termina siendo contraproducente, el superhéroe cansado de serlo, el ayudante torpe que es el verdadero genio, la periodista engañada. y al mismo tiempo son claramente un juego de estereotipos del genero. Cada personaje tiene espacio temporal de esplendor, su dedicado desarrollo en el guión. A todo esto deberíamos sumarle una banda de sonido con muy buenas y conocidas canciones insertas e intercaladas en la música original del filme compuesta por Hans Zimmer, el mismo de “El Rey León” (1994). En cuanto a los rubros técnicos, esta realizada en 3D, de buena factura donde se puede apreciar, con el uso de los anteojos, algunos objetos en primeros planos despegados del fondo dando una sensación de profundidad, que está en función directa con el relato.
Y DreamWorks lo hizo de nuevo. Ni Disney, ni Pixar, ni Disney-Pixar. La compañía fundada por Steven Spielberg logró volver a ponerse del lado rocker del cine de animación con una producción que logra comulgar de manera imbatible guiños para adultos y diversión para infantes y adolescentes. La gente que pario a Shrek (gracias, en serio, pero ya está, eh?) volvió a su mejor forma a bordo de un relato que cuenta la lucha entre el bien y el mal, aunque con una paleta de grises tan amplia que no solo es un noble repulgue de la posmodernidad, sino que además es un sólido discurso sobre cuan grandes pueden ser los límites de la voluntad a la hora de hacer lo correcto. En una intro que recuerda mucho a Superman, vemos como dos niños llegan a la tierra desde un planeta a punto de colapsar. Uno elige el camino de la lucha contra el delito, el otro se divierte más y se queda del lado del crimen. Y así como (dentro de la ensoñación en cinerama) el mal siempre paga y el bien siempre triunfa, un día puede suceder que el villano se salga con la suya y el camino hacia la gloria se le despeje al punto de no tener a quien vencer. MegaMind (voz de Will Ferrell) ve como una ventana de posibilidades se le abre de par en par, incluída la posibilidad de apoderarse de la ninfa de la historia, con los vericuetos del caso, claro, pero la gloria parece ser suya. Tom McGrath, que viene de dirigir las dos Madagascar, pero más que nada varios capítulos de Ren y Stimpy, le imprimió un carácter rocker al asunto, a base de canciones de AC/DC, Guns n Roses y un final a todo beat con la inmortal Bad, de Michael Jackson, todo entremezclado con adrenalínicas secuencias de acción, humor inteligente y un puñado de personajes que si bien no vinieron a renovar el cine de animación, sí logran ponerse al frente de una película que se toma de algunos parámetros clásicos del género para retorcerlos un poco, pasarlos por una tintura freak y entregar una ropa nueva, lista para salir a coolear.
Hace cuatro meses tuvimos oportunidad de comentar “Mi villano favorito”, un film de animación con el cual “Megamente” (“Megamind”), uno de los estrenos de la semana, comparte más de un parecido. Ambos se presentan en versiones 3D y 2D y mayoría de copias dobladas al castellano. Pero donde la semejanza se manifiesta más intensamente es en las características de la figura central, ya que en ambos casos se trata de un “villano” que en el fondo no lo es tanto. Este tipo de personaje ambivalente es característico de muchas producciones, sobre todo del cine norteamericano, donde no todo es como parece. “Megamente” tiene un comienzo impecable y a gran ritmo con la presentación de dos bebés extraterrestres, el que da el título al film y otro de nombre Metroman que llegan a la tierra (vaya a saber de que otra galaxia) y caen en lugares muy diferentes. Mientras que el primero y central va a dar directamente a una prisión donde los reclusos deciden virtualmente “adoptarlo”, el otro es recibido en un hogar con cuna de oro. Pasa el tiempo en Metrociudad y volvemos a encontrar a los ex bebés ya adolescentes. Ya a esa altura el espectador percibe claras referencias a Superman, tanto por el nombre del lugar donde transcurre la acción como por las características de los personajes. Para hacer aún más palpable la semejanza aparecerá Roxanne Ritchi, una periodista de mucho carácter que remite en algunos aspectos a Lois Lane y que se enamora de Metroman y desdeña a su rival, que digamos de paso, es de color celeste y con notorio aspecto extraterrestre. Habrá todavía un cuarto personaje importante de nombre Hal (referencia a Kubrick?), cameraman ingenuo enamorado de Roxana, que tendrá fuerte protagonismo en la media hora final, la mejor del film. No conviene revelar mucho más sobre el profundo cambio que sufre Hal (luego Titan) en esa parte final ante la virtual desaparición de Metroman. Sólo decir que dentro de la hora y media que dura “Megamente” entre el inicio y la inteligente conclusión hay en el medio un profundo bache narrativo difícil de comprender. Y que, sin embargo, en conjunto la propuesta convence amén de contar con otros elementos de interés. Por un lado, una banda musical sobresaliente con temas de AC/DC, Ozzie Osbourne, Guns N’ Roses, Jeff Lynne (de ELO), Gilbert O’Sullivan, Michael Jackson y música instrumental del gran Hans Zimmer. Por el otro, las voces en la versión original de Will Ferrell, Brad Pitt, Tina Fey y el propio Ben Stiller (también productor). Quienes como este cronista vean la copia en 2D y en castellano sentirán probablemente la ausencia de efectos 3D, que parece están bien utilizados, debiendo además soportar términos poco habituales como “recórcholis”, “palomitas” o ignotos como “fiesta lechona”. Pero se regodearán con el resto y con un personaje, aún no mencionado, consistente en una especie de simpático pececito dentro de una traje espacial, que asesora a Megamente.
Una Mente Brillante DreamWorks es un estudio que evidentemente sigue haciendo las cosas bien, su producto supremo fué "Shrek" (2001), de ahi en más tuvos otras buenas como pequeñas pifiadas, este 2010 mostró "Como entrenar a tu Dragón" -producto meritorio aseguran los que la vieron--, y ahora sobre final del año se despachan con esta otra aventura animada que constituye un genuina sorpresa, y que por ejemplo tiene a Ben Stiller como productor asociado y a Guillermo del Toro como consultor creativo. La inteligencia de Megamente lo hace parecer un genio absoluto del mal, sin embargo le ocurrirán situaciones que lo trasnformarán en un figura que desde ya tendrá en todos nosotros espectadores, su máxima adherencia.Hablamos de uno de los mejores personajes brindados por el cine animado de los útimos años lejos, lejos. Si bien todo gira a su alrededor, están en la trama personajes complementarios como la reportera audaz que la juega tambien de figurita romántica, su antagonista héroe "Metro Man" -un pagado de si mismo notable-, un pescadito mascota que lo acompaña desde su nacimiento y es genial, y hasta un nerd torpe que nuestro personaje por necesidad de enfrentamiento crea (se pregunta...Cómo voy a ser un lider del mal sino no tengo un contrincante súper héroe ..?), pero donde resulta que la cosa o "creación" como mito "frankesteineano" se le rebela en contra. Con elástico humor, infinidad de gags verbales y visuales, una banda de sonido donde resuenan: AD/DC, Michael Jackson, entre otros, el director Tom McGrath pone toda la carne a la parrilla en este mega-entretenimiento, que tiene en su simpático, increíble personaje, su punto más alto, de más esta decir que se vendrá con seguridad otra segunda parte, porque este genio azulado se la merece.
Hasta hace un tiempo las películas animadas me resultaban aburridas, pero con la apareción del 3D y la evolución de las nuevas tecnologías, se transformó en un género que me gusta ir a ver al Cine. En esta oportunidad fuimos (porque fui con chicos de 6 y 4 años) a ver "Megamente 3D". Días antes de su estreno comercial, había publicado un post especial en este mismo Blog, porque había visto el trailer y me había parecido una película simpática, divertida, y que merecía ser vista, a pesar de que no era de los amigos de Pixar. Resulta que me equivoqué, "Megamente 3D" me sorprendió, para mal. Después de analizarla, con bastante profundidad, aún no sé qué fue lo que le faltó, pero la verdad que no me terminó convenciendo ni a mí, ni a los chicos, que en más de una ocasión preguntaron "cuánto falta para que termine?", cosa que nunca me había sucedido hasta el momento! El mensaje que pretende mostrar la película es muy lindo e interesante, pero creo que el guión, es muy flojo, y a pesar de tener una buena historia, creo que no encontraron la manera correcta de plasmarla en la pantalla grande, para que el producto final sea medianamente entretenido. En cuanto al aspecto visual, la verdad que no tengo ninguna crítica negativa para hacerle, me gustó mucho, y me gustaron los colores que eligieron para los distintos personajes (me refiero a la ropa, y al lindo color azul de Megamente! ;)). Lamentablemente la ví en español, así que la opinión sobre las voces originales de los actores principales, Will Farrell y Brad Pitt, se las debo para cuando la vea en dvd o por cable. Sinceramente creo que más allá de mi visión personal, si Megamente no logró entretener a los más chicos en la sala, no es una buena opción para ver en familia.
Un supervillano vence al superhéroe. Situación terrible, porque en realidad un supervillano se define por el superhéroe (y no “viceversa”, porque el superhéroe puede tener que enmendar terremotos o incendios forestales o cosas totalmente aleatorias). Vencer al superhéroe, pues, para un supervillano es casi negarse a sí mismo. Es lo que sucede en “Megamente”. ¿Y qué hace Megamente, el genio criminal? Lo más lógico, crear otro héroe. ¿Y qué pasa en el film? Adivinó: el nuevo “héroe” se vuelve un villano y Megamente, por necesidad, un héroe. Este mismo año se estrenó un film sutil, bello en su diseño y preciso en su disparate, “Mi villano favorito”, que también colocaba a un supermalvado en el lugar de tener que hacer algo bueno. Y hace unos cuantos años se estrenó la definitiva comedia de superhéroes, la obra maestra “Los Increíbles”. Sin contar con otra obra maestra anterior, “El protegido”. No hay problemas en que las ideas no sean originales, porque desde “La Ilíada” es difícil encontrarlas. El problema es cuando el diseño se ve de modo tan transparente. Lo peor de “Megamente” no es su historia o su guión, sino su absoluta falta de imaginación. La animación parece utilizada sólo para que luzca un 3D que no está utilizado con sentido dramático, sino como una excusa para incrementar el vértigo de algunas secuencias. No es un film vergonzoso (el trabajo de voz en el original inglés les da a los personajes cierta calidez que el guión y el diseño les quitan), pero es mucho menos de lo que muestra la pantalla.
Megamente viene de Dreamworks Animation, creadores de Shrek y el único estudio de animación digital capaz de darle pelea al largo reinado de Pixar en el género. Para ello la factoría de Spielberg ha hecho hincapié en generar un perfil propio mediante el uso de un humor más ácido y políticamente incorrecto, lo que ha contribuido a desacartonar el género. En ese sentido, Megamente vendría a ser la respuesta de Dreamworks a Los Increíbles (2004), mezclada con gotas de Mi Villano Favorito (2010). Es posible que por allí pasen los problemas de la película. Uno no puede dejar de notar el gran respeto por el género de superhéroes que han puesto los creativos del filme pero, a su vez, hay un tufo bastante fuerte a ideas recicladas que termina por exterminar cualquier dejo de originalidad que pudiera tener. Si Los Increíbles era la versión Pixar de Los Cuatro Fantásticos, Megamente es la visión Dreamworks de la mitología de Superman, en donde el chiste radicaría en que Lex Luthor debe transformarse en el héroe del día. Hay numerosas alusiones a Superman - el origen, con chico alienígena lanzado al espacio mientras su mundo natal perece en una gigantesca explosión; los super poderes adquiridos al llegar a la Tierra; abundantes homenajes a la película de Richard Donner de 1978, con otro vuelo por las nubes entre la reportera y el héroe (sólo que aquí las cosas salen para el diablo, y el responsable es el sicópata super poderoso creado por Megamente); y referencias varias, que van desde la Fortaleza de la Soledad hasta un esquema similar a la historieta La Muerte de Superman (1992) - y, a su vez, el filme sigue un patrón similar a Mi Villano Favorito: el malo de turno conoce a alguien que termina por ablandarlo y se hace más humano. Este es un filme que hubiese querido que me gustara; lo que termina jugándome en contra es mi cultura cinematográfica. No paraba en pensar que tal o cual escena estaba tomada de tal o cual filme, como - por ejemplo - la horda de secuaces que sigue a Megamente y que está calcada de Mi Villano Favorito. Pero aún, librándome de todos mis pre-juicios (está bien escrito!), no puedo dejar de pensar de que ésta es una parodia a la que le falta filo. Las perfomances vocales son muy buenas, la animación es sensacional (cuándo harán un filme de Superman con esta técnica?), y no hay nada malo con el libreto, pero ... los resultados se ciñen a sonrisas más que risas. Es cierto que en el tercer acto - Megamente contra el engendro superpoderoso que ha creado - el filme mejora mucho su puntería, pero nunca termina de ser hilarante. Megamente es simpática y sirve para pasar el tiempo, pero es una pálida sombra de lo que podría haber sido. Resulta increíble que con tamaña cantidad de talento reunido - produce Ben Stiller, y figuran como consultores creativos Justin Theroux y Guillermo del Toro -, el producto final termine siendo algo tan tibio. Le faltan chistes y le falta un poco más de corazón. A mi juicio es un producto correcto, y no mucho más que eso.
Una mente villanamente inquieta Como en un gran flashback, mientras nuestro protagonista -Megamente-, cae al vacio, nos iremos enterando la historia de cómo es que llegó hasta allí. Y si, para contar una historia, muchas veces vale la pena iniciarla en su principio. Es así como el guionista nos transporta hasta el momento en que por una explosión planetaria inminente, los padres de Megamente (aún un pequeño bebé) deciden, cápsula mediante, enviarlo a la Tierra para tratar de salvarlo de la catástrofe. Y ya desde su viaje para llegar al planeta Tierra, empezará una disputa cuerpo a cuerpo con quien será la contrafigura que haga sostener su lucha más encarnizada: el super héroe Metro Man. Después de mil y un intentos, Megamente en uno de sus planes maléficos, logra matar a Metro Man cuando por enésima vez secuestra a su amada, la reportera televisiva Roxanne Ritchi, y esta vez... logra su objetivo. A partir de allí, muerto el superhéroe, nada será igual ni en la vida de la ciudad ni en la vida de Megamente. Por más que ahora tiene la posibilidad de hacer lo que le plazca, apoderarse de toda la ciudad, bañarse en dinero y controlarlo todo, Megament ha perdido a su rival y es evidente que de esta firma, su vida ha perdido sentido: y tan así es que su próximo plan será inventarse un rival bueno para que le oponga resistencia! Dreamworks viene logrando productos de excelencia como ya lo había demostrado con "Como entrenar a su dragón" una historia cuyo guión no se había resignado solamente a la búsqueda de una perfección técnica y una historia entretenida, sino que lograba también profundizar en diferentes temas -en ese caso revisaba los mandatos paternos, el vinculo padre e hijo y el sentido de pertenencia familiar- que hicieron que el producto superara la media y que fuese atractivo tanto para los grandes como para los chicos. En este caso primeramente se rinde un homenaje a las películas de superhéroes haciendo particular hincapié en la historia de "Superman" como referencia más inmediata y la que le dedica los mayores y mejores guiños (la reportera, el cobre como elementos debilitador, los vuelos sobre la ciudad con la protagonista femenina abrazada en vuelo al superhéroe, el diseño de la ciudad en sí misma, la doble identidad). Pero también hay homenajes a "King Kong" con la protagonista femenina teniendo que ser rescatada del punto más alto del edificio más alto de la ciudad con helicópteros circundantes, a "Indiana Jones" -siempre hay una buena persecusión con una bola que le pisa los talones al protagonista- y más indirectamente a otros productos contemporáneos como "Monsters vs. Aliens" (el pez que acompaña a Megamente es simpatiquísimo y tiene algunos de los momentos más disparatados del guión) y la película de lucha entre villanos como "Mi villano favorito" otro gran producto de animación de este año. Lo interesante del planteo del guión es el tema de la inevitable convivencia entre el Yin y el Yang, elementos indisolubles, complementarios, suficientes y necesarios para cualquier equilibrio. Nuestro villano necesita imperiosamente a alguien bueno que oficie de contraposición para que su vida tenga sentido ya que cuando su contrafigura desaparece, se va junto con él parte de su personalidad, de su razón de ser. Una rivalidad que ya conocimos en Amadeus-Salieri, esas que se retroalimentan y crecen, se perfeccionan, mejoran, se atraen. Sabemos que todos los superhéroes y los villanos tienen un porqué, un conflicto que los ha hecho nacer. En el caso de Megamente su principal conflicto es haber tenido que ser malo ante la imposibilidad de ocupar el lugar de bueno que pensaba que era su destino. Y es entonces su dualidad permanente, la frustración que se le presenta teniendo que ser malo cuando en realidad no era ese el objetivo que pensaba para su vida. Llena de gags que quizás sean más disfrutados por los adultos que por los más pequeños, con un ritmo que no decae en ningún momento, "Megamente" se convierte no solamente en un film de animación con una lujosa técnica a su servicio sino también con un guión ingenioso que deja pensando y que muestra los puntos débiles y sentimentales tanto de héroes como villanos, el equilibrio de un sistema donde para que cada uno tenga su lugar de pertenencia siempre tiene que haber un otro para que ésto tenga sentido. No estamos solos. Hay dos caras para una misma moneda.
Llegado desde el espacio exterior, Megamente siempre quiso ser bueno, pero su entorno se lo impidió constantemente. Ya de adolescente no le quedó más opción que convertirse en el mejor villano de la ciudad, la Némesis perfecta para Metroman, el superhéroe que todos aman. Todos lo intentos por acabar con el hombre de la sonrisa perfecta fallaron, hasta hoy. Sin enemigo a quien vencer, Megamente cae en una profunda depresión y se da cuenta que su vida ya no tiene sentido. Ese es el momento en que un nuevo plan sale a la luz: es hora de crear un nuevo superhéroe con quien combatir. Pero una vez que descubra el monstruo que él mismo creó, ¿podrá derrotar a su propia creación? ¿Podrá el Genio Malvado cambiar de lado y volverse el héroe de su propia historia? Esta nueva película de los estudios Dreamworks se estrenó a fines de 2010 con gran repercusión en todo el mundo. La historia, entretenida tanto para chicos como para adultos, está llena de buenas ideas y de algún que otro lugar común. Esta edición en DVD incluye algunos materiales extra: escena eliminada, comentarios de los realizadores, entrevistas con el elenco (Will Ferrell, Tina Fey, Jonah Hill y David Cross) y un especial de previews de videoclips, trailers y videojuegos de otros filmes de Dreamworks (Kung fu Panda, Madagascar, Shrek y Cómo entrenar a tu dragón).
El villano favorito El cine de animación se encuentra viviendo una paradójica época de oro, un renacimiento parido entre los avances de la tecnología digital y la consolidación de un nicho comercial surgido en pleno siglo XXI: películas infantiles que seducen tanto a niños como a jóvenes y adultos. Hoy es casi una quimera encontrar en las multisalas filmes dedicados exclusivamente a los más pequeños, mientras los nombres y estilos de los principales estudios de animación de Hoollywood ya casi forman parte del saber popular, y son fácilmente identificables por cualquier espectador promedio. El resultado, por supuesto, es la absoluta uniformidad del género, que con muy pocas excepciones (acaso Pixar en Estados Unidos) se ha vuelto una de las especies más previsibles: ya todos saben lo que van a buscar en estos productos, y casi nunca son defraudados. El cine queda reducido así a mero suministrador de emociones y respuestas estandarizadas, justo cuando las posibilidades de los animadores parecen volverse infinitas. Un contexto semejante, empero, obliga a valorar los pequeños detalles, las mínimas diferencias que sirvan para particularizar a las películas, sin resignar por supuesto el espíritu crítico. Se trata de una tarea tal vez infausta, pero obligatoria para aquél que ama al cine. ¿Qué vuelve entonces único a Megamente, último tanque de la factoría DreamWorks (competencia de Pixar, y creadora de la reciente Cómo entrenar a tu dragón)? ¿Cuál es su característica particular, su signo distintivo? No es por cierto su argumento, por más original que pueda parecer a primera vista, pues estamos ante un mecanismo de reciclaje típico de estos tiempos, plagado de temáticas ya transitadas (ver Los increíbles o Mi villano favorito) y de referencias a la cultura (cinematográfica, televisiva, musical) global. Tampoco su puesta en escena tiene grandes novedades, aunque a veces se despegue del más transitado convencionalismo, recurriendo al plano secuencia en ciertas escenas y estirando por momentos el timming publicitario que domina al cine norteamericano. Menos aún su diseño de producción y su factura técnica, impecables por supuesto, pero a la misma altura de sus pares del norte. Claro que hablábamos de detalles, y en ellos puede estar la respuesta: Megamente es también una especie de colage, una suma de ideas (en su mayoría ajenas) pegadas con más o menos justeza por un guión (de Alan Schoolcraft y Brent Simons) que encima intenta abordar diversos géneros, sin mucha coherencia las más de las veces. Pero al inicio hay una buena ocurrencia, que muere a los quince minutos: parodiar con fina ironía a Superman, darlo vuelta y mostrar sus dobleces. Nuestro protagonista es un extraterrestre enviado de bebé a la tierra desde un planeta extraño, antes de explotar. Sin embargo, junto a él llegará otro alienígena, que caerá en una familia rica, mientras él desembarcará en la cárcel. Aquél será un niño perfecto, cargado de poderes magníficos y preferido por los chicos de la escuela, mientras Megamente será marginado por sus compañeros, criado por malhechores y se convertirá en villano. Ya de grandes, el niño rico se habrá convertido en un símil de Superman, apodado Metroman, un verdadero fanfarrón lleno de demagogia pero que tiene enamoradas a las masas de Metrociudad con sus trucos, y vive de alimentar su propio ego; mientras Megamente será un villano de pacotilla, que fracasa una y otra ves en sus planes a pesar de poseer un manejo supremo de la tecnología y la ciencia. Todo cambiará en una batalla donde inesperadamente Megamente destruirá a su contrincante, aunque no percibirá que con él se irá también su razón de ser, su “otra mitad”, y por cierto la mejor veta del filme, que desde entonces entrará en una lenta pendiente. Ya como rey de la ciudad, Megamente vivirá una especie de tedio existencial que lo llevará a idear la creación de un nuevo superhéroe que lo enfrente para recuperar la vivacidad perdida, y luego a enamorarse de una reportera antes asociada a Metroman, aunque para seducirla deberá disfrazar su identidad. Lo cierto es que el nuevo superhombre terminará siendo más malvado que el propio Megamente, quien consecuentemente deberá transformarse en su opuesto para detenerlo. Filosóficamente banal y políticamente tramposa, la película de Tom McGrath (Madagascar) irá perdiendo rápidamente su identidad a medida que avance el metraje, y la carencia de ideas intentará ser suplida con la acumulación de gags físicos, chistes fáciles, nuevas referencias cinematográficas, otras vueltas de tuercas y la apuesta por una espectacularidad tan grande como anodina, que aunque intenta mantener el ritmo, en el fondo no hace más que resaltar su inconsistencia. Vale citar por ello al crítico Horacio Bernades, quien escribió en Página 12: “Es justamente allí (en su espectacularidad) donde la película construye un espectador no muy distinto del de las superproducciones monumentalistas de Metroman: una masa de ciudadanos ululantes, extasiados con los superpoderes del héroe. Así, el punto de vista de Megamente empieza siendo el de nuestro villano favorito, para igualarse a la larga con el del héroe al que había prometido odiar”. Por Martín Ipa