Si yo les mencionara lo siguiente: película multicolor, llena de paraguas, con Catherine Deneuve cantando ¿de que películas les estaría hablando? No, lamentablemente no acertaron y esta vez no vamos a charlar de Los Paraguas de Cherbourg ese tratado maravilloso sobre la ausencia y el olvido que convirtieron en inmortal al gran Jacques Demy. Hoy la película de referencia es Potiche, Mujeres al Poder, que tienen a la Deneuve dirigiendo una fabrica de paraguas junto a sus hijos, donde previamente desbancan del poder al marido (Fabrice Luchini) ante los reclamos sindicales por parte de los trabajadores ya que este les otorgaba pésimas condiciones laborales en una fabrica francesa de paraguas en la década del setenta. François Ozon es el responsable de esta comedia que aborda de manera grotesca los problemas de un matrimonio, sus relaciones extramatrimoniales y la relación entre padres e hijos. El humor utilizado por Ozon remite a los peores recuerdos del cine chabacano de los ochenta (si la película fuera Argentina quedaría dentro de la mejor tradición de Olmedo y Porcel) donde chistes sin gracia y que atrasan miles de años (el ruidito de la bragueta ante el intento fallido del jefe por cogerse a su secretaria no se puede hacer mas) degradan a la película a la peor estofa de la comedia francesa. Esta comedia de baja calaña tiene coherencia dentro de la visión de Ozon sobre la mujer, una mirada casi misógina (algo que viene ocurriendo desde 8 Mujeres y La Piscina) una representación totalmente anquilosada sobre el poder femenino y sobre el efecto en los hombres. Potiche no se queda atrás y nos entrega también la peor versión de Gérard Depardieu, un político de poca monta y moral dudosa que resulta garante del ascenso de Deneuve al poder de la fábrica. Un pasado los une con una aventura romántica y un presente decadente donde Ozon, los pone a bailar en una discoteca brindándonos uno de los grandes momentos de la vergüenza ajena cinematográfica de los últimos años. Terminando este festín conservador no podía faltar una mirada reaccionaria sobre la homosexualidad del hijo de la pareja Deneuve-Luchini, considerado hijo bastardo del matrimonio (del cual ni siquiera se sabe cual es el padre), un personaje del cual Ozon no puede tratar ni con un atisbo de ironía, al cual maltrata y odia y en línea con el odio a las mujeres, Ozon redondea una comedia odiosa, que termina en ¡Musical! Y otro gran momento aterrador del cine contemporáneo francés.
Feminismo postmoderno Potiche, mujeres al poder (Potiche, 2010) es la adaptación que Francois Ozon hace de una obra de teatro del mismo nombre. Ambientada en la década del ’70, el filme tiene a Catherine Deneuve como protagonista y presenta varios puntos de contacto con 8 mujeres (8 femmes, 2002). Una familia de la aristocracia parisina, dueña de una fábrica de paraguas, se enfrenta a una interminable huelga con sus obreros. Al sufrir un pre infarto el jefe de familia, es la mujer Suzanne Pujol (Catherine Deneuve), aquella dama en estado de pasividad frente a la vida, quien deberá hacerse cargo de la empresa, enfrentar a los obreros y poner el orden allí donde jamás incursionó. Ozon recurre a todo el glamour que lo caracteriza para poner a la “madama” Catherione Deneuve al frente del batallón. La acompañan Gérard Depardieu, Fabrice Luchini, Karin Virad, Judith Godreche y Jeremie Reñiré (protagonista de El niño de los hermanos Dardenne). El director utiliza una paleta de colores monocromáticos acordes a las primeras transmisiones televisivas correspondientes a la época en que transcurre el filme. El formato queda esbozado en el primer plano de la película con el recuadro cuadrado, apenas ondulado en los vértices, en alusión a la imagen de televisión. Pero Ozon no se queda ahí y funde también el estilo teatral del relato, el glamour mencionado y el feminismo implícito en el título. Potiche significa jarrón, un elemento decorativo del hogar, lugar de la mujer hasta que se haga cargo de la fábrica. Mediante el despertar, Suzanne se conectará con un amor de su adolescencia (Gérard Depardieu) y traerá más de una sorpresa al entorno familiar. En clave de comedia de antaño Francois Ozon demuestra con Potiche, mujeres al poder su gran facilidad para reciclar elementos y temáticas icono de los años setenta con sus respectivas estéticas y también dirigir a grandes celebridades de la pantalla francesa. Todo un director posmoderno.
Nueva película de François Ozon, exhibida en el marco del cierre de pantalla Pinamar. Ozon. El director francés, dueño indiscutido del dominio narrativo que combina dosis de desprejuicio con un conocimiento acabado de las fórmulas de los filmes clásicos. Sus historias suelen centrarse en la indagación de los conflictos de orden emocional y en la denuncia de los desórdenes personales y sociales que el establishment pretende ocultar. Su estética radica en una hábil construcción del plano de inspiración teatral – remitente a uno de sus evidentes maestros, Fassbinder -, con un estilo de actuación y gestualidad que por momentos puede resultar maniquea y artificial en post de representar la dislocación de una realidad y cierta resistencia al tiempo presente de los personajes. La preeminencia del factor femenino y la pérdida de un principio regulador masculino suele ser otro vector común de su filmografía. La fusión de géneros es la opción metafórica que Ozon desarrolla para mostrar los desbordes y estallidos propios del cruce de individualidades. Y por último, el humor, por momentos sencillo, irónico y siempre lúdico aún a costa de arriesgar las banderas ideológicas que él mismo parece levantar. En Potiche, Las mujeres al poder, recorre con creces y en esplendor, estas características que signan su obra. Ambientado, filmado y musicalizado como si fuera 1977, el film trata de Suzanne – Catherine Deneuve - , una mujer consagrada al hogar y a su familia que disfruta el bienestar económico que le brinda la fábrica de paraguas dirigida por su marido Robert – Frabrice Luchini - . Forzando los límites de los clichés, Robert es un verdadero déspota, lineal y algo ramplón que explota a los obreros, subestima a su hija, destrata a su amante y, por supuesto, ignora a Suzanne hasta los extremos de la más solapada humillación. Ella, lo consiente y acepta pasivamente su rol de Potiche, la mujer adorno, inútil e insignificante, siempre a su sombra y sumida en pequeñeces mundanas. Después de una huelga y del secuestro de su marido, ella decidirá asumir la dirección de la empresa revelándose como una mujer inteligente, capacitada, decidida; dispuesta a hacer justicia por cada ignominia que ande suelta. Suzanne será la perfecta representación de lo “que debe y puede ser” una mujer, nunca perdiendo cierto halo superficial y algo vacuo. Tan perfecta se torna como irreal e idealista, delineando un nuevo borde del film, un nuevo corrimiento de los límites, estilo al que nos tiene acostumbrados Ozon. Catherine Deneuve no podría estar mejor en este rol de extremos – de mujer florero a tener plena conciencia de género, de clase, etc. -, poniendo el cuerpo a los grandes rasgos del personaje, atravesando el punto justo de lo ridículo y articulando a la perfección lo que Ozon propone en el film. Y Depardieu en el personaje de diputado comunista y romántico, antiguo amante de Suzanne, obviamente, potencia cada escena en gracia, potencia y dosis de ironía. Potiche o Las mujeres al poder en su desteñido título en español, es un film de Ozon en la línea de 8 mujeres, lejos de los dramas sórdidos, en tono de comedia amable, vital, que permite la sonrisa y una mirada de sarcasmo sobre los ideales de una época y un poco más acá, sobre el devenir del feminismo y el tan mentado rol de la mujer.
Aunque se le ha dado a propósito un estilo setentista, que va desde la estética hasta la forma de dirigirla y actuarla, la historia también se siente que es antigua, es como si estuviéramos viendo una película...
En la línea de 8 mujeres (es decir, el Ozon más desprejuiciado, lúdico, artificioso, premeditadamente grasa y amanerado), Mujeres al poder es una comedia (casi) almodovariana sobre una ama de casa sumisa (Deneuve) que corta con su previsible existencia y pasa a manejar la fábrica familiar, que se rebela contra el despótico manejor de su marido (Luchini). La cosa se complica aún más cuando entre en escena un ex gremialista, diputado izquierdista y ex amante de ella en la juventud (Depardieu). El film se ríe del capitalismo, de la burguesía, del mundo de la política y de los prejuicios sociales. No es enteramente convincente (tiene grandes momentos y de los otros), pero sí bastante disfrutable. Y el reencuentro de la dupla Deneuve-Depardieu es un plus no menor.
Ozon con envoltorio feminista Cualquiera que haya visto alguna película del director Francois Ozon se encuentra con productos artísticos que siempre juegan al riesgo. Con mejor o peor suerte. Y Potiche: mujeres al poder no es la excepción. El film, nominado a cuatro Premios Cesar, evoca la estética de films de los setenta y pone el feminismo en primer plano. Después de La piscina, 8 mujeres (que tendrá en breve su versión teatral en Buenos Aires) y Ricky; esta película ambientada en 1977 ofrece su explosiva combinación de colores y una gran influencia musical que dice presente a modo de comedia "cantada" en algunos tramos, como surgida de una antigua publicidad televisiva. Suzanne (Catherine Deneuve) es una ama de casa sumisa ("el potiche" o "jarrón" al que alude el título) y casada con un despiadado fabricantre (Fabrice Luchini) de paraguas. Mientras ella cocina, él enfrenta luchas sindicales y reclamos de sus empleados. Entonces, "ella", la "relegada" administrará el negocio familiar y tendrá poder. La trama incluye luchas familiares, contiendas políticas y relaciones extramatrimoniales, pero todo se vuelve ingenuo y simplón. El polémico realizador se apoya en el aspecto formal (Deneuve en el sitial de "diva" y mostrando sus bellas piernas) pero el resto no deja de ser una comedia francesa más (Gérard Depardieu es el diputado comunista que fue su "conquista amorosa" años atrás), sin demasiada diversión más allá de la contundente presencia de sus estrellas.
Mujer objeto, mujer liberal Si hay algo que puede definir este nuevo opus del polémico realizador francés Francois Ozon que la traducción local perjudicó bajo el titulo Mujeres al poder del original Potiche es la oda al exceso. Exceso de feminismo; de clichés y estereotipos; de ludismo y solapado sarcasmo contra la burguesía y los ideales políticos de los 70 bajo el pretexto de una comedia liviana y de situaciones con una fuerte impronta teatral (ya nos tiene acostumbrados a este registro desde 8 mujeres) pero que no pasa de ser un film correcto y entretenido, muy por debajo de las propuestas de este director. La mayor virtud consiste en haber captado tanto desde lo visual como del guión un halo de film setentista que pone en el centro del tapete el patético rol de una ama de casa Suzanne (Catherine Deneuve), mantenida y objeto de decoración de su familia –de ahí el título original que sería Florero-, a quien el fortuito accidente que sufre su despótico esposo Robert (Frabrice Luchini), dueño de una fábrica de paraguas, la posiciona en un lugar de mando importante dentro de la empresa que le devuelve la confianza en sí misma. Así las cosas, con algún que otro apunte humorístico y la explotación del mal entendido para armar situaciones hilarantes, François Ozon se vale de la excelente predisposición de Catherine Deneuve que prácticamente carga con la mayor parte del film sin soslayar la presencia de un Gerard Depardieu -con quien se complementa perfectamente- en el rol de un diputado comunista que competirá contra ella en las elecciones comunales y que fuera en el pasado su amante. Como film irónico sobre la burguesía y sus conflictos de alcoba esta vez el director de Ricky se queda a medio camino, dejando en claro que cuando se aparta de sus dramas perturbadores y psicológicos como El refugio le brotan sus arrebatos almodovarianos, pero sin la gracia del director manchego.
¿Mujer florero?, ¿o mujer que algo esconde detrás de un florero? Estamos frente a una comedia rica y divertida. François Ozon hizo una película a la medida de Catherine Deneuve. Ella canta, se divierte y se mueve en el set con comodidad. Catherine interpreta a Suzanne, una mujer que al inicio del film es sumisa pero dentro de su sumisión deja escapar cierta sonrisa picara, algo que nos da a entender que hay cosas que no sabemos y que iremos descubriendo durante todo el desarrollo de trama. Como verán hable solo de Catherine Deneuve, y es que ese es el problema de Mujeres al Poder. Todo está hecho para el lucimiento de la bella actriz. Ozon, el director, está embobado con ella y no puede ocultar su admiración en cada plano. La película se ve setentosa desde la fotografía, las actuaciones y los encuadres, y si bien esta ambientada en esa década se podría haber contado de una forma un poco más moderna. Tiene un sentido social, muestra la sociedad de los 70 en Francia con un patrón capitalista, duro, autoritario y mujeriego en manos de Fabrice Luchini, y un alcalde de izquierda interpretado por Gérard Depardieu. Suzzane también tiene un hijo gay y una hija con ideas conservadoras como la de su padre. Este esteriotipo familiar podría bien llenar un cóctel pero se diluye cuando el director, posa la cámara sobre la siempre sonriente Deneuve.
Ambientada en un pueblo de provincia en 1977, esta nueva película del prolífico director francés François Ozon combina el artificio teatral (hay un claro espíritu de vodevil) con la comedia almodovariana sobre esas mujeres que se rebelan contra la sumisión, la previsibilidad de sus existencia y los prejuicios sociales, y el artificio del género musical (resulta bastante evidente el homenaje a Los paraguas de Cherburgo , de Jacques Demy). Catherine Deneuve es la gran estrella del film en el papel de Suzanne, una ama de casa sexagenaria que se dedica a correr por el parque, a observar animales, a escribir poesías en una libretita y a (pre)ocuparse de sus dos hijos ya adultos: Joëlle (Judith Godrèche) y Laurent (Jérémie Renier). En cambio, no parece demasiado entusiasmada por la larga relación que mantiene con Robert (Fabrice Luchini), un marido que casi no le presta atención, la menosprecia y la engaña con su secretaria (Karin Viard), mientras maneja con mano dura una fábrica de paraguas con 300 empleados. Pero un súbito problema de salud de él, una dura huelga que emprenden los obreros y la reaparición de un diputado comunista y ex amante de ella en la juventud (Gérard Depardieu) obligan a Suzanne a hacerse cargo de la empresa familiar con el apoyo y la participación de sus hijos. Para sorpresa de muchos, las cosas no marchan nada mal bajo su gestión, pero su esposo tratará de recuperar el control gerencial como sea. La propuesta resulta superficial, ligera y con un look demodé -Ozon parece consciente de todo eso-, pero con el aporte de esa legendaria dupla que componen Deneuve y Depardieu (muy bien acompañados por el resto del elenco) y con su tono satírico alcanza a burlarse de la hipocresía y del machismo burgués y pueblerino para convertirse en una fábula político-feminista que exalta a esas mujeres que reniegan de convertirse en el decorativo y frágil jarrón de porcelana al que alude el título original en francés ( Potiche ) y que propone una tesis que no pocos espectadores apoyarán: nunca es tarde para (re)encontrar un objetivo y un sentido a la vida.
Cóctel retro, kitsch y desprejuiciado Sólo al director de 8 mujeres podía ocurrírsele llevar al cine una obra de teatro pasada de moda y convertirla en una farsa bufonesca que no teme a los excesos y que aspira a cierta sofisticación, debido al peso de sus protagonistas. La primera imagen de Mujeres al poder es la de Catherine Deneuve trotando por un bosque que parece salido de la imaginación del viejo Disney, enfundada en un rutilante jogging rojo y con ruleros en la cabeza. Ese comienzo ya da una idea de lo que vendrá después: una comedia desprejuiciada, deliberadamente kitsch, por momentos casi al borde del ridículo, pero que sin embargo aspira a cierta sofisticación, no sólo por la presencia de la gran dama del cine francés, sino también por el peso –en un sentido tanto literal como metafórico– de su partenaire, Gérard Dépardieu. ¿Quién sino François Ozon podía animarse a preparar este cocktail retro, inspirado en una antigua pièce de boulevard de Pierre Barillet y Jean-Pierre Grédy? Quienes recuerden el vodevil 8 mujeres (2001), también de Ozon, podrán hacerse una idea de lo que les espera, pero aunque ésa sigue siendo una referencia válida hay otro film del director que se acerca más en espíritu: Gotas que caen sobre rocas calientes (2000), basada, paradójicamente, en una obra teatral de Rainer Werner Fassbinder, nada menos. Si de la revulsiva pieza de Fassbinder el intrépido Ozon tomaba sobre todo sus claves de época para convertirla en un triunfo del estilo sobre el contenido, aquí en cambio se diría que la operación es la inversa: acudir a una obra anacrónica y frívola para sacar de ese material enmohecido una comedia no sólo sobre la guerra de los sexos, sino también sobre la lucha de clases. La acción se sitúa hacia 1977, período de conflictos sociales en Francia. La Deneuve es Madame Pujol, señora de la gran burguesía de provincia, heredera de una próspera fábrica de paraguas que ha quedado en manos de su esposo (Fabrice Luchini), un nuevo rico con ínfulas, dispuesto a no conceder ni un palmo a sus obreros. No parece una casualidad que su lema sea el mismo que impuso el presidente francés Nicolas Sarkozy: “Trabajar más para ganar más”. Pero los obreros no piensan lo mismo, reclaman no sólo la reducción de la jornada laboral, sino también condiciones básicas de trabajo y, aprovechando el álgido momento social, secuestran al patrón. Es entonces cuando esa señora resignada a ser sistemáticamente engañada por su marido y relegada a la condición de objeto decorativo de la casona familiar (de ahí el título original, Potiche) se convierte en una mujer capaz de solucionar el conflicto y llevar adelante la empresa con una muñeca política que nadie había sospechado. Al punto que al primero que convoca para mediar en el asunto es a un veterano diputado comunista y ex obrero de la fábrica (Depardieu, claro), que alguna vez, en un desliz de juventud de ambos, fue su amante. Y parece que lo quiere seguir siendo. Típica comedia “de puertas”, cuando no termina de salir un personaje entra otro, entre ellos la atolondrada secretaria –y amante– de Monsieur Pujol (Karin Viard) y los hijos de Madame Pujol. Una con ambiciones de patrona de estancia y más reaccionaria que Marine Le Pen (Judith Godrèche) y otro, en cambio, despreocupado e inadvertidamente progresista (Jérémie Renier), aunque más no fuera porque quiere colorear los tradicionales paraguas oscuros de la empresa familiar e insinúa una “salida del closet” con un bello muchacho rubio muy parecido a él. Farsa bufonesca que no le teme a los excesos, este Potiche de Ozon reparte dardos a diestra y siniestra mientras se divierte desacralizando a dos iconos del cine francés, como cuando pone a Deneuve y a Depardieu a bailar música de los Bee Gees en una discoteca decorada por el más enconado enemigo del buen gusto.
Dejar de ser costilla Adaptación de una obra teatral que exalta la igualdad de géneros. Con Catherine Deneuve. La principal constante en la filmografía de François Ozon parece ser, a esta altura, la falta de constantes. La versatilidad del realizador francés: su eclecticismo. Director de películas como Bajo la arena , La piscina , Vida en pareja , Tiempo de vivir , Ricky o El refugio , Ozon vuelve, en Mujeres al poder , a la adaptación de una pieza teatral. Sus experiencias anteriores eran Gotas que caen sobre rocas calientes , de Fassbinder, y el musical 8 mujeres : otra prueba de amplitud estilística, más allá de géneros y estéticas. Catherine Deneuve, una de las estrellas de 8 mujeres , es la figura central de Mujeres al poder . No hablamos, desde luego, de una debutante en comedias: sí de una actriz que hizo culto de su enigmática distancia. Grata rareza verla en papeles como el de Suzanne: ama de casa de la alta burguesía, cándida, conformista, cómica o patética en su rol decorativo. Una señora atrapada en una cárcel de tareas domésticas, maternales y “artísticas” (cercanas a la laborterapia). El pasaje de la ¿resignada? pasividad a la disputa por el poder será el centro de esta farsa/fábula social. Un juego humorístico, lleno de confrontaciones de género, de clase y hasta de ideologías. La historia está ambientada en 1977 y respeta, sobre todo al principio, su origen de teatro de boulevard , estilo tradicional francés de comedia. Suzanne se mueve en un mundo kitsch; su marido (Fabrice Luchini), en uno paródico. El maneja la fábrica de paraguas que heredó de su suegro, tiene a su secretaria como amante y se opone, con mano de hierro aunque también con bastante histeria, a los reclamos de los obreros de la empresa, quienes, en algún momento, lo toman cautivo. Ante esta situación, Suzanne pasa bruscamente a ser activa: a ser, por fin, sujeto. Se acerca a un viejo amor, un político comunista interpretado por Gérard Depardieu, y con su ayuda toma el control -de un modo más “humano”- de la empresa familiar. El cuadro se completa con una hija de derecha, a punto de separarse, y un hijo más cercano a la izquierda, feliz con su nueva pareja, ignorando que podría tratarse de una relación incestuosa. Circunstancias que, subraya Ozon, pueden cambiar de un momento a otro... En síntesis: el realizador hace un tratamiento dinámico y leve, deliberadamente naif, de temas “serios”. Juega con estereotipos, clichés y correcciones políticas. Le hace decir a Suzanne, ornamentada de joyas, rumbo a una asamblea: “Los obreros no lo van a tomar a mal. Gracias a ellos me compré todo”. El personaje de Depardieu estará a su lado. Pero no siempre. Porque el poder, también para las mujeres, está plagado de tensiones, soledades y traiciones
Un vodevil con olor a naftalina La ductilidad de François Ozon detrás de cámaras parece no ceder: Bajo la arena, El refugio (estrenada el año pasado), 8 mujeres y La piscina son algunas de las películas de este cineasta camaleónico y con buena respuesta de público. Su eclecticismo no se discute y tampoco su democrática decisión de recurrir a actores reconocidos para interpretar roles de peso: allí están los nombres de Charlotte Rampling, Catherine Deneuve, Emmanuelle Béart y Fanny Ardant para engordar la taquilla. Ahora Ozon convocó otra vez a Denueve y al gigante Depardieu para construir en imágenes un vodevil que protagonizara en las tablas Mirtha Legrand con dirección y producción de Daniel Tinayre a fines de los ’80 y que ubica su acción a fines de la década anterior. En efecto, se trata de Potiche. La película narra la nueva vida política de una mujer (Denueve) aferrada a las directivas de su esposo (Luchini), un verborrágico y tacaño empresario de una fábrica de paraguas. Hay personajes secundarios –los hijos de la pareja, ella conservadora, él liberal y gay– una secretaria sometida por su jefe y un grupo de obreros en rebeldía frente al poder del dinero. Y, claro, el personaje de Depardieu, encarnando a un sindicalista de izquierda que parece sacado de un folleto para iniciados en el tema. En realidad todo es leve, simpático con reservas, pueril en su concreción. Por momentos, da la impresión de que la película atrasa más de medio siglo, no sólo desde su pensamiento ideológico, sino también desde la forma en que está concebida, como si la torpe y desganada puesta de Ozon no se preocupara por salir de la teatralidad original, omitiendo cualquier riesgo que se relacione con el lenguaje del cine. Mujeres al poder es un film fuera de estos tiempos, donde a Deneuve se la ve contenta cambiando vestuario un montón de veces, tal vez rememorando a la versión teatral argentina de hace más de dos décadas.
Acierta Ozon con su versión de “Potiche” Los memoriosos (y afortunados) recordarán haber visto este vodevil, con su nombre original, «Potiche», hará unos veinte años en Mar del Plata y Buenos Aires. Con él se despidió de las tablas Mirtha Legrand, jugando el papel que ahora interpreta Catherine Deneuve. La acompañaban Juan Carlos Mesa, luego reemplazado por Rodolfo Ranni, en el papel de marido, y Juan Carlos Calabró en el de sindicalista que entra en confianza con la esposa del empresario, y que en cine hace Gérard Depardieu. Dirigía la puesta, monsieur Daniel Tinayre. Quien la vio todavía se regocija, y quien no, también se regocija, pensando en los diálogos que tendrían doña Mirtha con Calabró. Tales memoriosos dicen que el juego entre ambos era mejor que el de la Deneuve con Depardieu, aunque eso ya es mucho decir y no puede comprobarse. Lo cierto es que la obra sigue siendo entretenida, incluso bastante aguda y sustanciosa. El asunto es prácticamente el mismo: una señora muy aseñorada se ve en la repentina obligación de atender por un tiempo la empresa que hasta ese momento manejaba solamente su marido. Corrige algunas cosas y, contra todo pronóstico, la hace progresar. Más aún, le toma el gustito, sale de su jaula de oro y asume nuevas experiencias, no sólo empresariales, para desesperación del otro, que la tenía de adorno, tal como el título sugiere. En la versión que ahora vemos esas nuevas experiencias llegan hasta la política, lo que permite otros chistes, y otro final, más actualizado, aunque la ambientación sigue transcurriendo en mejores épocas (mejores para el recuerdo, se entiende). Para el caso, todo se ambienta en los 70, y el propio estilo de la película remite directamente a los 70, con tal gracia evocativa que uno espera en cualquier momento la aparición de Louis de Funes como el malhumorado dueño de la fábrica. En su reemplazo aparece Fabrice Luchini, a quien cabe prestarle atención. Lo mismo a Karin Viard, que hace de secretaria. Pero, por supuesto, quien se lleva las palmas es Deneuve, al fin otra vez haciendo una comedia. La anterior fue «Ocho mujeres», con el mismo director, François Ozon. Ah, al fin otra vez Ozon haciendo una comedia. Es un director completo, casi todoterreno como los de antes, pero lo que el público general más le agradece es justo este sentido del humor, y de la puesta en escena que puede regalarnos. En suma, hay chistes simpáticos, espíritu de parodia (a veces medio locales, otras universales, como la paráfrasis de un famoso poema de Kipling), unos acordes a lo Vladimir Cosma para mayor poder evocativo, comediantes de buen ánimo, y se dicen unas cuantas cositas como quien no quiere la cosa, en tono ligero pero nada tonto. Autores de la pieza original son los hoy viejitos Pierre Barillet y Jean-Pierre Grédy, es decir, los mismos de «Flor de cactus», «Cuarenta kilates» (que acá también hizo Mirtha Legrand) y otras varias de similar encanto y oportunidad de lucimiento para las actrices.
VideoComentario (ver link). POTICHE MUJERES AL PODER nos presenta a Suzanne un ama de casa, relegada y menospreciada por su marido, un empresario que dirige con mano de hierro su fábrica de paraguas. Pero tras una larga huelga, y una descompensación del jefe de familia, la mujer deberá hacerse cargo de la empresa familiar, revelándose como una mujer inteligente, capacitada y decidida. El prolífico Francois Ozon adapta con eficacia y el glamour que caracteriza a su cine, una obra teatral del mismo nombre logrando una adecuada ambientación del Paris de los 70, con una utilización de colores monocromáticos en un claro homenaje a la televisión de esa década. Además cuenta con una impactante Catherine Deneuve como protagonista y un impagable Gerard Depardieu, cada vez más enorme física y profesionalmente. Un verdadero deleite, cine galo de excepción.
Continuando el estilo de su anterior trabajo "8 Femmes", el director François Ozon adapta otra obra de teatro con estética setentosa (no sólo por la ambientación y vestuario, sino también por el tono, música y colores) que sigue los conflictos matrimoniales, infidelidades, relaciones padres-hijos y peleas de poder dentro de una familia rica. Nominada a cuatro premios César (Mejor Actriz, Mejor Actriz Secundaria, Mejor Adaptación, Mejor Vestuario), "Potiche" es una comedia simpática, ligera, colorida, exagerada y teatral, que por momentos huele a viejo, en donde se luce una genial Catherine Deneuve (que vuelve a reunirse con el gran Gérard Depardieu).
Patchwork subversivo. En un apacible bosque de cuento de hadas, donde la luz del sol encandila y la música empalaga, Catherine Denueve se desliza vestida con un jogging rojo y ruleros mientras conversa con los animalitos que encuentra en su camino. Más tarde, Gerard Depardieu agita toda su humanidad sobre una pista de baile, probando suerte con unos tímidos pasitos al ritmo de la música pop light. François Ozon revienta los clisés, el kitsch inunda la película de punta a punta y desafía a los grandes nombres del elenco. El director explota al extremo su vena paródica y sofisticada, sus manías fetichistas son evidentes en el uso de los colores y en el decorado. Las tribulaciones de la protagonista provocan vaivenes inesperados, vértigos temporales y flashbacks que desorientan. Ozon utiliza todos los artificios manteniendo al mismo tiempo la coherencia del conjunto. Mujeres al poder es una comedia delirante, sin tiempos muertos y con todos los ingredientes del vodevil: un marido voluble, una mujer anulada y el habitual intercambio de roles, con puertas que se abren para unos y se cierran en la cara de los otros. Catherine Deneuve es Suzanne Pujol, una obediente señora de su casa que escribe poemas simplones, hace bordados y supervisa los quehaceres domésticos bajo el acoso permanente de su marido, Robert Pujol, el director de una fábrica paraguas. El cuadro familiar se completa con un hijo progresista y artista en potencia y una hija reaccionaria con un look a lo Farrah Fawcett exacerbado. Ozon coloca a Suzanne en primer lugar como el objeto decorativo e inexpresivo del título original. La acción se desarrolla en 1977 y comienza cuando una huelga de los obreros pone en riesgo la autoridad del dueño despótico, y entonces su mujer se ve obligada a sustituirlo. Un florero reemplaza al otro. El trueque de la confrontación entre Suzanne y Robert es endiabladamente eficaz. Los Pujol se baten en una guerra sin cuartel, cuya dimensión cómica encubre la violencia latente. Bajo el atuendo de una comedia lúdica y brillante, la película ofrece una mirada singularmente aguda sobre nuestro tiempo. El director no evita ningún tema: la transmisión generacional, la mujer que entrega su libertad por el trabajo o la humanización de la empresa por una gestión femenina. El telón de fondo está perfectamente aceitado con los diálogos amargos e ingeniosos, los contrapuntos crueles y un discurso socio político pertinente tanto para finales de los setenta como para la actualidad. Pero en el cine de Ozon no hay lugar para pesados mensajes ni palabrerío inútil, el motor de la película es la acción y el discurso está adherido a la piel de los personajes. La reconstitución de la pareja Deneuve-Depardieu permite una serie de acrobacias, momentos de romance y comedia musical. El guión hace de la burguesa y el dirigente comunista antiguos amantes. Su idilio de otra época es relatado mediante un flashback con jóvenes protagonistas que no se asemejan de ningún modo a los Deneuve y Depardieu de El último subte. Los falsos recuerdos se chocan con las puestas en escena de antaño y la figura de la protagonista se agiganta. Suzanne es un remolino que lleva adelante la farsa del clan Pujol, cada vez que cruza victoriosamente una prueba social o familiar se va despojando de la ingenuidad a la que fue confinada al principio de la película y se convierte poco a poco en una reina madre llena de sabiduría. La metamorfosis de Suzanne reafirma la vigencia de Catherine Deneuve como una comediante de primer nivel. La estrella del pasado es una actriz de puro presente. Ozon la ubica en un tiempo abstracto. Suzanne va a cambiar las cosas en el pasado, modificando la mentalidad y la percepción de la mujer en una sociedad aún patriarcal. El punto de encuentro entre una actriz atemporal y su personaje hace de Mujeres al poder no sólo una comedia atenta a su tiempo, sino también un sublime manifiesto feminista.
El feminismo ya no es lo que era en los años setenta; época en la que se ve ambientada la última película de François Ozon, que protagoniza la siempre bella Catherine Deneuve junto a Gérard Depardieu. Con un aire cercano a 8 mujeres, Ozon nos presenta en clave de comedia el nacimiento de la mujer independiente. Suzanne está casada hace más de 30 años con Robert Pujol, si bien ambos poseen una compañía que se dedica a la fabricación de paraguas, él se encarga de manejarla mientras ella se dedica a los mínimos quehaceres domésticos y a escribir sus poemas. Es madre de dos hijos ya adultos, muy distintos entre sí. Los empleados de la empresa familiar no están muy contentos con el manejo que viene llevando Robert, por lo que deciden llevar a cabo una huelga y tomarlo a él como rehén. Para poder resolver la situación Suzanne toma las riendas de la fábrica para sacarla del mal paso y luego decide llevar las riendas de la misma; siendo esta acción muy positiva tanto para la familia como para la imagen de la empresa. La película se centra en el paso de una ama de llaves a directora de una empresa; es una comedia muy naif y de otra época totalmente; si bien tanto Deneuve como Depardieu merecen la entrada del cine no hay mucho más que valga la pena. El film es llevadero pero sin grandes momentos y pasará al olvido sin pena ni gloria.
Florero francés en clave despareja Francois Ozon es un cineasta francés bastante resistido por la crítica. Es decir, todos le reconocemos mucha capacidad para cierto tipo de cine (la comedia liviana con toques sociales o thrillers donde las mujeres están en el centro de la escena), pero lo cierto es que algunos trabajos (en especial "Ricky", que a mi me gustó pero a la gran comunidad cinéfila no) terminan siendo anodinos o sin la fuerza necesaria para generar conmoción en el espectador. Lo cierto es que su gusto va desde el drama más fuerte, "Tiempo de vivir" por ejemplo, hasta los films de intriga corales como "Ocho mujeres". Y en todos sus resultados son variables. Lo cierto es que en su país es muy querido por los artistas pero la relación con la prensa no es de la mejor. Ahora nos llega a las salas "Potiche", que en francés significa "jarrón", del tipo de decoración, término habitual en el país galo para definir a ciertas mujeres que cumplen una función fija en su hogar, sin ningún relieve y que están, pero que no sirven para nada (o si, son "mujeres objeto"). Ya el nombre anticipa lo que vendrá: una película levemente divertida que vira hacia la reflexión social y el problema de la lucha de géneros, desde una óptica serena y amena, que se deja ver sin mayores pretenciones. "Mujeres al poder" es la historia de Suzanne (Catherine Deneueve, bella y magnética aún a su edad). Corren los últimos años de la década del 70 y está casada con Robert Pujol (Fabrice Luccini), cabeza de una fábrica de paraguas, empresa familiar que lleva adelante y que fue creada por el parde de su esposa. Ella pasa una vida tranquila y apacible. Es el "florero" de una elegante casa y está prácticamente sola todo el tiempo, sus hijos están grandes, hacen su vida y su marido dirige la empresa. Siempre está afuera y como ya suponemos, la engaña con su secretaria y no la tiene en cuenta para ninguna decisión importante. Pero a pesar de poder llevar la fábrica donde quiere, Robert tiene problemas con los líderes sindicales que quieren mejoras sociales en su lugar de trabajo. El, déspota y tirano, se niega a toda negociación hasta que los obreros terminan secuestrándolo. Luego de un incidente grave como este, su salud se deteriora y el médico le recomienda dejar el trabajo. Es entonces cuando Suzanne, por descarte (los hijos se niegan a aceptar), toma la dirección de la empresa. Un ex amante suyo, (de una breve historia hace mucho tiempo), Maurice Babin (Gerard Depardieu, cada día más voluminoso, tanto que temo por su salud) es diputado por la izquierda y se ofrece de nexo entre ella y los delegados sindicales. Juntos, verán de sacar a la empresa adelante y encauzar la situación en un marco distinto (la lucha de mercados naciente para su producto) al de su creación. La película está basada, así como otras de Ozon, en una obra de teatro. Y se nota, por el ritmo y la manera en que se van jugando las situaciones, no hubo intención de modificar el espíritu de la misma, ya que los cambios no parecen significativos (el libro original es de Pierre Barillet y Jean Pierre Gredy, quienes curiosamente son responsables de la versión original -francesa- de "Just go with it", estreno de hace dos semanas en cartelera) y sólo se buscó aprovechar el carisma de los protagonistas y que jueguen a partir de su química sus líneas para montar la escena y volverla creíble. En sí, y con el cariño que uno tiene por el cine francés, siempre es interesante ver a dos monstruos como Denueve y Depardieu. Son dos actores con décadas de experiencia y dan cátedra con cualquier rol que elijan, dado el peso de su talento y la versatilidad que tienen. En esta oportunidad, da toda la impresión de que el elenco se ensambló apoyándose en ellos, lo cual hizo que los secundarios se soltaran y dieran lo mejor para acompañar la atmósfera en que se da el relato en cuestión. El problema es que el corazón del film, está basado en dos cuestiones importantes. Por un lado, se instala en la necesidad de entender el reclamo social de los obreros, fuertemente influenciados por las ideas de ese momento histórico (la patronal está caracterizada como el enemigo y desarmar ese preconcepto cuesta y la película lo pincela sólo levemente) y por el otro plantea el rol de las mujeres "florero", que en apariencia están en un rol pasivo y sometidas por el hombre hasta que cierto día, la oportunidad de salir e intentar algo nuevo puebla de ideas nuevas a quien no se tenía en cuenta hasta este momento y le ofrece un renacimiento, donde las mujeres, tomarán indefectiblemente el poder... El relato es simpático, está bien contado y es agradable de ver. Pero no conmueve y de no tener el cast que tiene, seguramente no convocaría mucho interés del público. Pero nadie que le guste el cine francés dejará de ver "Potiche" viendo los pesos pesados que hay en el elenco. Y Ozon se aprovecha de eso, dejandolos fluir, encuadrando con oficio y subrayando lo mínimo, de manera que lo que él piensa, sea visible desde una óptica curiosa y no sea estridente o recargado. Me inclino a pensar que no es uno de sus mejores trabajos, pero es de obligada visión para quienes siguen a estos próceres del cine galo y para quienes buscan un film liviano para pasar el rato, si el cine europeo es lo suyo.
Esta no es una película feminista Mujeres al poder o Potiche (en referencia a un adorno inmóvil presente en cualquier hogar) es una comedia que particularmente funciona en los momentos en los cuales su realizador, Francois Ozon, apuesta a la saturación estilística. Esto ocurre especialmente desde el comienzo de la misma hasta el tiempo en que la trama parece tomar la senda de las definiciones, aun cuando hacia lo que parece el final hay una nueva apertura en la trama, que lleva la película hacia un desenlace de una pobreza supina. De modo que podríamos decir que una parte de la película se construye en una lógica estética que todo el resto de la misma no duda en anular. Suzanne Pujol (Deneuve), es la heredera de una fábrica de paraguas dirigida por su esposo desde la muerte de su padre, una burguesa acomodada a su rol de esposa y madre sumisa. Acostumbrada al desprecio de Robert Pujol (Luchini) luego de 30 años de matrimonio, dos hijos y engaños a montones, ella se enfrenta por diversas circunstancias a la necesidad de hacerse cargo de la empresa, en momentos de una crisis sindical violenta. En ese momento contará con la asistencia del diputado comunista, y dirigente gremial, Maurice Babin (Depardieu), con quien tuvo un encuentro ardoroso y fugaz, muchos años atrás. La resolución del conflicto estará reglada por el trato gentil, por la recuperación de la vieja tradición – de la que su padre era cultor – del trato personal y del conocimiento de cada individuo, sin que esto tenga necesaria relación con la mejora real de las condiciones económicas. Lo que sigue es un vodevil familiar donde junto al enfrentamiento entre el esposo desplazado y su esposa puesta a jefa y mujer deseable, acompañan este viejo izquierdista militante convertido en viejo amante enamorado, una hija conservadora que reproduce la sumisión materna y un hijo que apoya a su progenitora, como modo de hacerse carga a su vez de su propia sexualidad. Desde el inicio, sobresaturado de color y de clichés, el realizador apuesta a la re escenificación excesiva para dar a la antigua comedia teatral un sentido doble. La comedia se estructura en su trama – claramente decadente – pero también en el modo en que se expone. Porque Ozon no solo pone en escena la historia de la familia Pujol, sino también un viejo modo de representación de los personajes y las relaciones. En el tramo donde esta exasperación escénica domina, la película es entretenida, atrevida, inteligente. Cuando la historia del enfrentamiento de género se pone en el centro de la dramaturgia, la película pierde completamente sus virtudes y se hace tonta y previsible. Las escenas que destacan, que apuestan a la memoria emotiva de un espectador adulto, especialmente la salida nocturna de la pareja Deneuve – Depardieu, son perlas que adornan esta comedia intrascendente. Potiche oculta tras su pátina de feminismo setentista una fuerte vocación por una vieja burguesía conciliadora, con visión nacional, industrialista. Aunque la opresión de género y de clase han ido juntas en la historia del capitalismo, cuando en Francia imperan la deslocalización fabril y la hegemonía de los Sarkosy y los Le Pen, Ozon con la recuperación de este discurso por la conciliación de clases y la defensa del trabajo nacional, parece un socialista desbocado.
Es más, tome algo fuerte, porque necesito de su imaginación para seguir adelante... o mejor dicho atrás, porque para entender, y acaso disfrutar, “Mujeres al Poder”, hay que retroceder unos 35 ó 40 años en el tiempo, momento en el cual la comedia francesa de tono “comercial” tenía una forma de decir de los personajes; una estética y hasta un contenido muy característico que si se lo revisa hoy es tan inocente que roza el ridículo. No es que esto tenga particularmente nada de malo, pero si uno alquila “El Salvaje” (“Le Sauvage”, 1975), por poner un ejemplo, tiene que estar listo para gags tipo “había Una-vez-truz”. Todo muy naive ¿Me comprende? En “Mujeres al Poder”, hasta la escena de la aparición del hijo parece sacada de algún capítulo de “La Tribu Brady”, así que ya está avisado. Dicho esto, puedo hablar del cuentito de “Mujeres al Poder”. Ubicada en un pueblo de Francia en 1978, pleno apogeo de del 2º movimiento de la liberación de la mujer, el guión se centra en Suzanne (Catherine Denueve) que claramente representa todo lo contrario a eso. Entregada, resignada, sumisa, casi autista en su mundo de negación de estar viviendo desde hace 30 años con Robert (Fabrice Luchini), justamente el arquetipo del macho con poder (dirige la fábrica de paraguas del su ya fallecido suegro), quien además tiene por amante a la secretaria. Por otro lado Maurice Babin (Gerard Depardieu), un diputado socialista que promueve la huelga que los trabajadores están haciendo en la fábrica. Algunas idas y venidas del guión (y un preinfarto de Robert) derivan en que Suzanne “salga del jarrón”, que es de hecho el objeto que representa la analogía con su actitud frente a la vida. Esta parte del guión me hizo ruido por el lugar en el que queda parada la mujer después de que se revela que Suzanne ha sido bastante promiscua antes y durante su matrimonio. Cada cual a lo suyo, pero es insoslayable que si este personaje es el arquetipo de la mujer naive que debe toma las riendas de una empresa en el machista mundo de los hombres, parece cuestionable que luego se haga tanto hincapié en la aventuras sexuales que tuvo como si eso le quitara méritos. El realizador François Ozon se ocupa de dos cosas fundamentalmente: que ocurran tantos hechos como sean posibles en los 103 minutos que dura la película, muchos de los cuales no parecen necesarios para contar la historia; y de mantener su realización al estilo y altura del Claude Lelouch de los ‘70. Hay hasta escenas teatrales con planos generales en donde los actores desarrollan la acción. El diseño de arte, la fotografía y la música están tan estancados en el tiempo como la dirección, aunque en estos rubros es muy destacable el diseño de vestuario de Pascaline Chavanne, habitué de las películas de Ozon, y la selección musical de temas propios de la música disco superficial de los ’70, pero muy característica de esa década. Dicho de otra manera, “Mujeres al Poder” es una comedia muy inocente y con poco trasfondo a pesar de los temas que toca; pero a su vez sabe descansar en ese tipo de humor para llegar al público que esté dispuesto a recibirlo. Es eso, o, efectivamente, esto se filmó en los ’70 y quedó congelado hasta hoy para su estreno. Hasta luego.
Vintage Potiche amalgama forma y contenido con lucidez y entrega una primera parte ágil y divertida que se resiente con el regreso de Robert procura retomar el rumbo, volviéndose entonces un poco alargada, más previsible y menos fresca. François Ozon volvió a abrevar del teatro como en Gotas que caen sobre rocas calientes o en 8 mujeres para seguir contando eso que tanto le interesa como son las historias de mujeres fuertes. Potiche es un típico y clásico vodevil francés de los ‘70 y es así que el director plantó la cámara como si el tiempo no hubiera pasado y reconstruye la estética (con logrados trabajos de arte y vestuario) y la manera de filmar en esos años no sin olvidar actualizar con nuevos trazos algunos apuntes contemporáneos para mostrar que ciertos modos no cambian tanto. Estamos en la Francia de1977 donde Robert Pujol (Luchini) es el dueño de una fábrica de paraguas que maneja con mano firme y autoritaria. Clisé del empresario que desprecia al sindicato y los representantes políticos afines a los trabajadores, rechaza cualquier consejo de modernidad, tiene como amante a su secretaria, trata a su esposa como un objeto decorativo más de la casa y a sus vástagos como inútiles. Una enfermedad lo dejará fuera del directorio por un tiempo y su lugar recaerá en las manos de Suzanne (Deneuve), esa señora ama de casa tan sumisa, menospreciada y desvalorizada, quien para sorpresa de todos se desenvolverá con inteligencia y logrará sortear cada uno de los escollos que se le presentan, aliándose a Maurice Babin (Depardieu), -un diputado comunista y ex dirigente gremial que mucho tiempo atrás ha sido su amante-, y pidiendo la colaboración de sus hijos y del plantel de la fábrica, consiguiendo además pingües ganancias. Cuando el ex patrón intente volver a su puesto gerencial las cosas ya no serán como antes, ya no pueden serlo. Comedia brillante -donde lo retro y lo kitsch se dan la mano-, Potiche amalgama forma y contenido con lucidez y entrega una primera parte ágil y divertida que se resiente cuando el regreso masculino procura retomar el rumbo, volviéndose entonces un poco alargada, más previsible y menos fresca. Las relaciones y los roles familiares, las disputas de género y de clase, el machismo y el feminismo en la práctica cotidiana como maneras de vinculación y de dominio interpersonal y social son algunas de las observaciones que el guión establece y plantea sin salirse de la liviandad del género ni bajar línea panfletariamente. Un elenco sin fisuras acompaña a los protagonistas, dos íconos del firmamento francés: Depardieu, que vale lo que pesa, y Deneuve, bella y encantadora como siempre (con el plus del guiño a la maravillosa Los paraguas de Cherburgo).
AMA Y SEÑORA La nueva película del director francés François Ozon ofrece una opción amena en la cartelera para abordar un film que se comporta como su protagonista: uno piensa que en su segunda parte se resignifica y se vuelve una buena película, pero en realidad desde el principio es una atendible opción en una cartelera un poco restringida para este tipo de directores. Podríamos dividir Mujeres al poder (2010) en dos partes, cuyo punto delimitador es la secuencia en donde Babin (Gérad Depardieu), anoticiado por Pujol (Fabrice Luchini) de la posible paternidad de su hijo Laurent (Jérémie Renier), va a buscar a Suzanne Pujol (Catherine Deneuve) a la fábrica para que le confirme esta información. Allí encuentra a Madame Pujol dando una entrevista para la televisión, ensalzando sus virtudes como dirigente empresarial, exponiendo los logros de la producción desde la asunción de la presidencia –desbancando a su marido-, celebrando su belleza, su inteligencia, y el trato para con los obreros. En esa corta escena vemos la aparente conversión de Suzanne, quien antes parecía adormecida en su mundo doméstico y ahora ha despertado para develar quién fue siempre. Bavin la lleva en su auto al lugar donde se conocieron, él la mira con amor, ella mantiene la distancia de su clase, parece no estar conmovida con regresar a ese lugar. En el trayecto Bavin le pregunta aquello que lo tenía ilusionado, feliz. Ella lo niega y, con la misma frialdad, le ofrece un derrotero de lo que fue su vida amorosa paralela a su matrimonio. Suzanne le ha roto el corazón a Bavin y se ha revelado ante él para mostrarnos que siempre tuvo el poder. No podemos negar que Ozon, director de la película, nos había preparado junto a Bavin para esta desilusión. Es en relación a Bavin cuando Suzanne comienza a dar señales de aquella mujer que fue –que es-. Desde su primer encuentro aparece enaltecida, hasta en el diálogo se expone que entre ellos existe una diferencia de clase casi irreconciliable. Quizás la escena más grafica (y más bella) sea la de las escaleras a la salida del Babadoum, en donde Bavin le pide abandonar esa vida tediosa para vivir otra amorosa y ella aparece siempre más alta que él. Bavin se acerca, la alcanza gracias a los escalones, pero ese acercamiento físico no basta, intenta con palabras, miradas, hasta con un beso, pero no, su cuerpo y su discurso no la trascienden, no atraviesan a Suzanne y ella parte. La vemos a ella escalones arriba y a él abajo, desolado. En esta escena, sumada a la que Suzane, luego de hablar con su hija y desestimar un proyecto que le propone con reajustes de personal y otras medidas, le relata cómo era de trabajador su abuelo y la manera en la que trataba a los empleados, mientras se refleja en el retrato de su padre, se ofrecen esas señales de las que hablábamos antes: Suzanne siempre fue la mujer que es ahora y aquella conversión no fue tal, sino que ella había elegido dormitar, callar su voz, hacerse a un lado, ser “un florero” -potiche (de ahí el título original). Al conocer la realidad de la protagonista, que su mudanza no se da, toda la primera parte de la película, pierde la frescura y energía que parecía tener. Entonces rescatamos a Bavin, quien queda como víctima, pero que es un personaje honesto con sus sentimientos, decidido, valiente, que amará a su burguesa aún cuando sea su acérrima rival política, como lo muestra la hermosa escena en la que él, en su oficina, la escucha cantar por la radio y toda su gestualidad lo confirma derruido ante ese amor fiel.
La rebelión de las amas de casa François Ozon es un director que ha dado muestras de originalidad dentro del cine francés actual, con títulos como "La piscina", "8 mujeres" o "Gotas que caen sobre rocas calientes". En esta oportunidad, toma una pieza teatral de Barillet y Grédy, y recrea una comedia ubicada en los años 70 en la que el trasfondo es la revalorización del rol de las mujeres en la sociedad. Convoca para formar el elenco a dos glorias del cine francés como Catherine Deneuve y Gerard Depardieu y rinde un evidente homenaje a Jacques Demy, aquel de "Los paraguas de Cherburgo", "Las señoritas de Rochefort" y "Piel de asno" (casualmente, las tres protagonizadas por Deneuve). Ozon toma la historia de una mujer que redescubre sus ocultos talentos y se revaloriza como ser humano al tener que asumir la dirección de la fábrica (de paraguas) que regentea su marido enfermo, y la encara como una comedia con rasgos vodevilescos, con un tratamiento visual y formal obviamente desplazado en el tiempo para que coincida con la década del 70, en la que transcurre la acción. El problema es que su película se ve vieja y pasada de moda; la atrevida inclusión de un par de números musicales resulta fallida porque no logra que el público supere ese umbral de aceptación de las convenciones del género que resulta indispensable para que los actores no luzcan ridículos cuando rompen a cantar. Por lo tanto, las situaciones resultan poco convincentes, las actuaciones se ven postizas, los pasos de comedia no logran el efecto deseado y el fundamento conceptual de la película (la revalorización de la condición femenina) aparece impostado e inconsistente. El filme, con todo, alcanza a mostrar retazos del talento artístico de los protagonistas (y también de algunos actores secundarios) y de la idoneidad del director para narrar una historia, pero resulta insuficiente para convertirse en la fábula con enseñanzas sociales que pretendió ser.
Feminismo Kitsch Potiche (Mujeres al Poder) es un film francés dirigido por François Ozon, quien también estuviera a cargo de la dirección de 8 Mujeres y Swimming Pool. La historia trata sobre Suzanne Pujol (Catherine Deneuve), la típica "ama de casa desesperada" pero con un toque retro, que ha vivido toda su vida a la sombra de su infiel esposo Robert Pujol (Fabrice Luchini), un tipo que menosprecia a las mujeres y que no la respeta. Por un problema de salud de Robert, Suzanne se verá obligada a hacerse cargo de la dirección de la empresa ayudada por el capo sindical Maurice Babin (Gérard Depardieu), hecho que la llevará a darse cuenta que es una mujer con muchas capacidades que injustamente a ido reprimiendo, y que ahora en el poder, puede convertirse en una persona diferente, pero sobre todo feliz. La comedia es inteligente en el sentido que juega de manera adrede con los clichés setentosos, abusándose de ellos y combinándolos con el humor bien francés, donde las situaciones ácidas o incómodas predominan. Confieso que no es para nada el tipo de película que suele atraerme, por lo que me costó entrar en onda, pero finalmente el film me resultó entretenido. Tanto los personajes principales como los secundarios están muy lúcidos, destacándose las actuaciones de Deneuve y Luchini que están especialmente atractivos en Potiche. Ozon trata la disfuncionalidad familiar con bastante ligereza, lo que está muy bien ya que Mujeres al Poder es una comedia, pero sentí en varias escenas que cierto humor relacionado con problemas familiares, no me resultó lo suficientemente gracioso como para evitar notar lo grotesco de ciertos abordajes. Creo que si uno realmente está decidido a reírse de la infidelidad, la violencia de género, las ideologías políticas y demás, debe perder todo tipo de respeto por las convenciones y dejarse ser, es decir, llevar el humor negro al límite para que el espectador olvide que en realidad se está riendo de algo que en la vida real no es divertido, y acá creo que no se consigue eso. De todas maneras, creo es disfrutable en su conjunto, sobre todo si son seguidores del cine francés.
Demoliendo jarrones "Potiche", el título original de este nuevo film de François Ozon "Mujeres al poder", se refiere obviamente a esos jarrones grandes, hermosos objetos decorativos pero generalmente carentes un valor preciso y sin una verdadera utilidad. Y es también el título de la famosísima obra de teatro de Pierre Barilet y Jean-Pierre Grédy que Ozon adapta a la pantalla grande, rodeándose nuevamente de un elenco de lujo para despuntar lo mejor de la comedia francesa. Robert Pujol (Fabrice Luchini) es un industrial que maneja la fábrica de paraguas que ha heredado de su suegro. Pero por diversos problemas sindicales con sus obreros, todo su despotismo y su maltrato quedará de lado cuando su mujer, Suzanne (una vez más Deneuve con una presencia imponente y única en la pantalla) tome las riendas del asunto y logre no sólo encausar el negocio familiar sino darle una nueva dirección al emprendimiento familiar. Para sorpresa de muchos, y sobre todo la suya propia y la de sus hijos, Suzanne no dudará ni un minuto en dejar rápidamente de lado su vida burguesa y de ama de casa ejemplar, para poner en juego todo su potencial y descubrir que puede ser muchísimo más que un objeto decorativo dentro de su mansión. Ozon, uno de los realizadores más prolíficos del cine francés actual, quien parece obstinado en demostrarnos que no hay género que se le resista, prueba ahora con un tono de comedia típica de los años '70 -justamente en la época en que se desarrolla el film- y rinde, en cierta forma, un homenaje a la comedia blanca de la que han abrevado tantos otros directores. "Potiche" está en las antípodas de muchos de los otros géneros transitados por Ozon como el suspenso con "La piscina", una espesa psicología de sus personajes en "Bajo la arena" y "Gotas que caen sobre rocas calientes", también se ha dado el lujo de jugar a la comedia musical con un dreamteam increible en "8 mujeres" o vibrar en un tono más dramático para su última realización "El refugio" o en "Tiempo de vivir". Es él mismo quien analizó con fino bisturí a la pareja en "5 x 2" y también dotó con aires de fábula a una mujer en pleno descubrimiento de si misma y de su maternidad en "Ricky". Ahora no sólo cambia de género sino también de registro y logra un tono de comedia que remite a Louise de Funes y Annie Girardot en "La cizaña" o a otros cineastras franceses cultores de la comedia como Claude Zidi o Francis Veber y logra que este elenco de lujo se preste al juego de una comedia pasatista con algunos destellos de ironía sobre el rol de la mujer en la sociedad. Para esto, cuenta con la incondicional colaboración de Catherine Deneuve para dar vida a una Suzanne opuesta a los últimos trabajos de ella en cine -como por ejemplo "Mére et Filles", "Après lui" o "La fille du RER" en donde abordaba mucho más su veta dramática- y una vez puesta a jugar, puede tanto salir en jogging y ruleros a hacer sus ejercicios matinales como desplegar un increible vestuario diseñado por Pascaline Chavanne demostrando ser una de las mujeres más bellas del cine de todos los tiempos, bailar en una disco en un clip con una pizca de delirio o consensuar con sus obreros en plena huelga. A su lado, Gérard Dépardieu, es su complemento ideal y la química entre ellos sobrepasa la pantalla y es evidente que han divertido -y mucho- jugando con estos personajes de comedia. Él es Maurice Babin, su viejo amor, que se reencuentra con ella, ahora devenido en alcalde comunista y completa el "triángulo" Fabrice Luchini que se maneja con completa naturalidad en los pasos de comedia en el rol del marido que desvaloriza permanentemente a su esposa y que guarda los jugueteos para su secretaria (un poco desaprovechada Karin Viard, en un rol demasiado deslucido para una gran actriz). Al reemplazar su lugar de "florero" por el de mujer activa, todo comenzará a cambiar en el mundo de Suzanne, para bien y para mal, como también comenzará a "temblar" la relación con su hijos -Jérémie Renier y Judith Godrèche- pero sobre todo el impulso que tomará la fábrica será muy diferente, conducida ahora por una mujer. Nuevamente, este rol de la mujer al mando, le permite a Ozon pasear su mirada por el universo femenino que visita en absolutamente todos sus films, dandole su marca personal, aunque obviamente "Potiche" se debe ver sin demasiadas pretenciones más que pasar un buen rato acompañado de grandes actores que disfrutan de la propuesta. Dentro de su filmografía es quizás su film menos impactante, menos creativo, y mucho de ello tiene que ver la mirada demasiado cándida que imponen este tipo de comedias y que el realizador también traduce en una manera de filmar y una puesta mucho más estructurada e incluso algo rígida, demasiado teatral en algunos aspectos. Hay algunos diálogos y otros tantos gags que no le sientan tan bien a sus personajes y por supuesto no logra la densidad y la complejidad que tienen la mayoria de sus protagonistas de sus restantes films. Sin embargo, siempre es grata una dosis, una buena dosis de cine francés en la cartelera y "Potiche" a pesar de que en su ritmo y su temática aparece como algo fuera de época para los tiempos que corren, logra entretener y brindar un rato agradable, sin dejar de subrayar en este tono sencillo cuál es el nuevo rol que ocupa la mujer en nuestra sociedad.
François Ozon encara con la misma eficacia un drama psicológico (“Bajo la arena”), un thriller (“La piscina”) o una historia fantástica (“Ricky”). “Potiche” parece estar en la línea de “8 mujeres”, también de origen teatral. La acción transcurre en Sainte-Gudule, al Norte de Francia, en 1977. Robert Pujol maneja con mano dura y despótica su fábrica de paraguas y somete con las mismas reglas inalterables a su mujer y a sus hijos. Para él, Suzanne es poco más que un florero, consagrada a la atención del hogar. La cosas cambiarán, sorpresivamente, cuando Pujol sea tomado como rehén durante una huelga y su mujer deba hacerse cargo de la empresa. Suzanne demostrará, de pronto, una capacidad formidable para la tarea. Buena administradora, se ganará la confianza de todos. El conflicto estallará cuando Pujol pretenda retomar sus funciones. El film está al servicio de Catherine Deneuve, espléndida en su madurez.
Ambientada en 1977, Suzanne (Catherine Deneuve) es la esposa sumisa de Robert Pujol, un adinerado empresario dueño de una fábrica de paraguas que administra con puño de hierro, cara de pocos amigos y malos tratos hacia sus empleados. De este mismo modo es como se relaciona con sus hijos, quienes no pueden concebir como su madre se deja tratar como una mujer-florero, un trofeo más en la colección de hazañas de su padre. Cuando estalla una revuelta sindical, se decreta el paro de la empresa y Pujol es secuestrado, posteriormente liberado y luego internado, Suzanne asume el máximo cargo jerárquico, asiendo el poder total del negocio familiar y sorprendiendo a más de uno con su gestión. Todo se complicará cunado su marido intenté recuperar la posición que le fue tomada. “Mujeres al poder” no será la comedia más inspirada de la filmografía de Francois Ozon pero sirve para demostrar su conocimiento y perdurable interés por el complejo universo femenino. Cabe aclarar que “potiche” (tal es el título original en francés de esta propuesta) es un adorno u objeto decorativo de poco valor sin un real uso práctico. La palabra también se utiliza como término despectivo para hablar de una mujer que vive a la sombra de su marido, que no parece tener su propia identidad.