Guiso de iguanas, dinero y crimen Ambientada en plena selva misionera, esta comedia negra de Martín Salinas está plagada de enredos y situaciones imprevistas que deben sortear los personajes para salir airosos luego de un cometer un secuestro. El botín mueve todo el andamiaje. Ni un hombre más está estructurada a partir de la sorpresa y de la acumulación de gente que llega en el momento menos indicado al mismo lugar. Charly (Martín Piroyansky), el encargado de una hostería en la selva de Iguazú, recibe a Karla (Valeria Bertuccelli) y Ricky (Juan Minujín), una pareja que carga con un muerto y cien mil dólares en el baúl del auto. Las cosas no salen como estaban planificadas y tras otra muerte que aquí no adelantaremos, a la enloquecida trama se sumarán la ex de Ricky (Emme), un guardia del lugar (Luis Ziembrowski) y varios curiosos más. La tranquilidad del ámbito que nadie visitaba se transforma rápidamente en el escenario donde se dan cita una serie de confusiones, traiciones, cadáveres y un pasado que vuelve. Podría haber sido una película de terror si el humor no dijera presente y el realizador Martín Salinas (guionista de Gaby, a true Story, nominada al Oscar y El mar de Lucas) echa mano a un lenguaje fluído y buenos gags en esta historia de ambiciones desmedidas en las que todos quieren sacar tajada del botín sin importar los riesgos ("Me cargué dos muertos, no me cuesta nada algunos más", asegura Karla). Mientras lentamente se cocina un guiso de iguana, la hostería también funciona como una olla a presión en la que todo es posible. Valeria Bertuccelli reaparece en un rol verborrágico con convicción cuando es presionada por las circunstancias, mientras que Luis Ziembrowski contagia su dialecto, entre las peleas con su mujer para ir a un casamiento y un costado oscuro y macabro que aflora en el momento menos pensado.
Martín Salinas llega a dirigir un largo, después de haber trabajado mucho en guiones de calibre (“Nicotina”, “Gaby, a true story”, “Shattering the silence”, etc, incluso participó en “Historias breves 7”, detrás de las cámaras), y debemos reconocer que es una agradable sorpresa ver como lleva adelante un proyecto tan complejo como este. “Ni un hombre más” muestra que Salinas sabe contar historias y que la comedia, pseudo coral (me permito decir), le sale muy bien. La historia que nos presenta, está ambientada en la Triple Frontera. Charly (Martín Piroyanski) tiene 23 añitos y administra una hostería en el medio de la selva del Iguazú. Tiene una vida de poca actividad, su hobby es estudiar el comportamiento de las iguanas y es el único responsable del lugar en baja temporada. Cierto día, caen en su posada, Karla (Valeria Bertuccelli) y Ricky (Juan Minujín), quienes llegan contando que chocaron el auto y necesitan una grúa para acarrearlo… Pero la situación es más compleja que eso, en realidad la pareja carga un muerto en el baúl, tiene cien mil dólares encima y un problemón encima. Se desatará entonces, una serie de enredos insólitos a medida que pasen las horas donde también tendrá activa participación Rolo (Luis Ziembwowski), policía local y amigo de Charly, quien descubrirá rápidamente que algo no está bien al dar con el auto en la ruta, accidentalmente. La película va sumando personajes lentamente, los presenta, ambienta, interrrelaciona y vuelve a cambiar de escenarios, modificando lo que uno anticipa como espectador. Lo que nace como un incidente con final desagradable, va complejizándose a medida que el tiempo pasa y se van agregando situaciones a la inicial, de manera que el ritmo no decae nunca. En ese sentido, el guión de Salinas es interesante, va armando una trama coral reducida, pero que sostiene el sentido del film. “Ni un hombre más” es una comedia policial de enredos, en definitiva, pero el color local que le pone el lugar donde fue rodada, así como la solidez de las actuaciones la hacen atractiva y potente. No vamos a descubrir que Bertuccelli es una gran actriz, sólo re afirmarla como la comediante de nivel que es, Piroyanski compone un Charly cálido, desorientado y con un fino sentido del humor que sorprende. También hay menciones especiales para Ziembrowski (quien hasta habla guaraní!), Minujín y Emme, quienes cumplen sus roles con soltura y convicción. Quizás pueda criticarse a Salinas que cuando promedia el film, la confusión de la cadena de eventos se hace ostensible y de alguna manera, poco creíble (tan poco movimiento policial con lo que había en juego?), pero… importa? No demasiado. Aquí la propuesta es de acceso directo, conecta rápido con el público y lo contiene durante toda su duración. Es una comedia donde la pasás bien, sin dudas. Si bien no ví todas las locales del género este año, tengo muchas en mente y debo decir que ésta en particular, me pareció de las más logradas. Muy buena propuesta, sin dudas, de lo mejor esta semana en cartelera, no la dejen pasar.
La sangre brota Veterano guionista de producciones mexicanas, norteamericanas y argentinas, y con alguna experiencia previa en la dirección de cortos, Martín Salinas desembarca en el largometraje con una tragicomedia bien negra y de estructura coral ambientada en una remota hostería perdida en el medio de la selva del Iguazú. Es que hasta ese paraje misionero llega una pareja (Valeria Bertuccelli y un Juan Minujín que desaparece de escena a los pocos minutos) con un botín de 100.000 dólares y un cadáver en el baúl. Los lugareños (Martín Piroyansky y Luis Ziembrowski) y otros visitantes que irán arribando (como Germán de Silva o Emme) se sumarán a esta acumulación de enredos -de humor, pero también con múltiples accidentes y traiciones cruzadas- en el que la tentación y la codicia derivarán de manera inevitable en un estallido de sangre. Ni un hombre más recuerda por momentos a otra creación de Salinas (la adrenalínica Nicotina) y dialoga con la negrura del cine de Danny Boyle, de Guy Ritchie o el delirio de Muerte en un funeral, pero la narración -irregular, por momentos algo desbocada y caótica- no termina de convencer del todo. El aporte del muy buen elenco, la imagen del notable DF Marcelo Iaccarino y algunos momentos inspirados desde el guión y la puesta en escena compensan en parte los desniveles de un film algo fallido, pero así y todo bastante atendible.
Llevada adelante por personajes al borde del abismo y capaces de las más insólitos y retorcidos comportamientos –por un puñado de dólares, eso sí-, Ni un hombre más propone una historia policial que a la vez es una comedia de enredos con toques de humor negro. No caben dudas que el guionista y director debutante Martín Salinas ha intentado abarcar variadas facetas expresivas en su debut cinematográfico, como que suele suceder en una primera obra, pero de todas maneras se las arregló bastante bien hasta el último tramo, en el que no alcanzó a resolver de manera adecuada tantos estímulos que fue proponiendo. Las alternativas de esta pieza cuyo título (que se refiere a una frase menor dentro de la trama) no resulta para nada expositivo del espíritu de la película, crecen y se enriquecen disparatadamente hasta que llegan a un punto muerto en que se anulan mutuamente. Con notoria influencia del cine inglés de humor negro, desde El quinteto de la muerte hasta la reciente Cuatro muertos y ningún entierro, adaptados en este caso a un marco litoraleño, Ni un hombre más sorprende, entretiene y provoca numerosos momentos de grotesca y perversa diversión. El consustanciado elenco es clave para sostener sus logros parciales, entre los que se destacan la siempre brillante Valeria Bertuccelli, el dúctil y ascendente Martín Piroyansky y un Luis Ziembrowski en otro registro.
Guarda con el muerto La comedia negra es un género poco transitado por el cine argentino. O al menos no tan frecuentado por actores y guionistas como la comedia costumbrista o el melodrama. Sin embargo y en esa lógica, Ni un hombre más (2012) es un interesante ejercicio negro que logra sus objetivos al comprender el registro en tono y forma. Ricky (Juan Minujín) y Karla (Valeria Bertuccelli) son una pareja en plena fuga tras secuestrar a un hombre y recibir la recompensa. Tras sufrir un accidente con su auto, caen en una hostería de mala muerte en medio de la selva de Iguazú. En ella se encuentran con Charly (Martín Piroyansky) quien al enterarse de la situación intentará quedarse con el motín. Cada personaje que aparece en escena, lejos de tener buenas intenciones, caerá en la tentación o en la tumba. Su director Martín Salinas, realiza un claro exponente del género apelando a sus protagonistas: los actores entienden rápidamente el registro de actuación necesario para componer a sus personajes. Piroyansky, Bertucelli y Luis Ziembrowski, se desenvuelven en el género con mucha comodidad y explotan sus facetas para el humor. El relato acompaña a los actores con acciones que se van sucediendo una tras otra, aumentando la tensión y la comicidad con las muertes afianzadas. Porque Ni un hombre más es ante todo, una comedia de enredos. Su enredo con la muerte le permite desplegar a su director los límites de la miseria humana encarnados en sus personajes (comparados en el relato con reptiles, en clara alusión). Con dichas virtudes, la película de Salinas, que no llega a ser una obra genial, se presenta como una comedia negra atractiva e ingeniosa, a la altura de su elenco.
Al fin una comedia negra Valeria Bertuccelli y Martín Piroyansky alternan protagonismo en un divertido filme. No abundan, por desgracia, los títulos en el cine nacional que combinen la comedia y, digamos, el thriller, o la película con uno, dos o más muertos . Y menos como lo hace el director y guionista Martín Salinas en Ni un hombre más , con un protagonismo que va rotando entre Valeria Bertuccelli y Martín Piroyansky. Acá la comedia suele ser comedia, el thriller es un género poco abordado y si hay algún cadáver difícilmente se promueva a la risa. Los personajes de Bertuccelli y Piroyansky, Karla (“con K”, aclara ella) y Charly se conocen de manera fortuita. Ella y su novio (Juan Minujín) llegan a una suerte de hostería en Misiones que atiende Charly, él ensangrentado, ella un tanto nerviosa. Tienen el primer cadáver en el baúl de un auto con el que chocaron y dejaron abandonado. Y tienen una cajita con 100.000 dólares no del todo bien conseguidos. La película cuenta con el enorme aporte de Bertuccelli que, como comediante en el cine nacional, a estas alturas pareciera no tener quién la iguale. Es rápida para la respuesta supuestamente improvisada, sabe manejar su cuerpo y no sólo sus gestos en el humor más físico, cambiar el tono en un mismo parlamento y ser natural cuando otra hubiera pisado el palito del grotesco. Bertuccelli, no. Es que el humor negro tampoco es moneda corriente por estos lares, y ella se mueve con llamativa comodidad. Lo mismo sucede con Piroyansky, que se suelta del papel del joven-atribulado-en-circunstancias- inesperadas en el que lo encapsularon ya suficientes veces. Charly tiene más oportunidades de cambiar a lo largo de la proyección ante los ojos del espectador, porque el guión le da cimbronazos desde que empieza hasta que termina. Salinas se apoyó en un elenco dúctil -Luis Ziembrowsky, el mencionado Minujín, Emme- y aunque las acciones suceden casi siempre dentro de cuatro paredes, cuando es necesario airear las situaciones sabe cómo explotarlas. En síntesis, la sensación que perdura luego de ver Ni un hombre más -que no es un manifiesto feminista ni mucho menos- es la de haber pasado un rato agradable, escuchando retruécanos desopilantes y con buenas actuaciones. La comparación entre las relaciones humanas y las iguanas macho y hembra podrían estar o no, obviando un relato en off que genera expectativa y nada más.
Al final los reptiles la tienen más clara y más sencilla que nosotros. Vergüenza debería darnos… La idea de comparar a las iguanas con la especie humana estuvo original porque, en ciertos aspectos, nos parecemos (cosa que pasa con muchos de los animales, no nos olvidemos que son nuestros predecesores). Pero no sé si la voz en off fue la mejor elección para hacer la comparación. Personalmente esos momentos me hicieron ruido, pero no significaron que la película me dejara de gustar. El humor negro está muy bien manejado y lo mejor que tiene el film es Valeria Bertuccelli que se destaca como actriz cómica por encima del resto. Hay una larga serie de condimentos que hacen que Ni un hombre más (2012), sea una buena película del cine local para disfrutar. Una ‘aparente pareja’ joven llega accidentalmente a una posada en Iguazú. Entran al lugar para descansar un poco y el dueño les brinda algunos de los servicios, mientras cocina un puchero de falso pollo para unos adinerados clientes extranjeros que están en camino… ¿Te parece muy común? A ver ahora: una sospechosa pareja acaba de cerrar el negocio de su vida, secuestrando a un viejo; de repente chocan y se pudre todo. El viejo en el baúl muere y ellos tienen 100 mil sucios dólares en mano. Lo único que tienen a mano como para calmar las aguas y tratar de solucionar las cosas, es un gran hotel donde no se aloja más que el pibe a cargo. A partir de ese momento las cosas se van a volver más turbias, complicadas y por suerte, disparatadas y graciosas, cuando aparezca un nuevo muerto… ¡Y aún siquiera hayan llegado los huéspedes extranjeros! Con las actuaciones de (por orden de aparición) Juan Minujín, Valeria Bertuccelli, Martín Piroyansky y Luis Siembrowsky, el cine argento nos regala esta historia que, salvando las distancias, nos podría pasar a cualquiera de nosotros. Todos los personajes creían tener las cosas más o menos claras y resueltas hasta que se cruzan las vidas de cada uno de ellos en esa posada que pasa de ser un hotel de lujo en nuestras famosas cataratas, a convertirse en el escenario de un montón de cosas raras y divertidas. Desde el principio, la película te pinta que todos se están por meter en un lindo lío, pero a medida que se va desarrollando, los hechos exceden cualquier imaginación. Las pobres iguanas que siempre terminan a la olla, la loca de Karla (Bertuccelli) que necesita un Valium por cada segundo de cinta que corre, los muertos, el guardabosques del lugar (Siembrowsky) que crea un incomprensible idioma, fruto de la mezcla del español con el guaraní, más la loca de su esposa que escucha la radio religiosa… y así un sinfín de personajes que se van sucediendo y que se superan uno al otro en cuanto a nivel de bizarros. La trama está mejor ensamblada que la triple frontera, pero algunos cortes y transiciones no me convencieron. El guión es sólido, sobre todo en el comienzo y más todavía sobre el final. Los ejes que maneja la película se unen equilibradamente y tiene momentos de acompañamiento musical muy buenos, aunque por otro lado también hay baches sonoros. Sin embargo, más allá de algún que otro detalle poco positivo, Ni un hombre más, se destaca en su afán de demostrar que nuestra especie es la más interesada de todas y que lo económico es el factor dominante; el resto, es pura goma espuma. El amor y el resto de los sentimientos pasan a segundo plano durante 85 minutos y la razón de tal evento está perfectamente justificada por un puñado de dólares.
Oscura comedia de enredos En algún momento, a poco de comenzada la comedia de enredos oscura que es Ni un hombre más, alguien hablará de un plan perfecto y no se necesita mucho para darse cuenta de que el plan, todos los muchos planes que se elaborarán durante el desarrollo de la trama, serán de todo menos perfectos. Por un lado está aquel urdido por Karla (Valeria Bertuccelli) y Ricky (Juan Minujín), un secuestro exitoso durante sólo unos minutos. Claro que entre el festejo por el cobro del rescate de 100.000 dólares y los problemas pasará muy poco tiempo. Una víctima que se muere en el baúl del auto, un choque en medio de la nada y la llegada a una hostería en la selva de Iguazú que será el escenario del desastre. Allí estará Charly (Martín Piroyansky), el joven encargado del lugar que vive obsesionado por las iguanas que estudia, caza y cocina en un guiso que es su especialidad y que disfraza de pollo para los turistas sensibles. Por ahí también aparecerá Rolo (Luis Ziembrowski), un guardaparques amigo de Charly que tendrá un rol esencial en las complicaciones que incluirán a una misteriosa pareja, un par de mujeres despechadas y algunos personajes más que completarán el carácter coral del film dirigido por Martín Salinas, experimentado guionista que con esta película debuta en el largometraje. Muy hábil para construir los diálogos y las interacciones entre sus tres protagonistas, Salinas no obtiene los mismos resultados del resto de los personajes en los que muchas veces recae la obligación de explicar y resolver partes fundamentales de la trama. Una ardua tarea que por momentos atenta contra el frenético ritmo construido con la contribución de las notables interpretaciones de Bertuccelli, Piroyansky y Ziembrowski. Cada aparición de ellos -juntos o por separado- en pantalla pone de manifiesto los costados más cómicos y al mismo tiempo tensos de la historia. La Karla con K de Bertuccelli consigue evitar la caricatura de la mujer desesperada y dispuesta a todo por lograr zafar del desastre en el que se transformó su plan perfecto, mientras que Piroyanski resulta el héroe verdadero, complejo y sutilmente gracioso del cuento. Menos sutil, pero igual de rendidor es el personaje interpretado por Ziembrowski, un hombre que comienza siendo incapaz de matar una mosca y termina de una manera bastante distinta.
Y todo es cuestión de plata Dirigido por Martín Salinas, el film protagonizado por Valeria Bertuccelli y Juan Minujín, entre otros grandes actores, es una comedia de amor que recuerda al viejo humor inglés. Guionista reconocido no solo en Argentina y director de uno de los mejores cortos de Historias breves 7, Martín Salinas se anima a contar una comedia que entremezcla thriller y humor negro con muchos personajes que se conocen de pura casualidad. El inicio es enigma y sorpresa: una pareja (Valeria Bertuccelli y Juan Minujín) carga con 100 mil dólares y un tipo en el baúl del auto que al poco rato se muere debido a un accidente. La geografía es la selva del Iguazú y la pareja decide hospedarse en una hostería fronteriza, oculta en medio de la vegetación. Allí aparece un lugareño que atiende el hotel (Piroyanski) y más tarde un guardia (Ziembrowski) con acento acorde al paisaje. Otros personajes irán surgiendo en el lugar en una trama donde dos cadáveres, el dinero deseado y una serie de enredos, equivocaciones y mentiras ventajosas actúan como centro operativo del relato. En efecto, Ni un hombre más es una comedia que recuerda al humor inglés de antaño y de estos tiempos, con el bienvenido flematismo y la ironía típica de los británicos cuando dejan de mirarse al espejo con su aire autosuficiente y deciden adoptar al género desde su vertiente más oscura. Pero aquello que sorprende al comienzo de Ni un hombre más termina perjudicando al devenir del relato. Por un lado, los personajes resultan carismáticos y seductores cuando "hacen cosas"” en lugar de explicar los conflictos; por el otro, aquellas acciones iniciales –con un cadáver adentro de un baúl al estilo Hitchcock y la obsesión por el dinero como marca el ABC del policial–, a medida que transcurre la historia, deja lugar a otros personajes secundarios que no suman sino que se acumulan de acuerdo a las piruetas que se establecen desde el guión. Entonces, el ritmo y la sorpresa decae y surgen los momentos donde se perciben las costuras del libro, la astucia de los guionistas (se necesitaron ¡cinco consultores sobre el tema!) y las reiteraciones de causa-efecto a las que son adictos quienes profetizan que una buena película es aquella que se escribe antes de que empiece a rodarse. Hay otro punto que hace tambalear la segunda mitad del film, pese al esfuerzo del grupo actoral por gambetear las líneas de un guión que ya descansa en la repetición y en los tics previsibles. El deseo de quienes llegan a la hostería por conseguir algo de la guita, en lugar de aclararse como el único tema, abre las puertas a historias paralelas relacionadas al amor, las traiciones y las infidelidades. Allí Ni un hombre más pierde la posibilidad de convertir a sus personajes en gente desagradable, obsesionada por el botín, repudiable desde el punto de vista ético. Todo lo contrario a aquello que transmitía el cine de Hitchcock, especialmente, el de su etapa inglesa…
Criminales de medio pelo Es sabido que es más difícil hacer reír que hacer llorar, pero a pesar de ese desafío, suele considerarse a la comedia como un género inferior al drama. Al cine argentino de las últimas décadas le ha costado, en general, encontrar el ritmo, las situaciones y los actores para hacer buenas comedias. Los ejemplos son escasos. Es por eso que un producto como "Ni un Hombre Más" brinda una doble satisfacción: no sólo se pasa un buen rato en el cine, sino que se siente que no todo está perdido en lo que al género respecta. Todo comienza con el cobro de un rescate. Ricky (Juan Minujín), y su novia Karla “con K” (Valeria Bertucelli) festejan que el plan salió a la perfección, y sólo les queda liberar al rehén del secuestro. Sin embargo el hombre muere accidentalmente y deben huir para deshacerse del cuerpo. Se pierden en una ruta de Misiones, y así terminan en la hostería Del Cielo, atendida por Charly (Martín Piroyansky). Ricky supuestamente llama a la grúa, pero cuando Karla descubre a quién llamó en realidad tienen una discusión que termina mal, y así se comienza a complicar toda la historia. A partir de ese momento, la trama se desarrollará como un in crescendo de situaciones disparatadamente trágicas. Esta comedia negra se apoya en las excelentes actuaciones de sus tres actores principales, Bertucelli, Piroyansky y Luis Ziembrowski, que manejan el género con una naturalidad indispensable para que situaciones bastante escabrosas resulten verdaderamente graciosas. Filmada íntegramente en la provincia de Misiones, el guión logra hacer del entorno un integrante más, aprovechando la selva, su fauna, y las distancias, que hacen que la hostería se convierta en el escenario único de toda la acción. Con un guión casi teatral en ese sentido, todos los personajes convergen allí, siguiendo un ritmo parejo que no deja baches a lo largo del filme. Martín Salinas, director y guionista, logra con su primer largometraje como director, una historia fresca, a pesar de su buena dosis de humor negro, con personajes simpáticos en manos de grandes actores, y un excelente ritmo. Una película que divierte y sorprende mediante giros bien ubicados en el guión, y no decae hasta el final, muy bien resuelto.
Los riesgos de esconder un cadáver Una de las cuestiones que atraviesan el cine argentino reciente es el tema del género (del género cinematográfico, se entiende), con películas que lo abordan de modo clásico (Dos más dos, Masterplan) y otras que prefieren hibridarlo, cruzarlo, enrarecerlo (La araña vampiro, Los salvajes). Para su debut como realizador en el largometraje, Martín Salinas (que cuenta con amplia experiencia como guionista, en producciones mexicanas de primera línea) eligió ceñirse al modelo de la comedia negra, en la que –como en El tercer tiro, de Hitchcock– un grupo de personajes no muy presentables, aunque tampoco del todo antipáticos, intentan esconder un cadáver. Dos cadáveres, en este caso. Además de su experiencia previa como guionista, Salinas es autor del que posiblemente sea el mejor corto de la última edición de Historias breves, estrenada meses atrás. Se llamaba Bajo el cielo azul, transcurría –como Ni un hombre más– en medio de la selva misionera y narraba, con notable poder de síntesis y justísimas elipsis narrativas, una historia que empezaba siendo ingenua y terminaba siendo sórdida. Todo en unos 10 minutos. Que ya en la primera escena de Ni un hombre más, Valeria Bertuccelli (sin dudas, la comediante más dotada del cine argentino actual) muestre algunos titubeos, es un signo preocupante, que no hará más que confirmarse. La escena está bien presentada, entre otras cosas porque el guión de Ni un hombre más (que cuenta con asesoría de media docena de expertos) está mejor armado que la película en sí. Pareja como cualquier otra, Bertuccelli y Juan Minujín están en un auto, reciben un dinero, cruzan un par de diálogos algo indescifrables, de pronto se oyen unos golpes en el baúl y comienzan a dudar de si ir a ver qué pasa o no. Quien haya visto Buenos muchachos o alguna de Tarantino sabrá qué pasa. Con Bertuccelli varada en una hostería con ciertas pretensiones, Martín Piroyansky como chef y encargado, Luis Ziembrowski como policía que habla en guaraní, Emme como muñeca brava, un grupo de hermanitas de la caridad y el clásico botín-que-todos-se-disputan, el problema básico de Ni un hombre más es de timing. No necesariamente de velocidad: tal vez por su componente mortuorio, las comedias negras no requieren tanta rapidez como sus parientes cercanas. Pero sí requieren timing. Eso que hace que no haya un segundo de notas falsas en los diálogos, que los cadáveres aparezcan cuando tienen que aparecer (ni antes ni después), que las acciones se encabalguen antes de que el espectador tenga tiempo de pestañear. No es una química sencilla y, de Carlos Schlieper y Manuel Romero para acá, en el cine argentino no abundan los casos en los que ese reloj cómico funcione a tiempo. Esos segundos de ralentamiento permanente restan eficacia a Ni un hombre más. Sumado a que, a pesar de la abundante asesoría de guión, los personajes no llegan a estar del todo redondeados. O ser más o menos atractivos. O absolutamente repulsivos, que hubiera sido otra posibilidad.
Ni un hombre más es la tardía ópera prima de Martín Salinas, un cineasta argentino formado en México y que a lo largo de más de 20 años construyó su carrera como guionista. Entre sus créditos se destacan Gaby, una historia verdadera (la película del mexicano Luis Mandoki por la que en 1988 Norma Aleandro obtuvo una nominación a los premios Oscar), Hasta la victoria siempre, Un embrujo, El mar de Lucas y la serie televisiva Tiempo final. Con esos antecedentes no sorprende que Ni un hombre más se sostenga en un guión estructurado de forma inteligente que le brinda al relato un ritmo constante y le permite el lucimiento a cada uno de los actores que llevan adelante esta oscura comedia coral. En un elenco de actuaciones homogéneas se destacan especialmente Valeria Bertuccelli y Luis Ziembrowski, dos probados comediantes y Martín Piroyansky, el joven actor que desde hace algunos años sobresale como uno de los mejores de su generación. El filme transcurre en una localidad misionera, en una tranquila hostería en temporada baja. Allí trabaja Charly (Piroyansky) y la paz del lugar se verá alterada cuando haga su entrada una pareja que sufrió un accidente en la ruta mientras transportaba a un secuestrado -que se les murió- y 100 mil dólares. Con el correr del metraje habrá más muerte y negociaciones para quedarse con una parte del botín y se irán sumando a la trama los más diversos personajes y el relato gana en hilaridad. Ni un hombre más no es una obra maestra, pero es una gran comedia, de las que no abundan en el cine argentino, y una película que, mientras nos hace reír, retrata despiadadamente la ambición desdemedida de muchos mortales.
Instinto de supervivencia Resulta alentador -por lo menos desde los papeles- que el cine argentino apunte a un género específico para tratar de sacar el mejor rédito posible pero sin perder esa cuota de identidad y argentinidad en los proyectos. La comedia negra ya de por sí es un subgénero bastante difícil de transitar porque en primer término necesita de personajes oscuros, cínicos e inescrupulosos para avanzar e incorporar a la historia situaciones extremas que lleven a los personajes a tomar decisiones también extremas. Nada mejor planteado entonces que un botín y una sucesión de muertes para que ese motín vaya pasando de un dueño a otro. Esa es la buena premisa de Ni un hombre más, debut en el largometraje del avezado guionista Martín Salinas, quien logra a través de un guión bien trabajado mezclar la comedia negra con el suspenso a la Hitchcock en un ambiente semisalvaje del Iguazú estableciendo un simpático paralelismo entre el comportamiento animal de las iguanas y el de los personajes, en especial el referido al género femenino en su disputa territorial por la atracción del macho, donde la destacada interpretación de Valeria Bertuccelli confirma que es la mejor comediante de la camada joven de actores argentinos porque no se pasa de la raya ni sobreactúa sus personajes que por lo general atraviesan momentos de tensión o se exponen a situaciones en las que el humor físico debe aflorar. La secunda en ese mismo registro un Martín Piroyansky atento al ritmo de los diálogos y sobre todo a las reacciones para saber interactuar en los momentos justos dejando alguna incertidumbre en el espectador en función a la conducta o derrotero de su personaje. Todo comienza con una pareja de secuestradores improvisados (Bertuccelli y Juan Minujín), quienes luego de cobrar el rescate por un anciano encerrado en el baúl del vehículo sufren un doble accidente que los conducirá azarosamente a una hostería, cuyo encargado es el joven Charly (Martín Piroyansky), quien a su vez está esperando la llegada de unos turistas provenientes de Brasil. A partir del encuentro y de una seguidilla de enredos, que van subiendo la tensión y sumiendo a los personajes en una lucha por la supervivencia, la trama va acumulando situaciones cómicas, con diálogos rápidos y no explicativos aunque por momentos trasparentan demasiado los hilos del guión que en pantalla se notan con mucha más nitidez. No obstante, pese a algunas fallas en la construcción de los personajes, el tono de la comedia negra jamás se pierde y la operación de mezcla de elementos de género da buenos resultados y todo eso gracias a una buena dirección de actores.
Comedia negra con grises Si bien es cierto que en la última década el cine nacional se ha abierto a los géneros, aún la variedad que aborda es escasa. Por eso, una película como Ni un hombre más resulta llamativa y se distingue ante un panorama demasiado homogéneo: es una comedia negra que apuesta por la acumulación y que llega a un clímax realmente delirante y muy divertido. Encima, con esa escasa virtud del cine nacional en la presentación del producto, si tenemos en cuenta que el tráiler y el poster predisponían a lo peor, el debut en el largometraje del experimentado guionista Martín Salinas puede ser considerado una grata sorpresa. Con sus bemoles, Ni un hombre más se sostiene por un elenco que está en un equilibrio perfecto y por situaciones absurdas que dejan en evidencia un universo macabro donde la muerte se acumula en el mismo nivel que la ambición y la avaricia de los personajes. Evidentemente Salinas conoce algo del género y tiene el ojo suficiente como para poner a Valeria Bertuccelli y Martín Piroyansky en los protagónicos, a sabiendas que ambos son de los mejores comediantes que existen actualmente en el cine nacional: tienen un registro que se evade del costumbrismo y del grotesco habitual del cine nacional, aunque saben merodearlo sin caer en el exceso. Si Bertuccelli ya lo demostró con creces, el trabajo de Piroyansky es encomiable si tenemos en cuenta que logró salirse del típico adolescente atolondrado en el que estaba encasillado. Aquí es un joven con un pasado en sombras que se enfrenta a situaciones que lo superan, pero a las que afronta con cierto carácter. Y con Bertucelli componen una improbable pareja romántica que sabe cómo jugar cada línea de diálogo: la comedia, se sabe, es una cuestión de timing. Es tiempo y espacio, aún en los diálogos. Sin embargo el director saca también buenos dividendos de Luis Ziembrowski, un actor que habitualmente está dos tonos más arriba y que encima aquí compone a un guardia con acento mesopotámico. Pero así dicho, Ni un hombre más parecería más un producto actoral que una cuestión de puesta en escena y decisiones del director. Hay que decir, en ese sentido, que la película fusiona saludablemente algunos elementos de la comedia negra inglesa, la más tradicional de la Ealing, pero más acá en el tiempo con Tumbas al ras de la tierra de Danny Boyle o las primeras obras de Guy Ritchie y algo del cine de los hermanos Coen: los personajes suelen ser torpes, algunos llegando a la imbecilidad, pero todo está trabajado desde un absurdo bastante abstracto. Es verdad que la falta de un poco de profundidad impide que los personajes sean lo verdaderamente asquerosos que pueden serlo. Es un juego de pros y contras: porque las criaturas de Salinas son un poco más carismáticas que los de los autores de Fargo o Quémese antes de leerse entre otras miserabilidades. Como decíamos anteriormente, es una película con sus bemoles. Y si el timing actoral en algunos casos es el adecuado, hay que decir que la película no siempre logra que esa sucesión de giros que va dando el guión fluya de la manera adecuada. Eso no desmerece el producto final, pero es cierto que los altibajos en el relato se notan, especialmente en una forzada voz en off que intenta una fallida analogía entre los personajes y la vida sexual de las iguanas. Sin embargo lo más cuestionable es un final abrupto que impide el desarrollo total de los personajes: si bien es evidente el trabajo de guión para ir acumulando personajes y situaciones hasta una última media hora creativa y sumamente eficaz desde lo humorístico, el desenlace deja todo casi en el nivel de una canchereada o de una anécdota irrelevante. Con un poco más de pulido en ese sentido, Ni un hombre más hubiera sido una mejor película de lo que es. No obstante, se agradece la apuesta.
Un plato ligero y bastante sabroso Tendrá sus puntos flojos y antojos en el uso del tiempo (por ejemplo, ¿cuánto tarda en hacerse un guiso de iguana?), pero entretiene sin pausa esta comedia de enredos con sucesivos muertos y cambios de bando, según cada cómplice ubique su fugaz conveniencia. En una casona vieja perdida en la selva, cerca de la Triple Frontera, hay 100.000 dólares en juego, verdes, nuevitos. El único problema es el cepo cambiario: hay que cambiar un muerto de lugar. Y otro. Que quizá no sea el último. La acción transcurre mayormente en una hostería atendida por el conserje cocinero. A su cocina se agregan, sucesivamente, una pareja de maleantes con el plan perfecto levemente arruinado, una pareja de supuestos turistas con un secreto familiar que quieren revelar en lo que para ellos sería la noche esperada, un guardaparques a la espera de la mujer ideal, perseguido por su mujer real, un camionero, dos policías, una mujer de armas llevar que se quiere llevar la plata, dos monjas, y al final de los apenas 85 minutos todavía hay más gente invitada. Ah, también hay varios bichitos, gentileza del Parque Ecológico El Puma y de un reptilario posadeño (como es sabido, las iguanas integran el género de los reptiles). Todo eso va sazonado con réplicas y contrarréplicas que quedan repicando, arreglos y desarreglos de porcentaje, explicaciones zoológicas sobre el comportamiento amoroso de las especies humana y animal, explicaciones gastronómicas aplicadas al pobre animal, y explicaciones bestiales sobre el uso de una escopeta que cambia varias veces de mano. El plato resultante es singular, ligero, y digamos que sabroso, a lo que contribuyen debidamente sus intérpretes, encabezados por Martin Piroyansky en nuevo rol, Valeria Bertuccelli, Luis Ziembrowski hablando guaraní, la rubia Patrizia Camponovo y Germán de Silva (única observación: en la comedia dicen que la carne de iguana se confunde con la de pollo, pero conocedores insisten en que tiene más sabor a pato). Autor, Martín Salinas, que se gana la vida siguiendo el desarrollo de proyectos para empresas de México y EE.UU., y tiene sus laureles como guionista de «Nicotina», varios capítulos de «Tiempo final», y otros trabajos, y como autor del sugestivo corto «Bajo un cielo azul», uno de los pocos buenos de «Historias breves 7». La comedia que ahora vemos es su primer largo como director (título de rodaje: «Guiso de iguana»).
La mejor comedia del año Estupenda comedia negra. Ingenioso libro, buen nivel actoral, diálogos jugosos, ritmo y sorpresas. Un inspirado y riguroso guión da vida a una historia llena de recodos que combina humor, suspenso y locura en dosis apropiadas. El filme parte de una situación límite: un secuestro que sale todo mal y empeora a cada minuto. Y a partir de allí, la historia va sumando nuevos personajes y nuevas peripecias. El escenario es una hostería perdida en medio de la selva misionera. Y el motor es la pila de dólares de ese frustrado secuestro, un botín que sacara lo peor de cada uno, que irá cambiando de manos y de socios y que mantendrá enfrentados pero curiosamente unidos a un grupo de personas que jamás se imaginó estar en el medio de un relato coral tan oscuro, disparatado y pintoresco. Valeria Bertucelli está soberbia. Es cierto, es una comediante de un registro limitado, pero para estos papeles es inigualable. Vuelve a darle vida a una mujer que busca más de lo que encuentra. Nunca equivoca el tono ni el gesto ni la réplica justa. Ella y Martín Piroyansky, (Charly), la revelación de ”Araña vampiro” llevan el mayor peso de una película a la que no le sobra una escena y que tiene media docena de actores que se mueven en un escenario extremo pero que nunca abandonan su personaje Una comedia abierta, llena de complicaciones, con muchos detalles y un formidable final. Ya sabe, si lo que busca es pasarla bien, saborear una buena historia, reírse con ganas, disfrutar de buenos actores y de buenos diálogos, no se pierda “Ni un hombre más”, la mejor comedia del año.
Con actores que hasta hace no mucho eran considerados del circuito alternativo, Ni un hombre más, logra salir airosa de un género no muy transitado en nuestro país, la comedia negra. Charly (Martín Piroyansky) es el encargado de una remota hostería en la selva del Iguazú. La trama transcurre, como en una suerte de tragedia griega, en un solo día en el que se conjugan una serie de hechos fortuitos: hay una fiesta en el pueblo, llegan unos huéspedes desde Brasil que tendrán mucho que ver con la propia historia de Charly, y una pareja, Karla (Valeria Bertuccelli) y Ricky (Juan Minujín), caen de improviso con un muerto y cien mil dólares en el baúl del auto. El film propone una analogía permanente entre el comportamiento de los reptiles más famosos de la región, las iguanas, y la raza humana, a partir del relato en voz off de Piroyansky. La comedia de enredos se sostiene sobre la sumatoria de complicaciones respecto del “perfecto” plan original, y las veleidades morales de los personajes siempre y cuando se queden con una parte del botín. El único problema es que este tipo de género requiere un buen remate, del cual carece el film de Martín Salinas (director y guionista). Sin embargo, las actuaciones salvan la mayoría de las escenas. En este sentido están muy bien explotados los personajes que Bertucelli y Piroyansky supieron construir sobre sí mismos.
Guiño a la comedia negra Un plan perfecto puede llegar a serlo hasta que pasa todo lo contrario. Esa es la línea de pensamiento de Karla (Bertuccelli), quien quiere vengarse de un tío, y no tiene mejor ocurrencia que secuestrarlo, pedir 100 mil dólares y refugiarse en la selva misionera. Claro que jamás imaginó que su tío se moriría en el baúl del auto, que su novio cómplice también tendría un terrible accidente y que de pronto ella se encontraría con una gama de inconvenientes que ni asomaban en los cálculos previos. Martín Salinas se las ingenió para confeccionar una trama atractiva, con buena dinámica, y hasta entretenida, aunque no pudo explotar al máximo la capacidad histriónica de Bertuccelli e incluso de Piroyansky, para que la película alcance un tono mucho más divertido y desopilante. Sin embargo, sin ser un filme de la estética de los hermanos Coen ni mucho menos, “Ni un hombre más” redondea un filme digno de verse. Porque Salinas le supo transmitir al elenco el timing de la comedia negra, y porque la historia nunca pierde fuerza. Y, por sobre todo, porque el director se animó a meterse de lleno en un género sutil y encantador, que debería tener más cultores en el cine nacional. Un párrafo aparte para Luis Ziembrowski, dueño de una versatilidad y una interpretación soberbia, que sorprende al hablar en guaraní con una naturalidad increíble. En fin, un buen guiño a la comedia negra.
Una hábil comedia negra de ribetes Coenescos. La copia tardó en llegar, y por ende, tuvimos que esperar 45 minutos hasta que la película estuviera lista para la proyección. A los otros críticos les pareció demasiado tiempo de espera tratándose de la privada de una película argentina; los que sí nos quedamos rogamos que la película valiera la pena. De camino a la sala podía verse el poster. El consenso pareció ser inmediato: « ¿Por esto nos están haciendo esperar? ». Y, a pesar de que el rudimentario poster parecía incluirme en ese grupo, tuve un ápice de esperanza, debido a que el guionista y director de esta película, Martin Salinas, fue guionista de varios episodios del inolvidable unitario televisivo de los hermanos Borenzstein llamado Tiempofinal. 85 minutos más tarde, comprobé que hice bien en mantener esa esperanza. ¿Cómo está en el papel? Esta es la historia de Charly, un joven en sus veintes, que está a cargo de una remota hostería cerca de las Cataratas del Iguazú, y cuyos días empiezan a complicarse cuando una pareja cae a dicho lugar con un muerto –que había sido secuestrado- en el baúl de su auto. Llegados a la hostería, la pareja forcejea en el baño y el hombre muere al golpearse con la bañera, lo que da inicio a una serie de situaciones desopilantes inscritas en el mejor humor negro. Se trata de uno de esos guiones que no se pueden describir en profundidad, porque de hacerlo, se estaría contando la película y no es mi intención. Tengo motivos: esta película posee un guión muy sólido que «narra», y lo hace muy bien; esto es algo digno de aplaudir en un panorama cinematográfico donde esta necesaria habilidad adolece a manos de una bajada de línea política, y a las pretensiones de imitar movimientos muertos ya hace tiempo. La estructura está perfectamente clara, y los elementos que contribuyen al tema de la película -la supervivencia- están adecuadamente dispersados y manifestados en el film, haciendo un muy buen uso del subtexto. Los personajes están muy bien desarrollados y nos recuerdan a los de los hermanos Coen, cuyos protagonistas son de pocas luces y cometen actos criminales, que si bien tienen su cuota de «horrorización», también la tienen de risa. Los diálogos son impecables: hay respuestas y acciones de los personajes que no sacan risitas, sino carcajadas. ¿Cómo está en la pantalla? Técnicamente la película está muy bien: una buena fotografía con iluminación y planos justos, y un movimiento de cámara solo cuando es necesario, lo que a veces resulta en una búsqueda estética interesante. Los actores, todos buenos, en particular Valeria Bertucelli y Luis Ziembrowski, de cuyas interpretaciones surge la gran mayoría del humor en la película. Estas interpretaciones son disfrutables más que nada debido a que los actores tuvieron roles jugosos con los cuales trabajar. En fin, ambos aspectos pueden brillar porque se sostienen en un guión muy bien armado. Conclusión: Esta película no es una obra maestra, pero tiene suficientes méritos por arriba del promedio como para ser considerada como tal. Graciosa, intrigante y muy recomendable. Los espectadores argentinos somos los primeros en tirar piedras a nuestro propio techo pero, nobleza obliga, se debe reconocer a una película nacional que se propuso simplemente -y sin ninguna agenda predeterminada- narrar, y que lo ha hecho muy bien. Salinas, ante ti me quito el sombrero y espero tu próxima película.
La situación es la siguiente: Karla (Valeria Bertuccelli) y Ricky (Juan Minujín) están en el auto en algún lugar casi selvático de Misiones. Tienen mucha plata y un tipo en el baúl del vehículo. Ahora hay que decidir qué hacer con todo esto para salirse con la suya y disfrutar el botín. Luego, un cadáver, una especie de hostería atendida por Charly (Martín Piroyanski), y Rolo, un gendarme, (Luis Ziembrowski) serán los principales personajes que conformaran la comedia negra de enredos que pretende ser “Ni un hombre más”. No conviene revelar más de la trama para no atentar contra su desarrollo. En definitiva, todo lo que sucede es gracias a la estupidez humana necesaria para la existencia de los enredos en cuestión. O sea personajes que ante una circunstancia determinada reaccionan de la manera menos aconsejable de todas. Para que esto sea creíble es necesario contar con un elenco a la altura de las circunstancias, y esta producción lo tiene con creces. Tanto es así que sostienen todos los errores narrativos y de compaginación que, a veces incluso atentan contra el remate de los gags. Se sabe que cuando esto sucede el chiste se estira demasiado y cae en el ridículo o, peor aún, en la confusión respecto de qué género cinematográfico estamos viendo. Raro en un director, Martín Salinas, que sorprendió con un gran cortometraje que vimos este año, “Bajo el cielo azul”, que iba revelando hábilmente, a partir de los juegos inocentes entre niñas, una situación de prostitución infantil. Aun así “Ni un hombre más” tiene más virtudes que defectos, lo cual ayuda a hacerla llevadera, más allá de un final abrupto y confuso.
Échale la culpa al dinero... El joven encargado de una hostería en la selva misionera (Martín Piroyansky) prepara despreocupadamente un guiso de iguanas mientras espera una pareja de acaudalados brasileños que han anunciado su estadía... pero se les anticipará un imprevisto dúo compuesto por Valeria Bertuccelli y Juan Minujin, quienes han chocado su auto en las cercanías y vienen con un muerto para ocultar y cien mil dólares. Así, la tranquilidad se transforma rápidamente en una serie de confusiones, traiciones, cadáveres y otras cartas inesperadas. “Ni un hombre más” no deja de sumar sorpresas y acumulación de personajes que coinciden en el mismo lugar pero en el momento menos indicado. El realizador Martín Salinas (guionista de “Gaby, a true Story”, nominada al Oscar y “El mar de Lucas”) cuenta -encadenando contundentes gags- una historia de ambiciones en la que todos quieren sacar tajada del botín, sin ningún reparo ético ni mucho menos sentimental. Ambientada en la zona selvática de la Triple Frontera, esta comedia negra está plagada de enredos y situaciones imprevistas, muchas movidas por el contraste de que los involucrados en temas propios de una historia policial (secuestro, muertos, botín) no provienen de un submundo criminal y sus torpezas tienen una impronta de ingenuidad que sin embargo no evita el descarrilamiento hasta la sordidez y el esperpento en clave de un humor crepuscular. Humor negro que vuela lejos del naturalismo criollo pero con marco paisajístico litoraleño de caminos rojos y frondosos. La película tiene momentos de acompañamiento musical muy divertidos que conviven junto a otros baches sonoros y pequeñas desprolijidades del montaje y su timing. En realidad, el guión de “Ni un hombre más” está mejor construido que la película en sí, en tanto la cadena de eventos acumulados no alcanza a traducirse en una realización cinematográficamente sólida pero tiene a su favor que la conexión con el público y el entretenimiento se mantienen siempre altos. olla a presión Como en la letra de “Échame a mí la culpa” las relaciones entre los personajes se debaten entre el cielo y el infierno: las monjas de un convento, la historia de un huérfano, el comportamiento de supervivencia de las iguanas, los marginados en busca de superación material son algunos de los condimentos de una olla a presión que levanta temperatura y desborda imparable como una bola de nieve. hombres e iguanas Tanto el leit-motiv musical, la romántica canción de Montaner ya mencionada, como el título que refiere a una frase menor dentro de la trama son apenas cortinas de humo sobre el centro de una historia que se ríe amargamente de la condición humana y sus ambiciones desmesuradas, donde lo económico es el factor dominante y el resto -es decir, el amor, la piedad y otros sentimientos- pasan a segundo plano. Venga de donde venga (policías, lugareños, monjas...) el dinero siempre encuentra complicidad, abre todas las puertas y supera ampliamente la naturaleza salvaje de las inofensivas iguanas sumando un feroz (y humano) raciocinio especulador. Los estudiosos de la risa califican al humorista como escepticista, cuanto más si el humor es más negro. Y en este caso podría resumirse con una adaptación del clásico proverbio “más conozco a los hombres, más amo a... las iguanas”.
Una comedia negra llena de enredos, varios muertos y un guiso de iguana. Esto transcurre en la provincia de Misiones, comienza con un relato en off en la voz de Martín Piroyansky, que cuenta el comportamiento de los reptiles de la región, las iguanas y tal vez la similitud con los humanos, lo va manifestando a lo largo del film. Este es el dueño de una hostería, y en el lugar todos se están preparando para una fiesta, además esperan la llegada de unos huéspedes desde Brasil. Inesperadamente se presentan estos personajes: Karla (Bertuccelli) y Ricky (Minujín), una pareja que sufrió un accidente con el auto, necesitan una habitación y pensar, pero esto no es todo, en el baúl del vehículo tienen al tío de Karla muerto accidentalmente, ellos lo secuestraron por venganza y por eso han obtenido 100 mil dólares. Toda esta situación genera una discusión muy fuerte entre estos huéspedes, más aún cuando Karla descubre que su novio tiene como amante a Nina (Emme). Se desatan los gritos y la bronca, Charly (Martín Piroyansky) logra escuchar desde su cocina, y surge otra muerte imprevista que obligará a Karla a deshacerse de otro cuerpo más. Este hecho la obliga a que imprevistamente Charly participe, pero su ayuda tiene un precio. Es cuando negocia una importante suma de dinero, y los enredos no paran, aparecen varios personajes: un guardaparques ,Rolo (Luis Ziembrowski) hablando guaraní (poco creíble), Flavio (Germán de Silva), Gloria (Patrizia Camponovo), una amante Nina, dos monjas, policías, entre otros y un secreto familiar que puede cambiar la vida. Es una tragicomedia bien negra y policial, contiene humor, gags, existen confusiones, traiciones, ambición, tentación, codicia, sorpresas, secretos, buenas interpretaciones, aunque es una lástima que algunos actores utilizan los mismos clisés. Aquí hay algo de humor al estilo inglés y también juegan con el absurdo, es una buena opción para entretenerse y los créditos finales tienen yapa. Se le puede encontrar alguna similitud con otras películas: "Cuatro muertos y ningún entierro" del irlandés Ian Fitzgibbon y "Muerte en un funeral” del inglés "Frank Oz.
Comedia negra para "reír" Es una comedia policial escrita y dirigida por Martín Salinas, egresado del Centro de Capacitación Cinematográfica de México y con experiencia como guionista en producciones mexicanas. Y el guión es, sin duda, lo mejor de este filme. La historia se desarrolla en la provincia de Misiones. Más concretamente en una antigua hostería denominada Del Cielo, situada en cercanías de las cataratas del Iguazú, atendida por Charly, de 23 años, que oficia de encargado y cocinero y en sus momentos libres se dedica a estudiar el comportamiento de las iguanas. A ese sitio arriba la pareja integrada por Karla y Ricky, quienes acaban de concretar un secuestro extorsivo y cobrar cien mil dólares. Llegan caminando, porque a corta distancia de la hostería chocaron el automóvil en el que viajaban. Apenas instalados en la hostería, Ricky sufre un accidente y muere. Karla se dispone a deshacerse de él y del muerto que quedó depositado en el baúl del automóvil averiado, pero es descubierta por Charly, quien para asistirla en esa macabra operación impone condiciones. Y aquí comienzan los problemas, que se multiplican a medida que a la hostería van arribando otros personajes. Por caso el agresivo guardaparques Rolo, amigo de Charly. También una misteriosa pareja que supuestamente viene de Brasil y se identifican como Gloria y Flavio; una chica brava que reclama airadamente por Ricky; y algunos otros personajes que surgen del bosque y se interesan por los muertos y el botín en dólares. Ni un hombre más es una "comedia negra", un subgénero que los teóricos del cine identifican por una cualidad específica: son filmes que hacen reír hasta el momento en que uno se pregunta de qué se ríe. Pero verificada esta circunstancia, en este caso el espectador continuará riéndose hasta la última escena y, quizás, lamentándose que la historia sea tan breve. Se suele citar como un antecedente de la comedia negra a El tercer tiro (1955), de Alfred Hitchcock. Y otra película en la misma línea, más reciente, es Muerte en un funeral (2007), de Frank Oz. Por momentos se observan varias subhistorias en busca de su propio desenlace, que requieren un minucioso trabajo de montaje paralelo para no afectar la historia principal. Hay algunos diálogos chispeantes y otras tantas observaciones sarcásticas a cargo de Charly, en especial desde el momento que en la hostería hacen su aparición dos monjas con vocación de salvadoras. La historia se sostiene sobre las buenas actuaciones de Bertuccelli (Karla), Piroyansky (Charly) y Ziembrowski (Rolo), quienes logran alimentar la tragicomedia que propone el director. Aunque falta algo más de ritmo y de sutileza, porque algunos trazos resultan un poco gruesos.
Publicada en la edición digital #245 de la revista.