Las presas caen por confusión No cabe duda que No Sigas las Voces (Jang-san-beom, 2017) se ubica varios escalones por debajo de las otras dos películas surcoreanas que llegaron a la cartelera argentina durante el último tiempo, las excelentes Invasión Zombie (Busanhaeng, 2016) y En Presencia del Diablo (Gok-seong, 2016), no obstante el film cuenta con méritos suficientes para seguir confiando en la cinematografía del país asiático, una de las más interesantes del espectro contemporáneo del séptimo arte gracias a su potencia discursiva y la eficaz revitalización de géneros tradicionales como el terror, el thriller y la fantasía para adultos. Quizás el gran secreto de los surcoreanos sea precisamente el tomarse en serio a todas las propuestas que encaran, algo que el mainstream norteamericano ya no hace porque prefiere apostar a una ejecución rutinaria de las mismas fórmulas de siempre sin molestarse por la integridad retórica de la realización, su idiosincrasia peculiar o siquiera el respeto hacia el espectador. En términos concretos este es el segundo opus de Huh Jung, quien cosechó un cierto éxito internacional con su atrapante ópera prima, Hide and Seek (Sum-bakk-og-jil, 2013), y ahora se sirve del “Tigre de Jangsan”, una leyenda popular de Corea del Sur, para construir una película de horror que combina los relatos de monstruos, el melodrama familiar y hasta los exponentes diabólicos de asimilación progresiva y caos identitario: el mito en cuestión está centrado en una criatura cuya anatomía es una mezcla entre la de los felinos y la de los perros, posee dientes afilados y un bello pelaje blanco, viaja con rapidez entre las montañas de la región de Jangsan y se supone que puede imitar la voz humana como un mecanismo para atraer a apetitosos bípedos desprevenidos, los cuales suelen formar parte de su dieta cotidiana. Vale aclarar desde el vamos que el film deja de lado esta representación y apunta en cambio a una figura humanoide símil posesión clásica, con algunos detalles del original. La trama gira alrededor de Hee-yeon (Yum Jung-ah), una mujer que se muda a Jangsan junto a su esposo Min-ho (Park Hyuk-kwon), su pequeña hija Joon-hee (Bang Yu-seol) y su madre senil/ demente Soon-ja (Heo Jin), con la esperanza de que esta última recupere la memoria al regresar a su distrito natal y pueda decirles qué ocurrió con el otro hijo del clan, Joon-seo, quien desapareció cinco años atrás en Seúl mientras estaba a su cuidado. La leyenda de turno entra en la historia mediante una cueva misteriosa cercana, en la que estaba encerrada una pobre mujer que termina falleciendo: la oscuridad amenazante del lugar y los susurros que todos oyen parecen vincular el pasado trágico de la anciana y el presente no menos atribulado de una nena (Shin Rin-ah) que es encontrada vagando en las inmediaciones por Hee-yeon. Mientras Joon-hee se divierte con una aplicación de su tablet que reproduce todo lo que dice, la otra niña adopta su nombre y también empieza a repetir lo que escucha en el entorno familiar, algo que Soon-ja parece no tomárselo del todo bien porque comienza a perseguirla con un cuchillo… y luego desaparece de la faz de la tierra. En general Huh administra bastante bien el suspenso y consigue atrapar al espectador a través de secuencias no muy originales pero con una carga importante de nerviosismo. Otro de los elementos a favor es el núcleo dramático principal, léase esa sustitución en la psiquis de la protagonista de Joon-seo por la nenita huérfana, un enroque que está apuntalado con sutileza y sin las escenas remanidas del cine yanqui. Lamentablemente No Sigas las Voces asimismo acumula unos cuantos pifies al paso: incluye numerosas subtramas y personajes secundarios que quedan volando en el aire sin mayor desarrollo, por momentos se nota demasiado el bajo presupuesto por la poca cantidad de tomas del monstruo en cuestión y finalmente -como señalábamos antes- lo de mezclar al tigre con una posesión satánica no termina de convencer en materia conceptual (hablamos de un espíritu perverso que se lleva puestos a los humanos vía mimetismo, confusión y manipulación sentimental). Incluso así, la obra es disfrutable por el gran trabajo del elenco y un segmento final que levanta mucho la puntería, ya aprovechando por completo la imitación vocal a cargo del bicho maligno…
Una familia se muda a una villa en el medio de un monte atestado de frondosos árboles. El bosque rodea la lujosa casa en la que Hee-yeon’s (Yum Jung-ah), su marido Min-ho (Park Hyuk-kwon) y su pequeña hija Jun-hee sueñan, como toda familia, llevar una vida perfecta. La madre de Min-Ho, delicada y casi senil, y muy apegada a su nieta, sabe que algo extraño hay en ese lugar. Un día Hee-Yeon y Min-ho encuentran en el bosque una niña asustada, aparentemente extraviada. Hee-Yeon, imposibilitada de superar la pérdida de su hijo desaparecido hace 5 años, permite a la niña alojarse en su casa y se encariña con ella instantáneamente. Su marido insiste en que debe llevarla a las autoridades, no solo porque no es correcto dejarla vivir con ellos, sino también porque comienza a actuar de manera misteriosa, haciéndose llamar Jun-hee al igual que la hija del matrimonio. De a poco la pequeña extraña irá mimetizándose con Jun-hee, imitando su voz y risa al punto de la confusión entre ambas. A partir de aquí la familia comienza a escuchar voces. Estas guían a un lugar aterrador y abandonado por la humanidad, que esconde un terrible secreto. Mimic: No sigas las voces (2017), film Coreano de Huh Jung, es una poderosa y aterradora relectura sobre el Doppelgänger, perpetrada por esa misteriosa niña que deambula el siniestro paraje testigo de horrores inconfesables. El Doppelgänger es un vocablo alemán que define el doble fantasmagórico de una persona viva. Este término se utiliza para designar al doble de una persona, que en cine o literatura se materializa como el gemelo maligno. Dicha función enfatiza la contraposición del Bien, sacando a la luz elementos oscuros, viles, monstruosos. El doble, en el cine, implica materializar una imagen sobre la omnipotencia de la muerte y la posibilidad de derrotarla. Ese doble transformado en fotografía inmortal, aunque maliciosa (lo que Carl Jung en sus estudios psicológicos llama “la sombra”) es una función de continuidad del Yo, en oposición a la muerte. Los espejos en Mimic aparecen tapados, cubiertos por metros y metros de cinta, ya que el mal puede utilizarlos como puertas hacia este mundo. Esa cuestión, la de negar la imagen reflejada y vinculada a la propia muerte (pues nos muestra la realidad física de nuestro deterioro, del triunfo del tiempo) es coherente con el tema del Doppelgänger: el doble –reflejo- es el mal absoluto de nuestra mirada narcisista, pues nos obliga a ver cada defecto de nuestro cuerpo. La ceguera progresiva que sufren los personajes en el transcurso del relato adquiere una significación importante, que no solo se queda en tratados psicológicos. Por un lado expresa una función meramente sensorial: hundirse por completo en tinieblas y ser condenado ad vitam aeternam a los horrores de la oscuridad, a la profunda y profana privación de la luz. Esta función es una completa paradoja dado que la mayoría de las veces somos libres de decidir qué queremos ver, simplemente con bajar los párpados. Esa libertad, la de poder evitar los horrores que la visión recoge, no sucede con lo auditivo, pues no existe un dispositivo en la maquinaria del cuerpo humano que nos prive de tal sentido; ello acentúa los rasgos aterradores del film: las voces jamás abandonan a los protagonistas, los persiguen hasta el día de su muerte. Extrema perturbación que podría remitirnos a la que alude el documental Land of Silence and Darkness (1971) de Werner Herzog. Allí somos testigos de un particular personaje: un joven con síndrome de Down que no escucha ni ve. Herzog, sin subrayados, nos introduce en un vacío existencial enorme al presentarnos a un ser que no solo carece de la lógica y la lucidez que nos caracteriza como seres humanos, sino que además está privado de visión y audición, condenado a una vida casi inútil, sin sentido. En Mimic los personajes sí poseen lucidez, por lo que la experiencia de negar la luz y ser presos de voces manipuladoras y fantasmales se transforma en una experiencia quizá menos dramática que la expuesta por Herzog, aunque sin duda más aterradora. Amén de las distintas pertenencias genéricas, lo que une estos films es la sensación de vacío y perturbación en las tinieblas, existencial y perenne. Por otro lado, la idea de la ceguera está relacionada al cine. La ceguera nos priva de la imagen y nos empuja hacia un “fuera de campo” biológico e infinito. La máxima preservación del horror cuando, ya curados de espanto de tanto terror visual, se pasa a otra dimensión de este: la incertidumbre, el vacío del cine – ¿Qué otra cosa puede ser el fuera de campo más que un abismo de imaginación, implorado por el cine de terror a su espectador? En Mimic, Hee-Yeon adopta de manera casi clandestina a la niña que se hace llamar igual que su hija. La necesidad de cubrir, de tapar el vacío relacionado a la pérdida, así como el derrumbe progresivo de la familia ante el mal, nos acerca a dos films impecables del género: Cementerio de animales (Pet Sematary, Mary Lambert , 1989) y su hermana más cercana Dark Waters (Honogurai Mizu No Soko a Kara, Hideo Nakata, 2002). Lo extraordinario de Mimic es la mezcla de elementos convencionales que exhibe, sin tentar a su confusión. Por un lado vemos un gran tratamiento dramático, frecuente en el cine Oriental. Se soslaya, por el contrario, el conocido folklore sobre fantasmas que regresan del más allá para vengarse, muy común en la filmografía del J-Horror (terror Oriental): ese procedimiento nos distancia del destino de los protagonistas ya que incita una cuestión moral. En cambio, la tradición del cine Americano -aquí afianzada- expresa un daño colateral a los protagonistas, adoptando formas más trágicas. Hee-Yeon es dueño de un lenguaje poderoso, desde lo formal (partiendo de las funciones narrativas) hasta la intensidad de su puesta en escena: en ella hay subtramas, vueltas de tuerca, mitológicas referencias al folklore Coreano, referencias al cine bajo ideas claras (Hegel, en definitiva, decía que el arte es el reflejo sensible de la idea), un enorme sentido del drama y la convicción de personajes tridimensionales que, sofocados por conflictos externos e internos, obedecen a la mejor tradición del terror. Un gran film.
Escuchen y sigan Una nueva entrega de terror llega desde tierras coreanas y, tras tantos títulos que quedaron en el subconsciente del amante del género, las expectativas se colocan bien en lo alto. Todo el que vio Invasión Zombie (Busanhaeng, 2016) puede recordar lo tan logrado que resultó el hecho de combinar zombies, cultura coreana y drama familiar. Muchos la catalogaron como una de las mejores películas de muertos caminantes de la historia y quizás el punto fuerte de todo esto confiere en no imitar al cine hollywoodense, si no utilizar algún que otro recurso del mainstream norteamericano y desarrollarlo con las herramientas del propio cine coreano: melodrama, costumbrismo e intriga. Estos factores hicieron que Invasión Zombie siguiera los pasos que ya habían iniciado títulos como Oldboy (2003), Memorias de un asesino (Memories of Murder, 2003), La huésped (Gwoemul, 2006) o Yo vi al Diablo (I saw the Devil, 2010). Quizás estos dos últimos sean grandes exponentes del cine de género coreano. Mimic: No sigas las voces (Jang-san-beom, 2017) busca continuar con esa hegemonía de aciertos que tanto celebra el amante del cine fantástico. El film es dirigido por Jung Huh y narra la historia de una criatura que tiene el poder de imitar voces, provocando confusión, atracción y terror a quien es arrastrado hacía su trampa. La obra se desarrolla con absoluta prolijidad, pudiendo generar la intriga necesaria en los primeros minutos y seducir al público. Partiendo de la base de “familia tipo”, apuntando al melodrama por la pérdida de un ser cercano y posicionando a la imagen de la criatura como el ser que hurga dentro de tus miedos, el largometraje genera un leve suspenso maquillado por la factoría técnica del director. Invasión Zombie abría el juego al debate familiar en un contexto apocalíptico. Poniendo sobre la mesa el valor por los lazos familiares, este film se convirtió en un éxito inmediato para el espectador y la crítica. Teniendo al melodrama como la madre de la historia y fusionándose con muestras del mejor cine fantástico, el cine coreano volvía a encontrar la fórmula para extenderse fuera de sus fronteras. Mimic: No sigas las voces está muy lejos de ser un exponente destacado del género, pero trata de no desaprovechar esa capacidad de contar historias digna del cine de origen asiático. Mimic: No sigas las voces no generará el susto de tu vida. Pero seguro te va a contar una buena historia, cargada de intriga, emotividad, fantasía y drama. Esperando más estrenos desde estas tierras, esperamos que los próximos autores coreanos sigan estas voces que se originaron hace cerca de 15 años y brinden más ejemplos de la buena cosecha cinematográfica del cine de terror coreano.
El cine coreano de género viene pegando fuerte hace algunos años en nuestro país. Este jueves nos llega otra propuesta interesante dirigida por Huh Jung, realizador de “Hide and Seek” (2013). La cultura y el folklore coreano comprenden un amplio y vasto terreno de relatos que son demasiado atractivos para ser llevados al cine libremente y jugar con sus componentes fantásticos. “No sigas las Voces” o “Jang-san-beom” (“The Mimic” en su título internacional) presenta una trama inspirada en la leyenda urbana surcoreana del tigre Jangsan, una criatura devoradora de hombres que vagabundea por Jangsan, una montaña situada en la ciudad de Busan. Se rumorea que tiene dientes afilados y pelo blanco y se mueve rápidamente a través de las montañas, atrayendo a las personas por medio de sonidos que se asemejan a la voz de una mujer. El largometraje toma esta leyenda para brindarnos una historia que mezcla un drama familiar con ciertos recursos del cine de terror y algunos tintes sobrenaturales. Una familia se muda de la ciudad de Seúl al campo para poder tener un nuevo comienzo luego de un evento traumático que los destrozo. Hee-yeon (Yum Jung-ah), y su esposo Min-ho (Park Hyuk-kwon), toman a su pequeña hija Joon-hee (Bang Yu-seol) y a la abuela con demencia senil Soon-ja (Heo Jin), con la esperanza de que esta última recupere la memoria al regresar a su distrito natal y pueda decirles qué ocurrió con el hijo menor de la familia, Joon-seo, quien desapareció cinco años atrás en Seúl mientras estaba a su cuidado. Ni bien se mudan al distrito de Jangsan, comienzan a suceder ciertos eventos extraños alrededor de una cueva sellada en lo profundo del bosque cercano a la casa de ellos. Por esos pagos tienen lugar algunas desapariciones y encuentran a una pequeña niña perdida que también dice llamarse Joon-hee. En todo este misterio estará la clave de unos hechos insólitos que vienen desarrollándose hace años y que acechan a los pobres habitantes de la zona. La cinta tiene un comienzo realmente prometedor, donde se plantea un misterio llamativo yuxtapuesto con un drama familiar interesante que le da profundidad a la trama. Sin embargo, con el correr del metraje, en la mitad del segundo acto, la película comienza a resultar un poco reiterativa y termina perdiendo aquella sorpresa inicial y su atractivo idiosincrático. Las actuaciones son más que dignas y los efectos especiales están bastante logrados a pesar de que en ciertos momentos pueda llegar a notarse el bajo presupuesto de la producción. La obra funciona moderadamente bien en lo que respecta a lo técnico, y genera algunos climas atractivos desde lo visual y lo sonoro, pero también termina desperdiciando esa fuerza inicial con la que arrancó. “No Sigas las Voces” es una llamativa película que atrapará a los amantes del género, que si bien se encuentra unos escalones por debajo de las espectaculares historias que nos viene brindando la tierra surcoreana, consigue entretener y gustar gracias a su leyenda de base y algunas logradas e inquietantes escenas.
Dirigida por Huh Jung, realizador de “Hide and Seek” (2013), esta película de terror surcoreana cumple con lo que promete: Una buena historia. Combina el drama familiar con un mito, el de una criatura que puede imitar voces humanas para atraer a sus presas. La mujer de la familia, Hee-Yeon (Yum Jung-ah) está muerta en vida, devastada por la desaparición de su hijo, quien estaba al cuidado de su abuela Soon-ja (Heo Jin) y nunca apareció. Con el objeto de que la abuela recuerde algo, ya que padece demencia senil, la familia se muda a su pueblo de origen, la madre Hee-Yeon, su marido Min-ho Park Hyuk-kuon) y su hijita Joon-hee (Bang Yu-Seol) con la esperanza de recuperar a ese hijo perdido hace 5 años . Al principio todo es paz, pero con el correr de los días la confusión hace que el bosque los atraiga hacia la cueva desde donde vienen las voces que confunden a varias personas que se encuentran perdidas. En el bosque encuentran a una niña abandonada (Shin Rin-ah) que provoca en la mujer el inmediato instinto de llevársela a su casa al verla sola y perdida, con la promesa a su marido de llevarla ante las autoridades en unos días, cosa que no hace ya que se apega a ella casi instantáneamente. Mezcla de instinto maternal y desesperación por la falta de su hijo, si bien ya tiene una hija, a la que no le presta la atención que debería. A partir del encuentro con la niña del bosque todo se irá transformando para mal y la película irá en un in crescendo que conviene no develar, si bien no es perfecta, tiene buenas actuaciones. Aunque deja algunos cabos sueltos que no terminan de cerrar. Pero...con las películas de terror que están llegando, podemos considerar que se puede ver. ---> https://www.youtube.com/watch?v=K-d3ymHfnzI ---> TITULO ORIGINAL: Jang-san-beom ACTORES: Hyuk-kwon Park, Jung-ah Yum. GENERO: Terror , Drama DIRECCION: Jung Huh. ORIGEN: Corea del Sur. DURACION: 100 Minutos CALIFICACION: Apta mayores de 16 años FECHA DE ESTRENO: 19 de Abril de 2018 FORMATOS: 2D. Vero
Salvo los muy contados casos en los que se descubren películas de terror realmente innovadoras, este género suele trabajar sobre todo con el reciclaje y el remix de elementos ya trabajados en propuestas previas. Eso es lo que hace -con criterio, inteligencia y una vistosa narración marcada por la hiperestilización- el guionista y director Jung Huh con Mimic: No sigas las voces. Drama familiar sobre la ausencia y el dolor (un matrimonio todavía no logra hacer el duelo tras la desaparición de su pequeño hijo hace ya cinco años) con trasfondo policial (los detectives que investigan los hechos), Mimic: No sigas las voces termina definiéndose por el terror con un eficaz despliegue de efectos visuales, elementos sobrenaturales, apelaciones a las leyendas urbanas, bosques tenebrosos y niños-actores que inquietan en cada plano. Mamá (Yum Jung-ah, vista en A Tale of Two Sisters) y papá (Park Hyuk-kwon) se mudan a una casa en medio de la naturaleza con su pequeña hija y la abuela senil, pero la falta del hijo desaparecido (el caso nunca ha sido resuelto) se nota a cada instante. Cuando en las cercanías del lugar descubren a una misteriosa huérfana de ocho años (impresionante trabajo de Shin Rin-a) la llevan a vivir a la casa. Ella parece llenar ese vacío incorporándose pronto a la dinámica hogareña y recuperando así cierta alegría familiar. Por un tiempo, claro. En el film habrá cadáveres (humanos y de perros), ataques inesperados, secretos que se esconden detrás de las paredes y las puertas, locos que no están tan locos, tormentas, flashbacks para reflejar traumas del pasado y muchas vueltas de tuerca que no siempre se resuelven de forma del todo convincente. De todas formas, Mimic: No sigas las voces es un producto sumamente profesional, vistoso y por momentos atrapante. Con el sello del buen cine de género coreano.
Cuando los muertos llaman. Segunda película del director coreano Jung Huh, quien se mantiene en el género del terror como ocurriera con su ópera prima, Las Escondidas. Una familia en crisis, una mudanza forzada y apariciones inexplicables serán los ejes de esta historia protagonizada por Jung-ah Yum, Rin-Ah Shin y Hyuk-kwon Park. La película comienza con un hombre y una mujer a bordo de un auto que es conducido en la mitad de la noche por una solitaria carretera de contornos boscosos. Un perro se cruza por su camino y, tras golpear contra el parabrisas, queda moribundo sobre el asfalto. El hombre abandona su posición como conductor, recoge al perro y se dispone a meterlo en el baúl, acto que nos permite ver que el maletero ya tiene un ocupante: una mujer completamente maniatada y bañada en sangre. La secuencia introductoria concluye con el mismo hombre encerrando a la secuestrada en un pequeño cobertizo escondido en el bosque. Sin hacer demasiadas presentaciones y recurriendo poco al diálogo, Mimic presenta un buen inicio, cargado con la cuota de suspenso y oscuridad que todo buen film de terror debe tener. Sin embargo, sus formas a la hora de hilar ese inicio con la trama central que lo sucede son algo más cuestionables. Hee-yeon debe mudarse lejos de Seúl junto a su esposo, hija y madre ya que un entorno menos urbano puede favorecer a esta última en términos de salud. Resulta que sus facultades mentales e incluso su capacidad de habla se vieron seriamente comprometidas desde que su nieto, hijo menor de Hee-yeon, desapareciera estando ella a cargo. Los problemas se agravarán para esta familia cuando reparemos en el hecho de que aquel misterioso cobertizo de la escena inicial está situado a pocos metros de su nuevo hogar. Hay pocas cosas que quedan claras. El vínculo de la pareja inicial y la chica secuestrada es una línea argumental que nunca se cruza con la de la familia de Hee-yeon, no se desarrolla por sí misma y tampoco tiene que ver con el origen de las anomalías que circundan al bendito cobertizo. Lo único que sabemos de él es que está “embrujado”, por ponerle un adjetivo infantil. Ahora bien, si la trama central compensara esto, vaya y pase. Pero tampoco. Cinco años pasaron desde la desaparición del hijo de Hee-yeon cuando ella decide mudarse junto a su madre y será la aparición en medio del bosque de una nena perdida lo que reavive su instinto maternal que la empuja a retomar una búsqueda que parece inútil. El corolario de esta endeble narrativa lo conforma una vieja leyenda mística que involucra a un espíritu capaz de imitar voces humanas, un mago que es poseído y su pequeña hija. Pocas escenas de terror, compensadas por un suspenso confuso, investigaciones truncas y explicaciones estériles hacen de Mimic una pobre representante del vasto y elogiable cine coreano de horror.
Terror a la coreana, del director Jung Huh, con guión que le pertenece y que tiene elementos atractivos y otros no tanto. Comienza de manera prometedora con un crimen en el medio de una zona selvática y un cadáver que es escondido en una cueva tapiada. Sigue con la historia de una familia, donde la abuela Alzheimer, y cuando estaba con ella un nietito se extravió para siempre, que vive en una casa cercana a la cueva. Y comienza una historia de terror con una entidad que imita las voces de seres queridos, y la aparición de un niñita perdida en el bosque. Con buena fotografía y buen suspenso todo sigue entretenido hasta que deriva en un melodrama de una entidad fantasmal que pertenece al folklore del lugar y se desbarranca y se alarga hacia otros caminos que poco tienen que ver con el terror inicial. Salvo esa última parte, el entretenimiento para los amantes del género es válido, porque tiene más calidad promedio que la mayoría de las producciones del género. Pero la ultima parte probablemente para gusto del mercado interno coreano ya no satisface tanto.
La inquietud que no se disipa “Mimic: No Sigas Las Voces” (Jang-san-beom, 2017) es una película de terror surcoreana dirigida y escrita por Jung Huh, siendo éste su segundo filme luego de “Hide and Seek” (Sum-bakk-og-jil, 2013). El reparto incluye a Yum Jung-ah, Shin Lin-Ah, Jun Hyeok Lee, Hyuk-kwon Park y Jin Heo. En esta ocasión, Jung Huh se basó en una leyenda urbana de Corea del Sur llamada “el tigre de Jangsan”, que trata sobre una criatura que vive en las montañas de Busan y atrae a las personas imitando las voces de sus seres queridos para luego devorarlas. Hee-yeon (Yum Jung-ah) es una mujer que convive con su marido, suegra e hija pequeña. Cinco años atrás, Hee-yeon dejó a su hijo al cuidado de su suegra y por un despiste de ésta, el niño soltó su mano y desapareció. La policía ya no tiene interés en seguir buscando (nunca hubo ni una pista sobre qué fue lo que pasó) e incluso el padre del chico perdió las esperanzas. Sin embargo, Hee-yeon continúa trastornada por lo ocurrido. Así es como decide realizar una mudanza hacia el pueblo natal de su suegra, pensando que allí será más factible que la anciana recuerde algún dato que ayude a los investigadores. En los bosques que están alrededor de su nuevo hogar, Hee-yeon se topará con una nenita que dice tener el mismo nombre que su hija. Al darle asilo sin informar a las autoridades, voces familiares comenzarán a escucharse en la casa. Con una fotografía llena de verdes y colores claros en su primer tramo, el filme logra crear una atmósfera particular, en la que nos hace notar que algo raro sucede en lo profundo del bosque. Allí existe una pared de ladrillo, con un hoyo que da cuenta de la oscuridad en su interior. En el comienzo se nos presentan situaciones relacionadas con este hoyo, pero que nunca llegan a comprenderse por la falta de explicaciones. En esta historia son muchos los cabos sueltos, no obstante cuando se decide centrarse en lo que atraviesa la protagonista, el relato se vuelve tan atrapante como interesante. Y ahí es donde recae el acierto de la película: Jung Huh se focalizó en mostrar cómo a Hee-yeon el no saber que pasó con su hijo la dejó estancada. Con la aparición de Jun-hee (Shin Lin-Ah), la niña en el bosque que por su aspecto y actitudes transmite una desprotección absoluta, la protagonista ve una nueva oportunidad para hacer las cosas bien, cuidarla y ser una buena madre (inevitablemente ella siente que en su momento no lo fue). La cinta tiene variados jump scares, algunos bien logrados y otros no tanto. Los problemas están cuando se decide copiarse de las tantas producciones fallidas del género: que de la nada aparezca un personaje y brinde toda la información necesaria para captar qué sucede o que la cámara muestre demasiado a la vil criatura, hecho que ya no genera miedo por la notoria falta de presupuesto en cuanto a los efectos especiales. Situaciones inverosímiles las hay, por ejemplo que un personaje mientras se está agarrando con sus manos para no caerse por el precipicio decida atender el celular. Sin embargo, el desenlace es de lo más satisfactorio y lógico, por lo que los errores pasan a un segundo plano. “Mimic: No Sigas Las Voces” constituye otro buen exponente del cine de terror oriental, que da pie a que otras producciones de Corea del Sur lleguen a nuestras salas.
No Sigas Las Voces: Imitación de otras películas del género. Película de terror psicológico, atravesada por un drama personal, de Corea del Sur, donde un espíritu maligno imita las voces de los humanos cautivando los corazones de los personajes y los fanáticos del género. Una nueva película del sur de Corea llega a nuestras tierras. En este caso de la mano del director Huh Jung quien había llamado la atención en 2013 con un film de terror de bajo presupuesto llamado Hide and Seek, que fue un éxito de taquilla. Después de otro par de películas intermedias, aquí vuelve con Jang-san-beom o The Mimic, o un título mucho más directo como es No Sigas Las Voces. La historia es bastante original, aunque algunos pasajes recuerden a la estructura de cualquier película de terror, como por ejemplo The Wailing de Hong-jin Na pero sin ser tan destacable como esta última. En este caso el film No Sigas Las Voces narra la historia de una misteriosa criatura que vive en una montaña, donde Ji-Yeon (Yum Jung-ah) y su marido Min Ho (Parque Hyuk-kwon) acaban de mudarse, cerca del monte Jang, en una hermosa casa reformada que era de sus padres. Los dos tienen una hija y también está la abuela que sufre de Alzheimer. Mientras que el monstruo posee una habilidad aterradora, puede imitar las voces humanas para atraerlos. La película no se enfoca en lo policial mezclado con terror y lo fantástico, sino que éstos últimos dos géneros están conglomerados con el drama personal de esta familia. Especialmente la protagonista interpretada por Yum Jung-ah, que la recordarán quizá de otra gran película coreana como es Janghwa, Hongryeon (Dos Hermanas). Más allá de esto la trama de la película resulta confusa por momentos. La edición que se llevó a cabo en post producción pareciera que lo hicieron sobre un film de más de 2 horas, ya que hay varias subtramas de personajes que complementan la historia principal las cuales no están desarrolladas. Como la abuela con Alzheimer y su pasado en aquella casa. O la policía que no investigó tanto anteriormente, y ahora parece un poco más interesada por algún motivo. O la clásica bruja que sabe lo que pasa con la cueva donde está el monstruo pero que, por alguna razón, no habla claramente hasta casi la mitad del transcurso de la película. El director Huh Jung realiza un gran trabajo en la puesta de escena utilizando elementos vinculados al género de terror. Hay secuencias bastante originales llenas de un suspenso atemorizante que atraen al fanático del género. Todo esto vinculado a las correctas actuaciones, como la mencionada Yum Jung-ah, la protagonista que debe luchar con un pasado doloroso en el que perdió a su hijo, desaparecido cuando la abuela con Alzheimer lo cuidaba. Ella se enfrentará a aquella desazón que las personas sufren ante una pérdida semejante, luchando contra la evocación de ese dolor representado en otra forma. La intérprete trabaja en consonancia junto a la pequeña actriz Shin Rin-Ah, de sólo 8 años de edad, quien ha estado en algunas de las películas coreanas más importantes en los últimos años como The Last Princess o Memories Of A Murder. La niña realizando la mímica, mezclando su cara de inocente y a la vez inquietante, junto al impacto visual del director logran como resultado un film de terror de buena calidad donde resalta la edición de sonido. Los clásicos temas de la posesión, los malos espíritus, sacerdotes inquietantes, misteriosos bosques, y hasta un rito chamánico recuerdan a otros films de terror, pero están correctamente implementados sin decepcionar excesivamente. La película se basó en la leyenda coreana de Jangsan Tigre (el “Jang san beom” del título original, un ser sobrenatural que parece imitar las voces de sus seres queridos para atrapar a sus víctimas) para realizar esta cinta de terror psicológico. A pesar de que existan algunas acciones de personajes que no tengan sentido, aquí apreciaremos cómo se presenta el terror al olvido, el miedo de solo recordar lo que se necesita, pero sobre todo el pánico de decidirse a creer en una mentira.
Una familia se muda a un entorno verde y natural mientras lidia con el duelo por la desaparición de su pequeño hijo, misterio no resuelto. Allí adoptarán a una huérfana misteriosa, pero el asunto se pondrá más tenebroso que armónico, en este nuevo ejemplo de cine terror, y policial, atrapante y complejo, que viene de Corea.
El cine coreano de terror ha dado en los últimos años muy buenos exponentes del género como Invasión zombie y En presencia del diablo. Ambas películas resultaban una novedad con respecto a los films de género provenientes de los Estados Unidos, que se estrenan casi cada semana en la Argentina y se parecen unos a otros (con excepciones). Mimic, no sigas las voces, en cambio, se ubica en esa medianía de las producciones de terror que estamos acostumbrados a ver. Hay un intento del guionista y director Jung Huh de otorgarle a esta historia una dimensión espiritual, al mismo tiempo que acumula lugares comunes del género, como la presencia de una niña con aire maléfico y una mujer ciega y sabia que conoce el origen del peligro. En este caso, el hecho de que la familia protagonista haya perdido a un hijo, que desapareció misteriosamente, se convierte en nada más que una justificación de los comportamientos poco lógicos en los que incurre la madre desesperada. Esto deviene en una invasión del melodrama, que alcanza al estilo de actuación y la estética del film. La combinación de géneros es una buena apuesta, pero aquí no está bien resuelta y tanto el terror como el melodrama salen perdiendo. Las secuencias finales, cuando la familia tiene que enfrentar al espíritu que imita las voces de sus seres queridos para atraerlos hacia él, son muy efectivas en cuanto a provocar sustos, pero ya es un poco tarde para sentirse atrapado por la película.
El prejuicio positivo indicaba que, después de Invasión zombie, cualquier película de terror llegada de Corea del Sur merecía ser mirada con buenos ojos. Mimic nos vuelve a enseñar una vieja lección: hay que intentar acercarse al cine sin ninguna clase de prejuicios ni expectativas, aunque sea una misión imposible. Todo empieza con una prometedora secuencia en un bosque, no exenta de cierta dosis de humor negro. Pero después adopta carriles por demás convencionales: una familia se muda a una casa alejada de todo menos de la caverna en el bosque donde sucedió el terrible hecho del principio. Pronto empiezan a vivir situaciones extrañas, incluyendo la desaparición de la abuela de la familia y la aparición de una nena misteriosa. En principio, el suspenso es efectivo. Sobre todo, porque pasa por lo sonoro: hay algo o alguien capaz de reproducir sonidos de cualquier ser vivo. Pero a medida que la historia avanza, surgen explicaciones enrevesadas y escenas burdas. Si se había logrado cierto clima, se desvanece con la aparición del monstruo, más tosco y grotesco que aterrador. Hay una ciega misteriosa que hace advertencias (hasta que, de buenas a primeras, se decide a aclarar -es un decir- todo el asunto). También, un policía que va juntando información sobre el caso y consigue una inquietante foto antigua. Los clichés están a la orden del día; al principio quedan camuflados por el idioma, pero el hechizo no dura demasiado.
A favor de esta película de terror surcoreana se puede decir que el director Jung Huh intenta apelar a tradiciones y mitos locales para lograr originalidad. El problema es que "Mimic" mezcla demasiadas cosas y al final tantos elementos provocan una historia deshilvanada y llena de subtramas que no terminan de cerrar. El argumento gira en torno a un ser sobrenatural, un espíritu maligno que imita las voces humanas y logra capturar sus almas en una especie de posesión. Una familia que ya ha tenido malos tiempos en Seúl -su hijito se perdió y la abuela tiene problemas mentales- se muda a una zona rural donde pronto empezará a experimentar cosas raras, incluyendo la aparición de una niña perdida que asegura llamarse igual que su propia hija. La abuela empieza a tener actitudes homicidas y, cada tanto, aparecen ancianas asegurando que tienen que abandonar el lugar cuanto antes. En medio del caos hay varias escenas aterradoras, pero los climas cambian permanentemente y, por otro lado, la absoluta falta de sentido del humor no ayuda. Lo más interesante son las superposiciones de diálogos de personajes adultos dichos por niños, lo que da un toque bastante siniestro.
La inquietud que no se disipa Mimic: No sigas las voces (Jang-san-beom, 2017) es una película de terror surcoreana dirigida y escrita por Jung Huh, siendo este su segundo film luego de Hide and Seek (Sum-bakk-og-jil, 2013). El reparto incluye a Yum Jung-ah, Shin Lin-Ah, Jun Hyeok Lee, Hyuk-kwon Park y Jin Heo. En esta ocasión Jung Huh se basó en una leyenda urbana de Corea del Sur llamada “el tigre de Jangsan”, que trata sobre una criatura que vive en las montañas de Busan y atrae a las personas imitando las voces de sus seres queridos para luego devorarlas. Hee-yeon (Yum Jung-ah) es una mujer que convive con su marido, suegra e hija pequeña. Cinco años atrás, Hee-yeon dejó a su hijo al cuidado de su suegra y por un despiste de ella el niño soltó su mano y desapareció. La policía ya no tiene interés en seguir buscando (nunca hubo ni una pista sobre qué fue lo que pasó) e incluso el padre del chico perdió las esperanzas. Sin embargo, Hee-yeon continúa trastornada por lo ocurrido. Así es como decide realizar una mudanza hacia el pueblo natal de su suegra, pensando que allí será más factible que la anciana recuerde algún dato que ayude a los investigadores. En los bosques que están alrededor de su nuevo hogar, Hee-yeon se topará con una nenita que dice tener el mismo nombre que su hija. Al darle asilo sin informar a las autoridades, voces familiares comenzarán a escucharse en la casa. Con una fotografía llena de verdes y colores claros en su primer tramo, el film logra crear una atmósfera particular, en la que nos hace notar que algo raro sucede en lo profundo del bosque. Allí existe una pared de ladrillo, con un hoyo que da cuenta de la oscuridad en su interior. En el comienzo se nos presentan situaciones relacionadas con este hoyo, pero que nunca llegan a comprenderse por la falta de explicaciones. En esta historia son muchos los cabos sueltos, no obstante cuando se decide centrarse en lo que atraviesa la protagonista, el relato se vuelve tan atrapante como interesante. Y ahí es donde recae el acierto de la película: Jung Huh se focalizó en mostrar cómo a Hee-yeon el no saber qué pasó con su hijo la dejó estancada. Con la aparición de Jun-hee (Shin Lin-Ah), la niña en el bosque que por su aspecto y actitudes transmite una desprotección absoluta, la protagonista ve una nueva oportunidad para hacer las cosas bien, cuidarla y ser una buena madre (inevitablemente ella siente que en su momento no lo fue). La película tiene variados jump scares, algunos bien logrados y otros no tanto. Los problemas están cuando se decide copiarse de las tantas producciones fallidas del género: que de la nada aparezca un personaje y brinde toda la información necesaria para captar qué sucede o que la cámara muestre demasiado a la vil criatura, hecho que ya no genera miedo por la notoria falta de presupuesto en cuanto a los efectos especiales. Situaciones inverosímiles las hay, por ejemplo que un personaje mientras se está agarrando con sus manos para no caerse por el precipicio decida atender el celular. Sin embargo, el desenlace es de lo más satisfactorio y lógico, por lo que los errores pasan a un segundo plano. Mimic: No sigas las voces constituye otro buen exponente del cine de terror oriental, que da pie a que otras producciones de Corea del Sur lleguen a nuestras salas. *Crítica de Alina Spicoli.
Una familia se muda lejos, se van presentando cada uno de los personajes, por un lado tenemos a Jung-ah Yum (la madre), Jin Heo (la abuela), Jun Hyeok Lee (el padre), Shin Lin-Ah (la niña en el bosque. La interpretación es impecable). Quienes viven allí, con el tiempo se encuentran atraídos con la voz de una criatura maligna similar a un perro de caza agazapado que tiene una particularidad: atrae a sus víctimas con algún elemento de un familiar querido. Esta es una película que habla de poseídos y a través de la cual vamos viendo una serie de hechos extraños y sobrenaturales, personajes raros, una anciana que queda ciega después de enfrentarse a esta criatura maligna, atmósferas tensas y algunos sobresaltos. En conclusión no tiene demasiadas sorpresas, no hay giros en la historia y solo resta decir que es un film ideal para los amantes de terror y las nuevas generaciones.
El afiche menciona “Mimic”, aquella película de terror de Guillermo del Toro de los últimos noventa, pero no tiene nada (nada) que ver. Aquí hay tres elementos: una mujer que ha perdido a su hijo, una niña extraviada y extraña, y un mito: la existencia de una criatura fabulosa que devora personas y las atrae imitando las voces humanas. Con esos tres elementos se construye un film de suspenso sostenido que lidia constantemente con la angustia de la pérdida más que con la aparición extemporánea de la truculencia. Lo más interesante es la combinación entre el drama personal y el surgimiento de lo fantástico, lo desconocido, que encarna los miedos y las obsesiones de los personajes. Esa combinación que no deja de lado a los personajes es lo que permite que, sin dejar de ser un buen ejemplo de cine de género, funcione también como melodrama, cree un puente entre la emoción y el escalofrío y sintentice ambas cosas. Es cierto que el guión tiene sus puntos flojos, pero el ambiente y el clima suplen esa falencia.
No sigas las voces es una película inspirada por una popular leyenda urbana de Corea del Sur sobre un mítico monstruo que habitaría en las montañas de Busan. La criatura conocida como Jangsan Tiger tiene la particularidad de atraer a sus presas generando sonidos que emulan voces humanas y por más extraño que suene, en ese país hay gente que está convencida que el monstruo existe y no se lo toman en chiste. Era inevitable que en algún momento hicieran una película al respecto y la tarea quedó en manos del director Jung Hu. Un cineasta joven que hace unos años tuvo un muy buen debut con el thriller de acción Hide and Seek, que el 2013 brindó un buen entretenimiento. En su nuevo proyecto intentó explorar el género de terror y lamentablemente el resultado no es bueno. Frente a otras grandes producciones de este estilo que presentó el cine coreano en el pasado, como Dos hermanas, Hansel y Gretel y Living Death, No sigas las voces resulta una propuesta olvidable. Queda la sensación que el director Hu no se comprometió totalmente con la idea de construir un relato de horror y contaminó la propuesta con un exceso de melodrama que opaca el atractivo que tenía la leyenda urbana. Hay mucho llanto pero pocos sustos y grandes momentos de suspenso. La primera hora es bastante aburrida y el argumento se dispersa en varias subtramas, como la enfermedad de la madre de la protagonista, que poco tienen que ver con el conflicto central. Muchos personajes secundarios no tienen un rol definido y los elementos de horror llegan tarde para levantar el tono soporífero que prima en el relato. Es una lástima porque la historia del monstruo de Busan era interesante y podía haber generado una buena película de terror, pero la labor de Jung Hu en esta ocasión no termina de convencer. Esos buenos momentos de tensión que tenían su ópera prima acá brillan por su ausencia. Si sos seguidor del cine coreano se deja ver pero no es lo más destacado que surgió entre las propuestas de ese país.
MIMIC Y EL OCASO DEL TERROR COREANO Salvo por esa pequeña joyita de terror Invasión zombie, el cine de horror coreano hace ocho años que no viene ofreciendo nada interesante en la materia. Parece no arriesgarse a romper los cánones de relatos hiperlargos y aburridos, o prefiere reciclar material ya visto con anterioridad. Sólo se repite en sus lugares comunes y confortables sin un ápice de imaginación. Mimic: no sigas las voces apaña esta fórmula cansina. La mezcla con el drama familiar -al que con buen pulso supieron combinar los orientales- se ciñe en una simple historia de una madre, padre, abuela con Alzheimer y una pequeña niña junto a la “presencia ausente” de un hijo menor desaparecido. Una nueva vida en una casa en medio del bosque y una huerfanita vecina de la zona a la que adoptan sin ningún problema de papeles, hacen que la minúscula alegría que podría aflorar en ese seno comience a volverse turbio y maligno. A todo ello se suma un lugar cercano y maldito representado por un paredón roto donde en el más allá habitan seres de inframundo que imitan muy bien las voces humanas. Voces reconocidas y personales a quienes merodean por esos pagos. Voces que embrujan, persiguen hasta hogares y dejan un regadero de cadáveres humanos o animales y hasta la desaparición misma. Este tipo de historias que ya nada nuevo traen, vistas hasta el hartazgo, aportan elementos sobrenaturales tibios, poca profundización temática, efectos visuales clásicos, folklore tradicional y niños que aunque muy bonitos y tiernos, son in-so-por-ta-bles. Mimic: no sigas las voces se repite, hostiga y aburre a lo largo de sus 100 minutos. Escapa de toda atmósfera de buen terror volviéndose insoportable al ver cómo los actores dicen una y otra vez las mismas líneas. Lo visual es vacuo y no logra atrapar jamás. Las vueltas de tuerca están mal resueltas y el calvario de la madre/protagonista principal es imposible de soportar para el espectador como el infierno que ella misma padece. Hasta 2010 el cine de terror coreano nos había dejado excelentes piezas tales como Encontré al Diablo de Kim Ji-Woon que mezclaba el policial con el gore; la increíble y monstruosa The host de Bong Joon-ho; o Bedevilled de Jang Cheol-soo con las diferencias dramáticas y violentas de dos amigas; sólo por nombrar algunas de las buenas aunque el género viene sufriendo una importante crisis narrativa como le sucedió a la más reciente En presencia del diablo (2017) que cae en los sitios de siempre, sin mantener el interés creado en la primera media hora y haciendo soporíferamente larga. En el caso de Mimic: no sigas las voces estamos ante un film sólo recomendable para el enemigo.
De maneras imprevistas, la renovación semanal permite todavía alguna fisura. Una oxigenación que logra, a veces, un respiro entre tanta película parecida. Es así cómo ha venido a instalarse el cine de terror surcoreano, fundamentalmente desde esa película notable que es Invasión Zombie (Train to Busan), cuya respuesta de público abrió las puertas a más títulos. En esta vertiente se inscribe Mimic: No sigas las voces. (Y acá, si se permite, viene la digresión, porque el título elegido para su distribución no está nada mal, ya que dialoga de modo irónico con otro tipo de espanto, instalado y peor que cualquier previsión: el doblaje. De esta manera, la película coreana conoce la mayoría de sus funciones en castellano. Por las dudas, la calificación es para mayores de 16 años. Apenas un síntoma, lamentable por donde se lo mire, del estado de las cosas, sean éstas cinematográficas y/o sociales. La del cine de terror coreano es una estela bienvenida, por dar cuenta de las otras y varias maneras que el género conoce. El caso de Mimic: No sigas las voces es buena muestra, a partir de una historia signada por una tragedia familiar que promete carcomer los ánimos y afectos. En principio, el film de Jung Huh (director de Las escondidas, de 2013) ofrece un prólogo que obliga, literalmente, a agarrar la muerte con las manos. El impacto del cuerpo del perro sobre el parabrisas aumenta la tensión ya existente en la pareja. Es de noche en el bosque, y el destino del viaje está detrás de un alambrado. Allí existe un ingreso tapiado, y sobre estos ladrillos se golpea con una maza. ¿Qué guardan esas entrañas? ¿Qué extraño hálito proviene de la oscuridad? De todo ello quedará un resquicio con forma de rectángulo, a raíz de un ladrillo faltante que oficiará como agujero negro y ojo vacío. Esta referencia es nodal, porque permitirá estructurar la puesta en escena. El motivo geométrico no sólo se reiterará como recuadrito que escapa a los espejos amordazados (como si de aplicarles una mortaja se tratara), que pululan a lo largo de toda la película, sino también en el cuidado de los decorados y encuadres, que replicarán este rectángulo desde una omnipresencia. Con esta cobertura ominosa ‑disfrazada de encuadre prolijo, calculado, casi hermoso‑ lo que se perfila es un malestar creciente. Si la pareja del inicio enfrenta un dilema (maléfico, mortal), quienes siguen y acompañan el argumento principal serán réplica simétrica. La reiteración figurativa esconde una misma historia. De la primera pueden intuirse aspectos, en la segunda los detalles son más significativos, aunque tampoco puedan aclararse de modo taxativo, al menos desde una primera instancia. En todo caso, de lo que se trata es del trauma que una pareja atraviesa tras la pérdida de uno de sus pequeños hijos. La abuela, por su parte, no está bien de la cabeza, o al menos es eso lo que se cree. Ella, de hecho, fue una de las protagonistas del suceso trágico (algo que el film sabrá cuándo narrar, y de modo sesgado). Pero la abuela esconde otros matices, que dicen de manera más profunda, como si supiera algo que ya no puede describir o decir. Por otro lado, hay una anciana ciega que se les aparecerá a estos padres en crisis, con una alerta en ciernes: la puerta está otra vez abierta, les dice; el ingreso o egreso de ese otro lado ‑la cueva‑ nuevamente sucederá. De esta manera, hay un límite que se traza entre la oscuridad y la luz, con personajes cuya vista dañada y ánimo trastocados evidencian haber visto o sentido lo que no se debía. Allí las marcas en el cuerpo, como recuerdos que no se olvidan ni debieran referirse. De todos modos, la anciana ciega sabrá explicar la historia de un demonio adorado por magos. Uno de ellos, devoto, se volvió su huésped, un cuerpo que el demonio habrá de habitar para luego reiterar otras víctimas. Allí, entonces, la hija del mago, receptáculo preferido por su alma pura. Es desde esta niña cómo la maldición se propaga. Tan dulce y pequeña, que difícilmente podría decirse guarde consigo algo indecible. Su aparición será, justamente, a la mamá, quien le dará cobijo en el hogar, y en la habitación contigua a la de su propia hija. Este efecto espejado tendrá consistencia durante todo el film, mientras la niña misteriosa no dice palabra hasta que decide repetir lo que escucha. La absorción del lugar, de sus costumbres y afectos, comienza. Lo extraordinario es cómo el film narra mientras introduce ambigüedad. Porque la niña maldita tiene, además de candor y timidez, un cuerpo golpeado, lacerado; está perdida. No sólo oficia como duplicación de la hija verdadera (de quien adoptará, de hecho, el mismo nombre) sino también como sustituto progresivo del hijo que ya no está. A la vez, las lágrimas de la pequeña sucederán cuando algo torcido deba ocurrir, alterando la simpatía/antipatía que sobre sí podrían suponerse. Así como sucede con los insectos que no pueden evitar dirigirse a la luz eléctrica que los mata ‑imagen que el film reitera‑, otro tanto sucederá con ese foco de atracción que supone la cueva hundida en el bosque. Dentro suyo descansa la resolución del misterio, pero también la sujeción respecto de una pena que no podrá diluirse. Habrá que estar atento a estas cuestiones para entender no sólo el comportamiento de los personajes "vivos", sino también el de los fantasmas que por allí rondan. En otras palabras, ¿desde cuál lado del espejo se está narrando la película? Hay indicios suficientes como para suponer que se trata de un acento indistinto.
"The mimic" o "Jang-san-beom", es un film coreano que fuera suceso en cine de género durante 2017. Superó el millón de espectadores en esa tierra y ha tenido una increíble venta a más de 120 países, por lo que se esperaba con interés su llegada a nuestro país. Segundo opus desde la internacionalmente conocida "Hide and seek", Jung Huh, su director, vuelve a mostrar que condiciones no le faltan para encarnar la avanzada de su país por reforzar la presencia coreana en el contexto de la realización de productos de género. Este no es un film tradicional enmarcado en la línea del J-Horror japonés (aclararlo es importante). Como leí bien por ahí, y sin profundizar demasiado en un concepto que no domino (reconozco), "Mimic" se encuadra dentro de los nuevos cánones del "K-Horror": una propuesta dramática, intrincada, laberíntica pero visualmente muy potente. No hay tantos fantasmas ni ruidos como en otros ejemplos asiáticos que tuvieron éxito en el pasado. Aquí la historia cuenta. En particular "Mimic: no sigas las voces", es un relato que sentí sutil, muy bien interpretado y delicado para degustar, si te gustan los menúes no tradicionales. Estamos muy acostumbrados al cine americano del género y los tiempos y la forma de narrar de los orientales, pasa por otro lado. Aquí, el clima es otro, la parsimonia y la oscuridad se recrean de otras maneras y hay que estar predispuesto a adentrarse en ese universo. Esta es la historia de un matrimonio, con una hija y una abuela, que van a vivir en un casa en las afueras de la ciudad. La madre (Yum Jung-ah) y el padre (Park Hyuk-kwon) quieren vivir la naturaleza y cuidar a la adulta mayor, en un lugar tranquilo. La familia ha sufrido la desaparición de un niño, (algo que no ha sido resuelto y es escalofriante en sí) y no logra superar esa pérdida. En las cercanías de la casa, en el bosque, cierto día dan con una nena de ocho años abandonada. La madre decide que se quede en casa (el papá piensa que deberían llevarla con la ley), y con el correr de los días, la pequeña evidencia ciertas conductas extrañas, sobre todo mimetizandose con la hija del matrimonio. Con el relato avanzado, descubriremos qué sucedió en esa casa (y en el cobertizo), y quien es la criatura que habita el espacio que ellos transitan. En "Mimic: No sigas las voces" hay muerte, secretos, dolor y una atmósfera amenazante, la mayor parte del relato. Incluso cuando utiliza flashback para explicar ciertos eventos, lo hace manteniendo el ajustado escenario sobrenatural creado para instalar el conflicto principal. La trama, hay que decirla, no parece tan cristalina (hay muchos elementos emergentes que operan en varios niveles) y puede que no todas sus aristas hayan sido contempladas a la hora de la resolución de la historia. Se siente cierta necesidad del guión de instalar muchos frentes de batalla pero a la hora de llevarlos adelante, sólo algunos se hacen evidentes. Sentí que el film demandaba cierto compromiso y eso no me sucede en otros títulos de geografía occidentales. También reconozco que la historia puede leerse de manera más profunda (leí análisis interesantes en la red, incluso que está inspirada en una leyenda urbana) aunque eso habría que analizarlo en un segundo visionado. En resumen, es una saludable adición a nuestra cartelera, aunque ofrece una perspectiva que puede no ser de fácil digestión para el público mas "americanizado" amante del género.
Como todos los años, comienzan a llegar los estrenos de la cinematografía coreana que generalmente suelen dejar un muy buen gusto en el paladar del espectador nacional. La explotación del género de terror o el thriller han sido una constante en la distribución de la nueva ola del cine de dicho país –Train To Busan (2017), The Wailing (2017), el director Park Chan Wook, entre otros- , y esta no es la excepción, ya que con The Mimic volvemos a tener otra muestra de aquello que distingue a dicha industria. El presente film, escrito y dirigido por Jung Huh, quizás no esté entre lo mejor o más original que hemos visto, sin embargo seguramente sea el más atinado para responder dos preguntas: ¿Por qué nos atrae tanto el cine de allá? ¿Qué es aquello que no solemos ver en otro tipo de producciones?